SERMÓN 168

Traductor: Pío de Luis Vizcaíno, o.s.a.

La paz, la caridad y la fe (Ef 6,23)

1. Que el Señor edifique vuestro corazón con las lecturas, cánticos y palabras divinas y, sin duda lo más importante, con su gracia, para que lo que oís de verdadero, no lo oigáis para ser condenados, sino para ser premiados. Así lo hará, porque quien lo prometió tiene poder para hacerlo. Así lo creyó Abrahán, dando gloria a Dios, es decir, creyendo firmísimamente que tiene poder para cumplir lo prometido1. ¡Gozo grande el nuestro! Somos promesa de Dios a Abrahán; somos hijos de la promesa2. Efectivamente, cuando se dijo a Abrahán: En tu linaje serán benditos todos los pueblos3, nosotros éramos el objeto de la promesa. Por eso mismo nos hizo hijos de la fe de Abrahán él, que tiene poder para realizar lo que prometió. Que nadie diga: «Yo mismo me hice». No se da el caso de que Dios prometa una cosa y la hagas tú. Puede, en cambio, decirse con toda razón que lo que prometes tú lo realiza Dios. Tú eres débil, no omnipotente. Por lo tanto, cuando prometes algo, si Dios no actúa, tu promesa resulta vana. En cambio, la promesa de Dios no depende de ti, sino de él. «Pero yo —dices— he creído». Concedido; dices la verdad, has creído, pero no te has dado tú mismo la fe. ¿De dónde te viene el creer, sino de la fe? La fe que tienes es un don de Dios.

2. Escucha al mismo Apóstol, mentor de la fe y gran defensor de la gracia; escúchale decir: Paz a los hermanos y caridad con fe4. Tres cosas grandiosas mencionó: la paz, la caridad, la fe. Comenzó por el final y terminó por el principio. En efecto, al inicio está la fe y, al final, la paz. Aquello por lo que creemos, es la fe. Pero ha de ser la fe de los cristianos, no la de los demonios. Pues, como dice el apóstol Santiago, también los demonios creen, y tiemblan5. También los demonios dijeron a Cristo: Tú eres el Hijo de Dios6. Proclamaban los demonios lo que no creían los hombres; aquellos temblaron, estos le mataron. ¿Acaso porque dijeron: Sabemos quién eres7; tú eres el Hijo de Dios, ya por eso van a reinar los demonios en compañía del Hijo de Dios? De ninguna manera. Hay que distinguir, pues, la fe de los santos de la fe de los demonios. Y ha de hacerse esto con atención y esmero. En efecto, también Pedro respondió lo mismo al Señor que le preguntaba: ¿Quién decís vosotros que soy yo?, es decir: Tú eres Cristo, el Hijo de Dios vivo. Y el Señor le replicó: Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás8. ¡Oh Señor!, esto te lo dijeron también los demonios, ¿por qué ellos no son dichosos? ¿Por qué? Porque los demonios lo dijeron con temor, y Pedro con amor. Por ello, la fe es el inicio. Pero ¿de qué fe se trata? De la descrita por el Apóstol: Porque ni la circuncisión ni el prepucio valen algo: sino la fe. Dinos, qué fe. La que obra por el amor9. Esta es la fe que no tienen los demonios: la que obra por el amor; sólo la poseen los siervos de Dios, los santos, los hijos de Abrahán por la fe, solamente los hijos del amor, los hijos de la promesa. Por eso en aquel texto se dijo también: y caridad. Las tres cosas fueron mencionadas por el Apóstol: Paz a los hermanos y caridad con fe10. Paz a los hermanos; ¿cuál es el origen de la paz? Y la caridad; ¿de dónde procede la caridad? Con fe. En efecto, si no crees no amas. Así, pues, habló el Apóstol, comenzando por el final y acabando por el principio: Paz, caridad, con fe. Digamos nosotros: Fe, caridad, paz. Cree, ama, reina. Pues si crees y no amas, aún no has distinguido tu fe de la de aquellos que temblando decían: Sabemos quién eres, el Hijo de Dios. Por lo tanto, ama, porque la caridad acompañada de la fe es la que te conduce a la paz. ¿A qué paz? A la paz verdadera, a la paz plena, a la inquebrantable y segura, donde no habrá calamidad ni enemigo alguno. Esa paz que es el término de todos los buenos deseos. Caridad con fe; y si quieres decir: «Fe con caridad», bien dicho está.

