EXPOSICIÓN DEL SALMO 10

Traducción: José Cosgaya García, OSA

Revisión: Pío de Luis Vizcaíno, OSA

1. [v.1—2] Para el fin. Salmo de David mismo. Este título no necesita nueva explicación, pues ya se explicó suficientemente qué significa «para el fin»1. Veamos, pues, el texto del salmo, que, según me parece, ha de cantarse contra los herejes que, recordando y exagerando los pecados de muchos en la Iglesia, como si entre ellos fuesen justos todos o la mayoría, se esfuerzan por apartarnos y arrancarnos de los pechos de la única Iglesia, verdadera madre, pues afirman que Cristo está donde ellos, y como con piedad y afán nos aconsejan que, pasando a ellos, emigremos hacia Cristo, respecto al cual fingen que ellos lo tienen. Por otro lado, es sabido que a Cristo, porque a él se alude alegóricamente con muchos nombres, también se le ha nominado en profecía «monte».

Así, pues, a esos ha de responderse y decirse: «En el Señor confío; ¿cómo decís a mi alma: «Emigra a los montes como un pájaro»? Un único monte tengo en el que confío; ¿cómo decís que me pase a vosotros como si hubiera muchos Cristos? O si por soberbia decís vosotros que sois montes, es ciertamente preciso que el pájaro esté provisto de alas, las virtudes y los preceptos de Dios, pero estas cosas mismas prohíben volar a esos montes y colocar en hombres soberbios la esperanza. Tengo casa donde descansar, porque confío en el Señor. Efectivamente, incluso el pájaro ha encontrado para sí una casa2, y el Señor se ha hecho refugio para el pobre3». Digamos, pues con toda confianza, para no perder a Cristo mientras lo buscamos entre herejes: En el Señor confío, ¿cómo decís a mi alma: «Emigra a los montes como un pájaro»?

2. [v.3] Porque he ahí que los pecadores tensaron el arco, prepararon en la aljaba sus saetas para asaetear durante la luna oscura a los rectos de corazón. Estos son los motivos de terror con que, debido a los pecadores, nos conminan a pasarnos a ellos como si fueran justos. He ahí, afirman, que los pecadores tensaron el arco, las Escrituras, creo, desde las que ellos, interpretándolas carnalmente, lanzan ideas envenenadas. Prepararon en la aljaba sus saetas, o sea, en el secreto del corazón prepararon esas mismas palabras que van a disparar con la autoridad de las Escrituras. Para asaetear durante la luna oscura a los rectos de corazón: para corromper con malas conversaciones las buenas costumbres4, tan pronto hayan advertido que no pueden ser acusados, al haberse oscurecido la luz de la Iglesia por la abundancia de ignorantes y carnales. Pero contra todos esos motivos de terror hay que decir: En el Señor confío5.

3. En cuanto a la luna, recuerdo haber prometido consideraren este salmo cuán adecuadamente significa la Iglesia6. Dos opiniones sobre la luna son probables; ahora bien, supongo que de ninguna manera o dificilísimamente puede el hombre saber cuál es la verdadera. En efecto, cuando se pregunta de dónde tiene luz, unos dicen que tiene la suya, pero que brilla media esfera suya y, en cambio, media está oscura, y que, mientras se mueve en su órbita, la misma parteen que brilla se mueve paulatinamente hacia la tierra para que podamos verla, y que, por eso, aparece primero en forma como de cuernos. Efectivamente, si haces una pelota mitad blanca y mitad oscura, nada blanco ves si tienes ante los ojos la parte que es oscura; pero cuando comiences a girar hacia los ojos la parte blanca, si lo haces paulatinamente, primero verás unos cuernos de blancura, después la parte blanca crece paulatinamente hasta que se coloca entera ante los ojos, y no se ve nada de la otra parte, la oscura. Pero si aún perseverasen girar paulatinamente [la parte blanca], la oscuridad comienza a aparecer y la blancura a disminuir, hasta que de nuevo se convierte en cuernos y, finalmente, toda se aleja delos ojos, y de nuevo puede verse sola la parte oscura. Dicen que esto ocurre, cuando se ve que la luz de la luna crece hasta el decimoquinto día después del novilunio, y que, de nuevo, hasta el día trigésimo disminuye y se convierte en cuernos, hasta que en ella no aparece absolutamente nada de luz.

