SERMÓN 203

Traductor: Pío de Luis, OSA

La manifestación del Señor

1. 1. Epifanía es un término griego que puede traducirse por manifestación. En efecto, al manifestarse en este día, el Redentor de todos los pueblos lo hizo festivo para todos ellos. Hace pocos días celebramos su nacimiento, hoy celebramos su manifestación. Según la tradición, hoy fue adorado por los magos nuestro Señor Jesucristo, que había nacido trece días antes. Que el hecho es histórico lo atestigua el evangelio verídico; su fecha la proclama por doquier con autoridad esta solemnidad.

Aquellos magos fueron los primeros gentiles en conocer a Cristo el Señor. Sin verse sacudidos por su palabra, siguieron la estrella que se les manifestó y, cual lengua del cielo, les hablaba de manera visible de la Palabra que aún no hablaba1. Por ello, pareció justo, y lo es en realidad, que los gentiles reconocieran con ánimo agradecido el día de la salvación de quienes fueron sus primicias y lo dedicaran con obsequiosa solemnidad y acción de gracias a Cristo, el Señor. A su vez, fueron primicias de los judíos en orden a la fe y revelación de Cristo los pastores que, desde las cercanías, llegaron a verlo el mismo día que nació. A aquéllos se lo anunció una estrella; a éstos, los ángeles. A éstos se les dijo: Gloria a Dios en lo alto2; en aquéllos se hizo realidad el salmo: Los cielos proclaman la gloria de Dios3. Unos y otros, cual primeras piedras de dos paredes con distinta dirección, la de la circuncisión y la del prepucio, se juntaron en la piedra angular, para que fuese su paz, haciendo de las dos una sola cosa4.

2. 2. Los pastores alabaron a Dios por haber visto a Cristo; los magos también le adoraron una vez que lo vieron. En aquéllos la gracia va por delante, en éstos la humildad es más grande. Quizá aquellos pastores, al ser menos culpables, experimentaban más vivamente el gozo de la salvación; los magos, en cambio, cargados con muchos pecados, suplicaban más humildemente el perdón. Ésta es la humildad que la divina Escritura encarece más en los venidos de la gentilidad que en los judíos. De la gentilidad procedía aquel centurión que, no obstante haber recibido al Señor en su entero corazón, se juzgó indigno de que se entrase en su casa, y no quiso que visitase a su siervo enfermo, sino que ordenase su curación5. De esta manera retenía presente en su corazón a aquel cuya presencia en su casa rehusaba, aunque le honrase. Finalmente dijo el Señor: No he hallado tanta fe en Israel6. Gentil era también aquella mujer cananea que, aunque oyó al Señor juzgarla como una perra que no merecía que se le echase el pan de los hijos, reclamó las migajas como si fuese tal perra. Así mereció no ser lo que reconoció ser, pues escuchó, también de boca del Señor: ¡Oh mujer!, grande es tu fe7. La humildad había producido en ella una fe grande, porque se había hecho pequeña.

3. 3. Así, pues, los pastores llegan a verlo desde las cercanías y los magos a adorarlo desde la lejanía. Ésta es la humildad por la que el acebuche mereció ser injertado en el olivo y dar aceitunas contra las leyes de la naturaleza8. Efectivamente, por gracia mereció cambiar su naturaleza. El mundo entero se había convertido en una selva llena de amargura a causa de este acebuche, mas, injertado por la gracia, destelló por la abundancia de su aceite. Según palabras de Jeremías, llegan del extremo de la tierra diciendo: En verdad nuestros padres adoraron ficciones9. Y no llegan sólo de una parte del orbe, sino, en conformidad con el evangelio de Lucas, de oriente, de occidente, del norte y del sur10 para sentarse a la mesa del reino de los cielos con Abrahán, Isaac y Jacob11.

Así, por la gracia de la Trinidad, el orbe entero es llamado a la fe desde sus cuatro puntos. A partir de este número recibe su consagración el de los doce (cuatro por tres) apóstoles, que prefigura la salvación del mundo entero en sus cuatro partes y su llamada a la fe en la Trinidad. Número significado asimismo en aquel plato lleno de toda clase de animales que, simbolizando a todos los gentiles, le fue mostrado a Pedro12. También él pendía de cuatro cuerdas y por tres veces fue bajado del cielo y vuelto a subir13, para que, de la multiplicación de cuatro por tres, resultase el número doce. Quizá ésa sea la razón por la que los magos, primicias de los gentiles, llegaron a ver y a adorar a Cristo doce días después de su nacimiento y merecieron no sólo recibir la propia salvación sino también significar la de todos los gentiles.

Celebremos, pues, este día con toda devoción. Adoremos nosotros, cuando ya mora en el cielo, al que los magos, nuestras primicias, adoraron cuando yacía en una posada. Ellos veneraron en él, como en anticipo, lo que nosotros adoramos una vez realizado. Las primicias de los pueblos adoraron al que ansiaba el pecho de la madre; los pueblos adoran al que está sentado a la derecha de Dios Padre.