SERMÓN 197[1]
198 (= Dolbeau 26 SERMÓN)

Traductor: José Anoz, OAR

Tratado del obispo Agustín contra los paganos

1. Porque observo que habéis acudido solemnemente, digamos, y que a esta hora y en este lugar os habéis congregado en mayor número que lo usual, con insistencia aconsejo a Vuestra Caridad que recordéis lo que poco ha cantabais, para que, en vez de que la lengua alborote mientras el corazón está mudo, con el afecto gritéis a los oídos de Dios lo que recíprocamente habéis hecho oír a los vuestros. Ahora bien, habéis cantado esto: Sálvanos, Señor Dios nuestro, y congréganos de entre las gentes, para que alabemos tu santo nombre2. Y, si al menos la solemnidad pagana que en la celebración de esta fiesta engañadora se hace en el día de hoy con alegría mundana y carnal, con estrépito de canciones sin ningún sentido y torpísimas; si lo que hoy hacen los gentiles no os deleita, estáis siendo congregados de entre las gentes.

2. Ciertamente cantabais vosotros, y aún está reciente en vuestros oídos el sonido del cántico divino: Sálvanos, Señor Dios nuestro, y congréganos de entre las gentes3. ¿Quién puede ser congregado de entre las gentes, sino cuando es hecho salvo? Quienes, pues, se mezclan con las gentes4 no son salvos. Salvados son, en cambio, quienes son congregados de entre las gentes: los salva la salud de la fe, la salud espiritual, la salud de las promesas de Dios, la salud de la esperanza buena5, la salud de la caridad sincerísima. No se sigue, pues, que haya de ser declarado ya salvo quien cree, espera y ama, pues importa qué cree, qué espera, qué ama. Nadie, en efecto, vive en cualquier género de vida sin estas tres disposiciones del alma: las de creer, esperar, amar. Si no crees lo que creen los gentiles, no esperas lo que esperan los gentiles, no amas lo que aman los gentiles, serás congregado de entre las gentes.

No te aterre la mezcla corporal entre tan gran separación de la mente. En efecto, ¿qué tan separado como que ellos crean dioses a los demonios, creas tú Dios a quien es verdadero Dios; esperen las vaciedades del siglo, esperes la vida eterna en Cristo; amen el mundo, ames al artífice del mundo? Quien, pues, distinta cosa cree, distinta espera, distinta ama, pruébelo con la vida, con los hechos muéstrelo. Tienes intención de hacer el aguinaldo con el pagano, de jugar a los dados con el pagano, de emborracharte con el pagano: ¿cómo crees distinta cosa, distinta esperas, distinta amas? ¿Cómo cantas sin rubor: Sálvanos, Señor Dios nuestro, y congréganos de entre las gentes? En efecto, mezclado en el cuerpo con los gentiles, de los gentiles te segrega la vida desemejante. Y ved cuánta sea esta segregación, si ahora la hacéis, si ahora la demostráis, pues el Señor Dios nuestro, Jesucristo Hijo de Dios, quien por nosotros se hizo hombre, ya ha dado por nosotros el precio; por eso, si ya ha dado el precio, lo ha dado para rescatar, para congregar de entre las gentes. Si, en cambio, te mezclas con los gentiles, no quieres seguir a quien te ha rescatado; ahora bien, te mezclas mediante la forma de vida, con los hechos, con el corazón, esperando, creyendo, prefiriendo tales cosas: eres ingrato con tu Redentor y no reconoces tu precio, la sangre del cordero inmaculado6. Para que, pues, sigas a tu Redentor, que te ha rescatado con su sangre7, no te mezcles con los gentiles mediante la similitud de costumbres y hechos. Dan ellos aguinaldos, dad vosotros limosnas8. En efecto, hermanos, no os digo «Dan ellos, no deis»; al contrario, dad más de lo que dan, pero como quienes distinta cosa creéis, distinta esperáis, distinta amáis, porque no os digo: «Creen, no creáis; esperan, no esperéis; aman, no améis», sino que os digo: «Creen aquello, creed esto; esperan aquello, esperad esto; aman aquello, amad esto; dan aquello o a aquéllos, dad esto o a éstos». Dan, pues, ellos aguinaldos, dad vosotros limosnas; se confían a las casualidades de las cosas terrenas, confiaos a las palabras de las Escrituras divinas; corren al teatro, corred al templo; se emborrachan, ayunad. Si hacéis esto, verdaderamente habéis cantado: Sálvanos, Señor Dios nuestro, y congréganos de entre las gentes. Quienes ahora han oído con agrado lo que he dicho están ciertamente en pie con quienes no lo han oído con agrado y, sin embargo, unos ya están congregados de entre las gentes, otros están mezclados con las gentes.

3. Yo hablo ahora a cristianos; si creéis lo que creen las gentes, si esperáis lo que esperan los gentiles, si amáis lo que aman los gentiles, vivid como viven los gentiles; si, en cambio, creéis distinta cosa, esperáis distinta cosa, amáis distinta cosa, otramente vivid y demostrad con costumbres diferentes vuestra fe, esperanza y caridad diferentes. ¿Qué es lo que creen los gentiles? Como ya he dicho, dioses llaman a los que el apóstol Pablo nos ha mostrado otramente, pues lo que las gentes inmolan -dice-, a demonios lo inmolan y no a Dios. No quiero que os hagáis socios de los demonios9. A sus dioses, pues, deleitan las costumbres de ellos. El que, en cambio, ha dicho: No quiero que os hagáis socios de los demonios, ha querido que de quienes sirven a los demonios nos separen vida y costumbres. En efecto, los demonios se deleitan en cánticos sin sentido, se deleitan en el estrépito frívolo y en las torpezas varias de los teatros, en el frenesí del circo, en la crueldad del anfiteatro, en los certámenes violentos de quienes por hombres funestos, por un mimo, un histrión, un auriga, un cazador se meten en peleas y contiendas hasta la enemistad. Cuando hacen esto, como que queman, salido de sus corazones, incienso a los demonios, pues los espíritus seductores se alegran de los seducidos y se alimentan de las costumbres malas y de la vida torpe e infame de aquellos a quienes hubieren seducido y embaucado.

Si -añado- dices a un hombre: «Te gusta el auriga», responderá: «Sí me gusta», porque, aunque niegue, lo sorprenden aplaudiéndole, gritándole, peleando por él. Y si agregas: «Mucho te gusta», responderá: «Mucho». Si le dices: «¡Que seáis como él tú y tus hijos!», si tiene porte de honorable, inmediatamente responderá molesto: «¿Por qué me has injuriado?». «¿Te injurio cuando digo "¡Que seas como él!", o injurias tú al que te gusta tal cual temes ser?». En cambio, a vosotros os gustan los mártires. Como, pues, dices al pagano: «Te gusta este auriga», y sin avergonzarse dice: «Me gusta», di al cristiano: «Te gusta Cipriano»; responde: «Me gusta»; dile: «¡Que seas como él!»; responde: «¡Ojalá me lo otorgue Dios!». ¡Cuán sincero amor es éste, cuán casto, cuán seguro, máxime tratándose de uno ya coronado! En verdad, tratándose de quien aún lucha, el amor está preocupado; pero en todo caso, todos son amados en el que ya ha vencido, ya está sentado a la derecha del Padre y desde arriba, como presidente del combate público que Pablo recuerda10, no sólo mira ya a los luchadores, sino que también ayuda a los que aguantan.

4. Por eso, en su corazón muchos lucharán hoy contra la palabra que han oído. He dicho, en efecto: «No deis aguinaldos, dad a los pobres. Poco es que deis lo mismo, más habéis de dar. ¿No queréis dar más? Dad siquiera otro tanto». Pero me dices: «Cuando doy aguinaldos, también los recibo». Entonces qué: cuando das al pobre ¿nada recibirás? Ciertamente no crees lo que los gentiles creen, ciertamente no esperas lo que los gentiles esperan, ciertamente no amas lo que los gentiles aman. Si dices que nada recibes cuando das al pobre, he aquí que te has hecho par a los gentiles, sin motivo has cantado: Sálvanos, Señor Dios nuestro, y congréganos de entre las gentes11; has olvidado qué se dirá a quienes hayan dado -Venid, benditos de mi Padre; recibid el reino12-, y qué se dirá a quienes no hayan creído: Id al fuego eterno, que está preparado para el diablo y sus ángeles13. Si diera a aquéllos el reino sin dar nada a éstos, sino que sólo los abandonase, deberíais amar lo que da, y no querer veros privados de bien tan ingente e inefable. Mas no sucede sólo que envía aquéllos al reino y a éstos, en cambio, no, sino que dice también: Id al fuego eterno, que está preparado para el diablo y sus ángeles.

Empújente el temor y el amor. Si apenas amas lo que promete, teme aquello con que amenaza, pues comienzas por el temor, en el amor terminas de ser hecho. Temiendo los quemaderos haces lo que se dice, mas, mientras actúas temiendo, actúas como siervo; cuando, en cambio, actúas porque amas, actúas ya como libre. Sé siervo bueno para merecer ser libre. Comienza a temer al que ames; cuando le ames no le temerás, pues está escrito: En la caridad no hay temor, sino que la caridad perfecta echa fuera el temor14: el apóstol Juan dice esto. Ahora bien, si la caridad perfecta echa fuera el temor, primeramente posea el temor el corazón, nacerá allí la caridad y así, cuanto crece la caridad, decrecerá el temor; cuanto aumentará ella, él disminuirá; cuando ella es llevada a cabo, él es excluido, pues en la caridad no hay temor, sino que la caridad perfecta echa fuera el temor.

Si amáis, hacéis lo dicho; si aún no amáis, hacedlo si teméis; si empero ni teméis ni amáis, sin motivo cantaréis: Sálvanos, Señor Dios nuestro, y congréganos de entre las gentes, pues aún sois gentiles, por llevar yugo con infieles15. Por los paganos haz lo que tu Señor hizo por ti, porque, cuando por ti lo hizo el Señor, aún no eras cristiano. Oigan, quiéranlo o no, quienes distinta cosa creen, distinta esperan, distinta aman; nosotros digamos lo que sabemos; hagan lo que quieren; sólo sepan que no hacen gratis cualquier cosa que hicieren, pues tienen paga no sólo los hechos buenos, sino también los malos: pena se llama la paga de los hechos malos; corona, la de los buenos.

5. ¿Qué hizo, pues, por ti tu Señor antes de que fueses cristiano? Padeció por ti. Y ¿qué dice en los salmos? En cambio, cuando me eran molestos, me vestía de saco, humillaba con ayuno mi alma16. Si lo entiendes figuradamente, el Señor como que ayunaba, no recibiendo en su cuerpo a los impíos; y por ese ayuno tenía hambre cuando al no encontrar fruto en aquel árbol lo maldijo y éste se secó17. ¿Qué significa: Me vestía de saco? «Como que, ocultado el poder dentro de la debilidad de la carne, ponía yo esa carne mortal ante los ojos de los perseguidores», pues en la carne que sin pecado alguno había él tomado de la vetustez de nuestra mortalidad llevaba nuestros pecados18. Y con los pecados sí tiene que ver el saco, por el cilicio de pieles de los cabritos que, si antes no se transforman en cordero, serán colocados a la izquierda19. Sin pecar, pues, en nada en la forma de siervo20y, por eso, sin nada deber a la muerte, devolvió empero por nosotros, para liberarnos de la deuda, lo que no debía. En el saco llevaba nuestro precio, pues también «saquito» se deriva diminutivamente de saco; mas llevaba nuestro gran precio en el saco de que se vestía, por ponerlo ante los perseguidores por cuya impiedad humillaba con ayuno su alma. Finalmente, como pendiese en la cruz, una lanza21destrozó el saco, y manó el precio del disco de las tierras. Para comprarte, pues, y que fueses hecho cristiano sufrió por ti tu Señor, antes que fueses cristiano.

6. Mas ¿qué dice la Escritura? Como Él entregó por nosotros su vida, así debemos entregar la vida por los hermanos22. Si aún no podemos sufrir por los gentiles, al menos podemos ayunar por los gentiles. ¡Qué lejos estás de la imitación de tu Señor! Y, aunque ayunares, ¡cuán lejos de ella estás aún! Y es bueno que seas hecho cercano. Mas ¡cómo sientes horror por esa perfección cuya grada temes, grada tan próxima, tan baja! Esta grada que no quieres subir -no sé si hay que denominarla grada siquiera- cerca está, en el suelo. ¿Pues qué dificultad hay en ayunar en este tiempo, en comer por la tarde un día tan corto? No es difícil, no es en absoluto laborioso. La preocupación por un único negocio generalmente fuerza a hacer lo que no quieres presentar a Dios por devoción. Porque la Iglesia de Dios quiere que ayunes, tú no quieres ayunar. Si jugases a los dados ayunarías, y ayunarías para no levantarte vencido; para vencer, porque temes que un hombre te venza en el dinero, ayunarías; en cambio, no te hace ayunar el temor a que en el corazón te venza el diablo. Nada hay, en efecto, más fácil que el ayuno en días tan cortos, mas el primero de enero no quieres ayunar. Poneos a prueba23, para que en vosotros tengáis motivo de gozo, para que en vosotros lo tenga yo. ¡Cuán corta prueba! Acredita24 empero al corazón cristiano.

7. Oyes ahora el sermón; estás en suspenso, te vivifica la palabra de Dios y en el corazón abrasa esta exhortación. He encendido algo en vuestros ánimos; lo veo, lo reconozco, pero ¡coja fuerza esta llama!, pues dentro de nada, terminado el sermón, de este lugar saldréis a las tempestades y al frío del mundo. Sabéis que este mundo parece hervir sumido en solemnidad perversa: fríos son los vientos donde es de temer que se congelen los corazones cristianos. Así pues, hermanos, como he dicho ¡coja la palabra divina la fuerza de vuestro corazón! Si la coge, las tempestades que dentro de nada sufriréis fuera excitarán más bien, no extinguirán, una llama mayor, si no es pequeño el fueguecillo que puede ser extinguido. Si como estopa arde vuestro corazón ahora que clamáis, amáis, os gozáis en la palabra de Dios, saldréis fuera dentro de nada y el soplo de una sola boca extinguirá [el fuego] cuando le digan a cualquiera: «Pero en serio ¿vas a ayunar hoy?». Lo extinguirá en seguida, porque había comenzado a arder como estopa. Si, en cambio, arde como carbones de fuego25, por perverso que sea el consejo con que se levantan los vientos contrarios, aumentarán el fuego y lo excitarán más vehementemente. Ahora bien, los que han revivido arden como carbones, pues los carbones, cuando arden, como que de muertos reviven. Muchos incluso tienen por costumbre este dicho; cuando echan los carbones para encenderlos dicen: «Tráelos vivos», queriendo que se entienda ardientes, por lo que ciertamente significan que los extinguidos están como muertos.

Si, pues, habéis revivido por el fervor de la caridad de Cristo, arda en vuestros corazones el deseo de ella, de forma que no lo extinga ningún soplo de disuasores. Sé, en efecto, qué padeceréis cuando salgáis de aquí ¡y gracias a Dios, que habéis acudido! A propósito, el hecho de que estos días acudís en mayor número no me displace, al contrario, incluso me place, ya que, porque a otras cosas corren y se ocupan de diversos placeres vanos y así os suministran ocio y vacación esos a los que no son semejantes vuestras costumbres, habéis encontrado el modo de que en vosotros se realice lo que está dicho: Sálvanos, Señor Dios nuestro, y congréganos de entre las gentes26. Estáis, pues, congregados ahora; aunque salgáis y os mezcléis con ellos por el trato corporal sin empero consentir con ellos en maldades y frivolidades, permaneceréis congregados de entre las gentes doquiera estuviereis con el cuerpo. Y ¡ojalá sufráis a disuasores infames en solas las calles y no quizá también en vuestras casas! Quiere ayunar el padre, no quiere el hijo; o quiere el hijo, no quiere el padre; o quiere el marido, no quiere la mujer; o ella quiere y él no quiere. Quien, pues, no quiere y no quiere por considerar festivo este día, es viento contrario27; el otro, en cambio, arda de forma que no sólo no puedan apagarlo sino que pueda encender a aquél.

8. Hermanos míos, si entendéis bien lo que oís, no dudo que compadecéis a quienes aún retiene aquella insania. Los compadecéis, porque quizá también a vosotros os retuvo otrora insania por el estilo, y ahora está sano vuestro corazón, que habéis comparado con la insania de ellos, y con lástima los compadecéis. Mas no los compadezcáis con desesperación, pues si en ti ha podido lograrse que no ames hoy lo que ayer amabas, asimismo puede lograrse en él; ahora bien, si asimismo en él puede lograrse, reza por él mientras es tal y lo compadeces. Ahora bien, para que tu oración sea escuchada, ayuna por él y da limosna; y en esto emplea el día en favor del que amas -él, pues no se ama, ya que quien ama la iniquidad odia su alma28, empléelo en lo contrario-, para que, por fin, también él, por amar su vida, odie la iniquidad y dentro compadezca contigo a otros y contigo rece y ayune por ellos.

