SERMÓN 233

Traductor: Pío de Luis, OSA

Aparición a las mujeres y a los apóstoles1

1. 1. Acabáis de oír la lectura del santo evangelio acerca de la resurrección de Cristo, sobre la que se fundamenta nuestra fe. La pasión de Cristo la han creído hasta los paganos, impíos y judíos; su resurrección, sólo los cristianos. La pasión de Cristo simboliza las calamidades de esta vida; su resurrección muestra la felicidad de la vida futura. Fatiguémonos en la presente y esperemos la futura. Ahora es el tiempo de la faena, entonces será el del salario. Quien es perezoso para realizar su tarea, es un desvergonzado si exige el salario. Escuchasteis lo que el Señor dijo a sus discípulos después de la resurrección. Los envió a predicar el Evangelio, y así lo hicieron; predicado, llegó hasta nosotros. Y mirad: Por toda la tierra se extendió su sonido, y sus palabras hasta los confines del orbe de la tierra2. Paso a paso, el Evangelio llegó hasta nosotros y hasta los confines de la tierra. En breves palabras, hablando a sus discípulos, estableció lo que debemos hacer y lo que debemos esperar. Dice, en efecto, según oísteis cuando hablaba: Quien crea y se bautice sanará3. Se nos pide la fe y se nos ofrece la salvación: Quien crea y se bautice sanará. De gran valor es la promesa; don gratuito el cumplimiento de lo mandado.

2. Quien crea y se bautice sanará. ¿Qué dice? ¿No estaban sanos quienes esto oían? ¿No creen muchos ya sanos, sanos incluso antes de creer? Salvados, sí, pero vana es la salud de los hombres4. ¿Qué salud es esta que tienes en común con tu jumento? Y con todo, ¿de dónde nos viene también esa salud sino de aquel de quien está escrito: Sanarás, Señor, a los hombres y a los jumentos?5 Y añadió: Conforme a la abundancia de tu misericordia, ¡oh Dios!6 Tal es la abundancia de tu misericordia, que tu salud llega hasta esta carne mortal y hasta la carne de las bestias. Tal es la abundancia de tu misericordia. Y a tus hijos, ¿qué? He aquí que sanarás a los hombres y a los jumentos, Señor. ¿No hay nada más para nosotros? Lo que se nos otorga a nosotros, ¿es lo mismo que se otorga a cualquier hombre y a las bestias? No ciertamente.

2. ¿Qué, entonces? Escucha: En cambio, los hijos de los hombres esperarán a la sombra de tus alas; se embriagarán de la abundancia de tu casa y les darás a beber del torrente de tus delicias, pues en ti está la fuente de la vida7. Cristo es la fuente de la vida. Hasta que llegó la fuente de la vida teníamos la salud que nos es común con los jumentos; llegó la fuente de la vida hasta nosotros, y la misma fuente de la vida murió por nosotros. ¿Nos negará su vida quien nos otorgó hasta su muerte? Ésta es la salud que no es vana. ¿Por qué? Porque no pasa.

3. Hay que anotar claramente la distinción: Sanarás, Señor, a los hombres y a los jumentos: A los hombres: los que pertenecen al hombre. En cambio, los hijos de los hombres, los que pertenecen al Hijo del hombre, esperarán a la sombra de tus alas. Imaginaos dos hombres. Poned en alto vuestra fe, esté en vela vuestro corazón; acordaos del hombre en quien fuimos engañados; acordaos del hombre por quien fuimos redimidos. El primero, ¿era, acaso, hijo de hombre? Adán era hombre, pero no hijo de hombre. Por eso, el Señor dice constantemente que él es hijo de hombre: para hacernos recordar al hombre que no fue hijo de hombre; para que recordemos que en aquél estuvo la muerte, en éste la vida; en aquél el pecado, en éste el perdón de los pecados; en aquél las cadenas, en éste la libertad; en aquél la condena, en éste el indulto. Estos dos hombres fueron significados en estas palabras: Harás sanos a los hombres y a los jumentos, Señor. A los hombres: los que pertenecen al hombre, y a los jumentos, junto con los jumentos los sanarás. El hombre puesto en honor no entendió, como está escrito: El hombre puesto en honor no entendió; se ha comparado con los jumentos insensatos y se ha hecho semejante a ellos8. Por tanto, sanarás a los hombres y a los jumentos, a quienes se han asemejado los hombres, puesto que no han comprendido y se han comparado con aquellos para cuyo dominio fueron creados.

