LA CONCORDANCIA DE LOS EVANGELISTAS

Traducción: Pío de Luis

LIBRO II

Síntesis del libro anterior

1. En un discurso largo pero muy necesario, que resumí en un único libro, refuté la vacuidad de quienes consideran despreciables a los discípulos de Cristo que escribieron el Evangelio por el hecho de que no presentamos ningún escrito del mismo Cristo, a quien no dudan que hay que honrar, aunque no como a Dios, sino como a un hombre que destaca con mucho sobre los demás por su sabiduría. Los mismos pretenden que parezca que él escribió cosas como las que aman ellos en su descarrío, no otras por las que, si las leen y las creen, pueden corregir su extravío. Por tanto, veamos ya ahora la concordancia interna y entre sí de lo que escribieron sobre Cristo los cuatro evangelistas, para que quienes tienen más curiosidad que capacidad no experimenten ningún tropiezo en la fe cristiana por esta razón. Después de haber examinado, no en una lectura superficial, sino esmerada, los libros evangélicos, creyendo haber descubierto en ellos algo disonante e inconciliable, piensan que han de ser objeto de una crítica polémica más que de una consideración reflexiva.

Mateo narra la generación de Cristo según la carne

1 2. El evangelista Mateo comenzó de esta manera: Libro de la generación de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán1. Con dicho exordio muestra suficientemente que emprendió el narrar la generación de Cristo según la carneó. Según ésta, Cristo es hijo del hombre2, título que se da a sí mismo con mucha frecuencia, encareciéndonos lo que en su misericordia se dignó ser por nosotros. En efecto, la generación suprema y eterna según la cual es el Hijo unigénito de Dios, anterior a toda criatura, puesto que todo fue hecho por él3, es tan inefable que se entiende que a ella se refería el profeta al decir: ¿Quién narrará su generación?4

Mateo presenta, pues, la generación humana de Cristo citando sus progenitores a los que hace llegar hasta José, el esposo de María, de quien nació Jesús. No era conveniente que pensase en separarlo del matrimonio de María por el hecho de que no nació del concúbito de ésta con él, sino que dio a luz a Cristo siendo virgen.

3. Mediante este ejemplo se insinúa magníficamente a los fieles casados que, aun guardando la continencia de común acuerdo, puede permanecer y hablarse de matrimonio si se mantiene el afecto del corazón aunque no se dé la unión sexual. Sobre todo porque hasta les pudo nacer un hijo sin ningún abrazo carnal, al que se ha de recurrir sólo con la finalidad de engendrar hijos. Mas no había que dejar de llamar a José padre de Cristo porque no le engendró mediante el comercio carnal, puesto que en verdad hubiera sido justamente padre de alguien, de origen distinto, al que hubiese adoptado sin haberlo engendrado de su mujer. También se creía que Cristo era hijo de José en otro sentido, es decir, como si hubiese sido engendrado de su carne. Pensaban así aquellos que ignoraban la virginidad de María. Dice Lucas: Y el mismo Jesús comenzaba a tener como unos treinta años y era, según se pensaba, hijo de José5. Lucas, sin embargo, no dudó en absoluto en llamar parientes de Jesús a los dos y no sólo a María allí donde dice. El niño crecía y se fortalecía lleno de sabiduría, y la gracia de Dios moraba en él. Sus parientes iban todos los años a Jerusalén en el día solemne de la Pascua6. Mas, para que nadie piense que aquí hay que entender por parientes a los consanguíneos de María junto con su misma madre, ¿qué responderá a lo que el mismo Lucas dijo antes: Su padre y su madre se maravillaban de lo que se decía de él?7 Como él narra que Cristo no nació del comercio carnal con José, sino de la virgen María, ¿por qué le llama padre, sino porque entendemos con razón que él era el marido de María por el simple vínculo matrimonial, sin trato carnal, y que por esta razón es más íntimamente padre de Cristo, que nació de su esposa, que si lo hubiese adoptado, teniendo otro origen? De aquí resulta claro que las palabras: Era, según se pensaba, hijo de José8, las dijo aludiendo a aquellos que creían que él había nacido, como nacen los demás hombres, de José.

María, de la estirpe de David y de la de Aarón

2 4. Por eso, aunque alguien pudiese demostrar que María no tenía ningún parentesco con David, era suficiente aceptar que Cristo era hijo de David9 por ese motivo; motivo por el que también a José se le considera con razón su padre. El apóstol Pablo afirma con toda claridad que Cristo procede de la estirpe de David según la carne10. ¡Cuánto menos debemos dudar de que María misma tuvo algún parentesco con la estirpe de David! Tampoco Lucas calla la estirpe sacerdotal de dicha mujer al insinuar que era pariente de Isabel11, de la que afirma que era de las hijas de Aarón12. Por tanto, ha de aceptarse sin la menor duda que la carne de Cristo procede de ambas estirpes, la real y la sacerdotal n, en cuyas funciones se simbolizaba también en aquel pueblo hebreo la unción mística, es decir, el crisma, por el que resplandece el nombre de Cristo, anunciado con tanta antelación incluso mediante este evidentísimo significado.

Doble filiación, carnal y adoptiva, de José

3 5. A algunos les causa dificultad el que Mateo, en su línea descendente de David hasta José13, enumere unos progenitores, mientras Lucas menciona otros en la suya, ascendente, desde José hasta David14. A los tales les es fácil advertir que José pudo tener dos padres, uno que lo engendró y otro que lo adoptó. También en el pueblo de Dios existe la antigua costumbre de adoptar y, de esa manera, adquirir como hijos a los que no se ha engendrado. Dejando de lado que la hija del faraón —que era extranjera— había adoptado a Moisés15, el mismo Jacob adoptó, con palabras que no dejan lugar a duda, a sus nietos, hijos de José, al decir: Ahora tus dos hijos que te nacieron antes de venir yo aquí, son míos; Efrén y Manases, como Rubén y Simeón, serán para mí. Los que has engendrado después serán para ti16. De donde resultó que fueron doce las tribus de Israel, exceptuada la de Leví, que servía al templo; contándola a ella fueron trece, aunque fueron doce los hijos de Jacob.

De aquí se comprende que en su evangelio Lucas presenta como padre de José no a quien lo engendró, sino a la persona que lo adoptó17, cuyos progenitores menciona, en línea ascendente, hasta llegar a David. Dado que uno y otro evangelista, es decir, tanto Mateo como Lucas, narran la verdad, es de necesidad que uno de ellos haya mantenido la genealogía del padre que había engendrado a José y otro la del que le había adoptado. ¿Quién consideramos que es más probable que haya mantenido la genealogía de quien le adoptó? El que no quiso decir que había sido engendrado por aquel de quien afirmaba que era hijo. Decir que era hijo de quien le había adoptado le resultó más cómodo que afirmar que le había engendrado aquel de cuya carne no había nacido. Mateo, al decir: Abrahán engendró a Isaac, Isaac engendró a Jacob18, y persistir en el uso del verbo engendrar hasta el último eslabón en que afirma: Jacob engendró a José19, indicó con suficiencia que él fundó el orden de las generaciones sobre el padre que no había adoptado a José, sino que lo había engendrado.

6. Ni siquiera en el caso de que Lucas hubiese dicho que Helí había engendrado a José, debería turbarnos este término, hasta el punto de creer algo distinto a esto: que un evangelista habla de él como de quien le engendró y el otro de quien le adoptó. Pues no es ningún absurdo afirmar que una persona ha engendrado, no mediante la carne, sino mediante el amor, al que ha adoptado como hijo; a no ser que también Dios nos haya engendrado a nosotros, a quienes otorgó poder ser hijos suyos20, de su naturaleza y sustancia, como a su Hijo único. Pero la verdad es que nos adoptó por el amor21.

Si el Apóstol usa frecuentemente ese término, se entiende que es por el único motivo de establecer la distinción con el Unigénito, anterior a toda criatura, creador de todo, el único que ha nacido de la sustancia del Padre y que es absolutamente lo mismo que el Padre en cuanto a la igualdad de la divinidad. De él dice que fue enviado a asumir la carne del linaje al que pertenecemos nosotros en cuanto a nuestra naturaleza, a fin de que, participando de nuestra mortalidad por el amor, nos hiciese partícipes de su divinidad por la adopción. Dice así: Cuando llegó la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para redimir a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiéramos la filiación adoptiva22. Y, sin embargo, afirmamos que hemos nacido de Dios, esto es, que por el hecho de haber recibido el poder ser hijos de Dios, nosotros, que ya éramos hombres, nos hacemos hijos por la gracia, no por naturaleza23.

En efecto, si fuésemos hijos por naturaleza, nunca hubiésemos sido lo otro. Juan, después de decir: Les dio el poder de ser hijos de Dios a los que creen en su nombre, añade inmediatamente: Los cuales no han nacido de la sangre, ni de la voluntad de la carne ni de la voluntad de varón, sino de Dios24. De esta manera, de aquellos de quienes afirmó que, tras recibir ese poder, pasaron a ser hijos de Dios, que es lo que significa dicha adopción, afirmó igualmente que habían nacido de Dios25. Y para mostrar más claramente a qué gracia se debe, dijo: La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros26, como si hubiese dicho: «¿Qué tiene de extraño el que hayan pasado a ser hijos de Dios, siendo carne, aquellos por quienes se hizo carne el Hijo único, siendo la Palabra?» Con la gran diferencia, sin embargo, de que nosotros, al hacernos hijos de Dios, cambiamos a mejor, mientras que el Hijo de Dios no cambió a peor al hacerse hijo del hombre, sino que asumió lo que era inferior.

Dice también Santiago: Por propia voluntad nos engendró mediante la palabra de la verdad, para que seamos como las primicias de su creación27. Para que no pensáramosque, por el hecho de emplear el verbo engendrar, nos hacemoslo que es él mismo, mostró con suficiencia que por estaadopción se nos ha concedido cierta primacía en la creación.

7. Así, pues, aunque Lucas hubiese dicho que José había sido engendrado por quien le había adoptado, no se habría alejado de la verdad. Aun así le engendró a él: no en su ser hombre, sino en su ser hijo. Del mismo modo que Dios nos engendró para que seamos hijos nosotros, a quienes había creado para que fuésemos hombres, él engendró al Hijo único no sólo para que fuese Hijo, cosa que no es el Padre, sino también para que fuese Dios, cosa que es asimismo el Padre. Pero si también Lucas hubiese utilizado dicho término, quedaría completamente en la ambigüedad quién de los evangelistas habría mencionado al padre adoptivo y quién al natural; de igual modo que si ninguno de los dos hubiese empleado el término engendrar, y uno y otro se hubiese limitado a decir uno que era hijo de éste y el otro que lo era de aquél, quedaría en el mismo equívoco quién de ellos mencionaba al padre natural y quién al adoptivo. Mas ahora, como uno dice: Jacob engendró a José28, y el otro: José, que fue hijo de Helí29, de forma fina, al emplear distinto término indicaron la posición de cada uno.

