Traductor: P. Miguel Fuertes Lanero O.S.A.
Sermón al pueblo
1. [v. 2]. Suelen los judíos, conocidos de todos como enemigos declarados del Señor Jesucristo, gloriarse, por el salmo que hemos cantado, y que dice: Dios es conocido en Judea; su nombre es grande en Israel, y así insultando a los gentiles, de los cuales Dios no sería conocido, y afirmar que Dios es conocido únicamente por ellos, ya que al decir el profeta: Dios es conocido en Judea, sería desconocido en las demás partes. Dios ciertamente es conocido en Judea, si es que entienden qué cosa es Judea. Porque en realidad Dios es sólo conocido en Judea. Eso mismo decimos nosotros: que si alguien no estuviese en Judea, no podría conocer a Dios. Pero ¿qué dice el Apóstol? El verdadero judío lo es en el interior; el que tiene la circuncisión del corazón, no por letra, sino por el espíritu1; luego hay judíos por la circuncisión de la carne, y los hay por la circuncisión del corazón. Muchos de nuestros padres, santos ellos, tenían la circuncisión de la carne como signo de la fe, y otros la del corazón, que era la fe misma. Degenerando de tales padres, los judíos ahora se glorían del nombre, habiendo perdido las obras. Y por haber degenerado de estos padres, continuaron siendo judíos en la carne y paganos en el corazón. Pro ceden estos judíos ciertamente de Abrahán, del cual nació Isaac, y de éste Jacob, y de Jacob los doce patriarcas, y de ellos todo el pueblo judío. Fueron llamados judíos principalmente porque Judá era uno de los doce hijos de Jacob, patriarca entre los doce, a cuya descendencia fue dado obtener el reino a los judíos. Pues todo aquel pueblo, atendiendo al número de los doce hijos de Jacob, estaba constituido por otras tantas tribus. Se llamaban tribus a las diversas curias o agrupaciones de pueblos. Aquel pueblo estaba compuesto de doce tribus; una de ellas era la de Judá, de la cual procedían los reyes; otra la de Leví, de la que procedían los sacerdotes. Pero dado que a los sacerdotes que servían en el templo, no se les repartió tierra2, y era necesario dividir toda la tierra de promisión en doce partes, para las doce tribus, al exceptuar a una tribu, que era de gran dignidad, la tribu de Leví, la tribu sacerdotal, habrían quedado sólo once, de no haberse completado el número doce por la adopción de los dos hijos de José. Poned atención a cómo sucedió esto. José era uno de los doce hijos de Jacob. Se trata de aquel José que los hermanos vendieron, y fue llevado a Egipto. Allí, como premio a su castidad, fue elevado a una alta dignidad, asistiéndole Dios en todas sus obras. En Egipto recibió a sus hermanos, por quienes había sido vendido; y también a su padre, cuando por causa del hambre bajaron a Egipto en busca de alimento. José tuvo dos hijos: Efraím y Manasés. Al morir Jacob, hizo testamento, y adoptó a estos dos nietos suyos en el número de sus hijos, diciendo a su hijo José: Los demás hijos que te nazcan serán tuyos; éstos son míos, y dividirán la tierra con sus hermanos3. Todavía no había sido entregada, y menos aún dividida la tierra de promisión, pero Jacob hablaba profetizando en el Espíritu. Con la adopción de los dos hijos de José, se completó el número de doce tribus, que, en realidad llegó al número de trece, ya que en lugar de la tribu de José, fueron puestos sus dos hijos. Pero exceptuando la tribu de Leví, la de los sacerdotes, que servía al templo, y vivía de los diezmos de las restantes tribus, entre las cuales se había dividido la tierra, las tribus que quedaron son doce. Una de ellas era la de Judá, de la que procedían los reyes. En realidad el primer rey, Saúl4, era de otra tribu, pero fue rechazado por ser un rey malvado. Después se dio como rey a David, de la tribu de Judá5; y sus descendientes, también de la misma tribu, fueron ya los reyes. Jacob había hablado así cuando bendijo a sus hijos: No le faltará el cetro de la mano de Judá, ni el bastón de mando de entre sus rodillas, hasta que venga aquél a quien se le ha prometido6. Efectivamente, de la tribu de Judá procede nuestro Señor Jesucristo. Él es, como lo dice la Escritura, y lo acabáis de oír ahora, de la estirpe de David, nacido de María7. Por otra parte, en lo que se refiere a la divinidadde nuestro Señor Jesucristo, por la que es igual al Padre, no sólo existe antes de los judíos, sino también antes de Abrahán8; y no sólo antes de Abrahán, sino antes de Adán; y más aún, antes del cielo y de la tierra, y antes del tiempo, porque todas las cosas fueron hechas por él, y sin él nada se hizo9. Y así está expresado en la profecía: No faltará el príncipe de Judá, ni el bastón de mando de entre sus rodillas, hasta que venga aquél a quien se le ha prometido; si se examinan los tiempos antiguos, se ve que los judíos siempre tuvieron reyes de la tribu de Judá, y de ahí les viene el llamarse judíos. Y el primer rey extranjero que tuvieron fue el conocido Herodes, que reinaba cuando nació el Señor10. A partir de Herodes comenzaron los reyes extranjeros. Antes de él fueron todos de la tribu de Judá, hasta que vino el que había sido prometido. Así que desde que vino el Señor, se vino abajo el reinado judaico, y el reino se les ha quitado a los judíos. Ahora no tienen reino, porque no quieren reconocer al verdadero rey. Pensad a ver si ahora deberán ser llamados judíos; os daréis cuenta de que no deben ser llamados de ese modo. Ellos por su propia voz abdicaron del nombre de judíos, de suerte que no son dignos de llamarse así, de no ser únicamente por la carne. ¿Cuándo abdicaron de ese nombre? Al gritar y ensañarse contra Cristo, es decir, contra la estirpe de Judá, contra la descendencia de David. Pilato