RÉPLICA A JULIANO (OBRA INACABADA)

LIBRO III

¿Por qué implora Juliano la ayuda de Dios?

1. Juliano.- "Sería, sin duda, oportuno poner de relieve todas las virtudes del género humano; sería oportuno que nuestra mente poseyera sabiduría para hacer frente al crimen y merecer, con santos deseos, el favor del Creador; por último, como perseverar en la senda feliz de nuestra piedad y de nuestro fervor primitivo es extremadamente duro, deberíamos rechazar los vicios, tan largo tiempo amados, y retornar a la práctica de la justicia y enmendar la vida. Por cierto, sería también conveniente perseverar en el culto inviolable de Dios, sin que fuese necesario defender la ley divina al precio de una lucha sin cuartel; pero como el furor de los pecadores hace progresos, nos vemos obligados a desarrollar un gran esfuerzo y probar que Dios es justo, y para cumplir nuestra promesa retornamos, con la ayuda divina, al final del libro anterior con plena confianza en su justicia".

Agustín.- Imploras el auxilio divino para hinchar de vaciedades tus libros y no lo invocas para corregir tu perversa doctrina. Quisiera, sin embargo, me dijeses para qué imploras en este libro el auxilio de Dios, si depende de tu libre albedrío hacer esto o no hacerlo. ¿Es con objeto de obtener algo que no está en tu poder y te es indispensable como el alimento y el ocio, para no hablar de otras cosas? Porque esto nos lo proporciona el Señor casi siempre por medio de otros.

Ves que al invocar el socorro de Dios todopoderoso para llenar las páginas de tus libros, le pides poder disponer de la voluntad humana, de manera que vengan los hombres en tu ayuda y despejen todos los obstáculos. Porque, si no quieren los hombres proporcionarte alimento y socorros necesarios, si no quieren, por último, dejar de importunarte y ponerte obstáculos, no podrías escribir o dictar tus libros. Tienes, pues, esperanza de que, con el auxilio de Dios, quieran los hombres entre los que vives proporcionarte cuanto necesitas. Pero el Señor, cosa que vosotros no creéis, es quien prepara la voluntad 1. En consecuencia, o corrige tu error, o deja de implorar el auxilio divino para defenderlo.

Justicia de Dios y castigo de los niños

2. Jul.- "En mi primer libro quedó probado de una manera exhaustiva que Dios es la misma justicia y que, si se pudiera probar que no es justo, quedaría demostrado que no es Dios. Despejada toda duda sobre este punto, parece evidente que la justicia no es otra cosa que una virtud por la que te abstienes de juzgar inicuamente o practicar una acción injusta, y, por el contrario, da a cada uno lo suyo sin engaños ni favoritismos, es decir, sin acepción de personas".

Ag.- Dices verdad. "sin engaño", para que no se castigue al inocente; pero si la justicia de Dios no fuese acompañada de "gracia", nunca habría muerto Cristo por los impíos; es decir, por los que nada bueno habían hecho y sí mucho malo; por fin, entre los niños, en los que no hay ni voluntad ni obras buenas precedentes, a unos los adopta como herederos del reino, y priva a otros de este favor; y precisamente aquel que "ni juzga contra justicia, ni obra iniquidad y da a cada uno lo suyo sin engaño". Reconoce, pues, como vasos de honor elegidos por gracia, a los niños destinados al reino de los cielos; y como vasos de ignominia a cuantos, en justicia, no son elegidos; y para no acusar a Dios de injusticia, confiesa la existencia del pecado original.

El pecado original, obra de una voluntad libre

3. Jul.- "Consta ser de esencia de esta virtud no castigar a ningún súbdito si no es por faltas cometidas con pleno conocimiento y plena libertad".

Ag.- El pecado original fue cometido por voluntad libre de aquel en quien la naturaleza humana fue condenada; y por eso los hombres, desde su nacimiento, son reos de condenación si no renacen en el que nació inocente. Vosotros queréis destruir este dogma cristiano, pero él permanece y vosotros seréis destruidos.

Ambrosio, defensor del pecado original

4. Jul.- "Exige la justicia no imponer a los hombres preceptos que se sabe no los puede cumplir la naturaleza humana; y a nadie se le puede condenar por acciones naturales.

Ag.- Pero "existió Adán y en él todos existimos" 2; pecó, y en él todos perecimos, a no ser que salve a los que le plazca, aquel que vino a buscar lo que estaba perdido.

No es injusto el yugo pesado que pesa sobre los niños

5. Jul.- "No imputa la justicia a unos los pecados de otros, ni condena a eternos suplicios a inocentes hijos por los pecados de sus padres, pues, por sí mismos, no hicieron bien ni mal, ni tampoco puede decirse que hayan imitado los crímenes de sus antepasados. El conjunto de estos principios prueba que Dios existe y es justo; porque es evidente que, si pudiera cometer injusticia alguna, su divinidad no sufriría menos deterioro que su justicia".

Ag.- Dices verdad y, en consecuencia, no comete Dios injusticia al imponer un duro yugo a los hijos de Adán desde el día de su nacimiento, cuando salen del vientre de sus madres. Lo que sería injusticia manifiesta si no existe el pecado original.

Sabiduría del Eclesiástico

6. Jul.- "¡Oh triste condición la del error humano! Experimento un profundo dolor cuando peso las razones de este debate. ¿Cómo han podido ponerse en duda estas verdades? ¿Cómo tiene necesidad esta causa de ser probada? ¿Pudo en las Iglesias que confiesan creer en Cristo dudarse de los justos y razonables juicios de Dios?"

Ag.- Y porque no se duda, por eso está escrito que pesa un duro yugo sobre los hijos de Adán desde el día que salen del vientre de sus madres. Y no es superior la sabiduría pelagiana a la sabiduría del Eclesiástico.

Justicia de Dios, la defiende Agustín

7. Jul.- "Mas el gran respeto que tengo por la verdad me hace olvidar el objeto de nuestra discusión. Me asombra que haya podido ponerse en tela de juicio la justicia de Dios; y consta que en la sinagoga de los traducianistas jamás se dudó de la injusticia de Dios".

Ag.- Porque no se pone en duda la justicia de Dios, por eso se cree es justo el duro yugo que pesa sobre un niño; y porque se cree es justo, no se cree que pueda existir un niño sin pecado original. Por eso, en la Iglesia católica -que es la nuestra y de la que salieron los pelagianos-, lejos de poner en duda, como tú dices, sea Dios in justo, se afirma su justicia; en efecto, enseña esta Iglesia y proclama que ni el niño cuya vida sobre la tierra es de un día está exento de mancha de pecado 3; en consecuencia, en los males que sufre un niño se reconoce la justicia de Dios, no su injusticia.

El pecado original justifica el castigo de los niños

8. Jul.- "Es tanto más odiosa esta doctrina, cuanto el amor al mal es más grave que la indiferencia ante el bien, y más perniciosa es la impiedad formal de la voluntad que la duda de la verdad, en fin, es más criminal atreverse a culpar a Dios que rehusar rendirle adoración".

Ag.- Lo cierto es que vosotros acusáis a Dios al negar tengan pecado los niños y constatar que, por justo juicio de Dios, soportan un pesado yugo.

Condenación de los niños no bautizados y justicia divina

9. Jul.- "Dijo el necio en su corazón: No hay Dios. Testigo, el profeta David; sin embargo, no dice que Dios existe 4, pero es injusto. Grita toda la naturaleza unánime y dice que la justicia es un atributo divino, más fácil sería encontrar un hombre que niegue la existencia de Dios que su justicia. Puede existir alguien que niegue existir lo que no ve, pero no se ha encontrado ni uno que niegue la justicia de Dios".

Ag.- Este uno eres tú. ¿A quién, sino a ti se dijo: Sospechas que yo pueda ser injusto, como tú? 5 Saben los cristianos católicos que existe Dios y es justo, no pueden dudar de que los niños nacidos, si mueren en su edad más tierna sin haber renacido, aun siendo imágenes de Dios, son excluidos del reino de los cielos sin injusticia; justo castigo del pecado original.

Los doctores de la Iglesia, con Agustín

10. Jul.- "Al negar nuestro necio la existencia de Dios, parece situarse en el último peldaño del crimen; pero la raza de maniqueos y traducianistas le supera en audacias sacrílegas".

Ag.- Conozco la ciencia y fama de los doctores de la Iglesia de Cristo, y al hablar del pecado original y de la justicia de Dios, creyeron lo que yo creo, enseñaron lo que yo enseño, defendieron lo que yo defiendo; de ahí que tus afrentas son para mí alabanzas.

Juicios inescrutables de Dios

11. Jul.- "Regresemos al punto de partida. Quedó claro que aquel a quien nosotros reconocemos como Dios verdadero no puede pronunciar sentencia injusta; por tanto, nadie puede ser por pecados ajenos condenado; de donde se sigue que la inocencia de los niños no puede ser condenada por la maldad de los padres, pues sería una injusticia se transmitiese la culpa por la semilla".

Ag.- ¿Por qué se dijo: Su raza será maldita desde el principio? Y, en otro sentido, se dice: Raza de Canaán, no de Judá 6; palabras que indican a quienes se asemejan y de quienes habían degenerado; pero raza maldita era la de aquellos que el sabio quiere designar malos por naturaleza, como es la de los hijos de Adán, transformados en hijos de Dios por gracia.

Cuando se dice: Sabía era su raza necia y su malicia innata, y que jamás podía cambiar de manera de pensar, por ser, desde su origen, raza maldita 7, me parece se acusa la naturaleza, no la imitación; la naturaleza viciada por el pecado, no la creada en el primer hombre. Y ¿de quién toma origen esta raza maldita sino de aquel único hombre por el que entró en el mundo el pecado?

Por ellos mismos no pueden cambiar, pero sí pueden ser transformados por el Dios todopoderoso; sin embargo, por justo juicio, aunque inescrutable, no los cambió. Sabe el Apóstol que el cambio se debe a la gracia de Dios, no al libre albedrío, y dice: Fuimos también nosotros, por naturaleza, hijos de ira como los demás 8.

Dios juzga y manda juzgar

12. Jul.- "La evidencia de estos principios es tal que es imposible encontrar nada más incontestable o más conforme a la verdad. No obstante, como prometí comprobar esto mismo con testimonios de la ley divina, es decir, probar que sería suma injusticia imputar a los hijos los crímenes de los padres y que el mismo Dios reprueba imputaciones de este género y prohíbe en su ley juzgar de manera tan odiosa, cumplo lo que prometí y dedico todo mi segundo libro a exponer las palabras del Apóstol Pablo; y desde el principio de este libro doy cumplimiento a mi promesa.

Leemos en el Deuteronomio, en el catálogo de los preceptos que ordenan toda la vida y conducta de aquel pueblo, al que Dios expresamente dio un mandato que se puede comprender por el contexto. Dice: No oprimirás al jornalero pobre y menesteroso, ya sea de tus hermanos o de los prosélitos que habitan en tus ciudades. Le darás diariamente su jornal; y no se pondrá el sol sin dárselo, pues es pobre y con él sustenta su vida, para que no clame contra ti al Señor y sea en ti pecado. Los padres no morirán por los hijos, ni los hijos por los padres; cada uno morirá por su pecado" 9.

Ag.- Se refieren estas palabras a los hijos ya nacidos, no a los hijos condenados en el primer padre, en el que todos pecaron y en el que todos murieron. Prohíbe Dios a los jueces hacer morir al padre por su hijo, o al hijo por el padre cuando sólo el padre o sólo el hijo es culpable. Además, Dios no encadena sus juicios por esta ley, ya juzgue en persona, ora por hombres a quienes comunica espíritu profético. Cuando hace perecer todos los hombres en el diluvio, exceptuados Noé y su familia, no separó a los niños que aún no habían imitado a sus padres; no abrasó el fuego a los sodomitas sin sus hijos. Y si el omnipotente lo hubiera querido, los habría salvado.

Acaj es el único culpable de la transgresión de la ley; sin embargo, fue condenado a muerte con sus hijos e hijas. ¿Qué decir de tantas ciudades conquistadas por las armas del servidor de Dios Jesús Nave? ¿No fueron masacrados todos sus habitantes sin quedar ni un sobreviviente? ¿Qué mal hicieron los niños? No obstante, no perecieron en castigo por los pecados de sus padres, de los que no pudieron ser cómplices ni imitadores, y por justo juicio de Dios sufrieron pena común? Dios juzga de una manera y manda juzgar de otra; y sin duda, Dios es más justo que el hombre. Debiste pensar estas cosas antes, para no entretenerte en ejemplos que ni de lejos se relacionan con nuestra causa.

Levítico 26, 39 replica a Juliano

13. Jul.- "No torcerás el derecho del prosélito, ni del huérfano y la viuda; ni tomarás en prenda la ropa de la viuda, porque esclavo fuiste en Egipto, y de allí te rescató el Señor tu Dios; por tanto, yo te mando observar esto 10. Al instituir Dios esta norma judicial tuvo cuidado en sancionar no fueran castigados los padres por el crimen de los hijos, ni los hijos por las faltas de sus padres. El principio y base de la justicia dada por Dios, para observarse en las causas judiciales, consiste en que los padres no se conviertan en sujeto de acusación para los inocentes, y que una familia entera no incurra en castigo merecido por una sola persona. No confunde la justicia en actos personales a consanguíneos y afines. Lo que no haría si no existiese diferencia entre una causa voluntaria y la de la sangre, o si la generación transmitiese a la descendencia las acciones del libre albedrío. Queda, pues, suficiente y sobradamente probado que esta manera criminal de juzgar, admisión de una nueva herejía, está condenada ha tiempo por la ley antigua y con tal evidencia, que toda duda sobre este punto queda zanjada".

Ag.- Pero tienes a Dios en contra tuya, pues dijo en el Levítico: Y los que queden de vosotros perecerán a causa de sus pecados y los de sus padres 11.

Le asfixian a Juliano los niños

14. Jul.- "Dios establece el procedimiento a seguir en las causas judiciales, para impedir sean sometidos los inocentes a la suerte de padres culpables; exceptúa al padre del castigo de un hijo pecador, y al hijo del castigo del padre; y sin duda, por esta distinción demuestra que los pecados de los padres no se pueden transmitir a sus hijos, ni los de los hijos remontarse a sus padres".

Ag.- Te asfixian los niños que mueren, no por sus pecados, sino por los de sus padres, como con frecuencia se lee.

Juicios humanos y juicios divinos

15. Jul.- "El que, contra esta sentencia de la Escritura, afirme la existencia de un pecado transmitido, diga que también existe un flujo del pecado; de suerte que si los pecados descienden de padres a hijos, asciendan de hijos a padres. Porque la autoridad de la ley divina establece que los crímenes de los padres no perjudican a los hijos, ni los de los hijos a los padres".

Ag.- No quiso la autoridad de la ley divina que, en los juicios humanos, paguen los hijos las culpas de sus padres; pero no en los juicios divinos. Es palabra de Dios: Yo castigo los pecados de los padres en los hijos 12. Así debes leer las palabras de la ley, pero debes también pensar en que puedes oír palabras que no quieres.

Dios venga en los hijos el pecado de los padres

16. Jul.- "Te esfuerzas en contradecir esta doctrina y afirmas que Dios hace lo que prohíbe hacer. Es mas cómodo negar exista la ley de Dios que enmendarla; y, aunque la negación sea sacrílega, la enmienda sería absurda e impía. En efecto, si de dos preceptos acatas uno, e, ingrato, rechazas otro, tu adhesión al primero entraña acatamiento del segundo; el que amas te obliga a obedecer al que rechazas; porque la dignidad del que te agrada protege al que desprecias; y es un absurdo de marca creer se observan los mandamientos cuando se admite una parte.

En consecuencia, es más lógico negar la totalidad de la ley que enmendarla; no hay impío que se atreva a reformar la ley; los hombres piadosos y prudentes la aceptan íntegra. Nadie se turbe porque hayan cesado los ritos del Antiguo Testamento en el Nuevo. No hay paridad entre virtud y víctima; una cosa es la estabilidad de los preceptos, otra la temporalidad de los sacrificios. La venida de Cristo, prefigurada en los sacrificios antiguos, cumplieron su finalidad institucional, no condenaron la ley; en tiempos del Mesías no se ve hayan sido observados, pues el sacrificio perfecto hizo cesasen los sacrificios que lo preanunciaron".

Ag.- ¿Y todo esto para qué? Dios dijo vengaría en los hijos los pecados de los padres, no los sacrificios; y aunque puedan los padres imitar la mala conducta de sus hijos, nunca ha dicho Dios: Vengaré en los padres los pecados de sus hijos; pero en cualquiera pasaje que habla de esto, y lo hace con frecuencia, dice castigará en los hijos las iniquidades de sus padres; y por estas palabras da a entender que castiga los pecados transmitidos por generación, no los pecados de imitación.

Dios ni puede mentir ni ser injusto

17. Jul.- "Los preceptos de fe, piedad, justicia, santidad, lejos de ser abrogados, se acrecientan. La ley de la justicia tiene validez en todos los juicios aducidos en el Deuteronomio, y se refiere, no sólo a la época de las ceremonias legales, sino que tiene la duración de los preceptos irrevocables, no desaparecieron con la circuncisión, al contrario, subsisten bajo el imperio de la justicia".

Ag.- Estos preceptos -te lo he dicho ya- se han intimado a los hombres sin prejuzgar los juicios de Dios. Si un juez dice: Vengaré en los hijos los pecados de los padres, cometería una gran injusticia y estaría en contradicción con los preceptos divinos; sin embargo, dice Dios esto y no es ni mentiroso ni injusto.

Los insultos de Juliano son elogios para Agustín

18. Jul.- "Si se da más crédito a las palabras de Moisés, intérprete de Dios, que a las de Agustín, intérprete de Manés, es absolutamente incuestionable que los hijos no son, por naturaleza, culpables de los pecados de sus padres..."

Ag.- Sabes que defiendo contra ti la misma fe que en la Iglesia católica aprendieron y enseñaron santos e insignes doctores católicos que existieron antes que nosotros; y como ni tus mismos discípulos te permitirían cubrir de lodo sus nombres, has preferido arrojar sobre mí la baba de tu acusación mentirosa, esperando persuadir a los tuyos a evitarme y conseguir así abandonar la fe, cuya defensa es vuestra condena. Como arriba te he dicho, cuando recibo, como defensor de la fe católica, ultrajes de los herejes, son para mí verdaderos elogios. ¿Por qué tantos afanes en explicarnos lo que ya sabemos? Moisés dijo verdad; en cambio tú nada dices. Dijo Dios, no el hombre: Vengaré en los hijos los pecados de los padres 13; pero no manda Dios, en este precepto, que el hombre obre así; indica tan sólo cómo obra él.

Pecado que se transmite por generación

19. Jul.- "Por lo tanto, no pasan a los hijos los crímenes de sus padres, aunque de ellos desciendan; ni las culpas de los hijos pasan a los padres, que no pueden ser engendrados por sus hijos. Por consiguiente, es imposible que el nacimiento manche la inocencia, pues no puede dañar lo que no existe".

Ag.- No puedes negar que hay padres que imitan a sus hijos; pero nunca ha dicho Dios: Vengaré en los padres los pecados de sus hijos. Cuando dice de los padres en los hijos, no acusa pecado alguno de imitación, sino de generación; y esta venganza no es la que sufrió aquel por quien fue la naturaleza humana deteriorada, y, por su pecado, debe el hombre morir; con todo, los pecados de ciertos padres son por sus hijos expiados, no en virtud de acciones imitativas; sí, a causa de la generación. Por este motivo no se dice "hasta la tercera o cuarta imitación, sino generación". Vosotros no queréis sea así; pero lo queráis o no, tenéis que escuchar estas palabras.

Alancea Juliano adversarios imaginarios

20. Jul.- "Queda la cuestión terminada; sin embargo, esté atento el lector a lo que voy a decir. Si existiese alguien que, con libertad de palabra, profesase lo que el traducianista quiere establecer, es decir, si declarase la guerra a la ley de Dios y, sin temor, rechazase la doctrina que defendemos, y, sirviéndose de todos los medios, afirmase el doble mandamiento dado por Dios; si intentase, en la medida de sus posibilidades, cambiarlos, pensaría que los padres son y deben ser condenados por los pecados de sus hijos, y éstos por los pecados de sus padres; con todo, no podría afirmar, según su sentir, que exista transmisión del pecado.

¿Por qué? Porque aunque fuese cierto ser falsa la ley cuando testimonia que es imposible mancharse con pecados ajenos a causa de los lazos de sangre, es incuestionable que no existe transmisión de pecado. Pues por el hecho de recaer la culpabilidad de los padres sobre los hijos y la de los hijos sobre los padres, consta no es la generación el canal por el que pasa a los hijos el pecado de los padres, porque de los hijos no puede pasar a los padres por generación.

En resumen, la ley divina conserva inviolable su autoridad y los argumentos de los impíos no pueden invalidarla, pues establece en términos rotundos y claros que es un sentir odioso y perverso, del que es necesario guardarse muy mucho, sostener que los hijos sean culpables de los pecados de sus padres; esta sentencia fulmina el andamiaje del traducianismo; la verdad presta a la fe que defendemos un apoyo tan sólido, que ni por la impiedad capaz de negar la ley de Dios puede ser destruida".

Ag.- Buscas dónde pasear el ocio de tu locuacidad vagabunda y te haces odioso a los hombres que gustan adherirse a la sustancia y desprecian las palabras superfluas. Eres derrotado por adversarios reales y te empeñas en alancear adversarios imaginarios. ¿Quién te ha dicho que las normas trazadas por Dios para los juicios humanos sean contrarias a la verdad, pues tanto los padres como los hijos han de responder de sus actos, de modo que unos no puedan ser castigados por los pecados de los otros? Nadie contradice esta regla formulada en la ley o en tus libros, pero no tapones los oídos a la voz de Dios que grita: Castigaré los pecados de los padres en los hijos; y pues dice esto en muchos pasajes, y en parte ninguna nos dice que vengue los pecados de los hijos en los padres, para que entiendas que cuenta no a quienes se imita sino por quienes somos engendrados.

Castigo de pecados de los padres en los hijos

21. Jul.- "Ahora dirijo a mi adversario la palabra. ¿Acatas la ley de Dios -conozco tu profesión y tus argumentos- o la rechazas? Si la acatas, ha terminado la discusión; si la rechazas, terminó el consenso; si la acatas, se extinguieron los traducianistas; si la rechazas, rebrota la perfidia de los maniqueos; consta, pues, que es imposible concordar vuestra opinión y la ley de Dios".

Ag.- Acato la ley de Dios; tú, en cambio, no la aceptas. No niego que el hijo debe ser condenado a causa del padre, ni el padre por el hijo, cuando son diferentes sus méritos; pero no quieres entender lo que se lee en el Levítico: Serán dispersados por los pecados de sus padres 14; y en el libro de los Números: Castigo los pecados de los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta generación 15; y en Jeremías: Castigas la maldad de los padres en sus hijos, después de ellos 16. Estos y otros textos semejantes tú no los escuchas; estos y otros semejantes de la ley tú no los acatas; sin embargo, no cesas de oponer maniqueos a católicos.

No hay injusticia en Dios

22. Jul.- "A no ser que digas quizá: Dios manda hacer esto, pero él no hace lo que manda; más bien hace lo contrario de lo que manda hacer".

Ag.- ¿Por qué no pones atención en la insensatez de tus pensamientos? Dios hace, en efecto, algo contrario a lo que manda. No es menester multiplicar los ejemplos. Para no ser extenso citaré algo conocido de todos. Manda la santa Escritura: No te alabe tu propia boca 17; sin embargo, no podemos acusar a Dios de soberbia o de orgullo cuando celebra sus alabanzas en innumerables pasajes. Y para no salir de la cuestión, demostré ya que Dios puede, sin injusticia, hacer morir a los niños con sus padres por los pecados de éstos; aunque prohíba a los jueces condenar a los niños por los pecados de sus padres. Si hubieras advertido esto, no hubieras dicho estas cosas; y si pusiste atención y dices esto, considera vaciedad lo que dices.

Vende Juliano palabras

23. Jul.- "Aunque apenas esbozada aparece en evidencia toda tu impiedad; sin embargo, la divinidad, cuya justicia defendemos, nos permite discutir someramente las consecuencias de esta doctrina. ¿Es Dios prevaricador de su ley por la fuerza irresistible de las cosas o por su debilidad? Y si estas dos hipótesis son inviables, ¿es transgresor por puro placer? Esto ni el propio Manés lo osó afirmar, y por esto supuso que vuestro Dios soporta un duro combate".

Ag.- Vendes palabras cuando la realidad te oprime. No es Dios transgresor de su ley cuando hace Dios como Dios una cosa y manda otra al hombre como hombre.

Juicios divinos

24. Jul.- "Si ni la triste necesidad, ni la flaqueza, ni el placer prevaricador tiene en Dios lugar, ¿cómo es posible que una norma judicial impuesta por mandato la quebrante al juzgar? O mejor, ¿que lesiones, no su justicia, pero sí su honor? Tal es el poder de la justicia, que confunde a los transgresores, sin disminuir su autoridad por los que la incumplen. Por último, ¿puede querer hagamos nosotros lo que es justo y cometer él injusticias para que aparezcamos más justos que él? O mejor ¿que en nosotros se revele la justicia y en él la iniquidad?"

Ag.- Hombre que neceas en demasía, ¿qué es lo que dices? Cuanto más encumbrada sobre la justicia humana esté la justicia divina, tanto más irrastreables y diferentes son sus caminos. ¿Qué justo permite se cometa un crimen si puede evitarlo? Sin embargo, Dios, infinitamente más justo que todos los justos, cuyo poder supera a todos los poderes, lo permite. Piensa en esto y no compares al juez divino con los jueces humanos; no se ponga en duda su justicia ni siquiera cuando hace algo que a los hombres les parece injusto, y que, si el hombre lo hiciera, sería injusto.

El pecado original, pecado nuestro y ajeno

25. Jul.- "¿Es que es justo lo que Dios hace cuando imputa a unos pecados de otros, y a nosotros nos manda lo que es injusto, es decir, que pronunciemos sentencia de culpabilidad según los delitos voluntarios de cada uno?"

Ag.- Relee lo que anteriormente te contesté; y aprende, si puedes, en qué sentido el pecado original es a la vez pecado ajeno y pecado nuestro; ajeno porque no nace de un acto de nuestra voluntad; nuestro, porque existió Adán y en él todos existimos 18.

Juzga Dios con justicia

26. Jul.- "Y ¿de dónde le viene a Dios tanta envidia o tanta malicia? Envidia si, por sus preceptos, engaña a su criatura con su poder para que no imite sus virtudes; malicia, mejor crueldad, si castiga a los hombres por actos injustos cometidos por obediencia a la ley".

Ag.- Demostré más arriba que Dios puede hacer con justicia actos que el hombre no puede hacer sin injusticia. Aunque Dios vengue con justicia sus ultrajes, a los hombres les dice: No os venguéis vosotros mismos, amados míos; dejad lugar a la ira, pues está escrito: mía es le venganza, yo pagaré, dice el Señor 19.

Distinga Juliano

27. Jul.- "¿Acaso no castiga -medida prudente-, pero sí recompensa a sus servidores cuando, obedientes a sus preceptos, obran contra justicia? ¿Por qué habría de sentir envidia si los hombres, con acciones injustas, obtienen el mismo objetivo que si observan justicia? Los que él engaña nada pierden de la felicidad eterna, pero él sí pierde el gozo interior y la gloria que siempre acompañan a las obras de bondad y justicia. ¿No sería más tolerable no someter a los hombres a la práctica de la piedad, en lugar de conducirlos por veredas tan escarpadas y peligrosas?"

Ag.- Sigues sin decir nada. Distingue entre justicia humana y divina, y verás cómo Dios castiga con justicia los pecados de los padres en los hijos; mientras los jueces humanos no pueden, sin injusticia, hacer lo mismo. No te apartes del camino de la justicia; y cuando se dice que Dios venga los pecados de los padres en los hijos, no pienses que no sabe infligir un castigo, o que el hombre lo pueda infligir contra los testimonios y mandatos divinos.

Se condena la generación, no la imitación

28. Jul.- "Y pues no permite Dios a sus servidores hacer lo que él hace, es manifiesto que te alejas del honor del Señor y de la humana razón. Por eso, no somos, como dices, deslumbrados por el error de Pelagio, sino que seguimos la ley de Dios cuando afirmamos es una iniquidad imputar a los hijos los crímenes de sus padres".

Ag.- Dios ha dicho, no una, sino muchas veces, que castigará en los hijos los pecados de los padres. Pero jamás dijo que castigaría los pecados de los hijos en los padres, o los de los hermanos en los hermanos, los de los amigos en los amigos, los de los ciudadanos en los ciudadanos; nada parecido ha dicho nunca, para que entendamos que, por estas palabras, condena la generación, no la imitación. Tú mismo podías entender esto en los textos sagrados, de no impedírtelo tu error pelagiano.

Injurias, no razones, en Juliano

29. Jul.- "La transmisión del pecado es una doctrina hija del maniqueísmo, madre vuestra; deploro haya parido con tan pródiga abundancia en estos borrascosos tiempos".

Ag.- No razonas, injurias y calumnias. Relee los antiguos intérpretes de las Escrituras divinas y verás cómo, no en estos tiempos borrascosos, sino mucho antes, entendieron en nuestro sentido estas palabras muy explícitas del Apóstol: por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte; y así pasó por todos los hombres 20; y se refiere a la generación que sana la regeneración, y no a la imitación que en medio de una borrasca vosotros habéis parido. Por eso la novedad de vuestra malsana doctrina hizo fueseis arrojados del seno de la Iglesia, como tamo que el viento arrebata de la sobrehaz de la tierra 21.

Fija Dios la norma del juicio, no se somete a ella

30. Jul.- "Queda, pues, claro que manda Dios lo que nosotros sostenemos. Y aunque esta afirmación tiene un sentido transparente, accesible a todas las inteligencias, sin zonas en penumbra; no obstante, para que no te refugies en la quebrada de nuestro torpe ingenio y digas no entendemos lo que mandado está, aduciré, no un testimonio de la ley, sino un hecho realizado según la ley para que aprendamos cómo se ha de interpretar la ley.

Leemos en el libro cuarto de los Reyes, de Amasías, hijo de Joás, rey de Judá: Y cuando hubo afirmado en sus manos el reino, mató a los siervos que habían dado muerte al rey, su padre. Pero no mató a los hijos de los que le dieron muerte, conforme a lo que está escrito en la ley del Señor: No morirán los padres por los hijos, ni los hijos por sus padres 22. Ves, pues, cómo la fidelidad de la historia pone de relieve la justicia de un rey juez; porque, aun siendo piadoso, tuvo, como se narra, ciertas claudicaciones en su espíritu; pero su juicio fue confirmado por la autoridad de Dios. Y para que este hecho no perdiese valor en consideración de su autor, se recomienda como hecho cumplido según ley y el testimonio de Dios".

Ag.- Fija Dios a los hombres, no a sí mismo, la norma de juzgar, cuando dijo: Castigaré los pecados de los padres en los hijos 23. Y actuó de esta manera cuando, por mano de Jesús Nave mató a Acar y a sus hijos 24; y se sirvió de este mismo caudillo del pueblo para condenar con severidad, pero no sin justicia, a los cananeos, niños incluidos, en una edad en que no podían imitar los pecados de sus padres 25. No multipliques tus escritos con charlatanerías y vaciedades; escucha con atención la Escritura divina, para no topar en una parte con la puerta cerrada, que creías en otra parte abierta.

Posiciones de Juliano y Agustín

31. Jul.- "Se acostumbra dar crédito al testimonio de dos o tres, incluso cuando se trata de pena de muerte; ¿con cuánta más razón ha de creerse, por el honor de Dios, a dos testigos sagrados, a la ley contenida en el Deuteronomio y a la historia de los Reyes? Dios mismo prescribe cómo quiere se juzgue; y cómo ha de interpretarse lo que manda queda establecido en los juicios pronunciados según ley. ¿Se puede dudar aún que no es posible probar con el testimonio de las Escrituras la transmisión del pecado por generación?

Nuestras posiciones son, ciertamente, contrarias a lo largo de este debate; es decir, lo que vosotros y nosotros defendemos; y tan opuestas y contradictorias son, que luchamos, nosotros con la razón, vosotros con la pasión. Cada parte reconoce la diferencia y oposición de estas palabras, a saber, los niños no pueden ser castigados por los pecados de sus padres; los niños son castigados por los pecados de sus padres; existe un pecado natural, no existe un pecado natural; está en la ley de Dios prescrito que se imputen a los hijos los pecados de sus padres, y está prescrito en la ley de Dios que los pecados de los padres no se imputen a los hijos. Estas proposiciones, en pugna entre sí, es claro no pueden ser ambas verdaderas. De acuerdo, no sucede así cuando, siguiendo las reglas de una discusión científica, se trata de una cuestión oscura y existen dos opiniones, pues las dos pueden ser falsas, pero al mismo tiempo no pueden ser verdaderas. Esta regla no es aplicable cuando se trata de objetos diferentes y se dice que tienen un medio; pero imposible su aplicación en las proposiciones contradictorias, pues carecen de medio. Son reglas conocidas en dialéctica; pero para los lectores que no conocen esta disciplina me serviré de un ejemplo...".

