SERMÓN 115

Traductor: Pío de Luis Vizcaíno, OSA

La oración continua, el fariseo y el publicano, los niños presentados a Jesús1

1. La lectura del santo evangelio nos impulsa a orar y a creer y a no presumir de nosotros, sino del Señor. ¿Qué mejor exhortación a la oración que el que se nos haya propuesto esta parábola sobre el juez inicuo? En efecto, un juez inicuo, que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres, vencido por el hastío, no movido por amor a la persona, escuchó a una viuda que le importunaba. Si, pues, escuchó quien no soportaba que se le suplicase, ¿cómo escucha quien nos exhorta a rogar? Una vez que, mediante esta comparación como argumento por contraste, el Señor nos ha persuadido de que es preciso orar siempre y no desfallecer2, añadió lo siguiente: Sin embargo, ¿crees que, cuando venga el Hijo del hombre, encontrará fe en la tierra?3. Si la fe flaquea, la oración desaparece. Pues ¿quién suplica algo en lo que no cree? Por esto, el bienaventurado Apóstol, exhortando a orar, dice: Todo el que invoque el nombre del Señor, será salvo4. Y para mostrar que la fe es la fuente de la oración y que no puede fluir el río cuando se seca el manantial del agua, añadió: ¿Cómo van a invocar a aquel en quien no han creído?5. Creamos, pues, para poder orar. Y para que no decaiga la fe mediante la cual oramos, oremos. De la fe fluye la oración; y la oración que fluye obtiene firmeza para la misma fe. De la fe —repito— fluye la oración; y la oración que fluye obtiene firmeza para la misma fe. Precisamente para que la fe no decayera en medio de las tentaciones, dijo el Señor: Vigilad y orad para no caer en tentación6. Vigilad —dice— y orad para no caer en tentación. ¿Qué es caer en tentación sino salirse de la fe? En tanto avanza la tentación en cuanto decae la fe y en tanto decae la tentación en cuanto avanza la fe. Mas para que Vuestra Caridad vea más claramente que el Señor dijo: Vigilad y orad para no caer en tentación, refiriéndose a la fe, con vistas a que no decayese ni desapareciese, dice el Señor en el mismo pasaje del Evangelio: Esta noche ha pedido Satanás cribaros como trigo; yo he rogado por ti, Pedro, para que tu fe no decaiga7. ¿Ruega quien defiende, y no ruega quien se halla en peligro? Las palabras del Señor: ¿Creéis que cuando venga el Hijo del hombre encontrará fe en la tierra? se refieren a la fe perfecta. Esta apenas se encuentra en la tierra. Ved que la Iglesia de Dios está llena de gente; si no existiese fe ninguna, ¿quién se acercaría a ella? ¿Quién no trasladaría los montes si la fe fuese plena?8. Fijaos en los apóstoles mismos: no hubiesen seguido al Señor, tras haber abandonado todo y pisoteado toda esperanza humana, si no hubiesen poseído una gran fe. Por otra parte, si hubiesen tenido una fe plena, no le habrían dicho: Auméntanos la fe9. Piensa también en el otro que confesaba respecto de sí mismo una y otra cosa; advierte que tenía fe, pero no plena. Habiendo presentado a su hijo al Señor para que se lo sanase librándolo de un demonio malo, al ser interrogado si creía, contestó afirmando: Creo, Señor; ayuda mi incredulidad10. Creo —dice—; creo, Señor: luego existe la fe. Pero ayuda mi incredulidad: luego no es plena su fe.

