SERMÓN 93

Traductor: Pío de Luis Vizcaíno, OSA

Parábola de las diez vírgenes1

1. Quienes asististeis ayer, no habéis olvidado mi promesa. Promesa que, con la ayuda de Dios, he de cumplir hoy, no solo para vosotros, sino también para los muchos otros que han acudido. No es fácil averiguar quiénes son las diez vírgenes, y quiénes las cinco sabias y quiénes las cinco necias. A juzgar por el contenido del texto que quise que también hoy se leyera a Vuestra Caridad, según el Señor me da a entender, no me parece que esta parábola o semejanza se refiera solamente a las que por su santidad específica y más excelente reciben en la Iglesia el nombre de vírgenes, a las que, con término más habitual, hemos acostumbrado a llamar monjas. Al contrario, si no me engaño, esta semejanza se refiere a la Iglesia entera. Y, aun en el caso de que lo refiriésemos solo a las llamadas monjas, ¿acaso son diez? ¡Lejos de mí reducir a tan exigua cantidad la multitud tan numerosa de vírgenes! Mas quizá diga alguno: «¿Y si, aunque de nombre son muchas, en realidad son tan pocas que apenas se encuentran diez?». No es este el caso, pues si quisiera que se comprendiese que solamente hay diez buenas, no mostraría en el pasaje cinco necias. Si, pues, son muchas las vírgenes llamadas, ¿por qué a cinco se les cierran las puertas de la gran casa?

2. Hagámonos a la idea, amadísimos, de que esta parábola mira a todos nosotros, es decir, absolutamente a toda la Iglesia; no solo a quienes están al frente de ella —de los cuales hablé ayer—, ni solo a las asambleas cristianas, sino a todos. ¿Por qué, entonces, habla de cinco y cinco? Estos dos grupos de cinco vírgenes representan absolutamente la totalidad de las almas cristianas. Mas para indicaros lo que, por inspiración divina, opino, se trata no de cualesquiera almas, sino de las que poseen la fe católica y parecen tener buenas obras en la Iglesia de Dios. Con todo, de ellas cinco son sabias y cinco necias. Veamos en primer lugar por qué se habla de cinco y por qué se las llama vírgenes. Luego consideremos lo demás. Toda alma que vive en un cuerpo se asocia al número cinco, porque se sirve de cinco sentidos. En efecto, nada sentimos en el cuerpo que no entre por una de estas cinco puertas: la vista, el oído, el olfato, el gusto o el tacto. En consecuencia, quien se abstiene de ver, oír, oler, gustar o tocar lo que es lícito, recibe el nombre de virgen por esa integridad.

Pero si es cosa buena abstenerse de todos los movimientos sensuales ilícitos, razón por la que cada alma cristiana recibe el nombre de virgen, ¿por qué se admiten cinco y se rechaza a otras cinco? Son vírgenes, pero son rechazadas. Es poco decir que son vírgenes; llevan también lámparas. Son vírgenes porque se abstienen de las sensaciones ilícitas; llevan lámparas por sus obras buenas. Obras buenas de las que dice el Señor: Brillen vuestras obras delante de los hombres para que vean vuestras buenas acciones y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos2. De modo idéntico dice a los discípulos: Tened vuestros lomos ceñidos y vuestras lámparas encendidas3. En los lomos ceñidos se significa la virginidad; en las lámparas encendidas, las buenas obras.

3. Es verdad que no suele hablarse de virginidad con referencia a los casados; sin embargo, también en el matrimonio existe la virginidad de la fe, de que es fruto la pureza conyugal. Mas para que sepa vuestra santidad que no es inoportuno dar el nombre de virgen a cualquier alma, de hombre o de mujer, basándonos no en el cuerpo, sino en el alma y en la integridad de la fe, fe por la cual se abstiene de las cosas ilícitas y se ejecutan las obras buenas, a la Iglesia entera, compuesta de vírgenes y muchachos, de mujeres y varones casados se la designa con el término único de virgen. ¿Cómo lo probamos? Escucha lo que dice el Apóstol no solo a las monjas, sino absolutamente a toda la Iglesia: Os he desposado con un único varón para presentaros a Cristo cual virgen casta. Y como hay que guardarse del diablo, corruptor de esta virginidad, después de haber dicho: Os he desposado con un único varón para presentaros a Cristo cual virgen casta, dice a continuación: Temo, sin embargo, que, como la serpiente sedujo a Eva con su astucia, así vuestros sentidos se corrompan, alejándoos de la castidad en relación a Cristo4. Pocas son las que tienen la virginidad corporal; todas deben tenerla en el corazón. Por tanto, si es cosa buena abstenerse de lo ilícito —de donde ha recibido su nombre la virginidad— y son dignas de alabanza las buenas obras, significadas en las lámparas, ¿porque se admite a cinco y se rechaza a otras cinco? Si es también virgen y además lleva las lámparas y, con todo, no se la admite, ¿dónde se ve ubicado quién no guarda la virginidad consistente en renunciar a las cosas ilícitas y camina en las tinieblas al renunciar a tener obras buenas?

