CAPÍTULO 1
Cristo, sabiduría y poder de Dios. Silogismo de los católicos contra los arrianos primitivos. Dificultad: ¿El Padre es sabiduría o sólo es Padre de la sabiduría?
1. Opinan algunos que la igualdad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo queda comprometida al decir la Escritura que Cristo es poder de Dios y sabiduría de Dios. No parece subsistir la igualdad, porque el Padre no es poder y sabiduría, sino engendrador de la fuerza y de la sabiduría. No tiene, en verdad, pequeña importancia averiguar en qué sentido se dice de Dios que es Padre del poder y de la sabiduría. Dice el Apóstol: Cristo, poder de Dios y sabiduría de Dios1.
Algunos escritores de los nuestros polemizan contra los primeros arrianos que se alzaron contra la fe católica. Se dice que el mismo Arrio argumentaba diciendo: Si Cristo es Hijo, ha nacido; y si nació, hubo un tiempo en que no existió el Hijo;no comprendiendo que el nacer es en Dios sempiterno, porque el Rijo es coeterno ad Padre, como el resplandor es simultáneo al fuego que lo engendra y propaga, y eterno sería el resplandor si el fuego fuera eterno. De ahí que algunos arrianos más tarde abandonasen dicha sentencia y confesaran que el Hijo de Dios no ha principiado en el tiempo.
Al correr de la disputa que los nuestros sostenían contra los que aseveraban que hubo un tiempo en que no existía el Hijo, razonaban así: "Si el Rijo de Dioses fuerza y sabiduría de Dios, y Dios jamás existió sin poder y sin sabiduría, luego el Hijo es coeterno al Padre, pues el Apóstol dice: Cristo, poder de Dios y sabiduría de Dios. Es demencia afirmar que Dios careció algún tiempo de poder y de sabiduría. Luego no hubo tiempo en que el Hijo de Dios no existiera".
2. Esta manera de razonar nos obligaría a sentar que Dios Padre no es sabio por su sabiduría, sino por la sabiduría que engendró; pero que el Padre no es la misma sabiduría. Además, si es así y Dios Padre no es la sabiduría, sino el engendrador de la sabiduría, veamos si les posible que el Hijo sea sabiduría de sabiduría, como es Dios de Dios y luz de luz. En esta hipótesis, ¿por qué no ha de ser también engendrador de su grandeza, de su bondad, de su omnipotencia, de su eternidad, de modo que no sea ni su grandeza, ni su bondad, ni su omnipotencia, ni su eternidad, sino que es grande por la grandeza que engendró, bueno por la bondad, todopoderoso por la omnipotencia, eterno por la eternidad nacida de su seno; así como no sería su sabiduría, sino que es sabio por la sabiduría que de Él procede? Pues aunque sea engendrador de su grandeza, de su bondad, de su omnipotencia, de su eternidad, no es de tener, dicen, tengamos que admitir la existencia de muchos, hijos de Dios, coeternos al Padre, salvo la adopción de la criatura.
Pero a esta calumnia se responde fácilmente. El Padre no tiene muchos hijos coeternos a Él, aunque se diga padre de todas estas cosas nombradas, pues tampoco se duplica Cristo cuando decimos que es poder de Dios y sabiduría de Dios. El poder se identifica en Él con la sabiduría, y la sabiduría se identifica con el poder. Y lo mismo sucede con las restantes denominaciones, pues la grandeza es idéntica al poder, y así en todos los atributos enumerados y otros que se pudieran aún mencionar.
CAPÍTULO II
Término substancial y relativo de Dios
3. Mas, si en sí mismo no es sino lo que Él es con relación al Hijo, es decir, padre, procreador y principio; y si el que engendra es principio de lo que de si por generación procede; y toda otra expresión le conviene al Padre con el Hijo, y mejor, en el Hijo, y será grande por la grandeza que ha engendrado, bueno por la bondad engendrada, poderoso por la potencia y virtud que engendró, sabio por la sabiduría que engendró; y en este caso el Padre no sería su misma grandeza, sino padre de la grandeza. El Hijo, a su vez, en sí mismo considerado, se llama Hijo, no porque lo sea juntamente con el Padre, sino porque lo es con relación al Padre; mas no puede decirse que sea grande en sí mismo, sino a una con el Padre, de quien es grandeza, y sabio juntamente con el Padre, de quien es sabiduría. Y el Padre es sabio juntamente con el Hijo, pues es sabio con la sabiduría engendrada. Y cuanto dice relación a la esencia no se ha de entender del uno sin el otro; esto es, todo lo que a la substancia se refiere, de ambos se ha de predicar.
