Libro III
Genealogías no y genealogías sí
Contradicciones entre los evangelistas
1. Fausto: —¿Aceptas pues, la generación?
—Durante mucho tiempo he intentado persuadirme del nacimiento, sea como sea, de Dios, pero al tropezar sobre todo en las divergencias entre los dos evangelistas que narran su genealogía, Mateo y Lucas1, quedé dudoso e incierto sobre a quién seguir. Pensaba en la posibilidad de que dijese la verdad el que yo, carente de presciencia, considerase que mentía, y que quizá mintiese quien yo juzgase que decía la verdad. Así, pues, dejado de lado ese litigio permanente e interminable para mí, me dirigí a Juan y a Marcos. Dejé a dos para ir igualmente a otros dos de igual categoría: a dos evangelistas para ir a otros que profesan el mismo nombre. De entrada sus comienzos me agradaron y no sin razón, puesto que no hacen intervenir ni a David ni a María ni a José: antes bien, Juan afirma que en el principio existía la Palabra, que la Palabra estaba junto a Dios y que la palabra, con referencia a Cristo, era Dios2. Marcos, por su parte, como desaprobando a Mateo que había puesto que era hijo de David, dice: Evangelio de Jesucristo, hijo de Dios3. A no ser que el primero anuncie un Cristo y el segundo otro. Esta es la razón porque no acepto que Cristo haya nacido. Tú, si eres capaz de quitarme esa piedra de tropiezo, logra el acuerdo entre ellos, y, sea como sea, me rendiré, aunque ni así será cosa digna creer que Dios, y el Dios de los cristianos, haya nacido de un seno.
Modo de leer las Escrituras
2. Agustín: ¡Si hubieses leído con piadoso afán el evangelio y hubieses preferido buscar con esmero antes que acusar con temeridad lo que en los evangelistas te hubiese dejado inquieto por las apariencias de contradicción! Al menos ante esa contradicción tan manifiesta que salta de entrada a la vista, hubieras pensado que, de no ocultarse allí algo grande, difícilmente habría podido suceder que se le otorgase tanta autoridad en el orbe de la tierra, por la que subyugó a sí los ingenios de tantos hombres doctísimos. ¿Qué tiene de grande ver lo que habéis visto, esto es, que Lucas menciona a unos progenitores según la carne y Mateo a otros, mencionando ambos a José, Mateo al término de su relato y Lucas al comienzo? Él, en atención a cierto matrimonio santo y virginal con la madre de Jesús, mereció que se le llamase también padre de Cristo, de modo que por su dignidad de varón se hilvanaron las generaciones a partir de él o hasta él. ¿Qué tiene de grande lo que habéis visto, es decir, que José tenga un padre según Mateo y otro según Lucas, y un abuelo según éste y otro según aquél y así, subiendo hasta David a través de tantas generaciones, uno numere unos progenitores y otro otros? ¿No habrían advertido divergencia tan clara y manifiesta varones tan agudos y tan doctos, comentadores de las sagradas Escrituras? Si bien en lengua latina son poquísimos, ¿quién puede contar los que hay en lengua griega? Ciertamente la percibieron. ¿Hay cosa más fácil? ¿O quién hay que por poco que mire no la vea? Mas los que piensan con piedad en lo mucho que descuella tan gran autoridad, creyeron que allí se les ocultaba algo que se otorgaría a los que piden y se negaría a los que ladran; que hallarían los que buscan, y se sustraería a los que reprochan; se abriría a los que llaman4 y se cerraría a los que atacan: pidieron, buscaron, llamaron, recibieron, encontraron, entraron.
La doble filiación de José: vía de la adopción
3. Toda la dificultad se resume en saber cómo pudo tener dos padres José. Si se demuestra que esto pudo tener lugar no hay razón alguna para creer que alguno de esos evangelistas dijo falsedad al enumerar las diversas generaciones. Una vez probado que tuvo dos padres, no aparecerá extraño ni contradictorio el que pudiera haber dos abuelos, bisabuelos y tatarabuelos, y lo que venga después hasta David, de quien eran hijos ambos, y Salomón, incluido en la serie de Mateo, y Natán, presente en la de Lucas. Algunos consideran estas cosas y advierten que a un hombre no lo pueden engendrar dos varones por concúbito carnal y, a partir de ahí, piensan que la dificultad no tiene solución. Y no se fijan que es cosa muy frecuente y fácil que se llame padre de uno no sólo a aquel que lo engendró, sino también a quien le adoptó.
