SERMÓN 166

Traductor: Pío de Luis Vizcaíno, o.s.a.

Decir la verdad, huir de la mentira (Ef 4, 25; Sal 115,1)

1. Si el Señor, me concede la inteligencia, voy a exponer con brevedad cómo la frase del Apóstol: Desechando la mentira, hablad la verdad1, no contradice a la otra del salmo: Todo hombre es mentiroso2. ¿Cuál es el significado de Desechando la mentira, hablad la verdad y de Todo hombre es mentiroso? ¿Acaso ordena Dios, por boca del Apóstol, cosas imposibles? No. ¿Qué manda, pues? Me atrevo a decirlo, pero tomadlo como dicho sin ánimo de ofender, puesto que lo digo también para mí mismo. Dios nos manda que no seamos hombres. Si hubiese dicho: «Dios nos manda que no seáis hombres», quizá lo hubieseis recibido agriamente; pero me incluí a mí mismo, para que nadie se aíre.

2. Digo todavía más a Vuestra Santidad: nos encontramos con que el Apóstol reprocha a los hombres, como falta grave, el ser hombres; en efecto, se lo dijo en tono de reproche. Del mismo modo que llenos de ira decimos a alguien: «Eres un animal», así él, corrigiendo con el látigo de la disciplina del Señor, reprochó a los hombres el ser hombres. ¿En qué quería que se convirtiesen aquellos para quienes el ser hombres era una falta grave? Si, pues, hay entre vosotros —dice— envidia y discordia, ¿no es la prueba de que sois carnales y camináis a lo humano? En efecto, cuando uno dice: «Yo soy de Pablo» y otro a su vez: «Yo de Apolo», ¿no sois hombres?3 En tono de desaprobación y reproche les dice: ¿No sois hombres? ¿En qué quería que se convirtiesen, entonces, sino en lo escrito en el salmo: Yo dije: «Sois dioses e hijos del Altísimo?»4. Ciertamente esto lo ha dicho Dios, pues a eso va dirigida su llamada. Pero ¿qué añadió a continuación? Vosotros, en cambio, moriréis como hombres y caeréis como uno de los príncipes5. También lo aquí dicho: Vosotros, en cambio, moriréis como hombres se aduce como un oprobio: Adán, en efecto, fue hombre, pero no hijo de hombre; Cristo, en cambio fue hijo de hombre y Dios. El hombre viejo, es decir Adán pertenece a la mentira; el hombre nuevo, hijo del hombre, es decir, Cristo—Dios, a la verdad. Si abandonas la mentira, despójate de Adán; si hablas la verdad, revístete de Cristo, y no te parecerán contrarias las frases que se hallan en la Escritura. En efecto, el Apóstol, exhortando a despojarse del hombre viejo y a revestirse del nuevo, dice: Desechando la mentira, hablad la verdad6; y el salmo amonestaba y lloraba por aquellos que no queriendo despojarse de Adán y revestirse de Cristo, sólo deseaban ser hombres, no hombres nuevos y a los cuales se dice: ¿No sois hombres? También se refiere a ellos lo dicho: Todo hombre es mentiroso7.

3. Si quieres ser hombre, serás mentiroso. No quieras ser hombre y no serás mentiroso. Revístete de Cristo y serás veraz, de forma que lo que hables no aparecerá como propio tuyo o creación tuya, sino fruto de la Verdad que resplandece y te ilumina8. Pues si eres despojado de la luz, quedarás en tus tinieblas y sólo podrás hablar la mentira. Dice, en efecto, el mismo Señor: Quien habla mentira, habla de lo suyo9, porque todo hombre es mentiroso10. Quien, en cambio, habla la verdad, no habla de lo suyo, sino de lo de Dios. Y con esto no decimos que hable cosas ajenas, pues pasan a ser propias cuando ama lo que recibe y da gracias a quien se las donó. Si se despojara al hombre de la iluminación de la verdad, permanecería como desnudo, desprovisto de la luz, y no podría hablar otra cosa que la mentira. Quedaría en él lo escrito en el salmo: Todo hombre es mentiroso.

4. No existe, pues, motivo para que nadie me calumnie y me diga: «Dado que soy hombre, mentiré». Yo le responderé sin dudar: «No seas hombre, para no mentir». «Entonces —dice— ¿no he de ser hombre?». No ciertamente. Para que dejes de ser hombre has recibido la llamada de aquel que por ti se ha hecho hombre. No te irrites. Al decirte que no seas hombre, no se te invita a que seas un animal sin razón, sino a que estés entre aquellos a quienes se concedió llegar a ser hijos de Dios11. En efecto, Dios quiere hacerte dios, no por naturaleza, como lo es aquel a quien engendró, sino por don suyo y por la adopción12. Del mismo modo que él al hacerse hombre participó de tu mortalidad, así te hace a ti, exaltándote, partícipe de su inmortalidad. Agradéceselo y abrázate al don que se te ha hecho para que merezcas disfrutar en el lugar a donde has sido llamado. No seas Adán y no serás hombre. Y si no eres hombre, tampoco serás mentiroso, puesto que todo hombre es mentiroso13. Y cuando comiences a no mentir, no te lo atribuyas a ti mismo ni te envanezcas, como si fuese cosecha propia, no sea que, como a lámpara que recibe su luz de otra parte, te apague el viento del orgullo y quedes de nuevo envuelto en tu mentira. No mintáis, pues, hermanos. Pues antes erais hombres viejos; por el acceso a la gracia de Dios, os convertisteis en hombres nuevos. La mentira pertenece a Adán, la verdad a Cristo. Por lo tanto, desechando la mentira, hablad la verdad14 para que también esta carne mortal, procedente de Adán, que aún poseéis, previa la novedad del espíritu, merezca igualmente la renovación y la transformación a la hora de su resurrección, y de esta forma el hombre, deificado en su totalidad, se adhiera a la verdad perpetua e inmutable.