En efecto, hermanos, aunque también los demás días los retienen en frivolidades, sin embargo, sobre todo en sus solemnidades, la mayor licencia de frivolidades los excita a mayores amor del mundo y pernicie de diversiones. Efectivamente, cuando uno las hace solo en su casa, menos locuras comete, por estar más frías las vecindades; en cambio, se encienden recíprocamente cuando todos las hacen. Pero ya os lo he dicho: su ardor es vuestro frío. Todo amor es ardor, pero importa qué se ama. Cuando el corazón arde para el siglo está frío para Dios; enfríese, pues, para el siglo, arda para Dios. Cuando, pues, hacen esto más fogosa y frecuentemente, como se excitan a la maldad contra sí mismos, así os exciten a la misericordia en su favor. Siempre, sí, hay que compadecerlos: mientras son paganos, mientras van en pos de vaciedades, mientras están entregados a los demonios, mientras, olvidados del que los ha hecho, quieren adorar lo que han hecho; siempre hay que llorarlos. Mas mediante sus solemnidades excitan nuevo dolor. Cuando los ves derramarse por frivolidades varias, por placeres intemperantes, por inmoderadas ebriedades, por juegos de azar e insensateces multiformes, si eres cristiano, si sientes lástima, ¡que un movimiento nuevo suyo te produzca dolor nuevo, porque, incluso cuando no eras lo que eres, de ti sentía lástima la Iglesia, que aún existía en pocos! Adulta, en verdad, y abundante y ampliamente difundida en nombre de Cristo, ¿no hay que compadecerse más de quienes aún son pesados de corazón y aman la vaciedad y buscan la mentira?29 A quienes, separados ya del género humano por no sé qué pertinacia durísima, se han quedado en pocos, se les debe mayor compasión, porque un mayor morbo hace que se pierdan y no los sane la autoridad de medicina tan grande.

9. ¡Y ojalá llorásemos a solos los paganos! Ya a casi nadie lloraríamos. No vayan a los teatros los cristianos: huyen de allí los paganos aunque no por amor a la verdad, al menos por bochorno de la poquedad. De todos modos, sacrificio mayor de preces hemos de ofrecer con muy amargo dolor de corazón, para que quienes se llaman cristianos merezcan corregirse. No es, pues, desvergonzado, hermanos, más bien muy oportuno el ayuno, cuando se hace en pro de quienes porque quieren lo pasan mal, los cuales si no quisieran no lo pasarían mal; los oprimen, en efecto, sus pecados y se congratulan por sus diversiones enteramente groseras y no oyen la voz del que dice: Venid a mí todos los que lo pasáis mal y estáis abrumados, y os devolveré las fuerzas30. No quieren que les sean devueltas mediante la dulzura de Cristo y piensan devolvérselas a sí mismos mediante la saciedad del antojo. Eso es no reparación, sino ruina. Tampoco celebréis como ebriosos los días festivos de los cristianos: aunque se han de relajar los ayunos a causa del sacramento de la alegría, una cosa es empero significar la alegría mediante la relajación del ayuno, otra, repeler la justicia por carga del corazón. El Señor dice, la Verdad dice: No se emboten vuestros corazones con la crápula y la ebriedad31. Estulto e irreligioso es querer agradar a los mártires con comportamientos sin cuyo desprecio nunca habrían llegado a la gloria del martirio.

10. Mas quizá no tendréis que soportar a paganos de esta laya. En efecto, a éstos, entregados a la maldad de placeres y ebriedades, los desprecian algunos de ellos y dicen: «Como tenéis cristianos malos, así tenemos paganos malos; ved efectivamente qué son los paganos buenos». A continuación nombran, por ejemplo, a sabios y filósofos del mundo, dotados de doctrina excelente, por así calificarla. Mas no os aterroricen. Una cosa es tamaño grande, otra, hinchazón, pues también lo que está hinchado aparece como grande, pero no está sano. Oíd decir al Apóstol: Mirad que nadie os seduzca mediante la filosofía y seducción inane según la tradición de los hombres, según los elementos de este mundo y no según Cristo, porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la divinidad, y estáis repletos en él, que es cabeza de todo principado y potestad32. En efecto, para que interpretemos sus ídolos docta y, digamos, prudentemente, recurren a los elementos del mundo. Reprendes a alguien porque adora ídolos -y es manifiesto que adora un ídolo: el objeto mismo lo pone a él en evidencia, allí tiene su afecto, es decir, en ese ídolo; allí espera ser escuchado-; mas, como si fuese un pagano más conocedor y más docto, ¿qué te dice? «Los paganos ignorantes hacen eso de adorar al ídolo en cuanto ídolo, como hacen los vuestros que en el templo adoran las columnas».

11. Por eso digo, hermanos: no deis motivo a que nos ataquen los paganos. Pues a causa de la congregación fraterna entra uno al templo, entrad al templo sin dar a los paganos ocasión de que no quieran entrar al templo. A propósito, templo de tu oración es tu corazón. Limpia el lugar donde oras, y serás escuchado. En efecto, si el lugar visible donde haces oración lo limpias no a causa de los ojos de Dios -pues él ve todo como lo ha creado-, sino para que no se molesten tus ojos y distraigan tu atención, ¿cuánto más debes limpiar el sitio donde invocas a Dios y a donde le pides que venga? Tu alcoba interior, a la que, como dice el Señor, entres y cierres la puerta33, esto es, el sentido de tu cuerpo, tenla con el cerrojo echado contra los atractivos corporales. La congregación fraterna produce, en cambio, ardor en orar y loar a Dios. Como si [un grupo] moviera algún peso y cantase la que llaman saloma, esa multitud de cantantes y cooperadores, acorde en idéntica voz y concorde del todo en idéntico conato, ¿no excitaría también tus fuerzas débiles a querer también tú agarrar un cable y a alegrarte de la participación en la obra? Las reuniones de los hermanos avivan, pues, la caridad.

Por otra parte, todo hombre, cuando ora bien, ora dentro, como el Señor respondió a la mujer samaritana: Vendrá -dice- la hora, y es ahora, cuando ni en el monte este ni en Jerosólima adoraréis al Padre34; y poco después: Vendrá -dice- la hora, y es ahora, cuando los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y verdad, pues también el Padre busca a esta clase de adoradores. Espíritu es Dios, y conviene que quienes lo adoran lo adoren en espíritu y verdad35. Si en espíritu, pues, se ha de rogar a Dios, sea hecho morada; acudirá el morador. Entramos -dice- a él yo y mi Padre y haremos morada donde él36. Ven, pues, a la iglesia, no porque Dios permanece en lugar terreno donde te escuche, sino para que se excite el fervor de orar, para que la devoción de la congregación pacata haga ante Dios méritos para que él escuche. No supongas que sólo dentro de paredes como éstas escucha Dios; en la cárcel escuchó a los mártires. ¿Qué casa -pregunta- me edificaréis, o qué lugar de mi descanso? ¿Acaso no ha hecho estas cosas mi mano?37 Y, sin embargo, afirmó tener un lugar en el corazón pío del hombre, pues dice: ¿Sobre quién descansa mi espíritu? Sobre el humilde y quieto y que tiembla ante mis palabras38.

12. ¿Por qué he dicho esto? Para que, cuando nos burlamos de los paganos, no demos motivo de que los paganos se burlen de nosotros. Venid a los lugares de los mártires, de forma que de los lugares resulte en vuestros corazones la conmemoración piadosa, y del honor de los mártires se alce el afecto al Dios que no abandonó en la tribulación a los mártires, que, luchadores, los ayudó, que, vencedores, los coronó. Así os hacéis dignos de que por vosotros oren los mártires. En caso contrario, mucho se indigna el esclavo bueno si, despreciado el Señor, lo adorasen a él, esclavo bueno que de esclavo fue también hecho hijo. Una cosa es, en efecto, el aún esclavo que de esclavo será hecho hijo también, y otra el ya hijo; una, el esclavo por temor, otra, el hijo por caridad.

Una casa importante tiene de todo: asalariados, esclavos e hijos. Quienes en la Iglesia buscan ventajas seculares son asalariados, de los cuales dice el apóstol que anuncian el evangelio no irreprochablemente, y, sin embargo, lo permite cuando dice: Sea Cristo anunciado ora por oportunidad, ora de verdad39. Esclavos, por otra parte, son quienes por miedo hacen lo que el señor manda. De casa son, sí, y en [esa] casa importante40 están más dentro que los mercenarios; de esos esclavos serán hechos hijos cuando comiencen a servir por amor. Como había, pues, comenzado a decir, una casa importante tiene de todo. Hermanos míos, ¿qué suponemos que son los mártires? ¡Ni hablar de contarlos entre los asalariados, mas ni entre quienes aún no son hijos! En efecto, amaron a Cristo y por su amor despreciaron no sólo las satisfacciones del siglo, sino también todos los tormentos, embriagados por la copa del Espíritu de aquel de quien está dicho: Tu embriagadora copa, ¡cuán preclara!41 Como he dicho, pues, el criado bueno, al que ya se le llama también hijo, quiere que adoren no a él sino a su Señor. Atended, hermanos, y recordad lo que a diario frecuentáis, qué enseña en la Iglesia la verdad. Saben los fieles en qué orden se recuerda a los mártires en los sacramentos, cuando nuestros deseos y preces se dirigen a Dios; [lo] saben los fieles, apresúrense a saberlo también los catecúmenos. En efecto, ¿quién los repele?, ¿para quién, si quiere, no está abierto lo que está cerrado para quien da largas?

13. Ahora bien, atendamos, hermanos, a lo que esclavos buenos hicieron, constituidos aún en este cuerpo, cuando los hombres los honraban y ellos comenzaron a ser adorados como a dioses de las gentes: porque Pablo y Bernabé obraban en Cristo milagros, porque habían sobrepasado el modo humano, los paganos según su costumbre llamaron a Bernabé, Júpiter, a Pablo, en cambio, Mercurio42, porque era más decidido en hablar; y habían comenzado a inmolarles víctimas; homenaje del que aquéllos se horrorizaron hasta el punto de desgarrar sus vestidos y enseñarles, en cuanto podían, quién es el único al que se debe adorar, con cuyo poder hacían estas cosas. Atended a esto, hermanos, para que estéis fuertes y defendidos contra los paganos incluso más distinguidos. ¿Por qué llamo «más distinguidos» a los que más peligran? En efecto, cuanto les parece ser más doctos, tanto más indóciles devienen pues, para no confesar que ignoran, se ruborizan de aprender, y no está en ellos la humildad piadosa, única que vino a enseñar el Dios humilde.

¿O quizá dirá alguien: «Pablo y Bernabé rechazaron el homenaje de los sacrificios que se les ofrecía, porque habían hecho a uno Júpiter, Mercurio al otro -dioses falsos que los apóstoles detestaban por la religión cristiana-, y por eso se indignaron al verse comparados a los demonios o ídolos, no porque querían que Dios, más bien que ellos, fuese adorado»? Esto, pues, dirían a quienes querían sacrificar: «Nos injuriáis, nos comparáis a los demonios, mejores que los cuales somos». Más bien, apenados, rasgaron sus vestidos y que estas cosas no hay que hacérselas ni a ellos ni a nadie, sino que conviene volverse de estas vaciedades al Dios único, humildemente lo aconsejaron diciendo: Varones, ¿qué hacéis? Somos hombres similares a vosotros, que os anunciamos que desde estas realidades vacías regreséisal que hizo cielo, tierra, mar y todo lo que en ellos hay43. Pese a decir esto y cosas parecidas, apenas los persuadieron a no inmolar en su honor. Mas, para que muy plenamente mostréis a los impíos que aquéllos rechazaron estos sacrificios no porque pensasen que se les había hecho injuria, sino para que fuese homenajeado Dios solo, la conversión a cuyo culto era objetivo primordial de sus esfuerzos, atended a Pedro. Como admirasen los hombres su hecho -o mejor dicho, no suyo sino de Dios-, cuando el cojo44 de cuarenta años45, que se sentaba junto a la puerta Preciosa46, por la palabra de Dios se levantó y caminó, no quiso que le dieran gloria a él sino a Cristo y dijo: Varones israelitas, ¿por qué os admiráis de esto, o por qué nos miráis, como si por nuestra fuerza o poder hubiésemos hecho esto, que caminase éste? El Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha hecho célebre a su hijo, que entregasteis para que lo juzgasen47.

14. Mas si es poco esto que hicieron unos hombres -querer que no a ellos, sino a Dios se diese gloria48-, mirad a los ángeles. En el Apocalipsis, un ángel santo -que también hay ángeles perversos, para los cuales y para el diablo, su jefe, está preparado el fuego eterno49-, ángel, pues, no caído por soberbia, sino estable en humildad santa bajo Dios, que no se yergue contra Dios por elación ni dice Pondré mi sede al aquilón50 y seré semejante al Altísimo51, sino quieto en el mediodía, donde da pasto y donde yace Cristo... Está escrito, en efecto: Donde das pasto, donde yaces en el mediodía52. Por cierto, contraria a la parte meridional es la aquilonal, por eso significa a los hombres fríos y oscuros; en cambio, el mediodía significa a los iluminados y ardientes. Quienes, pues, son buenos arden y lucen como en el mediodía; a quienes, en cambio, son malos los entenebrece, fríos, oscura calígine como en el aquilón. Donde aquéllos, en el mediodía, da pasto y yace Dios -por lo que está dicho: «Donde das pasto, donde yaces en el mediodía»-, no donde estos de cuyo partido dice el diablo: «Pondré mi sede en el aquilón y seré semejante al Altísimo», pues hasta el punto de tenerlo por dios no podrían adorarlo sino ésos. El ángel, pues, estable en el mediodía, ardiente de santidad y lúcido de sabiduría, en el Apocalipsis mostraba ciertas realidades al apóstol Juan, pero éste cayó perturbado a los pies del ángel53.

15. Ante todo, hermanos, ved a qué ángeles son semejantes los hombres humildes y a cuáles son semejantes los soberbios. En efecto, los que hacen cismas y herejías quieren que su nombre sea nombrado, y oscurecido el nombre de Cristo; y ésos escogen sede en el aquilón, pues los hombres, abandonada la Iglesia, no los seguirían, sino oscurecidos en la inteligencia e insensibles54 al ardor de la caridad. En cambio ¿a quiénes son semejantes los que, aferrados a la humildad, prefieren echarse por el suelo en la casa del Señor, a habitar en las tiendas de los pecadores?55 ¿Qué quería Simón, sino que lo alabasen por los milagros, encumbrarse en la soberbia? Ésta, en efecto, lo induce a considerar comprable por dinero el don del Espíritu Santo56. Contrario a esa soberbia, el Apóstol, con humildad, permaneciendo en el mediodía, ardiente en el espíritu57, fulgente de prudencia, dice: Ni quien planta es algo ni quien riega, sino quien da incremento, Dios58. Y de nuevo: ¿Acaso ha sido crucificado Pablo por vosotros, o habéis sido bautizados en el nombre de Pablo?59 ¡Cómo rechaza ser adorado en vez de Cristo! ¡Con qué celo guarda la honra del esposo y no quiere presentarse en vez del esposo al alma fornicaria!

Cuales ésos, pues -santos según su medida, ya que perfectos cual ángeles60 serán tras la resurrección del cuerpo, mas en todo caso según su medida-; del mismo modo que ésos rechazaban el honor que los hombres les tributaban como si les correspondiera, mientras ellos, siervos de verdad buenos y fieles61, hijos62, se gloriaban63 asimismo en quien querían que fuese adorado y que hacia él se volvieran todos los corazones, tales también los ángeles santos. En realidad, si bien hombres colocados aún en la carne y puestos en tantas tentaciones, rechazaron, para que en todo se honre al único a quien se honra sin peligro del honrante, el honor que para soberbia se les confería. En efecto, para que se honre a ése, ¿dónde se ponen?, ¿cómo se menosprecian? ¿No parece algo grande plantar y regar? Sin embargo, ni el que planta es algo ni el que riega. No dice que él sea algo para la salvación de esos a quienes deseaba edificar en Cristo. Si, pues, esto hacen hombres que aún viven en la carne, ¡cuánto más los mártires y ángeles! En efecto, cuanto más santamente viven, tanto más aman la gloria de Dios y tienen su esperanza en él solo. A propósito, también nosotros seremos cual ángeles, mas tras la resurrección. Así dijo el Señor: Serán iguales a los ángeles de Dios64.

