SERMÓN 81

Traductor: Pío de Luis Vizcaíno, OSA

Evitar los escándalos1

1. Las divinas lecturas que acabamos de escuchar cuando se leyeron nos invitan a conseguir la fortaleza de las virtudes y a fortificar el corazón cristiano frente a los escándalos predichos. Y todo ello como fruto de la misericordia de Dios. En efecto, ¿qué es el hombre —dice— sino que te acuerdas de él?2 . ¡Ay del mundo a causa de los escándalos!3. Son palabras del Señor, palabras de la Verdad: nos amedrenta y amonesta, no quiere que seamos incautos, pues no nos ha hecho hombres sin esperanza. Contra este Ay, es decir, ante este mal que hay que temer, ante el que hay que sentir pánico, del que hay que guardarse, la Escritura nos consuela, nos exhorta y nos instruye en el pasaje en que dice: Paz abundante a los que aman tu ley, y para ellos no hay escándalo4. Nos mostró el enemigo del que debemos guardarnos, pero no cesó de mostrarnos el muro fortificado. Al oír ¡Ay del mundo a causa de los escándalos!, pensabas en un lugar ajeno al mundo, al que dirigirte para no padecer los escándalos. Por tanto, a fin de evitarlos, ¿adónde irás fuera del mundo, a no ser que huyas hacia quien hizo el mundo? Mas ¿cómo podemos refugiarnos en quien hizo el mundo a no ser que escuchamos su ley que se predica por doquier? Poca cosa es que la oigamos, si no la amamos. Ofreciendo seguridad frente a los escándalos, la Escritura divina no dice: «Paz abundante para los que oyen tu ley», pues ante Dios no son justos los que se limitan a oír la ley. Mas puesto que los que cumplan la ley serán justificados5, y dado que la fe obra por el amor6, dijo: Paz abundante para los que aman tu ley, y para ellos no hay escándalo. Va también de acuerdo con esta frase lo que hemos cantado al escuchar y responder: Los mansos, en cambio, poseerán la tierra en herencia y se deleitarán en la abundancia de la paz7 porque: Paz abundante para los que aman tu ley. Los mansos son, efectivamente, los que aman la ley de Dios. Dichoso el varón a quien tú enseñes, Señor, e instruyas con tu ley, para que lo hagas manso en los días aciagos en tanto que se cava la fosa al pecador8. ¡Qué diversas parecen las palabras de la Escritura! Y, sin embargo, de tal manera concuerdan y confluyen en un solo parecer, que, sea lo que sea lo que puedas oír de esa fuente abundantísima, también tú asientes a ella, vas de acuerdo con ella en cuanto amigo de la verdad, lleno de paz, fervoroso en el amor, protegido contra los escándalos.