Según esta opinión, la luna significa en alegoría la Iglesia, porque la Iglesia brilla en proporción a la parte espiritual y, en cambio, está oscura en proporción a la parte carnal y, a veces, la parte espiritual se muestra a los hombres en las buenas obras y, en cambio, a veces, se oculta en la conciencia y solamente la conoce Dios, pues a los hombres se muestra solo en el cuerpo 8, como acontece cuando, porque se nos manda tener los corazones no hacia la tierra sino hacia arriba 9, oramos en el corazón y parece como si no hiciéramos nada.

Otros, en cambio, dicen que la luna no tiene luz propia, sino que la alumbra el sol, pero que, cuando está con él, tiene hacia nosotros la parte en la que no está iluminada, y que por eso no se ve en ella nada de luz; y que, en cambio, cuando empieza a apartarse de él, es iluminada también por la parte que tiene hacia la tierra, e inevitablemente comienza por los cuernos, hasta que en el [día] decimoquinto resulta estar frente al sol. De hecho, entonces sale al ponerse el sol, de modo que, si cualquiera que haya observado ponerse el sol se vuelve hacia oriente cuando ha comenzado a no verlo, ve surgir la luna y después, cuando [ella] ha comenzado a acercarse [al sol] por la otra parte, [ve] que esa parte que no es iluminada la vuelve hacia nosotros [la luna], hasta que se convierte en cuernos y después no aparece en absoluto, porque la parte que es iluminada está entonces hacia arriba, hacia el cielo y, en cambio, hacia la tierra la [parte] a la que el sol no puede hacer radiante.

También, pues, según esta opinión, por la luna se entiende la Iglesia, porque no tiene luz suya, sino que la ilumina el Unigénito Hijo de Dios, al que en las Santas Escrituras nominan alegóricamente «sol» muchos pasajes. Desconocedores de este[sol] e incapaces de percibirlo, ciertos herejes que, mientras no pueden contemplar con la mente la interior luz de la verdad, no quieren contentarse con la simple fe católica, que para los pequeñuelos es la única salvación y la única leche gracias a la cual se llega con robustez auténtica a la firmeza del alimento más sólido, intentan desviar hacia este sol corpóreo y visible, que es la luz común de la carne de los hombres y de las moscas, los sentimientos de los simples y desvían los de algunos.

Por tanto, cualquiera que de estas dos opiniones sea la verdadera, de modo adecuado se toma alegóricamente por la luna la Iglesia. O si no agrada ejercitar el ánimo en esas oscuridades más trabajosas que fructuosas, o falta tiempo [para ello] o el ánimo mismo no es capaz [de ello], es suficiente mirar la luna con los ojos del pueblo y no buscar las causas oscuras, sino con todos darse cuenta de los crecientes, plenilunios y menguantes de ella. Si esta se eclipsa precisamente para hacerse nueva, incluso a la multitud ignorante misma le muestra la figura de la Iglesia, dentro de la cual se cree en la resurrección de los muertos.

4. Después ha de investigarse qué se entiende en este salmo por la luna oscura, durante la cual los pecadores se pre—pararon a asaetear a los rectos de corazón. En efecto, a la luna no se la puede llamar oscura de un único modo, porque se la puede llamar luna oscura, cuando se acaba en los recorridos mensuales, cuando un nublado altera su brillo, y cuando, llena, se eclipsa. Por tanto, que quisieron «asaetear durante la luna oscura a los rectos de corazón» puede interpretarse apropósito de los perseguidores de los mártires: sea que la luna, esto es, la Iglesia, no podía verse diáfana todavía en el momento inicial de la Iglesia, porque aún no había resplandecido, mayor, en los países ni había vencido las tinieblas de las supersticiones paganas, o cuando cual brumas cubrían la tierra las lenguas de los blasfemos y las de quienes difamaban malamente el nombre cristiano; sea que las matanzas de los mártires mismos y tanto derramamiento de sangre, como el eclipse y oscurecimiento por el que la luna parece mostrar de color de sangre su cara, mediante el terror alejaban del nombre cristiano a los débiles, terror durante el cual lanzaban palabras dolosas y sacrílegas los pecadores, para pervertir incluso a los rectos de corazón. Puede también interpretarse apropósito de estos pecadores que la Iglesia contiene, porque, hallada la ocasión de esta luna oscura, entonces habían cometido muchas cosas que como afrentas nos echan en cara ahora los herejes, aunque se dice que sus fundadores las hicieron.

