LIBRO III
Procedimiento a seguir
1. Como el relato de los cuatro evangelistas llega ya al punto en que necesariamente han de caminar juntos hasta el final sin separarse mucho entre sí, en el caso de que alguna vez uno mencione algo que otro omite, me parece que podemos demostrar más cómodamente la concordia entre todos si engarzamos desde este punto los datos de todos y los convertimos en un único relato. Juzgo que así se explica más cómoda y fácilmente lo que hemos emprendido. De esa forma se entra en el relato recogiendo todo aquello de que dan testimonio los evangelistas. Cada uno de ellos recordó lo que pudo o lo que quiso de todos esos acontecimientos, pero de tal manera que todos los relataron y hay que demostrar que en nada se contradicen.
Mt 25,21—29 | Mc 14,17—24 | Lc 22,14—23 | Jn 13,21—27
1 2. A partir de aquí, comencemos con el evangelio según Mateo. Mientras estaban cenando, tomó Jesús pan y lo bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciéndoles: Tomad y comed, esto es mi cuerpo1. El hecho lo mencionan también Marcos y Lucas2. Lucas ha mencionado dos veces el cáliz, una primera antes de dar el pan, y otra después. Lo que dijo antes fue una anticipación, como acostumbra; en cambio, lo que puso en su justo lugar no lo había mencionado antes. Pero de la unión de lo uno y lo otro resulta esta sentencia, que es también de los otros.
Juan no introdujo aquí nada acerca del cuerpo y la sangre del Señor, pero en otro lugar atestigua claramente y con mayor abundancia de datos que el Señor habló de ello3. Ahora menciona que el Señor se levantó de la cena, lavó los pies de los discípulos y dio también la razón4 de por qué lo hizo. Con ella el Señor había indicado aún de forma oscura, mediante el testimonio de la Escritura, que le entregaría quien comiese su pan5. Luego llegó al pasaje que refieren conjuntamente los otros tres: Habiendo dicho esto, Jesús se turbó en su interior y dijo: En verdad, en verdad os digo que uno de vosotros me entregará. Como el mismo Juan añade, los discípulos se miraban unos a otros, sin saber de quién hablaba6. Y entristecidos, según refieren Mateo y Marcos, comenzaron a decirle uno por uno: ¿Soy yo, acaso?7 Y él, respondiendo, dijo, como sigue Mateo: El que ha mojado conmigo la mano en el plato, ése me entregará. Sigue el mismo Mateo empalmando: El Hijo del hombre se va, como está escrito de él; pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre sea entregado! Sería un bien para él no haber nacido8. En esto va de acuerdo también Marcos, incluso en el orden.
Luego añade Mateo: Entonces respondió Judas, el que le entregó, y dijo: ¿Soy yo, Maestro? El le respondió: Tú lo has dicho9. Tampoco aquí está indicado si era él. Pues aún puede entenderse como un «yo no lo he dicho». Tanto Judas como el Señor pudieron decirlo y responder de modo que no todos lo advirtieran.
3. Luego continúa Mateo e inserta el misterio del cuerpo y sangre confiado por el Señor a sus discípulos, como lo hacen también Marcos y Lucas10. Pero después de la entrega del cáliz habló de nuevo de quién le iba a entregar. Lucas se refiere a ello a continuación al decir: Pero la mano de quien me va a entregar está conmigo en la mesa. Ciertamente, el Hijo del hombre se va según está determinado. Pero ¡ay de aquel por quien sea entregado!11 Aquí hay que entender ya que sigue lo que relata Juan y éstos omitieron, igual que Juan omitió otras cosas que ellos refirieron. Como después de haber entregado el cáliz dijo el Señor lo que trae Lucas: Pero la mano de quien me va a entregar está conmigo en la mesa, etc., se le asocia lo que relata Juan: Uno de sus discípulos, el que Jesús amaba, estaba sentado a la mesa al lado de Jesús. Simón Pedro le hace una seña y le dice: ¿De quién está hablando? El, recostándose sobre el pecho de Jesús, le pregunta: ¿Señor, quién es? Respondió Jesús: Aquel a quien dé el pan mojado. Y mojando el pan, lo dio a Judas, el de Simón Iscariote. Y tras el bocado, entró en él Satanás12.
4.Aquí hay que prestar atención no sea que parezca que Juan contradice no sólo a Lucas, que ya había dicho que Satanás había entrado en el corazón de Judas en el momento en que pactó con los judíos el entregarle a cambio de dinero13, sino incluso a sí mismo, puesto que ya había dicho previamente, antes de tomar dicho bocado: Y, acabada la cena, cuando ya el diablo había entrado en su corazón14. ¿Cómo, pues, entra en el corazón sino introduciendo planes perversos en los pensamientos de los malvados? Pero ahora debemos entender que el diablo poseyó a Judas de una manera más plena», igual, pero en positivo, que quienes habiendo recibido ya el Espíritu Santo, cuando se lo insufló después de la resurrección al decirles: Recibid el Espíritu Santo15, lo recibieron después más plenamente cuando les llegó de lo alto el día de Pentecostés16. Por tanto, después de tomar el bocado entró Satanás en él. Y como menciona el mismo Juan a continuación: Jesús le dice: Lo que vas a hacer, hazlo pronto. Pero ninguno de los comensales entendió por qué se lo dijo. Como tenía la bolsa, algunos pensaban que Jesús le decía: Compra lo que nos hace falta para la fiesta, o le indicaba que diera algo a los pobres. En cuanto tomó el bocado, salió. Era de noche. Una vez que hubo salido, dijo Jesús: Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él. Y Dios le glorificará en símismo, y le glorificará pronto17.
Jn 13,33—38 | Mt 26,30—33 | Mc 14,26—31 | Lc 22,31—34
2 5. Hijitos, aún estoy con vosotros un poco. Me buscaréis, pero, como dije a los judíos, adonde yo voy no podéis venir vosotros, y a vosotros os lo digo ahora. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos: si os tenéis amor los unos a los otros. Le dice Simón Pedro: Señor, ¿adonde vas? Le respondió Jesús: Adonde yo voy, no puedes seguirme ahora; me seguirás después. Le dice Pedro: ¿Por qué no puedo seguirte ahora? Daré mi vida por ti. Respondió Jesús: ¿Darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces18.
Estas palabras prediciendo a Pedro su negación las refieren además de Juan, de cuyo evangelio he extraído ahora el texto, los otros tres19. Pero no todos llegan a mencionarlas partiendo de una y misma ocasión del discurso. Mateo y Marcos las concatenan en orden totalmente idéntico y en el mismo lugar de su narración, después que el Señor salió de la casa en la que comieron la Pascua; Lucas y Juan antes de que saliese de allí. Pero fácilmente podríamos entender o que aquellos dos recurrieron a la recapitulación, o que éstos a la anticipación», si no causase mayor dificultad el hecho de que anteponen no sólo palabras del Señor, sino también sentencias muy diversas. Movido por ellas, Pedro profirió aquellas palabras, llenas de presunción, de o morir con el Señor o morir por él. Ello fuerza a entender preferiblemente que él expresó tres veces su presunción en diversos momentos del discurso del Señor y que el Señor le respondió otras tres veces que le habría de negar tres veces antes de que cantase el gallo.
6. No es increíble que, en algunos intervalos temporales un tanto espaciados, Pedro se haya sentido impulsado a presumir igual que a negarlo, o que el Señor le haya respondido algo otras tres veces. En efecto, hasta de seguido, sin introducir ningún otro dato o palabra, después de la resurrección le preguntó tres veces si le amaba, y, al responderle tres veces afirmativamente, le preceptuó otras tres veces un único e idéntico mandato, el de apacentar las ovejas20. Lo más creíble es esto: que Pedro se mostrase presuntuoso tres veces y que otras tres veces oyese de boca del Señor lo referente a su triple negación. Se prueba por las mismas palabras de los evangelistas que mencionan otras del Señor, diversas en contenido y expresión. Recordemos lo que acabo de aducir del evangelio de Juan: Hijitos, aún estoy con vosotros un poco.
Me buscaréis, pero, como dije a los judíos, adonde yo voy no podéis venir vosotros, y a vosotros os lo digo ahora. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, asios améis también los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos: si os tenéis amor los unos a los otros. Le dice Simón Pedro: Señor, ¿adonde vas? Aquí está claro que esas palabras impulsaron a Pedro a decir: Señor, ¿adonde vas?, pues le había oído decir: Adonde yo voy no podéis venir vosotros. Jesús respondió al mismo Pedro: Adonde yo voy no puedes seguirme ahora, pero me seguirás después. Entonces replicó él: ¿Por qué no puedo seguirte ahora? Daré mi vida por ti21. A este acto de presunción respondió el Señor (anunciándole) su futura negación.
Lucas, en cambio, tras haber recordado que el Señor había dicho: Simón, mira que Satanás ha solicitado cribaros como trigo; pero yo he rogado por Upara que tu fe no desfallezca; y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos, añadió que Pedro había respondido entonces: Señor, estoy dispuesto a ir contigo hasta la cárcel y la muerte. El le dijo: En verdad te digo, Pedro, que no cantará hoy el gallo tres veces antes que hayas negado tres veces que me conoces22. ¿Quién no ve que esto es una cosa y otra distinta lo que impulsó a Pedro al acto de presunción? Mateo, sin embargo, dice: Y, recitado el himno, salieron al monte de los Olivos. Entonces les dijo Jesús: También vosotros vais a escandalizaros de mí esta noche. Pues está escrito: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas23. Pero cuando haya resucitado, os precederé a Galilea24. Así igualmente Marcos25. ¿Qué tienen de semejante estas palabras o sentencias con las que, ya según Juan, ya según Lucas, Pedro profirió su presunción?
También Mateo sigue así: Respondiendo Pedro, le dijo: Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré. Jesús le dijo: En verdad te digo que esta noche me negarás tres veces antes que el gallo cante. Le dijo Pedro: Aunque tenga que morir contigo, no te negaré. Lo mismo dijeron todos los discípulos26.
7. Esto lo menciona también Marcos27 casi con las mismas palabras, si exceptuamos su indicación de que el Señor no dijo de forma genérica, sino más detallada, cómo había de acontecer: En verdad te digo que hoy, en esta misma noche, antes que el gallo cante dos veces, tú me vas a negar tres28. Todos afirman que el Señor predijo que Pedro le iba a negar antes de que el gallo cantara, pero no todos señalan cuántas veces iba a cantar el gallo. Sólo Marcos refirió esto con más exactitud. Es la razón por la que a algunos les parece que no se acuerda con los otros. Se debe a que prestan poca atención y se obnubila su mirada, sobre todo cuando se revisten de ánimo hostil contra el Evangelio. La negación completa de Pedro es triple, pues permaneció en la misma agitación anímica y propósito de mentir hasta que, al advertir que se le había predicho, sanó con el llanto amargo y el dolor del corazón. Si la negación completa, es decir, la negación triple, hubiese comenzado después del primer canto del gallo, parecería que habrían dicho algo falso tres. De ellos, Mateo dijo: En verdad te digo que esta noche me negarás tres veces antes que el gallo cante29; Lucas: Te digo, Pedro, que no cantará el gallo hoy antes que hayas negado tres veces que me conoces30; Juan, en cambio: En verdad, en verdad te digo que no cantará el gallo antes de que me hayas negado tres veces31.
Con diversidad en las palabras y en el orden de las" mismas indicaron que el Señor había proferido una misma sentencia, a saber: que, antes de que el gallo cantase, Pedro le habría de negar. A su vez, si la negación completa hubiese tenido lugar antes de que el gallo comenzase a cantar, Marcos sería sorprendido poniendo algo superfluo en boca del Señor. En verdad te digo que tú hoy, en esta misma noche, antes de que el gallo cante dos veces me vas a negar tres32. ¿A qué decir: antes de que dos veces, cuando, si la negación completa había tenido lugar ya antes del primer canto, resulta que tuvo lugar de una vez, antes del segundo y del tercero y de todos los cantos del gallo de la misma noche, la negación que se prueba acaecida ya antes del primero? Mas como la triple negación comenzó antes del primer canto del gallo, aquellos tres evangelistas prestaron atención no a cuándo iba a concluirla Pedro, sino a su duración y a su comienzo, es decir, a que sería triple y anterior al canto del gallo, aunque en su mente se la pueda entender íntegra también antes del primer canto del gallo. Pues, aunque comenzó antes del primer canto del gallo con las palabras de quien le negó, la triple negación acaeció en su totalidad antes del segundo canto del gallo; con todo, debido al estado de ánimo y al temor de Pedro, fue concebida toda entera antes del primer canto.
Ni tiene importancia con qué intervalos de tiempo profirió el triple grito de negación, puesto que su corazón la poseía en su totalidad ya antes del primer canto del gallo; es decir, el miedo tenía tal poder sobre él que, sí alguien le hubiera preguntado, podría negar al Señor no sólo una vez, sino dos y tres, del mismo modo que, para los que lo consideran más justa y diligentemente, ya adulteró con la mujer en su corazón quien la miró para desearla33. Así, independientemente del momento en que Pedro pariese con las palabras el temor q u e había concebido en su ánimo, temor tan intenso que podría perdurar hasta negar tres veces al Señor, la triple negación en su totalidad hay que adjudicarla al momento en que le invadió el temor que le hizo capaz de negarle tres veces.
Supongamos que, oprimido el vientre a fuerza de preguntas, comenzaron a salir fuera las palabras de la negación después del primer canto del gallo. Ni siquiera entonces sería absurdo y engañoso decir que le había negado tres veces antes del canto del gallo, puesto q u e con anterioridad a él su mente se había visto cercada por u n temor tan grande que le podía llevar a negarle tres veces. Debe causar aún menos dificultad, puesto que la triple negación, incluso hecha en tres momentos, comenzó antes del canto del gallo, aunque n o concluyó antes del primer canto. Sucede como si a alguien le dijeran: —Esta noche, antes de q u e el gallo cante, me escribirás una carta, e n la q u e me injuriarás tres veces—; si la comenzase a escribir antes de que cantase el gallo y la concluyese después del primer canto, n o por eso había que decir que era falso lo dicho antes.
Marcos, pues, se expresó más claramente acerca de los intervalos entre las distintas negaciones; él puso en boca del Señor ts—. Antes de que el gallo cante dos veces, me vas a negar tres34. Que sucedió así aparecerá cuando lleguemos al pasaje mismo del relato evangélico, para que también allí quede evidencia de que los evangelistas van de acuerdo.
8. Si se pregunta cuáles fueron las palabras exactas que profirió el Señor a Pedro, no se pueden descubrir y su búsqueda es superflua, puesto que su sentencia, a cuyo conocimiento sirven las palabras, puede ser conocidísima aun en las palabras diferentes de los evangelistas. Así, pues, no se podrá detectar aquí ninguna contradicción entre los evangelistas, porque ninguna existe. Tanto si Pedro, afectado por los diversos pasajes de los discursos del Señor, formuló tres veces por separado su presunción y el Señor le predijo otras tres veces su negación —resultado más probable de la indagación—, como si, ordenando de alguna otra manera el relato, se pueden reducir a unidad los recuerdos de todos los evangelistas, y se demuestra que el Señor predijo una única vez al presuntuoso Pedro que le había de negar.
Presentación según el orden real
3 9. Sigamos ahora ya, en cuanto nos sea posible, el orden (real), combinando los datos de todos los evangelistas. Dado que, según Juan, se predijo eso a Pedro, sigue el mismo Juan e hilvana el discurso del Señor que dice: No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas mansiones35, y narra por largo espacio las restantes cosas, excelentes y particularmente sublimes36, de su discurso, hasta que llega a continuación a aquel pasaje en que dice el Señor: Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me has enviado; les di a conocer tu nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que me has amado a mí esté en ellos y yo en ellos37.
Habiendo surgido un altercado entre ellos sobre quién de ellos parecía ser mayor, como menciona Lucas, les dijo: Los reyes de las naciones las dominan, y los que tienen poder sobre ellas se hacen llamar bienhechores. No sea así entre vosotros; antes bien, el que sea mayor entre vosotros hágase como el más joven, y el que va delante como el servidor. En efecto, ¿quién es mayor, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No es el que está a la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve. Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis tribulaciones. También yo dispongo de un reino para vosotros, como mi Padre lo dispuso para mí, para que comáis y bebáis en mi mesa en el reino, y os sentéis sobre tronos juzgando a las doce tribus de Israel.
Dice el Señor a Simón, como Lucas añade: Mira que Satanás ha solicitado cribaros como trigo; pero yo he rogado por ti para que tufe no desfallezca; y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos. El le dijo: Señor, estoy dispuesto a ir contigo a la cárcel y ala muerte. Y el le dijo: Te digo, Pedro, que no cantará hoy el gallo antes que hayas negado tres veces que me conoces. Y les dijo: Cuando os envié sin bolsa, sin mochila ni calzado, ¿os faltó algo? Ellos respondieron: Nada. Les dijo, pues: Pero ahora el que tenga bolsa, que la tome y lo mismo la mochila, y el que no la tenga, que venda su túnica y compre una espada. Os digo que aún conviene que se cumpla en mí esto que está escrito: Y fue contado entre los injustos38. Porque las cosas referentes a mí tienen su fin. Ellos le dijeron: Señor, aquí hay dos espadas. El les dijo: Basta39. Y recitado el himno, como refieren Mateo y Marcos, salieron al monte de los Olivos.
Entonces les dijo fesús: Esta noche os escandalizaréis de mí todos. Pues está escrito: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño. Mas después de mi resurrección os precederé a Galilea. Respondiendo Pedro, le dijo: Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré, fesús le replicó: En verdad te digo que esta noche, antes de que cante el gallo, me negarás tres veces. Le contestó Pedro: Aunque sea preciso que muera contigo, no te negaré. Lo mismo dijeron todos los discípulos40.
Hemos insertado esto según Mateo, pero las palabras de Marcos son casi las mismas si exceptuamos el distanciamiento en lo referente al canto del gallo que ya hemos desenredado con anterioridad41.
Mt 26,36a—46 | Mc 14,32—42 | Lc 22,39—46
4 10. Mateo hilvana su relato diciendo: Entonces Jesús se dirige con ellos a una propiedad llamada Getsemaní42. El dato lo aporta también Marcos, e igualmente Lucas, sin mencionar expresamente la propiedad43, al decir: Salió y, como de costumbre, fue al monte de los Olivos. Le siguieron también los discípulos. Y cuando llegó al lugar, les dijo: Pedid no caer en tentación44. Este es el lugar a quienes aquellos llamaron Getsemaní. Entendemos que allí existió el huerto al que alude Juan en este relato: Tras decir esto Jesús, pasó con sus discípulos al otro lado del torrente de Cedrón, donde se hallaba el huerto al que entró con sus discípulos45.
Luego, según Mateo, dijo a los discípulos: Sentaos aquí mientras voy allá a orar. Y tomando a Pedro y a los dos hijos del Zebedeo, comenzó a sentirse lleno de tristeza y angustia. Entonces les dijo: Mi alma está triste hasta la muerte; aguantad aquí y velad conmigo. Y avanzando un poco, cayó rostro en tierra, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí este cáliz, pero no se haga como yo quiero, sino como tú. Se acercó a los discípulos y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Conque no habéis podido velar una hora conmigo? Velad y orad, para no caer en tentación. El espíritu en verdad está pronto, pero la carne es débil. Se alejó de nuevo, por segunda vez, y oró diciendo: Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad. Volvió de nuevo y los halló durmiendo, pues sus ojos estaban cargados. Los dejó de nuevo, se alejó y oró por tercera vez, repitiendo las mismas palabras. Entonces volvió a sus discípulos y les dijo: Dormid ya y descansad; mirad, ha llegado la hora y el Hijo del hombre será entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos! ¡Vamonos! Mirad que ya está cerca el que me va a entregar46.
11. Esto lo inserta también Marcos exactamente en el mismo modo y orden, aunque de forma un poco más sucinta, abreviando algunas sentencias y aclarando más algún punto, pues, según Mateo, parece como si en este discurso hubiese contradicción interna. En efecto, después de orar por tercera vez, se acercó a sus discípulos y les dijo: Dormid ya y descansad; mirad, ha llegado la hora y el Hijo del hombre será entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos! ¡Vámonos! Mirad que ya está cerca el que me va a entregar. ¿Cómo dijo antes: Dormid ya y descansad, si enlaza con Mirad, ha llegado la hora, razón por la que dijo:¡Levantaos! ¡Vámonos!?
Impresionados por esa como contradicción, quienes lo leen intentan pronunciar lo escrito: Dormid ya y descansad, como dicho en tono de desaprobación, no de permisión. El proceder sería correcto si fuera necesario. Mas como Marcos mencionó esto de modo que, tras decir: Dormid ya y descansad, añade: Basta, y luego continúa: Llegó la hora; mirad, el Hijo del hombre será entregado47, se entiende que después de las palabras: Dormid y descansad, calló el Señor por un espacio de tiempo, para que tuviese lugar lo que había permitido, y entonces introdujo: Mirad, ha llegado la hora. Por esa razón en el relato según Marcos, después de aquellas palabras, está puesto: Basta, es decir, ya es suficiente lo que habéis descansado». Mas, como no se ha mencionado la inclusión del silencio del Señor, dificulta la comprensión, hasta reclamar aquellas palabras otra pronunciación.
12. Lucas puso delante cuántas veces había orado. Dijo, en efecto, lo que éstos callaron: que un ángel lo había confortado, que en el momento de más intensa oración el sudor fue de sangre y que las gotas llegaban a la tierra48. Al decir: Cuando se levantó de la oración y vino a sus discípulos49, no indica cuál de ellas, pero en nada contradice a los otros dos. A su vez, Juan, después de decir que entró al huerto con sus discípulos, no refiere qué hizo allí hasta el momento en que llegó el traidor con los judíos para apresarlo50.
13. Así, pues, estos tres narraron el mismo acontecimiento, igual que podría hacerlo un único autor, con alguna variedad, pero sin oponerse en nada. Pero Lucas expresó más claramente cuánto se había alejado, esto es, separado de ellos, al indicar: Como un tiro de piedra51. Marcos a su vez narró primero con palabras propias el ruego del Señor: que, si era posible, pasase de él aquella hora52, es decir, la de la pasión, que indicó luego con el término cáliz. A continuación refirió las palabras mismas del Señor de esta manera: Abba, Padre, todo te es posible, aleja de mí este cáliz53. Si añades a esto lo que dijeron aquellos dos y lo que el mismo Marcos puso asimismo con palabras propias, la sentencia resulta de este tenor: Padre, si es posible —pues a ti todo te es posible—, aleja de mí este cáliz.
