SERMÓN 5

Traductor: Pío de Luis, OSA

Elcombate de Jacob con el ángel (Gén 32, 23-33)

1. El varón cristiano tiene máxima necesidad de la regla de disciplina que consiste en escuchar la palabra de Dios mientras vive en este mundo, estando a la espera del que primero vino a salvar el mundo por medio de la misericordia y después a examinarlo por el juicio. Por eso nuestro Señor Jesucristo se nos propuso como modelo de imitación 1, para que, ya que somos cristianos, le imitemos a él o a otros que lo han imitado 2. Hay algunos que se llaman cristianos y no lo son; a algunos los evacuó la Iglesia como excrementos; entre ellos están todas las herejías, y todos los cismas, comparados también con los sarmientos estériles, podados de la vid 3, o con la paja que el viento arrebata de la era antes de la bielda 4. Pero hay otros que son malos dentro y son retenidos en la comunión católica misma, a los que es necesario que el buen cristiano tolere hasta el fin, ya que la bielda de la mies de esta era sólo tendrá lugar en el día del juicio. Esto os lo he dicho una y mil veces, y en el nombre de Cristo pienso que se habrá grabado en vuestros corazones. Estos textos que se os leen, ¿acaso se os han leído ahora por primera vez? ¿No se repiten a diario los mismos? Pero como es necesario que las lecturas divinas se repitan a diario no sea que germinen en vuestros corazones los males y zarzas del mundo y sofoquen la semilla sembrada en ellos  5, así conviene repetiros siempre la palabra de Dios no sea que, por haberos olvidado, digáis que no habéis oído lo que yo afirmo haber dicho.

2. Se acercan muchos, y ahora es tiempo de que en nombre del Señor se apresuren a recibir la gracia del bautismo, creyendo que se les perdonan todos los pecados que cometieron con anterioridad, todos en absoluto, y que salen del agua sin deuda alguna con el Señor. Es el caso de aquel criado que, al rendir cuentas a su amo, halló que le debía diez mil talentos, y se retiró sin deber nada; y no porque él no debiera nada, sino porque el amo era misericordioso, canceló la deuda entera y absolvió al deudor. Y con todo, hermanos, ¡cuánto temor nos infunde ese mismo criado! Como él no quiso perdonar a su compañero ni darle un plazo para pagar los cien denarios, su amó volvió a reclamarle los diez mil talentos que le había perdonado 6. Por tanto, estos que han de salir del bautismo sin deuda alguna y absueltos de todos sus pecados, tomen precauciones no sea que, si alguien peca contra ellos y no quieren otorgarle el perdón, no sólo no se les perdonen los suyos en adelante, sino que incluso se les reclame todo lo que se les había perdonado. Nadie, pues, diga: «¿Quién hace o quién hizo eso?» Diciéndose eso a sí mismos, los hombres mueren. El Señor dice: «Ama a tu enemigo» 7, y tú dices: «¿Quién hizo eso?» Como él no lo ha hecho, piensa que nadie ha podido hacerlo. El asunto se ventila en el corazón. ¿Cómo ves quién hace eso? ¿Piensas, pues, que no perdonó aquel que grita? Quizá alguna vez grita alguien y manda castigar a un hombre; y piensas que no perdonó. ¿Por qué? ¿Acaso cuando tú castigas a tu hijo le guardas odio en tu corazón? Luego el asunto se ventila en el corazón. Sólo Dios ve si hubo perdón. Pues a veces alguien no castiga; parece que perdona con la mano, pero se muestra cruel en su corazón y en su interior desea el mal al prójimo y quiere que se le mate. Retiene contra él mala voluntad, aunque parezca que no le pasa factura alguna a nivel físico. Por el contrario, hay quien parece que sí pasa factura, pero ese castigo físico es amor: quiere que llegue a la vida feliz, y tanto más quiere corregirle cuanto más lo ama. Lo mismo cabe decir de Dios; ¿acaso no nos ama? ¿No nos exhorta precisamente a eso, a que amemos a nuestros enemigos para ser, en la medida de nuestras posibilidades, semejantes a él? Así dijo: Sed perfectos como vuestro Padre que está en los cielos, el cual hace salir el sol sobre buenos y malos y hace llover sobre justos e injustos 8. ¡Cuán grande amor tiene, pues, el Señor, si envió a Cristo a ser crucificado por los pecadores e impíos y al precio de su sangre nos redimió 9 a los que éramos sus enemigos 10 por amar las cosas que él hizo en lugar de él que las hizo! Mientras nosotros hacíamos eso, Dios envió a su Hijo 11, como dice el Apóstol, y lo entregó por nosotros, impíos 12, para que lo matasen otros impíos. Si se dio un don tan grande a los que todavía no eran fieles, ¿qué se reservará a los fieles? 13 He ahí cómo ama Dios a los hombres. Prestemos atención ahora, hermanos: ¿acaso no los azota? ¿Acaso no los corrige? Si no los corrige, ¿por qué el hambre, las penalidades, las pestilencias y las enfermedades? Todo esto es corrección de Dios. Si, pues, si él ama y, sin embargo, corrige, tú, si tienes a alguien bajo tu autoridad, no le niegues el azote de la corrección, aunque le mantengas el afecto y el cariño. Porque si se lo niegas, no le mantendrás el amor, porque muere en sus pecados quien tal vez los habría abandonado si le hubieras corregido, y a ti se te imputa un odio real.

