RÉPLICA A FAUSTO, EL MANIQUEO

Traducción: Pío de Luis, OSA

Libro XII

Razones de la no aceptación maniquea y aceptación católica de los profetas

Por qué Fausto no acepta a los profetas

1. Fausto: —¿Por qué no aceptas a los profetas?

—Di tú, más bien, si tienes algo que decir, por qué debemos aceptar a los profetas.

—Por los testimonios —dice—que dieron de Cristo.

—Yo, en verdad, no he hallado ninguno, aunque los he leído con la mayor atención y la máxima curiosidad. En cualquier caso indica una confesión de fe frágil no creer en Cristo sin testigos ni pruebas. En efecto, vosotros mismos soléis decir por eso que nada hay que investigar por curiosidad, puesto que la fe ha de ser plena y sin condiciones. ¿Cómo, entonces, destruís ahora la simplicidad de la fe apoyándola en indicios y testigos, y para colmo judíos? O si os desagrada vuestra primera afirmación y por eso pasáis a otra, ¿qué testigo podéis tener más fidedigno acerca de su hijo que Dios mismo, quien, no por medio de un profeta o de un intérprete, sino con voz poderosa procedente del cielo, dijo espontáneamente cuando le envió a la tierra: Este es mi hijo muy amado, creedle?1 A mayor abundancia, él mismo dijo de sí: He salido de mi Padre y he venido a este mundo2, al lado de muchas otras cosas parecidas. Palabras ante las que los judíos, rechinando los dientes, decían: Tú das testimonio de ti mismo; tu testimonio no es verdadero. A los que él respondió: Aunque yo dé testimonio de mí mismo, mi testimonio es verdadero, porque no estoy solo. Pues también en vuestra ley está escrito: el testimonio de dos hombres es verdadero. Yo soy quien da testimonio de mí, y da testimonio de mí mi Padre que me envió3. No dijo: "Los profetas". Para ello llama también como testimonio en favor suyo a sus obras al decir: Si no me creéis a mí, creed a mis obras4. No dijo: "Si no me creéis a mí, creed a los profetas".

Por todo ello, nosotros no necesitamos testimonio alguno acerca de nuestro Salvador. En los profetas buscamos únicamente ejemplos de una vida honesta, la prudencia y la virtud. Percibo que no se te oculta que nada de ello se encuentra en los profetas judíos. Pues al preguntar yo por qué piensas que hay que aceptarlos, de un modo reflexivo y educado, silenciando sus mandatos y acciones, te refugiaste únicamente en sus vaticinios, olvidándote de que está escrito que nunca se pueden recoger uvas de los espinos ni higos de los abrojos5. De momento responderé de forma concisa y clara a tu pregunta de por qué no aceptamos a los profetas. Por lo demás, que ellos no profetizaron nada acerca de Cristo ya quedó suficientemente demostrado en los libros de nuestros padres. Añadiré, sin embargo, que si los profetas hebreos, conociendo y anunciando a Cristo, vivieron tan libertinamente, con razón se podrá decir también contra ellos lo que Pablo afirma de los sabios de la gentilidad: Habiendo conocido a Dios, no lo glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se ofuscaron en sus pensamientos y su corazón insensato se entenebreció6. Ves, pues, cómo no reviste ninguna grandeza haber conocido cosas grandes, si a partir de ellas no vives con dignidad.

Pablo testifica en favor de los profetas hebreos

2. Agustín: Con todas estas palabras Fausto pretende que creamos que los profetas hebreos no anunciaron nada acerca de Cristo; que —en el caso de que lo hubieran hecho— no nos servirían de nada sus testimonios, y que tampoco ellos vivieron con la dignidad requerida por tales testimonios. En consecuencia, nosotros demostraremos sus vaticinios acerca de Cristo, qué nos aportan éstos en favor de la verdad y firmeza de la fe, y que ellos vivieron de forma coherente y adecuada a su condición profética.

De estos tres temas propuestos a discusión, me llevará mucho tiempo probar el primero, si quiero ofrecer todos los testimonios de aquellos libros que me servirán para probar que predijeron a Cristo; pero aplastaré la ligereza de este hombre con el enorme peso de la autoridad.

No acepta los profetas hebreos porque confiesa aceptar a los apóstoles. Pero el apóstol Pablo, respecto al cual, simulando que un adversario le preguntaba si lo aceptaba, respondió: "Plenamente", dijo: Pablo, siervo de Cristo, llamado al apostolado, escogido para el evangelio de Dios, que había prometido con anterioridad por medio de sus profetas en las Escrituras Sagradas, acerca de su hijo, que le nació del linaje de David según la carne7. ¿Qué más quiere? A no ser que tal vez pretendan que esto se dijo de algunos otros profetas, no de los nuestros, los hebreos. Pero, aunque lo hayan dicho cualesquiera otros, la promesa se refiere al evangelio sobre el Hijo de Dios, que le nació del linaje de David según la carne, evangelio para el que el Apóstol dice que fue escogido; en cambio, es contrario a la infidelidad de éstos lo que creemos conforme a ese evangelio, es decir, que el hijo de Dios nació del linaje de David según la carne. Con todo, conozcan textos más claros en los que el Apóstol, cuya autoridad puede romper los cuellos de estos soberbios, testifica a las claras en favor de los profetas hebreos.

Más testimonios del Apóstol en favor de los profetas hebreos

3. Escribe él: Digo la verdad en Cristo, no miento —mi conciencia me lo atestigua en el Espíritu Santo—: siento una profunda tristeza y un continuo dolor en mi corazón. Pues desearía ser yo mismo anatema, separado de Cristo, en favor de mis hermanos, los de mi raza según la carne —los israelitas—; de ellos es la adopción, la gloria, las alianzas, la legislación, el culto y las promesas; de ellos son los patriarcas y de ellos procede también, según la carne, Cristo que está por encima de todas las cosas, Dios bendito por los siglos8.

¿Pueden darse más datos? ¿Puede expresarse más claramente? ¿Qué se puede encarecer que sea más santo? ¿Cuál es la adopción de los israelitas, sino la que tiene lugar mediante el hijo de Dios? De aquí que diga a los gálatas: Mas cuando llegó la plenitud de los tiempos, envió Dios a su hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para redimir a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiéramos la adopción de hijos9. ¿Y cuál es su principal motivo de gloria, sino aquella de la que el mismo Pablo dice a los romanos: ¿Qué tiene de más el judío? O ¿qué utilidad reporta la circuncisión? Grande de todas las maneras. Ante todo, a ellos les fueron confiados los oráculos de Dios10.

Investiguen los maniqueos cuáles son los oráculos de Dios confiados a los israelitas, y muéstrennos otros distintos de los de los profetas hebreos. ¿Por qué dijo que las alianzas pertenecían sobre todo a los israelitas, sino porque la Antigua les fue dada a ellos y la Nueva está simbolizada en la Antigua? Con rabiosa ignorancia suelen criticar la legislación dada a los israelitas, al no entender el propósito al que responde, puesto que Dios no quiere que estemos ya bajo la ley, sino bajo la gracia. Sométanse, a la autoridad del Apóstol, quien alabando y encareciendo la excelencia de los israelitas, incluyó también este hecho: suya es la legislación. Si ésta fuese mala, no la pondría entre los motivos de alabanza, y si no anunciase a Cristo, no hubiese dicho el mismo Señor: Si creyerais en Moisés, creeríais también en mí, pues él escribió de mí11 , ni le hubiese dado testimonio después de la resurrección, al decir: Convenía que se cumpliera todo lo que está escrito en la ley y en los profetas y en los salmos acerca de mí12.

El Cristo maniqueo

4. Los maniqueos anuncian con engaño otro Cristo, no el que anunciaron los apóstoles, sino el suyo propio, falaz; coherentemente, como seguidores de su falsedad, mienten también ellos, si dejamos de lado el que con todo descaro quieren que se les crea, cuando confiesan ser discípulos de un mentiroso. Les aconteció lo que dice el Apóstol de los mismos judíos infieles: Cuando leen a Moisés, un velo cubre su corazón. Y este velo que les impide comprender a Moisés no les será quitado hasta que no pasen a Cristo, no como ellos se lo imaginaron, sino como lo anunciaron los patriarcas hebreos. Así dice el mismo Apóstol: Cuando pases al Señor, se te quitará el velo13. Ni tiene nada de extraño que éstos no quieran creer a Cristo resucitado que dice: Convenía que se cumpliese todo lo que está escrito en la ley, los profetas y los salmos acerca de mí14. El mismo Cristo refirió lo que dijo Abrahán a cierto rico inmisericorde, cuando éste, atormentado en los infiernos, le pedía que enviase, desde allí, a casa de sus hermanos, a alguien que les instruyese, no fuera que también ellos fuesen a parar a aquel lugar de sufrimiento. He aquí lo que le contestó: Tienen allí a Moisés y a los profetas. Y como él le replicó que no iban a creer si no resucitaba alguien de entre los muertos, le volvió a replicar con toda verdad: Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no creerán ni aunque resucite alguien de entre los muertos. Por lo cual, éstos, que no escuchan ni a Moisés ni a los profetas, no sólo no creen a Cristo que resucitó de entre los muertos; no creen ni siquiera que resucitó de entre los muertos. ¿Cómo van a creer que resucitó aquel de quien no creen que haya muerto? Pues, ¿cómo pueden creer que haya muerto aquel de quien no creen que haya tenido cuerpo mortal?

Creer a Pablo antes que a Manés

5. En cambio, si nosotros no les creemos a ellos, no es en cuanto falaces anunciadores de un Cristo falaz, sino de su Cristo que en ningún modo existió. Nosotros tenemos al Cristo verdadero y veraz, el anunciado por los profetas, anunciado por los apóstoles que tomaban de la ley y los profetas los testimonios para su anuncio, como muestran innumerables pasajes. Todo ello lo resumió de forma sumamente breve y veraz el Apóstol al decir: Mas ahora, sin la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y los profetas15. ¿Qué profetas, sino los israelitas, de quienes dijo clarísimamente que eran las alianzas, la legislación y las promesas?16 Promesas ¿de qué, sino de Cristo? Esto lo define concisamente en otro lugar, cuando dice, hablando de Cristo: Cuantas son las promesas de Dios, son también promesas en él17. Pablo me dice que la legislación es de los israelitas; y dice igualmente que el fin de la ley es Cristo, para justificación de todo creyente18. Asimismo afirma, refiriéndose a Cristo: Cuantas son las promesas de Dios, son también promesas en él. ¿Y osas decir tú que los profetas israelitas no anunciaron nada acerca de Cristo? ¿Qué queda, pues, sino elegir entre dar fe, contra Pablo, a Manés que narra una fatua e interminable fábula, o creer a Pablo que advierte: Si alguien os anunciare algo distinto a lo que os he anunciado, sea anatema?19

Más testimonios de Pablo

6. Llegados aquí, quizá digan: "Muéstranos donde anunciaron los profetas israelitas a Cristo". ¡Como si fuese pequeña la autoridad por la que los apóstoles afirman que se ha cumplido en Cristo cuanto leemos en los profetas hebreos, o lo que dice el mismo Señor de que aquellas cosas se escribieron de él. Por tanto, quien no pueda mostrar esto, es que él no ha entendido. Ni los apóstoles, ni Cristo, ni los códices sagrados mienten. Sin embargo, para no recoger muchos testimonios, mencionaré únicamente lo que escribe a continuación el Apóstol en el mismo lugar: La palabra de Dios no puede fallar. Pues no todos los descendientes de Israel son israelitas, ni todos los que son descendientes de Abrahán son hijos suyos. Sino que por Isaac llevará tu nombre una descendencia. Es decir, no son hijos de Dios los hijos según fa carne, sino que se cuentan como descendencia los hijos de la promesa20. ¿Qué pueden responder a esto, si claramente se dice en otro lugar a Abrahán acerca de esta descendencia: En tu descendencia serán benditos todos los pueblos de la tierra?21 En efecto, si discutiéramos estas cosas en el momento en que el Apóstol exponía esto, al decir: Las promesas fueron hechas a Abrahán y a su descendencia. No dice: y a sus descendencias, como si fuesen muchas, sino, como a una sola, a tu descendencia, que es Cristo22, quizá alguien, sin pecar de descaro, rechazara creerlo antes de ver que todos los pueblos creían en Cristo que se anuncia como descendiente de Abrahán. Pero ahora, cuando vemos que se está cumpliendo lo que leemos que se anunció con tanta anterioridad; cuando ya todos los pueblos son bendecidos en la descendencia de Abrahán a quien se dijo miles de años antes: En tu descendencia serán benditos todos los pueblos, ¿quién será tan dementemente pertinaz que intente introducir otro Cristo que no sea descendiente de Abrahán, o juzgue que las profecías hebreas, cuyo progenitor fue Abrahán, no anunciaron nada acerca del Cristo verdadero?