les dijo: ¿Voy a crucificar a vuestro rey? A lo que ellos contestaron: Nosotros no tenemos otro rey que el César11. ¡Oh judíos, que os llamáis así, y no lo sois! Si no tenéis más rey que el César, desapareció el príncipe de Judá; y después vino aquél a quien se le había prometido la realeza. Así que los verdaderos judíos son los que de judíos se han hecho cristianos; los demás judíos, que no creyeron en Cristo, merecieron también perder el nombre de judíos. La verdadera Judea es la Iglesia de Cristo, que cree en aquel rey que viene de la tribu de Judá por la Virgen María, que cree en aquel del cual decía el Apóstol, escribiendo a Timoteo: Acuérdate, según mi Evangelio, que Jesucristo, de la estirpe de David, resucitó de entre los muertos12. David procede de Judá, y de David nuestro Señor Jesucristo. Nosotros, creyendo en Cristo, pertenecemos a Judá; nosotros no hemos visto a Cristo con nuestros ojos, pero lo conocemos reteniéndolepor la fe. Que no insulten, pues, los judíos, que ya no lo son, pues gritaron: Nosotros no tenemos otro rey que el César. Más les habría convenido que su rey hubiera sido el Cristo, de la estirpe de David, de la tribu de Judá. Sin embargo, como el mismo Cristo, de la descendencia de David, según la carne, Dios sobre todas las cosas, digno de ser bendecido por los siglos; él es nuestro rey y nuestro Dios: nuestro rey, en cuanto que nació de la tribu de Judá según la carne, Cristo Señor y Salvador; y nuestro Dios, en cuanto que existe antes de Judá, y antes del cielo y de la tierra, por quien fueron hechas todas las cosas tanto espirituales como corporales. Si todas cosas han sido hechas por medio de él, también María, de la que él nació, fue hecha por medio de él. ¿Cómo, entonces, nació como el resto de los hombres, el que se hizo la propia madre, de la que nació? Él es el Señor, como dice el Apóstol, hablando sobre los judíos: A ellos pertenecen los patriarcas, y de ellos ha nacido Cristo, según la carne, que está sobre todo, Dios bendito por los siglos13. Y puesto que los judíos vieron a Cristo y lo crucificaron, no vieron a Dios. Los gentiles, en cambio, que a pesar de no haber visto a Cristo, han creído en él, sí han conocido a Dios. Si Dios, que estaba en Cristo reconciliando el mundo consigo14, se dio a conocer a los judíos, y éstos le crucificaron, porque no conocieron a Dios oculto en la carne, apártese la que se llama Judea y no lo es, y acérquese la verdadera Judea, aquella a la que se le dice: Acercaos a él, y seréis iluminados, y vuestros no se avergonzarán15. El rostro de la verdadera Judea no tiene por qué avergonzarse. Efectivamente, oyeron y creyeron, y surgió la Iglesia, la verdadera Judea, en la cual es conocido Cristo, que es hombre de la estirpe de David y Dios por encima de David.
2. Dios es conocido en Judea; su nombre es grande en Israel. También debemos de entender de Israel lo mismo que de Judea: Así como ellos no son los verdaderos judíos, así tampoco son los verdaderos israelitas. ¿Qué significado tiene Israel? El que ve a Dios. ¿Y cómo es que ellos vieron a Dios cuando caminaba en la carne entre ellos, si lo mataron al tenerle por un hombre? Cuando resucitó apareció como Dios a todos los que él quiso manifestarse. Son dignos de llamarse Israel aquellos que supieron conocer a Cristo como Dios, cuando se hallaba en la carne, y por lo mismo, no despreciaron lo que veían, sino que adoraron lo que no veían. No viéndole los gentiles con sus ojos, sin embargo han reconocido con su espíritu humilde al que no veían, y lo han aceptado por la fe. Así que quienes lo vieron con sus ojos lo mataron, y los que lo vieron con la fe, lo adoraron. Su nombre es grande en Israel. ¿Quieres ser Israel? Fíjate en aquel del cual dijo el Señor: He aquí un verdadero israelita, en el cual no hay engaño16. Si en el verdadero israelita no hay engaño, los mentirosos y falaces no son verdaderos israelitas. Que no digan éstos que Dios está con ellos, y que su nombre es grande en Israel. Demuestren que son israelitas, y concederé que el nombre de Dios es grande en Israel.
3. [v. 3]. Su tienda está en la paz, y su morada en Sión. También Sión es como la patria de los judíos; aunque la verdadera Sión es la Iglesia de los cristianos. La interpretación literal de los nombres hebreos sería ésta: Judea significa "confesión"; Israel "el que ve a Dios". Después del nombre de Judea, viene el de Israel; así está en este texto: Dios es conocido en Judea; su nombre es grande en Israel. Confiesa primero tus pecados, y así se hace en ti un lugar para Dios; porque su lugar está en la paz. Mientras no confieses tus pecados, es como si estuvieras luchando con Dios. ¿Cómo vas a decir que no luchas con aquel a quien desagrada lo tú lo alabas? Él castiga al ladrón, tú alabas el hurto; él castiga al ebrio, y tú alabas la embriaguez. Luchas contra Dios; no le preparaste un lugar en tu corazón, porque su lugar está en la paz. ¿De qué modo comenzarás a estar en paz con Dios? Confesándole a él tus pecados. He aquí la voz de un salmo, que dice: Comenzad por la confesión con Dios17. ¿Qué significa esto? Comenzad uniéndoos a Dios. ¿Cómo? Rechazando lo que también a él le desagrada. A él le desagrada tu mala vida; si te agrada a ti, te apartas de él; si te desagrada, por la confesión te unes a él. Mira cuán desemejante eres a él, siendo así que por la misma desemejanza te desagradas a ti mismo. Tú, hombre, has sido hecho a imagen de Dios. Por una mala y perversa borraste, destruiste en ti la imagen de tu Creador. Te hiciste desemejante. ¿Te miras y te desagradas? Ya comenzaste a hacerte semejante a él, porque te desagrada lo mismo que le desagrada a Dios.
