EXPOSICIÓN DEL SALMO 54

Traducción: Miguel F. Lanero, o.s.a y Enrique Aguiarte Bendímez, o.a.r.

1. [v.1] He aquí el título de este salmo: Para el fin, en himnos, para la inteligencia del mismo David. Quién es «el fin» os lo recuerdo brevemente, ya que lo conocéis. El fin de la ley es Cristo, para justificación de todo el que cree1. Diríjase, pues, nuestra intención al fin, diríjase a Cristo. ¿Por qué se le llama fin? Porque todas nuestras obras a él van referidas; y cuando a él lleguemos, nada más tendremos ya que buscar. Llamamos fin a lo que se consume o desaparece, y llamamos fin a lo que alcanza la perfección. Así, entendemos diversamente cuando oímos: «Llegó a su fin el alimento que teníamos para comer»; y también: «Llegó ya a su fin el vestido que se estaba tejiendo». En ambos casos oímos que «llegó a su fin», pero en el primer caso es que el alimento ya se ha consumido, y en el segundo es porque el vestido llegó a su perfección. Nuestro fin debe ser nuestra perfección; y nuestra perfección es Cristo. En él nos perfeccionamos, porque somos miembros de su cabeza. Y se dice que él es el fin de la ley, porque sin él nadie la puede cumplir. Por eso, cuando en los salmos oís: Para el fin, ya que muchos salmos lo tienen en su título, que vuestro pensamiento se dirija a la perfección, no a la desaparición.

2. En himnos: en alabanzas. Sea que estemos atribulados y angustiados, sea que estemos alegres y exultantes, debemos alabar a Dios, puesto que con los sufrimientos nos enseña, y con las alegrías nos consuela. La alabanza a Dios jamás debe apartarse del corazón y de la boca del cristiano; no debe alabar en las situaciones prósperas, y maldecir en las adversas, sino como nos indica aquel salmo: Bendeciré al Señor en todo tiempo, su alabanza está siempre en mi boca2. ¿Estás gozoso? Reconoce al padre que te acaricia; ¿sufres? Reconoce al padre que te corrige. Ya sea que acaricie, ya que corrija, está instruyendo a quien le prepara su herencia.

3. ¿Qué significará: Inteligencia del mismo David? Era David, como sabemos, un profeta santo, rey de Israel e hijo de Jesé3; pero dado que de su descendencia corporal vino el Señor Jesucristo para nuestra salvación4, con frecuencia se usa el nombre de David para significarlo a él, usándolo como figura de Cristo, puesto que de él proviene su origen según la carne. Por un lado es hijo de David, y por otro es su Señor: hijo de David según la carne, Señor de David según su divinidad. Si por medio de él fueron creadas todas las cosas5 también por él fue creado el mismo David, de cuya estirpe llegó a los hombres. De hecho, cuando el Señor preguntó a los judíos de quién era hijo el Cristo, respondieron: De David. Se dio cuenta de cómo se habían quedado en lo corporal, habiendo olvidado la divinidad; y los corrige con la siguiente pregunta: Entonces ¿cómo es que el mismo David, inspirado, le llama Señor, cuando dice: Dijo el Señor a mi Señor, siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos bajo tus pies? Si él, movido por el Espíritu lo llama Señor, ¿cómo es hijo suyo?6 Les formuló esta pregunta, pero no negó que fuera hijo suyo. Habéis oído que es Señor: decid cómo puede ser su hijo; habéis oído que es su hijo: decid cómo puede ser su Señor. Esta cuestión la resuelve la fe católica. ¿Cómo es su Señor? Porque en el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. ¿Y cómo era su hijo? Porque la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros7. Y puesto que David es figuradamente Cristo, Cristo, sin embargo, como frecuentemente he recordado a vuestra Caridad, es no sólo la cabeza, sino también el cuerpo, y nosotros no debemos considerarnos ajenos a Cristo, ya que somos miembros suyos, ni considerarnos una realidad distinta de él; porque serán dos en una sola carne. Este es un gran misterio, dice el Apóstol, y esto lo digo refiriéndome a Cristo y a la Iglesia8. Y puesto que el Cristo total es el cuerpo y la cabeza, cuando oímos: Inteligencia del mismo David, veámonos también nosotros en David. Que lo comprendan los miembros de Cristo, y en sus miembros se vea Cristo, y los miembros de Cristo véanse en Cristo; esto porque cabeza y miembros son un solo Cristo. La cabeza estaba en el cielo, y decía: ¿Por qué me persigues?9 Nosotros estamos con él en el cielo por la esperanza, y él está con nosotros en la tierra por la caridad. Luego: Inteligencia del mismo David. Seamos nosotros instruidos al oírlo, y que lo entienda la Iglesia: a nosotros nos pertenece la gran responsabilidad de caer en la cuenta del mal en que estamos ahora, y de qué mal deseamos ser liberados, recordando lo que decimos al final de la oración dominical: Líbranos del mal10. Este salmo de interpretación deplora algo de las muchas tribulaciones de este mundo. No llora con este salmo aquel que no sabe interpretar. En fin, carísimos, debemos recordar que estamos hechos a imagen de Dios, y esto no por otra razón sino por esta interpretación. Es cierto que las bestias nos superan en muchas cosas; pero cuando el hombre se sabe hecho a imagen de Dios, reconoce que se le ha concedido algo más que a los animales. Pero entre todas las cosas que tiene el hombre, la que realmente lo distingue de la bestia es su inteligencia. De ahí que a algunos que desprecian en sí lo que tienen de específico y principal, recibido del Creador, los reprende él mismo, diciendo: No hagáis como el caballo y el mulo, que carecen de inteligencia11. Y en otro lugar: El hombre, elevado a un puesto de honor. ¿De qué honor, sino el de ser hecho a imagen de Dios? El hombre, elevado a un puesto de honor, dice, no ha entendido, se ha rebajado a la altura de las bestias insensatas, y se hecho semejante a ellas12. Reconozcamos, pues, nuestro honor y comprendamos. Si llegamos a comprender, veremos que nuestro mundo no es la región de la alegría, sino del gemido; no de la alegría, sino del llanto. Y aunque haya un cierto gozo en nuestros corazones, no es una realidad ya cumplida, sino una esperanza. Nos alegramos de la promesa, porque sabemos que no nos engaña el que nos prometió. Por lo que se refiere al tiempo presente, fijaos en qué males y angustias nos hallamos envueltos; y si os mantenéis en el buen camino, reconoced en vuestro interior lo que estáis oyendo. Porque todo el que no se mantiene en el camino de la piedad, le causa extrañeza que tengan que sufrir todo esto los miembros de David; él no lo ve en su persona. Y mientras no lo experimente en sí mismo, no está entre sus miembros; no siente lo que siente el cuerpo, pues está fuera de él; incorpórese y lo sentirá. Que lo diga ya el salmo y lo oigamos, oigámoslo y digamos con él:

