SALMO 98

Traductor: P. Miguel Fuertes Lanero, OSA

Sermón al pueblo

Cartago. En los años 411 / 413

1. Hermanos, debe saber vuestra Caridad, como hijos de la Iglesia que sois, e instruidos en la escuela de Cristo, mediante todos los escritos de nuestros antiguos padres, que escribieron las palabras y las maravillas de Dios, que lo hicieron para el bien de los que habíamos de ser en este nuestro tiempo creyentes en Cristo, que a su debido tiempo vino a nosotros, humilde primeramente, y más tarde vendrá glorioso y con majestad. Su primera venida fue para estar de pie ante el juez. Su segunda será para sentarse en el trono como juez, y ante él irá presentándose todo el género humano, según los propios méritos de cada uno. Y como se suele hacer con un juez de gran autoridad, le precedieron muchos pregoneros, a pesar de que iba a venir todavía con humildad. Así fue; le precedieron muchos pregoneros cuando había de nacer de la Virgen María, anunciando que sería un niño de pecho, que sería amamantado; que sería un infante el Verbo de Dios, por el cual fueron creadas todas las cosas; le precedieron muchos, anunciando que llegarían estos nuestros tiempos. Pero lo hicieron expresándose de tal modo, que todo quedó velado bajo locuciones simbólicas. Y este velo, bajo el cual estaba oculta la verdad de los libros antiguos, sería removido cuando la misma verdad en persona surgiera de la tierra. Así se dice en un salmo: La verdad ha brotado de la tierra, y la justicia mira desde el cielo1. Por lo tanto, desde ahora, cuando oigamos un salmo, algún profeta o la ley, todo lo que se escribió antes de la encarnación de nuestro Señor Jesucristo, toda nuestra voluntad y atención debe centrarse en ver allí a Cristo, en entender que aquello se refiere a Cristo. Ponga vuestra caridad atención conmigo en este punto, para interpretar así el salmo y busquemos aquí a Cristo; sin duda que se mostrará a los que lo buscan, el que anteriormente se hizo ver a quienes no le buscaban; y no abandonará a quienes están preocupados, deseosos de encontrase con él, quien redimió a los que lo abandonaron. Fijaos cómo el salmo comienza citándole a él y continúa hablando de él.

2. [v.1]. El Señor ha reinado, enójense las naciones. Nuestro Señor Jesucristo comenzó a reinar y a ser predicado después de la resurrección de entre los muertos y de su ascensión al cielo; después que colmó a los discípulos con la fortaleza y la confianza del espíritu Santo, para que no tuvieran miedo a la muerte, que ya él había anulado en sí mismo. Se comenzó, pues, a predicar a Cristo el Señor, para que creyeran en él quienes quisieran alcanzar la salvación. Y se indignaron los pueblos que daban culto a los ídolos. Se encolerizaban los que honraban a lo que ellos habían hecho, porque se anunciaba a quien los había creado a ellos. En realidad era anunciado por medio de sus discípulos aquel que buscaba que se convirtieran a él los que él mismo había creado, y que se apartaran del culto a las obras de sus propias manos. Por culpa de su ídolo se airaban contra su Señor los mismos que si, por su ídolo, se airasen contra su siervo, serían reos de culpa. Porque su siervo es de más valor que su ídolo; ya que el siervo es obra de Dios, mientras que el ídolo es obra de algún artesano. Pero su indignación a favor de su ídolo, no les hacía temer a su Señor. Sin embargo, la expresión "enójense" (o "aírense") es una profecía, no un mandato; en efecto, como profecía, se dice: El Señor ha reinado, enfurézcanse los pueblos. Es lo que ocurrirá con la ira de los pueblos: ellos se enfurecerán, y precisamente por su ira, sus mártires serán coronados. ¿Qué hicieron a los predicadores de la palabra de la verdad, a las nubes de Cristo que se expandían por toda la tierra y fertilizaban con su lluvia el campo de Dios? ¿Qué lograron hacerles, airándose contra ellos, sino torturarles con sus manos el cuerpo, mientras que su espíritu recibía la corona de manos de Cristo? Ni siquiera pudieron darles la muerte corporal para siempre: vendrá un tiempo en que esa misma carne resucitará, porque ya demostró el Señor en sí mismo la resurrección de la carne. Por eso quiso tomarla de nosotros, para que no perdiéramos la esperanza sobre nuestra carne. Entonces, hermanos, la carne de los siervos de Cristo, que mataron los adoradores de ídolos, resucitará a su debido tiempo. Pero los ídolos que Cristo despedazó, nunca más los restaurará el artesano. Habéis oído cuando se leía Jeremías, antes de la lectura apostólica; y si pusisteis atención, habéis visto cómo se hablaba de estos tiempos actuales de los que ahora tratamos. Dice así: Perezcan en la tierra y bajo el cielo, los dioses que no hicieron la tierra ni el cielo2. No dijo: "Perezcan de la tierra y del cielo", porque esos dioses nunca estuvieron en el cielo. ¿Qué fue lo que dijo? Perezcan de la tierra los dioses que no hicieron ni el cielo ni la tierra. Respondió como de la tierra, y no da respuesta sobre el cielo, ya que los dioses nunca estuvieron en el cielo. Cita dos veces a la tierra, porque ella es la que está bajo el cielo. Perezcan de la tierra y bajo el cielo, es decir, de sus templos. Mirad a ver si no ha sucedido, si no se ha cumplido esto ya en una gran parte. ¿Cuánto resta todavía? Los ídolos han quedado más bien en los corazones de los paganos que en las hornacinas de los templos.

