SERMÓN 41

Traductor: Pío de Luis, OSA

Comentario de Si 22,28

1. Como me considero incapaz de comentar todo el texto leído de las divinas Escrituras, he elegido de él una frase, muy pequeña en cuanto al número de palabras, pero muy grande por el peso de su significado. Con la ayuda del Señor y de acuerdo con mi mediocridad, voy a responder a vuestra gran expectación y a serviros el alimento sacado de la despensa del Señor de la que también vivo yo, junto con vosotros. La frase de que estoy hablando es ésta: Comparte fidelidad con el prójimo en su pobreza para disfrutar también de sus bienes 1. Aceptémosla primero en el que parece su significado obvio, como la pueden entender todos, aun los que no escudriñan ningún misterio en las Escrituras divinas. Comparte fidelidad -dijo- con el pobre en su pobreza, para gozar también de sus bienes. «Así debe ser -dice quien entiende la frase en su significado literal-; cuando el amigo es pobre no se le ha de retirar la confianza; se ha de permanecer a su lado y no se debe cambiar la amistad porque ha cambiado la riqueza, sino que se ha de mantener la confianza conscientemente afirmada. Pues si mi amigo lo fue sólo cuando era rico, y ahora que es pobre no lo es, no fue él mi amigo, sino el dinero». Si, por el contrarío, fue amigo mío el hombre, tanto si permanece el oro como si se va, es amigo el mismo que lo fue. ¿Por qué no va a ser amigo mío ahora quien, aunque haya perdido el tesoro, no perdió el corazón? Si hubiera comprado un caballo, una vez quitados los aparejos y la silla, quizá no lo despreciaría sin ellos. Y el amigo que me agradó vestido, ¿me va a desagradar desnudo? Muy bien, por lo tanto, ordena la Escritura divina, acomodándose acertada y saludablemente a las costumbres de los hombres: Comparte fidelidad con el prójimo en su pobreza» 2.

2. Para disfrutar también de sus bienes. ¿Qué dice? Pasando a la segunda parte de esta frase, ¿tenemos tal estima del amigo, que nos decimos: «Tenemos que permanecer a su lado y mantenerle la confianza en el tiempo de la pobreza, para gozar también de sus bienes. En efecto, llegará a ser rico el que ahora es pobre, y no te admitirá a participar de sus riquezas a ti, que, lleno de orgullo, miraste antes con desdén su pobreza. Comparte con él la fidelidad, aun cuando es pobre, para participar de sus bienes cuando le lleguen las riquezas y disfrutarlas con él. Comparte con él la fidelidad. Es pobre, pero tiene una gran posesión: la fidelidad. Tú, que querías y te preparabas para poseer una tierra con él si hubiese una que se pudiese poseer conjuntamente, ¿cuánto más estrechamente compartes con él la fidelidad? Quizá tu amigo es tal que algún desalmado puede quitarle la posesión. ¿Podrá acaso quitarle la fidelidad? ¿Qué significa entonces: para disfrutar también de sus bienes? 3 Sin duda, dado que el pobre puede llegar a ser rico, para que disfrutes de sus riquezas tú, al no menospreciar su pobreza».

