SERMÓN 7

Traductor: Pío de Luis, OSA

La zarza que arde (Ex 3,2-15)

1. Cuando se proclamó la lectura divina, el gran milagro que concentró al máximo la atención del siervo de Dios Moisés 1, nuestro corazón quedó también a la expectativa, pues también a nosotros nos llamó la atención el hecho de que hubiese fuego en la zarza y la zarza no se quemase 2. Luego observamos que la Santa Escritura dijo primero que el ángel del Señor se había aparecido a Moisés en la zarza 3. En un segundo momento, Moisés ya no hablaba como con un ángel, sino como con el Señor 4. En tercer lugar advertimos que, al preguntar Moisés cuál era el nombre de Dios, para poder contestar a los israelitas que le preguntaran cómo se llamaba el Dios que lo enviaba a ellos, respondió: Yo soy el que soy. Y no lo dijo como de paso, sino que lo encareció con la repetición, al añadir: esto les dirás a los hijos de Israel: el que es me ha enviado a vosotros 5. Finalmente, después de enunciar su nombre, añadió todavía: Les dirás: el Señor Dios de vuestros padres, Dios de Abrahán, y Dios de Isaac y Dios de Jacob me ha enviado a vosotros. Y este es mi nombre para siempre 6. Escuchad ahora lo que el Señor me conceda. Son realidades grandiosas, como envoltura de los misterios divinos. Si intentáramos sacarlos a la luz de forma adecuada y suficiente, nos faltaría tiempo y fuerzas.

2. Así, pues, lo que puedo decir con brevedad sin que sea inútil, vano, o carente de algún significado oculto es esto: la zarza ardía y la zarza no se quemaba 7. La zarza es cierta clase de arbusto que tiene espinas, y estas no pueden significar nada digno de alabanza pues la tierra las produjo para el pecador. En efecto, al principio se dijo al hombre que había pecado: la tierra te producirá espinas y abrojos 8. Tampoco debemos pensar que signifique algo positivo el hecho de que la zarza no se quemase, es decir, de que la llama no la devorase. Pues si la llama, en la que se manifestaba el ángel o el Señor -razón por la que, cuando vino el Espíritu Santo, aparecieron sobre cada uno de los presentes lenguas como de fuego 9-, significa algo bueno, debemos ser alcanzados por este fuego, pero no de manera que deje de devorarnos a causa de nuestra dureza. La zarza, a la que el fuego no quemaba, significa al pueblo que resistía a Dios. La zarza, por tanto, significa al pueblo espinoso de los judíos, al que se enviaba a Moisés. Y por eso no se quemaba la zarza: porque la dureza de los judíos, como dije, resistía a la ley de Dios. Pues si no estuviese significado en las espinas ese pueblo, Cristo no hubiese sido coronado de espinas por él 10.

3. El hecho de que al ser que hablaba con Moisés se le considere como ángel del Señor y como Señor, plantea un gran problema y reclama no alguien que afirme con temeridad, sino a alguien que investigue con cautela. Dos son las opiniones que sobre ello se pueden ofrecer: ambas son conformes con la fe católica, sea la que sea la verdadera. Al decir sea la que sea la verdadera, me refiero a lo que pensaba quien lo escribió. En efecto, a veces, al estudiar las Escrituras pensamos algo que el escritor quizá no afirmó, pero nunca debemos pensar algo que se aparta de la regla de fe, de la regla de verdad. Ofrezco, pues, las dos propuestas, aunque quizá haya una tercera que se me oculta. De las dos que os ofrezco, elegid la que queráis. Algunos dicen que se llama tanto ángel del Señor como Señor porque era Cristo, de quien claramente dice el profeta que es ángel del gran consejo 11. Porque ángel es nombre que indica la función, no la naturaleza. Pues en griego se llama ángel al que en latín llamamos nuncio. Nuncio es término que indica acción; se habla de nuncio porque hace algo, es decir, porque anuncia. ¿Y quién negará que Cristo nos anunció el reino de los cielos? 12 Además, el ángel, es decir, el nuncio, es enviado por quien se sirve de él para anunciar algo. ¿Y quién negará que fue enviado Cristo, que tantas veces dice: no vine a hacer mi voluntad, sino la voluntad de aquel que me ha enviado? 13 Él es el propiamente enviado. Pues, Siloé, la célebre piscina setraduce por «enviado». Por eso Cristo mandó a lavarse la cara allí al ciego al que puso lodo en los ojos 14. Sólo se le abren los ojos a aquel a quien Cristo limpia. Luego el mismo que es ángel es Señor.

