SERMÓN 130 A (= DOLBEAU 19)

Traductor: José Anoz Gutiérrez, o.a.r.

Sermón del obispo san Agustín sobre las palabras del evangelio «Yo soy el pan que he descendido del cielo», y «Ocupaos no en la comida que perece, sino en la que permanece para siempre»

1. Nuestro Señor Jesucristo, que a sí mismo se nominó pan1, busca hambrientos. Ahora bien, no hambrea este pan sino la salud de la mente, esto es, la del vientre interior. Oye [tú] una comparación tomada de este pan visible: porque las personas débiles, las que por una enfermedad han contraído inapetencia, pueden loar un óptimo pan, [mas] no pueden comerlo, así tampoco la debilidad interior del hombre interior se mueve a comer ese pan celeste, porque la oprime la inapetencia y, aunque [lo] loe, no [la] seduce a tomarlo. Pues bien, como hemos oído, el Señor en persona asevera «Ocupaos no en la comida que perece, sino en la que permanece para vida eterna»2, a fin de distinguirla de esta comida visible y corporal, de la que en otro lugar [dice] «Todo lo que a la boca ha entrado, al vientre va y a lugar retirado se echa fuera»3; perece, pues. Ocupaos, pues, no en la comida que perece, afirma, sino en la que permanece para vida eterna. Pan ha nominado a esta comida y ha mostrado que él mismo es pan. Ahora bien, ¿qué es ocuparse en esta comida, sino comer esta comida? Por cierto, si esta comida es pan, asimismo [lo] es Cristo. ¿Quién de nosotros trabaja a Cristo, quién de nosotros hace a Cristo, sino el que hace lo que ha preceptuado Cristo? Vosotros sois, asevera el Apóstol, cuerpo y miembros de Cristo4. Trabajemos a Cristo, esto es, ocupémonos en esta comida.

2. Quienes interrogaron y escuchaban, bien escucharon para nosotros e interrogaron para nosotros. ¿Qué haremos, preguntan, para ocuparnos en la obra de Dios? Y con el famoso, admirable y gran compendio contesta: Esta es la obra de Dios: que creáis en el que él ha enviado5. Bien está esto: si lo pesas, es grande. Pronto se dice, no se lleva a cabo fácilmente. Me pregunta alguien de tan gran multitud de circunstantes, pregunta: «¿Quién de nosotros hay que no ha creído en Cristo? Si, pues, todos hemos creído en Cristo, ya no encontramos [nada a lo] que se [nos] induzca. ¿Por qué? Porque esta es la obra de Dios. ¿Acaso buscas otra cosa que hacer la obra de Dios y aguardar el salario de Dios? ¿Por qué, pues, te turbas, por qué estas absorto a lo largo de las grandes páginas de la Escritura y, recorriéndolas, te fatigas en buscar y encontrar cómo harás la obra de Dios? He ahí que en tu Señor que te habla tienes verdad y brevedad; no te estires, no sudes, no te fatigues, no te desazones. Esta es la obra de Dios: que creas, afirma, en ese que él ha enviado».

¿En qué queda, pues, lo que Santiago [nos] recuerda, al decir: ¿Crees que Dios es uno solo? Bien haces. También los demonios creen, mas se estremecen?6. No supongas, afirma, que haces algo grande, creyendo que Dios es uno solo: también los demonios creen, mas se estremecen. Pero ¿quizá los demonios no tienen creencia acerca del Hijo de Dios? Y ¿qué significa lo que le dicen: Sabemos quién eres? ¿O quizá lo dicen mintiendo? ¿Dicen lo que no saben? He ahí que en otro lugar [dicen] muy claramente «Tú eres el Santo de Dios»7, también dicen: Tú eres el Hijo de Dios8. Tras haberlo dicho Pedro, oyó al Señor: Dichoso eres, Simón Bariona, porque te [lo] ha revelado no la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo te digo, Simón Bariona, que tú eres Pedro y sobre esta roca edificaré mi Iglesia9. ¿Por qué todo esto? Porque dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo10. También dijeron esto los demonios a quienes se dijo: Enmudeced11. ¿Quién precisará fácilmente estas [razones] a las que se debe que el dicho igual no se loe, sino porque el corazón es desigual? Mediante mi observación, pues, entended, carísimos, lo que cotidianamente leéis y decís. También los demonios creyeron que era el Cristo y el Hijo de Dios. Creyeron [que era] el Cristo, pero no creyeron en Cristo. La entera intención de mi sermón estriba desde ahora en explicar en la medida en que pueda, si puedo con la ayuda del Señor, qué es creer en Cristo.

