LIBRO I
Capítulo I
La defensa de la ley antigua contra los maniqueos ha de hacerse
con estilo sencillo para que pueda ser entendida por los rudos
1. Si los maniqueos eligen hombres a quienes puedan engañar, nosotros elegiremos también palabras propias para responderles; como ellos, por medio de elocuentes discursos, ponen todo ahínco en arrastrar a su error, tanto a los doctos como a los indoctos, y al prometerles la verdad intentan con todas sus fuerzas apartarlos de ella, yo con palabra sencilla y desprovista de adorno literario, pero que entraña verdades patentes, pondré al descubierto su vanidad. Sobremanera me agrada el parecer de ciertos cristianos versados en las ciencias liberales, los cuales habiendo leído otros libros que publiqué contra los maniqueos, notaron que en absoluto o difícilmente podían ser entendidos por el vulgo y, por lo tanto, con suma benevolencia me suplicaron que no abandonase el estilo vulgar, si pensaba arrancar de las inteligencias indoctas aquellos errores tan perniciosos; porque el estilo llano y común lo entienden también los instruidos, pero el retórico no lo entienden los rústicos.
2. Acostumbran los maniqueos vituperar las Escrituras del Antiguo Testamento, las cuales ignoran; y con este reproche, a los católicos débiles y niños en la fe, que no encuentran cómo responder a sus argucias, los engañan y se burlan de ellos. No hay Escritura que fácilmente no pueda ser censurada cuando la manejan aquellos que no la comprenden.
La divina Providencia permite que haya muchos herejes con diversos errores, para que cuando nos insultan y nos preguntan cosas que ignoramos sacudamos la pereza y nos acucie el deseo de conocer las Letras divinas. Por esto dice el Apóstol: es necesario que haya herejías, para que entre vosotros se manifiesten los buenos1. Son buenos para Dios aquellos que pueden enseñar rectamente; mas no pueden darse a conocer a los hombres sino cuando enseñan; pero no quieren instruir sino a los que quieren ser instruidos. Muchos, si no fuera por las molestias y afrentas que reciben de los herejes, las cuales les sirven para despertarlos del sueño, para echarles en cara su impericia y para hacerles ver que naufragan en la fe sin la ciencia debida, serían perezosos para buscar la verdad. Los hombres que están firmes en la fe no se doblegan ante los herejes; al contrario, buscan por todos los medios argumentos con qué replicar. A estos Dios no abandona; como peticionarios, reciben; como investigadores, encuentran; como pordioseros, hallan las puertas abiertas2. Los que desesperan encontrar en la doctrina católica lo que buscan, se entumecen con los errores, pero si con empeño continúan buscando, después de grandes trabajos, fatigados y casi medio muertos, vuelven a beber en la misma fuente de la que se alejaron.
Capítulo II
Se vindica contra los denigrantes qué hacía Dios antes
de la creación del mundo, y de qué procedió que
súbitamente le agradó crear el mundo
3. En el primer libro del Antiguo Testamento, que lleva por título «Génesis», acostumbran los maniqueos censurar lo que allí está escrito: En el principio hizo Dios el cielo y la tierra. Preguntan en qué principio y si en el mismo principio del tiempo hizo Dios el cielo y la tierra, ¿qué hacía Dios antes de crear el cielo y la tierra? ¿Qué fue lo que repentinamente le agradó para hacer lo que nunca antes había hecho en los tiempos eternos? A estos contestamos que Dios hizo el cielo y la tierra en el Principio, no en el principio del tiempo, sino en Cristo, ya que el Verbo por quien fueron hechas todas las cosas, estaba en el Padre3. Y así, Nuestro Señor Jesucristo al ser interrogado por los judíos quién fuera El, les respondió: El Principio, el que os habla a vosotros4. Mas si creyéremos que en el principio del tiempo hizo Dios el cielo y la tierra, también debemos entender que antes del principio del tiempo no existía el tiempo.
Dios creó el tiempo y, por consiguiente, antes de crear el tiempo no existía el tiempo. Y no podemos decir que existía algún tiempo, cuando aún Dios nada había creado; pues ¿de qué modo existía el tiempo que Dios no había creado, siendo como es el Creador de todos los tiempos? Y si el tiempo comenzó a existir en el mismo momento que el cielo y la tierra, no podemos en modo alguno encontrar el tiempo antes de que hiciera el cielo y la tierra. Cuando se dice «qué fue lo que repentinamente agradó a Dios», se habla como si hubiera transcurrido algún otro tiempo en el que Dios no hizo nada. No podía pasar tiempo alguno que antes no hubiera hecho Dios, porque no puede ser creador de los tiempos sino el que existe antes del tiempo. Ciertamente que los maniqueos leen, alaban y honran al apóstol San Pablo, pero, interpretando torcidamente sus epístolas, engañan a muchos. Explíquenos qué quiere decir el Apóstol cuando escribe que es apóstol en orden al conocimiento de la verdad que conduce a \a piedad de Dios, es esperanza de vida eterna, la que Dios, incapaz de mentir, prometió antes de los tiempos eternos5; estos tiempos eternos, ¿qué tiempo pudieron tener antes de ellos? Expliquen esto y comprenderán que no entienden, cuando temerariamente intentan censurar lo que con diligencia debieron buscar.
4. Quizá no dicen qué es lo que súbitamente agradó a Dios para crear el cielo y la tierra, sino que borran la palabra «súbitamente» y sólo dicen esto: ¿qué es lo que agradó a Dios para crear el cielo y la tierra? Les diremos que este mundo no es coeterno con Dios, porque este mundo no es de la misma eternidad que Dios; el mundo ciertamente lo hizo Dios, y de este modo con la misma criatura que Dios creó comenzaron a existir los tiempos, y por esto se denominan tiempos eternos; sin embargo, no son eternos los tiempos como Dios es eterno; porque Dios, fabricador de los tiempos, existe antes de los tiempos. Del mismo modo, todas las cosas que hizo Dios son extremadamente buenas; pero no con la misma bondad con que es bueno Dios. Porque El las hizo y ellas fueron hechas por El. No las engendró de su misma naturaleza para que fuesen lo que es El, sino que las creó de la nada a fin de que, como es razonable, no fuesen iguales ni al que las hizo ni a su Hijo, por quien fueron creadas. Si, pues, estos maniqueos insisten preguntando qué es lo que a Dios agradó para hacer el cielo y la tierra, les responderemos: primeramente conozcan a fondo el poder de la voluntad humana, ellos que desean conocer la voluntad de Dios; intentan escudriñar las causas de la voluntad de Dios, cuando esta voluntad es la única causa de todas las cosas que existen. Si la voluntad de Dios se fundara en alguna otra causa, ésta sería antecedente a su voluntad, y creer esto es inaudito. Al que sólo pregunta por qué hizo Dios el cielo y la tierra, le diré: porque quiso; la voluntad de Dios es la causa de la existencia del cielo y de la tierra, y por lo mismo la voluntad de Dios es mayor que el cielo y la tierra. Por tanto, el que interroga el por qué quiso Dios hacer el cielo y la tierra, busca una causa mayor que la voluntad de Dios, y yo le diré que nada más grande se puede encontrar. Reprima, pues, la temeridad humana su insensatez y no busque lo que no existe, no sea que no encuentre aquello que existe. Pero si alguno anhela conocer la voluntad de Dios, se haga amigo de Él. Todos se reirían de la petulancia e insensatez de aquel que desea conocer la voluntad de un hombre sin ser amigo de él; mas nadie se hace amigo de Dios a no ser por la pureza de las costumbres y por aquel supremo precepto del cual dice el Apóstol: El fin del mandato es la caridad que procede de un corazón puro, de una conciencia buena y de una fe no fingida6. Si poseyeran esto los maniqueos no serían herejes.
Capítulo III
Se defiende el vers. 2, y se expone la invisibilidad e informidad
de la tierra y las tinieblas que envolvían al abismo
5. De lo que a continuación se escribe en el libro del Génesis: la tierra era invisible e informe, de tal forma disputan los maniqueos, que se atreven a preguntar: ¿Cómo es que Dios hizo en el principio el cielo y la tierra, si antes existía ya invisible e informe? De este modo, queriendo antes censurar que conocer las divinas Escrituras, no entienden las cosas más evidentes. ¿Qué cosa puede decirse más clara que ésta, en el principio hizo Dios el cielo y la tierra, y la tierra era invisible e informe? Es decir, en el principio hizo Dios el cielo y la tierra, y aquella misma tierra que hizo era invisible e informe antes que Dios adornase con distinción concertada, en sus lugares y tiempos, las formas de todas las cosas, y antes de que dijera hágase la luz, y el firmamento, y se junten las aguas, y aparezca la seca, y las demás cosas que en el mismo libro se exponen por orden, tan claras que hasta pueden entenderlas los niños. Todas estas cosas encierran tan grandes misterios, que quien hubiera llegado a entenderlos, o se compadecerá de la vanidad de todos estos herejes, porque son hombres, o se mofará porque son soberbios.
