SERMÓN 20

Traductor: Pío de Luis, OSA

Comentario del Sal 50,12

1. Con voz armoniosa y corazón acorde hemos rogado al Señor a favor de nuestro corazón, y le hemos dicho: ¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro y renueva dentro de mí un espíritu recto 1. A partir de este texto os expondré con su gracia, lo poco que el Señor me otorgue. Este salmo lo pronuncia un arrepentido deseoso de recuperar la esperanza perdida, un arrepentido que yace postrado por una caída propia y que apremia a Dios con grandes súplicas, como uno que fue capaz de herirse a sí mismo, pero no lo es para darse la salud. Podemos herir y maltratar nuestro propio cuerpo a capricho, mas para sanarlo recurrimos al médico, no estando en nuestro poder el sanarnos, como está el lastimarnos; de igual manera el alma se basta a sí misma para cometer el pecado, mas para curar lo que el pecado ha dañado implora la mano curativa del Señor. Por eso indica en otro salmo: Yo dije, Señor, ten misericordia de mí; sana mi alma porque he pecado contra ti 2. Dice: Yo dije: Señor, para dejar en claro que la voluntad y la decisión de pecar nació de su alma y que se basta para perderse a sí mismo, y que, en cambio, corresponde a Dios buscar y salvar lo que se había herido a sí mismo. Pues el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que había perecido 3. Por eso oramos diciendo: Crea en mí, Señor, un corazón puro y renueva en mi interior un corazón recto 4. Dígalo el alma que ha pecado, no sea que, al perder la esperanza, se pierda aún más de lo que lo había hecho al pecar.

2. En efecto, ante todo debemos esforzarnos en no pecar, en no entablar ninguna familiaridad y amistad con el pecado como la entablada con la serpiente 5. Con su mordedura venenosa causa la muerte del pecador y no es algo con lo que haya que establecer relaciones de amistad. Pero si, tal vez, u oprime al débil, o sorprende al incauto, o apresa al extraviado, o engaña al que cae en el error, no le dé vergüenza al alma confesar su pecado, ni busque excusas, sino acúsese a sí misma. Por eso oró en cierto salmo y dijo: Pon, Señor, un centinela en mi boca y una puerta de contención en torno a mis labios y no dirijas mi corazón hacia palabras malignas para buscar excusas en mis pecados 6. ¿Te propuso alguien pecar? Ante todo, dile que no. ¿Te convenció? No trates de excusarte, acúsate más bien. Pues el mismo que decía: Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, había comenzado en estos términos: Señor, ten misericordia de mí conforme a tu gran bondad 7. El gran pecador implora una gran misericordia: una herida grande necesita una medicación poderosa. Allí mismo se dice: Aparta tu rostro de mis pecados y borra todas mis iniquidades. Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio 8. Así, pues, Dios aparta su rostro de los pecados del que los confiesa, del que se acusa a sí mismo y del que implora la ayuda y la misericordia de Dios. Aparta su rostro de los pecados sin apartarlo del pecador. Pues al mismo que se dice: aparta tu rostro de mis pecados y borra todas mis iniquidades, a ese mismo se dice en otro lugar: No apartes tu rostro de mí 9. Lo aparta, cuando no tiene cuenta de ellos, porque si tuviera cuenta, aniquilaría. Por eso de los jueces que profieren sentencia contra reos convictos se dice también: "Tenida cuenta...". Para que Dios no actúe así, le decimos: Aparta tu rostro de mis pecados. Para no conocerlos, perdónelos. Como llamamos noble al noble y no denominamos noble al no-noble, así también llamamos conocedor al que conoce, pero no al que no conoce. Con todo, si quieres que él te perdone, reconócete (pecador). El pecado no puede quedar impune; no conviene que quede impune, no es conveniente, no es justo. Por tanto, dado que el pecado no puede quedar impune, castígalo tú para no ser castigado tú en vez de él. Que tu pecado te tenga a ti por juez, no por protector. Sube al tribunal de tu mente contra ti y constitúyete en reo ante ti. No te pongas a tus espaldas, no sea que Dios te coloque a ti ante él. Por eso dice en el mismo salmo, para impetrar un facilísimo perdón: Porque reconozco mi iniquidad y mi pecado está siempre ante de mí 10. Como diciendo: dado que está delante de mí, que no esté ante ti; y dado que yo lo reconozco, perdónalo tú. Así, pues, todo pecado recibe su castigo o de ti o de Dios; si de ti, sin ser castigado también tú; si de Dios, siendo castigado tú junto con el pecado. Sé tú quien castiga el pecado, para que Dios te defienda. Di: «lo cometí». Yo dije: Señor, ten misericordia de mí 11. Yo -así se expresa- dije. Para excusar mi pecado, no busco quién pecó en mí o quién me impulsó a pecar. No digo «lo cometió el destino», «el hado lo quiso»; por último, tampoco digo: «lo hizo el diablo», Pues el diablo mismo tiene poder para instigar y, a lo más, para atemorizar; también para causar graves molestias, cuando se le permite. Pero hay que pedir al Señor la fuerza para que no nos cautiven las lisonjas ni nos abatan las contrariedades. Que, contra los halagos y las amenazas del enemigo, Dios nos otorgue dos virtudes: la continencia y el aguante; la continencia, contra las apetencias para que no nos aprese lo favorable; el aguante, frente a los temores, para que no nos abata lo adverso. Y sabiendo -dice- que nadie puede ser continente si no se lo concede Dios 12. Partiendo de ello, decía: Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio 13; y también: ¡Ay de aquellos que perdieron el aguante14 Por tanto, no pretendas acusar a nadie, no sea que te encuentres con un acusador del cual te sea imposible defenderte. Pues incluso nuestro mismo enemigo, el diablo 15, se alegra cuando se le acusa; incluso desea que le eches la culpa a él, quiere soportar cualquier incriminación salida de tu boca, con tal que no confieses tu pecado. En contra de esta diabólica astucia exclama el salmista: Yo dije: Señor 16. El enemigo me insidia en vano, conozco sus mañas, apresa mi lengua, quiere que yo diga: «El diablo lo hizo». Yo dije: Señor. Mediante estas argucias seduce a las almas y las aparta de la medicina que consiste en reconocer el pecado. Y esto lo hace: o persuadiéndolas a que se excusen a sí mismas y busquen a quiénes acusar, o persuadiendo a las que ya han pecado a que pierdan ahora la esperanza y a que juzguen que en absoluto pueden obtener el perdón, o convenciéndolas de que Dios lo perdona todo al instante, para que el hombre no se corrija.