Para que nadie pensase que rebajaba el poder del Padre al decir: Si es posible, no dijo: «Si puedes hacerlo», sino: Si es posible. Pero puede hacerse lo que él quiera. Así, pues, dijo: Si es posible, igual que si hubiese dicho: Si quieres. Marcos manifestó cómo se ha de entender Si es posible, al decir: Todo te es posible a ti. Y lo que recordaron que dijo Jesús: Pero no se baga lo que quiero yo, sino lo que quieres tú —lo que equivale a decir: Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya—, manifestó con suficiencia que dijo: Si es posible, pensando no en la posibilidad, sino en la voluntad del Padre. Sobre todo teniendo en cuenta que Lucas indicó lo mismo más claramente. Porque no dijo: Si es posible, sino: Si quieres. A esta sentencia, ya más explicitada, se añade con mayor claridad aún lo escrito por Marcos, que hasta dice: Si quieres, pues todo te es posible a ti, aleja de mí este cáliz54.
14. Marcos refiere que no sólo dijo Padre, sino Abba, Padre. Abba, en hebreo, equivale a padre. Quizá el Señor empleó los dos términos en atención a algún misterio, queriendo mostrar que él asumió aquella tristeza en representación de su cuerpo, es decir, de la Iglesia, de la que se constituyó en piedra angular, llegando a él una parte de los hebreos, a la que alude el abba, y otra de los gentiles, a que hace referencia el padre55. También el apóstol Pablo, no pasando por alto este misterio, dijo: En el que exclamamos: Abba, Padre56; y de nuevo: Dios ha enviado a nuestros corazones su Espíritu que clama: ¡Abba, Padre!57
Fue oportuno que el buen Maestro y Salvador verdadero, compadeciéndose de los más débiles, hiciera ver en su misma persona que sus mártires no debían perder la esperanza si por casualidad llegaba a insinuarse en sus corazones la tristeza en el momento de la pasión, como consecuencia de la fragilidad humana, no obstante que la hubiesen superado al anteponer a su voluntad la voluntad de Dios, puesto que él sabe qué conviene a aquellos por quienes mira. No es la mejor ocasión para hablar más detenidamente sobre todo esto, pues de lo que se trata ahora es de la concordia entre los evangelistas. En la diversidad de su expresión aprendemos saludablemente que, para escuchar la verdad, en sus palabras no hay que buscar otra cosa que la sentencia del que habla.
Padre es lo mismo que Abba, Padre; mas Abba, Padre, intima más claramente el misterio, mientras que para simbolizar la unidad basta Padre. Y hay que creer que el Señor dijo ciertamente Abba, Padre; pero, al decir otros Padre, no quedaría clara la sentencia de no haber mostrado que las dos Iglesias, la de los judíos y la de los griegos, eran de tal naturaleza que son también una sola. Esa comprensión subyace en las palabras Abba, Padre, igual que en lo que el mismo Señor dijo en otro lugar: Tengo otras ovejas que no son de este redil, aludiendo a los gentiles, no obstante que tuviera también ovejas en el pueblo de Israel. Mas como añadió a continuación: Conviene que también a éstas las conduzca yo para que haya un único rebaño y un solo pastor58, el Abba, Padre, vale, referido a los israelitas y gentiles, lo que Padre, referido a la única grey.
Mt 26,47—56 | Mc 14,43—52 | Lc 22,48—53 | Jn 18,4—11
5 15. Cuando aún estaba hablando él, como indican Mateo y Marcos, llegó Judas, uno de los doce, acompañado de un grupo numeroso de personas con espadas y estacas, de parte de los príncipes de los sacerdotes y de los ancianos del pueblo. El que lo entrególes había dado una señal diciéndoles: Aquel a quien dé un beso, ése es, prendedlo. Y al instante se acercó a Jesús y le dijo: ¿Salve, Maestro!, y le dio un beso59. Pero antes le dijo Jesús lo que indica Lucas: Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?60 Luego lo que trae Mateo: ¿A qué has venido, amigo?61 A continuación lo que menciona Juan: ¿A quién buscáis? Le respondieron: A Jesús Nazareno. Les dice Jesús: Soy yo. Estaba también allí con ellos Judas, que le estaba entregando. Tan pronto como les dijo: Soy yo, retrocedieron y cayeron a tierra. De nuevo les interrogó: ¿A quién buscáis? Ellos respondieron: A Jesús Nazareno. Respondió Jesús: Os he dicho que soy yo. Por tanto, si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos. Para que se cumpliese lo que había dicho: No he perdido a ninguno de los que me diste62.
16. Viendo los que estaban con él lo que iba a suceder, según informa Lucas, le dijeron: Señor, ¿herimos a espada? Y uno de ellos hirió —el dato lo mencionan los cuatro— al siervo del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha63, como refieren Lucas y Juan. Según Juan, el que hirió fue Pedro y el herido se llamaba Malco64. Luego viene lo que refiere Lucas: Respondió Jesús y dijo: Dejad, ¡hasta aquí!65 Y añadió lo que menciona Mateo: Vuelve tu espada a su sitio, pues todo el que empuña la espada, a espada morirá. ¿Opiensas que nopuedoyo rogar a mi Padre, que me presentaría al punto más de doce mil legiones de ángeles? Pero ¿cómo se cumplirían las Escrituras de que así debe suceder?66 A estas palabras se puede añadir lo que Juan recuerda que dijo en ese lugar: ¿No voy a beber el cáliz que me ha dado mi Padre?67 Entonces, según relata Lucas, tocó la oreja del herido y le sanó68.
17. Según Lucas, a la pregunta de los discípulos de si herían con la espada, el Señor respondió: Dejad, ¡hasta aquí!, dando la impresión de que lo dijo después del golpe, como si le hubiese agradado lo hecho hasta aquel punto, pero no quisiese que la cosa fuera a más. Esto no debe crear dificultad, como si hubiese contradicción, dado que de las palabras de Mateo se deduce que desagradó al Señor el hecho sin más de que Pedro hubiese hecho uso de la espada. Lo más verdadero es que habiéndole preguntado: Señor, ¿herimos con la espada?, respondió él: Dejad, ¡hasta aquí!, es decir, no os preocupe lo que va a acontecer. Se les ha de permitir llegar hasta aquí, es decir, a que me apresen y se cumpla lo que está escrito de mí. Pero entre los intervalos en las palabras de los que preguntaban al Señor y las de quien les respondía, Pedro, movido por el deseo de defenderle y por una mayor pasión por el Señor, dejó caer el golpe. No se pudo decir a la vez lo que sí se pudo hacer a la vez. Si dijo: respondiendo Jesús, es porque se refería a la pregunta que le había hecho y no a la acción de Pedro. Qué pensó él de la acción de Pedro, sólo lo indica Mateo en un pasaje donde no dice: —Respondió Jesús a Pedro: vuelve tu espada a su sitio», sino: Entonces le dijo Jesús: vuelve tu espada a su sitio, cosa que parece haber dicho el Señor después del hecho.
En cambio, lo escrito por Lucas: Respondiendo Jesús, dijo: Dejad, ¡hasta aquí!, hay que tomarlo como una respuesta a quienes le habían preguntado. Mas como, según dijimos, entre la pregunta de los presentes y la respuesta del Señor tuvo lugar el único golpe que causó la herida, juzgó que se había de seguir ese orden en el relato, insertando también el golpe entre la pregunta y la respuesta. En consecuencia, no se opone a lo que dijo Mateo: Todo el que empuña la espada, a espada perecerá, es decir, quienes hagan uso de la espada. Podría parecer que hay oposición si se demostrase que con dicha respuesta el Señor había aprobado el uso espontáneo de la espada hasta ocasionar una única herida, pero no mortal. Aunque también se puede entender de forma congruente que todo se dijo a Pedro, enlazando lo referido por Lucas y por Mateo, según he mencionado antes: Dejad, ¡hasta aquí! e Introduce tu espada en su lugar; todo el que empuña la espada, a espada perecerá, etc. Ya he expuesto cómo hay que entender Dejad,¡hasta aquí! Si cabe otra explicación mejor, sea así, siempre que quede en pie la verdad de los evangelistas.
18. Luego prosigue Mateo y menciona que Jesús dijo entonces a la multitud: Habéis salido a prenderme como a un salteador con espadas y estacas. Todos los días me sentaba en el templo a enseñar y no me apresasteis69. Entonces añade también lo que aporta Lucas: Esta es vuestra hora y el poder de las tinieblas70. Como dice Mateo: Todo esto tuvo lugar para que se cumpliesen las Escrituras proféticas. Entonces todos los discípulos huyeron dejándolo solo71, como dice también Marcos. No obstante, le seguía un joven cubierto con un lienzo, según recuerda el mismo Marcos, y cuando le detuvieron se escapó desnudo, abandonando el lienzo72.
Mt 26,57—75 | Jn 18,12—27 | Mc 14,53—72 | Lc 22,52—65
6 19. Ellos, apresando a Jesús, lo condujeron ante el sumo sacerdote Caifas, donde se habían reunido los letrados y ancianos73, como dice Mateo. Pero antes le llevaron a casa de Anas, suegro de Caifas, como refiere Juan74. Marcos y Lucas no dan el nombre del pontífice75. Le llevaron atado, estando presentes entre aquella multitud un tribuno, una cohorte y los criados de los judíos, como relata Juan. Pedro le seguía desde lejos hasta el atrio del sumo sacerdote; y, entrando dentro, se sentó con los criados para ver cómo acababa aquello76, según refiere Mateo. Y se calentaba junto al fuego77, como escribe Marcos en el mismo pasaje del relato. Y parece un eco el texto más amplio de Lucas: Pedro lo seguía de lejos. Como habían encendido fuego en medio del patio y estaban sentados alrededor, también Pedro se sentó con ellos78. También Juan dice que seguían a Jesús Simón Pedro y otro discípulo. Este otro discípulo era conocido del pontífice y entró con Jesús al atrio del pontífice, según relata Juan. Salió, pues, el otro discípulo que era conocido del pontífice, habló a la portera e hizo pasar a Pedro79, como escribe el mismo Juan. Así acaeció que también Pedro estuviese dentro, según refieren los demás.
20. Los sumos sacerdotes y todo el Sanedrín, como afirma Mateo, buscaban un falso testimonio contra Jesús para entregarle a la muerte y no lo hallaron, no obstante que se presentaron muchos falsos testigos80. Sus testimonios no coincidían81, según relata Marcos al mencionar el mismo pasaje. Finalmente, así Mateo, aparecieron dos testigos falsos y dijeron: Este ha dicho: Puedo destruir el templo de Dios y reconstruirlo en tres días82. Marcos menciona también que otros dijeron: Nosotros le hemos oído decir: Yo destruiré este templo de hechura humana y en tres días edificaré otro de hechura no humana. Y por eso no concordaban los testimonios de ellos83, como el mismo Marcos refiere allí. Levantándose el sumo sacerdote, le dijo: ¿No respondes nada a lo que éstos testifican contra ti? Jesús callaba. Y el sumo sacerdote le dijo: Te conjuro por el Dios vivo que nos digas si eres tú el Cristo hijo de Dios. Jesús le responde: Tú lo has dicho84. Así Mateo.
Marcos refiere lo mismo con otras palabras85, si exceptuamos que calla el conjuro del sumo sacerdote. Pero él mostró que las palabras de Jesús: Tú lo has dicho, equivalían a decir: Lo soyw. Sigue, pues, como dice el mismo Marcos: Pero Jesús le dijo: Yo lo soy, y veréis al Hijo del hombre sentado a la derecha del Poder y viniendo sobre las nubes del cielo86. Esto lo relata asimismo Mateo87, pero sin indicar que respondiese: Lo soy. Entonces el sumo sacerdote se rasgo las vestiduras diciendo: Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos de testigos? Esto lo relata Mateo y prosigue: Acabáis de oír la blasfemia, ¿qué os parece? Ellos respondieron y dijeron: Reo es de muerte. El dato lo atestigua también Marcos. Y continúa Mateo: Entonces le escupieron al rostro y le abofetearon. Otros, a su vez, le golpeaban en el rostro diciéndole: Profetízanos, Cristo, quién te ha herido88. El hecho lo atestigua igualmente Marcos; él refiere también que le cubrieron la cara89, coincidiendo con Lucas90.
21. Se entiende que esto es lo que sufrió el Señor hasta la mañana en casa del sumo sacerdote, adonde le habían llevado antes, lugar en que también Pedro fue sometido a prueba. Pero la prueba de Pedro, que tuvo lugar coincidiendo con las afrentas al Señor, no la relatan todos en el mismo orden. En efecto, Mateo y Marcos narran primero aquéllas, y luego la prueba de Pedro91; Lucas, en cambio, expone primero la prueba de Pedro y luego las afrentas al Señor92; Juan, por su parte, comienza a hablar de la prueba de Pedro e introduce algo referente a las afrentas, y añade que de allí fue enviado al pontífice Caifas. A partir de ese momento recapitula, para pasar a exponer la prueba de Pedro en la casa adonde había sido llevado primeramente, de que había comenzado a hablar, y recupera el orden para mostrar cómo llevaron al Señor a Caifas93.
22. Así sigue Mateo: Pedro estaba sentado fuera en el atrio, y se le acercó una criada a decirle: También tú estabas con Jesús elgalileo. Pero él lo negó en presencia de todos con estas palabras—. No sé de qué hablas. Cuando salta fuera, le vio otra y dijo a los presentes: También éste estaba con Jesús Nazareno. Y de nuevo negó con juramento: No conozco a ese hombre. Un poco después se acercaron los presentes y dijeron a Pedro: En verdad, también tú eres de ellos; tu habla te delata. Entonces comenzó a soltar imprecaciones y a jurar que no conocía a ese hombre, y en seguida cantó el gallo94. Esto lo relata Mateo. Pero se entiende que después que salió fuera, cuando ya le había negado una vez, el gallo cantó la primera vez, dato que Mateo silencia y Marcos afirma95.
23. La segunda negación no tuvo lugar fuera, ante la puerta, sino después de haber regresado al fuego. No era necesario recordar cuándo fue dicho regreso. Marcos narra así el hecho: Y salió fuera, a la entrada del patio, y cantó el gallo. Cuando de nuevo le vio la criada comenzó a decir a los presentes: Este es de ellos. Pero él lo negó por segunda vez96. Esta criada no es la misma, sino otra, como dijo Mateo. Se entiende también que en la segunda negación le apostrofaron dos, es decir, la criada que mencionan Mateo y Marcos y otra persona, mencionada por Lucas. Así relata esto Lucas: Pedro le seguía de lejos. Habían encendido una hoguera en medio del patio y estaban sentados alrededor; Pedro estaba en medio de ellos. Una criada, al verle sentado junto a la lumbre, se le quedó mirando y dijo: También éste estaba con él. Pero él lo negó diciendo: Mujer, no le conozco. Y después de un poco, otro, viéndole, dijo: También tú eres de ellos97.
Respecto a lo que dice Lucas: Y después de un poco, Pedro ya había traspasado la puerta, había cantado el primer gallo, y ya había regresado; de esa manera, le negó por segunda vez estando junto al fuego, como refiere Juan. Pero, en la primera negación de Pedro, Juan no sólo calla respecto al primer canto del gallo, como los demás a excepción de Marcos; tampoco menciona que la criada lo conoció cuando estaba sentado junto al fuego. Lo que refiere es sólo esto: Le dice a Pedro la criada portera: ¿Acaso eres tú también de los discípulos de ese hombre? El responde: No lo soy98. Luego intercala lo que se hizo con Jesús en aquella casa, que juzgó digna de mención «, narrándolo de esta manera: Estaban los siervos y los ministros calentándose junto a unas brasas, porque hacía frío. También Pedro estaba de pie con ellos calentándose99. Aquí se entiende que Pedro ya había salido fuera y regresado, pues antes estaba sentado junto al fuego; luego, ya de regreso, comenzaba su estancia en pie.
24. Quizá diga alguien: «Aún no había salido, aunque se había levantado para salir». Esto lo puede decir quien piensa que lo negó al ser preguntado por segunda vez, fuera ante la puerta. Veamos cómo sigue Juan. Dice: El pontífice preguntó a Jesús sobre sus discípulos y sobre su doctrina. Jesús le respondió: Yo he hablado en público al mundo; siempre he enseñado en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y nada he hablado en oculto.¿Por qué me preguntas? Pregunta a quienes me oyeron qué les dije. Mira, ellos saben lo que he dicho. Después de decir esto, un guardia de los presentes le dio una bofetada diciendo: ¿Así respondes al pontífice? Jesús le replicó: Si he hablado mal, declara qué está mal; si, por el contrario, he hablado bien, ¿por qué me pegas? Anas le envió atado al sumo sacerdote Caifas100. Aquí se muestra claramente que Anas era sumo sacerdote; pues aún no había sido enviado a Caifas, cuando ya se le decía: ¿Asírespondes al sumo sacerdote?
También Lucas menciona a estos dos sumos sacerdotes, Anas y Caifas, al comienzo de su evangelio101. Dicho esto, Juan vuelve a lo que había comenzado sobre la negación de Pedro, es decir, a la misma casa donde tuvo lugar lo que relató y desde donde Jesús fue enviado a Caifas, al que era conducido desde el comienzo, como dijo Mateo. Juan mencionó estas cosas que intercaló recapitulando lo referente a Pedro y, volviendo a aquel relato, dice así para completar la triple negación: También Pedro estaba de pie calentándose con ellos. Le dijeron: ¿Acaso eres también tú uno de sus discípulos? El lo negó y dijo: No lo soy102.
Así, pues, en este lugar hallamos también que Pedro le negó por segunda vez no ante la puerta, sino estando de pie junto al fuego; cosa que no podría darse si no hubiese vuelto ya, después de haber salido fuera. No se trata de que hubiera salido ya y la otra criada le hubiera visto fuera, sino que le vio cuando salía; esto es, se fijó en él cuando se levantó para salir y dijo a los que estaban allí, o sea, a los que estaban dentro del patio, junto al fuego: También éste estaba con Jesús el Nazareno103. Al oír esto él, que había salido fuera, volvió y juró, a los que se empeñaban en lo contrarío, que no conocía a tal hombre104.
También Marcos se expresa de la misma manera respecto a la criada—. Comenzó a decir a los presentes: Este es uno de ellos105. No se lo decía a él, sino a los que habían quedado allí al salir él, pero de modo que él lo oyó, lo que explica que volviese y de nuevo, en pie junto a la lumbre, se opusiese a sus palabras negándolas. En lo que afirma Juan—. Le dijeron: ¿Acaso eres también tú de sus discípulos?106 —cosa que entendemos dicha a él ya en pie de regreso—, se confirma asimismo que no sólo la otra criada que mencionan en esta segunda negación Mateo y Marcos, sino incluso la otra persona que menciona Lucas, trataron con Pedro. Por esa razón escribe Juan: Le dijeron.
En consecuencia, o bien dijo la criada a los que la acompañaban en el atrio: Este es uno de ellos, después de salir él, y al oírlo volvió con el fin como de purificarse con la negación; o bien —cosa más creíble—, no oyó lo que se dijo de él cuando salió fuera, y cuando volvió le dijeron la criada y aquella otra persona que Lucas menciona: ¿Acaso eres también tú de sus discípulos?, a lo que él respondió: No lo soy. Y al insistir esta persona de que habla Lucas y decirle: También tú eres de ellos, Pedro respondió: ¡No, hombre!, no lo soy107.
Por tanto, una vez comparados todos los testimonios de los evangelistas al respecto, claramente se deduce que Pedro no le negó la segunda vez ante la puerta, sino dentro, en el patio, junto al fuego. Mateo y Marcos, que mencionaron su salida, callaron su regreso por razones de brevedad.
25. Examinemos ahora su acuerdo respecto a la tercera negación, que sólo Mateo relató, como ya recordamos. Sigue diciendo Marcos: Después de un poco, los presentes decían a Pedro: En verdad, tú eres de ellos, pues incluso eres galileo. Pero él comenzó a soltar imprecaciones y a jurar: Desconozco al hombre de que habláis. E inmediatamente cantó el gallo por segunda vez108. Lucas, en cambio, narra así esto mismo a continuación: Pasada como una hora, otro lo aseguraba diciendo: Es verdad, también éste estaba con él, pues incluso es galileo. Replicó Pedro: ¡Oh hombre! No sé de qué hablas. Y de inmediato, estando aún hablando él, cantó el gallo109.
Lo referente a la tercera negación de Pedro lo relata Juan a continuación así: Le dice uno de los siervos del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro cortó la oreja:¿Acaso no te vi con él en el huerto? De nuevo negó Pedro, y al instante cantó el gallo110. La extensión del tiempo a que aluden Mateo y Marcos con las palabras Después de un poco la manifiesta Lucas al decir: Pasada como una hora. Juan no menciona este intervalo temporal. Si Mateo y Marcos no se refieren en singular, sino en plural, a los que trataban con Pedro, mientras que Lucas habla de una sola persona, y Juan de uno solo, justamente el pariente de aquel a quien Pedro cortó la oreja, es fácil de comprender lo siguiente: o bien Mateo y Marcos usurparon el plural por el singular, según un giro frecuente, o bien que lo afirmaba sobre todo uno en uanto que le conocía y le había visto, mientras que los demás argüían a Pedro al darle fe a él. Razón por la que dos evangelistas se sirvieron del plural a modo de compendio, mientras que los otros dos sólo quisieron aludir al personaje principal en el asuntólo.
Ahora bien, Mateo asevera que se dijo al mismo Pedro: Es verdad, también tú eres de ellos, y tu misma habla te delata111. Juan afirma igualmente que se le dijo al mismo Pedro: ¿Acaso no te vi en el huerto con él?112 Marcos, por el contrario, refiere que ellos hablaron entre sí acerca de Pedro: En verdad es de ellos, pues incluso es galileo113. Lucas tampoco lo pone como dicho a Pedro, sino de Pedro: Otro lo aseguraba diciendo: Es verdad que también éste estaba con él, pues incluso es galileo114. En consecuencia: o entendemos que mantuvieron la sentencia quienes refieren que fue Pedro el apostrofado —lo que se decía de él en su presencia valía tanto como si se le hubiese dicho a él— , o tuvo lugar lo uno y lo otro, y unos evangelistas mencionaron una cosa y los otros la otra. Entendemos que el segundo canto del gallo tuvo lugar después de la tercera negación, como indicó Marcos.
26. Prosigue Mateo diciendo: Y Pedro se acordó de lo que le había dicho Jesús: Antes de que el gallo cante me negarás tres veces. Y saliendo fuera lloró amargamente115. Marcos, por el contrario, dice así: Pedro se acordó de lo que le había dicho Jesús: Antes de que el gallo cante dos veces, me negarás tres116. Lucas, a su vez: Y volviéndose el Señor, miró a Pedro, y Pedro se acordó de cómo el Señor le había dicho: Antes que el gallo cante, me negarás tres veces. Y saliendo fuera Pedro, lloró amargamente117. Juan calla que Pedro se acordase y llorase118.