6. A continuación en el mismo libro se lee y las tinieblas estaban envolviendo al abismo. Los maniqueos censuran esto diciendo: luego Dios estaba envuelto en tinieblas antes de crear la luz. Verdaderamente ellos son los que están envueltos en las tinieblas de la ignorancia, y por eso no divisan la luz en la que vivía Dios antes de crear esta luz; éstos no conocen más luz que la que ven con los ojos carnales y, por tanto, de tal manera adoran este sol que igualmente contemplamos nosotros, no sólo con los animales mayores, sino también con las moscas y gusanillos; que dicen ser él una partícula de aquella luz eterna en la que mora Dios; pero nosotros sepamos que existe otra luz en la cual Dios habita y de donde procede aquella luz, de la cual en el Evangelio se lee: es la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo7. Mas la luz de este sol material no ilumina a todo el hombre, sino sólo al cuerpo del hombre y a sus ojos mortales, a estos aventajan los del águila, pues cuentan que miran de hito en hito el sol mucho mejor que los nuestros; aquella otra luz no alimenta los ojos de las aves, sino los corazones limpios de los que creen en Dios y de los que, apartándose del amor de las cosas visibles y temporales, se entregan al cumplimiento de los preceptos eternos; todos los hombres, si quieren, pueden alimentarse de ella, porque esta luz ilumina a todo hombre que viene a este mundo. Luego las tinieblas envolvían el abismo antes de ser creada esta luz material, de la cual en el mismo lugar a continuación se dice.
Capítulo IV
Se demuestra que las tinieblas no son en sí nada
7. Y dijo Dios, hágase la luz. Lo dijo porque donde no hay luz hay tinieblas, no porque sean algo las tinieblas; a la ausencia de la luz llamó tinieblas. El silencio no es algo positivo, sino que llamamos silencio a la carencia de ruido; tampoco la desnudez es algo real, sino que al cuerpo no vestido se llama desnudo; nada es la vacuidad, mas el sitio donde no hay cuerpo alguno se dice vacío; de idéntico modo, las tinieblas no son realidad, sino que allí donde no hay luz decimos que existen tinieblas.
Contestamos a los maniqueos de este modo, porque suelen decir: ¿dónde estaban, antes de crear Dios la luz, aquellas tinieblas que se cernían sobre el abismo, y quién las creó o engendró? Y si nadie las creó o engendró ¿entonces ellas eran eternas? Dicen esto como si fuesen algo las tinieblas, y no más bien como se ha dicho, que la carencia de luz es la que recibe este nombre. Ellos, engañados con sus fábulas, creyeron que existía una progenie de tinieblas en la que, a su juicio, había cuerpos dotados de formas y almas, por eso piensan que las tinieblas son algún ser; no se dan cuenta que las tinieblas sólo son percibidas cuando no vemos, al modo que se percibe el silencio cuando no oímos; como el silencio no es nada, nada también son las tinieblas. Como a éstos se te antoja decir que la generación de las tinieblas luchó contra la luz que es Dios, igualmente a algún otro demente se le puede ocurrir que la generación del silencio luchó contra la voz de Dios; pero en modo alguno tratamos ahora de refutar y de probar tales simplezas, sólo nos hemos propuesto, en cuanto Dios se digne ayudarnos, defender el Viejo Testamento que ellos censuran, y mostrar que contra la verdad de Dios nada vale la ceguera de los hombres.
Capítulo V
Cómo se ha de entender que el espíritu de Dios era
llevado sobre las aguas
8. Sobre lo que está escrito: y él Espíritu de Dios era llevado sobre el agua, los maniqueos censuran de este modo: ¿Luego el agua era la morada del Espíritu de Dios, y ella encerraba su Espíritu? Con mente perversa intentan desquiciarlo todo, y con su maldad se ciegan. ¿Acaso cuando decimos que el sol es llevado sobre la tierra, queremos dar a entender que el sol tenga su morada en la tierra y que la tierra encierre al sol? Sin embargo, el Espíritu de Dios no era llevado sobre el agua como es llevado el sol sobre la tierra, sino de otra forma singular, que muy pocos entienden; aquellas aguas no sobrellevaban el Espíritu de Dios por regiones espaciales, como el sol es llevado en la tierra, sino por la potencia invisible de su grandeza. Dígannos cómo sobre las cosas que han de ser construidas está la voluntad del artífice; y si no comprenden estas cosas humanas y que a diario se presentan, honren a Dios y con sencillo corazón busquen lo que no entienden; no sea que, al querer cercenar con palabras sacrílegas la verdad que son incapaces de entender, errado el golpe, caiga sobre sus rodillas el hacha. La verdad, que permanece siempre inmutable, no puede ser destruida, y todos los dardos dirigidos contra ella rebotan y se vuelvencon mayor fuerza hacia los quese atreven a herirla. Por lo cual debieron primero creer para que merecieran después entender.
9. Después, más atrevidos, preguntan, e insultando interrogan: ¿Dónde estaba aquel agua sobre la que era llevado el Espíritu de Dios cuando aún no se había hablado de su creación? Si esto lo preguntasen con reverencia comprenderían cómo había de ser entendido; no se dio en este lugar nombre al agua para que no se entendiera que era como la actual, la que podemos ya ver y palpar; ni la tierra, que se llamó invisible y sin forma, era cual esta que puede ser vista y trabajada. Por lo que se dijo en el principio creó Dios el cielo y la tierra se comprendió bajo el nombre de cielo y tierra a toda la criatura que fabricó Dios; mas por la debilidad de sus pequeñuelos, que están incapacitados para entender las cosas invisibles, éstas fueron llamadas con nombres de cosas visibles. Primeramente la materia fue hecha confusa y sin forma, para que de ella más tarde se hicieran todas las cosas que hoy están separadas y formadas; y según creo a esto llaman los griegos caos. También en otro lugar leemos que se dijo en alabanza de Dios tú que hiciste el mundo de materia informe8, lo que algunos códices escriben. de materia invisible.
Capítulo VI
La materia informe procede de la nada y de ella todas las cosas
10. Y, por tanto, rectísimamente se cree que Dios hizo todas las cosas de la nada, porque si todas las criaturas fueron sacadas con sus formas particulares de esta primera materia, esta misma materia fue creada de la nada absoluta. No debemos asemejarnos a estos que niegan que el Dios Omnipotente pudiera hacer algo de la nada, porque ven que los operarios y artífices no pueden fabricar cosa alguna a no ser que tengan materia para labrar; es cierto que la madera sirve al carpintero para llevar a cabo su obra, la plata al platero, el oro al aurífice, la tierra al alfarero, y si no se sirvieran de esta materia de la cual sacan adelante la obra, nada en absoluto podían hacer, puesto que ellos no crean la materia; cierto que el carpintero no crea la madera, sino que de ella se sirve y hace su obra, y así los demás operarios, mas no lo es menos que Dios Omnipotente por ninguna cosa que El no creara podía ser ayudado para hacer lo que se le antojase. Si para hacer las cosas que deseaba le hubiese ayudado alguna que Él no hubiera creado, no sería omnipotente; y creer esto último es un sacrilegio.
Capítulo VII
Diversos nombres de la materia informe
11. Aquella materia informe que hizo Dios de la nada primeramente se llamó cielo y tierra, y así se dijo: en el principio creó Dios el cielo y la tierra; no porque ya lo fuera, sino porque podía llegar a serlo, puesto que el cielo, se escribe, fue hecho después. Si consideramos la semilla del árbol decimos que allí están las raíces, el tronco, los ramos, el fruto y las hojas, no porque ya aparezcan allí, sino porque allí han de nacer: así, se dijo: en el principio hizo Dios el cielo y la tierra, como si fuera el semen del cielo y la tierra, estando aún confusa la materia del cielo y de la tierra. Se llamó cielo y tierra a aquella materia porque era seguro que de allí había de proceder el cielo y la tierra que vemos. Este modo de hablar lo emplea el Señor cuando dice: en adelante ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo, a vosotros os llamaré amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre os las di a conocer a vosotros9; y lo dijo, no porque lo había hecho, sino porque sin lugar a duda lo había de hacer; ya que poco después añade: muchas cosas tengo que deciros aún, pero ahora no las podéis comprender10. ¿Por qué dijo «todas las cosas que oí de mi Padre os la manifesté a vosotros» si no es porque sabía que había de suceder esto? De idéntico modo pudo denominarse cielo y tierra a la materia de la que aún no había hecho el cielo y la tierra. De ninguna otra cosa, fuera de ella, habían de ser hechos. En la divina Escritura encontramos innumerables casos de estas formas de hablar, como también acontece en nuestra conversación ordinaria; por ejemplo, cuando con toda certeza esperamos ha de suceder algo, decimos: dalo por hecho.