Y si esto es así, ni el Padre es Dios sin el Hijo, ni el Hijo es Dios sin el Padre, pues ambos son un Dios. Y cuando se dice: En el principio existía el Verbo, se ha de entender que el Verbo existía en el Padre. Mas si la expresión en el principio significa "ante todas las cosas`, entonces en las palabras que siguen: Y el Verbo existía en Dios, por Verbo entiéndase el Hijo, nunca el Padre y el Hijo, como si ambos fueran un Verbo. Verbo tiene el mismo significado que Imagen, y el Padre y el Hijo no pueden ser Imagen, pues sólo el Hijo es Imagen del Padre, como sólo Él es su Hijo, pues los dos no pueden ser Hijos. Lo que sigue: Y el Verbo estaba en Dios, razones hay para entenderlo así: El Verbo, y sólo el Hijo es Verbo, estaba cabe Dios, y no sólo el Padre lo es, sino dl Padre juntamente con el Hijo son un Dios.
Mas ¿qué hay aquí de maravilloso, si el mismo razonamiento es aplicable a cosas entre sí muy diversas? ¿Existe algo tan dispar como el alma y el cuerpo? No obstante, podemos decir que el alma está cabe el hombre o en el hombre; porque, aunque el alma no es cuerpo, el hombre es alma y cuerpo. Lo que a continuación está escrito: Y el Verbo era Dios2, ha de entenderse así: el Verbo, y no lo es el Padre, es un Dios juntamente con el Padre. Pero ¿quizá se afirme en el sentido de que el Padre sea el generador de la grandeza, es decir, el engendrador del poder y procreador de su sabiduría, mientras el Hijo es la grandeza, el poder, la sabiduría, y ambos el Dios excelso, omnipotente y sabio? En este caso, ¿cómo el Hijo sería Dios de Dios, luz de luz? Luego no son ambos Dios de Dios, sino que únicamente el Hijo es de Dios, esto es, del Padre. Ni ambos son luz de luz, sino que únicamente el Hijo es luz de la luz del Padre.
A no ser que se pretenda insinuar e inculcar brevemente la coeternidad del Hijo y del Padre cuando se le dice Dios de Dios, luz de luz. Como si dijera: "Lo que el ajo no es sin el Padre, le viene de lo que el Padre no es sin el Hijo; es decir, esta luz, que no es luz sin el Padre, viene de la luz fontal del Padre, que no es luz sin el Hijo". Y cuando se dice: Dios de Dios, realidad que el Hijo no es sin el Padre, ni el Padre sin el Hijo, es para que se entienda sin vacilaciones que el engendrador no preexiste al que engendró. Y si esto es así, no puede decirse en ellos, esto de aquel, si no lo son los dos. Por ejemplo, no puede decirse Verbo de Verbo, porque no son los dos Verbo, sino sólo el Hijo; al Imagen die Imagen, pues ambos no son Imagen; ni Hijo de Hijo, pues no son Hijos los dos, según aquella lectura: Yo y el Padre somos uso3. Uno somos, se dice. Lo que Él es lo soy yo según la esencia, no según la relación.
CAPÍTULO III
Unidad de esencia en las palabras "uno somos"
4. Ignoro si en la Escritura se encuentra la expresión "son uno" cuando se trata de seres de diversa naturaleza. Si son varios los que participan de una misma naturaleza y piensan de distinta manera, ya, en cuanto piensan diversamente, no son uno. Si constituyeran unidad por el mero hecho de ser hombres, no diría Cristo al encomendar sus discípulos al Padre: Para que sean uno, como nosotros somos uno.
