RÉPLICA A FAUSTO, EL MANIQUEO

Traducción: Pío de Luis, OSA

Libro XXX

Interpretación maniquea y católica de 1Tm 4,1ss

Si los católicos admiten 1Tm 4,1ss como de Pablo, han de condenar antes a Moisés

1. Fausto: —Acerca de vosotros ya escribió Pablo que algunos se apartarán de la fe entregándose a espíritus seductores y a doctrinas demoníacas, hablando mentira en su hipocresía, teniendo cauterizada su conciencia, prohibiendo casarse y absteniéndose de los alimentos que Dios creó para que los tomasen los fieles con acción de gracias1.

—Nunca concordaré contigo en que el Apóstol dijo esto, si no confiesas antes que Moisés y los profetas presentaron las doctrinas de los demonios y fueron intérpretes del espíritu seductor y maligno. En efecto, ponen esmero en enseñar que hay que abstenerse de la carne de cerdo y de las otras que consideran impuras. Respecto a estas cosas, pues, debéis considerar primero y pensar mucho y detenidamente, cuáles de ellas deben aceptarse y en nombre de quién hablan ellos, si en el de Dios o en el del demonio. Hasta aquí o se condena a Moisés y a los profetas con nosotros, o se nos absuelve a nosotros junto con ellos. Tampoco es justa la sentencia, conforme a la cual, a vuestro parecer, sólo somos seguidores de la doctrina de los demonios nosotros que juzgamos que, de todo el pueblo, sólo la clase sacerdotal debe abstenerse de la carne. Y a la vez pensáis que vuestros profetas, e incluso el mismo Moisés, el primero en prohibir no sólo a los sacerdotes sino a todo el género humano sin distinción las carnes de cerdo, de liebre, de erizo, las sepias y calamares y restantes clases de peces carentes de escamas2, no hablaron en el espíritu de seducción ni en la doctrina de los demonios sino en nombre de Dios y del Espíritu Santo.

Aunque de momento te conceda que Pablo dijo eso, no me consideraré vencido por ti hasta que no condenes a Moisés y a los profetas, de modo que, lo que quizá nunca hubieras hecho convencido por la razón y la verdad, es decir, acusar a Moisés, ahora te ves haciéndolo por motivos relacionados con el vientre.

El caso de los tres niños del libro de Daniel y de Daniel mismo

2. Hay otro hecho en el libro de Daniel, el referente a los tres niños, que os deja confusos hasta el extremo, si fuera cierto que abstenerse de alimentos es rasgo definitorio de la religión de los demonios. Allí leemos que no se abstuvieron sólo de los prohibidos por la ley, sino incluso de los permitidos. Vosotros les tenéis una gran admiración y soléis contarlos entre los mártires, no obstante que también ellos han seguido la enseñanza de los demonios, en el caso de que conste que el texto antes citado es de Pablo.

A todo esto añádase que hasta el mismo Daniel manifiesta que ayunó durante tres semanas y que no comió carne ni bebió vino mientras oraba por su pueblo3. ¿Qué decís, pues? ¿También este se engrandece con lo que es enseñanza de los demonios y recurre a esa invención del espíritu seductor para acaparar elogios?