3. Luego El Señor ha reinado, enfurézcanse los pueblos. Sentado sobre querubines (equivale a que "reina"). Tiemble la tierra. De nuevo repite: Enójense los pueblos. En lo que dijo "el Señor", lo repite al decir: "sentado sobre querubines". Lo que dice "ha reinado", lo hizo sobreentender en el versículo siguiente; y lo de "enójense los pueblos", lo repite al decir "tiemble la tierra". ¿Qué son los pueblos, sino la tierra? Enójese, pues la tierra cuanto pueda contra aquel que ya está sentado en el cielo. El Señor estuvo en la tierra, e hizo suya la tierra que había de habitar. Se revistió de carne y quiso ser el primero en soportar los pueblos airados. Para que sus siervos no temiesen la ira de los pueblos, quiso soportarla él primero. Como sus siervos necesitaban la ira de los pueblos para curarse, y sanar todos sus pecados mediante las tribulaciones, el médico bebió primero el cáliz amargo, para que el enfermo no temiese beberlo. Así que entonces: El señor ha reinado, enfurézcanse los pueblos. Sí, pónganse con ira los pueblos, porque Dios saca bienes inmensos de esa ira. Los pueblos se enfurecen, y los siervos de Dios se purifican. Al ser probados, son coronados. Enójense los pueblos. El que se sienta sobre querubines ha reinado. Que tiemble la tierra. El querubín es trono de Dios, cierto asiento celeste y sublime, que nosotros no vemos, según nos enseñan las Escrituras. Pero sí la conoce el Verbo de Dios, la conoce como su trono, y el mismo Verbo de Dios y el Espíritu de Dios manifestó a los siervos de Dios dónde tiene su trono. No es que allí se siente en cuanto hombre: pero tú, si quieres que se siente en ti, y eres bueno, serás trono de Dios. En efecto, así está escrito: La sede de la Sabiduría es el alma del justo. En latín al trono se le llama sede, asiento. Y por eso algunos latinos, conocedores del hebreo, el término quérubim lo interpretaron en el sentido latino como sede (que es trono), y por eso expresaron que el querubín es la "plenitud de la ciencia", y puesto que Dios supera toda ciencia, se dice que está sentado sobre "la plenitud de la ciencia" (el querubín). Que exista en ti la plenitud de la ciencia, y serás tú el trono de Dios. Pero quizá tú repliques: Y ¿Cuándo tendrá lugar en mí la plenitud de ciencia? ¿Quién podrá llegar a una tan alta cumbre, que esté en él la plenitud de la ciencia? ¿Piensas que Dios querrá que tengamos esta plenitud de la ciencia, de tal manera que lleguemos a conocer el número de las estrellas, y también cuántos son los granos, no digo de la arena, sino ni siquiera del trigo; o cuántos son los frutos que penden de los árboles? Él sí conoce todo esto, puesto que para Dios el número de nuestros cabellos están contados3. Pero otra es la plenitud de la ciencia que quiso que el hombre conociese. La ciencia que quiso que tuvieras pertenece a la ley de Dios. Pero quizás me digas: ¿Y quién puede conocer perfectamente la ley, hasta poseer la plenitud de la ciencia de la ley, y podrá de este modo ser el trono de Dios? No te asustes; brevemente se te dice qué has de tener, si quieres poseer la plenitud de la ciencia y por ello ser trono de Dios. Así dice el Apóstol: La plenitud de la ley es la caridad4. ¿Y entonces qué? Ya no tienes excusa alguna. Pregunta a tu corazón; mira a ver si tiene amor. Si está presente allí la caridad, el amor, posee la plenitud de la ley, y entonces ya habita Dios en ti, ya te has hecho trono de Dios. Enójense los pueblos; ¿qué harán los pueblos airados al que se ha hecho trono de Dios? Quizás estás considerando a los que se ensañan contra ti; pero no piensas en el que está sentado en ti. Te has convertido en cielo, ¿y tienes miedo a la tierra? En algún lugar de la Escritura el Señor Dios nuestro dice: El cielo es mi trono5.Luego si tú, al poseer la plenitud de la ciencia, teniendo la caridad, te has hecho trono de Dios, sin duda que el cielo está en ti, eres un cielo; no se trata de este cielo que ven nuestros ojos; éste no es muy apreciado por Dios. El cielo de Dios son las almas santas; el cielo de Dios son los espíritus angélicos, y todas las almas de sus siervos. Pues bien, ¡que se enfurezcan los pueblos, que se conmueva la tierra! ¿Qué podrán perjudicar, o qué daños podrán causar al trono de Dios, y al cielo, donde Dios tiene su sede?

4. [v.2]. El Señor es grande en Sión, encumbrado sobre todos los pueblos. El Señor es grande en Sión y es excelso. Por si acaso te parecía oscuro, puesto que se dijo: sentado sobre querubines, ignorando qué son los querubines, pues tal vez te imaginabas una cátedra celeste, enorme, guarnecida de piedras preciosas, y la llamabas querubín, haciendo volar tu fantasía con sentido de hombre carnal; se te dijo que el querubín es la plenitud de la ciencia. Y se dice que es plenitud de la ciencia, pero no de cualquier ciencia, sino que la plenitud del conocimiento de la ley es útil al hombre. Y para que no te desanimaras en llegar a la plenitud del conocimiento de la ley, sed te ha añadido una breve fórmula: La plenitud de la ley es la caridad. Ten pues amor a Dios y al prójimo, y serás trono de Dios: pertenecerás al grupo de los querubines. Pero si todavía no comprendieras, escucha lo que sigue: El Señor es grande en Sión. Aquél que te he dicho que está sobre los querubines, es grande en Sión. ¿Quieres saber ahora qué es Sión? Sabemos que Sión es la ciudad de Dios. Se ha llamado Sión a la ciudad que tiene el nombre de Jerusalén; se le ha añadido este otro nombre por la interpretación a él dada, ya que Sión significa observación, es decir, visión y contemplación. Observar es mirar atentamente, o poner atención a lo que intentas ver. Toda alma es Sión si busca ver la luz que debe ser vista; porque si pretende ver su propia luz, se queda en tinieblas. Si, por el contrario, va en busca de la luz divina, se ilumina. Y como es manifiesto que Sión es la ciudad de Dios, ¿cuál es la ciudad de Dios, sino la santa Iglesia? De hecho, los hombres que se aman mutuamente, y que aman a Dios que habita en ellos, son los que constituyen la ciudad de Dios. Y como toda ciudad es gobernada por alguna ley, la ley que los gobierna es la caridad, el amor, Dios mismo. Pues con toda claridad está escrito: Dios es amor6. El que está lleno de amor, está lleno de Dios. Y los que constituyen la ciudad de Dios son la multitud de los que están rebosantes de amor. Y esta ciudad de Dios se llama Sión. Luego la Iglesia es Sión, y en ella Dios es grande. Permanece en ella, y Dios no estará fuera de ti. Estará en ti, porque perteneces a Sión, eres miembro y ciudadano de Sión, perteneciente a la sociedad del pueblo de Dios. Dios estará en ti, encumbrado sobre todos los pueblos, sobre aquellos que se llenan de ira, o sobre los que se enfurecían. ¿Pensáis, quizá que se enfurecían entonces, y ahora ya no? Se enfurecían entonces porque eran muchos, y lo hacían clara y públicamente; ahora, como han llegado a ser una minoría, su rabia es oculta. Poco a poco se ha ido reprimiendo su audacia; y desaparecerá también su ira.