2. Me he propuesto, pues, ver o buscar o aprender cómo debemos ser mansos; y lo que acabo de mencionar, tomándolo de las Escrituras, nos exhorta a hallar lo que buscamos. Preste Vuestra Caridad un poco de atención. Se trata de algo importante: ser mansos, actitud necesaria ante la adversidad. Efectivamente no se designa como escándalos a las adversidades de este mundo. Advertid qué son los escándalos. Un ejemplo: cierta persona que se halla en una necesidad se ve acuciada por cierta opresión. El hecho de verse oprimido no es un escándalo. También los mártires fueron oprimidos, pero no aplastados. Guárdate del escándalo, no tanto de la opresión. La opresión te aprieta, el escándalo te aplasta. ¿Qué diferencia existe entre la opresión y el escándalo? En la opresión te disponías a ejercitar la paciencia, mantener la constancia, no abandonar la fe, no consentir al pecado. Si cumples esto ahora o en el futuro, la opresión no comportará tu ruina, sino que tendrá en ti la misma función que tiene la prensa en la almazara: en ella no se busca estrujar la aceituna, sino destilar el aceite. Finalmente, si en esa opresión alabas a Dios, ¡cuán útil es esa prensa que hace que mane de ti ese líquido! Los apóstoles se hallaban sentados y atados a la opresión, y en ella cantaban un himno a Dios9. ¿Qué se estrujaba? ¿Qué destilaba? Job4 se hallaba bajo una gran opresión, en medio de estiércol, necesitado, sin ayuda, sin riquezas, sin hijos; lleno, pero de gusanos, lo cual pertenece ciertamente al hombre exterior. Mas, puesto que interiormente estaba lleno de Dios, le alababa y el ser oprimido no le servía de escándalo. ¿Dónde se halla, pues, el escándalo? Cuando se le acercó la mujer y le dijo: Maldice a Dios y muérete10. En efecto, después que el diablo le quitó todas las cosas, una vez ejercitado, se le dejó a Eva, no para que consolase, como a su marido, sino para que lo tentase5. Ved donde está el escándalo. Exageró las desgracias sufridas por él, sumando a ellas las suyas propias, y comenzó a persuadirle de que blasfemase. Pero él, que era manso, porque Dios le había instruido con su ley y le había hecho manso en los días aciagos, en cuanto amante de la ley de Dios, gozaba de gran paz en su corazón y la mujer no le servía de escándalo. Ella era objetivamente un escándalo, mas no para él. Por último, mira a este hombre manso; mira a este hombre instruido en la ley de Dios. Me refiero a la ley eterna, pues la ley dada a los judíos en tablas11 aún no existía en tiempos de Job6, pero permanecía todavía en los corazones de los piadosos la ley eterna, de la que fue tomada la ley dada por escrito al pueblo judío. Así, pues, dado que la ley de Dios le había hecho manso en los días aciagos y, en cuanto amante de esa misma ley, gozaba de gran paz en su corazón, considera cuán manso es y qué responde. Aprende aquí lo que te propuse, a saber, quiénes son los mansos. Has hablado —dice— como una mujer insensata. Si recibimos de la mano de Dios las cosas buenas, ¿no vamos a soportar las malas?12.

3. Hemos escuchado mediante un ejemplo quiénes son los mansos; definámoslos con palabras, si podemos. Son mansos los que en todas las acciones buenas, en todo el bien que hacen, solo les agrada Dios, y en los males que sufren no les desagrada. ¡Ea, hermanos!; fijaos en esta regla, en esta norma; midámonos por ella, busquemos crecer hasta coincidir exactamente con ella. Pues ¿de qué sirve el que plantemos y reguemos, si Dios no da el incremento? Ni quien planta, ni quien riega es algo, sino Dios que da el crecimiento13. Escucha tú que quieres ser manso, que quieres hallarte manso en los días aciagos, que amas la ley de Dios; para que no haya en ti escándalo y goces de paz abundante, para que poseas la tierra y te deleites en la abundancia de la paz, escucha tú que quieres ser manso. No te agrades a ti mismo en el bien que haces, pues Dios resiste a los orgullosos y da su gracia a los humildes14. Por tanto, en cualquier cosa buena que hagas, sea Dios el único en agradarte; en cualquier mal que sufras, que él no te desagrade. ¿Qué más? Haz esto y vivirás. No te engullirán los días aciagos y evitarás la amenaza pronunciada: ¡Ay del mundo por los escándalos!15. ¿A qué mundo se refiere sino a aquel del que se dijo: Y el mundo no lo conoció?16. No se refiere al mundo del que se dijo: Dios estaba reconciliando consigo el mundo por medio de Cristo17. Hay un mundo malo y un mundo bueno. El mundo malo son todos los malos del mundo; el bueno, todos los buenos. Lo mismo que cuando de ordinario contemplamos un campo. «Este campo está repleto». «¿De qué fruto?». «De trigo». De igual manera decimos, y con idéntica verdad: «Este campo está lleno de paja». «Hay un árbol, está repleto de frutos»; otro dice: «Está repleto de hojas». Y tanto el que dice que está repleto de frutos como quien afirma que está repleto de hojas dicen la verdad. Ni la abundancia de hojas quitó su lugar al fruto, ni la abundancia de fruto excluyó la exuberancia de hojas. De ambas cosas está lleno; pero una cosa es lo que busca el viento y otra lo que el agricultor recoge. De igual manera, pues, cuando escuchas: ¡Ay del mundo por los escándalos!, no te espantes; ama la ley de Dios y no habrá escándalo para ti.