Pero, de cualquier modo que sea lo que sucedió durante la luna oscura, difundido y elogiado ahora en el orbe entero el nombre católico, ¿por qué tengo que inquietarme por cosas desconocidas? En efecto, en el Señor confío y no escucho a quienes dicen a mi alma: «Emigra a los montes como un pájaro». Porque he aquí que los pecadores tensaron el arco para asaetear durante la luna oscura a los rectos de corazón7. O si también a aquellos les parece ahora oscura la luna, porque quieren transformar en incierto cuál es la Católica, e intentan acusarla de los pecados de los hombres carnales que contiene en cantidad, ¿qué le importa a quien dice de verdad: En el Señor confío?8 Con esa frase, cada uno muestra que él es grano, y que hasta el tiempo de la bielda soporta tolerantemente las pajas.

5. En el Señor, pues, confío9. Teman esos que confían en el hombre10 y no pueden negar que ellos son del partido del hombre por cuyas canas jura, y que, cuando en una conversación se les pregunta de qué comunión son, no pueden ser reconocidos, si no dicen que ellos son del partido de aquel. Di qué hacen esos, cuando se les recuerdan tan innumerables y cotidianos pecados y delitos, de los que está llena esa sociedad. Acaso pueden decir: En el Señor confío. ¿Cómo decís a mi alma: «Emigra a los montes como un pájaro»?11 De hecho, no confían en el Señor quienes dicen que los sacramentos son santos, solo si se dan mediante hombres santos. Así, pues, cuando se les pregunta quiénes son santos, se sonrojan de decir: «Nosotros [lo] somos». Es más, aunque ellos no se ruboricen de decirlo, en lugar de ellos se ruborizan quienes lo oyen.

Así, pues, a quienes reciben los sacramentos, los fuerzan esos a poner su esperanza en el hombre, cuyo corazón no pueden ver: Y maldito todo el que pone su esperanza en el hombre12. En efecto, decir «lo que yo doy es santo» ¿qué significa sino «pon en mí tu esperanza»? ¿Y qué ocurre si no eres santo? Al menos, muestra tu corazón. Pero si no puedes, ¿dónde veré que eres santo? ¿Acaso dirás lloque está escrito: Por sus obras los conoceréis13? Veo obras exactamente asombrosas, que ven y experimentan cotidianamente los hombres que viven ahora: que por instigación de obispos y presbíteros revolotean por todos los alrededores las cotidianas violencias de los circunceliones, y que llaman «israeles» a terribles varas. En verdad, muchísimos no han visto y nadie ve ahora los tiempos macarianos, desde los cuales acarrean odio, y cualquier católico que los vio, pudo decir, si quería ser siervo de Dios: En el Señor confío14. Esto dice también ahora, cuando ve en la Iglesia muchas cosas que no quiere, quien se siente nadar aún dentro de esas redes llenas de peces buenos y malos, hasta que se llegue al límite del mar, donde sean separados de los buenos los malos15.