16. Regresad, pues, conmigo a lo que había comenzado a narrar y dejaos instruir saludablemente, razón por la que vacáis para Dios. En el Apocalipsis, pues, el ángel mostraba visiones admirables y místicas al apóstol Juan, siervo de Cristo, hijo de la madre Iglesia y puesto entre los hijos de Dios65. Mas perturbado a causa de cierta visión, cayó, como había yo comenzado a decir, a los pies del ángel66. El ángel empero no aceptó que un hombre le ofreciese el honor que se debería a Dios y le dijo: «Levántate, ¿qué haces? A Dios adora. A decir verdadtambién yo soy consiervo tuyo y de tus hermanos»67.

Contemplad el resumen de por qué he dicho esto. Había comenzado a tratar de los paganos, digamos, muy doctos -a decir verdad, muy indoctos son aquellos respecto a los cuales los primeros no quieren que se les alegue-, porque nos dicen: «También vosotros tenéis adoradores de columnas y a veces también de pinturas». Y ¡ojalá no los tuviéramos y consiga el Señor que no los tengamos! Mas en todo caso no te enseña esto la Iglesia, pues ¿qué sacerdote de ellos ha subido alguna vez y desde el lugar superior ha preceptuado al pueblo no adorar ídolos, como en Cristo públicamente predicamos que en los lugares santos nadie adore columnas o piedras de los edificios ni siquiera pinturas? Antes bien, esos sacerdotes suyos, vueltos hacia los ídolos, ofrecían víctimas en favor de los pueblos y desean ofrecerlas aún.

17. «Nosotros», dicen, «adoramos no los simulacros, sino lo que mediante el simulacro se significa». Pregunto qué significan los simulacros, pregunto qué significa el simulacro del sol: ¿algo, acaso, diverso del sol? Es cierto que las interpretaciones de otros simulacros tienen quizás significados ocultos; entre tanto dejémoslos y retirémoslos un momento para volver a ellos.

Ciertamente el simulacro del sol no significa sino al sol, el de la luna, la luna, y el de Tellus, la tierra. Si, pues, adoran no lo que ven en el simulacro, sino lo que significa el simulacro, ¿por qué, aun teniendo ante sus ojos las realidades mismas, perfectamente conocidas, a las que los simulacros significan, en vez de a ellas adoran sus simulacros? Sin duda, si lo significado no se viera, con razón se adoraría el signo en vez de la realidad significada; mas, ya que ven el sol, significado por el simulacro del sol, ¿por qué dan la espalda al que es significado, y la cara al signo que lo significa? En verdad, si no hicieran simulacros a las realidades que se ven y los hicieran sólo a las que no se ven, podrían engañar a los menos cautos y decir: «Mirad, adoramos el sol mas, porque lo vemos, no le erigimos simulacro alguno; similarmente la luna y las estrellas: las veneramos como las vemos; no hemos hecho ni tenemos simulacro alguno de ellas, pues es una tontería ponerle en un templo cerrado el signo visible a su realidad, que puede verse y adorarse a cielo abierto. Cuando empero veneramos la mente o el ingenio o el alma o la virtud o la justicia -invisibles son ya estas realidades- les erigimos simulacros visibles, vistos y adorados los cuales, pensamos con respeto en esas realidades invisibles».

En verdad ahora, cuando han hecho simulacros a las realidades visibles y situadas al alcance de todas las miradas, con toda evidencia quedan convictos de haberse entregado a los simulacros mismos, no a lo que está significado mediante los simulacros. Tiene simulacro el sol, al que si adorasen en el cielo, la piedad y religión más auténticas los censurarían justamente; encima han llegado a la gran demencia de dar la espalda al sol y la cara a su simulacro. ¿Cómo te escuchará a ti, tan perverso, cuando lo abandonas y te vuelves a su falsa y falacísima imagen, hecha por mano humana? Como si llegas a la casa de un padre de familia a pedir algo, y él está en el atrio, mas tú le das la espalda y, a la tabla en que está pintado, la cara; si, además de dirigir las súplicas de tu deseo no a la persona, sino a la pintura, haces esto incluso presente la persona misma cuya imagen es la pintura, ¿acaso no manda él que te echen de su casa por burlarte, o tenido por loco?

Lo más semejante a esta estupidez sería lo que éstos hacen, aun si hubiera que adorar el sol. Ciertamente, en el nombre del Señor, si da lugar y ocasión, diré que no hay que adorar estas realidades; mas ahora estoy diciendo esto: cómo se los pilla en sus obras. Has hecho un templo a la luna, para ella has colocado un simulacro; la luna sale cotidianamente, escasamente dos o tres días al mes no se la puede ver; adórala si hay que adorarla, si has llegado a la bajeza de querer adorar como a Dios a una criatura visible, mejor que la cual es, sí, la criatura invisible, que empero ni siquiera ella ha de ser adorada como Dios, sino el creador solo. En verdad, he ahí ante tus ojos lo que veneras, el sol o la luna o las estrellas o la tierra: cuando habrías de adorarlos presentes, ¿por qué buscas sus simulacros, sino porque los hombres, tras olvidar a ese por cuyas manos han sido hechos, se han entregado a lo que con sus manos han hecho?

18. Mas veamos ya cómo interpretan los simulacros: «No llamo Neptuno a la estatua de Neptuno», afirma, «sino que Neptuno es cosa distinta de lo que mediante esta imagen se significa». ¿Qué es Neptuno? «El mar», dice. Esto es todo lo que hay que entender: que Neptuno es el mar. Mas el cristiano no adora la estatua que llamas Neptuno ni el mar que interpretas como Neptuno. ¿Y qué adora? Es claro que a quien hizo el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay68. ¿Tú, en cambio, qué dices? «Esta estatua significa el mar». Y esto se afirma, digamos, aparte, en secreto, al oído, para que se tenga por misterio grande el hecho de que esa estatua significa el mar, a fin de que, evidentemente, si alguien adora la estatua, le parezca que adora el mar. Solos los mediterráneos, pues, que no ven el mar, debieron tener simulacros de Neptuno, para que quienes no tienen la realidad tuviesen en vez de ella un signo. En cambio ahora han hecho junto al mar la capilla de Neptuno y, dando la espalda al mar, adoran a Neptuno: ¡ni siquiera las olas que braman a sus espaldas hacen volverse hacia ellas a su adorador! Y, lo que es más estulto, el que ora quiere que el mar calle y la estatua oiga, porque ¡evidentemente el mar tiene el oído no en sus saladas olas sino en ajenas orejas de bronce!

19. Así también el simulacro de Tellus: «No se venera», dice, «lo que ves, sino que esto significa la tierra». Eso, aunque no lo dijese, estaría claro. En vano quiere exponer como, digamos, si de un misterio se tratase, lo que vocea en el nombre, pues Tellus es, con otro vocablo, la tierra; llaman empero madre a la misma tierra para la que han hecho templo y simulacro. He aquí que lo entiendo como acerca del sol, acerca de la luna; no es preciso que lo exponga él, pues llaman a esos simulacros lo que a las cosas cuyos simulacros son, las cuales vemos, sí, y se muestran patentes del todo. ¿O tendrá uno que aprender que además la llaman madre? «Es madre», afirman, «de todas las plantas». Bien, sea madre de todas las plantas; ¿acaso por eso voy yo a adorar la tierra y no al que dijo: Produzca la tierra69 cualquier cosa que produjo? En verdad, sin su palabra no sólo sería estéril, sino que no sería en absoluto. Consiguientemente, este comentarista de misterios, por así llamarlo, cuando quiere apartarme del creador y volverme a la criatura, ¿por qué me explica como algo importante que yo venere la tierra? A los agricultores sí se les dice con razón que, si no quieren pasar hambre, veneren la tierra, no adorándola sino arándola.

20. Asimismo pregunto sobre el simulacro de Juno. Aquí requerimos ya un intérprete místico, pues Juno, a diferencia de la madre tierra o del simulacro del sol o de la luna, no muestra en su nombre qué significa; ¡grande es, pues, el secreto de Juno! ¿Qué secreto, por favor? «Pocos», responde, «lo saben». Quizá muchos se lo oyeron a esos pocos y lo han dicho; quizá incluso sus escritos revelan lo que adoran a quienes ellos no quieren que se les revele, aunque también nuestros escritos les revelan lo que adoramos sin empero tenerles miedo. Nuestros códices se llevan a vender públicamente: la luz no se ruboriza. Cómprenlos, léanlos, crean; o cómprenlos, léanlos, búrlense. Esa Escritura sabe tener por reos a quienes leen y no creen70. Se hace pasar de mano en mano un códice venal, pero la persona a quien el códice predica no es venal. ¿O también es venal, porque se expuso a que los gentiles lo comprasen por tanto precio cuanto cada cual tiene? Lo compró Zaqueo por la mitad de su patrimonio71, lo compró la viuda por dos ochavos72, lo compra el huésped pobre que da un vaso de agua fría73, y lo poseen todos los compradores; para ninguno es angosto, a todos dilata: tal es quien en el códice es predicado. Cómprate y lee el códice: no nos ruborizamos. Esconde tú en ocultas cuevas los códices de tu religión; la curiosidad de la gente es tanta que les seguirá la huella y los propagará.

21. ¿Qué es, pues, Juno? «Juno -responden- es el aire». Hace un instante nos invitaban a adorar el mar en Neptuno, a adorar la tierra en el simulacro de Tellus; ahora nos invitan a adorar el aire; éstos son elementos de que consta este mundo. El apóstol Pablo, pues, al prever esto -ya que hablaba de esos que, por así decirlo, explican con mucha sagacidad el significado de los ídolos-, dice en una carta suya: Que nadie os engañe mediante la filosofía y seducción inane, según los elementos de este mundo74. Por eso, como dijera mediante la filosofía, en idéntico lugar asevera: según los elementos de este mundo: ha avisado que se han de evitar no cualesquiera adoradores de simulacros, por así llamarlos, sino los intérpretes de signos, supuestamente muy doctos.

«El aire, pues, es Juno», afirman. Denominen como les guste la realidad conocida de todos: yo no veneraré el aire, porque no puede ser venerado ni aun como los agricultores veneran la tierra. Efectivamente, en la tierra el agricultor actúa, como he dicho arriba, no adorando, sino cultivando para conseguir fruto; al aire, en cambio, ni se le puede venerar así ni hay que adorarlo. ¡Alaba la obra, adora al obrero! «Para que sepáis -afirman- que Juno es el aire, los griegos la denominan así; en griego se dice Hera; ahora bien, repetido frecuentemente, Hera suena aer». Mas nosotros, que decimos que en la religión se ha de servir al único creador, no adoramos a Juno, porque es un simulacro; no la adoramos, porque es creatura.

22. Ahora bien, ya que si adoro el aire, Dios se aíra75, les pregunto si, en caso de que adore al Dios único, el aire se aíra. Aunque siempre está tranquilo y sin perturbación alguna administra y rige todo lo que ha creado, sin embargo, se aíra de cierto modo inenarrable el Dios que, aun cuando quiere ser adorado él solo, es el único en quererlo no soberbiamente, pues es el único digno de ser adorado, y quiere ser adorado no para ser más excelso, sino para que el hombre sea mejor, pues no necesita veneradores él, sino que tú necesitas cultivo: He dicho al Señor: «Mi Dios eres tú», porque no necesitas mis bienes76, afirma un profeta. Si, pues, es el único que sin soberbia exige ser adorado, cualquier otro que lo exige y en propiedad se arroga ser adorado como si serlo le correspondiese a él, a quien no le basta ser venerado en el que lo creó, por soberbia lo exige. Y, para que lleguemos humildes a la altura de Dios, hay que evitar la soberbia del diablo, pues el único en querer ser adorado en vez de Dios es el diablo, porque él ha dicho: Pondré mi sede al aquilón77 y: Seré semejante al Altísimo78.

23. Por otra parte, para recordar todos los elementos, pues dicen que son cuatro -tierra, agua, aire, fuego; también del cielo he hablado ya al hablar del sol y la luna-, ¿qué van a decir, verbigracia, del signo de Vulcano? «Vulcano -afirman- es el fuego», no el fuego etéreo donde están el sol, la luna y los demás astros, sino el fuego este que está en la tierra, apto para los usos humanos. Y añaden: «Cojo se pinta a Vulcano, porque el movimiento de este fuego vibra como titubeando». ¿Qué, pues? Porque el hombre que enciende el fuego lo tiene en su poder, lo extingue cuando le apetece y usa de él como le apetece, ¿es tanto el poder de los hombres sobre Dios y quien sopla sobre una lámpara apaga a Dios? No sé si adorar el simulacro en atención a él es peor que una tal interpretación suya. Mas ¿qué tiene que ver esto con nosotros? Quizá, en efecto, interpreten también realidades invisibles; ésas, por cierto, son visibles. Vengamos pronto a la seguridad de nuestra fe, para que de ningún modo nos corrompan ellas.

24. «Cuando venero a Mercurio -afirma- venero el ingenio; el ingenio no se ve, es algo invisible». Lisa y llanamente también nosotros concedemos que el ingenio es algo invisible y que es invisible de tal manera y que es algo de tal categoría, que es mejor que el cielo, la tierra, el mar y todo esto que se ve, pues la sustancia invisible, por ser cierta vida, es mejor que toda sustancia visible, porque todo lo visible es cuerpo. Así que el ingenio es cierta realidad grande. Si empero consideras ese ingenio que dicen ellos venerar, ¿qué ha hecho? ¿Acaso no yerran muchos de ingenio grande? Y quizá, sobre todo, precisamente esos que suponen que mediante el simulacro de Mercurio se ha de venerar el ingenio. Si, pues, el ingenio humano puede errar si Dios no lo guía, cuando está sano el ingenio humano no quiere que lo adoren en vez de Dios, sino que quiere que adoren a aquel por quien quiere ser iluminado, ya que, si el Dios iluminador no ilumina el ingenio humano, tenebroso está éste en sus errores.

Ahora bien, te pregunto qué veneras en Mercurio. «El ingenio», has dicho. El ingenio es cierta realidad intermedia porque, o apartado del creador se entenebrece y deviene estulto, o vuelto al creador se ilumina y deviene sabio. Pues bien, algo intermedio has mencionado cuando has dicho que veneras el ingenio. «Intermedio», afirma, «así: porque, en efecto, ese nombre de Mercurio significa a alguien que, por así decirlo, corre entremedias». Dicen, en efecto, que a Mercurio lo llaman, por así decirlo, «el que corre entremedias». Si, pues, lo veneran porque es cierta cosa intermedia, ¿por qué, más bien, no veneran al que, a esa realidad intermedia que denominas ingenio, la llama hacia sí, para hacer que la que está colgada de las realidades inferiores y apartada de él se le adhiera, como están los ingenios de los santos, los ingenios de los mártires, los ingenios de los ángeles? En verdad, si el ingenio fuere cual el de este ángel iluminado por Dios que he conmemorado, repele de sí la adoración humana y avisa a su adorador que, más bien, adore a Dios. A Dios adora -afirma-, porque yo soy consiervo tuyo y de tus hermanos79.

¿Debes, pues, venerar el ingenio intermedio, motivo por el que te reprenda el ingenio mejor? Si, en efecto, adoras el ingenio intermedio, te reprenderá el ingenio iluminado. ¿Por qué? Porque el ingenio iluminado quiere no que se adore el ingenio, sino al iluminador de los ingenios, pues en virtud de la iluminación es benigno y benévolo y quiere que todos los ingenios se vuelvan a ese por quien él se conoce iluminado. ¿O quizás quiere ser venerado el ingenio estulto? Esto es exactamente verdad. Cuando, pues, quieres venerar a Mercurio como al ingenio, cuida de no venerar al diablo, que tiene ingenio estulto. Efectivamente, también el diablo, cuando dijo: Pondré mi sede al aquilón80, y: Seré semejante al Altísimo81, al levantarse contra Dios no quiso venerar a Dios y quiso ser venerado en vez de Dios. Mas, porque se retiró, digamos, del mediodía al aquilón, su ingenio se hizo tenebroso; porque tenebroso, también soberbio; y, porque soberbio, quiere que engañado por él veneres a Mercurio para que, mientras veneras a Mercurio, veneres al diablo.

