SERMÓN 22 A (= Mai 15)

Traductor: Pío de Luis, OSA

Comentario del Sal 70,4

1. Toda alma que con atención canta a Dios, sirviéndose de las pala­bras del salmo, debe reflexionar, al hacerlo, sobre los peligros en que se halla y sentirse tocada por cierto sentimiento íntimo si, por casualidad, sufre en aquel momento alguna tri­bulación externa o dificultad interior. En ese caso refiere lo que canta a eso que sufre. Acabamos de responder: Líbrame, Señor, de la mano del pecador, de la del malvado e injusto 1. Quizá cada uno de vosotros, cuando oye estas palabras de boca del lector o cuando él mismo responde, no piensa más que en algún enemigo suyo: o en uno que le levanta calumnias, o en otro que se apresta a mandarlo a la cárcel, que tal vez compone contra él un escrito falso: es a ese al que llama pecador, malvado e injusto, y desea librarse de él. Ves a ese tal cantar e incluso cantar con ardor, acomodar su rostro a las palabras del salmo, alguna vez hasta regar el rostro con lágrimas, suspirar mientras canta. Quien no sabe discernir los sentimientos, luego alaba a aquel hombre y dice: «Con qué sentimiento oye la lectura. ¡Hay que ver cómo gime, cómo suspira!». El otro, sin embargo, está pensando en aquel enemigo suyo, del cual teme en verdad alguna calumnia, alguna violencia, fraude o engaño, y con todas sus fuerzas, con todas sus médulas, con la voz, con el rostro, con los suspiros, dice: Líbrame, Señor, de la mano del pecador, de la del mal­vado e injusto 2. El que así canta, como hombre viejo canta, y, entendiéndolo carnalmente, intenta, aunque sea viejo, cantar el cántico nuevo. Si canta el cántico nuevo, cántelo haciéndose él nuevo. ¿Qué significa: cante el hombre nuevo? Renuévese con el deseo de una vida nueva, desee otra cosa, suspire por Dios pensando en algo distinto, sea amador del reino de los cielos. Más breve­mente: sea amador de Dios, ame a Dios, ámelo sin esperar re­compensa. No otra cosa pretendía objetar el diablo, y de ello quería convencer al santo varón Job, como si fuese hombre viejo, para impedir alcanzar lo que está prometido al nuevo, cuando dice: ¿Acaso Job rinde culto a Dios gratuitamente3. Si le rinde culto gratuitamente, vence él al diablo; si no lo hace así, es vencido él. Valdría la objeción del calumniador si Job no adorase gratuitamente a Dios. «Por esto te rinde culto -dijo-, porque le otorgaste tantos bienes». Si Dios permitió que fuese tentado Job, fue para ofrecernos un ejemplo que imitar en aquel de quien sabía que le adoraba desinteresadamente 4. A Dios era conocido, pero a nosotros se nos ocultaba. Conside­rad, pues, lo que aconteció al error del diablo: que­riendo mostrar que uno era prevaricador, hizo muchos santos imitadores. No lo sometió a sí mismo, sino que nos lo mos­tró a nosotros como ejemplo. ¿Qué, pues? ¿Cómo comprendimos que Job le adoraba gratuitamente? Porque no era de quienes se mostraban agradecidos mientras tenían y blasfemaban cuan­do no tenían, sino que antepuso el agradar a Dios a todas sus riquezas, como diciendo: «Tengo a quien me lo dio; ¿por qué busco lo que me concedió?»

2. Diré, por lo tanto, hermanos, que quien rinde culto a Dios para obtener riquezas, honores mundanos, y le pide estas cosas, manifiestamente no le rinde culto gratuito. Lo hace por el premio. Si Dios no le concede estas cosas, juzga que debe abandonarlo y, a la inversa, piensa que ha de tributarle un culto mayor a quien se las dé. Lo cierto es que no las da nadie sino él, pero si algún otro las otorgase, abandonado Dios, acu­dirían a él todos los amadores de estas cosas. Apóyate en Dios; sea él para ti todo tu bien, sea para ti el verdadero bien. Por tanto, des­pués de haber quitado a Job todas las cosas, dado que no pudo quitarle a aquel a quien amaba desinteresadamente, el diablo quedó abatido con las mismas palabras de Job: El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó, como plugo al Señor, así se ha hecho 5. No dijo: «¿Qué voy a hacer contra el Señor? Lloraré por mí, puesto que vencerle no puedo», sino: Sea bendito -dijo- el nombre del Señor. Sólo a causa de sus hijos, cuyo pecado temía, rasgó sus vestiduras 6, rogando con afecto realmente paterno por ellos. De buena gana aceptó que Dios se los quitase, por­que de mejor gana todavía se abrazaba a él.