4. Pero hace acto de presencia la esposa sugiriendo no sé qué mal. La amas como conviene amar a la esposa, como miembro tuyo que es. Mas si tu ojo te sirve de escándalo, si tu mano te sirve de escándalo, si tu pie te sirve de escándalo —lo acabas de oír en el Evangelio— córtalos y arrójalos lejos de ti18. Cualquier persona que te sea muy querida, cualquiera a la que valores en mucho, tenla por grande, considérala como miembro tuyo querido en tanto en cuanto no comience a escandalizarte, es decir, a sugerirte que realices alguna acción mala. Escuchad cómo el escándalo consiste precisamente en esto. Hemos puesto como ejemplo a Job y a su esposa; pero allí no aparece la palabra escándalo. Escucha el Evangelio. Cuando el Señor predijo su pasión, Pedro comenzó a disuadirle de padecer. Ponte detrás, Satanás, porque eres para mí escándalo19. En una palabra, el Señor, que te dio ejemplo de cómo vivir, te enseñó a la vez en qué consiste el escándalo y el modo de precaverte de él. Al decir a Pedro poco antes: Dichoso eres, Simón hijo de Jonás20, había manifestado que era miembro suyo. Pero cuando comenzó a servirle de escándalo, cortó el miembro, rehízo el miembro y lo restituyó como miembro. Por tanto, será escándalo para ti quien comience a sugerirte algún mal. Pero preste atención Vuestra Caridad: esto acontece la mayor parte de las veces no por malignidad, sino por una benevolencia desnortada. En efecto, te ve tu amigo que te ama y a quien también tú amas, tu padre, tu hermano, tu hijo, tu esposa; te ve, digo, atrapado en un mal y quiere que realices alguna acción mala. ¿Qué significa que te ve atrapado en un mal? Que te ve sufriendo alguna tribulación. Quizá sufres la tribulación misma por causa de la justicia, esto es, quizá la sufres porque rehúsas proferir un falso testimonio. Lo he dicho a modo de ejemplo, que no faltan, puesto que ¡ay del mundo a causa de los escándalos!21. Veamos uno: un hombre poderoso, para alcanzar su botín y lograr su rapiña, te pide el servicio de un falso testimonio. Tú te niegas; te niegas a proferir una falsedad para no negar la verdad. Para no perder tiempo, él se enfurece y, en cuanto hombre poderoso, te apremia. Tu amigo, que no desea verte en tal aprieto, se te acerca con estas palabras: «Te lo suplico, haz lo que te dice: ¿qué importancia tiene?». Incluso, tal vez, te repite lo que dijo Satanás al Señor: Está escrito de ti que te enviará a sus ángeles para que tu pie no tropiece22. Cabe que este amigo tuyo, como ve que eres cristiano, quiera persuadirte con testimonios de la ley para que hagas lo que él piensa que debes hacer. -«Haz lo que dice él». -«¿Qué?» -«Esto es lo que él desea». -«Pero se trata de una mentira, de una falsedad». -«¿No has leído que todo hombre es mentiroso?»23. Ese se ha convertido ya para ti en escándalo. Se trata de tu amigo; ¿qué has de hacer? Es tu ojo, tu mano: Ampútala y arrójala lejos de ti24. ¿Qué significa: Ampútala y arrójala lejos de ti? No consientas. Ampútala y arrójala lejos de ti significa esto: no consientas. Pues los miembros de nuestro cuerpo forman una unidad merced al consenso entre ellos, merced al consenso viven, y el consenso los mantiene unidos entre sí. Donde hay disensión hay enfermedad o herida. Es miembro tuyo, pues; has de amarlo. Pero te sirve de escándalo: Ampútalo y arrójalo lejos de ti. No consientas; aléjalo de tus oídos, acaso, una vez corregido, vuelva.