25. Atienda Vuestra Santidad y, por lo que ocurre con los hombres, ved qué digo; tensad el ánimo y entended. Toda creatura es o corporal o espiritual; el creador es sólo espiritual; la creatura, en cambio, como he dicho, corporal o espiritual. Atended, para que, según mis fuerzas, tengáis cuanto el Señor os ayude contra los paganos, no cualesquiera sino los que se consideran muy doctos e intérpretes de simulacros y se inflan e inflan a otros y, vacíos de lo verdadero, ridiculizan el nombre «verdad». Toda creatura, como he dicho, es o corporal o espiritual. Corporal, como la tierra y todo lo que se engendra en ella; como el mar y todo lo que nada o repta en él; como el aire y todo lo que vuela en él; como el cielo y todo lo que brilla en él: toda esta creatura es corporal. Ahora bien, la espiritual es mejor que la corporal. ¿Cuál es la creatura espiritual? La que sienten no los sentidos del cuerpo, sino el entendimiento del ánimo, como son todas las almas, ora irracionales como en los animales, ora racionales como en los hombres, ora deficientes como en los impíos, ora proficientes como en los conversos, ora perfectas como en ángeles y arcángeles, sedes, dominaciones, principados, potestades82 de la habitación superior. Como, pues, la creatura sea o corporal o espiritual y no pueda darse un tercero, los cuerpos sumos, mejores que los cuales no hay, son los celestes. Lo que, en razón no de distancias espaciales sino de la esencia de la naturaleza, está más allá, ya no es cuerpo sino espíritu: cierta vida, mas vida mudable por ser creatura; la inconmutable vida verdadera es el Creador. La vida mudable, pues, esto es, la creatura espiritual, también es formable e iluminable, esto es, la que puede ser formada e iluminada; en cambio, la vida inconmutable, esto es, la sustancia misma del Creador, es creadora e iluminadora. Formada es, en verdad, e iluminada la creatura; forma, en cambio, e ilumina el Creador.

26. Atended y entended. Toda vida, pues, que puede ser iluminada y llegar a la sabiduría, cuando es de voluntad buena ama a Dios, que la ilumina, vuelta hacia él, progresa y, adhiriéndosele, queda formada según la integridad y perfección de la sabiduría y, en su género, según la plenitud de la felicidad, o sea, según la vida racional e intelectual, cual la de los ángeles, cual la de los hombres. Si, pues, tal vida cuando es loable ama a su Iluminador, toda vida tal, al abandonar por voluntad culpable la vida que lo ilumina, se entenebrece y deviene soberbia -como es o la del ángel inicuo o la del hombre inicuo- pues no quiere adherirse a Dios, sino que quiere que por cierto fausto privado la tengan por dios.

Caído y vuelto a esta cierta vida soberbia e inicua, un arcángel y sus ángeles se transformaron en el diablo y los demonios, y recibieron cierto espacio de este aire caliginoso donde dominen a todos los hombres inicuos. Y, por eso, el Apóstol afirma: Según el príncipe dominador de este aire, el cual ahora opera en los hijos de la desconfianza83. Y, para exhortar a soportar hasta el final las persecuciones de este siglo, afirma de nuevo: No tenemos la lucha cuerpo a cuerpo contra carne y sangre -es decir, contra hombres- sino contra los príncipes -afirma-, y potestades y rectores del mundo de estas tinieblas, contra los espíritus de la maldad en los cielos84. Ciertamente, para que, por haber dicho que el príncipe dominador de este aire opera en los hijos de la desconfianza, no pusiesen su atención en los hombres ni supusiesen que reluchaban con aquellos mediante los que padecían persecuciones, ni descuidasen al enemigo al que en Cristo debían superar, afirma: No tenéis la lucha cuerpo a cuerpo contra carne y sangre sino contra los príncipes y potestades y rectores del mundo de estas tinieblas y contra los espíritus de la maldad en los cielos. En efecto, para que al denominarlos rectores del mundo no se supusiera que decía «rectores de toda esta fábrica que Dios ha fundado», al añadir y decir: de estas tinieblas, ha mostrado a qué mundo se refería. Podéis conocer también qué son las tinieblas, porque, como el apóstol mismo dijera a los fieles: Fuisteis otrora tinieblas, ahora, en cambio, sois luz en el Señor85, asevera que el nombre «tinieblas» significa a los infieles. Y lo que asevera en los cielos conviene que se entienda así: que lo ha dicho no de las sedes supernas de los ángeles santos, donde están colocadas también las lumbreras86 y estrellas, sino porque incluso se llama cielo a este aire, razón por la que también a los volátiles se los denomina del cielo87.

27. Atienda, por tanto, Vuestra Santidad, para que la misericordia del Señor os ilumine, pues yo sueno a los oídos, dentro actúa él, como creemos, como esperamos de la misericordia de ese al que cantamos alabanzas. Como, pues, había comenzado a decir, el alma, apartada de Dios como de la luz de la verdad y como del sur, se instala en el aquilón. Ahora bien, el reino del aquilón es el reino del diablo, que dice: Pondré mi sede al aquilón88 y: Seré semejante al Altísimo89; ahí se enfrían los corazones de los hombres y, fríos sin el fuego de la sabiduría divina, no pueden gustar lo espiritual. Por eso comienzan a pensar en solos los cuerpos, hasta el punto de buscar en los cuerpos incluso la divinidad, esto es, en el mar, la tierra, el aire y, sobre todo, en los cuerpos celestes, como en la luna, el sol o las estrellas. En efecto, porque entre los sentidos del cuerpo el principal es el sentido de los ojos, cualquier objeto que brilla ante los ojos, si además descuella en un lugar del mundo, es tenido por grande. Mas, si alguien les dijere que hay algo grande que ojo no ha visto ni oído ha oído ni a corazón de hombre ha subido90, dicen que no existe algo que no puede verse. Corazones tales, por tanto, se han quedado ateridos; si se han quedado ateridos, están en el aquilón; si están en el aquilón, los domina quien ha dicho: Pondré mi sede al aquilón y seré semejante al Altísimo.

En cambio, quienes de cualquier modo levantaron sus corazones y, cuanto pudieron, con afán los ejercitaron en ver algo que no pueden ver los ojos del cuerpo, al trascender -cosa que fue fácil- la tierra que pisaban y todo lo que hay en la tierra, al trascender también el mar y cualquier cosa que nada o repta en él, al trascender asimismo el aire y todas las aves -pues incluso él es elemento corpóreo-, al trascender todo ese cielo etéreo con todas las lumbreras que allí lucen u otras que quizás están latentes, vieron que hay algo que no se ve, como son el ánimo, el ingenio, la razón; vieron también que incluso esto se muda y buscaron algo inconmutable; con el pensamiento y la inteligencia pasaron también la creatura espiritual y entendieron el espíritu creador y, como rechazados por el fulgor insólito de la sabiduría, recularon para descansar, digamos, en las tinieblas de su carne, y algunos de ellos sintieron ser necesaria la purgación de su alma, que, limpiada de todas las concupiscencias carnales, deviniese idónea para obtener aquello cuya luz inefable la sobrecogió.

28. Atended, hermanos míos, y con pena observadlo. Vieron que les era precisa la purgación, para que esa luz que la débil mirada de la mente no puede captar, pudiera captarla idéntica mirada, sanada, formada y fortalecida. Vieron ser necesaria una medicina, e inmediatamente, a quienes buscaban esa medicina, el diablo se les interpuso porque, pues presumían de sus supuestas doctrinas, buscaban soberbiamente, sobre todo porque, trascendidas todas las criaturas, tanto corporales cuanto espirituales, pudieron, si algunos pudieron, lograr inteligencia y agudeza de ingenio para saber que hay algo que es espiritual e inconmutable, y que de eso procede todo esto que subsiste ora espiritualmente ora corporalmente; que, por otra parte, ese creador no se mueve en lugares, no se mueve en tiempos, pues son los cuerpos los que se mueven en lugares y tiempos; que, en cambio, la sustancia del alma, esto es, la creatura espiritual, no se mueve, sin duda, en lugares, mas sí en tiempos debido a la mutabilidad de estados afectivos varios, y que es algo intermedio, porque el sumo Dios no se mueve en lugares ni tiempos y, en cambio, la sustancia de los cuerpos, es decir, la creatura ínfima, se mueve en lugares y tiempos, por lo que es intermedia, pues no se mueve en lugares, como tampoco Dios, pero se mueve en tiempos como los cuerpos.

Como, pues, vieran esto y buscasen purgación, el diablo, ese soberbio, se anticipó a quienes soberbiamente buscaban y soberbiamente se jactaban, y se puso delante como mediador mediante el que les pareciera que podían quedar purgadas sus almas. Éste, tras persuadirlos, con ciertos signos de su soberbia, de que él era necesario, de forma que pareciera a los hombres que mediante artes mágicas podía quedar purgada el alma que quiere llegar a Dios, instituyó en los templos ritos sacrílegos que prometen purgación a sacrílegos. En efecto, como dice la Escritura91, gran parte de los simulacros fueron instituidos para honrar a hombres ora ausentes, ora muertos, tenidos por grandes. Retirado ya en nombre de Cristo por leyes públicas, todo eso han dejado, sí, de hacerlo públicamente, aunque algo de ello había sido como brujería pública. Mas, como antes la brujería privada, así eso se hace ocultamente ahora, después de haberse prohibido que se haga públicamente.

29. Como, pues, ese soberbio e inicuo enemigo de las almas se pusiera delante como mediador, oíd al apóstol enseñar por qué se puso delante: porque evidentemente le dio lugar la soberbia de ellos; por eso avisa diciendo: No deis lugar al diablo92. Ahora bien, diga idéntico apóstol cómo descubrimos la soberbia de ellos. Antes empero atendamos a que al conocimiento de Dios habían llegado también algunos de ellos: los que empero quería que mediante Cristo devinieran salvos. Habían llegado, en efecto, al conocimiento de Dios, mas no habían llegado a la salvación, pues una cosa es llegar al conocimiento de Dios, otra, llegar a la salvación, donde ese conocimiento deviene asimismo pleno cuando se adhiere al Conocedor conocido.

Como el Apóstol hablase ante los atenienses cual a hombres paganos93 , porque por la elevación de la doctrina se jactaban sobre las demás gentes y porque entre ellos se encontraba la filosofía suma, por así llamarla, pues allí hubo doctos y sabios de este mundo94; como, pues, hablase allí el Apóstol, no les presentó testimonios tomados de los profetas, sino que les presentó los tomados de los suyos, ni calló que éstos eran de ellos, no nuestros, porque, aunque allí se encuentra algo bueno, mucho malo se encuentra allí -a diferencia de nuestros profetas, no cualquier cosa que tienen sus escrituras es buena-; así pues, como el Apóstol hablase de Dios ante los atenienses, dijo: En él vivimos, nos movemos y existimos, como también junto a vosotros han dicho algunos95.

30. Pero, al exponer en otro lugar de qué laya eran esos algunos y por qué fueron censurados, afirma: Se revela desde el cielo la ira de Dios sobre toda impiedad96. ¿Qué entendemos por «sobre la impiedad», sino la de los judíos y asimismo la de las gentes? Pero, para que no se dijera «¿Por qué se revela sobre la impiedad de las gentes la ira de Dios, pues has dicho "sobre toda"? En efecto, ¿acaso las gentes han recibido la Ley y devenido prevaricadores? Con razón se revelará la ira de Dios sobre los judíos, a quienes se ha dado la Ley y no han querido observarla; a las gentes, en cambio, no ha sido dada», mirad, hermanos, y entended cómo idéntico apóstol muestra reos a todos, y que todos necesitan salvación y misericordia de Dios: Pues se revela desde el cielo la ira de Dios sobre toda impiedad e injusticia de los hombres, de estos que detienen con iniquidad la verdad97.

Entended, hermanos; ved cómo no ha dicho: «No tienen la verdad», sino que afirma: Detienen con iniquidad la verdad. Y, como si preguntases, diciendo: «¿Cómo pueden tener la verdad quienes no han recibido la Ley?», afirma: Porque lo que de Dios es conocido está manifiesto en ellos98. ¿Cómo lo que de Dios es conocido pudo estar manifiesto en los que no recibieron la Ley? Sigue y dice: Pues desde la constitución del mundo, mediante lo que ha sido hecho se percibe entendido lo invisible de él; también su fortaleza sempiterna y su divinidad -sobrentendemos, sí- «se perciben entendidas»99. ¿Mediante qué se la percibe? Mediante lo que ha sido hecho.

31. ¿Por qué, en efecto, el hombre ha de observar las obras y no buscar al artífice? Observas la tierra fructificante, el mar lleno de sus animales, el aire lleno de pájaros, observas que el cielo fulge de estrellas, reconoces la sucesión alternada de las estaciones, consideras el año cuatripartito, que se les caen y les vuelven los follajes a los árboles, las energías dadas a sus semillas, que cada cosa tiene sus dimensiones, sus pesos100, que todo lo gobierna su orden propio, el cielo superior totalmente en calma, que la tierra inferior tiene la belleza sui géneris propia de las cosas que desaparecen y aparecen. Al mirar todo esto, percibes ya que una creatura espiritual vivifica todo, y ¿no buscas al artífice de obra tanta?

Pero me dices: «Veo esto, a él no lo veo». Porque él te ha hecho un instrumento para ver estas cosas, otro para verlo a él -para ver estas cosas te ha dado los ojos del cuerpo, para verlo a él te ha dado la mente-, no por eso estás autorizado a decir sin razón: «No lo veo a él». Examina estas cosas según el entendimiento y verás al realizador. Tampoco ves, en efecto, el alma del hombre; no se ve, ciertamente, el alma del hombre; mas por la administración del cuerpo -cuando miramos a quien anda, trabaja, habla, mueve cada miembro según las funciones propias de cada uno-, decimos: «Vive, está en él lo que no vemos», y entendemos esto mediante esto que vemos101. Como, pues, por los movimientos y administración del cuerpo entiendes el alma, que no ves, así por la administración del mundo entero y por el gobierno de las almas entiende al creador.

32. Pero entender es poco, pues también aquéllos entendieron. Mas ve qué asegura el Apóstol, considera esas palabras que había yo comenzado a decir desde el principio: Se revela -afirma- desde el cielo la ira de Dios sobre toda impiedad e injusticia de los hombres, que detienen con iniquidad la verdad, porque lo que de Dios es conocido está manifiesto en ellos, pues Dios se lo ha manifestado102. Y, como si preguntases cómo lo ha manifestado, afirma: Desde la constitución del mundo, mediante lo que ha sido hecho se percibe entendido lo invisible de él; también su fortaleza sempiterna y su divinidad -esto es, se perciben entendidas-, de forma que son inexcusables103. ¿Por qué inexcusables? Ya que había dicho: «Detienen con iniquidad la verdad», muestra, en efecto, cómo. Porque, aunque conocieron, afirma, a Dios-no ha dicho: «Porque no han conocido a Dios», sino: ¿Qué ha dicho?-. Porque, aunque conocieron a Dios, no lo han honrado ni le han dado gracias como a Dios, sino que se han desvanecido en sus proyectos y se ha oscurecido su insipiente corazón104. ¿En pago de qué, sino de la soberbia? Ve, en efecto, lo que sigue: Pues -afirma-, por decir que ellos eran sabios, han sido hechos estultos105. No debían, en efecto, arrogarse lo que les había dado él, ni jactarse de lo que tenían no de sí mismos sino de él y que habían de devolverle, para que, quien les había dado ver, los sanara para retener lo que habían podido ver. Si, en efecto, hicieran esto, conservarían la humildad y podrían ser purgados y adherirse a esa contemplación por entero venturosa, pues a gente así se le revelaría el médico auténtico y veraz, mediador, expugnador de la soberbia, exaltador de la humildad.

Mas preguntarás: «¿Aún no había nacido humildemente?». Mas se revelaría mediante profecía, como se reveló a Abraham -pues el Señor en persona ha dicho: «Abraham deseó ver mi día, lo vio y se alegró»106-, como se ha revelado a los demás padres y profetas, pues a quienes habían de nacer y sufrir ha salvado la fe, como nos salva a quienes hemos nacido y padecido. Pero no hay que maravillarse de que se reveló a la humildad de unos y se veló a la soberbia de otros. Porque ciertamente había soberbia en ellos, el falso, falaz y soberbio se entrometió a prometerles que mediante no sé qué artes de soberbia quedarían purgadas sus almas, y los hizo veneradores de los demonios, esto es de los ángeles malos. De ahí todos los sacramentos que celebran los paganos, que valen para la purgación de sus almas, dicen.

33. Oye también al Apóstol decir consiguientemente también esto: que en pago de su soberbia, por no haber honrado a Dios como se ha de honrar a Dios, recibieron estas cosas. Afirma: Se ha oscurecido su insipiente corazón. Por decir que ellos eran sabios han sido hechos estultos107 mediante ese mediador falso -añado- que goza con los simulacros, que goza cuando uno apacienta animales inmundos, esto es, los puercos que ha apacentado el hijo menor, ido lejos108 del padre, ya que, como el Señor está cerca109 de quienes han triturado el corazón110, esto es, los humildes, así el Señor está lejos de quienes exaltaron el corazón, esto es, los soberbios111.

