SERMÓN 293 D (= Guelf. 22)

Traductor: José Anoz Gutiérrez, o.a.r.

En el natalicio de Juan Bautista

1. Acerca de Juan el bautista, no el evangelista, de quien celebramos el día, gran día, de su nacimiento, existe un gran testimonio del mismo Señor. De él dice nuestro Salvador, Señor suyo y nuestro; de él dice —¿qué otra cosa que la verdad?—: Entre los nacidos de mujer no ha surgido otro mayor que Juan Bautista1 . Advertid de quién es la solemnidad que celebramos hoy: de aquel mayor que el cual no ha surgido otro entre los nacidos de mujer. Pero el mismo Señor añadió: Pero quien —dice— es menor en el reino de los cielos es mayor que él2. ¿Qué quiere decirse con «menor que él»? Menor en edad, pero mayor en poder. Juan es el hombre supremo, pero siempre hombre; en cambio, de Cristo el Señor es muy poco decir que es el hombre supremo, puesto que es Dios y hombre. He presentado el testimonio del Señor acerca de Juan; he de ofrecer ahora el testimonio de Juan acerca del Señor. Retened en la memoria, conservad en ella el testimonio antes mencionado del Señor acerca de Juan, a saber: que entre los nacidos de mujer no ha surgido otro mayor que Juan Bautista. Esto es lo que dijo Jesús sobre Juan; ¿qué dijo Juan de Jesús? Ved en primer lugar cómo se cumplía el testimonio del Señor acerca de Juan. A éste le tenían por el Cristo; y, cuando se leyó la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles, oísteis qué se refirió y mencionó que había dicho Juan: ¿Quién sospecháis que soy yo? Yo no soy el Cristo3. El error de los hombres sospechaba que en él había algo más, pero la humildad confesaba la realidad. Pero considerad qué fácil le hubiera sido abusar del error de los hombres y presumir de ser el Cristo. No lo hizo, y con razón es grande; es más poderoso confesando que relinchando de soberbia. ¿Acaso iba a persuadirles de que él era el Cristo? Eso ya lo pensaban ellos; sólo confirmaría lo que ellos opinaban; presentándose como lo que no era, les engañaría acerca de lo que era. ¿Dónde estaría si hubiese obrado así? Vosotros enviasteis una embajada a Juan —dice el Señor Jesús a los judíos—: él era lámpara que arde y alumbra, y vosotros quisisteis regocijaros por un rato en su luz. Yo, sin embargo, tengo un testimonio mayor que Juan4. Buena lámpara; con razón se refugia bajo los pies de la piedra para que no la apague el viento de la soberbia.

2. Ved, pues, hermanos, cuál era la grandeza de Juan y cómo se cumplió lo que de él dijo el Señor: que entre los nacidos de mujer no ha surgido otro mayor que Juan Bautista5. Ciertamente, Cristo era el Señor; mejor, es el Señor, que existía antes que Juan, antes que Abrahán, antes que Adán, antes que el cielo y la tierra, puesto que todo fue hecho por él6. Ciertamente era el Señor, y Dios caminaba en la tierra y la Palabra se había hecho carne7, y, sin embargo, Juan no se cuenta entre sus discípulos. Repasad los nombres de los discípulos del primero al último. Entre ellos está Juan, pero el evangelista, no el bautista; éste, por tanto, en el plano humano no era discípulo de Cristo; más aún, él mismo reunía discípulos propios al mismo tiempo que Cristo. Además, los judíos se servían de los discípulos de Juan para acusar y calumniar a los de Cristo, diciendo: ¿Por qué los discípulos de Juan ayunan, mientras los tuyos no?8 Tenía discípulos Cristo, los tenía también Juan; bautizaba Juan, bautizaba también Cristo9 . Es un hombre nacido de mujer, pues nadie ha surgido entre estos mayor que Juan Bautista, y, sin embargo, reúne discípulos propios, como actuando contra Cristo y haciéndole competencia; pero él actuaba al servicio de Cristo. Como era tan grande que hasta podía ser tomado por el Cristo, debió dar personalmente un testimonio en favor de Cristo. Aquel de quien da testimonio el hombre supremo es más que hombre. «No soy lo que pensáis. Es cierto que soy grande, y puede esto llevaros a pensar así, pero no soy lo que pensáis». ¿Y quién eres tú?10, se le preguntó. Yo soy la voz del que clama en el desierto: «Preparad el camino al Señor11 ». Ved al precursor, recibid al que señala la ruta, temed al juez. Preparad el camino al Señor, enderezad sus sendas; todo monte y colina se abajarán y todo valle se elevará; lo torcido se volverá derecho, lo áspero llano, y toda carne verá la salud de Dios12. No me verá a mí, sino la salud de Dios. Toda carne verá la salvación de Dios. La lámpara da testimonio del día, puesto que el día es Cristo. ¿Qué es Juan? La lámpara. Mas ¿por qué era necesaria la lámpara? Porque el día estaba oculto; estaba oculto hasta el momento de manifestarse, puesto que no podría manifestarse de no estar oculto. Pues, si le hubiesen conocido, nunca hubiesen crucificado al rey de la gloria13 .