Por el contrario, Pablo y Apolo, siendo hombres los dos de un mismo pensamiento, pudo decir el Apóstol: El que planta y el que riega son uno4. Cuando se dice que son uno, sin especificar en qué son uno, y varios se dice que son uno, significa que son una naturaleza o esencia sin diversidad de sentires ni opiniones. Pero al concretar de qué unidad se trata, ya se pueden adunar diversas substancias integrantes un todo. Así, el alma y el cuerpo -¿hay nada más diferente que el alma y el cuerpo?- son uno, pero ya se sobrentiende qué clase de unidad, a saber, un hombre o un animal. En este sentido dice el Apóstol: El que se apunta a una hetera es un cuerpo con ella. No dice: "Son uno", o "Es uno", sino que añade: "un cuerpo". Un todo, compuesto de dos sexos, macho y hembra. Y el que se allegue a Dios, prosigue, es un espíritu5. No dice: "Es uno", o "Son uno", sino que añade: "un espíritu".
Diversos son por naturaleza el espíritu del hombre y el espíritu de Dios; mas al fundirse forman un espíritu integrado por dos diversos; de suerte que el espíritu de Dios sin el espíritu humano es perfecto en sí y feliz, pero el espíritu del hombre es únicamente feliz en Dios.
Y no en vano, según creo, hablando con tanta insistencia, el Señor en el Evangelio de San Juan de su unión con el Padre y de nuestra mutua amistad, jamás dice: "Para que nosotros y ellos seamos uno"; sino que siempre dice: Para que sean una cosa, como nosotros somos uno6. Luego, como ya dijimos, el Padre y el Hijo son uno en unidad de esencia y un solo Dios grande y sabio.
5. Pero entonces, ¿en qué es el Padre mayor? Si mayor, mayor grandeza. Mas, siendo el Hijo su grandeza, no puede ser mayor que el Padre, que lo ha engendrado, ni el Padre puede ser mayor que la grandeza por la que es grande. Luego es igual. ¿Y de dónde promana esa igualdad sino del ser, donde no hay distinción entre ser y grandeza? Si el Padre fuese mayor en eternidad, ya el Hijo no sería en todo igual al Padre. ¿Y en qué sería igual? Si se responde que en grandeza, ya no es igual la grandeza del que carece de eternidad. ¿Quizá en poder es igual, pero diferente en sabiduría? ¿Cómo puede ser igual el poder del que sabe menos? ¿Acaso son iguales en sabiduría y desemejantes en poder? Mas ¿cómo puede ser igual el saber, si es inferior en poder? Resta, pues, decir que, si no existe igualdad perfecta en un determinado atributo, falta en todos. Pero dama la Escritura: No juzgó rapiña hacerse igual a Dios7. Luego todo adversario de la verdad que, al menos, no rechace la autoridad del Apóstol, se ve obligado a confesar que el Hijo es igual al Padre en una cosa concreta. Elija la que quiera. Esto bastará para probarle la igualdad absoluta en todas las cosas que se predican de su substancia.
CAPÍTULO IV
El Hijo, igual al Padre en sabiduría
6. Y lo mismo sucede con las virtudes del alma humana; aunque cada una se entienda en uno u otro sentido, jamás pueden ser mutuamente separadas, y aquellos que en una virtud cualquiera fueren iguales, por ejemplo en fortaleza, han de ser también iguales en prudencia, justicia y templanza. Si dices que dos hombres son iguales en fortaleza, pero que uno aventaja a otro en prudencia, se sigue que la fortaleza de uno de ellos es menos prudente, y, en consecuencia, ya no son iguales en fortaleza, pues la de aquél es menos prudente y otro tanto debes decir de las restantes virtudes si con atención las recorres. No se trata aquí de la robustez del cuerpo, sino de la fortaleza del alma.
¿Con cuánta mayor perfección se verificará esto mismo en aquella inconmutable y eterna substancia, incomparablemente más simple que el alma humana? Jamás en el alma humana se identifica el ser con la prudencia, con la fortaleza, con la justicia y con la templanza, pues puede el alma existir ayuna de estas virtudes. En cambio, para Dios, ser y ser prudente, justo, sabio, fuerte, es la misma realidad; y otro tanto se diga de toda excelencia de aquella simple multiplicidad o múltiple simplicidad, siempre que haga referencia a la substancia.
