SERMÓN 110 (=Morin 13)

Traductor: Pío de Luis Vizcaíno, OSA

La higuera estéril1

1. La higuera es el género humano. Los tres años son las tres épocas: una, antes de la ley; otra, durante la ley, y la tercera, bajo la gracia. No es desacertado entender simbolizado en la higuera al género humano, pues el primer hombre, al pecar, cubrió sus vergüenzas con hojas de higuera, ocultando de esta manera los miembros de donde nacimos. Los miembros que antes del pecado eran motivo de gloria, después de él se convirtieron en motivo de vergüenza. En efecto, estaban desnudos y no se avergonzaban2. No tenían de qué avergonzarse antes de haber cometido el pecado, ni podían tampoco avergonzarse de las obras de su creador, puesto que ninguna obra mala del hombre se había inmiscuido en las obras buenas de su creador. De ahí, pues, nació el género humano: el hombre del hombre, el culpable del deudor, el mortal del mortal y el pecador del pecador. Sirviéndose, por tanto, de este árbol, llama a los que en todo tiempo se negaron a dar fruto. La segur amenazaba las raíces de ese árbol improductivo. Intercede el colono: se aplaza el castigo para prestarle una ayuda. El colono que intercede es todo santo que, formando parte de la Iglesia, ruega por cuantos se hallan fuera de ella. ¿Y qué significa: Señor, déjala también por este año?3. Es decir, en este tiempo de gracia perdona a los pecadores, perdona a los infieles, perdona a los estériles, perdona a los infructuosos. Cavaré alrededor, le echaré un cesto de abono; y si da fruto, bien; si no, vienes y lo cortas4. Vienes, ¿cuándo? Para el juicio. Vienes, ¿cuándo? De allí ha de venir a juzgar a vivos y a muertos. Ahora, en el entretiempo, se concede el perdón. ¿Qué significa cavar un hoyo alrededor, sino enseñar la humildad, el arrepentimiento? En efecto, el hoyo es una porción de terreno bajo, humilde. Al cesto de abono dale un significado positivo. Es estiércol, pero produce fruto. El estiércol del agricultor es el dolor del pecador. Si lo entienden bien y se arrepienten de verdad, el arrepentimiento de los arrepentidos está relacionado con el estiércol. Luego a este árbol se le dice: Arrepentíos, pues ha llegado el reino de los cielos5.

2. ¿Qué simboliza la mujer enferma desde hacía dieciocho años? Haced memoria. Dios completó su obra en seis días6. Seis por tres hacen dieciocho. En consecuencia, lo simbolizado en los tres años del árbol, coincide con lo simbolizado por los dieciocho años de la mujer. Estaba encorvada; no podía mirar hacia arriba, ya que en vano escuchaba levantemos el corazón. Pero la enderezó el Señor. Hay esperanza, mas para los hijos. Mucho se promete al hombre en el tiempo de espera hasta el día de juicio. Pero ¿qué es el hombre? En lo que se refiere al hombre en sí, ni siquiera el justo es algo. Sin duda, el hombre justo es algo grande, pero lo es por la gracia de Dios. Pues ¿qué es el hombre, sino que te acuerdas de él?7. ¿Quieres ver lo que es el hombre? Todo hombre es mentiroso8. Hemos cantado: Levántate, Señor; no prevalezca el hombre9. ¿Qué quiere decir no prevalezca el hombre? ¿No eran hombres los apóstoles? ¿No lo eran los mártires? Jesús mismo se dignó hacerse hombre. ¿Qué significa, entonces, levántate, Señor; no prevalezca el hombre, si todo hombre es mentiroso? Levántate, ¡oh verdad!; no prevalezca la falsedad. Por tanto, si el hombre quiere ser algo, no lo sea por sí mismo; pues si quisiera serlo de ese modo, sería un mentiroso. Si quiere ser veraz, lo recibirá de Dios, no de sí mismo.