3. El hecho es que esta es la obra de Dios: que creáis en ese que él ha enviado12. No ha dicho «le creáis» o «lo creáis», sino creáis en él. Hemos oído los dichos de los profetas: creemos a ellos, pero no creemos en ellos. Hemos oído a los apóstoles predicar: creemos a su predicación, pero no creemos en ellos. No creemos en Pablo, sino que creemos a Pablo, porque él, a algunos que querían poner en él la esperanza y como creer en él, [los] repele de sí, para que crean no ellos en él, sino él con ellos en Cristo: ¿Acaso Pablo ha sido crucificado en vuestro favor, o habéis sido bautizados en su nombre?13. Finalmente, no solo los apóstoles y santos doctores, sino también nosotros mismos, ni por asomo comparables [con ellos], decimos cotidianamente «créeme», jamás osamos decir «cree en mí». ¿Quién no dice «créeme»? ¿Quién dice «cree en mí», o quién que lo dice no está loco? ¿En quién, pues, ha de creerse? En ese acerca del cual asevera el mismo Pablo: A quien cree en ese que justifica al impío, su fe [le] es evaluada como justicia14. Justifica al impío, pues, no Pablo, porque creerías en él y tu fe sería evaluada como justicia, pues creerías en ese que justifica al impío, aunque, sin duda, no crees en él, pues justifica al impío no Pablo, no Elías, no algún ángel, sino el Justo de los justos, el Santo de los santos, de quien está dicho: Para que él sea justo y justificador de ese que es de fe15. De ti puede decirse que eres justo, nunca se oye que seas también justificador. En efecto, ¿qué significa «justificador», sino «que hace» justo? Como «vivificante» [significa] «que hace vivo», como «salvificante» [significa] «que hace salvo», así también «justificador» [significa] «que hace justo». ¿Quién es el que hace justo? Quien ha venido sin pecado. Justo ¿quién es? Quien hace justo, quien aquí no ha sido hecho justo, sino que ha venido justo. He ahí en quién hemos de creer para hacer la obra de Dios, porque esta misma es la obra de Dios: creer en ese que justifica al impío.

4. «Me basta, pues», asevera alguien; «he creído en Cristo; ¿por qué sigues aleccionándome? Esta es la obra de Dios16: nada más me exigirá quien ha garantizado el salario. En efecto, quien garantiza el salario, me ordena qué tengo quehacer y promete qué recibiré. [Él], pues, explica la meta de la obra, ya que he ardido en amor al salario. ?¿Quieres vivir para siempre?? me dice él en atención a ese que interrogó Qué haré para tener vida eterna17, ?¿quieres vivir para siempre? Haz esto y vivirás?18. Cuando yo pregunte ¿Qué haré?, responderá brevísimamente: Esta es la obra de Dios: que creáis en ese que ha enviado él19». ¿Por qué, pues, [dijo] a aquel rico Si quieres venir a la vida, guarda los mandatos y, tras decir él Qué mandatos, fueron enumerados los preceptos de la ley: No adulterarás, no asesinarás, no robarás, no dirás falso testimonio, honra padre y madre y querrás a tu prójimo como a ti mismo?20. Al que decía Qué haré para tener vida eterna, ¿no podría responder también a él con el brevísimo compendio: «Cree en mí»? De hecho, esta es la obra de Dios, que ya ha definido arriba, sin añadirle nada. Esta es la obra de Dios —¿por qué buscas más?—: que creáis en ese que él ha enviado. A aquel se dan preceptos y muchos, a nosotros se nos dice: Esta es la obra de Dios: que creáis en ese que él ha enviado. ¿O acaso el Señor ha actuado con vosotros de modo benevolente, [mas] a él quiso cargarlo, no aliviarlo? ¡Ni hablar! Entendamos, pues, si podemos —yo he garantizado que voy a explicar esto como pueda— qué es creer en Cristo, y hagámoslo, ocupémonos en esto, cotidianamente avancemos en esto, acerquémonos a ello día tras día, hasta que acercándonos lleguemos. En efecto, esto hemos prometido también en el inicio de nuestra fe, para que comenzásemos por alguna parte y, cuando lo hayamos concluido, no se nos exija nada más, pues esta es la obra de Dios, y ninguna otra cosa es la obra Dios, sino que creamos en ese que él ha enviado.