Por lo cual, cuando se dice Dios de Dios, se entiende que este nombre conviene a cada una de las divinas personas, y no porque sean dos dioses, sino un solo Dios. Se adhieren mutuamente entre sí, como se adhieren entre sí, de ello es testigo el Apóstol, diversas y opuestas substancias. Sólo el Señor es espíritu, y sólo el espíritu del hombre es también espíritu; no obstante, si se adhiere a Dios, es un espíritu. ¿Con cuánto mayor motivo allí donde la conexión es eterna e inseparable se ha de sostener esto mismo, si no queremos caer en el absurdo de hacer al Hijo de Dios hijo de ambos, si lo que se dice Dios no se predica sino de las dos personas juntas, y si todo lo que de Dios se dice que insinúe su divina substancia juntamente se aplica a los dos o a la Trinidad indivisa? Mas, sea de esto lo que sea -este aspecto pide ser discutido con mayor diligencia-, nos basta ahora saber que el Hijo no puede ser igual al Padre si se le dice en alguna cosa, perteneciente a la substancia, inferior, según ya probamos. El Apóstol nos asegura la igualdad. Luego el Hijo es en todas las cosas igual al Padre y es de una misma e idéntica substancia.
CAPÍTULO V
Consubstancialidad del Espíritu Santo con el Padre y el Hijo
7. Por lo cual, también el Espíritu Santo subsiste en esta unidad e igualdad de substancia. Ora se le llame unión, santidad o amor de ambos; ora unidad, porque es amor, o amor, porque es santidad; pues es manifiesto que ninguno de los dos es la unión que a ambos enlaza, en virtud de la cual es amado por el que lo engendró y ama a su procreador, haciendo permanente la unidad de espíritu en el vínculo de la paz8, y no por participación, sino por su propia esencia; no mediante la gracia de un ser superior, sino por sí mismo. Y se nos preceptúa imitar esta unidad, ayudados por la gracia, en lo que a Dios y a nosotros mismos atañe. De estos dos preceptos penden la Ley, y los Profetas9. Y así las tres personas divinas son un solo Dios, grande, sabio, santo y bienaventurado.
Nosotros, empero, sólo seremos felices en Él, con Él y por Él. Por su gracia somos unidad entre nosotros y un solo espíritu con Él, siempre que a Él se aglutine nuestro espíritu. Es un bien adherirse a Dios, pues pierde a todo el que le abandona10.
El Espíritu Santo es algo común al Padre y al Hijo, sea ello lo que sea. Mas esta comunión es consubstancial y eterna. Si alguien prefiere denominarla amistad, perfectamente; pero juzgo más apropiado el nombre de caridad. Y esta caridad ha de ser substancial, porque Dios es substancia y Dios es caridad, en sentir de la Escritura11. Y así corno es una substancia con el Padre y el Hijo, es también una grandeza, una bondad y santidad y todo cuanto existe en la esencia divina; pues como arriba demostramos, para Dios es la misma realidad ser y ser bueno, grande, etc.
Si en Él fuera menos grande la caridad que la sabiduría, entonces la sabiduría no sería amada tal cual es; luego, si ha de amar la sabiduría corno es, ha de ser igual el amor. Según hemos explicado, la sabiduría es igual al Padre. En consecuencia, también lo será al Espíritu Santo. Y si es igual, a causa de la suma simplicidad de la substancia divina, en todo igual. Y he aquí por qué no existen más de tres personas. Una que ama al que procede de ella, otra que ama a aquel de quien procede, y el amor. Porque si el amor no existe, ¿cómo Dios es amor? Y si no es substancia, ¿cómo Dios es substancia?