4. Pero ¿cómo soy semejante a él, me dirás, cuando aún me desagrado a mí mismo? Recuerda que se dijo: Comenzad. Comienza por la confesión a alabar al Señor, y terminarás por la paz. Aún estás en lucha contra ti. Todavía se te declara la guerra no sólo contra las sugestiones del diablo, contra el príncipe de la potestad de este aire, que actúa en los hijos de la incredulidad, contra el diablo y sus ángeles, espíritus de maldad18; no sólo contra éstos se te declara la guerra, sino contra ti mismo. ¿Cómo contra ti mismo? Sí, contra tus malos hábitos contraídos, contra tu inveterada mala vida, que te arrastra a tus malas costumbres, y te impide encaminarte a la vida nueva. Se anuncia una vida nueva, y tú eres viejo; sientes el gozo de la nueva vida, pero se te echa encima el peso de la vieja. Por tanto comienza a darse una guerra contra ti mismo. Pero de cualquier modo que te desagrades, te vas uniendo a Dios; desde cualquier punto de vista que te unas a Dios, serás capaz de vencerte, porque contigo está el que todo lo puede. Fíjate lo que dice el Apóstol: Con mi espíritu sirvo a la ley de Dios, pero con la carne, a la ley del pecado19. ¿Cómo con mi espíritu? Porque te desagrada tu mala vida. ¿Cómo con la carne? Porque no faltan las incitaciones y placeres perversos; pero por lo mismo que con el espíritu te unes a Dios, vences en ti lo que no quieres ejecutar. En parte te adelantas, y en parte te retrasas; llévate a ti mismo a aquel que te eleva. Eres abatido por el peso del hombre viejo. Alza tu voz y grita: ¡Pobre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? ¿Quién me librará de aquello que me oprime? Porque el cuerpo corruptible oprime al alma20. ¿Quién me librará? La gracia de Dios por Jesucristo, Señor nuestro21. ¿Y por qué permite que luches contra ti por tanto tiempo, es decir, hasta que se destruyan tus malos deseos? Para que reconozcas en ti tu propio castigo. En ti mismo está el azote que procede de ti. Contigo se libra tu combate. De este modo se castiga al rebelde contra Dios; siendo él mismo, que no quiso tener paz con Dios, ahora lucha contra sí mismo. Ten a raya tus miembros; resiste a tus malos deseos. ¿Ha resurgido la ira? Únete a Dios y reprímela; podrá excitarse, ero no encontrará armas. Al lado de tu ira está el arrebato; a tu lado están las armas. Que el arrebato quede inerme, y vaya aprendiendo a no excitarse, al ver que se irritó inútilmente.
5. Digo esto, hermanos carísimos, no sea que quizá porque dije: Con la carne sirvo a la ley del pecado, creáis que podéis consentir vuestros impulsos carnales. Aunque ahora no pueden menos de existir los deseos carnales, no por eso ha de consentirse en ellos. Por eso el Apóstol no dijo: que no haya pecado en vuestro cuerpo mortal. Bien sabe él que mientras el cuerpo es mortal, el pecado está en él. Pero ¿qué dice? Que no reine el pecado en vuestro cuerpo mortal. ¿Qué quiere decir que no reine? Él mismo lo explica: Que no reine de modo que obedezcáis sus apetencias22. Los deseos ahí están, existen; pero tú no te sometes a ellos, no les haces caso, no los consientes. En ti está el incentivo del pecado. Pero ha perdido su reino cuando en ti no reina el pecado. Por fin, será destruido el último enemigo, la muerte23. Entonces ¿qué se nos promete, en lo que se nos dijo: Con el espíritu sirvo a la ley de Dios, pero con la carne a la ley del pecado?24 Escucha la promesa: no siempre la carne estará con deseos ilícitos. En efecto, resucitará y cambiará; y cuando esta carne mortal se haya cambiado en cuerpo espiritual, ya no habrá concupiscencias mundanas; no halagará al alma y la apartará de la contemplación de Dios. Tendrá lugar en ella lo que dice el Apóstol: El cuerpo está ciertamente muerto por el pecado, pero el espíritu vive por la justicia. Si el que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó a Jesucristo de entre los muertos, vivificará también vuestros cueros mortales por la acción de su Espíritu, que habita en vosotros25. Por lo tanto, cuando hayan sido vivificados nuestros cuerpos, habrá paz verdadera, allí donde hay lugar para Dios. Pero debe preceder la confesión. Dios es conocido en Judea. Por eso, confiesa primero. Su nombre es grande en Israel; no lo ves todavía en la realidad; míralo con la fe, y se cumplirá en ti lo que sigue: y ha puesto su lugar en la paz, y su morada en Sión. Sión quiere decir "contemplación". Ya lo dije ayer, y veo aquí presentes algunos hermanos que oyeron ayer también lo que significa contemplación. Veremos a Dios cara a cara26. Aquí se nos promete a aquel en quien creemos ahora sin verle. ¿Cómo nos alegraremos cuando le veamos? Si ahora, hermanos, nos causa tanto gozo la promesa, ¡Cuánto nos causará su cumplimiento! Pues nos dará lo que prometió. ¿Y qué es lo que nos prometió? A sí mismo, para que nos gocemos en su presencia y de su contemplación. Y ninguna otra cosa nos deleitará, porque nada hay mejor que aquel que hizo todas las cosas que deleitan. Su lugar está en la paz, y su morada en Sión: es decir, por la contemplación y la visión se realiza en nosotros una morada suya en Sión.
6. [v. 4]. Allí quebró la fortaleza de los arcos, el escudo, la espada y la guerra. ¿Dónde los quebró? En aquella paz eterna, en aquella paz perfecta. Y desde ahora, hermanos míos, los que creen con rectitud, se dan cuenta de que no se debe presumir de sí mismos; y quiebran todo el poder de las amenazas, y todas aquellas armas que tienen para dañar. Todo lo que tenían ellos por grande, con lo que temporalmente se defendían, y proseguían la guerra que habían declarado contra Dios, defendiendo sus pecados, todo eso allí lo quebró Dios.
7. [v. 5]. Iluminando tú maravillosamente desde los montes eternos. ¿Quiénes son los montes eternos? Aquellos que Dios ha hecho eternos. ¿Y quiénes son los "montes grandes"? Los predicadores de la verdad. Tú iluminas, pero desde los montes eternos; los primeros en recibir tu luz son los montes grandes, y con la luz que de ti reciben los montes, la tierra queda iluminada. Aquellos grandes montes que recibieron la luz son los Apóstoles, y la recibieron como primicias del sol naciente. Pero ¿acaso retuvieron para sí la luz que habían recibido? No, porque si no, se loes habría dicho: Siervo malo y perezoso, deberían haber dado mi dinero a los banqueros27. Luego si no retuvieron para sí lo que recibieron, sino que lo predicaron por todo el mundo, resulta que tú eres el que iluminas admirablemente desde los montes eternos. A ellos los hiciste eternos, y por su medio prometiste a los demás la vida eterna: Iluminando tú admirablemente desde los montes eternos. Magníficamente, y con toda intención está expresado explícitamente tú, para que nadie piense que a él lo iluminan los montes. Porque muchos, creyendo que eran iluminados por los montes mismos, han hecho divisiones de esos montes, formando partidos o bandos, y terminando ellos destrozados. Por ejemplo algunos —no digo quiénes— que se eligieron para sí a Donato, y otros que se reservaron para sí a Maximiano. (No sé quiénes se reservaron para sí al uno ni al otro). ¿Por qué creen que su salvación está en los hombres, y no en Dios? ¡Oh hombre!, a ti te llega la luz por medio de los montes; pero es Dios quien te ilumina, no los montes. Iluminando tú, dice; tú, no los montes. Tú iluminas desde los montes eternos, ciertamente; pero eres tú el que iluminas. Por eso se dice en otro salmo: Levanto mis ojos a los montes, de donde me vendrá el auxilio28. ¿Pues qué, se halla en los montes tu esperanza, y de allí te vendrá el auxilio? ¿Te has quedado en los montes? Mira a ver lo que haces. Algo hay sobre los montes. Encima de los montes está aquel que hace temblar a los montes. Así dice: Levanté mis ojos a los montes, de donde me vendrá el auxilio. Pero ¿cómo sigue? El auxilio — dice — me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra29. Levanté mis ojos a los montes, ciertamente, porque por los montes me fueron mostradas las Escrituras. Pero tengo puesto mi corazón en aquel que ilumina a todos los montes.
