SALTERIO (COMPUESTO PARA SU MADRE)

SALTERIO

COMPUESTO PARA SU MADRE

Traductor: P. TEODORO CALVO MADRID

Señor Dios omnipotente, Rey de la gloria eterna, que conoces que aquel es varón bienaventurado que despreciando el camino de los pecadores, medita la ley de tu precepto día y noche; enséñame a mí, pecador, a servirte fielmente con el corazón y con temor y temblor, y escucha mi clamor que humildemente te invoca: Así escucha mis palabras con clemencia, para que no me abandones a mí, delincuente. En la ira de tu furor que ni ese enemigo antiquísimo, que está al acecho, ¡nunca arrebate mi alma como un león, si no hay quien me redima ni me salve! Pero tú, Señor, cuyo nombre es admirable en el cielo y en la tierra, pon en fuga a mi enemigo, para que se debilite y perezca ante tu rostro: que nunca pueda envolver mi alma con lazos de fuego, que ni el azufre, ni el espíritu de rebeldía me envuelva. Pero a causa de la miseria del desvalido y del gemido del pobre, levantado, mírame ahora y escúchame, Señor, porque eres consejo del desvalido y su esperanza. Haz, Señor, que de tal modo entre sin mancha, y obre la justicia, que la gracia de tu misericordia sea parte de mi heredad. Guárdame como la pupila del ojo, y protégeme bajo la sombra de tus alas; porque tú eres mi virtud, mi firmamento y mi refugio. Señor, límpiame de mis pecados ocultos, y libra a tu siervo de los ajenos. Mándame el auxilio del santo, y dame el deseo de mi alma. Líbrame de las fauces del león y guíame por las sendas de tu justicia, para que pueda subir a tu monte santo, y estar en tu lugar santo, inocente de mano y puro corazón. No te acuerdes de los delitos de mi juventud y de mis ignorancias. No pierdas mi alma con los impíos, y no me entregues a las almas de los que me persiguen; pero escucha propicio de tal modo la voz de mi súplica, que oigas clemente al que invoca la gloria de tu santo nombre, y te compadezcas de mí, y atiéndeme. Señor, para que, esperando en ti, no sea confundido eternamente. Y perdóname la impiedad de mi corazón. Que tu misericordia, Señor, caiga sobre mí, como lo espero de ti, y, librándome de mis angustias, di a mi alma: Yo soy tu salud. Y, porque espero en la protección de tus alas, dame la petición de mi corazón, y ven en mi ayuda, Señor, Dios de mi salvación. Señor, dame a conocer mi fin, y el número de mis días, para que conozca qué es lo que me falta. Escucha propicio la voz de mi lamento, y sácame del lago de la miseria y del lodo de la inmundicia. Afirma mis pies sobre roca, y dirige mis pasos por el camino recto. En el día malo líbrame, Señor, para que entre en el lugar del tabernáculo admirable de la casa de Dios: porque Tú eres mi Dios y mi fortaleza. No desvíes mis pasos de tu camino, para que ame la justicia y odie la iniquidad. Sé para mí refugio y fortaleza, porque Tú eres rey grande sobre toda la tierra. Tú, que diriges a todos eternamente, libra mi alma de la mano infame, cuando me alcanzare. Y Tú, cuando te manifiestes para juzgarnos, compadécete de mí según tu gran misericordia, y no apartes de mí tu Santo Espíritu. Piadosísimo Señor, en aquella hora aparta de mis pecados tu rostro, y borra todas mis iniquidades. Crea en mí un corazón limpio; Dios, renueva también el espíritu recto en mis entrañas; para que como olivo fructífero sea recibido, como óleo de santidad eternamente con Israel. Sálvame en tu Nombre y líbrame por tu poder. No desprecies mi petición, y ten compasión de mí. Manda desde el cielo, y líbrame, y avergüenza a los que me oprimen, quebranta sus dientes en sus bocas, y rompe las fauces de los leones. Tú eres mi Dios y mi misericordia, que tu diestra me salve, y me proteja con el manto de tus alas, cuando des a cada uno según sus obras. Mientras mi alma tiene sed de ti, protégeme del contubernio de los que planean el mal. Cuando llegue ante ti toda carne, no apartes de mí tu misericordia, y no retires de mí tu Santo Espíritu, sino ilumina sobre mí tu rostro. Haz que mi camino sea próspero, Dios Salvador mío, para que no me trague el abismo, ni el pozo abra sobre mí su boca.

