RÉPLICA A FAUSTO, EL MANIQUEO

Traducción: Pío de Luis, OSA

Libro XVIII

Interpretación maniquea y católica de Mt 5,17

El católico admite de hecho que Cristo abolió la ley

1. Fausto: —No he venido a abolir la ley, sino a darle cumplimiento1. Pero sábete que, a no ser que quizá se quiera significar otra cosa, creer que Cristo dijo esto va contra ti tanto como contra mí. Uno y otro somos cristianos en la opinión de que Cristo —así pensamos— vino a abolir la ley y los profetas. Aunque tú, de momento, no quieres reconocerlo de palabra, lo estás indicando con tus obras. De ahí procede el hecho de que personalmente desprecias los preceptos de la ley y los profetas, y de ahí el que ambos reconocemos que Jesús instituyó la Nueva Alianza. Con lo cual ¿qué otra cosa reconocemos, sino la destrucción de la Antigua? Estando así las cosas, ¿cómo vamos a creer que Cristo dijo tal cosa? Lo contrario implica condenarnos a nosotros mismos por nuestra insensata opinión anterior, acogernos al arrepentimiento, someternos plenamente a la ley y a los profetas y procurar cumplir sus mandamientos, sean los que sean. Cuando hayamos hecho eso, entonces creeremos en verdad que Jesús dijo que no había venido a abolir la ley, sino darle cumplimiento. Mas ahora es una falsedad, porque ni siquiera tú crees eso de lo que me acusas a mí solo.

Qué implica admitir que Cristo no abolió la ley

2. Pero sea sí; permítasenos haber errado respecto al pasado. ¿Qué hacer con el presente? ¿Te agrada caminar bajo la ley, si Cristo no la abolió, sino que le dio cumplimiento? ¿Te agrada ser circuncidado, es decir, quedar marcado en tus partes pudendas y creer que Dios se complace con tales ritos? ¿Te agrada acogerte al descanso sabático e introducir tus manos en las cadenas de Saturno? ¿Te agrada abatir con cuchillos, para satisfacer la glotonería de los demonios de los judíos —no ciertamente de Dios—, ya toros, ya carneros, ya machos cabríos, para no hablar también de hombres, y llevar a cabo con mayor crueldad bajo la ley y los profetas aquello por lo que aborrecemos los ídolos? ¿Te agrada, finalmente, considerar puras algunas carnes animales y juzgar a otras como impuras y contaminadas, de las que la más contaminada, según la ley y los profetas, es la de cerdo?

Negarás a buen seguro que tengamos que hacer algo de esto si queremos perseverar siendo lo que somos, al escuchar decir a Cristo que se convierte doblemente en hijo de la gehenna quien sea circuncidado2. Ahora bien, respecto al sábado ves que ni él mismo lo guardó ni nunca mandó guardarlo. Respecto a los alimentos le oyes afirmar que ninguno de los que entran por la boca mancha al hombre, sino que le mancha más bien lo que procede de ella3. En cuanto a los sacrificios, dice repetidamente que Dios quiere la misericordia, no el sacrificio4. Si las cosas están así, ¿dónde queda eso de que no vino a abolir la ley, sino a darle cumplimiento? Si dijo eso, o lo dijo aludiendo a otra cosa, o lo dijo —lejos de mí pensarlo— mintiendo, o no lo dijo en absoluto. Pero nadie, basta con que sea cristiano, dirá que Cristo ha mentido. En consecuencia, o lo dijo con otro significado, o no lo dijo en absoluto.

Interpolaciones en los escritos del Nuevo Testamento

3. Y con todo, contra la dificultad de este pasaje, me ha ofrecido seguridad la fe maniquea, que ya de entrada me convenció de que no debía creer sin más a todo lo que se lee escrito bajo el nombre del Salvador, sin antes demostrar si son escritos auténticos, íntegros y sin interpolaciones. Pues hay muchísima cizaña que cierto sembrador nocturno esparció5, para contaminar la buena semilla, en casi todas las Escrituras. Y, por tanto, tampoco aquí me asustarían esas palabras, aunque vayan precedidas de un nombre tan digno de respeto, puesto que aún me está permitido examinar expresamente si es obra del sembrador diurno y bueno, o de aquel sembrador nocturno y pésimo.