3. Magníficos bienes mencionó el Apóstol: Paz a los hermanos y caridad con fe11; magníficos sin duda. Pero díganos de dónde proceden; dónde está su origen, si en nosotros o en Dios. Si dices: «En nosotros», te glorías en ti mismo, no en Dios; pero si has aprendido lo que dice también el mismo Apóstol: Para que quien se gloríe que se gloríe en él Señor12, confiesa que la paz y la caridad con fe no las obtienes sino de Dios. Pero me responderás: «Eso lo dices tú, pruébalo». Lo pruebo: Citaré al mismo Apóstol como testigo. Aquí lo tenéis. El dijo: Paz a los hermanos y caridad con fe. Son palabras suyas. ¿Qué dijo? Fijaos; él continúa: Paz a los hermanos y caridad con fe de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo13. ¿Qué tienes, pues, que no hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?14. Pues si Abrahán se glorió, de la fe se glorió. ¿Cuál es la fe plena y perfecta? La que cree que todos nuestros bienes proceden de Dios, incluso la fe. De nuevo dice el Apóstol: He conseguido misericordia. ¡Qué confesión! No dice: He conseguido misericordia porque era fiel, sino: para llegar a ser fiel, he conseguido misericordia15.

4. Consideremos sus primeros pasos; veamos a Saulo despiadado, contemplémosle enfurecido, respirando odio y sediento de sangre. Contemplémosle, hermanos: ¡qué espectáculo! He aquí que tras la muerte de Esteban, después del derramamiento de la sangre de este testigo de Dios mediante la lapidación, en la que estaba presente guardando los vestidos de los lapidadores16, de manera que también él lo lapidaba con las manos de ellos, los hermanos que estaban congregados en Jerusalén se dispersaron entonces17. Y él, lleno de furor, pareciéndole poco haber visto y haber derramado la sangre de Esteban, recibió cartas de los príncipes de los sacerdotes para que fuera a Damasco y llevase presos a cuantos cristianos encontrase allí. Y se hallaba en camino. Este era el camino de Pablo antes de que Cristo fuera su camino; era el camino de Saulo, aún no el de Pablo. Estaba en camino. ¿Qué llevaba en su corazón? ¿Qué, sino el mal? Presentadme sus méritos. Si buscas sus merecimientos, son de condena, no de liberación. Iba, pues, a ensañarse contra los miembros de Cristo; iba a derramar sangre, iba como lobo el futuro pastor: así iba. No había otra forma posible de ir a lo que él iba. Y mientras de esta manera camina, piensa y respira muertes; mientras la ira conduce sus pies y el odio mueve sus miembros, mientras se pone en ruta y camina, obedece como esclavo a la crueldad; y he aquí la voz del cielo: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?18. Mira por qué dijo: He conseguido misericordia, para llegar a ser fiel19. Era infiel; pero es decir poco: además de infiel, era cruel; pero alcanzó misericordia para ser fiel20. ¿Qué puedes replicar a Dios que te dice: «Quiero esto»? Entonces, Señor, a aquel que tantos delitos cometió, que tantos males deseaba hacer a tus santos, ¿lo consideras digno de tal misericordia? «Esto quiero». ¿O va a ser tu ojo malo porque yo sea bueno?21.

5. Tened fe; mas para tener fe, orad con fe. Pero no podéis orar con fe sin tener fe. Pues ninguna otra cosa ora sino la fe. En efecto, ¿cómo invocarán a aquel en quien no han creído? ¿O cómo creerán en aquel de quien no han oído hablar? ¿Pero cómo oirán si nadie predica? ¿O cómo van a predicar si no son enviados?22. Hablo, pues, porque he sido enviado. Escuchadme; escuchadle a él por medio de mí. «Por lo tanto —dice alguien— invocamos a Dios para que nos dé la perseverancia en los bienes que poseemos y añada los bienes que aún no poseemos. Antecedió, pues, la fe que ora. Ciertamente, todo es don de Dios. Yo rogué para que me diera; mas para rogar, antes creí; por tanto, yo me he dado el creer y Dios me concedió lo que le pedí cuando ya creía». Hay que resolver esta cuestión, pues no es pequeña. Según lo que veo que hablas, primeramente tú diste algo a Dios, para que te diera él las demás cosas. Le diste, en efecto, tu fe y tu oración. ¿Y dónde queda lo que dice el Apóstol: Quién conoció la mente del Señor o quién fue su consejero? ¿O quién le dio a él antes, y se le retribuirá?23. Advierte cómo pretendes ser. ¿Entonces diste tú primeramente algo a Dios y algo que no te había dado él? Tú, mendigo, hallaste qué darle; ¿de dónde lo obtuviste? ¿Qué poseías para poder darle? ¿Tenías algo? ¿Qué tienes que no hayas recibido?24. Por lo tanto, das a Dios de lo que has recibido de Dios: lo que recibe de ti, él te lo dio. Pues tu mendicidad, si él no te hubiera dado algo antes, hubiera quedado vacía en extremo.