8. Por tanto, hermanos, todo esto está dicho para que ninguno de vosotros pretenda poner su esperanza en el hombre. El hombre es algo mientras esté unido a aquel por quien fue hecho. Porque si se aparta de él, nada es el hombre, aun cuando se una a los montes. Tú recibe el consejo del hombre teniendo en cuenta aquel que ilumina al hombre. También tú puedes acercarte a aquel que te habla por medio del hombre, ya que no se acerca a él y te rechaza a ti. Aquel que se acerca a Dios, para que Dios habite en él, a este tal le desagradan aquellos que no ponen en Dios su esperanza. Se nos dio un cierto ejemplo cuando algunos pretendieron dividir entre sí a los Apóstoles, originando un cisma, cuando dijeron: Yo soy de Pablo, yo de Apolo, yo de Cefas, es decir, de Pedro. Primeramente el Apóstol se lamenta por lo que han hecho, y les dice: ¿Es que Cristo se ha dividido? Y después se elige a sí mismo entre los que deben ser tenidos en poco por ellos, diciéndoles: ¿Acaso fue Pablo crucificado por vosotros, o fuisteis bautizados en nombre de Pablo?30 Fíjate cómo el buen monte busca la gloria, pero no la suya, sino la de aquel por quien son iluminados los montes; no quería que se pusiera la confianza en sí mismo, sino en aquel en quien él mismo confiaba. Luego todo aquel que pretenda entregarse de tal modo al pueblo, que ocasione alguna perturbación, o arrastre en pos de sí a las gentes, y por su causa haya división en la Iglesia, no es de aquellos montes a los que ilumina el Altísimo. ¿Entonces qué es? Es un entenebrecido por sí mismo, no un iluminado por Dios. ¿Y Cómo se conocen estos montes? Cuando en la Iglesia se origina algún tumulto contra los montes de Dios, sea debido a sediciones populares de hombres carnales, sea debido a algunas falsas conjeturas humanas, el buen monte aparta de sí a todos los que por su causa quieren apartarse de la unidad. De este modo el permanecerá en la unidad, si por él no se divide la unidad. Por el contrario, se separan de la unidad aquellos que se complacen en los que se apartan de la universalidad de los fieles del mundo entero, por seguir su nombre. Engreídos por todo esto, son repelidos por Dios. Sin embargo, éstos mismos serán exaltados, si logran humillarse como se humilló el Apóstol, diciendo: ¿Acaso Pablo fue crucificado por vosotros? Y también: Yo planté, Apolo regó, pero sólo Dios dio el crecimiento31. Luego ni el que planta ni el que riega tiene importancia, sino Dios que da el crecimiento. Tales montes son humildes en sí mismos, pero excelsos en Dios: porque el que exalta será humillado; y el que se humilla, será exaltado32. Por lo tanto, esos cismáticos que ponen su mirada en sus altanerías, amargan a los hombres pacíficos en la Iglesia. Aquéllos quieren consolidar la paz; éstos siembran entre ellos la discordia. ¿Y qué dice de ellos otro salmo? Los que ofenden y amargan, que no se engrían en sí mismos33. Tú eres el que iluminas. Fíjate bien en esto: Tú iluminas admirablemente desde los montes eternos.
9. [v. 6]. Todos los insensatos de corazón han sido turbados. La verdad ha sido predicada; se ha dado a conocer la vida eterna; se anunció que hay otra vida, distinta de ésta de la tierra, y los hombres iluminados con la luz de los montes iluminados despreciaron la vida presente y amaron la futura. Pero los insensatos de corazón se conturbaron. ¿Cómo se conturbaron? Por la predicación del Evangelio. Se preguntaban: ¿Qué es la vida eterna? ¿Y quién es el que ha resucitado de entre los muertos? Los atenienses quedaron atónitos al hablarles Pablo el apóstol de la resurrección de los muertos, y pensaban que hablaba de no sé qué fábulas34. Pero como les hablaba de que había otra vida que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni se imaginó el corazón del hombre35, por eso se turbaron los necios de corazón. Pero ¿qué fue lo que les sucedió? Que durmieron su sueño, y nada encontraron en sus manos todos estos hombres ricos. Amaron las cosas presentes, y se durmieron en medio de ellas, y así les resultaron deliciosas estas cosas presentes, como aquel que contempla en sueños haber encontrado un tesoro, y se siente rico mientras no despierta. El sueño lo hizo rico, y el despertarse lo hizo pobre. Quizá le sorprendió el sueño estando sobre la tierra, en suelo duro, siendo pobre, o quizá mendigo; sin embargo vio en sueños que estaba acostado en una cama de oro y de marfil y sobre un colchón de finísimas plumas; mientras dormía, dormía a gusto; y al despertar se en encuentra con el duro lecho en que le sorprendió el sueño. Así les pasa a éstos: vinieron a esta vida, y por las codicias temporales llegaron como a adormecerse aquí, y se apoderaron de ellos las riquezas y las vanas y caducas frivolidades, que pasaron. Y no se dieron cuenta del bien que podían haber sacado de ellas. Si hubieran conocido la otra vida, habrían adquirido de ella muchos tesoros a costa de lasa cosas perecederas. Así fue como hizo Zaqueo, jefe de los publicanos, el cual, viendo aquel bien, cuando recibió al Señor Jesús como huésped en su casa, dijo: Doy a los pobres la mitad de mis bienes, y si en algo defraudé a alguien, le pagaré cuatro veces más36. No se hallaba en éste la alucinación de los que sueñan, sino la fe de los despiertos. Por eso el Señor, que, como médico se acercó al enfermo, le anunció la salud, diciendo: Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque éste también es hijo de Abrahán37. Así sabéis que imitando nosotros la fe, somos hijos de Abrahán; en cambio los judíos, que se envalentonan de su origen carnal, se han degenerado en cuanto a la fe. Luego durmieron su sueño los hombres ricos, y nada encontraron en sus manos. Durmieron en sus concupiscencias. Les agrada este dormir, pero pasará este sueño, pasará esta vida, y no encontrarán nada en sus manos, porque nada depositaron en las manos de Cristo. ¿Quieres encontrar más tarde algo en tus manos? No desprecies ahora la mano del prójimo; atiende a las manos vacías, si quieres tener las manos llenas. Así dijo el Señor: Tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui peregrino, y me hospedasteis, etc. Y ellos: ¿Cuándo te vimos hambriento, sediento y peregrino? Y él les responde: Cuando lo hicisteis con uno de estos mis pequeñuelos, conmigo lo hicisteis38. Quiso sentir hambre en los pobres el que es rico y está en el cielo. ¡Y tú, hombre, dudas en dar al hombre, sabiendo que dando lo que das, se lo das a Cristo, de quien recibiste todo lo que das! Pero ellos durmieron su sueño, y nada encontraron en sus manos todos estos hombres ricos.