12. Se puede añadir otra causa por la que quiso llamar a esta materia informe tierra invisible y sin orden: y es porque entre todos los elementos que componen el mundo, la tierra aparece menos hermosa que ellos: La llamó invisible por su obscuridad y desordenada por su informidad; también llamó agua a la misma materia sobre la que era llevado el espíritu de Dios, al estilo de como sobrellevan la voluntad del artífice las cosas que han de ser fabricadas por la mano del hombre; pocos pueden llegar a entender esto e ignoro si es posible, o si pueden algunos pocos exponerlo con palabras humanas. Por consiguiente, no fue un absurdo llamar agua a esta materia, porque todos los seres que en la tierra nacen, sean animales o hierbas o árboles u otras cosas semejantes, por la humedad comienzan a formarse y nutrirse. Todos estos nombres de cielo y tierra, de tierra invisible e informe, de abismo y tinieblas, de agua sobre la que era llevado el Espíritu de Dios, son nombres de la materia informe para patentizar a los ignorantes lo incógnito con palabras conocidas. No se llamó con un solo vocablo sino con muchos, no fuera que si se usase uno solo se creyese que solamente significaba lo que únicamente entienden los hombres por él; se llamó, pues, cielo y tierra porque de allí procedían el cielo y la tierra; y se llamó tierra invisible e informe, y tinieblas sobre la faz del abismo, porque carecía de forma y porque no podía verse ni palparse hermosura alguna, aunque entonces hubiera existido hombre que pudiera contemplarla y tocarla; se llamó agua, porque se ofrecía dúctil y maleable al operante para que de ella se formasen todas las cosas. Con todos estos nombres fue designada la materia invisible e informe, de la cual creó Dios el mundo.
Capítulo VIII
Se refuta la calumnia de los maniqueos sobre el versículo cuarto
13. Y dijo Dios: hágase la luz, y fue hecha la luz. Los maniqueos no suelen censurar esto, si no lo que sigue: Y vio Dios que la luz era buena, pues dicen: luego Dios no conocía la luz o no conocía el bien. ¡Oh desventurados!, a quienes disgusta que a Dios agradasen sus obras; ¿no ven a un hombre artesano, por ejemplo, a un carpintero, el cual en comparación del poder y sabiduría de Dios apenas es nada y, sin embargo, se complace en su obra mientras sierra la madera y la trabaja desbrozándola, cepillándola, enderezándola, tornándola y pulimentándola, hasta que en cuanto le es posible lleva a remate las normas del arte? ¿Acaso porque le agrada la obra que hizo se deducirá que no conocía el bien? Al contrario, lo conocía en lo íntimo de su alma, donde el mismo arte se halla en forma más bella que en las cosas plasmadas con arte. Lo que contempla el artífice interiormente es la idea que tiene del arte, lo manifiesta exteriormente en su obra, y esto es lo perfecto que agrada a su artífice. Vio Dios que la luz era buena. Por
estas palabras no se entiende que Dios se despojó de los vestidos de luto para engalanarse ante un bien desconocido, sino que se complació por una obra perfecta.
14. ¡Qué aspavientos no harían si se hubiera escrito se maravilló Dios de la luz porque era buena!, ¿cuántos gritos no lanzarían al aire, cuántos pleitos no emprenderían? Porque a la verdad la admiración suele nacer al contemplar cosas inesperadas. Sin embargo, estos hombres leen en el Evangelio y alaban a nuestro Señor Jesucristo que se admiró de la fe de los creyentes11. Y ¿quién infundía en ellos la fe, sino el mismo Jesús que se admiraba de ella? Aunque otro la hubiera infundido, ¿a qué admirarse el que anteriormente la conocía? Si los maniqueos resuelven esta cuestión, entiendan que también puede resolverse aquélla, y si no la resuelven, ¿por qué censuran ésta y no quieren que pertenezca al acervo de sus verdades, cuando no han conocido aquélla, que dicen les pertenece? Lo que admira Nuestro Señor Jesucristo significa que debe ser admirado por nosotros, a quienes todavía tiene necesidad de mover así. Todas estas afecciones de El no son signos de un ánimo conmovido, sino del Maestro que enseña: así son también las palabras del Antiguo Testamento, las cuales no nos muestran a un Dios débil, sino que declaran nuestra debilidad. Ninguna cosa puede hablarse dignamente de Dios. Sin embargo, para que nos alimentemos nosotros y entendamos las cosas que no pueden expresarse por ningún discurso humano, se exponen con estas palabras que podemos comprender.
Capítulo IX
De cómo hizo Dios las tinieblas, y de lo que se entiende aquí por llamar
15. Y dividió Dios la luz de las tinieblas y llamó Dios a la luz día y a las tinieblas llamó noche. Aquí no se dijo hizo Dios las tinieblas, porque las tinieblas, como arriba explicamos, son la ausencia de luz y, por tanto, solamente se hizo distinción entre la luz y las tinieblas. Nosotros, hablando, producimos la voz, y estando callados hacemos el silencio, porque el cese de la voz constituye el silencio; y sin embargo, distinguimos con cierto sentido entre la voz y el silencio, y a una cosa la llaman voz y a otra silencio. Del mismo modo que rectamente decimos que hacemos el silencio, así también con propiedad se dice en muchos lugares de la divina Escritura que Dios hace las tinieblas, porque o no da o aparta la luz en los tiempos y lugares que quiere.
Todo esto se dijo para que mejor entendamos las cosas. Porque ¿en qué lengua denominó Dios a la luz día y a las tinieblas noche? ¿Acaso en la hebrea o en la griega o en la latina, o tal vez en otra? De todas las cosas que denominó puede preguntarse en qué lengua las haya nombrado. Mas en Dios sólo hay purísimo entendimiento sin ruido y sin diversidad de lenguas. Lo que se dijo llamó, se entiende hizo llamar, porque de este modo separó y ordenó todas las cosas para que pudieran ser discernidas y tuvieran sus nombres; mas por ahora dejemos esto y más tarde y en su lugar indagaremos si en realidad de verdad debemos entender de este modo las palabras y llamó Dios. Cuanto más penetramos en la divina Escritura y más nos familiarizamos con ella, tanto más se nos descubren sus maneras de hablar. Así, decimos también que tal padre de familias edificó esta casa, esto es, hizo edificar, y al parigual encontramos escritas tantas otras cosas por el estilo en todos los libros de la divina Escritura.
Capítulo X
De cómo comenzó y transcurrió el día primero
16. Y fue hecha la tarde y fue hecha la mañana, día primero. También aquí los maniqueos desbarran: creen que esto se dijo para indicar que el día había empezado por la tarde; no entienden que aquella operación por la cual fue hecha la luz y se dividió la luz de las tinieblas y se llamó a la luz día y a las tinieblas noche, pertenece toda ella al día; ni de qué modo después de esta obra, como si se hubiera acabado el día, fue hecha la tarde. Mas porque también la noche pertenece al día, no se dice que pasó un día, sino después de haber pasado la noche, cuando se hizo la mañana siguiente. De este modo se cuentan en adelante los días restantes, de mañana a mañana. Al hacerse ya la mañana ha pasado un día completo; comienza, pues, la obra, que se continúa por toda aquella segunda mañana, y después de esta obra se hace la tarde. A continuación vuelve a hacerse la mañana y transcurre otro día; y así en adelante de igual modo se suceden todos los días restantes.
Capítulo XI
División entre las aguas y el firmamento
17. Y dijo Dios hágase el firmamento en medio del agua, y se divida el agua del agua; y así se hizo. E hizo Dios el firmamento y dividió el agua que está sobre el firmamento y el agua que está debajo de él, y llamó Dios al firmamento cielo, y vio Dios que era bueno. No recuerdo que los maniqueos, acostumbrados a censurar, critiquen este pasaje. Por mi parte, creo que el haber dividido las aguas de tal modo que unas estuviesen sobre el firmamento y las otras debajo de él, puesto que decíamos arriba que aquella primera materia de la cual fueron hechas todas las cosas fue llamada también agua, significa que la materia corporal de las cosas visibles fue separada, por medio de estas palabras, de aquella incorpórea de cosas invisibles, en el firmamento del cielo; pues siendo el cielo un cuerpo hermosísimo, sin embargo, toda creatura invisible excede en hermosura al cielo; y tal vez por esto se dice que están sobre el cielo las aguas invisibles; pocos entienden que éstas superen al cielo, no por los lugares que ocupan, sino por la excelencia de su naturaleza. No obstante, acerca de esto temerariamente nada se debe afirmar, puesto que son cosas obscuras y sobrepasan los sentidos del hombre, pero sea lo que fuere de esto, antes de entender estos misterios debemos creerlos. Hecha la tarde y hecha la mañana se completó el día segundo; y ya todas las cosas que se repiten, deben ser entendidas y expuestas como arriba.
