SERMÓN 251

Traductor: Pío de Luis, OSA

La pesca milagrosa1

1. 1. La pesca de nuestro Libertador es nuestra liberación. En el santo evangelio advertimos dos pescas del Señor, o sea, dos ocasiones en que se echaron las redes por orden suya: la primera, cuando eligió a los discípulos2, y esta otra, después de resucitar de entre los muertos3. Aquella pesca simbolizó a la Iglesia como es en el tiempo presente; esta otra, posterior a la resurrección del Señor, simbolizó a la Iglesia como ha de ser al final de los tiempos. Además, en la primera mandó echar las redes, sin decir a qué lado; sólo mandó echarlas. Los discípulos obedecieron; no les indicó que las echasen a la derecha o a la izquierda. Como los peces simbolizaban a los hombres, si hubiese dicho que a la derecha, se entendería que sólo los habría buenos; si a la izquierda, que sólo malos. Mas como en la Iglesia se iban a encontrar mezclados buenos y malos, echaron las redes indistintamente a un lado o a otro, para capturar peces que simbolizasen la mezcla de buenos y malos. También a propósito de esta primera pesca está escrito que cogieron tantos peces que ambas barcas, estando llenas, se hundían, es decir, que el peso hacía prever el hundimiento4. Ninguna de las dos barcas se hundió, pero corrieron ese peligro. ¿De dónde les venía ese peligro? De la cantidad de los peces. Simbólicamente, vemos aquí expresado que la disciplina iba a hallarse en peligro a causa de la muchedumbre que iba a reunir la Iglesia. De aquella pesca se añade además -así está narrado- que hasta las redes se rompieron debido a la cantidad de peces. ¿Qué significaban las redes rotas sino los cismas del futuro? Esta pesca contiene en símbolo estas tres cosas: la mezcla de buenos y malos, la opresión de la multitud y las escisiones de los herejes. La mezcla de buenos y malos, porque el Señor no dijo que echaran las redes a derecha o a izquierda; la opresión de la muchedumbre, porque fue tal la cantidad de capturas que las naves tenían exceso de peso; las escisiones de los herejes, porque, al ser tantos, se rompieron las redes.

2. 2. Centrad vuestra atención ahora en la otra pesca, la que se ha leído hoy. Tuvo lugar después de la resurrección del Señor, para dar a entender cómo será la Iglesia después de nuestra resurrección. Echad -les dijo- las redes a la derecha5. Ahora, pues, se ocupa sólo del número de los que estarán a la derecha. Recordáis que el Señor anunció que vendría en compañía de los ángeles y que en su presencia se congregarían todos los pueblos. Él los separará como el pastor separa las ovejas de los cabritos, colocando aquéllas a su derecha y éstos a su izquierda. A las ovejas dirá: Venid, recibid el reino; a los cabritos: Id al fuego eterno6. Echad las redes a la derecha: como si dijera: «Ya he resucitado; quiero mostrar cómo será la Iglesia al final de los tiempos. Echad las redes a la derecha».Echaron las redes a la derecha y no podían subirlas a la barca debido a la cantidad de peces. También en la primera pesca se habla de una gran cantidad, pero aquí se da un número fijo; se indica la cantidad y la calidad, a diferencia de la otra, que no precisa número. En el tiempo presente, antes de que llegue la resurrección y la separación de buenos y malos, se cumple lo que dice el profeta: Hice el anuncio y hablé.¿Qué significa eso? He echado las redes. ¿Y qué pasó? Se multiplicaron por encima del número7. Hay un número, y los hay que exceden del número. El número se refiere a los santos que han de reinar con Cristo; los que exceden el número pueden entrar ahora en la Iglesia, pero no en el reino de los cielos.

3. Por ello, os exhorto a que os liberéis del mundo presente, que es malo. Por ello os amonesto: quienes queréis vivir no imitéis a los malos cristianos. No digáis: «¿Cómo? ¿No está bautizado fulano que se embriaga? ¿Cómo? ¿No está bautizado aquel que tiene concubinas? ¿No está bautizado aquel otro que comete fraudes a diario? ¿No está bautizado el otro que consulta a los astrólogos?». Los que ahora queráis ser grano, entonces os encontraréis en el muelo; pero los que queráis ser paja os encontraréis en la gran parva, mas para ser presa de un gran fuego.