4. [v.2—3] Escucha, oh Dios, mi oración, y no desprecies mi súplica; hazme caso y escúchame. Palabras son estas de quien está preocupado y afanoso en medio del sufrimiento. Su oración está llena de dolor, anhelando ser librado del mal; nos falta saber en qué mal se encuentra; y cuando empiece a decirlo, reconozcámonos también nosotros ahí, y así, participando de su tribulación, unámonos en la oración. Estoy entristecido en mi prueba y estoy turbado. ¿Por qué entristecido, por qué turbado? Por mi prueba, dice. Va a referirse a los hombres malvados que soporta, y llama prueba a los padecimientos causados por esos hombres. No penséis que no tiene sentido la presencia de los malos en este mundo, y que Dios no se sirve de ellos para ningún bien. Todo hombre malvado, o vive para que se corrija, o vive para que el bueno sea probado por medio de él. Ojalá que los que ahora nos están probando, se conviertan, y a nosotros nos prueben; ahora bien, mientras a nosotros nos están probando, no se nos ocurra odiarlos; porque no sabemos quién de ellos va a perseverar en su maldad hasta el final, y con frecuencia, cuando te parece que has odiado a un enemigo, no caes en la cuenta de que, a quien odias es a un hermano. Las santas Escrituras nos dicen que el diablo y sus ángeles están destinados al fuego eterno. Sólo de ellos hay que perder la esperanza de corrección; contra ellos sostenemos una lucha secreta, y para esa lucha nos proporciona las armas el Apóstol, cuando dice: Nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, es decir, contra los hombres que estáis viendo, sino contra los príncipes, las potestades, y los dirigentes de este mundo de tinieblas13. Y para que no creyéramos que al decir él mundo, quizá entendiéramos que los demonios son los que gobiernan el cielo y la tierra, dijo este mundo de tinieblas. Por mundo dio a entender el de los amantes del mundo; por mundo quiso decir el de los impíos y malvados; por mundo quiso decir aquel del que dice el evangelio: Y el mundo no lo conoció14. Si el mundo no conoció la luz, puesto que la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la recibieron, las mismas tinieblas que no aceptaron la luz presente, reciben el nombre de mundo, y ellos, los demonios, son los rectores de estas tinieblas. Sobre estos rectores tenemos en la Escritura una sentencia taxativa de que no debemos esperar la conversión de ninguno de ellos. En cambio, de las tinieblas como tales, cuyos jefes son ellos, nos queda la duda de si los que eran tinieblas, quizá se conviertan en luz. Así dice el Apóstol a los que ya se han hecho fieles: En otro tiempo erais tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor15; en vosotros las tinieblas, en el Señor la luz. Por eso, hermanos, todos los malos, mientras son malos, ejercitan a los buenos. Escuchadlo más brevemente y comprendedlo. Si eres bueno, no tienes más enemigo que el malo. Ahora bien, tienes ya una norma prefijada, de que imites la bondad de tu Padre del cielo, que hace salir su sol sobre buenos y malos, y manda la lluvia sobre justos e injustos16. Porque no sólo tú tienes enemigos, como si Dios no los tuviera. Tú tienes como enemigo a alguien que fue creado contigo; pero él tiene a uno creado por él. Nos encontramos, de hecho, con frecuencia en la Escritura que los malvados e injustos son enemigos de Dios; y que los perdona aquel que de nada le puede acusar el enemigo, y contra quien todo enemigo peca de ingratitud, ya que de él ha recibido todo el bien que tiene. Y del malo también le sirve como misericordia al prójimo, cualquiera sea el sufrimiento que le aqueja. El sufrimiento le sirve para no ensoberbecerse; el sufrimiento le sirve para que con humildad reconozca al Altísimo. En cambio tú ¿qué le has dado a tu enemigo, que te hace sufrir, y a quien eres incapaz de tolerar? Si Dios tiene como enemigo a quien tanto le ha dado, y hace salir su sol sobre buenos y malos, y derrama la lluvia sobre justos e injustos, tú, que ni puedes hacer salir el sol, ni hacer llover sobre la tierra, ¿no puedes ofrecer ni una sola cosa a tu enemigo, para que puedas tener paz en la tierra, tú, hombre de buena voluntad?17 Por lo tanto, ya que se te prescribe esta regla de amor: que imitando al Padre ames a tu enemigo, pues él mismo dice: amad a vuestros enemigos18 ¿cómo te vas a ejercitar en este precepto, si no soportases a ningún enemigo? Ya ves cómo te trae algún beneficio. Y el hecho de que Dios perdona a los malos, te sirva para tener tú misericordia, ya que tú mismo, aunque seas bueno, puede ser que hayas sido antes malo; y si Dios no perdonase a los malos, tampoco tú te presentarías dando gracias. Que perdone, pues, a los demás quien te perdonó también a ti. No, no debes poner barreras en el camino de la misericordia, una vez que tú ya lo has pasado.

5. [v.4] ¿Cómo ora el que vive en medio de gente mala, y cuyas enemistades le ponían a prueba? ¿Qué dice? Estoy entristecido en mi prueba y estoy turbado. Al extender su amor hasta sus enemigos, se siente afectado por el hastío, por las enemistades de muchos, rodeado del odio de muchos; y su humana debilidad le hizo sucumbir. Vio que se le comenzaba a insinuar una maligna persuasión diabólica, induciéndole al odio contra los enemigos; y resistiendo al rencor para perfeccionar el mismo amor, en esa pelea, en esa lucha, se siente turbado. Su voz la encontramos también en otro salmo: Mi ojo se turbó por la ira. ¿Qué más sigue? He envejecido entre todos mis enemigos19. Como en medio de una tempestad, y del oleaje, había comenzado a sumergirse, igual que Pedro20. Porque el que ama a sus enemigos, camina sobre el oleaje de este mundo. Cristo caminaba valientemente sobre el mar: de su corazón no podía apartar en absoluto el amor al enemigo. Colgado en la cruz, decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen21. También Pedro quiso andar sobre las aguas. Cristo como cabeza, Pedro como su cuerpo; pues se le había dicho: Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia22. Se le ordenó caminar, y lo hizo por gracia del mandante, no por sus posibilidades. Pero al ver un viento recio, tuvo miedo; y cuando comenzaba a hundirse, se turbó en su prueba. ¿Cuál era ese viento recio? Por la voz del enemigo y los sufrimientos provenientes del pecador. Así que lo mismo que Pedro gritó entre las olas: ¡Sálvame, Señor, que perezco!23, la voz de este salmo se anticipó: Escucha, oh Dios, mi oración, y no desprecies mi súplica; hazme caso y escúchame. ¿Cuál es la causa? ¿Qué es lo que sufres? ¿De qué te lamentas? Estoy entristecido en mi prueba. Me colocaste entre los malos para ser probado, pero se levantó una excesiva multitud para mis fuerzas. Tranquiliza al turbado, alarga la mano al que se está sumergiendo: Estoy entristecido en mi prueba y estoy turbado por la voz del enemigo, y por la tribulación de los pecadores, puesto agolparon sobre mí iniquidad y en su ira me ha entenebrecido. Estás oyendo las olas y los vientos: lo ultrajan como a un hombre humillado, y él ora; se ensañan contra él por todas partes con estrepitosos insultos, pero él, en su intimidad, invoca a quien ellos no veían.

6. Cuando el cristiano debe soportar una situación parecida, no debe arremeter con odio y a la ligera contra el que le hace sufrir, pretendiendo vencer al viento, sino volverse a la oración, para no perder el amor. No hay que tener miedo de lo que pueda hacer el enemigo. ¿Qué podrá hacer? Decirte muchas malas palabras, lanzarte ultrajes, ensañarse con insultos; y eso ¿a ti qué te importa? Estad alegres y contentos —dice Jesús— porque vuestra recompensa será grande en los cielos24. En la tierra él amontona injurias, tú acumula tesoros en el cielo. Bien; que se ensañe más; podrá, sí, hacer algo peor; ¿quién va a estar más seguro que tú, a quien se dice: No temáis a los que matan el cuerpo, pero el alma no la pueden matar?25 ¿Qué será, pues, lo que hay que temer, cuando soportas al enemigo? Que se te afloje el amor con que amas al enemigo. En realidad ese enemigo, de carne y sangre, lo que busca en ti es lo que ve. Pero hay otro enemigo escondido, el dueño de estas tinieblas, que tú tienes que soportar en la carne y en la sangre, y que va en busca de eso otro oculto que tienes, de arrebatarte tus tesoros interiores, y está tramando devastarlos. Así que pon ante tus ojos a estos dos enemigos; el uno es manifiesto, el otro oculto: el manifiesto es el hombre, el oculto el diablo. Ese hombre es como tú en cuanto a la naturaleza, aunque en cuanto a la fe y al amor, todavía no es como tú, pero podrá llegar a serlo. Al ser dos, a uno obsérvalo, y al otro trata de reconocerlo con la inteligencia; a uno ámalo, con el otro, ten cuidado. Porque el enemigo ese que ves, trata de rebajarte en aquello que él se siente vencido. Por ejemplo, si se siente superado por tus riquezas, quiere empobrecerte; si por tu honor, quiere humillarte; si es por tu valor, pretenderá hacerte débil; en una palabra, él está atento a arruinarte o arrebatarte aquello en lo que le aventajas. Y así mismo el enemigo oculto lo que quiere es privarte de aquello en que se siente vencido. Pues como hombre superarás al hombre en lo que te hace feliz; en cambio, como vences al diablo es con el amor al enemigo. Y lo mismo que el hombre está tramando quitarte, arrancarte o echar por tierra tu felicidad, en la que se siente superado, también el diablo busca la victoria privándote de aquello en lo que se siente derrotado. De ahí que debes mantener en tu corazón el amor al enemigo, y así vencerás al diablo. Ensáñese el hombre todo lo que le sea posible, que te quite todo lo que puede; si amas al que se ensaña abiertamente, queda vencido el que ocultamente se ensaña.