6. Escuchad una prueba más evidente de ello. Ved que vosotros habéis recibido, por haber creído; ¿qué decir de aquellos que no habían creído todavía, como, por ejemplo, Saulo? Recibió el creer. Comenzó a invocar a Cristo sólo después de haber creído en él. De él recibió el creer; creyendo, el invocarlo; invocándolo, el obtener todo lo demás. ¿Qué pensamos, hermanos? Antes que Saulo obtuviese la fe, ¿oraban o no oraban por él quienes ya habían creído? Si no oraban por él, explíqueseme por qué Esteban dijo: Señor, no les imputes este pecado25. Se oraba tanto por él como por los demás infieles, para que creyesen. Ved que aún no poseían la fe y la recibían por las oraciones de los fieles. Aún no tenían qué ofrecer a Dios, porque aún no habían conseguido misericordia para ser fieles26. Finalmente, una vez que este Saulo fue convertido, derribado por una voz y levantado27, derribado el perseguidor y levantado el predicador; después que comenzó a anunciar la fe que antes devastaba, ¿qué dijo de sí mismo? Era desconocido para las Iglesias que están en Cristo en Judea; sólo oían decir: «El que en otro tiempo nos perseguía, ahora anuncia la fe que entonces devastaba», y en mí glorificaban a Dios28. ¿Dijo acaso: «Y en mí me glorificaban a mí»? Y en mí que anunciaba la fe que en otro tiempo devastaba, no me glorificaban a mí, sino a Dios. Así, pues, él hizo que Saulo, despojado de la túnica antigua, andrajosa a causa de los pecados, ensangrentada por las muertes; él hizo, repito, que, depuesta esa túnica, recibiese la de la humildad y de Saulo se convirtiese en Pablo.

7. ¿Qué es Pablo? El menor. Pues yo soy el menor de los apóstoles29. ¿Qué es Pablo? En efecto, el término latino paulum significa poco, pequeño. En este sentido lo utilizamos al decir: «Dentro de poco te veré» o «dentro de poco haré aquello». ¿Qué significa «dentro de poco»? Dentro de un breve espacio de tiempo. ¿Por qué, pues, Pablo? Porque es pequeño; pequeño, porque es el último. Yo —dice— soy el último de los apóstoles y no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la Iglesia de Dios30. Dices bien; desde el estado en que merecías ser condenado, de él recibiste lo que hace que merezcas ser coronado. ¿De quién recibiste lo que te hace acreedor a la coronación? ¿Queréis oír de quien lo recibió? No me escuchéis a mí, sino a él: No soy digno —dice— de ser llamado apóstol, porque perseguí a la Iglesia de Dios; mas por la gracia de Dios soy lo que soy31. Así, pues, lo que eras, lo eras por tu iniquidad; lo que eres ahora, lo eres por la gracia de Dios. Y su gracia —continúa diciendo— no fue estéril en mí. Helo aquí anunciando la fe que antes devastaba; y la gracia no es estéril en él, que dice: No fue estéril en mí, sino que trabajé más que todos ellos32. Advierte que comenzaste a erguirte. ¿Dónde estás, Pablo? Ciertamente eras pequeño. He trabajado más que todos ellos. Dinos cómo. ¿Qué tienes que no hayas recibido?33. Inmediatamente se dio cuenta, y tras decir: He trabajado más que todos ellos, como que se asustó de sus palabras y, acto seguido, se sometió como humilde Pablo: Pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo34.

8. Por lo mismo, hermanos míos, para que sepáis que también nuestra fe nos viene de Dios, el Señor, orad por aquellos que aún no han creído. Si alguien tiene un amigo que quizá es todavía infiel, le exhorto a que ore por él. ¿Pero en verdad es necesario que le exhorte? El marido es cristiano, la esposa es infiel: ¿no ora por su esposa para que crea? La esposa es cristiana e infiel el marido: ¿no ora la mujer piadosa por su marido para que crea? Cuando quien ora pide esto, ¿qué pide sino que Dios le dé la fe? En consecuencia, la fe es un don de Dios. Que nadie se envanezca, que nadie se la atribuya a sí, como si se hubiese dado algo a sí mismo. Quien se gloríe, que se gloríe en el Señor35.