SERMÓN 260

Traductor: Pío de Luis, OSA

La fe del apóstol Tomás1

Para no alargarme, puesto que tenemos mucho que hacer, el sermón que voy a dirigir a los regenerados en el bautismo que hoy van a mezclarse con el pueblo será breve, pero rico en contenido. Vosotros, los bautizados que cumplís hoy el misterio de vuestra octava, acoged estas breves palabras y comprended que la circuncisión de la carne, que era una figura, se ha trasladado a la circuncisión del corazón. Según la ley antigua, la circuncisión en la carne tenía lugar en el día octavo2, precisamente en atención a Cristo el Señor, que resucitó en el día octavo, día del Señor, después del séptimo o sábado. Estaba mandado que la circuncisión se hiciera con cuchillos de piedra3: la piedra era Cristo4. Se os llama infantes porque habéis vuelto a nacer, habéis entrado en la nueva vida y habéis renacido para la vida eterna, si no sofocáis con vuestro mal vivir lo que ha renacido en vosotros. Vais a ser restituidos al pueblo y os vais a mezclar con la muchedumbre de los fieles; estad atentos a no imitar a los malos o, mejor, a los falsos fieles. Fieles porque fingen confesar la fe, pero infieles por vivir mal. Ved que os lo advierto en presencia de Dios y sus ángeles: guardad la castidad, ya la conyugal, ya la continencia absoluta. Cada cual cumpla lo prometido. A quienes no tenéis esposa os es lícito adquirirla, pero sólo de aquellas cuyos maridos ya no viven. A las mujeres que no tienen marido les es lícito casarse, pero con varones cuyas mujeres no vivan. Los que tenéis mujer no actuéis indebidamente con otras mujeres. Dad lo mismo que exigís. Os deben fidelidad, y fidelidad debéis vosotros. El marido debe ser fiel a la mujer, y la mujer al marido, y ambos a Dios. Los que habéis prometido la continencia, cumplid lo prometido, puesto que no se os exigiría si no la hubieseis prometido. Lo que antes era lícito para vosotros, ya no lo es; y no se condena el matrimonio, sino a quien vuelve la mirada atrás5. Guardaos de hacer trampas en vuestros negocios. Guardaos de la mentira y del perjurio. Guardaos de la charlatanería y del derroche. No hagáis a los demás, sea a los hombres, sea a Dios, lo que no queréis que os hagan a vosotros6. ¿Para qué cargaros con más? Obrad así, y el Dios de la paz estará con vosotros7.