3. Y, sin embargo, para que no opongan mucha resistencia al día, los judíos se ven abochornados a propósito de la lámpara. Son enviados a Juan. Les dijo: «No soy yo; quien está en medio de vosotros es mayor que yo». Mayor, ¿en qué medida? Ciertamente había dicho Cristo el Señor que entre los nacidos de mujer no había surgido otro mayor que Juan Bautista14, pero que, sin embargo, quien es menor —refiriéndose a sí mismo, en cuanto que es posterior por el nacimiento de la carne— en el reino de los cielos es mayor que él. Dijo que era menor, pero no dijo en qué medida era mayor. Además, para no dar la impresión de pasar maliciosamente algo por alto, voy a presentaros otra interpretación útil y no alejada de la verdad. En las palabras del Señor: Entre los nacidos de mujer no ha surgido otro mayor que Juan Bautista; sin embargo, quien es menor en el reino de los cielos es mayor que él, hay otro sentido, supuesta otra puntuación, a saber: Entre los nacidos de mujer no surgió otro mayor que Juan Bautista; sin embargo, quien es menor en el reino de los cielos es mayor que él15. Has de entender que en el reino de los cielos están indicados los santos ángeles, y según eso se dijo: «El menor entre los ángeles es mayor que todos los hombres». Ni la primera ni la segunda forma de entenderlo se aparta de la fe, puesto que es cierto que Cristo es menor en edad, aunque mayor en majestad, y cierto lo otro, a saber: que, por grande que sea un hombre, es inferior al menor de los ángeles. Con todo, escuchemos cuánto más grande es Jesús el Señor, según confesión de Juan. Puesto que él dijo: Quien viene tras de mí es mayor que yo, oyes es mayor que yo, y preguntas en qué medida es mayor. Si se calla, hagamos conjeturas, pero creámoslo plenamente: Juan es, en efecto, el siervo, Cristo el Señor. Diga Juan en qué medida: De quien no soy digno de desatar la correa del calzado16. ¡Cuánto no se hubiera humillado con sólo decir que era digno! Si una persona se halla de pie o sentada y tú le desatas la correa de su calzado, advierto que él es el señor y tú el siervo. Esto es poco —dice Juan—; no soy digno ni siquiera de eso. Respóndenos, pues, si es posible: ¿por qué no estás entre sus discípulos, por qué reuniste discípulos aparte? «Yo —dice Juan— no soy su discípulo; lo soy, pero de forma no visible para vosotros. Quien tiene la novia es el novio17 ». Es palabra de Juan acerca de Cristo el Señor: Quien tiene la novia es el novio; el amigo, en cambio, del novio está en pie y le escucha18 . Ciertamente no es discípulo suyo: es siervo que está a su lado de pie y amigo por don suyo. En efecto, dijo él también a sus discípulos: Ya no os llamaré siervos, sino amigos19. Ved, sin embargo, al discípulo en lo interior, en lo oculto, en lo secreto del santuario. El amigo del novio está en pie y le escucha. Manténgase en pie y escúchele, puesto que, si no le hubiese escuchado, hubiese caído y se hubiese hecho semejante a aquel de quien dice el mismo Señor: Él era homicida desde el comienzo y la verdad no se mantuvo en él20. El diablo no se mantuvo firme en la verdad y cayó, cayendo el que derribó a otros. Juan, en cambio, se mantuvo en pie y le escuchó. ¿Y cómo sigue? Y exulta de gozo ante la voz del novio21. Él es la Palabra, yo la voz, dice Juan22. Es la voz, y exulta de gozo ante la voz del novio. Tú, en efecto, eres la voz, él la palabra; pero él es palabra y voz. ¿Por qué es el Señor palabra y voz? Porque la Palabra se hizo carne23. Como la palabra que engendra nuestra mente está dentro, en nuestra mente, y se oculta a quienes están fuera de nosotros; como se os oculta a vosotros lo que ahora voy a decir, pero no a mí, la palabra está ya en mi mente; mas para llegar a vosotros se sirve de la voz, y llega hasta ti lo que estaba oculto en mí, sin que al llegar a ti se aparte de mí. Si esta es la palabra humana, ¿cómo será la Palabra de Dios? Ella, que estaba junto al Padre, estaba oculta allí; para venir hacia nosotros tomó la carne como si fuera la voz, y llegó hasta nosotros sin alejarse del Padre. Y los judíos oyeron a quien decía lo siguiente, a Juan, que decía: Todos nosotros hemos recibido de su plenitud24. ¿Qué significa todos nosotros? El patriarca, el profeta, cualquier justo, cualquier predicador, el mismo Juan, mayor que el cual no ha surgido nadie entre los nacidos de mujer: todos bebieron de aquella fuente, y por eso profirieron tales cosas.