5. ¿Pensáis, hermanos, que los que ayer alborotaban con sus instrumentos musicales, no se enojan por nuestros ayunos? No nos enojemos también nosotros contra ellos, sino más bien ayunemos por ellos. El Señor Dios nuestro, que tiene su sede en nosotros, nos ha dicho, incluso nos ha ordenado que oremos por nuestros enemigos, y recemos por nuestros perseguidores7. Y como esto lo hace la Iglesia, casi se han extinguido los perseguidores. Fue escuchada cuando esto lo ha realizado, y sigue oyendo Dios esta plegaria: prevalecían entonces para su propio mal; y ahora se han extinguido para su propio bien. ¿Queréis saber cómo se han acabado? Los ha absorbido y asimilado la Iglesia. Búscalos ahora en sus grupos: no los encontrarás. Búscalos en aquella que los ha absorbido y asimilado, y los encontrarás en sus entrañas. Se han pasado a la Iglesia, se han hecho cristianos. Perecieron los perseguidores, y crecieron los predicadores. Por eso, durante los días de sus festividades, al ver a los que todavía han quedado, cómo se enloquecen en sus torpes y perversas diversiones, rogamos por ellos a Dios, para ver si los que escuchan con placer sus instrumentos, llegan a sentir más gusto escuchando la palabra de Dios. No es cierto que la música irrazonable deleita el oído, y la palabra de Dios no deleita al corazón. Por eso nosotros rezamos por ellos en los días de sus fiestas, y ayunamos, con la intención de que ellos se conviertan en espectáculo para sí mismos. Porque cuando se vean, se desagradarán a ellos mismos. Si no sienten desagrado, es porque no se observan. El que está ebrio no se desagrada a sí mismo, pero disgusta al que está sobrio. Dame un hombre que ya gusta el regocijo en Dios, que vive sensatamente, que suspira por aquella paz eterna que Dios le ha prometido. Fíjate y verás cómo al contemplar a un hombre dando brincos al son de un instrumento, le causa más disgusto aquel loco saltarín, que un frenético que delira por la fiebre. Por eso, si estamos al corriente de sus males, puesto que de ellos hemos sido librados, aflijámonos por ellos. Y si de ello nos dolemos, oremos por ellos, y ayunemos también, para que nuestra oración sea oída. No es que nuestros ayunos sean en el tiempo y por razón de sus festejos. Nosotros tenemos otros días de ayuno, por ejemplo, cuando se acercan los días de la Pascua; y con ocasión de otras solemnidades dedicadas a Cristo. En estos días ayunamos, para que mientras ellos celebran su jolgorio, nosotros nos lamentemos por ellos. Esta su alegría nos conmueve dolorosamente, y nos hace recordar en qué estado miserable se encuentran todavía. Pero cuando vemos que muchos de ellos han sido rescatados del mismo estado en que nosotros estuvimos, no debemos perder la esperanza de que ellos sean también rescatados. Y si todavía se pone de relieve su iracundia, nosotros sigamos orando. Y si esa diminuta porción de tierra que aún queda, tiembla y se conmueve, nosotros permanezcamos en nuestro gemido por ellos, para que Dios les dé conocimiento, y oigan con nosotros estas voces que nos colman de alegría. Grande es el Señor en Sión, y encumbrado sobre todos los pueblos.

