SERMÓN 103

Traductor: Pío de Luis Vizcaíno, OSA

Marta y María1

1. Las palabras de nuestro Señor Jesucristo que, tomadas del evangelio, se nos acaban de leer nos advierten que existe una realidad única a la que debemos tender mientras nos fatigamos entre una multitud de asuntos mundanos. Tendemos hacia ella mientras somos aún peregrinos que no hemos llegado a residencia estable; estamos todavía de camino, aún no en la patria; todavía la deseamos, aún no disfrutamos de ella. Con todo, tendamos y hagámoslo sin pausa y sin pereza para que podamos llegar a ella algún día.

Marta y María eran dos hermanas no solo en la carne, sino también en la devoción. Ambas se adhirieron al Señor, ambas le sirvieron en unidad de corazón cuando estaba físicamente presente. Marta lo recibió en su casa como suele recibirse a los forasteros. No obstante, es la sierva la que recibe al Señor, la enferma al Salvador, la criatura al Creador. Ella lo recibió para alimentarlo en su carne y ser alimentada por el Espíritu. En efecto, el Señor quiso tomar la forma de siervo y en ella ser alimentado por los siervos, mas no por exigencia de su condición natural, sino por condescendencia. Condescendencia suya fue también el prestarse a que lo alimentasen. Tenía carne en la que sentir ciertamente hambre y sed, pero ¿ignoráis que, en el desierto, cuando tuvo hambre, le servían los ángeles?2. Luego el querer ser alimentado fue gracia que otorgó a quien lo alimentaba. ¿Tiene algo de extraño, habida cuenta de que se la otorgó también a una viuda en relación con el santo Elías, a quien antes alimentaba él mismo por medio de un cuervo?3. ¿Por ventura le faltaba con qué alimentarlo cuando lo envió a la viuda? De ninguna manera; no le faltaba con qué alimentarlo cuando lo enviaba a ella, sino que planeaba bendecir a la viuda piadosa en recompensa del servicio que prestaba al siervo de Dios. Así, pues, fue recibido como huésped el Señor al que, viniendo a su casa, los suyos no lo recibieron, pero a cuantos lo recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios4, adoptando a los siervos y convirtiéndolos en hermanos, rescatando a los cautivos y haciéndolos coherederos. Ninguno de vosotros diga: «¡Bienaventurados los que merecieron recibir a Cristo en su propia casa!». No te duela ni te aflijas; no lamentes haber nacido en tiempos en que ya no ves al Señor en la carne; no te privó de esta gracia: Lo que hicisteis —dice— a los míos más pequeños, a mí me lo hicisteis5.

2. Esto poco he dicho, ajustándome al tiempo disponible, acerca del Señor que tuvo que ser alimentado físicamente, pero que alimenta espiritualmente. Pasemos al tema que propuse: la unidad. Marta, disponiendo y preparando lo necesario para alimentar al Señor, estaba ocupada en múltiples quehaceres; María, su hermana, prefirió que la alimentase el Señor. Abandonando en cierto modo a su hermana entregada a los quehaceres domésticos, se sentó a los pies del Señor y, sin hacer otra cosa, escuchaba su palabra. Toda llena de fe, había escuchado: Holgad y ved que yo soy el Señor6. Marta se afanaba, esta tomaba parte en el banquete; Marta disponía muchas cosas, María atendía solo a una. Ambas ocupaciones eran buenas; pero ¿cuál era la mejor? ¿Qué puedo decir yo? Tenemos a quien preguntar; escuchémoslo detenidamente. Ya oímos, cuando se leyó, cuál es mejor. Escuchémoslo otra vez, recordándolo yo. Marta acude al huésped y, constituyéndolo juez, depone ante él la demanda implícita en sus afectuosas quejas: que su hermana la había abandonado y había descuidado ayudarla a ella, tan agobiada en servirle. María, aunque presente, no responde; es el Señor quien juzga. María, en santa holganza, prefirió poner su causa en manos del juez y no quiso ni tomarse la molestia de responder, pues, el preparar la respuesta, rebajaría la atención de su escucha. Responde, pues, el Señor, para quien no suponía esfuerzo hablar, puesto que era la Palabra. Y ¿qué dijo? Marta, Marta. Esta repetición del nombre es indicio de amor, o quizás un modo de recabar su atención. Para suscitar en ella una escucha más atenta, la llamó dos veces: Marta, Marta, escúchame: Tú estás afanada en muchas cosas, y solo de una hay necesidad7, es decir, solo una es necesaria. No dijo unum opus, como refiriéndose a una sola obra, sino opus est: conviene, es necesario. Esta única obra necesaria es la que había elegido María.