Ag.- Tratas de llenar tus libros con palabras y ensayas adoctrinar a tus lectores, sin necesidad, con reglas tomadas de la dialéctica; y olvidas que la Iglesia de Cristo arroja de su seno al dialéctico hereje. ¿No es, en efecto, manifiesto, que te afanas en vaciar, por la sabiduría de la palabra, la cruz de Cristo 26, que derramó su sangre para perdón de los pecados de todos aquellos por los que murió, entre los que, según tú confiesas, están los niños?

El camaleón y Juliano

32. Jul.- "Sirva Goliat de ejemplo. ¿Qué color tenía? Uno dice, negro; otro, blanco. Ambas afirmaciones pueden ser falsas, pero las dos verdaderas no pueden ser. No puede ser verdad que sea negro si siempre fue blanco; o blanco si en toda su existencia permaneció negro. Las dos opiniones simultáneamente no pueden ser verdaderas, pero pueden ser ambas falsas, si Goliat fue amarillo; o si el blanco y el negro se hallaban mezclados en él en una cierta medida. Es más fácil negar que aceptar dos proposiciones diferentes y contrarias. Dos contrarias que no tienen medio como el bien y el mal, lo justo e injusto, lo inocente y lo culpable no pueden, a un mismo tiempo, coincidir en un sujeto; pues la afirmación de uno entraña la negación de otro; es decir, un precepto, un consejo, un socorro no pueden ser, simultáneamente, justos e injustos. Lo mismo: un hombre no puede ser inocente y culpable, bueno y malo".

Ag.- Nadie pregunta de qué color fue Goliat; pero tú, para mejor engañar, cambias, como el camaleón, de color. Si este método de razonar, que en lugar de edificar te infla y hace ridículo por la jactancia que te inspira; si este método de razonar, repito, te reafirma la imposibilidad de ser, simultáneamente, bueno y malo, se admite como regla de cristiana discusión, un hombre solo no puede ser, al mismo tiempo, bueno por naturaleza y malo por vicio; sin embargo, la voz de la verdad afirma que esto es posible, y tú no niegas y contra la dialéctica das testimonio cuando, de dos cosas que no dudas son contrarias, una la atribuyes al Creador y otra a la voluntad humana. Sienta sonrojo tu dialéctica y se retire de la discusión con los católicos, como tú te has retirado de su comunión Y si, como deseamos, quieres regresar, que ella se quede a la puerta.

Amasías juzgó como hombre

33. Jul.- "Apliquemos el ejemplo a nuestra causa. Imputar a los niños los pecados de sus padres y no imputar a los hijos los pecados de sus padres son dos proposiciones contrarias y las dos no pueden ser igualmente justas; si justicia es que los niños hereden las faltas de sus padres, necesariamente es injusticia decir que, por los mismos delitos, no sean culpables. Y si es bueno mandar una cosa justa, es malo ordenar una injusticia; y aunque sea verdad que lo evidente pierde en la prueba vigor, no obstante, puesta en seguro la causa, ayuda confirmarla con el testimonio de la ley divina; por eso insistiremos en nuestra perícopa con espíritu recto, sin temor a perdernos por las quebradas de las cuestiones presentes.

Admites, predicador del pecado natural, que la ley de Dios prohíbe castigar a los niños por los pecados de los padres. Reconoces también que el pueblo de Dios ha interpretado este precepto en el sentido que nosotros defendemos; por consiguiente, el rey Amasías, obediente a la ley de Dios, frena, en un acto de laudable moderación, la cólera que le inspiró la muerte violenta de su padre; y después de sentenciar a muerte a los asesinos de su padre, perdonó a los hijos, no por debilidad, sino por justicia.

Se elogia al rey Amasías porque actuó, se dice, según la ley de Dios; se ensalza su obediencia a la voluntad del Señor, aunque no se silencien sus idolatrías, y se diga que no imitó la piedad de David, su padre; este rey degenerado de la santidad de sus predecesores, observa en su sentencia la justicia que la ley divina consagra. ¡Tan grande era su respeto a la equidad manifiesta! Piensa, pues, en lo que tu fe tiene de malo; atribuyes a Dios, al que confiesas piadoso, justo, eterno, una iniquidad tal que jamás cometió la soberbia de un rey, ni en el dolor de verse despojado de su realeza".

Ag.- Amasías fue un hombre al que no le era lícito juzgar de las cosas ocultas que no podía conocer; por eso observa en los juicios el precepto intimado al hombre de no matar a los hijos por los pecados de sus padres. Pero el gran pecado que se instaló en la naturaleza, que entró en el mundo por un hombre, y sin el que nadie nace, ¿cómo puede recibir castigo por parte de los hombres, si, junto con la muerte, pasó por todos los hombres, de manera que esta muerte, su compañera y castigo, prepara un lugar al suplicio eterno, a no ser que la gracia de Dios sane, por medio de la regeneración, la culpa contraída por generación? Pero esto pertenece al juicio de Dios, no al de los hombres, como en muchas otras ocasiones en que los hombres no pueden juzgar.

En consecuencia, manda juzgar de una manera a los padres y a los hijos, con vida personal independiente, mientras él juzga de otra manera cuando, en su justicia insondable, condena en la posteridad la naturaleza culpable de prevaricación, conocida por él en su raíz, aunque no se haya propagado aún en las ramas, observándose librar a los elegidos de tal destino por una gracia inescrutable. Venga en los hijos, responsables de sus actos, los pecados de padres igualmente responsables, pero no ha querido que el juez humano obre así; sólo él sabe por qué hace estas cosas y cuándo las hace, aunque lo ignora la humana debilidad.

Se repite Juliano hasta el enfado

34. Jul.- "Insistamos en nuestro argumento. Consta no puede existir en Dios injusticia; consta también que Dios prohíbe castigar a los hijos por los pecados de los padres. La dignidad del autor de esta ley garantiza la justicia de esta prohibición. Más aún, para ser contigo liberal, te permito responder con entera libertad. De las dos opiniones expuestas, a saber, que los pecados de los padres se imputan a los hijos, o que no se imputan; ¿cuál de estas dos suposiciones ha de ser, según tú, conforme a justicia? Si tu sentir está de acuerdo con el último juicio, te pregunto de nuevo si nuestra opinión es justa o injusta. Sin duda responderás: injusta. No obstante, la autoridad de la ley manda se observe.

Ves claro es preciso elegir entre estas tres afirmaciones; confesar que la ley de Dios es injusta y acusar a Dios, en virtud de su ley, de injusticia; o refugiarte en las posiciones de tus maestros y decir que la ley promulgada por Moisés no fue dada por tu Dios; o si no te atreves a pronunciarte sobre ninguna de estas dos alternativas, reconoce que la transmisión del pecado va contra los textos y preceptos de la ley. No creo seas tan mentecato que afirmes que Dios es justo en sus preceptos e injusto en sus juicios; o, según vuestro dogma, decir que observa justicia en sus juicios, pero enseña la injusticia en sus mandatos. Esta argumentación ya antes fue hecha, pero creí necesario repetirla aquí".

Ag.- Repites hasta el enfado tu cháchara odiosa. Te agrada, en tu verbosidad, dar vueltas en torno a las mismas cosas, cuya verdad no puedes probar; y repites sin cesar lo que en modo alguno puedes justificar. Ves contradicción entre estas dos proposiciones: los pecados de los padres son castigados en sus hijos; y los hijos no deben ser castigados por los pecados de sus padres; como si la primera afirmación fuese mía, y la segunda tuviera a Dios por autor. Sordo, las dos afirmaciones son de Dios; luego una y otra son justas, por ser sentencias de un Dios justo. Para comprender que Dios no ha dicho cosas contradictorias, hay que distinguir entre Dios juez y el hombre que juzga; distingue personas y diversidad de causas y no achacarás entonces culpabilidad ninguna a Dios, aunque vengue en los hijos los crímenes de sus padres, y no forzarás al hombre a obrar de la misma manera. Estas dos proposiciones que me enrostras como contradictorias en una discusión tan prolija como oscura, es porque hablas mucho, pero con poco seso.

Falsos los dogmas de Juliano

35. Jul.- "Si dices es conforme a justicia afirmar lo que vosotros y nosotros decimos, a saber, lo que la ley sanciona y lo que fingen maniqueos y traducianistas, frenamos la voz potente de la razón airada y usaré contigo de bondad y benevolencia. ¿Por qué, si crees que nuestras afirmaciones y las vuestras son buenas, habéis soliviantado toda Italia con vuestras banderías? ¿Por qué habéis atizado el fuego de estas facciones en Roma? ¿Por qué habéis cebado un tropel de caballos con la despensa de los pobres de casi todas las provincias africanas, que Alipio se encarga de llevar a tribunos y centuriones? ¿Por qué, con dádivas herenciales arrebatadas a matronas piadosas, habéis sobornado a los poderes del siglo, con el fin de avivar contra nosotros el fuego de la ira popular? ¿Por qué habéis turbado la paz de las Iglesias? ¿Por qué habéis manchado con la impiedad de las persecuciones el reinado de un príncipe piadoso, si nada decimos que tú no puedas aprobar como bueno?"

Ag.- Tan falsos son los crímenes que nos achacas como falsos son los dogmas que inventas. Decid contra nosotros, con mentira, todo el mal que podáis; por nuestra parte nos limitaremos a defender, contra vosotros, la fe cristiana y católica. ¿Para qué refutar vuestras injurias?, ¿no es mejor creer en el Evangelio y alegrarnos porque con vuestras falsísimas injurias se acrecienta nuestra recompensa en los cielos? 27

Sobre la cuestión que ahora nos ocupa, ¿cómo podemos decir que vuestras enseñanzas y las nuestras sean buenas, si, en nuestro sentir, Dios ha dicho: Castigaré en los hijos los pecados de los padres, y según vosotros, por el contrario, el precepto intimado al juez humano de no castigar en los hijos los pecados de sus padres es tan digno de elogio, que desaprobáis la palabra de Dios, como si fuera palabra nuestra, y la condenáis como falsa e injusta, sin advertir que no es a nosotros, sino a Dios a quien insultáis y calumniáis?

Sonrojo de Agustín al tener que repetir las mismas verdades

36. Jul.- "Hasta este momento he cumplido mi empeño con palabras moderadas; pero ahora el resplandor de la luz de la razón demuestra no ser posible el acuerdo entre el bien y el mal, lo profano y lo sagrado, la piedad y la impiedad, lo justo y lo injusto; no puede existir oposición alguna entre lo preceptos de Dios y sus juicios; pero sí existe contradicción manifiesta entre condenar a unos por los pecados de otros y mandar luego no sean estos pecados imputados. Porque de estas dos cosas, si una se concede, ha de ser negada la otra; es decir, si una cosa es justa, la otra es inicua. En la ley de Dios se preceptúa no imputar a los hijos los pecados de los padres. Luego esta misma autoridad echa por tierra la opinión contraria, esto es, la doctrina de los traducianistas y maniqueos".

Ag.- Me da rubor repetir siempre las mismas verdades, mientras tú no sientes sonrojo en repetir mil veces tus vaciedades. Dios dice que castigará en los hijos los pecados de los padres; y prohíbe al hombre castigar en los hijos los pecados de los padres. Ambas cosas se han de aprobar, porque ambas vienen de Dios.

El mal no es sustancia

37. Jul.- "Ciertamente he demostrado, primero, que sólo defiendo lo que la razón atestigua ser perfecta justicia; afirmo también que Dios, en su ley, confirma nuestra doctrina; en tercer lugar, sostenemos que lo mandado se cumple con gloria para los observantes de la ley. Hemos inculcado que esto es verdadera justicia, agradable a Dios, como nos lo demuestran sus preceptos. Y así queda probado que la teoría traducianista de los maniqueos no encuentra apoyo alguno en la razón ni en los testimonios de la ley".

Ag.- Afirman los maniqueos la existencia de una naturaleza eterna y mala; de ella pretenden que venga todo lo malo; los católicos -y vosotros no lo queréis ser-enseñan que la naturaleza, creada buena, viciada por el pecado, necesita ser sanada por Cristo médico en niños y en ancianos, porque por todos murió, luego todos murieron 28. Por eso piensan los maniqueos debe ser el mal separado del bien como algo exterior; nosotros, por el contrario, aunque con la inteligencia separamos el bien del mal, no creemos sea el mal sustancia alguna; sin embargo, no separamos el mal de los que han sido liberados, como si estuviera fuera de ellos, pues sabemos que debe ser sanado en ellos para que deje de existir.

Dicen los maniqueos que el mal es una sustancia mala; nosotros sostenemos que es un vicio en la sustancia buena, no una sustancia. Pon atención a esta diferencia y permite al médico, Cristo, sanar a los niños, sin temor a la ira de Dios que dice: Castigaré en los hijos los pecados de los padres. ¡Atención!, es palabra de Dios, no de Manés. Medita lo que dice el Apóstol: Por un hombre la muerte, y por un hombre la resurrección de los muertos; así como en Adán todos murieron, así en Cristo todos serán vivificados 29. Considera quién dijo: "Todos nacemos en pecado" 30; es un obispo católico, no Manés, Pelagio o un hereje pelagiano. Por consiguiente, puede el hombre castigar sólo el pecado personal; Dios también el original; por eso, cuando manda castigar los pecados de los padres en los hijos, ordena al hombre no haga caer sobre los hijos el castigo que merecen los pecados de los padres Distingue entre juicios divinos y humanos, y te darás cuenta de que estas dos cosas no son entre sí contrarias.

Promesa del Nuevo Testamento en Ezequiel

38. Jul.- "Acaso no exista nadie tan inculto que quiera probar con testimonios evidentes que Dios juzga como manda a los hombres juzgar; cuestión ciertamente tediosa; sin embargo, para suministrar pruebas a la verdad y testimonios en abundancia, no dudo citar a este propósito un testimonio muy explícito. Habla el profeta Ezequiel lleno del Espíritu Santo y dice: Vino a mi palabra del Señor, diciendo: hijos de hombre, ¿por qué andáis repitiendo este refrán en la tierra de Israel: "Los padres comieron el agraz y los hijos padecen la dentera?" Vivo yo, dice Adonai, el Señor, no repetiréis más este proverbio en Israel; porque todas las vidas son mías, la vida del padre lo mismo que la del hijo; el alma que pecare, ésa morirá. Y el hombre que fuere justo y obrase según el derecho y la justicia, y no come en los montes, ni alza sus ojos a los ídolos de la casa de Israel, ni violare la mujer de su prójimo, ni se llegare a la mujer durante la regla, ni oprimiere a ninguno; y devolviese su prenda al deudor, y no cometiere robo, da su pan al hambriento y viste al desnudo, no presta con usura ni cobra intereses, aparta su mano de la injusticia, dicta juicio verdadero entre hombre y hombre, y camina en mis preceptos y observa mis normas, éste vivirá, dice Adonai, el Señor. Pero si éste engendra un hijo violento, derramador de sangre, culpable de alguna de estas faltas y no camina por la senda de su padre justo, sino que come en los montes, viola la mujer de su prójimo, oprime al pobre y al indigente, comete rapiñas, no devuelve la prenda, alza sus ojos a los ídolos, presta con usura y cobra intereses; éste no vivirá después de haber cometido todas estas maldades, morirá sin remedio, su sangre será sobre él. Pero si éste engendrare un hijo, el cual ve todos los pecados hechos por su padre, y viéndolos no hiciere según ellos, no come en los montes, ni alza sus ojos a los ídolos de la casa de Israel, no viola a la mujer de su prójimo, no oprime a nadie, no guarda la prenda, no comete rapiñas, da su pan al hambriento, viste al desnudo, retrae su mano de la injusticia, no presta con usura, ni cobra intereses y se conduce según mis preceptos, éste no morirá a causa de los pecados de su padre, de cierto vivirá. Su padre, por cuanto fue violento, cometió rapiñas y no obró bien en medio de mi pueblo, morirá a causa de su maldad. Y si dijereis, ¿por qué no carga el hijo con la culpa de su padre? Porque el hijo ha practicado el derecho y la justicia, guardó todos mis estatutos y los cumplió, de cierto vivirá. El alma que peque, ésa morirá; el hijo no cargará con la injusticia de su padre, ni el padre llevará la injusticia de su hijo; al justo se le imputará su justicia y al pecador, su maldad.

Pero si el malvado se convierte de todas sus iniquidades que hizo y guardare mis mandamientos y practica el derecho y la justicia y la misericordia, de cierto vivirá y no morirá. Todos los delitos que cometió no le serán recordados. ¿Quiero yo acaso la muerte del injusto, dice Adonai, el Señor, y no que se aparte de sus caminos y viva? Pero si el justo se aparta de su justicia y comete iniquidades, e hiciere conforme a todas las abominaciones que hizo el impío, de cierto no vivirá; todas las justicias que hizo no le serán recordadas, por su rebelión con que prevaricó y por el pecado que cometió, morirá. Y vosotros dijisteis: No es justo el proceder del Señor.

Escucha, casa de Israel. ¿Que no es justo mi proceder? ¿No es más bien vuestro proceder injusto? Si el justo se aparta de su justicia y muere, muere por el pecado que ha cometido. Y si el malvado se aparta del mal que ha cometido y practica el derecho y la justicia, vivirá. Ha abierto los ojos, se apartó de todos los crímenes que había cometido; por eso de cierto vivirá y no morirá. Sin embargo, dice la casa de Israel: No es recto el camino del Señor. ¿No es recto mi camino, casa de Israel? ¿No es más bien vuestro camino el que no es recto? Por eso, yo os juzgaré a cada uno de vosotros según vuestros caminos, casa de Israel, dice Adonai, el Señor" 31.

Ag.- Este pasaje del profeta Ezequiel contiene una promesa del Nuevo Testamento, que tú no comprendes, en la que Dios distingue entre regenerados y engendrados, si se trata de adultos, con méritos personales. Aquellos de quienes se dice: El alma del padre mía es, y el alma del hijo mía es, viven, sin duda, su vida propia, separadamente. Pero si el hijo estuviera aún en los lomos de su padre, como está escrito de Leví, que estaba en las entrañas de Abrahán cuando pagó Abrahán los diezmos a Melquisedec, pues entonces no se podía decir: el alma del padre mía es, y el alma del hijo mía es, pues sólo había un alma. Pero el profeta oculta un misterio, a revelar en su tiempo; no pronuncia la palabra "regeneración", mediante la cual los hombres nacidos de Adán pasan a ser de Cristo. Y pues te confiesas cristiano, aunque actúas en anticristiano, pues tratas de probar la inutilidad de la muerte de Cristo; te pregunto: si un hombre practica todas las obras de justicia que el profeta tantas veces recomienda, sin estar regenerado, ¿tendría vida en sí? Si respondes: de cierto viviría, Cristo contradice a su anticristo al decir: Si no comiereis mi carne y bebierais mi sangre, no tendréis vida en vosotros 32; alimento y bebida que, lo quieras o no, te ves obligado a reconocer, pertenecen a los regenerados.

Y si, oprimido por el peso de esta autoridad, respondes que todo aquel que practica el bien, no tendrá vida si no es regenerado, dame la razón y reconoce que opone el Apóstol generación a regeneración, no imitación a imitación, cuando establece un paralelismo antitético entre Adán, por parte del pecado, y Cristo, por parte de la justicia. Quiero demostrarte con más claridad que es necesario referir al Nuevo Testamento, en el que encontramos la herencia de los regenerados las palabras citadas del profeta Ezequiel. Lo haré, no ahora, sino más tarde, una vez que tú agotes cuanto en tu interminable locuacidad tengas que decir.

Paralelismo antitético

39. Jul.- "¿No te parece sea el testimonio de Dios signo de fe cuando se trata de sus propios juicios y zanja la cuestión con sus juicios tantas veces repetidos y aduce pruebas múltiples en su apoyo? Cierto, en su presciencia ve los errores de nuestro tiempo, y con la luz y abundancia de sus palabras logra un doble objetivo: uno, que nadie vacile por la oscuridad inherente a las discusiones; otro, para privar de una tabla de excusa a los que voluntariamente se precipitan en las aguas del naufragio. Habla a los judíos que pasan su cautividad en los crímenes, y para excusar la odiosidad de su prevaricación, decían en alta voz era castigo por los pecados de sus padres y por su conducta personal; por eso les habla con autoridad de padre: ¿Por qué usáis este refrán diciendo: Nuestros padres comieron el agraz, y los hijos sufren dentera? Vivo yo, dice Adonai, el Señor, nunca más usaréis este proverbio en Israel; porque todas las almas son mías; como el alma del padre, así el alma del hijo, todas las almas son mías. El alma que peca morirá?"

Ag.- Al decir: No se dirá más este refrán en Israel, demuestra que se solía decir: Los padres comieron el agraz, y los hijos sufren dentera; no reprende el que se diga, pero promete llegará un tiempo en que no se dirá más. ¿Y por qué hablan así, si no es porque sabían que Dios había dicho: vengaré en los hijos los pecados de los padres? 33

Agraces y dentera

40. Jul.- "Para simplificar y confirmar la equidad de sus juicios se sirve Dios del juramento, pues por él aumenta el peso de su autoridad. Había comprendido bien el sentido de este lenguaje el Apóstol, que razona de esta manera en su carta a los hebreos: Queriendo Dios mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, interpuso juramento, para que, por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo" 34.

Ag.- Y aquí florece la promesa del Nuevo Testamento.

No se repetirá más este refrán

41. Jul.- "Estas dos cosas prueban, dice el Apóstol, que Dios no puede mentir, porque su promesa y su cumplimiento lo testifican; no es que Dios use un lenguaje incierto y poco creíble cuando usa del juramento, sino que para que la verdad se revele en toda su autoridad se sirve de un lenguaje digno de fe aun para hombres acostumbrados a mentir. Así, en la materia que nos ocupa, Dios con todo el peso de su palabra amonesta y prescribe no se preste crédito a las enseñanzas de los partidarios de la transmisión del pecado por generación; y queriendo dar a conocer que no juzga como condena, dice: Vivo yo, dice Adonai, el Señor, que no se repetirá más en Israel este refrán".

Ag.- Dirías con toda razón: No se repetirá en Israel si vieras a verdaderos israelitas regenerados, entre los cuales se dijera este refrán. Porque entre los no regenerados se repite y con motivo, pues no son Israel, conforme a lo que dice el Apóstol en su carta a los Romanos: No todos los que descienden de Israel son israelitas; palabras con las que quiere designar a los hijos de la promesa, o del Nuevo Testamento. Y continúa: En Isaac te será llamada descendencia. Esto es: no los que son hijos según la carne son hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa son contados como descendientes 35.

La gracia se manifiesta en los misterios

42. Jul.- "¿Qué significa no se repetirá más si hasta hoy todos los esfuerzos de los maniqueos tienden a darle crédito? El sentido es: nadie que pertenezca al pueblo de Israel o reconozca la autoridad, después de mi definición, se atreverá a decir algo semejante. Y todo el que persiste en dicho sentir, ni obedece a la Palabra ni se contará entre los verdaderos israelitas".

Ag.- Si después de su declaración quiere Dios indicar que nadie mantendrá ya esta creencia, se puede preguntar por qué antes de ella se podía creer sin maldad que los pecados de los padres eran castigados en los hijos. Y si se busca de buena fe, se encontrará que es a causa de una generación culpable por lo que se dice: Castigaré en los hijos los pecados de los padres. De ahí viene el refrán de los agraces. Mas a causa de la regeneración libre, recibida en el Nuevo Testamento, ya no se repetirá esto; porque por la gracia de Cristo se renuncia a la herencia maldita que nos viene de Adán, al renunciar a este siglo, en el que los hijos de Adán han de llevar un pesado yugo, muy merecido, desde el día en que salen del vientre de sus madres hasta el día de la sepultura en la madre de todos 36; así los efectos de la gracia se manifiestan en los sagrados misterios, incluso en los niños que hacen estas renuncias.

Nadie renace si no nace

43. Jul.- "Después de condenar la vacuidad de este refrán, sancionó su palabra con juramento y promulgación divinos. Quiere Dios revelarnos la razón de su justicia y nos dirá por qué los pecados de los consanguíneos no pasarán de unos a otros, porque todas las almas, dice, son mías, como el alma del padre, así el alma del hijo; todas las almas son mías; el alma que peca, morirá. Por la distinción personal de las almas demuestra ser esta sentencia muy conforme a justicia".

Ag.- Esta distinción de almas supone una vida separada. Nadie puede renacer si antes no nace. ¿Por qué pagó diezmos Leví cuando estaba aún en las entrañas de Abrahán, si no es porque sus almas no tenían existencia individual?

El cuerpo, obra de Dios

44. Jul.- "Y pues el alma, dice, del padre es mía y el alma del hijo mía es también, prueba palmaria, entre otras mil, de que el alma cuya propiedad por derecho Dios reivindica, nada debe a la generación, y sería suma injusticia y un absurdo que una cosa mía, una imagen mía fuese sobrecargada con obras ajenas".

Ag.- Excluyes el cuerpo de los derechos de Dios si sólo reivindica la propiedad del alma. Olvidas que está escrito: Así como la mujer procede del varón, así el varón procede de la mujer; pero todo procede de Dios 37. Palabras que se refieren al cuerpo, o al cuerpo y al alma, y no al alma sola. Te place diga Dios: "Es injusticia suma y un absurdo que una cosa mía, una imagen mía se vea sobrecargada con obras ajenas", pero ¿por qué no tratas de averiguar cómo puede ser justo que un alma se vea oprimida por el peso de una carne recibida de sus padres y por el peso de las mismas obras divinas? Pues el cuerpo corruptible es lastre del alma 38.

E imagino consideras también obra de Dios este cuerpo corruptible. ¿Qué hizo esta imagen de Dios para merecer ser marginada de la sabiduría por el lastre de un cuerpo corruptible, si no existe el pecado original? ¿Por qué haces decir a Dios: "Es suma injusticia y un absurdo" que una cosa mía, una imagen mía, víctima de la infidelidad o negligencia de sus padres, o de aquellos con quienes convive, o de cualquier avatar, abandone el cuerpo antes de recibir el bautismo y no pueda ser recibida en mi reino y no tenga vida porque no comió mi carne santa, ni bebió mi sangre 39? ¿O es que, contra estas sentencias de Cristo, alzas el grito y dices: Ciertamente vivirá, aunque no coma la carne de Cristo ni beba su sangre? ¡Sería ésta la voz de un anticristo! Anda, habla este lenguaje, enseña esta doctrina; que te escuchen los cristianos, hombres y mujeres, y te oigan los de alma corrompida, los réprobos de la fe; que te escuchen, amen, honren, alimenten, vistan de gala, para que, siguiendo a un precito, se condenen. Pero conoce el Señor a los que son suyos. No desesperamos de vosotros mientras seáis objeto de su paciencia.

Lastre del alma

45. Jul.- "He colocado esta imagen en un sitial en el que nadie, contra su querer, le cause daño; ella misma elegirá voluntariamente el pecado o la justicia; la recompensa o el castigo".

Ag.- De la primera naturaleza del hombre se puede hablar así, no de esta naturaleza viciada y maldita. Antes del pecado, en el Edén, el cuerpo corruptible no hacía el alma pesada; a no ser que estéis en el alma tan carroñosos que os atreváis a enseñar esto. Y si no os atrevéis, decidnos cuál es la causa por la que el peso de un cuerpo corruptible oprime el alma, porque no queréis confesar con la Iglesia católica la existencia del pecado original.

Alma y cuerpo, obra de Dios

46. Jul.- "Te aíras contra mí porque prefiero creer en un juramento divino, antes que en un Manés soñador, el cual, a falta de testimonios de fe auténtica, toma razones de su ingenio despierto; argucias, sin duda, incapaces de minar los cimientos; pueden, no obstante, aportar algún consuelo, que puede inspirar doctrina tan sin sentido cuando de una manera atrayente se la presenta. Insiste Dios en confirmar con juramento un precepto santificado por su palabra.

Incluso aclara con ejemplos lo que ordena, y declara que, si un hombre guarda con verdadera piedad toda justicia, y engendra un hijo que se entrega a execrables costumbres, abandonando las sendas de su padre, este hijo no tendrá parte en la gloria de su padre conquistada con tanto esfuerzo. Y si, en oposición a este hijo pecador, otro hijo, guiado por la sabiduría, abandona los caminos torcidos de su padre, a éste en nada le perjudicará la conducta de su padre. Coloca en condiciones iguales la justicia y el pecado, y afirma que los vicios paternos no se transmiten por generación, como tampoco las virtudes; todas las almas son suyas, y esto prueba la impiedad de tu doctrina, pues sostienes que las almas y los cuerpos de los que nacen son, con derecho, propiedad del diablo".

Ag.- Ya te he contestado. Parloteas vaciedades. Todo el hombre, alma y cuerpo pertenecen por naturaleza al Creador; mas por el vicio, que no es sustancia, se hace esclavo del diablo, bajo el poder del Creador, al que está sujeto el mismo diablo.

Transparencia de la palabra

47. Jul.- "Pesados en la romana los asertos del juicio, acusa vuestra opinión en la persona de los que piensan como vosotros: Y decís: ¿Por qué no lleva el hijo el pecado de su padre? Porque el alma que peca, morirá; el hijo no llevará la injusticia de su padre, ni el padre llevará la iniquidad de su hijo; la justicia del justo será sobre él, y la impiedad del impío sobre él 40. ¿Quién de nosotros puede disputar con la claridad que el Señor discurre por boca de su profeta cuando divide, compara y repite?"

Ag.- Y, sin embargo, haciendo Dios esto, mezclas a la transparencia de sus palabras tu verborrea, porque conoces que tu causa no es buena.

Males de los niños y pecado original

48. Jul.- "No contento aún con estas explicaciones pana confirmar la bondad de su justicia, toma un argumento de las obras de misericordia; y sentencia que aquellas mismas personas que voluntariamente pecaron, si se enmiendan y hacen penitencia, sus extravíos pasados no le perjudican. Si el impío, dice, se arrepiente de todas las iniquidades que hizo, y guarda todos mis preceptos, todos los delitos que cometió no le serán recordados; en la justicia que hizo vivirá 41. Esto es, si mi clemencia es tal que perdona los pecados personales a los que se arrepienten, ¿cómo puedo imputar a los recién nacidos pecados ajenos? ¿O puedo permitirme condenar, en el momento de la creación, la inocencia, si ]a reconozco en un alma viciada?"

Ag.- Una es la condición de los arrepentidos, otra la de los que nacen. No podéis, en absoluto, demostrar la justicia de los juicios de Dios si en los niños no hay pecado y, sin embargo, los sobrecarga con un cuerpo corruptible y calamidades innúmeras. Imposible contar los males que padecen los niños: fiebres, tos, sarampión, dolores en diversas partes de sus miembros, diarreas, solitarias y otras incontables que nacen de la misma carne; los tormentos de las curas, más dolorosas que las enfermedades en fin, las heridas que vienen del exterior, el azote de las plagas, los ataques diabólicos. Vosotros, sabios herejes, antes de reconocer la existencia del pecado original, estáis dispuestos a llenar el paraíso con semejantes flores. Y si decís que todos estos males no tienen cabida en el Edén, os pregunto, ¿por qué se encuentran en los niños si, como afirmáis, no tienen pecado alguno? Y si no os sonroja decir que en el paraíso existirán estos males, ¿se necesita decir qué clase de cristianos sois?

¿Por qué sufren los niños?

49. Jul.- "Este lenguaje no agradó a los adoradores de los ídolos; a vosotros os desagrada nuestra fe que veis fundada en la ley. Dijeron los impíos: No es recto el camino del Señor; oíd, pues, casa de Israel: ¿no es recto mi camino? ¿No es vuestro camino torcido? Por eso yo juzgaré a cada uno de vosotros según vuestro camino, dice Adonai, el Señor 42. ¿Te das cuenta en qué argumentos nos afianzamos? ¿Hay ambigüedad en nuestra doctrina? ¿Discutimos sobre palabras a nivel general? ¿Defendemos nuestra fe con argumentos sin valor y oscuros?

Maldecimos lo que Dios maldice, acatamos lo que Dios enseña, discutimos lo que Dios discute, creemos en el juramento de Dios. El hijo no llevará el pecado del padre; ni el padre llevará el pecado del hijo. La justicia del justo será sobre él, y la impiedad del impío será sobre él 43. Está claro cómo promete juzgar Dios, a saber: no puede imputar los pecados de los padres a los hijos, ni los de los hijos a los padres; en consecuencia, el testimonio de las Escrituras, del que la razón no permite dudar, constata esta verdad: Dios observa en sus juicios la misma norma de justicia que inculca en sus preceptos".