4. Pero aquí nos sale al paso algo que hay que evitar. Porque no faltan herejes que afirman que la naturaleza del Padre y del Hijo son distintas y diferentes, y que no son de una única y misma sustancia. En cambio, la fe católica cree que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son un único Dios, Trinidad de una misma sustancia, inseparable e igual, no confusa por mezcla ni separada por distinción. Por tanto, aquellos que tratan de persuadir que el Hijo no es de la misma sustancia que el Padre, aducen como argumento que el Hijo fue visto por los patriarcas. El Padre -dicen- no fue visto; lo invisible y lo visible son de diversa naturaleza. Y por ello -argumentan- se dijo del Padre: a quien nadie vio ni pudo ver 15. Su objetivo es que se crea que el que vieron no sólo Moisés 16, sino también Abrahán 17; no sólo Abrahán, sino incluso el mismo Adán 18, y los demás patriarcas 19 no fue Dios Padre, sino más bien el Hijo, con la consecuencia de entender que era una criatura. La Católica no dice eso. ¿Qué dice? El Padre es Dios, el Hijo es Dios: inmutable es el Padre, inmutable el Hijo; eterno el Padre, coeterno el Hijo; invisible el Padre, invisible el Hijo. Pues si afirmas que el Padre es invisible y el Hijo visible, has distinguido, más aún, has separado sus sustancias. ¿Cómo has hallado la gracia, si has perdido la fe? El problema, por tanto, se resuelve de esta manera: Dios -el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo- es una naturaleza propia e invisible. Mas se apareció cuando quiso, a quien quiso. Pero no como es, sino como quiso aquel a quien todo sirve. Si, pues, tu alma, que reside de forma invisible en tu cuerpo, para revelarse profiere una voz, y la voz en que se manifiesta tu alma cuando hablas, no es la sustancia de tu alma -una cosa ella y otra la voz y, no obstante, se manifiesta en una realidad que no es ella- del mismo modo Dios, aunque se manifestó en el fuego 20, no es fuego; si se manifestó en el humo 21, no es humo; si se manifestó en un sonido 22, no es sonido. Estas realidades no son Dios, pero indican a Dios. Asentado esto, creemos que se pudo decir con tranquilidad que el Hijo que se manifestó a Moisés era a la vez el Señor y un ángel del Señor.

5. En cambio, a los que piensan que era en realidad un ángel del Señor -no Cristo, sino un ángel enviado- hay que exigirles que expliquen por qué se le llamó Señor. Pues como a los que sostienen que era Cristo se les exige que expliquen por qué se le llamó ángel, así a los que sostienen que fue un ángel les pedimos que den razón de por qué se le llamó Señor. Yo ya he dicho cómo salen de la dificultad que supone el que se le llamara ángel los que afirman que era Cristo: el profeta designó claramente ángel del gran consejo 23 a Cristo el Señor. Ahora toca, pues, a los que dicen que era un ángel dar razón de qué se le llamó Señor. También ellos tienen su respuesta: «Como en las Escrituras habla un profeta y se dice que habla el Señor, no porque el Señor sea un profeta, sino porque el Señor mora en el profeta, de igual manera cuando el Señor se digna hablar por medio de un ángel -como por medio de un apóstol o de un profeta-, con razón se le llama también ángel por lo que es él mismo y Señor porque Dios mora en él. Sin duda Pablo era un hombre y Cristo es Dios y, sin embargo, dice Pablo mismo: ¿O queréis recibir una prueba de que Cristo habla en mí? 24Dijo también el profeta: Oiré lo que habla en mí el Señor Dios 25. El que habla en el hombre, habla también en el ángel. Por eso se apareció a Moisés el ángel del Señor y le dijo: Yo soy el que soy 26. No habla el templo, sino quien mora en él.