6. [vv.3-4]. Proclamen tu nombre grande. Todos esos mismos pueblos, sobre los cuales es grande en Sión, proclamen ya tu nombre grande. Era pequeño su nombre mientras estuvieron airados. Y una vez que ya se ha hecho grande, que lo proclamen. ¿Cómo es que decimos que fue pequeño el nombre de Cristo, antes de que fuera difundida esclarecidamente la fama de Cristo? Porque "su nombre" tiene el mismo sentido que "su fama". Era pequeño su nombre (poca su fama). Ahora ya su nombre se ha hecho grande. ¿Qué nación hay que no haya oído el nombre de Cristo? Ahora, pues, ya, que proclamen tu gran nombre los pueblos que antes se enardecían contra tu pequeño nombre: ¡que confiesen tu nombre grande! ¿Por qué confesarlo? Porque es terrible y santo. Tu mismo nombre es terrible y santo a la vez. Se lo predica crucificado, como también humillado, y hasta juzgado, pero de tal modo que un día ha de venir glorioso a juzgar con poder. Ahora perdona a los pueblos blasfemos, porque la paciencia de Dios impulsa a la conversión por el arrepentimiento8. Pero el que ahora perdona, no siempre habrá de perdonar. Y el que ahora es predicado para ser temido, ¿No habrá de venir a juzgar? Vendrá, si, hermanos míos, vendrá: debemos temerle y vivir de modo que en el juicio estemos a su diestra. Porque ha de venir a juzgar, poniendo unos a su izquierda y a otros a su derecha9. Pero esta selección no se hará al azar o de cualquier manera, pudiéndose equivocar, poniendo a la izquierda los que deberían estar a su derecha, o al revés, por un error de Dios; no. Dios no puede equivocarse, y poner a uno bueno en el lugar de uno malo. Si él no puede equivocarse, quienes nos equivocamos somos nosotros, si no le tememos. Pero si ahora le tememos, entonces no deberemos por qué temerle. Como dice el salmo: Porque él es terrible y santo; y el honor del rey ama la justicia. Témanle, pues, los pueblos y corríjanse; no abusen de la misericordia de Dios, abandonándose a una mala vida. Él ama la misericordia; pero también ama la justicia. ¿Qué es la misericordia? Es el hacerte conocer la verdad, el que ahora, cuando estás a tiempo todavía, te llama con gritos para que te conviertas. ¿Te parece pequeña la misericordia que te ha permitido vivir a ti en tu mala vida, sin borrarte de la faz de la tierra, precisamente para que tú, que fuiste atraído a la fe, y a quien, como creyente que eres, te haya perdonado tus pecados? ¿No es generosa esta misericordia? ¿O crees que la misericordia debe estar siempre perdonando, sin castigar a nadie? No, no hay tal cosa. Su nombre es santo y también terrible; y bien lo dice el salmo: Por su honor de rey ama la justicia. Porque el juicio sería injusto, y no sería juicio si no se da a cada uno según los méritos que ha acumulado durante su vida, sea para bien o para mal10: El rey, por su honradez, ama la justicia. Por tanto, tengamos temor, por tanto, practiquemos la justicia; por tanto, obremos con rectitud.

7. ¿Pero quién es el que practica la rectitud? ¿Quién obra según la justicia? ¿Será el pecador, el inicuo, el perverso, el que huye de la luz y de la verdad? ¿Qué debe hacer el hombre? Simplemente volverse a Dios, convertirse a él para que establezca en él la rectitud que él no puede establecer, porque él la corrompe; sólo sabe deformarla. El hombre es capaz de herirse, pero es incapaz de sanarse. Cuando él quiere, se enferma; pero no se cura cuando lo desea. Si se le antoja, puede exponerse demasiado tanto al frío como al calor; enferma el día que quiere, si por su intemperancia ha comenzado a enfermarse, mire a ver si puede levantarse el día que quiera. Para caer en cama, necesitó algún exceso; para curarse, necesita la medicina del Curador. De igual manera, el hombre para pecar se basta a sí mismo; pero para justificarse, le es imprescindible aquél que sólo él es justo. Luego para que los hombres se entreguen a Dios para ser establecidos en la justicia, este salmo, después de haber atemorizado a los pueblos, y haber dicho: Reconozcan tu nombre grande, porque es terrible y santo; y el honor del rey ama la justicia, como buscando ya a los pueblos atemorizados, y mostrando cómo deben vivir los justos, puesto que por sí mismos no pueden justificarse, les confía al Creador de su justicia, y prosigue diciendo: Tú has establecido la rectitud, tú has obrado en Jacob el juicio y la justicia. Nosotros debemos también poseer el juicio, debemos poseer la justicia; pero en nosotros establece el juicio y la justicia el que nos ha creado y él inspira en qué cosas debe practicarse. ¿En qué sentido debemos también nosotros poseer el juicio y la justicia? Posees el juicio cuando disciernes el mal del bien; y la justicia cuando vas en pos del bien, y te apartas del mal. Distinguiendo, posees el juicio; obrando, consigues la justicia. Apártate del mal y haz el bien; busca la paz y corre tras ella11. Primero has de tener el juicio, y después la justicia. ¿Qué juicio? El discernir primero qué es lo malo y cuál es lo bueno. ¿Y qué justicia? La que te hace evitar el mal y obrar el bien. Pero esto no lo conseguirás por ti mismo; porque mira lo que dice el salmo: tú has obrado el juicio y la justicia en Jacob.

8. [v.5]. Exaltad al Señor nuestro Dios. ¡Exaltadlo verdaderamente, exaltadlo bien! Alabémosle; ensalcemos a aquel que ha obrado en nosotros la justicia que poseemos; él es el autor de ella en nosotros. ¿Quién ha obrado en nosotros la justicia, sino aquel que nos justificó? Se ha dicho de Cristo: El que justifica al impío12. Nosotros somos los impíos; él, el Justificador, en cuanto que él ha realizado en nosotros aquella justicia por la que le hemos agradado, para que nos ponga a su derecha y no a su izquierda, el día del juicio, y diga a quienes están a su derecha: Venid, benditos de mi Padre, recibid el reino que os está preparado desde el principio del mundo; no nos pondrá a la izquierda, entre aquellos a quienes dirá: Id al fuego eterno, que se preparó para el diablo y sus ángeles13. ¡Cuánto debe ser exaltado el que ha de coronar no nuestros méritos, sino el don de su gracia en nosotros! Exaltad al Señor nuestro Dios.

