SERMÓN 79 A (=Lambot 17)

Traductor: Pío de Luis Vizcaíno, OSA

La transfiguración de Jesús1

1. Según hemos oído cuando se leyó el santo evangelio, antes de manifestarse en la montaña el Señor había dicho: Algunos de los aquí presentes no gustarán la muerte hasta que vean al Hijo del hombre en su reino2. Sabemos que al término de este mundo ha de venir Jesucristo el Señor y ha de dar el reino a los de su derecha y el castigo a los de su izquierda3, pues, según creemos y profesamos, él ha de venir a juzgar a vivos y muertos. Ahora bien, todos los que le rodeaban cuando hablaba, haciéndose presente su condición mortal, se durmieron, pero no han de ver al Señor en su condición de juez en su reino, mas que cuando llegue el momento de la resurrección. ¿Qué significa, entonces, lo que dice: Algunos de los aquí presentes no gustarán la muerte hasta que vean al Hijo del hombre en su reino? Sin duda el santo evangelio ha planteado una cuestión relacionada con lo que sigue. El Señor llevó consigo a la montaña a tres: a Pedro, a Santiago y a Juan, y se transfiguró en presencia de ellos, hasta el punto de que su rostro resplandecía como el fulgor del sol4. De entre los presentes, pues, eran ellos los que no habían de ver la muerte hasta no ver al Señor en su reino. Al fin de los tiempos, sin embargo, todos resplandecerán con el fulgor que el Señor mostró en sí mismo. Resplandecerán los miembros como resplandeció la cabeza, pues está escrito: Transformará nuestro cuerpo humilde en un cuerpo glorioso como el suyo5. Ved que él mismo resplandeció como el sol en la montaña6, aun antes de resucitar. Todavía no había probado la muerte, pero era Dios encarnado y con su divino poder hacía lo que quería de su carne aún no resucitada. Por tanto, para que veáis que no es manifestación alguna de orgullo esperar lo mismo para nosotros, escuchadle a él y no dudéis. AI exponer la parábola de la cizaña, dice: El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre. El campo es el mundo. La buena semilla, los hijos del reino. La cizaña son los hijos del maligno. El enemigo que la sembró es el diablo. La siega es el fin del mundo; los segadores, los ángeles7. Cuando venga, pues, el fin del mundo, entonces enviará el Hijo del hombre a sus ángeles y reunirán todos los escándalos presentes en su reino, y los enviará al fuego ardiente, donde habrá llanto y rechinar de dientes8. ¿Qué dice del trigo? Escucha lo que sigue: Entonces los justos resplandecerán en el reino como el sol9. Y porque así serán en el reino, por eso dijo el Señor: Algunos de los aquí presentes no probarán la muerte hasta que vean el Hijo del hombre en su reino.

2. Así, pues, hermanos, ¿qué significa esto? Se aparecieron Moisés y Elías, pusieron al Señor en medio y conversaban con él. El santo Pedro encontró deleite en la soledad, hastiado de la turbulencia del género humano. Vio la montaña, vio al Señor, vio a Moisés, vio a Elías. Allí estaban solo quienes no le molestaban. Hallando deleite en la vida tranquila, sin compromisos sociales, dichosa, dice al Señor: Señor, buena cosa es estarnos aquí10. ¿Por qué descender del monte para perder la paz y no elegimos el disfrutarla aquí? Buena cosa es estarnos aquí. Hagamos aquí tres tiendas, si tú lo mandas; una para ti, otra para Moisés y otra para Elías11. Pedro, desconociendo todavía cómo debía hablar, intentaba separar. Pensaba que era cosa buena lo que decía. Pero ¿qué hizo el Señor? Envió una nube del cielo y los cubrió a todos, como diciendo a Pedro: «¿Por qué quieres hacer tres tiendas? He aquí una única tienda». Entonces oyeron una voz desde la nube: Este es mi Hijo amado12, para que no lo comparasen con Moisés y Elías, y pensasen que habían de acoger al Señor como a uno de los profetas, siendo el señor de los profetas. Este es mi Hijo amado; escuchadle13. Aterrados por esta voz, cayeron a tierra. Se acercó el Señor y los levantó, y no vieron más que a Jesús14.

3. Este gran misterio lo expondré ahora, si el Señor me lo concede. Hablan con el Señor Moisés y Elías. En Moisés está personificada la Ley; en Elías, los Profetas. Cuando proponemos alguna cuestión sobre el Evangelio, la probamos con argumentos tomados de la Ley y de los Profetas. Hablan ciertamente con el Señor Moisés y Elías pero, como servidores, están a los lados, mientras que en el medio está quien reina. ¿Qué significa este hablar Moisés y Elías con el Señor? Escucha al Apóstol: Por la ley —dice— se obtiene el conocimiento del pecado; pero ahora sin la ley se ha manifestado la justicia de Dios15. Mira que el Señor está donde están Moisés y Elías, recibiendo el testimonio de la Ley y de los Profetas. En el tiempo presente es necesario el testimonio de la Ley y de los Profetas, pero cuando hayamos resucitado, ¿qué necesidad habrá de la Ley y de los Profetas? No buscaremos testimonios, porque le veremos a él mismo16. Pero ¿cuándo será esto? Después de la resurrección. Esta es la razón por la que los que cayeron, al levantarse, vieron al Señor solo.