SERMÓN 1

Traductor: Pío de Luis Vizcaíno, OSA

Concordancia entre Gn 1,1 y Jn 1,1, contra los maniqueos

1. 1. Quien tenga conciencia de su deuda y de la sentencia apostólica que dice: no debáis nada a nadie, a no ser el amor recíproco 1, debe urgirse él mismo a saldarla. En verdad, por grande que sea el pánico que los acreedores infunden a los deudores, mucho más inflexible es la caridad. Esta elimina el peso del temor al requerimiento de pago pero impone el más gravoso del deshonor (si no se paga). Recuerdo haber prometido a vuestra caridad que no os faltaría por mi medio, en cuanto el Señor se digne concedérmelo, una respuesta a las necias, dañinas y falsas acusaciones con que los maniqueos atentan contra el Antiguo Testamento. Atended, pues, y advertid las coyundas con que ata la serpiente y, retirando de ellas vuestra cerviz, sometedla al jugo de Cristo. En efecto, a los incautos osan tenderles, ya de entrada, trampas como la de afirmar que los escritos del Antiguo y los del Nuevo Testamento se oponen entre sí de modo que resulta imposible aceptar el uno y el otro sin cambiar de fe. Y en su empeño por convencer de que existe un desacuerdo entre el comienzo del libro del Génesis y el del evangelio según san Juan, los contraponen como si estuviesen enfrentados.

2. 2. Pues -así ellos- Moisés dice: En el principio hizo Dios el cielo y la tierra 2, pero no menciona al Hijo por quien se hicieron todas las cosas, mientras que Juan dice: En el principio era la Palabra, y la Palabra estaba en Dios y la Palabra era Dios. Esta estaba en el principio en Dios. Todo fue hecho por ella, y sin ella nada se hizo 3. ¿Hay aquí contradicción o son más bien ellos los que se llevan la contraria a sí mismos cuando prefieren censurar lo que en su ceguera no entienden antes que investigarlo con piedad? ¿Qué han de decir cuando les responda que el Hijo de Dios es el Principio mismo en que Dios hizo el cielo y la tierra, según el Génesis? ¿Acaso me será imposible probarlo, dado que sé que tengo a mi disposición testimonios del Nuevo Testamento al que, quieran o no, se someten, una vez quebrantada la cerviz de su orgullo? Así dijo el Señor a los incrédulos judíos: Si creyerais a Moisés, me creeríais también a mí, pues él de mí escribió 4. ¿Cómo no voy a entender que el Señor mismo es el Principio en que Dios Padre hizo el cielo y la tierra? En efecto, que En el Principio hizo Dios el cielo y la tierra 5 lo escribió ciertamente Moisés, y que él escribió del Señor lo avalan las palabras del Señor mismo. ¿O acaso no es también él principio? Tampoco será razonable dudar de ello, habiendo hablado el evangelio. Una vez que los judíos preguntaron al Señor quién era, les respondió: El Principio, pues también os estoy hablando 6. He ahí el principio en que hizo Dios el cielo y la tierra. Así, pues, Dios hizo el cielo y la tierra en el Hijo, por quien se hicieron todas las cosas y sin el cual nada se hizo. Concordando, por lo tanto, el Evangelio con el Génesis, retengamos la herencia según el consenso de ambos Testamentos y dejemos esas acusaciones falsas y pendencieras a los desheredados herejes.

3. 3. No debe turbar a vuestra prudencia el que Juan no haya dicho: «Todo fue hecho en él», sino Todo fue hecho por él 7. No leamos en el Génesis: «Por el principio hizo Dios el cielo y la tierra», sino En el principio hizo Dios el cielo y la tierra 8. Porque dice el Apóstol: Para mostrarnos el misterio de su voluntad según su buen designio que se propuso en él al planificar la plenitud de los tiempos: instaurar en Cristo cuanto hay en el cielo, y lo que hay en la tierra en él 9. Y así, como aquí oyes que dice en él 10para entender también por él, de igual manera en lo que dice Juan: Todo fue hecho por él 11 también te ves forzado a entender en él. Y como aquí, cuando leo por él, no dejo de entender que todo fue hecho en él, de igual manera, ¿quién me prohibirá entender también por él, cuando lea en el Génesis que el cielo y la tierra fueros hechos en él? A no ser que los maniqueos dejen de lado el litigio referido a dos testamentos para plantearlo entre los beatísimos testigos del Nuevo Testamento, esto es, entre Pablo y Juan porque uno dice en él y otro por él. Pero nosotros, que no creemos que Pablo y Juan se opongan entre sí, los forzamos a confesar idéntico acuerdo entre Moisés y Pablo.

