HOMILÍAS SOBRE LA PRIMERA CARTA
DE SAN JUAN A LOS PARTOS

HOMILÍA SEXTA (1 JN 3,19-4,3)

Traducción: Pío de Luis, OSA

Síntesis del tratado anterior

1. Si recordáis, hermanos, ayer concluimos el sermón al llegar a esta frase: Hijitos, no amemos sólo de palabra y de lengua, sino de obra y en verdad. Frase que, por ser la última de todas las que oísteis, sin duda debió y debe quedar en vuestro corazón. El texto sigue así: Y en eso conocemos que somos de la verdad y persuadimos a nuestro corazón en su presencia. Si nuestro corazón se siente intranquilo, Dios es mayor que nuestro corazón y conoce todo1. Antes había dicho: Hijitos, no amemos sólo de palabra y de lengua, sino de obra y en verdad. Se trata de saber en qué obra y en qué verdad se reconoce el que ama a Dios o el que ama a su hermano. Previamente había dicho ya dónde alcanza la caridad su máxima perfección, algo que el Señor indicó en el evangelio al decir: Nadie tiene mayor caridad que el que entrega su vida por sus amigos2, y también el apóstol Juan en esta afirmación:Como él entregó su vida por nosotros, también nosotros debemos entregar las nuestras por los hermanos3. Aquí alcanza su perfección la caridad; no se puede hallar otra mayor.

Mas como no en todos ha alcanzado la perfección, aquel en quien aún no la ha alcanzado no ha de perder la esperanza, si ya ha nacido esa caridad que busca plenitud.Y ciertamente, si ya ha nacido, hay que nutrirla y conducirla a la propia perfección, mediante la nutrición adecuada. Hemos investigado dónde estaba el comienzo de la caridad y lo hallamos acto seguido: Si alguno tiene riquezas de este mundo y ve a su hermano necesitado y le cierra las entrañas, ¿cómo puede permanecer en él el amor del Padre?4 Aquí se halla, por tanto, el comienzo de la caridad, hermanos: en dar de lo que uno tiene de superfluo al necesitado, al que se encuentra en algún tipo de apuro; en liberar de la tribulación temporal al hermano con aquello de que uno tiene abundancia en el tiempo. Éste es el inicio de la caridad. Si nutres con la palabra de Dios y la esperanza de la vida futura la caridad incoada, llegarás a aquella perfección que consiste en estar dispuesto a entregar tu vida por los hermanos.

La conciencia, el único juez válido

2. Pero como hacen muchas cosas idénticas a las indicadas otras personas, impulsadas por otros móviles distintos del amor fraterno, busquemos el testimonio de la conciencia. ¿Cómo probamos que hacen muchas cosas idénticas quienes no aman a los hermanos? ¡Cuántos entre los herejes y cismáticos no se llaman mártires! Les parece que entregan su vidapor sus hermanos. Si entregaran su vida por los hermanos, no se separarían del conjunto de los hermanos. Asimismo, ¡cuán numerosos son los que distribuyen y reparten muchos bienes por ostentación! Con su acción no buscan más que la alabanza humana y la popularidad vana y sin estabilidad ni solidez alguna. Como los tales existen, ¿cuál es la prueba que garantiza que existe la caridad fraterna? El apóstol [Juan], en efecto, quiso que se la sometiese a prueba y de ahí nace su amonestación: Hijitos, no amemos sólo de palabra y con la lengua, sino de obra y en verdad. La pregunta es: ¿con qué obra y en qué verdad? ¿Puede haber obra más diáfana que dar bienes a los pobres? Muchos hacen eso mismo por ostentación, no por amor. ¿Puede haber obra más heroica que morir por los hermanos? También hay muchos que, movidos por el deseo orgulloso de celebridad, no por entrañas de amor, quieren que se piense que hacen eso mismo. Sólo queda que ama de hecho a su hermano la persona que recibe seguridad de ello en su corazón, ante Dios, el único que ve lo que hay en él; la persona que se interroga en su corazón si realmente obra así por amor al hermano y la mirada de Dios que penetra el corazón -donde el ojo humano no puede alcanzar- testimonia en su favor. Por eso el apóstol Pablo, que estaba dispuesto a morir por sus hermanos, decía: Yo me desgastaré por vuestras almas5; pero, como Dios veía eso en su corazón, no los hombres a quienes se dirigía, les dice: Para mí lo de menos es que me juzguéis vosotros o un tribunal humano6. Él mismo en cierto pasaje mostró que ese tipo de obras suelen hacerse por vana ostentación, sin el fundamento de la caridad. Encareciendo la misma caridad, dice: Aunque distribuya todos mis bienes a los pobres y entregue mi cuerpo a las llamas, si no tengo caridad, de nada me sirve7. ¿Puede alguien hacer esas cosas sin la caridad? Sí, pues quienes no tienen caridad dividieron la unidad. Buscad entre ellos y veréis que muchos reparten abundancia de bienes a los pobres; veréis a otros dispuestos a aceptar la muerte hasta tal punto que, a falta de perseguidores, se precipitan ellos mismos. No hay duda alguna de que hacen todo eso sin caridad.