Por eso, como dije, puede ocurrírsele fácilmente a un hombre religioso considerar que hay que seguir investigando en cualquier otra dirección, antes de aceptar que ha mentido el evangelista; fácilmente se le ocurriría, digo, ver por qué motivos un hombre pudo tener dos padres. Esto se le ocurriría también a los que recurren al ultraje, si no prefiriesen polemizar a examinar el texto.

Diverso número de generaciones en las genealogías de Mateo y Lucas

4 8. Lo que voy a indicar a continuación requeriría en verdad un lector sumamente atento y esmerado, para que pudiese advertirlo y verlo «. Con agudeza ciertamente, se ha observado que Mateo, que había proyectado evidenciar la función regia en Cristo26, nombró cuarenta personas en la serie de generaciones30, excluido el mismo Cristo. Este número simboliza el tiempo en que conviene que Cristo nos gobierne en este mundo y en esta tierra, de acuerdo a una disciplina fatigosa, con la que, según está escrito, Dios flagela a todo hijo que recibe31. Refiriéndose a ella, dice el Apóstolque es conveniente que entremos en el reino de Dios32 por elcamino de la tribulación. A ella la simboliza también aquellavara de hierro sobre la que se lee en el salmo: Los gobernarás con vara de hierro33, tras haber dicho antes: Él me ha constituido rey de Sión, su monte santo34. También los buenosson gobernados con vara de hierro. De ellos se dice: Es el tiempo de comenzar el juicio por la casa del Señor; y si comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de los que no creen en el evangelio de Dios? Y si el justo apenas se salvará, ¿dónde pararán el pecador y el impío?35 A ellos serefiere lo que sigue: Los quebrarás como a vaso de alfarero36. Con esta disciplina gobierna a los buenos y tritura a losmalos, que son mencionados como si de los mismos se tratase,en atención a los ritos idénticos que tienen en común conlos buenos.

9. Que dicho número es signo de este tiempo de fatigas en el que luchamos contra el diablo bajo la obediencia a Cristo Rey, lo manifiesta también el hecho de que consagraron el ayuno de cuarenta días tanto la ley y los profetas, por medio de Moisés y Elías, que ayunaron durante ese número de días37, como el Evangelio, mediante los días de ayuno del Señor, durante los cuales fue tentado por el diablo38. En consecuencia, ¿qué otra cosa prefiguraba sino la tentación que iba a sufrir en la carne que se dignó asumir de nuestra mortalidad, mientras dure este mundo? Después de su resurrección no quiso permanecer más de cuarenta días con sus discípulos en esta tierra39, mezclado aún en su vida por el trato humano y tomando con ellos alimentos propios de los mortales, aunque él ya no iba a morir, para significar mediante esos cuarenta días que iba a cumplir con su oculta presencia lo que había prometido cuando dijo: Ved que yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo40.

Como motivo que explique que este número significa esta vida temporal y terrena, se me ocurre de inmediato, aunque quizá haya otro más secreto, que los años transcurren divididos en cuatro estaciones y que el mundo mismo se constituye en cuatro partes que la Escritura menciona a veces con el nombre de los vientos, (que soplan) de oriente y occidente, del norte y del sur41. Ahora bien, cuatro por diez dan cuarenta. Más aún, el diez se forma de la suma progresiva de los cuatro primeros números.

10. Mateo, asumiendo (el presentar) a Cristo como rey que vino a este mundo y a esta vida terrena y mortal de los hombres para gobernarnos en los sinsabores de las pruebas, comenzó con Abrahán y enumeró cuarenta personas. Cristo vino en carne del mismo pueblo de los hebreos, que Dios distinguió de los demás —y con ese fin sacó a Abrahán de su tierra y de su parentela—42; así el anuncio del pueblo del que iba a nacer contribuía a hacer más clara la profecía y anuncio de él. Al distribuir las cuarenta generaciones en tres grupos y afirmar que de Abrahán a David hubo catorce, de David hasta la transmigración a Babilonia otras catorce y otras tantas hasta el nacimiento de Cristo43, no hizo la suma y concluyó: todas juntas hacen cuarenta y dos. En efecto, uno de los progenitores es contado dos veces, es decir, Jeconías, con quien tiene lugar el cambio de dirección hacia los gentiles en el momento de la transmigración a Babilonia.

Donde la línea se tuerce y, para tomar otra dirección, forma una especie de ángulo, el que hace ángulo es contado dos veces: al final del primer tramo de la línea y al comienzo de la nueva dirección. Incluso este mismo hecho prefiguraba algo: que Cristo había de pasar en cierto modo de la circuncisión al prepucio44, como de Jerusalén a Babilonia, y que se iba a convertir como en la piedra angular para los que creyesen en él de una y otra parte45. Esto lo preparaba Dios entonces como figura de las realidades que iban a acaecer en verdad. En efecto, el mismo Jeconías, que prefiguraba este ángulo, se traduce por ?preparación de Dios?. Así, pues, no son cuarenta y dos —el resultado de catorce por tres— sino, considerando que uno ha sido contado dos veces, cuarenta y una, si incluimos también a Cristo, que preside regiamente, para gobernarla, a esta nuestra vida temporal y terrena, cual si fuese el número cuarenta.

11. Mateo quiso indicar que había descendido para participar con nosotros de esta mortalidad; por esa razón mencionó en línea descendente, desde el mismo comienzo de su evangelio46, las generaciones desde Abrahán hasta José y hasta el nacimiento del mismo Cristo. Lucas, en cambio, no narra las generaciones al comienzo de su evangelio, sino a partir del bautismo de Cristo47, y no en línea descendente, sino ascendente, como señalando de modo particular al sacerdote en la función de expiar los pecados; a partir, repito, del bautismo, donde le manifestó una voz del cielo y donde Juan dio testimonio de él diciendo: He aquí el que quita los pecados del mundo48. Por la línea ascendente traspasa incluso a Abrahán y llega hasta Dios, con quien nos reconciliamos por la purificación y expiación49.

Con razón tomó también la línea de la adopción, puesto que por ella nos hacemos hijos de Dios creyendo en el Hijo de Dios. Por el cauce de la generación carnal el Hijo de Dios se hizo por nosotros hijo del hombre. Con suficiencia mostró que no dijo quejóse fuera hijo de Helí porque éste le hubiese engendrado, sino porque le había adoptado, puesto que al mismo Adán le llamó hijo de Dios, no obstante haber sido hecho por él, dado que por la gracia que luego perdió por el pecado fue colocado en el paraíso en condición de hijo.

12. Por tanto, en las generaciones de Mateo está significada la asunción de nuestros pecados por Cristo el Señor, y en las de Lucas la abolición de los mismos por Cristo el Señor. Por ese motivo aquél las narra en línea descendente, y éste en línea ascendente. Las palabras del Apóstol: Dios envió a su Hijo en la semejanza de la carne de pecado, expresan la asunción de los pecados; y lo que añade: para condenar el pecado en la carne a partir del pecado50, expresa la expiación de los mismos. Por eso Mateo toma la línea descendente, bajando de David por Salomón, en cuya madre pecó aquél; Lucas, en cambio, toma la ascendente, subiendo hasta David por Natán, profeta por el cual Dios expió su pecado51. Incluso el número que Lucas ofrece indica con toda certeza la abolición de los pecados.

En Mateo el número es de cuarenta, exceptuado Cristo, porque en Cristo no hay iniquidad alguna —que no poseía asociada a la de los hombres que él asumió en su carne. Mas como, tras la expiación y purificación de todo pecado, Cristo nos asocia a su justicia y a la de su Padre, para que se cumplan las palabras del Apóstol: Quien se adhiere al Señor es un único espíritu con él52, el número que ofrece Lucas incluye tanto a Cristo, de quien parte, como a Dios a quien llega. Así resulta el número setenta y siete, que significa la remisión y abolición de absolutamente todos los pecados. Remisión que el mismo Señor manifestó claramente por el misterio oculto en este número al afirmar que había que perdonar no sólo siete, sino setenta veces siete53.

13. Si se investiga con atención, se hallará que no en vano alude este número a la purificación de los pecados. En los diez preceptos de la ley se muestra al número diez como el número de la justicia. Ahora bien, el pecado es la transgresión de la ley, y ciertamente la transgresión del número diez se figura coherentemente en el número once. Es la razón por la que se ordena que las piezas de piel de cabra sean once54. ¿Quién hay que dude que a la piel de cabra se ajusta el simbolismo del pecado?En consecuencia, como la totalidad del tiempo se desenvuelve en el espacio numérico de siete días, justamente del número once multiplicado por siete, la totalidad de los pecados, resulta el setenta y siete. Número en el que tiene lugar la plena remisión de los pecados, haciendo la expiación por nosotros la carne de nuestro Salvador, en quien comienza este número, y reconciliándonos con Dios, a quien este número llega ahora, por medio del Espíritu Santo, que se manifestó en forma de paloma en el bautismo55, en el que se menciona dicho número.

Datos referidos a la infancia

5 14. Tras enumerar las generaciones, Mateo continúa así: La generación de Cristo fue de esta manera. Estando desposada María, su madre, con José, antes de que viviesen juntos, se halló encinta por obra del Espíritu Santo56. Cómo aconteció esto, cosa que pasó por alto él, lo expuso Lucas, después de mencionar la concepción de Juan. Este es su relato: En el mes sexto el Señor envió al ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, de nombre Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. El ángel se acercó a ella y le dijo: Salve, llena de gracia, el Señor está contigo, bendita tú entre las mujeres. Al oír esto, ella se turbó ante tales palabras y pensaba qué clase de saludo era aquél. Y el ángel le dijo: No temas, Marta; has hallado gracia ante Dios. He aquí que concebirás y darás a luz un hijo57 y le pondrás por nombre Jesús; será grande y será llamado hijo del Altísimo; el Señor le dará el trono de David su padre, reinará en la casa de Jacob por siempre y su reino no tendrá fin58. María dijo al ángel: ¿Cómo sucederá esto, pues no conozco varón? El ángel le respondió y le dijo: El Espíritu Santo descenderá sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra, y por eso lo que nacerá será santo y ser llamado Hijo de Dios59, y lo que sigue, que no concierne a lo que ahora tratamos. Esto mismo lo mencionó Mateo al decir, refiriéndose a María: Se halló encinta por obra del Espíritu Santo, y no hay discordancia por el hecho de que Lucas haya expuesto lo que Mateo pasó por alto, dado que uno y otro atestiguan que María concibió del Espíritu Santo. Igual que tampoco hay discordancia porque Mateo añada a continuación lo que Lucas omite.