9. Adorad el escabel de sus pies, porque es santo. ¿Qué debemos adorar? El escabel de sus pies. El estrado o la peana (suppedaneum), que los griegos llaman ypopódion (estrado), los latinos lo han llamado "escabel" (scabellum): todos con el mismo significado: pero fijaos, hermanos, qué es lo que se nos manda adorar. En otro pasaje de las Escrituras se dice: El cielo es mi trono; y la tierra el escabel de mis pies14. ¿Así que nos manda adorar la tierra, por decirse en otro pasaje que es el escabel de sus pies? ¿Cómo vamos a adorar la tierra, cuando dice claramente la Escritura: Al Señor tu Dios adorarás?15 Y aquí dice: Y adorad el escabel de sus pies. Y al explicarme cuál es el escabel de sus pies, dice: La tierra es el escabel de mis pies. Estoy indeciso, dices; temo adorar la tierra, no sea que me condene el que hizo el cielo y la tierra. Por otra parte, temo no adorar el escabel los pies de mi Señor, ya que el salmo me dice: Adorad el escabel de sus pies. Investigo cuál es el escabel de sus pies, y me dice la escritura: La tierra es el escabel de mis pies. Con esta confusión me dirijo a Cristo, porque es a él a quien busco aquí, y encuentro de qué modo se puede adorar la tierra, escabel de sus pies, sin caer en la impiedad. Porque él tomó la tierra de la tierra: la carne es de la tierra, y él recibió su carne de la carne de María. Y como anduvo por el mundo en esa misma carne, y nos la dio en alimento [sacramentalmente] para nuestra salvación, y nadie come esta carne sin antes adorarla, ya hemos encontrado el modo de adorar el tal escabel de los pies del Señor; es más, no sólo no pecamos adorándolo, sino que pecaremos si no lo adoramos. ¿Pero es que la carne da vida? El mismo Señor dijo, en cierta ocasión, refiriéndose a esta tierra: El espíritu es el que da vida; la carne no sirve para nada16. Por tanto, cuando te inclinas o te postras ante cualquier tierra, no la mires como tierra, sino dirígete a aquel Santo de quien la tierra es el escabel de sus pies, y a él es a quien adoras. Adorad el escabel de sus pies, porque es santo. ¿Quién es santo? Aquel, en cuyo honor tú adoras el escabel de sus pies. Y cuando lo adoras, no retengas tu pensamiento en la carne, sin ser vivificado por el espíritu. Así dice: El espíritu es quien vivifica; la carne no sirve para nada. Pedro cuando el Señor manifestó esto, había hablado de su carne en estos términos: Si alguno no come mi carne, no tendrá en él la vida eterna. Cuando hizo esta afirmación, se escandalizaron algunos de sus discípulos, unos setenta, y dijeron: Duras son estas palabras, ¿quién las puede soportar? Y se apartaron de él y no siguieron más con él. Les pareció duro lo que dijo: El que no coma mi carne, no tendrá la vida eterna. Lo tomaron insensatamente, y lo entendieron carnalmente. Les pareció que el Señor iba a cortar su cuerpo en trozos para dárselos a comer a ellos. De ahí que dijeron: Duras son estas palabras. Los duros eran ellos, no las palabras. Si ellos no hubieran sido duros, sino suaves y comprensivos, y se hubieran comentado: "Esto no lo habrá dicho sin motivo, sino que aquí hay algún misterio oculto"; y si se hubieran mantenido junto a él, en actitud receptiva y no dura y adversa, habrían aprendido de él lo que aprendieron quienes no se apartaron. Porque los doce discípulos se quedaron con él, y le comentaron, como doliéndose de la muerte de aquellos que se escandalizaron de sus palabras, y se marcharon. Pero él instruyó a los doce y les dijo: El espíritu es el que da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dirigido a vosotros, son espíritu y vida17. Entended espiritualmente las palabras que os he dicho; no vais a comer este cuerpo que veis ahora, ni beberéis la sangre que derramarán quienes me han de crucificar. Os he anunciado un sacramento. Entendido espiritualmente, él os vivificará a vosotros. Y aunque necesariamente se celebrará de una forma visible, conviene entenderlo espiritualmente. Ensalzad al Señor Dios nuestro, y adorad el escabel de sus pies, porque él es santo.

10. [vv.6-8]. Moisés y Aarón con sus sacerdotes; Samuel con los que invocan su nombre. Invocaban al Señor, y él los escuchaba; les hablaba desde la columna de nube. Estos antiguos siervos de Dios, Moisés, Aarón, y Samuel fueron muy venerados por los antiguos. Sabéis vosotros que Moisés con el poder de Dios liberó al pueblo de Israel de Egipto a través del mar Rojo, y que lo guió por el desierto; sabéis muy bien cuántas maravillas obró Dios en aquel tiempo por mano de Moisés; y esto lo conocen cuantos con buena actitud escuchan en la Iglesia la lectura de la Biblia, o bien la leen en privado, o también de cualquier otra manera han llegado a su conocimiento. Aarón, su hermano, fue ordenado sacerdote también por Moisés. Y no se sabe que entonces hubiera ningún otro sacerdote, sino Aarón. Se le nombra claramente en aquellas escrituras como el sacerdote de Dios18; mientras que a Moisés no se le llama nunca sacerdote en aquellos documentos. Y si no era sacerdote, ¿qué era? ¿No podría tener un rango superior al de sacerdote? Parece que este salmo sí lo cita como sacerdote: Moisés y Aarón entre sus sacerdotes. Por tanto eran los dos sacerdotes del Señor. En cuanto a Samuel, su nombre aparece después, en el libro de los Reyes. Vivió en la época de David. Fue él quien ungió al santo David. Samuel creció en el templo desde su infancia. Su madre era estéril: y queriendo tener un hijo, oró al Señor con un gran gemido, pidiendo a Dios que le diera un hijo; pero no lo hizo mostrando que lo quería tener por un motivo mundano, puesto que apenas nacido, se lo entregó a Dios, que se lo había dado. Hizo un voto a su Señor Dios con estas palabras: Si me nace un hijo varón, lo pondré al servicio de tu templo. Y así lo cumplió. Nacido el santo Samuel, estuvo con su madre el tiempo de la lactancia. Y tan pronto como lo apartó de su pecho, lo entregó al templo, para que allí creciese, allí se robusteciese en su espíritu, y allí sirviese a Dios; fue así como se convirtió en el sumo sacerdote, en el sacerdote santo de aquel tiempo19. El salmista recuerda a estos tres, y en ellos quiere que recordemos a todos los santos. ¿Por qué los nombra aquí? Porque dije que aquí nosotros debemos entender a Cristo. ¡Esté atenta vuestra Santidad! Antes había dicho: Ensalzad al Señor Dios nuestro, y adorad el escabel de sus pies, porque es santo, recomendando el salmista a alguien, es decir, a nuestro Señor Jesucristo, cuyo escabel de los pies debe ser adorado, porque asumió la carne, en la cual está incluido el género humano; y queriendo manifestarnos que también lo anunciaron los antiguos padres, puesto que el verdadero sacerdote es nuestro Señor Jesucristo, se lo recordó a éstos, porque les hablaba Dios en la columna de nube. ¿Qué quiere decir en la columna de nube? Que hablaba sólo figuradamente. Si, pues, les hablaba desde una nubecilla, aquellas palabras oscuras prefiguraban a no sé qué personaje. Pero aquel desconocido ya no lo es más, nosotros lo conocemos: se trata de nuestro Señor Jesucristo. Moisés y Aarón entre sus sacerdotes, y Samuel entre los que invocan su nombre. Invocaban al Señor, y él los atendía; les hablaba desde la columna de nube. El que en otro tiempo nos hablaba desde la columna de nube, nos ha hablado sobre el escabel de sus pies; es decir, en la tierra, después de asumir nuestra carne, y por eso debemos adorar el escabel de sus pies, porque es santo. Él nos habló desde la columna de nube lo que entonces no se comprendía. Pero habló desde el escabel de sus pies, y fueron entendidas las palabras de su nube. Les hablaba desde la columna de nube.