3. Luego, Levántate, Señor; no prevalezca el hombre. Antes del diluvio tuvo tanta fuerza la mentira, que después de él solo quedaron ocho hombres10. A través de ellos se pobló la tierra de hombres mentirosos. Dios se escogió un pueblo para sí: obró grandes milagros, otorgó favores divinos. Fue rescatado de la esclavitud de Egipto y conducido a la tierra prometida; le fueron enviados profetas; recibió el templo, el sacerdocio, la unción, la ley. Pero como hijos bastardos me mintieron11. Por último, le fue enviado el prometido. Que no prevalezca el hombre, puesto que Dios ya se hizo hombre. A pesar de haber hecho obras divinas, también él fue despreciado; a pesar de haber otorgado tan grandes beneficios, fue apresado, flagelado y colgado. Hasta aquí prevaleció el hombre: hasta apresar al Hijo de Dios, azotarlo, coronarlo de espinas, clavarlo en la cruz. Hasta que fue bajado de la cruz y colocado en el sepulcro prevaleció el hombre. Si hubiese permanecido allí, hubiese prevalecido el hombre. Pero también esta profecía le habla a él: «Señor, tú te dignaste venir en carne al mundo, Palabra hecha carne; en cuanto Palabra, por encima de nosotros; en cuanto carne, entre nosotros; en cuanto Palabra hecha carne, entre Dios y el hombre. Para nacer según la carne, elegiste a una virgen; para ser concebido encontraste una virgen; una vez nacido, la dejaste virgen. Pero no te reconocían: te manifestabas y permanecías oculto. Se manifestaba la debilidad, quedaba oculto el poder. Y todo se hizo para derramar tu sangre, precio pagado por nosotros. Realizaste obras tan maravillosas; otorgaste el beneficio de la salud a los enfermos; recibiste males por los bienes; fuiste insultado; pendiste del madero; los impíos movieron sus cabezas ante ti y te dijeron: Si eres Hijo de Dios, baja de la cruz12. ¿Es cierto que habías perdido tu poder o, más bien, mostrabas tu paciencia? Con todo, ellos te insultaron, se mofaron de ti; tras haberte dado muerte, se alejaron como si hubieran vencido. Y he aquí que yaces en el sepulcro. Levántate, Señor; no prevalezca el hombre. No prevalezca el impío enemigo; no prevalezca el ciego judío. Levántate, Señor; no prevalezca el hombre». Y así aconteció. ¿Qué resta, sino que sean juzgados los pueblos en tu presencia?13. Pues, como sabéis, resucitó, subió al cielo, desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.

4. ¡Ea, árbol estéril! No te mofes porque se te perdona; se aplazó el echar mano de la segur, pero no te sientas seguro. Vendrá y te cortará. Créelo, ha de llegar. Todo esto que ves, no existía. En determinado momento el pueblo cristiano, extendido por todo el orbe terráqueo, no existía. Se leía en la profecía, pero no se le veía en la tierra. Sin embargo, ahora se lee y se ve. La Iglesia misma fue convocada de igual manera. No se le dijo: «Mira, hija, y escucha», sino escucha y mira14. Escúchala profetizada; mírala hecha realidad. Lo mismo, amadísimos, hay que decir de Cristo: no había nacido de una virgen; hubo una promesa15 y nació; no había hecho milagros: hubo una promesa16, y los hizo; no había padecido: hubo una promesa17, y padeció; no había resucitado: hubo una promesa18, y se cumplió; no había ascendido al cielo19: se anunció de antemano, y se cumplió; no se había extendido su nombre por toda la tierra: se predijo20, y se cumplió; no habían sido derribados y destruidos los ídolos, y se hizo realidad6; no existían herejes impugnando a la Iglesia: se predijo21, y se cumplió. Pues de igual modo aún no ha llegado el día del juicio, pero, dado que está profetizado22, se cumplirá. Quien se mostró veraz en tan grandes acontecimientos, ¿resultará mentiroso respecto al día del juicio? Nos dejó un documento autógrafo de sus promesas: Dios se hizo deudor porque hizo una promesa, no porque recibiera un préstamo. ¿Podemos decirle: «devuelve lo que recibiste»? ¿Quién le dio primero a él, y se le devolverá?23. No podemos, por tanto, decirle: «devuelve le que recibiste», pero sí, y con toda razón, «cumple lo que prometiste».

5. Lo prometió a nuestros padres, pero dejó una garantía para que la leyéramos también nosotros. Si nos llama a cuentas quien dejó la garantía y dice: «Leed mis deudas, es decir, mis promesas; contad las que ya he cumplido; contad, ved cuántas debo cumplir aún. ¡Cuán grandes son las promesas que ya he cumplido! Poco es lo que aún me queda por cumplir. Porque me falta ese poquito, ¿pensáis que prometo y no cumplo?». Por tanto, el que sea estéril arrepiéntase y produzca frutos adecuados a ese arrepentimiento24. Quien está encorvado y mira a la tierra, se alegra de la felicidad terrena, piensa que no hay más vida que esta para ser feliz, no cree en la otra. Quien esté así de encorvado, enderécese; si no puede hacerlo por sí mismo, invoque a Dios. ¿Acaso se enderezó por sí misma la mujer? ¡Pobre de ella, si el Señor no le hubiese tendido la mano!