10. [v. 7]. Ante tu amenaza, ¡Oh Dios de Jacob!, se han adormilado todos los que se subieron a los caballos. ¿Quiénes son los que se subieron en los caballos? Los que no han querido ser humildes. No es pecado montar a caballo, sino envalentonarse contra Dios, y pensar que se halla constituido en alguna dignidad. Porque eres rico montaste a caballo; te amenaza Dios, y tú te duermes. Grande es la ira del que amenaza, grande es su ira: fíjese vuestra caridad en cómo es algo tremendo. La amenaza y la reprensión llevan consigo el estruendo; y el ruido y el estruendo suelen despertar a los hombres. De tanto peso es la voz del Dios que amenaza, que el salmista dice: Ante tu amenaza, ¡Oh Dios de Jacob!, se adormecieron todos los que se montaron a caballo. Mirad con qué sueño se durmió el Faraón, que se montó a caballo39, pues no despertó en su corazón, porque, debido a la amenaza, lo tenía endurecido. La dureza de corazón es su adormecimiento. Os pido, hermanos, que veáis de qué modo están dormidos aquellos que, resonando en toda la tierra el Evangelio, por el amén y el aleluya, aun así no quieren rechazar su vida vieja, y despertar a la nueva. La Escritura de Dios se conservaba entonces en Judea; ahora se canta en todo el mundo. En aquella única nación se decía antes que el Dios único que hizo el cielo y la tierra, debía ser honrado y adorado; ahora ¿dónde no se dice: Resucitó Cristo? Se le ultrajó en la cruz, pero su misma cruz, en la que fue ultrajado, ya se halla grabada en las frentes de los reyes. ¡Y todavía duermen! ¡Grande es la ira de Dios, hermanos! Mejor es para nosotros el haber oído a aquel que dice: Despierta, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y te iluminará Cristo40. Pero ¿Quiénes lo oyen? Los que no montaron a caballo. ¿Y quiénes son? Los que no se jactan ni se enorgullecen de su dignidad y potestad. Ante tu amenaza, ¡Oh Dios de Jacob!, se adormecieron los que se montaron a caballo.
11. [v. 8]. Tú eres terrible; ¿y quién resistirá frente a ti, al ímpetu de tu ira? Ahora duermen sin sentir al que está airado, ya que se airó para que durmiesen. Ahora, como están dormidos, no le sienten, pero lo sentirán al final, puesto que aparecerá como juez de vivos y muertos; ¿y quién resistirá entonces el ímpetu de tu ira? Ahora hablan lo que se les antoja, altercando contra Dios, y diciendo: ¿Quiénes son los cristianos? ¿Quién es Cristo? ¡Qué simples son los que creen lo que no ven, y renuncian a los placeres que ven, yendo en pos de la fe en las cosas que se ocultan a sus ojos! Estáis dormidos y gemís. Hablad, sí, contra Dios cuanto podáis. ¿Hasta cuándo los pecadores, Señor, hasta cuándo los pecadores se estarán gloriando? ¿Hasta cuándo su respuesta será la maldad?41 ¿Cuándo será que no respondan, y nadie hable, sino cuando entren dentro de sí mismos, y vuelvan contra ellos los dientes con los que ahora nos muerden, con los que nos desgarran por ser cristianos, riéndose y denigrando la vida de los santos? Recapacitarán y volverán sobre sí mismos, cuando les acontezca lo que se dice en el libro de la Sabiduría: Comentarán entre ellos, arrepentidos y gimiendo en la angustia de su espíritu; al ver la gloria de los santos, entonces dirán: Estos son aquellos de los en otro tiempo nos burlamos42. ¡Oh vosotros, los que habéis dormido un profundo sueño! Ahora sí estáis despiertos, y no encontráis nada en vuestras manos. Fijaos cómo tienen las manos llenas de la gloria de Dios aquellos a quienes como a pobres habéis despreciado. Debéis deciros algo a vosotros mismos, cuando ya no os opongáis a la ira de Dios ni con la acción, ni con la detracción, ni con la palabra ni el pensamiento, puesto que se os presentó claramente aquel a quien juzgasteis digno de irrisión, cuando se os anunciaba que había de venir. ¿Y qué es lo que dirán? Luego nos hemos salido del camino de la verdad, y la luz de la justicia no nos ha iluminado, ni el sol salió para nosotros43. ¿Cómo había de salir el sol de la justicia para los dormidos, ya que se durmieron ante la ira y la amenaza de Dios? Alguno podrá decirse esto: Mejor hubiera sido no subirme al caballo; y se pondrán ellos mismos a acusar a sus propios caballos. Mira cómo acusan a sus caballos, sobre los que se durmieron: Nos hemos desviado, dice la Escritura, del camino de la verdad, y no nos iluminó la luz de la justicia, ni nació el sol para nosotros. ¿De qué nos ha servido la soberbia? ¿Y qué bien nos ha reportado la jactancia de las riquezas? Todo esto se ha desvanecido como una sombra44. Se ve que has despertado en algún momento. Pero mejor hubiera sido no subirte al caballo, para no dormirte cuando debías estar despierto, y así habrías oído la voz de Cristo, y el mismo Cristo te habría iluminado. Tú eres terrible; ¿y quién resistirá, entonces, el ímpetu de tu ira? ¿Qué ocurrirá entonces?