3. Habrá alguno que diga: «No rindo culto a Dios por las riquezas -él lo sabe-, ni buscando honores caducos y temporales». ¿Por qué entonces? Examinemos a fondo a este hombre que rinde culto a Dios desinteresadamente y desinteresadamente le ama. ¿Por qué, pues? «No quiero -dice- riquezas, quiero sólo lo necesa­rio: no falte nada en mi casa, esté sano yo, con mi mujer y mis hijos. Esto me basta». Todavía tu culto a Dios no es desinte­resado. En el mismo Job nos lo mostró Dios. Pues había caído el diablo que, ciertamente con el permiso de Dios, le había quitado las riquezas, y no había caído él, porque las pisoteaba en tal forma que pendía de Dios. Con el permiso de Dios, le privó también de la salud 7 y Job demostró que su culto a Dios era tan gratuito, que ni siquiera le amaba y adoraba por la salud de su cuerpo 8. Y el diablo no le hirió en un solo miembro: de la cabeza a los pies le dejó como putrefacto, y ello para mayor postración del diablo, para que el triunfo fuese mayor, para que quien había seducido a Adán cuando era inmortal, fuese vencido por un hombre putrefacto. Le hirió, por lo tanto, con una gran llaga que llegaba de la cabeza hasta los pies; corroído por los gusanos, todavía soporta a su mujer que le tentaba, mujer que el diablo le había dejado para que colaborase con él 9. Ella era la misma Eva, pero él no era el mismo Adán. Le incitó a blasfemar, para que, perdida la paciencia, perdiese a aquel a quien desinteresadamente rendía culto. Pero ¿cómo podía perder a aquel a quien estaba tan unido? ¿Qué respondió a su mujer que tales cosas le decía? Has hablado como una mujer estúpida. Si hemos recibido los bienes de la mano del Señor, ¿no vamos a soportar los males? 10. He aquí al hombre de culto desinteresado a Dios, que no se lo rinde ni siquiera por la salud misma del cuerpo, que tenemos en común con las bestias.

4. Existe, pues, otra cosa que nos tiene reservada Dios. Por ella hay que rendirle culto, por ella hay que amarlo. Él se reserva a sí mismo para quienes le aman; quiere mostrar su rostro a los purificados, no al ojo de la carne, sino al del corazón. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios 11. Ama para ver; lo que vas a ver no es algo de poco precio, no es algo que se lo lleva el viento; verás a aquel que hizo cuanto amas. Y si esas cosas son hermosas, ¿cómo será quien las hizo? Dios no quiere que ames la tierra, no quiere que ames el cielo, es decir, las cosas que ves, sino a él mismo a quien no ves 12. El no verle no durará por siempre si tampoco dura por siempre el no amarle. Ámale cuando está ausente, para disfrutar de él cuando se haga presente. Ten deseo del que vas a poseer, de quien vas a abrazar. Primeramente adhiérete mediante la fe; luego te unirás a él en la realidad. Por el momento, en cuanto peregrino, caminas por la fe y la esperanza 13; cuando hayas llegado, gozarás de aquel a quien amaste mientras eras peregrino. Él mismo fundó la patria, para que te dieses prisa en llegar a ella. Desde ella te envió una carta, para que no difieras regresar de tu peregrinación. Por tanto, si te diriges a tal patria, donde gozarás del fundador de la misma, entonces ahora estás en el desierto rodeado de muchas tentaciones y has de precaverte del ene­migo. Aprende contra quién has de cantar: Líbrame, Dios mío, de la mano del pecador, y de la del malvado e injusto 14. El pecador es, hermanos, el diablo; él es el malvado y el injusto; aspira a liberarte de su mano, de modo que, recorrido el trayecto en el cual se atreve a ponerte asechanzas, llegues a la patria donde él no puede ser admitido.

5. Escucha que el pecador es el diablo. Está escrito: El diablo peca desde el comienzo 15. Que él es el malvado e injusto, ¿quién lo ignora? ¿Existe malvado mayor que un homicida? ¿Quién fue el primero en dar muerte a un hombre sino quien engañó a Adán? También es injusto, pues obra contra la verdad, y nunca se mantuvo en ella. Contra este malvado e injusto se canta: Líbrame, Señor, de la mano del malvado e injusto 16. No lo cantes contra tu vecino que te calumnia, contra el poderoso que cambia los mojones de tus posesiones; no lo cantes ni siquiera contra quien te pone asechanzas y se dispone a darte muerte, pues todos estos que te tienden asechanzas son hombres; son carne, son sangre, pasan. Escucha lo que dice el Apóstol: Nuestra lucha no es contra la carne y la sangre 17. Entonces, ¿contra quién luchamos? ¿Contra quiénes hemos de decir: Líbrame, Señor, de la mano del pecador y de la del malvado e injusto  18? Nuestra lucha -dijo- no es contra la carne y la sangre, sino contra los príncipes, potestades y rectores del mundo de estas tinieblas, contra los espíritus del mal que habitan en los cielos 19. Contra un hombre te precaves evitándolo; contra el diablo, orando. A un ene­migo visible se le evita procurando no hallarte tú allí donde está él; evitas a quien ves. ¿Cómo evitarás a quien no ves? Orando. Reza contra él: tus dardos son los de la oración. Tú estás callado; por eso él te tiende asechanzas. Rezas tú, y él arde. Pero reza con el afecto con que amas a Dios desintere­sadamente, para que tu oración llegue hasta aquel a quien amas sin esperar recompensa.