3. 4. ¿Es ésa, acaso, la salud de la que se dijo: Quien crea y se bautice sanará?9 Distinta, muy distinta es aquella salud. Ésta la tienen los ángeles; no la busquéis en la tierra. Es grandiosa, pero no es de aquí. No es producto de este país; tal salud no se da en este país. Levantad el corazón. ¿Por qué buscas en la tierra esta salud? La misma salud vino hasta aquí, y aquí encontró nuestra muerte. ¿Acaso nuestro Señor Jesucristo, cuando vino hasta nosotros en la carne, encontró aquí, en nuestro país, esta salud? Cosa grande la que nos trajo este mercader cuando vino de su país; pero en el nuestro encontró lo que en él abunda. ¿Qué abunda aquí? El nacer y el morir; llena está la tierra de estas mercancías: del nacer y del morir. Nació y murió. Mas ¿por qué camino vino hasta aquí? No vino a este país por el mismo camino que nosotros. Vino desde el cielo de su Padre, y, sin embargo, nació como un mortal. Nació de la virgen María por obra del Espíritu Santo. ¿Acaso nosotros nacimos así de Adán y Eva? Nosotros hemos nacido actuando la concupiscencia de la carne; él no. Pues la virgen María lo concibió sin abrazo de varón, sin el ardor de la concupiscencia. Pues, para mostrar que no existía ese ardor, se le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra10. Por tanto, no concibió por yacer con un varón, sino por creer. Nació como mortal a favor de los mortales. ¿Por qué mortal? Porque vino en la semejanza de la carne de pecado; no en la carne de pecado, sino en la semejanza de la carne de pecado11. ¿Qué tiene la carne de pecado? La muerte y el pecado. ¿Qué tuvo la semejanza de la carne de pecado? La muerte sin pecado. Si hubiera tenido pecado, hubiera sido carne de pecado; si no hubiera tenido la muerte, no hubiera sido semejanza de carne de pecado. Así vino; vino como salvador; murió, pero dio muerte a la muerte; puso término en sí mismo a la muerte que temíamos; la tomó sobre sí y le causó la muerte; como el mejor cazador, capturó al león y lo mató.

4. 5. ¿Dónde está la muerte? Búscala en Cristo; ya no existe; pero existió y murió en él. ¡Oh vida, muerte de la muerte! Levantad vuestro ánimo: la muerte morirá también en nosotros. Lo que fue por delante en la cabeza, se repetirá en los miembros; también en nosotros morirá la muerte. Pero ¿cuándo? Al fin del mundo, en la resurrección de los muertos, en que creemos y sobre la que no abrigamos duda alguna. Pues quien crea y se bautice, ése estará sano. Lee a continuación lo que has de temer: En cambio, quien no crea se condenará12. Por tanto, la muerte morirá en nosotros y vivirá en los condenados. Donde la muerte desconozca la muerte, la muerte será eterna, porque los tormentos serán eternos. Morirá en nosotros y dejará de existir. ¿Queréis saberlo? Os diré unas pocas palabras de los que han triunfado para que tengáis qué meditar, qué cantar en vuestro corazón, qué esperar con toda el alma, qué buscar mediante la fe y las buenas obras. Escuchad las palabras de los que han triunfado ya, cuando la muerte ya no exista, cuando la muerte haya muerto también en nosotros, como antes en nuestra cabeza. Dice el apóstol Pablo: Conviene que esto corruptible se vista de incorrupción y que esto mortal se revista de inmortalidad. Entonces se cumplirá lo que está escrito: La muerte ha sido absorbida en la victoria13. Os dije que la muerte morirá en nosotros: La muerte ha sido absorbida en la victoria. Ésta es la muerte de la muerte. Será absorbida para que no se manifieste. ¿Qué significa «para que no se manifieste»? Para que no exista ni dentro ni fuera. La muerte ha sido absorbida en la victoria. Gócense los triunfadores, llénense de gozo y digan: ¿Dónde está, ¡oh muerte!, tu victoria? ¿Dónde está, ¡oh muerte!, tu aguijón? ¿Dónde quedan tus presas, tus posesiones, tus victorias y adjudicaciones? ¿Dónde el haber herido y causado la muerte? ¿Dónde está, ¡oh muerte!, tu victoria? ¿Dónde está, ¡oh muerte!, tu aguijón? ¿No lo hizo pedazos mi Señor? ¡Oh muerte!, cuando te pegaste a mi Señor, entonces pereciste también para mí. Con esta salud estará sano el que crea y se bautice. En cambio, quien no crea se condenará14. Huid de la condenación; amad y esperad la salud eterna.