Volvámonos a la conciencia de la que dice el Apóstol: Pues nuestra gloria es ésta: el testimonio de nuestra conciencia8. Volvámonos a la conciencia, refiriéndose a la cual dice él mismo: Que cada cual examine su obra y entonces tendrá gloria en sí mismo y no en otro9. Por tanto, cada uno de nosotros ha de examinar su propia obra y ver si mana del venero de la caridad, si los ramos de las buenas obras brotan de la raíz del amor. Que cada cual -dice- examine su obra y entonces tendrá gloria en sí mismo y no en otro: no cuando testimonie en su favor una lengua ajena, sino cuando lo haga la propia conciencia.

En la presencia de Dios interroga a tu corazón
por los motivos de tu obrar

3. Esto, pues, es lo que recomienda aquí el apóstol Juan. En esto conocemos que somos de la verdad,es decir, en el hecho de amar con obras y en verdad, no sólo de palabra y de boca, y persuadimos a nuestro corazón en su presencia10. ¿Qué significa en su presencia?Donde él ve. Por eso dijo el Señor mismo en el evangelio: Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres para que os vean; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial11. ¿Y qué significa: No sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha12, sino que la mano derecha es la conciencia pura y la izquierda las apetencias mundanas? Muchos realizan obras deslumbrantes impulsados por apetencias mundanas. En este caso obra la mano izquierda, no la derecha. Es la derecha la que debe obrar ignorándolo la izquierda, buscando que no se cuelen apetencias mundanas cuando hacemos algo por amor. Y ¿cómo lo sabemos? Estás en presencia de Dios: interroga a tu corazón; mira qué hiciste y qué buscaste al hacerlo: si fue tu salvación o la alabanza de los hombres, tan volandera como el viento. Mira dentro, pues el hombre no puede juzgar a quien no puede ver. Si persuadimos a nuestro corazón, persuadámoslo en presencia de él.

Porque si nuestro corazón se siente intranquilo, es decir, si nos acusa interiormente porque no obramos con la intención debida, Dios es mayor que nuestro corazón y lo conoce todo13. Tú que ocultas tu corazón al hombre, ocúltalo, si puedes, a Dios. ¿Cómo lo ocultarás a aquel a quien cierto pecador, en actitud temerosa y confesante, dijo: A dónde iré que esté lejos de tu espíritu? ¿Y a dónde huiré que esté lejos de tu rostro?Buscaba a dónde huir para evadirse del juicio de Dios y no hallaba a dónde. En efecto, ¿dónde no está Dios? Dice el salmista: Si subo al cielo, allí estás tú; si bajo al infierno, te hallas presente14. ¿A dónde vas a dirigirte? ¿A dónde irás? ¿A dónde huirás? ¿Quieres escuchar un consejo? Si quieres huir de Él, huye a Él. Huye a Él reconociéndote pecador, no ocultándote a Él. En efecto, no puedes ocultarte a Él, pero sí reconocer tus faltas. Dile: Tú eres mi refugio15. Halle modo de nutrirse en ti el amor, pues sólo él conduce a la vida. Testimonie tu conciencia que es«de Dios». Si es de Dios, no aceptes que fanfarronee ante los hombres, pues ni sus alabanzas te elevan al cielo ni sus reproches te hacen bajar de él. Te basta con que te vea el que te corona; sea el testigo el mismo que haga de juez cuando seas coronado. Dios es mayor que nuestro corazón, y lo conoce todo.

Condiciones para recibir cuando se pide

4. Amadísimos, si el corazón se siente tranquilo16, tenemos confianza ante Dios. ¿Qué significa si el corazón se siente tranquilo?Si nos responde la verdad en el sentido de que efectivamente amamos, que existe en nosotros el amor fraterno, amor no fingido, sino sincero; amor que busca la salvación del prójimo, sin esperar más recompensa del hermano que su sola salvación. Tenemos confianza ante Dios y todo lo que le pidamos lo recibiremos de Él, porque cumplimos sus mandamientos17. Cumplen los mandamientos, pues, no en presencia de los hombres, sino donde Dios ve, en el corazón. Pues tenemos confianza en Dios y todo lo que le pidamos lo recibiremos de él, pero porque cumplimos sus mandamientos. ¿Cuáles son sus mandamientos? ¿Acaso tengo que estar repitiéndolo siempre? Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros18. Habla de la misma caridad y la recomienda. Por tanto, quien posea la caridad fraterna y la posea ante Dios, donde él ve, e interrogado su corazón con examen imparcial no le responda otra cosa sino que en él existe la raíz auténtica de la caridad de la que brotan los buenos frutos, tiene confianza ante Dios. Ése recibirá de Él todo lo que le pida, porque guarda sus mandamientos.