4. Así, pues, oculto aún el día, los judíos hostiles son abochornados por medio de la lámpara. Y lo fueron ciertamente. Ved cómo en cierta ocasión preguntaron al mismo Señor con estas palabras: ¿Hasta cuándo vas a tener en vilo nuestras almas? Si tú eres el Cristo, dínoslo claramente25. Preparaban una acusación falsa, no buscaban la verdad. «¿Por cuánto tiempo —le dicen— vas a tener nuestras almas en vilo? ¿Por cuánto tiempo vas a dejarnos en suspenso? Si tú eres el Cristo, dínoslo claramente». Y él les responde: También yo voy a preguntaros algo; decidme: «El bautismo de Juan, ¿de dónde procede? ¿De Dios o de los hombres?26». Brilló la sabiduría, fue reprimida la imprudencia; volvieron a sí mismos quienes habían salido hacia él. Quienes salieron acusándolo, volvieron dudando, y dijeron entre sí o en su interior: Si decimos que del cielo, nos responderá: «¿Por qué no le creísteis27cuando dio testimonio de mí? Si le creísteis a él, ¿por qué me preguntáis a mí?». Si le decimos que del cielo, nos responderá —pensaban entre ellos—: «¿Por qué no le creísteis?». Si le decimos que de los hombres, tememos que la turba nos apedree28, pues la multitud entera de judíos tenía a Juan por profeta. En consecuencia, viendo con la lámpara previa al día que cualquier cosa que respondieran iba a ser en su contra, dijeron: No sabemos29. Respondieron lo que sabían: No sabemos. Y el Señor les replicó: Tampoco yo os diré con qué poder hago esto30. ¿Qué iban a decir? ¿Qué podían responder? Sin duda alguna, quedaron abochornados, y se cumplió la profecía del que habla en el salmo: He preparado una lámpara para mi Cristo31. Ved cuándo se dijo y cuándo se cumplió. ¿Cuándo se dijo? Leed el salmo. ¿Cuándo se cumplió? Leed el evangelio. He preparado una lámpara para mi Cristo. ¿Con qué finalidad? Cubriré de vergüenza a sus enemigos32¡Oh vergüenza insufrible! Esa vergüenza la sufren día a día, pero no se convierten.

5. En cambio, nosotros, hermanos amadísimos, que hemos sido injertados, ocupando el lugar de las ramas desgajadas —pues así se expresa el apóstol33—, escuchémosle a él y no nos envanezcamos. Lo que tengamos de bueno, atribuyámoselo al buen Dios; cuanto tenemos de malo, imputémoslo a nosotros mismos. Es de corazón recto quien en sus bienes no alaba más que a Dios y en sus males no le blasfema. Todo lo que Dios obra en nosotros, lo obra sabiendo lo que hace; nadie es mejor que él, nadie más sabio, nadie más poderoso. Nos ha convocado a nosotros; recordad de dónde. Nos libró de los ídolos, de la servidumbre de los demonios, de tan grandes sacrilegios. ¿Cómo nos ha llegado esto? ¿A qué se debe —dice— el que venga a mí la madre de mi Señor?34 Humillémonos en cuanto hombres y no nos gloriemos más que en el Señor, para que él sea exaltado. Mengüemos, para crecer en él. Fijaos en el hombre supremo, mayor que el cual no ha surgido otro entre los nacidos de mujer35 ¿Qué dijo de Cristo? Conviene que él crezca y que yo, en cambio, mengüe36. Crezca Dios, disminuya el hombre. ¿Y cómo crece el que ya es perfecto? ¿Qué le falta a Dios para que pueda crecer? Dios crece en ti cuando lo comprendes a él. Considera, pues, la humildad del hombre y la excelsitud de Dios. Conviene —dice— que él crezca y que yo mengüe. Esto nos lo han mostrado los respectivos días de nacimiento. Se trata de algo que está a la luz; testigo es el mismo sol; a partir del día de hoy disminuyen los días; a partir de la Navidad del Señor crecen. Conviene que él crezca y que yo mengüe. Pues Jesucristo el Señor, gobernador y autor de la creación, rector del mundo, fabricador de los astros, ordenador de los tiempos, puesto que nació cuando quiso, eligió el día de su nacimiento, mediante el cual fuese bien simbolizado; él mismo asignó también el día a su precursor. Quiso que en este viésemos a un hombre, y en sí mismo a Dios. Disminuya el hombre, crezca Dios: esto lo indican sus respectivas pasiones: Juan fue degollado, Cristo fue levantado en la cruz. Así, pues, hermanos, voy a concluir aquí brevemente. Son, en efecto, muchas las cosas que pueden decirse del santo Juan Bautista; pero ni yo basto para expresarlo ni vosotros para escucharlo. Concluyo ya, pues, brevemente: humíllese el hombre, sea exaltado Dios. Quien se gloríe, que se gloríe en él Señor37 .