SERMÓN 175

Traductor: Pío de Luis Vizcaíno, o.s.a.

La encarnación salvadora (1Tm 1,15—16)

1. Lo que acabamos de leer tomado del santo Evangelio1 es lo mismo que dice el apóstol Pablo, de quien son estas palabras: Es palabra fiel y digna de todo crédito que Jesucristo vino al mundo a salvar a los pecadores, de los cuales el primero soy yo2. Ningún otro fue el motivo de la venida de Cristo el Señor sino la salvación de los pecadores. Si eliminas las enfermedades, las heridas, ya no tiene razón de ser la medicina. Si vino del cielo el gran médico es que un gran enfermo yacía en todo el orbe de la tierra. Ese enfermo es el género humano. Pero la fe no es de todos3. El Señor conoce a los que son suyos4. Se ensoberbecían los judíos, se ensalzaban, se tenían en mucho, se consideraban justos5 y para colmo acusaban al Señor porque acogía los pecadores6. Quienes se ensoberbecían y se tenían en mucho, quedaron abandonados en los montes, pues pertenecen a las noventa y nueve ovejas7. ¿Qué significa el que fueron abandonados en los montes? Abandonados en el temor terreno. ¿Qué significa su pertenencia a las noventa y nueve ovejas? Que están a la izquierda, no a la derecha. Noventa y nueve se contabiliza a la izquierda; añade una unidad y se pasa a la derecha. Vino, pues —como dice él mismo en otro lugar—; vino el hijo del hombre a buscar y salvar lo que había perecido8. Todos habían perecido; desde que pecó aquel único en quien estaba la totalidad, pereció la totalidad. Pero vino otro único sin pecado para salvarlos del pecado9. Estos, en cambio, por su soberbia estaban enfermando, pero creían estar sanos, que es cosa peor.

2. Más peligrosa es la enfermedad de aquellos que por la fiebre perdieron la mente. Ellos ríen mientras que los sanos lloran. Ríe, en efecto, el loco, pero no por eso está sano. Más aún: el que está sano de mente llora por el loco que ríe. En primer lugar, si propones esta cuestión: «¿Qué es mejor: reír o llorar?», ¿quién hay que no elija para sí el reír? Por otra parte, pensando en el dolor saludable del arrepentimiento, el Señor puso en el llanto el deber y en la risa la recompensa. ¿Cómo? Cuando dice en el Evangelio: Dichosos los que lloran, porque reirán10. Por tanto, el llorar es un deber y la risa es el premio de la sabiduría. Puso la risa en lugar de la alegría; pero no se trata de reírse a carcajadas, sino de exultar. Así, pues, si propones estas dos cosas y preguntas cuál es mejor, reír o llorar, ningún hombre quiere llorar y todos quieren reír. Más aún, si asocias estos afectos con las personas y propones la cuestión de esta manera: «¿Qué es mejor: que ría un loco o que llore un sano?», todo hombre elige para sí llorar estando sano antes que la risa, fruto de la locura. Es de tan gran valor la salud mental, que se la elige aun cuando va acompañada del llanto. Por tanto, estos que se consideraban sanos sufrían una enfermedad mucho más peligrosa y sin esperanza; y la misma enfermedad que les había echado a perder la mente les llevaba a maltratar al médico. Poco es a maltratarlo; lo diré todo: no sólo lo maltrataban, sino que también le daban muerte. Él, en cambio, aun cuando se le quitaba la vida, era médico; era azotado y curaba, sufría al loco y no abandonaba al enfermo. Se le sujetaba11, se le ataba12, abofeteaba13, recibía los golpes de la caña14, era objeto de burla15, se le insultaba16; por último, se le sometía a juicio17, se le condenaba18, se le colgaba del madero19, por todas partes se bramaba contra él y era el médico.