3. Me agrada la primera parte de esta frase según el sentido popular expuesto. La segunda, en cambio -os lo confieso- me desagrada. En efecto, si te quedas al lado del amigo en su pobreza para poder disfrutar de sus riquezas, cuando sea rico, aún no amas al amigo, sino algo distinto en él. La fe y la esperanza son dos buenas amigas, pero mayor que ellas es la caridad. En las cosas divinas, dice el Apóstol, permanecen tres cosas: la fe, la esperanza y la caridad; pero la más excelente de ellas es la caridad 4. Buscad la caridad 5. Pregunto a una persona sobre su amigo. «Dime, por favor, ¿compartes con él la fidelidad en la pobreza?» «Ciertamente, dice; oí esto en la Escritura, lo he guardado en mi corazón y lo he retenido en mi memoria; lo recuerdo con gusto y más gustosamente lo cumplo. Escuché la palabra santa: Comparte fidelidad con el prójimo en su pobreza». Pero yo te pregunto: «Por qué lo haces? ¿Acaso por lo que sigue: para disfrutar también de sus bienes? 6 ¿Qué esperas, pues?» -«Para que, cuando sea rico -dice-, y le lleguen las riquezas, me admita a disfrutar de ellas porque no miré con desdén sus males». -«Permíteme que aún te siga preguntando: ¿Y si este con quien compartes fidelidad cuando es pobre nunca llega a ser rico? ¿Se acabará la fidelidad porque quedó defraudada tu esperanza? ¿Te arrepentirás de haber compartido con él la fidelidad, mientras era pobre, dado que no puedes poseer con él el oro al no hacerse rico?» Si piensa humanamente, más aún, si piensa la verdad, esta pregunta mía le turbará y me dirá: «Dices verdad. Es buena cosa compartir fidelidad con el prójimo. Pero si dices: se comparte fidelidad con el prójimo cuando es pobre para acceder a sus riquezas, para participar de ellas con él, sin duda, una vez que haya muerto en su pobreza, al no llegarle las riquezas esperadas, nos arrepentiremos de todo aquel bien y de haber echado malamente a perder lo que tanto habíamos acariciado. Ya ves que el sentido de esta frase reclama una investigación más profunda; no cabe interpretarla en su sentido ordinario pues la autoridad de Dios nos la ha brindado para sugerirnos, mandarnos, imponernos algo grande en lo que nuestra esperanza no se sienta defraudada, para que no se arrepienta de haber compartido con él la fidelidad. De esa manera no tendrás acceso al sentido de la frase.

4. Así, pues, piensa en el pobre Lázaro, postrado ante la puerta del rico 7. Este pobre estaba enfermo de una manera tan digna de compasión, que ni siquiera gozaba de la salud corporal, patrimonio ordinario del pobre. Estaba además lleno de llagas; los perros se las lamían 8. En aquella mansión había un rico que se vestía de púrpura y lino fino 9 y no quería compartir fidelidad con el pobre. Con razón el Señor Jesús, amante y dador de la fidelidad, se fijó más en la fidelidad del pobre que en el oro y placeres del rico. Prestó más atención a los haberes del pobre que al orgullo del rico. Por esto indicó el nombre del pobre y, en cambio, juzgó que debía callar el del rico. Había -dice- cierto rico que se vestía de lino y púrpura, que cada día banqueteaba opíparamente; había también cierto pobre de nombre Lázaro 10. ¿No parece como si estuviese leyendo un libro en que encontró escrito el nombre del pobre y no el del rico? Era el libro de los vivos y de los justos, no el de los orgullosos y malvados. Los hombres designaban por su nombre al rico, y silenciaban el del pobre. El Señor obró al revés: indicó el del pobre y silenció el del rico. Aquel rico, pues, no quiso compartir la fidelidad con el pobre. Murieron los dos. Sucedió que se murió el pobre y los ángeles lo llevaron al seno de Abrahán; murió también el rico, y fue sepultado -el pobre, tal vez, ni fue sepultado siquiera-; y estando en los infiernos -así leemos- en medio de tormentos, levantó los ojos a lo lejos y vio al pobre en el seno de Abrahán 11, al pobre que despreció ante sus puertas. No pudo compartir un descanso común con quien tampoco compartió la fidelidad. Padre Abrahán -dice el rico- manda a Lázaro para que moje su dedo en agua y deje caer una gota en mi lengua, porque me abraso en estas llamas 12. Se le contestó: Recuerda, hijo, que tú recibiste en vida muchos bienes, y Lázaro, en cambio, muchos males: así, ahora él reposa y tú eres atormentado. Además, existe un abismo entre vosotros y nosotros que es imposible traspasar ni en una dirección ni en otra 13. Se encontró con que se le negaba la misericordia que él había denegado. Se dio cuenta de que es cierto que habrá un juicio sin misericordia para quien no la tuvo 14. Quien a su debido tiempo no se compadeció del pobre, tarde se compadeció de sus hermanos. Manda, pues, a Lázaro -dice-. Tengo allí cinco hermanos. Dígales qué es lo que pasa aquí, para que no lleguen también ellos a este lugar de tormento 15. En vez de satisfacer su deseo, se le respondió: Si no quieren venir a este lugar de tortura, tienen a Moisés y a los profetas; escúchenlos 16. Él solía reírse de los profetas en compañía de sus hermanos. Creo, en efecto; más aún, no tengo la menor duda que, hablando con los hermanos acerca de los profetas, que exhortan al bien y prohíben el mal, que aterrorizan con los tormentos futuros y prometen los bienes eternos, se reía de todo esto comentando con ellos: «¿Qué vida hay después de la muerte? ¿De qué se acordará lo que ya se haya corrompido? ¿Qué sentirán las cenizas? Todos llegarán allá y serán enterrados. ¿Se ha oído que haya vuelto alguien de allí?» Recordando estas palabras suyas quería que Lázaro volviese a sus hermanos para que no dijesen ya: «¿Ha vuelto alguien de allí?» También a esto halló una respuesta adecuada y digna. Parece que era judío, y por ello dijo: Padre Abrahán 17. En consecuencia, se le respondió bien y adecuadamente: Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán ni aunque resucite uno de los muertos 18. Esto se ha cumplido en los judíos, quienes ni escucharon a Moisés y a los profetas ni creyeron en Cristo resucitado. ¿No se les había predicho ya antes: Si creyerais a Moisés, creeríais también en mí? 19