CAPÍTULO VI
Como Dios es simple y múltiple substancia
8. Si se pregunta en qué sentido esta substancia es simple y múltiple, nótese, en primer término, cómo la criatura es múltiple siempre, simple en ningún sentido. Así el universo corpóreo consta ciertamente de partes: hay en él una parte mayor y otra menor, y siempre el todo es mayor que sus partes. El cielo y la tierra son partes de esta mole universal del mundo; y la tierra sola o el cielo solo se componen a su vez de innumerables partes; y siempre una tercera parte es menor que las otras dos, y la mitad menor que el todo. Y el universo, vulgarmente conocido con el nombre de estas dos partes, cielo y tierra, es siempre mayor que el cielo o la tierra separadamente.
Y en cada cuerpo, una cosa es la magnitud, otra el color y otra la figura. Puede, disminuida la magnitud, permanecer el mismo color y la misma figura, o alterarse el color y perseverar la misma figura y la misma expresión, o cambiar la figura y conservar la magnitud y color primitivos. Y pueden a un tiempo cambiar todas las propiedades físicas de un cuerpo o cambiar unas sin que las demás se alteren. Estos ejemplos prueban que la naturaleza corpórea es múltiple y no simple.
La misma criatura espiritual, el alma por ejemplo, es, en comparación con el cuerpo, más simple; pero, abstracción hecha de la materia, es también múltiple y no simple. Es, sí, más simple que los cuerpos, pues no difunde su mole por los espacios, sino que está toda en todo el cuerpo y toda en cada una de sus partes; y así, cuando una participa, por mínima que sea, experimenta una sensación cualquiera, aunque no sea en todo el cuerpo, el alma entera la percibe, pues la percibe en su totalidad. Con todo, una cosa es en el alma la actividad, otra la inercia, la penetración, la memoria, el deseo, el temor, la alegría, la tristeza; y unos afectos pueden existir en la esencia del alma sin los restantes, y unos con más intensidad que otros, y así en innumerables otros con diversidad cuasi infinita. Luego es evidente que su naturaleza no es simple, sino múltiple. Nada simple es mudable, y toda criatura es mudable.
CAPÍTULO VII
Dios es trino, pero no triple
Dios en verdad tiene multitud do nombres: os grande, bueno, sabio, feliz, veraz y cuanto se pueda decir digno de Él; pero su grandeza es su sabiduría; pues no es grande por su mole, sino por su virtud. Su bondad es su sabiduría y su grandeza; y su verdad es todo esto. Y allí no es una realidad el ser feliz y otra al ser grande, sabio, veraz o bueno, o simplemente el ser.
9. Y no porque sea Trinidad debemos imaginarle triple, pues en esta hipótesis el Padre solo o el Hijo solo serían menores que el Padre y el Hijo juntos. Aunque, a decir verdad, ni siquiera se concibe cómo pueda decirse el Padre solo o el Hijo solo, porque el Padre siempre e inseparablemente está con su Hijo, y éste con su Padre, y no porque los dos sean el Padre o ambos el Hijo, sino porque siempre están unidos y nunca distanciados.
Mas así como decimos, hablando de la Trinidad, un solo Dios, aunque esté en compañía de los espíritus y almas santas -decimos un solo Dios, pues éstos no son dioses con Él -, así sólo al Padre llamamos Padre, y no porque esté separado del Hijo, sino porque ambos no son el Padre.
CAPÍTULO VIII
En la naturaleza de Dios no hay aumento
Siendo, pues, el Padre solo, o el Hijo solo, o el Espíritu Santo solo tan excelso como el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo juntos, no se ha de decir triple en ningún sentido. Los cuerpos aumentan por adición. Y así el que se allega a su esposa se hace un cuerpo con ella; pero éste es mayor que el de la mujer o el varón separados. En las realidades espirituales, cuando el inferior se adhiere a un ser de naturaleza superior, como la criatura al Creador, aquél se hace mayor que era antes, no éste. En las cosas que no son grandes por su mole, ser mayor equivale a ser mejor. El espíritu de la criatura se hace mejor cuando se allega a su Hacedor, y, por consiguiente, mayor, pues mejora. El que se adhiere al Señor es un espíritu12. Pero no por eso se hace mayor el Señor, aunque sí aquel que se adhiere al Señor.