4. Así, pues, hermanos míos, reflexionemos sobre estas cosas. Pensad en uno que ni quiere ver ni oír lo que es malo, que aparta su olfato de los perfumes ilícitos de los sacrificios, que retira su gusto de los alimentos ilícitos de los sacrificios, que huye del abrazo de la mujer ajena, que parte su pan con el hambriento, que acoge en su casa al huésped, viste al desnudo, pone paz entre litigantes, visita al enfermo y da sepultura a los muertos: ved que es virgen, ved que lleva lámparas. ¿Qué más buscamos? Busco algo todavía. ¿Qué es lo que buscas? —dice—. Busco algo todavía: el santo evangelio me ha puesto sobre aviso. Entre las mismas vírgenes que llevaban las lámparas, a unas las llamó sabias, y a otras necias. ¿Cómo vemos quiénes son sabias y quiénes necias? ¿Cómo discernir las unas de las otras? Por el aceite. El aceite significa algo grande, realmente grande. ¿No es, acaso, la caridad? No afirmo, pregunto; no hago una afirmación precipitada. Os diré por qué me parece a mí que en el aceite está significada la caridad. Dice el Apóstol: Os muestro un camino aún más elevado5. ¿Cuál es ese camino más elevado que muestra? Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, soy como bronce que suena o como címbalo que retiñe6. Este es el camino más elevado, es decir, la caridad, que con razón se halla significada en el aceite. El aceite se coloca siempre por encima de todos los demás líquidos. Vierte un poco de agua y echa encima aceite; este queda encima. Echa aceite, vierte agua encima, y el aceite sube a la superficie. Si sigues el orden natural, el aceite queda arriba; si lo cambias, él queda igualmente arriba. La caridad nunca cae7.

5. ¿Qué decir, entonces, hermanos? Hablemos ya de las cinco vírgenes sabias y de las cinco necias. Unas y otras quisieron ir al encuentro del esposo. ¿Qué significa ir al encuentro del esposo? Ir con el corazón, esperar su venida. Pero él tardaba. Al retrasarse él, se durmieron todas. ¿Qué quiere decir todas? Tanto las sabias como las necias; les entró el sueño a todas y se durmieron8. ¿Hemos de pensar que se trata de un sueño bueno? ¿Qué es este sueño? ¿Quizá que, debido al retraso del esposo y a la abundancia de la maldad, se enfría la caridad de muchos?9. ¿Es así como hemos de entender este sueño? No me agrada esta interpretación y diré por qué. Porque están incluidas también las sabias, y ciertamente cuando dijo el Señor: Al abundar la maldad, se enfría la caridad de muchos, añade a continuación: Pero el que persevere hasta el final, se salvará10. ¿Dónde queréis ubicar a esas sabias? ¿Acaso no entre las que perseveraron hasta el final? El único motivo, hermanos, absolutamente el único motivo por el que se les permitió entrar fue el haber perseverado hasta el final. Por tanto, a ellas no les sobrevino de improviso el enfriamiento de la caridad; no se enfrió en ellas la caridad, sino que hierve hasta el final. Porque hierve hasta el final, se les abrieron las puertas del esposo. Por eso se les dijo que entraran, igual que a aquel siervo óptimo: Entra en el gozo de tu Señor11. ¿Qué significa, pues, les entró el sueño a todas? Existe otro sueño del que nadie escapa. ¿No os acordáis de lo que dice el Apóstol: No quiero, hermanos, que ignoréis a propósito de los que duermen12, es decir, de los que han muerto? ¿Por qué se les llama durmientes, sino porque en su día resucitarán? Luego se durmieron todas. ¿Acaso no tiene que morir por el hecho de ser sabia? Sea virgen sabia, sea virgen necia, todas sufren el sueño de la muerte.

