SERMÓN 290

Traductor: Pío de Luis Vizcaíno, o.s.a.

En el natalicio de Juan Bautista

1. San Juan Bautista, no el evangelista, fue enviado delante de Cristo para prepararle sus caminos. Este es el testimonio de Cristo acerca de Juan: Entre los nacidos de mujer no ha surgido nadie más grande que Juan Bautista1. El testimonio de Juan acerca de Cristo es el siguiente: Quien viene detrás de mí es mayor que yo, y yo no soy digno de desatar la correa de su calzado2. Consideremos ambos testimonios: el que dio el Señor a favor de su siervo y el del siervo a favor de su Señor. ¿Cuál es el testimonio del Señor sobre su siervo? Entre los nacidos de mujer no ha surgido nadie mayor que Juan Bautista ¿Cuál es el del siervo sobre su Señor? Quien viene detrás de mí es mayor que yo. Si, pues, entre los nacidos de mujer no ha surgido otro mayor que Juan Bautista, ¿qué puede ser quien es mayor que él? Juan era un gran hombre, pero un hombre; Cristo es mayor que Juan, porque es Dios y hombre. Ambos nacieron de forma maravillosa, tanto el heraldo como el juez, la lámpara y el día, la voz y la Palabra, el siervo y el Señor. El siervo nació de una estéril; el Señor, de una virgen. El Señor en persona se procuró para sí un servidor en el seno de una estéril, de padre y madre ancianos; el mismo Señor se hizo para sí la carne en el seno de una virgen, sin padre humano, él que creó al primer hombre sin padre ni madre. Entre los nacidos de mujer no ha habido nadie más grande que Juan Bautista. Juan se presentaba con tanta grandeza que algunos lo consideraron como el Cristo. Ni su soberbia le hizo jugar la baza del error ajeno ni se atrevió a decir: «Soy ese que pensáis», antes bien reconoció lo que era, con gran provecho para sí, para humillarse cual siervo a los pies del Señor y ante la correa de su calzado, para que el viento de la soberbia no lo apagase en cuanto lámpara.

2. Además, la Iglesia solamente celebra el día del nacimiento de este justo.2, porque en él se encierra un gran misterio. También se celebra el nacimiento del Señor, pero como del Señor. Presentadme otro siervo, fuera de Juan, entre los patriarcas, los profetas y los apóstoles cuyo nacimiento celebre la Iglesia de Cristo. Celebramos el día de la pasión de muchos siervos; pero el día del nacimiento, de ninguno, a no ser el de Juan. Cuando se leyó el evangelio, escuchasteis cuál fue el orden de los dos nacimientos: el del precursor y el del dominador; como poco antes dije, el del heraldo y el del juez, el de la voz y el de la Palabra. El ángel Gabriel es quien anuncia a Juan y el mismo Gabriel quien anuncia al Señor Jesucristo. Va por delante aquel, le sigue este; aquel le precede obedeciendo, este le sigue rigiéndolo. Le sigue en el nacimiento, pero le antecede en el gobierno, pues Cristo creó a Juan mismo, después del cual fue creado Cristo, creador y creado a la vez; creador anterior a su madre, creador de la madre y creado en la madre. ¿Cómo he dicho «creador anterior a la madre»? Antes de Abrahán, yo soy3, dice él. Así habla el evangelio; escuchadlo o leedlo. Pero es poca cosa para el creador ser anterior a Abrahán; él es creador anterior a Adán, anterior al cielo y a la tierra, anterior a todos los ángeles y a toda criatura espiritual: los tronos, las dominaciones, los principados y las potestades; es creador anterior a todo. En efecto, en el principio no fue hecha la Palabra, sino que existía la Palabra, la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio junto a Dios. Todo fue hecho por ella4. Si todo, tanto lo visible como lo invisible, el cielo y la tierra, también la virgen María, puesto que la virgen María proviene de la tierra, y Cristo, hacedor de la tierra, fue hecho de tierra, puesto que la verdad ha brotado de la tierra5.