Problema que, al respecto, plantea Pablo

5. Se plantea cierto problema. Supongamos que esta o aquella persona, o tú o yo, pedimos algo al Señor Dios nuestro. Si yo no recibo lo que le he pedido, cualquiera podrá fácilmente decir de mí que carezco de caridad. Y con la misma facilidad se puede decir de cualquier contemporáneo. Cualquiera puede pensar lo que quiera de cualquier hombre; ninguno plantea mayor dificultad al respecto. La dificultad la plantean aquellos varones que consta que eran santos cuando escribían y que ahora están con Dios. ¿Quién tiene caridad si no la tenía Pablo? Suyas son estas palabras: Nuestra boca está abierta para vosotros, oh corintios; nuestro corazón se ha ensanchado; no os angustiéis en nosotros19, y también: Me gastaré por vuestras almas20. Era tan grande la gracia que había en él que saltaba a la vista su posesión. Sin embargo, descubrimos que él pidió y no recibió. ¿Qué estamos diciendo, hermanos? Aquí está la cuestión. Tened vuestra atención puesta en el Señor. Grande es también esta cuestión. Respecto del pecado, a propósito de la frase: quien ha nacido de Dios no peca21, averiguamos que el pecado al que se refiere es el que consiste en violar la caridad y que éste es el específicamente designado en el pasaje; de idéntica manera, ahora tratamos de investigar qué dijo exactamente. Pues si prestas atención a las palabras parece que está claro; si te fijas en los ejemplos, se vuelven oscuras. Nada hay más claro que estas palabras: Y todo lo que pedimos lo recibimos de Él, porque cumplimos sus mandamientos y hacemos ante Él lo que le agrada22. Todo lo que pidamos -dice- lo recibiremos de Él. Nos estrechó al máximo el cerco. Como también nos lo hubiese estrechado en el otro ejemplo, si se hubiese referido a otro pecado, pero encontramos modo de explicar el texto porque hablaba de cierto pecado, no de cualquier pecado; se refería a un pecado determinado que no comete nadie que haya nacido de Dios: el pecado que consiste en violar la caridad. Y tenemos un ejemplo claro en el evangelio: las palabras del Señor Si no hubiera venido, no tendrían pecado. Entonces ¿qué? Al hablar así, ¿quiere indicar que eran inocentes los judíos a los que había venido? Entonces, si Él no hubiera venido, ¿no tendrían pecado? La presencia del médico, en vez de eliminar la fiebre, originó la enfermedad. ¿Quién dirá esto, aunque sea un demente? Cristo no vino sino a curar y sanar enfermos. ¿Por qué, entonces, dijo: Si yo no hubiera venido, no tendrían pecado?23 Porque quiso que se entendiese que hablaba de determinado pecado. Los judíos, pues, no tendrían determinado pecado. ¿Qué pecado? El pecado de no haber creído en Él, de haberle despreciado cuando estuvo entre ellos. Por tanto, como en aquel texto mencionó un pecado y no es lógico que se piense en cualquier pecado, sino en uno determinado, así tampoco en este texto hay que pensar en cualquier pecado, sino en uno concreto para no entrar en contradicción con el otro pasaje donde afirma: Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros24. Este pecado consiste en violar la caridad.

Sin embargo, en el texto que nos ocupa nos ató aún más corto. Si pedimos -dijo-, si no nos acusa nuestro corazón y asegura en la presencia de Dios que en nosotros hay verdadero amor, todo lo que pidamos lo recibiremos de Él.

Solución del problema: Dios escucha siempre
lo que se refiere a la salvación, no los caprichos

6. Ya he dicho a vuestra Caridad, hermanos, que nadie ponga sus ojos en nosotros, como concernidos en el caso. ¿Qué somos nosotros, en efecto? ¿O qué sois vosotros? ¿Qué, sino la Iglesia deDios conocida de todos? Y, si a Dios place, en ella estamos. Y los que perseveramos en ella por el amor, perseveremos en ella, si queremos manifestar el amor que tenemos. ¿Podemos pensar, en cambio, que hubo algo malo en el apóstol Pablo? ¿No amaba él a los hermanos? ¿No contaba él con el testimonio de su conciencia pronunciado en presencia de Dios? ¿No existía en Pablo aquella raíz de la caridad de donde procedían todos sus frutos buenos? ¡Qué demente osaría afirmarlo! ¿Dónde, pues, encontramos que el Apóstol haya pedido y no haya recibido? Él mismo dice: Para que no me enorgullezca por la grandeza de mis revelaciones, se me ha dado el aguijón de mi carne, el ángel de Satanás que me abofetea; por lo cual tres veces pedí al Señor que lo retirase de mí, y me dijo: Te basta mi gracia, porque la fortaleza alcanza su plenitud en la debilidad25. Ved que no fue escuchada su petición deque se le retirase el ángel de Satanás. Pero ¿por qué? Porque no le era de provecho. Por tanto, fue escuchado en lo que convenía a su salvación quien no fue escuchado en su deseo. Conozca vuestra Santidad este gran misterio que os confiamos precisamente para que no lo olvidéis en vuestras pruebas. Los santos son escuchados en todo lo referente a su salvación; Dios siempre los escucha en lo que conviene a su salvación eterna. Es lo que ellos desean. Respecto de ella siempre son escuchados.