Ag.- Reconoce, al menos, que habla Dios a padres e hijos que viven su vida propia, porque habiendo dicho: El hijo no llevará la iniquidad de su padre, ni el padre llevará la injusticia del hijo, añade luego: La justicia del justo será sobre él 44. ¿En este siglo se puede decir de un niño: su justicia será sobre él, cuando no puede vivir un vivir personal, ni puede obrar mal o bien? ¿Por qué sufre todos estos males en edad tan tierna, si no ha recibido de sus padres pecado alguno? Dios es la misma justicia y a nadie castiga sin merecerlo, ni permite sean castigados los inocentes; ni se puede decir que el niño soporta estos males para practicar la virtud, de la que es aún incapaz.

Y si piensas en el siglo futuro, que pertenece a la herencia del Nuevo Testamento, te parecerá muy justo aplicar a los niños que mueren en dicha edad: La justicia del justo será sobre él, y la impiedad del impío será sobre él. Así el regenerado se distinguirá del que ha sido engendrado, de suerte que el primero viva en el reino de la justicia; y el otro morirá en medio de suplicios, en los que es crucificada la iniquidad. ¿Cuál es la justicia de aquél, sino la que le viene de Cristo, en el que todos son vivificados? ¿Y cuál es la iniquidad de éste, si no es la que le viene de Adán, en el que todos murieron?

No puede Dios contradecirse

50. Jul.- "Por si acaso tratas de engañar con semejante cavilación a las almas sencillas, y dices que en este pasaje habla Dios de los adultos, esto es, que en sentir de Dios no perjudican a los hijos las culpas de los padres, pues han borrado la mancha de su mal natural con la santidad de sus obras, voy a demostrar que este engaño no sirve para nada. Aunque, en términos absolutos, hubiese Dios prescrito no imputar a los hijos inocentes las iniquidades de los padres, y condenar a cada uno por sus faltas personales; y el alma fiel no abrigue duda alguna a este respecto; con todo, para levantar el cadáver de tu teoría fulminada por los rayos de la ley, dime: ¿Cómo hay que entender, según tú, este precepto divino: es necesario creer que los delitos de los padres no perjudican a los hijos adultos ni a los recién nacidos? ¿O sólo a los adultos que practican la justicia, mientras los niños soportan el peso de los crímenes paternos antes de borrar, por un acto de justicia propia, la mancha del pecado natural, y cumplir así lo que por su profeta negó el Señor había de cumplirse?"

Ag.- Por el contrario, así se cumple lo que dijo Dios en otro lugar: Castigaré en los hijos los pecados de los padres. Como es autor de ambas proposiciones, a saber, que los pecados de los padres no pertenecen a los hijos; y que venga en los hijos los pecados de los padres, no se puede contradecir a sí mismo. Por eso los juiciosos buscadores de la verdad tienen razón en referir una de estas proposiciones a la generación, y la otra a la regeneración. No perviertas tu corazón, teme a Dios y no llames a la verdad sutileza.

Generación y regeneración

51. Jul.- "A esto me refiero. Pero entonces has de admitir uno y otro, pues se apoyan en argumentos iguales: esto es, que la justicia de los padres beneficia y santifica a los hijos, y que únicamente es ineficaz para aquellos que, en edad adulta, destruyen, con sus propios crímenes, la justicia original; pues Dios niega la transmisión del pecado y de la justicia, y apoya su palabra en ejemplos que la confirman, y pretendes que esta negación, contraria a tu doctrina, sea falsa en relación con los niños, pero también deberías rechazar para los niños ambas proposiciones. Pero si actúas así cometes dos pecados, uno, por oponerte a la palabra de Dios; otro, por afirmar que el justo nace de un justo, y el pecador, de un criminal".

Ag.- No digo sea falsa la negación del profeta, pero sí que tú no la entiendes. Habla en profecía de la regeneración que libra a los hijos de los pecados de sus padres; pecados que juzga Dios, no los hombres; y tú, al negar transmita la generación, por medio de los padres, el contagio de la muerte antigua, te empecinas en destruir la causa de la regeneración. Y aunque el baño de la regeneración lava todos los pecados; otros pueden ser borrados por la penitencia, como puede acaecer en aquellos que no pueden ser admitidos al sacramento de la regeneración por segunda vez. Pero lo que por generación se contrae, sólo la regeneración lo perdona. Nace el justo de Dios, no de hombre; y renaciendo, no naciendo, se hace justo; por eso se les llama hijos de Dios.

Lee el Evangelio: No son nacidos de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios 45. ¿Por qué quieres unir cosas tan opuestas? Los hombres nacen de la carne de otros hombres; renacen del Espíritu de Dios. ¿Qué hay, pues, de asombroso si un hombre contrae el pecado original de una carne de pecado, si recibe la justicia del Espíritu de justicia? No hubiera venido un hombre en semejanza de carne de pecado a librarnos, si esta carne de pecado no fuera carne de todos nosotros. Y como vuestra herejía es enemiga de esta gracia cristiana, ¿por qué osáis quejaros y os admiráis de que os abomine la Iglesia de Cristo?

Exégesis de Ezequiel

52. Jul.- "Si no puedes soportar el clamor fuerte de la verdad y buscas otra salida, toparás con dificultades mayores. En efecto, si dices: la sentencia del profeta es verdadera, pero sólo para los adultos, pues los declara libres de culpas mutuas; mas para los niños es falsa, cuando sentencia que los ni-os no son culpables de los pecados de sus padres; verdadera cuando anuncia que los niños no se beneficien de las virtudes de los padres, y en este caso manifiestas la más odiosa de las pasiones, la mentira; sin razonar, parloteas, no hablas; pasión impropia de un hombre sensato, digna de un Manés que ha perdido el sentido; piensas te es lícito rechazar lo que te place, o aceptar lo que te agrada, a pesar de la evidencia de los argumentos, del honor de Dios, del ejemplo y autoridad de los profetas, de la exposición de los juicios de Dios".

Ag.- En ninguna de las partes es falsa la sentencia del profeta; pero no comprendes el sentido de la profecía, por no decir que mientes; ciertamente -y no lo tomes como una afrenta- no sabes lo que dices. Importa mucho conocer el sentido y el alcance de lo que, según tú, dice el profeta, a saber, que las virtudes de los padres no benefician a los hijos. ¿Acaso negáis que por la fe de los padres son los hijos presentados a la madre Iglesia, para ser regenerados y bautizados por los ministros de Dios? ¿Cómo no puede servir la virtud de sus padres de ayuda a sus hijos?

¿Te atreverás a decir que la fe cristiana no es virtud? ¿No reciben un valioso socorro cuando por esta regeneración, y mediante ella sola, son encaminados al reino de Dios? Y tratando sólo de bienes temporales, ¿por qué se dice a Isaac: Multiplicaré tu descendencia por amor a tu padre Abrahán? 46 ¿Por qué Lot, hijo de un hermano de Abrahán, se aprovecha de los méritos de su tío, si las virtudes de los padres no benefician a los hijos 47? Por último, ¿por qué el reino de Salomón, a causa de los pecados de este príncipe, llegó dividido a su hijo y, si no se le privó totalmente del reino fue por las buenas obras de David 48, si los hijos no soportan el peso de las faltas de sus padres, o no se benefician de sus virtudes?

Deslenguado y sin seso, aprende a distinguir y conocer, si puedes, lo que Ezequiel profetizó. Es evidente, un padre no regenerado no puede impedir a un hijo regenerado conseguir la vida eterna, de la que dice: Vivirá la vida. Un padre regenerado no aprovecha a un hijo no regenerado; y recíprocamente, un hijo regenerado no puede ser útil a un padre que no está regenerado, pues no puede perjudicar al padre regenerado el que no lo está, de suerte que uno vive y el otro muere. Si esto no entiendes, ¿por qué no callas?

Sigue el comentario

53. Jul.- "¿Quién eres tú que, excitado por el estro de Marción, irrumpes en escena para ruina de la justicia? Haces pasar bajo el misterio de tu lenguaje, impregnado del lubricismo maniqueo, la censura de tu lengua, juicios y preceptos de Dios? Jamás nadie intentó hacer esto si primero no los negó.

Tú, sin otro mentor que Manés, no temes romper el Testamento de Dios, sellado por una serie de testimonios sagrados que la razón, la verdad, los profetas que han escrito inspirados por la fe, han confirmado. Ha tiempo que has perdido la capacidad para comprender, y hasta la apariencia de hombre religioso, si piensas que estas palabras de Ezequiel favorecen la transmisión del pecado y que no lo arrasan por completo".

Ag.- Se espacia la locuacidad opulenta de la indigencia cuando no se comprende la verdad, o si se la comprende, se la desprecia. Verdad que no es urdimbre de palabras vacías, sino abundancia muy cierta de realidades. Una cosa es un hombre sin rodeos, veraz, y otra un hombre fecundo en injurias. Dice verdad el profeta cuando habla a padres y a hijos que llevan vida separada. Tú, con rabia muy pelagiana, maldices y llamas maniqueos a los católicos que interpretan en su verdadero sentido las palabras de Ezequiel.

Venga Dios los crímenes de los padres en los hijos

54. Jul.- "La iniquidad del impío sobre su cabeza; juzgaré a cada uno de vosotros según sus caminos. No morirán los padres por los hijos, ni los hijos por los padres; el alma que peca, morirá, porque todas las almas son mías; a cada uno juzgaré según sus iniquidades" 49.

Ag.- El Dios que esto dijo, es el mismo Dios que dice: Vengaré en los hijos los pecados de los padres 50. Si no comprendes cómo estas dos afirmaciones son verdad, no habrás comprendido el verdadero lenguaje del profeta, por grande que sea mi paciencia ante tu maldiciente locuacidad.

No hay injusticia en Dios

55. Jul.- "He ahí a qué luz, a qué cúmulo de sentencias, a qué dignidad de juicios no teme cubrir de oprobios tu traducianismo y trata de dañar. No hay duda, no te da vergüenza afirmar -y es tu última respuesta- que la palabra del profeta, o mejor, la de Dios por su profeta, y el dictamen invencible de los prudentes lo confirma, que es injusto imputar los pecados de los padres a los hijos".

Ag.- Enrojece tú, gran malvado, pues el que dijo: Vengaré en los hijos los pecados de los padres, no es injusto.

Apostrofa Agustín a Juliano

56. Jul.- "No vayas a creer que una falta voluntaria vaya a ensuciar la fuente seminal de todos los hombres; sin embargo, esta justicia no tiene validez en el crimen sólo de Adán; es un solo pecado que se imputa a todos. No sé qué hacer para responder a esto; ¿reír en presencia de tan singulares ridiculeces? Pero la pérdida de muchos engañados, suscita piedad y lágrimas. ¿Me dejaré consumir por la tristeza? Pero argumentos tan monstruosos excitan la carcajada incluso en un alma triste".

Ag.- Di, noble censor, lo que tienes que decir; según tú, hay que llamar impostor a un Ambrosio, del que decía tu maestro Pelagio que su fe y su fidelidad en la interpretación de las Escrituras enemigo alguno se abrevió a reprender. Critícalo, pues eres más fuerte y poderoso enemigo de la cruz de Cristo que si fueras enemigo de Ambrosio; tu audacia es más temeraria al combatir la gracia de Dios que al reprender a este hombre de Dios. Critícalo, repito, ríe y ataca y llora de sentimiento; puedes, por el gran poder de tu elocuencia, vestir tu vanidad con apariencia de cortesía, y transformar tu odio en piedad.

Di, pues, que aquel varón erró torpemente y se desplomó en la insensatez al afirmar que la lucha entre la concupiscencia y el espíritu pasó a nuestra naturaleza por la prevaricación del primer hombre 51. ¿Quién está libre de esta lucha al nacer, desde que han empezado a nacer los mortales, y nacer en carne de pecado? Pero tú, hombre de muy agudo ingenio, no crees que este gran pecado, por su enormidad, haya podido cambiar la naturaleza y llevarla a la condenación eterna con todos los de su raza, consecuencia de una apostasía sin nombre; y esta verdad que todos los hombres sensatos creen y llaman mal, tú, emborrachado de pelagianismo, sentencias que es un bien.

Puedes, con admirable elocuencia, colmar de elogios esta pasión libidinosa que a los santos arranca gemidos, y, tal como hoy es, se desliza, contra nuestro querer, en nuestros corazones, y en las almas castas incita a la lucha, tú, sí, la puedes plantar, como árbol ameno y frondoso en la umbría del Edén, aunque no existiese pecado. Enrojece, joya de los pelagianos, y busca un lugar adonde huir, porque las almas puras huyen de ti.

Tono oratorio

57. Jul.- "Quién de los que sobrevivan a nuestro tiempo, podrá creer, sobre los monumentos literarios, que existió un hombre capaz de creer y jurar que no es natural lo que es natural, que no viene por generación lo que viene por generación, que no pertenece a la condición de padre lo que se atribuye a ciertos hombres, sólo porque ellos habían sido padres? Confío en que la generación venidera considere estas cosas como invenciones y no como doctrina que haya tenido partidarios.

Tales son, en efecto, las fluctuaciones, las náuseas, los vómitos que sufre vuestro pueblo y vuestra fe, pues decís que no pueden pasar a los hijos los pecados de los padres con la naturaleza, porque el libre albedrío no está condicionado por los genes; pero que el pecado de Adán pasa, por la naturaleza, a todos los hombres, porque el libre albedrío está unido a los genes; mas, no castiga Dios a los niños por los pecados de sus padres, sería suma injusticia; pero condena a los descendientes de Adán por el pecado de los padres, cosa que no se puede hacer a título de justicia.

Por último, el hecho de engendrar no da a los esposos el titulo de padres; sin embargo, se le dio a Adán porque engendró según la ley del matrimonio. ¿Es esto gobernar el curso de las cosas o nadar? ¿Digerir o causar náuseas? ¿Tomar alimento sólido o vomitar? Con las mismas palabras afirmas y niegas; en la misma línea afirmas y niegas; y te enojas porque no aceptamos a un hombre enfermo de gravedad, incapaz de retener alimentos".

Ag.- Lejos de nosotros decir que Dios no castiga en los niños los pecados de otros padres, cuando la Sagrada Escritura tantas veces lo atestigua, y concreta pecados de padres que Dios venga en este o aquel hijo. Así un grave pecado del rey Ajab Dios se lo perdona y difiere vengarlo en el hijo. Pero ¿quién puede conocer el modo, la razón, la medida que la justicia divina emplea para castigar en los hijos los pecados de los padres? Se reserva Dios estos juicios y prohíbe al juez humano obrar así.

La apostasía del primer hombre, en el que la libertad de su querer era absoluta, sin impedimento de vicio alguno, fue un pecado tan enorme, que su ruina lo fue para toda la naturaleza humana, como lo indica la extremada miseria del género humano, de todos conocida, desde los primeros vagidos del niño hasta el último suspiro del moribundo; los que la niegan reivindican para ellos con horrenda e increíble ceguera una gran parte de esta miseria humana; es lo que vosotros no teméis afirmar al decir que Adán fue creado mortal y, pecara o no pecara, debía morir, y esto después del concilio de Palestina, en el que el mismo Pelagio condenó vuestra sentencia, porque Adán fue creado mortal, y reo o inocente tenía que morir.

Si te place, continúa acusando a tantos obispos palestinos de error maniqueo; grita y di que Pelagio, por un instante, se sintió maniqueo para no ser condenado por los Padres conciliares. Llena el paraíso con manzanas de lujuria; y todos estos males que vemos en los niños, di que no son sufrimientos penales, sino aromas de primavera, esparcidos por las rientes praderas del Edén, búrlate de mí, como si flotase sobre aguas turbulentas, mientras pereces engullido por grandes torbellinos, búrlate de mí como hombre con arcadas y vómitos, mientras yaces tú muerto y embalsamado en tu hedionda locuacidad, como cadáver putrefacto devorado por gusanos; acúsame de negar lo que afirmo y afirmar lo que niego, mientras tú obras de este modo según demostré sobre tu primer libro. Pueden mis lectores atestiguar que no obró así, y que es falsa tu afirmación. Di que una grave enfermedad me ha deshecho y ni alimentos puedo retener, cuando tú mismo te ves casi privado del aliento vital y ni alimentos puedes ingerir.

Rm 5, 12

58. Jul.- "Ves tú mismo que el tema no merece discusión, con todo, para acudir en ayuda de almas incautas, que tratan de curar de sus heridas buscando groseras opiniones, favorables a sus costumbres airadas, te preguntamos si has descubierto tan peregrina invención en algún pasaje de la Escritura. Y si contestas: Por un hombre entró en el mundo el pecado 52, te aconsejamos releas la primera parte de esta obra, y si la recuerdas, no puedes hacer uso de este texto del Apóstol".

Ag.- Somos nosotros los que podemos aconsejarte leas la perícopa del Apóstol, para que te des cuenta, por las contadas palabras que cito, que con toda evidencia van contra ti en este punto, y no en un opúsculo, sino en un extenso libro repleto de palabrería, y en vano te esfuerzas, no digo por interpretarlas a tu favor, de signo heretical, sino en desnatualizarlas; y no en aclararlas, sino en oscurecerlas.

Juliano se revela nuevo hereje

59. Jul.- "Y no me digas que la misma forma bautismal se emplea para hombres de diversas edades, pues has de confesar, aunque yo calle, que no se hace mención de una generación infectada ni de una carne diabólica, ni aun siquiera de Adán.

A esto responderemos plenamente en su lugar, aunque no tenga relación alguna con la transmisión del pecado".

Ag.- En la respuesta que anuncias, ¿no te revelarás como hereje según tu costumbre?

Se han aducido textos en favor del pecado original

60. Jul.- "Da a conocer al menos un texto contrario a la autoridad de los testimonios aducidos, a la justicia más pura, a la razón más convincente; un solo texto que nos haga ver que he sido engañado; esto lo digo, porque aun en el caso en que un texto parezca apoyar en términos equívocos tu interpretación, la claridad y autoridad de todos los demás nos forzarían a darle un sentido conforme a los principios de la justicia".

Ag.- Contra vosotros se aducen testimonios divinos ciertos, no equívocos, como, en abundancia, he citado ya; testimonios que, al condenar vuestras tinieblas, no os parecen luminosos; cerráis vuestro corazón a lo que con su claridad radiante os molesta, para no ahuyentar las sombras de vuestro error.

Razón, ley, justicia y prudencia en favor del pecado original

61. Jul.- "Ahora bien, como las Escrituras santas no nos ofrecen la menor traza de semejante opinión, y, por el contrario, la fe (somos sus defensores) se apoya en razones intrínsecas, en ejemplos y testimonios; te encuentras acomplejado por una obstinación funesta al creer que hemos de dar crédito a los sueños de los maniqueos contra la ley, la razón, la prudencia y la justicia".

Ag.- Con detrimento de la ley no oyes: Vengaré en los hijos los pecados de los padres 53. En detrimento de la razón no ves los males que padecen los niños, sin tener aún pecados personales, y Dios los castiga, con justicia, por el pecado original. En detrimento de la prudencia no ves que, en oposición a los principios antiguos y fundamentales de la fe católica, estableces y defiendes una nueva doctrina, la de la inexistencia del pecado original. En detrimento de la justicia, eres tan perverso que, en mi persona, contagias de peste maniquea a santos personajes, padres e hijos, maestros y discípulos en la Iglesia de Cristo que existieron antes que nosotros, y a la misma madre de todos, la Iglesia católica.

Error de Juliano

62. Jul.- "Pon atención a cuanto vamos a decir en apoyo de nuestra doctrina. Aunque pudieses probar que el pecado de Adán se imputa a los hijos; convendrás en que los crímenes de otros padres no perjudican a su descendencia".

Ag.- ¿Quién va a prestar asentimiento a este error si no es el que no crea a Dios cuando dice: Vengaré en los hijos los pecados de los padres?

Dios es injusto en sentir de Juliano

63. Jul.- "Es manifiesto que, al margen de la generación, toda otra causa, ante un juez inicuo, los hijos serán considerados culpables por el pecado de un padre".

Ag.- Con toda claridad llamas injusto a Dios, pues con claridad suma nos dice que castigará en los hijos los pecados de los padres.

Vengará Dios los pecados de los padres en los hijos

64. Jul.- "En efecto, se seguiría que, así como la sentencia de un juez está viciada de nulidad al condenar a inocentes, así la generación quedaría justificada por el ejemplo de otros padres. Si, pues la transmisión del pecado tiene por causa la fecundidad, se deduce que esta condición contamina toda fecundidad".

Ag.- Castigaré en los hijos el pecado de los padres, clama el Señor. Y como él es veraz, tú te sales del camino de la verdad.

Sabiduría 11, 21

65. Jul.- "Y como un mismo acto de la generación produce, sin embargo, diversos efectos, se sigue que en aquel matrimonio cuya culpa fue transmitida a su descendencia, no quedó viciada la generación".

Ag.- Si bien el acto de engendrar, por el que un mortal nace de otro mortal, no sea diverso, con todo, las palabras del Apóstol: El cuerpo está muerto a causa del pecado 54, se refieren, no a unos padres, sino al padre que cometió un pecado cuya gravedad no podemos medir ni apreciar. Su enormidad a los ojos de Dios nos ha sido revelada por testigos fidedignos, por la Sagrada Escritura y por la misma miseria del género humano transmitida por el pecado a todos los descendientes por justo juicio de Dios. Por nuestra condición de cristianos sostenemos que jamás hubiera existido en el paraíso muerte, no digo eterna para el alma y el cuerpo, ni tampoco muerte temporal para el cuerpo, ni tantos y tan grandes males como vemos existen en los niños.

Otros padres, aunque cometan muchos pecados, no obstante, como pecan porque tienen un alma débil en un cuerpo corruptible que la hace torpe, y sus pecados no traen la muerte a la naturaleza humana, si son en sus hijos castigados, lo son en una medida diferente y más soportable. El que dispuso todas las cosas conforme a peso, medida y número 55 ha dicho con verdad: Castigaré en los hijos los pecados de los padres.

Lo que dice Agustín

66. Jul.- "¿Cuál es, pues, la conclusión? Tan cierto es que no existe la transmisión del pecado, que aun cuando enseñares que los hijos de Adán son castigados a causa de su pecado, consta no ser los pecados innatos, ni venir del germen el crimen, pues confiesas no encontrarse en toda fecundación; por eso, aunque los vicios se transmitiesen a las personas, no lo sería por generación. Y como tú y yo hemos convenido en que los pecados de los padres sólo pueden transmitirse a los hijos por vicio y culpa de la generación, y la razón, los ejemplos y la ley demuestran que la generación no puede ser viciada, y tú lo confirmas al conceder que sólo se transmite a los hijos el pecado de aquellos dos padres, queda, de una manera irrebatible, demostrado que la fuente fecundante de nuestros padres no ha sido corrompida por el diablo ni se puede nacer en pecado".

Ag.- No te dije esto. Te lo dices tú a ti mismo, no lo hemos dicho nosotros. Los pecados de los otros padres son castigados por la justicia divina en los hijos, no por la humana; sabe el Señor cuándo y cómo se hace esto con toda justicia; el hombre lo ignora y ha de emitir juicio según sus conocimientos. Puede conocer cuando juzga, no siempre, los hechos de una persona, ¿pero cómo conocerá por qué hilos está una naturaleza unida a otra naturaleza, de la que trae su origen? El lazo que sujeta la naturaleza humana a la necesidad de la muerte es suficiente para arrastrar a la condenación, si la mancha de la generación no es lavada por la regeneración. Esto es lo que decimos, y vosotros no queréis entenderlo, ni lo podéis vencer con la verdad, aunque persistís en impugnarlo con vuestra locuacidad.

Ceguera de Juliano

67. Jul.- "Se nos pregunta por qué no admitimos la existencia de un pecado natural. Respondo: porque no tiene visos de posibilidad, ni de verdad, ni de justicia, ni de piedad: y también porque presenta al diablo como creador de los hombres".

Ag.- Sí, puede hacerlo parecer, pero a vosotros, no a los que saben distinguir entre vicio y naturaleza, aunque el mal existe en una naturaleza. Lee la carta a los Hebreos y verás existe un manjar sólido, para los experimentados que tienen sentido para discernir el mal del bien; y vosotros no lo tenéis. Por ende, cuando decimos que el hombre nace en pecado, vosotros creéis que es el diablo su creador; y estáis tan ciegos y obstinados que no queréis ver ni los mismos defectos naturales con los que nacen algunos; y si se os pregunta por la causa de estos males, sólo sabéis precipitaros en un abismo de errores del que no podéis salir si no retornáis a la roca inconmovible de la Iglesia católica.

Un duro yugo golpea a Juliano

68. Jul.- "Porque atribuye al juez divino un crimen de injusticia".

Ag.- Sois vosotros los que hacéis esto; pues sería injusto el duro yugo que pesa sobre los niños si no existe el pecado original.

No se niega el libre albedrío si se afirma la existencia del pecado

69. Jul.- "Porque aniquila y destruye el libre albedrío que la Iglesia de Cristo defiende como muro inexpugnable contra diversos errores".

Ag.- Sois vosotros los opresores del libre albedrío, al negar que la gracia de Dios lo ayuda y sostiene.

El hombre es capaz de progresar en la virtud

70. Jul.- "Porque dices que los hombres no son capaces de progresar en la virtud, pues están repletos de crímenes antiguos desde el vientre de sus madres".

Ag.- ¿Cómo podríamos decir que son justificados por la gracia, es decir, se hacen justos, si negamos la capacidad del hombre para la virtud?

La gracia en ayuda de nuestra indigencia

71. Jul.- "La fuerza de estos crímenes la consideras no sólo capaz de expulsar la inocencia, sino también de inclinar de por vida a toda clase de vicios".

Ag.- Nuestra indigencia se aminora por la gracia de Dios, y por la gracia de Dios desaparece. Tu locuacidad no tiene aquí nada que hacer.

Guerra entre la carne y el espíritu

72. Jul.- "Juras que la ley del pecado permanece vigorosa en profetas y apóstoles, insignes por el esplendor de sus costumbres y milagros, incluso después de la gracia de los sacramentos de Cristo, ley a la que tú piensas favorecer con todas las infamias de tu dogma".

Ag.- Contra la libido, tu protegida, esto es, contra la concupiscencia de la carne, en la lucha contra el espíritu, lucharon sin descanso profetas y apóstoles, pues no la elogiaron.

La perfección posible

73. Jul.- "Porque apaga todo esfuerzo honesto, porque mima y con infamia aumenta la obscenidad de las costumbres de las obras de Dios, es decir, de la naturaleza humana; porque condena todos los preceptos de la ley a un reato de imposibilidad, es decir, de injusticia".

Ag.- El que dice: No hago lo que quiero, sino que hago lo que odio 56, pone, contra vosotros, la posibilidad de la perfección en la gracia de Dios y no confía en su fuerza para no caer en la misma vanidad que vosotros.

Pudor y pecado

74. Jul.- "Porque no es menos torpe que sacrílego tomar como testimonios invictos de sus asertos el pudor de los órganos sexuales".

Ag.- No nos servimos de los miembros de la generación, pero sí reconocemos, contra vuestro querer, de dónde viene el pudor. Escuchamos el muy claro testimonio de la Escritura, ante el cual permanecéis mudos cuando era vuestro deber hablar. ¿Quién, al oír que los primeros hombres estaban desnudos y no se avergonzaban 57, no ve de dónde viene el que, después del pecado, se sonrojaran por estar desnudos, y se dieron prisa a cubrir, con un ceñidor cualquiera, los miembros origen del pecado? Pero surge un hombre que no siente sonrojo en colocar en el Edén la libido, aunque nadie hubiera pecado; libido que se ha de combatir para no pecar, y de la que se avergüenzan hasta los que no tienen vergüenza; pero nuestro hombre ni cuando alaba tan sacrílega porquería siente sonrojo. Por favor, si esta libido, como creemos, sólo molestias causa al resistirla y excita el deseo, ¿por qué crees debes rendirle tan grandes elogios, contrarios a la verdad?

Cuerpo muerto por el pecado

75. Jul.- "Te hinchas en lanzar acusaciones contra Dios en vez de aducir testimonios sagrados".

Ag.- ¿No es autoridad sagrada el que dice: El cuerpo está muerto por el pecado? ¿Es una acusación y no una alabanza de Dios decir: Vivificará vuestros cuerpos mortales? 58 Pienso que no es acusador, sino predicador lleno de Dios el que esto dijo, y demuestra que Adán no fue creado como vosotros decís, o sea, que moriría pecase o no pecase.

La oración, medio eficaz para no caer

76. Jul.- "En sus preceptos veis una falta tiránica de moderación..."

Ag.- No es tiránico el precepto de Dios, pero, para cumplirlo se ha de orar a Dios; pero esto no os agrada porque confiáis en vuestras fuerzas.

Justo el juicio de Dios

77. Jul.- "Y en los juicios de una bárbara injusticia...".

Ag.- No es injusto el juicio de Dios; por eso, en la miseria del género humano que se inicia con el llanto de los niños, se ha de reconocer la existencia del pecado original.

Lenguaje de Dios

78. Jul.- "Y en los juramentos confirma la falsedad púnica...".

Ag.- ¿Acaso cuando dice Dios: Castigaré en los hijos los pecados de los padres 59 habla en lengua púnica?

Ambrosio no es maniqueo

79. Jul.- "Porque se apoya en los sueños y furor de Manés, no en las discusiones y en los silogismos".

Ag.- No era maniqueo ni soñaba ni se enfurecía el que dijo: "Fuimos también nosotros hijos de ira, como los demás" o el de que: "Todos los hombre nacemos en pecado, y el mismo nacimiento está viciado" 60.

Consenso en la Iglesia

80. Jul.- "Estas son, pues, las razones que nos han inducido a impugnar la existencia de un mal natural y nos hacen desdeñar y menospreciar la compañía de hombres perdidos".

Ag.- Si no fueras tú un perdido, no llamarías perdido al piadoso consenso de tantos doctores de la Iglesia.

Al abrigo de las dentelladas lupinas

81. Jul.- "Razones que los clamores del universo entero no nos causan más terror que el ver una selva de amargos altramuces agitada por una piara de inmundos cerdos, o por vientos impetuosos".

Ag.- No es, ciertamente, la Iglesia católica extendida por todo el mundo, y que os rechaza, una selva de altramuces, pero quiere estar al abrigo de vuestras dentelladas de lobos.

Alejados de la vida verdadera

82. Jul.- "Creemos en un Dios justo, veraz, piadoso, y en consecuencia, su ley no manda imposibles, ni hay falsedad en sus juramentos ni iniquidad en sus juicios; él es el creador de los hombres, y lejos de crearlos sujetos a pecado, les concede la inocencia natural y cualidades de virtudes voluntarias".

Ag.- ¿Por qué no admite a participar de su vida a su criatura si no ha recibido la insuflación ni los exorcismos ni el bautismo? ¿Así se recompensa la inocencia? O más bien, la exclusión de la vida y la condena a muerte, su consecuencia ¿no es un castigo infligido a las almas a causa del pecado que han contraído en su generación, no perdonado por la regeneración? No hubiera maldecido el Apóstol a los alejados de la vida de Dios si no fuese un castigo 61.

Solución de un dilema

83. Jul.- "Sentados estos principios, de dos cosas una: o se ha de creer que Dios es en realidad cual lo imagina el maniqueo traducianista, o se ha de considerar tal como lo representan los que quieren rendir culto a Dios y rechazan dogma tan impío. Dios no puede ser como lo sueña Manés, sino bueno, justo, veraz, tal como la Escritura y la fe lo presentan a nuestra veneración. En consecuencia, aceptar tu doctrina es injuriar a Dios; rechazarla es hacerle sumo honor".

Ag.- Si crees en la bondad de Dios, ¿por qué cometes la impiedad de rehusar un Salvador, Jesús, a los niños? Si es justo, ¿por qué impones a los niños un pesado yugo, si crees no tienen pecado? Si veraz, ¿por qué no crees que castiga en los hijos los pecados de los padres? 62

Los dos Testamentos en Ezequiel

84. Jul.- "Tiempo es ya de pasar a otros temas; pero pide la importancia de la materia retornemos a lo que creímos deber omitir en el libro anterior. Un lector prudente quizás lo juzgue superfluo; sin embargo, como hemos comprobado, una causa abandonada corre sus riesgos; es, pues, preciso disipar toda esperanza de nuevos apoyos".