5. Así, pues, cuando se le acabaron los placeres temporales, se quedó sin ayuda frente a las penas eternas. Por no haber hecho lo que era justo, oyó lo que merecía oír: Acuérdate de que recibiste los bienes en tu vida. Por tanto, esta vida que ves no es tuya: Tus bienes ya los recibiste 20. Esta vida que deseas y por la que suspiras de lejos no es tuya. ¿Dónde están ahora las palabras de los ricos y de los que los adulan cuando ven a uno al que le llueven placeres temporales, que abunda en tierra, que usurpa y amontona tierra y arrastra consigo plomo que le lleve a hundirse? Pues un gran peso precipitó en los infiernos a aquel rico, y una carga pesada le hundió hasta lo más profundo. No había escuchado: Venid a mí los que estáis fatigados 21. Mi yugo es ligero, y mi carga, suave 22. La carga de Cristo son alas. Con estas alas voló al seno de Abrahán aquel pobre. Pero el rico no quiso oír aquellas palabras. Oyó, en cambio, las lenguas de los aduladores. Ellas le hicieron sordo a los profetas; lenguas de quienes les alababan para su mal y les decían: «Sólo existís vosotros, sois los únicos que vivís». En consecuencia: Recibiste tus bienes en tu vida. Consideraste que esos eran tus bienes; no creíste en otros ni los esperaste: Los recibiste en tu vida. Consideraste que aquella era tu única vida; esperando que no habría nada después de la muerte, nada amargo temiste. Recibiste tus bienes en tu vida; Lázaro, en cambio, males 23. No dijo sus, sino simplemente males; los males considerados tales por los hombres, los que ellos temen y de los que a toda costa quieren escapar. Estos males los recibió Lázaro. No recibió entonces sus bienes todavía, pero no los perdió. Del mismo modo que no se matizó: sus (males), tampoco aquí se añadió: «en su vida». Él tenía otra vida, que esperaba poseer en el seno de Abrahán. Aquí estaba muerto, aquí no vivía. Estaba muerto con la muerte de la que dice el Apóstol: Pues estáis muertos y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios 24. El pobre sufría males temporales; Dios retardaba la entrega de sus bienes, pero no se los quitaba. ¿Por qué, ¡oh rico!, ya en los infiernos, deseas tardíamente lo que no esperaste cuando disfrutabas de tus riquezas? ¿No eres tú aquel que, a la vez que despreciabas al mendigo, te mofabas del profeta Moisés? No quisiste compartir fidelidad con el pobre en su pobreza, ¿vas a gozar de sus bienes ahora? Te mofaste cuando oíste: Comparte fidelidad con el prójimo en su pobreza, para disfrutar también de sus bienes 25. Ahora ves desde lejos sus bienes, sin compartirlos con él. Aquellos bienes tenían que llegar, aunque en forma invisible. Cuando no se los veía había que creer en ellos, no fuera que, cuando se vieran, no te quedase sino lamentarte, sin poder poseerlos.

