SERMÓN 254

Traductor: Pío de Luis, OSA

La higuera estéril1

1. Ved cómo se relacionan, hermanos míos, ved cómo se combinan la miseria de nuestra condición y la misericordia de Dios: el tiempo de alegría va precedido de un tiempo de tristeza, es decir, primero llega el tiempo de tristeza, y luego el de la alegría; primero el tiempo de la fatiga, y luego el del descanso; primero el de la desgracia, y luego el de la felicidad.

Así se combinan, como he dicho, la miseria de nuestra condición y la misericordia divina. En efecto, el tiempo de la tristeza, de la fatiga y de la miseria nos lo causaron nuestros pecados; en cambio, el tiempo de la alegría, del descanso y de la felicidad no nos llegará por nuestros méritos, sino por la gracia del Salvador. Una cosa merecemos, otra la esperamos: merecemos los males, esperamos los bienes. Esto es obra de la misericordia de nuestro creador.

2. Mas en el tiempo de nuestra miseria y, como dice la Escritura, en los días de nuestra vanidad2 debemos conocer dónde ha de estar la tristeza misma, pues la tristeza es como el estiércol. El estiércol, si no está en su sitio, es porquería. El estiércol que no está en su sitio ensucia la casa; si está donde debe, hace fértil el campo. Ved el lugar que el agricultor previó para el estiércol. Dice el Apóstol: ¿Y quién me alegrará sino el que se contrista por mí?3 Y en otro lugar: La tristeza según Dios obra la penitencia saludable, de la que jamás hay que arrepentirse4. A quien está triste según Dios le vuelve triste el arrepentimiento por sus pecados. La tristeza que nace de la propia maldad con el sufrimiento engendra la justicia. Ante todo, ha de desagradarte lo que eres para poder ser lo que no eres. La tristeza según Dios -dice- obra la penitencia saludable, de que jamás hay que arrepentirse. Penitencia saludable, dijo. ¿De qué salud se trata? De la que nunca puedes arrepentirte. Llevamos una vida de la que debimos arrepentirnos; llevamos una vida de la que hubimos de arrepentirnos, pero no podemos llegar a la vida que no requiere arrepentimiento si no es a través del arrepentimiento por la mala vida. ¿Acaso, hermanos, como había comenzado a decir, se encontrará estiércol en el muelo de trigo ya aventado? A pesar de ello, se llega a tal limpieza, a tal belleza y hermosura gracias al estiércol: la fealdad fue el camino hacia la belleza.

3. Con razón dice también el Señor en el evangelio a propósito de cierto árbol estéril: Hace ya tres años que me acerco a él sin encontrar fruto: lo cortaré para que no estorbe en el campo5. Intercede el colono; intercede cuando ya el hacha está a punto de caer y cortar las raíces estériles; intercede el colono como intercedió Moisés ante Dios; intercede el colono diciendo: Señor, déjalo todavía un año; cavaré a su alrededor y le echaré un cesto de estiércol; si da fruto, bien; si no, podrás venir y cortarlo6. Este árbol es el género humano. El Señor lo visitó en la época de los patriarcas: el primer año, por así decir. Lo visitó en la época de la ley y los profetas: el segundo año; he aquí que con la llegada del evangelio amaneció el tercer año; casi debió ser cortado ya, pero el misericordioso intercede ante el misericordioso. Quien quería mostrarse misericordioso, él mismo se presentó como intercesor. «Déjale -dijo- todavía este año. Hay que cavar a su alrededor -la fosa es signo de humildad-, y echarle un cesto de estiércol, por si da fruto». Más todavía: puesto que una parte da fruto y otra no lo da, vendrá su dueño y la separará. ¿Qué significa la separará?7 Que ahora los hay buenos y los hay malos, como formando un solo montón, un solo cuerpo.