11. ¡Pongamos atención, pues, hermanos! Fijaos en cuáles y en qué clase de santos ha nombrado. Cumplían sus mandatos y las leyes que les dio. Los cumplían de verdad, poned atención. Cumplían sus mandatos y los preceptos que les dio. Esto es lo que dice, y no se puede negar. ¿Y no cometían ningún pecado? ¿Cómo? Al guardar sus preceptos cumplían sus leyes. Mirad cómo nos quiere formar, para que no presumamos de perfecta justicia. Aquí están Moisés y Aarón entre sus sacerdotes, y Samuel entre los que invocaban su nombre, a quienes hablaba desde la columna de nube, tan a las claras escuchaba a los que cumplían sus leyes y mandatos que les dio. Señor, dice, tú los escuchaste; oh Señor, tú fuiste propicio con ellos. No se dice que Dios sea propicio, más que con los que están en pecado. Cuando los perdonaba, entonces se decía que era propicio con ellos. ¿Y qué pecados había en ellos dignos de castigo, para ser propicio y perdonarlos? Era propicio perdonando pecados, y lo era también castigándolos. Porque ¿cómo sigue el salmo? Tú les fuiste a ellos propicio, incluso vengando en ellos todas sus inclinaciones. También en el castigo fuiste propicio; no sólo perdonando los pecados, sino también encolerizándote y castigando, fuiste propicio. Fijaos, hermanos míos, qué es lo que aquí se nos advierte. Daos cuenta de ello. Dios se aíra con el pecador a quien no castiga; porque es realmente propicio no sólo con el que condona los pecados, para que no le sean un daño en el mundo futuro, sino con que castiga también para que no encuentre su placer en el pecado.