Todo el Antiguo Testamento se refiere a Cristo

7. ¿Quién puede traer a colación, no digo ya en una obra como esta, que nos fuerza a una breve respuesta, sino en un extenso volumen, todos los vaticinios de los profetas hebreos acerca de Jesucristo, nuestro Señor y Salvador? Todo lo contenido en esos libros está dicho de él o pensando en él. Mas, para estímulo de quien busca y deleite de quien encuentra, se insinúan allí muchas cosas en parte sólo mediante las palabras, a través de alegorías y enigmas, y en parte se narran también hechos. Sin embargo, si no hubiese allí algo manifiesto, no se comprendería el sentido con el que se clarifica también lo oscuro. Aunque, incluso en las realidades envueltas en figuras, si se ponen algunas como hilvanadas bajo algún aspecto, de tal modo combinan sus voces para testimoniar a Cristo, que ha de sonrojarse la sordera de cualquier embotado.

El hombre, creado y reformado en el sexto día

8. Según el Génesis, Dios acabó todas sus obras en seis días, y en el séptimo descansó23. Atendiendo a la sucesión cronológica, el obrar de Dios distribuye al género humano en el tiempo en seis edades. La primera va desde Adán hasta Noé; la segunda desde Noé hasta Abrahán; la tercera desde Abrahán hasta David; la cuarta desde David hasta la trasmigración a Babilonia; la quinta desde allí hasta la llegada en humildad de nuestro Señor Jesucristo; la sexta, la que transcurre ahora, hasta que llegue en majestad a juzgar. La séptima, en cambio, se entiende que tiene lugar en el descanso de los santos, no en esta vida, sino en la otra, donde aquel rico, atormentado en los infiernos, vio descansando al pobre24; donde no hay tarde, porque allí no hay deficiencia en las cosas.

Conforme al Génesis, en el sexto día el hombre es formado a imagen de Dios25: en la sexta época del tiempo se manifiesta nuestra reforma en la novedad de la mente, según la imagen de quien nos creó26, como dice el Apóstol. Mientras el varón dormía, se le creó una esposa de su costado27: mientras Cristo moría, se le creó la Iglesia, a partir del sacramento de la sangre que fluyó del costado del muerto28. Se llama vida y madre de los vivientes a Eva, hecha del costado de su varón. Y dice el Señor en el evangelio: Quien no coma mi carne y beba mi sangre, no tendrá vida en sí29. Todo lo que allí llega a comprenderse, tras un análisis claro y minucioso, habla de Cristo y de la Iglesia, ya en los buenos ya en los malos cristianos.

En efecto, no en vano dijo el Apóstol: Adán, que es figura del que había de venir30, y: Abandonará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán dos en una sola carne. Este es un gran misterio, que yo aplico a Cristo y a la Iglesia31. ¿Quién ignora que abandonó a su Padre Cristo, quien, existiendo en la condición divina, no juzgó una rapiña ser igual a Dios, sino que se anonadó a sí mismo asumiendo la condición de siervo?32 ¿Quién no sabe que abandonó también a su madre, la sinagoga de los judíos, adherida carnalmente al Antiguo Testamento, y que se unió a su mujer, la santa Iglesia de modo que en la paz del Nuevo Testamento fueran dos en una sola carne, puesto que siendo junto al Padre el Dios que nos hizo, se hizo por medio de la carne nuestro socio, para que pudiéramos ser el cuerpo de la cabeza que es él?

El sacrificio de Caín y el de Abel

9. Igual que se rechaza el sacrificio de Caín, consistente en frutos de la tierra, pero se acepta el de Abel que ofrecía ovejas y su enjundia, así también se antepone la fe propia del Nuevo Testamento, que alaba a Dios por la inocencia debida a la gracia, a las obras terrenas del Antiguo Testamento. Porque, aunque en su momento los judíos las obraron con rectitud, éstos son, no obstante, culpables de infidelidad, porque, al llegar Cristo, no distinguieron ya la época del Nuevo Testamento de la del Antiguo. En efecto, dijo Dios a Caín: Si ofreces rectamente, pero no separas como es debido, has pecado. Si Caín hubiese obedecido a Dios que le decía: Reposa; él volverá a ti, y tú dominarás sobre él; si hubiese dirigido su pecado hacia sí, atribuyéndoselo a sí mismo y confesando a Dios, y de esa manera, ayudado con el perdón de la gracia, hubiese dominado él sobre su pecado, no le habría acontecido que, siervo del pecado, porque éste le dominaba a él, hubiese dado muerte a su hermano inocente33.

Así también los judíos, simbolizando a los cuales acontecían estas cosas, si hubiesen apaciguado su turbación y conociendo en el perdón de los pecados el tiempo de la salvación por la gracia, hubieran oído a Cristo que decía: No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos; no vine a llamar a los justos, sino a los pecadores al arrepentimiento34, y: Si os libera el Hijo, entonces seréis en verdad libres35. Entonces habrían dirigido a su pecado, diciendo al médico en su confesión, como está escrito en el salmo: Yo he dicho, Señor, ten piedad de mí; sana mi alma, porque he pecado contra ti36, y, libres por la esperanza de la gracia, hubieran dominado sobre el mismo pecado cuando aún estaban en su cuerpo mortal. Mas ahora, ignorantes de la justicia de Dios y queriendo establecer la propia37, engreídos con las obras de la ley, al no mantenerse humildes a causa de sus pecados, no hallaron sosiego. Y reinando el pecado en su cuerpo mortal para acabar obedeciendo a sus deseos38, fueron a dar contra la piedra de tropiezo39 y ardieron en llamas de odio contra él. Al ver que sus obras eran gratas a Dios, lamentaron que aquel ciego de nacimiento que había recobrado la vista dijese para sí: Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, pero si uno le adora y hace su voluntad, a ése le escucha40, como si les estuviera diciendo a ellos: No mira al sacrificio de Caín, pero si al de Abel. Y así el hermano mayor asesina a Abel, el menor; el pueblo judío, el mayor, da muerte a Cristo, cabeza del pueblo menor; a aquél en el campo, a éste en el calvario.

Caín, los judíos; Abel, cristo

10. Dios pregunta a Caín —no como uno que no sabe a otro que le enseñe, sino como el juez interroga al reo al que ha de castigar— dónde está su hermano. El responde que no sabe y que no es su guardián. Hasta el presente ¿qué nos responden los judíos cuando les preguntamos acerca de Cristo con la voz de Dios, es decir, con la voz de las sagradas Escrituras, sino que desconocen a ese Cristo de quien hablamos? La engañosa ignorancia de Caín es la falsa negación de los judíos. Si hubiesen querido aceptar y guardar la fe cristiana, hubiesen sido en cierto modo los guardianes de Cristo. Pues quien guarda en su corazón a Cristo, no dice lo que Caín: ¿Soy yo acaso el guardián de mi hermano? Dice Dios a Caín: ¿Qué hiciste? El grito de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra41: así arguye en las Sagradas Escrituras la voz de Dios a los judíos. En efecto, la sangre de Cristo levanta un poderoso grito en la tierra, cuando, una vez aceptado, todos los pueblos responden: Amén. Este es el nítido grito de la sangre; grito que la misma sangre emite de la boca de los fieles redimidos con esa misma sangre.

El castigo de Caín

11. Dice Dios a Caín: Y ahora sé maldito lejos de esta tierra que abrió su boca para recibir la sangre de tu hermano derramada por tu mano; porque labrarás la tierra y no te otorgará su riqueza. Gemebundo y tembloroso vivirás en la tierra42. No dijo: "Sea maldita la tierra", sino sé maldito tú, lejos de esta tierra que abrió su boca para recibir la sangre de tu hermano derramada por tu mano. Maldito es, pues, el infiel pueblo judío lejos de esta tierra, es decir, lejos de la Iglesia que abrió su boca en la confesión de los pecados para recibir la sangre de Cristo, derramada para la remisión de los pecados de mano de quien no quería estar bajo la gracia, sino bajo la ley. Así aparecía maldito lejos de la Iglesia, es decir, para que la Iglesia lo considerase y mostrase como maldito. Dice el Apóstol: Todos los que viven de las obras de la ley, están bajo la maldición de la ley43. Tras decir: Sé maldito lejos de la tierra que abrió su boca para recibir la sangre de tu hermano derramada por tu mano, no añadió: "Porque la labrarás", sino Porque labrarás la tierra y no te otorgará su riqueza44. Por tanto, no obliga a entender que Caín labre la misma tierra que abrió su boca para recibir la sangre de su hermano derramada por su mano; sino que se entiende que es maldito lejos de la tierra, porque labra una tierra que no le otorgará su riqueza. Esto es, la Iglesia reconoce y muestra como maldito al pueblo judío porque, muerto ya Cristo, aún labra la circuncisión terrena, el sábado terreno, el pan ácimo terreno, la pascua terrena. Toda esta actuación terrena tiene el poder oculto de dar a entender la gracia de Cristo, que no se otorga a los judíos que perseveran en la impiedad y en la infidelidad, pues ha sido revelada en el Nuevo Testamento. Y a los que no pasan al Señor no se les quita el velo, que les permanece cuando leen el Antiguo Testamento, porque únicamente se elimina en Cristo; no la lectura misma del Antiguo Testamento, que tiene ese poder oculto, sino el velo, que lo esconde45. Por esa razón, tras la pasión de Cristo en la cruz, se rasgó el velo del templo46 para que, a través de la pasión de Cristo, se revelen los misterios secretos a los fieles que pasan a beber, con la boca abierta por la confesión, su sangre.