3. Por tanto, nadie diga: «¿Quién puede hacer eso?» Esforzaos por realizarlo en vuestro corazón. Manteneos firmes en el amor. Luchad y venceréis, pues Cristo es quien vence ahí. ¿Contra qué lucháis? Lucháis contra los pecados, contra las palabras de personas que dicen malignamente: «Entonces, ¿no te vengas? Entonces, ¿te quedarás indefenso, sin demostrarle quién eres? ¡Oh, si tuviera que habérselas conmigo!». Luchad y venced. Si Cristo, cuando padeció tanto de parte de los judíos, hubiese querido mandar a la tierra abrirse y tragar a sus perseguidores, ¿no habría podido hacerlo? Si, pues, quien tenía poder, los toleró hasta que le levantaron en la cruz, y todavía pendiendo de ella dijo: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen 14, tú, siervo redimido con la sangre de tu Señor crucificado, ¿no imitarás a tu Salvador? ¿Qué necesidad tenía él de padecer tanto, siéndole lícito no padecer? Pues así se expresó: Tengo poder para entregar mi vida y poder para volver a tomarla. Nadie me la arranca, sino que yo la entrego para volverla a tomar 15. Y así lo hizo. Porque ¿qué aconteció, hermanos? Pendía de la cruz, como hemos leído a los competentes. Mas cuando vio cumplidas en él todas las Escrituras, hasta el punto que le dieron también vinagre 16, dijo: Todo se ha cumplido, e inclinó la cabeza y entregó el espíritu 17, como si se hubiera mantenido erguida para dar cumplimiento a la profecía. Entregó, pues, su vida cuando quiso 18. Y por ello Él era Dios, y hombres eran los que estaban crucificados junto a él. Él muere antes, y ellos más tarde. Y cuando, pensando en el sábado, se dio orden de que bajaran los cuerpos de la cruz para sepultarlos, hallaron a los dos bandidos vivos y les quebraron las rodillas, mientras que al Señor lo hallaron ya muerto. No obstante, uno de los soldados hirió con la lanza su costado, brotando de él sangre y agua 19. He aquí tu precio. ¿Qué es lo que brotó del costado, sino el sacramento que reciben los fieles? Espíritu, sangre y agua 20: el espíritu que exhaló, y la sangre y agua que brotaron de su costado. Esa misma sangre y agua son un símbolo del nacimiento de la Iglesia. ¿Y cuándo brotaron sangre y agua del costado? Cuando ya Cristo dormía en la cruz; porque Adán en el paraíso se quedó dormido, y así fue sacada Eva de su costado 21. He aquí, pues, tu precio. Imita la humildad y las huellas de tu Señor y no digas: «¿Quién hace eso?». Quizá está también cerca de ti quien no lo hace. Pero si entre la turba lo haces tú, se te computará como si en la era encontrases un único grano entre innumerables pajas. Es difícil que halles dos granos juntos; pero entre el grano está mezclada la paja. De igual modo, entre los que quieren servir a Dios hay ruido y una muchedumbre de gente malvada que los rodea por doquier, pues adonde quiera que se vuelvan, no hallarán sino quienes les instigan al mal. Sé, pues, como el grano y no te preocupes de la paja. Llegará el tiempo en que será separada. Por eso hemos cantado: Hazme justicia, ¡oh Dios!, y distingue mi causa de la causa de la gente no santa 22. Eso dice la Iglesia, gimiendo entre pecadores. ¿Pensáis, hermanos, que la Iglesia desea que se la distinga con el fin de estar apartada de las herejías, como de sarmientos podados? Ya ha sido distinguida de ellas. ¿Acaso dice la Iglesia: Hazme justicia, ¡oh Dios!, y distingue mi causa, para verse diferenciada del partido de Donato, o de los arrianos o de los maniqueos? Sólo pide que la distingan de aquellos que están mezclados con ella, a los que es preciso que tolere hasta el fin. Pero lo que dice es esto: Hazme justicia, ¡oh Dios!, y distingue mi causa, esto es, para que no me juzgues con ellos y perezca en el día del juicio. Pues respecto al presente se dijo: Deja que crezca la cizaña 23: ahora los buenostoleran a los malos, pero en el día del juicio serán separados.