5. Y, porque poco antes (cf. § 3) he distinguido que son distintos creerle, creerlo y creer en él —creerle es creer que son verdaderas las cosas que habla, creerlo es creer que precisamente él es el Cristo, creer en él [es] quererle—, analiza ya esto tuyo: creer que son verdaderas las cosas que habla, creer que precisamente él es el Cristo, querer a Cristo. Muchos, incluso malos, pueden creer que son verdaderas las cosas que habla: de hecho, creen que son verdaderas, mas no quieren cumplirlas, son perezosos para obrar. Por otra parte, creer que precisamente él es el Cristo, aun los demonios lo pudieron. Pedro, pues, con amor dijo Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo21; con temor lo dijeron los demonios. Ahora bien, no todo el que teme ama, todo el que ama teme. Pero quizá, o mejor dicho, no quizá, sino ciertamente, todo el que ama teme, pero con temor casto —pues el casto temor del Señor [es] duradero para siempre22—, no con temor servil, porque la caridad consumada echa fuera el temor23. Una cosa es temer que venga, otra, temer que abandone. Efectivamente, temer que venga, estaba en quienes decían «Sabemos quién eres. ¿Por qué has venido antes de tiempo a destruirnos?»24; en cambio, el temor a que abandone, estaba en ese que había dicho: Contigo estaré hasta la muerte25.

Cuando, pues, oyes «Cree en Cristo», sea poco para ti creer a Cristo, o sea, [creer] que son verdaderas las cosas que habla Cristo; sea poco para ti creer que es el Cristo, o sea, que precisamente él es ese al que Dios ha prenunciado mediante los profetas; pero cree en Cristo, o sea, quiere a Cristo. Cuando hayas cumplido esto, no se te exigirá nada más, porque la plenitud de la ley es la caridad26. Cuando en Cristo hayas creído de forma que quieras a Cristo con ese ardor, ve si no serán tuyas estas palabras: ¿Quién nos separará de la caridad de Dios?27. No busques, pues, largo tiempo cómo harás lo que manda Cristo: no puedes no hacerlo, si quieres a Cristo. Quiérele, y lo harás. Lo haces en tanto en cuanto le quieres; en la medida en que lo haces menos, menos le quieres. Realiza el amor, y llevarás a cabo la acción. He ahí con cuánta verdad está dicho «Esta es la obra de Dios: que creáis en ese que él ha enviado»28, esto es, que queriéndole vayáis a él, o sea, seáis incorporados a él.

6. Sin duda, alguien puede responderme e invitarme a hablar más cautamente: «Has dicho que creer en Cristo es querer a Cristo, y has dicho que debemos creer en Cristo, no, en cambio, creer en Pablo; ¿no debemos, pues, querer a Pablo?». Como, pues, he distinguido entre creer y creer, así hay que distinguir el querer mismo. Quiero a Pablo, mas no creo en Pablo. No quiero a Cristo si no creyese en Cristo. Sin duda, quiero a Pablo pero, queriéndole, no voy a Pablo: con Pablo estaré, no estaré en Pablo. ¿Qué es, en efecto, Apolo; qué, Pablo? Ministros mediante los que habéis creído29, no en los que habéis creído. Por tanto, hermanos, es preciso creer en Dios [y] creyendo y amando ir a Cristo. Creed en Dios, asevera Cristo mismo, y creed en mí30. ¿Qué profeta, qué patriarca, qué apóstol, qué mártir, qué ángel osó decir esto? Creamos, pues, en él, querámosle, pero queriéndole seamos incorporados a él. Entendamos [que es] nuestro Dios y [que] por nosotros se ha hecho hombre y [que] porque Dios se ha hecho hombre nos justifica. Efectivamente, si fuese solamente hombre, tendría que ser justificado con nosotros, no sería el justificador. Pero en realidad, porque es nuestro Dios y se ha hecho hombre por naturaleza —cosa que [él] no era—, por posesión ha permanecido [él] lo que era, para que en él tuviéramos simultáneamente por dónde ir y a dónde llegar. Creamos en él, esto es, querámosle como a Dios, para que queriéndole vayamos a ese de quien nos habíamos alejado no ocupándonos [de él].