Ag.- Pues inicias tu andadura hacia otras cosas, debemos cumplir nuestra promesa y probar que la profecía de Ezequiel, en la que se dice que Dios no castiga en los hijos los pecados de los padres, pertenece a la futura revelación del Nuevo Testamento. Algo parecido dice también el profeta Jeremías y sus palabras iluminan el pasaje de Ezequiel. Entre otras cosas dice: Conviértete, virgen de Israel, vuelve, llorona, a tus ciudades. ¿Hasta cuándo andarás errante, hija deshonrada? Porque el Señor creó la salvación en una plantación nueva, y por esta vía de salvación caminarán los hombres. Así dice el Señor: Todavía dirán este proverbio en la tierra de Judá y en sus ciudades, cuando yo haga volver a sus cautivos: Bendito el Señor en su morada justa, en su monte santo, y habitarán allí Judá y todas las ciudades, los labradores y los que trashuman con el rebaño; porque empapé toda alma sedienta y sacié toda alma hambrienta. Después desperté, y vi, y mi sueño me fue dulce. He aquí, vienen días, dice el Señor, en que sembraré la casa de Judá y la casa de Israel, semilla de hombre y simiente de animal. Y así como tuve cuidado de ellos para arrancar y derribar, perder y afligir, así tendré cuidado de ellos para edificar y plantar, dice el Señor. En aquellos días no dirán ya: Los padres comieron el agraz y los hijos padecen dentera, sino que cada cual morirá por su pecado, y el que comiere el agraz padecerá la dentera. Es claro que esto se refiere a los tiempos de una nueva plantación, de la que habla cuando esto dice.

Y la simiente del hombre y la simiente del animal que Dios promete sembrar significa, en sentido espiritual, los que mandan y los que obedecen. Pero como recordaba el pueblo estar escrito en el Antiguo Testamento: Castigaré en los hijos los pecados de los padres, para que no pensemos que la Escritura se contradice, añade el profeta a continuación: He aquí que vienen días, dice el Señor, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Judá y con la casa de Israel; no como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto 63.

Al pacto antiguo pertenece la generación; al nuevo la regeneración; en el primero, los pecados de los padres son castigados en los hijos; en el segundo, como las ataduras de la generación fueron rotas por la regeneración, no se dice ya: Los padres comieron el agraz y los hijos padecen dentera, porque cada uno morirá por su pecado, no por el de su padre. Tú no pudiste probar cómo las palabras Castigaré en los hijos los pecados de los padres, se pueden armonizar con estas otras: Yo castigaré en el hijo el pecado del padre. Siempre existirá oposición entre estas dos sentencias; a no ser que cada una de las dos se refiera a cada uno de los Testamentos, como con toda evidencia demuestra el profeta Jeremías.

Por un hombre

85. Jul.- "Al llegar al texto del apóstol Pablo, expuesto por los expertos de las Escrituras como favorable a la transmisión del pecado, esto es: Por un hombre entró el pecado en el mundo 64, demostré, en primer lugar, por el contexto, que los traducianistas se habían apartado de la cuestión, porque el Maestro de los gentiles, recordando la antigüedad del pecado, para tutelar la generación, antepuso como muro infranqueable un número concreto, y al decir por un hombre entró el pecado en el mundo, es prueba que no era su intención hablar de la generación, sólo posible entre dos. Dejé, pues probado que existe distinción entre unión carnal y el pecado de los padres, pues el Apóstol dice que el pecado entró en el mundo por el pecado de uno solo, número insuficiente para la generación. A lo largo de todo el libro expuse -lo suficiente- que estas palabras no indican la naturaleza de un pecado, sino la forma, en el sentido de que los transgresores que le han seguido pecan por imitación, no por generación.

Pero, como está en la carta a los Hebreos escrito: Ellos nacieron de un hombre casi sin vida, es decir, de Abrahán; y antes, en la misma carta, se lee de Cristo: Tanto el santificador como los santificados, todos de uno 65, por temor a que el traducianista se apoye en estas palabras u otras semejantes, si las encuentra, para argüir que nuestra respuesta ha perdido valor cuando decimos que el Apóstol nombra a uno solo por el cual entró en el mundo el pecado, por temor que se acusara la generación, designada en esta carta por la expresión uno solo; por eso creí conveniente volver sobre este pasaje. Pido al lector atención, porque esta antinomia será destruida con pruebas diversas.

Cuando se habla de Abrahán se menciona a Sara, su esposa. Este es el texto: Por la fe, Abrahán, al ser llamado obedeció y salió para el lugar que había de recibir en herencia; y salió sin saber a dónde iba. Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra extraña, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa, porque esperaba una ciudad con fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios. Por la fe, Sara, la estéril, recibió fuerza para concebir, fuera del tiempo de la edad; porque creyó era fiel aquel que lo había prometido. Por lo cual de uno, y ése casi muerto, salieron como las estrellas del cielo en multitud, y como la arena innumerable que está a orillas del mar 66.

Tras nombrar a los dos, Abrahán y Sara, y decir que Sara, estéril por edad, concibió por la fe, pues creyó en la fidelidad de la promesa, añade el Apóstol que de un hombre solo y casi muerto nació una multitud de pueblos, comparables a los astros del cielo. Exigían la fidelidad del relato y la verdad histórica se mencionase la unión de los padres; pero como se trataba de ponderar la multitud de hijos nacidos de dos personas, las reglas del arte piden se hable de una sola y no de dos. Quería indicar la recompensa de una fe inquebrantable, al afirmar que la multitud engendrada por el poder de Dios sobrepasa todo número; pero has de comprender que es mejor resaltar la grandeza de la obra divina si atribuye esa numerosa posteridad a uno solo y no a dos; sobre todo al completar el elogio del poder de Dios, que no hace violencia a la verdad histórica antes establecida con la mención de ambos personajes".

Ag.- El que no entienda que no dices nada, no sé lo que entiende. Habías dicho: el Apóstol declara que por un hombre entró en el mundo el pecado, porque este hombre dio origen a los demás y es para todos ejemplo de pecado. En efecto, si en este pasaje, dices, quisiera indicar la generación, habría dicho "por dos", no por uno. Mas si quiere indicar el ejemplo debiera decir "por una", no por uno, pues consta que fue la mujer la que dio a su marido ejemplo de pecado. Pero como por la generación entró en el mundo el pecado que sólo puede ser borrado por la regeneración, dijo el Apóstol por uno; porque así como el ejemplo del pecado del hombre tuvo principio en la mujer, la generación procede del varón, pues nadie duda que la siembra pertenece al varón y la concepción a la mujer.

Mas he aquí un testimonio clarísimo, encontrado por ti, o, quizás, por alguno de tus adversarios, en el cual, sin ambigüedad alguna, dice: "De uno" han nacido innumerables, esto aunque hayan tenido por padres a un varón y a una mujer. Y este lenguaje es verídico por ser el hombre principio de la generación, pues del hombre procede el semen. Por último, para citar algunos laudables ejemplos de fe, da principio por Abel y llega hasta Sara, después de nombrar a Abrahán. No se trata de Abrahán, sino de su esposa; sin embargo, cuando menciona el nacimiento de un pueblo numeroso, vuelve a él, porque engendró Abrahán al que Sara parió. Si reflexionaras como es debido, no blasfemarías del fiel predicador de la fe, autor de la carta, ni dirías que "sigue las reglas de la oratoria". Por favor, ¿en qué siguió las reglas de la oratoria? ¿Usando de una mentira y atribuyendo a uno solo la descendencia que tuvo su origen en dos? ¿Y esto para ensalzar el poder divino? Yerras en grado sumo, porque no agrada a Dios la falsa alabanza. Con agrado sueles alabar la libido; con todo, la mentira desagrada en demasía a la Verdad.

Además, no sé por qué, en vez de elogiar la pasión, eres su adulador. ¿Serás por eso más amado de ella? Grave error, la pasión no ama al hombre, antes lo estimula a amar lo que amar no debe. Si se puede decir en verdad y sin mentira, no importa en qué términos, que la descendencia, obra de dos, se remonta a uno solo, ¿por qué la generación no puede ser con estas palabras mencionada: Por un hombre entró el pecado en el mundo, con el pretexto de que es obra de dos, no de uno solo? Todo el mundo sabe que el hombre es el primer sembrador de vida; la mujer no engendra, sino concibe y da a luz, y si al parto se le quiere llamar generación, la mujer, fecundada por el hombre, engendra y da a luz el fruto que concibió.

Queriendo el Apóstol dar a entender que el pecado entró en el mundo por la generación y ha de ser perdonado por la regeneración, dice por un hombre, por ser éste el autor primero y principal de la generación; pues, como ya dijimos, y te lo volveré a repetir, si quisiera el Apóstol invocar la autoridad del ejemplo, hubiera dicho: Por una mujer entró el pecado en el mundo, pues fue la que dio a los hombres el mal ejemplo del pecado, y no hubiera hablado del hombre, que, al seguir a su mujer, imitó su ejemplo.

Increíble necedad

86. Jul.- "Se habla en la carta a los Hebreos de generación y se dice que muchos han nacido de uno solo; y en la carta a los Romanos, al hablar del pecado, nos dice el Apóstol que por un hombre entró el pecado en el mundo. Este singular nos hace ver que el Apóstol no pensó para nada en la generación".

Ag.- Hablar así contra la evidencia no es, como crees, elocuencia laudable, sino increíble necedad.

La evidencia no convence a Juliano

87. Jul.- "Cuando habla de Cristo y dice: El Santificador y los santificados todos son de uno 67, se puede entender, no de Adán, sino de Dios, pues por su poder creó a Cristo según la carne, y a todo el género humano; por eso no podemos apoyarnos en la semejanza de las palabras antedichas para destruir las de Pablo cuando dice: Por un hombre entró el pecado en el mundo. No obstante, esfuércese el ánimo del lector, con prudencia, a entender las palabras que siguen y verá cómo hasta ahora he sido más indulgente de lo preciso en esta materia.

Concedamos que, en numerosos testimonios, la generación, obra de dos, se pueda decir también obra de uno. Pero ni así se puede beneficiar la teoría traducianista. ¿Por qué? Sencillamente porque hay expresiones que se toman en sentido figurado y otras en sentido propio; éstas pueden, sin menoscabo alguno, prestar su nombre, pero las metafóricas no permiten el sentido figurado en detrimento de las cosas principales. Y todo esto acaece sin culpa, porque las verdades en las que la duda no existe, se pueden aplicar abusivamente a vocablos extraños".

Ag.- Pero tú llevas la duda a las cosas evidentes que te son contrarias.

Todo nacido tiene padres

88. Jul.- "Además, cuando, para designar un objeto, se emplea un vocablo contra el sentir de todos y sólo en el sonido tiene su defensa, se comete grave pecado si se deja a un lado el sentido propio que fácilmente puede ser empleado, para hacer uso de una expresión figurada. Así, cuando de los fetos se habla, nadie duda que un niño tenga sus progenitores, y esto no necesita probarse, ni causaría dudas al hombre inteligente si digo que fue engendrado por uno, pues nadie llegaría a pensar que el niño pueda nacer sin padre o sin madre".

Ag.- Cierto, todo nacido tiene dos padres; mas, para que nazca, uno lo engendra con su siembra, la otra lo desarrolla y alumbra. Es, pues, fácil saber quién es el autor principal y primero en la generación. Deja de oscurecer con las tinieblas de tu palabrería cosas tan evidentes. ¿Quién ha dicho nunca que el hombre nace de uno solo? Al oír estas palabras no puedo pensar únicamente en el padre, aunque del padre viene la siembra; pero con frecuencia se dice, y con razón, que dos o muchos niños nacen de un solo padre y se puede creer que sólo tienen un padre. Mas cuando se quiere pensar en un padre y en una madre, ¿se puede, sin traicionar la verdad, decir que tal niño nació de uno solo?

Es, en efecto, evidente que, si dos personas juntas dan un paseo o hacen alguna otra cosa, ¿puedes, sin mentir, afirmar que una sola ha paseado o que la otra hizo tal cosa, cuando es evidente que las dos pasearon? ¿No sería tu arana tanto más descarada cuanto es la verdad más transparente? Se emplea el número singular por el plural en locuciones figuradas como cuando se habla de las plagas de Egipto, se menciona la rana o la langosta en singular, aun cuando es cierto fueron cantidad. Pero si se dice que fue una sola rana o una sola langosta, ¿quién dudaría que la mentira sería tanto más grande cuanto la verdad es más clara?

Deja, pues, de vender humo a los que ignoran estas cosas, y reconoce que el pecado entró en el mundo por uno solo, no en el sentido que tú lo dices, sino en el sentido que lo dijo el Apóstol. Por un hombre solo, y no porque haya precedido en el ejemplo -lo que sería en la mujer verdad-, sino porque es el primer autor de la generación al proporcionar el semen germinal, al dar semilla para la concepción, al sembrar lo que la mujer concibe y pare; por él entró el pecado; como está escrito: Abrahán engendró a Isaac, Isaac engendró a Jacob, y esta misma expresión sirve para las generaciones siguientes; y no se dice: Abrahán y Sara engendraron a Isaac; Isaac y Rebeca engendraron a Jacob, y cuando fue necesario mencionar a las madres, no dice el Evangelista: Judas y Tamar engendraron a Fares y a Zará; sí dice: Engendró Judá de Tamar, y siempre que se mencionan las madres, se atribuye la generación a los padres; y no se dice: él y ella engendraron, sino él engendró de ella; de donde se deduce que, en este sentido, se puede decir que Abrahán engendró una multitud, porque él solo engendró de Sara. Y en este sentido se dice: Por un hombre entró en el mundo el pecado, dando a entender el principio de la generación, que viene del hombre, y no de un mal ejemplo a imitar, que fue dado por una mujer, no por un hombre.

La verdad de la Escritura, contra Juliano

89. Jul.- "Cuando se trata de un pecado que, contra la opinión de todos y contra toda razón, se supone innato...".

Ag.- No contra la opinión de todos ni contra toda razón se supone, sino contra vuestro error y apoyados en la Escritura y en la miseria del género humano, demostramos la existencia del pecado original.

Por un hombre, repite Agustín

90. Jul.- "Con propiedad se puede decir que el pecado entró en el mundo por un hombre si se entiende que dio ejemplo de pecado; pero este lenguaje es sumamente impropio si se entiende que este hombre inoculó por generación el pecado, pues sólo puede transmitirse por dos".

Ag.- El pecado entró precisamente por el hombre que engendró y la primera mujer parió. El ejemplo vino de ella, el hombre la siguió.

Vuelve el insulto de traducianista en Juliano

91. Jul.- "Declara el Apóstol que pasó el pecado, pero por uno solo, y nos demuestra la verdad que se trata de un ejemplo; con intolerable desfachatez nos dice el traducianista que es sólo una figura del lenguaje y ha de ser entendido el número en su sentido".

Ag.- ¿Crees que repitiendo con frecuencia este nombre nuevo -traducianista- con intención insultante, conseguirás, por temor del neologismo, hacer abandonar la fe que enseña la Iglesia católica después de tantos siglos? ¿Qué no es posible ridiculizar con este método? Pero esto es vanidad, no cortesía. Dice el Apóstol: Por un hombre entró en el mundo el pecado, y por el pecado la muerte, y así pasó a todos los hombres. Estas palabras las suscribimos los dos. Si nosotros somos traducianistas, a causa del pecado, que sostenemos se transmite a todos por generación, también vosotros sois traducianistas, pues fingís que el pecado se transmite por imitación, y así pasó a todos los hombres; y el primer traducianista lo fue el Apóstol, porque su pensamiento nos parece evidente, o el que, sin razón, vosotros le atribuís; con todo, el pecado entró en el mundo por un hombre y pasó a todos los hombres, y si el nombre de traducianista no conviene a estas palabras, no sienta bien ni a vosotros, ni a nosotros ni al Apóstol; mas decir esto, objetar esto, repetir hasta la odiosa saciedad esto, dice bien a vuestra necedad.

Por un hombre, en sentido propio

92. Jul.- "Sería inaudita monstruosidad ensayar, con ayuda de expresiones metafóricas, dejando las propias, la creación de un nuevo dogma, en sí soportable; pero es infinitamente más odioso ver a un Agustín esforzarse por asentar una doctrina obscena, acusadora de la justicia de Dios, sobre sentencias equívocas y que, tomadas en sentido propio, confiesa le son adversas, y sólo en sentido figurado favorables. ¿Qué hombre instruido prestará asentimiento a un argumento que al mismo tiempo prueba dos cosas contradictorias, dando en justicia razón a los dos adversarios, según se interprete en sentido propio o en sentido metafórico?"

Ag.- Hablas de expresiones propias y figuradas, sin tener en cuenta el pequeño número de hombres que te entienden y te encuentran delirante, y eliges una multitud que no te entiende, para aparentar que dices grandes cosas cuando en realidad nada dices. Prefiero abandonarte a unos pocos sabios que, sin yo demostrarlo, se dan cuenta que no dices nada, a refutarte, pues aunque diga verdades, no entiendes lo que digo. No obstante, cuando se dice que por un hombre entró el pecado en el mundo, a causa del autor de la generación, figura del que había de venir como autor de la regeneración, estas palabras tienen sentido propio, no metafórico.

La rana y la langosta

93. Jul.- "Exige la gloria de Dios poner después de la mención de los padres las palabras de la carta a los Hebreos: de uno, todos; las palabras relativas a Cristo: El Santificador y los santificados 68 se refieren a Dios".

Ag.- Precisamente después de mencionar a los padres, y, sobre todo, porque dejado el padre a un lado, hablaba de la madre, no debiera omitir su mención; debiera, pues, decir: "nacieron de dos" si es que de los dos habían nacido, no de uno; y así verdadera, no falsa, era la gloria de Dios; a no ser nacieran de uno y no sea una expresión abusiva, sino propia para designar al padre, autor de la generación, y no, como piensas, para aumentar, con una mentira, la gloria de Dios. Decir: lo hizo un hombre lo que hicieron dos o más hombres, puede ser una locución figurada; pero decir: lo hizo un hombre solo cuando fueron dos los que lo hicieron, y uno de los dos no es autor de la obra, sería mentir o equivocarse, como dijimos antes a propósito de la rana o de la langosta.

La muerte corporal y el pecado

94. Jul.- "Dice el Apóstol a los Corintios: Porque así como la mujer procede del varón, así el varón nace de la mujer; pero todo procede de Dios 69. Muestra, en tercer lugar, la razón que, aunque ninguno de estos conceptos viniera en ayuda nuestra, sin embargo, la sentencia en la que afirma Pablo que por un hombre entró el pecado en este mundo no pacta con los maniqueos".

Ag.- Y al decir esto tú sellas un pacto con los maniqueos. ¿Qué alianza puede existir entre el Apóstol y los maniqueos, si el Apóstol dice: El cuerpo está muerto por el pecado -lo que destruye vuestra herejía-, y Manés afirma que el cuerpo es inmutablemente malo, porque la naturaleza del mal como la del bien es eterna? Y en el pasaje en que dice: El cuerpo está muerto por el pecado, dice el Apóstol: El que resucitó a Cristo de entre los muertos, vivificará vuestros cuerpos 70; pero Manés dice: "Los cuerpos de carne no pertenecen a la criatura del buen Dios, sino a la naturaleza del mal". ¿Cristo no resucitó porque no murió? Vosotros no sois maniqueos, pero no estáis libres de otra clase de peste; decidnos cómo puede morir el cuerpo a causa del pecado, si afirmáis que la muerte corporal entró en el mundo por ley de naturaleza, no por el pecado.

Fe católica en el dogma del pecado original

95. Jul.- "Por consiguiente, nuestra doctrina permanece inalterable y demuestra que la naturaleza no fue viciada ni corrompida por la generación de un hombre, sino que, permaneciendo íntegra, el Apóstol habla sólo de la voluntad viciosa de los pecadores".

Ag.- ¿Estáis, por ventura, tan ciegos o queréis cegar a los hombres con vuestros tenebrosos discursos, para negar haya cuerpos malformados? ¿Acaso no son los cuerpos parte de la naturaleza humana? ¿O bien, según los maniqueos, cuya locura, sin saberlo, alentáis, aunque no os place reconocerlo o pensarlo, el alma, buena en sí, está unida a cuerpos tenebrosos? Decidnos cuál es el demérito de los cuerpos deformes, vosotros que negáis en los niños la existencia de un pecado, herencia de los padres. Dicen los maniqueos: Esta carne mortal no es obra de Dios, sino obra del poder de las tinieblas; y los cuerpos humanos, creados, según vosotros, a imagen de Dios, nacen corruptibles, sujetos a la muerte y, con frecuencia, deformes.

¿Qué les puede responder vuestra herejía, si no es que la naturaleza es obra de un Dios creador y arquitecto, y aunque no existiera el pecado, pudieran nacer en el paraíso cuerpos deformes? ¡Oh lenguaje blasfemo y abominable! Sostenemos nosotros que, si no hubieran pecado nuestros primeros padres, no se verían en el Edén cuerpos sujetos a corrupción y muerte, ni cuerpos enfermos, contrahechos o agobiados por taras sin número; y anatematizamos a cuantos empleen otro lenguaje y atribuimos todos estos defectos, no al estado de naturaleza íntegra, sino a su corrupción después del pecado; y vosotros y los maniqueos quedáis derrotados por esta fe antigua, inmutable y católica.

Naturaleza y vicio

96. Jul.- "Tornemos al libro dedicado a Valerio, en el que se propone discutir y refutar ciertas sentencias tomadas de un libro mío. En el primer libro de esta obra insistí en unas palabras de Agustín, en las que describe, con imponente descaro, al diablo como creador de los hombres y hace a Dios autor de los malos; y crea además seres en una condición tal que son ya culpables antes de tener uso de razón, y, en consecuencia, los somete al poder del diablo".

Ag.- Todo el que distinga entre naturaleza y vicio no dirá lo que tú dices. Y todo el que con inteligencia lea mis palabras no pensará que digo lo que no digo.

Vasos y vasos

97. Jul.- "Este tu Dios tornea vasos de ira y de corrupción".

Ag.- Aunque no entiendas por qué hace Dios de la misma masa un vaso para usos nobles y otro para usos viles, la verdad es que los hace; y no es menos cierto que no hace un tercer género de vasos, que no serían nobles ni viles como vosotros queréis que sean los niños, ni tampoco creéis sea un castigo el prohibirles la entrada en el reino a estas imágenes de Dios. Y amáis de tal manera este reino, que el no vivir en él es una pena leve, o sencillamente no es pena.

Símil del alfarero

98. Jul.- "Vasos destinados a la perdición, pero no por un acto de su libre querer, sino obligados por el poder irresistible del que los modeló".

Ag.- Puedes también decir que Dios destina a la perdición, no a hombres vulgares, sino a sus hijos, hombres regenerados; pues prolonga la vida a los que prevé se han de alejar de la fe, cuando puede arrancarlos de este mundo antes de que la malicia los cambie.

Desvirtúa Juliano las palabras de Pablo

99. Jul.- "Expuse, en el marco de todo el contexto, el verdadero sentido del pasaje paulino, sobre el cual se esfuerza Agustín en asentar su monstruosa doctrina; luego probé que el profeta Isaías, del que tomó el símil del alfarero, defiende plenamente la causa de la justicia divina".

Ag.- ¿Qué pruebas para un lector inteligente, si no es tu impotencia para desnaturalizar, con tu verborrea sin fin, las palabras del Apóstol?

No se comenta, se ataca al Apóstol

100. Jul.- "Está consagrado mi segundo libro a interpretar las palabras del Apóstol, que opongo a los argumentos de Agustín con todo el calor que me inspira la verdad; por eso ahora retorno al orden de su libro".

Ag.- Tu segundo libro no es una exégesis de las palabras del Apóstol, sino que es un imponente ataque contra sus palabras, so pretexto de interpretarlas; y no la verdad, sino la vanidad te inspiró lo escrito en tu libro.

Naufragio de Juliano en la fe

101. Jul.- "Después de elegir, con pretexto de refutarlo, uno de los capítulos del breve prefacio a mi primer libro, y representar a su Dios como alfarero que modela como ollero a los pecadores, me ataca con gran fuerza y tesón, como sus palabras revelan. Dice: "No eres sincero, te engañas y engañas cuando dices que, si alguien sostiene que el hombre posee libre albedrío y que los niños, en su nacimiento, son obra de Dios, se le llama pelagiano y celestiano. Esta es enseñanza de la fe católica.

Pero si alguien enseña que, para honrar a Dios con justicia, no necesita el hombre de la gracia, pues goza del libre albedrío; y se afirma que Dios es creador de los niños, no su redentor que los libra del poder diabólico, éste se llama pelagiano o discípulo de Celestio. Nosotros sostenemos, como vosotros, que el hombre tiene libre albedrío; en esto no sois pelagianos ni celestianos. Pero decir que el libre albedrío puede, sin la ayuda de Dios, hacer el bien y que los niños no son arrancados del poder de las tinieblas ni trasladados al reino de Dios; en esto sois pelagianos y discípulos de Celestio.

Demostré ya que con frecuencia nadas en una charca de impiedad y de temor. Ningún prudente lector tendrá sobre esto duda alguna".

Ag.- Los que te conocen como hereje saben que no flotas, te sumerges y en el naufragio has perdido el sentido.

En el origen del mal

102. Jul.- "Por eso en mi primer libro hice patente que no mentía al escribir que cuantos quieren evitar nuestra sociedad, tan detestada, caen en la sima del maniqueísmo, pues niegan la existencia del libre albedrío y la creación del hombre por Dios; y quedó probado al citar tus escritos enviados a Bonifacio, en los que defiendes una doctrina que en otro tiempo rechazabas. No obstante, tu respuesta confirma lo que acabo de decir; en efecto, sostienes que la fe católica cree en la existencia del libre albedrío y en un Dios creador de los niños. Principio que todos los herejes niegan con vosotros, los maniqueos".

Ag.- Los maniqueos -vosotros no lo queréis ver- reciben vuestras ayudas, pues atribuyen al poder de las tinieblas, no el pecado, sino todos los males que padecen los niños. Vosotros no tenéis a dónde huir cuando os preguntamos por el origen de los males. Cuando decimos que la naturaleza humana fue creada buena, pero fue viciada por el libre albedrío, son vencidos con vosotros por la verdad católica.

Al defender el libre albedrío le da muerte Juliano

103. Jul.- "Pero como te cubres con el tenue velo de la fe católica, de cuya solidez estás desnudo, quieres hacernos creer que, con los católicos, cuyo nombre usurpas defiendes la existencia del libre albedrío en los hombres, y la creación de los niños por Dios. Si eres sincero y hablas de buena fe, pon, con el silencio, fin a este debate. Se nos acusa de haberte calumniado al presentar una dificultad que tú puedes destruir con una rotunda negación.

Añade sólo a esta sentencia que surge una secta o un autor que intenta destruir, con argumentos de razón, esta doble verdad, que afirmas católica; añade, repito, que esta doctrina no es tuya ni tomarás a tu cargo su defensa. Y si te place defender extensamente lo que luego vas a negar que admites, explica la definición del libre albedrío y señala con distinciones concretas sus límites".

Ag.- Defensores y enemigos, al defender el libre albedrío le dais muerte, pues rehusáis admitir fije sus límites la bondad del Todopoderoso, su verdadero defensor.

Los malformados son también obra de Dios

104. Jul.- "Enseña también que Dios es creador de tales hombres, cual conviene a la obra de su justicia".

Ag.- ¡Oh necios y nuevos herejes! ¿Si no dicen bien a las manos de Dios obras defectuosas, podéis acaso sustraer a la acción de Dios ciertos cuerpos humanos que veis nacen deformes? ¿Por qué no confesar con la fe católica que fue viciada la naturaleza humana por la voluntad del hombre y que Dios trata esta naturaleza no sólo como artista consumado, sino también como justo juez? Así no podrán los maniqueos obligaros a atribuir estos cuerpos a un artista malvado e inicuo.

Una simple añadidura y suscribe Agustín

105. Jul.- "Cierto, tú ninguna de estas dos cosas has hecho; tras afirmar que los católicos -entre los que finges estar- reconocen la existencia del libre albedrío, al instante das una definición que anula lo que conceder parecías. Dices: "El que diga se puede honrar a Dios sin su ayuda, pues basta la fuerza de su libre albedrío, éste se llama pelagiano"; y de nuevo: "Afirmamos existir en los hombres el libre albedrío. El hombre, decís, es libre para hacer el bien sin la ayuda de Dios".

Ag.- Si añadieses, "dicen los herejes", aunque no pronunciases esta palabra, no estarías lejos de mi pensamiento. Verdad es que los herejes -vosotros mismos- afirmáis que el hombre es libre para hacer el bien sin ayuda divina. No leí las palabras "sin la ayuda de Dios" que tú citas a la hora de referir este pasaje; y lo atribuyo a una laguna en el manuscrito, no a ti. Habla, pues, de otras cosas.

El amor entre los dones de Dios

106. Jul.- "Cuando afirmas que, según nosotros, cada uno puede rendir culto a Dios sin la ayuda divina, sólo con la fuerza de su libre albedrío, mientes en absoluto. De muchas maneras se entiende el culto de Dios: consiste en la guarda de los mandamientos, en la execración del vicio, en la sencillez de vida, en el conocimiento de la Trinidad, resurrección y otros dogmas por el estilo. ¿Cómo es posible digamos en general que basta el libre albedrío para rendir el culto debido a Dios sin su ayuda, si leemos en el Evangelio estas palabras del Señor: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó? 71

Estos dogmas y misterios no los puede descubrir el libre albedrío por sí mismo; si bien la razón natural puede, según el testimonio del Maestro de los gentiles, enseñarnos a no rendir culto a los ídolos, a no despreciar a Dios que se revela como creador del mundo. Lo que tú inventas ni nosotros ni nadie lo dice. Por el contrario, afirmamos que el hombre recibe de Dios, en su creación, el libre albedrío, y además recibe una lluvia de gracias divinas para que pueda guardar o quebrantar los mandamientos. Y en esto consiste, según nosotros el libre albedrío. Dios testifica de mil maneras su bondad, preceptos, bendiciones, sacramentos, castigos, incitaciones, luces, y todo el que tiene uso de razón es libre para obedecer o resistir a la voluntad de Dios".

Ag.- Enumeras muchos de los socorros con que Dios nos ayuda, esto es, preceptos, bendiciones, sacramentos, castigos, incitaciones, luces, pero silencias la caridad, siendo así que Juan, el apóstol, dice: La caridad viene de Dios 72. Y en otro lugar: Mirad qué amor nos ha tenido el Padre, que somos llamados hijos de Dios, y lo somos 73. Este amor que recibe el corazón humano del espíritu, no de la letra, y también de esta fuerza habla Juan en su evangelio: Les dio poder de hacerse hijos de Dios 74.

Este poder vosotros lo atribuís al hombre, a su libre albedrío, porque tenéis el espíritu del mundo, no el espíritu de Dios, porque no conocéis los dones, regalo de Dios. Y así es imposible estar en paz con la Iglesia, de la que vivís separados; no tenéis la caridad, que no reconocéis ser don de Dios; ni la fe, pues sois unos herejes. La paz, el amor, la fe se dan a los hermanos, y no por el libre albedrío, sino por Dios, Padre, y por Jesucristo, el Señor. Y si en estas palabras reconoces un dogma apostólico, reconócete en las tuyas como hereje.

Universalidad en 2Co 5, 10

107. Jul.- "No creemos pueda el libre albedrío, sin la ayuda de Dios, rendirle culto como el que le tributan los iniciados en los misterios; pero confesamos que el libre albedrío es un testimonio fidedigno de la justicia divina y, en el momento de comparecer ante el tribunal de Cristo, dará testimonio de que cada uno recibe según sus obras, buenas o malas. Dios ha de juzgar con toda justicia y a nadie le imputará otro pecado que aquel que pudo evitar, y por él será castigado".

Ag.- Me sugieres exactamente lo que debo decir contra ti. Es verdad lo que dice el Apóstol. Todos compareceremos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según las obras que ha hecho mientras estaba en el cuerpo, bueno o malo 75. ¿Excluirás de esta universalidad a los niños? Di, pues qué hicieron de bueno mientras estaban en sus cuerpos por su libre querer, para recibir el gran bien del reino de los cielos; o qué hicieron mal por su libre voluntad, para verse privados de esta vida de Dios. Y si te ves obligado a confesar que unos son vivificados en Cristo, sin ninguna obra buena de su voluntad, ¿por qué no confesar que los otros mueren en Adán, si sabes que Adán, por oposición, fue figura de Cristo, que había de venir?

¿O cierras los ojos y abres la boca para decirnos que a unos la salvación les viene del espíritu de justicia, en los que fueron regenerados, y a los otros no les perjudicó la carne de pecado en la que han nacido? ¿Quién, si no sois vosotros dirá esto? Los hombres en edad adulta, cuando oyen decir o leen que cada uno va a recibir según las obras que hizo mientras vivía en su cuerpo, no deben confiar en las fuerzas de su voluntad, sino pedir al Señor para no entrar en tentación, porque el Señor prepara la voluntad 76. Orad, dice el Señor, para que no entréis en tentación 77. Y el Apóstol dice: Rogamos a Dios que no hagáis nade malo 78.

No cita literalmente las palabras de Agustín

108. Jul.- "Nada tiene de oscura tu primera proposición; pero en la segunda repites que reconoces la existencia del libre albedrío; no obstante no se puede el hombre considerar libre para practicar el bien, y es aquí donde queda al desnudo tu pensamiento íntimo".