Las prácticas monacales y cuaresmales

3. ¿Qué puedo decir de vosotros, es decir, de los más cristianos entre vosotros? De ellos, algunos se abstienen de la carne de cerdo; la mayor parte de la de todo cuadrúpedo; otros incluso de todo ser animado. Y por esto mismo toda la Iglesia los lleva en sus ojos, los acoge con suma veneración, y sólo le falta considerarlos como Dios. N o veis, hombres incapaces de aprender, que si aquel texto es conforme a verdad y es del Apóstol, también ellos han sido engañados con las doctrinas demonios. ¿Qué diremos también de algo que nadie se atreverá a rechazar o a negar? Se trata de algo admitido por todos, universal en su extensión, que todas las asambleas católicas celebran llenas de entusiasmo cada año. Me refiero a la cuaresma. Quien de vosotros piense en observarla como conviene, ha de abstenerse necesariamente de todos esos alimentos que ese pasaje afirma que fueron creados por Dios para que los tomáramos nosotros y, además, califica como enseñanza de los demonios el abstenerse de ellos. ¿Qué hacéis vosotros mismos, amadísimos? Cuando celebráis estos misterios de la pasión de Cristo y sois apresados en el engaño del espíritu seductor, habláis mentira en la hipocresía y tenéis cauterizada vuestra conciencia, ¿vivís en el culto de los demonios? Si esto no os cuadra a vosotros, tampoco a nosotros. ¿Qué significa, pues, este pasaje? ¿Por quién o contra quiénes hemos de pensar que está escrito, pues ni confirma las tradiciones del Antiguo Testamento ni lo que sabemos del Nuevo? Porque éste enseña que hay que abstenerse de todos, como se ve por vosotros mismos, aquél sólo de algunos; en cambio vuestra sentencia pretende que toda abstinencia de alimentos carnales es enseñanza de los demonios. Si vosotros le dais fe —lo repetiré una vez más—, condenad a Moisés, renegad de los profetas, mantened un único parecer entre vosotros mismos. Pues como aquellos siempre se abstuvieron de algunos alimentos, vosotros os abstenéis de momento de todos.

La virginidad

4. Si os parece a vosotros que, cuando Moisés y los profetas clasifican los alimentos, sancionan la ley de Dios y no la de los demonios; si Daniel observó las tres semanas movido por el Espíritu Santo; si los niños Ananías, Azarías y Misael, por inspiración de la mente divina, prefirieron recurrir a las hortalizas y legumbres; si, además, cuántos de los vuestros guardan la abstinencia no lo hacen impulsados por los demonios; si vuestra observancia cuaresmal sin vino ni carnes no se debe a una superstición, sino a una ley divina: considerad, os ruego, considerad, si no es la suma demencia creer que Pablo dijo que es enseñanza de los demonios toda abstinencia de alimentos y la prohibición de! matrimonio. Como tampoco es suya la afirmación de que son enseñanzas de los demonios el consagrar vírgenes a Cristo. Vosotros, al leer esto, igual que otras cosas, sin reflexión, os volvéis inmediatamente a nosotros y sin ver que, por eso mismo, también vuestras vírgenes quedan señaladas como cautivas de las enseñanzas de los demonios. Es más, vosotros mismos sois sacerdotes de los demonios, puesto que siempre porfiáis a incitarlas con vuestros consejos a dicha profesión, hasta el punto que en todas vuestras iglesias ya es casi mayor el número de las vírgenes que el de las casadas.

¿Por qué no desistís ya de tales intentos? ¿Por qué lleváis a engaño a esas miserables hijas de los hombres, si en ellas no se cumple la voluntad de Cristo, sino la de los demonios?

Sin embargo, quisiera que antes me respondierais si hacer vírgenes es en sí mismo enseñanza de los demonios o sólo en atención a que está prohibido el matrimonio. Si es resultado de dicha prohibición, nada nos afecta a nosotros, pues juzgamos tan necio prohibirlo a quien lo quiere como malvado e impío forzar a quien no quiere. Si, por el contrario, pensáis que es también enseñanza de los demonios el favorecer este propósito y no obstaculizar a quien quiere seguirlo, silencio el peligro en que os halláis; ya temo que parezca que el mismo Apóstol introdujo la enseñanza de los demonios en Iconio cuando, con su palabra, encendió en el amor de la virginidad perpetua a Tecla que ya estaba prometida en matrimonio. ¿Qué diremos del mismo maestro y autor de toda profesión de virginidad y esposo celestial de las jóvenes de esta profesión impulsada por él? Valorando las tres clases de eunucos, uno de nacimiento, otro artificial y otro voluntario, otorga la palma a quienes se hicieron eunucos por el reino de los cielos4, indicando a las vírgenes y jóvenes que, cercenando en sus corazones el deseo de casarse, viven siempre como eunucos en su Iglesia, cual en un palacio real. ¿Qué decir, pues? ¿También esto os parece que es enseñanza de los demonios y que fue dicho por inspiración del espíritu seductor? ¿Qué otro habrá que hable en nombre de Dios, si se prueba que Pablo y Cristo fueron sacerdotes de los demonios?