4. Por tanto, el Jacob sobre el que trataba la lectura que se acaba de hacer significa al pueblo cristiano, pues él es el hijo menor, ya que Esaú es el pueblo judío. Sin duda, de Jacob nació la raza judía, pero se entiende mejor como figurados en Esaú a los judíos, ya que el pueblo mayor fue reprobado y el pueblo menor obtuvo la primacía. Cuando se peleaban ya en el vientre de la madre, y ésta se sintió molesta porque sacudían sus entrañas, dijo: ¿Qué me pasa? Mejor era para mí la esterilidad que sufrir esto 24. El Señor le dijo que dos pueblos y dos razas luchaban en su vientre, y que el mayor serviría al menor 25. Lo que se dijo cuando estaban en el vientre se repitió en la bendición de Isaac, al bendecir al menor pensando, sin embargo, que bendecía al mayor. Isaac representaba a la ley. Se ve que la ley se dio a los judíos, pero el reino mismo se dio a los cristianos. Considerad que la ley parece prometer el reino. Se dice a los judíos: por eso os quitarán el reino y se lo darán a gente que obra la justicia 26. Se quitará a Esaú y se dará a Jacob. Esaú había nacido hirsuto y velludo 27, es decir, lleno de pecado; se le adherían los pecados. En cambio, Jacob, para recibir la primogenitura, se puso pieles de cabrito en los brazos, y así le bendijo el padre palpándoselos y encontrándole velludo 28. Pero Jacob llevaba los pelos y pecados, sin que se le adhiriesen. De igual manera, pues, también la Iglesia de Dios lleva pecados ajenos, no propios, tolerándolos hasta el fin, como el Señor Jesucristo llevó los ajenos. Y el padre bendijo al menor 29. ¿Y cómo lo bendijo? Es un santo misterio: le indicó cómo iban a ser en el futuro. La Escritura pide, pues, ojos despiertos. Bendijo a su hijo menor y parece decepcionado, como si hubiera bendecido a uno por otro. Vino Esaú, que había ido a cazar, trayendo lo que el padre le había encargado, y dice: Padre, come como deseabas. Dijo Isaac: ¿Quién eres? Y él responde: Soy Esaú, tú hijo mayor. Insistió Isaac: ¿Eres tú Esaú? ¿Quién es entonces el que me trajo el alimento y comí, y le bendije y ha quedado bendito? 30 ¡Qué modo es éste de airarse con el engañador! ¡Qué modo es éste de airarse con el mentiroso! Di más bien: «¿Por qué me engañó? ¿Por qué me mintió? Que reciba su hermano la bendición en su totalidad, y sea contado entre los malvados». ¿No clama el suceso que todo se realizó bajo el signo del misterio, para que el mayor sirviera al menor? Entonces recibe también él una bendición semejante 31. Pero añadió: Serás siervo de tu hermano 32. Como Esaú había dicho: ¿Acaso se te acabaron las bendiciones? Bendíceme también a mí, le respondió Isaac: Una vez que ya le hice amo a él, ¿qué tengo para darte a ti? Pero le replicó: ¡Bendíceme también a mí, padre! 33Así le extorsionó y recibió una bendición casi semejante: toda abundancia del rocío del cielo y de la fertilidad de la tierra 34. Pero añadió al momento: Servirás a tu hermano. Y así será para ti hasta que sacudas su yugo de tu cerviz 35. ¿Qué significan las palabras: así será para ti hasta que sacudas su yugo de tu cerviz, sino la manifestación de que aquellos de los que Esaú era figura son pecadores, pero de modo que son capaces y libres de cambiar y unirse al hermano?

