SERMÓN 28

Traductor: Pío de Luis, OSA

Comentario del Sal 104,3

1. De entre todas las palabras divinas, con la ayuda de Dios tomaré como tema de mi sermón las últimas que escuchamos: Alégrese el corazón de los que buscan al Señor 1. Muy oportunamente tenemos también vacíos nuestros estómagos por el ayuno. Nuestro corazón se alegrará si padecemos hambre en nuestras mentes. Cuando en nuestras comidas se nos pone delante un manjar exquisito, se regocija el paladar de quienes buscan alimento; cuando a nuestra mirada se presenta una pintura de variados y suaves colores, se alegran los ojos de quienes buscan ver algo bañado en luz; se alegran los oídos de quienes buscan el canto, y se alegra el olfato de quienes buscan un olor agradable: por tanto, alégrese el corazón de quienes buscan a Dios.

2. Sin duda, cada una de las cosas que se presentan a nuestros distintos sentidos causan el respectivo deleite en ellos. Pues ni el sonido deleita a la vista, ni el color al oído. Sin embargo, el Señor es para nuestro corazón luz, voz, aroma y manjar, y es todas estas cosas, porque no es ninguna de ellas, y no es ninguna de ellas precisamente porque es el creador de ellas. Es luz para nuestro corazón aquel al que decirnos: En tu luz veremos la luz 2. Es sonido para nuestro corazón aquel al que decimos: Darás gozo y alegría a mi oído 3. Es para nuestro corazón el aroma a propósito del cual se dice: Somos el buen olor de Cristo 4. Si, en cambio, buscáis alimento porque estáis en ayunas: Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia 5. De nuestro Señor Jesucristo se ha dicho que por nosotros se hizo justicia y sabiduría 6. Ved que ya está preparado el banquete: Cristo es la justicia; en ningún lugar falta este alimento, no nos lo preparan los cocineros, ni lo traen de países transmarinos, como fruta de importación, los comerciantes. Es alimento que saborea todo el que tiene sano el paladar; es un alimento propio del hombre interior. Recomendándose a sí mismo, dice: Yo soy el pan que he bajado del cielo 7. Es alimento que restablece y no disminuye; alimento que nosotros consumimos sin que él se consuma; alimento que sacia a los hambrientos y queda íntegro. Cuando vayáis deaquí a vuestras mesas no comeréis nada igual. Puesto que habéis acudido juntos a este banquete, comed bien; y cuando os hayáis marchado, haced bien la digestión. En efecto, come bien y digiere mal quien oye la palabra de Dios y no la pone en práctica 8, pues no hace llegar al estómago el jugo conveniente, sino que por la indigestión tiene acidez y molestias en él.

3. No os extrañéis de que nuestros corazones se alimenten de tal modo que se restablecen sin que disminuyan los manjares con que se nutren. Dios dio semejantes manjares a nuestros ojos. En efecto, esta luz es alimento para los ojos; nuestros faros también se nutren, y si alguno permanece mucho tiempo en tinieblas, como si ayunasen, se debilitan. Hombres hubo que perdieron la vista permaneciendo largo tiempo en la oscuridad, sin que les hubiera caído nada en los ojos, sin golpearles nadie, sin que penetrara en ellos ningún líquido extraño, ni polvo, ni humo. Se saca a una persona a la luz después de estar en las tinieblas, y no ve lo que antes veía; sus ojos se han muerto de hambre al no tomar su alimento propio; esto es, perecieron al no alimentarse de luz. Ved, pues, lo que os propuse: averiguar cuál es el alimento para nuestros ojos. Esta luz es vista por todos, nutre los ojos de todos; restablece la vista del que ve, y permanece siempre íntegra. Si son dos los que la ven, permanece igual de grande; si son muchos, también permanece inalterada; tanto si la ve el pobre como si la ve el rico, ella es la misma para todos. Nadie le pone compuertas: se llena la indigencia del pobre, está de más la avaricia del rico. ¿Acaso el que tiene más ve más luz? ¿Acaso, con el oro delante, toma la delantera al pobre y compra el ver para que no lo tenga él? Luego si el alimento de nuestros ojos es de tal condición, ¿qué es Dios mismo para nuestras mentes?