7. [v.5] Pero este oraba turbado y entristecido, como turbado su ojo por la ira. Pero la ira contra el hermano, mantenida, se convierte en odio. La ira enturbia el ojo, y el odio lo ciega. La ira es la paja, el odio es la viga. Alguna vez has odiado, pero corriges al que tiene ira; en ti hay odio, y en el otro a quien corriges, ira; con razón se te dice: Saca primero la viga de tu ojo, y así verás cómo sacar la paja del ojo de tu hermano26. Para que veáis la distancia que hay entre la ira y el odio, fijaos cómo los hombres diariamente se enojan con sus hijos; pero decidme uno que odie a sus hijos. Este oraba turbado y entristecido, en lucha contra todos los ultrajes de quienes los proferían; no para vencer a alguno de ellos con sus ofensas, sino más bien para no odiar a ninguno de ellos. Por esto ora, por esto pide, por causa de las voces del enemigo y de las tribulaciones que causa el pecador; porque descargaron sobre mí la iniquidad, y en su ira me entenebrecieron. Mi corazón está turbado en mi interior. Es lo que se dijo en la otra cita: Mis ojos se me nublan por la ira27. Y si mis ojos están nublados, ¿qué sucede? Un pavor de muerte se cayó sobre mí. Nuestra vida es amor; si la vida es el amor, el odio es la muerte. Cuando el hombre comienza a tener miedo de odiar a quien antes amaba, empieza a temer la muerte, la muerte más cruel, la muerte interior, la que mata el alma, no el cuerpo. Te preocupabas por el hombre que se ensañaba contigo; ¿qué iba a hacerte, si el Señor te había dado seguridad en su contra, diciéndote: No tengáis miedo a los que matan el cuerpo?28 Él, con su crueldad, te mata el cuerpo, y tú, odiándolo, has matado tu alma. Por eso un pavor de muerte se cayó sobre mí.

8. [v.6—7] Vinieron sobre mí el temor y el terror, y me han cubierto las tinieblas. Y dije. El que odia a su hermano, se encuentra todavía en tinieblas. Si el amor es la luz, el odio son las tinieblas29. ¿Y qué dice el que se encuentra en aquella debilidad, en aquella prueba que lo molesta? ¿Quién me dará alas como de paloma, para volar y descansar? O deseaba la muerte, o suspiraba por la soledad. Mientras esto sucede conmigo, dice, se me ordena que ame a los enemigos, sus ultrajes se multiplican y me entenebrecen, irritan mis ojos, alteran mi luz, hieren mi corazón, terminan matando mi alma. Quisiera alejarme, no sea que si permanezco acumule pecados sobre pecados, pero soy débil; o al menos de buena gana me apartaría un poco del género humano, a fin de que mi herida no tenga que soportar golpes y golpes, y así, una vez sanada, pueda volver a la lucha. Son cosas que suceden, hermanos, y por eso aflora en el ánimo del siervo de Dios la añoranza de la soledad, por la sola razón de la infinidad de sufrimientos y de escándalos, y por eso dice: ¿Quién me dará alas? ¿Se ve realmente sin alas, o es que se siente más bien con las alas atadas? Si le faltan, dénselas; y si las tiene atadas, que se las dejen libres; puesto que si alguien le desata las alas a un pájaro, equivale a dárselas o a devolverle sus propias alas. En realidad no las tenía como propias, ya que no podía volar con ellas. Las alas atadas, más que alas son un peso. ¿Quién me dará, dice, alas como de paloma, para volar y descansar? Descansará, pero ¿dónde? Ya he dicho que estas palabras tienen aquí un doble sentido: uno como dice el Apóstol: Mi deseo preferido es partir y estar con Cristo30. Sí, también él, aunque tenía fortaleza, aunque era grande, aunque interiormente era muy robusto, aunque era un soldado invicto de Cristo, a pesar de todo eso, en sus pruebas se sentía turbado, y dice: Por lo demás, que nadie me venga con molestias31. Como si utilizase las palabras de aquel salmo: Sentía indignación por los pecadores que abandonan tu ley32. Con frecuencia intenta el hombre corregir a los aviesos, a los pervertidos, que le han sido encomendados a su cuidado, pero se siente impotente, al faltarles todo esfuerzo y vigilancia humanas; al no poder corregirles, no queda más remedio que soportarlos. El que no es capaz de corregirse te pertenece a ti, sea porque es del género humano, sea, con frecuencia, porque está en comunión con la Iglesia. Está dentro del recinto; ¿qué has de hacer?, ¿adónde vas a ir?, ¿adónde escaparás, para no sufrir todo esto? Pero no, no lo hagas, estate a su lado, háblales, anímales, trátalos con dulzura, amenázales, corrígeles. «Pero lo he hecho todo, he hecho cuanto pude y estaba a mi alcance; pero de nada me ha servido; he puesto todo mi empeño, pero el dolor persiste. ¿Cómo va mi corazón a tener paz en tales circunstancias, sino suspirando y diciendo: Quién me dará alas? como de paloma»; claro, no alas de cuervo. La paloma trata volando de huir de los peligros, pero no pierde el amor. La paloma, de hecho, se toma como símbolo del amor, y su arrullo resulta agradable. Nada hay tan agradable en sus gemidos, como la paloma; día y noche gime con sus arrullos; gime día y noche, como si estuviera posada en un lugar donde no hay más remedio que gemir. ¿Y qué dice este amante? «No puedo soportar los ultrajes de los hombres: rechinan sus dientes, están rabiosos, arden de furor, y en esa ira tratan de arrollarme; no soy capaz de serles útil; ojalá pudiera encontrar descanso, alejándome de ellos con el cuerpo, no con el amor, no sea que se oscurezca en mí el mismo amor. Mis palabras, mis diálogos no logran mejorarlos; tal vez el orar por ellos les aproveche». Así se expresan los hombres, pero con frecuencia están tan atados que no pueden volar. Quizá su atadura no es con visco, sino por sus ocupaciones. Si lo están por sus responsabilidades ineludibles y por su oficio que no pueden abandonar, digan: Lo que yo suspiraba era morir; y estar con Cristo era para mí sin comparación lo mejor; pero el permanecer vivo corporalmente es necesario para vosotros33. La paloma estaba atada por el afecto, no por su gusto. Estaba impedida de volar por la obligación que debía cumplir, no por la escasez del mérito. Ahora bien, el deseo debe existir en el corazón; y sólo podrá mantener tal deseo aquel que ya haya comenzado a caminar por el sendero angosto34; debe saber que a la Iglesia no le faltan persecuciones, incluso en el tiempo actual, en que ya parece que han cesado las persecuciones que sufrieron nuestros mártires. No, las persecuciones no faltan, puesto que es verdadera aquella frase inspirada: Todos cuantos se proponen vivir piadosamente en Cristo, sufrirán persecución35. Si no padeces ninguna persecución, es que no deseas vivir como buen cristiano. ¿Quieres probar cómo es cierto lo que hemos dicho? Comienza a vivir piadosamente en Cristo. ¿Qué quiere decir vivir piadosamente en Cristo? Que lleves grabado en tu interior lo que dice el Apóstol: ¿Quién se enferma, sin que yo no me enferme? ¿Quién sufre escándalo, sin que yo no me abrase?36 Las enfermedades, los escándalos de los otros, fueron sus persecuciones. ¿Es que acaso faltan en nuestro tiempo? Al contrario, son abundantes para quienes se cuidan de ellas. Y con frecuencia y distanciado se ve a un hombre así, y se dice: «¡Le está bien!». El que así se expresa, es que o sólo siente sus propios sufrimientos, y no es capaz de apreciar los ajenos, o no tiene cerca nada que aguantar y no se compadece del vecino que los sufre, que incluso le devoran. Comience a vivir piadosamente en Cristo, y probará lo que estamos diciendo. Comenzará a desear alas, a alejarse, a huir y vivir en el desierto.