Cómo hay que entender lo que dice Lucas de que el Señor, volviéndose, miró a Pedro, merece una consideración más atenta. Pues aunque se mencionen también los patios interiores, Pedro estuvo en el exterior entre los criados, que al mismo tiempo se calentaban junto al fuego. Pero no es creíble que pudiera darse aquella mirada en sentido físico porque los judíos oyesen desde allí al Señor. Pues Mateo, después de decir: Entonces le escupieron en la cara y le abofetearon; otros, en cambio, le golpearon en el rostro diciendo: Profetízanos, oh Cristo, quién te ha pegado, prosiguió: Pedro estaba sentado fuera en el patio119. No diría esto si no ocurriese dentro lo que estaban haciendo al Señor. Y, por lo que resulta del relato de Marcos, no sólo en el interior, sino incluso en la parte superior de la casa. En efecto, después que Marcos narró eso, continuó: Estando Pedro abajo en el patio120.
Igual que las palabras de Mateo: Pedro estaba sentado fuera en el patio121, muestran que lo referente a Jesús acontecía dentro, así las de Marcos: Estando Pedro abajo en el patio, muestran que lo que había dicho acontecía no sólo dentro, sino también arriba. ¿Cómo entonces miró el Señor a Pedro con mirada física? Por ello a mí me parece que aquella mirada fue obra de la divinidad y consistió en que le viniese a la mente cuántas veces le había negado ya y lo que le había predicho el Señor, y que, mirándole el Señor con tanta misericordia, se arrepintió y lloró lágrimas saludables. Como decimos a diario: —Señor, mírame» y «El Señor le ha mirado», a quien la misericordia divina ha librado de algún peligro o fatiga. E igual que está dicho: Mírame y escúchame122 y Vuélvete, Señor, libra mi alma123, así juzgo que se dijo: El Señor, volviéndose, miró a Pedro, y Pedro se acordó de las palabras del Señor124. Finalmente, aunque en sus relatos suelen poner más frecuentemente Jesús que Señor, ahora Lucas puso Señor, diciendo: El Señor, volviéndose, miró a Pedro, y Pedro se acordó de las palabras del Señor, mientras que Mateo y Marcos, que callaron lo referente a dicha mirada, dijeron que él se había acordado no de las palabras del Señor, sino de las de Jesús. Todo para que entendamos a partir de aquí que aquella mirada no la hizo Jesús con los ojos humanos, sino mediante su divinidad.
Mt 27,1—10 | Mc 15,1 | Lc 22,63—71
7 27. Continúa Mateo diciendo: Llegada la mañana, todos los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo celebraron consejo contra Jesús para darle muerte. Lo llevaron atado y lo entregaron al procurador Pondo Pilato125. Marcos dice igualmente: Pronto, al amanecer, tuvieron consejo los sumos sacerdotes con los ancianos, los letrados y todo el Sanedrín y, después de atar a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato126. Lucas, en cambio, después que completó el relato de la negación de Pedro, recapituló lo acaecido ya con Jesús, al parecer de mañana, e hilvanó así el relato: Los hombres que le tenían preso se burlaban de él y le golpeaban; le cubrieron el rostro, le pegaban en la cara y le preguntaban: Adivina quién te ha pegado. E insultándole decían otras muchas cosas contra él. Tan pronto como se hizo de día, se reunieron los ancianos del pueblo y los sumos sacerdotes y los letrados, y lo llevaron a su Sanedrín diciéndole: Si tú eres el Cristo, dínoslo. El les dijo: Si os lo digo, no me creeréis. Si os pregunto, no me responderéis ni me dejaréis en libertad. De ahora en adelante, el Hijo del hombre estará sentado a la diestra del poder de Dios. Dijeron todos: Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios? El les dijo: Vosotros lo afirmáis. Yo lo soy. Ellos dijeron: ¿Qué necesidad tenemos ya de un testimonio? Nosotros mismos lo hemos oído de su boca. Y levantándose todos ellos le llevaron ante Pilato127. Todo esto lo relató Lucas, de donde se entiende que lo que también Mateo y Marcos relataron128, a saber, la pregunta hecha al Señor de si era él el Hijo de Dios y su respuesta: En verdad os digo, a partir de ahora veréis al Hijo del hombre sentado a la derecha del Poder y venir sobre las nubes del cielo129, tuvo lugar ya clareando el día, puesto que Lucas dice: Tan pronto como se hizo de día130. Y así narra cosas semejantes aunque también él mencione algo que aquéllos callaron.
Entendemos que los falsos testigos actuaron contra el Señor de noche; dato que mencionaron brevemente Mateo y Marcos131, y calló Lucas, quien relató lo acontecido al amanecer. También aquéllos, Mateo y Marcos, tejieron su relato con lo que se hizo al Señor hasta llegar la mañana132; pero luego tornaron a narrar la negación de Pedro. Terminada ésta, volvieron a la mañana para tejer desde ahí lo restante, hasta concluir lo que habían hecho con el Señor, pero sin haber mencionado que hubiese tenido lugar de mañana133.
También Juan, después de mencionar lo que se hizo con el Señor, en la medida en que le pareció oportuno, y referir íntegra la negación de Pedro, dice: Llevan, pues, a Jesús ante Caifas, al pretorio. Era de madrugada134. Donde entendemos que, o bien hubo algún motivo que obligó a Caifas a estar en el pretorio, y que no estuvo presente cuando los restantes sumos sacerdotes plantearon la pregunta acerca del Señor, o bien que el pretorio estaba en su casa. Con todo, desde el comienzo le llevaban a él, al que al fin fue conducido. Pero como ya le llevaban cual reo convicto, y Caifas ya había dado antes su opinión en el sentido de que Jesús tenía que morir, no se demoró más la entrega a Pilato para que le diese muerte. Así narra Mateo lo que aconteció al Señor por obra de Pilato.
28. Pero antes hizo un rápido paréntesis, para mencionar la muerte de Judas, el que le entregó, que sólo él relató, con estas palabras: Entonces Judas, el que le entregó, viendo que había sido condenado, impulsado por el remordimiento, devolviólas treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y a los ancianos, diciendo: He pecado entregando sangre inocente. Pero ellos le dijeron: A nosotros ¿qué? Allá tú. El, arrojando las monedas en el templo, se retiró, se alejó y se ahorcó. Los sumos sacerdotes recogieron las monedas y dijeron: No es lícito echarlas en el tesoro del templo, porque son precio de sangre. Después de deliberar, compraron con ellas el Campo del Alfarero para sepultura de los peregrinos. Por lo cual aquel campo se llamó Acheldemac, Campo de Sangre, hasta el día de hoy. Entonces se cumplió lo dicho por el profeta Jeremías—. Y tomaron las treinta monedas de plata, cantidad en que fue apreciado aquel a quien pusieron precio los hijos de Israel, y las dieron por el Campo del Alfarero, como me lo ordenó el Señor135.
29. Si a alguien le causa dificultad el que este pasaje no se halle en el texto del profeta Jeremías, y por eso cree que hay que restar algo a la veracidad del evangelista, ha de saber en primer lugar que no todos los códices de los evangelios traen que lo haya dicho Jeremías, sino sólo que un profeta. Podríamos, pues, decir que sólo hay que dar fe a esos códices que no traen el nombre de Jeremías. Eso lo dijo un profeta, pero fue Zacarías. Es una razón para pensar que los códices que ponen el nombre de Jeremías son mendosos, puesto que debieron poner el de Zacarías o ninguno —como algunos—, pero poniendo, sin embargo, lo dicho por el profeta, en quien ciertamente se entiende a Zacarías.
Pero sírvase de esta defensa ss quien lo tenga a bien. La causa por la que a mí no me agrada es ésta: la mayor parte de los códices tienen el nombre de Jeremías, y quienes escrutaron con mayor diligencia el evangelio en los ejemplares griegos manifiestan que así lo hallaron en los códices más antiguos. Ningún motivo había para añadir este nombre y así introducir una mendosidad. En cambio, para eliminarlo de algunos códices, hubo ciertamente uno, de modo que lo realizó la osada ignorancia, ante la perplejidad de no hallar este testimonio en Jeremías.
30. ¿Qué hay que entender, pues, sino que esto se realizó por una más secreta determinación de la providencia de Dios que gobierna las mentes de los evangelistas? Pudo acontecer que a la mente de Mateo, autor del evangelio, le viniese Jeremías en vez de Zacarías, como suele acontecer. El error, sin embargo, lo corregiría61 sin la menor duda, al menos una vez advertido por otros que pudieron leerlo, aún viviendo él en carne, de no venirle a su recuerdo, regido por el Espíritu Santo, que le aconteció poner el nombre de un profeta por el de otro no en vano, sino porque así estableció el Señor que se escribiese.
¿Por qué lo estableció así el Señor? Ante todo y con la máxima facilidad, debe pensarse en aquel motivo útilísimo, a saber, que también así se indicó que consta que todos los santos profetas que hablaron movidos por un único Espíritu están en tan maravilloso acuerdo entre sí, que es mucho más amplio que si la única boca de un solo hombre hubiese dicho todo lo de todos; que, por tanto, se debe aceptar sin duda alguna todo lo que a través de ellos dijo el Espíritu Santo, y que lo de cada uno es de todos y todo de cada uno. Así, pues, como lo dicho por Jeremías es tanto de Zacarías como de Jeremías, y lo dicho por Zacarías, tanto de Jeremías como de Zacarías, ¿qué necesidad tenía Mateo de enmendarlo al advertir, cuando releía lo escrito por él, que había puesto un nombre por otro? Más bien, siguiendo la autoridad del Espíritu Santo, que él más que nosotros experimentaba como gobernando su mente, ¿no debía dejar lo escrito como estaba, según lo había establecido el Señor con su admonición, para instruirnos a nosotros de que es tan grande la concordia de sus palabras en los profetas que, sin caer en el absurdo, sino desde la lógica, atribuyésemos también a Jeremías lo que hallamos dicho por Zacarías?
Supongamos que alguien hoy quiere señalar las palabras de uno, pero pronuncia el nombre de otro distinto del que las dijo, quien, sin embargo, es muy amigo y vive en estrechísima familiaridad con aquel cuyas palabras quiso decir; si de inmediato advierte que mencionó a uno por el otro, se concentra y se corrige, pero de tal modo que, con todo, se reafirma con un «he dicho bien», ¿qué otra cosa ha percibido sino una gran armonía entre ambos, es decir, entre aquel cuyas palabras quiso decir y el otro cuyo nombre le vino en vez del primero, que da igual que lo haya dicho el uno o el otro? ¡Cuánto más se encareció y hay que entender esto de los santos profetas, de modo que aceptemos los de todos como un único libro de uno solo, en el que no se creería la existencia de ninguna discrepancia en el contenido, porque ninguna se hallaría, y en cuál sería mayor la consistencia de la verdad, que si todas aquellas cosas las hubiese hablado un único hombre por docto que fuera! Así, pues, de donde los incrédulos o los hombres ignorantes intentan extraer un argumento para mostrar casi el desacuerdo entre los santos evangelistas, de ahí deben tomarlo los fieles y doctos para mostrar también la unidad de los santos profetas.
31. Hay otra cuestión que a mí me parece que merece ser comentada con más atención en otro momento, para no alargar el discurso más de lo que reclama la necesidad de dar fin a esta obra. Es ésta: ¿por qué ha permitido o, más bien, mandado la autoridad del Espíritu Santo que permanezca el nombre de Jeremías en el texto de Zacarías? Encontramos en Jeremías que él compró un campo al hijo de su hermano y le dio plata136, sin referencia al precio de treinta monedas de plata que aparecen en Zacarías, aunque en éste no se hable de la compra de un campo.
Que el evangelista haya referido esta profecía de las treinta monedas de plata a lo que ahora se ha cumplido en el Señor, hasta el punto que fue su precio, es cosa manifiesta. Pero que pertenece también a esto lo de la compra del campo que menciona Jeremías, pudo ser significado místicamente a partir del hecho de que aquí no se puso el nombre de Zacarías, que mencionó las treinta monedas de plata, sino el de Jeremías, que mencionó la compra del campo. De este modo, el que lea el evangelio y halle el nombre de Jeremías, pero lea a Jeremías y no halle la referencia a las treinta monedas,, aunque sí a la compra del campo, se verá invitado a comparar uno y otro y extraer a partir de ahí el sentido de la profecía, es decir, cómo corresponde a lo acontecido en el Señor.
Lo que añade Mateo a este testimonio al decir: Al que pusieron precio los hijos de Israel y lo dieron para el Campo del Alfarero, como me lo ordenó el Señor137, no se halla ni en Zacarías ni en Jeremías. Razón por la que hay que tomarlo como introducido con elegancia y en sentido figurado por el propio evangelista, que habría conocido por revelación del Señor esto: que este tipo de profecía correspondía a lo relacionado con el precio de Cristo. En Jeremías se manda que la escritura de la compra del campo sea echada en una vasija de barro; aquí se compra con el precio del Señor el Campo del Alfarero, y ello para dar sepultura a los peregrinos, es decir, como para mansión de descanso de quienes, peregrinando en este siglo, quedan sepultados con Cristo en el bautismo138. En efecto, dice el Señor que esto significaba aquella compra del campo por pane de Jeremías, puesto que será mansión para los librados de la cautividad en aquella tierra. He pensado cómo delinear estas cosas, al advertir qué se requiere en estos testimonios proféticos reducidos a unidad y comparados con más esmero y atención con el relato evangélico. Esto lo intercaló Mateo referente a Judas, el traidor.
Mt 27,11—26 | Mc 15,2—15 | Lc 23,2—25 | Jn 18,18b—19,12
8 32. Luego continúa diciendo: Jesús compareció ante el procurador, y el procurador le preguntó: ¿Eres tú el rey de los judíos? Jesús le respondió: Tú lo dices. No respondió nada a las acusaciones de los sumos sacerdotes y ancianos. Entonces le dijo Pilato: ¿No oyes cuántos testimonios profieren contra ti? Tampoco le respondió ni una palabra, basta el punto de que el procurador se extrañó mucho.
Para el día de la fiesta, el procurador acostumbraba soltar al pueblo un preso, el que quisieran. Tenía entonces uno celebre, llamado Barrabás. Reunidos ellos, les dijo Pilato: ¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, llamado el Cristo? Pues él sabía que lo habían entregado por envidia. Mientras él estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó a decir: Nada tienes que ver con ese justo; hoy he padecido mucho en sueños por su causa. Los sumos sacerdotes y los ancianos persuadieron al pueblo para que pidieran a Barrabás y dieran muerte a Jesús. El procurador les respondió diciéndoles: ¿A cuál de los dos queréis que os suelte? Ellos gritaron: A Barrabás. Pilato les preguntó: ¿Qué he de hacer entonces con Jesús, llamado el Cristo? Respondieron todos: Crucifícalo. El procurador les dijo: ¿Qué ha hecho de malo? Pero ellos gritaban aún más, diciendo: Crucifícalo. Viendo Pilato que no adelantaba nada, sino que más bien iba en camino de promover un tumulto, tomando agua, se lavó las manos en presencia del pueblo y dijo: Inocente soy de la sangre de este justo. Vosotros veréis. Y todo el pueblo respondió diciendo: Su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos. Entonces les soltó a Barrabás; a Jesús, áespués de flagelarlo, se lo entregó para que lo crucificasen139. Esto es lo que aconteció al Señor por obra de Pilato, según el relato de Mateo.
33. También Marcos coincide casi en las mismas palabras y hechos140. Pero refiere la respuesta de Pilato al pueblo que solicitaba la puesta en libertad de un preso en la fiesta de esta manera—. Pilato les respondió diciéndoles: ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?141 Mateo, a su vez, lo relata así: Reunidos ellos, Pilato les dijo: ¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, llamado el Cristo?142 No hay dificultad alguna en el hecho de que calle que ellos pidieran que les soltase a alguien. Pero puede preguntarse qué palabras dijo Pilato, si las referidas por Mateo o las referidas por Marcos. Pues parece que una cosa es: ¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, llamado el Cristo? y otra: ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos? Mas como llamaban cristos a los reyes, está claro que el que puso la alternativa les preguntó si querían que les soltasen al rey de los judíos, es decir, al Cristo, nada afecta a la sentencia el que aquí Marcos haya silenciado lo referente a Barrabás, queriendo indicar sólo lo que concernía al Señor. En efecto, en la respuesta de ellos muestra con suficiencia a quién querían que les soltase: Los pontífices, escribe, incitaron a la multitud para que les soltase a Barrabás. Continúa: Pilato les dijo por segunda vez: ¿Qué queréis que haga con el rey de los judíos?143
De aquí aparece ya claro que Marcos quiso decir con las palabras rey de los judíos lo que Mateo con Cristo. Sólo a los reyes de los judíos se les llamaba cristos; por eso también refiere Mateo en aquel lugar: Les dijo Pilato: ¿Qué he de hacer con Jesús, llamado el Cristo?144 Por tanto, sigue Marcos: Ellos gritaron de nuevo: Crucifícalo; lo mismo que Mateo: Dijeron todos: Crucifícalo. Sigue Marcos: Pilato les decía:¿Qué ha hecho de malo? Pero ellos gritaban aun más: Crucifícalo145. Esto no lo refirió Mateo, mas como dijo: Viendo Pilato que nada adelantaba, sino que más bien iba a promover un tumulto146, relató también que él se había lavado las manos en presencia del pueblo, para indicar que era inocente de la sangre de un justo, dato que callan Marcos y los demás. Mateo muestra también suficientemente que el procurador actuó ante el pueblo para soltarlo. El hecho lo indicó Marcos brevemente en las palabras que refiere que dijo Pilato: ¿Qué ha hecho de malo? Luego también él concluye así lo acontecido con el Señor por obra de Pilato, al decir: Pilato, queriendo complacer al pueblo, les dejó libre a Barrabás y les entregó a Jesús, flagelado, para que lo crucificasen147. Esto es lo que refiere Marcos que tuvo lugar ante el procurador.
34. Lucas narra lo acontecido en presencia de Pilato de este modo: Comenzaron a acusarle diciendo: Hemos encontrado a éste subvirtiendo a nuestra gente, prohibiendo pagar los tributos al César y afirmando que él es el Cristo rey148. Esto no se halla en los dos primeros evangelistas, aunque sí que le acusaban. Lucas reveló los crímenes que falsamente le imputaron, silenciando que le dijo Pilato: ¿No respondes nada? Mira de cuántas cosas te acusan149. Pero sigue y refiere también lo que también ellos dijeron: Pilato le interrogó diciendo: ¿Eres tú el rey de los judíos? El le respondió: Tú lo dices150. Esto lo mencionaron Mateo y Mareos, antes de decir que Jesús, interpelado, no respondió a los que le acusaban151. Mas nada importa para la verdad en qué orden haya referido Lucas estos datos, igual que nada importa el que uno calle lo que otro menciona, como refiere a continuación: Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la multitud: No encuentro en este hombre ningún delito. Pero ellos insistían diciendo: Alborota el pueblo enseñando por toda Judea, desde Galilea, donde comenzó, hasta aquí. Pilato, ante la mención de Galilea, preguntó si aquel hombre era galileo, y tan pronto como supo que caía bajo la jurisdicción de Herodes, le remitió a el, que por aquellos días estaba también en Jerusalén. Herodes, al ver a Jesús, se alegró mucho, pues desde hacía mucho tiempo deseaba verle, porque había oído muchas cosas acerca de él, y esperaba verle hacer alguna señal. Le preguntó con mucha palabrería, pero el no respondía nada. Estaban allílos sumos sacerdotes y los letrados acusándole constantemente. Herodes con su ejército le despreció y se burló de él, vestido con una túnica blanca, y le remitió a Pilato. Aquel día Pilato y Herodes se hicieron amigos, pues antes estaban enemistados entre sí152. Todo esto, a saber, que Pilato envió al Señor a Herodes y lo que allí aconteció, sólo lo indica Lucas, aunque allí refiere algo semejante que se puede hallar en otros evangelistas en otros pasajes de la narración, mientras que los demás sólo quisieron decir lo que aconteció en presencia de Pilato, hasta que el Señor fue entregado para que lo crucificaran.
Volviendo Lucas a lo que aconteció ante el procurador, punto en que había introducido una digresión para narrar lo que sucedió ante Herodes, sigue así: Pilato, convocados los sumos sacerdotes y el pueblo, les dijo: Me habéis traído a este hombre como alborotador del pueblo, pero yo le he interrogado ante vosotros y no he hallado en él ningún delito de los que le acusáis153. De aquí entendemos que pasó por alto su pregunta al Señor sobre qué respondía a quienes le acusaban. Ni tampoco Herodes, dijo, pues os remitía él. Nada digno de muerte ha hecho. Por tanto, lo castigaré y lo soltaré. Necesariamente debía soltarles uno en el día de la fiesta. Toda la muchedumbre gritó a la vez: Fuera ése, y suéltanos a Barrabás. Este había sido enviado a la cárcel por cierto motín promovido en la ciudad y un homicidio. De nuevo les dirigió la palabra Pilato queriendo soltar a Jesús. Pero ellos gritaban desde abajo: Crucifícalo, crucifícalo. Por tercera vez les dijo: ¿Quéha hecho de malo? No hallo en él causa alguna de muerte; le castigaré y le soltaré. Pero ellos insistían con grandes gritos pidiendo que le crucificase, y sus gritos cada vez tenían más fuerza154.
Mateo, con poquísimas palabras, da suficiente testimonio de este conato de Pilato, que le llevó a tratar repetidamente con ellos, queriendo soltar a Jesús, allí donde dice: Viendo Pilato que nada adelantaba, sino que más bien iba a promover un tumulto155, cosa que no afirmaría si no hubiese sido grande su esfuerzo, aunque callase cuántas veces intentó conseguir librar a Jesús del furor de aquéllos. Lucas concluye de esta manera lo acaecido ante el procurador: Y Pilato, dice, sentenció que se cumpliera su demanda. Les soltó al que pedían, que había sido encarcelado por un homicidio y un motín, y les entregó a Jesús a su voluntad156.
35. Consideremos ahora esto mismo, es decir, lo hecho por Pilato en la versión de Juan. Escribe: Pero ellos no entraron al pretorio para no contaminarse y poder comer la Pascua. Salió Pilato fuera ante ellos y les preguntó: ¿Qué acusación traéis contra este hombre? Respondieron: Si no fuese un malhechor, no te lo hubiésemos entregado157. Hay que examinar esto, no sea que contradiga la afirmación de Lucas de que le acusaron de ciertos delitos, trayendo esas acusaciones. Dice: Comenzaron a acusarle diciendo: Hemos encontrado a éste subvirtiendo a nuestra gente, prohibiendo pagar los tributos al César y afirmando que él es el Cristo rey158. Sin embargo, por lo que mencioné poco ha del evangelio de Juan, parece que los judíos no quisieron referir los delitos, puesto que al preguntarles Pilato: ¿Qué acusación traéis contra este hombre?, respondieron: Si éste no fuese un malhechor, no te lo hubiésemos entregado. Claramente con la intención de que, apoyándose en la autoridad de ellos, dejase de preguntar qué le recriminaban y le considerase culpable por el simple hecho de merecer que ellos se lo hubiesen entregado. Por tanto, debemos entender que se dijeron las dos cosas: esto y lo que Lucas mencionó. Muchas fueron las réplicas y contrarréplicas, de entre las que cada uno entresacó lo que le pareció e introdujo en su relato lo que juzgó suficiente. Pues también el mismo Juan refiere ciertas cosas de que le acusaron, que veremos en su momento.