El vínculo de la adopción no fue ajeno a las costumbres de los antiguos, si hasta hallamos mujeres que adoptaron para sí hijos no nacidos de su seno. Así Sara adoptó como hijo suyo al nacido de Agar5, Lía al nacido de su esclava6 y la hija del faraón a Moisés7. El mismo Jacob adoptó a sus nietos, los hijos de José8. Que el mismo término "adopción" tiene gran peso en el misterio de nuestra fe, lo atestigua la enseñanza apostólica. Por eso dice el apóstol Pablo, hablando de los merecimientos de los judíos: De ellos es la adopción, la gloria, las alianzas y la ley; de ellos son los patriarcas y de ellos nació Cristo según la carne, el cual está sobre todas las cosas, Dios bendito por los siglos9. Diceasimismo: También nosotros gemimos en nuestro interior esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo10. Y en otro lugar: Cuando llegó la plenitud del tiempo, envió Dios a su hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para redimir a los que estaban bajo la ley a fin de que recibiéramos la adopción de hijos11. De estos y otros testimonios parecidos resulta cuán grande es el misterioque se encierra en esta adopción.
En efecto, Dios tiene un hijo único engendrado de su sustancia. De él se dice: Existiendo en forma divina, no juzgó una rapiña el ser igual a Dios12. A nosotros, en cambio, no nos engendró de su sustancia, pues somos criatura, que no engendró, sino que hizo, y precisamente nos adoptó para hacernos hermanos de Cristo según nuestra medida. Y así esta medida conforme a la cual, cuando ya procedíamos de él, no por nacimiento, sino porque nos creó y nos hizo, Dios nos engendró con su palabra y su gracia, para ser hijos suyos, se denomina adopción. Por eso dice Juan: Les dio poder de hacerse hijos de Dios13.
Si, pues, el derecho de adopción es cosa ordinaria en nuestros antepasados y en las Escrituras Santas, ¿qué impía demencia apresura a acusar a los evangelistas de falsedad porque mencionaron genealogías diferentes, como si no pudiesen ser verdaderas ambas? Antes debieron pensar, mirar y ver, cosa fácil en extremo, cuán frecuente es la costumbre del género humano por la que un hombre pudo tener dos padres: uno que le engendró carnalmente y otro que por su voluntad le adoptó como hijo, cuando ya existía como hombre. Si en este último caso no se puede hablar con propiedad de padre, entonces tampoco nosotros decimos con propiedad Padre nuestro que estás en los cielos14 a aquél de cuya sustancia no hemos nacido, pero por cuya gracia y misericordiosísima voluntad fuimos adoptados, según la enseñanza apostólica y la verdad conforme en todo a la fe. A él le tenemos, pues, como Dios, como Señor y como Padre: como Dios, porque él mismo nos creó por medio de padres humanos; como Señor porque le estamos sometidos, y como Padre porque hemos renacido gracias a que nos adoptó.
Los piadosos comentadores de la divina Escritura tuvieron fácil considerar y ver en las diferentes generaciones mencionadas por los dos evangelistas cómo José pudo tener dos padres, de los cuales se enumeran distintos progenitores. También vosotros podríais advertirlo fácilmente si no os cegase el afán de litigar. Pero aquellos varones, al comentar en su totalidad dichos relatos, buscaron y descubrieron también otras cosas: cosas que están a distancia infinita de vuestra comprensión. Y así, incluso anclados en el error de Manés, si vuestra lectura careciese del espíritu de contradicción, reflexionando, podríais ver algo que suele darse en la realidad humana, es decir, que uno engendre carnalmente a un hijo, y otro lo adopte por voluntad, de modo que un solo hombre tenga dos padres.