6. Ahora bien, a veces dicen en su interior los hombres: «Ved que llega ya el día del juicio, tan grandes son las calamidades que suceden, tan grandes y frecuentes son las tribulaciones; ved que se ha cumplido casi todo lo dicho por los profetas; el día del juicio ya está a las puertas». Quienes esto dicen y lo dicen con fe, con tales pensamientos van como al encuentro del esposo. Pero he aquí que a una guerra sucede otra; a una tribulación, otra; a un terremoto, otro; a una hambruna, otra; un pueblo se levanta contra otro y aún no llega el esposo. En consecuencia, mientras se espera su llegada, se quedan dormidos todos los que dicen: «He aquí que ya llega, y el día del juicio nos encuentra aquí». Decir esto es quedarse dormido. Por tanto, esté atento a su sueño y permanezca en la caridad hasta el momento del sueño. Que el sueño le encuentre a la espera. Suponte que se durmió. ¿Acaso el que duerme no se aprestará a levantarse?13. Se durmieron, pues, todas, tanto las sabias como las necias.

7. ¿Qué significa a media noche?14. Cuando menos se espera, cuando en ningún modo se piensa en ello. Noche aquí equivale a ignorancia. Alguien hace una especie de cálculo: «Advertid que, desde Adán, han pasado ya tantos años; ved que van a cumplirse los seis mil años, y acto seguido —según el cómputo de ciertos exegetas— vendrá el día del juicio». Y llegan, y pasan los años del cómputo, y todavía se demora la llegada del esposo, y las vírgenes que habían salido a su encuentro se quedan dormidas. Y he aquí que cuando ya no se espera, cuando se dice: «Se esperaba el término de los seis mil años, pero ya pasaron; ¿cómo sabemos ahora cuándo ha de venir?», vendrá a media noche. ¿Qué significa: «vendrá a media noche»? Vendrá cuando aún ignores el momento de su venida. ¿Por qué vendrá entonces? Escucha al Señor mismo: No os corresponde a vosotros conocer los tiempos, cosa que el Padre ha reservado a su poder15. El día del Señor —dice el Apóstol— vendrá como ladrón en la noche16. Por tanto, mantente en vela durante la noche para no sufrir la acción del ladrón, pues el sueño de la muerte vendrá, quieras o no.

Pero, habiéndose producido un grito a media noche17. ¿Qué grito es este sino aquello de que habla el Apóstol: En un abrir y cerrar de ojos, al sonido de la última trompeta. Pues sonará la trompeta; los muertos resucitarán incorruptos y nosotros seremos transformados?18. Al fin, después de producirse a media noche el grito que anunciaba: He aquí que llega el esposo, ¿qué sigue? Se levantaron todas19. ¿Qué significa se levantaron todas? Llegará el momento —dice el Señor mismo—, en que todos los que están en los sepulcros oirán su voz y saldrán20. Por tanto, al sonido de la última trompeta resucitaron todas. Pero las vírgenes sabias tomaron consigo aceite en sus vasijas; las necias, no21. ¿Qué significa el que no tomaron aceite consigo en sus vasijas? ¿Qué es en sus vasijas? En sus corazones. Por ello dice el Apóstol: Nuestra gloria es esta: el testimonio de nuestra conciencia22. Allí está el aceite, la realidad grandiosa que es el aceite; este aceite proviene de un don de Dios. Además, los hombres pueden verter dentro el aceite, pero no crear el olivo. -«Advierte que tengo aceite». -«¿Acaso lo creaste tú? Lo tienes por don de Dios. Tienes aceite; llévalo contigo. ¿Qué significa: llévalo contigo? Tenlo en tu interior, agrada allí a Dios».