5. ¿Cómo vas a hacer lo que te estoy diciendo? ¿Vas a amputarlo, a arrojarlo lejos de ti y, tal vez, corregirlo así? ¿Cómo lo vas a hacer? Responde. Él quiso persuadirte a que mintieras sirviéndose de la Ley. En efecto, él te dice: «Dilo». Quizá no se ha atrevido a decir: «Di una mentira», sino solo: «Di lo que él quiere». Tú replicas: «Pero es una mentira». Y él, como excusa, replica a su vez: «Todo hombre es mentiroso»25. Pero tú le objetas: «Hermano, la boca que miente da muerte al alma»26. Pon atención; no es cosa leve lo que has oído: La boca que miente da muerte al alma. «¿Qué puede hacerme este hombre poderoso que me pone en aprietos, para que te compadezcas de mí y sientas lástima de mi situación, y no quieras verme en ese mal, al mismo tiempo que quieres que sea malo? ¿Qué me puede hacer ese poderoso? ¿Qué pone en aprietos? La carne. Tú dices que pone en aprietos mi cuerpo; yo digo más: le procura la muerte. ¡Con cuánta más mansedumbre se comporta ése conmigo que yo, si llegara a mentir! Él da muerte a mi carne; yo a mi alma. El poderoso airado da muerte al cuerpo; la boca que miente da muerte al alma. Da muerte al cuerpo, que tenía que morir, aunque nadie le procurase la muerte; al alma, en cambio, si no la mata la iniquidad, la acoge la verdad para siempre. Conserva, pues, lo que puedes conservar y perezca lo que alguna vez tiene que perecer. Respondiste y, sin embargo, no diste solución a eso de que todo hombre es mentiroso. Respóndele también respecto a eso, para que no crea que dijo algo convincente para persuadirte a que mintieras, aduciendo un testimonio tomado de la ley, acuciándote con la ley contra la ley. Efectivamente, en ella está escrito No profieras falso testimonio27 y Todo hombre es mentiroso. Vuelve la atención a lo que recordé poco antes, cuando definí al hombre manso con las palabras que pude. Es manso el hombre a quien en todo lo bueno que hace solo le agrada Dios, y en todo el mal que sufre Dios no le desagrada. A quien te dice: «Miente, pues está escrito: Todo hombre es mentiroso», respóndele: «No miento porque está escrito: La boca que miente da muerte al alma. No miento porque está escrito: Harás perecer a todos los que mienten28. No miento porque está escrito: No proferirás falso testimonio. Aunque aquel al que no complazco por amor a la verdad ponga mi carne en apuros, yo escucho a mi Señor: No temáis a quienes dan muerte al cuerpo»29.

6. «¿Cómo, pues, todo hombre es mentiroso?30. ¿O acaso no eres hombre?». Responde pronto y con verdad: «¡Ojalá no fuera hombre, para no ser mentiroso!». Ved, pues: Dios miró desde el ciclo a los hijos de los hombres para ver si hay quien entienda y busque a Dios; todos se apartaron haciéndose igualmente inútiles; no hay quien haga el bien, no hay ni uno solo31. ¿Cómo así? Porque quisieron ser hijos de los hombres. Para sacar de estas iniquidades, redimir, curar, sanar y cambiar a los hijos de los hombres, les dio el poder hacerse hijos de Dios32. ¿Qué tiene de extraño? Erais hombres, si erais hijos de los hombres; todos erais hombres, erais mentirosos, pues todo hombre es mentiroso33. Tuvo acceso a vosotros la gracia de Dios, os dio el poder haceros hijos de Dios. Escuchad la voz de mi Padre que dice: Yo dije: «Todos sois dioses e hijos del Altísimo»34. Puesto que los hombres son hijos de los hombres, si no son hijos del Altísimo, son mentirosos, pues todo hombre es mentiroso. Si son hijos de Dios, si han sido redimidos por la gracia del Salvador, si han sido comprados con su preciosa sangre, si han renacido del agua y del Espíritu, si están predestinados a la heredad de los cielos, son ciertamente hijos de Dios. Por tanto, son ya dioses. ¿Qué tiene que ver contigo la mentira? Adán era, en efecto, un simple hombre; Cristo es Dios-hombre, el Dios creador de toda criatura. Adán era hombre; Cristo, el hombre mediador ante Dios, el Hijo único del Padre, Dios-hombre. Advierte que tú eres hombre lejos de Dios y Dios está arriba lejos del hombre: en el medio se puso el Dios-hombre35. Reconoce a Cristo y, por el hombre, sube hasta Dios.