Sigue así: Les dijo Pilato: Tomadle vosotros y juzgadle según vuestra ley. Los judíos le replicaron: A nosotros no nos es lícito dar muerte a nadie, para que se cumpliese la palabra de Jesús con que indicó de qué muerte había de morir. Pilato entró de nuevo en el pretorio, llamó a Jesús y le preguntó: ¿Eres tú el rey de los judíos? Jesús respondió:¿Lo dices por ti mismo u otros te lo dijeron de mí?159 Tampoco esto parecería ir de acuerdo con lo que los otros refirieron: Respondió Jesús: Tú lo dices160, si no apareciese de lo que sigue que también eso se dijo. Con ello revela que lo que está diciendo ahora lo callaron los demás evangelistas, no que no lo dijera el Señor. Presta, pues, atención a lo que sigue. Escribe: Respondió Pilato: ¿Soy acaso yo judío? Tu pueblo y los pontífices te han entregado a mí, ¿qué has hecho? Respondió Jesús: Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuese de este mundo, mis guardias hubiesen luchado para no ser entregado a los judíos. Pero mi reino no es de aquí. Entonces Pilato le preguntó: ¿Entonces tú eres rey? Respondió Jesús: Tú lo dices, soy rey161. He aquí el momento en que se ha llegado a lo que refirieron los otros evangelistas.
Continúa diciendo aún el Señor lo que los otros silenciaron: Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio a la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz. Le preguntó Pilato: ¿Qué es la verdad? Y, después de decir esto, salió de nuevo a los judíos y les dijo: Yo no hallo en él ningún delito. Existe entre vosotros la costumbre de que os suelte a uno en la Pascua. ¿Queréis, pues, que os suelte al rey de los judíos? De nuevo gritaron todos diciendo: No a éste, sino a Barrabás. Barrabás era un bandido162. Entonces Pilato tomó a Jesús y le mandó flagelar. Los soldados trenzaron una corona de espinas y se la colocaron en la cabeza, y le vistieron un manto de púrpura. Se acercaban a él y le decían: Salve, rey de los judíos, y le abofeteaban. Salió de nuevo Pilato al exterior y les dijo: Ved que os lo saco fuera para que vedis que no hallo en él delito alguno. Salió entonces Jesús llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Pilato les dijo: He aquí el hombre. Cuando lo vieron los pontífices y los guardias gritaron: Crucifícalo, crucifícalo. Les dijo Pilato: Tomadle vosotros y crucificadlo, pues yo no hallo en él delito alguno. Le respondieron los judíos: Nosotros tenemos una ley y según la ley debe morir, porque se ha hecho Hijo de Dios163. Esto puede ajustarse con lo que refiere Lucas que dijeron los judíos al acusarle: Hemos hallado a éste alborotando a nuestro pueblo164, para añadir: Porque se ha hecho Hijo de Dios.
Sigue Juan diciendo: Cuando Pilato oyó estas palabras, aumentó su temor. Entró de nuevo en el pretorio y dijo a Jesús: ¿De dónde eres tú? Pero Jesús no le respondió. Le dice Pilato: ¿No me hablas a mí? ¿No sabes que tengo poder para crucificarte y poder para soltarte? Respondió Jesús: No tendrías ningún poder sobre mí si no te fuese dado de lo alto. Por eso el que me entregó a ti tiene un pecado mayor. A partir de entonces Pilato buscaba soltar le. Pero los judíos gritaban diciendo: Si sueltas a éste, no eres amigo del César. Todo el que se hace rey se opone al César165. Esto puede ajustarse a lo que Lucas relata que dijeron los judíos en su acusación. Tras haber dicho: Hemos hallado a éste alborotando a nuestro pueblo, añadió: prohibiendo pagar tributo al César y diciendo que él es el Cristo rey166. Con lo cual se resuelve aquella cuestión por la que se podía pensar que Juan había dicho que los judíos no acusaron a Jesús de ningún delito cuando respondieron a Pilato: Si éste no fuera un malhechor, no te lo hubiésemos entregado167.
Sigue Juan diciendo: Cuando Pilato oyó estas palabras, sacó fuera a Jesús y se sentó en el tribunal, en el lugar llamado "Enlosado», en hebreo «Gdbata». Era el día de la preparación de la Pascua, como a la hora de sexta. Pilato les dijo: ¿Voy a crucificar a vuestro rey? Respondieron los pontífices: No tenemos más rey que el César. Entonces él se lo entregó para que lo crucificasen168. Esto es lo que, según la narración de Juan, hizo Pilato.
Mt 27,27—29 | Mc 15,16—19 | Jn 9,1—3
9 36. Es lógico ya que veamos la misma pasión del Señor, según los testimonios de los cuatro evangelistas. Mateo la comienza así: Entonces los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la cohorte, le desnudaron y le cubrieron con un manto de escarlata y, trenzando una corona de espinas, la pusieron sobre su cabeza, y en su mano derecha una caña. Y arrodillándose en su presencia, se burlaban de él diciéndole: Salve, rey de los judíos169. Esto mismo lo dice Marcos en el mismo lugar del relato así: Los soldados le llevaron dentro al patio del pretorio; retinen a toda la cohorte, le visten de púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la ponen. Comenzaron a saludarle: Salve, rey de los judíos. Le golpeaban la cabeza con la caña, le escupían y, doblando las rodillas, le hacían reverencias170.
Se entiende, pues, que las palabras de Mateo: Le cubrieron con un manto de escarlata, corresponden a las de Marcos: Le visten de púrpura. Los que le escarnecían le pusieron, en lugar de la púrpura regia, aquel manto de escarlata. En efecto, hay cierta púrpura muy semejante a la semilla que da ese color. Puede asimismo darse que también Marcos haya mencionado la púrpura que tenía el manto, aunque fuese de color escarlata. Lucas lo pasó por alto. Juan, en cambio, lo mencionó antes de decir que Pilato lo entregó para que lo crucificaran con estas palabras: Entonces tomó Pilato a Jesús y lo flageló; los soldados, trenzando una corona de espinas, se la pusieron sobre la cabeza y le cubrieron con un vestido de púrpura; se acercaban a él y le decían: Salve, rey de los judíos, y le abofeteaban171. De donde resulta que Mateo y Marcos refirieron esto a modo de recapitulación, no porque sucediese entonces, cuando Pilato ya lo había entregado para que lo crucificasen. Pues Juan dice con suficiente evidencia « que eso tuvo lugar ante Pilato, razón por la que éstos recordaron lo que habían pasado por alto.
A esto corresponde también lo que dice Mateo a continuación: Y, escupiéndole, le cogieron la caña y le golpeaban la cabeza. Y después que se burlaron de él, le quitaron el manto, le pusieron sus ropas y le llevaron a crucificarle172. El despojarle del manto y vestirle con sus ropas, se entiende que fue al final, cuando ya le llevaban. Marcos lo refiere así: Y después que se burlaron de él, le quitaron la púrpura y le vistieron cotí sus vestidos173.
Mt 27,32 | Mc 15,20b—21 | Lc 23,26 | Jn 19,16b—18a
10 37. Sigue Mateo: Al salir hallaron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y le obligaron a llevar la cruz174. También Marcos: Le llevaban, dice, a crucificarle. Y obligaron a Simón de Cirene, el padre de Alejandro y Rufo, que viniendo del campo pasaba por allí, a coger la cruz175. Así lo narra Lucas: Y cuando le llevaban, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que venía del campo, y le cargaron la cruz para que la llevara detrás de Jesús176. Juan, en cambio, lo relata de esta manera: Tomaron, pues, a Jesús y lo llevaron. El, cargando con la cruz, salió al lugar llamado Calvario, «Gólgota en hebreo, donde le crucificaron177. De donde se comprende que él mismo llevaba la cruz cuando salió al lugar mencionado. Aquel Simón, de que hablan tres evangelistas y a quien luego se le dio la cruz para que la llevase, fue obligado en el camino. De esta manera hallamos que tuvo lugar lo uno y lo otro: primero lo que dijo Juan, luego lo que mencionan los otros tres.
Mt 27,33—34 | Mc 15,22—23 | Lc 23,33 | Jn 19,17
11 38. Sigue diciendo Mateo: Y llegaron al lugar llamado Gólgota, el lugar de la calavera. En este pasaje el acuerdo es clarísimo178. Luego añade el mismo Mateo: Le dieron a beber vino mezclado con hiél y, tras haberlo probado, no quiso beberlo179. Esto lo relata Marcos de esta manera: Y le daban a beber vino con mirra y no lo tomó180. Ha de entenderse que es lo mismo que dijo Mateo: Vino mezclado con hiél. En efecto, puso hiél pensando en su amargor. También el vino con mirra es muy amargo, aunque puede suceder que volviesen amarguísimo el vino con hiél y mirra. Lo que dice Marcos: No lo tomó, se entiende así: «No lo tomó para beberlo». Pues lo probó, como lo atestigua Mateo, de modo que lo que dice el mismo Mateo: No quiso beberlo, es lo que dice Marcos: No lo tomó, callando que lo probó.
Mt 27,35—36 | Mc 15,24 | Lc 23,34b—35a | Jn 19,23—24
12 39. Continúa Mateo: Después que lo crucificaron, se repartieron sus vestidos echando a suertes. Sentados lo custodiaban181. Lo mismo dice Marcos con estas palabras: Le crucificaron y se repartieron sus vestidos, echan do a suertes para ver qué se llevaba cada uno182. Y Lucas con estas otras: Se repartieron sus vestidos, echando a suertes, el pueblo estaba a la expectativa183. Los tres lo relataron de forma breve. Juan, en cambio, explica más detalladamente cómo tuvo lugar 85. Dice: Después que crucificaron a Jesús, los soldados se repartieron sus vestidos. Hicieron cuatro lotes con ellos, uno para cada soldado, más la túnica. Esta era sin costura, tejida de una pieza de arriba abajo. Por eso se dijeron: No la rompamos, sino echemos a suertes para ver de quién va a ser. Para que se cumpliese la Escritura que dice: Se repartieron mis vestidos y sobre mi túnica echaron suertes184.
Mt 27,37 | Mc 15,25 | Jn 19,14—16a
13 40. Prosigue Mateo: Sobre su cabeza pusieron por escrito la causa: Este es Jesús, rey de los judíos185. Antes de referir esto, Marcos anotó: Era la hora de tercia cuando le crucificaron186. Este dato lo pone a continuación del relato sobre el reparto de las vestiduras, asunto que hay que considerar con la máxima atención, para evitar que provoque un grave error. En efecto, hay quienes piensan que el Señor fue crucificado en verdad a la hora de tercia y que de la sexta hasta la nona se hicieron tinieblas. De esta manera se completan las tres horas desde el momento en que fue crucificado hasta la aparición de las tinieblas. En verdad se podría entender rectísimamente así, de no haber dicho Juan que Pilato se sentó hacia la hora sexta en el tribunal, llamado «Enlosado», en hebreo «Gábata»187. Sigue, pues: Era el día de la preparación de la Pascua, casi la hora sexta. Dijo a los judíos: ¡He aquí a vuestro rey! Pero ellos gritaban: ¡Fuera! ¡Fuera! Crucifícale. Pilato les dijo: ¿Voy a crucificar a vuestro rey? Respondieron los pontífices: No tenemos más rey que al César. Entonces se lo entregó para que lo crucificasen188. Sí, pues, fue entregado a los judíos para que lo crucificaran casi a la hora sexta, cuando Pilato estaba sentado en el tribunal, ¿cómo fue crucificado a la hora tercia? Así pensaron algunos que no entendieron las palabras de Marcos189.
41. Veamos en primer lugar a qué hora pudo ser crucificado; luego veremos por qué dijo Marcos que había sido crucificado a la hora tercia. Era casi la hora sexta cuando Pilato, sentado en el tribunal, según se dijo, lo entregó para que lo crucificaran. No había pasado ya la hora sexta, sino que era casi la hora sexta; es decir, había pasado ya la hora quinta y se había entrado ya en la sexta. Ellos nunca dirían «la quinta y un cuarto» o —la quinta y un tercio», o «la quinta y un medio» o algo parecido. Las Escrituras siguen la costumbre de poner el todo por la parte »T, sobre todo en la señalización del tiempo. Es lo que acontece con aquellos ocho días, después de los que, dicen, subió a la montaña190. Al respecto, Mateo y Marcos, contando sólo los del medio, dijeron—. Después de seis días191. Sobre todo teniendo en cuenta lo comedidamente que se expresó Juan al no decir «la hora sexta», sino casi la hora sexta192. Porque, si no se hubiese expresado así, sino que se hubiese limitado a indicar la hora sexta, podría mos nosotros entenderlo — de acuerdo con el modo de hablar las Escrituras, que toman, como dije, el todo por la parte como si, pasada la hora quinta e iniciada la sexta, hubiera tenido lugar todo lo narrado en la crucifixión de nuestro Señor, hasta que al concluir la hora sexta, colgado él, se produjeron las tinieblas, que atestiguan los tres evangelistas, Mateo, Marcos y Lucas193.
42. Preguntemos ya a continuación por qué Marcos, tras mencionar que le crucificaron y repartieron sus vestidos, echando suertes para ver qué se llevaba cada uno, añadió a continuación: Era la hora tercia y le crucificaron194. Ciertamente ya había dicho: Le crucificaron y se repartieron sus vestidos. Así atestiguan también los demás que los vestidos se repartieron estando ya él crucificado. Si Marcos hubiera querido mencionar el momento del acontecimiento, le hubiera bastado decir: Era la hora tercia. ¿Por qué añadió: Y le crucificaron, a no ser porque con esa recapitulación ss quiso significar algo que se hallaría tras la oportuna búsqueda? En efecto, la misma Escritura se leía en aquellos tiempos en que toda la Iglesia conocía en qué hora fue suspendido el Señor de la cruz, por lo que se podía o corregir su error o refutar su mentira. Pero como sabía que al Señor le habían colgado los soldados, no los judíos, según refiere Juan con claridad195, quiso mostrar en cifra que los autores de su crucifixión fueron quienes pidieron a gritos su crucifixión; más que aquellos otros que prestaron su servicio a la autoridad conforme a su oficio.
Se comprende, pues, que fue a la hora tercia cuando los judíos pidieron con sus gritos la crucifixión del Señor, y sin ambigüedad se demuestra que le crucificaron196 ellos cuando prorrumpieron en dichos gritos. Sobre todo considerando que no querían que apareciese que lo habían hecho ellos, siendo ésa la razón por la que lo habían entregado a Pilato, dato que indican suficientemente las palabras del evangelio de Juan. En efecto, habiéndoles dicho Pilato: ¿Qué acusación traéis contra este hombre? Respondieron: Si no fuese un malhechor, no te lo hubiésemos entregado. Les dijo Pilato: Tomadlo vosotros y juzgadle según vuestra ley. Le replicaron los judíos: A nosotros no nos es lícito dar muerte a nadie197. Así, pues, como no querían que apareciese que ellos eran los autores, Marcos muestra que lo hicieron a la hora tercia, juzgando con toda verdad que fue más asesina del Señor la lengua de los judíos que la mano de los soldados.
43. Quien diga que no fue a la hora tercia cuando los judíos pidieron por primera vez su crucifixión a gritos, en su locura se manifiesta enemigo del Evangelio, a no ser que tal vez logre resolver la misma cuestión de otra manera. No tiene medios para demostrar que no era entonces la hora tercia, y por eso hay que creer antes al evangelista veraz que a las sospechas contenciosas de los hombres. si pregunta: «¿Cómo pruebas que fue a la hora tercia?», le respondo: «Porque creo a los evangelistas. Si también tú les otorgas fe a ellos, muestra cómo pudo ser crucificado el Señor a la hora sexta y a la hora tercia. A reconocer la hora sexta nos urge el relato de Juan; Marcos menciona la tercia. Si los dos les damos fe a ellos, muestra tú otra manera cómo pueden combinarse los dos datos; con sumo agrado asentiré. No amo mi sentencia, sino la verdad del Evangelio. Y ¡ojalá otros hallen soluciones numerosas a este problema! Hasta que eso se dé, sírvete conmigo de ésta, si te place. Si no se logra hallar ninguna otra, sólo ésta bastará; si se logra, una vez que se presente, elegiremos. Sólo se requiere que no pienses que cae dentro de la lógica que cualquiera de los cuatro evangelistas haya mentido o, hallándose en tan alta y tan santa cima de autoridad, se haya equivocado».
44. Quizá alguien afirme que a él le retrae aceptar que fue a la hora tercia cuando los judíos gritaron el que, después de referir: Pilato, respondiendo de nuevo, les dijo: ¿Qué queréis que haga entonces con el rey de los judíos? Ellos gritaron de nuevo: Crucifícale198, el mismo Marcos no señala ningún margen de tiempo en su relato e inmediatamente pasa a relatar que Pilato entregó al Señor para que le crucificaran, hecho que, según Juan, tuvo lugar casi a la hora sexta. Quien así habla ha de entender que se han pasado por alto muchas cosas que se realizaron entretanto, mientras Pilato estaba en acción buscando cómo librarle de los judíos y poniendo el máximo esfuerzo, en cuantos modos pudo, en enfrentarse a su dementísima voluntad. Mateo relata: Les dijo Pilato: ¿Qué he de hacer entonces con Jesús, llamado el Cristo? Respondieron todos: Crucifícale. Afirmamos que entonces era la hora tercia.
Entendemos que se consumió un tiempo de dos horas en lo que Mateo narra a continuación: Viendo Pilato que nada adelantaba, sino que más bien iba a promover un tumulto199, y que comenzó la hora sexta coincidiendo con los intentos de Pilato de librar al Señor y con el tumulto de los judíos, que se esforzaban en lo contrario. Aún no terminada esa hora sexta, aconteció lo relatado desde el momento en que Pilato entregó al Señor hasta que aparecieron las tinieblas. Mateo refiere antes: Mientras él estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó a decir: Nada tienes que ver con ese justo; hoy he padecido mucho en sueños por su causa200. Después de esto, Pilato estaba sentado en el tribunal. Pero, en medio de lo que estaba narrando como acontecido con anterioridad, Mateo se acordó de lo que dijo de la mujer de Pilato y quiso intercalarlo ahí, para anticipar el motivo principal por el que Pilato, ni siquiera a última hora, quería entregarle a los judíos.
45. Lucas relata que, después de decir Pilato: Le castigaré y le soltaré, la multitud entera exclamó: ¡Fuera ése, y suéltanos a Barrabás! Pero quizá aún no habían dicho: Crucifícale. Según el mismo Lucas, Pilato les dirigió de nuevo la palabra queriendo soltar a Jesús. Pero ellos gritaban desde abajo diciendo: Crucifícale. Se entiende que entonces era la hora tercia. En las palabras siguientes de Lucas: El les dijo por tercera vez: ¿Qué mal ha hecho éste? No hallo en él causa de muerte alguna. Lo castigaré y lo soltaré. Pero ellos insistían con grandes voces pidiendo que le crucificase y sus gritos eran cada vez más fuertes201, también él indica suficientemente que el tumulto fue grande. Y se puede entender, cuanto basta para indagar la verdad, después de cuánto tiempo les dijo por tercera vez: ¿Qué ha hecho de malo? Respecto a lo que dice luego: Insistían con grandes voces y sus gritos eran cada vez más fuertes, ¿quién no ve que se debe a que veían que Pilato no les quería entregar al Señor? Y quien no lo quería de ninguna manera, no cedió a la primera; al contrario, en aquella indecisión transcurrieron al menos dos horas y algo.
46.Pregunta también a Juan y mira cuan grande fue la indecisión de Pilato y el rechazo de tan horrendo ministerio. El lo narra más detenidamente, aunque ni siquiera refiere todos los hechos que consumieron las dos horas y algo de la sexta. Con todo, después de azotar a Jesús y permitir que los soldados lo maltratasen con el vestido de mofa y muchas otras burlas202 creo que para, al menos, mitigar de este modo el furor de ellos, y así evitasen llevar su crueldad hasta hacerle morir, salió de nuevo Pilato fuera y les dijo: Ved que os lo saco fuera, para que sepáis que no hallo en el delito alguno. Salió, pues, Jesús, llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Y les dijo: ¡He aquí el hombre!, para que viendo aquella figura como llena de ignominia se aplacasen. Pero añade: Cuando lo vieron los pontífices y los guardias, gritaban diciendo: Crucifícale, crucifícale. Afirmamos que entonces era la hora tercia.
Presta atención a lo que sigue: Les dijo Pilato: Tomadle vosotros y crucificadle; yo no hallo en el delito alguno. Le respondieron los judíos: Nosotros tenemos una ley y según la ley debe morir, porque se ha hecho Hijo de Dios. Cuando Pilato oyó estas palabras, vio crecer su temor. Entró de nuevo al pretorio y dijo a Jesús: ¿De dónde eres tú? Pero Jesús no le respondió. Le dice entonces Pilato: ¿No me hablas a mí? ¿No sabes que tengo poder para crucificarte y poder para soltarte? Respondió Jesús: No tendrías ningún poder sobre mí si no se te hubiese dado de lo alto; por eso el que me entregó a ti tiene un pecado mayor. A partir de entonces Pilato buscaba soltarlo203. ¿Cuánto tiempo pensamos que empleó Pilato en su afán por soltarlo? ¿Cuántas cosas no se pasaron por alto, bien de las réplicas de Pilato, bien de las contrarréplicas de los judíos? ¿Hasta cuándo estuvieron hablando los judíos para conseguir que él se sintiese afectado y cediese? Sigue así: Pero los judíos gritaban diciendo: Si sueltas a éste, no eres amigo del César; todo el que se hace rey se opone al César. Cuando Pilato oyó estas palabras, sacó fuera a Jesús y se sentó en el tribunal en el lugar llamado "Enlosado", en hebreo "Gábata". Era el día de la preparación de la Pascua, casi la hora sexta204. Desde la primera vez que los judíos gritaron: Crucifícale205, a la hora tercia, hasta el momento en que se sentó en el tribunal, entre las indecisiones de Pilato y los alborotos de los judíos, transcurrieron dos horas y, pasada la quinta, ya había entrado algo de la sexta.