Ag.- Me obligas a atribuirte lo que antes achacaba al manuscrito. Repites mi sentencia sin citar literalmente mis palabras, cosa muy necesaria, pues te son contrarias. Dije: El libre albedrío, sin la ayuda de Dios, no puede hacer el bien. Tú, en cambio, afirmas que admito la existencia, pero no reconozco al hombre libertad para hacer el bien, y silencias lo que añado, "sin la ayuda de Dios". No acuso al ladrón, reclamo con urbanidad lo robado; devuélveme mis palabras, y las tuyas no tendrán valor.

Oramos para no hacer nada malo

109. Jul.- "Mira, nosotros, como ya hicimos en el primer libro, te forzamos ahora muy de cerca a probar que no niegas el libre albedrío. No lo olvide el lector: reconoces la existencia del libre albedrío y predicas a los católicos que Dios es el creador de los niños; dos cosas que nadie negó jamás, si se exceptúa a Manés después de esta confesión -común a los dos-, el libre albedrío no tiene cabida ni en tu pensamiento ni en tu enseñanza; en consecuencia, ni tú ni tu doctrina tienen nada de católicos.

Te pregunto cuál es la esencia y definición del libre albedrío. Con certeza no está en su poder cambiar ni un ápice en las cosas naturales, por ejemplo, el oficio de los sentidos, de suerte que el sentido del olfato perciba los sonidos, los olores el sentido de los oídos; nadie puede cambiar de sexo a voluntad; nadie tomar la forma de otro animal, ni cambiar por la fuerza de su querer, el pelo de su cuerpo por un vellón natural; nadie, en fin, se ha dado un cuerpo con las cualidades que le apetezca; o un cuerpo con la talla que desea. Prueban estos ejemplos que otro tanto sucede en el mundo de la naturaleza. Pasemos a la naturaleza de las cosas exteriores. ¿Quién puede disponer a su antojo de la fertilidad de los campos, de la prosperidad en la navegación, de la nobleza, de las riquezas, de la gloria, de la permanencia en la grandeza hasta el punto de afirmar que ha sido creado por Dios para adquirir por propia voluntad, todas estas cosas y otras semejantes? La naturaleza está sujeta a un orden inmutable; los objetos exteriores se balancean en la cuerda de lo incierto. ¿En qué, pues, consiste el libre albedrío? ¿Qué nos hace imágenes de Dios, superiores a todos los animales, y él solo justifica la existencia de la justicia divina? ¿En qué consiste este libre albedrío, negado por los maniqueos, y, como confiesas, admitido por los católicos? Consiste, sin duda, en el poder que el hombre disfruta de consentir, voluntariamente, en el crimen o evitarlo, sin ser coaccionado por ninguna inevitable inclinación natural".

Ag.- Frenar ante el crimen la voluntad no es otra cosa que no caer en tentación. Pero si esto dependiese sólo del poder de nuestra propia voluntad no se nos advertiría del deber de pedir en la oración al Señor este favor. Apártame del mal 79, estas palabras significan que apartemos nuestra voluntad del pecado. Con todo, el Apóstol, aunque pudo decir con verdad: Os mandamos no hagáis nada malo, dice: Oramos a Dios para que no hagáis nada malo. Por eso dije -no como tú dices que dije-: nadie es libre para hacer el bien sin la ayuda de Dios. Y este socorro pedía el Apóstol para sus fieles, sin mermar un ápice la naturaleza del libre albedrío.

Hombres soberbios e inflados, no pongáis vuestra confianza en vuestras fuerzas; someteos a Dios y orad para alejar de vosotros la voluntad de pecar y no entrar en tentación. No penséis que no entráis en tentación cuando, con firme querer, os alejáis de la concupiscencia o de cualquier obra mala. Ignoráis la astucia del tentador: cuando atribuís esto a vuestra voluntad sin el socorro de Dios, caéis en una gran tentación. Quisiera me dijeseis en qué sentido los bienes o males exteriores, como riqueza o pobreza y otros, son juguete del acaso. Porque la fe católica sustrae estas cosas al poder humano para atribuirlas al poder divino.

Y lo digo porque temo por vosotros; no sea que suméis a vuestro error el creer que cuanto sufren o consiguen los hombres, ya en sus cuerpos o en sus bienes externos, no deba atribuirse a la providencia de Dios; y así, considerando como una consecuencia de cambios fortuitos e imprevistos los males que sufren los niños, queráis sustraer estos males al juicio de aquel sin cuya voluntad, en apreciación del Señor, ni un gorrión cae a tierra. Y veis naufragar vuestra herejía en las aguas de estos males infantiles, males que no existirían bajo un Dios justo si no fueran fruto del primer pecado por el que la naturaleza humana mereció ser viciada y condenada.

El libre albedrío en Adán y en nosotros

110. Jul.- "Unos pocos ejemplos pondrán luz en nuestra cuestión. El hombre es libre para querer o no querer cometer un sacrilegio; libre para querer o no querer cometer un parricidio; libre para querer o no querer cometer un adulterio, dar un testimonio verdadero o falso, obedecer las órdenes de Dios o las sugestiones del diablo".

Ag.- Dices verdad. Tal fue el libre albedrío en Adán; pero después de otorgado por el Creador y viciado por el engañador, necesita ser curado por el Salvador. Esto, con la Iglesia, no lo queréis confesar vosotros. Por eso sois herejes. Hombre, no piensas dónde estás y, ciego, te encumbras en los días malos como en los buenos; cuando el libre albedrío era como lo describes, el hombre no se había hecho semejante a la vanidad ni sus días pasaban como una sombra 80. Dios no es vanidad, y el hombre era imagen suya, con su gracia se renovaba de día en día y aún no se podía decir: He sido concebido en iniquidad 81. Aún no se decía: ¿Quién está limpio de pecado? Ni un niño cuya vida es de un día sobre la tierra 82. Por último, aún no se decía. No hago lo que quiero, sino que hago lo que odio; y sé que no mora en mí, esto es, en mi carne, el bien; querer el bien está a mi alcance; pero el realizarlo no; y veo otra ley en mis miembros que se rebela contra la ley de mi espíritu 83. Este mal, cuando creó Dios a Adán recto, no existía, porque la naturaleza humana aún no había sido viciada. Tenía un guía al que abandonó por su libre querer; y no buscaba un Libertador para que le librara del pecado. Aquellas palabras: No hago el bien que quiero, y otras parecidas, son, como decís, las de un hombre no constituido aún bajo la gracia de Cristo, luego has de reconocer que Cristo encontró al hombre con el libre albedrío muy débil para el bien, y la naturaleza humana sólo por la gracia de Cristo puede ser reparada.

Por eso es verdad lo que dije: "Nadie sin la ayuda de Dios es libre para hacer el bien". Tú has omitido las palabras "sin la ayuda de Dios", para abrir un amplio horizonte por el que explayar tu verborrea, no tu elocuencia; y no para agrado de tus lectores, sino para impedir, cuanto puedes, al que quisiera entender. Someteos a Dios y enmendaos. Nadie es libre para hacer el bien sin la ayuda de Dios. ¿Por qué encumbrar la voluntad del hombre para luego precipitarla? "Orad para no entrar en tentación".

Pide Agustín para Juliano la fe de Basilio

111. Jul.- "En los primeros ejemplos hablé de la voluntad libre, más que de sus efectos reales; porque es más fácil evitar el parricidio, el sacrilegio, el adulterio, etc., que el cometerlos. No siempre una voluntad perversa puede realizar lo que quiere. Para evitar hacerse culpable de estos crímenes hasta la pasividad absoluta. A no ser que vosotros consideréis fatiga el hecho mismo de no querer fatigarse. Omito aquí los testimonios de la Sagrada Escritura: profetas, evangelistas, apóstoles, y las enseñanzas de los doctores, tales como Juan, Basilio, Teodoro, y otros semejantes, todos de acuerdo en que es trabajo mayor cometer crímenes que evitarlos".

Ag.- ¡Ojalá tuvieras tú la fe de estos santos!; así no negarías en los niños la existencia del pecado original.

Deleita hacer el bien

112. Jul.- "Y para ceñirme a la presente materia, repito que el libre albedrío únicamente nos ha sido otorgado, sin posibilidad de asignarle otro oficio, para que la voluntad de cada uno jamás pueda ser forzada a elegir entre justicia e iniquidad".

Ag.- Sentía el Apóstol una ley en sus miembros que luchaba contra la ley de su espíritu hasta esclavizarla a la ley del pecado, y exclama: No hago el bien que quiero, sino que hago el mal que odio. Debes explicar ahora cómo uno puede ser arrastrado al mal por una voluntad esclava. Porque, para servirme de tus palabras, si uno gime bajo el peso de una mala costumbre sin estar aún, como decís vosotros, bajo el reinado de Cristo, ¿tiene o no tiene voluntad libre? Si la tiene, ¿por qué no hace el bien que quiere, sino el mal que detesta? Si no la tiene, porque aún no está bajo el reino de la gracia de Cristo, esto es lo que os he dicho, lo que os repito, lo que os volveré con frecuencia a gritar: Nadie puede, si no es por la gracia de Cristo, tener libre arbitrio de la voluntad para hacer el bien que quiere o evitar el mal que odia; y no es que la voluntad se vea forzada como una esclava a obrar el bien o el mal, pero, libre de su esclavitud, es suavemente atraída por su libertador con la dulzura del amor, no por la amargura servil del temor.

Confía Juliano en sus fuerzas

113. Jul.- "Tienen sus encantos seductores los vicios, y sus amarguras frecuentes excitadas por los perseguidores; a los primeros estimula la censura de la honestidad, a éstas las consume la grandeza de la paciencia".

Ag.- Hablas como los que confían en sus fuerzas. Cuídate, para que un día no te lamentes, entre tormentos, por tu soberbia.

El querer y el actuar vienen de Dios

114. Jul.- "Por otra parte, no es la posesión trabajosa de las virtudes fuente de amarguras, pues nos pone en el reino de una conciencia recta, y además nos hace gozar de la felicidad eterna prometida. Contamos también con los socorros de la gracia de Dios, que nunca faltan a los que anhelan practicar la virtud, gracia que viene por mil caminos diferentes en nuestra ayuda, con tan moderada eficacia, que nunca desplaza de su lugar al libre albedrío; le ofrece su ayuda, si quieren, pero no violenta a los que la rechazan. Por eso algunos abandonan la senda de los vicios para caminar por la ruta de la virtud, y otros abandonan las avenidas de la virtud, para despeñarse en la sima de los vicios".

Ag.- ¿Cómo iba a ser posible que la gracia de Dios destruya el libre albedrío, si esta gracia libra de los vicios de la esclavitud y de la iniquidad, y lo restablece en su trono? Pero cuando se os pregunta en qué consisten estos socorros de la gracia de Dios, repetís lo que queda dicho más arriba: Dios nos ayuda, decís, "con sus preceptos, bendiciones, sacramentos, castigos, incitaciones y luces". Todas estas cosas nos vienen, según la Escritura, también de los hombres, santifican por medio de los sacramentos divinos, frenan con castigos, estimulan con sus exhortaciones, iluminan con sus enseñanzas, pero ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento 84. Consiste este crecimiento en obedecer los mandamientos del Señor; lo que sólo se hace de verdad cuando se hace por amor. La Iglesia crece en su cuerpo, para ir edificándose en el amor. Y este amor lo da Dios, porque el amor viene de Dios 85.

Entre los auxilios de la gracia de Dios, vosotros no queréis nombrar el amor, y así no consideráis nuestra obediencia a Dios como un efecto de su gracia, pues pensáis que la gracia suprime el libre albedrío, y esto so pretexto de que sólo voluntariamente se obedece. No queréis reconocer que el Señor prepara la voluntad 86, y no con palabras que resuenan al exterior, sino como cuando oró la reina Ester 87, al ser escuchada. Dios mudó el corazón del rey y convirtió su indignación en bondad. Y así como obró esta mudanza en el corazón de un hombre de una manera oculta y divina, así obra en nosotros el querer y el obrar, como bien le parece 88.

La gracia viene en ayuda de nuestra posibilidad

115. Jul.- "¿Cómo puedes tú admitir la existencia del libre albedrío, si afirmas que sólo se puede elegir una cosa, el mal, pero no puede evitar el mal y obrar el bien? 89"

Ag.- Lo afirmo, puede la voluntad del hombre evitar el mal y hacer el bien, pero lo entiendo de la voluntad que Dios gratuitamente ayuda, no de la voluntad que Juliano, ingrato, hincha.

Dios no manda imposibles

116. Jul.- "Silencio, por el momento, el rugir de tu furor contra toda ley, pues crees que manda a los mortales cosas que el legislador sabe son imposibles".

Ag.- No dices verdad. Dios sólo manda cosas posibles: da Dios poder a los que pueden hacer y hacen, y exhorta a los que no pueden a pedirle el que puedan. Si no observan los santos todos los preceptos, Dios los conduce por sendas de humildad para que pidan cada día: Perdónanos nuestras deudas 90, y viene el Señor en ayuda de nuestra obediencia para mostramos su misericordia.

Persigue Juliano vanos fantasmas

117. Jul.- "Dime, por favor, qué poeta te ha conducido a la fuente de Hipocrene, para inventar, no un poema, sino, en un lenguaje blasfemo, un animal de doble naturaleza, con un cuerpo formado de una fatal necesidad, y un rostro velado con el nombre de libertad".

Ag.- Te pintas como te place a ti mismo; a un corazón vacío le agrada perseguir vanos fantasmas. ¿Por qué facilitar socorros de gracia a la voluntad para que sea buena, si no los necesita para ser mala o persistir en su maldad? ¿O esta balanza que tratas de mantener en el fiel al decir que la voluntad es igualmente libre para el mal o el bien, al inclinarse a una parte indica que has perdido la razón?

Nada sin la gracia

118. Jul.- "En la obra que enviaste a Roma escribes: "La voluntad es libre para el mal, pero no es libre para el bien"".

Ag.- ¿Por qué no añades lo que allí leíste: "si no ha sido liberada"? O bien, ¿por qué dice el Señor al hablar de los frutos de la vid, esto es, de las buenas obras: Sin mí nada podéis hacer 91, sino porque nadie es libre si él no libra?

Ceguera de Juliano

119. Jul.- "Llamas celestiano al que piensa que cada uno es libre para hacer el bien, y dices son libres los que sólo pueden hacer el mal. Si puedes encuentra otra definición del ser no libre y reivindica esta libertad. Si no has perdido el sentido hasta el punto de no comprender lo que es libertad considerada en sí misma, ¿no deberías, por el contrario, saber cuál es la esencia de la libertad?

Supón te encuentras embarazado para definir la visión corporal, y la explicases así: Visión es tener los ojos vaciados, o no ver nada por efecto de un impedimento cualquiera en el momento de abrirlos; supongamos que tienes esta definición por verdadera y quieres saber en qué consiste lo opuesto, es decir, la ceguera, y sólo se te ocurriera decir: es uno ciego cuando le sacan los ojos, o cuando la presencia de un cuerpo opaco le impide ver; sin duda te retractarías al constatar que una misma definición sirve para dos cosas opuestas. Porque se seguiría que, si la ceguera no es otra cosa que la privación de la vista en el momento de abrir ]os ojos, la definición de la vista sería la facultad de ver en tiempo oportuno, sin tener vaciados o vendados los ojos. Y si, testarudo, niegas estos principios, llegarás a persuadir a tus oyentes que resistes, con odioso tesón, al testimonio de tu conciencia, y si les convences de que tales son tus pensamientos, juzgarán no eres menos ciego en el alma que aquel que tú defines".

Ag.- No quiero la definas, sino que pongas fin a tu ceguera y comprendas que no pudo Cristo decir con verdad: Sin mí nada podéis hacer 92, si pudiesen los hombres ser libres para hacer el bien sin la gracia de Cristo.

Necesidad de la gracia

120. Jul.- "Así, pues, para aplicar el ejemplo a nuestra materia, has podido comprender por la definición de lo que no es libre, la definición de libertad. En efecto, aunque tu inteligencia se oscureciese al definir el libre albedrío, hasta el punto de designar con este vocablo la imposibilidad de elegir entre dos partes contrarias, has debido darte cuenta de que la esclavitud o no libertad es la imposibilidad de optar por uno de los contrarios; en consecuencia, para definir la libertad hay que negar la esclavitud; de suerte que la no libertad sea la impotencia de elegir entre dos cosas contrarias, y, por el contrario, libertad es la facultad de elegir".

Ag.- ¿Por qué oscurecer con tu opaca verborrea cosas tan claras? Uno es libre para el mal si hace el mal de pensamiento, palabra u obra. ¿Y qué adulto no lo puede hacer? Libre para el bien es aquel que, con buena voluntad, practica el bien en la acción, en la palabra, en el pensamiento, y esto, sin la gracia de Dios, ningún hombre lo puede hacer. Y si afirmas que alguien lo puede, estás en palmaria contradicción con aquel que dijo: Sin mí nada podéis hacer: estás en plena contradicción con aquel que dijo: No somos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos; nuestra capacidad viene de Dios 93.

Se trata, pienso, no de un pensamiento malo, sino bueno cuando el Apóstol dice que no es capaz de pensar algo por sí mismo, sino que su capacidad le viene de Dios. Habla, pues, de un pensamiento bueno, de una palabra buena, de una acción buena. Por consiguiente, el que no puede tener por sí mismo un pensamiento bueno, ni puede por sí mismo decir ni hacer el bien; pero si vive en gracia, su capacidad le viene de Dios; por eso está escrito: No sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros 94, y todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios 95. Pensando en estos textos dije que nadie era libre para hacer el bien sin la ayuda de Dios. Tú, por temor a estas palabras, dices que dije: nadie es libre para hacer el bien, pero omitiste "sin la ayuda de Dios", palabras que yo añadí. Tengo la certeza que te consideras vencido, pero con tu verborrea sin fin quieres aparentar no estás derrotado; y si fueses consecuente deberías privar de libertad a Dios, pues sólo puede tener buena voluntad, y jamás puede tener mala voluntad.

¿Te consuela en la derrota el insulto?

121. Jul.- "Estando así las cosas, te empecinas miserablemente en tu opinión y no sé qué juicio formar de ti; pues o defiendes, contra tu conciencia, el error, o crees ser verdad lo falso; o has perdido la razón, porque es cierto que has perdido la fe".

Ag.- ¿Te consuela el insulto en la derrota?

El amor-gracia

122. Jul.- "Con brevedad resumo lo dicho; el libre albedrío, solicitado al mal por los placeres o persuasiones diabólicas, se inclina al mal; al bien se inclina por la virtud y especies diferentes de gracia; no puede existir libertad sin ausencia de toda necesidad en el obrar según justicia o pecar".

Ag.- Si entre las diferentes especies de gracias pusieras el amor que viene del Padre, no de nosotros, y que Dios otorga a sus hijos, según lees en la Escritura, y sin el cual nadie vive en piedad, y con el cual nadie vive sin piedad, sin el cual no existe buena voluntad y con el cual nadie tiene si no es buena voluntad, defenderías el libre albedrío y no lo hincharías. Sin embargo, si entiendes por necesidad una fuerza que te oprime contra tu querer, no hay justicia, pues nadie puede ser justo si no quiere; pero hace la gracia de Dios querer al que no quería. Si nadie pecara sin quererlo, no estaría escrito: Sellaste en saco mis pecados y tienes anotado lo que cometí contra mi voluntad 96.

Insultos, no razones

123. Jul.- "Reconocen los católicos la existencia del libre albedrío; la niegan los traducianistas con sus maestros, los maniqueos".

Ag.- Estas son injurias, no juicios; quisiera razonaras, porque injuriar, ¿no lo puede hacer cualquier malvado?

Cuanto nace, viene de Dios; el vicio, del diablo

124. Jul.- "Nosotros decimos con verdad que los engañados por vosotros, para no ser tachados de herejes, se hacen maniqueos, y para evitar una falsa deshonra, cometen un verdadero crimen, como las fieras a las que se las rodea de espinos para que caigan en la red, y así por temor a un mal aparente, caen en una verdadera trampa. Decimos ser Dios creador de los niños, y como es cierto que el Dios de los católicos es el Dios verdadero, no puede hacer nada malo, y pertenece a su dignidad que los hombres, obra suya, no puedan ser considerados, antes del uso de la razón, perversos y culpables. Si niegas una proposición, destruyes las dos. Dices creer en un Dios creador, con esta afirmación niegas, contra tu dogma, sea el diablo el formador de los hombres malos".

Ag.- Cuanto en los hombres nace, aunque viciado, viene del Dios creador y es bueno; pues todo lo justo es bueno; pero Dios es autor de las naturalezas, no de los vicios. Llegué al punto clave. Veamos lo que vas a decir, si los niños no son arrancados del poder de las tinieblas, cuando, por los sacramentos de la Iglesia, pasan al reino de Cristo. Puedes envolverte con los velos de tu locuacidad; al llegar a este punto, aparecerás un desnudo hereje.

El hombre, criatura de Dios

125. Jul.- "Cuando atribuyes a la obra de Dios lo que él no puede hacer, evidencias que nada de lo que le atribuyes pertenece a Dios".

Ag.- Dios sólo puede ser el creador de los hombres. Di más bien cómo no son arrancados los niños del poder de las tinieblas cuando por los sacramentos divinos son regenerados.

Blasfema Juliano

126. Jul.- "Aunque en el primer libro ya se trató con amplitud, voy ahora a exponer brevemente tu pensamiento. Temes atribuir la creación de cierta sustancia al diablo, y no temes atribuir a Dios un crimen muy grave. Respetas más la naturaleza de la carne humana que la justicia de Dios, rechazas como gran crimen atribuir al diablo la sustancia de la naturaleza humana, y atribuyes a la justicia y santidad de Dios, como cosa baladí, la creación de seres criminales, como si no fuera más tolerable, entre dos opiniones, ambas falsas, atribuir al diablo las obras de la carne que la iniquidad a las obras de Dios".

Ag.- Sois vosotros los que blasfemáis de la justicia de Dios cuando, bajo su omnipotencia, sin mérito malo alguno tantos males veis sufrir a los niños. Di también cómo los separáis de aquellos que Dios libra del poder de las tinieblas y traslada al reino de su amor 97.

Niños regenerados

127. Jul.- "Has dicho en este pasaje que los niños son creados culpables y bajo el poder del diablo; y en la última parte de tu libro vomitas algo más abominable que los secretos de los maniqueos. "Dios, dices, creó a los hombres malos, como alimenta y nutre a los malos"".

Ag.- Cuando llegues a este pasaje de mi libro, verás en qué sentido digo estas palabras que me objetas. Di ahora, por favor, cómo al ser regenerados los niños son trasladados al reino de Cristo, sin ser arrancados del poder de las tinieblas.

"Yo creo el mal". Sentido

128. Jul.- "Luego Dios es autor del mal".

Ag.- No comprendes en qué sentido, por boca de su profeta, dice: Yo creo el mal 98.

Los niños no son inocentes

129. Jul.- "Y por lo que Dios hace son los inocentes castigados".

Ag.- Ni en su origen son inocentes, ni los castiga por lo que Dios hace.

Posesión del diablo

130. Jul.- "Y son posesión del diablo, porque Dios así lo dispuso".

Ag.- Y el Apóstol entregó un hombre a Satanás 99, con justicia, no por maldad; y también entregó a unos hombres a una mente réproba. ¡Ojalá no estéis entre ellos vosotros!

El pecado original no es obra de Dios

131. Jul.- "E imputa Dios a los hombres un crimen que es obra de sus manos".

Ag.- Lo que traen los niños de su origen viciado no es obra de Dios.

No actúa el Señor bajo las sugerencias del diablo

132. Jul.- "Y lo que suavemente el diablo sugiere, Dios, con habilidad y constancia, lo crea, propaga, defiende y conserva".

Ag.- No hace Dios lo que le sugiere el diablo, pero de una naturaleza viciada por el diablo, lo que Dios hace, lo hace bien.

El mal no tiene a Dios como autor

133. Jul.- "Reclama Dios frutos de bondad al que inculcó, en su nacimiento, maldad".

Ag.- El mal no lo creó Dios, mas, por la regeneración, borra Dios el pecado que viene de una naturaleza viciada.

Culpables los hijos de Adán

134. Jul.- "Además miente toda la ley, pues afirma que Dios es justo".

Ag.- Mientes tú al negar sean culpables los hijos de Adán y sí merecedores de grave castigo. Con esto, ¿qué intentas probar, sino que Dios es injusto?

Dios no puede pecar

135. Jul.- "Y al culpable de tantos crímenes, ¿aún se le llama Dios?"

Ag.- Dios no es capaz de crimen ninguno, ni culpable del que vosotros le atribuís al afirmar que los niños, sin pecado de origen, sufren tantos y tan graves males por orden y permisión de Dios.

En los males de los niños hay que ver la justicia de Dios

136. Jul.- "Perecerá la memoria -de los maniqueos- con gran estrépito; porque Dios permanece para siempre y afianza en el juicio su trono y juzgará el orbe con justicia y a los pueblos con rectitud 100. En Dios no hay ningún crimen. Luego no crea a los malos, porque si fueran malos por naturaleza, Dios no los podía crear. En consecuencia, los católicos han de confesar que Dios es el creador de los buenos, y los maniqueos creen que es creador de los malos".

Ag.- Si no fueseis sordos a la palabra divina que dice: juzgará al orbe con justicia, aprenderías a ver, en los sufrimientos de los niños, la justicia de Dios. Por naturaleza, como criaturas de Dios, son buenos los hombres, malos por vicio y por eso los sana Dios. Esta doctrina católica hace naufragar la memoria de maniqueos y pelagianos con todo el estruendo de su locuacidad.

La fe de la Iglesia en el pecado original

137. Jul.- "Veamos lo restante".

Ag.- Pasas ya a otras palabras de mi libro, sin decir nada contra las anteriores que te proponías refutar. Para cercaros con la autoridad del Apóstol dije que decís que los niños no son arrancados del poder de las tinieblas; apareces, como antes dije, un hereje al desnudo; y no tuve trabajo al despojarte, porque no osaste ni cubrirte con el velo de tu vacía verborrea y oponerte a la fe de los apóstoles que conserva desde antiguo nuestra madre la Iglesia.

Habla Agustín en lenguaje accesible a todos

138. Jul.- "Escucha, dice Agustín, en breves palabras lo que en esta cuestión se ventila.

"Enseñan los católicos que la naturaleza humana fue creada por el Dios creador bueno; pero fue viciada por un pecado y necesita de Cristo para curar. Sostienen los maniqueos que la naturaleza humana no es una criatura de Dios, buena en su origen y viciada luego por un pecado; sino que el hombre fue creado por el príncipe de las tinieblas eternas, y en mezcla de dos naturalezas eternas, una buena y otra mala. Los discípulos de Celestio y Pelagio afirman que la naturaleza humana es buena, creada por el Dios bueno; tan sana en los niños en su nacimiento, que no necesitan de la medicina de Cristo. Reconoce en esta doctrina tu nombre, cesa de objetar a los católicos dogmas y nombres extraños. A los dos impugna la Verdad, a vosotros y a los maniqueos. A los maniqueos les dice: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, los hizo varón y hembra? Por esto el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán dos en una carne; luego ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios unió, no lo separe el hombre 101. Y así prueba que es Dios el creador de los hombres y autor de la unión de los esposos, contra los maniqueos, que niegan ambas cosas.

A vosotros os dice: Vino el Hijo del hombre a buscar y salvar lo que estaba perdido 102. Ahora vosotros, cristianos egregios, responded a Cristo: Si has venido a buscar y salvar lo que estaba perdido, no viniste para los niños, pues éstos no perecieron, sino que nacieron sanos. Vete a los adultos y haz honor a tus palabras, pues: No necesitan médico los sanos, sino los enfermos 103. Y así sucede que Manés, al decir que una naturaleza mala se mezcla en el hombre, quiere, al menos, salvar por Cristo la naturaleza buena; tú, empero, sostienes que Cristo nada tiene que sanar en los niños, pues están muy sanos en el cuerpo. En consecuencia, Manés vitupera de una manera odiosa la naturaleza humana; tú tejes su elogio cruel, porque cuantos crean tus loas, no presentarán sus hijos al Salvador".

En mi obra primera he puesto de relieve que, por todos los medios, tratas de hacerte incomprensible".

Ag.- Lo quieras o no me hago comprender. Tú, por el contrario, nada tienes que responder y consideras como ininteligibles proposiciones verdaderas y firmes. Esta misma materia prueba que no la puedes refutar.

Se afana Juliano y sucumbe

139. Jul.- "Probé que la mayor parte de tus comentarios son más difíciles de comprender que de refutar".

Ag.- Y lo que para ti es peor, trabajas y sucumbes; no trabajas para comprenderme, cosa sumamente fácil, sino que trabajas para refutarme, y no puedes.

Despista Juliano al lector

140. Jul.- "Si quisiera refutar cada frase tuya incurriría en repeticiones superfluas, y si lo critico todo, me extendería demasiado".

Ag.- He aquí cómo actúas para extraviar al lector y hacerle creer me has contestado con olvido de lo que habías prometido refutar.

Cristo vino a buscar pecadores, entre ellos los niños

141. Jul.- "Aunque todo lo que contra nosotros has publicado está escrito con el fin de persuadirnos existen males naturales, y que el creador de los hombres es el diablo y Dios autor de los crímenes; con todo, creo sea oportuno, en gracia a la brevedad, reunir en uno aquellos argumentos, esparcidos por diversas partes, en los que piensas se apoya tu opinión y sólo consiguen oscurecerla. Primero, la exposición, para que aparezca su finalidad; luego la conclusión; los estudiaré no en detalle, sino en conjunto; no en desorden, sino ordenados..."

Ag.- Tu estudio, publicado en ocho libros contra uno mío, es una maravilla de concisión; pero tus prolijas disquisiciones no han conseguido invalidarlo. Di ahora, si puedes, si no de palabra, sí con vuestros perversos sentimientos, si no os veis obligados a decir a Cristo: "Si has venido a buscar y sanar lo que estaba perdido, no has venido para los niños. pues no estaban perdidos y gozan de perfecta salud en su nacimiento. Vete a los adultos, pues te ves obligado por tus palabras: No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Responde: ¿por qué te empeñas en ocultar y oscurecer la verdad con vanas palabras?

Manipulación de Juliano

142. Jul.- "Escribes, al final de tu libro, después de las palabras: "Dios creó a los hombres malos, como alimenta y nutre a los malos", y añades: "Porque lo que otorga en la creación pertenece a la bondad de la naturaleza; y el crecimiento que les proporciona por el alimento, no lo concede a la maldad, sino a la naturaleza buena, creada por él, que es bueno y le da un crecimiento bueno. Como hombres tienen una naturaleza buena y Dios es su autor; como nacidos en pecado, están destinados a la perdición si no renacen, pues son desde su origen, raza maldita 104, por el pecado de aquella antigua desobediencia. No obstante, el que modela vasos de ira, usa bien de ellos, para hacer brillar su gloria en los vasos de misericordia, y así ningún hombre que pertenece a la misma masa atribuya a sus méritos un adarme, pues ha sido 'salvado por gracia' y el que se gloría, gloríese en el Señor 105. Se aparta de esta fe nuestro adversario al enseñar que los niños no se encuentran bajo el poder del diablo en su nacimiento y no quiere sean presentados a Cristo, para que sean arrancados del poder de las tinieblas y trasladados a su reino 106; y así acusa a la Iglesia extendida por todo el mundo, en la cual los niños presentados al bautismo reciben las insuflaciones para que el príncipe de este mundo sea arrojado fuera.

Más adelante, al hablar de la libido, sin la cual no puede existir el acto íntimo entre los esposos, que a nosotros nos parece algo natural, perteneciente a la obra de Dios, y que defendemos, no como un bien supremo, sino como una sensación de los cuerpos querida por Dios, mientras tú, en numerosos escritos, tratas de probar que ha sido inyectada en el cuerpo humano por el diablo, cubriendo así de vergüenza al diablo y a tu doctrina. De esta libido hablas con frecuencia al final de tu libro, y dices: 'No condenamos la unión honesta de los esposos por los movimientos vergonzosos de la pasión carnal. Estos pueden existir sin pecado, y entonces los esposos no tienen por qué enrojecer; la vergüenza vino después del pecado, cuando llenos de confusión se taparon. Y permanece en todos los esposos, pero de este mal pueden honesta y lícitamente usar bien, aunque eviten, al realizar el acto, ser vistos por otros, confesando así que es un acto vergonzoso, pues nadie enrojece de vergüenza cuando obra bien'. Por consiguiente, de la libido vergonzosa el que legítimamente usa, usa bien de un mal; el que ilícitamente usa, hace mal uso de un mal"" 107.