12. [v. 9]. Desde el cielo enviaste el juicio; la tierra tembló y se apaciguó. La que ahora se turba, la que ahora habla, se asustará, y al final se tranquilizará. Mejor sería tranquilizarse ahora, para gozarse al final.
13. [v. 10]. La tierra tembló y se apaciguó. ¿Cuándo? Cuando Dios se levantó a juzgar, para salvar a todos los mansos de corazón. ¿Quiénes con estos mansos de corazón? Los que, relinchando los caballos, no se montaron en ellos, sino que humildemente confesaron sus pecados. Para salvar a todos los mansos de corazón.
14. [v. 11]. Porque el pensamiento del hombre te confesará, y los pensamientos restantes te celebrarán solemnes fiestas. El primero es ?el pensamiento?; los siguientes serían ?los pensamientos restantes?. ¿Cuál es el primer pensamiento? Aquel por el que empezamos: aquel buen pensamiento por el que empiezas a confesar. La confesión nos une a Cristo. Pero la confesión, es decir, el primer pensamiento origina en nosotros los restantes pensamientos; y esos pensamientos restantes te celebrarán solemnes fiestas. El pensamiento del hombre te confesará, y los pensamientos restantes te celebrarán solemnes fiestas. ¿Cuál es ese pensamiento, que confesará? Es el que condena la vida pasada: le desagrada lo que era, para lograr ser lo que aún no era. Este es el primer pensamiento. Pero como debes apartarte de los pecados, confesando a Dios por el primer pensamiento, de manera que no te olvides de que fuiste pecador, por lo mismo de haber sido pecador, celebras a Dios solemnes fiestas. Debemos todavía profundizar esto. El primer pensamiento lleva consigo la confesión y el alejamiento de la vida pasada; pero si te olvidaras de los pecados de que fuiste liberado, no darías gracias tu libertador, y no celebrarás solemnes fiestas a Dios. He aquí cómo realizó ese primer pensamiento de confesión Saulo, el apóstol ya convertido en Pablo. Al oír la voz del cielo, cuando perseguía a Cristo y se enfurecía contra los cristianos, pretendiendo apresarlos dondequiera los encontrase, para matarlos; oyó la voz del cielo: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?45, deslumbrado por la luz y ciego corporalmente, a fin de que viese interiormente, formuló el primer pensamiento de obediencia, pues cuando oyó: Yo soy Jesús Nazareno, a quien tú persigues, exclamó: Señor, ¿qué quieres que haga?46 Este es el pensamiento de la confesión, puesto que ya llama Señor a quien perseguía. Y el modo como celebraron las fiestas solemnes sus restantes pensamientos, lo acabáis de oír en el mismo Pablo, que se ha leído recientemente: acuérdate de que Jesucristo resucitó de entre los muertos, nacido del linaje de David, según mi Evangelio47. ¿Qué sentido tiene acuérdate? No se te olvide el pensamiento por el que primeramente confesaste, y permanezcan también en tu memoria los restantes pensamientos. Y mira cómo en otro lugar el mismo Pablo apóstol repite lo que le fue otorgado: Primeramente —dice— fui blasfemo, perseguidor y malhechor48. El que dice: Primero fui blasfemo, ¿acaso sigue siéndolo? Para no ser blasfemo tuvo el primer pensamiento de confesión; y para no olvidarse de todo lo que se le había concedido, estaban los pensamientos restantes, con los que celebraba las fiestas solemnes.
15. Hermanos míos, Cristo ciertamente nos ha renovado; nos ha perdonado todos nuestros pecados, y estamos convertidos. Si nos olvidamos de lo que se nos ha otorgado, y por quién ha sido, nos olvidamos del don del Salvador. Y si no nos olvidamos del don del Salvador, ¿no se inmola diariamente Cristo por nosotros? Cristo se inmoló una vez por nosotros, cuando creímos; entonces tuvo lugar elprimer pensamiento; y ahora los pensamientos restantes, cuando recordamos quién ha de venir a nosotros, y qué nos ha de dar. Por esos otros pensamientos, es decir, por este recuerdo, Cristo se inmola en nosotros diariamente. Es como si diariamente viniese a renovarnos el que nos renovó por su primera gracia. Ya nos renovó el Señor en el bautismo, y nos hicimos hombres nuevos, gozándonos en la esperanza para ser pacientes en la tribulación49. Sin embargo no debemos olvidarnos de todo lo que se nos concedió. Y si ahora ya no tiene lugar tu primer pensamiento, como antes, (puesto que el primero consistió en apartarte del pecado, cosa que no haces ahora,pues te apartaste entonces), sigan también los pensamientos restantes, para no olvidarte del que te sanó. Si te olvidas de que estuviste herido, ya no tendrás los pensamientos restantes. ¿Qué os parece que dijo David? Tened en cuenta que habla en la persona de todos. El santo David pecó gravemente. A él le fue enviado el profeta Natán, que lo reprendió. Entonces confesó y dijo: He pecado50. Este fue el primer pensamiento del hombre que confiesa. El pensamiento del hombre te confesará. ¿Y cuáles fueron en David los pensamientos restantes? Cuando dijo: Tengo siempre presente mi pecado51. ¿Y cuál fue, entonces su primer pensamiento? Aquel que tuvo para apartarse del pecado. Si se apartó ya del pecado, ¿cómo es que su pecado está siempre delante de él, sino porque pasó aquel pensamiento, pero los restantes pensamientos celebraban las fiestas solemnes? Acordémonos, pues, carísimos hermanos, os lo ruego. Cualquiera que haya sido librado del pecado, acuérdese de lo que fue; permanezcan en él los restantes pensamientos. Si se acuerda de haber sido sanado, llevará a otro a curarse. Luego recuerde cada uno lo que fue, y, si ya no lo es, podrá socorrer al que todavía es lo que él ya no es. Pero si se vanagloria de sus propios méritos, y rechaza como indignos a los pecadores, y sin compasión se endurece con ellos, entonces se ha subido al caballo; tenga cuidado en no dormirse, pues se durmieron los que se montaron a caballo52. Pero no; ya dejó el caballo, se humilló; pero que no vuelva de nuevo a subir a él, es decir, que no vuelva a ensoberbecerse. Conseguirá esto si los restantes pensamientos celebran las fiestas solemnes a Dios.