Tú, en cambio, que temerariamente lo crees todo, que condenas en los hombres el don natural de la razón; tú, a quien te remuerde la conciencia si distingues entre lo verdadero y lo falso, y que tienes más miedo a separar el bien de su contrario que los niños a los duendes, ¿qué has de hacer cuando la necesidad te fuerce a entrar en la angostura de este pasaje? Quiero decir, cuando un judío o cualquier otro que no desconozca este discurso te interrogue por qué no guardas los preceptos de la ley y los profetas, si Cristo dijo que no había venido a abolirlos, sino a darles cumplimiento? De verdad, te verás obligado a sucumbir ante la vana superstición, o a reconocer como falso ese pasaje, o a negar que eres discípulo de Cristo.

En la desaparición de tales ritos se prueba su cumplimiento

4. Agustín: Como tú repites una y otra vez cosas ya rebatidas y declaradas falsas, no me da apuro repetir también yo los argumentos con que demostré que eran falsas. Los cristianos no observan de la ley y los profetas aquellas cosas que eran figura de lo que hacen ahora. Eran figuras de realidades venideras, que, una vez reveladas y hechas públicas por Cristo, convenía que desaparecieran, de modo que en el hecho mismo de desaparecer ellas, se cumplían la ley y los profetas. Allí se halla escrito también que Dios haría una alianza nueva no como la que hice —dice— con sus padres6. En efecto, en atención a su corazón de piedra, aquel pueblo había recibido muchos preceptos, adecuados a él más que buenos en sí. Preceptos que figuraban y profetizaban realidades futuras, que celebraban quienes no las entendían. Una vez que estas han llegado y se ha descubierto lo que significaban, ya no se manda que se observen aquellas, sino que se leen para su intelección. Por esa razón también allí se habla de dicha realidad futura: Les quitaré el corazón de piedra y les daré un corazón de carne7, es decir, no un corazón insensible, sino sensible. Ahí se inspiró el Apóstol al decir: No en tablas de piedra, sino en las tablas del corazón de carne8. ¿De qué habló sino de un corazón de carne? Como también esto estaba predicho, si esas realidades no desaparecían de nuestros ritos, no se cumplirían la ley y los profetas, pues no se realizaría lo que habían predicho. Mas como es ya una realidad, se advierte su cumplimiento allí mismo donde a vosotros os parece que no se cumplen.

El sábado

5. Tampoco nos atemoriza tu insulto, al llamar al descanso sabático cadenas de Saturno. Carece de contenido y de sentido. Y no te hubiese venido a la mente decirlo, de no ser porque vosotros rendís culto al sol el día llamado «del sol». Como nosotros llamamos a ese mismo día «día del Señor» y veneramos en él no a ese sol, sino la resurrección del Señor, así los patriarcas observaron el descanso sabático sin venerar a Saturno, porque convenía observarlo así. Era sombra de realidades futuras, como atestigua el Apóstol9. Los gentiles impusieron los nombres de sus dioses a esos días, cuyo número septenario torna a repetirse. De ellos dice el Apóstol que rindieron culto y sirvieron a la criatura en lugar de al creador10. En este aspecto también vosotros los imitáis, prescindiendo de que, como ellos, adoráis a los dos astros más resplandecientes, pero no a los restantes, cosa que hacen ellos también. También pusieron a los meses los nombres de sus dioses. En honor a Rómulo, dado que le creyeron hijo de Marte, dedicaron el primer mes a Marte y le llamaron marzo. Abril no debe su nombre a ningún dios suyo, sino a la realidad misma, como si fuese «aperilem», porque la mayor parte de los botones se abren entonces en flor. Al tercer mes le llaman mayo, porque rinden culto a la diosa Maya, madre de Mercurio. Al cuarto le dieron el nombre de junio, de Juno. A partir de él, hasta diciembre, los restantes recibieron su nombre de los números. Pero de ellos, el quinto y el sexto, se llamaron julio y agosto, del nombre de hombres a quienes había otorgado honores divinos. Elséptimo se llamó setiembre y los demás, como dije, hasta diciembre se designan con los nombres de los números que respectivamente les corresponden. Enero recibe su nombre de Jano, febrero de los «februa» es decir, los ritos de las fiestas lupercales.