3. Considerad a cuántas cosas debe estar atento el corazón del hombre arrepentido. Para que no se excuse a sí mismo echando la culpa al prójimo, traiga a su mente aquellas palabras: Yo dije: Señor, ten misericordia de mí. Sana mi alma porque he pecado contra ti: para que no le haga perecer la desesperación, si, dado que pecó y gravemente, piensa que no puede ser curado, se entrega a las pasiones, se convierte en juguete de todas las malas apetencias, hace todo lo que le agrada, aunque no esté permitido, y si no lo hace es sólo por temor a los hombres. Pensando exactamente igual que un gladiador, que, al haber perdido, desde su conciencia de víctima, la esperanza de seguir viviendo, hace cuanto puede para saciar sus apetencias y su pasión. Esos perecen por haber perdido la esperanza. Contra estos hombres, pero en favor de ellos, esto es, contra ese razonar, la Escritura, vigilante, dijo: En cualquier día en que el impío se convierta y practique la justicia, me olvidaré de todas sus iniquidades 17. Si cree a estas palabras, el alma, como recreada al ser librada del mal de la desesperación, topa con otra fosa: la que no pudo perecer por desesperación, perece a causa de su esperanza. Pero ¿quién hay que perezca a causa de la esperanza? Ved que os propongo un ejemplo: el de aquel que dice en su interior: «Dios ha prometido ya el perdón a todos los que se aparten de sus pecados; independientemente de cuándo se conviertan, olvidará todas sus maldades; por tanto, haré lo que quiera; me convertiré cuando quiera y quedará borrado todo lo que haya hecho». ¿Qué decir? ¿Qué Dios no se cuida del arrepentido cuando se convierte? ¿Perdona Dios todos los pecados pasados? Si negamos esto vamos en contra del perdón divino 18, nos oponemos a las palabras del profeta 19, rechazamos la palabra divina. Esto no es propio del fiel dispensador 20.