Por otra parte, qué responden si aquel a quien bautizan dice a alguno de ellos: «¿Cómo me mandas presumir?? Efectivamente, si el mérito es de quien da y de quien recibe, sea de Dios, que da, y de mi conciencia, que recibe. En efecto, estas dos cosas no me son inciertas, la bondad de él y mi fe. ¿Por qué te entrometes tú, de quien nada cierto puedo saber? Déjame decir: En el Señor confío16. Efectivamente, si confío en ti, ¿por qué confío con la idea de que esa noche no hiciste nada malo? Por último, si quieres que te crea, ¿acaso puedo creer [por] algo más que por ti? ¿Por qué, pues, confío en esos con los que ayer tuviste comunión y hoy la tienes y mañana la tendrás, con la idea de que siquiera en este triduo no han cometido nada malo? Pero si ni a ti ni a mí nos ha manchado lo que ignoramos, ¿qué causa hay para que rebautices a quienes no conocieron la época de la entrega y del odio macariano? ¿Qué causa hay para que oses rebautizar a los cristianos venidos de Mesopotamia, que ni han oído el nombre de Ceciliano y Donato, y niegues que son cristianos? Si, por otra parte, los manchan pecados ajenos que desconocen, te hace culpable todo lo que, sin saberlo tú, día tras día se perpetra en vuestro partido, mientras sin motivo echas encara a los católicos las constituciones de los emperadores, aunque en vuestros atrincheramientos se ensañan de esa manera los palos y fuegos privados». He aquí a dónde han caído quienes, cuando vieron pecadores en la Católica, no pudieron decir «en el Señor confío», y pusieron su esperanza en el hombre. Esto, sin duda, dirían si ellos mismos no fuesen, o incluso ellos mismos fuesen, como pensaban que eran aquellos de los que, con orgullo sacrílego, fingieron querer separarse.

6. [v.4] Diga, pues, el alma católica: En el Señor confío. ¿Cómo decís a mi alma: «Emigra a los montes como un pájaro»? Porque he aquí que los pecadores tensaron el arco, prepararon en la aljaba sus saetas para asaetear durante la luna oscura a los rectos de corazón17, y, dejándolos de lado, vuelva hacia el Señor la palabra y diga: Porque destruyeron lo que completaste. Y diga esto no sólo contra esos, sino contra todos los herejes, pues todos, en cuanto depende de ellos, destruyeron la alabanza que por boca de niños aún sin habla y lactantes18 Dios completó, mientras hostigan a los pequeñuelos con cuestiones insustanciales y embarazosas y no les dejan alimentarse con la leche de la fe. Por tanto, como si se dijera a esta alma: «¿Por qué te dicen estos: ?Emigra a los montes como un pájaro?? ¿Por qué te aterrorizan con los pecadores que tensaron el arco para asaetear durante la luna oscura a los rectos de corazón?», [ella] responde: «Ciertamente, me aterrorizan porque destruyeron lo que completaste». ¿Dónde, sino en sus conciliábulos, donde no sólo no nutren con leche a los pequeñuelos y a los desconocedores de la luz interior, sino que los matan con venenos?

En cambio, el justo ¿qué ha hecho? Si tanto Macario como Ceciliano os ofendieron, ¿qué os ha hecho Cristo que dijo: Mi paz os doy, os dejo mi paz19 que vosotros habéis violado con la execrable disensión? ¿Qué os ha hecho Cristo, que soportó a su traidor20 con paciencia tan grande que le entregó, como a los demás apóstoles, la primera eucaristía, confeccionada por sus manos y encomendada por sus labios21? ¿Qué os ha hecho Cristo, que al mismo traidor suyo, al que llamó diablo22, el cual, antes de la traición al Señor, no pudo mostrar lealtad ni siquiera a los saquitos23 del Señor, lo envió a predicar el reino de los cielos con los demás discípulos, para demostrar que los dones de Dios llegan a quienes los reciben con fe, aunque ese mediante el que los reciben sea cual fue Judas?