3. Pensad, hermanos míos, en la unidad y ved si en una multitud misma os deleita otra cosa que la unidad. ¡Ved cuántos sois vosotros, a Dios gracias! ¿Quién os aguantaría si no tuvierais unidad de sentimientos? ¿De dónde proviene esta calma en una multitud tan grande? Otórgame la unidad, y hay pueblo; elimina la unidad, y hay una turbamulta. Pues ¿qué es una turbamulta sino una multitud turbada? Escuchad al Apóstol: Os ruego, hermanos —lo dice a una multitud que quería convertir en unidad—. Os ruego, hermanos, que digáis todos lo mismo y que no haya entre vosotros cismas, sino que estéis perfectamente unidos en el mismo sentir y en el mismo pensar8. Y en otro lugar: Manteneos unánimes, tened un mismo sentimiento; nada hagáis por rivalidad ni por vanagloria9. También el Señor ruega al Padre a propósito de los suyos: Para que sean uno como también nosotros somos uno10. Lo mismo se lee en los Hechos de los Apóstoles: La multitud de los que habían creído tenían un solo corazón y un alma sola11. Por tanto, engrandeced al Señor conmigo y ensalcemos su nombre con la mente puesta en la unidad12. Una sola cosa es necesaria: la unidad celeste, la unidad por la que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son una sola cosa. Ved cómo se nos recomienda la unidad. Ciertamente nuestro Dios es una Trinidad. El Padre no es el Hijo, y el Hijo no es el Padre, y el Espíritu Santo no es ni el Padre ni el Hijo, sino el Espíritu de ambos. Y, con todo, estas tres realidades no son tres dioses, ni tres omnipotentes, sino un único Dios omnipotente. La Trinidad misma es un único Dios, porque una sola cosa es necesaria. Y a la consecución de esta única cosa solo nos lleva el tener los muchos un solo corazón.

4. Buena es la asistencia a los pobres y, sobre todo, el servicio a los santos de Dios; es un deber religioso. En efecto, se trata de un devolver, no de un dar, pues dice el Apóstol: Si hemos sembrado en vosotros bienes para el espíritu, ¿es gran cosa que recojamos de vosotros bienes para el cuerpo?13. Es cosa buena; os exhorto a ello, edificándoos con la palabra del Señor; no seáis remisos a la hora de acoger a los santos. Hubo quienes, sin saberlo, dando acogida a quienes desconocían, acogieron a ángeles14. Es cosa buena esta, pero es mejor lo que escogió María. Aquello conlleva la preocupación a que da origen la necesidad; esto, la dulzura que origina el amor. Cuando un hombre sirve a otro quiere atenderle en todo y a veces no puede; busca lo que le falta, prepara lo que tiene: el alma se pierde en muchas cosas. De hecho, si Marta se hubiera bastado para el servicio, no hubiera pedido la ayuda de su hermana. Muchos y diversos son estos servicios en cuanto corporales y temporales; aunque son cosa buena, son transitorios. ¿Qué dice el Señor a Marta? María escogió la mejor parte. No es que tú eligieras una mala, sino que ella eligió una mejor. Escucha por qué es mejor: Porque no le será quitada15. Algún día se te quitará a ti el peso de la necesidad; la dulzura de la verdad, en cambio, es eterna. A ella no se le quitará lo que eligió. En vez de quitársele, se le aumentará. En esta vida aumenta, en la otra alcanzará la perfección, pero jamás se le quitará.

5. Por lo demás, tú, Marta, con tu venia lo digo, tú que fuiste bendecida en tu servicio, buscas el descanso como recompensa a tu trabajo. Ahora estás ocupada en multitud de quehaceres, preocupada por alimentar cuerpos mortales, aunque sean de santos. ¿Acaso cuando llegues a la patria hallarás forasteros a quienes hospedar, hambrientos con quienes compartir tu pan, sedientos cuya sed apagar, enfermos a quienes visitar, litigantes a quienes poner en paz o muertos a quienes sepultar? Nada de esto habrá allí. ¿Qué habrá, pues? Lo que eligió María: allí, en lugar de alimentar, seremos alimentados. Por eso, allí se hallará la plenitud y perfección de lo que aquí eligió María: de la opulenta mesa, de la palabra del Señor, recogía migajas. ¿Queréis saber lo que habrá allí? El Señor mismo lo dice a sus siervos: En verdad os digo que los sentará a su mesa, pasará y les servirá16. ¿Qué significa sentarse a la mesa, sino estar libre de cuidados? ¿Qué significa sentarse a la mesa, sino descansar? ¿Y cuál es el significado de pasará y les servirá? Primero pasa y así les sirve. Pero ¿dónde? En el banquete celeste del cual dice: En verdad os digo que vendrán muchos de oriente y de occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos17. Quien allí alimenta es el Señor, pero antes ha de pasar de aquí. Pues, como sabéis, Pascua significa tránsito6. Vino el Señor, realizó obras divinas, sufrió tormentos humanos. ¿Acaso se le escupe todavía?18. ¿Acaso se le abofetea aún?19. ¿Acaso se le corona aún de espinas20, se le flagela21, se le crucifica22 o se le hiere con la lanza todavía?23. Él ha pasado. Por último, también el evangelio habla de esa manera, a propósito de la Pascua celebrada con sus discípulos. ¿Qué dice el Evangelio? Habiendo llegado a Jesús la hora de pasar de este mundo al Padre24. Así, pues, él ha pasado para alimentarnos; sigámosle para que nos alimente.