5. Atended al misterio encerrado. Mirad cómo el judío es siervo del cristiano. También esto es manifiesto, y, como veis, Jacob llenó el orbe de la tierra. Mas, para que veáis que esto se decía como anticipo del futuro, considerad la realidad histórica y advertid que no se cumplió en esos hermanos que el mayor servirá al menor 36. De hecho se lee que Esaú se enriqueció mucho y comenzó a reinar nadando en la abundancia 37, mientras que Jacob tuvo que irse a apacentar ovejas ajenas 38. Y al preparar el regreso, como temía a su hermano, según leíamos ahora, envió como don no sé cuántas cabezas de ganado con un siervo que dijera: «He aquí los dones de tu hermano» 39. No quiso verle antes de aplacarle con sus dones, y le vio una vez que Esaú los había recibido ya. Cuando Jacob se presentó a él, le adoró desde lejos 40. ¿Cómo, pues, el mayor servirá al menor 41, si se está viendo que el menor adora al mayor? Más ese anuncio no se cumplió en la realidad histórica, para que se entienda que se dijo mirando al futuro. El hijo menor recibió la primacía, y el mayor la perdió. He aquí que Jacob llenó el orbe de la tierra, se posesionó de los pueblos y de los reinos. Un emperador romano, ya cristiano, mandó que no se acercasen a la misma Jerusalén los judíos. Y esparcidos por todo el mundo, se convirtieron en guardianes de nuestros libros. Como los esclavos, cuando acompañan a la escuela con su señor, llevan detrás de él los códices y se quedan sentados a las puertas, así el hijo mayor sirve al menor. Pues a veces se suscitan problemas en la Escritura y por los códices de los judíos logramos alguna certidumbre. Así, pues, fueron esparcidos, para guardarnos los libros. El mayor sirve, por tanto, al menor. Ved el gran ensalzamiento del pueblo cristiano y la gran humillación del pueblo judío. Cuando, a veces, se atrevieron a levantarse, por poco que fuera, los judíos contra los cristianos, ya habréis oído lo que les acaeció hace poco. Luego es verdad ahora que el mayor servirá al menor 42. ¿Qué significa, entonces, aquella bendición: recibirás del rocío del cielo y de la fertilidad de la tierra 43?Porque bendijo también al mayor como antes al menor. Sólo que al mayor dijo: serás siervo de tu hermano. Y será así hasta que sacudas su yugo de tu cerviz 44. ¿Cuántos son los que sacudieron el yugo de su cerviz y se hicieron hermanos nuestros? Mirad cuántos judíos han creído. Y si ahora encuentras algún judío y le anuncias al Señor Jesucristo, y cree, ¿acaso no sacude el yugo de su cerviz? ¿Y cuántos miles no lo hicieron en los primeros tiempos de la fe? 45 Indiscutiblemente los que creyeron entonces -como leemos- de siervos pasaron a ser hermanos y coherederos 46.

6. Por tanto, cuando la Iglesia dice: Hazme justicia, ¡oh Dios!, y distingue mi causa de la causa de la gente no santa 47, no quiere que se la distinga de Esaú, de quien ya está diferenciada, sino de los malos cristianos. Pues habéis oído como este Jacob, figura del pueblo cristiano, luchó con el Señor 48. Se le apareció el Señor -es decir, el ángel, personificando a Dios- y luchó con Jacob, y quería sujetarlo y agarrarlo. Luchaba él, venció y lo sujetó; teniéndolo sujeto, no lo soltó sino cuando quedó bendecido. El Señor nos conceda, hermanos, explicar un misterio tan grande. Lucha, vence y quiere ser bendecido por aquel a quien ha vencido. ¿Qué significa, entonces, el que luchase y quisiera sujetarlo? Dice el Señor en el Evangelio: El reino de los cielos padece violencia, y los violentos lo arrebatan 49. Esto es lo que antes decíamos: Lucha para sujetar a Cristo amándolo, para amar a tu enemigo. Porque sujetas aquí a Cristo si amas al enemigo. ¿Y qué dice el Señor mismo, es decir, el ángel que hace sus veces, cuando lo venció y lo sujetó? Le tocó la articulación femoral y se le secó 50, por lo que cojeaba Jacob 51. Le dice el ángel: suéltame, pues ya llega la mañana. Y él replica: No te soltaré si no me bendices 52. Y lo bendijo. ¿Cómo? Cambiándole el nombre: No te llamarás Jacob, sino Israel; porque venciste a Dios, vencerás también a los hombres 53. Esta es la bendición. Veis a un único hombre: en una parte es tocado, y se seca; en otra es bendecido. Ese único hombre en una parte se seca y cojea, y en otra es bendecido y se robustece.