Sigue Mateo con estas palabras: José, su esposo, como era justo y no quería delatarla, quiso repudiarla en secreto. Mientras estaba pensando en esto, se le apareció el ángel del Señor en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas acoger a María como tu esposa, pues lo que ha nacido en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tendrá por nombre Jesús, pues salvará a su pueblo de sus pecados60. Todo esto aconteció para que se cumpliese lo que dijo el Señor por el profeta: he aquí que una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y se llamará Emmanuel61, que significa «Dios con nosotros». Despertando José del sueño obró según la indicación del ángel del Señor y la acogió como su esposa, y no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito y le puso por nombre Jesús62. Cuando nació Jesús en Belén de Judá en los días del rey Herodes63, etc.

15. Respecto a la ciudad de Belén se muestran de acuerdo Mateo y Lucas; pero Lucas expone64 el modo y el motivo por el que fueron allí José y María, mientras lo calla Mateo. Por el contrario, Lucas calla lo referente a los magos llegados de oriente, mientras Mateo lo narra, componiendo así su relato: He aquí que unos magos de oriente vinieron a Jerusalén preguntando: ¿Dónde ha nacido el rey de tos judíos? Pues hemos visto su estrella en oriente y venimos a adorarlo. Al oír esto el rey Herodes se turbó65, etc., hasta donde está escrito de los mismos magos, que después de recibir un aviso en sueños de que no pasasen por casa de Herodes, regresaron por otro camino a su país66. Todo esto lo pasó por alto Lucas, como Mateo no narró lo que narra Lucas, a saber, que el Señor fue puesto en un pesebre; que un ángel anunció su nacimiento a los pastores y que una multitud de la milicia celeste se hizo presente con el ángel alabando a Dios; que vinieron los pastores y vieron que era verdad lo que el ángel les había anunciado; que se le impuso el nombre el día de su circuncisión. E igualmente lo que el mismo Lucas narra como posterior a la purificación de María: que le llevaron a Jerusalén; lo referente a Simeón y Ana; lo que dijeron de él en el templo después que, llenos del Espíritu Santo67, le conocieron. Todo esto lo calla Mateo.

16. Por eso se pregunta con razón cuándo se realizó tanto lo que Mateo pasa por alto, pero narra Lucas, como lo que Lucas calla y Mateo refiere. Cuando Mateo, después del regreso a su país de los magos que habían llegado de oriente, prosigue su narración diciendo que un ángel advirtió a José que huyese con el niño a Egipto, para que no le diese muerte Herodes; que Herodes, al no hallarlo, dio muerte a los niños de dos años o menos; que, muerto Herodes, José regresó de Egipto y que, al oír que en vez de Herodes, su padre, reinaba en Judea Arquelao, habitó con el niño en la región de Galilea, en la ciudad de Nazaret68. Todo esto lo calla Lucas. No puede verse oposición, por tanto, en que uno diga en un sitio lo que el otro calla, u otro mencione lo que el primero pasa por alto.

Pero se pregunta: ¿cuándo pudo tener lugar lo que combina Mateo sobre la marcha a Egipto y su regreso de allí tras la muerte de Herodes, para habitar finalmente en la ciudad de Nazaret, adonde Lucas menciona que regresaron después que cumplieron en el templo todo lo prescrito por la ley del Señor respecto al niño?69 Aquí, por tanto, hay que advertir algo que luego valga para casos semejantes, a fin de evitar que intranquilicen y turben de igual modo el alma. Por ejemplo, que cada evangelista compone su relato de modo que parece una secuencia que no omite nada; que, callando lo que no quiere decir, añade a lo anterior lo que sí quiere, dando la impresión de un relato seguido. Pero cuando uno refiere lo que el otro calló, la consideración atenta del orden seguido permite adivinar el lugar donde pudo omitirlo quien lo pasó por alto, para unir a lo anterior lo que tenía intención de decir, como si fuese la continuación natural, sin intercalar nada. Por eso se entiende que allí donde dice que los magos fueron avisados en sueño de que no pasasen por casa de Herodes, y que regresaron por otro camino a su país70, Mateo pasó por alto los hechos narrados por Lucas referentes al Señor en el templo y las palabras de Simeón y de Ana allí donde Lucas, a su vez, callando el viaje a Egipto, narrado por Mateo, presentó su relato como si el regreso a la ciudad de Nazaret hubiese tenido lugar acto seguido71.

17. Si alguno desea un único relato de todo lo que, referente al nacimiento, infancia y niñez de Cristo, aporta o calla cada uno de los evangelistas, puede ordenarlo de la siguiente manera: La generación de Cristo fue así72. En los días de Herodes, rey de Judá, hubo cierto sacerdote, de nombre Zacarías, del turno de Abías; su mujer pertenecía a las hijas de Aarón y se llamaba Isabel. Ambos eran justos ante Dios, caminando sin tacha en todos los mandamientos y preceptos del Señor. No tenían hijos porque Isabel era estéril y ambos avanzados en edad. Sucedió que, mientras oficiaba delante de Dios en el turno de su grupo, le tocó en suerte, según la costumbre sacerdotal, entrar en el templo del Señor para poner el incienso. Toda la multitud del pueblo estaba fuera en oración a la hora, del incienso. Se le apareció el ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso; Zacarías al verle se turbó y el temor del Señor se apoderó de él. El ángel le dijo: No temas, Zacarías, porque tu petición ha sido escuchada; tu mujer Isabel dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Juan. Será para ti gozo y alegría y muchos se gozarán de su nacimiento. Será grande ante el Señor y no beberá vino ni licor; estará lleno del Espíritu Santo ya desde el seno de su madre y convertirá al Señor su Dios a muchos hijos de Israel; irá delante de él en el espíritu y poder de Elías para convertir los corazones de los padres ante los hijos73, y a los incrédulos a la prudencia de los justos para preparar al Señor un pueblo intachable. Zacarías dijo al ángel: ¿En qué lo conoceré? Pues yo soy anciano y mi mujer entrada en edad. El ángel le respondió y le dijo: Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena nueva. Mira, te vas a quedar mudo y no podrás hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, porque no diste crédito a mis palabras, que se cumplirán a su tiempo. El pueblo estaba esperando a Zacarías y se extrañaba de su demora en el templo. Cuando salió no podía hablarles y comprendieron que había tenido una visión en el templo; les hablaba por señas y permaneció mudo. Y sucedió que, cuando se cumplieron los días de su servicio, se fue a su casa. Días después, concibió su mujer Isabel, y se mantuvo oculta durante cinco meses diciendo: Esto es lo que ha hecho por mí el Señor en los días en los que se dignó quitar mi oprobio entre los hombres.

Al sexto mes fue enviado por el Señor el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando el ángel a ella le dijo: Salve, llena de gracia, el Señor está contigo, bendita tú entre las mujeres. Al verlo, ella se turbó ante sus palabras y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: No temas, María, pues has hallado gracia ante Dios; vas a concebir en tu seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. El será grande y será llamado hijo del Altísimo y el Señor le dará el trono de su padre David; reinará en la casa de Jacob por siempre y su reino no tendrá fin. María dijo al ángel: ¿Cómo sucederá esto, pues no conozco varón? El ángel le respondió y le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer de ti será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez y éste es ya el sexto mes de la que llamaban estéril, porque no hay palabra imposible para Dios. Dijo María: He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra. Y el ángel se alejó de ella.

En aquellos días se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo y exclamó con una gran voz diciendo: Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre. ¿De dónde que la madre de mi Señor venga a mí? He aquí que, tan pronto como las palabras del saludo llegaron a mis oídos, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirá en ella lo que le dijo el Señor!

Y dijo María: Proclama mi alma la grandeza del Señor; mi espíritu se ha alegrado en Dios mi salvación, porque ha mirado la humildad de su esclava74; he aquí que desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, puesto que ha hecho obras grandes en mí el poderoso. Su nombre es santo75 y su misericordia de generación en generación para los que le temen76. Desplegó la potencia de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón, derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes; a los hambrientos los llenó de bienes y a los ricos los despidió vacíos77. Acogió a Israel su siervo, acordándose de su misericordia, como ha hablado a nuestros padres, Abrahán y su descendencia por los siglos78.

Marta permaneció con ella unos tres meses y se volvió a su casa79; y se halló encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido, José, como era justo y no quería delatarla, resolvió repudiarla en secreto. Cuando estaba pensando en esto, se le apareció el ángel del Señor en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas tomar contigo a María, tu mujer, porque lo engendrado en ella es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús, pues él salvará a su pueblo de sus pecados. Todo esto sucedió para que se cumpliese lo dicho por el Señor a través del profeta: Mira, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel80, que significa «Dios con nosotros». Despertado José del sueño, hizo como el ángel del Señor le mandó y tomó consigo a su mujer. Y no la conoció81.

A Isabel se le cumplió el tiempo de dar a luz, y tuvo un hijo. Oyeron sus vecinos y parientes que el Señor le había hecho gran misericordia, y se congratulaban con ella.

Y sucedió que al octavo día fueron a circuncidar al niño y le ponían el nombre de su padre, Zacarías. Pero su madre, tomando la palabra, dijo: No, se llamará Juan. Le dijeron: No hay nadie en tu familia con ese nombre. Y preguntaban por señas a su padre cómo quería que se le llamase. El pidió una tablilla y escribió: Juan es su nombre. Y todos quedaron admirados. Al instante se abrió su boca y se soltó su lengua y hablaba bendiciendo a Dios. Invadió el temor a todos sus vecinos, y en toda la montaña de Judea se divulgaban todas estas palabras. Todos los que las oían las retenían en su corazón diciendo: ¿Qué piensas que será este niño? Porque, en efecto, la mano del Señor estaba con él.

Zacarías, su padre, lleno del Espíritu Santo, profetizó diciendo: Bendito el Señor, Dios de Israel82, porque ha visitado y redimido a su pueblo. Nos suscitó una fuerza de salvación en la casa de David su siervo83, como lo dijo por boca de sus santos profetas, existentes desde antiguo; la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de quienes nos odian84; para hacer misericordia a nuestros padres y recordar su santa alianza, el juramento que juró a Abrahán nuestro padre de concedernos85 que, libres de las manos de nuestros enemigos, le sirvamos sin temor todos los días de nuestra vida en santidad y justicia. Y tú, niño, te llamarás profeta del Altísimo; irás delante del Señor a preparar sus caminos86, para anunciar la salvación al pueblo por el perdón de los pecados, por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, en las que nos visitó el que surge de lo alto; a iluminar a los que yacen en tinieblas y sombras de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz87.

El niño crecía y se fortalecía en espíritu y moraba en el desierto hasta el día de su manifestación a Israel88.

Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadronase todo el mundo. Este primer empadronamiento se efectuó siendo gobernador de Siria Quirino. Iban todos a empadronarse, cada uno a su ciudad. También José subió desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, de nombre Belén, por ser él de la casa y familia de David, para empadronarse, con María, su esposa, que estaba encinta. Y sucedió que mientras ellos estaban allí se le cumplieron los días del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento.