Por tanto, aquel pueblo, como Caín, aún labra la tierra, aún ejecuta carnalmente las obras de la ley, que no le ofrece su eficacia, puesto que no ve en ella la gracia de Cristo. Por eso mismo, incluso en la misma tierra que Cristo llevó, es decir, en su carne, ellos obraron nuestra salud crucificando a Cristo que murió por nuestros pecados. Ni la misma tierra les otorgó su riqueza, porque no han sido justificados por la resurrección de quien resucitó por nuestra justificación47. Pues, como dice el Apóstol, fue crucificado en razón de su flaqueza, pero vive por el poder de Dios48. Esta es, pues, la riqueza de aquella tierra, que no mostró a los impíos e incrédulos. Por esa razón tampoco se apareció, después de resucitar, a quienes le habían crucificado, cual Caín que labra la tierra, para sembrar aquel grano, sin que la tierra les muestre el fruto que encierra: Pues labrarás la tierra y no te otorgará su riqueza49.

Nadie mataráa Caín: pervivencia de los judíos

12. Gemebundo y tembloroso vivirás en la tierra50. Mira ahora: ¿quién no ve, quién no reconoce disperso por doquier en toda la tierra a aquel pueblo? ¿Quién no ve cómo gime por la tristeza de haber perdido el reino, y tiembla de pánico bajo los innumerablespueblos cristianos? Por eso respondió Caín y dijo: Mayor es mi castigo; si me expulsas hoy de la faz de la tierra, y tengo que esconderme de tu rostro, viviré gemebundo y tembloroso sobre la tierra, y acontecerá que cualquiera que me halle me dará muerte51.

En verdad, la causa de su gemir y temblar no es otra que, una vez perdido el reino terreno, lleguen a procurarle esta muerte visible. Considera mayor castigo éste que el otro: que la tierra no le otorgue su riqueza, para evitar la muerte espiritual. Piensa carnalmente y no juzga cosa grave el esconderse de su presencia, es decir, tener airado a Dios, con tal de que no le hallen y le den muerte. Piensa carnalmente, como quien labra la tierra, cuya riqueza no recoge. Pensar según la carne es la muerte. Aquél, no comprendiendo esta muerte, una vez perdido el reino, gime y tiembla ante la muerte corporal.

Pero ¿qué le responde Dios? No será así, dijo; todo el que dé muerte a Caín, pagará una séptupla venganza52. Es decir, no acontecerá como dices; la raza impía de los judíos carnales no morirá de muerte corporal. Pues quienquiera que los haga perecer, pagará una séptupla venganza. Esto es, se le reclamará la séptupla venganza, con que están atados los judíos por el crimen de haber matado a Cristo. Así en todo este tiempo, que transcurre en el repetirse de los siete días, sobre todo ante el hecho de que no perece la raza judía, aparecerá suficientemente a los fieles cristianos, qué avasallamiento merecieron quienes con soberbia tiranía dieron muerte al Señor.

La singularidad del pueblo judío

13. Y puso Dios una señal a Caín para que nadie que lo encontrara le diera muerte53. Hay algo que causa enorme admiración: cómo la totalidad de los pueblos subyugados por los romanos se han pasado al culto de los dioses romanos y han aceptado observar y celebrar sus mismos sacrilegios, mientras que el pueblo judío ni bajo emperadores paganos ni bajo emperadores cristianos han perdido el distintivo de su ley, por la que se singulariza de las restantes razas y pueblos. y ningún emperador o rey que los encuentra en su reino con ese distintivo les da muerte, es decir, no procura que dejen de ser judíos, separados de la comunión con los restantes pueblos por el distintivo característico de su observancia, a no ser que cualquiera de ellos pase a Cristo. De esta manera deja de ser Caín, y no huye de la presencia de Dios, ni habita en la tierra de Naim, que significa, según se dice, "conmoción".

Contra ese mal se ruega a Dios en el Salterio: No pongas en movimiento mis pies54; que las manos de los pecadores no me muevan55; quienes me atribulaban exultarán, si llego a moverme56; el Señor está a mi derecha, para que no me mueva57, y otros innumerables testimonios. Ese mal lo padecen todos los que se alejan de la presencia de Dios, o sea, de la misericordia de su amor. Por esa razón se dice en cierto salmo: Yo dije en mi abundancia, no me moveré nunca. Pero pon atención a cómo sigue: Señor, en tu voluntad otorgaste poder a mi hermosura, pero apartaste tu rostro y quedé conturbado58. De donde se comprende que toda alma, no por sí misma, sino por participación en la luz de Dios, es hermosa, bella y virtuosa.

Si los maniqueos considerasen y comprendiesen esto, no caerían en blasfemia tan grande, pensando que ellos son la naturaleza y sustancia de Dios. Pero no pueden, precisamente porque no descansan, pues no entienden el sábado del corazón. Si descansaran, como se dijo a Caín, dirigirían hacia sí su pecado, es decir, se los atribuirían a sí mismos, no a no sé qué raza de las tinieblas, y así, con la gracia de Dios, dominarían sobre el mismo pecado. Ahora, en cambio, ellos y todos los que en los diversos errores se muestran contumaces en su resistencia a la verdad y se alejan de la presencia de Dios, como Caín, cual judíos extraviados, habitan en la tierra conmocionada, es decir, en la perturbación carnal contraria al gozo en Dios, esto es, contraria al Edén59, que significa banquete, donde estuvo plantado el paraíso.

Para que la excesiva extensión de mi respuesta no impida lo que pretende esta obra y mi respuesta, seré breve y conciso en los pocos temas, entre los muchos posibles, que vaya tratar.

Figuras del futuro: Enoc, Noé y el arca

14. Dejo de lado aquellas cosas que, aunque sean objeto de una contemplación tanto más grata cuanto más oculto está el lugar de donde se obtiene, exigen un discurso prolijo, porque requieren abundantes pruebas. Dejándolas de lado, repito, ¿a quién no impulsará a buscar y comprender a Cristo en aquellos libros, a quién no moverán a una fe salutífera una larga serie de hechos? Son los siguientes: Enoc, el séptimo hombre a partir de Adán, agradó a Dios y fue trasladado60: anuncio del descanso del séptimo día, al que pasa todo el que, como en el sexto día, se forma con la llegada de Cristo, en la sexta época del mundo.

Noé, con los suyos, se libra gracias al agua y a un madero61: igual que la familia de Cristo se libra por el bautismo de Cristo sellado con la pasión en la cruz.

La misma arca se fabricó de maderos cuadrados: como la Iglesia que se construye de santos, dispuestos siempre para toda obra buena62. En efecto, una cosa cuadrada se mantiene estable en cualquier posición.

Su longitud era de seis veces la anchura y diez veces la altura, según las proporciones del cuerpo humano: muestra que Cristo apareció en cuerpo humano.

Su anchura se extendía a cuarenta codos: como dice el Apóstol: Nuestro corazón se ha ensanchado63. ¿Cómo, sino mediante el amor espiritual? Por eso dice él mismo en otro lugar: El amor de Dios se ha derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado64. Pues Cristo envió su Espíritu, con el que ensanchó los corazones de los creyentes a los cincuenta días de su resurrección65.

Tenía trescientos codos de larga, para que resulten cincuenta veces seis: como la totalidad del tiempo de este mundo se extiende en seis edades, en ninguna de cuales dejó Cristo de ser anunciado. En cinco de ellas fue anunciado por los profetas, en la sexta fue divulgado por el evangelio.

Se levantaba a una altura de treinta codos, número que aparece multiplicado por diez en los trescientos que poseía de longitud: Porque nuestra altura es Cristo que, a la edad de treinta años consagró la doctrina evangélica, atestiguando que él no vino a derogar la ley, sino a darle cumplimiento66. El corazón de la ley se reconoce en los diez preceptos, razón por la que Noé aparece en décimo lugar después de Adán67.

Los maderos del arca estaban embadurnados con pez por dentro y por fuera68: para significar la tolerancia del amor en la trabazón de la unidad, a fin de que la unión fraterna no se resquebraje y se rompa el vínculo de la paz por los escándalos y tentaciones que le llegan a la Iglesia ya de los de dentro ya de los de fuera. Pues la pez es una adhesivo muy inflamable y potente que significa el ardor del amor con gran carga de fortaleza para sostener una sociedad espiritual que todo lo tolera69.

Noé y el arca (continuación)

15. El arca encerraba toda clase de animales: igual que la Iglesia contiene a todos los pueblos, figurados también en aquella bandeja mostrada a Pedro.

Allí había animales puros e impuros70: como en los sacramentos de la Iglesia se hallan buenos y malos.

De los animales puros había siete parejas, y de los impuros dos71: no porque los malos sean menos que los buenos, sino porque los buenos mantienen la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz. La Escritura divina encarece la operación séptupla del Espíritu Santo, a saber: la de sabiduría e inteligencia, la de consejo y fortaleza, la de ciencia, de piedad y temor de Dios72. Por esa razón también el número de cincuenta días que se asocia a la venida del Espíritu Santo, se constituye de una septena de semanas, que hacen cuarenta y nueve, más uno. De aquí que se diga: Esforzándoos por mantener la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz73. En cambio los malos, dispuestos al cisma y en cierto modo divisibles, se representan con el número dos.

El mismo Noé, junto con los suyos, hacía el número octavo: porque la esperanza de nuestra resurrección se manifestó en Cristo, quien resucitó de los muertos al octavo día, es decir, el primero después del sábado. Dicho día es el tercero de su pasión, aunque en la serie de días con que suele computarse la totalidad del tiempo es el octavo y el primero.

Noé y el arca (continuación)

16. El arca, concluida, fue rematada a un codo por encima: como la Iglesia, constituida en unidad, ensalza y lleva a plenitud el cuerpo de Cristo. Razón por la que dice en el evangelio: Quien no recoge conmigo, desparrama74.

Tenía la entrada por un costado: Pues nadie entra en la Iglesia sino es por el sacramento del perdón de los pecados, sacramento que manó del costado abierto de Cristo.

Las partes inferiores del arca eran de dos y tres compartimentos75: igual que la iglesia congrega de todos los pueblos una muchedumbre ya de dos clases, la circuncisión y el prepucio, ya de tres, en referencia a los tres hijos de Noé, cuya descendencia llenó el orbe. Y la razón por la que a dichas partes del arca se las designa como inferiores es que en esta vida terrena hay diversidad de pueblos; en la parte más alta, en cambio, todos están conjuntados en unidad. En ella no se da esta diversidad, puesto que Cristo lo es todo y está en todas las cosas, como consumándonos en la unidad celeste en ese codo que está por encima.

Noé y el arca (continuación)

17. Siete días después de que entrase Noé en el arca sobrevino el diluvio: porque somos bautizados en la esperanza del descanso futuro, simbolizado en el séptimo día.

Fuera del arca fue destruida por el diluvio toda carne que se nutría de la tierra: porque fuera de la sociedad de la Iglesia, el agua del bautismo, aunque sea la misma, no sólo no aporta nada a la salvación, sino que conduce a la perdición.

Llovió durante cuarenta días y cuarenta noches76: porque toda culpa fruto del pecado, que se comete contra los diez preceptos de la ley, se borra en todo el orbe de la tierra, que consta de cuatro partes —pues diez por cuatro son cuarenta— sea que tal culpa deba su origen a la prosperidad —aquí llamada día— o a la adversidad —llamada noche—, mediante el sacramento del bautismo celestial.