Por decir -afirma- que ellos eran sabios han sido hechos estultos y han inmutado la gloria del incorruptible Dios en semejanza de imagen de hombre corruptible112: son ya los simulacros y además esos objetos de todos los griegos y de otras gentes, que tienen parecido humano. Mas, porque no hay idolatría mayor ni más supersticiosa que la de los egipcios -pues Egipto ha inundado el mundo con imágenes de esas de que a continuación habla el Apóstol-, tras haber dicho: En semejanza de imagen de hombre corruptible, ha añadido: De volátiles, cuadrúpedos y serpeantes113. En efecto, ¿acaso habéis visto, hermanos, en otros templos simulacros con cabeza canina o taurina, o imágenes de los demás animales irracionales?, ¿acaso alguien ha visto esto en algún templo, excepto en el templo de Isis, pues son ídolos de los egipcios? Ahora bien, abarcando ambos géneros, el apóstol dice: En semejanza de imagen de hombre corruptible y de volátiles, cuadrúpedos y serpeantes.

Por eso los ha entregado Dios a los deseos de su corazón, a la inmundicia de atacar con contumelias sus cuerpos en sus propias personas114. Estos males suyos provienen de la impiedad, pues el comienzo fue la soberbia; los pecados siguientes empero son no sólo pecados, sino también suplicios. En efecto, cuando dice: Los ha entregado Dios, que éstos sucedan se debe ya a vindicta de cualquier pecado. Mas estos suplicios también son además pecados. ¿Por qué? Porque de ahí pueden regresar si quieren; en cambio, cuando se llega al suplicio ya no se concede regresar de ahí; será el suplicio ese que no se llamará ya pecado. Efectivamente, en esos pecados intermedios hay suplicios y pecados: lo primero, que es la soberbia, es pecado nada más, no todavía suplicio; lo que sigue son pecados y suplicios. Quien de ahí no quisiere regresar llegará al suplicio que no será ya pecado sino pena de todos los pecados.

Que, en verdad, el pecado primero es la soberbia, está escrito abiertamente en otra parte: Inicio de todo pecado, la soberbia115. ¿Cómo entonces es raíz de todos los males la avaricia?116 Porque querer alguna realidad además de Dios es avaricia, querer más que lo bastante es avaricia, pues Dios basta él solo al alma. Por eso dice Felipe: Muéstranos el Padre y nos basta117. Ahora bien, ¿qué más soberbio que quien, presumiendo de sí, abandona a Dios?, ¿qué más avaro que a quien no basta Dios? En el origen de los pecados, pues, está esa soberbia que es la avaricia. El alma fornicadora, pues, abandonado el único Dios verdadero, el marido legítimo, digamos, se prostituye a muchos falsos dioses, esto es, los demonios, y en modo alguno se sacia.

34. ¡A cuántos dioses adoraban los romanos! Primeramente, repudiado el único Dios verdadero e inconmutable, adoraban a los suyos, por así llamarlos; a los dioses propios, digamos. Comenzaron a luchar con otras gentes y, por creer ser supuestamente defendidos por sus dioses, las instaban a traicionar a sus dioses con ciertos sacrificios y asimismo aumentaban el número de sus dioses, asumiendo los cultos sacrílegos de las gentes, o sometidas o por someter. Así hicieron venir caras caninas y taurinas, formas de reptantes y aves y todos los monstruos de los egipcios y así los aplacaron, propiciándolos, digamos. Efectivamente, no mucho tiempo antes de la encarnación del Señor, en sus autores se lee que también los dioses de los egipcios eran adversos a los dioses romanos. En efecto, como de los cretenses dice el Apóstol: Ha dicho cierto profeta propio de ellos: «Los cretenses, siempre mendaces, malas bestias, vientres pigres»118, así también nosotros podemos decir: Ha dicho cierto profeta propio de ellos: «Monstruos de divinidades de toda especie y el ladrador Anubis tienen dardos contra Neptuno, Venus y contra Minerva». Indigno, en efecto, parecía a este poeta que las cabezas caninas de los egipcios lucharan contra los simulacros humanos de los romanos: los demonios, más bien, luchaban contra sí mismos, los de los egipcios por los egipcios, los de los romanos por los romanos.

Para empero poseer todos a ambas gentes, hicieron las paces y los romanos comenzaron a adorar a todos. Dice, en efecto, el Apóstol: No que el ídolo sea algo; más bien, a demonios y no a Dios inmolan las gentes lo que inmolan. No quiero que os hagáis socios de los demonios119, como hacen estos al engañarse a sí mismos120 y decir: «Como si, porque no tiene vida alguna, despreciases el ídolo que hizo el estatuario». ¡Despreciarías el ídolo si despreciases al demonio que goza con el ídolo! En vano, pues, interpretas el simulacro como significación de la creatura, porque, con culto tal de los hombres que la veneran, tampoco la creatura goza, a no ser la creatura pecadora que, ensoberbecida, exige honor indebido, al amedrentar falazmente a la fragilidad humana. Afirma: Los ha entregado Dios a los deseos de su corazón, a la inmundicia de atacar con contumelias sus cuerpos en sus propias personas; han transmutado la verdad de Dios en la mentira y han adorado y servido a la creatura más bien que al creador, que es bendito por los siglos121.

35. Y, para que ninguno de ellos dijese «Adoro no los simulacros sino lo que significan los simulacros», ha añadido inmediatamente: Y han adorado y servido a la creatura más bien que al creador122. Entended sagazmente, carísimos, pues adoran o el simulacro o la creatura. Quien adora el simulacro convierte la verdad de Dios en la mentira[123], pues verdad es el mar, Neptuno, en cambio, mentira hecha por el hombre: la verdad de Dios queda convertida en la mentira, porque Dios ha hecho el mar, el hombre, en cambio, el simulacro de Neptuno; así Dios ha hecho también el sol, el hombre, en cambio, haciendo un simulacro del sol, convierte la verdad de Dios en la mentira. Pero, para que no diga «No adoro el simulacro, sino que al sol adoro», oiga lo que sigue: Han adorado y servido a la creatura más bien que al creador. Repudiado, pues, el creador cayeron del lado de la creatura. Y tampoco se contentaron con ella, lo cual es por entero torpe. En efecto, si, repudiado Dios, adorasen lo que ha hecho Dios, habría que detestarlos; ahora bien, ¡cuánto más detestables son quienes, repudiado lo que ha hecho Dios, adoran lo que los imagineros han hecho! Repudiada la creatura, vas al simulacro y, avergonzado del simulacro, cuando intentas justificarte regresas a la creatura. ¡Para que te justifiques de verdad, de una vez pasa enteramente de la creatura al creador! «Pero, afirma, no puedo llegar a él sino mediante esto». ¿Quién lo dice? El docto ese. ¿Quién lo dice? Quien detiene124 la verdad de Dios en favor de la mentira125. ¿Quién lo dice? Quien, aunque había conocido a Dios, no lo ha glorificado ni le ha dado las gracias como a Dios126: no el que no lo ha conocido, sino el que lo ha conocido.

36. Ahora bien, dos son las clases de estos soberbios que detienen127 la verdad de Dios en favor de la mentira128. Unos se fiaron de su fuerza, no buscaron ayudante alguno, por suponer que sus almas podían purgarse mediante la filosofía, sin necesitar mediador alguno, digamos. Pero de éstos no hay que tratar de momento: ahora denuncio los ritos sacrílegos de los paganos; aquéllos, en cambio, no dijeron que algún sacrificio los socorriese. Se cuenta que así era Pitágoras. ¡También esa jactancia vea qué se promete de sus fuerzas! Quien de sí presume, del hombre presume; ahora bien, al infeliz hombre ¿quién lo librará del cuerpo de esta muerte sino la gracia de Dios mediante Jesucristo nuestro Señor129, mediante el únicomediador130 verdadero, Dios y hombre? El cual, si sólo fuese hombre, no sería mediador; si sólo fuese Dios, no sería mediador; ahora bien, si mediador no fuese, no reconciliaría con Dios131 al hombre, que por iniquidad se había separado lejos132.

También ésos, pues, retienen133 en la mentira la verdad de Dios134 porque presumen de sí, aunque todo hombre es mendaz135 y nadie queda libre, sino mediante la confesión de los pecados, interpuesto el intercesor. Y a ésos no ciertamente mediante ritos sacrílegos, sino de otro modo los seduce el soberbio enemigo de las almas: al hacerlos semejantes a sí mediante el fausto de la presunción humana, de forma que no intenten volver a ese del que por soberbia se han caído. Tales fueron todos esos a quienes Cristo no se ha revelado, porque, aun si no quisieron que los purgase ningún rito falso, la gran inmundicia del alma inmunda es suponer que puede purgarse por sí misma. Pero de los que no han adorado a ningún ídolo ni se han implicado en rito caldeo o mágico alguno nada ha de decirse temerariamente, por si se nos oculta que de algún modo les ha sido revelado ese Salvador sin el que nadie puede ser salvado.

37. Hay, en cambio, otros que, aunque vieron o creyeron que existe un Dios con quien habían de reconciliarse, y no presumían de sus fuerzas, quisieron quedar purgados por ritos; pero también ellos, túmidos de curiosidad vana y de doctrinas de demonios136, por considerarse superiores a los demás dieron lugar al diablo137 mediante esa soberbia e imaginaron poder quedar limpios mediante las falacias y misterios vanos de las potestades aéreas138, esto es de los demonios. A individuos así ha evocado el Apóstol cuando afirma: Han inmutado la gloria del incorruptible Dios en semejanza de imagen de hombre corruptible y de aves, cuadrúpedos y serpeantes139. Efectivamente, algunos de ellos se extendieron y, trascendida la creación entera, entendieron más allá de todo al Creador, pero quedándose débiles se ensoberbecieron también de eso. Y ahora ésos o quienes siguen su autoridad nos dicen: «No podemos purgarnos, sino mediante esos mediadores», a saber, las potestades de esa laya. Buscan, por tanto, mediador. ¿Por qué? «Porque la mente humana, embrollada y oprimida por sus pasiones, necesita purgación y, si no se purga, no le deleita lo que ve inconmutable, aun cuando pueda verlo mucho y de cualquier modo». Y esta opinión suya es correcta, porque sin mediador nadie puede venir a Dios.

38. Pero ha de investigarse qué es un mediador, pues hay mediador falso, lo hay verdadero. Mediador falso, como frecuentemente he dicho, es el diablo. Al hacer ciertos signos y milagros se interpone a quienes buscan mal y quieren ensoberbecerse. A propósito, los magos del faraón los hicieron similarmente a Moisés140, aunque no pudieron hacer todos porque ellos hacen tanto cuanto se permite a los espíritus aéreos con cuya virtud los hacen, mientras Dios ha hecho cuanto le plugo. Mediante ciertos signos se interponen, pues, como he dicho, los espíritus soberbios y les prometen purgación. En cambio, único mediador141 verdaderoes el señor Jesucristo, al que también los humildes antiguos conocieron por revelación y quisieron quedar purgados mediante él. Antes de nacer de María fue revelado a los dignos, para que por la fe del que había de nacer y padecer fueran salvos, como nosotros lo somos por la fe del que nació y padeció. Sin duda, vino tan humildemente para mostrar que él no purga y salva sino a los humildes.

De hecho, tampoco en el tiempo antes de que la Palabra se hiciese carne142 se revelaba a solos los patriarcas y profetas santos del pueblo hebraico, sino que también en otras gentes se encuentran ejemplos, porque, a cuantos buscaron humildemente, no les faltó el Mediador Humilde, único que reconcilia con el Padre y único que dice con toda verdad: Nadie viene al Padre sino mediante mi persona143; así acomodó a ellos su condición baja, para que mereciesen ser purgados mediante quien es Mediador Humilde. En efecto, ¿acaso Melquisedec fue del pueblo de Israel? Y empero la Escritura lo elogia como sacerdote del Dios excelso144, en prefiguración del mediador en persona, pues bendice incluso a Abraham145. ¿Acaso Job -varón él146 de tal talla, tan gran luchador con el diablo, y vencedor, el cual sentado en el estiércol147, lleno de gusanos, humilde vence a ese por quien Adán, soberbio, íntegro el cuerpo, fue vencido en el paraíso-, acaso este varón era del pueblo de Israel? Y empero en sus palabras se entiende predicado y prenunciado el mediador verdadero148. Pues bien, como el vocablo 'mediador' hace pensar -cuanto ha sido suficiente- en algunos, así ha de creerse que todos los que, también antes de que apareciese en carne, buscaron humildemente al Mediador sin el que nadie es purgado, tuvieron revelación del Mediador mediante el que fuesen purgados. Ahora bien, nadie, a no ser purgado mediante el Mediador, llega a lo que, aun si mediante cierta inteligencia del alma puede ser visto en parte, por pequeña que sea, no pueden empero obtener sino los enteramente purgados.

Aunque algunos, pues, han buscado de forma que, como dice el Apóstol, mediante lo que ha sido hecho percibieron entendido lo invisible de Dios149 -de modo empero que detuvieron150 en la mentira la verdad de Dios151, esto es, se declararon sabios152 y se inflaron mediante la soberbia, no honrando dignamente a aquel del que habían recibido el entendimiento-, el mediador soberbio, mediante ciertas congruencias y cierta justicia inefable y admirable, permanente en los secretos de Dios, la cual hemos de honrar aunque no podemos verla, pone, según he dicho, su persona ante los ojos de esos soberbios, como el humilde la suya, ante los de los humildes. El mediador soberbio, pues, sale al encuentro a los soberbios; a los humildes, el humilde; mas a los humildes el humilde para conducirlos hasta la altura de Dios, el soberbio a los soberbios para en su persona impedir a los altos la altura de Dios.

39. Ved, en efecto, cómo el diablo se entremete a mediador: no es mortal por la carne, sino pecador. El Señor, en cambio, ha querido ser mortal por la carne, pero no pecador. Con los hombres ha compartido la muerte, no los pecados. Efectivamente, si fuese también pecador, no podría ser mediador, ya que, si fuese mortal y asimismo pecador, sería también lo que los demás hombres y ya no sería mediador, sino que necesitaría mediador. En efecto, cualquier hombre es pecador y mortal; Dios, en cambio, justo, aun mortal. El Mediador Humilde es justo, mortal; y justo no de cualquier manera, sino justo por ser Dios, mortal por ser hombre. En cambio, el mediador soberbio es injusto e inmortal, ya que, por no estar vestido de carne, no se destruye en su cuerpo. En este sentido lo califico de inmortal, pues la inmortalidad genuina no es sino de Dios, según lo que está dicho: Único que tiene la inmortalidad y habita una luz inaccesible153. Según esto, el Hijo Único también es inmortal, porque él y el Padre son uno154, pero ha querido ser mortal, asumido el hombre. El diablo, pues, injusto y, en cierta medida, inmortal, se ha entremetido a mediador para el hombre, injusto, mortal.

Dos ciertas realidades en el fondo, otras dos en la cúspide. Pero, para que las del fondo queden reconciliadas con las de la cúspide, necesitan mediador. ¿Qué dos en el fondo? Injusto, mortal. ¿Qué dos en la cúspide? Justo, inmortal. Si, pues, el Mediador Purgador y Restaurador fuese injusto y mortal, no sería mediador, pues tendría no una realidad del fondo y otra de la cúspide, sino una y otra -iniquidad y mortalidad- del fondo. Por el contrario, si de arriba tuviese la inmortalidad y de abajo la iniquidad, tendría ciertamente una de aquí, otra de allí y, por eso, parecería mediador, pero, por no ser purgador, no restauraría. En efecto, por tener con el hombre la iniquidad, con él se le tendría por digno de castigo y sería mediador para obstruir el camino hacia Dios. Los pecados, en efecto, no saben sino separar de Dios. Oye decir a la Escritura: ¿Acaso Dios endureció el oído para no oír? Más bien vuestros pecados establecen separación entre vosotros y Dios155.