4. Y como estos dos van de acuerdo entre sí, también Juan va de acuerdo con ellos, porque dijo por él 12 de tal manera que no impide entender en él. 4. Todos los divinos escritos están en paz entre sí. Suele acontecer que, cuando en la oscuridad de la noche vemos pasar las nubes, su opacidad perturba nuestra vista de manera que parece que las estrellas corren en dirección contraria a nosotros; de igual manera a estos herejes, al no hallar paz en la nube de su error, les parece que son más bien las divinas escrituras las que están en pugna consigo mismas.

5. 5. Quizá repliquen que En el principio hizo Dios el cielo y la tierra 13 no se dijo en referencia a la Palabra de Dios. Admitamos que el texto En el principio hizo Dios el cielo y la tierra no hay que entenderlo del principio que es el Hijo único de Dios sino del principio del tiempo. No porque ya existiese el tiempo antes de existir criatura alguna -pues nadie dirá que el tiempo es coeterno con Dios, creador de los tiempos- sino en el sentido de que el tiempo comenzó a existir junto con el cielo y la tierra. Por tanto, si alguien lo entiende así -admitiendo la distancia entre la criatura y el creador, para no afirmar que lo hecho es coeterno con Dios que lo hizo- sin duda saldrá a la luz el número plural de personas al menos allí donde se dijo: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza, e Hizo Dios al hombre a imagen de Dios 14. Aunque, incluso si no se manifestase, la Trinidad se insinuaría a los capacitados que lo entenderían bajo la mención de la unidad. De igual manera a los inteligentes no les debió parecer que el comienzo del evangelio se oponga al comienzo del Génesis; sólo los no instruidos pudieron tener esa opinión. Las Escrituras contienen innumerables ejemplos de expresiones similares. El Señor mismo dice: Yo, en cambio, os digo: No juréis en modo alguno, ni por cielo porque es el trono de Dios, ni por la tierra porque es el escabel de sus pies 15. Porque no se mencione a sí mismo en ese pasaje, ¿van a negar tal vez que Cristo esté sentado en el cielo? Dice asimismo el Apóstol: ¡Oh abismo de riquezas de la sabiduría y ciencia de Dios! ¡Cuán inescrutables son sus juicios y cuán inexplorables sus caminos! Pues ¿quién conoció el designio del Señor?, o ¿quién fue su consejero?, o ¿quién le dio primero, y se le retribuirá? Porque de él, y por él y en él son todas las cosas. A él gloria por los siglos de los siglos 16. Tampoco aquí se hace mención nominal del Hijo. El Apóstol afirma que hay un único Dios y Señor de quien, por quien y en quien son todas las cosas. ¿Por qué entonces estos han elegido a Moisés para oponerlo al evangelista Juan, pero no han querido oponerle al apóstol Pablo? Porque quisieron persuadir a los hombres no instruidos de que los dos Testamentos se oponen entre sí, de modo que se sirven de un testigo y rechazan al otro. Esto es lo que profesa su error. Pues si hubiese otro hereje que en su locura extrema intentase mostrar a los indocumentados que el Nuevo Testamento mismo se contradice, ¿qué otra cosa haría sino presentar a Pablo y a Juan como adversarios y en pugna entre sí, igual que estos a Moisés y a Juan? Pero la fe, en el máximo de su autenticidad y verdad, pone de relieve la concordia entre Pablo y Juan, y al decir: De él, y por él y en él son todas las cosas 17, el bienaventurado Pablo enseña que hay que entender no sólo al Padre, sino también al Hijo y al Espíritu Santo. Pues de igual manera, viendo la concordia entre Moisés y Juan en las palabras de Moisés: En el principio hizo Dios el cielo y la tierra 18, si se piensa en el principio del tiempo, en la palabra Dios no reconoce sino la unidad de la Trinidad, o abraza sin duda alguna al Hijo mismo como principio en el que hizo Dios el cielo y la tierra. Hay muchas otras cosas que podría mencionar en línea con estos modos de expresarse de las Escrituras divinas. Mas, para no cargar la memoria de vuestra Santidad, baste con lo dicho. Lo demás os exhorto a que lo investiguéis vosotros mismos o a que lo advirtáis cuando se leen las Escrituras y a que lo examinéis y expongáis vosotros mismos, desde el presupuesto de la concordia. Vueltos...