Había en la misma comarca unos pastores en vela, guardando por turnos su rebaño. El ángel del Señor se paró ante ellos, y el resplandor de Dios los envolvió en su luz, y se llenaron de temor. El ángel les dijo: No temáis; os anuncio una gran alegría que lo será para todo el pueblo: hoy os ha nacido en la ciudad de David el Salvador, que es Cristo el Señor. Hallaréis a un niño envuelto entre pañales y acostado en un pesebre. Y de pronto se asoció al ángel una multitud de la milicia celeste que alababa a Dios y decía: Gloria a Dios en lo más alto y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad.

Y sucedió que, cuando los ángeles se retiraron de junto a ellos al cielo, los pastores hablaban entre sí: Vayamos a Belén y veamos lo que se nos ha dicho y el Señor nos ha manifestado. Se fueron de prisa y hallaron a María y a José, y al niño acostado en un pesebre. Al verlo lo conocieron por las palabras que les habían dicho acerca de este niño. Y todos los que las oyeron se maravillaron también de lo que les habían dicho los pastores. María, por el contrario, conservaba todas estas cosas en su corazón, los pastores regresaron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto de acuerdo con lo que se les había dicho.

Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarle, se le puso el nombre de Jesús, el que le dio el ángel antes de concebirlo en el seno89.

He aquí que llegaron a Jerusalén unos magos de Oriente preguntando: ¿Dónde ha nacido el rey de los judíos? Hemos visto su estrella en oriente y venimos a adorarlo. Al oírlo el rey Herodes se turbó y toda Jerusalén con él. Y reuniendo a todos los príncipes de los sacerdotes y a los letrados del pueblo, les preguntó dónde debía nacer el Cristo. Ellos le dijeron: En Belén de Judá, pues así está escrito en el profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, en ningún modo eres la menor entre los príncipes de Judá; de ti saldrá un caudillo que gobernará a mi pueblo Israel90. Entonces Herodes llamó en secreto a los magos e inquirió de ellos el tiempo en que había aparecido la estrella que se les había aparecido; los envió a Jerusalén y les dijo: Id e indagad cuidadosamente sobre el niño, y cuando lo hayáis encontrado, anunciádmelo, para ir también yo a adorarlo. Tras escuchar al rey, partieron. Y he aquí que la estrella que habían visto en oriente iba delante de ellos, hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el niño. Al ver la estrella se llenaron de gozo y entrando a la casa encontraron al niño con María, su madre, y postrándose lo adoraron, y abriendo sus tesoros le ofrecieron como dones oro, incienso y mirra91. Y recibido en sueños el aviso de que no volvieran donde Herodes, regresaron a su país por otro camino.

Cuando ellos se retiraron92, después de cumplidos los días de su purificación, según la ley de Moisés, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor93, y para ofrecer el sacrificio, un par de tórtolas o dos pichones94, conforme a lo establecido en la ley.

Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón. Este hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; el Espíritu Santo moraba en él. El Espíritu Santo le había revelado que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu, vino al templo, y cuando los padres introdujeron al niño Jesús para cumplir lo que la ley establecía respecto a él, lo tomó en sus brazos, bendijo a Dios y dijo: Ahora, Señor, puedes dejar a tu siervo ir en paz, porque han visto mis ojos tu salvación, que has preparado a los ojos de todos los pueblos, luz para iluminar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel. Su padre y su madre se admiraban de lo que se decía de él. Simeón los bendijo y dijo a María, la madre: He aquí que éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel y como señal de contradicción95, y a ti una espada te atravesará el alma, para que se manifiesten los pensamientos de muchos corazones.

Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era de edad muy avanzada y había vivido con su marido siete años desde su virginidad, y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo, sirviendo día y noche en ayunos y oraciones. Llegando también en aquella misma hora, confesaba al Señor y hablaba de él con todos los que esperaban la redención de Jerusalén.

Una vez que cumplieron todas las cosas conforme a la ley del Señor96, he aquí que un ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto; y permanece allí hasta que te avise. Acontecerá que Herodes busque al niño para darle muerte. Él se levantó y tomó al niño y a su madre de noche y se marchó a Egipto. Permaneció allí hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliese lo anunciado por el Señor mediante el profeta, que dijo: Llamé de Egipto a mi hijo97.

Entonces Herodes, viendo que había sido burlado por los magos, se llenó de cólera y mandó matar a todos los niños de dos años o menos, conforme al tiempo que había averiguado de boca de los magos. Entonces se cumplió lo dicho por el profeta Jeremías: Un clamor se ha oído en Rama, mucho llanto y lamento: es Raquel, que llora a sus hijos y no quiso consuelo, porque ya no existen98.

Muerto Herodes, el ángel del Señor se le apareció en sueños a José en Egipto y le dijo: Levántate, toma al niño y a su madre y vete a la tierra de Israel, pues han muerto los que buscaban la vida del niño. Él se levantó, tomó al niño y a su madre y fue a la tierra de Israel. Pero, habiendo oído que en Judea reinaba Arquelao en lugar de su padre Herodes, temió ir allí. Y avisado en sueños, se retiró a la región de Galilea. Llegó y habitó en una ciudad llamada Nazaret, para que se cumpliese lo dicho por los profetas: Será llamado nazareno99. El niño crecía y se fortalecía lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él.

Sus padres iban todos los años a Jerusalén en la fiesta solemne de la Pascua. Cuando cumplió doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta. Pasados los días, al volver, el niño Jesús se quedó en Jerusalén sin saberlo sus padres. Creyendo que se hallaba en la comitiva, hicieron un día de camino y lo buscaban entre los parientes y conocidos. Al no encontrarlo regresaron a Jerusalén a buscarlo. Y sucedió que después de tres días lo hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores, oyéndolos y preguntándoles. Todos los que le oían se quedaban estupefactos de su sabiduría y respuestas. Al verlo (sus padres) se llenaron de admiración. Su madre le dijo—. Hijo, ¿por qué nos hiciste eso? Mira, tu padre y yo, angustiados, te estábamos buscando. Él les respondió: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que conviene que yo esté en las cosas de mi Padre? Ellos no entendieron la respuesta que les dio. El bajó con ellos, fue a Nazaret y les estaba sujeto. Su madre conservaba todas estas cosas en su corazón. Y Jesús progresaba en sabiduría, edad y gracia ante Dios y ante los hombres100.

Mt 3,1—6 | Mc 1,1—4 | Lc 3,1—20 | Jn 1,6

6 18. Aquí comienza ya el relato de la predicación de Juan, que mencionan los cuatro evangelistas. En efecto, Mateo, después de sus últimas palabras que cité, en las que recordó el testimonio del profeta: Será llamado nazareno101, añade: En aquellos días vino Juan Bautista predicando en el desierto de Judea102, etc. También Marcos, que no narró nada acerca del nacimiento, infancia o niñez del Señor, dio comienzo a su evangelio a partir de aquí, es decir, de la predicación de Juan, pues lo inicia así: Comienzo del evangelio de Jesucristo, hijo de Dios, como está escrito en el profeta: Mira, envío a mi ángel delante de ti, que preparará tu camino103. Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus senderos104. Apareció Juan bautizando en el desierto y predicando un bautismo de penitencia para el perdón de los pecados105, etc. Igualmente Lucas, a continuación de estas palabras: Y Jesús progresaba en sabiduría, edad y gracia ante Dios y ante los hombres106, continúa hablando de la predicación de Juan con estas otras: En el año quince del imperio de Tiberio César, siendo Pondo Pilato procurador de Judea y Herodes tetrarca de Galilea; Felipe, su hermano, tetrarca de Iturea y Traconítida, y Lisanias tetrarca de Abilene, en el pontificado de Anás y Caifás, la palabra del Señor vino sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto107, etc. También el apóstol Juan, el más eminente de los cuatro evangelistas, después de afirmar de la Palabra de Dios que era el Hijo anterior a todos los siglos de la creación, puesto que todo fue hecho por ella108, introdujo a continuación la predicación y testimonio de Juan con estas palabras: Hubo un hombre enviado por Dios, de nombre Juan109.

Ahora hay que ver cómo no son discordantes entre sí los relatos de los cuatro evangelistas acerca de Juan. Que no se nos pida o exija al detalle lo que hemos hecho respecto a los comienzos de Cristo, nacido de María, a saber: mostrar cómo concuerdan entre sí Mateo y Lucas, hasta el punto de hacer un único relato de los dos«, mostrando a los más lentos que el hecho de que uno de ellos mencione lo que el otro calla o calle lo que el otro menciona no impide comprender la verdad del relato del otro. Con ese ejemplo64, como lo presenté yo o como puede presentarlo otro más cómodamente, vea cada cual que también en los otros lugares pudo hacerse lo que ha visto que se hizo aquí.

19. Veamos ya, como dije, la concordancia de los cuatro evangelistas acerca de Juan. Mateo sigue así: En aquellos días vino Juan Bautista predicando en el desierto de Judea110. Marcos no dijo «en aquellos días» porque no había puesto delante ninguna serie de acontecimientos, a los que se referiría —se puede comprender— si hubiese dicho «en aquellos días». Lucas, en cambio, expresó el momento de la predicación o bautismo de Juan recurriendo a las autoridades terrenas al decir: En el año decimoquinto del imperio del César Tiberio, siendo Poncio Pilato procurador de Judea, y Herodes tetrarca de Galilea; Felipe, su hermano, tetrarca de Iturea y de la región de Traconítida, y Lisanias tetrarca de Abilene; siendo sumos sacerdotes Anás y Caifás, fue dirigida la palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto111.

Mas no debemos pensar que al decir Mateo en aquellos días se refería a los días, es decir, a la época de dichosgobernantes. Con dicha expresión quiso que se entendieseun espacio de tiempo mucho mayor. En efecto, nada másnarrar el retorno de Cristo de Egipto, una vez muerto Herodes112—cosa que aconteció durante su infancia o niñez, paraque pueda afirmarse lo que Lucas contó de él en el templode Jerusalén113, cuando tenía doce años—, tras recordar que elinfante o niño había sido llamado de Egipto, Mateo añadió acontinuación: En aquellos días llegó Juan Bautista114, aludiendono sólo a los días de su niñez, sino a todo el tiempotranscurrido desde su nacimiento hasta que comenzó a predicary a bautizar Juan. Puesto que Jesús y Juan eran coetáneos,y se narra que tenía unos treinta años cuando tuvolugar el bautismo, nos hallamos en la juventudde Jesús.