4. Por tanto, hermanos míos, como dije, el estiércol en el sitio adecuado da fruto y en el sitio inadecuado ensucia el lugar. Hay alguien triste; veo a alguien que está triste. Veo el estiércol, trato de averiguar su lugar. -Dime, amigo, ¿por qué estás triste? -He perdido el dinero. No hay más que un lugar sucio; el fruto será nulo. Escuche al Apóstol: La tristeza por motivos mundanos causa la muerte8. No sólo es nulo el fruto, sino también enorme el daño. Dígase lo mismo de las restantes cosas que producen gozo mundano, y que es largo enumerar. Veo que otro está triste, gime y llora. Veo gran cantidad de estiércol; también en este caso trato de averiguar su lugar. Al mismo tiempo que lo vi triste y llorando, advertí que estaba también orando. Triste, gimiendo y llorando, y en oración: me hizo pensar en no sé qué buen augurio; pero todavía investigo su lugar. ¿Y si este que ora y gime con grande llanto pide la muerte para sus enemigos? Aun así, aun así, está en llanto, en oración y súplica. No hay más que un lugar sucio, el fruto será nulo. Más grave es lo que encontramos en la Escritura. Cuando pide la muerte de su enemigo, viene a parar en la maldición que pesa sobre Judas: Que su oración se convierte en pecado9. Me he fijado nuevamente en otro que gemía, lloraba y oraba. Advierto el estiércol, trato de averiguar su lugar. Presté oído a su oración, y le escuché decir: Yo he dicho: Señor, ten compasión de mí; sana mi alma, porque he pecado contra ti10. Gime por su pecado; reconozco el campo y quedo a la espera del fruto. ¡Gracias a Dios! El estiércol está en buen lugar, no está ahí de más, está produciendo fruto.

Éste es, en verdad, el tiempo de la tristeza fructuosa; el tiempo de dolernos y estar tristes por nuestra condición mortal, la abundancia de tentaciones, las insinuaciones de los pecados, la oposición de los deseos y las contiendas de la concupiscencia, siempre en ebullición contra los buenos pensamientos.

5. Los cuarenta días anteriores a la Pascua simbolizan este tiempo de nuestra miseria y nuestros gemidos, si hay quien tenga una esperanza por la que valga la pena gemir; en cambio, el tiempo de la alegría que tendrá lugar después, del descanso, de la felicidad, de la vida eterna y del reino sin fin que aún no ha llegado, está simbolizado en estos cincuenta días en que cantamos las alabanzas de Dios. Dos tiempos tenemos con valor simbólico: uno anterior a la resurrección del Señor y otro posterior; uno en el que nos hallamos y otro en el que esperamos estar en el futuro. El tiempo de tristeza -no otra cosa significan los días de cuaresma- es un símbolo y una realidad; por el contrario, el tiempo del gozo, del descanso y del reino, del que son expresión estos días, lo hallamos simbolizado en el Aleluya, pero aún no poseemos esas alabanzas, aunque suspires ahora por el Aleluya. ¿Qué significa el Aleluya? Alabad al Señor. Por eso en estos días posteriores a la resurrección se repiten en la Iglesia las alabanzas de Dios: porque después de nuestra resurrección también será perpetua nuestra alabanza. La pasión del Señor simboliza el tiempo en que lloramos aquí. Los azotes, las cadenas, burlas, esputos, la corona de espinas, el vino con hiel, el vinagre en la esponja, los insultos, los oprobios y, finalmente, la misma cruz y los santos miembros que penden del madero, ¿qué otra cosa nos simbolizan sino el tiempo presente, tiempo de tristeza, de mortalidad y de prueba? En consecuencia, tiempo feo; pero esta fealdad del estiércol esté en el campo, no en la casa. Que la tristeza provenga de los propios pecados, no de las ambiciones insatisfechas. Tiempo feo, pero fértil, si es bien empleado. ¿Hay cosa más repulsiva que un campo abonado? Hermoso estaba el campo antes de recibir los cestos de abono. Al campo se le hace antes feo para que luego se convierta en fértil. La fealdad es, pues, un símbolo del tiempo presente; conviértase, sin embargo, esta fealdad en tiempo de fertilidad para nosotros. Y veámosle en compañía del profeta que dice: Le vimos. ¿Cómo? Sin honra ni hermosura11. ¿Por qué? Pregunta a otro profeta: Contaron todos mis huesos12. Se contaron todos los huesos del colgado del madero. Horrible vista la de un crucificado, pero esa fealdad engendra belleza. ¿Qué belleza? La de la resurrección, puesto que es más hermoso que los hijos de los hombres13.