Ag.- ¿Por qué truncas mi sentencia y, silenciadas algunas palabras mías y como si fuese su continuación, añades: "Por consiguiente, la libido vergonzosa", omites otras palabras mías, en las que digo: "Así se insinúan estas dos cosas: el bien de una unión laudable, por ser causa del nacimiento de los hijos; y el mal de una vergonzosa libido que obliga a los engendrados a ser regenerados, para evitar la condena?" ¿Por qué suprimes de mi sentencia estas palabras y las sustituyes por otras, como si fueran continuación de las mías? ¿Qué es lo que haces? ¿Por qué lo haces? Es poco para ti dejar en el silencio lo que debieras refutar de mi libro, y pasas a otros temas para interrumpir el orden y hacer olvidar al lector tu propósito; además refieres de una manera incompleta lo que sin orden y a capricho interpolas; cortas donde quieres, suprimes lo que te place, unes tus ideas según te viene en gana. Haz lo que te agrade; a pesar de todo aparecerás derrotado y convicto, cosa que tú no quieres.

Omite Juliano palabras de Agustín

143. Jul.- "Con más razón recibe el nombre de mal que el de bien aquello de lo que sienten vergüenza malos y buenos; prefiero creer al Apóstol, que dice: El bien no habita en mi carne 108 que a éste que lo llama un bien".

Ag.- No era difícil completar mi pensamiento tal como se encuentra en mi libro. Dije "era preferible seguir al Apóstol, que no al que llama un bien a lo que hace enrojecer de vergüenza; y si no siente sonrojo es peor, porque añade al mal la desvergüenza". Ignoro por qué silenciaste estas palabras, cuando podías no responder a ellas, como haces con otras que mencionas con intención de refutarlas y luego las pasas por alto sin rozarlas siquiera.

Soplo sobre los bautizandos

144. Jul.- "Poco después añades: "La naturaleza humana, que viene de un matrimonio o de un adulterio, es obra de Dios. Si fuese mala, no debería ser engendrada; y si no tiene mal alguno, no debería ser regenerada; y, para concluir, en una palabra, si es un mal la naturaleza humana, no podría ser salvada; si no lo es, no debería ser salvada. Aquel que piensa no es un bien, niega la bondad del Creador, de quien procede; el que niega haya mal alguno en ella, hace injuria a la misericordia del Salvador. Por eso, en el nacimiento de los hombres no se puede justificar el adulterio por el bien que sabe sacar un creador bueno; ni se puede condenar el matrimonio por el mal que ha de sanar un salvador misericordioso" 109.

Estas numerosas expresiones, tomadas de tus escritos, fruto de una gran fatiga por aparecer profundo pensador, necesitan ser expuestas de nuevo, pues tenemos la costumbre de no atacar astutamente, sino como seguros de la verdad; y si es difícil captar tu pensamiento, es útil, mediante nuestra repetición, ser aclarado. Dijiste, pues, que los maniqueos condenan la naturaleza de la carne y enseñan que el hombre nace de la mezcla de dos naturalezas, una buena, la otra mala; y que nosotros, a quienes llamas herejes, decimos que la naturaleza humana es creación de un Dios bueno y es buena por testimonio de su autor, y tan sana en los niños, que no necesitan de la medicina de Cristo; según tú, la naturaleza de Adán es creación de un Dios bueno, y buena permaneció durante algún tiempo, pero luego fue viciada por el pecado y por ello necesita de la medicina de Cristo.

En el primer libro de esta obra demostré que vuestra doctrina no se distingue en nada de la impiedad maniquea, de la cual se deriva, como se desprende de un simple cotejo, es evidente que si el temor te aproxima a Joviniano, el amor te une a Manés. Lo que quiero tratar aquí es: primero expondré mis posiciones, luego las tuyas. Has dicho con verdad que nosotros afirmamos que la naturaleza humana es creación buena del buen Dios; hasta ahora es nuestra doctrina, pero tú has suprimido o no has podido advertir una sentencia, complemento de ésta, y, en su lugar, has puesto algo de tu invención, no nuestra; porque nosotros afirmamos no sólo que la naturaleza del hombre fue creada buena por Dios en Adán, sino que es creada buena en todos los niños por este mismo Dios, autor del primer hombre, y por esta razón lo reconocemos como creador de todos los hombres".

Ag.- ¿Qué otra cosa decimos nosotros del Señor Dios, creador de todos los hombres? Pero, lo que Dios no permita en nosotros, negáis vosotros la necesidad de un Dios salvador para los niños, diciendo que la naturaleza es tan buena en ellos, pues no tienen mal alguno, que no necesita de Cristo médico. Responde a esto: Lo que en primer lugar te habías propuesto refutar, refútalo; demuestra por qué se sopla sobre el niño que va a ser bautizado, o declara la guerra a toda la Iglesia antigua y afirma debe ser suprimido este soplo; insiste sobre este punto y pulveriza, si puedes, este argumento. ¿Por qué te refugias siempre en las tiendas de tu verborrea? ¿Por qué pones de pantalla la humareda de tu vanidad, que cubre y oscurece todas las cuestiones y, al no tener nada que responder, se olvide el lector de la cuestión y crea dices algo?

Palabras vacías las de Juliano

145. Jul.- "No sólo has eliminado de nuestra proposición parte de nuestra enseñanza, sino que, en su lugar, introdujiste la tuya; a primera vista pudiera parecer odiosa; examinada, muestra su vacuidad. Enseñamos, dices, que la naturaleza fue creada buena por el Dios bueno, y tan sana, que no tiene necesidad de la medicina de Cristo. Piensa cuánta es tu pobreza de verdad, pues en los mismos términos, llamados antitéticos - < J \ h g J " - no dudas cometer hurto tan manifiesto. Después de haber dicho que la naturaleza es buena, añades que está sana. ¿Lo opuesto - J \ h g J @ < - a lo bueno, es acaso lo sano?

Ciertamente, cuando decimos esto es bueno, lo oponemos sólo a lo malo, y si la materia exige el vocablo sano, lo oponemos a lo débil o enfermo; si un sujeto está sano, no está débil; y si enfermo, no está sano; si decimos: esto es bueno lo contrario recibe el nombre de malo, no de sano. Habrías podido decir que definimos la naturaleza humana como una criatura del Dios bueno, y que en los niños es tan buena que no necesita reformador, y si prefieres el vocablo sano para indicar lo bueno, debías conservar siempre esta expresión.

Te deslizas ahora como zarcillo entre escolleras de unas definiciones. Cuando te forzó la evidencia de la verdad a confesar que nosotros afirmamos que la naturaleza humana fue creada buena por el Dios bueno y reconocer en esta parte de nuestra proposición la verdad, no la injuria, en seguida apelas a otras y añades que esta naturaleza sana, según nosotros, no necesita de la medicina de Cristo. Si esto lo dices por ignorancia, eres muy ignorante; si con advertencia, un taimado de marca".

Ag.- ¿Por qué dices estas cosas, si no es porque no tienes nada que decir? No debimos, dices, llamar sana a lo que decimos buena, para evitar términos que en verdad no son opuestos. Si quisiera descubrir ahora tu ignorancia, me entretendría en cosas superfluas y sería como tú. Suprime, pues, lo superfluo, porque aunque fuera verdad, no te puede ser útil; di, si puedes, si no rehusáis a los niños la medicina de Cristo; en cuanto empieces a hacerlo, se verá por qué has querido intercalar aquí vanas consideraciones que no vienen a cuento.

¿Por qué se alienta sobre los niños?

146. Jul.- "Respondo con brevedad: lejos de rehusar la medicina de Cristo a los niños, que sabemos son inocentes, reconocemos que tienen necesidad de una tisana más eficaz. Nacen pequeños y débiles, sin poder alimentarse por sí mismos, sin poder siquiera implorar la ayuda de sus padres, y están a tantos accidentes expuestos, que su misma muerte puede, con frecuencia, estar causada por una leche muy densa o por el sueño de las que le dan de mamar".

Ag.- He aquí cómo, con cosas superfluas, distraes la memoria del lector. No negáis a los niños el médico Cristo, a causa de los males del cuerpo cuyas debilidades son motivo de invalidez y de muerte; pero negáis les sea necesario este médico Cristo por estar bajo la esclavitud del diablo, y para ser liberados necesitan de las insuflaciones en el bautismo. Por eso avanzaste esta objeción con pretexto de resolverla, para ocultar tu temor; pero ni siquiera ensayas refutarla, porque los dardos lanzados contra este sólido fundamento, duro como el diamante, rebotarán contra ti. Por esta razón intercalaste una inútil discusión sobre términos antitéticos, con el fin de que olvide el lector tu incapacidad para la respuesta y te deje respirar a pesar de tus vanos esfuerzos. y haya podido creer que respondes cuando, en verdad, nada dices.

Pones de pantalla los numerosos accidentes a los que está expuesto, el cuerpo de los niños para hacernos creer que pueden ser torturados por la naturaleza, oprimidos por las enfermedades o sometidos a males físicos en su tierna edad, aunque la naturaleza humana permaneciera como cuando fue creada. Di, si puedes, por qué practica la Iglesia sobre los niños que van a recibir el bautismo las insuflaciones o, al menos, declara estas insuflaciones inútiles, y si no puedes calla. O mejor calla, porque no puedes.

La felicidad del Edén no conoce la muerte

147. Jul.- "Por la misma contextura del cuerpo mortal están expuestos a la desgracia de las enfermedades, a las torturas de los dolores, a los peligros de los contagios. Y reconocemos, no sólo para los niños, la necesidad de la medicina de Cristo, que los creó, sino para todos los mortales".

Ag.- Luego creéis en la existencia de todos estos males dentro del paraíso aunque nadie pecara, opináis que hombres y animales morirían allí, pues creéis en la mortalidad común de los cuerpos. ¡Miserables! Si con afecto cristiano meditarais en la felicidad de aquel lugar, no creeríais que allí podían morir los animales, ni serían crueles, sino que, con admirable mansedumbre, vivirían sometidos al hombre y no buscarían el alimento dando muerte a otros, pues como está escrito: Tomarán alimento con los hombres. Y si su extrema vejez los ultimara, pues allí sólo la naturaleza humana tendría vida eterna, ¿por qué no creer que serían retirados del paraíso para morir en otra parte, o saldrían ellos guiados por el instinto de una muerte inminente, de suerte que no sorprendiese la muerte a ningún viviente en aquel lugar? Porque ni los mismos hombres pecadores hubieran podido morir si no fueran arrojados de aquella morada de suma felicidad por su pecado.

La regeneración por Cristo

148. Jul.- "Las enfermedades, incluso en esta vida, se mitigan con diversos remedios y desaparecerán de los cuerpos de los justos el día de su resurrección".

Ag.- ¿Colocas a los niños entre estos justos, cuando no hicieron nada bueno o malo por propia voluntad? ¿O los separas de los justos, aun haciéndolos participar de la feliz resurrección de la carne? ¿Por qué entonces sólo admites para los justos la exención de los males el día de la resurrección? Si los niños, a causa de la justicia del segundo hombre, autor de la regeneración, son considerados justos, ¿por qué, por el pecado del primer hombre, autor de la generación, no se pueden considerar injustos?

Gracia medicinal

149. Jul.- "Confesamos, lo ves, que en muchas cosas la medicina de Cristo es necesaria para la naturaleza humana. Lo sé, vas a vociferar que son cavilaciones mías, pero tú no llamas medicina a la que remedia los cuerpos, sino que por medicina de Cristo entiendes la gracia de Cristo, que nosotros, afirmas, negamos. A esto se te puede responder que es culpa tuya por no designar con palabra propia lo que deseabas hacer comprender. Al fin, aunque tarde, comprendemos a qué llamas medicina, y por qué nos acusas confusamente de negar. Respondemos a lo que en segundo lugar dices, por la afirmación que hicimos en el libro primero: la gracia de Cristo, esto es, el bautismo, después que ritualmente fue instituido por Cristo, es tan necesario en todas las edades, sin excepción, que fulminamos con eterno anatema a todo el que niegue que es también útil a los niños".

Ag.- Llamamos medicina a la que Cristo quiso llamar gracia suya, cuando de sí mismo dice: No necesitan los sanos de médico, sino los enfermos 110. Decís vosotros que la gracia de Cristo no es necesaria para sanar a los niños, sino sólo para su adopción en el reino de los cielos. No quieres hacerte pasar por uno que responde, cuando te ves incapaz de dar respuesta.

Gracia y pecado

150. Jul.- "Con esta expresa profesión de fe quedas convicto de impostura pública, pues escribes que defendemos la bondad de la naturaleza humana y negamos la necesidad de la medicina de Cristo para los niños".

Ag.- Y he dicho verdad; porque vosotros, sin ningún género de duda, negáis a los niños la medicina de la gracia cristiana, que sólo se otorga a los cristianos y no a todos los hombres infieles, ni a los cachorrillos, a los cerdos, a los peces o gusanos, ni a ninguna especie de animales; y afirmáis que los niños nacen sin pecado original, que sana la regeneración.

Tú, oprimido ahora por grandes angustias, suprimes el nombre de medicina y lo sustituyes por el de gracia; y así podéis afirmar que la gracia es necesaria a los niños a causa de la adopción; pero no podéis proclamar la necesidad del remedio medicinal de los sacramentos de Cristo para aquellos a quienes prometéis la salud eterna, aunque no sean cristianos. No queréis sea Cristo para ellos Jesús; llamado así, testigo el ángel y testigo el Evangelista, porque venía a salvar a su pueblo, no de enfermedades o heridas de carne, que él sana en hombres, aves y reptiles, sino de sus pecados 111.

Los remedios son para los enfermos

151. Jul.- "No obstante, esta gracia se llama a veces medicina, porque, salva la ley de justicia, a unos hace de malos buenos; y a los niños, que Dios creó buenos, los hace, por la renovación adoptiva, mejores".

Ag.- En este caso, las palabras de Jesús: No tienen los sanos necesidad de médico, sino los enfermos, en cuanto se refiere a la medicina que Cristo otorga a los cristianos, no tiene cumplimiento en los niños, porque éstos gozan de buena salud; sin embargo, para evitar la odiosidad, sostienes que les es necesaria la medicina de Cristo. Y ¿cómo puede Cristo renovar a hombres recién nacidos, si nada traen del antiguo pecado?

Dirás que una cosa no antigua puede renovarse si lees en la carta a los Hebreos: Al decir Pacto nuevo da por viejo al primero. Di cómo pueden ser viejos los recién nacidos cuando tú los declaras libres de la vejez del pecado. Con todo para evitar la indignación de los verdaderos cristianos, finges sean renovados por Cristo. Por último, una cosa es ser sanados y otra renovados por Cristo; los remedios son para los enfermos que necesitan sanar; la renovación es para los que necesitan ser remozados. Está, pues, claro que vuestra herejía niega a los niños la medicina cristiana.

Prueba Juliano que no puede probar

152. Jul.- "Es, pues, manifiesto que nosotros no negamos que la gracia de Cristo sea útil a los niños. ¿Qué resta de la controversia por la que los traducianistas nos acusan de error; esto es, porque no concedemos haya sido la naturaleza buena en Adán y mala en todos los demás hombres? Esto no solo no lo aprobamos, sino que lo impugnamos con todas nuestras fuerzas. Descartadas estas mal hilvanadas redes de tus ficciones pueriles y vulgares manías, en las que insinuabas que nosotros negamos la necesidad de la gracia a los niños, llegamos ya al nudo de la cuestión. En seguro nuestra doctrina sigo el orden que prometí y pesemos los principios de Manés, del que finges ser enemigo, y los tuyos".

Ag.- No defendiste vuestra doctrina, pero sí probaste que no se podía defender.

En todo nacido hay una naturaleza buena y un vicio

153. Jul.- "Dice Manés que el hombre fue creado por el príncipe de las tinieblas, autor del mal, y que consta de dos sustancias, una buena y la otra mala. ¿Tú qué dices? Que todos los hombres han sido creados malos por un Dios bueno".

Ag.- En todo hombre nacido existe una naturaleza, que reconocemos es buena, y por la cual alabamos al Dios creador; y un vicio, que tú no niegas es un mal; y si, presionado por nuestros argumentos, reconoces que también los niños necesitan del médico Cristo, no puedes negar lo que dijo el mismo Cristo: No necesitan de médico los sanos.

Manés y Agustín según Juliano

154. Jul.- "No hay desacuerdo entre tú y Manés sobre la cualidad de la naturaleza, sí sobre su autor. Tú atribuyes este mal a Dios, pues le confiesas creador de los niños, mientras Manés atribuye su creación al príncipe de las tinieblas, a quien considera creador de la naturaleza humana. Para un pacto entre vosotros no existen mayores obstáculos. En seguida voy a probar que no hay en vosotros ni sombra de verdad, pero sus palabras tienen más lógica que las tuyas.

¿Qué enseñamos nosotros? Algo sin duda a los dos muy desagradable, esto es, que la naturaleza humana no fue creada mala por un Dios bueno; que no existe otra naturaleza creada o mezclada por el príncipe de las tinieblas; que, por el contrario, el mismo Dios, creador de todas las cosas, modeló la naturaleza buena del primer hombre y la creó tal como la crea hoy en cada niño; confesamos, no obstante, que la ayuda de Cristo les es útil y con frecuencia necesaria. Si bien una es la condición de la naturaleza y otra la razón de los dones; aquí no se trata de establecer la superioridad de la obra sobre el autor del edificio. Los dos, tú y Manés, afirmáis la existencia de un mal natural; esto es, los dos enseñáis que la naturaleza del hombre es mala; pero él lo hace de buena fe, tú con gran astucia.

Manés no exceptúa a nadie de este mal que los dos creéis inoculado en la naturaleza por el diablo; para ti, que anhelas aparecer como divorciado de él, contrariamente a la realidad, sólo a dos hombres exceptúas de este mal; sin embargo, no declaras a los dos exentos de pecado, pero, merced a la gran erudición de tu ingenio, enseñas que el pecado en ellos no es natural, sino que tiene su origen en un hecho personal. Para que tu engaño no quedara impune, al apunte tomado de tu maestro, sumas el castigo de tu estulticia, pues crees natural lo que, según confiesas, tiene su fuente en la voluntad, y esto es un invento, no digo de la ignorancia, pero sí de la insensatez.

A la espera de volver sobre este asunto, seguimos nuestro discurso. Afirma Manés que el mal es natural, tú asientes; dice él que el hombre nace pecador, tú lo concedes; él lo afirma de todos los hombres, y en este punto le contradices, pues pides una excepción en favor de la primera pareja humana, y no para eximirlos de culpa, pues los consideras autores de un gran mal. Y aunque te pudiera hacer yo esta concesión, tu maestro no te la haría, y echaría mano de su palmeta para castigar tu obtuso ingenio y te verías sometido a su autoridad u obligado a abandonar por completo sus aulas. Como conclusión final, enseña Manés que el autor de una naturaleza mala no puede ser un ser bueno; en consecuencia, el hombre, reconocido por los dos como naturalmente malo, es obra del príncipe de las tinieblas, es decir, del diablo".

Ag.- La naturaleza humana, creada buena por el buen Dios, fue viciada por un gran pecado de desobediencia, hasta el punto de que toda la descendencia heredó el sufrimiento y la muerte, sin que este buen Dios le haya rehusado cierta bondad, como enseña la fe católica contra los maniqueos. Pensad un poco en el paraíso, vosotros que esto negáis, os lo ruego.

Os place poner en él hombres y mujeres castos en lucha contra el placer de la carne, embarazadas sujetas a náuseas, mareos y enojos; unas alumbrando a destiempo, otras con grandes gemidos y gritando de dolor en el parto; niños que lloran, luego ríen y más tarde balbucean, van a la escuela para el aprendizaje de las primeras letras, sometidos a la tralla, a la férula o a las varas, a diferentes castigos según la diferencia de caracteres: sujetos, además, a enfermedades sin cuento, a las incursiones de los demonios, a las dentelladas de las fieras, que a unos despedazan y a otros devoran, y los que disfrutan de buena salud, viven inciertos del mañana y obligan a los padres a procurarles, con solicitud angustiosa, el alimento. Pensad también en las viudas, en los duelos y dolores causados por la pérdida de seres queridos.

Sería interminable enumerar los males de la vida presente, males que no son pecados. Si todos estos males existieran en el paraíso, sin ser causados por pecado alguno, buscad a quién predicar esta doctrina; no ciertamente a los fieles, sino a los bufones. Nadie llamaría paraíso a la pintura de tal Edén, aunque lo indicara un rótulo con este nombre; no se diría era una equivocación del pintor, sino una tomadura de pelo.

No obstante, ninguno de los que os conocen se asombraría de ver vuestro nombre en el título y leer: "Paraíso de los pelagianos". Pero si os avergonzáis de esta doctrina, pues si no enrojecéis es porque habéis perdido por completo el sentido del pudor, cambiad, por favor, tan perversa opinión y creed que la naturaleza humana experimentó estos males como castigo de un gran pecado y que ninguno de estos males pudo tener cabida en el paraíso; por eso nuestros primeros padres lo abandonaron y su descendencia ha de sufrir males semejantes, pues el contagio del pecado como su castigo nos pertenece.

Defiende este dogma católico la justicia divina, porque un Dios bueno no puede querer causar sin razón sufrimiento alguno a los hombres; y os confunde a vosotros y a los maniqueos; a vosotros los primeros, pues convertís el paraíso en morada de todos los males; luego a los maniqueos, por hacer de esta malhadada condición, naturaleza de su Dios. No me inmuta el que opongas a Manés dispuesto, como maestro, a corregir a palmetazos la lentitud de mi ingenio; pero a ti, por favor, debe moverte el que, según los principios abominables de vuestro error, deberías ser adoctrinado por la férula, incluso si hubieras nacido en el paraíso.

Si sentís el mismo horror que nosotros, como es vuestro deber, ante tan colosales absurdos, ¿de dónde vienen, pregunto, las miserias de los niños? Miserias que sin duda no vienen de una naturaleza mala como los maniqueos deliran, sino que vienen de aquel gran pecado que vició la naturaleza humana y se atrajo castigos muy justos, hasta el extremo que no sólo los cuerpos mortales quedaron expuestos a tantos penosos accidentes, y hasta las almas fueron, a causa de sus rudezas, sometidas a palmetazos y azotes diversos; y así este mundo maligno camina a su fin entre días malos, y los mismos santos, libres ya del eterno suplicio por la misericordia divina y recibidas las arras de una salud incorruptible, deben expiar las penas de esta vida con el buen uso de la esperanza de una recompensa a su paciencia, sin merecer verse libres de combates aun después de serles perdonados sus pecados.

En los cuerpos creados por Dios existen deformaciones

155. Jul.- "Te rebelas con todas tus fuerzas contra estas últimas palabras; después de subir a bordo de la nave de Manés, y que un mismo viento haya dirigido vuestra singladura, pasado el estrecho, decides desembarcar en otra playa. Acaso el deseo de ser a tu prójimo útil justifique tu excesiva tardanza. ¿Hacia qué punto diriges ahora tu singladura? "Afirmo, son tus palabras, que Dios es bueno y creador de los malos". ¡Fuga entre peligrosos arrecifes! ¡Has querido volcar la cloaca de Manés sobre alguien que declaras es Dios!"

Ag.- ¿Niegas tú que la naturaleza del alma y del cuerpo sea buena en los hombres malos? Y Dios es el autor de este bien, al que llama malo Manés y atribuye a esta naturaleza buena un autor malo. ¡Si, al menos, exceptuase el alma! Pero así como admite un alma de carne, así le atribuye una naturaleza mala coeterna al Dios bueno, de suerte que no pueda ser en absoluto buena; y concede además al hombre otra alma buena, no creada por Dios, pero de la misma naturaleza y sustancia de Dios, que vive arropada en las miserias de la carne, no a causa de sus iniquidades, sino por una necesidad mala de Dios. En fin, dice Manés que el hombre es malo, obra de un ser malo. ¿Ves cómo sus opiniones difieren de las mías y son absurdos y abominables delirios?

Pero tú que sostienes que los niños no pueden nacer malos por ser obra de un Dios bueno, declara, si puedes, que no pueden nacer los cuerpos deformes, pues son obra exclusiva de Dios, declara finalmente que no pueden ser creados malos viniendo de un Dios bueno, como no pueden nacer menguados de ingenio, ni faltos de juicio, porque su creador es sabio. ¿No es, acaso, un mal la falta de entendimiento cuando la Escritura dice que un necio es más digno de llorar que un muerto? Así, pues, como no decís con nosotros que Dios no es autor de los locos, confesad que hay hombres que nacen memos siendo su creador Dios; y así como no hacemos a Dios autor de la malicia, sin embargo, podemos decir con razón que, a consecuencia del pecado original, los hombres nacen malos, siendo obra de Dios y ser él el único Dios creador.

Cómo razona un pelagiano

156. Jul.- "La opinión de Manés es evidentemente lógica, pues de existir un mal natural, existiría un creador malo".

Ag.- Si no son herejes pelagianos, ¿quiénes pueden razonar así? Porque si el hombre nace mortal y no por castigo, sino como tú opinas, por naturaleza, también su creador sería mortal; y para que tu fatuidad avergüence hasta a los simples, si un hombre nace sin entendimiento, prueba que su creador es semejante a él, un fatuo.

El pecado original viene de una voluntad mala, la de Adán

157. Jul.- "Prescribe la verdad no llamar mala, esto es, pecado, a la condición vinculante de la naturaleza; pues pecado no es otra cosa que el abandono libre y voluntario de la senda de la justicia".

Ag.- Y de la voluntad de pecador proviene también el pecado original; en consecuencia, no hay pecado sin voluntad.

Naturaleza íntegra y naturaleza caída

158. Jul.- "Estas razones protegen la inocencia de la naturaleza de todas las cosas; al permanecer en el mismo estado de su creación, se prueba que no es culpable de crimen alguno".

Ag.- No permaneció la naturaleza en el mismo estado en que fue creada. Se la considera culpable de un crimen que transmitió su pecado a su descendencia; sin embargo, en cuanto creada por Dios, es buena.

Toda criatura, en cuanto criatura, es buena

159. Jul.- "No es, pues, posible un mal natural; por consiguiente, ninguna criatura es, por naturaleza, mala, ni existe un creador malo. No tiene el mal naturaleza propia; pero así como toda criatura es buena en cuanto creada, así Dios, autor de todas las naturalezas buenas, está libre de los fallos de sus criaturas y aparece bueno en todas las cosas. Quedan, pues, triturados todos los argumentos de Manés por este único argumento de los católicos".

Ag.- Dices verdad. "Toda criatura, en cuanto criatura, es buena". Y así como afirmamos esto, aprobamos también lo que sigue: "Dios, autor de las naturalezas buenas, está libre de los fallos de sus criaturas y es bueno en todas las cosas". Todo aquí se conecta y prueba; toda criatura en cuanto creada es buena; en consecuencia, el hombre, en cuanto creado, es bueno; pero en cuanto trae su origen de una raíz viciada, no es bueno y por eso necesita ser regenerado.

La locura es natural y no es obra de Dios

160. Jul.- "Manés, que cae exánime fulminado por el rayo de la verdad manifiesta, parece respirar si se le compara contigo. En efecto, todo el edificio de su doctrina se desmorona por un fallo en los cimientos; el tuyo, por el contrario, se bambolea en sus tres vertientes, como el suyo por un solo lado. Mira, por consiguiente, si alguna pared del tuyo puede quedar en pie. Manés, al creer en un pecado natural, obra exclusiva de la voluntad, edificó sobre el vacío; pero fue consecuente consigo mismo al afirmar que la naturaleza es mala, porque si existe un pecado natural, el autor de una cosa mala no puede ser bueno; de ahí que el género humano es obra del príncipe de las tinieblas. Todo esto pudiera seguir en pie si la verdad no hubiera minado sus cimientos, a saber, que el pecado, obra de una voluntad libre, no puede ser natural, y lo natural no puede ser pecado".

Ag.- Tu argumento se puede volver contra ti. No eres tan tonto que niegues existan espíritus, es decir, hombres que nacen sin entendimiento, y oye cómo, con tu insensatez, sirves a la locura de Manés. Adoctrinado por ti, afirma existir una insensatez natural, porque existe una naturaleza fatua; lo mismo que tú has dicho que existe una naturaleza mala porque existe un mal natural; añade él que el autor de una obra necia no puede tener sabiduría, y tú dices que no es bueno el autor de una cosa mala. Concluye él, los hombres privados de razón son obra del príncipe de las tinieblas; tú concluyes y dices: "por eso se debe atribuir al príncipe de las tinieblas todo el género humano".

He aquí que Manés te vence con tus palabras y te yugula con tu espada. ¿Qué puedes hacer? Contra él no encuentras con qué ayudarte; sólo puedes ser oprimido y rematado por estas tus palabras: "Todo este edificio pudiera subsistir, de no ser asolado por esta verdad; a saber, el pecado, obra de una voluntad libre, no puede ser natural; y todo lo que es natural no puede ser pecado". ¿De qué te sirven estas palabras, si la verdad te asfixia cada vez más? ¿Vas a decir acaso que la locura no puede ser natural?

Contra ti tienes el principio de Manés, a saber, la locura es natural; has pensado si todo tu razonar conduce, por lógica concatenada, a la conclusión de que todo el género humano debe ser obra del príncipe de las tinieblas. Nosotros hemos arrasado el principio fundamental de Manés diciendo que existe una fatuidad natural, pues nacen hombres sin seso, o por un accidente, o por un vicio del que trae el defecto su origen, pero no porque esté viciada en su origen la naturaleza humana, como delira Manés. Por esta razón, la consecuencia que saca está ayuna de fundamento; nosotros la damos por verdadera en el sentido de que un hombre puede nacer sin juicio a causa de un vicio criminal, no en el sentido de que sea obra del Dios creador.

A consecuencia de un pecado original, puede el hombre nacer tonto, pero Dios crea al hombre. Añade Manés que el autor de una obra carente de entendimiento no puede ser sabio; por esta obra entendemos el hombre; nosotros negamos esta consecuencia y decimos que Dios es autor del hombre que nace privado de razón, aunque no lo sea de su locura; locura que no es naturaleza o sustancia, pues ésta viene de Dios, sino el resultado de un vicio que Dios permite, y que no dudamos suceda por un justo juicio de Dios. Así impugnamos a los maniqueos, torpes constructores de su ruina, y a los pelagianos, mentecatos auxiliares suyos.

La razón y la fe en armonía

161. Jul.- "La cuña de la razón destruye la primera definición de Manés y arrasa todo su sistema. ¿Qué esperas de tu doctrina, cuyos tres principios están en peligro junto con el único de Manés? Primero dices: existe un pecado natural; segundo, hay un Dios bueno; él crea, informa y desarrolla el mal, es decir, el pecado; tercero, el fruto del querer se halla inmerso en las semillas. Estos tres principios y cada uno de ellos son inconsistentes; se balancean, repito, como cordeles que se deslizan entre arena antes de unirse.

El primer principio afirma la existencia de un pecado natural, y queda arrasado por el argumento dirigido contra Manés; los otros dos son exclusivos de tu doctrina, vinculados íntimamente con el de Manés, se derrumban con él. Porque, si no puede Manés probar que los hombres nacen culpables por el hecho de tener una naturaleza mala, obra del príncipe de las tinieblas, ¿cuánto más insensatos sois vosotros, pues para probar la culpabilidad de los que nacen dirigís vuestra acusación contra Dios? En consecuencia, la naturaleza no puede ser pecado, rayo que fulmina la doctrina de Manés; luego todo lo que es pecado no puede ser natural. Lo que es propio de la voluntad no pasa a ser cualidad de la sustancia; cosa que tú afirmas. Consta, con toda certeza, que Dios es bueno y no puede crear hombres malos. Luego no puede existir pecado en un niño, criatura de Dios".

Ag.- Consta, pues, que un Dios bueno no puede crear hombres malos, como consta que un Dios sabio no puede crear hombres tontos. Y si replicas: un sabio crea mentecatos, se te puede responder: ¿por qué el bueno no crea hombres malos? Pon atención cuando inquieras de dónde vienen los hombres sin juicio, hombres que son criaturas de Dios, y es posible descubras un vicio de origen, ya que no reconoces la existencia del pecado original. ¿O es que estás dispuesto a sostener que, sin la existencia de un pecado anterior, podían nacer hombres privados de razón en aquel paraíso de delicias, sin capacidad para ser instruidos, no digo a palmetazos, pero ni siquiera con varas?

Y si callas, para no rebasar los límites de la locura, ¿por qué una imagen de Dios nace con tales deformidades en su mente, que ni el vigor de la edad, ni la duración del tiempo, ni los esfuerzos del estudio, ni la experiencia de los maestros, ni el castigo de la férula pueden conducirlos, no digo a la sabiduría, pero ni siquiera a un conocimiento útil? Di la razón, tú que no quieres creer que un Dios justo arroje del Edén, jardín de delicias, a la naturaleza humana viciada y condenada, para que no tuviera allí cabida la muerte, ni la temporal ni la eterna, con su cortejo de males intelectuales y morales, que manan de una fuente turbia y de una masa corrompida en dicha morada de felicidad; sino en una tierra en la que los males son patrimonio de una condición mísera infligida con toda justicia a unos hombres tarados por el pecado desde su nacimiento, e incluso después de regenerados, y que arrastran como maroma de penosos trabajos hasta la muerte del cuerpo.