3. En pocas palabras, encarezco a Vuestra Caridad un gran misterio. Como iban a aparecer muchos que pensasen que Cristo era solamente un hombre y nada más que un hombre, y un hombre grande, mayor que el cual no lo hubo entre los hombres, le dio testimonio Juan en condición de sometido, inclinado y humillado. ¡Cuánto no se hubiese humillado aunque hubiese dicho que era digno solo de desatar la correa de su calzado! Prestad atención al gran misterio encerrado en la correa del calzado. ¡Cuán humilde se habría mostrado aunque se hubiese declarado digno de desatársela! ¿Qué hizo al declararse indigno? Por eso quedó señalado el día de su nacimiento y confiado a la celebración de la Iglesia.

4. En verdad hay entre ellos una gran diferencia, no sólo en lo referente a las madres por el hecho de que la de uno fuera virgen y la de otro estéril, pues aquella dio a luz a nuestro Señor, el Hijo de Dios, del Espíritu Santo; esta, al precursor del Señor, de un varón anciano. Prestad atención también a esto. Zacarías no creyó. ¿Cómo no creyó? Pidió al ángel una prueba que le permitiese conocer la verdad de la promesa, porque él era anciano y su mujer ya entrada en años. El ángel le dijo: Quedarás mudo, y no podrás hablar hasta el día en que se cumplan estas cosas, por no haber creído a mis palabras, que se realizarán en el momento oportuno6. El mismo ángel vino a María, le anuncia que Cristo iba a nacer de su carne, y María le dijo algo parecido. Zacarías efectivamente preguntó: ¿Cómo conoceré esto? Yo soy anciano, y mi mujer entrada en años7 Se le contesta: Quedarás mudo, y no podrás hablar hasta el día en que esto se cumpla, por no haber creído mis palabras. Y recibió el castigo de la mudez en pago de su incredulidad. ¿Qué había dicho el profeta de Juan? Voz del que clama en el desierto8. Zacarías, que ha de engendrar a la voz, se queda mudo. Se quedó mudo por no haber creído; con razón enmudeció hasta que naciese la voz. Si, pues, se dice con motivo, o, mejor, puesto que se dijo con todo motivo en el salmo santo: Creí, por lo cual hablé9 dado que no creía, era justo que no hablase. Pero te suplico, Señor, llamo a tus puertas en compañía de quienes me escuchan, ábrenos, exponnos el significado de este punto oscuro. Zacarías busca saber del ángel algo que le permita conocer lo que se le acababa de anunciar, porque él era anciano y su mujer entrada en años, y se le responde: Por no haber creído quedarás mudo. Se anuncia a la virgen María el nacimiento de Cristo, también pide razón de ello, y dice al ángel: ¿Cómo sucederá eso, pues no conozco varón? Zacarías había dicho: ¿Cómo conoceré eso? Yo soy anciano y mi mujer entrada en años. María dice: ¿Cómo sucederá esto, pues no conozco varón?10 A Zacarías se le dice: «Quedarás mudo por no creer», a María en cambio, se le expone la razón, sin dejarla muda. ¿Cómo sucederá esto, pues no conozco varón? Y el ángel le responde: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra11. He aquí cómo sucederá lo que preguntas; he aquí cómo darás a luz sin conocer varón; he aquí cómo: porque el Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. No temas el ardor de la concupiscencia estando a la sombra de tan grande santidad. ¿A qué se debe esto? Si prestamos atención a las palabras, o ambos creyeron o ambos dudaron, tanto Zacarías como María. Pero nosotros sólo podemos escuchar las palabras; Dios puede interrogar también al corazón.

5. Entendemos, amadísimos, que cuando Zacarías dijo: ¿Cómo conoceré eso? Yo soy anciano y mi mujer entrada en años12, nolo dijo preguntando, sino porque no tenía esperanza. En cambio, María, al decir: ¿Cómo sucederá eso, pues no conozco varón?13, lo dijo preguntando, no porque no tuviese esperanza. Hizo una pregunta a Dios, sin dudar de la promesa. ¡Oh llena de gracia en verdad! Así la saludó el ángel: Salve, llena de gracia14. ¿Quién sabrá explicar esta gracia? ¿Quién será capaz de agradecer lo suficiente esta gracia? Tiene lugar la creación del hombre; por su propia voluntad perece el hombre, y aparece hecho hombre quien creó al hombre para que no pereciera el hombre que creó. La Palabra, Dios junto a Dios en el principio, por quien fueron hechas todas las cosas15, se hace carne: La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros16. La Palabra se hace carne, pero es la carne la que se une a la Palabra, sin que perezca la Palabra en la carne. ¡Qué gracia! ¿Qué habíamos merecido para tener esto?