Capítulo XII
Sobre la reunión y formación de las aguas
18. Y dijo Dios: congréguese el agua que está debajo del cielo en un solo lugar y aparezca la árida, y así se hizo; y fue reunida el agua que estaba debajo del cielo en un solo conjunto y apareció la árida y llamó Dios a la árida, tierra; y a la reunión del agua le dio el nombre de mar; y vio Dios que era bueno. En este lugar dicen los maniqueos: si todo estaba repleto de agua, ¿cómo podían congregarse las aguas en solo un sitio?; pero ya les dijimos arriba que con el nombre de agua fue designada aquella primera materia sobre la que era llevado el Espíritu de Dios, y de la que Dios había de formar todas las cosas. Ahora, pues, cuando se dice reúnanse las aguas que están debajo del cielo en un solo lugar, se dice para que aquella materia corporal se forme en el ser y figura que tienen estas aguas visibles, ya que la operación de reunir las aguas en un solo lugar es la misma formación de estas aguas que palpamos y vemos, porque toda forma tiene que reducirse a una norma de unidad. Luego se añade: aparezca la árida. ¿Por qué otro motivo debemos entender que se dijo, si no fue para que aquella materia recibiera la forma visible que actualmente tiene la tierra que pisamos y vemos? Luego lo que anteriormente era llamado tierra invisible e informe se llamaba también confusión y obscuridad de materia, y cuando se llamaba agua sobre la que era llevado el Espíritu de Dios también se designaba la misma materia. Ahora, pues, esta agua y tierra se forman de aquella materia que era denominada con todos aquellos nombres, antes de recibir las diferentes formas que actualmente tiene; no sin motivo se llama mar en la lengua hebrea a toda congregación de aguas sean saladas o dulces.
Capítulo XIII
Se desvanece la cuestión de los vers. 11-13 sobre el
porqué produce la tierra plantas nocivas y sin provecho
19. Y dijo Dios: germine la tierra hierba de alimento que lleve semilla según especie y semejanza, y árbol fructífero que lleve fruto, y la semilla de él tenga en sí misma la semejanza de él; y así se hizo; y brotó la tierra hierba alimenticia llevando semilla según su especie y árbol fructífero que engendra fruto, y la semilla de él es en sí según la semejanza de él y según su género sobre la tierra; y vio Dios que era bueno y hecha la tarde, fue hecha la mañana, día tercero12. Aquí los maniqueos suelen decir: Si Dios mandó que naciese de la tierra la hierba alimenticia y los árboles frutales, ¿quién imperó el nacimiento de tantas hierbas espinosas y venenosas que no sirven de alimento, y tanta variedad de árboles que no tienen fruto? A los cuales se les debe responder que habló Dios de este modo para no manifestar misterio alguno a los indignos, y para no mostrar a qué figura de cosas venideras se referían estas palabras. Pues debemos decir que por el pecado del hombre la tierra fue maldita a fin de que produjese espinas, no para que ella sintiese las penas, pues no tiene sentidos, sino para que colocase en todo momento ante los ojos del hombre el crimen de su pecado, y, por lo tanto, urgiese al hombre en todo tiempo la aversión que debía tener al pecado y el regreso al cumplimiento de los preceptos de Dios. Las hierbas venenosas fueron creadas o para pena o para prueba de los mortales, mas todo esto sucedió por causa del pecado, porque nos hicimos mortales después del pecado. Por los árboles que no llevan fruto se avisa a los hombres que entiendan cuánto deben avergonzarse de carecer del fruto de las buenas obras, estando plantados en el campo de Dios, esto es, en la iglesia; y teman no los abandone a ellos Dios, pues ellos también en sus campos al árbol sin fruto lo dejan a un lado y no lo cultivan. Antes del pecado del hombre no se escribió que la tierra hubiera germinado otra cosa fuera de hierba alimenticia y árboles frutales; después del pecado es cuando vemos que nacen de la tierra muchas hierbas silvestres e infructuosas; y esto creo que fue por la causa que hemos expuesto, porque se dice de este modo al primer hombre después de pecar: Maldita será para ti la tierra en todas tus obras, envuelto en tristeza y en llanto comerás del fruto de ella todos los días de tu vida, te germinará espinas y abrojos y comerás el alimento de tu sembrado; con el sudor de tu rostro comerás tu pan, hasta que vuelvas a la tierra de la cual fuiste tomado, porque eres tierra y volverás a la tierra.
Capítulo XIV
Sobre la formación de los astros y la división del tiempo
20. Y dijo Dios: háganse los astros en el firmamento del cielo de tal modo que iluminen la tierra y dividan el día y la noche, y sean señales de los tiempos, de los días y de los años y brillen en el firmamento del cielo de forma que iluminen la tierra, y así se hizo; e hizo Dios dos luminares, uno grande y otro pequeño, el luminar mayor para comienzo del día, y el luminar menor para comienzo de la noche, y las estrellas. Y colocó Dios estos astros en el firmamento del cielo para que brillen sobre la tierra y presidan el día y la noche y dividan el día y la noche; y vio Dios que eran buenos, y fue hecha la tarde y fue hecha la mañana, día cuarto. Aquí, ante todo, preguntan los maniqueos: ¿Cómo es que en el día cuarto fueron creados los astros, es decir, el sol, la luna y las estrellas? ¿Cómo pudieron existir los tres días anteriores sin el sol?, pues vemos ahora que con el nacimiento y el ocaso del sol se constituye el día, mientras vuelve desde la otra parte del mundo al Oriente. A los cuales responderemos, que pudo suceder que los tres días anteriores duraran cada uno tanto tiempo cuanto tarda el sol en dar la vuelta a la tierra desde que parte del oriente y regresa otra vez al oriente; como muy bien pudieran percibir este espacio y prolongación de tiempo los hombres si habitaran en cuevas, desde las que no puede divisarse la salida y puesta del sol; también se comprende que hubiera podido, aun antes de haber sido creado el sol, transcurrir este mismo intervalo de tiempo, y la misma demora pudiera ser contada para cada jornada, en aquellos tres días. Les responderíamos esto que yo he dicho, si no estuviese en contradicción con lo que allí se escribe: «y fue hecha la tarde y fue hecha la mañana», pues ahora vemos que no puede ejecutarse sin el movimiento del sol. Sólo nos queda, pues, que entendamos que en aquel espacio de tiempo, hasta el día cuarto, se llamó de este modo a las divisiones de las obras de Dios; tarde, por el paso de la obra terminada; y mañana, por el principio de la obra futura, tomando la semejanza de las obras humanas, ya que la mayoría de ellas se inician por la mañana y se terminan por la tarde, pues la divina Escritura tiene la costumbre de acomodar las palabras de las cosas humanas a las cosas divinas.
21. También preguntan por qué se dijo de las estrellas y sean en señales y en tiempos. Pues, ¿acaso, dicen, pudieron existir aquellos tres días sin tiempos? ¿O es que estos tres días no pertenecen a espacios de tiempo? Se dijo en señales y en tiempos para que por estas estrellas se distingan los tiempos y sean conocidos por los hombres; si corren los tiempos y no se distinguen por división alguna, y estas divisiones de tiempo precisamente se notan por el curso de los astros, puede ciertamente transcurrir el tiempo y pasar adelante; pero entonces no puede ser entendido ni distinguido por los hombres, de igual modo que pasan las horas y corren sus espacios cuando el día está nublado, pero no pueden ser distinguidas ni notadas por nosotros.
22. Y lo que sigue: E hizo dos luminares, el luminar mayor para el principio del día y el luminar menor para la incoación de la noche. Se dijo esto como si se dijera que los hizo para presidir el día y para presidir la noche, pues el sol no solamente incoa el día, sino que le recorre y le termina, y la luna se nos presenta a veces a la medianoche o al fin de ella. Si aquellas noches en las cuales hace esto no son incoadas por la luna, ¿de qué modo, preguntamos, se hizo para incoar la noche? Mas si por incoación entendemos principios y por principio presidencia, es evidente que durante el día el sol tiene su presidencia, y la luna la tiene durante la noche. En la noche aparecen también las estrellas, pero la luna a todas ellas las supera con su resplandor, y por esto rectísimamente se dice que es el caudillo de ellas.
23. Después se dijo: y dividan el día y la noche. Puede reprocharse aquí algo, diciendo: ¿de qué modo ya antes Dios había dividido el día y la noche, si esto en el día cuarto lo hacen los astros? Se dijo esto aquí, dividan el día y la noche, como si se dijera: de tal forma se dividan entre ellos el día y la noche, que el día se entregue al sol y la noche a la luna y a los demás astros. Estos dos luminares ya habían sido separados entre sí, pero no entre los astros, de modo que ya fuese conocido por los hombres el número de las estrellas y cuáles apareciesen de día y cuáles de noche.