9. [v.8] ¿Cuál os parece que será la razón, hermanos, por la que los desiertos se han llenado de siervos de Dios? Si les hubiera ido bien entre los hombres, ¿se habrían apartado de los hombres? Y sin embargo, ¿qué es lo que hacen? Mirad cómo se van lejos, y se quedan en el desierto; pero ¿se mantienen aislados? No, la caridad los conserva unidos, viven en grupos numerosos; y entre tantos como son, también los hay quienes los someten a prueba. Y es que en toda comunidad numerosa, es inevitable que haya malos. Dios, que conoce bien cómo debemos ser probados, mezcla entre nosotros a algunos que acaban no perseverando, o a quienes viven una vida falsa, que ni siquiera se inician en lo que deberían perseverar. Él sabe bien que necesitamos soportar a los malos, y así se hará más consistente nuestra bondad. Amemos a los enemigos, corrijámoslos, castiguémoslos, excomulguémoslos, y lleguemos incluso a separarlos de nosotros, pero con amor. Mirad lo que dice el Apóstol: Si alguien no da oídos a las palabras de esta carta, señaladle con el dedo y no os mezcléis con él. Y para que en esto no se te entrometa la ira, y se te nublen los ojos, no lo consideréis, sigue diciendo, como a un enemigo, sino corregidlo como a un hermano para que se avergüence37. Ordena separarse de él, pero no suprime el amor. Sigue sano el ojo aquel, sigue tu vida. Porque perder el amor sería tu muerte. Es lo que temió perder el que dijo: Me ha sobrevenido el miedo a la muerte38. Así pues, para que no pierda yo la vida del amor, ¿quién me diera alas como de paloma, y volaré y descansaré? ¿Adónde vas a ir, adónde volarás, dónde descansarás? Mirad, he huido lejos y me he quedado en el desierto. ¿En qué desierto? Adondequiera que vayas se han de reunir otros muchos, buscarán contigo el desierto, tratarán de imitar tu vida, y tú no puedes rechazar el hacer comunidad con los hermanos; también se mezclarán contigo algunos malos; todavía debes seguir pasando pruebas. Mirad, he huido lejos y me he quedado en el desierto. ¿En qué desierto? Quizá sea el desierto de tu conciencia, donde no entra ningún hombre, donde nadie está contigo, donde estáis solos tú y Dios. Pero si se trata de un desierto local, ¿qué harás de los que se congreguen contigo? Del género humano no vas a poder separarte, mientras vives con los hombres. Observa, más bien, a aquel consolador, el Señor y rey, emperador y creador nuestro, creado también entre nosotros. Date cuenta de cómo entre sus doce mezcló a uno a quien tuvo que sufrir.

10. [v.9] Dice: Mirad, he huido lejos y me he quedado en el desierto. Tal vez este se haya refugiado en la intimidad de su conciencia, y allí habrá encontrado un cierto desierto donde descansar. Pero sucede que el amor lo llega a turbar; estaba solitario en su conciencia, pero no aislado en el amor; interiormente se consolaba en su conciencia, pero por fuera los sufrimientos no lo dejaban en paz. De ahí que sosegado en sí mismo, pero preocupado por los demás, y todavía víctima de la tribulación, ¿qué dice? Esperaba al que me iba a salvar de mi cobardía y de la tempestad. Está el mar, está la tempestad; no te queda más remedio que gritar: ¡Señor, que perezco!39 Que te dé una mano aquel que camina valiente sobre las olas, que te libre de tus temores, afiance en él tu seguridad, que te hable en tu intimidad, y te diga: «Fíjate en mí, cuánto he tenido que sufrir. Quizá estás soportando a un hermano que se porta mal, o te hace sufrir un enemigo externo; ¿y yo no los tuve que sufrir? Bramaban por fuera los judíos, y dentro un discípulo me traicionaba». Brama la tempestad, sí, pero él nos salva de la cobardía y de la tempestad. Quizá zozobra tu nave porque él está dormido en ti. Se embraveció el mar, peligraba la barca en que bogaban los discípulos; y no obstante, Cristo dormía; al fin ellos cayeron en la cuenta de que estaba durmiendo entre ellos el dueño y creador de los vientos. Se acercaron y despertaron a Cristo; dio orden a los vientos, y vino una gran calma40. Con razón puede turbarse tu corazón, por haberse alejado de ti aquel en quien creías; tu sufrimiento se torna intolerable, ya que no tienes presente en tu corazón cuánto ha sufrido Cristo por ti. Si de Cristo no te acuerdas, es que duerme: despierta a Cristo, reaviva tu fe. Cristo duerme en ti cuando te olvidas de sus padecimientos; Cristo está en ti en vela cuando los tienes presentes. El día que llegues a descubrir con toda claridad todo lo que él padeció ¿no vas a tolerar también tú con ánimo sereno, y hasta con alegría quizá, lo que te hace semejante en algo a los padecimientos de tu Rey? Y luego, cuando, con estas reflexiones, comiences a consolarte y alegrarte, ya resucitó Cristo, ya imperó a los vientos y se hizo la bonanza. Esperaba al que me iba a salvar de la cobardía y de la tempestad.

11. [v.10] Sumérgelos, Señor, y divide sus lenguas. Se refiere a los que le atormentan, y le hunden en tinieblas, y ha optado por esta petición, hermanos, pero no movido por la ira. Los que se han engreído injustamente, conviene que sean sumergidos; a los que injustamente han conspirado, conviene que se les dividan sus lenguas; que lleguen a consensuar en el bien, y sus lenguas recuperarán la concordia. Pero si, como dice: Todos mis enemigos murmuraban juntos contra mí41, que pierdan ese estar juntos para el mal; que sus lenguas se dividan, que no se pongan de acuerdo. Sumérgelos, Señor, y divide sus lenguas. Sumérgelos, ¿por qué? Porque se ensoberbecieron. Divídelos, ¿por qué? Porque conspiraron para el mal. Recuerda aquella torre construida después del diluvio por unos hombres soberbios; ¿qué dijeron aquellos soberbios? Para no perecer en otro diluvio, construyamos una torre alta42. En su soberbia se creían inmunizados, y construyeron la alta torre; entonces el Señor dividió sus lenguas. Y comenzaron a no entenderse: he aquí el origen de la diversidad de lenguas. Antes no existía más que una lengua; y esa única lengua les aprovechaba a los que vivían en armonía, y les era muy útil a los humildes; mas cuando aquella armonía se fue degradando hacia una soberbia conspiración, Dios permitió que se dividieran sus lenguas, no fuera que entendiéndose, formaran una perversa unidad. Por culpa de los hombres soberbios, se dividieron las lenguas; por la humildad de los Apóstoles la diversidad de lenguas se unió en una. El espíritu de soberbia dividió las lenguas; el Espíritu Santo las unió de nuevo. Así fue: cuando el Espíritu Santo descendió sobre los discípulos, estos hablaban las lenguas de todos, y todos les entendían43. Las lenguas divididas fueron reunidas en una sola. De ahí que, si todavía son crueles y siguen siendo paganos, inevitablemente tendrán división de lenguas. ¿Quieren tener una sola lengua? Que vengan a la Iglesia; en ella, aunque haya diversidad de lenguas en la carne, sólo hay una lengua en la fe del corazón. Humíllalos, Señor, y divide sus lenguas.

12. Porque he visto la iniquidad y la contradicción en la ciudad. Con razón buscaba el desierto, porque en la ciudad lo que veía era iniquidad y contradicción. Hay una ciudad turbulenta: es la que había edificado la torre, esa era la ciudad llena de confusión, llamada Babilonia, y que está dispersada por innumerables naciones44. De esta gente es de la que se congrega la Iglesia, y va al desierto de la buena conciencia. Sí, vio la contradicción en la ciudad. Vino Cristo. «¿Qué Cristo?», me objetas. El Hijo de Dios. «¿Pero Dios tiene un hijo?», me sigues objetando. «Sí, el que nació de la Virgen María, padeció y resucitó». «¿Y cómo puede ser todo esto?», objetas. Fíjate, al menos, en la gloria de su cruz. Aquella cruz, tan denostada por sus enemigos, ya está grabada en la frente de los reyes. Los efectos han probado su poder; no dominó el mundo con la espada, sino con la cruz. El leño de la cruz les pareció a sus enemigos digno de desprecios. De pie ante la cruz, meneaban la cabeza y decían: Si es Hijo de Dios que baje de la cruz45. Jesús extendía sus brazos hacia un pueblo incrédulo y que le contradecía. Porque si es justo el que vive de la fe46, el que no tiene fe es un inicuo. Lo que aquí llama iniquidad, yo lo entiendo como perfidia. Veía, pues, el Señor en la ciudad la iniquidad y la contradicción, y extendía sus manos hacia un pueblo incrédulo y recalcitrante; y no obstante, sin perder la esperanza en ellos, decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen47. Y ahora todavía los restos de aquella ciudad se ensañan y contradicen. Desde las frentes de todos extiende ahora sus brazos hacia los que aún quedan, incrédulos y recalcitrantes. Porque he visto la iniquidad y la contradicción en la ciudad.

