RÉPLICA A FAUSTO, EL MANIQUEO

Traducción: Pío de Luis, OSA

Libro VIII

En contra y a favor del Antiguo Testamento

Es vergonzoso abandonar lo nuevo para pasarse a lo viejo

1. Fausto: —¿Por qué no aceptas el Antiguo Testamento?

—Porque ya me ha prevenido el Nuevo. No conviene ni al Antiguo ni al Nuevo, como lo atestigua la Escritura. Dice, en efecto: Nadie cose un remiendo de paño nuevo a un vestido viejo, pues de lo contrario se produce un desgarrón mayor1. Como me guardo de ocasionar un desgarrón mayor, como el vuestro, no mezclo la novedad cristiana con la vetustez hebrea. ¿Quién no juzgará vergonzoso para quienes se hallan vestidos con traje nuevo no dejar los viejos a sus inferiores? Por eso, incluso si hubiese nacido judío, como es el caso de los apóstoles, lo digno para mí sería rechazar el Antiguo Testamento, una vez recibido el Nuevo, como lo hicieron ellos. Mas ahora, habiendo recibido incluso de la naturaleza el privilegio de no nacer bajo el yugo de la esclavitud, y saliéndome Cristo al instante con el don de la libertad plena, ¡cuán miserable, necio y hasta ingrato sería, si me entregase espontáneamente a la esclavitud! Por eso recrimina Pablo a los gálatas que, recayendo en la circuncisión, retroceden a una condición de debilidad y miseria, a la que de nuevo querían servir2. ¿Cómo puedo admitir yo aquello por lo que veo que reprenden a otro? Es cosa deshonrosa regresar a la esclavitud, pero más deshonrosa aún entrar en ella.

Los católicos leen el Antiguo Testamento desde la libertad

2. Agustín: Ya mostré suficientemente con anterioridad por qué y cómo mantenemos la autoridad del Antiguo Testamento: no como imitación de la esclavitud judía, sino como testimonio de la libertad cristiana. Y no es palabra mía, sino del Apóstol: Todas estas cosas les acontecían en figura; fueron escritas en atención a nosotros, para quienes ha llegado el fin de los tiempos3. Nosotros no realizamos desde la esclavitud lo que se mandó para anunciarnos a nosotros, sino que leemos en la libertad lo escrito para afianzarnos. ¿Quién hay que no entienda ya de dónde revoca el Apóstol a los gálatas?4 En vez de hacer una lectura religiosa de la Escritura, querían caer en la superstición de circuncidarse.

Por eso no cosemos un remiendo de paño nuevo a un vestido viejo; antes bien, se nos instruye en el reino de los cielos, a semejanza de aquel amo mencionado por el Señor que saca de su arca cosas nuevas y viejas5. Quien, en cambio, cosió un remiendo de paño nuevo a un vestido viejo es quien quiere poseer la continencia espiritual y no ha depuesto aún la esperanza carnal. Leed con atención y ved que, cuando le preguntaron sobre el ayuno, el Señor respondió: Nadie pone un remiendo de paño nuevo a un vestido viejo6.

Aún amaban los discípulos al Señor con un amor carnal, pues temían perderlo si lo mataban. Por eso llama Satanás a Pedro, que quiere apartarlo de la pasión, por no gustar las cosas de Dios, sino las de los hombres7. Por tanto, a partir de esa vuestra presentación imaginaria del reino de Dios, por la que amáis y adoráis esta luz solar, visible a la carne, propuesta como ejemplo a nosotros, considerad cuán carnal es vuestra esperanza, y hallaréis cómo vuestros ayunos se cosen a la prudencia de la carne como a un vestido viejo.

Si el paño nuevo no se adapta al vestido viejo, ¿cómo pudieron los miembros de vuestro Dios, no ya adosados y cosidos, sino, lo que es más fuerte, mezclados y conglutinados, cohesionarse con los príncipes de las tinieblas? ¿O acaso son unos y otros realidad vieja, por ser falsos y provenir de la prudencia de la carne? A no ser que queráis probar, a partir de ahí, que uno fue nuevo y el otro viejo, porque el desgarrón se hizo mayor, de modo que el miserable paño nuevo quedó escindido del reino de la luz y clavado al globo de las tinieblas en castigo eterno. Y, con todo, ese sórdido remendón o pordiosero zurcidor de tales fábulas cree haber atravesado hábilmente, como con la aguja de la lengua, los fundamentos de la divinas Escrituras.