SERMÓN 335K (=LAMBOT 21)

Traductor: Pío de Luis Vizcaíno, OSA

Tema: La vida cristiana es una lucha incesante.
Lugar:
Desconocido.
Fecha:
Fiesta de un obispo mártir.

1. Esta solemnidad en honor de Dios, hermanos míos, toma pie del siervo de Dios. En efecto, cuando se honra como se debe al siervo de Dios, se le honra en el nombre de su Señor. Así, pues, el bienaventurado ..., siervo de Dios, depuso hoy la carga de su carne y mandó a la tierra su carne que ha de resucitar. La tierra fue devuelta a la tierra, y el espíritu, al espíritu de Dios. La deposición de cada hombre se corresponde con su vida en el cuerpo. La muerte es una cosa en cierto sentido neutra; por sí misma no es ni buena ni mala; pero, cuando llega el día último de esta vida, distingue y separa dos cosas que habían estado juntas: el alma, invisible, de la carne, visible; el alma, sujeto de sensaciones, de la carne, en la que el alma siente, puesto que la carne sin el alma nada siente. La separación de estas dos cosas que están unidas, aunque muy distintas entre sí, es lo que causa la muerte. En consecuencia, la muerte, que desune y separa estas dos cosas, por sí misma no parece ser ni buena ni mala, sino que para los buenos es buena y para los malos mala.

2. Escuchasteis lo que decía el Apóstol: No sé qué elegir. Por ambas partes me siento apretado: por un lado, deseo morir y estar con Cristo, que es, con mucho, lo mejor; por otra, permanecer en la carne es necesario por vosotros1. Una cosa es buena y la otra necesaria. El bien tiene el nombre de la bondad, y lo necesario, el de la necesidad. Si todos hubiesen sido doctos, ¿qué necesidad había de que el Apóstol fuese retenido en esta vida por más tiempo? Mas como muchos requerían ser edificados, se retenía al arquitecto que sabía colocar muy hábilmente el cimiento que es Cristo en los corazones de los creyentes. De idéntica manera, también el bienaventurado ... dispensó la palabra y el sacramento de Dios durante el tiempo que el Señor quiso. Mas, cuando el padre de familia quiso llamar a su siervo de su morada de barro y trasladarlo al cielo, la misma casa de barro fue confiada a la tierra y espera la resurrección, cuando ha de ver al creador. Pues llegará el día, dice el Señor, en que todos los que estén en los sepulcros oirán su voz, y saldrán los que obraron el bien para la resurrección de la vida, y quienes obraron el mal, para la resurrección del juicio2. Hay que amar a la vida y temer el juicio. Elige ya aquí lo que has de amar y evita lo que debes temer, pues nadie evita el juicio que ha de ser temido sino viviendo bien. ¿De qué aprovecha temer y luego vivir mal? Si vives mal y temes, llegarás a lo que amas; pero ¿evitarás lo que temes?

3. Aquí, pues, se da el combate; esta vida es un anfiteatro, con Dios como espectador; aquí tiene lugar la pelea, aquí la batalla contra todos los vicios, y, sobre todo, contra el principal de ellos, como contra Goliat. El diablo, en efecto, en cierto modo provoca al alma a un combate singular: se vence mientras se persiste en pie, pero en el nombre del Señor, no confiando en las fuerzas del guerrero. Así, pues, cuanto de malo e ilícito se sugiera a tu corazón, cuantos malos deseos surjan de tu carne contra tu alma, son dardos de aquel enemigo que te reta a un combate singular. Acuérdate de luchar. Tu enemigo es invisible, pero invisible es también tu protector. No ves a aquel contra quien lucha, pero crees en aquel que te protege. Y, si tienes los ojos de la fe, hasta lo ves, pues todo fiel ve con los ojos de la fe al adversario que lo reta día a día. Pero ¿con qué vas a luchar? ¿Cuál es tu opinión? Mira cómo lo hizo David. Tomó del río cinco cantos rodados. El río es el paso de las cosas temporales; durante este paso de las cosas temporales, el alma humana recibió la ley de Dios. Y como la ley se contenía originariamente en los cinco libros de Moisés, por eso tomó cinco cantos del río. Y se habla de cinco cantos rodados porque quien se sirvió de ellos era suave, era humilde, era manso, era sumiso: Pues mi yugo es suave y mi carga ligera3, ¿Qué ayuda puede prestar la ley si no ayuda la gracia?