Capítulo XV
Bajo el nombre de agua está comprendido el aire nebuloso
24. Y dijo Dios: produzcan las aguas reptiles vivientes y aves que vuelen sobre la tierra y debajo del firmamento del cielo, y así se hizo: E hizo Dios grandes peces y toda vida de animal y reptil, la que produjeron las aguas según el género de cada uno y toda clase de aves aladas según la especie de cada una. Y vio Dios que eran buenos, y Dios los bendijo diciendo: creced y multiplicaos y llenad las aguas del mar, y las aves se multipliquen sobre la tierra; y hecha, la tarde, fue hecha la mañana, día quinto. Aquí acostumbran los maniqueos a censurar preguntando o más bien reprochando, ¿por qué se escribió que los animales, no sólo los que viven en el agua, sino también los que en el aire vuelan, y todas las aves que tienen plumas, nacieron del agua? Sepan todos los que estas cosas discuten que este aire nebuloso y húmedo en el que vuelan las aves suele contarse entre las aguas por hombres doctísimos que estudiaron con suma diligencia estas cosas, porque se engrosa y se hace más denso con las exhalaciones y los vapores del mar y de la tierra, y en cierto modo se alimenta de esta misma humedad para que pueda soportar el vuelo de las aves; por esto vemos que en las noches serenas cae el rocío, cuyas gotas encontramos al amanecer en la hierba. Del monte aquel de Macedonia que se llama Olimpo se dice que es de tal altura, que en su cumbre ni se siente el viento ni se congregan las nubes, porque excede en altura a todo este aire húmedo en el que vuelan las aves. Se narra también lo que ha sido divulgado por hombres: que acostumbraban todos los años a subir a la cima de dicho monte y no sé por qué causa iban a sacrificar; que escribían en el polvo algunas señales y al año siguiente las encontraban intactas, lo que no pudiera suceder si aquel sitio estuviere expuesto a la lluvia o al viento; además, dicen que el enrarecimiento del aire aquel que allí hay no permite inspirar y, por lo tanto, no podían permanecer allí mucho tiempo si no aplicaban a sus fosas nasales esponjas humedecidas con agua, con las que se proporcionaban un aire ordinario y más denso; éstos también afirmaron que en aquel lugar jamás vieron aves. Así, pues, no sin razón narra la fidelísima Escritura que no sólo los peces y todos los demás animales que están en el agua, sino que también las aves nacieron del agua, porque quienes nacen de las aguas del mar y de la tierra pueden por este aire volar.
Capítulo XVI
Por qué fueron creados los animales dañinos
25. Y dijo Dios: produzca la tierra alma viviente según el género propio de cuadrúpedos, de serpientes y de bestias de la tierra, y así se hizo; e hizo Dios las bestias de la tierra según su género y los animales que pacen según su género y todos los reptiles según su género, y vio Dios que eran buenos. Suelen los maniqueos entablar cuestión sobre esto diciendo: ¿Qué necesidad había de que hiciese Dios ya en las aguas, ya en la tierra tanta cantidad de animales, pues son innecesarios para el hombre, aún más, siendo muchos de ellos perniciosos y dignos de temerse? Cuando dicen esto no entienden de qué modo son todos ellos hermosos para su Creador y artífice, el cual usa de todos para el gobierno universal, y a quien están sometidos con ley suprema. Si algún ignorante entrara en la oficina de un artesano y viera allí infinidad de instrumentos e ignorase para qué servían, siendo necio e insensato, los juzgaría superfluos; es más, si distraído cayó en la tobera o se hirió él mismo al usar mal de un espetón, juzgará que allí hay muchas cosas perniciosas y dañinas; sin embargo, el artesano que conoce el uso de ellos se ríe de la ignorancia atrevida, y sin hacer caso de sus palabras insulsas prosigue el trabajo de su oficina. Y, sin embargo, son tan necios los hombres, que no atreviéndose delante de un artesano a vituperar lo que ignoran, sino que cuando ven aquellos instrumentos los juzgan necesarios y hechos para usos determinados, de este mundo que anuncia a Dios como Creador y gobernador, se atreven a censurar muchas cosas, cuyas causas no ven, y en las obras y medios del Omnipotente Artífice quieren aparentar conocer lo que ignoran.
26. Yo claramente confieso que no sé por qué fueron creados los ratones y las ranas o los gusanos y moscas; sin embargo, aunque por nuestros pecados nos parezcan muchas cosas adversas, veo que todas ellas son en su género hermosas, porque no veo cuerpo o miembro de cualquier animal donde no encuentre el orden, la medida y el número, cuyas perfecciones pertenecen a la unidad armónica que todas las cosas poseen. Yo no entiendo de dónde proceden todas las cosas que tienen su fundamento en la misma grandeza inconmutable y eterna de Dios, si no es por la suma medida, número y orden. Si estos charlatanes e ineptos pensasen detenidamente esto, no nos aburrirían; considerando tantas hermosuras pequeñas y grandes, alabarían al Dios Artífice por todos los rincones del mundo; y puesto que al contemplar estas cosas jamás la razón en parte alguna se daña, como quizá alguna vez se perjudique el sentido carnal, no lo atribuyan a imperfección de las mismas cosas, sino a la condición de nuestra mortalidad. Cierto, todos los animales son para nosotros o perniciosos o superfluos o útiles; en contra de los útiles nada tienen los maniqueos que decir; de los perniciosos diremos que o nos castigan o nos inquietan o nos atemorizan para que no amemos esta vida sujeta a tantos peligros y trabajos, sino la otra mejor donde reina la suma dicha, la cual alcanzaremos con los merecimientos de nuestra piedad; de los superfluos ¿a qué ocuparnos de ellos? Si te desagrada lo que no es útil, te agrade lo que no es pernicioso; si no son necesarios para nuestra casa, sin embargo por ellos se completa la integridad del universo, la cual es mucho más excelente y excelsa que nuestra casa, a esta casa del mundo el Señor la gobierna mucho mejor que cada uno de nosotros gobierna la suya. Por tanto, usa tú de las cosas útiles, guárdate de las nocivas y despreocúpate de las superfluas. Sin embargo, como ves en todas ellas el orden, la medida y el número, busca al Creador; pues a ningún otro encontrarás sino al que es la suma medida, el supremo número y el perfectísimo orden, esto es, a Dios, del cual con absoluta verdad se dijo: que dispuso todas las cosas en medida, número y peso13; así tal vez sacarás más fruto cuando alabas a Dios en la pequeñez de una hormiga, que cuando pasas el río sobre el espinazo de un alto jumento.
Capítulo XVII
Cómo se ha de entender la creación del hombre a imagen de Dios
27. Y dijo Dios: hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra y tenga dominio en los peces del mar y en las aves del cielo y en todos los animales y en todas las fieras y en toda la tierra y en todos los reptiles que se arrastran sobre la tierra, y las demás cosas que se narran hasta la tarde y la mañana, con las que se completa el día sexto. Sobre esta cuestión suelen los maniqueos poner el grito en el cielo con vanos e insensatos discursos, y mofarse de nosotros porque creemos que el hombre fue hecho a imagen y semejanza de Dios, pues atienden a nuestra figura corporal y preguntan los infelices: ¿Acaso Dios tiene narices y dientes y barbas y entrañas y todo lo restante que en nosotros es necesario? Con razón, pues, dicen que suponer tales cosas en Dios es ridículo, aún más, es impío creerlo; por lo tanto, niegan que el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios. A los cuales responderemos que, cuando Dios quiere hacerse comprensible a los niños que le escuchan se mencionan estos miembros en la divina Escritura, no sólo en los libros del Antiguo Testamento sino también en los del Nuevo, pues en ellos se habla de los ojos de Dios, de sus oídos, de sus labios y sus pies, y se anuncia que el Hijo se sienta a la diestra de Dios Padre; y el mismo Señor dice: no jures por el cielo porque es el asiento de Dios, ni por la tierra porque es el escabel de sus pies14, y también dice de sí mismo que con el dedo de Dios arrojaba los demonios15. Mas todos los que espiritualmente calaron el sentido de la divina Escritura comprendieron que por estos nombres no se han de entender los miembros corporales, sino las potencias espirituales, como cuando habla el Apóstol del yelmo o del escudo o de la espada16 o de otras muchas cosas parecidas. En primer lugar se ha de decir a estos herejes que con sumo descaro calumnian tales palabras del Antiguo Testamento, pues observan que también las mismas se usan en el Nuevo, pero quizá no las vean porque cuando disputan se ciegan.