13. [v.11] Día y noche la cercarán sobre sus muros la iniquidad y el sufrimiento. Sobre sus muros: sobre sus fortificaciones, como teniendo sujetos a sus cabezas, a sus nobles. Si el tal noble se hiciera cristiano, no quedaría ningún pagano. Es ya un dicho popular: «Si ese se hiciera también cristiano, no quedaría ningún pagano». Y si también él se hiciera cristiano, ¿qué pagano quedaría? Pero mientras no se hagan cristianos, son como los muros de la ciudad incrédula y contestataria. Pero ¿cuánto tiempo permanecerán firmes estos muros? No será por siempre. El arca está dando vueltas a los muros de Jericó: vendrá un tiempo, el de la séptima vuelta del Arca, en que los muros de la ciudad incrédula y contestataria se derrumbarán48. Mientras esto suceda, el salmista se turba en esta prueba; y soportando el resto de quienes contradicen, suspira por las alas para volar, elige la paz del desierto. No; sería mejor que permanezca entre los contestatarios, que tolere las amenazas, que beba el cáliz de los ultrajes, y ponga su esperanza en el que lo librará de la cobardía y de la tempestad. Que ponga su atención en el que es su Cabeza, el ejemplo de su vida; tranquilícese en la esperanza, aunque la realidad le turbe. Día y noche la cercarán sobre sus muros la iniquidad y el sufrimiento, y dentro de ella la injusticia. Sí, hay sufrimiento en ella, porque allí hay iniquidad; y porque hay en ella injusticia, hay sufrimiento. Pero que escuche a quien le tiende una mano: Venid a mí todos los que estáis cansados. Vosotros vociferáis, vosotros contestáis, vosotros ultrajáis; por el contrario él dice: venid a mí todos los que estáis cansados de vuestra soberbia, para que descansaréis en mi humildad. Aprended de mí, dice, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis el descanso para vuestras almas49. ¿Por qué están ellos agobiados, sino porque no son mansos y humildes de corazón? Dios se ha hecho humilde: vergüenza le debía de dar al hombre de ser soberbio.

14. [v.12] No falta de sus plazas la usura y el engaño. La usura y el engaño no se ocultan al menos por ser malos; al contrario, se muestran en toda su malicia públicamente. Pues el que en casa comete algún mal, si se avergüenza es de su mal. En sus plazas hay usura y engaño. El tratar de conseguir lucro es una profesión, al lucro hasta se lo califica de arte; se le llama un gremio, una corporación casi necesaria para la ciudadanía, y de su ejercicio se recaudan las ganancias. Hasta tal punto está en público lo que debería al menos estar escondido. Hay todavía una usura peor: es cuando no perdonas lo que se te debe. Tu ojo se te enturbiará al recitar aquella frase de la oración: Perdónanos nuestras deudas. ¿Qué tendrás que hacer cuando ores y llegues a esta frase? Recibiste alguna injuria verbal, y pretendes exigir el castigo de la condenación; ¡usurero de injurias, no exijas más de lo que has dado! Te han dado un puñetazo, y tú buscas la muerte del culpable. ¡Qué usura tan perversa! ¿Cómo vas a acercarte a la oración? Y si dejas la oración ¿qué rodeos darás para ir al Señor? Mira lo que dices: Padre nuestro que estás en los cielos: santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino. Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Sigues diciendo: Danos hoy nuestro pan de cada día. Y llegas a: Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores50. Si acaso en la ciudad abundan estas malvadas usuras, que no entren en estos muros donde nos golpeamos el pecho. ¿Qué harás cuando aquí en la iglesia os enfrentéis tú y la petición recitada? El experto en leyes compuso para ti estas peticiones; él, que sabía cómo se debe proceder en esta situación, te dice: de otra manera no vas a conseguir lo que pides. Os aseguro que, si vosotros perdonáis sus pecados a los hombres, se os perdonarán a vosotros; pero si vosotros no perdonáis a los hombres sus pecados, tampoco vuestro Padre os perdonará a vosotros51. ¿Quién dice esto? El que conoce qué determinación hay que tomar, y lo que tú vienes a pedir. Mira que él mismo ha querido ser tu abogado; ha querido ser tu jurisconsulto, él mismo, tu asesor ante el Padre, él mismo, tu juez. Y él ha dicho: «De otro modo no conseguirás el perdón que pides». ¿Qué vas a hacer? No lo obtendrás si no expresas las palabras del perdón; no lo obtendrás si las dices falsamente. Así que o lo pones por obra y luego formulas la petición, o si no, no merecerás obtener lo que pides; porque quienes no practican esto, están hundidos en perversas usuras. Que estén allí los que buscan o adoran los ídolos; no seas tú de esos, pueblo de Dios; no lo seas, pueblo de Cristo; no lo seas, oh cuerpo de tal Cabeza. Fíjate en lo que te asegura la paz, mira a ver cuáles son las promesas de tu vida. ¿De qué te sirve exigir el castigo a las injurias recibidas? ¿Es que la venganza te fortifica? ¿Así que te vas a alegrar del mal ajeno? Has sufrido algún mal: ¡perdónalo!, no vayáis a ser dos los que sufrís. Y no falta en sus plazas la usura y el engaño.

15. [v.13—15] Así que por todo eso tú buscabas la soledad y unas alas; y por eso protestas, no puedes soportar la realidad: la oposición y la injusticia de esta ciudad. Descansa, más bien, junto con los que viven contigo dentro, no andes buscando la soledad. Mira lo que dice también de estos: Porque si mi enemigo me injuriase. Ya antes en su lucha se encontraba turbado por las voces de su enemigo y los ultrajes del pecador. Quizá vivía en aquella ciudad, soberbia ella, alzando una torre que luego fue derribada, al dividirse sus lenguas52; mira cómo desde dentro gime por miedo a los falsos hermanos. Porque si mi enemigo me injuriase, sí, lo aguantaría; y si el que me odiaba hubiera proferido palabras muy ofensivas contra mí, es decir, si con soberbia me hubiera insultado, y con arrogancia se hubiera alzado sobre mí, con toda clase de amenazas, sin duda alguna que me habría escondido de él. ¿Cómo te ibas a esconder del que está fuera? De los que están dentro, sí. Y ahora mira a ver si no queda más solución que buscar la soledad. Pero tú —sigue diciendo —, mi amigo íntimo, mi guía y confidente. Quizá alguna vez me diste un consejo, quizá alguna vez te has adelantado y me has advertido saludablemente de algo: estábamos juntos en la Iglesia de Dios. Pero tú, mi amigo íntimo, mi guía y confidente, que junto conmigo saboreabas dulces manjares. ¿Cuáles son esos manjares dulces? No todos los que están cerca los conocen; pero los que los conocen procuren no convertirlos en amargos, para que les puedan decir a los que aún los desconocen: Gustad y ved qué bueno es el Señor53. Tú, que junto conmigo saboreabas dulces manjares. Íbamos juntos por la casa de Dios. ¿De dónde, pues vendrá la división? El que estaba dentro se ha salido. Caminó junto y de acuerdo conmigo por la casa de Dios: se ha levantado otra casa en contra de la casa de Dios. ¿Y por qué abandonó aquella en la que íbamos juntos? ¿Por qué la abandonó, si en ella los dos disfrutábamos sabrosos manjares?