4. Precisamente por eso puso los cinco cantos en el zurrón de la leche, pues la leche significa la gracia, porque se da gratuitamente. La mujer recibe el alimento; lo necesario para el sustento del cuerpo pasa al jugo de la carne, mientras que las restantes cosas superfluas van por sus propios conductos, a la vez que el jugo de la leche va a los pechos para alimentar gratuitamente a los niños hambrientos. La madre tiene los pechos llenos, y busca los labios donde introducirlos, y, si nadie mama, la leche es un peso para la madre. De idéntica manera, los santos de Dios tienen los pechos llenos de su gracia, y buscan a quienes la den a mamar,. Ved también lo que el mismo Señor hizo para, en cierto modo, amamantarnos. Ninguno de nosotros puede comprender con la mente, en cuanto alimento sólido, su sabiduría, que sólo los ángeles están capacitados para percibir, pues ellos la tienen como alimento propio. Dado que los hombres no pueden tomar tal alimento, por ser débiles, ¿qué hizo Dios sino lo que la cariñosa madre? Como el niño pequeñito no puede tomar alimento sólido, la madre lleva la solidez del alimento a la propia carne y en cierto modo la encarna para que sea adecuada al niño. Así encarnó Dios a su Palabra para adaptarse a nosotros cual niños. He aquí el alimento sólido: En el principio existía la Palabra, y la Palabra era Dios. Este es el alimento sólido que toman los ángeles: lo comen, se alimentan y no mengua. ¿Quién de nosotros puede acceder con la debilidad de esta mente y esta carne a alimentarse de aquello de lo que se dijo: En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios? Todo fue hecho por ella y sin ella nada se hizo. Lo que fue hecho era vida en ella. Y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la acogieron4. ¿Cómo puede la debilidad humana tener acceso a esta solidez? ¿Cómo puede nuestra capacidad adueñarse de ella? Mas no os asustéis, ¡oh muchedumbre de niños!: La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros5.

5. Así, pues, para significar esta gracia puso el siervo de Dios los cinco cantos en el zurrón que suele usarse para recoger la leche cuando se ordeña, y, armado de la gracia, avanzó a la lucha, tanto más invicto cuanto más fiel. Goliat lo maldijo por sus dioses6, pero éste no devolvió maldición por maldición; aquél habló, éste presumió. Dignos eran aquéllos de ser maldecidos y digno era nuestro Dios de que se presumiese de él. Con una sola piedra postró en tierra a enemigo tan cruel y terrible. La recibió en la frente, donde no tenía la señal de la gracia, y cayó. Corrió David, se mantuvo en pie sobre el derribado, pero aún no del todo exánime —vacía, pero aún con un hilo de vida—, y con la espada del otro le cortó lo poco que le quedaba de vida. También esto significa algo. Hermanos míos, con la primera venida de nuestro Señor Jesucristo, cual David espiritual Procedente del linaje de David, nuestro enemigo recibió un golpe en la frente y quedó postrado. Fue derribada toda la superstición de los gentiles, que ya nunca más pudo levantarse contra la Iglesia de Dios, porque. cuando intentaba hacerlo, ella golpeaba, pero el martirio recibía la corona. Luego, con el crecimiento de la Iglesia. como aquel Goliat llevaba una gran espada de doble filo y llena de crueldad, es decir, la elocuencia de este siglo que sometía a sí muchas mentes, muchos siervos de Dios aprendieron también esa elocuencia para dar muerte a Goliat con su propia espada. ¡Cuán elocuente fue San Cipriano! ¡Cuán resplandeciente se mostró su espada en sus cartas! Es la espada de Goliat, pero arrebatada a quien yace en el suelo para dar muerte al enemigo. Con esa misma elocuencia luchamos día a día contra Goliat, ¡y ojalá nos acontezca triunfar sobre él dándole muerte! Día a día lucha con lo poco de vida que le queda en los corazones de los hombres; nosotros derrotémosle en el nombre del Señor.

6. Que nadie, hermanos míos, que nadie absolutamente luche en su corazón contra sí mismo v presuma de sus fuerzas. No seáis perezosos para luchar ni soberbios hasta el punto de presumir de vosotros. Cualquier cosa que sea la que te azuza, sea que proceda de la ignorancia o de la concupiscencia, lánzate a la lucha, no seas perezoso; pero invoca a tu espectador para que te ayude en tu fatiga. De esta manera vencerás. ¿Es que David venció de otra manera? Fijaos en sus palabras, y ved que no venció él personalmente. Dice en efecto: Esta pelea es de Dios7. ¿Qué significa: Esta pelea es de Dios8, sino: «Dios lucha en mi favor»? Usa de mí como de su instrumento; él mismo derriba al enemigo, él mismo libera al pueblo, él mismo da la gloria; pero no a nosotros, sino a su nombre. Luchando y confesándole de esta manera, acabaremos esta vida tranquilos, y, una vez acabado el combate, descansaremos en el seno del santo reposo, donde descansa el bienaventurado ..., después, ciertamente, de duros combates y de admirables peleas. En efecto, a veces lucha el hombre con otro hombre que no ve; el otro hombre no ve los pensamientos que agitan tu corazón, qué sugestiones te ponen en peligro y qué concupiscencias te estimulan. Unas halagan, otras aterrorizan; hay que temer que no te cautiven los halagos ni te quiebren los terrores. En este combate no queda otra cosa que decir: Lo venceré en el nombre del Señor, mi Dios. En este combate, ¿qué otra cosa se puede decir sino: No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria?9 Si no os olvidáis de esto, teniendo la ley en el zurrón de la leche, seréis invencibles. Sea fácilmente abatido cuanto os ofrece resistencia para que quien os ha llamado a la lucha sea vuestro espectador en el combate, auxiliador en el esfuerzo y coronador en la victoria.