6. Pues si, cuando se le llamó ángel, era Cristo porque se trataba de uno solo, ¿qué hay que hacer con los tres que se le aparecieron a Abrahán? ¿Qué decimos al respecto? Aparecieron tres, y Abrahán, como dirigiéndose a uno solo, dijo: Señor 27. ¿Qué decimos? ¿Por qué tres? ¿O era la Trinidad misma? ¿Por qué entonces Señor? Porque la Trinidad es un único Señor, no tres Señores; y la Trinidad es un Dios, no tres; una única sustancia, tres personas. Pues el Padre no es el Hijo, ni el Hijo es el Padre, ni el Espíritu Santo es el Padre o el Hijo. El Padre no lo es sino del Hijo; el Hijo no lo es sino del Padre; el Espíritu lo es del Padre y del Hijo. Aunque respecto a aquellos tres algunos digan que entre ellos destacaba uno, a quien Abrahán llamaba Señor, cuando se apareció con otros dos, como si fuese Cristo con sus ángeles. Pero ¿qué hacer considerando que, cuando luego dos son enviados a Sodoma y se aparecen a Lot, hermano de Abrahán, también él reconoce en ellos la divinidad, y no obstante ver dos, le llama Señor 28? Uno era Señor entre tres y otro Señor entre dos. Por tanto, para no separar la Trinidad y constituir en Sodoma una dualidad, estimo que es mejor entender que nuestros padres reconocían al Señor en sus ángeles, advertían al morador en la morada, y daban gloria, no a las que lo llevaban, sino a quien tenía su asiento en el interior de ellos. Confirma esta sentencia la carta escrita a los Hebreos, en la que se dice: Pues si la palabra dicha por medio de ángeles, ha sido confirmada 29. Hablaba del Antiguo Testamento, y confirmó que allí hablaban los ángeles, pero que en sus ángeles se honraba a Dios, y que por medio de los ángeles se oía a quien los habitaba interiormente. También en los Hechos de los Apóstoles dice Esteban, arguyendo e increpando a los judíos: hombre de dura cerviz e incircuncisos de corazón y de oídos. De dura cerviz; espinas no consumidas por el fuego. Vosotros oponéis siempre resistencia al Espíritu Santo 30. He aquí la razón por la que la zarza no se consumía: porque las espinas de los pecadores oponían resistencia a la llama del Espíritu. Vosotros oponéis siempre resistencia al Espíritu Santo. ¿A qué profeta no dieron muerte vuestros padres? 31 Y -lo que nos ocupa- vosotros que recibisteis la ley mediante palabras de ángeles y no la habéis guardado 32. Si hubiera dicho «de un ángel» y no «de ángeles» no faltarían quienes dijeran «es Cristo», pues fue llamado ángel del gran Consejo 33. Pero si Cristo es ángel, ¿acaso los ángeles son Cristo? Asimismo dice el apóstol Pablo que la semilla de Abrahán fue dispensada. Fue dispensada -dice- por medio de los ángeles y con la intervención de un mediador 34.

7. Así, pues, el ángel -y en el ángel el Señor- decía a Moisés, que le preguntaba su nombre: Yo soy el que soy. Dirás a los hijos de Israel: El que es me ha enviado a vosotros 35. Ser es el término que indica la inmutabilidad. Todo aquello que cambia deja de ser lo que era y comienza a ser lo que no era. El ser verdadero, el ser puro, el ser auténtico no lo tiene sino aquel que no cambia. El ser lo posee aquel a quien se dice: cambias las cosas y quedan cambiadas, pero tú eres siempre el mismo 36. ¿Qué significa: Yo soy el que soy, sino soy eterno? ¿Qué significa: Yo soy el que soy, sino que no puedo cambiar? No soy criatura alguna; no soy ni el cielo, ni la tierra, ni un ángel, ni una virtud, ni los tronos, ni las dominaciones, ni las potestades 37. Por tanto, no obstante ser este el nombre que designa la eternidad, es más que se haya dignado tomar otro nombre con que designar su misericordia: Yo soy el Dios de Abrahán, y el Dios de Isaac y el Dios de Jacob 38. El primer nombre le designa en sí mismo, el segundo en su relación a nosotros. Si él hubiese querido quedarse sólo con lo que es en sí mismo, ¿qué seríamos nosotros? Si entendió, o mejor, puesto que entendió Moisés, cuando se le dijo: Yo soy el que soy, el que es me ha enviado a vosotros 39, creyó que eso era excesivo para los hombres, y vio que distaba mucho de los hombres. Pues quien entienda como es debido lo que es y lo que verdaderamente es, y de alguna manera es inspirado por la luz de la veracísima esencia, aunque sea de manera muy fugaz, como un relámpago, se ve muy inferior, muy distante, muy desemejante: como aquel que dijo: Yo dije en mi éxtasis. Absorta su mente, vio no sé qué superior a él. Y ello era el ser verdadero. Yo dije -afirma- en mi éxtasis. ¿Qué? He sido arrojado de la presencia de tus ojos 40. Moisés vio que era muy inferior respecto a lo que se decía, no a aquello que veía, y como menos capaz; por eso, inflamado por el deseo mismo de ver lo que es, decía a Dios con quien hablaba: Muéstrateme a ti mismo 41. Por tanto, como si, al verse tan desemejante de aquella esencia excelente, hubiese perdido toda esperanza, Dios levanta el ánimo de quien ha perdido la esperanza, al verlo lleno de temor. Como si le dijera: «Porque he dicho: Yo soy el que soy, y: El que es me ha enviado, has entendido qué es el ser, y has perdido la esperanza de comprenderlo, levanta la esperanza: Yo soy el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob 42. Soy el que soy, soy el ser mismo, de modo que no quiero faltar a los hombres. Si, de algún modo, podemos buscar al Señor e ir en pos del que es, ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros: pues en él vivimos, nos movemos y somos 43. Por lo tanto, alabemos inefablemente su esencia y amemos su misericordia. Amén