40. Los pecados, pues, obstruyen; en cambio, la mortalidad no obstruye porque la mortalidad es pena del pecado, pues viene del juicio de Dios. Lo que ha merecido esta pena, eso obstruye. Digo esto: te obstruye el camino hacia Dios no lo que te ha hecho Dios, sino lo que tú te has hecho, pues Dios te ha hecho la mortalidad del cuerpo; en cambio, tú te has hecho el pecado. Así pues, el mediador verdadero y veraz ha compartido contigo lo que Dios reivindicador te ha hecho; en cambio, no ha compartido contigo lo que has hecho tú al pecar. Ha compartido contigo la mortalidad, mas no ha compartido contigo la iniquidad, pues fue hecho en carne mortal, mas no fue hecho deudor de la muerte a causa del pecado. En efecto, se ha vaciado a sí mismo al tomar forma de esclavo, hecho a semejanza de hombres y, en el porte, hallado como hombre156. Esto queda dicho no de manera que opinemos que él se ha mudado, sino porque, mientras en secreto permanecía Señor y Dios en Dios157, Hijo igual al Padre, mediante el que todo se ha hecho158, ha querido aparecer humilde y servilmente. Así pues, asumida la mortalidad y participada con nosotros la debilidad de nuestra pena, él purga de los pecados y de la mortalidad libera; fue digno de matar, muriendo, la muerte, porque sin merecerla ha padecido la muerte. Este mediador verdadero y veraz, mediador de condición baja y excelso, es mediador que reconduce hasta la realidad de donde hemos caído.

Al contrario, el mediador soberbio, mediador falso y falaz, tiene común con los hombres pecadores la iniquidad; no tiene, en cambio, la mortalidad de la carne. Y, cuando presenta la iniquidad para imitarla, no destruye la mortalidad de ellos, porque, como la iniquidad de la vida primera ha hecho el mérito de esta muerte, así la iniquidad perseverante de esta vida hace el mérito de la muerte eterna, que ciertamente el diablo sufrirá juntamente con los que seduce, en cuyo favor no toma ahora la mortalidad que se lleva a cabo en la mortalidad de la carne. Y quiere ser mediador, porque con ellos tiene común una cosa -esto es, la iniquidad-; no tiene empero la otra, esto es, la mortalidad.

41. Soberbio, seduce más a los soberbios, precisamente porque a los soberbios ofende más la mortalidad que la iniquidad, y por eso abominan la mortalidad en la humanidad de Cristo, más que la iniquidad en la soberbia del diablo. Así pues, al prometer purgación en los templos, mediante no sé qué ritos sacrílegos conduce a los inflados por doctrinas vanas y falsas, y mediante ceremonias mágicas y cultos mistéricos detestables los atrae hacia astrólogos, hacia sortílegos, hacia augures, hacia arúspices. Osa jactarse de ser más fuerte y digno que Cristo, porque no ha nacido de mujer en carne ni ha sido apresado, flagelado, escupido, coronado de espinas, colgado en cruz ni ha muerto ni ha sido sepultado. Los soberbios se ríen de todo esto que el Mediador Humilde ha asumido sin asumir la iniquidad con los hombres, mas que ha asumido la humanidad para sanarlos del tumor de la soberbia y hacerlos vencedores del mediador falso, tras haber ellos aprendido a confesar sus pecados, tras quedar purgados de la injusticia propia mediante la justicia de Cristo y haber llegado mediante el consorcio humilde de su mortalidad a la sublime cumbre de la inmortalidad.

42. Rechacemos, por tanto, hermanos, al mediador maligno, al mediador falso y falaz, al mediador que, en vez de reconciliar, separa más y más. Nadie os prometa purgación alguna fuera de la Iglesia, mediante ritos sacrílegos o en templos o donde quiera sea; nadie, fuera de la unidad, incluso mediante los sacramentos cristianos, porque, si bien hay sacramento fuera de la unidad -lo que no podemos negar ni osamos violar-, sin embargo, el vigor y salud del sacramento, que hacen a uno coheredero con Cristo159, no existen sino en la unidad y el vínculo de la paz160 de la Iglesia. Nadie os aparte de Dios; nadie, de la Iglesia; nadie, del padre Dios; nadie, de la madre Iglesia. De Dios quieren separar el mediador falso, al transfigurarse en ángel de luz, y sus ministros, al transfigurarse en ministros de justicia161; si no puede inducir a ritos sacrílegos, quiere separar de la Iglesia, ora hacia herejías, ora hacia cismas, para que el Padre se ofenda al menos cuando abandonan a la Madre.

Dos padres hemos tenido, que nos han engendrado mortalmente; dos tenemos, que nos engendran inmortalmente: Dios y la Iglesia. Aquéllos se han engendrado sucesores; permansores consigo se engendran éstos. ¿Para qué otra cosa, en efecto, hemos nacido de padres hombres sino para sucederlos, muertos ellos? En cambio el Padre Dios y la Madre Iglesia nos engendran de modo que con esos padres vivamos por siempre. Cualquiera que fuese a ritos sacrílegos o artes mágicas o a consultar sobre su vida o sobre lo que pertenece a esta vida a astrólogos, augures, arúspices e instrumentos diabólicos de este mundo, se ha separado del Padre aunque no se aparte de la Iglesia. En cambio, si alguien se separase de la Iglesia mediante la división del cisma, aunque le parezca tener al Padre, perniciosísimamente abandona a la Madre. A ambos empero abandona quien deja la fe cristiana y la madre Iglesia. Conserva tú al Padre, conserva también a la Madre. Eres pequeñín: pégate a la Madre; eres pequeñín: mama la leche de la Madre y, nutrido con la leche, te conducirá hasta la mesa del Padre162.

43. Asumió la carne tu Salvador, asumió la carne tu Mediador y, asumiendo la carne, asumió a la Iglesia. Sacerdote para siempre163 y propiciación por nuestros pecados164, de la fuente cató, digamos, lo que ofrecería a Dios. La Palabra asumió la naturaleza humana y las dos realidades devinieron un único individuo, como está escrito: Estarán los dos en una sola carne. Este sacramento es grande -afirma-; hablo empero a propósito de Cristo y de la Iglesia165. Tálamo de este matrimonio fue el útero de la Virgen. Y él, como esposo al salir de su tálamo, exultó como gigante para correr el camino166). Gigante, por fuerte, por vencer la debilidad con la debilidad, y con la muerte matar a la muerte. Ahora bien, ha corrido en el camino: no se ha parado en el camino para no devenir el hombre del que se ha señalado que se ha parado en el camino de los pecadores. En efecto, cuando el salmo dice: Dichoso quien no se ha alojado en consejo de impíos y no se ha parado en camino de pecadores167, alude a alguien que se ha parado en camino de pecadores. Ha corrido, pues, en camino de pecadores el Señor Jesucristo; Adán, en cambio, se ha parado en camino de pecadores. Y por haberse parado, herido por ladrones cayó y yació. Mas lo vio quien este camino ha andado no parándose sino corriendo; encontró al herido, lo montó en el jumento y lo entregó al posadero168, porque aquél corría el camino para cumplir lo que de él estaba predicho: De un torrente bebe en el camino, por eso levantará la cabeza169. Torrente es, en efecto, este siglo. Torrentes denominan a las aguas que, para pasar, sí, rápidamente, fluyen cuando se producen lluvias repentinas, ora invernales ora de aluviones; así es todo esto temporal: es torrente pasajero, que pronto ha de cesar.

Quienes hoy, primero de enero, gozan con excesos y vanidades del siglo no ven que los arrebata el ímpetu del torrente. Llamen, si pueden, al día igual del año anterior; hagan volver siquiera el día de ayer. No ven que también sus goces pasan como torrente, para decir después: Éstos son a quienes otrora hemos considerado objeto de risa y semejanza de improperio. Insensatos, nosotros estimábamos insania su vida y sin honor su final; ¿cómo se cuentan entre los hijos de Dios, y entre los santos está su suerte? Nos hemos extraviado, pues, del camino de la verdad y la luz de la justicia no nos ha alumbrado y el sol no ha salido para nosotros170. ¿Qué sol?, ¿acaso ese visible? Cotidianamente sale para ellos, pues de él dice el Señor: El cual hace salir su sol sobre buenos y malos171. Es otro quien ha hecho este sol; ese sol de justicia, invisible e inteligible, del que en otro lugar se dice: Ha salido para172un sol de justicia173. Ese mismo no ha salido para ellos. Y oye qué lamentan: ¿Qué nos ha aprovechado la soberbia, y la ostentación de riquezas en qué nos ha sido ventajosa? Todo eso ha pasado como sombra174, como si el torrente se hubiese desvanecido ya. Mas en todo caso, el que nació, padeció, fue crucificado, sepultado y resucitó, de ese torrente bebe en el camino al pasar de aquí al Padre, para que lo sigan los fieles por los que de este torrente bebe en el camino; por eso ha levantado la cabeza, esto es, a sí mismo.

44. Cabeza de la Iglesia es175, en efecto, el que ya ha ascendido al cielo y se sienta a la diestra del Padre, para mostrarnos en su holocausto qué debemos esperar también de nuestra carne, pues, como dice el Apóstol: En esperanza, en efecto, hemos sido hechos salvos y en nosotros mismos gemimos esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo176. Nosotros, en efecto, adoptados; él, en cambio, único nacido. En el principio, Dios Palabra en Dios, como atestigua un evangelista177, e igual al Padre, como dice el apóstol Pablo178, devino empero de baja condición para ser mediador único de Dios y los hombres, Cristo Jesús hombre179. En cambio, cual es ese mediador malo y falso que tapona el camino hacia Dios, tales consiguen ser los hombres soberbios; doquiera estén, quieren ser símiles a su mediador. Y, como veis entre hombres, asimismo entre ángeles.

El que quiso ser mediador y reconciliador respecto a Dios, del que mucho he dicho -esto es, mediador de condición baja y excelsa, el señor Jesucristo-, ha asumido toda criatura -en el hombre está toda, pues antes he dicho que la criatura es o espiritual o corporal-; ha asumido, pues, al hombre entero, al tomar forma de esclavo180; cualquier cosa que hay en la mente racional, cualquier cosa que hay en el alma, en la carne: ha asumido todo excepto el pecado. En él, pues, está todo, no vaya alguien a errar buscando para su purgación una criatura mediatriz y supuestamente purgadora. Todo tiene ese mediador, todo ha asumido ese mediador, porque limpiar de iniquidades y liberar de la mortalidad puede esa criatura mediatriz que no presume de valer ella algo, sino que personalmente está unida y ha quedado entrelazada y fusionada con el Dios Palabra, de forma que pudiese decirse: La Palabra se hizo carne181. Cuya condición baja fue despreciada y exaltada, para que, de sí, ni los de condición baja desesperasen ni los soberbios presumieran.

Cuando, pues, los hombres soberbios quieren que se los adore y se aíran si otros les anteponen a Dios, son imitadores del mediador falaz. Al contrario, los humildes hombres santos, cuando así los honran hombres equivocados que, al no atender a la Escritura divina que dice: Maldito todo el que pone suesperanza en el hombre182, quieren poner en el hombre su esperanza, los compadecen en su corazón y fielmente les aconsejan, cuanto pueden, que esperen en Dios, no en el hombre, ya que ni el Apóstol quiso que se pusiera en él la esperanza, sino en la verdad que anunciaba. Lo que mediante su persona se decía, era mejor que él, mediante el cual se decía, y quería que los creyentes pusieran la esperanza en lo que se decía por medio de él, no en él, mediante el cual se decía. Aun si nosotros, afirma -poco es, si nosotros; oye lo que sigue-, o un ángel, afirma, desde el cielo os anunciaseotra cosa fuera de lo que habéis recibido183, sea anatema184. Veía que el mediador falso se puede transfigurar en ángel de luz185 y anunciar algo falso. Como, pues, los hombres soberbios quieren que se los adore en vez de a Dios, arrogarse cualquier cosa que pueden, que los nombren y, si es posible, sobrepasar en gloria a Cristo mismo, así el diablo y sus ángeles186.

45. Hermanos míos, a católicos hablo. A Donato tienen los donatistas por Cristo. Si oyen a un pagano desacreditar a Cristo, tal vez lo soportan más pacientemente que si oyen desacreditar a Donato. Sabéis lo que digo y cotidianamente os veis impelidos a experimentarlo. Aman a Donato tan perversamente, que lo anteponen a Cristo. En efecto, no sólo no tienen qué decir, sino que también saben que no tienen qué decir. Efectivamente, nada los sostiene sino, bajo el nombre de Cristo, el nombre de Donato: al nombre de un hombre los han seducido contra Cristo. Además han causado contra mí un odio descomunal, porque les grito: «No pongáis en el hombre vuestra esperanza, para no ser malditos»187. Odian a quienes predican la paz y, si por tan gran delito suyo -y no por Cristo, sino por Donato- sufren algo, se creen mártires. Y, porque les digo «No exsufles el bautismo de Cristo, ama la paz, devuélvete al disco de las tierras: entero lo ha redimido con su sangre Cristo, no reduzcas a un partido al comprador de todo», por eso me odian y, si se les da facultad, me matan por mano de los circunceliones. Mas, porque el Señor ha ayudado, me he librado, por lo cual doy gracias a la misericordia del Señor. Por eso aconsejo y pido que recéis por mí, para que el Señor me inspire siempre confianza para predicar su paz, y para que, en vez de temerlos, los quiera y me alegre de que se cumpla en mí lo que está escrito: Con quienes odian la paz era pacífico; cuando les hablaba, me debelaban sin motivo188. Y, si no pueden ser sanados de otro modo, debélenme, hiéranme, mátenme y sean empero sanados.

46. Pero volvamos, hermanos, a lo que había empezado a decir; el dolor, en efecto, me ha alejado de lo que había pretendido. Como son los hombres soberbios -prefieren que se los adore en vez de a Dios-, así los ángeles soberbios prefieren que se los adore en vez de a Dios. Y, como son los hombres santos -prefieren que se adore a Dios en vez de ellos-, así todos los ángeles santos -lo que también de los mártires se ha de creer sin duda alguna- prefieren que se adore a Dios en vez de a ellos. Quieren que reciba honor ése al que ellos honran, eligen ser queridos en él; no sólo no acogen de los hombres honores privados, sino que incluso los rechazan. Por eso, en la medida en que el Señor me lo ha concedido, he puesto también el ejemplo del ángel del Apocalipsis, quien quiso que el hombre adorase no a él sino a Dios189.

No temáis, pues, hermanos, molestar a algún ángel santo o a algún mártir, si con servidumbre religiosa diereis culto a solo Dios. En efecto, si la prudencia de la carne190 os persuadiera a que, tomándoos por patrón -si quizás os deleita que os honren con cierto fausto de soberbia privado, no en Dios ni por Dios, sino en vosotros por vosotros, de forma que os indignéis si no sucede-, opinéis que o los ángeles santos o los mártires santos gozan con tales obsequios de los hombres, y que exigen para sí la servidumbre que se debe a Dios, los paganos os engañarán con seducción facilísima, y lejos por completo os apartaréis del Señor vuestro Dios, del que hemos recibido mandato tan importante: Al Señor tu Dios adorarás y a él solo servirás191.

¿Queréis honrar seguros a los ángeles santos y a los mártires santos? Dad culto al único en quien quieren que los honren. Si, en efecto, son santos, se aíran contra vosotros si les dieseis culto en su propio nombre y no al único de quien también ellos han recibido la gracia de su felicidad que han recibido. Porque, pues, son santos, no los ofendáis como queriendo darles culto desmesuradamente. En efecto, dando culto a Dios, lo dais a todo el que con dilección piadosa y devoción santa está pegado a Dios. Si, en cambio, se aíra porque no se le da culto con algunos sacramentos propios, ya es el transgresor soberbio y mediador falso, que se transfigura en ángel de luz192. Si ya te ha retorcido hacia sí, ha taponado el camino: no sólo no puedes llegar a través de su persona, sino que, más bien, por su culpa no se te permitirá llegar.

47. Que no os vendan sus vaniloquios ni os digan: «Damos culto a las fuerzas de Dios para por ellas llegar a Dios, y hacemos unos ritos sacros a Saturno, otros a Júpiter, otros a Plutón, éstos a Neptuno, ésos a Marte, aquéllos a Ceres». Sin duda, no todos gozan de ritos idénticos porque se arrogan cultos privados y propios; y, por esto, esos ritos no son sacros, sino sacrílegos. Y en todos ellos su príncipe exulta y triunfa, deleitado, a causa de la soberbia malevolencia, no tanto por esos ritos cuanto por el embaucamiento y error de los hombres. No os seduzcan, por tanto, cuando os dicen: «Si vosotros dais culto a los mártires y suponéis que mediante ellos sois ayudados ante Dios, ¡cuánto más debemos nosotros dar culto a las fuerzas de Dios, mediante las que somos ayudados ante Dios!».

En efecto, fijaos en los sacramentos de la Iglesia y ved si a mártir alguno se ofrece sacrificio, de forma que presentemos uno a éste, otro a aquél; más bien, en todas las memorias ofrecemos uno solo y no a alguno de ellos, sino al Señor de todos nosotros, sacrificio en el que honramos a los mártires según su grado, no en sus personas sino en la de aquel mediante el que han vencido al diablo. Y, porque en el único en quien tienen su gozo, en ése solo tienen su honor, tanto más cariñosamente nos recuerdan, cuanto menos les ofrecemos ritos sacros privados. Si alguien te dijere: «Invoca así al ángel Gabriel, invoca así a Miguel, presenta esto a uno, esto al otro», no te dejes engañar, no consientas ni te engañe porque los nombres de estos ángeles se leen en las Santas Escrituras; fíjate, más bien, en cómo se leen allí: si han exigido para sí a los hombres alguna ceremonia privada y no han querido, más bien, que siempre se dé gloria al único Dios, al cual obedecen.