Dijo a los judíos: He aquí a vuestro rey. Ellos gritaron: ¡Fuera! Crucifícale. Pero ni siquiera entonces, sacudido por el temor de la calumnia, cedía fácilmente Pilato. Mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le había enviado el aviso que anticipó Mateo206, el único que refirió el dato, antes de llegar a aquel trance del relato, poniéndolo donde lo juzgó oportuno. Así, haciendo Pilato un nuevo intento por si podía lograr algo, les dijo: ¿Voy a crucificar a vuestro rey? Respondieron los pontífices: No tenemos más rey que el César. Entonces se lo entregó para que lo crucificasen207. Y entre el camino, la crucifixión con los dos ladrones, la división de sus ropas y el sorteo de su túnica y las burlas intercaladas con variedad de insultos —pues en el transcurso de todo eso no cesaban los insultos—, se agotó la hora sexta y se hicieron las tinieblas que mencionan Mateo, Marcos y Lucas208.
47. Por lo tanto, desista ya la impía obstinación y crea que al Señor Jesucristo le crucificaron a la hora tercia la lengua de los judíos y a la sexta las manos de los soldados, pues entre el motín de los judíos y los titubeos de Pilato pasaron más de dos horas desde que gritaron: Crucifícale. El mismo Marcos, el que más se preocupa de ser breve, quiso indicar concisamente la voluntad de Pilato y sus esfuerzos en pro de la vida del Señor. Después de decir: Pero ellos gritaron de nuevo: Crucifícale, donde mostró que ya habían gritado al querer que se les soltase a Barrabás, añadió: Pilato les decía: ¿Qué mal ha hecho? De esta manera insinuó brevemente lo que había acontecido en un más largo espacio de tiempo. Pero recordando lo que quería que se entendiese, no puso: «Pero Pilato les dijo», sino: Pilato les decía: ¿Qué mal ha hecho? Porque si hubiera puesto «dijo», entenderíamos que lo dijo una sola vez; mas como puso decía, indicó suficientemente a los que entienden que lo dijo de muchas maneras y repetidamente, hasta que comenzó la hora sexta.
Pensemos, pues, cuan brevemente refirió esto Marcos en comparación con Mateo, cuan brevemente Mateo en comparación con Lucas, cuan brevemente Lucas en comparación con Juan, no obstante que cada uno relató hechos distintos; y, por último, cuan brevemente el mismo Juan en comparación con lo que acaeció y del margen de tiempo en que acaeció. Sin afán demente de oponernos, creamos que bien pudieron pasar dos horas y algo entre tanto.
48. Quien dijere que, de ser así las cosas, Marcos había podido señalar que era la hora tercia en el momento en que era la hora tercia, cuando los judíos gritaron reclamando la crucifixión del Señor, e indicar asimismo que justamente entonces le crucificaron ellos, con excesiva soberbia impone leyes a los narradores de la verdad. Por la misma regla podría decir, si él hubiese narrado esto, que los demás debieron haberlo narrado de la misma manera y en el mismo orden en que lo hizo él. Dígnese, pues, superar su planteamiento con el planteamiento del evangelista Marcos, que juzgó que tenía que ponerlo en aquel lugar que le sugirió la inspiración de Dios. Sus recuerdos están gobernados por la mano de quien gobierna el agua, según está escrito, como a él le place209. La memoria humana mariposea por variedad de pensamientos y no depende de nadie el qué y el cuándo venga algo a la mente.
Cuando aquellos varones santos y veraces atribuyeron al oculto poder de Dios, en cuanto al orden de la narración, las cosas casi fortuitas de sus recuerdos, no es conveniente que ningún hombre muy alejado de los ojos de Dios y peregrinando lejos de él diga: «En este lugar debió poner esto», porque ignora en absoluto por qué quiso Dios que lo pusiera en aquel sitio. Porque dice el Apóstol: Y si nuestro Evangelio está velado, lo está para los que se pierden210; y tras escribir: Para unos somos olor de vida que lleva a la vida, para otros olor de muerte que lleva a la muerte, añadió a continuación: Y ¿quién es idóneo para esto?211, es decir, ¿quién es capaz de entender cuan justamente se hace? Lo mismo dice el Señor: Yo he venido para que quienes no ven vean, y quienes ven se vuelvan ciegos212.
Es esa la profundidad de las riquezas de la sabiduría y ciencia de Dios213 que, de la misma masa, hizo una vasija para usos nobles y otra para usos despreciables, y por la que se dice a la carne y a la sangre: ¡Oh hombre!, ¿quién eres tú para replicar a Dios?214 ¿Quién, pues, conoce la mente del Señor o quién fue su consejero en este asunto?215 De tal modo gobernó los recuerdos de los corazones de los evangelistas y los ensalzó a la cumbre de la Iglesia con tan excelsa cima de autoridad, que por estas mismas cosas en que parecen contradecirse son cegados muchos, entregados justamente a las apetencias de su corazón y a su mente insensata216, a la vez que muchos se ejercitarán para purificar la mente piadosa de acuerdo con la oculta justicia del Todopoderoso. Dice el profeta al Señor: Tus pensamientos se han vuelto demasiado profundos; el hombre estúpido no los conoce y el necio no entiende esto217.
49. Pido, pues, y exhorto, a los que lean esto que hemos elaborado con la ayuda del Señor, que en toda cuestión en que surja una dificultad como ésta se acuerden de este paréntesis que he juzgado que debía intercalar, para no tener que repetir más veces lo mismo. Quien quiera prestar atención sin la callosidad de la impiedad, verá fácilmente en qué oportuno lugar puso Marcos lo referente a la hora tercia, para que cada cual recuerde allí en qué hora crucificaron al Señor218 los judíos que querían cargar con el crimen a los romanos, ya a los jefes, ya a los soldados, allí donde se mencionó la obra de los soldados, autores materiales.
Dijo: Le crucificaron y se repartieron sus vestidos, echando a suertes, para ver qué llevaba cada uno219. ¿Quiénes lo hicieron sino los soldados, como indica Juan?220 Por tanto, para que nadie, desvinculándolo de los judíos, dirigiese contra los soldados la ponderación de crimen tan enorme, dijo: Era la hora tercia, y le crucificaron, a fin de que el atento investigador haga el descubrimiento de que fueron más bien aquellos que a la hora tercia pudieron gritar que le crucificasen los que le crucificaron, al advertir que lo que fue obra de los soldados tuvo lugar a la hora sexta.
50. No faltarán quienes quieran que se entienda la parasceve —mencionada por Juan al decir: Era la parasceve, casi la hora sexta221— como la hora tercia del día, en la que se sentó Pilato en el tribunal. De ese modo parecería que concluyó a esa misma hora tercia en que fue crucificado; que, ya pendiente él del madero, pasaron otras tres horas; que entregó su espíritu, y que a partir de la hora en que murió, es decir, la hora sexta del día, se hicieron tinieblas hasta la hora nona.
Afirman que aquel mismo día, al que seguía el sábado, era la parasceve de los judíos, porque a partir del mismo sábado ya comenzaban los Ácimos. Pero la Pascua verdadera, no la de los judíos, sino la de los cristianos, que ya estaba teniendo lugar en la pasión del Señor, se comenzó a preparar —es decir, comenzó la parasceve— desde la hora octava de la noche, puesto que el Señor se preparaba para que le diesen muerte los judíos. Parasceve significa preparación. Así, pues, a partir de la hora nona de la noche hasta su crucifixión llega la hora de la pParasceve, la hora sexta según Juan y la hora tercia del día según Marcos; de esta manera, Marcos no mencionó a modo de recapitulación la hora recordada en la que los judíos gritaron: Crucifícale, crucifícale, sino que indicó justamente la hora tercia en que el Señor fue clavado en la cruz.
¿Qué fiel no apoyará esta solución del problema, si se pudiera conseguir algún momento desde la hora nona de la noche, a partir del cual podamos entender con coherencia que había comenzado la parasceve de nuestra Pascua, es decir, la preparación de la muerte de Cristo? Si decimos que comenzó cuando los judíos apresaron al Señor, aún era la primera parte de la noche. Si decimos que comenzó cuando fue llevado a casa del suegro de Caifas, donde también le interrogaron los sumos sacerdotes, aún no había cantado el gallo, como deducimos de la negación de Pedro, que tuvo lugar después del interrogatorio. Si, por el contrario, la ponemos cuando le entregaron a Pilato, está escrito con toda claridad que era de mañana. No queda, pues, sino entender que la parasceve de la Pascua, es decir, la preparación de la muerte del Señor, comenzó justamente cuando respondieron todos los sumos sacerdotes, ante los que sufrió el primer interrogatorio, y dijeron: Es reo de muerte, según refieren Mateo y Marcos. Así se entiende que, respecto a la negación de Pedro, dijo después, recapitulando, lo que había acontecido con anterioridad.
Por tanto, no es absurdo suponer que pudiera ser la hora de nona el momento en que, como dije, le proclamaron reo de muerte. Desde esa hora hasta la hora en que se sentó Pilato en el tribunal, llegó casi la hora sexta, no del día, sino de la parasceve, es decir, de la inmolación del Señor, que es la verdadera Pascua. De esta manera, en plena hora sexta de la misma parasceve, que correspondía a la plena hora tercia del día, el Señor fue suspendido del madero. El problema relativo a la hora de la pasión del Señor queda resuelto, sea que se prefiera este modo de entender, sea que Marcos trajese a la memoria la hora tercia y quisiese mencionarla sobre todo para condenar a los judíos a propósito de la crucifixión del Señor. En esa hora se entiende que pudieron pedir a gritos su crucifixión, aceptando así que fueron ellos los que crucificaron al Señor con preferencia a aquellos con cuyas manos fue colgado del madero, igual que se acercó más al Señor aquel centurión que los amigos que él envió222. El problema de la hora es tal que suele estimular particularmente la desvergüenza de los contenciosos y perturbar la ignorancia de los débiles.
Mt 27,38 | Mc 15,27 | Lc 23,33 | Jn 19,18
14 51. Sigue diciendo Mateo: Entonces crucificaron con el a dos ladrones, uno a su derecha y otro a su izquierda223. Lo mismo refieren Marcos y Lucas224. Tampoco Juan crea problema alguno, aunque no menciona que eran ladrones. Dice: Y con el a otros dos, uno a cada lado, y a Jesús en el medio225. Habría desacuerdo si, habiendo dicho aquéllos que eran ladrones, los hubiese declarado él inocentes.
Mt 27,39—43 | Mc 15,29—32 | Lc 23,35—37
15 52. Continúa Mateo: Los que pasaban por allí le insultaban moviendo su cabeza y diciendo: Tú que destruyes el templo y en tres días lo levantas de nuevo, ¡sálvate a ti mismo! Si eres Hijo de Dios, ¡baja de la cruz!226 Marcos concuerda con él casi en las palabras227. Sigue diciendo Mateo: Asimismo los sumos sacerdotes, junto con los letrados y los ancianos, se burlaban de él diciendo: Salvó a otros y no puede salvarse a sí mismo. Si es el rey de Israel, que baje de la cruz y le creeremos. Confió en Dios, que le libere ahora si le quiere. El dijo: Soy el Hijo de Dios228. Aunque Marcos y Lucas empleen otras palabras, concuerdan en la misma sentencia, aunque uno pasa por alto lo que otro recuerda229. Tampoco callan que los sumos sacerdotes insultaran al Señor crucificado; Marcos lo calla de los ancianos, y Lucas, aunque mencionó a los príncipes, pero sin añadir «de los sacerdotes», incluyó en un término general a todos los personajes de relieve, para que se pudiera aplicar también a los letrados y ancianos.
Mt 27,44 | Mc 15,32 | Lc 23,39—43
16 53. Sigue diciendo Mateo: De la misma manera le injuriaban230 los ladrones que estaban crucificados con él. Tampoco Marcos discrepa al decir lo mismo con otras palabras231. Se puede pensar, en cambio, que en Lucas hay una contradicción, a no ser que recordemos una forma de expresión bastante frecuente. Dice Lucas: Uno de los ladrones colgados le insultaba diciendo: Si eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. Sigue él mismo, tejiendo así el relato: Pero el otro le respondió, y le increpaba diciéndole: ¿Ni siquiera temes a Dios tú que sufres la misma condena? Nosotros con razón, pues recibimos lo que merecen nuestros hechos; pero éste no ha hecho nada malo. Y le decía a Jesús: Señor, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino. Jesús le dijo: En verdad te digo, hoy estarás conmigo en el paraíso232.
¿Cómo, pues, según relata Mateo, le ultrajaban los ladrones que estaban clavados con él233, o, como dice Marcos, los que estaban crucificados con él le injuriaban234, si uno de ellos le injurió, según el testimonio de Lucas, y el otro amansó al primero y creyó en el Señor? A no ser que entendamos que Mateo y Marcos, abreviando este pasaje, pusieron el plural por el singular, plural que hallamos, por ejemplo, en la carta a los Hebreos: Cerraron la boca a los leones235, no obstante que se alude únicamente a Daniel, y fueron aserrados236, no obstante que sólo se refiere a Isaías. Las palabras del salmo: Se levantaron los reyes de la tierra y se confabularon los príncipes237, aparecen en los Hechos de los Apóstoles en plural por el singular238. En efecto, los que recurrieron al testimonio del salmo entendieron por «reyes» a Herodes, y por «príncipes» a Pilato.
Mas como también los paganos suelen criticar el Evangelio, vean cómo hablaron autores suyos cual Fedra, Medea y Clitemnestra, no obstante ser personas individuales. ¿Qué cosa más común, por ejemplo, que el que diga alguien: «los campesinos me insultan—, aunque sólo uno le insulte? Habría desacuerdo con lo que dijo Lucas de uno, si ellos hubiesen dicho que los dos ladrones injuriaron al Señor, pues entonces no podría entenderse uno solo en el plural. Pero dijeron los ladrones o los que estaban crucificados con el, sin añadir «ambos»; por lo cual, no sólo se podría hablar así en el caso de que lo hubiesen hecho los dos, sino que, aunque lo hizo uno solo, pudo indicarse a través del plural gracias a un habitual modo de expresión.
Mt 27,49 | Mc 15,33—36 | Lc 23,44—45
17 54. Sigue el relato de Mateo: A partir la hora sexta se produjeron tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora nona239. El hecho lo atestiguan también los otros dos240; pero Lucas añade el origen de dichas tinieblas, es decir, el oscurecimiento del sol. Sigue Mateo: Y alrededor de la hora nona gritó Jesús con gran voz: ¡Eli, Eli, lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?241 Algunos de los allí presentes que lo oyeron decían: Está llamando a Elias242. Marcos se muestra casi de acuerdo con las palabras; respecto a la sentencia, no casi, sino completamente243. Continúa Mateo: Y en seguida uno de ellos fue corriendo a tomar una esponja, la empapó en vinagre, la sujetó a una caña y le daba a beber244. Así dice también Marcos: Entonces uno de ellos fue corriendo a empapar una esponja en vinagre y, sujetándola a una caña, le ofrecía de beber diciendo: Dejad, veamos si viene Elias a descolgarle245.
Según Mateo, lo referente a Elias no son palabras del que le ofreció la esponja con vinagre, sino de los otros. Refiere: Los restantes decían: Deja, veamos si viene Elias a liberarlo246; de donde entendemos que lo dijeron tanto él como los demás. Lucas, sin embargo, antes de narrar lo referente al insulto del ladrón, mencionó así lo del vinagre: Se burlaban de el; los soldados se le acercaban y le ofrecían vinagre, diciendo: Si eres el rey de los judíos, sálvate247. Quiso combinar lo que los soldados hicieron con lo que dijeron. Ahí no debe preocupar que no dijera que uno de ellos le hubiese ofrecido el vinagre. Se sirvió del modo de expresión, antes considerado, de poner el plural por el singular. Lo del vinagre también lo mencionó Juan allí donde dice: Después, sabiendo Jesús que todo se había cumplido, para que se cumpliese la Escritura, dijo: Tengo sed. Había allí una vasija llena de vinagre; ellos, sujetando una esponja llena de vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca248. No ha de extrañar que los otros omitieran lo que se halla en Juan, a saber, que dijo: Tengo sed, y que había allí un vaso lleno de vinagre.
Mt 27,50 | Mc 15,37 | Lc 23,46 | Jn 19,30
18 55. Continúa Mateo: Jesús, gritando de nuevo con gran voz, emitió su espíritu249. Igualmente Marcos: Jesús, profiriendo una gran voz, expiró250. Lucas, por el contrario, manifestó lo que dijo con esa gran voz. Relata: Y Jesús, gritando con una gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y dicho esto, expiró251. Juan, igual que silenció las palabras primeras referidas por Mateo y Marcos: Eli, Eli, calló también estas otras, señaladas sólo por Lucas. A ellas aludieron los otros dos al referirse a la gran voz, es decir, a las palabras: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu, que ellos atestiguaron que profirió con una gran voz, igual que Lucas, para que entendiéramos que ésa fue la gran voz que mencionaron Mateo y Marcos.
Pero Juan indicó, lo que no hizo ninguno de los otros tres, que al tomar el vinagre dijo: Está cumplido; palabras que entendemos pronunciadas antes de aquella gran voz. Esta es la presentación de Juan: Después de tomar el vinagre, dijo: Está cumplido, e inclinando la cabeza, entregó su espíritu. Entre las palabras Está cumplido y estas otras: Inclinando la cabeza, entregó su espíritu252, emitió aquella gran voz que calló Juan y mencionaron los otros tres. El orden resulta ser éste: primero dice: Está cumplido, una vez que se había cumplido en él lo profetizado de él, y como si estuviese esperando eso él que podía morir cuando quisiese; luego, encomendándolo, entregó su espíritu. Pero, sea el que sea el orden en que cada cual piense que se pudo decir, hay que guardarse sobre todo de que a alguien le parezca que alguno de los evangelistas está en desacuerdo con otro por el hecho de que o bien calló lo que el otro dijo, o bien dijo lo que el otro calló.
Mt 27,51a | Mc 15,38 | Lc 23,45
19 56. Continúa Mateo: Y he aquí que el velo del templo se rasgó en dos partes de arriba abajo253. También Marcos lo relata así: El velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo254. Lucas, sin embargo, refiere algo parecido: Y el velo del templo se rasgó por el medio255, pero no en el mismo orden. Queriendo añadir un milagro a otro, tras haber dicho: El sol se oscureció, juzgó oportuno agregar de inmediato: Y el velo del templo se rasgó por el medio. Es decir, anticipó lo que tuvo lugar al expirar el Señor, para después, recapitulando, recoger lo referente al beber el vinagre, a la gran voz y a la misma muerte, hechos que se entiende que tuvieron lugar antes de rasgarse el velo, después que se hicieron las tinieblas. Mateo, que, tras decir: Jesús, gritando de nuevo con una gran voz, emitió su espíritu, añadió a continuación: Y he aquí que el velo del templo se rasgó256, expresó con suficiencia que se rasgó en el momento en que Jesús emitió su espíritu. Si no hubiese añadido: Y he aquí que, sino que hubiese dicho simplemente: Y el velo del templo se rasgó, quedaríamos en la duda de si él y Marcos habían mencionado esto a modo de recapitulación, habiendo conservado Lucas el orden, o había recapitulado Lucas lo que aquéllos habían puesto en su orden.
Mt 27,51b—54 | Mc 15,39 | Lc 23,47
20 57. Sigue Mateo: Tembló la tierra, se hendieron las rocas, se abrieron los sepulcros y resucitaron muchos cuerpos de los santos difuntos. Y saliendo de sus sepulcros tras la resurrección, vinieron a la ciudad santa y se aparecieron a muchos257. Esto lo dijo él solo y no hay que temer el desacuerdo con alguno de los otros.
Sigue él: Pero un centurión y los que estaban con el custodiando a Jesús, al ver el movimiento de la tierra y lo que estaba aconteciendo, se llenaron de temor diciendo: En verdad, éste era Hijo de Dios258. Marcos lo relata así: Viendo el centurión, que estaba frente a él, que había expirado gritando de esa manera, dijo: Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios259. Y Lucas: Viendo el centurión lo que había sucedido, glorificó a Dios diciendo: Verdaderamente este hombre era justo260. No se opone a esto lo que dice Mateo: que el centurión y los que estaban con él se llenaron de admiración al ver el movimiento de la tierra, siendo así que Lucas dice que se admiró de que hubiese expirado al emitir aquella voz, mostrando cómo tenía en su poder elegir el momento de morir. En el hecho de que el mismo Mateo no sólo dijo: Al ver el movimiento de tierra, sino que añadió: y lo que había acontecido, mostró que el pasaje de Lucas era completo, al afirmar que el centurión se había admirado de la misma muerte del Señor, puesto que ésta se halla entre aquellas cosas que entonces habían acontecido de forma maravillosa.
Aunque, incluso si Mateo no hubiese añadido aquello, había que entender que, dado que habían ocurrido muchas cosas admirables y que el centurión y los que estaban con él habían podido llenarse de admiración ante ellas, a los relatores les quedaba la libertad de mencionar el hecho maravilloso que quisieran sin caer en desacuerdo. Y eso no obstante que uno dijese que le había causado admiración una cosa y el otro otra, dado que todo les había causado admiración. El que uno refiera que el centurión dijo: Verdaderamente éste era Hijo de Dios261, y otro: Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios262, no preocupará a quien no haya olvidado muchos casos semejantes citados y aclarados antes. Ambas expresiones se unen en una misma sentencia. El que uno haya omitido hombre, y otro lo ponga, no implica contradicción alguna. Caso distinto puede parecer el que Lucas no refiere que dijera el centurión «era Hijo de Dios», sino: Era justo; pero debemos entender, o bien que el centurión dijo una y otra cosa y que aquéllos mencionaron una y éste la otra, o bien que tal vez Lucas quiso expresar lo afirmado por el centurión, es decir, cómo entendió que Jesús era Hijo de Dios.
Quizá el centurión no había comprendido que él era el Unigénito igual al Padre, pero le llamó Hijo de Dios porque le había creído justo, igual que se llama hijos de Dios a muchos justos. Viendo el centurión lo que había sucedido: en esta formulación general el mismo Lucas incluyó todo lo que de maravilloso había acontecido en aquella hora, como mencionando un único hecho admirable, del cual todos aquellos milagros fuesen como los miembros y las partes. Respecto a que Mateo haya asociado a los que estaban con él, mientras los otros los silenciaron, ¿a quién no resulta que no hay contradicción alguna cuando uno dice lo que el otro calla, aplicando la conocidísima regla? Igualmente si Mateo dijo: Se llenaron de temor, mientras que Lucas no dijo: «Sintió temor», sino: Glorificó a Dios, ¿quién no entiende que glorificó a Dios con su temor?