7. Corregidos, pues, ya y, si algo he hecho, amansados, mantengamos inamovible la confesión36. Amemos la ley de Dios para evadir la amenaza: ¡Ay del mundo a causa de los escándalos!37. Paso a hablar algo de los escándalos de que rebosa el mundo y de cómo se multiplican los escándalos y abundan las tribulaciones. El mundo es devastado, se estruja como el aceite en la almazara. ¡Ea, cristiano, estirpe celestial! Como forasteros en la tierra, que buscáis la ciudad del cielo, que deseáis uniros a los santos ángeles, comprended que habéis venido a la tierra para luego abandonarla. Pasáis por el mundo esforzándoos por alcanzar a quien creó el mundo. No os turben los amantes del mundo, los que quieren permanecer en él y, quiéranlo o no, han de partir de él. No os engañen, no os seduzcan. Estos apremios no son escándalos. Sed justos y no pasarán de ser pruebas. Llega la tribulación; será lo que tú quieras, o una prueba o la condenación. Será una cosa u otra según te encuentre. La tribulación es un fuego. ¿Te encuentra siendo oro? Elimina tus impurezas. ¿Te encuentra siendo paja? Te reduce a cenizas38. Por tanto, las tribulaciones que abundan no son escándalos. ¿Cuáles son, pues, los escándalos? Las expresiones, las palabras con que se nos dice: «Ved el resultado de los tiempos cristianos». Estos son los escándalos, pues se te dice eso para que, si amas el mundo, blasfemes contra Cristo. Y esto te lo dice tu amigo, tu consejero; por tanto, tu ojo. Te lo dice tu servidor, tu colaborador; por tanto, tu mano. Te lo dice, quizá, quien te sostiene, quien te eleva de esta bajeza terrena; por tanto, tu pie. Sácatelo, ampútalo, arrójalo lejos de ti39, no consientas. Respóndeles lo mismo que respondía aquel al que se le sugería que profiriese falso testimonio. Respóndele también tú; a quien te dice: «Fíjate cuántas tribulaciones acompañan a los tiempos cristianos; el mundo es devastado», respóndele: «Antes de que aconteciera, ya me lo había predicho Cristo».

8. ¿Por qué, entonces, te turbas? Tu corazón se turba por las tribulaciones del mundo, igual que la nave en que dormía Cristo40. Advierte, hombre cuerdo, la causa de la turbación de tu corazón; advierte cuál es el motivo. La nave en que duerme Cristo es tu corazón en que duerme la fe. ¿Qué se te dice de nuevo, oh cristiano? ¿Qué se te dice de nuevo? «En los tiempos cristianos se devasta el mundo, perece el mundo». ¿No te dijo tu Señor que sería asolado el mundo? ¿No te dijo tu Señor que perecería el mundo? ¿Por qué lo creías cuando se prometía y te turbas cuando se cumple? La tempestad se abate contra tu corazón; evita el naufragio, despierta a Cristo. Que Cristo —dice el Apóstol— habite por la fe en nuestros corazones41. Cristo habita en ti por la fe. Si está presente la fe, está presente Cristo; si la fe está despierta, está despierto Cristo; si la fe está olvidada, Cristo duerme. Despiértale, sacúdele, dile: «¡Señor, que perecemos!42. Mira lo que nos dicen los paganos, lo que nos dicen —y esto es más grave— los malos cristianos. Despierta, Señor, que perecemos. Despierte tu fe, comience a hablarte Cristo: «¿Por qué te turbas? Todo esto te lo predije. Te lo predije para que, cuando llegasen los males, esperases los bienes y no sucumbieras en medio aquellos». ¿Te extrañas de que se derrumbe el mundo? Extráñate de que el mundo haya envejecido. Uno es hombre: nace, crece, envejece. Múltiples son los achaques de la vejez: aparecen la tos, las flemas, las legañas, la angustia y la fatiga. Así, pues, envejece el hombre y se cubre de achaques; envejece el mundo y se cubre de tribulaciones. ¿Es poco lo que te ha concedido Dios, quien en la vejez del mundo te ha enviado a Cristo para fortalecerte precisamente cuando todo se viene abajo? ¿Ignoras que esto lo significó en el linaje de Abrahán? Pues el linaje de Abrahán, dice el Apóstol, es Cristo. No dice: «Y a tus descendencias», como si fuesen muchas, sino, como hablando de una sola: «Y a tu descendencia», que es Cristo43. Si le nació un hijo a Abrahán en su ancianidad fue porque Cristo había de venir en la senectud del mundo. Vino cuando todo envejecía y te hizo nuevo. Como realidad hecha, creada, perecedera, ya se inclinaba hacia el ocaso. Era de necesidad que abundasen las fatigas; vino él a consolarte en medio de ellas y a prometerte el descanso sempiterno. No te adhieras a este mundo envejecido y anhela rejuvenecer en Cristo, que te dice: «El mundo perece, el mundo envejece, el mundo se viene abajo y respira con dificultad a causa de su vejez. No temas; tu juventud se renovará como la del águila»44.