48. Ahora bien, no sólo si un hombre, sino si alguien parecido a un ángel quisiere tentarte, ora mediante alguna visita, ora mediante un sueño, y dijere «Hazme esto, celébrame esto, porque soy ángel», verbigracia, Gabriel, no le creas193. Seguro da tú culto al único Dios, que es el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo. Con tal culto tuyo goza si es ángel; si, en cambio, se aíra porque no le has dado algo extra, hay que entender que es aquel del que el Apóstol dice que se transfigura en ángel de luz194: quiere taponar el camino, para hacer mal se entremete; es mediador no reconciliante, sino, más bien, separador. En efecto, el ángel del Apocalipsis y los demás como él, quieren que se adore no a ellos sino a Dios. Son nuncios, pues nuncian lo que para nunciar hayan recibido; son ministros, pues hacen lo que les ha mandado hacer, llevan nuestras preces a Dios, sin exigirlas, suplantando a Dios. Dice un ángel a un hombre: He ofrecido tu deprecación en presencia de la claridad de Dios195. Sin embargo, no rogaba al ángel, también éste rogaba a Dios: ministro, ofreció la prez del otro. ¿Acaso dijo, como hacen los ministros perversos y corruptos de ciertas potestades: «Dame algo, si quieres que nuncie esa prez, si quieres que la admita»?

Nuestro Señor no tiene una casa importante de esta laya. Lo aman sus siervos, lo aman sus hijos. Si quisieres corromper a alguno de ellos privadamente, digamos, para que te admitan junto a su señor, serás expulsado lejos de esa casa grande. En efecto, si imitan la vida angélica -porque está escrito: Un alma única y un corazón único está orientado a Dios y nadie tiene algo propio, sino que todo les es común196, como en los Hechos de los Apóstoles leemos que del número de los judíos se habían convertido tantos miles de hombres197, a quienes, sin poseer nada propio, de lo común se distribuía a cada uno como cada uno necesitaba198-; si, pues, éstos imitan la vida angélica y, si a alguno de ellos algún amigo suyo o hermano o padre o madre o cualquier allegado quisiere ofrecerle privadamente algo, no sólo lo rehúsa, sino que también avisa que, si ha de ofrecerse y recibirse, se ofrezca a Dios, como hacían quienes ponían a los pies de los apóstoles los precios de sus cosas199, como también aquellos a los que el Apóstol ha exhortado a hacer alguna oblación a los pobres de los santos que había en Jerusalén200 -y enseña que sepan ofrecer a Dios lo que hacen-, cuánto más los ángeles -por supuesto, más perfectos-, que en la magnificencia celeste, en la casa importante201 y en la ciudad celeste de Jerusalén202, madre de todos nosotros203, sirven a Dios con caridad enteramente concorde, no quieren que nada de honor se les presente privadamente y en propiedad, sino que gozan con solo el honor que mancomunadamente se presenta a Dios como a Dios, y a esa ciudad como a su templo, esto es, la Iglesia universal.

49. Y por eso, a causa de la purgación, que se hace mediante el Mediador, el mismo que es igual al Padre204 quiso ser mediador único205 y devenir hombre, para que mediante la sustancia afín -cosa que es el hombre- llegáramos a la sustancia suma, cosa que es Dios. Ha descendido206, porque estábamos abajo, y ha ascendido, para que no permaneciéramos abajo. Único mediador verdadero es el que a nadie engaña: quien, aun siendo igual al Padre, por nosotros ha querido ser menor que él207, no perdiendo lo que es igual, sino tomando lo que es menos. Ya ha librado también nuestra carne en su carne. Ya no muere, y la muerte no lo dominará más208. A él llegan nuestras preces, aunque en los sacramentos de la Iglesia se dirigen al Padre. Ya no muere, pues las ofrece el sacerdote sumo que por nosotros se ha ofrecido a sí mismo como holocausto209. Él es quien nos hace llegar, pues se entremete no para taponar sino para dirigir, no para separar sino para reconciliar, no para impedir sino para destrozar impedimentos. Él es el único pontífice y único sacerdote que se prefiguraba en los antiguos sacerdotes de Dios: se buscaba un sacerdote sin mácula del cuerpo210, porque nadie sino aquél ha vivido sin mancha de pecado, incluso en cuerpo mortal; efectivamente, lo que se prefiguraba en el cuerpo de ellos, se significaba en la vida de él. Ahora bien, nos llaman obispos, sacerdotes, porque somos dirigentes; la Iglesia toda, sin embargo, es cuerpo de ese sacerdote. Al sacerdote pertenece su cuerpo; por eso, en efecto, el apóstol Pedro también dice a la Iglesia misma: Plebe santa, sacerdocio regio211.

50. Entonces era ungido un único sacerdote, ahora a todos los cristianos se unge. Se ungía al rey, se ungía al sacerdote, no se ungía a los demás. Uno y otro papel, el de rey y el de sacerdote, desempeñaba el Señor, no en figura, sino ya en verdad. Por eso efectivamente, en el rey David mismo, de cuya semilla fue hecho según la carne212, estaban figurados uno y otro. Rey era, cosa que sabemos y que es manifiesta. Se prefiguró en él también el papel del sacerdote, cuando comió de los panes de la proposición213, que no era lícito comer sino a solos los sacerdotes214; cosa que el Señor mismo ha recordado en el evangelio para que, quienes pueden entender, reconocieran haber estado él prefigurado en David, pues además María misma procedía no sólo de estirpe regia sino también de estirpe sacerdotal.

Y respecto a la estirpe regia, la cosa es manifiesta. Por eso, el Apóstol dice del Señor mismo: Que le fue hecho de la semilla de David según la carne215. En efecto, aunque a José se le llame padre suyo216 por efecto de la caridad, no ha nacido empero de su semilla, como se declara en el evangelio217. Queda, pues, que, en atención a María, respecto a Cristo se diga «de la semilla de David», porque ella era de la semilla de David, esto es, regia. Pero ¿cómo encontramos también en María la estirpe sacerdotal? Está escrito en el evangelio que el sacerdote Zacarías tenía por mujer a Isabel, de las hijas de Aarón218; de estirpe sacerdotal, pues, era Isabel, ya que sacerdotes fueron Aarón, hermano de Moisés, y toda la tribu misma de Leví. Ahora bien, en el evangelio dice a la virgen María el ángel: Tu pariente Isabel219. Si, pues, Isabel, una de las hijas del sacerdote Aarón, era pariente de María, no ha de dudarse que la virgen María pertenecía a sangre no sólo regia, sino también sacerdotal. Por eso, en el Señor, según el hombre que asumió, existen ambos papeles, regio y sacerdotal: regio, porque, hasta que ponga a los enemigos bajo sus pies y, novísima enemiga, quede destruida la muerte220, nos conduce a toda imitación de la milicia espiritual, ya que también a ese rey tentó nuestro enemigo221, para que el soldado aprendiese a luchar; sacerdote, en cambio, en cuanto que para expiar y purgar nuestros pecados se ofreció a sí mismo en holocausto222. Por eso ungían entonces en figura a los dos: al rey y al sacerdote.

51. También por eso hay dos peces con los cinco panes de cebada223. Los peces, en efecto, tienen que ver con la ración; ahora bien, las raciones suelen aliñarse con aceite; dos peces, pues, con cinco panes, esto es, con el Testamento Viejo, donde los cinco libros de Moisés tienen la primacía. Ahora bien, porque había comenzado ya a haber unos pocos cristianos, esto es, ungidos, a partir de los cuales se llenaría la Iglesia universal por el orbe entero, se dice verdaderamente que había pocos peces con los siete panes224, de los que no se dice que sean de cebada, y que significan ya el Testamento Nuevo. Los cinco panes de cebada significan, en efecto, lo que, cubierto como por cascarillas, en esa Ley, ha de entenderse espiritualmente, y que el Señor expuso a los apóstoles, al instruirlos; razón por la que allí quedan llenos de las reliquias de los fragmentos doce cuévanos225. En cambio, los siete panes significan la operación septenaria del Espíritu en el Testamento Nuevo, como también Juan dice en el Apocalipsis. Se entiende, en efecto, que recuerda a los siete espíritus226 en sustitución de las siete operaciones espirituales que primeramente había mencionado Isaías: De sabiduría e inteligencia, de consejo y fortaleza, de ciencia, piedad y temor del Señor227. Y, por eso, de aquellos restos de los fragmentos quedaron llenas siete espuertas228, número con que se significa la Iglesia universal. Por eso, idéntico apóstol Juan escribe también a las siete Iglesias229, y en las cartas del apóstol Pablo se encuentra idéntico número septenario, no de cartas sino de Iglesias. Y, buscado con mucha diligencia, en esos sacramentos dulcemente se encuentra mucho.

Pero de ellos he recordado ahora algo de los peces a propósito de la unción, para mostrar las funciones regia y sacerdotal, significadas entonces por los dos peces, porque entonces se ungía a dos: al rey y al sacerdote. Ahora bien, de crisma -esto es, de unción- se deriva el vocablo «Cristo»; por otra parte, cuerpo de Cristo es la Iglesia230 y, por eso, se unge a todos los cristianos con sacramento oculto para los demás, pero conocido de los fieles. En cambio, sacerdote único es ese mediador, cabeza de la Iglesia, sin pecado, mediante el que se hace la purgación de nuestros pecados231.

52. Por eso, con dolor grande me viene a la mente conmemorar que Parmeniano, otrora obispo de los donatistas, había osado poner en cierta carta suya, que el obispo es mediador entre el pueblo y Dios. Veis que se ponen delante, en vez del Novio: con adulterio sacrílego corrompen las almas ajenas. No es mediocre esta audacia, y esto me parecería absolutamente increíble si no lo hubiese leído. Si, en efecto, el obispo es mediador entre el pueblo y Dios, por ser muchos los obispos se sigue que se considere mediadores a muchos. ¡Para que, pues, sea leída la carta de Parmeniano, destrúyase la carta del apóstol Pablo que dice: Pues hay un único Dios, también un único mediador de Dios y los hombres, Cristo Jesús hombre!232 Ahora bien, ¿entre quiénes es mediador, sino entre Dios y su pueblo? Entre Dios, pues, y su cuerpo, porque cuerpo suyo es la Iglesia233. Descomunal es, por tanto, la soberbia que, por atribuirse con falacia adulterina el matrimonio de Cristo, osa constituir mediador al obispo.

Veamos al amigo del Novio guardar la honra del novio, no ponerse delante, en vez del novio. ¿Acaso dice: «Os he desposado conmigo»? Puede decirlo quien se dice mediador entre el pueblo y Dios, no el que dice: ¿Acaso Pablo fue crucificado por vosotros, o habéis sido bautizados en el nombre de Pablo?234; no el que dice: Hay un único Dios, también un único mediador de Dios y los hombres, Cristo Jesús hombre; no el que dice: Os he desposado con un único marido para presentar al Mesías una virgen casta235. Y, por eso, fue echado del convite de bodas el adúltero aquel que no tenía vestido nupcial236, pues no tenía vestido con que honrar al esposo, sino que en el banquete del esposo buscó su honor, habido gracias a él.

53. Tenemos, pues, hermanos, un único mediador237, que es también cabeza nuestra. En cambio, nosotros en nombre de Cristo, aunque no somos con vosotros prepósitos de las Iglesias, con vosotros somos miembros del cuerpo de Cristo238: tenemos cabeza única, no muchas; de hecho, cuerpo que quiere tener muchas cabezas es ya un monstruo. Por otra parte, a propósito de la unción decía yo que entonces ungían a solos sacerdotes y rey, ahora, en cambio, a todos los cristianos. Consiguientemente ved que todos pertenecéis con nosotros al cuerpo del Sacerdote, esto es, que todos sois fieles; sin embargo, denominan «sacerdotes» principalmente a quienes son prepósitos de la Iglesia; ahora bien, no por eso el cuerpo restante no es cuerpo del Sacerdote.

Asimismo, porque en los sacramentos viejos se prefiguraba el sacerdote único -esto es, nuestro señor sacerdote Jesucristo-, por eso un sacerdote único entraba en el sanctasanctórum; en cambio, todo el pueblo estaba en pie fuera. ¿Acaso, cercanos ahora los obispos al altar, estáis vosotros fuera y no veis, oís, testificáis y recibís dentro? Entraba entonces un único sacerdote en el sanctasanctórum una vez al año239. El año significa todo el tiempo. Una vez, pues, en todo el tiempo, al resucitar de entre los muertos, nuestro único sacerdote, el señor Jesucristo, a ofrecerse por nosotros ha entrado en el sanctasanctórum, no figurado sino verdadero, más allá de las cortinas de los cielos240. Ha entrado y allí está. El pueblo, en cambio, aún está en pie fuera con nosotros; aún no hemos resucitado para ir al encuentro de Cristo y permanecer dentro del todo con él241, cuando dirá al empleado bueno: Entra al gozo de tu señor242. Así pues, mediante el único sacerdote que entraba solo en el sanctasanctórum y mediante el pueblo que fuera estaba en pie, se significaba entonces lo que ahora ha quedado cumplido mediante nuestro señor Jesucristo, que entra solo sobre lo recóndito de los cielos, y mediante el pueblo que fuera gime aún, hecho salvo en esperanza, a la espera de la redención de su cuerpo243, la cual sucederá en la resurrección de los muertos.

Mas en todo caso, sentado a la diestra del Padre tenemos sacerdote y pontífice que por nosotros interpela244 en el sanctasanctórum, para que no temamos en esta peregrinación nuestra, con tal que no nos desviemos del camino de la verdad245, con tal que en vez de él no queramos a otro, sino que recíprocamente nos queramos en él, de forma que en todo hermano nuestro que anda los caminos de él miremos, honremos, acojamos al que fue entregado por nuestros delitos y resucitó por nuestra justificación246, porque él habla en sus santos, pues dice el Apóstol: ¿O queréis recibir una prueba de quien en mí habla, Cristo?247. Y, aunque dice: Ni quien planta es algo ni quien riega, sino quien da el incremento, Dios248 -porque quería no ser amado él, sino que en él fuese amado Dios-, a ciertos individuos da testimonio al decir: Como a un ángel de Dios me acogisteis, como a Cristo Jesús249. En todos sus santos, pues, hay que amarlo, porque afirma: Tuve hambre y me disteis de comer250; no afirma, en efecto, «les disteis», sino «me disteis»: ¡tanta es la caridad de la cabeza hacia su cuerpo!

54. Así pues, porque él, mediador y sacerdote, ha entrado solo en el sanctasanctórum, mientras, como he dicho, la Iglesia, que es su cuerpo251, aún gime fuera entre oraciones lacrimosas y obras laboriosas, en los Libros Viejos no encontramos que el sacerdote se encomendase al pueblo para que se orase por él, porque figuraba al Señor nuestro Jesucristo, por quien nadie ora. ¿De quién, en efecto, era figura el sacerdote por el que nadie oraba, sino del Señor nuestro Jesucristo, que interpela por nosotros252 y no necesita nuestras oraciones por él? En esta tierra se ha dignado él figurar también esto, como orase solo en un monte, cuando tempestades turbaban en la lancha a los discípulos253. También nosotros, como en una nave, en la Iglesia fluctuamos por las tempestades de este mundo; pero, porque él, como entonces en el monte, así ahora en las alturas de los cielos interpela por nosotros, estemos seguros.

55. Dice también el apóstol Juan: Esto os escribo, para que no pequéis. Y, si alguien hubiere pecado, abogado tenemos cabe el Padre, Jesucristo justo; él es propiciación por nuestros pecados254. Ve qué Juan: quien se recostaba sobre el pecho255 del Señor y de ese pecho bebía en el convite lo que eructaría a los pueblos: En el principio existía la Palabra y la Palabra existía en Dios y la Palabra era Dios256. Ese Juan, pues, ¿acaso ha dicho: Y si alguien hubiese pecado, me tenéis a mí cabe el Padre; yo oro por vosotros? Ved quién dice qué. No sólo, en efecto, no ha dicho eso, sino que, aun si dijera: «Y, si alguien hubiese pecado, abogado tenéis cabe el Padre, a Jesucristo justo; él es propiciación por vuestros pecados», quizá parecería soberbio y arrogante. No dijo esto. Y, si no dijo esto, ¡con cuánta soberbia diría «Me tenéis de abogado ante el Padre»!, ¡con cuánto más descomunal sacrilegio diría, por querer interponerse entre los pecadores y Dios: «Me tenéis de mediador ante el Padre»!