16. [v.16] Venga la muerte sobre ellos, y bajen vivos al infierno. De este modo vuelve la mirada atrás y nos hace recordar el origen de aquel cisma primitivo, cuando en el primer pueblo judío, algunos soberbios se separaron, y prefirieron sacrificar por su cuenta. Les sorprendió una muerte inusual: se abrió la tierra y se los tragó vivos54. Venga la muerte sobre ellos, dice, y bajen vivos al infierno. ¿Qué quiere decir vivos? Que son conscientes de su ruina, y no obstante perecen. Mira cómo perecen algunos vivos y son engullidos por una brecha en la tierra, es decir, cómo son devorados por las pasiones terrenas. Tú le dices a alguien: «¿Qué te pasa, hermano? Somos hermanos, invocamos al único Dios, creemos en el único Cristo, escuchamos el mismo evangelio, cantamos el mismo salmo, respondemos el mismo Amén, proclamamos el mismo Aleluya, celebramos la única Pascua: ¿Qué haces tú ahí fuera, cuando yo estoy dentro?» Muchas veces me siento angustiado y pensando lo verdaderas que son aquellas palabras: «Que Dios te devuelva a nuestros mayores». Es, pues, un ser vivo que perece. Después continúas y le adviertes: «Bueno, que se cometa sólo el mal de la separación; pero, ¿por qué añades también el del rebautismo? Reconoce en mí lo que tú tienes; y si me has odiado, perdona a Cristo en mí». Y todo esto con frecuencia a ellos les parece que está muy mal: realmente, dicen, esto está mal; ¡ojalá no existiese! ¿Pero qué vamos a hacer de lo establecido por nuestros mayores? Que bajen vivos al infierno. Si cayeras muerto, no sabes qué harías; pero mientras sabes que lo que haces está mal, y sin embargo lo haces, ¿no estás cayendo vivo al abismo? ¿Y por qué especialmente se tragó vivos la tierra a aquellos jefes de antaño, y un fuego venido del cielo consumió al pueblo que estaba de acuerdo con ellos?55 Por eso el presente salmo, recordando este castigo, comienza por el pueblo y concluye por los jefes. Que venga la muerte sobre ellos, aludiendo a los que recibieron el fuego del cielo; y añade a continuación: que desciendan vivos al infierno, por los jefes que se tragó la tierra en la brecha. Porque ¿cómo iban a bajar vivos al infierno aquellos de quienes se dijo antes: Que venga la muerte? Si ya les había sobrevenido la muerte, ¿cómo iban a bajar vivos al abismo? Luego comienza por el pueblo y termina con los jefes. Que venga la muerte sobre ellos a quienes consintieron y les siguieron. ¿Y qué les pasará a los jefes y príncipes? Que desciendan vivos al infierno, porque son ellos los que manejan las Escrituras, y saben bien por la lectura diaria cómo la Iglesia Católica está extendida por el mundo entero, y que toda contradicción es totalmente inútil, y no se puede hallar argumento alguno en favor de su cisma, eso lo saben bien. Y han caído vivos en el infierno porque saben que el mal que están haciendo es realmente un mal. Y en cuanto a los otros, el fuego que los consumió es el de la ira divina. Inflamados en el empeño por la disputa, no han querido distanciarse de sus malos jefes; cayó fuego sobre fuego, el ardor de la destrucción sobre el ardor de la disensión. Que venga la muerte sobre ellos, y desciendan vivos al infierno. Pues la maldad anida en sus albergues, en medio de ellos. En sus albergues, donde se hospedan de paso, como peregrinos. No han de permanecer siempre ahí; y no obstante luchan así por una animosidad pasajera. Así pues, en sus albergues, la iniquidad, en medio de ellos la iniquidad; nada hay tan dentro de ellos como el corazón.

17. [v.17] Yo clamé al Señor. Quien clama es el cuerpo de Cristo y la unidad de Cristo en la angustia, en la pesadumbre, en el fastidio, en la turbación de la prueba; aquel único hombre, que estableció la unidad en un solo cuerpo, al tener su alma angustiada, clama desde los confines de la tierra: Te invoco desde los confines de la tierra, dice, con el corazón abatido56. Es uno solo, pero uno por ser unidad; uno solo, sí, pero no en el sentido de que está aislado en un lugar, sino que clama solo desde los confines de la tierra. ¿Cómo clamaría uno solo desde el fin del mundo, si no fuera uno en muchos? Yo clamé al Señor. Está bien. Tú clama al Señor, pero no lo hagas a Donato, no sea que en lugar del Señor tengas a un señor, que no quiso someterse al Señor como consiervo tuyo. Yo clamé al Señor y él me escuchó.

18. [v.18] Por la tarde, en la mañana, al mediodía le expongo, le anuncio, y él escucha mi voz. Anuncia el evangelio tú, que lo has recibido, no te lo calles. Por la tarde el pasado, en la mañana el futuro, al mediodía lo eterno. De ahí que el sentido de a la tarde se refiere a lo que expone; el de a la mañana es lo que anuncia; y lo de al mediodía, que su voz es escuchada. El fin está puesto en el mediodía, puesto que de él no se pasa al ocaso. Al mediodía está la luz plena, el esplendor de la sabiduría, el fervor del amor. Por la tarde, en la mañana, al mediodía. Por la tarde el Señor está en la cruz, en la mañana resucita, y al mediodía asciende al cielo; por la tarde expongo la paciencia del que muere, luego en la mañana anuncio la vida del resucitado, y al mediodía elevaré mi oración para que la escuche el que está sentado a la derecha del Padre; escuchará mi voz el que intercede por nosotros57. ¡Cuánta seguridad tiene, cuánto consuelo, cuánto alivio en el desánimo y en la tempestad, contra los malvados, contra los inicuos, tanto de fuera como de dentro, y también contra los que están fuera, aunque antes estuvieron dentro!

19. [v.19] Por eso, hermanos míos, a los que, dentro de estos muros, reunidos en la asamblea, veáis que son turbulentos, soberbios, egoístas, arrogantes, que no tienen por Dios un celo puro, sano, pacífico, sino que se atribuyen muchas cosas a sí mismos; dispuestos a la discordia, aunque no encuentren la ocasión, esos son la paja de la era del Señor58. El viento de la soberbia se ha llevado a algunos de aquí, pero toda la paja no volará de aquí sino cuando la limpie del trigo el Señor en el último día. ¿Y a nosotros qué nos queda, sino cantar con el salmista, orar, llorar y decir con toda confianza: Su paz rescata mi alma? En oposición a los que no aman la paz, les decimos: Su paz rescata mi alma, puesto que en medio de aquellos que odiaron la paz, yo era pacífico59. Su paz rescata mi alma de los que se me acercan. Porque de los que están lejos no hay problema; no me engaña tan fácilmente el que me dice: «Ven, adora este ídolo»; está muy lejos de mí. Le preguntas: «¿Eres cristiano?» «Sí, soy cristiano», responde. Ese es tu enemigo cercano, está a tu lado. Su paz rescata mi alma de los que se me acercan, ya que en muchas cosas estaban conmigo. ¿Por qué dijo: Los que se me acercan? Porque en muchas cosas estaban conmigo. Esta frase: En muchas cosas estaban conmigo, tiene doble sentido. Primero, En muchas cosas estaban conmigo: el bautismo lo tuvimos todos: en eso estaban conmigo; el evangelio lo leíamos unos y otros: estaban conmigo; celebrábamos la fiesta de los mártires: allí estaban conmigo; asistíamos a la solemnidad de la Pascua: estaban juntos conmigo. Pero no totalmente conmigo: en el cisma no están conmigo, en la herejía tampoco. En muchas cosas sí están conmigo, pero sólo en pocas no lo están. Y por estas pocas cosas en que no están conmigo, no les aprovechan las muchas en que sí lo están. Fijaos cuántas cosas enumera el Apóstol Pablo: pero cita una, y si ella falta, las demás son inútiles. Aunque yo hablara, dice, las lenguas de los ángeles y de los hombres, aunque tuviera el don de profecía y toda la fe, y toda la ciencia, aunque traslade los montes, y reparta todos mis bienes a los pobres, aunque entregara mi cuerpo a las llamas60. ¡Cuántas cosas enumera! Pero a todas estas le falta sólo una, la caridad: aquellas son muchas en número, pero esta tiene más valor61. Así que en todos los misterios están conmigo, pero en una cosa no lo están, en la caridad: En muchas cosas estaban conmigo. Y veamos ahora la otra interpretación: Porque en muchas cosas estaban conmigo. Los que se separaron de mí, estaban conmigo, y no en pocas cosas, sino en muchas. En realidad, por el mundo entero hay pocos granos de trigo, y abunda la paja. ¿Qué es, pues, lo que quiere decir? Como paja estaban conmigo; como trigo no lo estaban; y bien cercana está la paja del trigo: brota de un mismo germen, echa raíces en el mismo campo, se nutre de la misma lluvia, la siega el mismo segador, soporta la misma trilla, espera la misma bielda, pero no entra en el mismo granero. Porque en muchas cosas estaban conmigo.