28. Mas sepan que en la Iglesia católica los fieles devotos no creen que Dios está definido por forma corporal. Lo que se dice que el hombre fue hecho a imagen de Dios se entiende del hombre interior donde reside la razón y la inteligencia, por las que domina a los peces del mar y a las aves del cielo, y a todos los animales y fieras, y a toda la tierra y a todos los reptiles que sobre la tierra se arrastran; porque cuando hubo dicho hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra, a continuación añadió: y domine a los peces del mar y a las aves del cielo, etc., para que entendiéramos no haber dicho que el hombre fue hecho a imagen de Dios por el cuerpo, sino por aquel poder por el cual somete a las bestias. Pues todos los demás animales están sujetos al hombre, no por causa del cuerpo, sino por el entendimiento que nosotros tenemos y del que carecen ellos; aunque también nuestro cuerpo de tal modo ha sido formado, que nos indica que somos de mejor condición que las bestias y, por tanto, semejantes a Dios, puesto que los cuerpos de todos los animales, sea de los que en el agua o en la tierra viven o de los que en el aire vuelan, tienen el cuerpo inclinado hacia la tierra y no erguido como está el cuerpo del hombre; por lo que se da también a entender que nuestra alma debe dirigirse hacia lo alto, es decir, debe estar levantada hacia las cosas espirituales eternas. Así precisamente se entiende, atestiguándolo también la forma erguida del cuerpo que, principalmente por el alma, el hombre fue hecho a imagen y semejanza de Dios.
Capítulo XVIII
Poder que el hombre tiene sobre las bestias
29. Alguna vez suelen decir los maniqueos: ¿De qué modo recibió el hombre el dominio sobre los peces del mar y sobre las aves del cielo y sobre todos los animales y fieras, cuando vemos que muchas fieras matan a los hombres, y que nos perjudican en los bienes muchas aves a las que deseamos o espantar o coger y las más de las veces no podemos? Según esto, ¿de qué modo hemos recibido el dominio sobre ellas? Aquí primeramente les diremos que yerran sobremanera los que después del pecado ponen los ojos en el hombre, cuando precisamente por pecar fue condenado a la mortalidad de esta vida y perdió entonces aquella perfección por la cual fue creado a imagen y semejanza de Dios. Si su condenación se considera en cuanto al solo dominio de tantos animales, aunque por la debilidad de su cuerpo puede ser matado por muchas fieras, no obstante, por ninguna es dominado a pesar de que él a tantas y a casi todas domestica. Pero repito, que si esta condenación se refiere sólo al dominio de tantos animales, ¿qué se ha de pensar del reino que se le promete, por testimonio divino, una vez que él haya sido justificado y renovado?
Capítulo XIX
Cómo se ha de entender la bendición dada por Dios
a los hombres y su multiplicación
30. Después está escrito: hombre y mujer los creó, y los bendijo Dios diciendo: creced y multiplicaos y engendrad y llenad la tierra. Con toda razón se pregunta, cómo debe ser entendida esta unión del varón y la mujer antes del pecado, y esta bendición por la que se dijo creced y multiplicaos, engendrad y llenad la tierra, ¿carnal o espiritualmente? Se nos puede permitir entenderla también espiritualmente creyendo que se convirtió después del pecado en fecundidad carnal. La primera unión del varón y la mujer era, pues, casta y estaba acomodada por parte del varón para regir, por parte de la mujer para obedecer; y la concepción espiritual que tenían de las inteligibles y eternas alegrías llenaba la tierra, esto es, vivificaba al cuerpo y le dominaba; es decir, de tal modo le sometía a su dominio que no sufría por parte de él contrariedad ni molestia alguna; lo cual se ha de creer que aconteció así, porque aún no existían los hijos de este mundo antes de que pecasen los primeros padres: porque los hijos de este mundo son los que engendran y son engendrados, como lo dice el Señor cuando enseña que debe despreciarse esta carnal generación en comparación de la vida futura que se promete a los hombres17.
Capítulo XX
El dominio sobre las bestias se puede entender alegóricamente
31. Y lo que a nuestros primeros padres se dijo: dominad a los peces del mar y a las aves del cielo y a todos los reptiles que se arrastran por la tierra, dejando a un lado el entendimiento, por el cual es evidente que el hombre domina a todos los animales, puede también rectamente entenderse en sentido espiritual; de tal modo que todos los movimientos y afecciones del alma que tenemos semejantes a estos animales los tengamos sometidos y los dominemos por la templanza y la modestia. Cuando estos movimientos no están regulados, estallan y se convierten en abominables costumbres y nos arrastran por diversos y perniciosos deleites y nos hacen semejantes a las bestias; mas cuando son regulados y sometidos, se aquietan por completo y viven en armonía con nosotros. No son, pues, los movimientos de nuestra alma ajenos a nosotros; se alimentan a una también con nosotros con el conocimiento de los sanos principios y de las buenas costumbres y de la vida eterna, cosas que vienen a ser como hierbas que llevan semilla y como árboles cargados de fruto y como plantas frondosas repletas de vida. Y ésta es la vida feliz y apacible del hombre, cuando todos sus movimientos concuerdan con la razón y la verdad, y en entonces se llaman gozos y amores santos, castos y buenos; mas si no se conforman, al comportarse con negligencia disipan y desgarran el alma y hacen la vida infeliz, y se llaman entonces perturbaciones, lujurias y concupiscencias perversas, sobre las cuales ya el Apóstol mandó que las sacrifiquemos en nosotros con el esfuerzo mayor que podamos hasta que la muerte sea vencida y transformada en victoria18; porque dice el Apóstol: los que son de Jesucristo crucificaron su carne con todos sus movimientos y concupiscencias19.
Sobre esto, a todo hombre se debe advertir que estas cosas no se deben entender carnalmente, porque las hierbas verdes y los árboles frutales se ofrecen en el Génesis para servir de alimento a todo género de bestias y a todas las aves y a todos los reptiles. Y, sin embargo, vemos que los leones, los gavilanes, las águilas y los milanos no se alimentan a no ser de carnes y con la muerte de otros animales, lo que creo también de no pocas serpientes que viven en lugares arenosos y desiertos donde ni hierba ni árboles nacen.
Capítulo XXI
Por qué se dice que las cosas creadas eran en gran manera buenas
32. Tampoco debemos pasar por alto lo que se dijo: y vio Dios que eran en gran manera buenas todas las cosas que hizo, siendo así que hablando de cada una en particular decía tan solo vio Dios que era bueno. Cuando hablaba de todas era poco decir buenas, y por eso añadió sobremanera, porque si, cuando una por una se consideran las obras de Dios por los hombres prudentes, se halla que todas están formadas, cada una en su género, con apropiadas medidas, números exactos y orden espléndido, ¿cuánto más lo estarán todas juntas, esto es, el mismo universo que se constituye con la reunión de cada una en un todo? Toda hermosura que consta de partes es mucho más laudable en el todo que en la parte, como acontece en el cuerpo del hombre; si alabamos sólo los ojos, si ponderamos las narices únicamente, si ensalzamos las mejillas, o sólo la cabeza, o solas las manos, o solos los pie, o los miembros restantes si son en sí hermosos, a cada uno solamente en particular alabamos; pero ¿cuánto más se debe alabar a todo el cuerpo, al que confieren su hermosura todos estos miembros que son en sí hermosos? De tal modo se la confieren, que una mano hermosa, y que por separado se alaba, cuando está unida al cuerpo, si de él es seccionada pierde su propia hermosura y los demás miembros sin ella se hacen feos. Tal es la fuerza y poder de la integridad y de la unidad, que siendo muchas cosas buenas, solamente agradan cuando se juntan y forman un algo universal, es decir, un todo completo. La palabra universo deriva su nombre del vocablo unidad; si lo hubieran ponderado los maniqueos, alabarían a Dios, autor y creador del universo, y lo que a ellos por nuestra condición de mortales les ofende en parte, lo reintegrarían a la universal hermosura y verían que Dios hizo todas las cosas no sólo buenas, sino en excelsa manera buenas. Como acontece en un discurso florido y compuesto conforme a todas las reglas del arte, pues si sólo examinamos cada una de las sílabas o también cada una de las letras que al pronunciarse inmediatamente pasaron, no encontramos en él nada que deleite y que sea laudable; porque todo aquel discurso es hermoso no por las letras o sílabas, sino por todas sus partes.
Capítulo XXII
El descanso del séptimo día entendido alegóricamente
33. Pasemos ahora a tratar sobre aquello de que los maniqueos suelen con mayor desvergüenza que impericia burlarse, y es sobre lo que está escrito: que Dios, terminada la creación del cielo y de la tierra y de todas las cosas que hizo, descansó el séptimo día de todas sus obras y bendijo el día séptimo, y lo santificó porque descansó de sus obras.
Dicen, pues, ¿qué necesidad tenía Dios de descanso? ¿Acaso se había fatigado y cansado por las obras de los seis días? Y aducen aquí el testimonio del Señor, que dice: mi Padre hasta el presente trabaja20, y con eso engañan a muchos ignorantes a quienes intentan persuadir que la Nueva Ley se opone a la Antigua. Pero del mismo modo que aquellos a quienes el Señor dice mi Padre hasta ahora obra, entendían carnalmente el descanso de Dios, y observando carnalmente el sábado no entendían qué simbolizaba la significación de aquel día, así también éstos, aunque con deseo diverso, no entienden el secreto o misterio del sábado; ni aquéllos observando carnalmente, ni éstos carnalmente maldiciendo, conocieron el sábado; se dirijan unos y otros a Cristo, como dice el Apóstol21, para que les descorra el velo, puesto que el velo se corre cuando habiendo quitado el velo de las semejanzas y alegorías se manifiesta en todo su esplendor la verdad, a fin de que pueda ser vista.