12. Ánimo, hermanos; si tratamos de averiguar cómo fue el castigo en ellos, el Señor me ayudará para que os lo comunique. Busquémoslo en estas tres personas, Moisés, Aarón y Samuel, y en qué forma se vengó en ellos, porque dice: vengó en ellos todas sus inclinaciones: evidentemente se refiere a sus inclinaciones que Dios, y sólo él, no los hombres, conocía de sus corazones; los hombres con quienes vivían, que eran el pueblo de Dios, no tenían quejas contra ellos. ¿Pero qué digo? ¿Moisés no fue pecador en el primer período de su vida, quizá cuando mató a un hombre, y por eso huyó de Egipto?20 También Aarón, en su primera vida desagradó a Dios, puesto que cuando el pueblo, enloquecido y enfurecido, se lo pidió, él les permitió fabricar un ídolo: Y se hizo para el pueblo de Dios un ídolo para ser adorado21. Y Samuel ¿qué hizo, entregado al templo desde su primera infancia? Vivió toda su vida entregado a los santos misterios de Dios. Jamás se dijo algo mal de Samuel, jamás hubo quejas de los hombres. Pero Dios sí conocía algo de él que debía purgar; porque lo que es perfecto a los ojos humanos, ante la mirada de Dios siempre queda alguna imperfección. Muchas veces los artistas ejecutan obras de arte y las presentan ante los ignorantes del arte; y cuando ya han dado su opinión de que está perfecta, los artistas, peritos en la materia, las retocan en los detalles que todavía les faltan. Los imperitos se asombran ante tanto retoque en lo que creían ya perfecto. Esto mismo ocurre con los edificios y las pinturas, en los vestidos y en casi toda clase de artes. De momento los imperitos las ven perfectas, y a su vista no les falta nada; pero de un modo juzga el ojo imperito, y de otro las reglas del arte perfecto. Así sucede también con los que eran tenidos como santos ante Dios, como si no tuviesen culpa alguna, perfectos como si fueran ángeles; pero conocía muy bien todos sus defectos el que "se vengaba" de todas sus inclinaciones afectivas. No se vengaba con ira, sino que era propicio con ellos, castigando para perfeccionar lo comenzado, no para condenar con un rechazo definitivo. Luego Dios fue castigador en todas las inclinaciones de sus ánimos. ¿Y cómo lo fue en Samuel? ¿Dónde encontramos esas "venganzas" esos castigos que le infligió? Estoy hablando a los cristianos, que ya han conocido a Cristo, que vino a este mundo sobre el escabel de sus pies, y que los ha amado también a ellos hasta derramar por ellos su sangre. Que conozcan cómo son azotados incluso los que ya han progresado mucho. Preguntamos por el castigo de Moisés; casi no tiene ninguno, a no ser al final de su vida, cuando Dios le dice: Sube al monte (Abarín) (el monte Nebo) (...) y en el monte morirás, (...), lo mismo que tu hermano Aarón murió en el monte Hor (...), por haber sido infieles en medio de los israelitas en las aguas de Meribá y en el desierto de Sin. Le dice a un anciano: morirás. Moisés ya había terminado su vida. ¿Acaso no iba a morir nunca? ¿Cuál fue entonces su castigo? En lo que le dice: no entrarás en la tierra de promisión22, en la que había de entrar su pueblo. Moisés simbolizaba a otras personas. ¿Acaso al que entró en el reino de los cielos le era muy doloroso el castigo de no entrar en aquella tierra que se prometió temporalmente, como un signo, y luego desaparecería? ¿No entraron en ella muchos traidores; y los que vivieron en ella no perpetraron muchos crímenes, y ofendieron a Dios? ¿No introdujeron la idolatría en esa misma tierra prometida? ¿Fue un enorme castigo haber privado a Moisés de aquella tierra? Pero lo que Dios pretendía, era mostrar que Moisés representaba a aquellos que estaban bajo la Ley, porque la Ley fue dada por medio de Moisés. Y así dio a conocer a los que quieran vivir bajo la Ley, y no bajo la gracia, los cuales no entrarán en la tierra de promisión. Luego entonces, lo que se le dijo a Moisés era una figura, no un castigo. ¿Qué castigo podía ser la muerte de un anciano? ¿Y qué castigo el no haber entrado en la tierra donde entraron los indignos de ella? Y de Aarón ¿Qué es lo que se dijo? Que también murió anciano, y sus hijos le sucedieron en su sacerdocio23: Después de su muerte ejerció el sacerdocio su hijo Eleazar: ¿Dónde está, entonces, la "venganza" de Dios sobre Aarón? Igual sucedió con el santo Samuel: murió anciano, dejando como sucesores a sus hijos24. Busco cuál fue el castigo y la venganza de Dios en estos varones, y juzgando con criterios humanos no los encuentro: en cambio, si me atengo a lo que sé de los sufrimientos que han padecido algunos siervos de Dios: todos los días había en ellos castigos. Leed e indagad las Escrituras, y veréis los castigos a ellos infligidos. Y los que vais progresando, soportad esos sufrimientos. Cotidianamente soportaban las contradicciones del pueblo; cada día toleraban a los que vivían inicuamente, y se veían obligados a vivir entre los que todos los días tenían una vida reprensible. Este era su castigo. Si alguien lo juzga como pequeño, es que no ha progresado en su perfección. Tanto más te disgustará la injusticia ajena, cuanto más distante esté de la tuya. Cuando logres ser buen trigo, hierba buena de buena semilla, hijo del reino; cuando comiences a dar fruto, entonces te aparecerá la cizaña; cuando creció la hierba, y dio fruto, entonces apareció la cizaña. Al comenzar a aparecer la cizaña, te verás en medio de los malos. Querrás apartarte de los malos, o separar de la Iglesia a todos los malos, pero te lo impedirá la sentencia del Señor, que dice: Dejad crecer a ambos hasta el tiempo de la siega; no sea que, al querer arrancar la cizaña, arranquéis con ella el trigo25. Por decreto de Dios será necesario soportar la cizaña, y por tu condición de siervo, no hay más remedio que vivir entre la cizaña: separarte de ella no puedes; debes tolerarla. Mira cuántas calamidades soportas en el corazón, tú que con tu cuerpo sano, vives entre los malos. Esto lo experimentáis los que ya habéis progresado en el bien, y lo experimentaréis los que ya hayáis comenzado en ese progreso. Sí, estas cosas deben ser toleradas, y quizá tiene esto relación con lo que dice el Evangelista S. Lucas: El siervo que conoce la voluntad de su señor, y no la cumple, recibirá muchos azotes26. En muchos de nosotros, cuanto más conocemos la voluntad de Dios, más crece el sentido de culpa; y cuanto más éste aumenta, tanto más nos refugiamos en el llanto y las lágrimas. Veamos, pues, cuánta es la bondad que Dios exige de nosotros, y en cuánta imperfección estamos aún postrados, y cómo se cumple en nosotros lo que está escrito: El que acumula sabiduría, acumula también dolor27. Que abunde en ti la caridad, y te dolerán más los pecados de los malos. Cuanto mayor sea tu amor, tanto más te torturará aquel que toleras: pero no será para que te enojes con él, sino para que te duelas por él.

13. Mira lo que padecía el Apóstol Pablo; fíjate en lo que padecía, y quién lo padecía. Después de haber enumerado muchas cosas que sufría, y dejando a un lado los padecimientos externos, que le venían de los perversos perseguidores de Cristo, dice así: además de aquellos sufrimientos externos, está el combate de cada día, la preocupación por todas las iglesias. Recordad qué solicitud tan paternal y maternal tenía; y veréis cómo era herido y cómo castigado por todos los afectos de su ánimo, en los que Dios suele castigar: ¿Quién enferma, sin que yo no enferme? ¿Quién sufre escándalo, sin que a mí no me dé fiebre?28 Cuanto mayor es la caridad, tanto mayores son las heridas por los pecados ajenos. Él había recibido, bien lo sabemos, el aguijón de la carne, un ángel de Satanás que lo abofeteaba. He aquí cómo Dios se mostraba propicio castigando las inclinaciones de su ánimo. ¿Cuáles son estos movimientos de su ánimo, que Dios castigaba? El mismo Apóstol las expone, diciendo: Para que no me enorgulleciese por la magnitud de mis revelaciones (recibidas), se me ha metido una espina en la carne: un ángel de Satanás que me abofetea para que no me engría; era tan perfecto, que podía surgir el temor de la soberbia. Dios no pondría medicamento donde no hubiera herida. Y el Apóstol le pidió que le quitase aquel doloroso medicamento: Tres veces supliqué al Señor que me lo quitase. El enfermo pide ser liberado del medicamento, es decir, la espina de la carne que lo abofeteaba. Y el Señor me respondió: Te basta mi gracia; pues la fuerza se perfecciona en la debilidad29. Yo conozco a quién estoy curando; no debe el enfermo darme consejos. Es como un emplasto mordaz, que te quema, pero te cura. Le ruega al médico que se lo quite, pero no lo hará hasta ver curada la herida. La fuerza se perfecciona en la debilidad. Por tanto, hermanos, quienes progresemos en Cristo, no creamos que vayamos a estar sin ningún flagelo. Por mucho que progresemos, él conoce nuestros pecados; y a veces nos los muestra a nosotros para que los conozcamos. Y cuando ya los hombres no encuentren nada que reprender en nosotros, sí lo reprende el que lo sabe todo, y nos castiga nuestros afectos precisamente porque nos es propicio; pues si no nos castigara y nos abandonase, pereceríamos. Oh Dios, tú fuiste propicio con ellos, y un Dios vengador de todas sus maldades.