3. ¿Entonces, pues? Arrastraron -dice- las redes hasta la orilla8. Pedro arrastró las redes hasta la orilla; acabáis de escucharlo cuando se leyó el evangelio. Cuando oyes hablar de orilla, piensa en el límite del mar, y cuando escuchas «límite del mar», entiende el fin del mundo presente. En la primera pesca no se arrastraron las redes hasta la orilla, pues los peces capturados se amontonaron en las barcas. En ésta, en cambio, las arrastraron hasta la orilla. Espera el fin del mundo, fin que ha de llegar para bien de los que estén a la derecha y mal de los que estén a la izquierda. ¿Cuántos fueron los peces? Arrastraron -dice- las redes, que contenían ciento cincuenta y tres peces.Y el evangelista añadió algo muy importante: Y, a pesar de su tamaño, es decir, de ser tan grandes, no se rompió la red9. Serán grandes, pero no habrá herejías, y no habrá herejías precisamente porque serán grandes. ¿Quiénes son grandes? Lee las palabras del Señor en el evangelio y encontrarás quiénes lo son. Dice, en efecto, en cierto lugar: No vine a abrogar la ley y los profetas, sino a cumplirla10.

4. En verdad os digo: Quien viole uno de estos mis mandatos menores y los enseñe, será tenido por el menor en el reino de los cielos11. Quien viole y enseñe así, esto es, viviendo mal y mostrando el bien, respectivamente, será tenido por el menor en el reino de los cielos. Pero ¿en qué reino de los cielos? En la Iglesia del tiempo presente, porque también a ella se la llama reino de los cielos. En efecto, si no se llamara reino de los cielos también a esta Iglesia que reúne en sí a buenos y malos, no diría el Señor en la parábola: El reino de los cielos se parece a una red barredera que se echa al mar y recoge peces de toda especie. Mas estáte atento a lo que sigue. El reino de los cielos se parece a una red barredera que se echa al mar -una red barredera no deja de ser una red- que recoge peces de toda especie12. ¿Y qué? La arrastran hasta la orilla. Son palabras del Señor en la parábola. Y, cuando los han llevado a la orilla, se sientan, seleccionan los buenos, y los echan a los canastos y a los malos los tiran13. Él mismo les expuso la parábola. ¿Qué dice? Así sucederá al fin del mundo. ¿Habéis advertido lo que significa la orilla? Vendrán -dijo- los ángeles, y reunirán a los malos sacándolos de entre los buenos y los arrojarán al horno de fuego ardiente; allí habrá llanto y crujir de dientes14. Sin embargo, se ha llamado a la Iglesia reino de los cielos. A veces, en el mar nadan juntos peces buenos y malos; de idéntica manera, en este reino de los cielos, es decir, en la iglesia de este tiempo, es considerado como el menor el que enseña el bien y practica el mal, pues en ella se encuentra también él. No está excluido de ella; está en el reino de los cielos, es decir, en la Iglesia tal cual es en el tiempo presente. Enseña el bien y practica el mal: es necesario, es un mercenario. En verdad os digo -afirma- ya recibieron su recompensa15. De algo sirven, pues si de nada sirviesen los que enseñan el bien y practican el mal, no hubiese dicho el Señor mismo a su pueblo: Los escribas y fariseos se han sentado en la cátedra de Moisés; haced lo que os dicen, no lo que ellos hacen. ¿Por qué? Porque dicen, pero no hacen16.

5. 4. Preste atención vuestra caridad, pues quiero exponer quiénes son los peces grandes. Quien viole uno de estos mis mandatos menores -dijo- será considerado como el menor en el reino de los cielos.Estará en él, pero será el menor. Quien, en cambio, los cumpla y los enseñe así, será considerado grande en el reino de los cielos17. Ved aquí los peces grandes capturados a la derecha. Quien los cumpla y los enseñe así, es decir, practica y enseña el bien; no contradice con su mala vida sus palabras, teniendo como testigo de su mala vida su lengua buena. Por tanto, quien los cumpla y los enseñe así, será considerado grande en el reino de los cielos.Y continúa: Y os digo que, si vuestra justicia no es más abundante que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos18. ¿Cómo entendéis ahora el reino de los cielos? Aquel a propósito del cual se dice a los de la derecha: Venid, benditos de mi Padre; recibid el reino19. Si vuestra justicia no es más abundante que la de los escribas y fariseos.¿Qué significa: más que la de los escribas y fariseos? Centra tu atención en aquellos escribas y fariseos que ocupaban la cátedra de Moisés, de quienes dijo el Señor: Haced lo que ellos dicen, no lo que ellos hacen, pues dicen, pero no hacen20. Según esto, la justicia de los fariseos consiste en hablar y no hacer. Sea vuestra justicia más copiosa que la de los escribas y fariseos, de forma que no sólo enseñéis el bien, sino que lo hagáis también.