6. Por lo tanto, hermanos, según me parece a mí, se ha desentrañado esta frase. Los cristianos han de entenderla cristianamente. No compartamos fidelidad con el prójimo en su pobreza con la esperanza puesta en que le puedan llegar riquezas temporales, y le mantengamos nuestra fidelidad para poseerlas junto con él. No te comportes nunca, nunca así. ¿Cómo, entonces? En conformidad al precepto de nuestro Señor: Haceos amigos con la riqueza injusta, para que también ellos os reciban en las mansiones eternas 26. Hay aquí pobres que no tienen casas donde recibirnos. Hacedlos vuestros amigos con la riqueza injusta, es decir, con lo que la injusticia llaman ganancias. Hay también ganancias que también la justicia las llama por ese nombre: están en el tesoro de Dios. No despreciéis a los pobres, que no tienen adonde regresar ni adonde entrar. Tienen adonde entrar, tienen moradas, las tienen eternas. Tienen morada a las que, como el rico aquel, en vano desearéis entrar, si ahora no los recibís en las vuestras, porque quien recibe a un justo en cuanto justo, recibirá recompensa de justo; quien recibe al profeta como profeta, recibirá recompensa de profeta; y quien diere a uno de estos mis pequeños un vaso de agua fría sólo en cuanto discípulo, en verdad os digo, no perderá su recompensa 27. Comparte fidelidad con el prójimo en su pobreza y por ello disfrutará de sus bienes 28.

7. Te lo dice también tu Señor, que siendo rico, se hizo pobre 29. Él te brinda una exposición mejor y más consistente de la frase. Pues quizá alguna vez vacilas y dudas de si el pobre al que recibiste en tu casa dice verdad o es tal vez un estafador, simulador e hipócrita. Dudas sobre si hacerle misericordia, puesto que no puedes ver su corazón. Haz misericordia también al malo, para alcanzar también al bueno. Quien, por temor a que su semilla cayera en los caminos, entre cardos o en pedregales, fue perezoso para sembrar en invierno, pasó hambre en el verano 30. En efecto, te dice tu Señor, de quien, si eres cristiano, no vas a dudar: «Yo, siendo rico, me hice pobre por ti 31»: Quien existiendo en la condición divina -¿hay otra condición más rica que esta?- no consideró una rapiña ser igual a Dios; al contrario, se rebajó tomando la condición de siervo -¿qué hay de más rico que la condición divina de Dios?; ¿qué de más pobre que la condición servil?-; hecho semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz 32. Añade aún más: Sintió sed en la cruz; recibió la bebida no de quien sentía compasión de él, sino de quien le insultaba, y bebió vinagre a la hora de la muerte el que era la fuente de la vida 33. No lo menosprecies, no lo desprecies, no digas: «Entonces, ¿mi Dios se hizo hombre? Entonces, ¿murió y fue crucificado mí Dios?» Así es; es cierto, fue crucificado. Se te encarece su pobreza. Estaba muy lejos de ti; se te acercó con su pobreza. Comparte fidelidad con tu prójimo en su pobreza 34. Ciertamente esta frase en ningún lugar resulta dudosa u oscura. Cambia el nombre del prójimo y pon en su lugar el de Cristo y recíbelo con humildad. Siendo humilde, te adecuas al humilde; siendo humilde, deseas al alto. Recíbelo siendo humilde, y comprende quién es el prójimo. El Señor está cerca de los contritos de corazón 35, para que puedas decir en tu corazón: Como al prójimo, como a nuestro hermano, así le complacía 36. Así, pues, el profeta se sirve de una sola palabra, y menciona al prójimo: su expresión tenía que quedar en cierto modo encubierta con el velo del misterio, para incitar a la búsqueda y para que el hallazgo fuera más grata. Por tanto, donde él puso prójimo, pon tú a Cristo, porque también de esta manera nombró proféticamente a Cristo; tú pon a Cristo y advierte cómo fluye clara la frase y, como si manase de la fuente de la verdad, cómo riega tu sed. Comparte fidelidad con Cristo en su pobreza, para disfrutar también de sus bienes 37. ¿Qué quiere decir: Comparte fidelidad con Cristo? No desprecies, no te parezca increíble el que naciera de una virgen, recibiera afrentas, fuera flagelado, colgado del madero, herido con una lanza y sepultado, y de esta mera comparte fidelidad con tu prójimo. Pues esta es su pobreza. ¿Qué significa, en cambio: para disfrutar también de sus bienes? Escucha que esto lo quiso él, escucha que por esa razón vino a ti en pobreza, escucha la voz del Señor tu Dios, pobre por ti, para enriquecerte a ti 38; advierte cómo gozarás de sus bienes si te mantuvieras fiel a él en su pobreza: Padre -dijo- quiero que donde yo estoy estén también ellos conmigo 39.