7. [v.5] El Señor está en su templo santo. Así es en verdad, según dice el Apóstol: Pues santo es el templo de Dios, que sois vosotros. Pues bien, a quien haya violado el templo de Dios, Dios lo destruirá enteramente24. Viola el templo de Dios, quien viola la unidad, pues no se aferra a la cabeza25, en virtud de la cual el cuerpo entero, conexo y compacto gracias a todo el influjo del abastecimiento, según la actividad a medida de cada parte, produce el incremento del cuerpo para edificación de sí mediante la caridad26. El Señor está en este su templo santo, que consta de muchos miembros suyos, que desempeñan sus funciones respectivas, provistos de la caridad para [levantar] una única edificación. Lo viola todo aquel que a causa de su primacía se separa dela comunidad católica. El Señor está en su santo templo; el Señor, en el cielo su trono. Si por cielo tomas al justo como por tierra tomas al pecador, al cual está dicho «Tierra eres y a la tierra irás»27, entenderás que lo que dice, el Señor está en su templo santo, se repite cuando se dice: El Señor, en el cielo su trono.

8. Sus ojos se vuelven a mirar al pobre. Sin duda, [los de ese] a quien se ha abandonado el pobre, y que se ha hecho refugio para el pobre28. Y, por eso, todas las sediciones y tumultos [que] dentro de esas redes [hay] hasta que se las arrastre a la playa, a propósito de los cuales los herejes nos insultan para su perdición y para nuestra reforma, suceden mediante esos hombres que no quieren ser pobres de Cristo. Pero ¿acaso de esos que quieren serlo, alejan los ojos de Dios? De hecho, sus ojos se vuelven a mirar al pobre. ¿Acaso es de temer que en la multitud de ricos no pueda ver a los pocos pobres, para nutrirlos, custodiados en el regazo de la Iglesia Católica?

Sus párpados interrogan a los hijos de los hombres. Según aquella regla29, a gusto tomaría yo aquí por los hijos de los hombres a los regenerados mediante la fe, después de ser viejos. En efecto, a estos, ciertos pasajes oscuros de las Escrituras, cual los ojos de Dios cerrados, los aguijonean a buscar, y, a la inversa, ciertos pasajes claros, cual los ojos de Dios abiertos, los iluminan para que gocen. Y, en los Libros Santos, esas frecuentes clausura y apertura son cual los párpados de Dios, que interrogan, esto es, comprueban a los hijos de los hombres, a los que ni la oscuridad de las cosas abruma, sino que los aguijonea, ni el conocimiento [de ellas] los hincha, sino que los afianza.

9. [v.6] El Señor interroga al justo y al impío. ¿Por qué, pues, tememos que los impíos, si por casualidad comparten con nosotros los sacramentos con corazón no sincero, nos dañen en algo, siendo así que aquel interroga al justo y al impío?

Por su parte, quien ama la iniquidad, odia su alma, esto es, el amante de la iniquidad daña solamente a su alma, no al que cree a Dios y no pone su esperanza en el hombre30.

10. [v.7—8] Hará llover sobre los pecadores trampas. Si, en general, por nubes se entiende los profetas, tanto los buenos como los malos, a los que se nomina también pseudoprofetas, los pseudoprofetas están ordenados por el Señor Dios, de manera que desde ellos hace llover sobre los pecadores trampas. En efecto, nadie sino el pecador cae en ellos para seguirlos, sea como preparación del último castigo si prefiriera perseverar en pecar, sea para combatir la soberbia si algún día buscase a Dios con cuidado muy sincero. Ahora bien, si por nubes no se entiende sino los buenos y auténticos profetas, es evidente que incluso desde estos hace Dios llover sobre los pecadores trampas, aunque desde estos riega también a los piadosos, para que fructifiquen. Para unos, afirma el Apóstol, somos olor de vida para la vida; para otros, olor de muerte para la muerte31. En efecto, puede llamarse nubes no sólo a los profetas, sino a todos los que riegan con la palabra de Dios las almas. Cuando se los interpreta mal, Dios hace llover sobre los pecadores trampas; cuando, en cambio, se los interpreta bien, fecunda los corazones de los piadosos y fieles. Como, por ejemplo, si lo que está escrito: Y existirán los dos en una sola carne32, uno lo interpreta según la liviandad, hace llover sobre el pecador una trampa; si, en cambio, lo entiendes como aquel que asevera: Por mi parte, yo hablo respecto a Cristo y respecto a la Iglesia33, hace llover sobre tierra fértil un chaparrón. Pues bien, idéntica nube, esto es, la Divina Escritura, ha hecho una y otra cosa. Asimismo, el Señor dice: No os mancha lo que entra en vuestra boca, sino lo que sale34. Oye esto un pecador, y prepara para la voracidad la gula; lo oye un justo, y se defiende de la superstición de discernir alimentos. Por tanto, también en este caso, idéntica nube de las Escrituras ha derramado según el mérito de cada uno, para el pecador una lluvia de trampas, y para el justo una lluvia de fecundidad.