Noé y el arca (continuación)

18. Noé tenía quinientos años, cuando le ordenó el Señor que construyera el arca, y seiscientos cuando entró en ella77 —de donde se ve que tardó cien años en su construcción—. ¿Qué otra cosa parecen simbolizar aquí los cien años sino cada una de las épocas del mundo? De aquí que esta sexta época, figurada en el período que va desde los quinientos años cumplidos hasta los seiscientos, construye la Iglesia mediante la manifestación del evangelio. En consecuencia, quien mira por sí con la mirada puesta en la vida, sea como un madero cuadrado, dispuesto a toda obra buena, y entre en el arca sagrada, pues el mes segundo del año seiscientos en que entró Noé en el arca, simboliza la misma época sexta. Pues dos meses concluyen en la cifra sesenta; por otra parte, sesenta, seiscientos, seis mil, sesenta mil y seiscientos mil, sexcentésimo y todas las cifras superiores, que, con el mismo punto referencial, parten de ahí en número indefinido, reciben su nombre del número seis.

Noé y el arca (continuación)

19. La mención del vigésimo séptimo día del mes está ahí para simbolizar la misma cuadratura, ya expuesta al hablar de los maderos cuadrados. Pero aquí de una forma más palmaria, puesto que a nosotros, dispuestos a toda obra buena, es decir, cuadriculados en cierto modo, la Trinidad nos lleva a la perfección en la memoria por la que recordamos a Dios; en la inteligencia por la que le conocemos, y en la voluntad por la que le amamos. En efecto, tres veces tres, multiplicado de nuevo por tres, da por resultado veintisiete, que es el cuadrado del número tres.

El séptimo mes el arca se posó, es decir, descansó78: el simbolismo conduce a aquel descanso semanal. Y como son los perfectos los que descansan, también allí reaparece el número del mencionado cuadrado. En efecto, este misterio se puso de relieve el día vigésimo séptimo del mes segundo. Y se confirmó de nuevo dicho relieve en el día vigésimo séptimo del mes séptimo, cuando el arca descansó. Pues lo que se promete en esperanza, eso mismo se muestra en la realidad. Además, como ese descanso del séptimo día va unido a la resurrección del octavo día —pues ni siquiera la recuperación del cuerpo da fin al descanso que acoge a los santos después de esta vida, sino que más bien introduce en el don de la vida eterna a todo el hombre renovado completamente, una vez adquirida la salud plena e inmortal de espíritu y cuerpo. Y ello, no aún en esperanza, sino ya en la realidad. Como ese descanso del séptimo día va unido, repito, a la resurrección del octavo día, también esto encierra un misterio profundo e insondable en el sacramento de nuestra regeneración, esto es, en el bautismo. El agua subió quince codos por encima de las montañas79: el sacramento trasciende toda la sabiduría de los soberbios. Siete y ocho suman quince. Y como setenta y ochenta reciben sus nombres de siete y ocho respectivamente, sumadas ambas cifras dan los ciento cincuenta días que estuvieron las aguas crecidas, encareciéndonos y confirmándonos la hondura del bautismo, en orden a consagrar al hombre nuevo para que mantenga la fe en el descanso y la resurrección.

Noé y el arca (continuación)

20. Después de cuarenta días se soltó un cuervo que no volvió, o impedido por las aguas, o atraído por algún cadáver flotante. El hecho simboliza que los hombres ennegrecidos al máximo por la suciedad de sus apetitos y, por esto mismo, demasiado centrados en lo que existe fuera, en el mundo, o son rebautizados lo, o son seducidos y retenidos por aquellos a quienes, por estar fuera del arca, es decir, fuera de la Iglesia, el bautismo causó la muerte.

El que la paloma soltada volviese, al no hallar donde posarse, muestra que el Nuevo Testamento no ha prometido a los santos el descanso en este mundo. Fue soltada a los cuarenta días. Dicho número simboliza la vida que llevamos en este mundo. Finalmente, soltada de nuevo a los siete días, figurando aquella operación espiritual septenaria, regresó con un ramo verde de olivo, para simbolizar que algunos, bautizados incluso fuera de la Iglesia, si no les falta la enjundia del amor, pueden ser reconducidos posteriormente, como a la tarde, a la sociedad de la unidad en la boca de la paloma, cual en el ósculo de la paz.

Soltada de nuevo después de otros siete días, ya no regresó80: el hecho simboliza el fin del mundo, momento en que tendrá lugar el descanso de los santos, no todavía en el sacramento de la esperanza, por el que se une en este tiempo a la Iglesia mientras bebe lo que manó del costado de Cristo, sino ya en la plenitud de la salud eterna, cuando sea entregado el reino a Dios Padre81. En aquella luminosa contemplación de la verdad inmutable ya no necesitaremos de ningún signo corporal.

Noé y el arca (continuación)

21. Lleva demasiado tiempo el tocar todo, aunque sea de forma tan breve como lo estoy haciendo. ¿Por qué se retira la cubierta del arca y como que se revela el misterio escondido en el año seiscientos uno de la vida de Noé, es decir, pasados los seiscientos años? ¿Por qué se afirma que la tierra se secó el día veintisiete del mes segundo?82 Como si con el número cincuenta y siete se hubiese acabado ya la necesidad de bautizar. Ese es, en efecto, el día veintisiete del mes segundo; ese número, que surge de la conjunción del espíritu y del cuerpo, contiene siete veces el ocho, con la adición de uno más, para simbolizar la unidad del vínculo.

¿Por qué salen del arca unidos los que habían entrado separados? Se había dicho que al arca habían entrado Noé y sus hijos, su mujer, y las mujeres de sus hijos83. Se mencionan por separado los varones y las mujeres. Porque en el tiempo de este sacramento la carne apetece contra el espíritu y el espíritu contra la carne84. En cambio, salen Noé y su mujer, sus hijos y las mujeres de sus hijos85, mencionando ahora juntos a los varones y a las mujeres, porque al fin del mundo y en la resurrección de los justos, el cuerpo se adherirá con paz absoluta y plena al espíritu, sin que le ofrezca resistencia alguna, indigencia o apetito procedente de la condición mortal.

¿Por qué, aunque en el arca había animales puros e impuros, al salir de ella no se ofrecen a Dios sino los puros?86

Noé y el arca (continuación)

22. ¿Qué significa, finalmente, el hecho de que, cuando Dios hablaba a Noé y, como comenzando de nuevo, le encarecía la figura de la iglesia —pues convenía que fuese simbolizada de múltiples modos—, se bendice su descendencia para que llene la tierra? ¿Qué significa el que se les dé como alimento la totalidad de los animales, igual que se dijo a Pedro en la circunstancia de aquella bandeja: Mata y come?87

Se les manda comerlos una vez desangrados: para que no se mantenga la vida antigua como ahogada en la conciencia, sino que se produzca una como sangría por la confesión.

Dios estableció con los hombres y todo ser viviente el pacto de no destruirlos, el arco iris que aparece entre las nubes88 y que nunca resplandece si no recibe la luz del sol: No perecen en un diluvio, separados de la Iglesia, los que reconocen en los profetas y en todas las Escrituras divinas, como en nubes de Dios, la gloria de Cristo, no la suya. Con todo, para que los adoradores de este sol no se hinchen, sepan que a veces se simboliza a Cristo en el sol, como en el león, el cordero, la piedra, en razón de cierta semejanza, no por identidad de sustancia.

Noé borracho

23. Vengamos al hecho de que Noé, embriagado con el vino producido por la viña que había plantado, se desnudó en su casa89. ¿Quién no ve en él a Cristo que padeció en su pueblo? Entonces se despojó de su carne mortal, escándalo para los judíos, necedad para los griegos, mas para los llamados, judíos o gentiles, cual Sem y Jafet, poder y sabiduría de Dios. Porque la necedad divina es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad de Dios más fuerte que la fortaleza de los hombres90. Por tanto, los dos pueblos figurados en los dos hijos, el mayor y el menor, llevando su manto a la espalda —es decir, el misterio de la pasión ya pasada del Señor— no ven la desnudez de su padre, puesto que no consienten en la muerte de Cristo, y, sin embargo, la respetan al cubrirla, sabiendo de dónde han nacido. En cambio el hijo de en medio, es decir, el pueblo de los judíos —en medio porque ni mantuvo la primacía de los apóstoles ni fue el último que creyó de entre los pueblos— miró la desnudez de su padre, pues consintió en la muerte de Cristo y la anunció a los hermanos de fuera. El manifestó y en cierto modo divulgó lo que estaba oculto en la profecía; en consecuencia se convierte en siervo de sus hermanos. ¿Qué otra cosa es hoy ese pueblo sino una especie de archivero que carga con la ley y los profetas para testimoniar lo que afirma la Iglesia, para que honremos en el símbolo lo que ella anuncia en su realidad?

Sem y Jafet

24. ¿A quién no estimulará, a quién no instruirá o confirmará en la fe, el hecho de que sean bendecidos los dos que honraron la desnudez de su padre, aunque apartándose de ella, como personas a las que desagradó el hecho de la viña criminal? Bendito, dijo, el señor Dios de Sem91. Pues, aunque sea Dios de todos los pueblos, con término que en cierto modo se han apropiado, incluso en los mismos gentiles se habla ya del Dios de Israel. Y ¿a qué se debe eso, sino a la bendición de Jafet? En los pueblos de la gentilidad, la Iglesia ocupó todo el orbe de la tierra. Esto, exactamente esto, es lo que se anunciaba cuando se decía: Llene de regocijo Dios a Jafet y habite en las casas de Sem92. Ved, maniqueos, ved. Mirad que en vuestra presencia está el orbe de la tierra. Eso os llena de estupor, eso lamentáis en nuestra gente: que Dios alegra a Jafet. Ved si no habita en las casas de Sem, es decir, en las Iglesias, que levantaron los apóstoles, hijos de los profetas. Oíd lo que dice Pablo a los pueblos ya creyentes: Vosotros, dice, que vivíais en aquel tiempo lejos de Cristo, excluidos de la ciudadanía de Israel, y extraños a las alianzas y a la promesa, sin esperanza y sin Dios en este mundo93. Con estas palabras muestra que aún no habitaba Jafet en las casas de Sem. Pero considerad cómo concluye poco después. Dice: Así, pues, ya no sois peregrinos e inquilinos, sino que sois conciudadanos de los santos y familiares de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la gran piedra angular Cristo mismo94.

Mirad cómo se extiende Jafet y habita en las casas de Sem. Y, sin embargo, tenéis, leéis y anunciáis las cartas de los apóstoles que contienen todas estas cosas. ¿Qué lugar os asignaría yo a vosotros, sino el lugar maldito del medio, para el que Cristo no es la piedra angular? Pues no os reconocemos ni en la pared, que, proveniente de la circuncisión, creyó en Cristo, a la que pertenecían también los apóstoles, ni en ésta, procedente del prepucio, a la que pertenecen todos los que desde los restantes pueblos concurren a la misma unidad de la fe como a la paz en el ángulo. Igualmente, todos los que aceptan y leen cualesquiera libros de nuestro canon, donde se muestra que Cristo nació y padeció como mortal, pero no cubren respetuosamente, asociándose al misterio de la unidad, esa mortalidad descubierta en la pasión, sino que, sin la ciencia de la piedad y del amor, descubren a los cuatro vientos eso de donde hemos nacido, aunque estén en desacuerdo entre sí, los judíos respecto de los herejes y unos herejes respecto de otros, por su misma condición de siervos, son útiles a la Iglesia para atestiguar o probar algo.