2. Mas, dado que la fe no es propia de los orgullosos, sino de los humildes, a algunos que se creían justos y despreciaban a los demás, les propuso esta parábola: Subieron al templo a orar dos hombres; uno era fariseo, el otro publicano. El fariseo decía: Te doy gracias, ¡oh Dios!, porque no soy como los demás hombres11. ¡Si al menos hubiese dicho «como muchos hombres»! ¿Qué significa como los demás hombres, sino todos, a excepción de él? «Yo —dice— soy justo; los demás, pecadores». No soy como los demás hombres, que son injustos, ladrones, adúlteros12. La cercana presencia del publicano te fue ocasión de mayor hinchazón. Como ese publicano —dice—. «Yo —dice— soy único; ese es de los demás». No soy —dice— como ese, debido a mis acciones justas, gracias a las cuales no soy malvado». Ayuno dos veces por semana y doy la décima parte de cuanto poseo13. ¿Qué pidió a Dios? Examina sus palabras y encontrarás que nada. Subió a orar, pero no quiso rogar a Dios, sino alabarse a sí mismo. Poco es no rogar a Dios, y alabarse a sí mismo; más aún, subió a insultar al que rogaba. El publicano, en cambio, se mantenía de pie a lo lejos14, y, sin embargo, se acercaba a Dios. Lo mantenía lejos el conocimiento de su corazón, lo acercaba su amor filial. El publicano, en cambio, se mantenía de pie a lo lejos, pero el Señor le miraba desde cerca. Pues el Señor es excelso y dirige su mirada a las cosas humildes. A su vez, a los que se exaltan, como el fariseo, los conoce desde lejos. Lo elevado lo conoce de lejos15, pero no lo perdona. Escucha todavía la humildad del publicano. ¿Es poco decir que se mantenía de pie a lo lejos? Ni siquiera alzaba sus ojos al cielo16. Para ser mirado rehuía mirar él. No se atrevía a levantar la vista hacia arriba; le oprimía la conciencia, lo levantaba la esperanza. Escucha aún más: Golpeaba su pecho. Él reclamaba a sí mismo los castigos. Por eso el Señor perdonaba al que confesaba su pecado: Golpeaba su pecho diciendo: Señor, seme propicio a mí que soy un pecador17. Mira quién ruega. ¿De qué te extrañas de que Dios perdone cuando el pecador se reconoce como tal? Has oído el pleito entre el fariseo y el publicano; escucha la sentencia. Has escuchado al acusador orgulloso y al reo humilde; escucha ahora al juez: En verdad os digo. Dice la Verdad, dice Dios, dice el Juez: En verdad os digo que el publicano descendió del templo justificado y no el fariseo18. Dinos, Señor, la causa. Veo que el publicano desciende del templo justificado y el fariseo no; pregunto por qué. ¿Preguntas por qué? Escúchalo: Porque todo el que se exalta será humillado, y todo el que se humilla será exaltado19. Has escuchado la sentencia. Guárdate de que tu causa sea mala. Digo otra cosa: Has escuchado la sentencia, guárdate del orgullo.

3. Vean ahora, vean esto no sé qué charlatanes impíos y óiganlo quienes, presumiendo de sus fuerzas, dicen: «Dios me hizo hombre, pero soy yo quien me hago justo». ¡Oh hombre, peor y más detestable que el fariseo! El fariseo, con orgullo, es cierto, se declaraba justo, pero daba gracias a Dios por ello. Se declaraba justo, pero, con todo, daba gracias a Dios. Te doy gracias, ¡oh Dios!, porque no soy como los demás hombres. Te doy gracias, ¡oh Dios!20. Da gracias porque no es como los demás hombres y, no obstante, es reprendido por orgulloso y engreído. No porque diese gracias a Dios, sino porque daba la impresión de que no quería que le añadiese nada. Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son injustos. Luego tú eres justo; luego nada pides; luego ya estás lleno; luego la vida humana sobre la tierra no es una tentación21, luego ya estás lleno, luego ya vives en la abundancia, luego ya no tienes motivo para decir: Perdónanos nuestras deudas22. ¿Qué es, pues, quien impíamente ataca a la gracia, si es reprendido quien orgullosamente da gracias?

4. Mas he aquí que, una vez presentado el tema de discusión y dictada la sentencia, hacen acto de presencia también los niños; más aún, los llevan y los presentan para que los toque. ¿Quién, sino el médico? Si están en verdad sanos, ¿a quién se presentan los bebés para que los toque? ¿A quién? Al Sanador. Si al Sanador, es para que los sane. ¿A quién sino al que vino a buscar y a salvar lo que había perecido?23. ¿Dónde habían perecido estos? Por lo que se refiere propiamente a ellos mismos, los veo inocentes; busco su culpa. ¿De dónde les viene? Escucho al Apóstol: Por un hombre entró el pecado en el orbe de la tierra. Por un hombre —dice— entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte, y así pasó a todos los hombres; en él pecaron todos24.Vengan, pues, los niños; vengan; Óigase al Señor: Dejad que los niños se acerquen a mí25. Vengan los niños,vengan los enfermos al médico; vengan los perdidos al redentor; vengan, nadie se lo prohíba. En la rama aún no cometieron nada malo, pero en la raíz perecieron5. Bendiga el Señor a los pequeños junto con los grandes26; toque el Señor a pequeños y a grandes. Confío a los mayores la causa de los niños. Hablad en favor de los que callan, orad por los que lloran. Si no sois mayores inútiles, sed protectores; proteged a los que todavía no pueden defender su causa. La perdición fue común, sea común el lugar de encuentro; juntos habíamos perecido, encontrémonos juntos en Cristo. El mérito es dispar, pero la gracia es común. Ningún mal poseen sino el que trajeron de la fuente; ningún mal tienen sino el que trajeron de origen. No le impidan la salvación quienes, a lo que trajeron, aún añadieron mucho personal. Quien es mayor de edad lo es también en maldad27. Pero la gracia de Dios borra lo que has traído; borra también lo que tú has añadido. Pues donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia28.