En Dios, cuando el Hijo igual se adhiere al Padre igual, o el Espíritu Santo se une al Padre y al Hijo, Dios no se hace mayor que cada una de las personas divinas, pues su perfección no se acrecienta. Perfecto es el Padre, perfecto el Elijo y perfecto el Espíritu Santo; perfecto Dios, Padre. Elijo y Espíritu Santo. En conclusión, Dios es Trinidad, no triple.
CAPÍTULO IX
Un solo Dios en tres personas
10. Y pues probamos cómo se puede decir el Padre solo, porque en la Trinidad sólo Él lo es, examinemos ahora aquella sentencia donde se afirma que el único y verdadero Dios no es el Padre solo, sino el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Si alguien pregunta: "¿El Padre solo es Dios?", ¿cómo responder que no lo es, si no es quizá diciendo que el Padre es Dios, pero que no solamente Él lo os, porque el Dios único es Padre, Hijo y Espíritu Santo? Pero entonces, ¿cómo interpretar el testimonio del Señor? Con el Padre habla y ad Padre se dirige cuando exclama: Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero13. Los arrianos interpretan esta sentencia diciendo que el Hijo no es Dios verdadero. Mas, dejando a un lado a estos herejes, veamos si cuando dice al Padre: Que te conozcan a ti, único Dios verdadero, nos vemos obligados a confesar, pues sólo el Padre es Dios verdadero, que en la palabra Dios se comprenden las tres divinas personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¿No decíamos poco ha, fundados en el testimonio del Señor, que el Padre era un solo Dios verdadero, y el Hijo era un solo Dios verdadero, y el Espíritu Santo ora un solo Dios verdadero, y la Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, un solo Dios verdadero, no tres dioses? ¿O es que al añadir el Señor: Y al que enviaste, Jesucristo, se han de sobrentender las palabras único Dios verdadero, siendo entonces éste el orden de las palabras: Que te conozcan a ti y al que enviaste, Jesucristo, único Dios verdadero? Mas ¿por qué silenció al Espíritu Santo? ¿Es, acaso, porque, cuando se nombra a uno unido a otro por vínculo de paz e integrando en virtud de esta paz amigable un solo ser, ya se sobreentiende esta paz, aunque expresamente no se indique? El Apóstol en dicho pasaje simula pasar en silencio al Espíritu Santo, si bien su presencia es sensible en este rigor donde dice: Todo es vuestro, vosotros de Cristo, Cristo de Dios14. Y en este otro: El varón es cabeza de la mujer; la cabeza del varón es Cristo, y la cabeza de Cristo, Dios15.
Pero insto: si estas tres personas juntas son un Dios verdadero, ¿cómo Dios es cabeza de Cristo, es decir, cómo la Trinidad es cabeza do Cristo, si el mismo Cristo ha de integrar la Trinidad para que pueda la Trinidad subsistir? ¿Es posible que lo que el Padre es juntamente con el Hijo sea cabeza de lo que es Cristo solo? El Padre es Dios juntamente con el Hijo, pero sólo el Hijo es Cristo; sobre todo al hablar en este pasaje el Verbo hecho carne, humillación que lo hace inferior al Padre, pues el Padre, dice, es mayor que yo16. Así, la esencia divina que Él posee juntamente con el Padre es cabeza del hombre Mediador, cosa que el Hijo solo lo es17. Si nosotros con verdad consideramos la mente como la parte principal del hombre, algo así como la cabeza de la humana substancia, siendo el hombre sólo por su mente hombre, ¿por qué no con mayor propiedad hemos de llamar al Verbo, que a una con el Padre es un Dios único, cabeza de Cristo, aunque es imposible imaginar a Cristo hombre sin la presencia del Verbo hecho carne?
Pero este aspecto, según dijimos, será examinado con mayor diligencia en libros posteriores. Por el momento queda demostrada la igualdad y unicidad substancial de la Trinidad excelsa; y de cualquier modo que se resuelva dicha cuestión -nos reservamos su estudio para más adelante-, nada impide confesar ahora la igualdad suma del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
CAPÍTULO X
Los atributos divinos según san Hilario. La Trinidad se refleja en la creación
11. Cierto escritor, queriendo resumir muy brevemente las propiedades de cada una de las personas de la Trinidad, dijo: "La eternidad en el Padre, la belleza en la Imagen y el gozo en el Don".