Dos modos de escuchar por parte de Dios

7. Pero distingamos los distintos modos como Dios escucha las súplicas que se le dirigen. Pues hallamos que a algunos no les escucha en su deseo concreto, pero sí en lo concerniente a su salvación; y, a la vez, hallamos otros que son escuchados en su deseo concreto y no en cuanto a su salvación. Distinguid entre uno y otro caso. Como ejemplo de persona que no fue escuchada en su deseo concreto, pero sí en lo concerniente a su salvación, retened en la memoria al apóstol Pablo. Dios mismo le mostró cómo le escuchó en lo concerniente a su salvación: Te basta mi gracia, le dijo, pues la fortaleza se manifiesta plenamente en la debilidad.«Tú, Pablo, rogaste, clamaste y clamaste por tres veces: cada vez que clamaste te oí, no aparté mis oídos de ti, sé lo que hago. Tú querías retirar la medicación que sentías te quemaba; yo conozco la enfermedad que pesa sobre ti».Queda claro que él fue escuchado en cuanto a su salvación, no en su petición concreta.

¿Quiénes hallamos que hayan sido escuchados en su deseo, pero no en lo referente a su salvación? ¿Creemos que es posible hallar algún caso en que Dios haya escuchado en su voluntad, pero no en cuanto a su salvación, a alguien malvado e impío? Si os propusiera el ejemplo de algún hombre, quizá me diríais: «Tú le tienes por inicuo, pero era justo; si no fuera justo, Dios no le escucharía». Os voy a proponer un ejemplo tal que nadie dudará de su iniquidad e impiedad: El diablo en persona pidió disponer de Job, y obtuvo lo que pedía26. ¿No habéis oído, leyendo esta misma carta, acerca del diablo que el que comete pecado es del diablo?27 No porque éste le haya creado, sino porque el otro le imita. ¿No se dijo de él: No se mantuvo en la verdad?28 ¿No es él aquella antigua serpiente que propinó el veneno al primer hombre, sirviéndose de la mujer?29 Él fue también quien conservó al mismo Job la mujer que, en vez de consolar al marido, le servía de tentación30. El diablo mismo pidió al santo varón para tentarlo, y obtuvo lo que solicitó; pidió el Apóstol que le quitasen el aguijón de la carne y no lo obtuvo. Con todo, Dios escuchó al Apóstol y no al diablo. Fue escuchado en cuanto a su salvación, aunque no en su deseo concreto; el diablo fue escuchado en su deseo, mas para su condenación. Pues con esa finalidad se le concedió a Job para que le tentase: para que, sometido éste a prueba, fuese atormentado él. Pero esto, hermanos, no lo hallamos sólo en el Antiguo Testamento, sino también en el evangelio. Cuando el Señor expulsó a los demonios de una determinada persona, le pidieron que les permitiese entrar en unos cerdos. ¿No podía decirles el Señor que ni siquiera se acercasen a ellos? En efecto, de no quererlo Él, no se rebelarían contra el rey del cielo y de la tierra. Mas para señalar cierto misterio y con vistas a determinado objetivo, es decir, para mostrar que el diablo domina sobre quienes llevan una vida de puercos, dejó a los demonios entrar en los cerdos31. Entonces, ¿fueron escuchados los demonios y no el Apóstol? O ¿acaso hemos de decir lo contrario que, además, es más verdadero? ¿Acaso fue escuchado el Apóstol y no los demonios? Los demonios vieron cumplida su voluntad, Pablo vio hecha realidad su curación.