4. Una persona cualquiera vuelve a la carga, y me dice: «Al prometer el perdón y al garantizar la impunidad a los que se convierten, ¿no estarás soltando la rienda a los pecados para que los hombres hagan lo que se les antoje? Se les aflojan las riendas para que pequen a quienes, con la esperanza de un desesperado, se ven arrastrados por una gran pasión sin que nadie los detenga». Entonces, ¿la Escritura está atenta sólo a los que han perdido la esperanza, y no a los que esperan indebidamente? Escucha cómo está alerta contra esa esperanza dañina y fuera de lugar: No retrases tu conversión al Señor, no lo dejes de un día para otro, pues su ira aparecerá de improviso, y en el tiempo de la venganza te destruirá 21. ¿De qué se trata aquí, ¡oh tú que esperas como no debes!? Si desesperas, pereces; si esperas, pereces también. ¿En dónde encontrarás lugar seguro para librarte de una y otra fosa, y situarte en el camino recto, sirviendo a Dios, compadeciéndote de tu alma y agradándole a él? Como indebidamente habías perdido la esperanza, escuchaste: En cualquier día en que el impío se convierta, me olvidaré de todas sus iniquidades 22. Como habías comenzado a esperar de forma indebida, escuchaste: No retrases tu conversión al Señor ni lo dejes de un día para otro 23. Por todas partes te rodea misericordiosamente la providencia divina. ¿Qué dices? «Dios me prometió el perdón; cuando me convierta me lo otorgará». Ciertamente que te lo dará cuando te conviertas, pero ¿por qué no te conviertes? «Porque cuando me convierta me lo dará». No cabe duda de que lo dará cuando te conviertas, pero ese cuando, ¿cuándo es? ¿Por qué no es hoy mismo? ¿Por qué no es ahora mismo, mientras me estás escuchando? ¿Por qué no ahora, cuando me aclamas? ¿Por qué no ahora, cuando me alabas? Que mi clamar sea una ayuda para ti; que tu clamor sea un testigo contra ti. ¿Por qué no hoy, por qué no ahora? «Mañana -dice-; Dios me prometió el perdón». ¿Te lo prometes tú para mañana? O difiérelo para mañana si puedes leerme un testimonio de la Sagrada Escritura según el cual se te haya prometido el día de mañana, igual que se te prometió el perdón una vez que te hayas convertido. ¿Acaso no te adujo en primer lugar como miedo que cura, acaso no te dijo increpándote: No lo dejes de un día para otro, pues su ira aparecerá de improviso24 Pero he aquí que, como hombre sabio, temes tener solamente dos días de vida santa. Si va a existir el día de mañana, sea bueno también el día de hoy: así son dos días. Si no hay un mañana, que te halle seguro el hoy; pero si hay un mañana, se añadirá al hoy. Tú deseas tener una vida larga y no temes tener una vida mala. Pretendes vivir mucho y vivir mal. Buscas un mal que dure, ¿por qué no buscas un bien que dure? ¿Hay algo que no quieras que sea bueno? ¿Sólo la vida será mala en ti? Si te pregunto cómo quieres el vestido, respondes que bueno; cómo quieres la casa de campo, respondes que buena; cómo quieres la mujer, respondes que buena; cómo quieres los hijos, respondes que buenos, cómo quieres la casa, respondes que buena; solo la vida la quieres mala. Antepones la vida a todos tus bienes y entre todos tus bienes sólo quieres tener mala la vida. En efecto, por tu vida estás dispuesto a dar todos esos bienes que buscabas: el vestido, la vivienda, la casa de campo, etc. Si alguien te dijera: «O me das todos tus bienes o te quito la vida», estás dispuesto a entregar enseguida todos tus bienes con tal de conservar la vida, incluso siendo mala. ¿Por qué no quieres que tu vida sea buena, si por ella, aun siendo mala, entregas todos tus bienes? Ve que se te ha quitado toda excusa; aparezca la acusación, para que no encuentre la condena

(Después del sermón)

5. Exhorto a vuestra caridad a que no os moleste escuchar atentamente y sin pereza la Palabra de Dios que os sirvan los presbíteros. Pues el Señor Dios nuestro es la verdad misma, que oís por cualquiera que os predique. Y nadie es mayor entre nosotros sino el que sea más pequeño. Yo he tenido que hablar el primero por la costumbre; hacedlo ahora vosotros por amor.