6. 5. ¿Qué necesidad tenemos de repetir el significado del número de peces, los ciento cincuenta y tres? Lo conocéis ya. El número se origina a partir del diecisiete en un proceso ascendente. Comienza por el uno, y añade uno tras otro, por orden, hasta llegar al diecisiete; esto es: al uno suma dos, y son tres; añade tres, y son seis; cuatro, y son diez. Haz lo mismo con todos hasta el diecisiete, y obtendrás el ciento cincuenta y tres. Todo nuestro empeño debe orientarse a averiguar qué se oculta en el número diecisiete, pues en él está la clave del ciento cincuenta y tres. ¿Qué significado se encierra en aquel número? El diez lo puedes reconocer en la ley. Primeramente se dieron diez preceptos, el decálogo del que se dice que fue escrito por el dedo de Dios21. Reconoce el diez en la ley y en el siete al Espíritu Santo, pues él suele recomendársenos bajo ese número22. Por esa razón en la ley no se menciona la santificación más que en el séptimo día. Hizo Dios la luz, y no se dijo que la santificara; hizo el firmamento, y no se dijo que lo santificara; separó el mar de la tierra e hizo germinar la tierra, y tampoco. Lo mismo cuando hizo la luna y los astros, e hizo salir de las aguas los animales del mar y del aire, y de la tierra los cuadrúpedos y los reptiles23. Ni siquiera cuando hizo al hombre dijo: Y lo santificó.

7. Llegó el séptimo día, el del descanso, y a éste sí lo santificó. Mediante su descanso, Dios santificó el nuestro24. Por tanto, nuestra santificación será plena cuando descansemos con él por siempre. Pues ¿de qué iba a descansar Dios? Las obras no lo fatigaron. Tú, si haces algo con la sola palabra, no te fatigas; si sólo lo ordenas y se hace al instante, te quedas donde estabas y como estabas. Ahora bien, Dios dijo unas pocas palabras con las que hizo todo, ¿y se cansó tan pronto?

6. Reconoce, pues, la ley en el diez y al Espíritu Santo en el siete. Únase a la ley el Espíritu, puesto que, si recibes la ley y te falta la ayuda del Espíritu, no cumples lo que lees, no cumples lo que se te ordena. Y además todo hombre bajo la ley pasa a ser un trasgresor. Haga acto de presencia el Espíritu, preste su ayuda, y se cumplirá lo mandado. Si falta el Espíritu, la letra te mata. ¿Por qué? Porque te convertirá en trasgresor. No puedes ampararte en la ignorancia, dado que has recibido la ley; ya aprendiste lo que tienes que hacer; no tienes la disculpa de la ignorancia; si el Espíritu no te ayuda, estás perdido. ¿Qué dice el apóstol Pablo? La letra mata, pero el Espíritu vivifica25. ¿Cómo vivifica el Espíritu? Haciendo que se cumpla la letra para que no mate. Ésos son los santos: los que cumplen la ley de Dios con el auxilio de Dios. La ley puede mandar, pero no ayudar. Hace acto de presencia el Espíritu en cuanto auxiliador, y se cumple lo mandado por Dios con gozo y satisfacción. Muchos son, en efecto, los que lo cumplen por temor. Mas quienes cumplen la ley por temor al castigo preferirían que no existiese lo que temen. Quienes, en cambio, cumplen la ley por amor a la justicia, gozan también con ella, puesto que no la consideran como enemiga.

8. 7. Ésa es la razón por la que dice el Señor: Haz luego las paces con tu adversario mientras estás de camino con él26. ¿Quién es tu adversario? La palabra de la ley. ¿Cuál es el camino? La vida presente. ¿Cómo la palabra de la ley puede ser tu adversario? Te dice: No cometerás adulterio27, y tú quieres cometerlo; te dice: No codiciarás los bienes de tu prójimo28, mientras tú quieres robar las cosas ajenas; te dice: Honra a tu padre y a tu madre29, y te muestras insolente con ellos. La ley te dice: No dirás falso testimonio30 y tú no abandonas la mentira. Si ves que aquella palabra te ordena una cosa y tú haces otra, se convierte en tu adversario. Tienes un adversario temible; procura no vértelas con él ante un tribunal; avente con él mientras caminas a su lado. Está Dios para poneros de acuerdo. ¿Cómo? Perdonándoos los pecados e inspirándoos la justicia para que realicéis las buenas obras. Una vez que, con la ayuda del Espíritu, hayas hecho las paces con tu adversario, es decir, con el decálogo de la ley, formarás parte del número diecisiete, que se extenderá hasta el ciento cincuenta y tres. Estarás a la derecha para recibir la corona; no te quedes a la izquierda para merecer la condena.