Dios da todo lo que se le pida relacionado con la salvación

8. Conforme a lo dicho, debemos comprender que, aunque Dios no nos otorga lo que queremos, nos otorga lo adecuado para nuestra salvación. ¿Cómo actuaría un médico al que pidieras algo que te daña, sabiéndolo él? No es cierto que no te escuche el médico cuando, tal vez, tú le pides un vaso de agua fría; si te es provechosa, te la da al instante; si no lo es, te la niega. ¿Se ha de decir que no te escuchó porque no satisfizo tu voluntad o, más bien, que te escuchó en lo referente a tu salvación? Hállese en vosotros, hermanos, la caridad. Hállese en vosotros y estad seguros: Dios os escucha aun cuando no os da lo que pedís, pero ignoráis que os escucha. A muchos los ha dejado en sus propias manos para su mal. De ellos dice el Apóstol: Dios los entregó a los deseos de su corazón32. Determinada persona pidió gran cantidad de dinero; la recibió para daño propio. Cuando no lo tenía, apenas temía; mas cuando comenzó a tenerlo, se convirtió en presa de otra más poderosa que ella. ¿No fue escuchado para su daño quien quiso tener dinero a causa del cual comenzó a ser buscado por el atracador? Cuando era pobre nadie le buscaba. Aprended a rogar a Dios como quien se confía a un médico que sabe lo que hace. Tú limítate a reconocer tu enfermedad; la medicación le toca a él aplicarla. Tú limítate a tener caridad. Pues él quiere sajar, quiere cauterizar. Si no te escucha aunque grites cuando te saja, te cauteriza o te hace sufrir, considera que él sabe hasta dónde llega la gangrena. Tú quieres que retire ya su mano, pero él considera la profundidad del mal; sabe hasta dónde debe intervenir. No te escucha en cuanto a tu deseo, pero sí en cuanto a tu salud.

Tened, pues, la seguridad, hermanos, de que es verdad lo que dice el Apóstol, a saber, queno sabemos qué nos conviene pedir; pero el mismo Espíritu intercede por nosotros con gemidos inenarrables porque él intercede por los santos33. ¿Qué significa: El mismo Espíritu intercede por los santos?Que intercede la Caridad misma producida en ti por el Espíritu. Por eso dice el mismo Apóstol: La caridad de Dios ha sido derramada en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado34. Es la caridad misma la que gime, la caridad misma la que ora. Quien la otorgó no puede cerrar sus oídos a ella. Estate seguro; ruegue la caridad y ahí se hacen presentes los oídos de Dios. El resultado no es lo que tú quieres, sino lo que te conviene. Por tanto, dice San Juan, todo lo que pidamos lo recibiremos de Él. Ya he dicho que si refieres estas palabras a lo concerniente a la salvación, no hay problema alguno. Si las desvinculas de la salvación, el problema existe y tan grande que te convierte en calumniador del apóstol Pablo. Todo lo que pidamos lo recibiremos de Él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos en su presencia lo que le place a Él.En su presencia: en el interior, donde Él ve.

Para recibir de Dios lo que se le pide hay que cumplir
el mandamiento del amor fraterno

9. ¿Y de qué mandamientos se trata? Éste es, dice, su mandamiento: que creamos en el nombre de su hijo Jesucristo y nos amemos unos a otros. Advertís que éste es el mandamiento; advertís que quien obra contra este mandamiento comete el pecado de que carece todo el que ha nacido de Dios. Tal como nos dio el mandamiento, es decir, el de amarnos unos a otros.Y quien guarde su mandamiento:estáis viendo cómo no se nos ordena otra cosa que amarnos unos a otros. Y quien guarda su mandamiento permanecerá en Dios y Dios en Él. Y en esto conocemos que permanece en nosotros por el Espíritu que nos ha dado35. ¿No resulta evidente que es fruto de la acción del Espíritu en el hombre que exista en él el amor y la caridad? ¿No son diáfanas las palabras del apóstol Pablo:La caridad de Dios ha sido derramada en nuestros corazones por el Espíritu que se nos ha dado? De la caridad, efectivamente, hablaba Juan y decía que debemos interrogar a nuestro corazón en presencia de Dios. Si nuestro corazón no está intranquilo, es decir, si confiesa que toda obra buena que hace brota del amor al hermano. A eso hay que añadir también lo que, al hablar del mandamiento, dice Juan: Éste es su mandamiento: que creamos en el nombre de su hijo Jesucristo y nos amemos unos a otros. Y quien guarda su mandamiento permanece en Dios y Dios en Él, y en esto conocemos que permanece en nosotros por el Espíritu que nos ha dado. Pues si adviertes que tienes la caridad, tienes el Espíritu Santo que te capacita para comprender. Algo muy necesario.