7. Sin prejuicio de otra comprensión mejor, diré lo que el Señor me sugiera sobre lo que significa Advierte que ya llega la mañana, suéltame 54 Esto mismo dice el Señor después de su pasión a la mujer que quería retener sus pies: No me toques, pues aún no he subido a mi Padre 55. ¿Qué significa eso? Este texto lo comenté alguna vez con ocasión de su lectura, indicando por qué se decía: no me toques, aún no he subido al Padre. ¿Por qué? ¿Es que nadie lo tocó físicamente más que cuando ascendió al cielo? Aún estaba acá, y el discípulo que no creía palpó sus cicatrices 56. ¿Cómo, pues, no quería que lo tocaran, sino porque lo decía en sentido figurado? Aquella mujer era la Iglesia, y No me toques significa «no me toques carnalmente», sino en lo que soy, igual al Padre. No me toques, porque no me tocas a mí sino a mi carne 57. Dice Pablo a propósito del éxtasis que experimentó: Y si conocíamos a Cristo según la carne, ahora ya no lo conocemos. Y lo viejo pasó, he aquí que todo es nuevo; y todo proviene de Dios 58. ¿Qué significa: Y si conocíamos a Cristo según la carne, ya no lo conocemos? Significa que, cuando lo conocíamos carnalmente, pensábamos que era sólo hombre, mas cuando su gracia brilló en nosotros, lo comprendimos como la Palabra, igual al Padre. Así, pues, Jacob lo sujetaba y luchaba, como queriendo abrazarlo en su condición de carne. Mas el otro decía, en sentido carnal: Suéltame, pues ya llega la mañana 59, para que seas iluminado espiritualmente; esto es, no me creas hombre. Suéltame, pues ya llega la mañana. «Mañana»: bajo este término hemos entendido como la luz de la Verdad y de la Sabiduría, por la que fueron hechas todas las cosas 60. De ella gozarás cuando haya pasado esta noche, esto es, la iniquidad de este mundo. Pues entonces, cuando venga el Señor, se abrirá la mañana de modo que le veamos como le ven los ángeles. Pues ahora vemos por espejo en enigma, pero entonces cara a cara 61. Retengamos, pues, hermanos, lo dicho: suéltame, pues ya llega la mañana. ¿Y qué dijo Jacob? No te soltaré si no me bendices 62. Porque el Señor nos bendice primero por medio de su carne. Los fieles saben qué reciben, pues son bendecidos por su carne, y saben que no habrían sido bendecidos si no se hubiese entregado por la vida del mundo aquella carne crucificada. ¿Pero cómo es bendecido? Porque venció a Dios, porque le sujetó con fuerza, y perseveró, y no dejó que se le fuera de las manos lo que había perdido Adán. Retengamos, pues, fieles, lo que hemos recibido para merecer ser bendecidos.

8. La parte seca de Jacob simboliza a los malos cristianos, de modo que en el mismo Jacob se dan la bendición y la claudicación. Es bendito Jacob en la parte de los que viven bien, y cojea en la parte de los que viven mal. Por ahora se dan ambas cosas en un único hombre: pero la separación y el alejamiento tendrá lugar después. Es lo que la Iglesia desea, cuando dice en el salmo: Hazme justicia, ¡oh Dios!, y distingue mi causa de la causa de la gente no santa 63. Y ello porque dice el Evangelio: si te escandaliza tu pie, córtalo y arrójalo de ti. Pues te conviene entrar con un solo pie en el reino de Dios antes que ir con los dos al fuego eterno 64. Por tanto, esos malos han de ser separados al final. Ahora la Iglesia es coja; hinca bien un pie, pero el otro es inválido. Fijaos, hermanos, en los paganos. Hallan, a veces, cristianos buenos que sirven a Dios, y se admiran, son atraídos y creen. Pero a veces se fijan en los que viven mal y dicen: «¡Ahí están los cristianos!» Pero estos que viven mal corresponden a la articulación del muslo tocado, que se secó. Ese tocar es obra del Señor; es la mano del Señor que castiga y vivifica. Por eso, en una parte es bendecido y en otra se seca. El Señor apuntó también a los que viven mal en la Iglesia, pues a ellos se refiere lo escrito en el evangelio, esto es, que, cuando creció la hierba, apareció la cizaña 65, puesto que cuando las personas comienzan a hacerse mejores, empiezan también a sentir la presencia de los malos. Todo esto lo sabéis; el don de Dios os lo hace conocer. Pero ahora hay que tolerar la cizaña hasta el fin de la siega, no sea que, por arrancar la cizaña, se arranque con ella también el trigo 66. Mas vendrá tiempo en que la Iglesia será escuchada, cuando dice: Hazme justicia, ¡oh Dios!, y distingue mi causa de la causa de la gente no santa; cuando venga el Señor en su gloria con sus santos ángeles, y se congreguen ante él todos los pueblos, y los separen, como un pastor separa a las ovejas de los cabritos; y ponga a los justos a la derecha y a los cabritos a la izquierda 67; a aquéllos les dirá: Venid, benditos de mi Padre, recibid el reino; y a éstos: Id al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles 68.