7. Si esto está en nosotros, el pan nos gustará: ya no hay inapetencia; no lo loamos y aborrecemos, sino que, tras loarlo callados, además lo comemos porque lo amamos, destruida la inapetencia porque la enfermedad ha quedado sanada (cf. § 1). Por cierto, ¿qué le dará a cambio nuestra alma, la que dice «Qué daré a cambio al Señor»31, la que dice: Bendice, alma mía al Señor y no olvides ninguna de las retribuciones de él, que es propicio a todas tus iniquidades? Esto ha sucedido, cuando fuimos lavados, pero sucede lo que sigue: El que sana todas tus enfermedades32. Cuanto son sanadas las enfermedades, tanto agrada la comida celeste; tanto agrada el pan de la vida que desciende del cielo33, cuanto son sanadas nuestras enfermedades. Pero ¿quién las sana, sino ese al que hemos dicho: Conviértenos, Dios de nuestras curaciones? Conviértenos: conviértenos tú, porque, antes que nos sanes, somos adversarios y por inapetencia no queremos tomar el pan loado. Enfermos, somos adversarios; sanados, estamos convertidos. Conviértenos, pues, Dios de nuestras curaciones, y aleja de nosotros tu ira34. Sin duda, la enfermedad misma es la ira de Dios. Quien cree en el Hijo tiene vida eterna35. ¿Por qué? Por haberse ocupado en la obra de Dios. De hecho, esta es la obra de Dios: que creáis en ese que él ha enviado36. Quien, en cambio, es incrédulo respecto al Hijo, no tendrá vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él37. No vendrá sobre él, sino que permanece sobre él: es abandonado, no es sanado. Quien decía «conviértenos, Dios», al fijarse en que no podemos convertirnos sino en cuanto somos sanados, ha añadido «de nuestras curaciones», pues este pan no gusta al no sano. Así pues, como que ha presentado la causa en razón de la cual seamos convertidos.

¿Qué significa «conviértenos»? Sánanos. Realmente, porque no estamos sanos, nos convertimos menos al pan de la salud. [Lo] alabamos, pero no nos gusta. ¿Quién no aprobará, quién no dirá «es verdad», cuando yo diga: No hagas a otro lo que no quieres que se te haga? «Es verdad», gritas, y nada más verdadero gritas. Come lo que alabas. Quieres engañar a un hombre, no quieres que nadie te engañe. Quieres enriquecerte con el mal ajeno, no quieres que nadie se enriquezca con tu mal. ¿Acaso no estableces contra ti una ley, y tu corazón queda puesto como garante [de eso] por lo que se te castigue? ¿Por qué no quieres que se te haga? Si es un bien, ¿por qué huyes? Si es un mal, ¿qué responderás, qué dirás? «Me gusta hacerlo y me gusta hacerlo», «esto me gusta y eso me gusta»: son palabras de enfermo. Grita [tú]: Conviértenos, Dios de nuestras curaciones, y aleja de nosotros tu ira.

8. Por cierto, en ese salmo también está dicho esto: El Señor dará suavidad, y nuestra tierra dará su fruto38. Ahora bien, el fruto del Espíritu es caridad39. ¿De dónde este fruto, si el Señor no da la suavidad con que la caridad de Dios ha sido derramada en nuestros corazones, no por nosotros sino mediante el Espíritu Santo que nos ha sido dado?40. Veis que el Señor dará suavidad, para que nuestra tierra dé su fruto. Veis que nuestra tierra —esto es, nuestro corazón, nuestra alma—, nuestra tierra no da su fruto, si Dios no hace llover.