Divergencias entre las genealogías de Mateo y Lucas
4. ¿Por qué Mateo, siguiendo una línea descendiente, comenzó con Abrahán para acabar en José, mientras que Lucas, en línea ascendente, comenzó con José para acabar no en Abrahán, sino en Dios que creó al hombre y que, a la vez que le impuso un precepto, le otorgó el poder de hacerse por la fe hijo de Dios? ¿Por qué Mateo puso las generaciones en el mismo encabezamiento del libro, y Lucas en cambio una vez que el Señor y Salvador fue bautizado por Juan? ¿Qué significado tiene el número de generaciones que aporta Mateo, presentadas como tres grupos de catorce, aunque sumadas falta una, mientras que el número aportado por Lucas, que las ofrece en relación con el bautismo del Señor, llega hasta setenta y siete, número que el mismo Señor asocia al perdón de los pecados al decir: No sólo siete, sino setenta y siete veces?15 Nada de esto podréis indagar si no lo oís de boca de un católico; no de cualquiera, sino de uno estudioso de las divinas Escrituras y, en la medida de lo posible, instruido en ellas; o si no pedís con piedad católica para recibir, buscáis para encontrar y llamáis para entrar, una vez desvinculados del error.
Verdad de ambos relatos de las genealogías
5. Lo referente a la divergencia en las generaciones que perturbó a Fausto, cuyo nudo consistía en cómo entender que se pudieran tener dos padres, queda resuelto una vez comprendida la parte de la naturaleza y la de la adopción. En consecuencia, su decisión de dirigirse a los otros dos evangelistas, olvidándose de los dos primeros, fue inútil, y con tal decisión ofendió más a aquellos a quienes se dirigió que a los otros de quienes se apartó. Los santos no aman a quienes les dan preferencia a ellos, si advierten que lo hacen desertando de los que les están asociados. Hallan su gozo en la unidad y forman una unidad en Cristo. Y aunque uno diga una cosa y otro otra, o uno la diga de una manera y otro de otra, todos dicen la verdad, sin contradecirse lo más mínimo, si es un lector piadoso quien se acerca, o uno manso quien lee; si no busca con espíritu de hereje el litigar, sino con corazón fiel la propia edificación. Por tanto, al creer que cada uno de los evangelistas asumió el narrar la genealogía de uno de los dos padres que, siendo un solo hombre tuvo José, nuestra fe no se aparta de la verdad. Puesto que al respecto los evangelistas van de acuerdo entre sí, rendíos, del modo que sea, como lo prometió Fausto.
El doble nacimiento de Cristo
6. ¿Acaso os turba todavía lo que añadió Fausto? Es decir, "aunque ni así será cosa digna creer que Dios, y el Dios de los cristianos, haya nacido de un seno". Como si nosotros creyéramos que la naturaleza divina en sí haya nacido del seno de una mujer. ¿N o acabo de mencionar el testimonio del Apóstol en que dice, refiriéndose a los judíos: De ellos son los padres, y de ellos Cristo según la carne, él que está sobre todas las cosas, Dios bendito por los siglos?16 Cristo, nuestro Señor y Salvador, verdadero hijo de Dios según la divinidad y verdadero hijo de hombre según la carne, no nació de mujer en cuanto que está sobre todas las cosas como Dios bendito por los siglos, sino en cuanto a la debilidad que recibió de nosotros para morir en ella por nosotros y sanarla en nosotros. No nació de mujer en su condición divina, existiendo en la cual no juzgó objeto de rapiña el ser igual a Dios, sino en su condición de siervo, recibiendo la cual se anonadó a sí mismo17. Al afirmar que se anonadó no indicamos otra cosa, sino que tomó la condición de siervo, nunca que perdiera la divina. Permaneció inmutable la naturaleza en la que, existiendo en condición divina, es igual al Padre, y asumió la nuestra mudable, en la cual nació de la virgen.
Pero vosotros, no obstante que os horroriza confiar la carne de Cristo a un seno virginal, entregasteis la misma divinidad de Dios no sólo a los senos humanos, sino hasta de los perros y cerdos. No queréis creer que la carne de Cristo fue concebida una única vez en el seno de la virgen, en el que Dios ni quedó ligado, ni mucho menos sufrió mutación alguna, y a la vez predicáis que una parte de Dios y la misma naturaleza divina puede quedar ligada, oprimida y manchada en el semen masculino y útero femenino de todos los hombres y bestias, en todos los fetos existentes en la totalidad de la tierra, agua y aire. Y proclamáis, además, que nunca después se podrá librar en su totalidad.