9. «Advierte —dice— que Roma perece en los tiempos cristianos». Quizá no perezca; quizá solo ha sido flagelada, pero no hasta la muerte; quizá ha sido castigada, pero no destruida. Es posible que no perezca Roma si no perecen los romanos. Pues, si alaban a Dios, no perecerán; si blasfeman contra él, perecerán. En efecto, ¿qué otra cosa es Roma sino los romanos? No se trata aquí de las piedras y de las maderas, ni de las manzanas de elevados bloques de casas o de las enormes murallas. Todas estas cosas estaban hechas de forma que alguna vez tenían que perecer. Al edificarlas, un hombre puso piedra sobre piedra; al derruirlas, otro hombre separó una piedra de otra. El hombre lo levantó, el hombre lo destruyó. ¿Se hace una injuria a Roma porque se dice que se derrumba? No a Roma, sino, en todo caso, al que la construyó. ¿Hacemos una injuria a su fundador al decir que se derrumba Roma, la ciudad fundada por Rómulo? El mundo que creó Dios ha de arder45. Pero ni siquiera lo que hizo el hombre se derrumba sino cuando lo quiere Dios; ni tampoco lo que hizo Dios se derrumba más que cuando lo quiere Él. Si, pues, la obra del hombre no se derrumba sin el consentimiento de Dios, ¿cómo puede caer la obra de Dios por voluntad del hombre? No obstante, Dios te hizo un mundo que se ha de derrumbar y por eso te creó mortal. El hombre mismo, adorno de la ciudad, que la habita, la rige, la gobierna, vino para marcharse, nació para morir, entró para emigrar. El cielo y la tierra pasarán46, ¿qué tiene de extraño que llegue alguna vez a su fin la ciudad? Y quizá este fin no le ha llegado todavía, pero le llegará alguna vez. Mas ¿por qué perece Roma cuando se ofrecen los sacrificios cristianos? ¿Por qué ardió su madre Troya cuando se ofrecían los sacrificios paganos? Los dioses en quienes pusieron su esperanza los romanos, sin género de duda los dioses romanos, en quienes pusieron su esperanza los paganos romanos, emigraron de Troya incendiada, para fundar Roma. Los mismos dioses romanos fueron antes dioses troyanos. Ardió Troya: Eneas cogió a los dioses fugitivos; más aún, huyendo él, tomó consigo a los dioses ineptos. Pudieron ser transportados por un fugitivo; ellos solos, en cambio, no pudieron huir. Y llegando a Italia con esos mismos dioses, con falsos dioses, fundó Roma. Llevaría mucho tiempo continuar con el resto; no obstante, recordaré brevemente lo que contienen sus escritos. Uno de sus autores, conocido de todos, dice así: «La ciudad de Roma, según yo he recibido, la fundaron y tuvo su comienzo con los troyanos, los cuales, en su fuga, con Eneas al frente, vagaban por lugares desconocidos». Tenían, pues, consigo a los dioses, fundaron la ciudad de Roma en el Lacio, colocaron allí, para adorarlos, a los dioses que adoraban en Troya. Uno de sus poetas introduce a Juno, airada contra Eneas y los troyanos que huían, diciendo: «Un pueblo enemigo mío navega por la llanura del Tirreno llevando hacia Italia a Troya y a sus derrotados penates», es decir, llevando consigo a Italia a los dioses vencidos. Y ahora, ¿cuando llevaban a Italia a los dioses derrotados, estaban ante algo divino o ante un presagio? Amad, por tanto, la ley de Dios, y no sea para vosotros escándalo la caída de Roma. Os ruego, os suplico, os exhorto: sed mansos, compadeceos de los que sufren, acoged a los desamparados. Y en estas circunstancias en que abundan los exiliados, los necesitados, los fatigados, multiplíquese también vuestra hospitalidad, multiplíquense vuestras buenas obras. Hagan los cristianos lo que manda Cristo, y la blasfemia de los paganos revertirá exclusivamente en mal para ellos.