6. Alabemos, pues, al Señor, hermanos, puesto que poseemos sus fieles promesas, aún no hechas realidad. ¿Pensáis que es poco tener sus promesas de modo que podemos reclamarle como a un deudor? Dios se convirtió en deudor al prometer. Se hizo deudor por bondad, no porque le hayamos dado algo antes. ¿Qué le hemos dado para tenerlo como deudor? ¿Acaso estás pensando en lo que oíste en el salmo: ¿Qué le devolveré al Señor?14 En primer lugar, ¿Qué le devolveré al Señor? son palabras de un deudor, no de un acreedor. Algo se le había anticipado: ¿Qué le devolveré al Señor? Qué significa: ¿Qué le devolveré? Le daré a cambio. ¿A cambio de qué? De todas las cosas que me concedió15. ¿Qué te concedió? Lo primero: nada era y me creó; me había perdido, y me buscó; al buscarme me halló; estando cautivo, me redimió; vendido, me libertó; de siervo me convirtió en hermano. ¿Qué devolveré al Señor? No tienes qué devolverle. Si todo lo esperas de él, ¿qué tienes para darle a cambio? Espera un poco. No sé qué quiere decir cuando pregunta: ¿Qué devolveré al Señor por todas las cosas que me concedió? Tanto buscar por todas partes algo que darle a cambio, lo encontró por así decir. ¿Qué encontró? Recibiré el cáliz de la salvación16. Al mismo tiempo que pensabas devolver, buscabas aún recibir. Mira -te ruego-. Si todavía buscas recibir, todavía eres deudor. ¿Cuándo darás algo en cambio? Por tanto, si vas a ser siempre deudor, ¿cuándo vas a devolver? Nada encontrarás que puedas dar en cambio. No tendrás otra cosa a no ser lo que él te haya dado.

7. Mira: lo que decías: ¿Qué devolveré? está en relación con otras palabras tuyas: Todo hombre es mentiroso17. Quien se atreva a decir que devuelve algo a Dios es un mentiroso. Todo lo hemos de esperar de él. Sin él, nada podemos obtener de nosotros mismos, a no ser, tal vez, el pecado y la mentira, puesto que quien habla la mentira habla de lo suyo18. En verdad, el hombre abunda en lo que le es propio. Con toda certeza tiene en sí la mentira y su corazón es un tesoro de mentiras. Miente todo lo que puede, no se cansa. Finja cuanto pueda: mienta lo que pueda. ¿Por qué? Porque lo que tiene gratuitamente, lo tiene de sí mismo, sin necesidad de comprarlo. Pero cuando se viene a la verdad, si quiere ser veraz, no lo será de sí mismo. Pedro fue mendaz de su propia cosecha. ¿Dónde fue mendaz? Nos promete el Señor que ha de sufrir, y tú dices: ¡Lejos de ti; esto no sucederá!19 Todo hombre es mentiroso. ¿De dónde le viene el ser mentiroso? Escucha al Señor mismo: No saboreas las cosas de Dios, sino las de los hombres20. ¿Cuándo, en cambio, fue veraz Pedro? Tú eres Cristo, el Hijo de Dios vivo21. ¿De dónde le vino esta verdad a un hombre mentiroso? Ved que es un hombre quien dice: Tú eres Cristo, el Hijo de Dios vivo. ¿Quién lo dice? Pedro. ¿Quién era Pedro? ¿Un hombre que dijo la verdad? Ciertamente todo hombre es mentiroso. Mira, mira su lengua, mira la verdad que brota de su lengua; ¿cómo es que todo hombre es mentiroso? Escucha que todo hombre es mentiroso. Por tanto, es veraz porque no lo es por sí mismo; por tanto, todo hombre es mentiroso porque lo es por sí mismo. ¿De dónde le vino, pues, a Pedro el ser veraz? Escucha a la misma Verdad: Dichoso eres tú, Simón, hijo de Juan22. ¿De dónde te viene la dicha? ¿De ti mismo? En absoluto. Porque no te lo reveló la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos23.

8. Alabemos, pues, amadísimos, al Señor que está en los cielos. Alabemos a Dios. Digamos el Aleluya. Hagamos de estos días un símbolo del día sin fin. Hagamos del lugar de la mortalidad un símbolo del tiempo de la inmortalidad. Apresurémonos allegar a la casa eterna. Dichosos los que habitan en tu casa, Señor; te alabarán por los siglos de los siglos24. Lo dice la ley, la Escritura, la Verdad: hemos de llegar a la casa de Dios que está en los cielos. Allí alabaremos a Dios no cincuenta días, sino-como está escrito- por los siglos de los siglos. Lo veremos, lo amaremos y lo alabaremos; ni desaparecerá el ver, ni se agotará el amar, ni callará el alabar; todo será eterno, nada tendrá fin. Alabémoslo, alabémoslo; pero no sólo con la voz; alabémoslo también con las costumbres. Alábelo la lengua, alábelo la vida; no vaya en desacuerdo la lengua con la vida, tengan más bien un amor infinito. Vueltos al Señor...