Y pues se trata de un varón de autoridad no mediocre en la exégesis escriturística y en la defensa de la fe, es Hilarlo el que puso esto en sus libros, después de escrutar cuanto pude el sentido recóndito de las palabras "Padre, Imagen, Don, eternidad, belleza y gozo", creo que por eternidad quiere dar a entender que el Padre no tiene Padre de quien pueda proceder, y que el Hijo recibe del Padre el ser y es a Él coeterno.
La imagen, si reproduce con toda fidelidad el objeto cuya es imagen, ésta es la que se coiguala al objeto, no el objeto a la imagen. Y en la imagen hace resaltar la especie, a causa, según creo, de la belleza que surge de esta perfecta congruencia, d esta primera igualdad, de esta semejanza primera, donde no existe diferencia alguna, ni desproporción, ni desemejanza, sino que en todo se identifica al objeto cuya es imagen. Allí radica la vida inicial y suprema donde no es una cosa el vivir y otra el ser, sino que ser y vivir se identifican; allí está la inteligencia primera y soberana, para la que no es una cosa vivir y otra entender, sino que es una misma realidad vivir, entender y ser, y todo es unidad; como Verbo perfecto al que nada falta, arte del Dios sabio y todopoderoso, que en su plenitud contiene las razones inconmutables de todos los vivientes; en quien todos son unidad, como ella es unidad de unidad, y uno con ella.
Allí Dios conoce todo cuanto obra su sabiduría, y aunque los tiempos pasen y se sucedan, nada pasa ni se sucede en la ciencia de Dios. No conoce Dios las cosas criadas porque fueron hechas, sino que fueron hechas mudables porque Dios tiene de ollas un conocimiento inconmutable.
Y este amplexo inefable del Padre y su Imagen no es sin fruición, sin amor, sin gozo. Y esta dilección, amor, felicidad o dicha, si son dignas de Él estas expresiones humanas, las compendia brevemente San Hilario en la palabra Gozo, y es en la Trinidad el Espíritu Santo, no engendrado, suavidad del que engendra y del engendrado, que se difunde con infinita liberalidad y abundancia por todas las criaturas, en la medida que son capaces, a fin de que observen su orden y ocupen su lugar.
12. Todas estas cesas, criadas por el arte divino, manifiestan en sí cierta unidad, belleza y orden. Hay en todo esto unidad, ya se trate de las naturalezas corpóreas, ya del carácter de las almas; poseen algún grado de belleza, corno las figuras y cualidades de los cuerpos o la ciencia y la técnica en las almas; y tienen cierto orden, como se observa en los pesos y posición de los cuerpos, en los amores y en los placerse del alma.
Es, pues, necesario conocer al Hacedor por las criaturas y descubrir en éstas, en una cierta y digna proporción18, el vestigio de la Trinidad. Es en esta Trinidad suma donde radica el origen supremo de todas las cosas, la belleza perfecta, el goce completo. Así, aquellas tres cosas parecen mutuamente concretarse y son en sí infinitas. Pero aquí, en los seres corpóreos, una cosa sola no es lo que son tres juntas, y dos suman más que una; mas en la Trinidad excelsa, una persona es igual a las otras des, y dos no son mayores que una sola de ellas, y en sí son infinitas. Y cada una de ellas está en cada una de las otras, y todas en una, y una en todas, y todas en todas, y todas son unidad. El que esto contemple parcialmente en enigma y como en un espejo19, gócese de conocer a Dios, y hónrele como a tal, y dele gracias rendidas. El que aun no ve, camine por la piedad a la visión, no por las tinieblas de la ceguera a la calumnia. Dios es uno, pero también es Trinidad. Sin confusionismos de ningún género hemos de entender el testimonio siguiente: Porque de Él, y por Él, y para Él son todas las cosas, y no a muchos dioses, sino a Él lo gloria por los siglos de los siglos. Amén20.