Señor, mi ayudador y liberador, Señor, no tardes. Porque, Señor, espero en ti, que no sea confundido eternamente. Cuando juzgues a tu pueblo, y perezcan esos que se alejan de ti, que no sea rechazado yo, humilde, si fuere confundido. Porque Tú eres Juez justo, tú humillas y exaltas, demasiado terrible, ¿y quién te resistirá entonces con tu ira? Tú eres Dios que sólo haces grandes maravillas. Así como alimentaste con pan a tu pueblo en el desierto, y no lo defraudaste en su deseo, así tu gracia me conforte a mí, hambriento, y que tu misericordia me prevenga fácilmente. Y Tú, tutor mío, dame el pan de las lágrimas y la amargura de las compunciones en el tiempo de la tribulación; y dame que de la piedra saque la dulzura de la suavidad eterna. Dios, que disciernes todas las cosas entre justos y pecadores, que solo eres el Altísimo sobre todos los pueblos, ten misericordia de mí y dame la bendición, Tú que diste la ley; perdona la iniquidad de mi corazón; y perdona todos mis pecados; salva a tu siervo, Dios mío, que espera en ti. Dios, que fundaste tu Iglesia en los montes santos, inclina tu oído a mi súplica. Que tu mano me ayude para que no sea desviado en la iluminación, pero líbrame del lazo de los cazadores, y de la ruina, y del demonio meridiano, para que, plantado en la Casa del Señor, florezca como una palmera, y como cedro, que está en el Líbano, merezca ser multiplicado para la duración de los días. Sé mi refugio, y el auxilio de mi esperanza, Dios mío y Rey grande sobre toda la tierra. Cuando juzgues el orbe de la Tierra con equidad, y a los pueblos con tu verdad, que goce de la luz perenne con los justos, y de la alegría con los rectos de corazón. Sálveme tu diestra, y tu santo brazo. Tú, que te sientas sobre querubines, hazme estar en tu presencia con exultación, para que camine con la inocencia de mi corazón en medio de mi casa. Que no se adhiera a mí un corazón perverso; sino que mis ojos estén puestos sobre tus fieles santos, y para que me siente entre ellos caminando por el camino inmaculado, cuando disperses en el juicio de tu ciudad a todos los que aquí obran la iniquidad. Señor, escucha mi oración, y mi clamor llegue hasta ti. No apartes tu rostro de mí, en cualquier día en que esté atribulado inclina a mí tu oído. Sé misericordioso con todas mis iniquidades, y libra mi vida de la muerte. Sacia mi deseo de tus dones. Tú, que miras a la tierra y la haces estremecer, Tú, que sacaste a tu pueblo con exultación, y a los elegidos con alegría, haz que recuerde el juicio y la justicia en todo tiempo; sácame de las tinieblas y de la sombra de muerte, para que cante con un corazón dispuesto, y te diga el salmo. Haz conmigo un signo para el bien por tu misericordia y por tu nombre; para que en los esplendores de los santos, en el consejo de los justos y en su congregación, mi justicia permanezca para siempre, y mi música te exalte en la gloria. Y cuando mandes levantarme desvalido de la tierra, y me eleves pobre del estiércol, que te bendiga desde ahora y por siempre, y entonces te agrade en la región de los vivos, rompe mis cadenas, y confírmame en tu misericordia. Cuando te invoque en la tribulación, Señor, escúchame con generosidad. Dame, Señor, una ley para que viva, y escoja siempre los caminos de tu justicia. Dame entendimiento para que medite tu Ley y la guarde con todo mi corazón. Me extravié como oveja que había perecido, buscando libre mi alma. Guarda mi entrada y mi salida para que en tu casa estén firmes mis pies, en los atrios de Jerusalén. A ti levanto mi alma y mis ojos, a ti que habitas en los cielos; libra mi alma de los lazos de los cazadores para que no extienda mis manos a la iniquidad. Llena de gozo mi boca y de exultación mi lengua. Cumple mi deseo de bien, y bendíceme desde Sión, para que vea los bienes que hay en Jerusalén, aleja de mí la iniquidad. Estén tus oídos atentos a la voz de la oración de tu siervo, Señor. Que no sea engreído mi corazón por la soberbia, ni mis ojos sean altivos, sino que sienta humildemente, hasta que encuentre un lugar para el Señor, un tabernáculo para el Dios de Jacob. Allí donde has mandado la bendición y la vida para siempre; allí alzaré mis manos al Sancta, y te bendeciré a ti que juzgas a tu pueblo, y te consolarás con tus siervos. Dios de los dioses y Señor de los señores, pruébame, a mí que me lloro, y que adoro en tu santo templo, y posee mi corazón; pregunta y conoce mis caminos, y guíame por el camino recto. Consérvame, Señor, y líbrame de la mano del pecador y de los inicuos. Que mi oración se dirija como el incienso en tu presencia, Señor. Saca de la cárcel a, mi alma, para confesar tu nombre, Señor. Escúchame en tu justicia, y no entres en juicio con tu siervo, Señor. Óyeme enseguida, Señor, para que mi espíritu no desfallezca, porque Tú eres mi Dios, mi misericordia, mi refugio y mi defensor. Porque eres grande y muy digno de alabanza, y tu magnanimidad no tiene fin; levanta al caído, desata al encadenado, ilumina al ciego, Tú que edificas Jerusalén. Y cuando hayas asegurado los cerrojos de tus puertas, que esté yo dentro fuertemente unido con la compañía de tus hijos. Como te aman los ángeles, y todas tus virtudes en el Reino de los cielos, igualmente allí yo, exultante con gloria en el coro de los santos, alabe y glorifique tu nombre con los címbalos de los labios, porque es santo y glorioso, y reina siempre por infinitos siglos de siglos. Amén.