14. [v.9]. Exaltad al Señor Dios nuestro. Sí, exaltémoslo de nuevo. El que es bueno, incluso cuando castiga, ¿Cómo no ha de ser alabado y ensalzado? Tú puedes mostrarte así con tu hijo, ¿y Dios no va a poder? Tú no eres bueno con tu hijo cuando lo acaricias, y malo cuando lo castigas. Eres padre cuando lo acaricias para animarlo, y eres padre cuando le pegas para apartarlo del mal. Ensalzad al Señor Dios nuestro, y adoradle en su monte santo, porque santo es el Señor nuestro Dios. Como dijo más arriba: Exaltad al Señor nuestro Dios, y adorad el escabel de sus pies. Y ya hemos comprendido lo que significa adorar el escabel de sus pies: interpretémoslo ahora así. Y después de la exaltación del Señor nuestro Dios, no sea que alguien lo fuera a exaltar fuera de su monte santo, nos ha recordado su monte. ¿Cuál es su monte? Hemos leído en otro lugar de la Escritura que una piedra, sin intervención de las manos de nadie, se desprendió de un monte y destruyó todos los reinos de la tierra, y se hizo una enorme piedra. Esto que os narro es una visión del profeta Daniel. Creció esta piedra, dice el profeta Daniel, hasta el punto de llenar toda la superficie de la tierra30. Adoremos en este gran monte, si queremos ser oídos. Los herejes no adoran en este monte, porque llena toda la tierra, y ellos se quedaron en una parte solamente, y lo perdieron todo. Si reconocieran la Iglesia Católica, adorarían en este monte, junto con nosotros. Vemos realmente cuánto creció, cuántas regiones ocupó y a cuántas naciones llegó la piedra desgajada del monte sin las manos humanas. ¿Cuál es el monte de donde se desgajó la piedra sin manos? El reino judío, porque ante todo adoraba a un solo Dios. De aquí se desgajó la piedra, nuestro Señor Jesucristo. Él dijo: La piedra que desecharon los arquitectos, se ha convertido en piedra angular31. Esta piedra desprendida del monte sin la intervención de manos humanas, quebró todos los reinos de la tierra. ¿Cuáles eran los reinos de la tierra? Los reinos de los ídolos; los reinos de los demonios fueron destruidos. Reinaba Saturno sobre muchos hombres. ¿Dónde está su reino? Y lo mismo Mercurio. ¿Dónde está su reino? Esos reinos se han integrado en el reino de Cristo, en los cuales él reinaba. ¡Qué espléndido reino tenía en Cartago la diosa Celeste! ¿Dónde ha ido a parar el reino de la tal Celeste? Aquella piedra, desgajada del monte sin manos de nadie pulverizó todos los reinos de la tierra. ¿Qué significa "desgajada del monte sin manos? Que nació de la nació judía sin intervención humana. Todos los nacidos vienen de la unión marital. El nacido de la Virgen, nació "sin manos", por "manos" entendemos la intervención humana. ¿Qué manos humanas intervinieron donde no hubo abrazo marital, teniendo lugar, no obstante, la fecundación? Luego aquella piedra nació del monte sin intervención de manos humanas. Creció, siguió creciendo, y destruyó todos los reinos de la tierra. Pero se hizo una gran montaña que llenó toda la faz de la tierra. Esta es la Iglesia católica, a cuya comunión vosotros os gozáis de pertenecer. Los que no se comunican con ella, porque adoran y alaban a Dios fuera de ese monte, no son escuchados en lo que se relaciona a la vida eterna, aunque lo sean en cuanto a algunas cosas temporales. No se lisonjeen, pues, si Dios los oye en algunas cosas, porque también oye a veces a los paganos. ¿No claman a Dios los paganos que haya lluvia, y llueve? ¿Por qué? Porque hace salir el sol sobre buenos y malos y envía la lluvia sobre justos y malvados32. Así que no te gloríes, pagano, porque clamas a Dios y llueve, puesto que llueve también sobre los justos y los impíos. Te oyó en algo temporal, pero no te oirá sobre las cosas eternas, si no lo adoras en su monte santo. Adorad al Señor en su monte santo, porque Santo es el Señor, nuestro Dios.

15. Baste ya a vuestra Caridad todo esto que os he hablado como comentario a este salmo, según lo que el Señor me lo ha concedido. Todo lo que os voy diciendo en el nombre de, Dios, dado que es Dios mismo quien os habla por medio de mí, es como un rocío de Dios. Mirad a ver qué clase de tierra sois. Porque cuando la lluvia cae sobre buena tierra, da buenos frutos; si es mala tierra, produce espinas: y la lluvia es favorable a los frutos y a las espinas. Quien después de haber oído estas palabras, se hizo peor, y engendró espinas por la lluvia, que espere el fuego, y no recrimine a la lluvia. El que se hizo mejor, y produjo buen fruto, debido a la buena tierra, espere el granero y alabe la lluvia. Pues ¿qué son las nubes, o qué es la lluvia, sino la misericordia de Dios, que obra el bien en aquellos que ama, y a quienes concedió ser amado por ellos?