El paraíso, libre de males

162. Jul.- "La conclusión es clara, y en el primer libro quedó suficientemente desarrollada. Pero como quieres ser un zalamero engañador, te empeñas en distinguir entre tu doctrina y la de Manés; por eso me veo en la necesidad de tratar a fondo la causa y dejar en claro que salgo al encuentro de cuanto has dicho y puedas decir después. Sostenemos que la obra de Dios es tan buena en el que nace, que su natural, en su esencia, no necesita reforma; y todo aquel que piensa que lo hecho por Dios pudiera ser hecho de otra forma, acusa al artífice por hacer una criatura necesitada de reforma".

Ag.- Calla, por favor. No sabes lo que dices. Nacen algunos con los labios cosidos y los cirujanos les hacen hablar. Vivió entre nosotros un cierto Acucio, de honrada familia. Nació, se decía, ciego; y como la adhesión de los párpados no permitía saber si los ojos estaban sanos, quiso un médico emplear un hierro para abrirlos; pero la piadosa madre no se lo permitió, y obtuvo el mismo resultado aplicándole una cataplasma formada con las especies eucarísticas; como el niño tenía ya unos cinco años, se acordaba de este hecho y lo refería.

Y no hablo del ciego de nacimiento del Evangelio, a quien el mismo Creador volvió la vista, y todo para recomendar su gloria. Y no se silencia la causa por que nació ciego; no fue por un pecado de sus padres, ni por sus propios pecados; sí para que se manifestasen las maravillas de Dios en sus obras 112. Pregunta a lo médicos y te dirán a cuántos hombres llevan, cuando pueden, su ayuda, ya sea suprimiendo los defectos corporales, ya para que el mal de nacimiento no los remate. Unos nacen con la boca cosida, otros con ciertas adherencias en los canales inferiores que, de permanecer este defecto, no les permitiría vivir. Y cuando el arte de la medicina remedia estos males, no por eso se culpa la obra de Dios que se corrige. ¿Qué verdadero adorador de Dios ignora que conviene que algunos nazcan como nacen?

Pero todo esto pertenece a los males del género humano, en medio de los cuales, por justo juicio de Dios, pasan los días malos del hombre, llenos de trabajos, dolores, temores y peligros; males que, lejos de nosotros pensar pudieran existir en el paraíso feliz, pues pulularon de la raíz del pecado. ¿Qué digo? La misma inteligencia, si se abandona a su ser natural y no se la cultiva con esfuerzo, por medio de una enseñanza graduada, ¿qué será de ella? Vosotros llenáis vuestro paraíso de hombres tarados espiritual y corporalmente, para negar, con los ojos, por desgracia, cerrados y la boca sin rubor abierta, la existencia del pecado original.

Dios prepara la voluntad

163. Jul.- "Conservando la medida en el elogio debido a la naturaleza, incluso en los niños, afirmamos que los beneficios de la gracia divina son útiles y necesarios en cualquier edad, pero de tal manera que ni la virtud ni el pecado puedan ser atribuidos a otra causa que a la voluntad personal de cada uno".

Ag.- Cierto, no se puede ser virtuoso si uno no quiere; pero el Señor dispone la voluntad 113, como la de aquel rey en favor de la orante Ester 114.

El soplo sobre los bautizandos

164. Jul.- "Si bien la bondad de Dios se manifiesta más abundante cuando santifica a los niños que no se dan cuenta, y esto cede en el elogio de su misericordia, y les preserva de pecado, y esto pertenece a una ley de justicia".

Ag.- Si son preservados del pecado, ¿por qué no todos son santificados? ¿Y por qué aquellos que lo son reciben las insuflaciones?

Ya contestó Agustín a Juliano

165. Jul.- "Hablo de las virtudes que adquirimos en pleno uso de la razón, y aquí pido al lector atención a lo que voy a decir, como con frecuencia lo vengo inculcando. Y verá que en nada difieren los traducianistas de los maniqueos, y nos objetan idénticos argumentos a los que se encuentran en sus libros. Traté ya de esto en el cuarto libro de mi primera obra".

Ag.- Y te contesté en mi sexto libro.

Carta de Manés a su hija

166. Jul.- "Después de su publicación a ruegos tuyos, bienaventurado padre Floro, se encontró en Constantinopla una carta de Manés enviada a este país. Merece la pena citar alguna de sus partes para que todos comprendan de dónde vienen los argumentos en favor de la transmisión del pecado".

Ag.- ¿Cómo dices que ha sido encontrada una carta y enviada a ruegos de alguien, si Dios no obra el querer en los corazones de los hombres? Cierto, el hombre que la encontró quiso buscar esta carta o cualquier otra cosa en el lugar donde se encontró, o bien, en una tertulia de hombres que discurren voluntariamente sobre temas semejantes, el posesor, también voluntariamente, declara tenerla en su poder y puede enseñarla y entregarla al que lo desee, y éste la envía a este país; de cualquier manera se produzca el hecho, es por voluntad de uno o de varios como se encontró y envió; sin embargo, tú lo atribuyes a la plegaria de un hombre. ¿Por qué no confiesas que, sin una orden exterior, Dios, con un impulso secreto, prepara y excita las voluntades para cumplimiento de su querer, tú que no defiendes el libre albedrío, haciéndolo comprensible, sino que lo elevas para abatirlo?

Juliano sitúa en el Edén la libido

167. Jul.- "En mi primer opúsculo argumenté ya en favor de la concupiscencia o placer de la carne, llamada también libido, cuya finalidad es la propagación de la raza humana; y enseñé que no es otra cosa que una propiedad corporal común a hombres y animales, obra de Dios, que hizo nuestra carne sensible a estas afecciones. Pero como se encrespa Agustín contra ella y la declara mala, es decir, pecado natural, fuente de todos los pecados, y quiere probar su teoría por el sentimiento de pudor que inspira, y se mofa de mí porque me avergüenzo llamarla directamente por su nombre..."

Ag.- Afirmo, sí, que la concupiscencia de la carne, llamada libido, que hace a la carne luchar contra el espíritu, es mala; y ahora, en esta carne, ha de ser frenada y debilitada por las buenas costumbres, y en la vida eterna será por completo sanada y no alejada de nuestro espíritu, como si la hubiera invadido una sustancia mala al unirse al alma, como deliran los maniqueos. Pero, pienses lo que pienses sobre ella, jamás creería, si no encontrase en tus libros, repletos de vana y absurda verborrea, no creería, repito, que pudieras situarla en el paraíso tal cual ahora es, es decir, solicitando los corazones puros de los que viven en matrimonio, o guardan castidad, a malos actos, y los arrastra a la ruina si no se le opone, con voluntad firme, decidida resistencia.

Se impone la lucha contra la libido

168. Jul.- "Defendí en mis primeros escritos esta concupiscencia contra Manés. Es ahora un deber vengarla de la traición de sus acusadores, que se ven forzados a confesar, contra su querer, la servidumbre".

Ag.- Podéis vosotros obedecer a una pasión de la que tejéis un gran elogio; pero nosotros, con la ayuda del Señor, luchamos contra ella y la reconocemos como mala.

El joven Juliano, sin respuesta que dar

169. Jul.- "Esto es, viejo Agustín, lo que de tus libros retengo: "Nació la libido después del pecado, pues, confusos, se vieron obligados a cubrirse"" 115.

Ag.- He aquí, joven Juliano, lo que de tus libros retengo; está claro que no encuentras respuesta a mis libros y buscas calumnias para lanzarlas contra mí con vacía locuacidad.

La concupiscencia es mala

170. Jul.- "Y de nuevo: "El que hace de la libido buen uso, usa bien de un mal; y el que hace mal uso, usa mal de un mal. Con más exactitud se llama mal y no bien, pues hace enrojecer a malos y buenos; por eso damos más crédito al Apóstol cuando dice: No habita en mi carne el bien". Y, en otro lugar: "La libido no es un bien del matrimonio; es una obscenidad en los que pecan, una necesidad en los que engendran; calor en los lascivos, pudor en los esposos" 116. Más aún: "El acto que tiene por fin la generación es un bien del matrimonio; la unión que precede descubre en la concupiscencia un mal, pues huye de las miradas y con pudor busca un secreto lugar" 117.

Estas sentencias y otros argumentos parecidos vienen, no de tu ingenio, sino de tu memoria. Se afanó Manés por construir algo que él creía sublime. Tú, creyendo poder ocultar el fruto de tus lecturas, te engañas".

Ag.- Aunque se tenga sólo una ligera idea de la doctrina de los maniqueos, ¿quién ignora que los maniqueos llaman un mal a la concupiscencia de la carne? Pero este dogma no es propio de los discípulos de Manés, pues ¿qué otra cosa afirma aquel que dice: La carne lucha contra el espíritu, y el espíritu contra la carne; son entre sí antagónicos, y no hacéis lo que queréis 118. Y qué otra cosa dice el que escribe: Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo es concupiscencia de carne, concupiscencia de ojos y soberbia del siglo, y no viene del Padre, sino del mundo? 119

No es, pues, exclusivo del dogma maniqueo decir que la concupiscencia de la carne es mala, porque hasta los ciegos ven que el Apóstol tiene ese mismo lenguaje; mas vosotros, con vuestro error, reforzáis la doctrina venenosa de los maniqueos, rehusando atribuir a un pecado de la naturaleza, obra buena de Dios, la concupiscencia de la carne, que, lo queráis o no, debe ser frenada por la castidad para no cometer pecado.

Y así os veis obligados a concluir con los maniqueos que esta concupiscencia, cuya maldad prueban por la lucha que han de sostener contra sus apetencias los corazones castos y el testimonio de los apóstoles, viene del príncipe de las tinieblas y de una sustancia a Dios coeterna; y no es una cualidad mala de la que podemos sanar, sino que es una sustancia mala de la que seremos separados, y que no acaeció a una sustancia buena, sino que se mezcló con ella. Pero vosotros seguid cubriéndonos de calumnias imputables a los maniqueos, a los que prestas ayuda hasta hacerlos invencibles; a no ser que vosotros, juntamente con ellos, seáis vencidos por la verdad católica, única verdad invencible.

Groseros insultos de Juliano contra Agustín

171. Jul.- "Escucha ahora lo que tu padre escribe a su hija Menoch y hermana tuya".

Ag.- Estos son groseros y vanos insultos.

Desconoce Agustín la carta de Manés a su hija

172. Jul.- "Manés, apóstol de Jesucristo, a su hija Menoch: "Gracia y salud de parte de nuestro Dios, que es el Dios verdadero; que él ilumine tu alma y te revele su justicia, porque tú eres semilla de raza divina". Y un poco más adelante: "Aquellos por los que te hiciste resplandeciente, conocen lo que eras antes, de qué especie de almas has emanado y extendido por todos los cuerpos sabores y especies diversas. Porque lo mismo que los cuerpos vienen de los cuerpos, las almas son engendradas por las almas. Lo que nace de la carne, carne es; lo que nace del espíritu, espíritu es". Por espíritu entiende el alma; alma de alma, carne de carne".

Ag.- Si te dijera que desconozco en absoluto esta carta de Manés, aunque te digo verdad, no me creerías, y lanzarías contra mí, como sueles, tu vana locuacidad. Pero si Manés ha dicho esto, ¿qué tiene de particular se destruya a sí mismo? Si el alma del hombre, buena o mala, nace como la carne, y tiene la locura de afirmar que en un hombre hay dos almas, buena una, mala la otra, que emanan de dos diferentes principios, si un alma nace al mismo tiempo que el cuerpo, seguro que el alma mala no es como Dios eterna, y el alma buena no ha podido ser opuesta por el Padre eterno al príncipe de las tinieblas, como enseña esa secta insensata.

Mas ¿qué nos importa lo que diga Manés acerca del nacimiento de las almas, si nosotros conocemos y creemos en la palabra del Señor: Lo que nace de la carne, es carne; lo que nace del espíritu, es espíritu 120; palabras que tienen su efecto no sólo cuando un hombre nace, sino también cuando renace por el espíritu de Dios? Todo este pasaje evangélico no admite otra interpretación. Busca, pues, a quienes puedas vender estas fábulas de Manés; y demuestra que no favoreces la doctrina de los maniqueos, según he dicho más arriba.

Juan 3, 6

173. Jul.- "Sabes que Manés enseña explícitamente la transmisión de las almas; y se sirve para vituperar la carne de un texto que con frecuencia repite: Lo que nace de la carne, es carne, lo que nace del espíritu, es espíritu" 121.

Ag.- Ya expliqué cómo entendemos nosotros estas palabras evangélicas; pues no hacen referencia a la generación, sino a la regeneración. Di, si puedes, cómo no prestas apoyo a las palabras sacrílegas de Manés acerca de la concupiscencia de la carne, al negar que fue transmitida a nuestra naturaleza la naturaleza del primer hombre viciada por el pecado, para hacer creer que tiene él razón cuando la atribuye a la gente de las tinieblas, coeterna a Dios. Es la tuya una locura impía, y una audacia extrema negar el mal que hace a la carne luchar contra el espíritu, contra la que declaran guerra civil las almas castas.

Dios crea almas y cuerpos

174. Jul.- "Por eso dice y repite en muchos lugares que es propio de su doctrina enseñar la transmisión de las almas; y lo intenta probar mediante una semejanza con la generación de los cuerpos: "Así como las almas son engendradas por almas; así el cuerpo viene de una naturaleza corpórea; la carne viene de la carne, y el alma del alma". Demos un paso más: "Así como el autor de las almas es Dios, el autor de los cuerpos es el diablo, mediante la concupiscencia de la mujer; y al inspirar la obra de la carne anda el diablo a caza de cuerpos, no de almas"".

Ag.- Pudo Manés decir que el diablo es cazador de almas, no de cuerpos; pues los cuerpos pertenecen, según él, al reino de las tinieblas, de donde es el diablo. Por consiguiente, según Manés, no a los cuerpos, que ya son suyos, sino a las almas buenas, que no le pertenecen, es a las que el diablo tiende lazos. Pero sabe nuestra fe que Dios es creador de almas y cuerpos.

No existe naturaleza mala

175. Jul.- ""Para la caza se sirve el diablo de los ojos, del tacto, del oído, del olfato y del gusto. Arranca de raíz esta raza maldita y al momento te verás espiritual". La raíz, dice la Escritura, de todos los males es la concupiscencia 122. Observa con qué espíritu y por qué ataca Manés la concupiscencia de la carne, la cual, dice, es ley de pecado, y si fuera arrancada de los cuerpos, permitiría a su hija, a quien escribe, verse espiritual. Opinión que vemos confirmada en estas palabras del Apóstol: La carne lucha contra el espíritu, porque es hija de la concupiscencia, y el espíritu contra la carne, porque es hijo del alma".

Ag.- Ve Manés en las palabras del Apóstol dos sustancias: buena una, la otra mala. No una sustancia buena y en la otra un vicio de la sustancia, vicio contraído por generación, que viene del pecado del primer hombre y ha de ser sanado en la regeneración por la justicia del segundo hombre. Esta es la verdad que la fe católica lanza, como flecha afilada, contra vosotros y contra los maniqueos, para abatiros a los dos.

La libido, un vicio en la naturaleza

176. Jul.- "Ves al descubierto la medula del dogma de Manés; sobre él se apoya vuestra fe. Luego sigue impugnándonos a nosotros, los católicos: "Ves cuán insensatos son los que dicen que este cuerpo ha sido creado por el Dios bueno, sabiendo, como saben, que es fruto de la concupiscencia"".

Ag.- A vosotros y a nosotros nos reprochan los maniqueos el sostener que este cuerpo de carne es creación del Dios bueno; pero afirma Manés ser el espíritu de la concupiscencia una sustancia mala, no un vicio en la sustancia buena, que lleva a la carne a luchar contra el espíritu; opinión ésta que nosotros defendemos para refutarlos, y vosotros, para ayudarlos, negáis. Pero, a pesar vuestro, ellos demuestran que la codicia de la carne contra el espíritu es un mal, si, como opináis, no es un vicio en la sustancia buena, será una sustancia mala, dogma de los maniqueos, contrario a la fe católica, que vosotros defendéis.

Uso bueno de un mal

177. Jul.- "Luchan contra ellos mismos, pues cuando realizan el acto carnal buscan, por pudor, un lugar secreto, y odian la luz, pues temen se manifiesten sus obras. Por eso dice el Apóstol: no del que quiere 123, se sobrentiende este acto. Y si hacemos el bien, no viene de nuestra carne, pues son manifiestas las obras de la carne: las fornicaciones, etc., y si hacemos el mal, no viene del alma, porque los frutos del Espíritu son: paz, gozo 124, etc. Y en la carta a los Romanos clama el Apóstol: No hago el bien que quiero, sino que hago el mal que aborrezco 125.

Es ésta la voz de un alma que se resiste y defiende la libertad del alma contra la concupiscencia. Se duele el Apóstol de que el pecado, es decir, el diablo, se sirva de la concupiscencia. La autoridad legítima la declara un mal y vitupera sus obras, que excitan la admiración y los elogios de la carne. Todo cuanto es amargo para la concupiscencia, es dulce para el alma y, al mismo tiempo, su alimento y su fuerza. Por último, el alma que combate las codicias de la concupiscencia vigila, se enriquece, progresa; y si el alma se abandona, de ordinario cae.

¿Ahora comprendes que hemos encontrado, aunque tarde la fuente de tus pensamientos y de tus palabras? Tal es tu amor al maestro, que sigues su ruta y pisas sus huellas; esto es lo que tus escritos dedicados a Marcelino y los dirigidos a Valerio demuestran 126. En ellos sostienes que la concupiscencia de la carne, que llamas vergonzosa, fue inyectada por el diablo en el cuerpo de los hombres".

Ag.- ¡Con qué descaro niegas la concupiscencia, contra la que ahora me sorprendería luchases fielmente, pues con placer la colmas de elogios! Si tienes una esposa y te unes a ella, buscas, por pudor, un lugar secreto, aunque puedes entregarte sin temor a un acto voluptuoso legítimo. Si aún existiera la felicidad paradisíaca, tu protegida, o no existiría, o sus movimientos no estarían en pugna con la voluntad, y no sería necesario resistir para conservar en aquella mansión de felicidad la honestidad debida.

Pero como tú tejes su elogio hasta el extremo de afirmar que la concupiscencia existiría, tal como hoy es, en el paraíso, solicitando a las almas puras que le resisten, ¿quién no ve me combates, no con sabiduría y elocuencia, sino con impúdico descaro, porque un falso pudor te impide confesar tu derrota? Nosotros no decimos que la concupiscencia de la carne sea sustancia de una naturaleza mala, como dicen los maniqueos, ni condenamos todo uso, como hacen los maniqueos; ni decimos sea un bien, como afirman los pelagianos, ni alabamos sus movimientos contra el espíritu, como los pelagianos. Con los cristianos católicos afirmamos que es un vicio en la sustancia buena que se instaló en nuestra naturaleza por la prevaricación del primer hombre. Con los cristianos católicos decimos que el uso de este mal es lícito y honesto cuando el acto se realiza con la finalidad de engendrar hijos. Y así superamos y evitamos a maniqueos y pelagianos, cuyos errores, aunque entre sí muy diferentes, se aproximan en el sentido de que el menor presta ayuda al mayor. Que la concupiscencia sea un mal es evidente. Al negar los pelagianos sea un mal de la sustancia buena, apoyan a los maniqueos que llaman al mal una sustancia mala coeterna a la sustancia del Dios bueno.

Triunfa Ambrosio

178. Jul.- "La concupiscencia es hija del pecado y madre de todos los pecados, y de ella se lamenta Pablo el apóstol cuando dice: Sé que no habita en mi carne el bien, y no hago el bien que quiero, sino que hago el mal que aborrezco 127; esto siempre ha sido interpretado por los católicos como una mala costumbre, no como una tara de la naturaleza".

Ag.- ¿Luego tú eres católico y Ambrosio no es católico? Los hombres que hayáis podido engañar no han sido tan atontados por el contagio de vuestra vanidad que osen creeros. Presta, pues, un poco de atención. De este rudo combate entre la carne y el espíritu está escrito: Sé que no habita en mí, es decir, en mi carne, el bien; el quererlo está a mi alcance, pero no el realizarlo, etc., hasta estas otras palabras más claras: La carne codicia contra el espíritu y el espíritu contra la carne; éstos se oponen entre sí para que no hagáis lo que queréis 128. Que esta lucha existe en el hombre, ni vosotros, ni los maniqueos ni nosotros lo dudamos.

¿Pero de dónde viene en el hombre esta discordia? Aquí cesa el acuerdo y principia la disensión. Existen tres sentencias: la nuestra, la vuestra y la de los maniqueos. Para no dar la sensación de atribuirnos el calificativo de católicos por arrogancia y falsía, cedo la palabra al obispo Ambrosio, cuya fe y exacta interpretación de las Escrituras ha sido reconocida por sus mismos enemigos, como afirma vuestro Pelagio. Dice, pues, Ambrosio que esta lucha entre la carne y el espíritu surgió en nuestra naturaleza como secuela del pecado del primer hombre 129; vosotros la achacáis a la fuerza de la costumbre, y los maniqueos, al resultado de la mezcla de dos naturalezas eternas, una buena, la otra mala. Puedo decir ahora: elija una de estas sentencias el que desee permanecer católico. No temo, nadie os va a preferir a Ambrosio, marginados los maniqueos. Vuestra opinión, afirmáis que el mal viene de una mala costumbre, se revela sumamente vana si se piensa que nadie nace sin este mal. Apenas se despierta al uso de razón, todo el que desee ser casto siente despertarse en él y rebelarse la concupiscencia hasta entonces dormida; en ese momento, o uno se deja vencer y dominar por ella, o, si uno es piadoso, la combate con la gracia del Señor, para no consentir. ¿Si rechazas esta doctrina, por qué me atacas? Enfrentad los maniqueos a Ambrosio y, como espectadores de este combate elegid, si sois católicos, el partido que os plazca. Tengo la certeza de que proclamaréis vencedor a Ambrosio; pero como no sois católicos, aun así esperamos seguros, porque, contra vosotros y contra los maniqueos, el triunfo es, sin duda, de Ambrosio.

La libido no enloda a los santos

179. Jul.- "Con tus argumentos, con citas de textos de las Escrituras, sostienes que todos los santos han sido manchados por esta concupiscencia que llamas ley de pecado, de la que todos se han lamentado".

Ag.- No se manchan con este mal los santos, pues consta que son o han sido los más fuertes luchadores contra este mal; pero teman sus descarados aduladores no sean enlodados por este mal de una manera irreparable.

Se remite Agustín a la Tradición

180. Jul.- "¿Qué dice Manés? "Por la concupiscencia es el diablo autor de los cuerpos; por ella el diablo da caza a los cuerpos, no a las almas. Arranca de raíz esta planta maligna y te harás espiritual; de ella dice el Apóstol en su carta a los Romanos: No hago el bien que quiero, sino el mal que aborrezco" 130. Y nos llama necios porque afirmamos que es Dios el autor del cuerpo, engendrado -lo que confesamos- por la concupiscencia.

Puedes comprobar la concordia que existe entre Manés y tú para combatirnos; tú peleas con sus palabras, esgrimes sus argumentos, afirmas que nosotros mentimos; fuiste su alumno, como tú mismo escribes, y lo eres aún. Él, sin embargo, es más prudente que tú, pues cree que la concupiscencia de la carne fue inoculada por el diablo, y concluye no se ha de considerar obra de Dios cuanto viene de la concupiscencia".

Ag.- Contra todo esto vale nuestra respuesta anterior, y con ella otras más antiguas que puede leer el que quiera.

Todo hombre tiene algo bueno

181. Jul.- "Tú eres más romo, pues afirmas que es el hombre fruto de la concupiscencia diabólica y lo consideras obra de Dios; y no porque de malo se haya hecho bueno, sino porque, nacido malo de una raíz viciada, es fruto que el diablo reclama como suyo; no obstante, tiene, dices, un autor bueno".

Ag.- Es el hombre algo bueno, aunque en la edad adulta sea malo. No porque sea un hombre malo deja de tener algo bueno en cuanto hombre; Dios es el autor de la naturaleza, es decir, de este bien, cualquiera que sea el mal que traiga de su origen o de su voluntad. Ni la sustancia ni la naturaleza son vicios que el Salvador ha de sanar, crea él esta naturaleza viciada por estos males. Esta verdad desarbola a los maniqueos y a vosotros, que combatís contra Ambrosio, no contra mí, que os la he opuesto en esta lucha, y triunfa de los maniqueos y de vosotros.

Exorcismos y soplos

182. Jul.- "Según tus palabras todos los hombres engendrados por la concupiscencia son reclamados por el diablo como fruto de un árbol que le pertenece 131. Blasfemas como Manés diciendo que atribuimos a Dios la concupiscencia de la carne".

Ag.- Si hubieras querido investigar por qué los presentados al bautismo reciben las insuflaciones, por qué son los niños purificados mediante exorcismos, aparecerías con toda evidencia como un nuevo hereje y no sólo a los ojos de los más instruidos, sino hasta a los ojos de los más rudos entre los católicos; pero como lo que prometiste refutar de mi libro has temido tratarlo, lo evitas con vana locuacidad, cubriendo tu silencio con una nube de palabras. Por eso te opongo de nuevo, lo quieras o no, el texto del Apóstol en el que dice de Dios Padre: Nos arrancó del poder de las tinieblas y nos trasladó al reino de su amor 132.

Exceptuad, si podéis, a los niños y decid, si os atrevéis, que por la regeneración son trasladados al reino de Cristo, pero no son arrancados del poder de las tinieblas. Pero preparaos entonces a recibir con todo derecho las insuflaciones que en la Iglesia de Cristo tienen lugar sobre adultos y niños. Es necesario recibáis tales insuflaciones mediante las cuales se prueba con toda claridad ser verdad lo que vosotros negáis.

Dios sabe sacar bienes de los males

183. Jul.- "Tuya es esta sentencia ya discutida en mi obra anterior. Dices: "Alguna vez no actúa la libido según la voluntad, pues actúa contra su querer" 133. Esta sentencia es una acusación contra el orgullo que mueve el ánimo a su pesar; Manés la explica en los mismos términos en cuanto al sentido. Después de increparnos porque decimos que Dios es el creador de los hombres, que, lo reconocemos, son engendrados por la concupiscencia de la carne, dice: "Estos necios pretenden sea Dios autor de lo que saben es producto de la concupiscencia, cuando se aparean contra su querer"".

Ag.- No comprendía Manés que Dios puede, de lo que hay de malo en el hombre, formar algo bueno; y que el hombre puede, guardando el pudor conyugal, hacer buen uso de una cosa mala y que es necesario resistir cuando solicita a criminales torpezas. Pero ni tú, al negar que lo malo sea un mal, ¿por qué le resistes para no vivir en torpezas; y por qué si consientes, es preciso vivas torpemente?

Lo desconoce Manés

184. Jul.- "Lo que añades: "El mal de la concupiscencia se manifiesta en que evita miradas indiscretas y busca un pudibundo lugar secreto", lo que había ya señalado Manés: "Actúan, dijo, en lugares secretos y públicos, y odian la luz para que no se revelen sus obras"".

Ag.- Desconoce Manés el bien que resulta del mal de la concupiscencia, y tú ignoras el mal que el pudor quiere velar en lo secreto, incluso en la obra buena del matrimonio.

Origen de la libido

185. Jul.- "Dices: "El que hace buen uso de la concupiscencia usa bien de un mal" 134, y nos adviertes que prefieres dar crédito al Apóstol cuando dice: "Porque no habita en mi carne el bien", y esto no es bueno, es decir, el mal que habita en la carne del Apóstol, tú lo entiendes de la concupiscencia de la carne, y Manés no dice otra cosa. Después de haber dicho: "para que sus obras no se manifiesten", añade, "por eso escribe el Apóstol a los Romanos: No hago el bien que quiero, sino el mal que aborrezco". Se queja Pablo porque el pecado, esto es, el diablo, excita en él la concupiscencia. Denuncia la autoridad legítima el mal de la concupiscencia y desaprueba lo que la carne admira y alaba".

Ag.- ¿Vitupera acaso el Apóstol todo uso carnal de la concupiscencia cuando dice: Si te casas, no pecas; y si la doncella se casa, no peca 135? No sabe Manés lo que dice. Tampoco tú entiendes lo que dices, pues quieres ver algo distinto a la concupiscencia de la carne en las palabras del Apóstol; de la que otro apóstol dice que no viene del Padre, sino del mundo 136, y hace a la carne luchar contra el espíritu, y según un ilustre doctor católico que lo aprendió en la Iglesia católica, proviene de la prevaricación del primer hombre 137.

La doctrina de Manés, pura demencia

186. Jul.- "Estableces una distinción entre Manés y tú al decir que la naturaleza humana fue creada buena, pero sólo en nuestros primeros padres; luego, fue totalmente viciada por la concupiscencia. Manés hace también esta misma distinción. "Importa, dijo, observar que el alma primera que emanó del Dios de la luz, recibe un cuerpo para gobernarlo con su freno. Vino el mandato y revivió el pecado, que parecía cautivo; el diablo encuentra así una ocasión favorable, excita la concupiscencia, seduce al alma y da muerte al cuerpo. La ley es santa, pero santa para el santo; la ley es justa y buena, pero para el justo y para el bueno".

Y lo mismo dice en una carta a Patricio: "El hombre formado de la flor de la primera sustancia fue mejor que los que le siguieron. No es, pues, para defensa de tu causa algo grande ni contribuye algo en tu favor esta excepción de Adán del crimen de la naturaleza; es cuestión que discutiremos en seguida con toda amplitud. Nos basta ahora probar no hay nada nuevo en tu doctrina que no haya sido desarrollado por Manés"".

Ag.- Enseña Manés que el hombre y el universo entero con todas sus partes, tienen su origen en la unión de dos naturalezas coeternas, la del bien y la del mal, y enseña también que esta fábrica del mundo, aunque es mezcla de bien y de mal, tiene al Dios bueno por artífice; los animales y cuanto nace en la tierra, y el hombre mismo, es obra de una inteligencia maligna y procede de la raza de las tinieblas. Por eso dice "que el alma primera emanó del Dios de la luz y recibió este cuerpo para gobernarlo". No habla del hombre, sino de un alma buena que él considera una parte de Dios; como si fuera de su misma naturaleza y que vive unida a este mundo y todo cuanto contiene, pero es inducida a error por la concupiscencia.

Concupiscencia, conviene repetirlo, que no es un vicio de la sustancia buena, sino una sustancia mala. No fue Adán una excepción, pero en él la concupiscencia era más débil y tenía más luz. ¿Ves ahora cómo esta doctrina demencial declara la sustancia de Dios corruptible y corrompida por la unión con una sustancia mala y está en contradicción con la fe católica, según la cual todos los males del género humano, que en gran parte vemos herir a los niños, y la lucha de la carne contra el espíritu, males con los que llenáis el paraíso, quiero decir, el vuestro, provienen de una naturaleza buena, creada por un Dios bueno, pero viciada por la voluntad personal y la prevaricación del primer hombre?

Al negar estas verdades, ¿qué hacéis, puesto que no os place decir que todos estos males vienen del vicio de una naturaleza buena, sino atribuirlo a la unión con una naturaleza mala, invención del error demencial de los maniqueos? Ves, a tu pesar, que los insensatos y perversos maniqueos no pueden vencer ni con vuestra ayuda; o mejor, con la ayuda del Señor, ellos y vosotros estáis ya derrotados.

Paraíso de los pelagianos

187. Jul.- "Persiste en atacarnos y dice: "Se atreven a llamar un bien a esta concupiscencia, contra los libros evangélicos y apostólicos, que leen sin fruto. Ves que sus santos duermen con sus hijas, con numerosas concubinas y una muchedumbre de esposas. Y esto sin tener en cuenta estas palabras del Apóstol: ¿Qué unión hay de la luz con las tinieblas, del fiel con el infiel, de Cristo con Belial? 138, yerran apelotonados bajo la nube de la concupiscencia, de cuyo veneno disfrutan de tal modo que, presa de su locura, piensan cuando se entregan a ella, que esta concupiscencia viene de Dios e ignoran que el Apóstol dice: Es vergonzoso hablar de lo que hacen en secreto" 139.

Ves cómo rompe el pudor y piensa que es un argumento de peso contra nosotros, porque no osamos llamar un mal a lo que el pudor pide se haga en secreto. Pero tú no has podido encontrar un velo para cubrir la torpeza de tu doctrina; te has servido sólo de unos trapos, herencia de tu padre y maestro. Persiste en lanzar contra nosotros sus apóstrofes. "¡Ánimo, dijo, defensor de la concupiscencia, saca a luz sus frutos y sus obras! Me encrespo contra ella sin temor a la luz, que ella teme y a la que odia. Todo el que obra mal, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reveladas" 140. ¿Ves, pues, cómo la concupiscencia es origen del mal, y por su medio las pobres almas, esclavas de la libido, no espontáneamente, porque es ella sola la que nos hace obrar contra nuestro querer?