Se trata de dos Herodes

7 20. A algunos suele causarles dificultad lo dicho de Herodes. Lucas dejó escrito que Herodes fue tetrarca de Galilea en la época en que bautizaba Juan, cuando fue bautizado también el Señor en su juventud115. Mateo, en cambio, afirma que el niño Jesús volvió de Egipto una vez muerto Herodes116. Ahora bien, ambos datos no pueden ser ciertos, a no ser que se piense en dos Herodes. Como nadie ignora que pudo acontecer, ¡con qué ceguera pierden la cabeza los que son más propensos a calumniar la verdad del Evangelio que a reflexionar un poco, hasta comprender que con un mismo vocablo se designan dos hombres! w Ejemplos de ello abundan. En efecto, se sabe que un segundo Herodes fue hijo del primero, igual que Arquelao, al que Mateo menciona como sucesor, a la muerte de su padre, en el reino de Judea; igual que Felipe, a quien Lucas menciona como hermano del tetrarca Herodes y a su vez tetrarca de Iturea. Un Herodes fue el rey que buscaba la vida de Cristo, aún niño; al otro Herodes, su hijo, no se le llamó rey, sino tetrarca, término griego que indica que fue puesto al frente de una cuarta parte del reino.

Se trata de dos momentos distintos

8 21. Quizá alguien halle aún dificultad aquí. Si Mateo dijo que José, de regreso con el niño, temió ir a Judea porque en vez de su padre reinaba allí Arquelao, ¿cómo pudo ir a Galilea, donde, como testimonia Lucas, era tetrarca otro hijo del mismo Herodes?117 ¡Como si fuesen las mismas épocas, aquella en que se temía por el niño y la que Lucas mencionó ahora, tan distinta que en la misma Judea ya no reinaba como rey Arquelao! Poncio Pilato no era rey de los judíos, sino gobernador; los hijos de Herodes el Grande, que le fueron contemporáneos bajo Tiberio César, no fueron reyes, sino tetrarcas. Esto aún no había acontecido cuando José, por temor a Arquelao que reinaba en Judea, se trasladó con el niño a Galilea, donde se hallaba también su ciudad, Nazaret.

Mt 2,22 | Lc 2,4

9 22. Quizá también ofrezca dificultad esto otro: ¿cómo dice Mateo que los padres de Jesús fueron a Galilea con el niño porque no quisieron pasar a Judea por miedo a Arquelao118, si, como Lucas atestigua, parece que fueron a Galilea, porque Nazaret de Galilea era su ciudad?119 Pero hay que pensar que, cuando el ángel dijo en sueños a José en Egipto: Levántate, toma al niño y a su madre y vete al país de Israel120, José, en un primer momento, lo entendió en este sentido: creyó que se le mandaba ir a Judea —significado obvio de «país de Israel»—; mas cuando descubrió que reinaba allí Arquelao, el hijo de Herodes, no quiso exponerse a tal peligro, considerando que el —país de Israel» se podía entender también referido a Galilea, puesto que también aquí habitaba el pueblo de Israel.

Pero la dificultadpuede resolverse también de otro modo. Los padres de Cristo, que acompañaban al niño de quien habían conocido cosas tan extraordinarias por las palabras del ángel, pudieron pensar que sólo podía habitar en Jerusalén, donde estaba el templo del Señor, y, en consecuencia, que habían de ir allí y allí morar, si no les hubiese atemorizado la presencia de Arquelao. La orden divina de habitar allí no era tampoco tal que debiesen despreciar el temor que les infundía Arquelao.

Visita a Jerusalén en vida de Arquelao

10 23. ¿Acaso puede alguien replicar: Cómo entonces, durante la niñez de Cristo, iban sus padres a Jerusalén todos los años121, según narra Lucas, si el temor a Arquelao les impedía acercarse allí? No me sería difícil solucionar esta dificultad ni aun en el caso de que algún evangelista hubiese indicado el tiempo en que Arquelao reinó allí. Podía darse que el día de la fiesta, ocultos entre la ingente muchedumbre y pensando en regresar de inmediato, subiesen allí, donde temían habitar los otros días. De ese modo, ni dejaban de cumplir con los deberes religiosos haciendo caso omiso de la solemnidad, ni se ponían en evidencia por una estancia duradera. Mas como todos han callado la duración del mandato de Arquelao, se impone este modo de entender: lo que afirma Lucas de que todos los años solían subir a Jerusalén, hemos de pensar que lo realizaron repetidamente cuando Arquelao ya no infundía temor.

Porque si alguna fuente distinta del Evangelio, digna de crédito al parecer, informase de que el gobierno de Arquelao había durado un poco más, bastaría lo que dije un poco antes, a saber: que los padres del niño temían ciertamente habitar en Jerusalén; mas por el temor de Dios no se desentendieron de la festividad anual, en la que se podían ocultar facilísimamente. En efecto, no resulta increíble que, buscados los días u horas adecuados, los hombres se acerquen a aquellos lugares en los que temen estar.

Engañado Herodes, ¿cómo osan subir al templo?

11 24. De este modo se soluciona también otra cuestión, si es que causa dificultad a alguien"'. Si Herodes el Grande estaba ya preocupado y sacudido por el anuncio de los magos de que había nacido el rey de los judíos122, ¿cómo pudieron, una vez cumplidos los días de la purificación de la madre, subir seguros con el niño al templo para cumplir lo ordenado respecto a él por la ley del Señor123, según lo menciona Lucas? ¿Quién no verá que se pudo ocultar incluso aquel único día al rey, ocupado en muchos otros asuntos? Puede parecer improbable que Herodes, que esperaba con suma ansiedad la información que le habían de llevar los magos respecto al niño124, sólo después de tantos días se sintiese burlado hasta el punto de venirle a la mente buscar la vida del niño y matar a tantos pequeños, tras su partida a Egipto, pasado el tiempo de la purificación de la madre y cumplido con él el rito exigido a los primogénitos en el templo de Jerusalén. Si esto crea dificultad, omito decir en cuántos y cuan grandes asuntos pudo distraerse la atención del rey y desentenderse o verse impedido por completo de aquel propósito por muchos días.

Ni se pueden enumerar las causas que pudieron provocarlo. Nadie es tan inexperto en los asuntos humanos que niegue o dude de que ¡fueron muchas y de peso! ¿A qué mente no se le ocurre cuan innumerables y más terribles acontecimientos, verdaderos o falsos, pudieron anunciarse al rey? Así quien había temido que, pasados algunos años, el rey aún niño se le enfrentase a él o a sus hijos, sacudido por el terror originado por otros peligros más inminentes, ocupó su mente, desentendida de aquel cuidado, en precaverse antes de otros más inmediatos. Para dejar de lado esto, digo que Herodes, después que los magos no le comunicaron nada, pudo creer que les había engañado la visión, fruto de su imaginación, de una estrella, y que, al no haber hallado al que creían que había nacido, sintieron rubor en volver a él. Así, él, liberado ya del temor, cesó en la búsqueda y persecución del niño. En consecuencia, cuando, después de la purificación de su madre, vinieron con el niño a Jerusalén y tuvieron lugar en el templo, como narra Lucas125, las palabras proféticas de Simeón y Ana sobre él, que, divulgadas por quienes las habían oído, iban a mover el ánimo del rey a su primer propósito, José, avisado en sueños, huyó a Egipto126 con el niño y su madre.

Más tarde, divulgado ya lo acontecido y dicho en el templo, Herodes se sintió burlado por los magos y, a continuación, deseando lograr la de Cristo, dio muerte, según relata Mateo, a muchos niños.

Mt 3,1—3 | Mc 1,3 | Lc 3,4 | Jn 1,23

12 25. Así hilvanó, pues, Mateo el relato acerca de Juan: Por aquellos días llegó Juan Bautista predicando en el desierto de Judea y diciendo: Haced penitencia, pues se ha acercado el reino de los cielos. Este es el aludido por el profeta Isaías cuando dice: Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino al Señor, enderezad sus sendas127. Marcos y Lucas están de acuerdo también en que este testimonio de Isaías se refiere a Juan128, pues Lucas incluso citó en su relato sobre Juan Bautista la continuación del texto del mismo profeta. El evangelista Juan, en cambio, recuerda que el mismo Juan Bautista profirió ese testimonio de Isaías129, refiriéndolo a sí mismo, igual que Mateo adujo aquí ciertas palabras de Juan que los otros no adujeron. Son éstas: Predicando en el desierto de Judea y diciendo: Haced penitencia, pues se ha acercado el reino de Dios. Estas palabras de Juan las pasaron por alto los otros evangelistas.

Las siguientes de Mateo: Este es el aludido por el profeta Isaías cuando dice: Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino al Señor, enderezad sus sendas, son ambiguasy no aparece claro si el mismo Mateo las introduce porsu cuenta, o ha continuado poniendo lo que dijo el mismoJuan. En este caso se entendería que Juan dijo todo esto: Haced penitencia, pues se ha acercado el reino de los cielos. Este es el aludido por el profeta Isaías, etc. Tampocodebe crear dificultad que no diga: —Yo soy el aludido por elprofeta Isaías», sino: Este es el aludido. Tal expresión si sueleser propia también de los evangelistas Mateo y Juan. Mateo,por ejemplo, dice: Encontró a un hombre sentado en el despacho de impuestos130, y no: «Me encontró». Juan, a suvez, dijo: Este es el discípulo que da testimonio de esto, lo escribió y sabemos que su testimonio es verdadero131, y no:«Yo soy» o «Mi testimonio es verdadero». El mismo Señor dicemuy frecuentemente: el Hijo del hombre o el Hijo de Dios132, yno «yo», y: convenía que Cristo padeciese y resucitase al tercer día133, y no «convenía que yo padeciese». Así, pues,también Juan Bautista, tras haber dicho: Haced penitencia, pues se ha acercado el reino de los cielos, pudo añadir,refiriéndose a sí mismo, las palabras siguientes: Este es el aludido por el profeta Isaías, etc., y así, después de suspalabras, Mateo teje de este modo su relato: Juan iba vestido con pelos de camellos, etc.

Si esto es así, nada tiene de extraño que, preguntado también qué decía de sí mismo, según narra el evangelista Juan, dijese: Yo soy la voz del que clama en el desierto134, como ya lo había dicho al ordenar que hiciesen penitencia. Respecto a su vestimenta y alimento, Mateo continúa diciendo: Juan iba vestido con pelos de camellos, con un cinturón de cuero en sus lomos, y su comida eran langostas y miel silvestre135. Esto lo dice también Marcos con casi las mismas palabras136; los otros dos evangelistas lo callan.

Mt 3,5—12 | Lc 7,17 | Mc 1,7 | Jn 1,15

26. Continúa, pues, Mateo: Entonces acudía a él Jerusalén, y toda Judea y toda la región del Jordán, y el los bautizaba en el Jordán, confesando ellos sus pecados. Viendo venir a muchos fariseos y saduceos a que los bautizase, les dijo—. Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la ira inminente? Dad, pues, frutos dignos de penitencia y no digáis en vuestro interior: Tenemos por padre a Abrahán; pues yo os digo que Dios puede sacar hijos de Abrahán de estas piedras. El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles. Todo árbol que no da frutos buenos es cortado y enviado al fuego. Yo os bautizo en agua para conversión, mas quien ha de venir después de mí es más fuerte que yo y no soy digno de llevar su calzado. Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. En su mano tiene el bieldo, limpiará su era y recogerá su trigo en el hórreo, mas la paja la quemará en fuego inextinguible137. Esto lo dice también Lucas usando casi las mismas palabrasde Juan138. Y donde cambian un poco las palabras, no varía lasentencia.