¡Y ésos ni tienen miedo ni se sonrojan de decir que el obispo es mediador entre Dios y los hombres! Lisa y llanamente es mediador; mas en el partido de Donato, para taponar, no para conducir, como hizo Donato, pues entremetió su nombre para cerrar el camino hacia Cristo. No quieren, en efecto, venir a la Iglesia, porque Donato taponó, porque ******257 a través de pared blanqueada258, de tierra, en efecto, pero no por la religión cristiana. Blanqueó para engañar ******259 y para que los que venían hasta él no pudiesen pasar a Cristo, esto es, al cuerpo de Cristo que es la Iglesia difundida en el orbe entero.

He ahí cómo se hizo mediador, cómo se hace también mediador ese ángel soberbio del que ya he dicho muchas cosas. Mas atended a lo de Juan, cuando dice: Esto os escribo para que no pequéis. Y, si alguien hubiese pecado, abogado tenemos cabe el Padre260. No diría tenemos, sino porque se conocía bien y se valoraba humildemente. Y él es, dice, súplica por nuestros pecados261. No ha dicho «vuestros», como si se eximiera de pecados. Si lo dijera, se le recitaría lo que él dice en otro lugar: Si dijésemos que no tenemos pecado, nos engañamos y la verdad no está en nosotros262.

56. Así pues, hermanos, esforzaos en no pecar, procurad fuertemente no pecar263. Ahora bien, si alguien hubiese pecado, mediante expiación nos purificará el que es súplica por nuestros pecados264. Evitad todos los males por los que se blasfema el nombre de Dios, para que la gloria del nombre de Cristo esté en vuestra buena conducta265 para ganar a otros266. Evitad, sobre todo, lo que os puede separar del altar de Dios. Mas para que no padezcáis naufragio, con obras buenas achicad los pecados que, por la costumbre de la vida cotidiana, cotidianamente se introducen a traición y por cierta debilidad nuestra no cesan de penetrar subrepticiamente, como venidos de las olas del mar de este mundo. Sean sanadas estas heridas cotidianas con medicamentos cotidianos de limosnas, ayuno, oraciones. Hervid en todas estas obras buenas y, para que los hombres vean vuestras acciones buenas y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos267, ni por vuestra gloria les mostréis lo que hacéis, ni evitéis las miradas de quienes quieren imitaros. Cualquier cosa que hacéis268, haced todo a gloria de Dios269, para que el Humilde y Excelso nos haga, de humildes, excelsos. En efecto, así nuestras limosnas llegarán al que por nosotros, como fuese rico, devino pobre270, como nuestros ayunos llegarán al que por nosotros ayunó; así llegarán a él nuestras oraciones, también cuando en ellas pedimos verazmente que nos sean perdonadas nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores271, como también él perdonó a sus deudores, al decir pendiendo en la cruz: Padre, perdónalos, porque no saben qué hacen272.

Bendígase a quien os ha dado poder hacer lo que hacéis. Si, en efecto, os atribuís y os arrogáis vuestras obras buenas, de forma que aun en los sacrificios de la humildad os infle la soberbia, al mediador falso daréis lugar273de entremeterse y taponaros el camino, pues busca todos los accesos y con deslizamientos serpentinos intenta introducirse subrepticiamente mediante esas obras buenas. Si encontrase a un hombre que obra, digamos, bien y se atribuye lo que hace y con cierta hinchazón se ensalza sobre quien no los hace, inmediatamente se pone delante para embaucar, sustituyendo al mediador.

57. Pero, como había yo empezado a decir, en los Libros Viejos no encontramos que sacerdote alguno haya encomendado al pueblo orar por él, porque figuraban a aquel por quien nadie había de orar, esto es, a nuestro señor Jesucristo, quien es el único mediador274 y sacerdote no figurado sino verdadero. En cambio, el apóstol Pablo, quien sabía que con los demás miembros era del cuerpo del sacerdote, se encomienda a las oraciones de la Iglesia, porque recíprocamente están solícitos de sí los miembros, y, si es glorificado un único miembro, con él se alegran todos los miembros, y, si sufre un único miembro, con él padecen todos los miembros275. La cabeza interpela276 por todos los miembros; con ruegos pidan unos por otros los miembros bajo la cabeza.

¿Qué dice, pues, el apóstol? Orando juntamente también por nosotros, para que Dios nos abra la puerta de la palabra277. También por Pedro oraba la Iglesia, cuando Pedro estaba en la cárcel278, y fue escuchada, como también Pedro por la Iglesia, porque los miembros oran recíprocamente por sí. Ésos no se denominan a sí mismos mediadores y oran por esos cuya oración por ellos quieren; mas se denominan a sí mismos mediadores quienes, si se quitaran del medio, quedarían hechas una279 las dos realidades que ellos han dividido con criminal soberbia. ¡Lejos, pues, de los corazones de los cristianos lo que aparece en la soberbia de los herejes! Como he dicho a Vuestra Caridad, el primer sacerdocio representaba a cierto individuo; ahora ha quedado cumplido lo que entonces se figuraba. Tenemos mediador y pontífice: ha ascendido al cielo, entrado280 en el interior del velo281, en el sanctasanctórum verdadero, no figurado. El sacramento de esta realidad se celebra en la Iglesia: dentro oráis con nosotros, a las palabras del obispo respondéis «Amén». Así, en efecto, el pueblo suscribe, digamos, porque todos pertenecen al cuerpo del Sacerdote. Nadie, pues, como suele decirse, os venda humos: tenemos como mediador único282 al Señor Jesucristo; él es plegaria, él, propiciación por nuestros pecados283; mantengámonos seguros, apoyados en él.

58. Veis, en efecto, hermanos, para volver ya a lo que decía contra los paganos, cómo estáis protegidos no sólo para que no os superen, sino para que, en cuanto puede hacerse por vuestro medio, ganéis para la salvación a los convencidos, y por ellos oréis y ayunéis, para que conozcan a Dios y lo honren como ha de honrársele, no como dice de algunos el Apóstol: Que, como hubiesen conocido a Dios, no lo han glorificado ni le han dado gracias como a Dios, sino que se han desvanecido en sus proyectos y se ha oscurecido su insipiente corazón284, para buscar, bajo el nombre de purgación, mancilla supersticiosa y sacrílega. En efecto, por querer adherirse a la realidad que existe siempre, que siempre existe de modo idéntico y permanece inconmutable, a la que de alguna forma han podido palpar con ingenio agudo, sin querer empero honrarla con corazón humilde, fueron a dar en el mediador falso, envidioso del alma humana, y que de todos modos intenta que, de las fatigas con que la domina, no pase al descanso donde sea más sublime que aquel al que pertenecen todos los sacrilegios sacros e instrumentos de la iniquidad falacísima de astrólogos, sortílegos, arúspices, adivinos.

59. Vosotros, en cambio, hermanos míos, que quizá no veis con la inteligencia lo que ellos han visto y aún no sois idóneos para trascender con el pensamiento del ánimo toda criatura, no sólo corporal sino también espiritual, y ver al Dios inconmutable por el que, mediante el que y en el que todo ha sido hecho285, no tembléis, no desesperéis, porque él, al descender hasta los más bajos y débiles se os ha hecho camino286. En efecto, ¿de qué les sirve ver, ensoberbecidos, desde lejos la patria? No encuentran el camino287, porque el camino hacia la altura de la patria comienza en la bajura. Ven la patria como desde el monte de la soberbia, la ven desde el monte contrario. Pero nadie asciende a ella si antes no hubiese descendido288. No quieren descender para poder ascender, esto es, no quieren ser humildes para poder ser cristianos. Cuando, mientras soplan vaciedades con boca manchada, se dicen: «¿Y voy a ser lo que es mi portera y no, más bien, lo que fue Platón, lo que fue Pitágoras?», no quieren descender, no pueden ascender. Nuestro Señor, en efecto, ha descendido a nosotros de la altitud de su majestad, y no quieren éstos descender a él desde el tumor de su soberbia. Él, pues, ha descendido para elegir lo débil del mundo y confundir lo fuerte, y lo estulto del mundo para confundir a los sabios, y ha elegido lo vulgar y despreciable del mundo y lo que no es, como si fuese289, para destruir lo que es290.

60. Ciertamente, el Dios hecho hombre, no cambiándose en hombre sino asumiendo al hombre, ha querido devenir hombre para enseñar humildad. Parecería que nada puede añadirse a esta humildad y, sin embargo, ni para su condición humana ha elegido aquello de que los hombres se hinchan. No ha elegido padres ilustres o dotados de alguna dignidad; en efecto, para que contra la justicia del pobre y proletario nadie se jactase de la aristocracia de los padres ni se inflase irremediablemente, ha querido nacer de una mujer que estaba desposada con un obrero. Ni siquiera ha elegido una ciudad ilustre en la que nacer -Belén tiene pocos habitantes-; de ahí era ciertamente él, nacido de la tribu de David. Sin embargo, en esa tribu, como en las demás, había muchos pobres y proletarios. Incluso David mismo, de cuya semilla fue hecho según la carne el señor Jesucristo291, ¿acaso no pastoreaba ovejas antes de ser elegido divinamente para reinar?292 En efecto, también en él había elegido lo vulgar del mundo para293 confundir lo ilustre, y para que en su persona se prefigurase lo que por medio de su descendencia había de cumplirse. Ha elegido, pues, también baja estirpe de que nacer. Pero quizá diría alguien: «Aunque ha nacido de clase baja, ha querido jactarse en la prosapia de los discípulos». No ha elegido a reyes o senadores o filósofos u oradores. Todo lo contrario, ha elegido a plebeyos, pobres, indoctos, pescadores294. Pedro, pescador; Cipriano, orador: si el pescador no hubiera precedido lealmente, no se habría acercado humildemente el orador. Ningún abyecto desespere de sí; basta con que agarre a Cristo, y su esperanza no quedará fallida.

61. Quienes, pues, como había yo empezado a decir, de lejos y desde el monte contrario, el de la soberbia, ven la patria, desprecian la humildad; por eso no conocen el camino, ya que nuestro camino es la humildad. Cristo la ha mostrado en sí mismo. Si alguien se desviase de este camino, vendrá a parar en un monte enteramente tortuoso e inextricable, al entremeterse contra él el diablo, perniciosa y falazmente entremetido a mediador mediante innumerables ritos sacrílegos, mediante arúspices, augures, sortílegos, adivinos, magos. Entregados, en efecto, a éstos, no descienden al camino, sino que yerran en cierto monte boscoso, desde el que algunos de ellos alzan los ojos y ven la patria, pero no pueden llegar a ella porque no conocen el camino. En cambio, quienes ya conocen el camino295, esto es, al mediador verdadero y veraz, mediador que hace llegar y no tapona, mediador que purga y no enreda, perseverantemente andan en aquello que tienen. De hecho, algunos de ellos ven la patria, algunos no la ven. Pero no se retiren del camino quienes aún no ven la patria, y llegarán también adonde llegan los que la ven. La potencia visual es, en efecto, en algunos tal que pueden ver de lejos. A éstos nada les aprovecha ver a dónde van y no saber por dónde van. Si, en cambio, han conocido el camino, no les aprovecha tanto ver de lejos a dónde llegar, cuanto haber conocido a dónde tender. Quienes, en cambio, no tienen tal agudeza, si andan con los otros, juntamente han de llegar.

Quien de vosotros, pues, puede trascender con la mente toda criatura y ver la inefable luz de la sabiduría, cuando la vea verá que no puede decirse, y verá que todo lo que de ella se ha dicho es indigno de su magnitud, aunque apto para pequeñines, a los que se nutre para que oigan en la medida en que puede decirse, mientras oyen lo que no puede decirse. Quienes, en cambio, no pueden trascender la criatura y ver la verdad inefable, agarren ese mediador al que, si no lo agarran incluso quienes ya ven algo inconmutable, ven, por cierto, en vano. En él tenemos la criatura corporal, que en la carne ha tomado también; asimismo, la criatura espiritual, porque allí hay alma, allí hay mente racional; en él, la Palabra en persona mediante la que se hizo todo296, porque la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros297. Quienes estamos en este camino, no nos desviemos de él, no sea que vengamos a dar en mediadores falsos, que nos prometen purgación y ponen impedimentos.

62. Mediador único298 es, en efecto, aquel en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y el conocimiento, el cual es cabeza de todo principado y potestad299. Mediante lo que tenemos, hace llegar hasta lo que debemos tener. Nada, en efecto, cautiva al hombre tanto como el afecto humano. Por eso él, Dios y hombre, mediante lo que conocemos nos hace pasar a lo que ha de ser conocido. En verdad, para que no se supusiese que el hombre está lejos de la naturaleza humana, la Palabra esa mediante la que se hizo todo300 [...] acercarse, en cambio, a las fuerzas celestes o supracelestes, y, por eso, querría que respecto a esa Palabra devinieran para él mediadoras y limpiadoras suyas, y así, a causa de la soberbia y curiosidad vana, cayese en manos de las potestades aéreas301 que, mediante errores de percepción, varios y multiformes, propios de la debilidad humana, engañan y embaucan, pues impiden el tránsito hacia Dios y desean dominar a los que han cautivado.

Por eso, la Palabra, mediante la que se hizo todo302 se hizo carne303, esto es, se acopló también la naturaleza carnal, tomándola del hombre, para que así el hombre aprendiese que no estaba lejos de su naturaleza lo que se suponía que se acercaba a solos los celestes, y, purgado mediante esa naturaleza intermedia conocida, estuviera ligado a la divinidad inconmutable. Por eso se ha dignado hacer milagros tanto terrenos cuanto celestes, para mostrar que le están sometidas incluso esas realidades que con signos y prodigios mendaces304 pueden asustar a los hombres. Muestra también que toda potestad espiritual o teme a Cristo o quiere a Cristo, de forma que el cristiano no tema a la que teme a Cristo, quiera, en cambio, en Cristo a la que quiere a Cristo.

63. Por lo cual, hermanos carísimos, que no os aterroricen los hombres, porque dicen que, en atención a las necesidades de esta vida y a lo temporal que es necesario a nuestros usos, se ha de aplacar y honrar con sus sacramentos a las potestades estas de los elementos: en estos asuntos no tienen potestad alguna, sino cuanto desde arriba305 se les permite. Recordad que el santo Job tampoco hubiera podido ser probado por tantas tentaciones, si del Señor Dios no hubiera recibido potestad el tentador306. Y escuchad al Apóstol decir: Fiel es Dios, que no permitirá que se os tiente por encima de lo que podéis llevar, sino que con la tentación hará también el éxito, para que podáis aguantar307. Prestad atención también a cómo pierden gratis su seguridad los que presumen de tales cosas y con los sacrílegos sacramentos y artes mágicas de los demonios encadenan las almas de luz. No dejan, en efecto, de padecer lo que los demás hombres ni tampoco de sufrir algo peor con el tormento de la conciencia mala: daños, enfermedades, condenas, muertes, debido esto muchas veces al común flagelo del género humano, muchas también por sus hechos mismos. Ved si quienes adoran a Neptuno navegan más felizmente que quienes no lo adoran; si los ligados al templo de Tellus tienen campos más fértiles que quienes no están apresados por superstición alguna de esa clase; si las mujeres que adoran a Juno paren con dolor o peligro menores que las cristianas, que la detestan; si quienes adoran a Mercurio son más agudos que quienes ridiculizan tales fábulas, o si, porque también se dice que es el dios de los mercaderes, quienes le ofrecen sacrificios hacen más lucros que los que no se contaminan con sacrilegio alguno de esa clase. Y así, guiad el ojo prudente de la mente también por todas estas ventajas temporales: encontraréis que todo es gobernado bajo la profundísima potestad de Dios.

El cristiano, porque sirve a solo él308 y conoce como camino a su mediador, no se preocupa por los falaces atractivos de la vaciedad ni por los terrores, pues da honor al verdaderísimo Dios, ora las prosperidades de las cosas temporales prueben su templanza, ora las adversidades su fortaleza, porque fiel es Dios, que no permite que se nos tiente por encima de lo que podemos llevar, sino que con la tentación hace también el éxito, para que podamos aguantar309. Así, en todo nos consuela y llena del gozo de la esperanza310 buena, hasta que nos haga llegar adonde lleva el Camino311 que se ha dignado mostrar a nuestra debilidad.

Vueltos al Señor...

Acaba el tratado de San Agustín, habido el primero de enero, contra los paganos, sobre el diablo, mediador falso, y Cristo, mediador verdadero.