En efecto, hasta de los herejes se dijo: Conviene que haya herejías, para que se ponga de manifiesto quiénes son de probada virtud entre vosotros95. Id, pues, y soltad el rosario de reproches contra los Escritos sagrados antiguos; obrad así, siervos de Cam; id vosotros a quien os pareció vil la carne desnuda de la que habéis nacido. Pues ni habría posibilidad alguna de poder llamaros cristianos, si no hubiese venido al mundo Cristo, como anunciaron los profetas; si no hubiese bebido aquel cáliz que le propinó su viña, cáliz que no pudo pasar; si no hubiese dormido en su pasión, como en la embriaguez de la necedad que es más sabia que la sabiduría de los hombres, y de esta manera se descubriese la debilidad de la carne mortal, más fuerte que la fortaleza de los hombres, por oculto consejo de Dios. Si la Palabra de Dios no la hubiese asumido no existiría en absoluto en la tierra el nombre cristiano del que también vosotros os gloriáis.

Obrad así, como dije; descubrid sin respeto lo que nosotros honraremos respetuosamente. Que la Iglesia se sirva de vosotros como de esclavos a su servicio para que queden al descubierto quiénes en ella son auténticos. Hasta tal punto no callaron los profetas nada de lo que ella había de tener o padecer, que hasta os hallamos a vosotros allí, en vuestros lugares, como fatuidad perniciosa que captura a los réprobos, pero útil para descubrir quiénes son auténticos.

Abrahán e Isaac

25. Afirmáis que no predijeron a Cristo los profetas israelitas. Ahora bien, la totalidad de sus escritos hacen guardia para proclamároslo, si prefirieseis leerlos con piedad antes que criticarlos con ligereza. ¿Qué otro salió, en la persona de Abrahán, de su tierra y de su parentela, hasta enriquecerse en un país extranjero96, sino quien, abandonada la tierra y la parentela de los judíos, en la que nació según la carne, tiene tanto poder y destaca tanto entre los gentiles, como estamos viendo? ¿Qué otro llevaba, en la persona de Isaac, la leña para el propio sacrificio97, sino quien llevó personalmente la cruz en que iba a padecer? ¿Qué otro cordero, destinado al sacrificio, se hallaba trabado por los cuernos en una zarza, sino quien fue clavado en el patíbulo de la cruz en ofrenda por nosotros?

Jacob

26. ¿Qué otro luchó, en la persona de un ángel, con Jacob, cuando el más débil y vencido bendijo al vencedor que, como más fuerte, había prevalecido sobre él, de una parte, y, de otra, le vuelve cojo el muslo98, sino quien, soportando que prevaleciera sobre sí, bendijo al pueblo de Israel en la persona de algunos que creyeron? El muslo de Jacob se volvió cojo en la muchedumbre del pueblo carnal.

¿Qué otra piedra, puesta junto a la cabeza de Jacob, para expresarlo en cierto modo nominalmente, fue también ungida, sino Cristo, cabeza de! varón? ¿Quién no sabe que a Cristo se le llama así por su unción? El mismo menciona esto mismo en el evangelio y testimonia a todas luces que se refería a él cuando llamó verdadero israelita a cierto Natanael, en quien no había engaño; y cuando éste, teniéndole a él como piedra junto a su cabeza, confesó que era el hijo de Dios y el rey de Israel —ungiendo en cierto modo la piedra con esta confesión, es decir, confesando que era el Cristo—, entonces, de forma oportuna, el Señor hizo mención también que entonces había visto a Jacob, quien, en virtud de la bendición, recibió el nombre de Israel. Dice: En verdad os digo que veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el hijo del hombre99. Esto había visto Israel, cuando tenía aquella piedra junto a su cabeza: escaleras que llegaban de la tierra al cielo por las que subían y bajaban los ángeles de Dios100. En dichas escaleras están simbolizados los predicadores que anuncian la buena noticia de Cristo. En efecto, suben cuando sobrepasan toda criatura para comprender su supereminentísima divinidad, para hallarlo desde el principio como el Dios junto a Dios que hizo todas las cosas101; bajan, por el contrario, para hallarlo nacido de mujer, nacido bajo la ley, para redimir a los que estaban bajo la ley102. En él, pues, se halla esa escalera que va de la tierra al cielo, de la carne hasta el espíritu, porque, en él, los carnales se vuelven espirituales al progresar, como si subiesen. Para nutrir con leche a estos carnales, incluso los espirituales descienden en cierto modo, cuando no les pueden hablar como a espirituales, sino como a carnales103. Este es el modo como se sube y se baja sobre el hijo del hombre. Pues el hijo del hombre está arriba en nuestra cabeza que es el Salvador mismo, y el hijo del hombre está también abajo, en su cuerpo que es la Iglesia. Entendemos que él es también la escalera, puesto que dijo: Yo soy el camino104. Se sube a él, para comprenderlo en las Iglesias; se baja a él para nutrir a aquellos que entre sus miembros son párvulos. Por él se sube y se baja.

Siguiendo su ejemplo, los que le anuncian no sólo se elevan, para contemplarle en su sublimidad, sino que también se abajan, para anunciarle con sencillez. Ved como sube el Apóstol: Si hemos perdido el juicio, dice, ha sido por Dios. Ved también cómo baja: Si nos mostramos sensatos, es por vosotros. Indique también a través de quien sube y baja. Dice: El amor de Cristo nos apremia al considerar que uno murió por todos, y, en consecuencia, todos están muertos. Y él murió por todos a fin de que los que viven ya no vivan para sí, sino para quien murió y resucitó por ellos105.

Cristo se hace presente en la totalidad de las escrituras

27. Quien no encuentra agrado en estos santos espectáculos presentes en las sagradas Escrituras, al no soportar la sana doctrina, se vuelve a las fábulas. También dichas fábulas solicitan con cierta variedad de placeres a las almas aún infantiles, independientemente de la edad de su cuerpo. Pero nosotros, que ya somos cuerpo de Cristo, reconozcamos en el salmo nuestra voz y digámosle: Los malvados me contaron sus placeres, pero no son como los de tu ley, Señor106. Cristo me sale al encuentro de forma manifiesta o de forma oculta y me reconforta en mi recorrido por la totalidad de aquellos Libros y aquellas Escrituras, jadeante como estoy por la fatiga de la condena humana. El mismo inflama también mi deseo ante alguna dificultad en hallarle, a fin de que devore con avidez mi hallazgo y lo retenga saludablemente escondido en mi interior.

Cristo se insinúa en José y en la vara de Moisés

28. El mismo se me insinúa en José, quien, tras ser perseguido y vendido por los hermanos, después de muchas fatigas, alcanza honores en Egipto107. Hemos conocido las fatigas de Cristo en el orbe de la tierra, figurado en Egipto, en los múltiples sufrimientos de los mártires. Y ahora contemplamos en el mismo orbe de la tierra el honor obtenido por Cristo, que somete todo a sí, erogando su trigo.

El mismo se me insinúa en la vara de Moisés que, convertida en serpiente al caer al suelo, prefiguró la muerte originada por la serpiente. Pero más tarde —y esto es lo que significa la cola tomada de nuevo108—, al final, cumplido ya todo mediante la resurrección, vuelve a lo que había sido, donde, restaurada la vida y destruida la muerte, no aparece nada de la serpiente. También nosotros, cuerpo suyo, somos zarandeados en la misma mortalidad por la fugacidad del tiempo, pero al final de todo, como cogiendo la cola del tiempo con la mano, es decir, con el poder de juzgar, para que no se deslice, seremos restaurados y, una vez desaparecido el último enemigo, la muerte, tras la resurrección109, seremos la vara del reino en la derecha de Dios.

... en la roca, la nube, la columna...

29. Ya no me ocupo yo de la salida de Egipto; hable más bien el Apóstol: No quiero que ignoréis, hermanos, que todos nuestros padres estuvieron bajo la nube, todos atravesaron el mar, todos fueron bautizados en Moisés por la nube y el mar, todos comieron el mismo alimento espiritual y todos bebieron la misma bebida espiritual. Bebían, en efecto, de la roca espiritual que les seguía, y la roca era Cristo110. Exponiendo un punto abrió el camino a la comprensión de todo lo demás. Si Cristo es la roca por su firmeza, ¿por qué no es Cristo también el maná en cuanto pan vivo que ha bajado del cielo?111 Quienes se alimentan de él tienen vida espiritual, pues quienes recibieron de forma carnal la figura antigua han muerto.

Mas cuando el Apóstol dice: Comieron el mismo alimento espiritual, mostró que también hay que entender que éste se encuentra en su realidad espiritual en Cristo, igual que, al decir: y la roca era Cristo, nos descubrió por qué habló de bebida espiritual. Así aclarado esto, todo lo demás se volvió luz.

¿Por qué no va a ser Cristo también la nube y la columna, ya que es recto, es firme y es sostén de nuestra debilidad, que luce de noche, pero no de día, para que los que no ven, vean, y los que ven, se vuelvan ciegos?112 Se tiñe de color sangre el mar rojo: el bautismo de Cristo consagrado con la sangre de Cristo. Mueren los enemigos que les persiguen por la espalda: los pecados de la vida pasada.

El desierto

30. El pueblo es llevado por el desierto113: todos los bautizados que aún no gozan de la patria prometida, pero que esperan y esperan con paciencia lo que no ven114, se hallan como en el desierto. Y en él sufren arduas y peligrosas pruebas, para no volver con el corazón a Egipto. Peroni allí los abandona Cristo, pues aquella columna tampoco se retira115. Hasta las aguas amargas se vuelven dulces, puesto que los pueblos enemigos, una vez lleno de honor el signo de la cruz de Cristo, se amansan. Las doce fuentes que riegan las setenta palmeras116 prefiguran la gracia apostólica que riega a los pueblos en el número siete multiplicado por diez, para que cumplan el decálogo de la ley, gracias al don septiforme del Espíritu. El enemigo que tramaba cerrar el camino es vencido con el signo de la cruz: Moisés con las manos extendidas. Las mordeduras mortales de las serpientes se curan con sólo levantar y mirar a la serpiente de bronce. Esto lo aclaran las mismas palabras del Señor al decir: Como Moisés levantó en el desierto a la serpiente) así conviene que sea levantado el hijo del hombre, para que todo el que crea en él, no perezca, sino que tenga la vida eterna117. ¿Acaso estos hechos no están gritando? ¿Tan grande es la sordera de los corazones pétreos?