20. [v.20—21] Dios me escuchará, y los humillará el que existe desde siempre. Ellos se apoyan en no sé qué jefe que surgió ayer: los humillará el que existe desde siempre. Porque aunque Cristo nació en el tiempo de María Virgen, no obstante el Verbo existe desde el principio antes de los siglos, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios62. Los humillará el que existe desde siempre. Porque en ellos no hay cambio; me refiero a aquellos que no van a cambiar. Ha conocido a algunos que se obstinarán, y que morirán obcecados en su maldad. También nosotros vemos a algunos que no se convierten, que mueren en su obstinación, en su cisma: no se da en ellos conversión alguna. Dios los humillará, los humillará con la condenación, ya que se han erguido en la disensión. No hay cambio alguno en ellos, porque no cambian para mejor, sino para peor; no cambian ni cuando viven en este mundo, ni en la resurrección. Pues todos resucitaremos, pero no todos seremos transformados63. ¿Por qué? Porque en ellos no hay cambio, y no tienen temor de Dios. Hermanos míos, sólo hay un remedio: que teman a Dios y abandonen a Donato. Les dices: «En la herejía, en el cisma tienes tu perdición; es inevitable que Dios castigue estas desviaciones; terminarás en la condenación, no intentes lisonjearte con tus palabras, no sigas a un guía ciego: si un ciego guía a otro ciego, los dos caerán en el hoyo64». «¿Qué me importa?», me responde; «lo mismo que he vivido ayer, viviré también hoy; seré lo que han sido mis padres». No tienes temor de Dios. Teme, sí, a Dios; piensa que es verdad todo esto que leemos, porque es la fe de Cristo que no puede engañar. ¿Cómo va a permanecer en la herejía ante una evidencia tan grande de la fe católica, que Dios ha extendido por todo el mundo, y que antes de extenderla lo predijo, lo preanunció, y cumplió exactamente lo que había dicho? Luego pongan cuidado y estén prevenidos los que no temen a Dios. Extendió su mano para darles su merecido.

21. [v.21—22] Han violado su testamento. Lee el testamento que violaron: En tu descendencia serán benditas todas las naciones65. Han violado su testamento. ¿Qué tienes que objetar tú a estas palabras del testador? Esto es lo que afirmas: Sólo África ha merecido esta gracia del santo Donato, sólo en él ha permanecido la Iglesia de Cristo. Di al menos: la iglesia de Donato. ¿Por qué añades la de Cristo, de quien se dijo: En tu descendencia serán benditas todas las naciones? ¿Quieres seguir a Donato? Ten presente a Cristo, y apártate. Mirad lo que sigue: Han violado su testamento. ¿Qué testamento? Le fueron hechas promesas a Abrahán y a su descendiente. Dice el Apóstol: Hermanos, a un testamento legítimo nadie lo anula ni le añade cláusula alguna. A Abrahán y a su descendiente se le hicieron promesas; no dice «a sus descendientes», como si fueran muchos, sino como hablando de uno solo: Y a tu descendiente, que es Cristo66. ¿Y cuál es el testamento que se le ha hecho a este Cristo? En tu descendiente serán benditas todas las naciones. Tú que abandonaste la unidad con todos los pueblos, y has preferido quedarte en un partido, has violado su testamento. Por eso, lo que te está sucediendo, es decir, que vas a ser exterminado, y separado de la heredad, se debe a la ira de Dios. Pon atención a lo que sigue: Han violado su testamento; fueron separados por la ira de su rostro. ¿Qué estáis esperando? ¿Se puede aludir a los herejes con mayor claridad? Fueron separados por la ira de su rostro.

22. [v.22] Y les ha acercado su corazón. ¿De quién, sino el corazón de aquel por cuya ira quedaron separados? ¿En qué sentido les ha acercado su corazón? Debemos entender que se trata de su voluntad. De hecho por los herejes se ha afianzado la Iglesia Católica, y por los que tenían malos sentimientos, han quedado de manifiesto quiénes los tenían buenos. ¡Cuántas cosas había ocultas en las Escrituras! Y cuando los herejes se separaron de la Iglesia, su problemática inquietó a la Iglesia de Dios: y fue así como se esclareció lo que estaba oculto y se comprendió cuál era la voluntad de Dios. Por eso se dice en otro salmo: Una manada de toros en medio de las vacas de los pueblos, para hacer salir a los que han sido probados como la plata67. Para hacer salir, dice, o sea, que sobresalgan, que se manifiesten. De aquí que, en la orfebrería de la plata, se les llame «exclusores» (los que hacen salir) a quienes le dan forma a partir de una masa informe y confusa. Y por eso mismo muchos que podían conocer y explicar admirablemente las Escrituras, se hallaban ocultos entre el pueblo de Dios; pero no ofrecían ninguna solución a las cuestiones difíciles sin la presión de algún calumniador. ¿Acaso se profundizó hasta el fondo sobre la Trinidad, antes de oírse los ladridos de los arrianos? ¿Se trató acaso con profundidad sobre la penitencia, antes de que se opusieran los novacianos? Tampoco se aclaró suficientemente sobre el bautismo antes de que se opusieran los rebautizadores, ya separados de la Iglesia; ni se había dicho lo que se dijo acerca de la unidad en Cristo, sino después de que los hermanos más débiles comenzasen a turbarse por aquella división. Y así, los que estaban versados en la materia, se pusieron a estudiar y resolver con sus palabras y discusiones, que hicieron llegar al pueblo, y han aclarado las dificultades de interpretación de la Ley, para que los débiles no se viniesen abajo, instigados por las preguntas de los impíos. Pues bien, ellos se han dividido por la ira de su rostro, y a nosotros nos ha acercado su corazón para que pudiéramos entender. Entended, pues, lo que se ha recordado en otro salmo: Una manada de toros, es decir, de soberbios que atacan con los cuernos, en medio de las vacas de los pueblos. ¿A quién llama vacas? A las almas fáciles de seducir. ¿Y esto para qué? Para hacer salir, o sea, para que salgan a flote los que estaban ocultos, los que fueron probados como la plata. ¿Y qué significa la plata? La palabra de Dios. Las palabras del Señor son palabras puras, son plata purificada al fuego, rica de pruebas en la tierra y refinada siete veces68. Estas palabras de oscura interpretación, mirad cómo el Apóstol las ilumina y las aclara: Conviene, dice, que incluso haya herejes, para que salgan a la luz entre vosotros los que han sido probados69. ¿Qué significa probados? Probados como la plata, probados por sus palabras. ¿Y que salgan a la luz? Que hagan salir. ¿Y esto por qué? Por causa de los herejes; es decir, por la manada de toros entre las vacas de los pueblos. Así pues, también estos han sido separados por la ira de su rostro, y les ha acercado su corazón.

23. Sus palabras son más suaves que el aceite, y son dardos. Algunos pasajes de la Escritura parecían duros, mientras permanecían obscuros; pero una vez aclarados, se suavizaban. De hecho, la primera herejía entre los discípulos de Cristo, surgió, al parecer, por la dureza de sus palabras. Por ejemplo, cuando dijo: Si alguien no come mi carne y bebe mi sangre, no tendrá vida en él. Los oyentes, al no comprender, se dijeron unos a otros: ¡Qué duras son estas palabras! ¿Quién podrá escucharlas? Y al decir esto se separaron de él; y se quedó solo con los doce. Y al comunicarle ellos que por sus palabras se habían escandalizado, replicó: ¿Vosotros no queréis iros también? Y Pedro le respondió: ¿A quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna70. Prestad atención, os lo suplico, hermanos, y, como niños, aprended lo que es la piedad. ¿Acaso Pedro comprendía ya todo el misterio de aquellas palabras del Señor? No, todavía no lo comprendía; pero creía con humildad que aquellas palabras que no entendía eran buenas. Luego si son duras las palabras, y todavía no se comprenden, que lo sean para el impío, pero a ti la piedad te las ablandará; algún día llegará en que se aclaren, y serán para ti como el aceite, y penetrará hasta los huesos.