"De ahí viene, dices tú, el que nos podamos servir, según la oportunidad, de labios, lenguas, manos, flexiones del dorso, cerviz y costados; pero cuando se trata de engendrar hijos, los miembros destinados a esta función no obedecen, y es preciso esperar a que la pasión, usando de su derecho, los mande, y unas veces lo hace contra la voluntad, y otras de acuerdo con ella" 141. Enumeras todas las funciones de los miembros corporales, declaras que todos están sometidos al imperio de la voluntad, y dices: sólo la pasión carnal nos hace obrar contra nuestra voluntad. ¿Qué dice Manés? "Ves que la concupiscencia es fuente del mal, pues las pobres almas vienen a ser esclavas de la pasión a su pesar y es la única que nos hace obrar contra nuestro querer". Veamos lo que añade: "Por último, todo pecado está fuera del cuerpo, porque es actual, pero el que fornica, contra su propio cuerpo peca 142. Todo pecado no existe antes de cometerlo; pero una vez consumado, permanece en el recuerdo, no en la realidad; pero el mal de la concupiscencia, mal natural, existe ya antes de inducir al pecado; cuando se comete el acto, crece; después del acto permanece y se manifiesta".

¿Por qué nos reprochas te llamemos maniqueo, si en sus escritos se encuentra cuanto tú dices, y en los tuyos lo que él quiere persuadir? Cuanto circula entre la plebe, difundido oralmente por vosotros, se encuentra en esta misma carta de Manés. Escucha: "Si el pecado no es natural, ¿por qué son bautizados los niños, pues consta no son capaces de hacer nada malo?" Por eso dije que vuela en alas de muchas lenguas porque es un argumento vulgar, comprensible incluso a los tardos de ingenio; y tú en tus libros pones en él tu esperanza.

Esto lo expone tu maestro en estas palabras: "Yo les preguntaría: si todo pecado es actual, ¿por qué antes de que alguno cometa un pecado recibe la purificación por el agua, el que no ha cometido pecado alguno? Y si debe ser purificado se demuestra que han nacido naturalmente manchados por una raíz mala, en su demencia no entienden ni lo que dicen, ni lo que afirman".

¿Oyes cómo nos injuria? Nos llama locos, sin inteligencia para entender lo que decimos o afirmamos, al negar que la mancha del pecado venga de una fuente turbia, aunque bauticemos con el agua purificadora incluso a los niños que no han cometido pecado. He citado frases numerosas; pero si el título no mencionara a su hija Menoch y Manés se llamara apóstol de Cristo, pensaríamos que tú eras el autor, pues dices lo que has aprendido en Manés. ¿Crees puedes ser tratado por los católicos de otra manera que lo fue aquel de quien has bebido los sacramentos de tus dogmas?"

Ag.- Menos mal; por fin has puesto término a cuanto te pareció tomar contra nosotros de la carta de Manés, que te felicitas haber encontrado merced a las oraciones de tu colega Floro. Con toda razón condena Manés la carne en rebelión contra el espíritu; pero cree un deber reprochar a los católicos el que la consideren buena, pues alaban el bien del matrimonio apoyándose en la doctrina del Señor y de los apóstoles. ¿Cómo podría distinguir Manés el mal de la concupiscencia de la carne del bien del matrimonio, si en la carta a los Hebreos se dice que el manjar sólido es para los adultos que saben distinguir entre el bien y el mal 143? Tú, de una manera inevitable, has caído en las fauces de Manés; tú, el gran apologista de la concupiscencia de la carne, que no temes plantarla en el paraíso, no como hubiera podido ser, de haber existido, sino como hoy es. Según tú, los moradores del Edén gozarían de una paz inalterable, pero tendrían que luchar en su interior contra los movimientos ilícitos y deshonestos de la concupiscencia para resistir sus torpes asaltos. Imposible que este mal existiese en el paraíso, a no ser en aquel fingido del que hablamos antes y que lleva esta inscripción: Paraíso de los pelagianos.

Cierto, esta concupiscencia que solicita los corazones castos con movimientos secretos no puede ser representada por ningún pincel; pero sí puede un pintor representar a mujeres en estado, que rechazan un alimento sano y con avidez desean manjares nocivos, con náuseas, vómitos, desfallecimientos, alumbrando fetos inmaduros, testigos de una condición mísera al parir con dolor por el castigo infligido a Eva, madre de todos. Y si no hablan los pinceles, sí pueden dibujar rostros tristes, llorosos, pálidos; los niños pueden ser pintados llorando, común condición de todos, sujetos a sufrimientos diversos, y más tarde, a los palmetazos de un dómine.

El ignorante que al contemplar este cuadro y leer el rótulo preguntase el porqué, recibiría de vosotros esta respuesta egregia: "Esta hubiera sido la condición del género humano en el paraíso, porque esta es ahora aquí, pues los niños no tienen mancha ninguna de pecado". Si este hombre da su aquiescencia, se hace pelagiano; y si rechaza esta burda invención, le acusáis de maniqueo. Santo obispo de Dios, Ambrosio, sabio en la Iglesia y Doctor de la Iglesia, di a éstos que la concupiscencia de la carne, que codicia contra el espíritu (de la que Manés no sabe lo que dice, pero tiende sus cepos a los ignorantes), no viene de la unión con otra naturaleza, como él neciamente afirma, sino de la prevaricación del primer hombre que vivió en un natural bueno, creado por Dios. Puede quizás suceder que en vuestra contumacia elijáis dar vuestro voto al impuro maniqueísmo y no vuestro consenso a San Ambrosio. Obrad como os plazca, pero Manés podrá alegrarse de vuestra ayuda, porque Ambrosio triunfa de los dos con el apoyo de la fe católica y en el nombre y poder de Cristo.

Si la concupiscencia, en efecto, fuese tal que jamás se adelantase a la voluntad humana con sus movimientos carnales ni rebasase los límites de lo lícito, Manés no tendría nada que reprender con justicia en ella, ni Ambrosio diría que nos viene de la prevaricación del primer hombre, ni nadie entre nosotros sostendría que en el paraíso no se haría uso de ella, porque la carne no codiciaría contra el espíritu. Pero ahora es tal que se rebela contra el espíritu, aunque no siempre triunfe; paz de la que disfrutan los santos en el paraíso; y como no se puede creer en un dios corruptible por la unión a una naturaleza mala, sólo os queda a vosotros y a los maniqueos inclinar vuestra frente ante la fe de Ambrosio, sobre el contagio del primer pecado.

La gracia ayuda a la naturaleza

188. Jul.- "Resta examinar aquella sentencia en la que prometes resumir brevemente tu doctrina, y no se puede negar que lo haces con cierta agudeza. "Si la naturaleza humana, dices, fuera un mal, no debía ser engendrada; si no tuviese algún mal, no debía ser regenerada; para decirlo en una palabra, si la naturaleza humana es el mal, no debe ser curada, y si no hubiera en ella ningún mal, no debiera ser salvada" 144.

Debemos alabar en este lugar tu ingenio; nada más razonable se puede decir en favor de tu causa; no obstante, la naturaleza de las cosas no permite salga gananciosa la viveza natural. Duro es para ti dar coces contra el aguijón; todas las razones se disipan como hielo ante el fuego de la verdad. Atiende ahora a lo que voy a decir. Tu conclusión es: "Con toda certeza, si la naturaleza humana es un mal, no debe ser curada"; porque una cosa mala, si es mala por naturaleza, no es capaz de salvación.

¿Por qué no es capaz? Porque una naturaleza no puede ser otra de lo que es; ni lo merece, porque no hay nada en ella que la misericordia de Dios pueda salvar. Cuando decíamos "si fuese" algo que ciertamente no puede ser, no queremos dar esperanzas y conceder lo que hasta ahora hemos negado; mas para desarmar al adversario se habla con frecuencia de cosas imposibles. Se dice, por ejemplo, en esta o en la otra hipótesis, se seguiría...; y si la suposición es un imposible, la consecuencia por la que se hizo la hipótesis se ha de negar rotundamente.

Hemos probado con frecuencia que el mal natural es imposible; con todo, sin prejuzgar esta opinión, aprobamos esta parte de tu razonamiento. Dijiste: "Si la naturaleza humana es el mal, no debe ser sanada". Pones la salvación en el bautismo y tu argumentación es lógica; porque, si dicen verdad los maniqueos cuando afirman que la naturaleza es mala, serían los cristianos unos insensatos al creer que el bautismo es medicina aplicable a una naturaleza mala; declarar mala la naturaleza es negar la eficacia de la gracia, por el contrario, reconocer la gracia es alabar la naturaleza humana, para cuya salvación fue establecida la gracia".

Ag.- No es verdad lo que dices. Te engañas, o engañas. Se ve obligado a negar la gracia no el que afirma que es mala la naturaleza del hombre, sino el que dice que es un mal o algo en absoluto malo. Porque si es mala, tiene mayor necesidad de la gracia. Un hombre malo es una naturaleza mala, pues, sin duda, un hombre es una naturaleza; y lo mismo una mujer mala es una naturaleza mala, porque toda mujer es una naturaleza. El que afirme esto, ¿cómo puede verse obligado a negar la gracia, si la gracia viene en ayuda de las naturalezas malas, es decir, de los hombres malos, para que dejen de ser malos?

Pero una cosa es decir: este hombre es malo y otra decir: este hombre es el mal. Lo primero puede ser verdad, lo otro, imposible. Como si decimos: este hombre es un vicioso; puede ser verdad, pero si decimos: este hombre es el vicio, no puede ser verdad. En consecuencia, no quieras errar o inducir a error a los hombres y comprende el sentido de mis palabras: "Si la naturaleza humana fuese el Mal, no debía ser engendrada; si no tuviera algún mal, no debiera ser regenerada". Es como si dijera: si la naturaleza humana fuera el vicio, no podría ser salvada; si no tuviera algún vicio, no debiera ser salvada. Te hablo llanamente y no para darte pie para contradecirnos, sino para hacerte ver que aún no has encontrado una respuesta.

La carne no es el mal, adolece de un mal

189. Jul.- "Pon atención a las consecuencias. Se puede tejer el elogio de la naturaleza humana sin negar la gracia. Mejor, existe una íntima trabazón entre estas cuatro cosas, y no se puede afirmar una sin las otras; condenar la naturaleza, es negar la gracia; alabar la gracia es alabar la naturaleza; existe perfecta reciprocidad. Con razón has dicho: "Si la naturaleza humana es el Mal, no debe ser salvada"; ambas cosas afirman los maniqueos, a saber, que la naturaleza de la carne es mala y ni debe ni puede ser salvada por la gracia".

Ag.- Pero los maniqueos dicen que la naturaleza de la carne es mala, hasta el punto de ser el Mal, y no que adolece de un mal, porque no consideran el vicio como accidente de una sustancia, sino como una sustancia.

La naturaleza no es el mal

190. Jul.- "Añades luego una máxima que amas repetir. "Si la naturaleza, dices, no tuviera nada malo, no debería ser salvada. El que dice que no es buena, niega la bondad del Creador; el que niega tenga algo malo, injuria al Salvador misericordioso que la sana" 145. Lector, pon atención y verás que no ha dicho otra cosa que lo que antes había declarado contrario a la verdad; afirmas que el mal se encuentra naturalmente en una cosa que has declarado no ser naturalmente mala".

Ag.- No dije que no era mala, sino que no era el Mal. Y, para ser más explícito, no dije que no fuera viciosa, sino que no era el Vicio. Relee y comprende.

Un símil. El caballo

191. Jul.- "Por naturaleza mala no se puede entender otra cosa que lo naturalmente malo".

Ag.- Ya sea natural, como la falta de entendimiento, ya voluntario, como el homicidio, se puede llamar hombre malo al que tiene un natural malo, pues el hombre es una naturaleza, como puede decirse que un caballo malo es un animal malo, porque el caballo es un animal.

La naturaleza está viciada, no es el vicio

192. Jul. "Y, para abreviar, esta clara conclusión: Si el mal está inoculado en la naturaleza, y ésta se transmite por las semillas, la naturaleza es ciertamente mala".

Ag.- Aunque sea mala no es el mal, porque, aunque esté viciada, no es el Vicio.

Idéntica distinción

193. Jul.- "Si se la exceptúa del mal y como buena se la defiende, no puede nacer de ella el mal, ni encontrarse naturalmente en ella. Se evapora, pues, tu conclusión, porque la sentencia enunciada en segundo lugar no distingue, repite la primera".

Ag.- Aunque se defienda como buena no se sigue esté exenta de mal. En efecto, la misma naturaleza es buena en cuanto naturaleza, mala en cuanto viciada. No se evapora mi conclusión por la que declaro que si la naturaleza humana fuese el Mal, no podía ser salvada; y si nada malo tuviera, no debía ser salvada. Si quieres decir verdad, di que tu raciocinio con el que tratas de refutar mi conclusión desaparece.

No cita bien Juliano las palabras de Agustín

194. Jul.- ""La naturaleza humana, dices, si fuese el Mal, no debiera ser salvada, si no tiene algo malo, no debe ser salvada". ¿Qué otra cosa pruebas, sino que una misma cosa debe ser salvada, precisamente por la misma razón que impide ser salvada?"

Ag.- La naturaleza debe ser salvada porque está mala, no porque sea el Mal. Si fuera el mal esencial, no debería ser sanada; pero como está viciada, y no porque sea el Vicio, sino porque está viciada. Y en cuanto viciada, debe ser curada; si la naturaleza misma o la sustancia fuese un vicio esencial, no debía ser salvada, pues una cosa es tener un vicio y otra ser el vicio. Ha de salvarse porque tiene un vicio, no porque es un vicio; si fuera un vicio, no podía salvarse. Ves que no es lo mismo responder que hablar; ves que nada has respondido; sin embargo, no quieres callar.

No entiende Juliano la distinción de Agustín

195. Jul.- "Vuelves sobre tus pasos, por tu razonar conectas con Manés, aunque por tu profesión lo desprecias. Dices: "Si la naturaleza fuera mala, no se debía sanar"; aquí parece le combates, pero añades: "Si nada malo tuviera, no debía salvarse"; ahora muestras combatir fielmente a su lado. Luego es claro que tu doctrina es calco de la de Manés; es decir, la naturaleza de los hombres es mala, los dos decís que hay en ella algo malo, y tú declaras que una naturaleza mala no debe salvarse; es, pues, evidente que, en compacta compañía, atacáis la naturaleza y la gracia".

Ag.- ¿Cambias mis palabras para dar la sensación de que has respondido algo, y a los lectores les sería difícil o imposible recordarlo, o, al menos releer tu libro anterior y ver lo que yo he dicho en esos pasajes en los que citas mis palabras? No dije si la naturaleza fuera mala no debe ser salvada; precisamente porque está mala debe ser salvada. Dije: "Si es el Mal, no debe ser salvada". Si tiene un vicio es mala; desaparecido el mal, queda salva; no es un vicio esencial, pues en este caso, al desaparecer la naturaleza, desaparece el vicio. La salvación consiste en destruir el vicio; ¿quién puede ser salvado de esta manera si no es una naturaleza? Cuando se dice: está curado el vicio, no es el vicio mismo el que se cura, sino la naturaleza en la que está aposentado el vicio; si fuera el Vicio, no desaparecería destruido el vicio, pues la naturaleza desaparecería con él. Por consiguiente, la naturaleza humana, si no fuese mala, sino el Mal, esto es, si fuese el Vicio, no debe ser sanada; si en ella no hubiese mal alguno, tampoco debía ser salvada. Esto es lo que dije; cesa de manipular mis palabras para hacer un hueco, no a tus respuestas, sino a tus discusiones.

La naturaleza, obra del Creador

196. Jul.- "Consecuencia: Nadie puede alabar la gracia de Cristo sino el que en la naturaleza alaba la obra buena del Creador".

Ag.- En esto has dicho verdad. En una naturaleza mala se encuentra siempre la obra del Creador, digna de elogio; porque una naturaleza mala, en cuanto naturaleza, es un bien y para librar este bien del mal es necesaria la gracia.

La vida eterna, promesa de los pelagianos

197. Jul.- "Cierto, no se trata de los actos de los adultos, sino de la condición de los niños y del estado de su naturaleza. Afirmas con Manés que esta naturaleza, sin acto alguno de la voluntad personal, es culpable, abocada a la condenación, rebosante de males; es decir, de crímenes; nosotros la defendemos como íntegra, limpia de pecado, capaz de virtudes".

Ag.- Te conocemos y conocemos al gran defensor de los niños, a los que no permites sean por el Salvador socorridos. Y si se lo permites, di, por favor, de qué vicio o contagio son salvados cuando reciben en su cuerpo las aguas del bautismo. ¿Qué puedes responder, tú, hombre que no te avergüenzas de inventar un paraíso colmado de niños que sufren sin merecerlo?

Ambrosio, testigo del pecado original

198. Jul.- "¿Atribuyes tú los crímenes, los vicios, la condenación de esta naturaleza en los niños a su voluntad o a la condición de su nacimiento? Si dices que los niños han pecado por voluntad propia, es decir, por sí mismos, lanzas una opinión monstruosa y niegas la transmisión del pecado, porque el niño no recibe de otro lo que puede él mismo cometer; pero si todos estos males los recibe, no por sus obras, sino por su condición natural, su naturaleza es esencialmente mala".

Ag.- No condeno la naturaleza de los niños como culpable de un acto voluntario, pues nadie nace porque quiere; ni acuso la condición de su nacimiento, no porque nacen, sino porque nacen en la miseria; si nadie hubiera pecado, la naturaleza humana habría nacido en el paraíso, fecunda con la bendición de Dios, hasta que el número de los santos, por Dios conocido, estuviera completo. En este paraíso no llorarían los niños, ni estarían un tiempo privados de razón, ni estarían carentes de alguno de sus miembros, ni enfermos o sin movimiento, sujetos a dolencias, despedazados por bestias feroces, sujetos a envenenamientos o a heridas en accidente, faltos de algún sentido o de alguna parte del cuerpo; no serían juguete del diablo, ni cuando salen de la puericia serían domados a latigazos, o instruidos a fuerza de trabajos; ninguno nacería imbécil, romo de ingenio, ni con sufrimientos o trabajos se les podría hacer mejores; y aparte de la pequeñez de su cuerpo, proporcionada al seno materno, nacerían en el mismo estado que Adán. No serían como hoy los vemos; ni sufrirían males semejantes si la naturaleza humana no hubiera sido alterada y condenada a causa de un gran pecado. No son tales por condición de su nacimiento; sí por contagio del pecado y por la condición del castigo.

Somete Juliano a todos los males la naturaleza inocente

199. Jul.- "¿Qué diferencia hay entre el juicio de Manés sobre la naturaleza y el tuyo? Declara Manés, dices, que es mala. Si tú lo niegas, confiesa que es buena y la discusión ha terminado. Caerías en la red de la verdad para tu salvación. Pero tú protestas. Escuchemos, ¡oh Aristóteles de los cartagineses!, cuál es tu parto: "Tan grande es el mal inoculado en esta naturaleza, que se convierte en posesión del diablo y merece fuego eterno"".

Ag.- Al negar tú que es posesión del diablo, niegas, sin duda, que ha sido rescatada del poder de las tinieblas cuando por la regeneración se trasplanta al reino de Cristo, y acusas a toda la Iglesia católica del gravísimo crimen de lesa majestad. Porque, según las leyes de este mundo, se acusa de este crimen al que practica insuflaciones sobre una imagen, aunque no viva, del emperador. Los niños, antes de ser bautizados, son insuflados durante los exorcismos; y estas insuflaciones se hacen sobre imágenes vivientes, no de un rey, sino de Dios. ¿Qué digo? Se sopla sobre el diablo, que por el contagio del pecado tiene al niño sujeto, para que, arrojado fuera, sea el niño trasladado a Cristo 146.

Hay que soplar sobre la locura de Juliano para no acusar a la Iglesia de crimen de lesa majestad cuando purifica a los niños y alienta sobre ellos. Y si el niño no es arrancado del poder de las tinieblas y permanece su esclavo, ¿por qué asombrarse de que arda con el diablo en el fuego eterno, pues no tiene entrada en el reino de Dios? ¿Por qué los pelagianos prometen a los niños no bautizados un lugar de paz y vida eterna, al margen del reino de Dios? ¿Será falsa la sentencia de Cristo: El que crea y fuere bautizado se salvará, el que no creyere será condenado? El que niegue que los niños creen por boca de sus padres, niegue también que reciben el bautismo porque se resisten en brazos de sus padrinos.

Juliano, hereje, engañador y engañado

200. Jul.- "No es tan mala esta naturaleza, pues a no ser Manés, no se la puede condenar".

Ag.- ¿Ha dicho Manés: "Todos nacemos pecadores, y el mismo nacimiento está viciado?" 147 Pero esto lo dijo un esclarecido doctor católico. ¿Qué eres sino un hereje engañador y engañado?

Los males, prueba de la justicia de Dios

201. Jul.- "Sin embargo, dijo, no soy maniqueo, pues de palabra absuelvo la naturaleza, aunque la condene en mis juicios".

Ag.- Tú di que la condenas con el más inicuo de todos los juicios, pues, sin demérito alguno la sometes a todos los males.

Dios, justicia esencial

202. Jul.- "¿Qué he de acusar primero: el descaro del mentiroso, la pasión del discutidor o la perversa impiedad del creyente? Lo sé, debo hacer uso de las palabras del profeta: Israel, felices somos, pues lo que agrada a Dios nos ha sido revelado" 148.

Ag.- ¿Es verdad que lo que agrada a Dios os ha sido revelado? Necio, no agrada a Dios que los niños, sin contagio de pecado, sean oprimidos por un duro yugo. Pero heredan el contagio causado por aquel gran pecado primero; al negaros a confesarlo, ¿no acusáis a Dios de un juicio inicuo?

"Yo soy el creador de los males". Sentido

203. Jul.- "Supla la censura de los lectores las invectivas. Pasemos a otra cosa. No existe ciertamente otro mal en los seres, mal de verdad, si no es el que llamamos pecado".

Ag.- Males son también el castigo de los pecadores, porque de otra suerte ignoro cómo vas a defender a Dios que dijo verdad cuando afirma que es creador de los males. ¿No irás a decir que Dios ha creado los pecados?

No pudieron sentir males en el Edén

204. Jul.- "De este pecado se engendró en cada uno de nosotros un mal natural; mal que no es otra cosa sino el mérito malo".

Ag.- No sólo es un mal el mérito malo, sino también el castigo debido a un mérito malo. No va a ser malo el pecado y no ser verdaderamente un mal la pena del pecado. Si en los niños no hay pecado de origen, los males que sufren serían injustos. Por consiguiente, estos males no pudieron existir en el paraíso, porque allí no había mérito malo, de permanecer en una obediencia feliz. Por eso, porque vemos aquí estos males en los niños, que no existirían allí, tienen su demérito, lo que no podían merecer si no fuera por un pecado de origen.

La concupiscencia no viene del Padre

205. Jul.- "Si Manés entiende por naturaleza mala una naturaleza que merece castigo y ha de soportarlo; si, por tu parte, afirmas que el mal existe en la naturaleza humana, y este mal es el que llama Manés concupiscencia de la carne, inyectada, según tú, por el diablo; y si dices que merece castigo eterno, no hay duda, declaras, como Manés, que la naturaleza es pésima y digna de condenación".

Ag.- ¡Avergüénzate! La concupiscencia de la carne viene del mundo, no del Padre, es decir, de los hombres cuyos hijos llenan el mundo. Los maniqueos atribuyen esta concupiscencia, con vuestra ayuda, a la gente de las tinieblas; pues vosotros no queréis que este mal pase a nosotros por la prevarican del primer hombre, según doctrina de Ambrosio y de la fe católica 149.

La naturaleza está viciada, no es el vicio, repite Agustín

206. Jul.- "Veamos cómo la segunda parte de tu sentencia dice lo mismo. Dijiste: "El que diga que la naturaleza humana no es un bien, niega que venga de un Creador bueno. El que niegue que tiene un mal, la priva de un Salvador, misericordioso con la naturaleza viciada" 150. Si, como te has visto obligado a confesar, el que niega que la naturaleza es un bien, niega la bondad del Creador, es decir, de Dios; y si la naturaleza mala es la que merece castigo, vuestra confesión confirma la verdad de mi afirmación, pues establece que vosotros no reconocéis un Dios bueno como creador de los hombres, pues por los vicios y sufrimientos de la naturaleza probáis su maldad".

Ag.- La naturaleza humana, aunque mala, pues está viciada, no es un mal en cuanto naturaleza. No existe naturaleza mala en cuanto naturaleza, sino un bien, y sin este bien no podía existir el mal, porque un vicio puede existir sólo en una naturaleza; y ésta sí puede existir sin vicio alguno, ora sea porque nunca ha sido viciada, ora porque ha sido sanada. Si esto lo comprendieran los maniqueos, no serían maniqueos, ni introducirían dos naturalezas de signo contrario, del bien y del mal. Si ves la diferencia que existe entre los maniqueos y nosotros, calla, y si no la ves, calla.

No hay naturaleza mala en la creación

207. Jul.- "No rehusamos un Salvador a esta naturaleza que defendemos por dignidad de un Creador; pero negamos sea mala para no ser maniqueos; y negamos existir mal en ella para no ser, con nombre cambiado, igualmente maniqueos".

Ag.- En realidad estás contra los maniqueos, al decir que la naturaleza no es mala; pero sois pelagianos cuando negáis que exista mal en ella, y, sin daros cuenta, favorecéis a los maniqueos al decir que el mal que se manifiesta en la naturaleza no proviene de la prevaricación del primer hombre; y así concluyen ellos: luego existe una sustancia o naturaleza mala.

Niega Juliano un Salvador a los niños

208. Jul.- "Puede la naturaleza ser viciada por el hombre capaz, por su arbitrio, del bien o del mal; pero esto es imputable a la persona, no a la naturaleza. Por eso afirmamos que puede ser sanado por la gracia de Cristo lo que puede ser corrompido, porque lo que puede ser sanado ha sido herido".

Ag.- Con toda certeza negáis a los niños un Salvador, y como ellos deberíais recibir las insuflaciones si os pudieran ser útiles para que, arrancados del poder de las tinieblas, fuerais trasplantados al reino de Cristo.

Preferible Juan, el apóstol, a Juliano

209. Jul.- "No quedan los bautizados libres de la concupiscencia de la carne, sí del reato de la concupiscencia mala".

Ag.- Juan, el apóstol, dice que la concupiscencia de la carne no viene del Padre, sino del mundo 151; dando a entender que es mala, tú, empero, dices que la concupiscencia de la carne, don natural, no es culpable, sino la concupiscencia mala. En efecto, según tú, la concupiscencia de la carne no es mala ni en la fornicación, porque el que así obra usa mal de un bien. Luego la concupiscencia siempre es un bien, ya tenga por objeto la unión conyugal o el adulterio; en éste se hace mal uso de un bien; en el matrimonio se hace buen uso de un bien. Lucha, pues, con el apóstol Juan, no conmigo; no concuerdas con él cuando dice que es mala y no viene del Padre. Tú, por el contrario, dices: La concupiscencia de la carne, incluso cuando codicia un mal, es buena, nunca mala. Creedme, no hay cristiano que no prefiera estar de acuerdo con Juan el apóstol y en desacuerdo contigo.

Existe el pecado en el ángel y en el hombre

210. Jul.- "En consecuencia, el testimonio del Creador del género humano y el del Redentor nos dice que no existe el pecado".

Ag.- ¿Qué dices con insensatez extremada? ¿No existe pecado en la naturaleza? ¡Como si pudiera existir el mal si no es en una naturaleza, ya venga de la generación, ya sea por propia voluntad cometido! Es evidente, el pecado del ángel o el pecado del hombre pertenece a un ángel o a un hombre. ¡Quién hay tan fuera de camino que diga que ni el ángel ni el hombre son naturaleza! ¿Por qué hablas con los ojos cerrados? ¿Qué es lo que dices que no existe pecado en la naturaleza? ¿No te das cuenta que luchas contra el Apóstol? Manifiesta con claridad suficiente que la concupiscencia es pecado cuando dice: No conocí el pecado sino por la ley; porque no conocería la concupiscencia si la ley no dijera: No codiciarás 152. ¿Hay algo más claro que este texto o algo más vacío que tu doctrina?

Juliano, enemigo de la justicia de Dios

211. Jul.- "Repetimos lo dicho: la doctrina traducianista, según demostré, contraría los preceptos y juicios de Dios".

Ag.- Más bien sois vosotros los enemigos de la justicia de Dios, pues imponéis un duro yugo sobre los hijos de Adán desde el día de la salida del vientre de sus madres 153, y esto contra toda justicia; negáis también la existencia del pecado original, atestiguado por el testimonio de la Escritura y las miserias de los niños, que no pueden, como probé, existir si no es en vuestro paraíso.

Escritura y razón prueban la existencia del pecado original

212. Jul.- "Sólo Manés, como demostré con una cita de sus escritos, condena la concupiscencia de la carne, querida por Dios, creador de los cuerpos, para hacer viable la unión de los sexos con vista a la fecundidad".

Ag.- Demostré también yo con el testimonio de la Sagrada Escritura y de la sana razón que la concupiscencia de la carne, en lucha contra el espíritu, es mala. Vosotros, en cambio, favorecéis la posición de los maniqueos, que atribuyen la concupiscencia de la carne a la gente de las tinieblas, coeterna a Dios; vosotros negáis la existencia del pecado original y lo plantáis en el paraíso de Dios.

Ambrosio defiende la existencia del pecado original

213. Jul.- "Vuestros argumentos en favor de la transmisión del pecado son idénticos, como demostré, a los de los maniqueos".

Ag.- No era maniqueo Ambrosio, invicto campeón de la fe católica, que os derrotó junto con los maniqueos al enseñar que existe discordia entre carne y espíritu, y que tu protegida, la carne, codicia contra el espíritu, y es en nosotros resultado de la prevaricación del primer hombre 154. El testimonio de tu maestro en favor de este obispo te convenza y fuerce a confesar.

No niega Agustín la existencia del libre albedrío

214. Jul.- "En la discusión sobre tu doctrina puse en claro que niegas la existencia del libre albedrío y la creación de los niños por Dios".

Ag.- Como lo proclaman numerosos testimonios de la Escritura, confieso la gracia de Dios, defiendo y nunca niego la existencia del libre albedrío; mientras tú, al encumbrarlo, lo destruyes, pues pones tu confianza en tus fuerzas. Nuestras palabras harán ver a nuestros lectores que no negamos sea Dios el creador de los niños; mientras vosotros sí negáis sea su Salvador.

La naturaleza no es el mal, está viciada

215. Jul.- "Te convencí, en el examen de tu doctrina que habías prometido condensar en una palabra que la naturaleza era mala".

Ag.- Y demostré yo que la naturaleza humana no es mala, aunque sí tiene algo malo. La primera afirmación la probé por ser sustancia natural creada por Dios; la otra, por las miserias de esta naturaleza que tiene a Dios por Salvador. Que has sido incapaz de anular mis argumentos, un lector inteligente y avisado lo hubiera podido comprobar aunque no hubiese respondido.

Conoce Dios los que son suyos

216. Jul.- "Confío en que está claro incluso para los muy romos de inteligencia y para cuantos has engañado con tus favores que sólo en el nombre te distingues de Manés y estás de acuerdo con todos los partidarios de la transmisión del pecado y te adhieres a sus puercos y absurdos dogmas".

Ag.- La verdad es muy otra y está clara incluso para los muy obtusos de entendimiento. Esto es lo que es manifiesto hasta para los tardos que quieran tomarse el trabajo de leer tus escritos y los míos: he demostrado que soy enemigo del error de los maniqueos y que he destruido, con la ayuda del Dios de la verdad, sus dogmas nefastos; y también que vosotros sí favorecéis la insensatez de los maniqueos hasta el extremo de que puedan gloriarse de ser invencibles, si la fe católica, que, por la gracia de Dios, defendemos, no los confundiera, y no por vuestros argumentos o por vosotros, sino contra vosotros.

Me has elegido a mí solo y me has distinguido con el nombre frecuente de maniqueo, porque has creído poder así destruir la fe católica, por el horror de nombre tan despreciado, no por la verdad objetiva de tus acusaciones; fe que sin espigar en el odio, os condena con una multitud de santos e ilustres defensores que han aprendido y enseñado lo que nosotros aprendimos y enseñamos. Pero el fundamento de Dios permanece firme, pues conoce Dios a los que son suyos 155.

Cuanto a las palabras de mi libro que te habías propuesto refutar, dejo al lector el trabajo de observar y verificar cómo después de atacar en apariencia unas contadas sentencias, has omitido la mayor parte, aburriendo a todos con tu nebulosa, incontenible e interminable verborrea.