Se celebra la pascua cuando se mata al cordero: se da muerte a Cristo, de quien se dice en el evangelio: He aquí el cordero de Dios; he aquí el que quita el pecado del mundo118. A los que celebran la pascua se les prohíbe romperle los huesos: en la cruz no se quiebran los huesos del Señor. El evangelista testimonia que por eso se dijo: No le quebraréis ni un hueso119. Se tiñen de sangre las jambas de las puertas, para alejar la muerte120: los pueblos son signados en su frente con la señal de la pasión del Señor, como tutela de salvación. A los cincuenta días de celebrada la pascua121 se otorga allí la ley: el Espíritu Santo llega a los cincuenta días después de la pasión del Señor122. Se afirma allí que la ley fue escrita con el dedo del Señor123: dice el Señor, refiriéndose al Espíritu Santo: Yo expulso los demonios con el dedo de Dios124.

¡Y todavía grita Fausto, hombre con los ojos cerrados, que no halló nada en aquellos escritos que tenga algo que ver con el anuncio de Cristo! ¿Qué tiene de extraño que tenga ojos para leer, pero no corazón para entender quien, puesto ante la puerta cerrada del arcano divino, no llama con la fe piadosa, sino que insulta con la impiedad engreída? Sea en verdad así, acontezca así, pues es justo. Ciérrese a los soberbios la puerta de la salvación, venga el manso a quien el Señor muestra sus caminos125. Vea también en aquellos libros estas cosas y otras, o todas, o algunas, como las que ha de creer que se dan en todos.

Ingreso en la tierra prometida

31. Vea a Jesús introduciendo al pueblo en la tierra de promisión126. N o fue pura casualidad que no se le llamase así desde el comienzo, sino que en fidelidad al plan, cambiado el nombre, pasase a llamarse Jesús. Vea el racimo de uvas de la tierra de promisión colgado de un madero127. Vea en Jericó, cual si fuera este mundo perecedero, que una meretriz —de las que dice el Señor que precederán a los soberbios en el reino de los cielos128—, sacando por la ventana de su casa, cual si fuese la boca de su cuerpo, una cinta de hilo escarlata129 —sin duda, señal de sangre, referida a la remisión de los pecados—, hace la confesión que la salva.

Vea que las murallas de la misma ciudad, cual defensas de este mundo perecedero, después que el arca de la alianza dio siete vueltas en derredor suyo, se desmoronaron, de igual manera a como ahora, en el repetirse de siete días, expresión del paso del tiempo, la alianza de Dios da vueltas a todo el orbe de la tierra, para que al final de los tiempos sea destruida la muerte, la última enemiga130, y sea liberada de la perdición, que afectará a los impíos, una única casa, cual la única Iglesia, purificada de la torpeza de la fornicación a través de la ventana de la confesión en la sangre de la remisión.

Los jueces

32. Considere primero las épocas de los jueces y luego las de los reyes, igual que primero tendrá lugar el juicio y luego el reino. En las mismas épocas de los jueces y de los reinos están figurados Cristo y la Iglesia una y otra vez, de múltiples y variadas maneras. ¿Quién estaba en Sansón dando muerte al león que le salió al paso, cuando se dirigía a un país extranjero a pedir esposa131, sino el que, pensando en llamar a la Iglesia de entre los pueblos gentiles, dijo: Alegraos, porque yo he vencido al mundo?132 ¿Qué simboliza el panal de miel que llenaba la boca del león muerto133 sino el hecho de que vemos que leyes terrenas del reino terreno que habían bramado antes contra Cristo, ahora, perdida ya la fiereza, ofrecen defensa a la dulzura de predicar el evangelio? ¿Qué simboliza aquella mujer llena de osadía que atravesó con una estaca las sienes del enemigo134, sino la fe de la Iglesia que destruye los reinos del diablo con la cruz de Cristo? ¿Qué el vellón mojado en la era seca y luego la era mojada con el vellón seco135, sino en primer lugar la única nación hebrea que tenía oculto en sus santos el misterio de Dios que es Cristo, misterio del que el orbe entero estaba privado? Ahora, en cambio, una vez manifestado, lo tiene todo el orbe, mientras aquella nación se halla privada de él.

Los reyes

33. ¿Qué decir ya de la época de los reyes, para mencionar también algo de ella? ¿Acaso el cambio en el sacerdocio que pasó del reprobado Helí a Samuel136, y el cambio de reinado, del réprobo Saúl a David137, no anuncia por anticipado un nuevo sacerdocio y un nuevo reino, que había de hacerse realidad en nuestro Señor Jesucristo, después de reprobado el antiguo, que era sombra del futuro? Cuando David comió los panes de la proposición, que sólo era lícito comer a los sacerdotes138, ¿no figuró que iban a darse en una única persona, esto es, en el único Jesucristo, el reino y el sacerdocio? El hecho de que se separaron del templo diez tribus y quedaron dos139, ¿no índica con suficiencia lo que dice el Apóstol del pueblo entero: Un resto se ha salvado por elección gratuita?

Elías

34. En tiempo de hambre, alimentan a Elías unos cuervos que por la mañana le llevan pan y por la tarde carne140. Los maniqueos tampoco perciben en aquellos libros a Cristo, a quien, por tener en cierto modo hambre de nuestra salvación, confiesan los pecadores la fe que posee ahora las primicias del Espíritu, y al final, como en la tarde del mundo, la resurrección de la carne. Se envía a Elías para que lo alimente una viuda extranjera, que pretendía recoger dos palos antes de morir141: no sólo la mención de los palos, sino también su número, apuntan aquí a la señal de la cruz. Se bendice su harina y su aceite: el fruto y la alegría del amor, que cuando se dona no mengua, pues Dios ama a quien da con alegría142.

Eliseo

35. Las fieras comen a los niños que insultaban a Eliseo gritando: ¡Calvo, calvo!143: los que con pueril necedad se mofan de Cristo, crucificado en el calvario, perecen poseídos por los demonios. Eliseo envía por su siervo su bastón, lo pone sobre el muerto y éste no vuelve a la vida; viene él mismo, se une a él, se adapta a su muerte y revive144: la Palabra de Dios envía la ley por su siervo y de ningún provecho fue al género humano que estaba muerto. Ley que, no obstante, no fue enviada sin motivo. En efecto, la envió quien sabía que antes tenía que venir ella. Vino él personalmente, se asemejó a nosotros, haciéndose partícipe de nuestra muerte, y fuimos vivificados.

Cuando cortaban los árboles con el hacha, se soltó el hierro del mango de palo y cayó a lo profundo del río, y luego, saliendo a flote, se unió al palo que había arrojado Eliseo145: de idéntica manera, cuando la presencia de Cristo, actuada por su cuerpo, cortaba a los impíos judíos, como a árboles sin fruto —pues de él había dicho Juan: Ved que ya el hacha está puesta a la raíz del árbol146—, al sufrir la pasión, retiró de ellos su cuerpo, descendiendo al abismo del infierno, el cual cuerpo, puesto luego en la sepultura, resucitó, como retornando a su mango, al volver el espíritu. Los lectores saben cuántas cosas paso por alto, forzado por la necesidad de ser breve.

Exilio en Babilonia

36. Pasemos ya a la misma trasmigración a Babilonia, a donde el Espíritu de Dios, por mediación del profeta Jeremías, manda que vayan; que oren por aquellos a cuyo reino se dirigen como forasteros, porque la paz de ellos sería también su propia paz; que levanten casas, planten viñas y cultiven huertos. ¿Quién no conoce lo que simboliza, si advierte que los verdaderos israelitas en quienes no hay engaño147, gracias al ministerio de los apóstoles, emigraron al reino de los gentiles con el misterio evangélico? Por eso el Apóstol, como haciendo eco a las palabras de Jeremías, nos dice: Ante todo quiero que se eleven plegarias, actos de adoración, súplicas, acciones de gracias en favor de todos los hombres, de los reyes y de quienes están constituidos en dignidad, para que podamos llevar una vida apacible y tranquila con toda piedad y amor. Esto es bueno y agradable a Dios nuestro Salvador que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad148.

A partir de entonces, una vez que creyeron también ellos, se levantaron las casas de la paz: las basílicas para las comunidades cristianas; se plantaron viñas: los pueblos fieles; se cultivaron huertos, en los que, entre otras hortalizas, reina aquel grano de mostaza, a cuya sombra, que se alarga a lo largo y a lo ancho, se refugia y halla descanso la altiva soberbia de los gentiles cual aves del cielo149.

En efecto, el hecho de que, conforme a la profecía del mismo Jeremías se regrese de la cautividad y se reconstruya el templo150, ¿qué fiel hay que no entienda que, tras el paso del tiempo, que transcurre en el repetirse del ciclo de siete días, también nosotros, es decir, la Iglesia de Dios, hemos de regresar a aquella Jerusalén celestial desde la peregrinación de este mundo? ¿Por mediación de quién, sino de Jesucristo, verdadero gran Sacerdote, de quien era figura aquel Jesús, gran sacerdote en la época en que se edificó el templo, después de la cautividad? ¿A quién vio el profeta Zacarías vestido con ropas sucias y sujeto al diablo que estaba allí en pie para acusarle, y a quien, tras quitarle las ropas sucias, lo revistieron de honor y gloria?151 Es lo que acontece al cuerpo de Jesucristo, la Iglesia, a la que una vez vencido el enemigo en el juicio del final de los tiempos, se la hace pasar del llanto propio del peregrino a la gloria de la salvación eterna. Esto se canta a todas luces en el salmo para la dedicación de una casa: Convertiste mi luto en gozo, rompiste mi saco y me ceñiste de alegría, para que te cante a ti como a mi gloria y no me sienta compungido152.

Imposibilidad de especificar todo

37. ¿Quién, en una obra que no trata directamente el tema, es capaz de sintetizar, por mucho que abrevie, todo lo que en los libros antiguos de la ley y los profetas anuncia en lenguaje figurado a Cristo? A no ser que alguien piense que sólo un derroche de ingenio logra convertir, mediante una interpretación particular, en figuras de Cristo lo que aconteció en su momento según el orden de las cosas. Quizá lo puedan decir los judíos o los paganos; mas a los que pretenden que se les considere como cristianos, les oprime la cerviz la autoridad del Apóstol que dice: Todo esto les acontecía en figura; todas estas cosas eran figura para nosotros153. Pues si en dos hombres nacidos, Ismael e Isaac, están figuradas las dos alianzas154, ¿qué ha de creerse de tantos hechos acontecidos fuera de todo uso natural y de toda necesidad en función de algo? ¿No simbolizan nada? Si alguno de nosotros, que ignoramos las letras hebreas, es decir, los mismos caracteres que expresan los sonidos, las viera escritas sobre una pared en algún lugar destacado, ¿quién sería tan insensato, que pensase que la pared estaba pintada de esa manera? ¿No pensaría más bien que había algo escrito, hasta no dudar de que aquellos rasgos tenían algún significado, aunque no supiera leerlos? De igual modo quien no haya leído antes con intención torcida todo lo que está escrito en el viejo instrumento de las Sagradas Escrituras, es preciso que se sienta forzado a no dudar de que con ello se significa algo.