8. He aquí que estas vírgenes necias que no llevaron consigo el aceite, con su abstinencia —por la que se les designa como vírgenes— y con sus buenas obras —cuando parece que llevan lámparas— desean agradar a los hombres. Y si buscan agradar a los hombres y por este motivo hacen todas esas obras laudatorias, no llevan el aceite consigo. Tú, por tanto, llévalo contigo, llévalo en tu interior donde ve Dios; lleva allí el testimonio de tu conciencia. Quien, en cambio, camina guiado por el testimonio ajeno, no lleva consigo el aceite. Si te abstienes de las cosas ilícitas y realizas las buenas obras para ser alabado por los hombres, no hay aceite en tu interior. Además, cuando los hombres dejen de alabarte, se apagan las lámparas. Ponga atención, pues, Vuestra Caridad. Antes de que se quedaran dormidas las vírgenes, nada se dijo de que se hubiesen apagado sus lámparas. A las lámparas de las sabias las hacía arder el aceite interior, la seguridad de su conciencia, la gloria interior, su amor íntimo. Pero ardían también las de las necias. ¿Cómo es que ardían entonces? Porque no faltaban las alabanzas humanas. En cambio, después que se levantaron —en la resurrección de los muertos— comenzaron a preparar sus lámparas, es decir, a disponerse a dar cuenta a Dios de sus obras. Y como entonces no hay nadie que alabe, todo hombre se halla solo ante su causa; nadie hay entonces que no se preocupe de sí mismo. No habiendo, por tanto, quienes vendiesen aceite, comenzó a faltar para las lámparas, y las necias se dirigieron a las sabias con estas palabras: Dadnos de vuestro aceite, porque nuestras lámparas se apagan23. Buscaban lo que había sido su costumbre, es decir, brillar con el aceite ajeno, caminar al son de las alabanzas ajenas. Dadnos de vuestro aceite, porque nuestras lámparas se apagan.

Pero ellas contestaron: No sea que no alcance para nosotras y vosotras, id más bien a los vendedores y comprároslo24. Respuesta no de quien da un consejo, sino de quien se mofa. ¿Por qué de quien se mofa? Porque eran sabias y en ellas residía la sabiduría. En efecto, su sabiduría no procedía de ellas mismas, sino que habitaba en ellas la sabiduría de que se habla en cierto libro. Sabiduría que, cuando lleguen los males con que les ha amenazado, dirá a quienes la hayan despreciado: Y yo me reiré a carcajadas de vuestro infortunio25. ¿Qué tiene de extraño que las sabias se mofen de las necias? ¿Qué es mofarse?

9. Id a los vendedores y comprároslo26 vosotras, que acostumbrabais vivir bien solo porque os alababan los hombres; ellos os vendían el aceite. ¿Qué significa: os vendían el aceite? Os vendían las alabanzas. ¿Quiénes, a no ser los aduladores, venden alabanzas? ¡Cuánto mejor os hubiese sido no haber condescendido con ellos, haber llevado aceite interiormente y haber hecho todas las buenas obras con recta conciencia! Entonces diríais: El justo me reprenderá y me argüirá con misericordia, pero el aceite del pecador no ungirá mi cabeza27. Es preferible —dice— que me reprenda, me recrimine, me abofetee y me corrija el justo a que el aceite del pecador unja mi cabeza. ¿Qué es el aceite del pecador, sino los halagos del adulador?

Id, pues, a los vendedores28: es lo que habéis acostumbrado a hacer. Nosotras no os lo damos. ¿Por qué? No sea que no alcance para nosotras y vosotras29. ¿Qué es: no alcance? Esta afirmación no procede de la desesperación, sino de la humildad sobria y piadosa. Pues aunque una persona buena tenga la conciencia tranquila, ¿cómo sabe cuál será el juicio de aquel al que nadie engaña? Tiene la conciencia tranquila, no le cosquillean pecados graves concebidos en su corazón; pero, aun con la conciencia tranquila, pensando en ciertos pecados cotidianos inseparables de la vida humana, dice, no obstante, a Dios: Perdónanos nuestras deudas, porque cumplió lo que sigue a continuación: Como también nosotros los perdonamos a nuestros deudores30. De corazón partió su pan con el hambriento, de corazón vistió al desnudo31; con el aceite interior hizo sus buenas obras y, no obstante, esa conciencia tranquila tiembla ante el juicio.