6. Mas ved lo que dice la misma santa María llena de fe y de gracia, que había de ser madre permaneciendo virgen. ¿Qué dice entre otras cosas, pues hablar de todo sería demasiado? ¿Qué dice? A los hambrientos los llenó de bienes y a los ricos los despidió vacíos17. ¿Quiénes son los hambrientos? Los humildes, los indigentes. ¿Quiénes los ricos? Los soberbios e hinchados. No os remito a cosas extrañas; os voy a mostrar ahora, presentes en un mismo templo, un rico de aquellos a quienes el Señor despide vacíos y un pobre de los que serán cubiertos de bienes. Subieron dos personas a orar al templo. Uno era fariseo y otro publicano. El fariseo decía18.¿Qué decía? Mira a este rico que devuelve lo que ha sido incapaz de digerir, cuyo aliento huele a crápula, de soberbia, no de justicia. ¡Oh Dios! —dice te doy gracias, porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros, como ese publicano. Ayuno dos veces el sábado y doy los décimos de todo lo que poseo19. ¿Viniste a orar o a alabarte a ti mismo? Dijiste tener todo, nada pediste en condición de necesitado. ¿Cómo, pues, viniste a orar? Te doy gracias, Señor. No dice: «Señor, dame la gracia». Porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros. Entonces, ¿sólo tú eres justo? Porque no soy como ese publicano. Estás insultando, no exultando. Ayuno dos veces el sábado, doy los décimos de todo lo que poseo. ¡Oh rico merecedor de ser vaciado! Ven, ven tú, ¡oh pobre! , publicano hambriento; mejor, quédate ahí donde estás. El publicano estaba de pie a lo lejos pero el Señor se acercaba al humilde. Y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo20. Allí adonde no se atrevía a levantar los ojos, allí tenía su corazón. Sino que se golpeaba el pecho diciendo: «Señor, ten piedad de mí, que soy un pecador»21.¡Oh hambriento merecedor de ser repleto de bienes!

7. Escuchaste, ¡oh Señor!, el pleito; profiere tu sentencia. Escuchad la sentencia emitida entre las partes. El vencido no apela a nadie, porque no tiene a quién. No apela al Padre contra el Hijo, pues Dios Padre no juzga a nadie, sino que dejó todo juicio en manos del Hijo22. Dicte, pues, la Verdad la sentencia entre las partes. En verdad os digo que éste bajó del templo más justificado que el fariseo23. ¿Cómo así, te lo suplico? ¿En virtud de qué justicia? ¿Quieres escucharlo? Porque todo el que se exalta será humillado y el que se humilla será exaltado24. El que ensalza a este humillará también a quien se ensalza a sí mismo. A los hambrientos los llenó de bienes y a los ricos los despidió vacíos25. Vete ahora y proclama a todos los vientos tus riquezas; jáctate y di: «Soy rico; si quiero, soy justo; si no quiero, no lo soy. Tengo en mi poder el ser justo o no serlo». ¿No escuchas en el salmo: Quienes confían en su poder26 ?Así, pues, Dios te dio la carne, los sentidos, el alma, la mente y la inteligencia, y ¿te das tú a ti mismo la justicia? ¿Qué son la carne, los sentidos, el alma, la mente, la inteligencia sin la justicia? Todas estas cosas, privadas de la justicia, ¿no te conducirán únicamente al castigo? Entonces ¿eres tan rico que Dios te ha dado las cosas inferiores y tú te regalas lo mejor? Rico malvado, rico que has de ser vaciado: aun en el caso de que tengas lo que afirmaste tener, ¿qué tienes que no hayas recibido?27 De aquel fariseo rico y soberbio no has aprendido ni siquiera a dar gracias a Dios por las cosas que afirmaste tener.