34. Primeramente tenemos que advertir y conocer la norma de este modo de hablar que se emplea en muchos lugares de la sagrada Escritura. ¿Qué otra cosa significa lo que se dice: que Dios descansó de todas sus obras, las que hizo en gran manera buenas, si no es nuestro descanso, el cual nos dará de todos nuestros trabajos, si nosotros también hubiéremos hecho obras marcadas con el sello de Dios? Según la misma forma de hablar dice el Apóstol: ¿Qué cosa hemos de impetrar que nos convenga? No lo sabemos; mas el mismo Espíritu pide por nosotros con gemidos inenarrables22. No gime, pues, el Espíritu Santo cuando intercede ante Dios por nosotros como si fuera un indigente o como si padeciera grandes angustias, sino que nos mueve él a orar con ardor, y lo que hacemos nosotros, moviéndonos él, se dice que él mismo lo hace. De igual modo se escribe aquello: os tienta el Señor Dios vuestro para saber si le amáis23; ciertamente, no es para conocer si le amamos porque para él nada es oculto, sino que permite que seamos tentados para hacernos conocer lo que hemos progresado en su amor. Según esta forma de hablar dice también nuestro Señor que no sabe el día y la hora del fin del mundo24. ¿Qué puede haber que no sepa El? Mas porque esto lo ocultaba útilmente a sus discípulos, dijo que él lo ignoraba, porque ocultándolo los hacía ignorantes a ellos. Conforme a esta figura también dijo: que sólo el Padre conocía este día, porque se lo había hecho saber a su mismo Hijo. Basados en estas locuciones figuradas los que conocieron este modo de hablar alegórico, sin dificultad alguna resuelven muchas cuestiones de la divina Escritura. Tales locuciones abundan también en la costumbre ordinaria de hablar; por ejemplo, cuando decimos que está alegre el día lo decimos porque lo hemos pasado alegre nosotros; decimos que el frío está perezoso, porque con él somos perezosos nosotros; decimos también «fosa ciega» porque no la vemos; decimos «lengua pulida» porque las palabras escogidas la hacen así; y, por último, decimos que el tiempo está sereno y exento de intemperie porque en él carecemos nosotros de toda molestia. Se dijo, pues, que Dios descansó de todas sus obras, las que fueron sobremanera buenas, porque en él descansaremos nosotros de todos nuestros trabajos si obrásemos bien, y porque además también nuestras mismas buenas obras deben de ser atribuidas a Él, que nos llama, que nos muestra el camino de la verdad, que nos solicita el querer y que nos suministra fuerzas para cumplir lo que manda.
Capítulo XXIII
Los siete días de la creación se comparan con las siete edades del mundo
35. Considero que debemos estudiar con el mayor interés y cuidado, por qué al séptimo día se le atribuye este descanso, pues veo en todas estas palabras de la divina Escritura como seis edades del mundo llenas de fatigas y penas y como determinadas con sus límites fijos, desembocando en una séptima en la que se espera el descanso; y que estas edades tienen una semejanza con estos seis días en los que se hicieron todas las cosas, que narra la divina Escritura haber hecho Dios. Porque los albores del género humano en los que comenzó a gozar de esta luz de vida, bien pueden ser comparados con el primer día en el cual Dios hizo la luz. Esta edad puede señalarse como la infancia del mismo mundo, al que debemos considerar como si fuera un hombre por la proporción de grandeza. Todo hombre cuando primeramente nace y crece, la primera edad de él la constituye su infancia. Esta se extiende desde Adán hasta Noé, con diez generaciones, siendo como la tarde de este día el diluvio, porque también nuestra infancia desaparece como en la anegación del olvido.
36. Y comienza la segunda edad, que es como la puericia, con la mañana de los tiempos de Noé y se extiende esta edad, con otras diez generaciones, hasta los días de Abraham; y perfectamente es comparada con el día segundo en el que se creó el firmamento entre el agua y el agua, porque el Arca en la que estaba Noé con sus familiares era el firmamento entre las aguas inferiores, sobre las cuales flotaba, y entre las superiores con las que se mojaba. Esta edad no desapareció con el diluvio, porque nuestra puericia tampoco se extingue con el olvido de la memoria, pues recordamos haber sido niños, mas no haber sido infantes; la tarde de ella es la confusión de las lenguas entre los que construían la torre; y la mañana siguiente tiene lugar desde Abraham. Mas esta segunda edad no engendró al pueblo de Dios, como tampoco la puericia puede engendrar.
37. Hecha, pues, la mañana desde Abraham, transcurre esta edad tercera semejante a la adolescencia, y muy bien se compara con el día tercero en el que fue separada la tierra de las aguas. Perfectamente está representada esta edad bajo el nombre de mar por todas las gentes que se hallan sumidas en un error inestable y agitadas con las vanas doctrinas de los simulacros, como de todos los vientos tempestuosos. De esta vanidad de las gentes y de estos vaivenes del mundo fue segregado el pueblo de Dios por Abraham, como fue separada la tierra de las aguas cuando apareció la árida, es decir, la sedienta del rocío celeste de los mandamientos divinos. Este pueblo adorando a un solo Dios, recibe como tierra regada, para que pudiera dar óptimos frutos, las profecías y los escritos divinos. Tal edad pudo ya engendrar al pueblo de Dios porque la tercera edad, esto es, la adolescencia puede también engendrar; y por esto se le dijo a Abraham: Te constituí en padre de muchas gentes, te aumentaré en gran manera y te pondré por jefe de pueblos y nacerán reyes de ti y estableceré mi testamento entre mí y entre ti, y entre tu Linaje que ha de seguir después de ti en sus generaciones, testamento eterno de ser yo tu Dios y de la estirpe que ha de seguirle, y te daré a ti y a tu descendencia después de ti la tierra que habitas, toda la tierra de Canaán en posesión eterna, y seré para ellos su Dios25. Esta edad se prolonga desde Abraham hasta David, con catorce generaciones; la tarde de ella la constituyen los pecados del pueblo con los que traspasaban los mandamientos divinos, y se extiende hasta la malicia del pésimo rey Saúl.
38. Desde aquí comienza la mañana con el reino de David; esta edad es semejante a la juventud. A la verdad, la juventud sobresale entre todas las edades y ella es el fundamento insigne, el centro cardinal de todas las edades y, por lo tanto, magníficamente se compara al cuarto día en el que fueron creados los astros en el firmamento del cielo. ¿Qué cosa puede simbolizar más evidentemente el esplendor de un reino que el brillo del sol? En el fulgor de la luna está representado el pueblo obediente al reino, y las estrellas príncipes de la sinagoga simbolizan a la misma sinagoga; y todas estas cosas se hallan radicadas en la estabilidad del reino como en el firmamento. La tarde de esta edad son los pecados de los reyes por los que aquel pueblo mereció vivir en cautiverio y quedar sometido a servidumbre.
39. La transmigración a Babilonia constituye la mañana de la quinta edad, cuando el pueblo fue colocado en un destierro benigno y en un ocio pasajero. Esta edad se prolonga hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo, y comprende el descenso de la juventud hasta la vejez, no es, pues, todavía senectud, pero tampoco es ya juventud; es la propia de los provectos a la que los griegos llaman «presbiten» y que nosotros decimos edad madura o providad. Los griegos al anciano no le dicen «presbites» (hombre de edad madura), sino «geron» (viejo). Y, ciertamente, de igual modo esta edad en el pueblo judío se va encorbando y quebrantando desde la firmeza del reino, como el hombre a partir de la juventud se va haciendo viejo. Perfectamente se compara esta edad con aquel día quinto en el que fueron hechos en las aguas los animales y aves del cielo, después que aquellos hombres empezaron a vivir, como en un mar entre las gentes y a tener como las aves morada incierta e inestable. Aún más, allí también había peces grandes, es decir, aquellos grandes hombres que pudieron dominar mejor las borrascas del siglo que servir en el destierro, puesto que no doblegaron sus conciencias por terror alguno a prestar culto a los ídolos. Allí también debemos advertir que bendijo Dios a aquellos animales diciendo: creced y multiplicaos y llenad las aguas del mar, y las aves se multipliquen en la tierra, porque a la verdad el pueblo judío desde el momento que fue dispersado entre las gentes se multiplicó sobremanera. La multiplicación de los pecados que tuvo lugar en el pueblo judío es como la tarde de este día, es decir, de esta edad, porque de tal manera se cegó, que no pudo conocer a Jesucristo Señor nuestro.