Por ejemplo, cuando Mateo indica que Juan dijo: Y no digáis en vuestro interior: Tenemos por padre a Abrahán139, Lucas pone: No empecéis a decir: Tenemos por padre a Abrahán140. Aquél: Yo os bautizo en agua para conversión141; éste interpone la pregunta de la muchedumbre sobre lo quedebían hacer y a Juan que les respondía hablándoles de lasbuenas obras como de frutos de conversión142, cosa que Mateoomitió. Luego, a los que pensaban en su corazón sobre si élera el Cristo, dice que él les respondió: Yo os bautizo con agua143, mas no «para conversión». A continuación sigue Mateo: Yo no soy digno de llevar su calzado144; Lucas, en cambio,dice: No soy digno de desatar la correa de su calzado145, cosa que también dice Marcos, que calla lo demás. En efecto,después de mencionar su vestimenta y alimentación, prosigue:Y en su predicación decía: Viene quien es mayor que yo146, y yo no soy digno de inclinarme a desatar la correa de su calzado. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con el Espíritu Santo147. Respecto al calzado se separa deLucas en cuanto que introduce el inclinarme y respecto al bautismo se separa de los dos en cuanto que dijo sólo con el Espíritu Santo, sin añadir y con fuego.

Lucas se expresa como Mateo y manteniendo el mismo orden: Él os bautizará en Espíritu y fuego; la diferencia está en que Lucas no añadió Santo, mientras Mateo dijo en Espíritu Santo y fuego. A los tres da testimonio el evangelista Juan cuando dice: Juan da testimonio de sí mismo y clama diciendo: Este era a quien aludí al decir: quien viene detrás de mí se ha puesto delante de mí porque existía antes que yo148. De esta manera muestra que dijo estocuando aquéllos recuerdan que lo dijo, y que lo repitió, ymencionó que lo había dicho al indicar: Este era a quien aludí al decir: quien viene detrás de mí.

27. Así, pues, si se pregunta qué palabras dijo exactamente Juan Bautista, si las que Mateo menciona haber dicho, las que menciona Lucas, o las que indicó Marcos en las pocas que recoge, callando lo demás, quien comprende sabiamente que las mismas sentencias son necesarias para conocer la verdad, con independencia de las palabras que las expliquen, advierte que en ningún modo hay que fatigarse en este punto. El que uno mantenga un orden distinto en las palabras no significa que diga cosas contrarias. Tampoco se da esto cuando uno afirma lo que otro calla. Pues está claro que cada uno expuso la misma sentencia según la recordaba y según le pareció oportuno, es decir, más sucinta o más prolijamente.

28. La verdad del Evangelio obtuvo la cima suprema de la autoridad para la palabra de Dios que permanece eterna e inmutable sobre toda criatura, palabra dispensada mediante la criatura a través de signos temporales y lenguas humanas. En este mismo hecho aparece —cosa que afecta al máximo a nuestro tema— que no debemos pensar que miente alguien si muchos que oyeron o vieron algo, al recordarlo, no lo refieren del mismo modo o con las mismas palabras; o si se cambia el orden de las palabras, o si se utilizan unas en lugar de otras, siempre que signifiquen lo mismo; o si se calla algo que o no viene a la mente a quien intenta recordarlo o puede deducirse»» de lo que se dice; o si alguien, en función del relato de alguna otra cosa que estableció decir, para ajustarse al tiempo debido, toma algo no para explicarlo en su totalidad, sino para tocarlo parcialmente; o si para ilustrar o explicar una sentencia, aquel a quien se le ha concedido autoridad para narrarla añade algunas palabras, no contenidos, o si teniendo clara la idea, no logra, aunque lo intente, repetir de memoria en su integridad las palabras que incluso oyó.

Alguien dirá que a los evangelistas se les debió conceder, ciertamente por el poder del Espíritu Santo, no discrepar ni en la clase de palabras ni en el orden ni en el número. Ese no comprende que cuanto más destaca la autoridad de los evangelistas, tanto más había que afirmar, mediante ellos, la seguridad de otros hombres que hablan verdad. De modo que a nadie se le pueda tachar de mentiroso si, cuando relatan muchos la misma cosa, uno discrepa de otro, de tal manera que puede ampararse incluso en el ejemplo precedente de los evangelistas.

Como no es lícito juzgar o afirmar que mintió alguno de los evangelistas, así aparecerá que tampoco mintió aquel a quien le haya sucedido en su memoria lo que se muestra que les sucedió a ellos. Y cuanto más se ajusta a las óptimas costumbres el precaverse de la mentira con tanta mayor razón debíamos ser gobernados por tan eminente autoridad, para no pensar en una mentira en el caso de hallar que los relatos de algunos divergiesen entre sí tanto como varían los de los evangelistas. Y al mismo tiempo —lo que concierne sobre todo a la doctrina conforme a la fe— comprendiésemos que no hay que buscar o abrazar tanto la verdad de las palabras como la de los contenidos, si aprobamos que se mantienen en la misma verdad los que no se sirven de la misma expresión, cuando no discrepan en los hechos y en las sentencias.

29. ¿Dónde cabe pensar que hay oposición en los textos de los relatos de los evangelistas que presenté y comparé? ¿Acaso en que uno dijo: No soy digno de llevar su calzado149, y los otros: de desatar la correa de su calzado?150 En efecto, no se trata sólo de palabras o del orden de las mismas o de algún giro, sino que efectivamente parece que una cosa es llevar el calzado y otra desatar la correa del calzado. Con razón se puede preguntar de qué dijo Juan que no era digno, si de llevar el calzado o de desatarlo. Pues si afirmó lo segundo, parece que contó la verdad quien pudo narrar esto que dijo; en cambio, de quien refirió lo otro se pensará que, aunque no mintió, como mínimo dijo una cosa por otra por olvido. Conviene alejar toda falsedad de los evangelistas: no sólo la que tiene su origen en la mentira, sino también la que procede del olvido. En consecuencia, si atañe al asunto el entender una realidad en la expresión llevar el calzado y otra en desatar la correa del calzado, ¿qué otra cosa podrás pensar que es correcto aceptar sino que Juan dijo lo uno y lo otro, ya en distintos momentos, ya a continuación lo uno de lo otro? Pudo decir así: «No soy digno de desatar la correa de su calzado ni de llevar su calzado», de modo que un evangelista tomó una cosa, otros otra, pero todos narraron la verdad.

Supongamos, por el contrario, que, al hablar del calzado del Señor, Juan no pretendió sino apuntar la excelencia del mismo Señor y la humildad propia. En este caso, ya haya hablado de desatar la correa del calzado, ya de llevar el calzado, mantuvo la misma sentencia todo el que, incluso con palabras propias, al mencionar el calzado, expresó ese mismo significado, a saber, la humildad. Por esa razón no se alejó de lo que pretendía. Es un método útil y que se ha de confiar sobre todo a la memoria, cuando hablamos del acuerdo entre los evangelistas: no hay mentira, incluso si alguien puso algo que no dijo aquel a quien se refiere su relato, siempre que exponga la voluntad de él. Así, pues, sanamente aprendemos que no hay que buscar otra cosa distinta de la voluntad del que habla.

Mt 3,13—15 | Mc 1,9 | Lc 3,21 | Jn 1,32—34

13 30. Continúa Mateo. Entonces llegó Jesús de Galilea al Jordán, a la presencia de Juan, para que lo bautizase. Pero Juan se lo prohibía diciendo: Soy yo quien debo ser bautizado por ti, ¿y vienes tú a mí? Jesús le respondió: Acéptalo ahora, pues conviene que cumplamos así toda justicia. Entonces le dejó151. También los demás evangelistasatestiguan que Jesús se presentó a juan. Tres mencionan quefue bautizado152, pero callan lo que Mateo refiere que dijo Juanal Señor o lo que el Señor respondió a Juan.

Mt 3,16—17 | Mc 1,10—11 | Lc 3,22

14 31. Luego sigue Mateo: Nada más ser bautizado salió del agua. Y he aquí que se le abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que descendía como una paloma y venía sobre él. Y apareció una voz del cielo que decía: Este es mi hijo amado, en quien me he complacido153. Esto mismolo narran también de modo semejante otros dos evangelistas,Marcos y Lucas. Pero con referencia a las palabras usadas porla voz que se produjo desde el cielo, manteniendo invariablela sentencia, varían la expresión154. Lo que dice Mateo: Este es mi hijo amado, y lo que dicen los otros dos: Tú eres mi hijo amado155, sirve para exponer la misma sentencia, comocomenté anteriormente. La voz del cielo utilizó unade las dos expresiones, pero el evangelista quiso mostrarque Este es mi hijo servía para indicar a quienes la oían queJesús era el Hijo de Dios, y así quiso referir lo dicho: Tú eres mi Hijo, como si les dijese a ellos Este es mi hijo. No seindicaba a Cristo lo que ya sabía; pero lo oían los presentes,por quienes se produjo la voz.

En cuanto a que uno dice en quien me he complacido, otro en ti he complacido, y otro en ti me ha complacido, sipreguntas, qué fue lo que exactamente se oyó en aquella vozy qué hay que aceptar, entiende de momento que los que norefirieron la misma expresión refirieron la misma sentencia.Tal diversidad de expresiones es útil también para evitar quelo dicho de una sola manera no se entienda bien y se interpretede modo distinto a como es en realidad. Si alguienquisiera entender la expresión en quien me he complacido como si Dios se hubiese complacido en su Hijo, se le llamaa la verdad con la expresión en ti he complacido. Si alguien,a su vez, a partir de esta única expresión, entiende que elPadre agradó a los hombres en el Hijo, recibe un aviso de laotra: En ti me ha complacido.

De donde aparece con suficiencia que, fuese quien fuese el evangelista que conservó también las palabras de la voz celeste, los otros cambiaron las palabras para exponer de forma más familiar la misma sentencia. Así se entiende que todos dijeron lo equivalente a «en ti he puesto mi complacencia», esto es: «por ti se lleva a cabo lo que me agrada».

Algunos códicesdel evangelio según Lucas tienen que en aquella voz se oyó lo que está escrito en el salmo: eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy156, aunque no resulta que se halle en los griegos más antiguos. Con todo, si se pudiese confirmar con algunos ejemplares dignos de fe, ¿qué hay que entender sino que del cielo se oyó una y otra cosa independientemente del orden de las palabras?