3. Reconoces a los dementes, reconoce también al médico. Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen20. Ellos, tras haber perdido la mente, se ensañaban contra él y, en su furor, derramaban la sangre del médico; él, en cambio, hasta de su sangre preparaba el medicamento para los enfermos. No fueron vanas, en efecto, aquellas palabras suyas: Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen. Se escucha al cristiano cuando ora y ¿no es escuchada la oración de Cristo? En efecto, quien escucha juntamente con el Padre por ser Dios, ¿cómo no es escuchado en su ser humano que tomó por nosotros? Ciertamente fue escuchado. Allí estaban, allí mostraban su crueldad; de ellos eran quienes le lanzaban reproches y le decían: Ved que come con publicanos y pecadores21. Formaban parte del mismo pueblo que daba muerte al médico, quien con su sangre les preparaba también a ellos el antídoto. Como el Señor no sólo derramó su sangre, sino que hasta se sirvió de su muerte para confeccionar el medicamento, del mismo modo resucitó para dar un ejemplo de la resurrección. Con su paciencia padeció, para enseñarnos la paciencia a nosotros y en su resurrección nos mostró el premio de esa virtud. Más aún: como sabéis, y todos lo confesamos, subió al cielo y luego envió el Espíritu Santo prometido con anterioridad. Pues había dicho a sus discípulos: Permaneced en la ciudad hasta que seáis revestidos con la fuerza de lo alto22. Llegó, pues, el prometido por él, vino el Espíritu Santo, llenó a los discípulos y comenzaron a hablar en las lenguas de todos los pueblos; en ellas se hace presente en signo de la unidad. Efectivamente, entonces un solo hombre hablaba todas las lenguas, porque la unidad de la Iglesia hablaría en todas ellas. Se asustaron quienes les escuchaban. Sabían que eran hombres ignorantes, que sólo hablaban una lengua; y se llenaban de admiración y estupor, porque hombres que hablaban una sola lengua, o a lo más dos, hablaban en las de todos los pueblos. Quedaron paralizados por el estupor, perdieron el orgullo y de montes se convirtieron en valles. Si son ya humildes, son valles; acogen lo que viertas sobre ellos, no lo pierden. Si cae el agua sobre las cumbres, corre y fluye; si llega a alguna concavidad o lugar hondo, éste la recoge y ella se detiene. Así eran ya aquellos: se llenaban de estupor y admiración; habían perdido su crueldad.

4. Finalmente, a la voz de Pedro se sintieron compungidos y se cumplió en ellos lo predicho en el Salmo: Me llené de tristeza mientras me punzaba la espina23. ¿Qué es la espina? La compunción del arrepentimiento. En este sentido tienes también las palabras mismas de la Sagrada Escritura en los Hechos de los Apóstoles: Se compungieron de corazón y dijeron a los apóstoles: «¿Qué hemos de hacer?»24. ¿Por qué dijeron: Qué hemos de hacer? Sabemos lo que hemos hecho, ¿qué hemos de hacer? «Considerando nuestra acción, no tenemos esperanza de salvación; si es posible, que vuestro consejo nos dé alguna. Sabemos lo que hicimos; decidnos qué hemos de hacer. ¿Qué hicimos? Dimos muerte a un hombre; pero no a un hombre cualquiera; y ya sería un mal enorme el haber dado muerte a un hombre cualquiera si era inocente. Optamos por el salteador, dimos muerte al inocente; optamos por el muerto, dimos muerte al médico; decidnos: ¿Qué hemos de hacer?». Y Pedro les responde: Arrepentíos y que cada uno de vosotros reciba el bautismo en el nombre de Jesucristo nuestro Señor25 para pasar de las noventa y nueve a las cien, pues cuando estabais entre las noventa y nueve no creíais tener necesidad de penitencia26 y hasta insultabais al Señor que reunía a los pecadores y quería convertirlos en penitentes27. Compungidos ahora, una vez que habéis reconocido vuestro pecado, arrepentíos y que cada uno de vosotros reciba el bautismo en el nombre de Jesucristo nuestro Señor. Bautizaos en el nombre del que matasteis siendo inocente y se os perdonarán vuestros pecados. Recobraron la esperanza; se dolieron, lloraron, se convirtieron y fueron sanados. Eran los mismos por quienes había orado Cristo: Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen28.