Ejemplos

38. Un ejemplo: Si convenía crear a la mujer como ayuda para el varón, ¿acaso obligaba alguna necesidad o aconsejaba alguna utilidad a sacarla del costado de varón mientras dormía?155 Si era necesario fabricar un arca para librarse del diluvio, ¿qué necesidad había de construirla con unas medidas determinadas o con aquellas precisas, o incluso de ponerlas por escrito para la posteridad con un fin religioso? Si, para salvar las especies, convenía incluir dentro del arca a los animales, ¿qué necesidad exigía el número preciso de siete parejas de los puros y dos de los impuros? La necesidad obligaba a introducirlos en el arca, pero ¿qué obligaba a hacerla en un costado o a confiarlo a la posteridad por escrito?156

Se manda a Abrahán que inmole a su hijo. Admitamos que se le mandó para que quedase constancia a la posteridad de su obediencia, acrisolada en prueba semejante. Admitamos también que era conveniente que cargase con la leña el hijo, para que no tuviera que llevarla el padre, ya anciano; que luego no se le permitiera herir al hijo, para no herirse a sí mismo con tan dura pérdida. ¿Acaso hubiese vuelto Abrahán menos probado aunque no hubiese derramado sangre alguna? O, en el caso de que fuese necesario completar el sacrificio, ¿por ventura también contribuía a aumentar la víctima la aparición de aquel carnero trabado por los cuernos a la zarza?157 De este modo, cuando se consideran todas las cosas y se hallan relacionadas las, en cierto modo, superfluas con las necesarias, se convierten para el alma humana, es decir, para el alma racional, primero en una advertencia de que son signo de algo, y luego de que ha de buscar eso que significan.

El caso de Filón

39. Y así, hasta los judíos, que se niegan a admitir que se haya predicho a Cristo, cuya pasión nosotros hemos reconocido y de la que ellos se mofan, en las figuras que se dan tanto en los relatos como en las acciones, se ven obligados a decirnos qué significaban. Si no conceden que tienen algún significado, no logran defender los libros de autoridad divina de la acusación ignominiosa de ser fábulas sin sentido.

Así lo vio un cierto Filón, varón muy instruido en las artes liberales, uno de aquellos cuya elocuencia los griegos no dudan en comparar con la de Platón. El intentó interpretar algunas cosas, no en referencia a Cristo en quien no había creído, sino para que de su obra apareciera mejor la diferencia que hay entre referir todo a Cristo, por quien verdaderamente se escribieron de esa manera, y perseguir fuera de él ciertas conjeturas con alguna agudeza mental, y la fuerza que tienen las palabras del Apóstol: Cuando pases al Señor, se te quitará el velo158.

Vaya mencionar algo de dicho Filón. Queriendo que se entendiera que el arca del diluvio había sido fabricada según las proporciones del cuerpo humano, en su comentario se refería a sus partes como a miembros. Atendiendo con suma habilidad a las reglas de los números, le venían a la mente, sin estridencias, todas las cosas, que nada impedía entenderlas de Cristo, puesto que aquel Salvador del género humano apareció también en el cuerpo humano, pero no forzaban a ello, porque el cuerpo humano es ciertamente también el de los demás hombres. Mas cuando llegó a la puerta abierta en el costado del arca, fracasó toda conjetura del ingenio humano. Con todo, para decir algo, se atrevió a creer, a decir y a escribir que aquella puerta simbolizaba las partes inferiores del cuerpo humano por las que se expelen la orina y las heces. Nada tiene de extraño que haya errado de tal manera al no haber descubierto lo que significaba la puerta. Si hubiese pasado a Cristo, tras habérsele quitado el velo, hubiese hallado allí los sacramentos de la iglesia que manaban del costado de aquel hombre159. En efecto, dado que se predijo que serán dos en una sola carne160, por esa razón incluso en la misma arca, ciertas cosas hay que referirlas a Cristo y otras a la Iglesia, es decir, al Cristo total. Y así también en las restantes interpretaciones de las figuras de la totalidad del texto de las Sagradas Escrituras, es posible considerar y comparar el significado que les dan quienes ven en ellos a Cristo y quienes, fuera de Cristo, intentan desviarlos en cualquier otra dirección.

También los paganos

40. Ni siquiera los paganos nos importunan a este respecto. Ni se atreven a oponerse a que interpretemos, refiriéndolos a Cristo, tanto los dichos como los hechos figurados, sobre todo porque lo que entendemos que se anunció de antemano, lo demostramos cumplido. Pues ellos mismos, para encarecer de alguna manera sus propias fábulas, al interpretarlas, intentan referirlas a no sé qué elementos naturales o religiosos, esto es, a no sé qué razones naturales o divinas. En parte apuntándolas bastante bien, y en parte encubriéndolas. Y todo, mientras convierten en objeto de mofa en los teatros lo que veneran en los templos, demasiado libres en las torpezas, y demasiado esclavos en la superstición.

Lo anunciado se cumplió

41. En cambio, quien nos diga a nosotros que algunas cosas no han sido realizadas o escritas para que se advierta en ellas a Cristo, exceptuada esa tan gran concordancia de realidades preanunciadas y ahora cumplidas, se verá herido por otros claros vaticinios proféticos, como aquel: En tu descendencia serán bendecidos todos los pueblos161. Esto se dijo a Abrahán, a Isaac y a Jacob. Por eso no se dice sin razón: Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob162, el que ha de hacer realidad, con la bendición de todos los pueblos, lo que prometió a Abrahán que saldría de su descendencia. Y tampoco sin motivo el mismo Abrahán, cuando su siervo le hizo el juramento, le mandó poner su mano bajo su fémur163, sabiendo que de allí había de venir la carne de Cristo en quien ahora no anunciamos que están bendecidos todos los pueblos, sino que vemos hecho realidad lo que entonces se anunció.

El testamento de Jacob

42. Quisiera saber, más aún, me sería mejor desconocer con qué ceguera de mente leyó Fausto el texto en que Jacob llamó a sus hijos y les dijo: Reuníos para que os anuncie lo que os va a acontecer en los últimos días; reuníos y escuchad, hijos de Jacob; escuchad, Israel, a vuestro padre164. Aquí nadie duda de que estas palabras son claramente de un profeta. Escuchemos, pues, qué dice a su hijo Judá, de cuya tribu procede Cristo, nacido según la carne del linaje de David165, según lo atestigua la enseñanza apostólica. Dice: Judá, alábente tus hermanos; tus manos caerán sobre las espaldas de tus enemigos, los hijos de tu padre te adorarán. Judá es cachorro de león, hijo mío por generación, ascendiste tumbado, dormiste como un león y como un cachorro de león. ¿Quién le despertará? No faltará un príncipe de Judá ni un jefe de su fémur, hasta que llegue lo que lo que está reservado para él. El es la esperanza de los gentiles, que ata a la vid su borriquillo y con el cilicio al pollino de su asna. Lavará en el vino su vestido y en sangre de uvas su ropa exterior. Sus ojos chispearán a causa del vino y sus dientes serán más blancos que la leche166.

Todo esto sería falso, todo sería oscuro, si no hubiera resplandecido con toda claridad en Cristo. Es decir, si no le alabaran los hermanos, sus apóstoles y todos sus coherederos, que no buscan su gloria personal, sino la de él. Si no estuvieran sus manos sobre las espaldas de sus enemigos. Si, mientras aumentan todos los pueblos cristianos, no se abatieran y se inclinaran hacia la tierra todos los que aún se le oponen. Si no le adoraron los hijos de Jacob en el resto salvado por elección gratuita. Si no es él el cachorro de león, puesto que al nacer se hizo pequeño —por eso se añadió: hijo mío por generación; en efecto, se indicó la razón por la que es el cachorro en cuya alabanza está escrito en otro lugar: cachorro de león más fuerte que los jumentos167, esto es, incluso siendo pequeño es más fuerte que los mayores—. Si no subió a la cruz tumbado, cuando inclinando la cabeza entregó su espíritu. Si no durmió como un león, puesto que ni siquiera en la muerte fue vencido, sino que venció él, y como cachorro de león —la muerte va ligada a su nacimiento—. Si no le resucitó de entre los muertos aquel a quien ningún hombre ha visto ni puede ver168 —al decir Quién le despertará se indicó con suficiencia la alusión a un desconocido—. Si faltó un príncipe de Judá y un jefe de su fémur, hasta que llegase en el momento oportuno las promesas que estaban puestas en él.

Hay escritos históricos, absolutamente verídicos, de los mismos judíos, por los que se muestra que el primer rey extranjero del pueblo judío fue Herodes y que en esa misma época nació Cristo169. En consecuencia, no faltó rey del linaje de Judá hasta que llegó lo que estaba reservado para él. Mas, dado que lo prometido no fue de provecho únicamente para los judíos, mira cómo sigue: El es la esperanza de los gentiles; él ató a la vid su borriquillo, es decir, su pueblo en el cilicio, al anunciar y gritar: Haced penitencia, pues se ha acercado el reino de los cielos170. Y reconocemos al pueblo de los gentiles a él sometido y comparado al pollino de asna, sobre el que también se sentó conduciéndole a Jerusalén171, esto es, a la visión de la paz, enseñando a los mansos sus caminos.

Si no lava en el vino su vestido: esa es la iglesia gloriosa, que se muestra a sí misma sin mancha ni arruga172. A ella se le dice por medio del profeta Isaías: Aunque vuestros pecados sean como la grana, los dejaré blancos como la nieve173. ¿Cómo, sino por haberle perdonado los pecados? ¿En qué vino, sino en aquel del que se dice que será derramado por muchos para el perdón de los pecados?174 Pues él es aquel racimo de uvas, colgado de un palo175. Por eso mira también lo que añade aquí: en la sangre de la uva su ropa exterior176. Que sus ojos chispean por el vino lo conocen aquellos miembros de su cuerpo a quienes se les ha concedido contemplar la luz eterna de la sabiduría, gracias a una cierta embriaguez santa de una mente enajenada de las huidizas y rastreras realidades temporales. A propósito de lo cual recordamos algo poco antes, al decir Pablo: Si hemos perdido el juicio, fue por Dios. Estos son los ojos chispeantes por el vino. Con todo, como sigue: Si nos mostramos sensatos es en atención a vosotros177. No se abandona a los párvulos que aún han de ser nutridos con leche178, puesto que también aquí sigue: y sus dientes son más blancos que la leche.