Cómo conoce el cristiano que posee el Espíritu Santo

10. En los inicios de la Iglesia el Espíritu Santo descendía sobre los creyentes y hablaban lenguas que no habían aprendido, según el Espíritu les concedía expresarse. Era un signo adecuado a los tiempos. Convenía, en efecto, que el Espíritu se hallase figurado en el hecho de hablar en todas las lenguas, dado que el evangelio de Dios iba a recorrer el entero orbe de la tierra sirviéndose de todas ellas. Se significó lo que había que significar y desapareció el signo. ¿Acaso cuando se imponen ahora las manos a los cristianos para que reciban el Espíritu Santo, se espera que hablen en lenguas? O cuando impusimos las manos a estos que acaban de ser bautizados ¿estaba cada uno de vosotros a la expectativa para ver si hablaban las lenguas? En ese caso, al no verlo hecho realidad, ¿tuvisteis el corazón tan extraviado que llegasteis a decir: «Éstos no han recibido el Espíritu Santo, pues, si lo hubiesen recibido, hablarían en lenguas como aconteció entonces?». Así, pues, si la presencia del Espíritu Santo no la atestiguan ya milagros como ése, ¿cómo acontece, cómo sabe cada cual si ha recibido el Espíritu Santo? Interrogue a su corazón. Si ama al hermano, el Espíritu de Dios permanece en Él. Examínese, pruébese a sí mismo en presencia de Dios. Vea si mora en él el amor de la paz y de la unidad, el amor a la Iglesia difundida en todo el orbe de la tierra. No mire a amar sólo al hermano que ve ante sí, pues son muchos los hermanos nuestros que no vemos y con los cuales estamos vinculados en la unidad del Espíritu. ¿Qué tiene de extraño que no estén con nosotros? Estamos en un único cuerpo, tenemos una única cabeza en el cielo. Hermanos, nuestros ojos no se ven, parece que no se conocen. ¿Acaso no se conocen en la caridad que une al organismo físico? Para que sepáis que se conocen en la unión que crea la caridad, cuando ambos están abiertos no es posible que el derecho se fije en algo sin que se fije también en ello el izquierdo. Dirige el rayo del ojo derecho sin el del izquierdo, si puedes. Van juntos y en la misma dirección. La mirada es única, aunque parta de distintos lugares. Por tanto, si todos los que aman a Dios contigo dirigen la mirada en la misma dirección, no des importancia al hecho de estar física y localmente separado. Habéis fijado simultáneamente la mirada del corazón en la luz de la verdad. Así, pues, si quieres saber si has recibido el Espíritu, interroga a tu corazón, no sea que poseas el sacramento, pero no se haya mostrado eficaz en ti. Interroga a tu corazón, y si en él hallas el amor fraterno, quédate tranquilo. No puede haber amor sin el Espíritu de Dios. Es Pablo quien grita: La caridad de Dios ha sido derramada en nuestros corazones por el Espíritu que se nos ha dado36.

Cómo examinar el espíritu: no beber agua ajena

11. Amadísimos, no creáis a cualquier espíritu. Es la consecuencia de haber dicho: En esto conocemos que permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado. Advertid, sin embargo, cómo se conoce el mismo Espíritu. Amadísimos, no creáis a cualquier espíritu, sino examinad los espíritus y ved si son de Dios37. Pero ¿quién examina los espíritus? Difícil cuestión nos ha propuesto, hermanos míos. Nos viene bien que diga cómo podemos discernirlos. Lo ha de decir, no tengáis miedo; pero antes fijaos y prestad atención; advertid que de aquí deriva aquello de que toman pie los vanos herejes para levantar sus infundios. Estad atentos. Ved lo que dice Juan: Amadísimos, no creáis a cualquier espíritu, sino examinad los espíritus y ved si son de Dios.

En el evangelio se designa al Espíritu Santo bajo el término «agua». El Señor mismo decía a voces: Si alguien tiene sed, que venga a mí y beba; si alguien cree en mí, de su seno fluirán ríos de agua viva. El evangelista mismo indicó a qué se refería, pues a continuación escribe:Esto lo decía del Espíritu que iban a recibir los que habían de creer en Él.¿Por qué no bautizó a muchos el Señor? Pero ¿qué dice Juan? Mas el Espíritu aún no había sido dado, porque Jesús aún no había sido glorificado38. Por tanto, como los apóstoles tenían el bautismo, pero aún no habían recibido el Espíritu Santo que el Señor envió desde el cielo el día de Pentecostés, estaban a la espera de la glorificación del Señor para que lo comunicase. Sin embargo, ya antes de ser glorificado y enviarlo, invitaba a los hombres a que se prepararan para recibir el agua de la que dijo: Quien tiene sed que venga y beba, y Si alguien cree en mí, de su seno manarán ríos de agua viva.¿Cuáles son los ríos de agua viva? ¿Qué agua es ésa? Nadie me pregunte a mí; pregunte al evangelio. Esto lo decía, refiere, del Espíritu que iban a recibir los que habían de creer en Él. Una cosa es, por tanto, el agua del sacramento, y otra el agua que simboliza al Espíritu de Dios. El agua sacramental es visible; el agua que es el Espíritu, invisible. La primera lava el cuerpo y es símbolo de lo que acontece en el alma; aquel Espíritu purifica y nutre el espíritu mismo. Ése es el Espíritu de Dios que no pueden tener los herejes ni nadie que se separe de la Iglesia. Tampoco poseen este Espíritu los que no se desgajan visiblemente, pero están desgajados por su iniquidad y dentro se arremolinarán como paja, pues no son grano. Este Espíritu lo significó el Señor en el término «agua». En esta misma carta hemos oído: No creáis a cualquier espíritu.Palabras a las que dan testimonio aquellas otras de Salomón: Abstente del agua extraña. ¿Cuál es esa agua? El Espíritu. ¿Simboliza siempre el agua al Espíritu? No; en determinados pasajes está puesta para significar al Espíritu, en otros al bautismo, en otros a los pueblos y en algunos está por consejo. Encontramos que se dice en cierto pasaje: El consejo es fuente de vida para los que lo poseen39. Así, pues, según los diversos textos de las Escrituras el término «agua» simboliza diversas realidades. Sin embargo, ahora habéis oído que bajo «agua» se simboliza al Espíritu Santo, y no se trata de una interpretación nuestra. Es el evangelio quien lo atestigua allí donde dice: Esto lo decía del Espíritu que iban a recibir los que habían de creer en Él. Si, pues, bajo el término «agua» se señala al Espíritu Santo y esta carta nos dice: No creáis a cualquier espíritu, sino examinad los espíritus y ved si son de Dios, hemos de entender que por eso se dijo: Abstente del agua extraña y no bebas de fuente ajena40. ¿Qué significa no bebas de fuente ajena?No creas a un espíritu ajeno.