Mt 27,55—56 | Mc 15,40—4l | Lc 23,48—49 | Jn 19,25—27
21 58. Continúa Mateo: Había allí, a lo lejos, muchas mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea y le habían servido. Entre ellas estaban María Magdalena, María la madre de Santiago y de José y la madre de los hijos del Zebedeo263. Marcos lo refiere así: Había también unas mujeres que miraban de lejos, entre las que estaban María Magdalena y María la madre de Santiago y de José, y Salomé, que cuando estaba en Galilea le seguían y le servían, y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén264. Entre estos dos no veo nada que pueda pensarse como oposición. Pues ¿qué importa a la verdad el que a algunas mujeres las nombraran en grupo y a otras individualmente? También Lucas tejió así su relato: Y toda la muchedumbre que asistía a este espectáculo y veía lo que acontecía, regresaba golpeándose el pecho. Estaban a distancia, viendo estas cosas, todos sus conocidos y las mujeres que le habían seguido desde Galilea265. Aquí concuerda lo suficiente con los dos anteriores en lo referente a la presencia de las mujeres, aunque no mencione a ninguna por su nombre.
Respecto a que la muchedumbre que estaba presente y que al ver lo que acontecía se golpeaba el pecho y regresaba, concuerda con Mateo, aunque haya anexionado aparte esto: El centurión y los que estaban con él266. Por tanto, únicamente se queda solo en la mención de sus conocidos, que se mantenían a distancia. Pues también Juan mencionó la presencia de mujeres, antes de que el Señor emitiese su espíritu. Este es su relato: Estaban junto a la cruz de Jesús su madre y la hermana de su madre, María Cleofás, y María Magdalena. Al ver Jesús de pie a su madre y al discípulo que amaba, dice a su madre: Mujer, he ahí a tu hijo. Luego dice al discípulo: He ahí a tu madre. Y desde aquel momento el discípulo la recibió en su casa267. En este asunto, si Mateo y Lucas no hubiesen mencionado claramente a María Magdalena, podríamos decir que unas estaban a distancia y otras junto a la cruz. Pues ninguno de ellos, a excepción de Juan, mencionó a la madre de Jesús. Entonces, ¿cómo se entiende ahora que la misma María Magdalena estuviera a distancia con las otras mujeres, según informan Mateo y Lucas, y a la vez junto a la cruz, como refiere Juan? Podemos entender que estaban a una distancia tal que se las podía considerar al lado, puesto que estaban a su vista, y distantes en comparación con la muchedumbre que le rodeaba más de cerca con el centurión y los soldados.
También podemos pensar que las que acompañaban a la madre del Señor, después que la confió al discípulo, habían comenzado ya a partir, para librarse de la densidad del gentío y contemplar desde más lejos lo acaecido. Por esa razón los otros evangelistas, que las recordaron una vez muerto el Señor, las mencionaron cuando ya estaban lejos.
Mt 27,57—58 | Mc 15,42—45 | Lc 23,50—52 | Jn 19,31—41
22 59. Sigue Mateo: Al atardecer vino un hombre rico, de Arimatea, llamado José, que era también discípulo de Jesús. El se acercó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Entonces Pilato mandó que se le devolviese el cuerpo268. Marcos lo refiere así: Al atardecer, como era la preparación, es decir, la víspera del sábado, vino José de Arimatea, noble decurión que esperaba también el reino de Dios, y con valentía entró a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato se extrañaba de que ya hubiese muerto. Llamó al centurión y le preguntó si ya había muerto. Cuando el centurión le informó, concedió el cuerpo a José269. Y Lucas: Y he aquí que un hombre, llamado José, que era decurión, varón bueno y justo —él no había dado su asentimiento a la determinación y actos de ellos—, originario de Arimatea, ciudad de Judea, que esperaba también el reino de Dios, se acercó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús270. Juan, sin embargo, después de narrar la rotura de las piernas de los que habían sido crucificados con el Señor y la apertura con la lanza del costado del Señor, cosas que sólo él menciona, añade también lo referente a José, mostrándose de acuerdo con los demás. Así lo relata: Después de esto, José de Arimatea, como era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos, solicitó a Pilato retirar el cuerpo de Jesús. Vino y lo retiró271.
En esto no hay nada en que alguno parezca contradecir a otro. Pero quizá alguien pregunte si no discrepa Juan de sí mismo, asintiendo a los demás en que José pidió el cuerpo de Jesús, y afirmando sólo él que era discípulo de Jesús en secreto por temor a los judíos. Con razón ofrece dificultad por qué él, que por miedo a los judíos era discípulo oculto de Jesús, se atrevió a pedir su cuerpo, a lo que no se atrevió ninguno de los que le seguían abiertamente. Hay que entender que él obró así confiando en la dignidad de que gozaba, que le permitía entrar en plan de amigo a Pilato. En última instancia, ante el deber de dar sepultura, se preocupó menos de los judíos, aunque acostumbrase evitar sus enemistades al escuchar al Señor.
Mt 27,59—60 | Mc 15,46 | Lc 23,53 | Jn 39,42
23 60. Continúa Mateo: José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y lo puso en su sepulcro nuevo, que había excavado en la roca. Hizo rodar una gran piedra hasta la entrada del sepulcro y se fue272. Marcos lo refiere así: José compró una sábana, lo bajó, lo envolvió en la roca, e hizo rodar la piedra hasta la entrada del sepulcro273. Y Lucas así: Y bajándolo, lo envolvió en una sábana y lo puso en un sepulcro excavado, en el que no se había depositado a nadie274. De estos tres no puede surgir ningún problema de disensión. En cambio, Juan menciona que de la sepultura del Señor no se ocupó sólo José, sino también Nicodemo. A continuación sigue su relato, comenzando con Nicodemo: Llegó también Nicodemo, el que anteriormente había ido a Jesús de noche, llevando una mezcla de mirra y áloe de unas cien libras275. Luego sigue e introduce al mismo José, diciendo: Tomaron el cuerpo de Jesús y lo fajaron con lienzos con aromas, según la costumbre de enterrar de los judíos. En el lugar donde fue crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el que aún no se había depositado a nadie. Allí, por ser el día de la preparación, como el sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús276.
Tampoco aquí nada contradice a lo anterior para quienes lo entienden bien. En efecto, los que nada dijeron de Nicodemo tampoco afirmaron que sólo José diese sepultura al Señor, aunque hicieran mención de él solo. Además, al decir que José le había envuelto en una sábana, no prohibieron entender que Nicodemo hubiera podido llevar otra y añadirla; así resulta verdadero el relato de Juan, según el cual le envolvieron no en un lienzo, sino en dos. Aunque también se pudo afirmar con toda verdad: Le fajaron con lienzos, incluso si hubo una sola sábana, considerando el sudario que se aplicaba a la cabeza y las vendas con que se fajaba todo el cuerpo, pues eran todas de lino. Generalmente se llama lienzos a los tejidos de lino.
Mt 27,61—28,7 | Mc 15,47—16,11 | Lc 23,54—24,9 | Jn 20,1—18
24 61. Continúa Mateo: Estaban allí María Magdalena y la otra María, sentadas junto al sepulcro277. Esto mismo lo refiere Marcos así: María Magdalena y María la de José se fijaban dónde le ponían278. Está claro que en nada difieren al respecto.
62. Sigue Mateo: Al otro día, el siguiente a la preparación de la Pascua, los príncipes de los sacerdotes y los fariseos se reunieron con Pilato y le dijeron: Señor, nos hemos acordado de que, cuando aún vivía, aquel seductor dijo: A los tres días resucitaré. Manda, pues, custodiar el sepulcro hasta el tercer día, no sea que lleguen sus discípulos, lo roben y digan al pueblo: resucitó de entre los muertos, y la última impostura será peor que la primera. Pilato les dijo: Tenéis la guardia; id, custodiadlo como sabéis. Ellos marcharon y protegieron el sepulcro sellando la piedra y poniendo guardias279. Esto lo relata únicamente Mateo, y ningún otro evangelista refiere algo que pueda parecer contrario a esto.
63. Luego continúa el mismo Mateo diciendo: En la tarde del sábado, al alborear el primer día de la semana, llegaron María Magdalena y la otra María a ver el sepulcro. Y he aquí que se produjo un gran terremoto. Un ángel del Señor bajó del cielo y, acercándose, removió la piedra y se sentó sobre ella. Su aspecto era como el relámpago y sus vestidos como la nieve. Los guardias, por temor ante el, se pusieron a temblar y quedaron como muertos. El ángel dijo a las mujeres—. No temáis; seque buscáis a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí; ha resucitado como había dicho. Venid, ved el lugar donde pusieron al Señor. Y ahora id de inmediato y decid a sus discípulos que resucitó y que os precede a Galilea, allí le veréis. Ya os lo he dicho280.
Marcos concuerda con esto281. Pero puede causar dificultad cómo, según Mateo, el ángel estaba sentado encima de la piedra del sepulcro, si Marcos dice que las mujeres al entrar en el sepulcro vieron a un joven sentado a la derecha cubierto con una túnica blanca y se asustaron. Sólo cabe entender esto: o bien Mateo silenció lo referente al ángel que vieron al entrar dentro, mientras que Marcos calló lo referente al que vieron fuera sentado sobre la piedra. Según esta interpretación, vieron dos y de los dos ángeles por separado oyeron lo que dijeron de Jesús, primero del que estaba fuera sentado sobre la piedra, luego del que vieron sentado a la derecha al entrar en el sepulcro. A entrar al sepulcro les exhortó el que estaba fuera al decirles: Venid y ved el lugar donde pusieron al Señor282. Como está dicho, llegaron a él y, al entrar, vieron a aquel de quien calla Mateo, pero de quien habla Marcos, sentado a la derecha, que les dijo cosas semejantes.
O bien debemos entender que, al acceder al sepulcro, entraron en algún recinto cercado con piedra. Pues es creíble que el lugar estuviese así protegido con algún espacio previo a la roca con cuyo quebrantamiento se había hecho el hueco para la sepultura. De ese modo, en dicho espacio vieron sentado a la derecha a aquel de quien afirma Mateo que estaba sentado sobre la piedra removida por un terremoto de la puerta del sepulcro, es decir, del lugar del sepulcro, que había sido excavado en la piedra.
64.Se puede cuestionar también cómo dice Marcos: Salieron huyendo del sepulcro, pues se había apoderado de ellas un gran temblor y espanto, y a nadie dijeron nada, porque tenían miedo283, si refiere Mateo: Salieron de inmediato del sepulcro con temor y gozo grande, corriendo a anunciarlo a sus discípulos284. Cabe pensar que no se atrevieron a decir nada a ninguno de los mismos ángeles, es decir, a responder a lo que les habían oído o a los guardias a los que vieron yacentes. Pues el gozo que menciona Mateo no se opone al temor de que habla Marcos. Deberíamos entender que en su interior se dieron las dos cosas, aunque el mismo Mateo no hubiese mencionado el temor; mas como también él dice: Salieron de inmediato del sepulcro con temor y gozo grande, no permite que subsista ningún problema al respecto.
65. También respecto a la hora en que llegaron las mujeres al sepulcro surge otro problema que no hay que despreciar. Si Mateo dice: En la tarde del sábado, al alborear el primer día de la semana, llegaron María Magdalena y la otra María a ver el sepulcro285, ¿cómo es que relata Marcos: Muy de madrugada, el primer día de la semana llegaron al monumento, a la salida del sol?286 En esto ciertamente no discrepa de los otros dos, es decir, de Lucas y de Juan. Pues lo que dice Lucas: Muy al amanecer287, y Juan: De madrugada, cuando aún estaba oscuro288, se entiende que es lo que dice Marcos: Muy de mañana, a la salida del sol, es decir, cuando el cielo ya comienza a clarear por el oriente, cosa que no acontece sino por la cercanía del sol naciente. Suyo es el resplandor que suele denominarse con el nombre de aurora. Por tanto, no contradicen al que pone: Cuando aún estaba oscuro, pues al surgir el día y a medida que nace el sol van desapareciendo los restos de la oscuridad. Y no hay que tomar las palabras muy de mañana como si ya se viese el sol por el campo; más bien hay que tomarlas en el sentido como solemos hablar a aquellos a quienes deseamos indicar que hay que hacer algo temprano. Para que no se piense que cuando decimos —de mañana» nos referimos al momento en que ya se ve el sol sobre la campiña, añadimos la mayor parte de las veces un «muy», y decimos «muy de mañana». Así es posible entender que nos referimos al momento en que empieza a clarear. Aunque también existe otra costumbre. Cuando los hombres, después de varios cantos del gallo, comienzan a barruntar que se acerca ya el día, dicen: «ya es de mañana»; mas cuando, después de pronunciar tales palabras, miran y ven que el cielo comienza a enrojecerse o a clarear, momento en que el sol nace, es decir, llega ya cercano a estas partes, los que decían «es de mañana» añaden algo y dicen: «es muy de mañana».
¿Qué importa, mientras entendamos, ya de aquella manera, ya de ésta, que Marcos al decir de mañana no se refirió a otra cosa sino a lo que Lucas con al amanecer y que se corresponden muy de mañana con muy al amanecer, y con lo que dice Juan: cuando aún estaba oscuro, pero saliendo ya el sol, es decir, comenzando a iluminar el cielo con su salida? ¿Cómo, pues, va de acuerdo con estos tres Mateo, que no habla ni de «amanecer» ni de «mañana», sino de la tarde del sábado, al alborear el primer día de la semana? Esto requiere una investigación más atenta. Al indicar la primera parte de la noche, que es la tarde, Mateo quiso señalar la noche misma. Al finalizar esa noche fueron las mujeres al sepulcro. Se entiende que llamó así a la misma noche por este motivo: porque ya de tarde, pasado ciertamente el sábado, se permitía llevar perfumes. Por lo tanto, como el sábado les impedía hacerlo antes, habló de noche a partir del momento en que comenzó a serles lícito el hacerlo, en cualquier momento en que quisiesen de la misma noche. En consecuencia se dijo: La tarde del sábado, igual que si se hubiese dicho «la noche del sábado», es decir, la noche que sigue al sábado de día. Lo indican suficientemente las mismas palabras. Dijo así: La tarde del sábado, al alborear el primer día de la semana.
Esto no podría ser si entendiéramos que con la mencionada «tarde» sólo se señaló la primera parte de la noche, es decir, únicamente su inicio; en efecto, no es ese mismo inicio el que alborea ya para el primer día de la semana, sino la misma noche que con la luz comienza a llegar a su fin. El fin de la primera parte de la noche es el comienzo de la segunda, mientras que la luz es el fin de la noche entera. Por eso no puede hablarse de una tarde que alborea hacia el primer día de la semana, a no ser que con el término tarde se entienda la noche misma a la que pone fin la luz. Es un modo frecuente de hablar de la Escritura el emplear la parte por el todo. Con la «tarde» indicó la noche, cuyo extremo es el amanecer.
Al amanecer, pues, fueron aquellas mujeres al sepulcro, y, por tanto, fueron aquella noche señalada con el término «tarde». Con este nombre se la designó en su totalidad, como indiqué. Y, por tanto, en cualquier parte de la noche que hubiesen ido, en esa noche hubiesen ido. Dado que fueron en su última parte, sin duda fueron en esa noche. La tarde que alborea hacia el primer día de la semana no puede entenderse sino como la noche entera. Así, pues, en aquella tarde fueron las que fueron aquella misma noche, y aquella misma noche fueron las que fueron en una parte, aunque fuese la última, de la misma noche.
66. Pues tampoco el mismo triduo de la muerte y resurrección del Señor puede entenderse rectamente a no ser desde este modo de hablar que emplea la parte por el todo. El mismo Mateo dice: Comojonás estuvo en el vientre de la ballena tres días y tres noches, así estará también el Hijo del hombre tres días y tres noches en el corazón de la tierra289. Si se computa el tiempo, sea desde que entregó su espíritu, sea desde que fue sepultado, no se halla íntegro más que el día del medio; es decir, tomemos el día del sábado entero, esto es, con su noche; en cambio, respecto a los días que le dejan en el medio, es decir, la preparación de la Pascua y el primer día de la semana, al que llamamos domingo, entendamos el todo por la parte. ¿Qué ayuda el que algunos, coartados por estas estrecheces y desconocedores de que este modo de expresión, es decir, el todo por la parte, es de gran valor a la hora de solucionar los problemas de las santas Escrituras, quisieron contar como noche aquellas tres horas, de la sexta a la nona, en que se oscureció el sol, y como día las otras tres horas en que de nuevo fue devuelto a la tierra, es decir, desde la nona hasta su ocaso? Pues sigue la noche del sábado inmediato, que, computada con su respectivo día, harán ya dos noches y dos días; pero, además, después del sábado sigue la noche del primer día de la semana, es decir, del domingo incipiente en la que el Señor resucitó.
Habrá, pues, dos noches, dos días y una noche, aunque se pudiera entender entera y no mostrásemos que aquel amanecer es su parte última; por lo cual, ni enumeradas aquellas seis horas, en tres de las cuales se oscureció el sol y en tres brilló, se hallará justificación para hablar de tres días y tres noches. Sólo queda, pues, que, mediante aquel modo frecuentísimo de hablar de las Escrituras por el que se entiende el todo por la parte, hallemos como día inicial el tiempo de la preparación de la Pascua en que el Señor fue crucificado y sepultado, y por esa su última parte tomemos el día entero que ya había transcurrido; el día del medio, en cambio, es decir, el sábado, lo tomamos no por una parte, sino en su totalidad; el tercero, a su vez, por su parte primera, es decir, por la noche con su tiempo de día. Así resultará el triduo. Es lo mismo que se dio en los ocho días tras los cuales subió a la montaña. Refiriéndose a ellos, Mateo y Marcos, mirando a los días del medio, íntegros, dijeron después de seis días290 donde Lucas había dicho después de ocho días291.
67.Ahora veamos ya el resto, cómo concuerda con Mateo. Lucas dice clarísimamente que las mujeres que fueron al sepulcro vieron dos ángeles292. De ellos habíamos visto ya mencionados los dos por separado; uno, el que estaba sentado sobre una piedra fuera del sepulcro293, por Mateo, y otro, el sentado dentro a la derecha294, por Marcos. Lucas lo relata así: Era el día de la preparación y apuntaba el sábado. Las mujeres que habían venido con él de Galilea fueron detrás y vieron el sepulcro y cómo habían colocado su cuerpo. Y regresando prepararon aromas y ungüentos. El sábado descansaron según lo mandado295. El primer día de la semana, muy de mañana, fueron al sepulcro llevando los aromas que habían preparado y hallaron que la piedra había sido removida del sepulcro y, entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Y, mientras estaban consternadas en su mente por ello, aconteció que aparecieron de pie a su lado dos hombres con vestidos refulgentes. Como ellas temieron e inclinaron sus rostros a tierra, ellos les dijeron: ¿Por qué buscáis al vivo entre los muertos? No está aquí, ha resucitado. Recoráaá cómo os habló cuando aún estaba con vosotros en Galilea, diciéndoos: Conviene que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores, sea crucificado y al tercer día resucite. Y se acordaron de sus palabras. Saliendo del sepulcro, anunciaron todo esto a los once y a todos los demás296.
¿Cómo, pues, se les vio sentados por separado, uno, según Mateo, fuera sobre la piedra, y el otro, según Marcos, dentro a la derecha297, si, conforme a Lucas, los dos se presentaron de pie a su lado298, aunque dijesen cosas semejantes? Ciertamente aún es posible entender que las mujeres vieron un único ángel, tanto según Mateo como según Marcos, como dijimos antes. Para ello es preciso entender su ingreso en el sepulcro como el ingreso en cierto espacio protegido con alguna tapia, de modo que se podía entrar antes a aquel lugar rocoso del sepulcro. Es preciso entender también que allí vio al ángel sentado sobre la piedra removida del sepulcro, como dice Mateo, siendo el mismo que fue visto sentado a la derecha, según Marcos; luego, cuando inspeccionaban dentro el lugar en que yacía el cuerpo del Señor, vieron otros dos ángeles de pie, como dice Lucas, que dijeron lo mismo para levantar el ánimo y edificar la fe.
68. Pero veamos también lo que dice Juan, si se ajusta y cómo a esto otro. Este es su relato: El primer día de la semana fue María Magdalena de mañana, cuando aún estaba oscuro, al sepulcro y vio la piedra retirada de él. Corrió y fue a Simón Pedro y al otro discípulo, al que amaba Jesús, y les dijo: Han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto. Salieron Pedro y el otro discípulo y llegaron al monumento. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió delante, más rápido que Pedro, y llegó el primero al sepulcro. Se inclinó y vio colocados los lienzos, pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró al sepulcro, y vio los lienzos colocados y el sudario que llevaba en la cabeza, no colocado con los lienzos, sino envuelto en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo que había llegado antes al sepulcro, y vio y creyó. Pues aún no conocían la Escritura según la cual convenía que resucitase de entre los muertos. Los discípulos volvieron de nuevo a casa. Pero María estaba fuera junto al sepulcro. Mientras lloraba, se inclinó, miró al sepulcro y vio a dos ángeles de blanco, sentados uno a la cabeza y otro a los pies, allí donde se había colocado el cuerpo de Jesús. Ellos le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Les respondió: Porque llevaron a mi Señor e ignoro dónde le han puesto. Después de decir esto, se volvió hacia atrás y vio a Jesús de pie, sin saber que era él. Jesús le dijo: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando en el hortelano, le dijo: Señor, si lo llevaste tú, dime dónde lo pusiste y yo me lo llevaré. Le dijo Jesús: María. Ella se volvió y le dijo: Rabí, que significa Maestro. Le dijo Jesús: No me toques, pues aún no he subido a mi Padre; pero vete a mis hermanos y diles: Subo al Padre mío y al Padre vuestro, al Dios mío y al Dios vuestro. Llegó María Magdalena anunciando a sus discípulos: He visto al Señor, y esto me ha dicho299.
En este relato de Juan, el día o momento de la llegada al sepulcro concuerda con el de los demás. Concuerda con Lucas300 en que se vieron dos ángeles, pero mientras Juan habla de que se vio a los ángeles de pie, Lucas los menciona sentados. Lo demás, que aquéllos no mencionan, puede parecer contradictorio si no precede una consideración seria sobre su no discrepancia con los otros y sobre el orden en que tuvo lugar.