5. Así, pues, amadísimos, que nadie, cuando escucha que Cristo no vino por los justos, sino por los pecadores29, ame ser pecador, no sea que diga, tal vez, en su corazón: «Si soy justo, Cristo no me ama; sí, en cambio, si soy pecador, puesto que descendió por los pecadores, no por los justos». En efecto, él te responderá: «Si reconociste al médico, ¿por qué no tuviste miedo a la fiebre?». Es cierto que el médico vino por el enfermo, consta eso; pero si vino a casa del enfermo fue para que no estuviese siempre enfermo. ¿Qué estoy diciendo, pues? ¿Qué proclamo? ¿Qué afirmo? El médico, ¿ama al enfermo o al sano? Ama lo que quiere hacer, no lo que encuentra. Con toda certeza vino al enfermo, no al sano; pero no te fijes en que vino a uno sí y al otro no, pues ama más al sano que al enfermo. En efecto, y para que sepáis que ama más al sano que al enfermo, ¿hubiera hecho acaso de lo que aborrecía?

6. Pon atención, por tanto, a lo que dice el apóstol Pablo: Es palabra fiel y digna de todo crédito que Jesucristo vino al mundo a salvar a los pecadores, el primero de los cuales soy yo30. Ha dicho: el primero de los cuales soy yo. ¿Cómo era él el primero? ¿No hubo antes de él muchos judíos? ¿No hubo pecadores antes que él en el género humano? ¿Ningún hombre, con anterioridad a él, se halló encadenado por el pecado? ¿No existió antes que él Adán, el primero en pecar, quien nos precipitó a todos en la muerte? ¿Qué significa; el primero de los cuales soy yo? ¿Que soy el primero de aquellos a quienes vino? Pero tampoco esto es cierto. Antes fueron elegidos Pedro y Andrés31; antes los restantes apóstoles; siendo tú el último apóstol, ¿cómo dices el primero de los cuales soy yo? Luego el último apóstol es el primer pecador. ¿Y cómo eres el primer pecador? Antes que tú pecó Pedro cuando negó tres veces al mismo Señor32. No quiero decir que, si no hubiese sido pecador, tampoco él hubiese pasado de la izquierda a la derecha.

7. ¿Qué significa, entonces, el primero de los cuales soy yo33? Que soy el peor de todos. Así, pues, quiso que se entendiera el primero en el sentido del más malo. Lo mismo pasa en la construcción: ¿qué dice quienquiera que desee edificar? «¿Quién es aquí el primer arquitecto? ¿Quién es el primer obrero?». O si se trata de uno que quiere ser curado: «¿Quién es aquí el primer médico?». No pregunta por el orden refiriéndose a la edad o al tiempo que lleva en la profesión, sino a la forma de ejercer su oficio. Como aquellos son los primeros en su oficio, así este es el primero en maldad. ¿Por qué es Pablo el primero en maldad? Acordaos de Saulo y lo veréis. Os fijáis en Pablo olvidándoos de Saulo; os fijáis en el pastor y os olvidáis del lobo. ¿No es él acaso a quien no le bastaba una mano para apedrear a Esteban, y cuidaba de la ropa de los demás?34 ¿No es él, acaso, el que perseguía a la Iglesia por doquier?35 ¿No es él quien había recibido las cartas de los príncipes de los sacerdotes? Era poco para él perseguir a los cristianos que se hallaban en Jerusalén; quería llegar a los otros lugares donde se encontraban para maniatarlos y conducirlos al castigo. ¿No fue en uno de estos viajes en que respiraba y anhelaba muertes cuando fue herido desde el cielo y escuchó la voz fulminante del Señor, que le condujo a la salvación? Mientras va de camino cae postrado en tierra; para que pueda ver, se le ciega36. Por tanto, él era el primer perseguidor, peor que el cual no hubo otro.