Criterio para conocer si los espíritus son de Dios:
creer en la encarnación de Cristo

12. Queda aún por examinar cómo se prueba que un espíritu es de Dios. Juan nos dejó, es verdad, una señal, aunque quizá difícil de entender. Con todo, intentémoslo. Hemos de volver a la caridad de antes. Ella es la que nos instruye, porque ella es la Unción. Pero ¿qué dice aquí? Examinad los espíritus y ved si son de Dios, pues muchos falsos profetas han venido al mundo41. En ellos están incluidos todos los herejes y todos los cismáticos. ¿Cómo, pues, someto a examen a un espíritu? Sigue la carta: En esto se conoce el Espíritu de Dios.Levantad los oídos del corazón. Llenos de fatiga, decíamos ¿quién puede conocerlo? ¿Quién puede discernirlo? Voy a indicaros el signo distintivo: En esto se conoce el Espíritu de Dios: es de Dios todo espíritu que confiesa que Jesucristo vino en carne. Y todo espíritu que no confiese que Jesucristo vino en carne no es de Dios. Y éste es el Anticristo de quien oísteis que ha de venir, y ahora se halla en este mundo42. Nuestras orejas se han como levantado para oír cómo discernir los espíritus. Y, sin embargo, hemos oído algo que no nos permite discernirlos. Pues ¿qué dice? Es de Dios todo espíritu que confiese que Jesucristo vino en carne. Según esto, ¿es de Dios el espíritu presente en los herejes? Ellos confiesan que Jesucristo vino en carne. Llegados aquí, quizá se alcen contra nosotros y nos digan: «Sois vosotros los que no tenéis el Espíritu de Dios; nosotros confesamos que Jesucristo vino en la carne; ahora bien, San Juan negó que tuvieran el Espíritu de Dios quienes no confiesan que Cristo viniera en la carne». Pregunta a los arrianos: confiesan que Cristo vino en la carne. Pregunta a los eunomianos, macedonianos, a los catafrigios, a los novacianos: todos confiesan que Jesucristo vino en la carne. Entonces, ¿todos estos herejes tienen el Espíritu de Dios? ¿No son, entonces, falsos profetas? Entonces ¿no hay en ellos engaño ni seducción alguna? Sin duda son anticristos, ellos que salieron de entre nosotros, pero no eran de los nuestros.

El criterio: no mirar a las palabras, sino a los hechos

13. ¿Qué podemos hacer? ¿Cómo los discernimos? Prestadatención. Vayamos con un único corazón y llamemos. La caridad misma está despierta; ella llamará y ella abrirá. Ahora lo entenderéis en nombre de nuestro señor Jesucristo. Ya escuchasteis anteriormente que se dijo: Quien niega que Jesucristo vino en la carne es un anticristo43. En aquel momento nos preguntamos quién es el que lo niega, puesto que ni lo negamos nosotros ni lo niegan ellos. Descubrimos que algunos lo negaban con los hechos y adujimos un testimonio tomado del Apóstol que suena así: Pues confiesan conocer a Dios, pero lo niegan con los hechos44. También ahora, pues, hemos de dirigir nuestra investigación a las obras, no a la lengua.