24. [v.23] Y como si fuera el mismo Pedro, después de que quedaran escandalizados por la dureza que, según ellos, tenían las palabras del Señor, y como si con él dijera: ¿A quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna, añadió: Deposita en el Señor tus preocupaciones, que él mismo te nutrirá. Eres un niño, aún no entiendes los misterios de las palabras: quizá el pan está escondido para ti, y debes ser alimentado todavía con leche (1 Cor 3,2); no te enojes con los pechos, ellos te harán capaz de sentarte a la mesa, para lo cual todavía no estás preparado. Mirad cómo gracias a la separación de los herejes, muchas durezas se han ido ablandando. Sus palabras duras se han vuelto más suaves que el aceite, y son como dardos, que han armado a los evangelizadores: sus palabras se dirigen al corazón de todos los oyentes, insistiéndoles a tiempo y a destiempo. Con tales discursos, con tales palabras, como si fueran saetas, son heridos los corazones humanos para llevarlos al amor de la paz. Eran duros, pero se han vuelto suaves. Suaves, sí, pero sin perder su eficacia, convirtiéndose en dardos. Sus palabras son más suaves que el aceite, y ellas —las palabras suaves—, son como dardos. Pero quizá tú no estás preparado todavía para ser armado con estos dardos, es posible que tales palabras obscuras no se te hayan aclarado, no se te hayan hecho suaves las palabras duras. Deposita en el Señor tus preocupaciones, que él mismo te nutrirá. Abandónate en el Señor. Sí, quieres ya abandonarte en el Señor: que nadie se te ponga en lugar del Señor. Deposita en el Señor tus preocupaciones. Mira cómo aquel gran soldado de Cristo no quiso tomar a su cargo el cuidado de los niños: ¿Es que Pablo fue crucificado por vosotros, o estáis bautizados en el nombre de Pablo?71 ¿Qué intentaba decirles, sino: Depositad en Dios vuestras preocupaciones, y él mismo os nutrirá? Bien, un niño quiere ahora depositar en el Señor sus preocupaciones, y viene uno cualquiera y le dice: «Yo me encargo». Como una navecilla que fluctúa sin rumbo le dice: «Yo me encargo de ti». Tú respóndele: «Yo busco un puerto, no un peñasco». Deposita en el Señor tus preocupaciones, que él mismo te nutrirá Y verás cómo te recibe el puerto: No permitirá que el justo fluctúe para siempre. Te parecerá que andas fluctuando en este mar, pero el que te recibe es el puerto. Procura, eso sí, no desasirte del ancla antes de entrar en el puerto. La nave, sujeta a las anclas, está fluctuando, pero no será arrojada muy lejos de la costa; y no fluctuará para siempre, aunque lo haga en algunas ocasiones. Precisamente a esa fluctuación se refieren las anteriores palabras: Me entristecí en las pruebas, y me turbé. Esperaba alguien que me salvase de mi cobardía y de la tempestad. Habla fluctuando, pero no fluctuará para siempre, pues su ancla está firme, y su ancla es su esperanza. No permitirá que el justo fluctúe para siempre.

25. [v.24] ¿Y qué les sucederá a los demás? Tú, oh Dios, los precipitarás a ellos en el pozo de la corrupción. El pozo de la corrupción es el hundimiento en las tinieblas. Los precipitarás, dice, en el pozo de la corrupción, puesto que si un ciego guía a otro ciego, ambos caen en la fosa72. Los precipitará Dios en el pozo de la corrupción, no porque sea él el autor de su culpa, sino porque él será el juez de sus iniquidades. Dios los entregó a los deseos desordenados de su corazón73; prefirieron las tinieblas a la luz; prefirieron la ceguera a la visión. He aquí que el Señor Jesús brilló en el mundo entero. Que canten en unidad con todo el mundo: porque no hay quien se libre de su calor74. Pero ellos, pasándose del todo a la parte, del cuerpo a la herida, de la vida a la amputación, ¿qué les va a suceder, sino caer en el pozo de la perdición?

26. Hombres sanguinarios y fraudulentos. Sanguinarios los llama por sus asesinatos; ¡y ojalá fuesen asesinatos corporales solamente, y no espirituales! La sangre, al salir del cuerpo, cuando la vemos nos causa horror. Pero ¿quién ve la sangre del alma en un rebautizado? Esta clase de muertes piden otros ojos. Aunque en realidad estas muertes visibles no paran de provocarlas por todas partes los armados circumceliones. Y si tenemos en cuenta estas muertes visibles, claro que son hombres sanguinarios. Mira a un hombre armado a ver si es hombre de paz y no un sanguinario. ¡Si llevara solamente el palo! Pero lleva la honda, lleva el hacha, lleva piedras, lleva lanzas. Y con todo esto encima, recorren los lugares que pueden, sedientos de sangre inocente. Así que también son hombres sanguinarios por estas muertes visibles. Pero hay que decir de ellos: ¡Ojalá fueran sólo esas muertes las que ejecutan, y no asesinaran también a las almas! Estos son los hombres sanguinarios y fraudulentos. Y no se vayan a pensar que los creemos injustamente sanguinarios por la muerte de las almas. También ellos calificaron así a sus maximianistas; de hecho al condenarlos en la sentencia de su concilio, fueron estas las palabras que les aplicaron: Sus pies son veloces para derramar la sangre de los mensajeros. En sus caminos hay quebranto y desdicha; no han conocido el sendero de la paz75. Es esto lo que dijeron de los maximianistas. Pero yo les pregunto a ellos a ver cuándo los maximianistas derramaron sangre corporal. Y no niego que también ellos la hubieran derramado, de haber sido un grupo suficientemente grande para poder hacerlo; pero tenían miedo por ser poco numerosos, ya que más bien sufrieron ellos de parte de los donatistas, en lugar de ocasionar algún mal de este tipo. Y ahora le pregunto yo a un donatista: «Tú en tu concilio sentenciaste contra los maximianistas: Sus pies son veloces para derramar sangre. ¿Podríais vosotros mostrarme a uno solo, a quien los maximianistas hiriesen ni siquiera con un dedo?» ¿Qué podrá responderme, sino lo que yo estoy diciendo?: «Los que se han separado de la unidad, y tras seducirlas matan a las almas, derraman sangre espiritual, no carnal». Muy bien has dicho, pero reconoce tus hechos en tu respuesta. Hombres sanguinarios y fraudulentos. Traición en el engaño, en la simulación, en la seducción. ¿Qué decir, entonces, de aquellos que fueron separados por la ira de su rostro? Ellos son los hombres sanguinarios y fraudulentos.

27. ¿Pero qué dice de ellos el salmo? No llegarán ni a la mitad de sus días. ¿Y qué significa esta frase? Que no progresarán cuanto ellos piensan; que perecerán dentro del tiempo de sus planes. Es como aquel, semejante a la perdiz de la cual se dijo: Lo abandonarán en la mitad de sus días, y al final será necia76. Progresarán, pero sólo por un tiempo. ¿Qué dice el Apóstol? Los malvados y seductores progresarán, pero para su mal, errando ellos y haciendo caer a otros en el error77. Cuando un ciego guía a otro ciego, ambos caen en la fosa78. Con razón caen en el pozo de la corrupción. ¿Qué es lo que dice el Apóstol? Progresarán para peor; pero no por mucho tiempo; como poco antes había dicho: No triunfarán por más tiempo. Es lo que dice el salmo: No llegarán ni a la mitad de sus días. Que siga el Apóstol diciéndonos el porqué de todo esto: Su locura será manifiesta a todos, como lo fue la de aquellos79. Los hombres sanguinarios y traicioneros no llegarán ni a la mitad de sus días. Yo en cambio confío en ti, Señor. Con razón ellos no cumplirán ni la mitad de sus días, por haber puesto su esperanza en el hombre. En cambio yo desde los días del tiempo, he llegado al día eterno. ¿Por qué? Porque he esperado en ti, Señor.