4. El sonido es como el alimento del oído. ¿Cómo es también él? Conjeturemos cómo funcionan las realidades de la mente, de naturaleza intelectual, a partir de los sentidos del cuerpo. Ved que estoy hablando a vuestra caridad con vuestros oídos y vuestras mentes. He nombrado dos cosas: oídos y mentes. También en lo que yo digo hay dos cosas: sonido y concepto. Se profieren al mismo tiempo y llegan a la vez al oído; el sonido se queda en el oído, el concepto desciende y se queda en el corazón. Pero, tomando pie del sonido mismo, advirtamos antes que nada cuánto más debemos amar el concepto. El sonido es como el cuerpo, y el concepto, como el alma. Pero el sonido, tan pronto como hiere el aire y toca el oído, se desvanece, no vuelve, no suena más. De igual modo se suceden las sílabas, pronunciándose unas antes y otras después, de tal forma que la segunda no suena si la primera no ha desaparecido. Aun así tiene contiene como un gran milagro, aunque transitorio. Ved que si, estando vosotros hambrientos, os presentara un pan, no llegaría íntegro a cada uno de vosotros. Os repartiríais todo lo que os diera, y cuantos más fuerais, a menos tocaríais. Ahora os estoy hablando: no os repartís entre vosotros ni las palabras ni las sílabas, ni fraccionáis mi discurso, de modo que uno tome una parte, otro otra, y así, como en partículas y migajas, llegue a cada uno de vosotros lo que os estoy diciendo. Al contrario, si hay una sola persona, ella lo oye entero; entero lo oyen dos, en su totalidad lo oye una multitud, y cuantos lleguen lo oyen íntegro. Basta para todos y cada uno lo tiene entero. Tu oído está en disposición de escucha, y nada le quita el oído del vecino. Si esto sucede así con la palabra que suena, ¿qué no sucederá con la Palabra todopoderosa? Esta mi voz es toda ella para los oídos de todos y cada uno de los oyentes y está entera en cada uno de ellos, sin que sean tantas mis palabras cuantos son vuestros oídos, sino que una sola palabra llena muchos oídos, sin dividirse, quedando entera para todos. Pensad que lo mismo acaece con la Palabra de Dios: está entera en el cielo, entera en la tierra, entera en los ángeles, entera junto al Padre, entera en el seno de la Virgen, entera en la eternidad, entera en la carne, estuvo entera en los infiernos cuando los visitó, está entera en el paraíso a donde llevó al ladrón 9. Todo esto lo he dicho acerca del sonido.

5. ¿Qué pensáis, si digo algo del concepto? ¡Cuán inferior es a la Palabra de Dios! Ved que estoy emitiendo un sonido; pero, una vez emitido, ya no puedo recuperarlo, y si quiero que me oigáis, emito otro y, cuando éste se haya apagado, vuelvo a emito otro o sobreviene el silencio. Pero el concepto a la vez que te lo envío a ti, lo retengo también conmigo, y tú encuentras lo que oíste y yo no pierdo lo que dije. Ved cuán verdad es y alégrese el corazón de los que buscan al Señor 10. Porque Dios es la primera Verdad. El concepto, pues, aun permaneciendo en mi corazón, pasa al tuyo, sin abandonar el mío. No obstante, cuando el concepto está en mi corazón, y quiero que esté también en el tuyo, busco el sonido como vehículo por el que pase hacia ti..Y tomo el sonido y, en cierto modo, le asigno el concepto, lo emito, lo hago salir, lo enseño y no lo pierdo. Si todo esto lo pudo hacer un concepto mío con de mi voz, ¿no pudo hacerlo la Palabra de Dios con su carne? He aquí que la Palabra de Dios, Dios junto a Dios 11, Sabiduría de Dios que permanece inmutablemente junto al Padre, para llegar hasta nosotros buscó la carne como si fuera el sonido, se introdujo en ella y llegó hasta nosotros sin apartarse del Padre. Entended y saboread lo que habéis escuchado; reflexionad sobre su grandeza y su categoría y, por tratarse de Dios, pensad cosas aún mayores. Él supera toda luz, todo sonido, todo concepto. Hay que desearlo, hay que suspirar por él con el amor, para que se alegre el corazón de los que buscan al Señor 12.