16. [v. 12]. Haced votos y cumplidlos al Señor Dios nuestro. Que haga cada uno los votos que pueda, y los cumpla. No prometáis lo que no vais a cumplir. Por eso que vea cada uno lo que le es posible cumplir. No seáis perezosos en hacer votos: sabed que no los cumpliréis con vuestras propias fuerzas. Os vendréis abajo si confiáis en vosotros mismos. Si os apoyáis en aquel a quien prometéis, prometedlo, pues lo cumpliréis con certeza. Haced votos y cumplidlos al Señor Dios nuestro. ¿Qué votos debemos hacer todos y cada uno? Creer en Dios; esperar de él la vida eterna y vivir bien según las normas ordinarias de la buena conducta cristiana. Hay normas comunes para todos: por ejemplo, el no hurtar; en cambio no se manda a todos la continencia, ni el matrimonio; pero el no cometer adulterio sí está preceptuado a todos, como lo está el no embriagarse, porque ahoga el alma y profana en sí mismo el templo de Dios. También se manda a todos no ensoberbecerse, no matar, no odiar al hermano, no urdir mal alguno contra alguien. Esto todos debemos prometerlo. Hay otras promesas que son personales, por ejemplo: uno promete a Dios la castidad conyugal, el no conocer a otra mujer fuera de la suya; o también una mujer promete no conocer a otro varón fuera del suyo. Otros, habiendo experimentado ya la unión conyugal, prometen de común acuerdo renunciar en adelante a ella. Éstos prometen algo más que los primeros. Hay otros que prometen la virginidad desde muy jóvenes, para abstenerse de todo lo que abandonan quienes lo han disfrutado. Éstos prometen el máximo. Otros prometen hospedar en su casa a todos los santos que vengan; hacen una gran promesa. Alguno promete dejar todos sus bienes y distribuirlos a los pobres, yendo a vivir en comunidad, en compañía de los santos; gran promesa es ésta. Haced votos al Señor Dios nuestro y cumplidlos. Haga cada uno el voto que quiera, pero esté atento a cumplir lo que promete. El que promete algo a Dios, y después mira hacia atrás, obra mal. Por ejemplo, una virgen consagrada desea casarse; ¿qué quiere? Lo que quiere una doncella. ¿Qué quiere? Lo que ha realizado su madre. ¿Ha querido una cosa mala? Claro que sí, porque había hecho un voto al señor Dios suyo. ¿Qué dice de éstas el apóstol Pablo? Aunque a las jóvenes viudas que si quieren se pueden casar53, sin embargo dice en otro lugar: Con todo, según mi parecer, serán más felices si permanecen así54. Nos manifiesta que serán más felices si permanecen viudas, pero no las condena, si quieren casarse. ¿Y qué dice de las que prometieron y después no lo cumplieron? Dice: Merecen la condena, porque han quebrantado la primera fe55. ¿Qué significa esto? Que prometieron y no lo han cumplido. Ningún hermano que viva en el monasterio diga: Me voy del monasterio, porque no son sólo los monjes quienes pertenecen al reino de los cielos, y los que están fuera no pertenecen a Dios. A éste se le responde: Pero los de fuera no han hecho voto, y tú sí lo hiciste, pero has mirado hacia atrás. ¿Qué dice el Señor, cuando amenaza el día del juicio? Acordaos de la mujer de Lot56. Lo dijo a todos. ¿Qué hizo la mujer de Lot? Fue librada de Sodoma, y hallándose en el camino, miró hacia atrás, y allí donde miró, allí se quedó. Se convirtió en una estatua de sal57, para que al verla los hombres se sazonen. Que tengan valor, no sean desabridos; que no miren atrás, no sea que dando mal ejemplo, se queden ellos convertidos en estatua de sal y sazonen a otros. Decimos también esto dirigiéndonos a ciertos hermanos nuestros que hemos observado cómo flaquean en su buen propósito. ¿Quieres ser igual que aquél? Y les ponemos delante de sus ojos a algunos que miraron hacia atrás. Ellos son desabridos en sí mismos, pero sazonan a otros cuando son recordados, y así, teniendo su propio castigo, éstos no miren para atrás. Haced votos al Señor Dios nuestro, y cumplidlos, porque el ejemplo de aquella mujer de Lot se refiere a todos nosotros. Si, por ejemplo, una mujer casada quiere hacer un adulterio, ha mirado hacia atrás desde el estado en que estaba. Tal vez una viuda que había prometido permanecer en ese estado, quiere lo que le está permitido a la que se casa, pero a ella no le está permitido, porque ha mirado hacia atrás desde el estado en que estaba. Supongamos que una virgen ya es monja, se ha consagrado a Dios, y tiene todas las otras virtudes que ennoblecen la misma virginidad, y sin las cuales la virginidad es deformada; ¿qué sucederá si es inmaculada en su cuerpo, y depravada en su espíritu? ¿Qué es lo que quiero decir? ¿Qué sucederá si su cuerpo queda intacto, pero quizá es borracha, soberbia, pendenciera, parlanchina? Son cosas estas que Dios condena. Si antes de su promesa se hubiera casado, no sería tan condenable. Pero eligió algo mejor, dejó a un lado lo que le estaba permitido, ¡y ahora se ensoberbece y comete muchas acciones ilícitas! Digo que se permite casarse antes de prometer la virginidad; pero ensoberbecerse jamás está permitido. ¡Oh virgen de Dios!, no quisiste casarte, lo cual te estaba permitido, y te engríes ahora, lo que sí está prohibido. Mejor es una virgen humilde que una casada humilde; pero es mejor una casada humilde que una virgen soberbia. La monja que puso su mirada en las nupcias no es reprochada por haber querido antes casarse, sino porque ahora, que había elegido el estado monacal, miró hacia atrás y se convirtió en la mujer de Lot. No seáis perezosos los que podéis prometer; a éstos Dios les ayuda a conseguir estados mejores. No digo todo esto para que no hagáis votos, sino para que los hagáis y los cumpláis. Haced votos al Señor Dios nuestro, y cumplidlos. Tal vez estabas dispuesto a prometer, pero ahora, después de haber dicho estas cosas, ya no quieres. ¿Qué te dice el salmo? Fíjate bien: no dice que no hagamos votos, sino: Haced votos y cumplidlos. Porque habéis oído cumplidlos ¿ya no quieres prometer? Luego ¿querías prometer y no cumplir? No, haced ambas cosas. La una se debe a tu disposición; la otra se lleva a cabo con el auxilio de Dios. Mira a aquel que te guía y no mires atrás, al lugar de donde te sacó. El que te guía va delante de ti. Ama tú al guía y no te condenará, ya que no miras atrás. Haced votos al Señor Dios nuestro, y cumplidlos