¿Queréis, pues, que se diga que también vosotros rendís culto a Marte en el mes de marzo? Pues en aquel mes celebráis vuestro bema con gran solemnidad. Pero si vosotros juzgáis que os es lícito en el mes de marzo pensar en otra cosa distinta de Marte, ¿por qué intentáis insertar a Saturno en las Sagradas Escrituras apoyándoos en el día séptimo, llamado sábado en atención al descanso, por el simple hecho de que los gentiles le llamaron día de Saturno? Ya veis, pues, cuán impíamente deliráis.

Los sacrificios de animales

6. Respecto a los sacrificios de animales, ¿quién de nosotros ignora que fueron una imposición adecuada a un pueblo malvado más que ofrendas a un Dios que las desease? Sin embargo, también ellos fueron realidades figurativas para nosotros, porque sin sangre no hay purificación para nosotros ni propiciación ante Dios. La verdad contenida en aquellas figuras es Cristo, cuya sangre nos ha redimido y purificado. De hecho, en el lenguaje figurativo divino a Cristo se le llama toro por el poder de la cruz, con cuyos cuernos aventó a los impíos; cordero, por ser el príncipe de la inocencia, y macho cabrío por la semejanza de la carne de pecado, para condenar al pecado con el pecado11. Y en el caso de que menciones de forma más explícita alguna otra clase de sacrificio, te mostraré que también en él está profetizado Cristo. Al respecto, tanto la circuncisión, como el sábado, la distinción entre los alimentos o la ofrenda de sacrificios fueron, en su totalidad, realidades figurativas y profecías para nosotros, y Cristo no vino a abolirlas, sino a darles cumplimiento, puesto que hizo realidad lo anunciado por ellas. Advierte a quien te opones. Yo digo con el Apóstol, con palabras del Apóstol: Todas estas cosas fueron figuras para nosotros12.

Las acusaciones de Fausto no son fundadas

7. Como Manés te enseñó la impía perversidad de tomar del evangelio lo que no se opone a tu herejía y no tomar lo que la contradice, así el Apóstol nos enseñó la piadosa prevención de que si alguno nos anunciaba algo distinto de lo que hemos recibido sea anatema13. Los cristianos católicos, pues, os cuentan a vosotros entre la cizaña, porque el Señor expuso qué es la cizaña: no algunas falsedades interpoladas en las Escrituras verdaderas, según tu interpretación, sino los hombres hijos del maligno, es decir, los imitadores de la falsedad diabólica14.

Tampoco caen en la temeridad de creer todo. Esta es la razón por la que no creen a Manés y demás herejes. Ni condenan la razón en los hombres, antes bien demuestran que es un error eso a lo que vosotros llamáis razón. Tampoco consideran impío juzgar lo verdadero y lo falso, y la prueba es que juzgan falsísima a vuestra secta y verísima a la fe católica. Ni temen separar el bien de su contrario, pero entienden que el mal no es una naturaleza, porque es algo contra la naturaleza; ni es no sé qué raza de las tinieblas que nace y se rebela contra los reinos divinos desde su comienzo, la cual infundió más miedo a vuestro dios que los fantasmas a los niños. De él decís que para no ver sus miembros conquistados y devastados por el ataque de aquélla, se puso ante sí un velo.

En consecuencia, a los católicos no les causa ninguna angustia este pasaje, como si no guardaran los preceptos de la ley y los profetas, pues, por lagracia de Cristo, poseen el legítimo amor de Dios y del prójimo, los dos preceptos de los que pende toda laley y los profetas15. Y saben que se cumple en Cristo y en la Iglesia todo lo que allí se halla profetizado de forma figurativa, ya en las acciones, ya en las celebraciones cultuales, ya en las formas de expresión. Por tanto, ni sucumbimos a la superstición carente de contenido, ni afirmamos que sea falso ese pasaje del evangelio, ni negamos ser discípulos de Cristo, pues por la razón verdadera que, según mis fuerzas, he expuesto tantas veces, él no vino a abolir, sino a dar cumplimiento a otra ley ni a otros profetas que aquellos que admite la autoridad católica.