¿Qué espíritu no es de Dios? El que niega que Jesucristo vino en la carne. Y ¿qué espíritu es de Dios? Quien confiesa que Jesucristo vino en la carne.¿Quién confiesa que Jesucristo vino en la carne? Ea, hermanos, fijémonos en las obras, no en el estrépito de las palabras. Investiguemos por qué vino Jesucristo en la carne y hallaremos quiénes niegan que viniera en la carne. Pues, si te fijas en lo que dicen de palabra, oirás a numerosos herejes confesar que Jesucristo vino en la carne. Pero la verdad les declara convictos de lo contrario. ¿Por qué vino Cristo en la carne? ¿No era Dios? ¿No está escrito de Él: En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios y la Palabra era Dios?45 ¿No alimentaba y alimenta Él mismo a los ángeles? ¿No vino aquí sin alejarse del cielo? ¿No ascendió sin abandonarnos? ¿Por qué, pues, vino en la carne? Porque convenía que nos mostrase la fe en la resurrección. Era Dios y vino en la carne. Dios, en efecto, no podía morir, pero sí la carne. Por eso vino en la carne, para poder morir por nosotros. Con todo, ¿cómo murió por nosotros? Nadie tiene mayor caridad que esta de entregar su vida por los amigos46. La caridad, pues, fue la que le condujo a encarnarse. Por tanto quien no tiene caridad, niega que Cristo haya venido en la carne. Llegado aquí, pregunte ya a cualquier hereje si vino Cristo en la carne. «Vino, responde. Así lo creo y así lo confieso». -«Precisamente eso es lo que niegas». -«¿Cómo que lo niego? Estás oyendo cómo lo afirmo». -«Al contrario, yo te dejo convicto de que lo niegas. Lo proclamas de palabra y lo niegas con las obras». -«¿Cómo, dices, lo niego con las obras?» -«Porque Cristo vino en carne precisamente para morir por nosotros. Él murió por nosotros, precisamente para mostrarnos una gran caridad: Nadie tiene mayor caridad que esta de entregar la vida por sus amigos. Tú no tienes caridad, puesto que por mantener tu cargo honorífico desgarras la unidad».

Discernid, pues, a partir de este criterio qué espíritu es de Dios. Golpead, tocad las vasijas de barro por si se agrietan y suenan como rotas que están; ved si dan el sonido que les es propio, ved si existe ahí la caridad. Te excluyes de la unidad del orbe de la tierra, divides la Iglesia con tus cismas, desgarras el cuerpo de Cristo. Él vino en carne para reunir, tú gritas para esparcir.

Así, pues, es de Dios aquel espíritu que afirma que Cristo vino en la carne; el que lo dice, no de pico, sino con los hechos, el que lo dice no voceando, sino amando. En cambio, no es espíritu de Dios quien niega que Cristo vino en la carne. El que lo niega asimismo no de pico, sino con la vida; no con palabras, sino con los hechos. Está, pues, claro, hermanos, cómo podemos conocer el Espíritu. No todo el que está, de hecho, dentro, está realmente dentro; en cambio todo el que está de hecho fuera, está realmente fuera.

Niega a Cristo quien disgrega la Iglesia

14.Incluso, para que sepáis que remite al criterio de los hechos, están estas otras palabras: Y todo espíritu que disgrega a Cristo, negando que viniera en carne, no es de Dios47. Se entiende que lo disgrega con los hechos. ¿Qué te muestra con esas palabras? A uno que niega, puesto que dijo: Disgrega.Él vino a reunir, tú a disgregar. Pretendes disgregar los miembros de Cristo. ¿Cómo no niegas que Cristo haya venido en la carne tú que disgregas la Iglesia de Dios que él congregó?Vas, pues, contra Cristo; eres un anticristo. Estés dentro, estés fuera, eres un anticristo. Sólo que cuando estás dentro, estás oculto y, cuando estás fuera, te descubres. Disgregas a Jesús y niegas que haya venido en la carne; luego no eres de Dios. Por eso dice Jesús en el evangelio: El que quebrante uno de estos mandatos más pequeños y así lo enseñe, será tenido por el menor en el reino de los cielos48. ¿Qué quiere decir con quebrante y qué con enseñe? Se quebranta con los hechos y se enseña como con palabras. Tú que predicas que no hay que robar, robas49. Quebranta, pues, con los hechos el que hurta; y al hacerlo es como si enseñase. Será tenido por el menor en el reino de los cielos, es decir, en la Iglesia de este tiempo. De personas así es de las que se dijo: Haced lo que dicen, pero no hagáis lo que hacen50. Mas quien los cumpla y los enseñe, será tenido por grande en el reino de los cielos51. Al obrar de esta frase corresponde el quebrantar de la primera, es decir, no hacer y enseñar eso. Así, pues, quebranta el que no hace. ¿Qué nos enseña, sino que preguntemos a los hechos y no creamos a las palabras? La oscuridad de estos temas nos obliga a hablar mucho al respecto, sobre todo con el objetivo de que llegue también a los hermanos menos inteligentes lo que Dios se digne revelarnos. Todos, en efecto, han sido adquiridos con la sangre de Cristo. Y temo que no logre acabar la carta en estos días, según había prometido. Pero -cosa que agrada al Señor- mejor es guardar las sobras, que no empachar los corazones con demasiado alimento.