11. Fuego y azufre y viento de borrasca son la porción de su copa. El castigo y el desenlace de esos por cuya culpa se blasfema el nombre de Dios, son estos: primero, los devasta el fuego de sus pasiones; después, el hedor de las malas obras los echa de la asamblea de los bienaventurados; por último, alejados y hundidos sufren castigos indecibles. En efecto, esta es la porción de su copa, como la de los justos es tu copa embriagadora ¡cuán deslumbradora!35 Por cierto, se embriagarán de la abundancia de tu casa36. Por otra parte, opino que la copa se nombra, para que no supongamos que mediante la divina providencia se hace contra el modo y la medida, ni siquiera en cuanto a los castigos mismos de los pecadores. Y, por eso, como si adujera la razón de por qué sucede aquello, añade: Porque justo es el Señor y amó las justicias, en plural, no sin razón; sino que quiere decir «hombres», de modo que se entiende que en vez de «justos» se ha puesto «justicias». De hecho, parece como si en muchos justos fuesen muchas las justicias, aunque es única, la de Dios, de la que participan todos, igual que si un único rostro mira muchos espejos, lo que en él es singular, desde ellos se refleja en plural. Por eso, se refiere de nuevo al singular, diciendo: Su rostro vio la equidad. Tal vez se haya puesto «su rostro vio la equidad» como si en vez de ello se dijera: «La equidad ha sido vista en su rostro», esto es, en el conocimiento acerca de él. De hecho, el rostro de Dios es la potencia con que se da a conocer a los dignos [de ello]. O ciertamente: Su rostro vio la equidad, porque se muestra para que lo conozcan no los malos, sino los buenos, y eso es la equidad.

12. Si, por otra parte, alguien quiere entender por la luna la sinagoga, refiera a la pasión del Señor el salmo y diga acerca de los judíos: Porque destruyeron lo que completaste, y acerca del Señor: En cambio, el justo ¿qué ha hecho?37 Acusaban de destructor de la Ley a aquel cuyos preceptos habían destruido viviendo perversamente, despreciándolos y estableciendo los suyos. Así se explica que, como suele, el Señor hable en cuanto hombre, al decir: En el Señor confío. ¿Cómo decís a mi alma: «Emigra a los montes como un pájaro»?38 Se expresa así por las intenciones terroríficas de quienes ansiaban capturarle y crucificarle. Esto mismo acontecía cuando los pecadores deseaban asaetar a los rectos de corazón, esto es, quienes habían creído a Cristo, durante la luna oscura39, esto es, repleta de pecadores la sinagoga. Se trata de una interpretación que no es absurda. A ella se ajusta también lo que se dice: El Señor está en su templo santo; el Señor, en el cielo su trono. Es decir, la Palabra que mora en el hombre, o el Hijo del hombre que está en los cielos. Sus ojos se vuelven a mirar al pobre: o al que ha asumido en cuanto Dios, o a ese por el que padeció en cuanto hombre. Sus párpados interrogan a los hijos de los hombres40. La clausura y apertura de ojos, que probablemente expresa el nombre «párpados», podemos tomarlas por su muerte y resurrección, cuando puso a prueba a los hijos delos hombres, sus discípulos, aterrorizados por su pasión y alegrados por su resurrección. El Señor interroga al justo y al impío, pilotando ya desde el cielo a la Iglesia. Por su parte, quien ama la iniquidad, odia su alma41. Por qué es esto así, lo enseñan las cosas que siguen; en efecto, «Hará llover sobre los pecadores trampas»42, y todo lo demás hasta el final del salmo, ha de interpretarse según la exposición precedente.