La tierra ha sido movida: ha sido movida para estar de parto y parir. Pero ¿por qué ha sido movida? Ya que los cielos han destilado no desde sí, sino desde la faz de Dios41, pues ¿qué es Apolo; qué, Pablo? Ministros mediante los que habéis creído42. Nubes de Dios son: si no las llenan, no derraman. La tierra, pues, ha sido movida, al convertir[nos] el Dios de nuestras curaciones43; la tierra ha sido movida, ya que los cielos han destilado desde la faz de Dios: ha sido movida por Dios, porque no se movería, a no ser que, como ahí sigue, una lluvia voluntaria44.... Para que no supusieras que la lluvia es [propiedad] de los cielos, no de Dios, después de haberse dicho «La tierra ha sido movida, ya que los cielos han destilado desde la faz de Dios», afirma «una lluvia voluntaria», no debida, pues ¿qué nos debía sino suplicio? Una lluvia, pues, voluntaria —porque, afirma, nos has coronado con el escudo de tu buena voluntad, no con el fulgor de nuestros méritos, sino con el escudo de tu buena voluntad45—; al apartar, pues, Dios para su heredad una lluvia voluntaria y [aquella] se debilitó. También la que está de parto se debilita. Sin duda, la tierra fue movida para estar de parto, y no pariría, si no precediese la debilidad46. Mas tú la has perfeccionado47.

9. ¿Qué significa se debilitó?48. No presume de sí. ¿Qué significa se debilitó? De ti ha esperado todo. ¿Qué significa se debilitó? Cuando me debilito, entonces estoy potente49. Se debilitó, pues: entendió que [todo] se debe a la gracia de Dios, no a sus méritos, a sus fuerzas; entendió, se debilitó y, para recibir la bendición, perdió la presunción. Se debilitó: no presuma, pues, de sí; debilitada, grite al Señor: Conviértenos, Dios de nuestras curaciones50. Sigue, pues, allí: Y se debilitó, mas tú la has perfeccionado51. ¿Por qué tú la has perfeccionado? Porque ella se debilitó, porque entendió que ella no puede perfeccionarse a sí misma. Precisamente porque se debilitó, tú, en cambio, la has perfeccionado. Esa tierra misma grita en Pablo Por lo cual, al Señor rogué que retirase de mí, por supuesto, el correctorio aguijón de mi carne52. En verdad, ¿por qué le había sido aplicado ese, sino, según también ha dicho, para cohibir las propias presunción y fortaleza? En efecto, afirma: Para que no me encumbre por la magnitud de las revelaciones, se me ha dado un aguijón de mi carne, mensajero de Satanás, que me abofetee53. Debilítate, pues. Para ti ha sido segregada una lluvia voluntaria54, no debida. Desde la debilidad grita que no soy digno de ser llamado apóstol55. Debilítate, pues, para que te perfeccione ya que, cuando rezaste, te dijo: Te basta mi gracia, la fuerza se perfecciona en la debilidad56.

10. He ahí que este mismo apóstol, en la lectura que hemos escuchado, ha concluido así: Para que yo me halle en él. En él ¿cómo? Teniendo no mi justicia, porque, si [tienes] la tuya, no [estarás] en él. ¿Qué significa «teniendo no la mía»? Cual producida por mí, realizada con estas fuerzas mías. Teniendo no mi justicia, que viene de la ley, sino esa que viene mediante la fe57. ¿Cómo mía, si viene de la ley? Molesta cuestión, pero ya estoy fatigado. Por ende, si digo algo menos, complételo ese de quien somos. Y en él me halle yo, teniendo no mi justicia. Si no añadiera «que viene de la ley», ¿quién no supondría que él quiere decir esto: Teniendo no mi justicia, cual la que viene de doctrina humana? Por eso, el Señor Cristo dijo en otro lugar «Mi doctrina no es mía»58, o sea, humana; no es de esta sustancia atractiva que veis. Efectivamente, ¿cómo no es suya, cuando la doctrina del Padre es su Palabra? Y ¿quién, sino Cristo, es su Palabra? ¿No supondrían, pues, los hombres que el Apóstol había querido decir esto cuando asevera «en él me halle yo, teniendo no mi justicia», si no añadiera: «que viene de la ley, sino la justicia que viene de la fe en Jesucristo»?59. ¿Por qué? ¿No ha dado Cristo también la ley? Si tuvieses la justicia que viene de la ley, ¿cómo [la] tendrías tuya, siendo así que no te has dado a ti mismo la ley, sino que [la] has recibido de Cristo, del Hijo de Dios? Por cierto, Cristo comenzó a existir no de la Virgen, sino del Padre, antes de la madre a la que creó para ser creado de ella, pues [la] hizo para ser hecho de ella. En efecto, «Madre Sión», ha dicho un hombre, y un hombre fue hecho en ella. Y el Altísimo, que en ella fue hecho hombre, él en persona la fundó60. Él en persona, pues, [la] ha hecho para serhecho en ella. Él en persona, pues, existía en tiempo de Moisés para dar la ley, porque Moisés, interpuestos muchos grados, viene efectivamente de Abrahán; Cristo, en cambio, asevera: Antes de Abrahán existo yo61. Poco es antes de Abrahán: antes de todos los ángeles, antes de cielo y tierra, antes de toda criatura, pues todo ha sido hecho mediante él62.