69. Así, pues, ordenemos como en un único relato todo lo acontecido en el tiempo en torno a la resurrección del Señor según los testimonios de todos los evangelistas, en la medida en que el Señor nos ayude y en cuanto pueda realizarse. Al amanecer del primer día de la semana, como todos están de acuerdo, se fue al sepulcro. Ya había tenido lugar lo que sólo Mateo menciona respecto al terremoto, a la remoción de la piedra y al terror experimentado por los guardias, hasta el punto de yacer como muertos en alguna parte301. Según relata Juan302, fue María Magdalena, sin duda en compañía de otras mujeres que habían servido al Señor, mucho más ferviente por su amor, hasta el punto de que Juan la menciona sólo a ella, silenciando a las que fueron con ella, como atestiguan los otros. Fue, pues, y vio la piedra del sepulcro removida, antes de mirar alguna otra cosa con más atención; no dudando de que habían sustraído de allí el cuerpo de Jesús, echó a correr, como refiere el mismo Juan, y lo anunció a Pedro y al mismo Juan. Este es, en efecto, el discípulo a quien amaba Jesús.
Estos comenzaron a correr al sepulcro, yjuan, que llegó delante, se inclinó y vio colocados los lienzos, pero no entró. En cambio, Pedro, que llegó detrás, entró al sepulcro y vio los lienzos colocados y el sudario que llevaba en la cabeza, no puesto con los lienzos, sino enrollado aparte303. Luego entró también Juan, vio lo mismo, y creyó lo que había dicho María, es decir, que habían llevado al Señor del sepulcro. Pues aún no conocía la Escritura, es decir, que convenía que resucitase de entre los muertos304. Los discípulos se volvieron de nuevo a su casa. María, sin embargo, estaba fuera, llorando junto al sepulcro, es decir, delante de aquel lugar donde estaba el sepulcro excavado en la roca, pero dentro de aquel espacio adonde ya habían entrado. Allí había un huerto como menciona el mismo Juan305. Entonces vieron a un ángel sentado a la derecha sobre la piedra del sepulcro removida, a que hacen referencia Mateo y Marcos. Entonces les dijo: No temáis; sé que buscáis a Jesús el crucificado. No está aquí, ha resucitado, según dijo. Venid y ved el lugar donde estaba puesto el Señor. Id rápidamente y decid a sus discípulos que ha resucitado. Mirad, él os precede en Galilea, donde le veréis. Ved que os lo he predicho306.
Tampoco Marcos silenció cosas semejantes307. Ante estas palabras, María, que seguía llorando, se inclinó y miró al sepulcro y vio dos ángeles, así dice Juan, de blanco, sentados uno a la cabeza y otro a los pies, donde habían puesto el cuerpo de Jesús. Ellos le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Les dijo: Porque se han llevado a mi Señor e ignoro dónde le han puesto308. Aquí hay que entender que se levantaron los ángeles, y así los vieron también de pie, como recuerda Lucas309, y que, según el mismo Lucas, dijeron a las mujeres temerosas y con su rostro inclinado a tierra: ¿Por qué buscáis al vivo entre los muertos? No está aquí, sino que ha resucitado. Recordad cómo os habló cuando aún estaba con vosotros en Galilea, diciéndoos: Conviene que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores, sea crucificado y al tercer día resucite. Y se acordaron de sus palabras310. Después de esto María se volvió atrás, y, como dice Juan, vio a Jesús de pie sin saber que era Jesús. Le dijo Jesús: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando en el hortelano, le dijo: Señor, si lo llevaste tú, dime dónde le pusiste y yo me lo llevaré. Le dijo Jesús: María. Ella se volvió y le dijo: Rabí, que significa Maestro. Le dijo Jesús: No me toques, pues aún no he subido a mi Padre; pero vete a mis hermanos y diles: Subo al Padre mío y al Padre vuestro, al Dios mío y al Dios vuestro311. Entonces salió del sepulcro, es decir, de aquel lugar donde estaba el espacio del huerto cavado ante la roca, y con ella las otras, de las que, según Mateo, se había apoderado un temblor y un pavor, y a nadie decían nada312.
Entonces, ya según Mateo, en esto les sale al encuentro Jesús diciendoles: Dios os salve. Ellas se le acercaron, se agarraron a sus pies y lo adoraron313. Así deducimos que la doble alocución de los ángeles la escucharon al llegar al sepulcro, y la del Señor, una primera vez, en el momento en que María le tomó por el hortelano314, y ahora, por segunda vez, cuando les salió al encuentro en el camino, para afianzarlas con la misma reiteración y liberarlas del temor. Entonces les dijo: No temáis; id, anunciad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán315. Llegó, pues, María Magdalena anunciando a los discípulos316 que había visto al Señor y le había dicho eso. No sólo ella, sino también las otras mujeres mencionadas por Lucas, que lo anunciaron a los once discípulos y a todos los demás317.
Pero estas palabras les parecieron desatinos, y no les daban crédito318. También Marcos lo confirma. En efecto, después de mencionar que ellas, temblando y llenas de miedo, salieron del sepulcro y no dijeron nada a nadie319, añadió que el Señor, habiendo resucitado, se apareció en la mañana del primer día de la semana, en primer lugar, a María Magdalena, de la que había echado siete demonios, y que ella fue y lo anunció a los que habían estado con él, que se hallaban tristes y llorosos; y que ellos, al oír que estaba vivo y lo habían visto ellas, no lo creyeron320. Ciertamente Mateo insertó también lo de que, al retirarse las mujeres que habían visto y oído todo aquello, llegaron a la ciudad algunos de los guardias que yacían como muertos, y anunciaron a los sumos sacerdotes todo lo sucedido, es decir, lo que ellos pudieron experimentar. Insertó asimismo que, en reunión con los ancianos, decidieron otorgar una generosa recompensa para que dijesen que los discípulos de él habían llegado y lo habían robado mientras ellos dormían, prometiéndoles también seguridad frente al gobernador que los había puesto como guardias. Refirió también que ellos, recibido el dinero, obraron según les habían adoctrinado, y que esa versión corrió entre los judíos hasta el día de hoy321.
Mt 28,1—20 | Mc 16,1—20 | Lc 24,1—53 | Jn 20,1—21,25 | 1Co 15,3—8
25 70. Hay que considerar ya cómo se apareció el Señor a sus discípulos después de la resurrección; no sólo para que brille también en este aspecto el acuerdo entre los cuatro evangelistas322, sino también con el apóstol Pablo, que en su carta primera a los Corintios habla así al respecto: Pues os be transmitido en primer lugar lo que también yo he recibido: Que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras, fue sepultado, resucitó según las Escrituras, se apareció a Cefas, luego a los doce, y finalmente se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, la mayor parte de los cuales viven hasta el presente, y algunos murieron; luego se apareció a Santiago, luego a todos los apóstoles. Y en último término se me apareció también a mí, como a un abortivo323.
Ningún evangelista mantiene este orden. Razón por la que hay que considerar si el que ellos mantuvieron no contradice a éste. En efecto, ni Pablo dijo todo ni éstos tampoco. Sólo hay que ver si hay oposición entre lo que dijeron. Lucas es el único de los cuatro evangelistas que no refiere que las mujeres vieran al Señor, sino sólo a ángeles324. Mateo, en cambio, relata que les salió al encuentro cuando volvían del sepulcro. Marcos, igual que Juan, afirma que primero lo vio María Magdalena325, pero sin decir cómo lo vio, cosa que explica Juan326. Lucas no sólo silencia, como indiqué, su aparición a las mujeres; además refiere que dos, uno de los cuales era Cleofás, hablaron tales cosas con él, antes de reconocerle, como si las mujeres hubieran anunciado que no habían visto otra cosa que ángeles, que anunciaban que él estaba vivo.
Este es su relato: En esto, aquel mismo día, iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús, que distaba sesenta estadios de Jerusalén. Ellos hablaban entre sí de todo lo que había acontecido. Y sucedió que mientras ellos dialogaban y discutían, el mismo Jesús se les acercó y caminaba con ellos, pero sus ojos estaban retenidos para que no le conocieran. El les dijo: ¿Quées eso de que estáis hablando en el camino? ¿Por qué estáis tristes? Uno de ellos, de nombre Cleofás, le respondió y le dijo: ¿Sólo tú has estado, aunque como peregrino, en Jerusalén y no sabes lo que ha acontecido allí en estos días? A lo que respondió él: ¿Qué? Le dijeron: Lo referente a Jesús de Nazaret, que fue un profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y ante todo el pueblo; cómo los sumos sacerdotes y nuestras autoridades lo entregaron a la condena de muerte y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él iba a redimir a Israel, pero con todas estas cosas, boy es ya el tercer día desde que sucedió todo eso. Pero nos han llenado de sobresalto ciertas mujeres de las nuestras que fueron al sepulcro antes de amanecer y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que también ellas habían tenido una visión de ángeles, que afirman que él está vivo. Igualmente algunos de los nuestros fueron al sepulcro y lo hallaron como las mujeres habían dicho, pero a el no lo vieron327.
Según Lucas, narran esto como pudieron acordarse y traer a la memoria lo que habían dicho las mujeres o los discípulos que habían corrido al sepulcro, cuando se les anunció que había sido sustraído de allí su cuerpo. El mismo Lucas dice que sólo Pedro corrió al sepulcro e, inclinándose, vio únicamente los lienzos colocados y partió, asombrado por lo acontecido328. Menciona esto referente a Pedro, antes de relatar lo referente a estos dos a los que encontró de camino, después de referir lo de las mujeres que habían visto a ángeles y les habían oído decir que Jesús había resucitado, como si Pedro hubiese corrido entonces al sepulcro. Pero se entiende que Lucas puso lo referente a Pedro a modo de recapitulación. Pedro corrió al sepulcro cuando Juan, luego que las mujeres, particularmente María Magdalena, les anunciaron la sustracción del cuerpo. Por su parte, ella lo había anunciado después de ver removida la piedra del sepulcro. A continuación tuvo lugar lo referente a la visión de los ángeles y del mismo Señor, que se había aparecido a las mujeres por dos veces, una junto al sepulcro y de nuevo saliéndoles al paso cuando regresaban de él329. Esto acontecía antes de que le vieran aquellos dos que iban de camino, uno de los cuales era Cleofás. Tampoco Cleofás, hablando con el Señor al que aún no reconocía, dijo que Pedro hubiera ido al sepulcro, sino algunos de los nuestros fueron al sepulcro y lo hallaron como las mujeres habían dicho, cosa que se entiende que dijo a modo de recapitulación, es decir, que primeramente las mujeres anunciaron a Pedro y a Juan lo referente a la sustracción del cuerpo del Señor. Y por esto, como el mismo Lucas dijo que Pedro había corrido al sepulcro y relató lo que dijo Cleofás, a saber, que algunos de los suyos habían ido al sepulcro, se entiende que confirma a Juan según el cual habían ido dos al sepulcro. De primeras sólo mencionó a Pedro, porque María le había dado el anuncio en primicia a él330.
Igualmente puede causar dificultad el que diga Lucas que Pedro no entró, sino que, inclinándose, vio los lienzos solos y se alejó asombrado331, mientras que Juan refiere que fue él el que lo vio así, es decir, que aquel discípulo a quien amaba Jesús no entró al sepulcro al que había llegado antes, sino que, al inclinarse, vio colocados los lienzos. Pero también él dice que luego entró332. Hay que entender asimismo que Pedro lo vio primero inclinándose, cosa que menciona Lucas y calla Juan; que después entró realmente, antes de que lo hiciese Juan. Así se descubre que todos dijeron verdad sin contradicción mutua.
71. Hay que tejer y demostrar cuál pudo ser él orden de los acontecimientos según los testimonios no sólo de los cuatro evangelistas, sino también del apóstol Pablo; es decir, en qué orden vieron al Señor los discípulos varones, dejando de lado que ya había hablado con las mujeres. Se entiende que de todos los varones el primero al que se apareció fue Pedro, a juzgar por todo lo que mencionan los cuatro evangelistas y el apóstol Pablo. Por lo demás, si se apareció a alguno de ellos antes que a Pedro, cosa que todos silenciaron, ¿quién se atreverá a afirmarlo o a negarlo? Ni siquiera Pablo dijo: «Se apareció en primer lugar a Cefas», sino: se apareció a Cefas, después a los doce, luego se apareció a más de quinientos hermanos a la vez333. Pero así no aparece a quiénes doce, como tampoco quiénes eran los quinientos. Puede darse que éstos fueran doce desconocidos de la muchedumbre de los discípulos. Pues para indicar a aquellos a los que llamó apóstoles no hablaría de doce, sino de once, como tienen también algunos códices, que pienso que corrigieron algunos hombres inquietos pensando que se refería a los doce apóstoles, que habían quedado en once al morir Judas.
Pero sea que los códices que ponen once sean los verdaderos, sea que el apóstol Pablo quiso que se entendiera a otros doce cualesquiera, sea que quisiera que pasara a once aquel número sagrado, puesto que el número doce tenía para ellos tal simbolismo que en lugar de Judas no se podía sino poner otro, esto es, Matías, para conservar el misterio del mismo número334, cualquier posibilidad que sea, nada hay allí que parezca oponerse a la verdad o a alguno de estos veracísimos relatoresm. Con toda probabilidad se cree que, después que se apareció a Pedro, se apareció de inmediato a estos dos, de los cuales uno era Cleofás, cuyo relato completo trae Lucas335, mientras Marcos lo abrevia así: Después de esto, se apareció, bajo otra figura, a dos que iban a una aldea336.
No es absurdo aceptar que al pueblo se le pudiese llamar también aldea, como ahora se designa ya a la misma Belén, a la que antes se denominó frecuentemente ciudad, aunque ahora goce del honor mayor del nombre del Señor, que nació allí, tan celebrado en las iglesias de todos los pueblos. En los códices griegos hallamos campo con preferencia a aldea. Con el nombre de campo no se suelen nombrar sólo los pueblos, sino también los municipios y colonias fuera de la ciudad, que es la cabeza y como la madre de las demás, por lo que se la llama metrópoli.
72. Marcos afirma que el Señor se les apareció bajo otro aspecto337; es lo que refiere Lucas al decir que sus ojos estaban retenidos para que no lo reconociesen338. En efecto, algo había sucedido a sus ojos que permitió esa situación hasta la fracción del pan, por motivo de cierto misterio, de modo que se les mostrase bajo otro aspecto y así no lo reconociesen sino en la fracción del pan, como muestra el relato de Lucas. En atención a su mente, que aún ignoraba que convenía que Cristo muriese y resucitase, sus ojos padecieron algo semejante; no se trata de que engañase la verdad, sino de que ellos mismos no eran capaces de percibirla y opinaban algo distinto a la realidad. Para que nadie piense haber conocido a Cristo, si no participa de su cuerpo, es decir, de su Iglesia, cuya unidad encarece el Apóstol en el misterio del pan al decir: Siendo muchos, somos un solo pan, un solo cuerpo339. Así, cuando al ofrecerles el pan bendecido se les abrieron los ojos y lo reconocieron340, se les abrieron también para conocerlo, removido el obstáculo que les impedía reconocerlo.
No se trata de que caminasen con los ojos cerrados. Pero había algo que no les permitía reconocer lo que veían, cosa que suele ocasionar o la oscuridad o algún humor. No se trata de que el Señor no pudiera dar otra apariencia a su carne, otorgándose en verdad otra figura distinta de la que solían ver ellos. En efecto, incluso antes de su pasión se transfiguró en la montaña hasta el punto de que su rostro resplandecía como el sol341 —hace el cuerpo verdadero que quiere del cuerpo verdadero que quiere quien convirtió el agua verdadera en vino verdadero342—, pero no fue éste el caso cuando se apareció a estos dos bajo otro aspecto. No se apareció como era a aquellos cuyos ojos estaban retenidos para que no le reconociesen.
No es incoherente por nuestra parte aceptar que este impedimento en sus ojos procediese de Satanás, para que no reconocieran a Jesús. Cristo lo permitió hasta el misterio del pan, a fin de que se entienda que el impedimento puesto por el enemigo para que no se reconozca a Cristo se remueve participando en la unidad de su cuerpo.
73. Hay que creer que estas personas son aquéllas a que se refiere también Marcos343, pues dice que ellos fueron y lo anunciaron a los demás, igual que Lucas refiere que ellos, levantándose en aquella misma hora, regresaron a lerusalén y hallaron reunidos a los doce y los que estaban con ellos diciendo que el Señor había resucitado en verdad y que se había aparecido a Simón. Y q u e entonces también ellos contaron lo que les había acontecido en el camino y cómo lo habían reconocido en la fracción del pan344. Ya se había divulgado la noticia corrida por aquellas mujeres y por Simón Pedro, a quien ya se le había aparecido, de que había resucitado Jesús. Esto hallaron que estaban diciendo aquellos a cuya casa en Jerusalén regresaron.
Puede darse que por temor no hubieran querido decir antes en el camino que habían oído que había resucitado, cuando dijeron sólo que las mujeres habían visto a los ángeles, pues ignoraban con quién estaban hablando. Con razón podían estar preocupados, no fuera que, jactándose sin más de la resurrección de Cristo, fueran a caer en manos de los judíos. Lo que dice Marcos: Lo anunciaron a los demás y tampoco les creyeron345, siendo así que Lucas dice que ya estaban hablando de que el Señor había resucitado verdaderamente y se había aparecido a Simón346, ¿cómo hay que entenderlo sino en el sentido de que había allí algunos que no querían creerlo? ¿Quién no ve que Marcos pasó por alto lo que Lucas explicó en su relato, esto es, que Jesús habló con les antes de que le reconocieran, y cómo le reconocieron en la fracción del pan? Porque tan pronto como dijo que se les apareció bajo otro aspecto a los que iban a la aldea, añadió a continuación: Ellos fueron y lo anunciaron a los demás y tampoco ellos creyeron, como si hubieran podido anunciar a quien no habían reconocido o hubiesen podido reconocer a aquellos a quienes se había aparecido bajo otro aspecto.
Sin duda, Marcos pasó por alto cómo le reconocieron para poder anunciarlo. Esto hay q u e confiarlo a la memoria, para habituarse a advertir la costumbre de los evangelistas que pasan por alto lo q u e no mencionan y lo que mencionan lo enlazan de tal manera que a quienes no están habituados a esta consideración no les llegue el error especialmente de otra parte: de pensar que no van de acuerdo entre sí.
74. Lucas continúa: Cuando estaban hablando de estas cosas, Jesús se presentó en medio de ellos y les dijo: Paz a vosotros; soy yo, no temáis. Sobresaltados y asustados, pensaban que estaban viendo un espíritu. El les dijo: ¿Por qué estáis turbados y se alzan esos pensamientos en vuestro corazón? Ved mis manos y mis pies; soy yo; palpad y ved que un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que tengo yo. Y, diciendo esto, les mostrólas manos y los pies347. Se entiende que también Juan mencionó esta manifestación del Señor después de la resurrección al decir: Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde estaban los discípulos por miedo a los judíos, llegó Jesús, se puso en medio de pie y les dijo: Paz a vosotros. Y tras decir esto, les mostró las manos y el costado348. En consecuencia, a estas palabras de Juan pueden asociarse las que trae Lucas, pero Juan pasa por alto.
El relato de Lucas sigue así: Y aún sin creerlo, y llenos de admiración por la alegría, dijo: ¿Tenéis aquí algo que comer? Ellos le ofrecieron un trozo de un pez asado y un panal de miel. Y comiéndolo delante de ellos, les dio lo sobrante349. A estas palabras se puede añadir lo que silencia Lucas, pero trae Juan—. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Les dijo de nuevo: Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, os envío yo también. Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: Recibid mi Espíritu; a quienes perdonéis los pecados les serán perdonados, y a quienes se los retengáis les serán retenidos350. A esto añadamos a su vez lo que Juan silenció y menciona Lucas: Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé cuando aún estaba con vosotros: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de míen la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos. Entonces les abrió la inteligencia para que comprendiesen las Escrituras, y les dijo: Así está escrito y así convenía que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día y que en su nombre se predicase la penitencia y el perdón de los pecados en todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de estas cosas. Yo voy a enviar sobre vosotros la promesa de mi Padre. Permaneced estables hasta que seáis revestidos del poder de lo alto351.
Ved cómo también Lucas mencionó la promesa del Espíritu Santo352, que sólo hallamos hecha por el Señor en el evangelio de Juan. No hay que advertirlo sólo de paso, para recordar cómo los evangelistas se apoyan unos a otros con sus testimonios acerca de algunas cosas que ellos mismos no dicen, pero que saben que fueron dichas. Después de esto, Lucas pasa por alto, sin la más mínima mención, todo lo acontecido, a no ser la ascensión de Jesús al cielo353. Con todo, lo hilvana como si el hecho hubiese seguido a las palabras pronunciadas, no obstante que tuvo lugar el primer día de la semana, día en el que el Señor resucitó, mientras que lo otro cuarenta días después, como el mismo Lucas refiere en los Hechos de los Apóstoles354. Juan dice que entonces no estaba con ellos el apóstol Tomás355, a pesar de que, según Lucas, al regresar a Jerusalén aquellos dos, uno de los cuales era Cleofás, hallaron reunidos a los once y a los que estaban con ellos356. Sin duda hay que entender que Tomás salió de allí antes de que el Señor se apareciese a quienes hablaban estas cosas.
75. A partir de aquí Juan menciona ya otra manifestación del Señor a sus discípulos que tuvo lugar después de ocho días, momento en que estaba también Tomás, que antes no lo había visto. Dice: Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, y se presentó en medio de ellos y les dijo: Paz a vosotros. Luego dijo a Tomás: Acerca tu dedo aquí y mira mis manos, y trae tu mano e introdúcela en mi costado, y no seas incrédulo, sino creyente. Respondió Tomás y le dijo: ¡Señor mío y Dios mío! Le dijo Jesús: Porque has visto has creído; dichosos los que no vieron y creyeron357. Esta segunda manifestación del Señor a sus discípulos, es decir, la que Juan menciona en segundo lugar, la podríamos reconocer en Marcos, quien, según su costumbre, la abrevia, si no causara dificultad lo que allí dice: Por último, estando a la mesa los once, se les apareció358. La dificultad no está en que Juan haya omitido que estaban a la mesa359 —pues pudo pasar esto por alto—, sino en haber dicho: por último, como si después ya no se les hubiese aparecido más veces, mientras que Juan aún ha de narrar su tercera manifestación junto al lago Tiberíades. Luego lo que dice el mismo Marcos, reprochándoles su incredulidad y dureza de corazón, por no haber creído a los que le habían visto resucitado360, es decir, a los dos a quienes se apareció cuando iban a la aldea, después de resucitar; a Pedro, a quien se ha investigado en Lucas que se apareció el primero361, y tal vez a María Magdalena y a las otras mujeres que estaban con ella, cuando se les apareció junto al sepulcro y les salió al paso en el camino cuando regresaban de él.