Observa ahora qué significa: Dadnos aceite32. Por respuesta escucharon: Id más bien a los vendedores. Por haberos acostumbrado a vivir rectamente movidos por las alabanzas humanas, no traéis aceite con vosotras; no obstante, nosotras no os lo damos no sea que no alcance para nosotras y vosotras33. Apenas podemos emitir un juicio sobre nosotras, ¡cuánto menos podemos juzgaros a vosotras! ¿Qué quiere decir «apenas podemos emitir un juicio sobre nosotras»? Esto: cuando el rey justo se siente en su trono, ¿quién se gloriará de tener un corazón casto?34. Quizá tú no halles nada en tu conciencia, pero sí aquel que ve mejor, aquel cuya mirada divina penetra en lo más secreto. Quizá vea algo, quizá encuentre algo. ¡Cuánto mejor será para ti decirle: No entres en juicio con tu siervo!35. ¡Cuánto mejor te será decir también: Perdónanos nuestras deudas!36. Porque también a ti se te dice, con referencia a aquellas antorchas, a aquellas lámparas: «Tuve hambre y me diste de comer»37. ¿Qué decir? ¿Acaso ellas no lo hicieron también? No lo hicieron ante él. ¿Cómo lo hicieron, pues? De la forma que prohíbe el Señor, que dijo: Procurad no realizar vuestra justicia en presencia de los hombres para que os vean; de lo contrario, no tendréis la recompensa de vuestro Padre que está en los cielos38. Y, cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta ponerse en pie en las plazas y orar para que los vean los hombres. En verdad os digo que ya recibieron su paga39. Compraron el aceite, abonaron el precio; lo compraron, no las timaron en cuanto a las alabanzas humanas; las buscaron y las obtuvieron. Pero estas alabanzas no les servirán de ayuda en el día del juicio. A su vez, las otras vírgenes, ¿cómo hicieron las mismas obras? Brillen vuestras buenas obras ante los hombres para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos40. No dijo: «Y os glorifiquen a vosotros», pues el aceite no lo tienes de ti mismo. Jáctate de él, y di: «Tengo aceite, pero recibido de él». ¿Qué tienes que no hayas recibido?41. Por tanto, unas obraron de una manera, las otras de otra.

No hay que extrañarse de que mientras van a comprarlo42, mientras buscan sin éxito quienes las alaben, mientras buscan sin resultado positivo quienes las consuelen, se abre la puerta, llega el esposo y la esposa, es decir, la Iglesia ya glorificada con Cristo de modo que los distintos miembros se unen al cuerpo entero. Y entraron con él al banquete de bodas y se cerró la puerta43. Luego llegaron también las necias; ¿compraron acaso aceite o hallaron quienes se lo vendieran? Por esto encontraron las puertas cerradas. Comenzaron a llamar, pero era tarde.

10. Se dijo, es verdad; se dijo sin engaño alguno Llamad y se os abrirá44, pero ahora, mientras dura el tiempo de la misericordia, no cuando sea el tiempo del juicio. No se pueden confundir esos momentos, puesto que la Iglesia canta a su Señor la misericordia y el juicio45. El presente es tiempo de misericordia; arrepiéntete. ¿Tienes en tu poder practicarla en el momento del juicio? Te hallarás entre las vírgenes a las que se les cerró la puerta. Señor, Señor, ábrenos46. ¿Acaso no se arrepintieron de no llevar aceite consigo? ¿Pero qué les aprovechó el arrepentimiento tardío, cuando se reía de ellas la verdadera sabiduría? Por tanto, se les cerró la puerta. ¿Y qué se les dijo? No os conozco47. Quien conoce todo, ¿no las conoce a ellas? ¿Qué significa, por tanto, no os conozco? Os desapruebo, os repruebo. No os conozco con referencia a mi sabio proceder; mi sabio proceder desconoce los vicios. Realidad grandiosa esta: desconoce los vicios, pero juzga los vicios. Los desconoce en cuanto que no los comete; los juzga en cuanto que los desaprueba. Así, pues, no os conozco.

Fueron y entraron las cinco vírgenes sabias. ¡Cuán numerosos sois, hermanos míos, en el nombre de Cristo! Hállense entre vosotros las cinco vírgenes sabias, pero no seáis solo cinco personas. Hállense entre vosotros las cinco vírgenes sabias: las que pertenecen a esa sabiduría significada en el número cinco. Vendrá, en efecto, la hora; vendrá y en un momento que desconocemos. Vendrá a media noche, estad en vela. Así concluyó el relato evangélico: Velad, porque no sabéis ni el día ni la hora48. Si, pues, hemos de dormirnos, ¿cómo podemos estar en vela? Vela con el corazón, con la fe, con la esperanza, con la caridad, con las obras. Y una vez que te hayas dormido en el cuerpo, llegará el momento de levantarte. Pero, cuando te hayas levantado, prepara las lámparas. Que no se te apaguen entonces, que ardan entonces con el aceite interior de la conciencia; que te abrace entonces el esposo con abrazos incorpóreos, que te introduzca entonces en la casa en que nunca duermas, en la que tu lámpara nunca pueda apagarse. Hoy, en cambio, nos fatigamos y nuestras lámparas titilan en medio de los vientos y tentaciones de este mundo. Pero arda con vigor nuestra llama para que el viento de la tentación, más que apagar el fuego, lo avive.