11. ¿Qué significa, por tanto, para que yo me halle en él, teniendo no mi justicia, y ha añadido: que viene de la ley?63. [Lo] expondré brevemente, si puedo; en vuestros corazones [os] instruirá el dador de la gracia. ¿Qué significa, sino que los judíos tienen esa ley, de forma que hacen las obras de la ley por temor de la condena, no por el fuego del amor? Precisamente por hacerlas por temor servil, eran esclavos. En cambio, si comienzas a hacer por amor lo que en la ley está escrito, No codiciarás64, ¿de dónde te [vendrá] esto, si la caridad de Dios no está derramada en tu corazón no desde ti mismo, sino mediante el Espíritu Santo que te ha sido dado?65. Porque al segregar Dios una lluvia voluntaria para su heredad y [esta] se debilitó66, [ella] nada podía esperar de sí. En efecto, se le ha dicho «haz», y lo ha hecho; «no mates», y no ha matado; «no adulteres a mujer ajena», y no ha adulterado. Está dicho «haz», y lo ha hecho67. Está dicho «ama lo que haces», y se debilitó. Por temor no matas a tu enemigo; si se [te] diese impunidad, ¿tal vez tendrías miramiento [con él]? ¿Tal vez harías lo que hizo David, a cuyo enemigo el Señor le puso en las manos, de forma que le hiciese lo que quisiera? Tener miramiento eligió, eligió tener miramiento con ese a quien le era lícito matar impunemente68. Si, pues, se te otorgase impunidad de matar a tu enemigo, ¿tendrías miramiento? ¿Cómo tendrías miramiento, para que no muriera ese de quien dices: «¡Oh, si se muriese!». Por tanto, la ley impuesta ha prohibido la obra mala a quien servilmente teme, no ha erradicado el ansia mala. Te reprimes del hecho, pero tienes ansia de hacerlo. ¿Por qué tienes ansia de hacerlo? Porque no tienes la caridad de la justicia. No hay, pues, qué más aplicarte. Ama. «¿Qué haré para amar?» <...>. Por amor, pues; porque, si actúas por temor, no amas. Que no hagas lo que la ley prohíbe, será justicia tuya aunque [venida] de la ley; tuya, sin embargo, pues por temor no actúas, no por amor. ¿Cuándo no será tuya la justicia? Si viene de la fe de Cristo, pues creyendo en él has logrado lo que [él] exige.

12. En esto se fija el texto del salmo presente. ¿Acaso no dice Dios: Volveos a mí? Pues la enfermedad ha comenzado a moverse, las Escrituras están llenas de volveos a mí, volveos a mí. ¿Qué significa, en realidad, volveos a mí? En realidad, no que te fijes en el oriente tú que te fijabas en el occidente: esto se hace fácilmente. ¡Ojalá lo hagas dentro, porque esto no es fácil! De un punto cardinal vuelves a otro tu cuerpo; de un amor vuelve a otro tu corazón. Volveos a mí, grita Dios. La tierra temió ser condenada por no volverse; se movió para volverse: no la siguió la enfermedad, no sedujo a los enfermos el pan. Volveos a mí69. La enfermedad vio que no podía lo que está mandado, y por boca del profeta gritó «Conviértenos, Dios»; ha entrado en el corazón la fe; ha rogado que se hiciera lo que se mandaba, ha dicho «Conviértenos, Dios»70, porque se debilitó, mas tú la has perfeccionado71, para que en él me halle yo, teniendo no mi justicia, que viene de la ley, sino la justicia de Cristo, que viene de la fe72. ¿Qué significa «de la fe»? La que pidiendo ha logrado cuanto podía bajo quien mandaba, pues todo el que haya invocado el nombre del Señor será salvado73. Ésta es la justicia de la fe que predicamos74; éste es el pan vivo que del cielo desciende75, el cual da salud para que lo coman, robustece porque lo comen, engorda porque lo desean ya que de él está dicho a nuestra alma, que sacia con bienes tu deseo76. Etcétera.