Paso por alto a los demás apóstoles de nuestro señor Jesucristo, a Pedro y a Andrés, a Tomás y a Juan, bienaventurado entre todos y desconocedor de Venus, quienes de diversas maneras proclamaron con pregón divino la posesión de este bien entre las vírgenes y los jóvenes, dejándonos a nosotros e incluso a vosotros mismos un modelo de cómo hacer vírgenes. Pero, como dije, paso por alto a éstos, puesto que vosotros los habéis excluido del canon y con vuestra mente sacrílega podéis atribuirles fácilmente la enseñanza de los demonios. ¿Acaso podríais decir lo mismo de Cristo o del apóstol Pablo, de quien consta asimismo que en todo lugar y tiempo antepuso las no casadas a las casadas y lo mostró también en su comportamiento con la santísima Tecla? Y si no fue enseñanza de los demonios lo que anunció Pablo a Tecla y los restantes apóstoles a otras personas, ¿a quién se podrá creer ya que él haya dicho tal cosa, como si hasta el persuadir la profesión virginal fuera voluntad y enseñanza de los demonios? No hay, pues, de momento motivo para pensar que la profesión de virginidad se debe sólo a consejos y no a la prohibición del matrimonio. A nosotros se nos ha imbuido esto, y no sólo hay que considerar necio, sino a todas luces demente, a quien piense que se puede prohibir con ley privada, lo que concede la ley pública. Me refiero al contraer matrimonio. Por tanto, también nosotros exhortamos a quienes así lo quieran a que permanezcan sin casarse, pero no obligamos a quienes no quieren. Sabemos cuánto puede la voluntad y cuánto la fuerza de la misma naturaleza incluso contra la ley pública, no solamente contra la privada a la que se es libre de responder «no quiero». Así, pues, si hacer vírgenes de esta manera no es delito, también nosotros carecemos de culpa; si, por el contrario, hacer vírgenes, del modo que sea, es un delito, también vosotros sois culpables. No veo con qué intención o propósito proferís contra nosotros ese pasaje.

Diversa motivación de la abstinencia de carnes

5. Agustín: Escucha, pues, lo que confiesas que no ves, es decir, con qué intención o designio proferimos ese pasaje contra vosotros. No lo hacemos porque os abstengáis de las carnes, pues lo hicieron también los primeros padres, absteniéndose de algunas, como tú recuerdas. Pero no se abstuvieron de ellas para condenarlas, sino para significar algo, cosa que vosotros no entendéis y acerca de lo cual he hablado cuanto parecía que era suficiente con anterioridad en esta obra. Lo hacen asimismo los cristianos, no los herejes, sino los católicos, para domar el cuerpo pensando en humillar más el alma en las oraciones. No sólo se abstienen de las carnes, sino también de ciertos frutos de la tierra, ya siempre, como algunos, ya en ciertos días y épocas, como casi todos durante la cuaresma, cada cual conforme a sus deseos o posibilidades. Pero no porque crean que aquellas cosas son impuras.

Vosotros, en cambio, negáis que la misma criatura sea buena y la consideráis impura, porque el diablo produce las carnes de la materia más sórdida del mal. Por eso las rechazáis como las cadenas más inmundas y truculentas de vuestro Dios. Sin embargo, a vuestros oyentes, a los que distinguiste de quienes han adoptado la clase sacerdotal, le concedéis, como un favor, el comerlos; igual que el Apóstol concede a algunos, por pura condescendencia, no cualquier unión conyugal, incluida la que se realiza con la única finalidad de procrear, sino la que es fruto de la incontinencia, aunque siempre dentro del matrimonio5. Pues no se concede por condescendencia sino el pecado. Es lo que pensáis vosotros de todo alimento de carnes; es lo que habéis aprendido de vuestra herejía y lo que enseñáis a vuestros oyentes. Pero, como dije, a ellos concedéis algo que se les podrá perdonar, siendo esta la razón por la que os sirven lo que necesitáis. No afirmáis que no sea pecado, sino que otorgáis el perdón a quienes pecan. Vosotros os abstenéis de todo contagio semejante, como si se tratase de cosas males e inmundas. Y por esto, lo que sigue a las palabras del Apóstol con las que diste fin a la cita del pasaje es justamente lo que hace que os objetemos ese testimonio. Cosa que, pienso, sabías tú, pues no pusiste en primer lugar tales palabras y nos dijiste como conclusión: «No veo con qué intención o propósito proferís contra nosotros este pasaje», prefiriendo silenciar a mencionar nuestro propósito.