Isaías y los salmos

43. ¿Qué respondéis a esto, dementes? Todo es tan manifiesto que excluyen en su totalidad no digo ya las calumnias de la contradicción, sino incluso toda niebla de duda. Buscad eso ante todo en aquellos libros, creed ante todo tales cosas. Yo no puedo traerlas todas a colación, porque sería demasiado; ni siquiera a muchas, porque sería largo; ni quisiera traer sólo unas pocas, no sea que los que no las leen crean que son las únicas, y para que el lector fiel y esmerado, si halla muchas otras y mucho más claras, no me reproche el haber puesto precisamente esas que a mí me pudieron salir al encuentro. Hallaréis, en efecto, muchos que no necesitarán en absoluto ni siquiera de una advertencia como la que acabo de hacer referida a las palabras de Jacob. En efecto, ¿quién buscará a alguien que se lo exponga, cuando lea: Como una oveja fue llevado al sacrificio? Dígase lo mismo de todo lo demás que con abundancia y claridad se dice allí: Porque con su enfermedad fuimos sanados, puesto que él cargó con nuestros pecados179. ¿Quién no piensa que está como cantando el evangelio: Traspasaron mis manos y mis pies, contaron todos mis huesos; ellos centraron su atención en mí y me miraron; repartieron mis vestidos y sobre mis vestidos echaron suertes?180 ¿Quién, a no ser que sea demasiado ciego, no ve que ya se cumple esto: Se acordarán y se convertirán al Señor todos los confines de la tierra, y adorarán ante su presencia todos los pueblos gentiles?181 ¿Qué significa aquello del evangelio: Triste está mi alma hasta la muerte182, y: Ahora mi alma está turbada?183 ¿No se oyó antes en el salmo: Dormí turbado?184 ¿Ya qué se debió que durmiera? ¿De quiénes eran las voces que gritaban: Crucifícale, crucifícale?185 ¿No lo proclama también el salmo a continuación al decir: los hijos de los hombres, sus dientes eran armas y flechas, y su lengua una espada afilada?186 ¿Qué hicieron, en qué dañaron a quien iba a resucitar, a subir a los cielos y tomar posesión de todo el orbe de la tierra con la gloria de su nombre? Considera si éste salmo calló con anterioridad; pues continúa así: Levántate sobre los cielos, oh Dios, y manifiéstese tu gloria sobre toda la tierra187. ¿Quién dudó alguna vez de que se dijo de Cristo: El Señor me dijo: Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy; pídemelo y te daré los pueblos como herencia y los confines de la tierra como posesión tuya?188 ¿Qué otro está permitido ver allí donde Jeremías habla sin duda de la sabiduría: La otorgó a Jacob, su hijo y a Israel su elegido; después de esto fue visto en la tierra y conversó con los hombres?189

Daniel

44. ¿Quién no reconoce al mismo Salvador en Daniel, cuando el hijo del hombre es presentado al anciano de días y recibe el reino sin fin, para que le sirvan todos los pueblos?190 Si respecto al texto, tomado de la profecía del mismo Daniel, que citó el Señor: Cuando veáis la abominación de la desolación (anunciada por Daniel) erigida en el Lugar santo, quien lee, que entienda191, computado el tiempo, se considera también el número de semanas, se descubre no sólo a Cristo, sino también la época en que convino que él viniera a sufrir la pasión. Aunque, incluso sin el cómputo del tiempo, con el simple manifestarse de los hechos, solemos urgir a los judíos, con quienes discutimos, no si Cristo es nuestra salvación, sino si él ha venido y padecido ya. Quedan convencidos con la misma realidad evidente: no sólo la de la fe de todos los pueblos gentiles que, según la predicción de la Escritura, le iban a servir a él, y ante lo cual se ven obligados a ceder, pues de tal manera deslumbra en todo el orbe de la tierra, que hiere los ojos de todos los que quieren tergiversar el hecho; sino también con lo que ha acontecido ya en la misma nación judía, a saber, que el templo fue destruido, que cesaron los sacrificios, el sacerdocio y la unción anterior. Cosas todas que Daniel predijo como futuras, cuando profetizó claramente que sería ungido el Santo de los santos192. Como todo eso ya se ha realizado, se les pregunta también por el Santo de los santos ungido, y no hallan qué responder. ¿Cómo iban a discutir con nosotros, no ya del Cristo, sino únicamente de su venida, si no conociesen con exactitud que había sido profetizado en sus libros? ¿Por qué preguntan a Juan si era él el Cristo?193 ¿Por qué dicen al mismo Señor: ¿Hasta cuándo vas a tenernos en vilo? Si tú eres el Cristo, dínoslo a las claras?194 ¿Por qué dicen Pedro, Andrés y Felipe a Natanael: Hemos hallado al Mesías, es decir, al Cristo195, sino porque aquella gente conocía ese nombre por dichos escritos, y lo estaba esperando? Pues ninguna otra nación tuvo reyes y sacerdotes a los que llamó cristos, cuya unciónfigurativa no era lícito que desapareciera, a no ser cuando llegase quien se anunciaba en ellos196.

Pues de tal manera conocían los judíos a aquellos cristos suyos, que, sin embargo, esperaban a uno determinado que de una vez los liberase. Mas, cegados por la oculta justicia de Dios, al pensar sólo en su poder, no comprendieron su debilidad en la que murió por nosotros. A partir de aquí sabemos que fueron predichas de ellos estas palabras del libro de la Sabiduría: Condenémosle a una muerte afrentosa, pues, según sus palabras, mirarán por él. Si en verdad es hijo de Dios, le acogerá y lo librará de las manos de sus enemigos. Al pensar esto se equivocaron; su malicia los cegó197. Palabras que pueden afirmarse también con toda verdad de aquellos que, entre tanta abundancia de testimonios, tan gran acervo de realidades previamente anunciadas, y una evidencia tan clara de que se han cumplido, todavía dicen que Cristo no aparece profetizado en aquellas Escrituras. Y si insisten en lo mismo una y otra vez, podemos aportar una y otra vez las pruebas, con la ayuda de aquel que nos otorgó tal abundancia de ellas contra las maledicencias del error humano, que no necesitamos repetir las ya mencionadas.

El testimonio humano en la fe en Cristo

45. Hay además otra tergiversación de Fausto. Creo que, al sentirse ofuscado por la luz resplandeciente de la profecía, pensó haber hallado un argumento sumamente hábil. Hasta el refutarlo me causa apuro, no se vaya a creer que dijo algo al haber provocado que se le responda. ¿Quién, por demente que sea, diría que es señal de una fe lánguida el no creer en Cristo sin testigos? Quisiera que me dijeran a quién creyeron ellos acerca de Cristo? ¿Acaso oyeron aquella voz del cielo: Este es mi hijo?198 Fausto, que no quiere que demos fe a testigos humanos acerca de Cristo, nos manda creer más bien a dicha voz, como si su conocimiento nos hubiera podido llegar a nosotros sin testigo humano. Es manifiesto que llegó por ese cauce. Dice el Apóstol: ¿Cómo invocarán a aquel en quien no creyeron? ¿O cómo darán fe a aquel a quien no oyeron? ¿Cómo oirán si nadie les hace el anuncio? ¿O cómo harán el anuncio si nadie les envía? Así está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian bienes!199 Estáis viendo cómo el testimonio de los profetas acompaña al anuncio de la doctrina apostólica. Para que ni fuesen objeto de desprecio ni introdujesen elementos fabulosos, se mostraba que los profetas lo anunciaron con anterioridad. En efecto, aunque lo atestiguaban los milagros, no hubiesen faltado —como incluso murmuran todavía ahora algunos— quienes lo atribuyesen todo a poderes mágicos, a no ser que dicho parecer quedase anulado con el testimonio concorde de los profetas. Ahora bien, nadie se atrevería a sostener que, mediante artes mágicas, se hubiese procurado, mucho antes de nacer, profetas que le anunciasen. Pero quien nos veta admitir como testigos sobre el verdadero Cristo a los profetas hebreos, es Fausto, que dio fe a los errores de los persas acerca del falso Cristo.

Por la fe a la sabiduría

46. Por eso, la disciplina católica enseña que es oportuno nutrir primero a la mente humana con la fe sencilla, para hacerla capaz de comprender las realidades superiores y eternas. Así dice también el profeta: Si no creéis, no comprenderéis200. La fe sencilla es aquella por la que —antes de conocer la supereminente ciencia de la caridad de Cristo para llenarnos de la entera plenitud de Dios201— creemos, no sin motivos, que el proyecto de humillarse, conforme al cual nació y padeció, había sido predicho mucho antes, desde el tiempo de los profetas, por medio de una nación profética, de un pueblo profético, de un reino profético. Y todo porque en aquella necedad, que es más sabia que la sabiduría de los hombres, y en aquella debilidad, que es más fuerte que la fortaleza de los hombres202, se oculta algo grandioso con vistas a nuestra justificación y glorificación. Y allí están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia203. Estos no se revelan a nadie que desprecie el alimento que le llega a través de la carne materna, es decir, si desprecia el alimento lácteo que le llega de los pechos apostólicos y proféticos, y como hastiado de un alimento de niños, creyéndose ya grande, se abalanza antes sobre los alimentos envenenados de los herejes que sobre el de la sabiduría, para el que osadamente se cree ya capacitado. Nuestra afirmación de que se requiere la fe sencilla no contradice a la otra: que hay que creer a los profetas. Antes bien, se ajusta perfectamente a ella el creer a los profetas antes de que, purificada y fortalecida la mente, pueda comprender a quien así hablaba por los profetas.

Comprender, no reprochar la vida de los santos del Antiguo Testamento

47. "Pero, en el caso de que hayan profetizado a Cristo, no vivieron de forma digna y coherente con su profecía". ¿Cómo lo sabéis? ¿Acaso podéis juzgar en qué consiste vivir bien o vivir mal vosotros, cuya justicia consiste en socorrer a un melón carente de sensibilidad, a fin de comerlo vosotros, antes que dar algo a un mendigo hambriento para que coma?. Antes de que los niños católicos sepan en qué consiste la perfecta justicia del alma humana y la diferencia que hay entre la justicia por la que se suspira y la justicia de que vivimos aquí, les basta pensar, a propósito de aquellos varones, lo que recomienda la cordura de la doctrina apostólica, es decir, que el justo vive de la fe204. Abrahán creyó a Dios y le fue reputado como justicia. Previendo la Escritura que Dios justificaría a los gentiles por la fe, anunció de antemano a Abrahán: En tu descendencia serán bendecidos todos los pueblos205. Son palabras del Apóstol. Si, ante palabras tan claras y tan conocidas de todos, despertaseis de vuestros sueños de todo punto falaces, seguiríais los pasos de nuestro padre Abrahán y seríais bendecidos con todos los pueblos en su descendencia. Dice el mismo Apóstol: y recibió la señal de la circuncisión como sello de la justicia de la fe que poseía siendo incircunciso, para que sea padre de todos los creyentes incircuncisos, a fin de que la justicia les fuese imputada también a ellos; para que fuera padre también de los circuncisos que no se contentan con la circuncisión, sino que siguen, además, las huellas de la fe que tuvo nuestro padre Abrahán antes de la circuncisión206. Debemos comprender, nunca reprochar el modo de vida de aquel cuya justicia de la fe se nos ha propuesto como ejemplo a imitar para que también nosotros, justificados, consigamos la paz con Dios, no sea que abandonemos como abortos el seno de la madre Iglesia, antes de nacer, alcanzado el desarrollo adecuado, por un estable parto.

¿A quién creer, a Pablo o a Fausto?

48. Esa sería, por la voz de nuestros párvulos, mibreve respuesta a Fausto en defensa de las costumbres de los patriarcas y profetas. Entre esos párvulos también podré contarme a mí mismo, mientras no lance acusaciones contra la vida de los santos antiguos, aún en el caso de que no entienda cómo su vida fue toda ella simbólica. Vida que los apóstoles nos anunciaron y alabaron en su evangelio, igual que ellos predijeron con su profecía a los apóstoles futuros, de modo que los dos Testamentos proclaman recíprocamente, como dos serafines: Santo, santo, santo el Señor Dios de los ejércitos207.

Cuando Fausto comience a acusar a los patriarcas y profetas, recurriendo no a un reproche general e indefinido, como hizo aquí, sino mencionando en concreto sus acciones, me ayudará el Señor su Dios, que es también el nuestro, a responderle al detalle de forma adecuada y coherente. Ahora el maniqueo Fausto vitupera a aquellos hombres, el apóstol Pablo, en cambio, los alaba: que cada cual elija a quien creer.