40. Con la predicación de nuestro Señor Jesucristo termina el día quinto y comienza la mañana del siguiente; día sexto en el que aparece la senectud del hombre viejo, pues en esta edad aquel reino carnal se debilita hasta el extremo, al ser destruido el templo y cesar los sacrificios; y ahora aquella gente, en todo lo que toca a los valores de su reino, lleva una vida de agonía; sin embargo, en esta edad como en la decrepitud del hombre viejo nace el hombre nuevo que vive ya espiritualmente. En el sexto día, pues, había de decirse produzca la tierra ánima viva, porque en el quinto día se había dicho produzcan las aguas, no ánima viva, sino reptiles de almas vivientes, porque los cuerpos son reptantes, y todavía aquel pueblo en este quinto día servía a la ley, estando en el medio del mar de los gentiles, con la circuncisión carnal y los sacrificios. Llama, pues, a esta creación alma viva por la que comienzan los hombres a desear la vida eterna; las serpientes y las bestias que produce la tierra significan los gentiles que ya creen firmemente el Evangelio, de los cuales se dice en los Hechos de los Apóstoles lo que a Pedro se mostró en aquel vaso26: mata y come; como él dijese que eran cosas inmundas, se le respondió: lo que Dios purificó no lo tendrás tú por inmundo27. Entonces fue hecho el hombre a imagen y semejanza de Dios, al par que en esta sexta edad nace en carne nuestro Señor del que se dijo por el profeta: es hombre y ¿quién le conoce? Y como en aquel día fueron creados el hombre y la mujer, así también en esta edad lo fueron Cristo y la Iglesia. También en aquel día se le da al hombre el gobierno de las bestias y de los reptiles y de las aves del cielo, al parigual que Cristo en esta edad rige las almas de los que obedecen a su voz y que vinieron a su Iglesia, parte procedente de la muchedumbre de las gentes y parte de entre los judíos, para que por él fueran los hombres domeñados y amansados ora los entregados a la concupiscencia de la carne como las bestias, ora los cegados por una curiosidad tenebrosa como las serpientes, ora los envanecidos con la soberbia como las aves. Y como en aquel día se alimentan el hombre y los animales que con él están, de hierbas cargadas de semilla, de árboles frutales y de plantas pletóricas de vida, así en esta edad el hombre espiritual, cualquiera que sea buen siervo de Cristo y le imite lo mejor que pueda, a una con el mismo pueblo es nutrido espiritualmente con los alimentos de las santas Escrituras y con la ley divina, parte para conseguir la fecundidad de los razonamientos y discursos, que es como alimentarse de hierbas seminales; parte para utilidad de las costumbres en el trato humano, que es como alimentarse de árboles frutales; parte para robustecer la fe, la esperanza y caridad con miras a la vida eterna, que es como alimentarse de hierbas opulentas, es decir, pletóricas de vida, a las que ningún fuego de tribulaciones puede resecar. El hombre espiritual se nutre de tal forma con estos alimentos de la divina Escritura, que puede comprender muchos y grandes misterios; mas el carnal, es decir, el que todavía es niño en Cristo, como animalito de Dios, se alimenta con ella para creer muchas cosas que aún no entiende; sin embargo, todos tienen los mismos alimentos.
41. Y es como la tarde de esta edad, que ojalá al llegar no nos alcance, si es que no ha empezado ya, aquella de la que el Señor dijo: ¿crees que cuando venga el Hijo del Hombre, hallará fe sobre la tierra?28 Después de esta tarde aparecerá la mañana cuando venga el Señor en la claridad de su poder; entonces descansarán con Cristo de todos sus trabajos aquellos a quienes se dijo: sed perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos29. Estos hombres ejecutan en la tierra obras en gran manera buenas, y después de haber hecho tales obras esperarán el descanso en el día séptimo, el cual no tiene tarde. De ninguna forma se puede explicar con palabras de qué modo creó y constituyó Dios el cielo y la tierra y toda la creatura que salió de sus manos; mas esta exposición que hace la Escritura, ordenada por días, de tal modo indica ser como la historia de las cosas hechas, que al mismo tiempo hace notar de manera especial la predicción de hechos futuros.
Capítulo XXIV
Por qué son desiguales las siete edades del mundo
42. Pero si alguno se inquieta porque al explicar estas edades del mundo sólo anotábamos en las dos primeras diez generaciones, y catorce en cada una de las tres siguientes, y en la sexta ninguna30; le será fácil advertir que cada hombre en las dos primeras edades de él, en la infancia y en la puericia, vive sólo con los sentidos del cuerpo, los cuales son cinco, vista, oído, olfato, gusto y tacto, y este número cinco se halla duplicado como duplicado está el sexo humano, masculino y femenino, de donde procedieron aquellas generaciones; y el número cinco, como dije, duplicado compone el número diez; mas desde la adolescencia y en adelante, cuando ya empieza a prevalecer la razón en el hombre, se unen a los cinco sentidos el conocimiento y la acción con los cuales administra y gobierna la vida, y así ya comienza a existir en él el número séptimo, el que, igualmente duplicado por el doble sexo, constituye el número catorce, que parece y se muestra en toda su perfección en las catorce generaciones que forman las tres edades sucesivas, como la de adolescente, la de joven y la de anciano. La edad de la vejez, como en nosotros, no está definida por algún determinado número de años, sino que después de aquellas cinco edades, viva lo que viviere cada uno, viene ella y se la llama senectud; lo mismo sucede en esta sexta edad del mundo, en la que no aparecen generaciones, para que esté oculto el día último del tiempo, del cual manifestó el Señor que convenía útilmente estar oculto31.
Capítulo XXV
Sublime alegoría de los siete días aplicada a la vida del hombre
43. También tenemos nosotros en las buenas obras y en la vida justa como seis días distintos, después de los cuales debemos esperar el descanso. El primer día lo constituye la luz de la fe, cuando primeramente cree cada uno las cosas visibles, por cuya fe se dignó aparecer visiblemente el Señor. El segundo día es como el firmamento de la doctrina, por el cual el hombre divide lo carnal de lo espiritual, así como se dividieron en el firmamento las aguas inferiores de las superiores. El día tercero es aquel en el que tiene ya el hombre su mente capacitada para producir frutos de buenas obras, y, por tanto, se aparta del pecado y del oleaje de las tentaciones de la carne, como la tierra seca fue apartada de las tempestades del mar, para que ya pueda decir: con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado. El cuarto día es aquel en el cual el hombre distingue y se ocupa, en aquel firmamento de doctrina, de los conocimientos espirituales; y ve cuál sea la inconmutable verdad, la que como sol brilla en el alma, y contempla de qué modo el alma se hace participante de aquella misma verdad, y cómo, del modo que la luna ilumina a la noche, comunica al cuerpo orden y hermosura; y ve de qué forma todas las estrellas, es decir, los conocimientos espirituales titilan y fulguran, como, en roche, en la obscuridad de esta vida. Con el conocimiento de estas cosas, que ofrece fuerza más poderosa, comienza a obrar el hombre en el día quinto en los negocios turbulentos del mundo, como en aguas del mar, en beneficio de la fraterna sociedad, y produce de las acciones corporales que a este mismo mar pertenecen, es decir, a esta vida, reptiles de almas vivientes, esto es, obras que aprovechen a las almas vivas; y grandes cetáceos, a saber, poderosísimas obras contra las que el oleaje del mundo se estrelle y doblegue; y aves del cielo, es decir, voces mensajeras de las cosas celestiales. En el sexto día se le dice al hombre que engendre alma viva de la tierra, es decir, de la misma estabilidad de su pensamiento donde engendra los frutos espirituales, esto es, los santos pensamientos; asimismo se le dice que gobierne todos los movimientos de su alma, para que haya en él alma viva, es decir, alma que sirva a la razón y a la justicia, no a la inconsideración y al pecado. También aquí se dice hágase el hombre a imagen y semejanza de Dios, varón y mujer, a saber, inteligencia y acción, con cuya unión llenará la tierra de frutos espirituales, es decir, someterá a su carne; y por último se dicen las demás cosas de que hablamos al tratar anteriormente sobre la perfección del hombre. En estos como días que hemos anotado, la tarde está representada en la misma conclusión de cada una de las obras, y la mañana en la incoación de las siguientes. Después de las obras en gran manera buenas de estos como seis días, espere el hombre el descanso eterno y comprenda qué cosa sea aquello: descansó Dios en el séptimo día de todas sus obras. Así como dijimos que Dios obra en nosotros todos los bienes, porque nos manda obrar a nosotros, por esto con toda rectitud se dice también que Dios descansa porque después de todas estas obras nos hará descansara nosotros; y del mismo modo que con propiedad so dice que el padre de familias edifica la casa, siendo así que esto no lo hace él con su propio esfuerzo, sino con el de aquellos siervos a quienes impera, así también se dice con toda exactitud que descansa Dios de todas sus obras cuando después de terminar la casa permite que descansen y gocen de agradable quietud aquellos a quienes mandaba.