SERMÓN 257

Traductor: Pío de Luis, OSA

Comentario al salmo1115,11

1. Lo que se dice en hebreo Aleluya significa, en nuestra lengua, Alabad a Dios. Alabemos, pues, al Señor nuestro Dios no sólo con la voz, sino también de corazón, porque quien lo alaba de corazón, lo alaba con la voz del hombre interior. La voz que dirigimos a los hombres es el sonido; la que dirigimos a Dios es el afecto.

2. Como habéis leído y escuchado, cierto hombre dijo en su arrobamiento: Todo hombre es mentiroso2. Resultado de ello fue que alguien se negó a creer si no tocaba el cuerpo del Señor. La verdad que los discípulos le anunciaban le parecía una mentira. No le bastaba oír la verdad: quería tocarla también. El Señor se le hizo presente, según el relato que viene a continuación en el evangelio que será leído después.

Nadie que oiga Todo hombre es mentiroso debe quedarse anclado en la mentira, sin desear salir de ella, como enrollándose en pensamientos vanos -en cuanto hombre mentiroso- y diciéndose: «¿Dejaré mi condición humana alguna vez? Si mientras dura mi vida aquí voy a ser mentiroso, mejor será que mienta yo que no la Escritura, que dice: Todo hombre es mentiroso. Pues, si yo soy veraz, la Escritura se vuelve mentirosa; mas como la Escritura no puede ser mentirosa, he de serlo yo». Cotorreando estas cosas, piensa encontrarse seguro en el puerto de la mentira como quien dice, lugar donde sufrirá el naufragio.

Deseabas quedarte tranquilo en ese puerto. Escucha contra qué arrecife vas a estrellarte. Harás que perezcan todos los que hablan mentira3. Es la misma Escritura de Dios la que dice: Harás que perezcan todos los que hablan mentira. Entonces, puesto que todo hombre es mentiroso, vas a hacer que perezcan todos. ¿Qué se nos ha dicho? ¿Qué se nos ha advertido? Que somos mentirosos en lo que tenemos de propio. Si, no obstante, queremos ser veraces, busquemos refugio en el Señor. De él recibimos el ser veraces; de nosotros, el ser mentirosos.

3. Escuchad sólo un ejemplo breve y grande: breve, por la rapidez con que se dice, y grande, por su carga de sabiduría. Pedro fue el único en mostrarnos lo que quiero deciros. Cuando dijo a Cristo, el Señor, Tú eres Cristo, el Hijo del Dios vivo, ¿qué le respondió él? Dichoso eres tú, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo ha revelado la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos4. Lo que has dicho es verdad, pero no de tu cosecha. ¿De dónde te ha venido, pues? Mi Padre que está en los cielos te lo ha revelado. Dichoso, pues, porque te ha venido de Dios; de lo tuyo no puedes ser más que desdichado.

Después de esto, cuando el Señor le hubo dicho: Dichoso eres, porque no te lo reveló la carne y la sangre, sino mi Padre que está en los cielos5; después de estas palabras, digo, comenzó Cristo, el Señor, a anunciarles su pasión y muerte6. Sobre la marcha le replicó Pedro: ¡Lejos de ti eso, Señor!7 Todo hombre es mentiroso. Ved cómo, poco antes, Pedro era veraz y ahora es ya mentiroso.

Pero, ¿de dónde le viene a Pedro el ser veraz? No te lo reveló la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. ¿De dónde el ser mentiroso? Retírate, Satanás, pues no gustas las cosas de Dios, sino las de los hombres8. Todo hombre es mentiroso.

A nosotros, pues, se nos ha dicho: Todo hombre es mentiroso, para que huyamos de nosotros mismos y corramos hacia Dios, el único que es veraz.