17. Todos los que están a su alrededor le ofrecerán dones. ¿Quiénes están a su alrededor? ¿Y dónde está él, para poder decir: Todos los que están a su alrededor? Si piensas en Dios Padre, ¿dónde no está el que está presente en todas partes? Si piensas en el Hijo, en cuanto a su divinidad, también está con el Padre en todo lugar, ya que es la Sabiduría de Dios, de la cual se escribió: Lo alcanza todo por su pureza58. Si piensas en el Hijo en cuanto hombre, que fue visto entre los hombres, que fue crucificado y que resucitó, sabemos que subió a los cielos. ¿Quiénes están a su alrededor? Los ángeles. En consecuencia nosotros no le ofrecemos dones, porque según el salmo, le ofrecerán dones los que están a su alrededor. Si una vez sepultado el Señor, hubiera permanecido aquí en la tierra, yaciendo su cuerpo en el sepulcro, como el de algún mártir o apóstol, veríamos que quienes se hallasen a su alrededor serían los que estuvieran siempre junto al mismo lugar, o los que se acercasen con dones a aquella sepultura; pero subió al cielo y está arriba. ¿Qué significa: Todos los que están a su alrededor le ofrecerán dones? De momento os diré lo que el Señor se digne inspirarme sobre estas palabras; si más tarde apareciese otra interpretación mejor, tenedla por vuestra, pues la verdad es común para todos. No es mía ni tuya, ni de éste o de aquél; es común para todos. Y quizá esté en medio para que alrededor de ella estén todos los que aman la verdad. Todo lo que es común a todos se halla en medio. ¿Por qué se dice que algo está en medio? Porque dista igualmente de todos, y de todos está igualmente cerca. Lo que no está en medio es como algo que es de propiedad privada. Lo que es público se coloca en medio, para que todos los que se acerquen lo vean y sean iluminados. Que nadie diga: es mío; que no se lleve a su propiedad lo que está colocado en medio para todos. ¿Qué significa, pues: Todos los que están a su alrededor le ofrecerán dones? Todos los que comprenden que la verdad es común para todos y no se la hacen propia, enorgulleciéndose con ella; éstos ofrecerán dones porque son humildes. En cambio, todos los que pretenden apropiarse de lo que es común para todos, y que se halla colocado como en medio, al intentar apropiárselo no ofrecerán dones, porque sólo ofrecerán dones al terrible todos los que están a su alrededor. Serán ofrecidos los dones al terrible; luego teman todos los que están a su alrededor. Temerán, y con temblor alabarán, porque están a su alrededor precisamente para que todos participen de él, y públicamente llegue a todos, y públicamente los ilumine. Esto significa temblar ante él. Pero cuando tú lo consideres como algo propio, y no lo haces común, te ensoberbeces, siendo así que está escrito: Servid al Señor con temor y rendidle homenaje temblando59. Luego ofrecerán dones los que están al su alrededor, pues éstos son humildes y saben que la verdad es común para todos.
18. [v. 13]. ¿A quién ofrecerán los dones? Al terrible y al que quita el espíritu de los príncipes. El espíritu de los príncipes es el espíritu de los soberbios. Luego no son espíritus de él, del Señor; porque si han conocido algo, quieren que sea suyo, no público; pero aquel que se ofrece como igual a todos, y se coloca en medio, para que todos participen y comprendan cuanto puedan, y lo que puedan, lo ofrece no como proveniente de cualquier hombre, sino de Dios; y también, por lo mismo, de lo suyo, puesto que los hombres se han hecho partícipes de Dios. Es, pues, necesario que todos los fieles sean humildes: perdieron su espíritu y ahora tienen el Espíritu de Dios. ¿Quién se lo ha arrebatado? Aquel que quita el espíritu de los príncipes. A esto se alude en otro salmo: Les quitarás su espíritu y expirarán, y volverán a ser polvo. Enviarás tu Espíritu y serán creados, y renovarás la faz de la tierra60. Parecería que alguien, no sé quién, ha comprendido algo de esto. Si quiere que se quede como algo suyo, todavía tiene su espíritu; le vendría bien que pierda su espíritu y tenga el Espíritu de Dios; todavía se ensoberbece entre los príncipes; le conviene que vuelva al polvo que es, y que diga: Acuérdate, Señor de que somos polvo61. Si tú confiesas que eres polvo, Dios hace del polvo un hombre. Todos los que están a su alrededor, le ofrecen dones; todos los humildes le confiesan y lo adoran. Al terrible le ofrecen dones. ¿Por qué "terrible"? Dice un salmo: Rendidle homenaje temblando62; y al que arrebata el espíritu de los príncipes, es decir, al que quita la audacia de los soberbios. Al terrible para los reyes de la tierra. Terribles son los reyes de la tierra; pero más que todos ellos lo es el que hace temblar a los reyes de la tierra. Sé tú rey de la tierra, y Dios será terrible para ti. Y me dirás: ¿Cómo seré rey de la tierra? Gobierna la tierra y serás rey de ella. Pero no pongas ante tus ojos, por la ambición de mandar, provincias muy extensas, para ensanchar tu reino. Gobierna la tierra que llevas en tu persona. Fíjate cómo el Apóstol gobierna la tierra: Yo no peleo dando golpes al aire, sino que castigo mi cuerpo y lo reduzco a servidumbre, no sea que predicando a otros, resulte yo descalificado63. Luego, hermanos míos, estad a su alrededor, para que cualquiera que os haga oír la verdad, no se lo atribuyáis a aquel por quien suena, sino que esté para todos en medio, porque para todos se halla a la misma distancia. Y sed humildes, para no atribuiros a vosotros lo que de bueno hayáis aprendido del que os lo dijo. También yo, lo que haya comprendido como algo mejor, os pertenece a vosotros; y lo que vosotros hayáis comprendido mejor, me pertenece también a mí; y así estemos a su alrededor, y seamos humildes. Perdiendo de esta forma nuestro espíritu, ofreceremos dones al terrible sobre todos los reyes de la tierra, es decir, sobre todos los que gobiernan su carne, pero sometidos a su Creador.