El mismo Marcos tejió así su relato, al mencionar de pasada respecto a aquellos dos a los que se apareció cuando iban a la aldea, que lo habían anunciado a los demás y no les habían creído. Dice: Por último, estando a la mesa los once, se les apareció y les reprochó su incredulidad y dureza de corazón, por no haber creído a quienes le habían visto resucitado362. ¿Cómo, pues, dice por último como si ya no le volvieran a ver más? La última vez que los apóstoles vieron al Señor en la tierra fue en el momento de la ascensión, que tuvo lugar cuarenta días después de la resurrección363. ¿Por qué les iba a reprochar que no creyesen a quienes le habían visto resucitado, si incluso ellos mismos le habían visto tantas veces después de la resurrección y particularmente el día mismo de ella, es decir, el primer día de la semana, ya hacia la noche, como mencionan Lucas y Juan?364
No queda, pues, sino que entendamos que también Marcos quiso aludir ahora brevemente, según su costumbre, al mismo día de su resurrección, es decir, el domingo, cuando le vieron después del amanecer María y las otras mujeres que estaban con ella; cuando le vio asimismo Pedro; cuando le vieron igualmente aquellos dos, uno de los cuales era Cleofás, a los que parece que el mismo Marcos menciona también; cuando le vieron ya al anochecer los once, a excepción de Tomás, y los que estaban con ellos; cuando les narraron lo que también ellos habían visto. Por esa razón dijo por último: porque fue lo último con referencia a ese día. En efecto, ya empezaban las horas nocturnas cuando ellos regresaron de aquel pueblo, donde le habían reconocido en la fracción del pan, camino de Jerusalén. Como dice Lucas, hallaron a los once y a los que estaban con ellos hablando ya de la resurrección del Señor y de que se había manifestado a Pedro. Ellos, a su vez, les relataron lo que les había acontecido en el camino y cómo le reconocieron en la fracción del pan365.
Pero allí había ciertamente gente incrédula, razón por la que es verdad lo que dice Marcos: Y tampoco ellos creyeron366. Estando ya sentados a la mesa, como dice Marcos367, y, según refiere Lucas, hablando aún de ello, se les presentó en medio el Señor y les dijo: Paz a vosotros368, como refieren Lucas y Juan. Cuando entró adonde estaban, las puertas se hallaban cerradas, hecho que sólo Juan menciona. A las palabras del Señor que, según Lucas yjuan, dirigió entonces a los discípulos, se añade también el reproche de que habla Marcos, a saber, que no creyeron a los que le habían visto resucitado.
76. Pero causa asimismo dificultad, a su vez, cómo afirma Marcos que se les apareció estando a la mesa los once369, si en aquel momento comenzaba ya la noche del domingo, cosa que mencionaron Lucas y Juan370. Juan dice claramente que entonces no figuraba entre ellos el apóstol Tomás, de quien creemos que salió de allí antes de que el Señor entrase adonde se hallaban, después que los dos que regresaban del pueblo dialogaron con los once, como hallamos en Lucas. Pero en su relato Lucas da lugar a que se pueda entender que, mientras hablaban de estas cosas, primero salió de allí Tomás y luego entró el Señor. Sin embargo, Marcos, que dice: Por último, estando a la mesa los once, se les apareció371, obliga a confesar que también Tomás estuvo allí. A no ser que, aunque estuviese ausente uno, quisiera hablar también de los once, porque entonces así se llamaba al grupo de los apóstoles, antes que Matías ocupase el puesto de Judas372.
O, si esto es difícil de asumir, aceptemos que, después de muchas apariciones suyas en que se presentó a los discípulos durante cuarenta días, aún se les apareció por última vez cuando estaban los once a la mesa, es decir, justamente a los cuarenta días; y como ya iba a separarse de ellos y a subir al cielo, aquel día quiso reprocharles sobre todo que no hubieran creído a los que le habían visto resucitado, antes de verle personalmente, puesto que, después de su ascensión y siendo ellos mismos los predicadores del Evangelio, habían de creer incluso pueblos que nada vieron. Después del reproche sigue diciendo el mismo Marcos: Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura. Quien creyere y se bautizare se salvara; quien no creyere se condenará373. Yendo a predicar que quien no crea se condenará, es decir, si no cree lo que no ve, ¿no merecían ser recriminados ellos los primeros porque, antes de ver personalmente al Señor, no creyeron a aquellos a quienes se había aparecido con anterioridad?
77. También nos exhorta a creer que ésta fue la última manifestación corporal del Señor a los apóstoles en la tierra el hecho de que Marcos siga así: A los que crean les seguirán estas señales: en mi nombre arrojarán demonios y hablarán lenguas nuevas, agarrarán serpientes, y si bebieren algo mortífero, no les hará áaño; impondrán las manos a los enfermos y se pondrán bien. Luego añade: El Señor, después de hablarles, fue elevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos, por su parte, salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor y confirmando su palabra con las señales que la acompañaban. Al decir: El Señor, después de hablarles, fue elevado al cielo374, parece mostrar suficientemente que mantuvo entonces con ellos las últimas palabras en la tierra, aunque no parezca conclusión necesaria.
En efecto, no dice: —Después de hablarles estas cosas», sino: después de hablarles, por lo que admite, si la necesidad obligara, que no fueron éstas las últimas palabras ni fue éste el último día en el que él los acompañó en esta tierra, sino que las palabras: después de hablarles, fue elevado al cielo, pueden referirse a todo lo que habló con ellos en aquellos días. Lo dicho anteriormente apunta más a que éste fue el último día que a que se entienda a los once, que en ausencia de Tomás eran diez; por eso, hay que creer que el Señor fue elevado al cielo después de estas palabras mencionadas por Marcos, añadidas a continuación las de los discípulos o de él mismo, mencionadas en los Hechos de los Apóstoles375; es decir, cuarenta días después de la resurrección.
78. Juan, en cambio, aunque confiesa que omitió muchas cosas de las que hizo Jesús376, quiso mencionar su tercera aparición a los discípulos después de la resurrección, junto al mar de Tiberíades, cuando estaban pescando. Los discípulos eran siete, a saber: Pedro, Tomás, Natanael, los hijos del Zebedeo y otros dos cuyos nombres silenció. Entonces, por mandato de Jesús, echaron las redes a la derecha y sacaron ciento cincuenta y tres peces grandes. Fue asimismo entonces cuando preguntó por tres veces a Pedro si le amaba y le confió el apacentamiento de sus ovejas, le predijo lo referente a su propia pasión377, y respecto a Juan dijo: Así quiero que el permanezca basta que yo vuelva378. En este punto terminó Juan su evangelio.
79. Hay que preguntar ya cuándo le vieron los discípulos la primera vez en Galilea, porque también esta tercera aparición que refiere Juan tuvo lugar en Galilea, junto al mar de Tiberíades379, cosa que advierte fácilmente quien recuerda aquel milagro de los cinco panes380, que Juan comienza a narrar así: Después de esto, pasó Jesús al otro lado del mar de Galilea, el Tiberíades381. Lo que puede llevar a pensar que los discípulos le debieron de ver por primera vez después de la resurrección en Galilea, si se recuerdan aquellas palabras del ángel, que, según Mateo, así habló a las mujeres que iban al sepulcro: No temáis; sé que buscáis a Jesús el crucificado—, no está aquí, ha resucitado, como dijo; venid, ved el lugar donde pusieron al Señor. Id en seguida y decid a sus discípulos que ha resucitado; ved que él os precederá a Galilea; allí le veréis. Ved que os lo he dicho382.
Lo mismo según Marcos, ya se trate del mismo ángel, ya de otro. Dice: No os asustéis. Buscáis a Jesús el Nazareno crucificado; ha resucitado, no está aquí; vea el lugar donde le pusieron. Pero id, decid a sus discípulos y a Pedro que os precede a Galilea; allí le veréis, como os he dicho383. Estas palabras parecen indicar que Jesús sólo se iba a manifestar a sus discípulos en Galilea. Dicha manifestación no la mencionó ni siquiera el mismo Marcos. El afirmó que en la mañana del primer día de la semana se apareció antes que a nadie a María Magdalena; que ella lo anunció a los discípulos que habían estado con él y que se hallaban tristes y llorosos, pero que ellos no la creyeron; que después de esto se apareció a dos de ellos que iban a una aldea, y que ellos anunciaron a los demás lo acontecido, como atestiguan a la par Lucas y Juan, en Jerusalén, el mismo día de la resurrección, ya al anochecer. Luego pasa a la aparición que él llama la última, estando los once a la mesa384. Refiere que después de ésta fue elevado al cielo, hecho que sabemos tuvo lugar en el monte de los Olivos, no lejos de Jerusalén.
Así, pues, Marcos nunca menciona que se cumpliese lo que testimonia que predijo el ángel. Mateo, en cambio, no dice otra cosa, ni menciona absolutamente ningún otro lugar, ni antes ni después, en que los discípulos, tras la resurrección, vieran al Señor a no ser en Galilea, según había predicho el ángel. Finalmente indica lo que el ángel dijo a las mujeres y, tras relatar su partida, añade lo que aconteció con los guardias corruptos para que mintiesen385. A continuación, como si no siguiese ninguna otra cosa —en verdad, el ángel había dicho: Ha resucitado y ved que os precederá a Galilea, allí le veréis386, para que pareciese que no debía seguir ya nada más—, dijo: Los once discípulos marcharon a Galilea al monte que les había indicado Jesús. Al verlo lo adoraron, pero algunos dudaron. Y acercándoseles Jesús les habló y les dijo: Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y enseñad a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Ved que yo estoy con vosotros hasta el fin del siglo387. Así clausuró Mateo su evangelio.
80. Por esto, si la consideración de los relatos de los otros que estamos considerando no nos impulsase a una más esmerada investigación, no pensaríamos otra cosa sino que los discípulos no vieron por primera vez al Señor, después de la resurrección, más que en Galilea. Más aún, si Marcos hubiese omitido el anuncio del ángel388, alguien podría pensar que Mateo dijo que los discípulos habían partido a Galilea a la montaña y que allí habían adorado al Señor, para que se viese cumplido lo que él había narrado como mandado y prenunciado por el ángel. Pero ahora tanto Lucas como Juan indican con bastante claridad que los discípulos vieron al Señor el mismo día de la resurrección en Jerusalén389, que queda tan lejos de Galilea que no pudieron verlo el mismo día en uno y otro lugar; Marcos, por su parte, refiere asimismo la predicción del ángel, pero sin mencionar que los discípulos vieran nunca al Señor en Galilea después de la resurrección. Ambos hechos obligan a investigar con vigor cómo fue que se dijo: Ved que os precederá a Galilea, allí le veréis390.
Si el mismo Mateo no hubiese dicho en absoluto que los once discípulos partieron al monte a Galilea, donde les había citado Jesús, y que allí lo vieron y lo adoraron, pensaríamos que nada de esta predicción se había cumplido en sentido literal, sino que todo había sido predicho en sentido figurado, como aquello de Lucas: He aquí que hoy y mañana expulso demonios y llevo a cabo curaciones y al tercer día soy consumado391, que, si lo tomamos en sentido literal, está claro que no se cumplió. Además, si el ángel hubiese dicho: —Os precede a Galilea, allí le veréis por primera vez», o «sólo allí le veréis» o «no le veréis sino allí», Mateo contradeciría sin duda a los demás evangelistas. Mas lo dicho es: Ved que os precede a Galilea, allí le veréis, sin indicar cuándo había de ser, si de inmediato, antes que le viesen en otro lugar, o después que le hubiesen visto en otro lugar, incluso fuera de Galilea. Y aunque Mateo afirma que los discípulos fueron a la montaña de Galilea, ni expresó el día ni estableció un orden tal que comporte la necesidad de no entender otra cosa sino que fue lo primero que tuvo lugar. Por eso, no se opone a los relatos de los otros y da cabida a su intelección y aceptación.
Sin embargo, el hecho de que el Señor mandó, tanto mediante el ángel, que dijo: Ved que os precede a Galilea, como por sí mismo, al ordenar: Id, anunciad a mis hermanos que vayan a Galilea, que allí me verán392, que se le viese no donde primero se había de manifestar, sino en Galilea, donde fue visto necesariamente después, invita a todo creyente atento a investigar qué misterio hay que entender ahí.
81. Pero antes hay que considerar cuándo se le pudo ver también físicamente en Galilea, puesto que dice Mateo: Los once discípulos partieron para Galilea, al monte donde les había citado Jesús, y al verlo lo adoraron, aunque algunos dudaron393. Es evidente que no fue el mismo día de la resurrección, pues Lucas y Juan atestan clarísimamente que lo vieron en Jerusalén aquel día al anochecer394, Marcos no a las claras. ¿Cómo entonces vieron al Señor en Galilea? No me refiero a la aparición referida por Juan junto al mar de Tiberíades395 —pues entonces eran siete y los halló pescando—, sino a lo referido por Mateo, cuando estaban los once en la montaña, a la que Jesús les había precedido según la predicción del ángel. Pues parece que relata que le hallaron allí, ya que les había precedido según lo establecido. Por tanto, no tuvo lugar el mismo día de la resurrección ni en los ocho días siguientes, después de los cuales refiere Juan que se apareció el Señor a los discípulos, momento en que le vio por primera vez Tomás, que no le había visto el día de la resurrección.
En efecto, si los once ya le habían visto dentro de esos ocho días en el monte de Galilea, ¿cómo es que él, que formaba parte de los once, le vio por primera vez después de ocho días? A no ser que alguien diga que allí estuvieron no aquellos doce que ya entonces se llamaban apóstoles, sino once discípulos del gran número de ellos. Sólo aquellos once eran llamados aún apóstoles, pero no sólo ellos eran discípulos. Puede darse que no estuvieran allí todos los apóstoles, sino algunos de ellos, hallándose con ellos otros discípulos hasta completar los once. De esta manera no estuvo allí Tomás, que vio al Señor por primera vez después de aquellos ocho días. En efecto, al mencionar Marcos a los once, no dijo once sin más, sino: Se apareció a aquellos once396. Lucas dice también: Regresaron a Jerusalén y hallaron congregados a los once y a los que estaban con ellos397. También éste muestra que se encontraban presentes los once, es decir, los apóstoles. Pues al añadir: Y los que estaban con ellos, manifestó suficientemente que a aquéllos se les llamaba de modo más eminente —los once—, con quienes estaban los demás, y por esto se entiende que aquéllos eran los llamados apóstoles. Pudo suceder, por tanto, que se completasen once discípulos del número de los apóstoles y de los otros discípulos, quienes viesen dentro de aquellos ocho días a Jesús en el monte de Galilea.
82. Pero sale al paso algo que ofrece resistencia. Cuando Juan menciona que vieron al Señor no los once en el monte, sino siete que estaban pescado junto al mar de Tiberíades, añade: Esta fue ya la tercera vez que Jesús se manifestó a sus discípulos después de resucitar de entre los muertos398. Pero si aceptáramos que once discípulos, cualesquiera, vieron al Señor dentro de aquellos ocho días, antes de que lo viese Tomás, no sería ésta junto al mar de Tiberíades la tercera vez que se habría manifestado, sino la cuarta. Hay que ser cautos, no sea que alguien juzgue que Juan habló de «tercera vez» como si sólo hubiesen sido tres sus manifestaciones; esto hay que entenderlo como referido al número de días, no al de las manifestaciones mismas, ni de días continuos, sino con intervalos, como él mismo atestigua.
En efecto, en el mismo primer día de su resurrección, dejando de lado la aparición a las mujeres, hecho que está claro en el evangelio, se manifestó tres veces: una a Pedro, otra a aquellos dos, uno de los cuales era Cleofás, y una tercera a muchos que estaban hablando de ello al anochecer. Juan, refiriéndolo a un único día, computa todo esto como una sola vez. De nuevo, es decir, otro día, cuando lo vio también Tomás. Por tercera vez, junto al mar de Tiberíades, esto es, el tercer día en que se manifestó, no su tercera manifestación. Por ello, después de todo eso, nos vemos obligados a entender que lo acontecido fue lo siguiente: los once discípulos le vieron, según Mateo, en la montaña de Galilea, adonde les había precedido según lo convenido, para que se cumpliese también en sentido literal lo que había predicho por medio del ángel y él personalmente.
83. Diez veces hallamos mencionado en los cuatro evangelistas que una u otras personas vieron al Señor después de la resurrección: primera, las mujeres, junto al sepulcro; segunda, las mismas en el camino al regresar del sepulcro399; tercera, Pedro400; cuarta, los dos que iban al pueblo401; quinta, numerosas personas en Jerusalén, cuando no estaba Tomás402; sexta, cuando lo vio Tomás403; séptima, junto al mar de Tiberíades404; octava, en la montaña de Galilea, según Mateo405; novena, la mencionada así por Marcos: por último, estando a la mesa, porque ya no iban a comer con él en la tierra406; décima, el mismo día, pero no ya en la tierra, sino elevado a una nube, cuando ascendía al cielo407, hecho que mencionan Marcos y Lucas. Marcos al continuar, después de la aparición cuando estaban a la mesa, con estas palabras: El Señor, después de hablarles, fue elevado al cielo408; Lucas, en cambio, omite todo lo que pudo hacer durante cuarenta días con sus discípulos y une el primer día de su resurrección, en que se apareció a muchos, con el último, en que subió al cielo, con este relato: Los llevó fuera, a Betania, y elevando las manos los bendijo. Y sucedió que, cuando los estaba bendiciendo, se separó de ellos y era llevado al cielo409. Por tanto, además de lo que le habían visto en la tierra, le vieron también cuando era llevado al cielo.
Todas esas veces se menciona en los libros evangélicos que le vieron los hombres antes de ascender al cielo, es decir: nueve en la tierra y una en el aire, al ascender.
84. Pero no todo quedó escrito, como confiesa Juan410. Su convivencia con ellos fue frecuente durante cuarenta días antes de ascender al cielo411. En cualquier caso, no se les había aparecido todos los cuarenta días de forma continua. Pues Juan dice que después del día primero de su resurrección pasaron otros ocho, tras los cuales volvió a aparecérseles412; el tercer día fue junto al mar de Tiberíades413, quizá en la fecha inmediatamente siguiente —nada lo impide—, y luego cuando quiso, informándoles, lo que había predicho ya antes, de que los precedería al monte de Galilea; y durante aquellos cuarenta días, cuantas veces quiso, a quienes quiso y según quiso. Como dijo Pedro, cuando lo anunciaba a Cornelio y a los que habían estado con él: Nosotros que comimos y bebimos con él, después que resucitó de entre los muertos, durante cuarenta días414. No ha de entenderse como si hubiesen comido y bebido con él a diario durante los cuarenta días, pues contradeciría a Juan, que intercaló aquellos ocho días en los que no se dejó ver por ellos, para manifestarse por tercer día junto al mar de Tiberíades. A partir de aquí, nada se opone a que se les haya manifestado a diario y haya tenido banquetes con ellos.
Y quizá por eso se dijo: durante cuarenta días, que son cuatro por diez, simbolizando o todo el mundo o todo el tiempo secular, puesto que aquellos primeros diez días de que forman parte los ocho pueden computarse, sin desentonar, como un todo desde la parte, según la costumbre de las Escrituras.
85. Compárese también lo que dice el apóstol Pablo, para ver si plantea alguna cuestión. Dice: Resucitó al tercer día, según las Escrituras, y se aparecida Cefas415. No dijo «se apareció en primer lugar a Cefas»416, pues contradeciría a lo que se lee en el evangelio que se apareció primero a las mujeres417. Luego —dice— a doce418 cualesquiera, en cualquier hora, pero en el mismo día de la resurrección. Luego se apareció a más de quinientos hermanos a la vez419, ya se refiera a los que estaban congregados con los once con las puertas cerradas por miedo a los judíos, y adonde entró Jesús, después de salir Tomás, ya después de ocho días420, a cualquier momento, no hay contradicción alguna. Después —dice— se apareció a Santiago: no debemos aceptar que entonces le vio por primera vez Santiago, sino que se trata de una manifestación particular a él. Finalmente a todos los apóstoles421: tampoco aquí debemos entender que se les apareció por primera vez entonces, sino que ya convivían como más íntimamente con él hasta el día de su ascensión422. Al último de todos —dice— se me apareció también a mí como a un abortivo423, pero esto ya desde el cielo, después de no corto tiempo de su resurrección.
86. Veamos ya lo que habíamos diferido, es decir: ¿Qué cosa quería significaría cuando, al resucitar, les dio, según Mateo y Marcos, este mandato: Os precederé a Galilea, allí me veréis?424 Cosa que, si bien se cumplió, fue después de mucho tiempo, no obstante que del modo de mandarlo cabía suponer que —aunque sin prejuicio de la necesidad— se debía hacer o sólo eso o eso lo primero. Sin duda, puesto que las palabras no son del evangelista que relata que así aconteció, sino del ángel por mandato divino y luego personalmente del Señor; mejor, del evangelista que lo relata, pero porque así lo dijo el ángel y el Señor, hay que asumirlo como dicho proféticamente Galilea, en efecto, se traduce o bien por «transmigración», o bien por «revelación.
Fijémonos primero en el significado de transmigración: ¿qué otra cosa se ocurre que hay que entender en las palabras: Os precede a Galilea, allí le veréis425, sino que la gracia de Cristo había de emigrar del pueblo de Israel a los gentiles? Gentiles que nunca creerían a la predicación de los apóstoles si el Señor no les preparase el camino en el corazón de los hombres. Así se entiende esto: Os precede a Galilea. El que, llenos de gozo, se admirasen, una vez resueltas y superadas las dificultades, de que se les abriese la puerta en el Señor por la iluminación de los fieles, es el significado de: —Allí le veréis, es decir, allí hallaréis sus miembros, allí reconoceréis su cuerpo vivo en quienes os acojan.
Si, en cambio, traducimos Galilea por «revelación», ya no hay que referirlo a él en la forma de siervo, sino en la que es igual al Padre426, que prometió en el evangelio de Juan a quienes le amasen, al decir: Y yo le amaré y me manifestaré a mí mismo a él427. Ciertamente, no según lo que ya veían y lo que también les mostró al resucitar con las cicatrices, no sólo para que lo viesen, sino también para que lo tocasen428; igualmente según aquella luz inefable que ilumina a todo hombre que viene a este mundo, según la cual luce en las tinieblas y las tinieblas no le acogen429. Nos precede allí de donde no se apartó al venir a nosotros y adonde al precedernos no nos abandonó. Aquélla será la revelación, como la verdadera Galilea, cuando seamos semejantes a él; allí le veremos como es430. Ella será también la más dichosa transmigración de este siglo a aquella eternidad, si abrazamos sus preceptos para merecer hallarnos a su derecha. Entonces, irán los de la izquierda al fuego eterno; los justos, en cambio, a la vida eterna431. De aquí transmigrarán hacia allí y allí le verán, de modo distinto a como le verán los impíos. Pues será eliminado el impío para que no vea el resplandor del Señor432, y los impíos no verán la luz. Esta es —dice— la vida eterna: que te conozcan a ti, el tínico Dios verdadero, y al que enviaste, Jesucristo433, como se le conoce en aquella eternidad a la que conduce a los siervos mediante su forma de siervo, para que, libres, contemplen la forma del Señor434.