Después de decir: Que se abstienen de los alimentos que Dios creó para que los tomaran con acción de gracias los fieles, el Apóstol añadió: y los que conocieron la verdad, pues toda criatura de Dios es buena y no hay que rechazar nada que se tome con acción de gracias, pues queda santificado por la palabra de Dios y la oración6. Esto es lo que negáis; esta es la mente, este el motivo, esta la creencia por la que os abstenéis de esos alimentos: no los consideráis malos e impuros por lo que simbolizan sino por naturaleza. Al respecto blasfemáis, sin duda, contra su creador. Esto es lo que pertenece a la enseñanza de los demonios. No os extrañéis, pues, de que el Espíritu Santo lo haya profetizado de vosotros tanto tiempo antes.

Preferir la virginidad no implica condenar el matrimonio

6. A su vez, si exhortaseis a la virginidad como exhorta la enseñanza de los apóstoles —quien se casa hace bien, y quien no se casa hace mejor7—, afirmando que el matrimonio es un bien, pero la virginidad es mejor, como hace la verdadera Iglesia de Cristo, no os habría señalado con antelación el Espíritu Santo al decir: que prohíben casarse8. Prohíbe casarse quien dice que es algo malo, no quien a este bien antepone algo mejor. Además, vosotros detestáis sobre todo la única unión carnal que es honesta, dentro del matrimonio, y que manifiestan las tablas matrimoniales: la que tiene lugar con el fin de la procreación. Por lo cual, vosotros no prohibís tanto el yacer juntos cuanto el contraer matrimonio. Hombre y mujer pueden yacer juntos también movidos por la lascivia, mas no se casan sino es para tener hijos. Y no nos digáis que no lo prohibís porque, salvando así la amistad, se lo toleráis a muchos de vuestros oyentes que no quieren o no pueden obedeceros en ese punto. Una cosa es lo que tenéis en las enseñanzas de vuestro error, y otra aquello a lo que os obliga la sociedad. De aquí procede, cosa que había diferido decir poco antes, la razón por la que os ha parecido que debíais predicar la muerte de Cristo como falsa y fingida, pero no su nacimiento. Anunciáis y alabáis la muerte en cuanto separación del alma, o sea de la naturaleza de vuestro Dios, del cuerpo de sus enemigos, esto es, de un invento del diablo. Por ello creísteis que mereció que Cristo la recomendara, si no muriendo, sí simulando la muerte. En cambio, como creéis que, en el nacimiento, vuestro dios, en vez de desligarse, se ata aún más, no quisisteis creer que lo tuviera, ni siquiera de forma engañosa, vuestro Cristo imaginario. De manera que, si María hubiese tenido trato carnal, pero sin concebir, no os hubiese desagradado tanto como os desagrada el que no tuvo ese trato carnal, pero concibió. Veis que es grande la diferencia entre exhortar a la virginidad anteponiendo un bien mayor a uno menor y prohibir el matrimonio, acusando con mayor violencia la unión carnal dirigida a la procreación, la única que corresponde propiamente al matrimonio. Veis también que es grande la diferencia entre abstenerse de los alimentos por el significado del rito o para mortificar al cuerpo, y abstenerse de los alimentos creados por Dios, afirmando que no los creó él. Lo primero es enseñanza de los profetas y apóstoles; lo segundo de los demonios embaucadores.