8. Escuchad algo con que lo comprendáis mejor. El mismo Cristo Señor habló a Ananías después de que Pablo había sido derribado y levantado. Le decía: Vete a aquella aldea, donde encontrarás a Pablo de Tarso de Cilicia, y háblale, puesto que ha visto que un varón de nombre Ananías entra y le bautiza. Aquél oyó el nombre de Saulo, y aun estando en las manos del médico, se puso a temblar37. Y lo que es más dulce, pienso que recordáis de dónde viene el nombre de Saulo; mas, pensando en quienes no lo recuerdan, lo diré. Saúl fue el perseguidor de David38. En David estaba Cristo; en David estaba figurado Cristo, y en Saúl, Saulo. Es como si David dijera a Saúl desde el cielo: Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?39 Ananías significa oveja; hablaba el pastor a la oveja y la oveja temía al lobo. Tanta celebridad se había ganado este lobo que la oveja no se consideraba segura ni aun en las manos del pastor. Y el Señor se dirige a él como a oveja que tiembla de espanto. Y después de haberle escuchado, le dice: «Señor, he oído cuantos males ha causado este hombre a tus santos en Jerusalén, y ahora se dice que ha recibido cartas de los príncipes de los sacerdotes para que lleve maniatados a cuantos consiga detener40. ¿A dónde me envías? ¿Me envías como oveja al lobo?». Pero el Señor no atendió a esta excusa, pues ya había dicho a sus pocas ovejuelas: Ved que os envío como ovejas en medio de lobos41. Si se han enviado ovejas en medio de lobos, ¿por qué tienes miedo, Ananías, de ir a quien ya no es lobo? Temías al lobo, pero el Señor tu Dios te responde: «Al lobo lo convertí en oveja y a la oveja la convierto en pastor».

9. Por tanto, como el mismo Saulo, luego Pablo, se congratula de haber alcanzado la misericordia de Dios porque se encontró siendo el primero, es decir, el que más sobresalía por sus pecados. Y, sin embargo, he conseguido misericordia, para que Cristo Jesús manifestase en mí toda su longanimidad, pensando en quienes han de creer en él para la vida eterna42, para que todos se digan a sí mismos: «Si Pablo fue curado, ¿por qué voy a perder yo la esperanza? Si tan gran médico sanó a enfermo tan desahuciado, ¿por qué no aplicar aquellas manos a mis heridas? ¿No he de apresurarme a acudir a tales manos?». Para que los hombres dijeran esto, Saulo, de perseguidor, fue hecho apóstol43. Porque adonde quiera que llegue un médico busca algún caso desesperado y lo sana; si encuentra a alguien, pobre en extremo y en estado desesperado, sin buscar recompensa alguna, promociona su oficio. Acabaré con lo que había comenzado a decir. Por tanto, como Pablo se congratula porque siendo pecador fue escogido y sanado por Cristo, y no dijo: «Permaneceré en el pecado, puesto que Cristo vino por mí, no por los justos», así también tú, después de escuchar que Cristo vino por los pecadores44, no te quedes dormido en el suave lecho; oye más bien lo que dice el mismo Pablo: Levántate, tú que duermes, y sal de entre los muertos y te iluminará Cristo45. No ames el lecho del pecado. Con anterioridad se dijo: En su enfermedad cambiaste su lecho entero46. Levántate, sana, ama la salud, no pases de nuevo, por la soberbia, de la derecha a la izquierda, del valle al monte, de la humildad a la hinchazón. Cuando hayas recobrado la salud, es decir, cuando comiences a vivir santamente, atribúyelo a Dios, no a ti mismo. No recobraste la salud alabándote a ti, sino acusándote, pues si soberbiamente te alabas, enfermarás más gravemente. Pues todo el que se exalta será humillado, y todo el que se humilla será exaltado47. Vueltos al Señor...