Mt 3,14b—c | Jn 1,33

15 32. No se indica cuándo tuvo lugar lo que se afirma en el evangelio de Juan acerca de la paloma, sino que se refieren las palabras de Juan Bautista, que menciona lo que vio. Al respecto se pregunta cómo se dijo—. Yo no lo conocía, pero quien me envió a bautizar con agua me dijo: aquel sobre quien veas que desciende el Espíritu y que reposa sobre él, ése es el que bautiza en el Espíritu Santo157. Si le conoció cuando vio que la paloma descendía sobre él, hay que preguntarse cómo le dijo cuando venía a que le bautizase: Soy yo más bien quien debo ser bautizado por ti158. Esto se lo dijo antes de que la paloma descendiese sobre él. De donde resulta que, aunque ya lo conocía —pues también saltó de gozo en el seno de su madre159 cuando María fue a casa de Isabel—, al descender la paloma conoció algo de él que aún no conocía, es decir, que él bautizaba en el Espíritu Santo con cierto poder propio y divino. De este modo, ningún hombre que haya recibido el bautismo de Dios, aunque bautice a alguien, puede decir que es suyo lo que administra o que él da el Espíritu Santo.

Mt 4,1—11 | Lc 4,1—13 | Mc 1,12—13

16 33. Sigue diciendo Mateo: Entonces Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para que lo tentase el diablo. Y tras ayunar cuarenta días y cuarenta noches, luego sintió hambre. Se le acercó el tentador y le dijo: Si eres hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en pan. Él le respondió: "Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios160, etc., hasta: Entonces le dejó el diablo y he aquí que se le acercaron los ángeles y le servían161. Todo esto lo narraigualmente Lucas, aunque no en el mismo orden162. Razónpor la que queda en la incertidumbre qué aconteció antes: sile mostró primero los reinos de la tierra y luego fue elevadohasta el pináculo del templo, o fue primero esto y despuésaquello. Nada importa para el asunto, siempre que quede enpie que todo sucedió. Lucas expone las mismas sentenciascon otras palabras, pero no hay que insistir siempre en quenada pierde la verdad.

Marcos, por su parte, atestigua que fue tentado en el desierto por el diablo durante cuarenta días y noches163, pero calla lo que éste le dijo y lo que él respondió. Más aún, no calló lo que Lucas pasó por alto, a saber, que los ángeles le servían. Juan, en cambio, pasa por alto todo el pasaje.

Mt 4,12 | Mc 1,14 | Lc 4,14 | (Jn 1,39—2,11); (Jn 1,42 | Mt 16,18)

17 34. La narración de Mateo sigue así: Cuando oyó que Juan había sido entregado, se retiró a Galilea164. Esto lodicen también Marcos y Lucas165; pero Lucas no dice aquí nadade la entrega de Juan. En cambio, el evangelista Juan diceque, antes de que Jesús fuese a Galilea, Pedro y Andréspermanecieron con él un día y que entonces se le impuso elnombre de Pedro, pues antes se llamaba Simón. Afirma tambiénque el día siguiente, queriendo ya salir para Galilea,halló a Felipe y le dijo que le siguiese. Así se llegó también al relato sobre Natanael. Dice asimismo que al tercer día, establecido ya en Galilea, hizo en Cana aquel milagro de la conversión del agua en vino166. Cosas todas que los restantes evangelistas pasaron por alto, enlazando sus relatos con el regreso de Jesús a Galilea.

De aquí cabe entender que se interpusieran algunos días, en los que aconteció lo que sobre los discípulos intercala Juan. No contradice al pasaje en que Mateo relata que el Señor dijo a Pedro: Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia167. Tampoco ha de entenderse que recibió el nombre en este momento, sino más bien cuando se le dijo, como menciona Juan: Tú te llamarás Cefas, que equivale a Pedro168, de forma que luego el Señor le designa por ese nombre al decirle: Tú eres Pedro. En efecto, no dice «Tú te llamarás Pedro», sino Tú eres Pedro, puesto que ya antes se le había dicho: Tú te llamarás.

Mt 4,13—7,29; 4,18—22 | Mc 1,16,20; (Mc 1,22 ; Mt 7,29; Mc 1,23—28 ; Lc 4,33—37; Mc 1,29—31; Lc 4,38—39)

35. Luego hilvana Mateo su relato y dice: Y abandonando la ciudad de Nazaret, vino y habitó en Cafarnaún junto al mar, en los términos de Zabulón y Neftalí169, etc.,hasta el fin del sermón de la montaña170. En el contexto de esterelato, Marcos se asocia a su testimonio sobre la vocación delos discípulos Pedro y Andrés y, poco después, de la deSantiago y Juan171. Pero mientras Mateo añade a continuación elrelato del largo discurso tenido en la montaña, después decurar a muchos y verse seguido por una gran muchedumbre172,Marcos intercaló otras cosas, a saber: que los enseñaba en lasinagoga y que sentían estupor ante su doctrina173. Entoncesdijo él lo mismo que Mateo después de aquel largo discurso,esto es, que les enseñaba como quien tenía autoridad y nocomo los letrados174. Introdujo también el relato sobre el hombredel que expulsó un espíritu inmundo y luego el referidoa la suegra de Pedro175, cosas ambas en las que Lucas se muestrade acuerdo con él176. Mateo, en cambio, nada contó de estedemonio; lo referente a la suegra de Pedro no lo calló, sinoque lo introdujo más tarde177.

Mt 4,23—25 | Mc 1,39 | Lc 4,44

36. En este pasaje que ahora consideramos, el mismo Mateo narra que, después de la vocación de los discípulos, a los que mandó que le siguiesen cuando estaban pescando, Jesús recorrió Galilea enseñando en las sinagogas, predicando el Evangelio y curando toda enfermedad, y que, acercándose una muchedumbre a él, subió a la montaña y pronunció aquel largo discurso178. Así, pues, da lugar a que se entienda que ocurrió entonces lo que Marcos coloca después de la elección de los mismos discípulos, cuando recorría Galilea y enseñaba en sus sinagogas, e igualmente lo referente a la suegra de Pedro179, pero que él recordó más tarde lo que había omitido, aunque no recuperase para su relato todo lo que había pasado por alto.

(Jn 1,35—44) | Mt 4,18—19 | Mc 1,16—17 | Lc 5,1—11

37. Ciertamente puede crear dificultad el que Juan diga primero que Andrés siguió al Señor, junto con otra persona cuyo nombre calla, no en Galilea, sino al lado del Jordán; luego, que Pedro recibió el nombre, y en tercer lugar, que llamó a Felipe para que le siguiese180. En cambio, los tres restantes evangelistas afirman, con un grado suficiente de acuerdo entre sí, que los llamó cuando estaban pescando. Sobre todo Mateo y Marcos181, pues Lucas no nombra a Andrés, quien, sin embargo, se entiende que estaba en la misma embarcación, según el relato de Mateo y Marcos. Estos presentan de forma abreviada cómo aconteció lo que Lucas explicó más claramente, mencionando también en dicho momento el milagro de la pesca y la alocución anterior del Señor a la muchedumbre desde la misma barca182. Aquí parece que hay otra divergencia: Lucas menciona que únicamente a Pedro dijo el Señor desde ahora serás pescador de hombres183, cosa que Mateo y Marcos relataron como dicho a los dos hermanos. Ciertamente pudo decirlo primero a Pedro, cuando manifestó su admiración por la enorme cantidad de peces pescados —lo relatado por Lucas—, y luego a los dos así Mateo y Marcos.

Pero lo que dijimos de Juan requiere una consideración atenta. No se puede considerar como divergencia mínima, puesto que es grande la diferencia en cuanto al lugar, al tiempo y a la vocación. En efecto, si antes de que Jesús fuese a Galilea, ante el testimonio de Juan Bautista junto al Jordán, le siguieron dos, uno de los cuales era Andrés, quien inmediatamente llevó a Jesús a su hermano Simón, momento en que recibió el otro nombre, para pasar a llamarse Pedro, ¿cómo dicen los otros evangelistas que los halló pescando y llamó al discipulado en Galilea? Hay que entender que ellos no vieron al Señor, uniéndose ya entonces de modo inseparable a él, junto al Jordán, sino que sólo conocieron quién era y, admirados de él, volvieron a sus tareas.

(Jn 2,1—12)

38. También con referencia a Cana de Galilea, cuando convirtió el agua en vino, dice el mismo Juan que sus discípulos creyeron en él. Este es su relato: Al tercer día se celebró una boda en Cana de Galilea y estaba allí la madre de Jesús. Fue invitado también Jesús y sus discípulos a la boda184. Si creyeron entonces en él, como indica poco después, aún no eran sus discípulos cuando fueron invitados a la boda. Pero eso se dijo según la manera de hablar'« que utilizamos al decir que el apóstol Pablo nació en Tarso de Cilicia185, sin que entonces fuese ya apóstol. De igual manera, cuando oímos que los discípulos de Cristo fueron invitados a la boda, debemos pensar no en quienes eran ya discípulos, sino en quienes iban a serlo. Ciertamente, ya eran discípulos de Cristo en el momento en que eso se narró y se puso por escrito, y por eso se expresó de esa manera respecto a ellos quien relataba lo pasado.

(Jn 2,12 | Mt 4,13—19)

39. El mismo Juan dice también: Después de esto bajó a Cafarnaún el, su madre, sus hermanos y sus discípulos, y permanecieron allí pocos días186. No hay certeza de si yase le habían adherido también Pedro y Andrés y los hijos delZebedeo. Mateo narra primero que vino y habitó en Cafarnaún,y luego que los llamó de sus barcas cuando estabanpescando187. Juan, en cambio, que sus discípulos vinieron conél a Cafarnaún. ¿Acaso Mateo recapituló lo que había pasadopor alto, dado que no dice —después de esto, caminandojunto al mar de Galilea, vio a dos hermanos», sino: Caminando junto al mar de Galilea vio a dos hermanos188, etc., sinseñalar ninguna diferencia temporal? En consecuencia, puededarse que relatase luego no lo que había acontecido después,sino lo que antes había pasado por alto, pudiendoentenderse que vinieron con él a Cafarnaún, adonde diceJuan que llegaron él, su madre y sus discípulos. ¿O hubootros discípulos, igual que ya le seguía Felipe, a quien habíallamado, diciéndole incluso Sígueme?189 En los relatos de losevangelistas no aparece el orden en que fueron llamadoslos doce apóstoles. En efecto, no se menciona no ya el ordende la llamada; ni siquiera la misma llamada de todos, sinoúnicamente la de Pedro, Andrés, los hijos del Zebedeo y delpublicano Mateo, llamado también Leví190. Sólo a Pedro, elprimero y el único, le puso individualmente nombre191, pues alos hijos del Zebedeo los llamó hijos del trueno192 no individualmente,sino a ambos a la vez.

40. Hay que considerar ciertamente que los evangelios y los escritos apostólicos no sólo llaman discípulos suyos a aquellos doce, sino a todos los que, creyendo en él por su magisterio, eran instruidos con vistas al reino de los cielos. De esa multitud eligió a los doce, a los que llamó también apóstoles, como recuerda Lucas193. El mismo dice poco después: Y bajando con ellos se detuvo en un paraje llano; había una gran multitud de discípulos y una gran muchedumbre de pueblo194. No llamaría multitud de discípulos a doce hombres. También en otros pasajes de la Escritura aparece con claridad que se llama discípulos suyos a cuantos aprendían de él lo referente a la vida eterna.

(Mt 4,18—21 | Mc 1,16—19 | Lc 5,10)

41. Puede preguntarse cómo llamó de sus barcas a los pescadores de dos en dos, primero a Pedro y Andrés, luego, avanzando un poco, a otros dos, los hijos del Zebedeo, como narran Mateo y Marcos. Pues Lucas dice que las naves de unos y otros se hallaban repletas por la gran captura de peces y menciona a Santiago y a Juan, los hijos del Zebedeo, como compañeros de Pedro, que los había llamado para que le ayudasen, dado que no podían sacar las redes llenas; que conjuntamente se habían admirado de la multitud de peces capturados, y que aunque dijo sólo a Pedro: No temas, desde ahora serás pescador de hombres195, le siguieron todos juntos, una vez sacadas las naves a tierra.

Por esta razón se ha de entender que primero tuvo lugar lo que Lucas refiere, y que el Señor no los llamó entonces, sino que únicamente anunció a Pedro que sería pescador de hombres. Palabras que no han de comprenderse en el sentido de que nunca más iría a pescar peces, pues leemos que después de la resurrección del Señor fue a pescar196. Le dijo que en adelante sería pescador de hombres, no que dejaría de pescar peces. Cabe entender, pues, que, según su costumbre, volvieron a pescar y así luego tuvo lugar lo que relatan Mateo y Marcos, momento en que los llamó de dos en dos y personalmente ordenó que le siguiesen, primero a Pedro y Andrés, y luego a los otros dos, hijos del Zebedeo. Entonces, no sacaron las naves a tierra, pensando en volver, sino que le siguieron como a quien les llamaba y les ordenaba que le siguiesen.

(Jn 1,43 | Mt 4,12 | Mt 1,14 | Lc 4,13)

18 42. Hay que preguntarse también cómo dice el evangelista Juan que Jesús fue a Galilea197 antes del encarcelamiento de Juan Bautista. En efecto, después de mencionar la conversión del agua en vino en Cana, su bajada a Cafarnaún con su madre y sus discípulos y su permanencia allí por no muchos días, refiere que luego subió a Jerusalén con motivo de la Pascua, que después pasó con sus discípulos a tierra de Judea, se detuvo allí con ellos y se puso a bautizar198. Y en este momento sigue: Juan también estaba bautizando en Ainon, cerca de Salim, porque allí había mucha agua, y la gente acudía y se bautizaba. Pues todavía no había sido encarcelado Juan199. Mateo, en cambio, dice: Cuando oyó que Juan había sido entregado, se retiró a Galilea200.

También Marcos lo indica de modo semejante: Después que Juan fue entregado, marchó Jesús a Galilea201. Lucas nodice nada sobre la entrega de Juan; sin embargo, refieretambién que, después de su bautismo y tentación, Cristo fuea Galilea, como los otros dos, pues así teje su relato: Acabada toda tentación, el diablo se retiró de él hasta el tiempo oportuno. Y Jesús salió para Galilea por la fuerza del Espíritu y su fama se extendió por toda la comarca202. Dedonde se entiende que estos tres evangelistas no relataronnada en contradicción con el evangelista Juan. Únicamenteomitieron la primera llegada del Señor a Galilea, después desu bautismo, cuando convirtió allí el agua en vino —entoncesaún no había sido entregado Juan—. En cambio, adjuntaron asus relatos su otra ida a Galilea que tuvo lugar después deentregado Juan Bautista. De este su regreso a Galilea hablatambién el evangelista Juan con estas palabras: Cuando Jesús supo que había llegado a oídos de los fariseos que él hacía más discípulos y bautizaba más que Juan —aunque Jesús no bautizase, sino sus discípulos—, abandonó Judea y volvió a Galilea203. Entendemos que ya había sido entregadoJuan cuando llegó a oídos de los judíos que Jesús hacía másdiscípulos y bautizaba más personas que Juan.

Mt 5,1—7,29

19 43. Respecto al largo discurso que, según Mateo, pronunció el Señor en la montaña204, veamos ya si los restantes evangelistas no parecen contradecirle en nada. Marcos no lo menciona en absoluto ni dijo nada que se le parezca, a no ser ciertas sentencias no conjuntadas, sino dispersas, que el Señor repitió en otros lugares. Sin embargo, dejó espacio en su relato para que comprendamos que tal discurso tuvo lugar, aunque él lo omitió. Dice: Y predicaba en sus sinagogas y en toda Galilea y expulsaba los demonios205. Dentro de esta predicación que afirma haber realizado en toda Galilea, cabe incluir también el discurso, tenido en la montaña, que recuerda Mateo. Pues el mismo Marcos sigue así: Se le acercó un leproso suplicándole, y puesto de rodillas, le dijo: Si quieres, puedes limpiarme206, etc. Los datos que aporta de este leproso curado permiten pensar que es el mismo que, según Mateo, curó el Señor cuando descendió de la montaña, después de aquel discurso. Así dice Mateo: Al descender de la montaña, le siguieron grandes multitudes. Y he aquí que vino un leproso y le adoraba diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme207, etc.

Mt 5,1—7,29 | Lc 6,20b—23

44. También Lucas menciona a este leproso, aunque no en el mismo orden208, sino como suelen recordarse las cosas omitidas o anticiparse las realizadas posteriormente, es decir, a medida que Dios iba sugiriendo cosas que, aunque conocidas antes, se escribirían después a modo de recuerdo. Con todo, también Lucas refirió el largo discurso del Señor, con comienzo idéntico al relatado por Mateo. Mateo dijo: Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos209; Lucas: Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de los cielos210. Muchas de las cosas que siguen, incluso en el relato de Lucas, son semejantes. Y, al término del discurso, se halla casi idéntica conclusión, referida al sabio que edifica sobre roca y al necio que lo hace sobre arena, con la diferencia de que Lucas indica que sólo el torrente derribó la casa, mientras Mateo añade la lluvia y los vientos211. Con toda facilidad se podría creer que introdujo el mismo discurso del Señor, pero que omitió algunas sentencias presentes en Mateo, puso otras que aquél omitió, y explicó otras de forma semejante, pero no con las mismas palabras, aunque manteniendo la verdad íntegra.

45. Como acabo de decir, esto se podría creer con suma facilidad si no ofreciese dificultad el hecho de que Mateo señala que el Señor pronunció este sermón sentado en una montaña212; Lucas, en cambio, que lo pronunció de pie en un paraje llano213. Esta divergencia lleva a concluir que se trata de dos discursos distintos. Pues ¿qué impediría a Cristo repetir en otro lugar lo que ya había dicho con anterioridad, o hacer de nuevo algo que ya había hecho antes? A partir de aquí no parece probable que estos dos discursos, uno insertado por Mateo, otro por Lucas, estén muy distantes en el tiempo el uno del otro, dado que, tanto antes como después, ambos relataron algunas cosas semejantes o idénticas, de modo que no es un absurdo pensar que los relatos de quienes intercalaron estas cosas tuvieron lugar en el mismo sitio y fecha.

En efecto, Mateo lo relata así: Y le siguió una gran multitud de Galilea, la Decápolis, Jerusalén, Judea y TransJordania. El, viendo la multitud, subió a la montaña, y cuando se sentó, se le acercaron los discípulos. Y abriendo su boca los enseñaba diciendo: Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos214, etc. Aquí puede dar la impresión de que quisoevitar la gran multitud, siendo ése el motivo por el que subióa la montaña, como apartándose de ellos, para hablar a solascon sus discípulos. A esto parece dar testimonio tambiénLucas cuando relata—. Aconteció en aquellos días que salió a la montaña a orar y pasó la noche en oración con Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y eligió doce de ellos, a los que llamó también apóstoles: a Simón, a quien llamó Pedro, y a su hermano Andrés; a Santiago y a Juan, a Felipe y a Bartolomé, a Mateo y a Tomás, a Santiago el de Alfeo y a Simón, llamado el Celota; a Judas el de Santiago y a Judas Iscariote, que le entregó. Bajando con ellos se detuvo en un paraje llano; había una gran multitud de discípulos y una gran muchedumbre de pueblo procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón, que habían venido para oírle y ser sanados de sus enfermedades. Toda la muchedumbre quería tocarle, porque salía de él una fuerza que sanaba a todos. El, elevando los ojos hacia sus discípulos, les decía: Bienaventurados (vosotros) los pobres, porque vuestro es el reino de Dios215, etc.

Aquí puede advertirse que tuvo el discurso en la montaña, que Mateo introdujo y Lucas calló, justamente cuando en la misma montaña eligió, de entre muchos, a doce discípulos a los que llamó apóstoles —cosa que Mateo omitió—, y que luego, cuando bajó de ella, tuvo otro semejante en un paraje llano, callado por Mateo, pero no por Lucas, concluyendo ambos discursos de la misma manera216.

Mt 7,28—8,1—4 | Lc 5,12—16

46. Terminado este discurso, Mateo sigue diciendo: Sucedió que, cuando concluyó Jesús estas palabras, la multitud estaba admirada de su doctrina217. Al respecto puede parecer que se refirió a la multitud de discípulos, de la que había elegido a aquellos doce218. Pero lo que dice de inmediato: Cuando bajó de la montaña, le siguió una gran multitud, y he aquí que un leproso se le acercó y le adoraba219, puede entenderse que tuvo lugar después de ambos discursos, los que introducen tanto Mateo como Lucas. No aparece cuánto tiempo transcurrió desde que bajó de la montaña, pero con esto Mateo sólo quiso significar que, después de bajar, una gran multitud acompañó al Señor cuando limpió al leproso, no cuánto tiempo pasó. Sobre todo considerando que Lucas dice que el Señor curó al leproso cuando estaba ya en la ciudad220, cosa que Mateo no se cuidó de indicar.

47. Aunque también puede suceder que el Señor haya estado primero en algún punto más elevado de la montaña con sólo sus discípulos, de entre los que eligió a aquellos doce; que después haya bajado con ellos no de la montaña, sino de la cima de la misma a un paraje campestre, es decir, a una llanura, situada en la falda de la montaña y que podía acoger una gran muchedumbre; que allí se haya detenido hasta que se congregó la muchedumbre en torno a él, y luego, ya sentado, se le acercaron más sus discípulos y así les dirigió a ellos y a la multitud presente el discurso que refieren Mateo y Lucas, narrado de distinto modo, pero manteniendo la misma verdad en los hechos y sentencias indicados por ambos. En efecto, ya advertimos —sin amonestación previa de nadie, cada cual lo pudo ver personalmente de forma espontánea— que si alguien omite algo que dice otro no hay en ello contradicción, ni siquiera si uno dice algo de modo distinto, siempre que se exponga la misma verdad de los hechos y sentencias. De esta manera, las palabras de Mateo: Cuando bajó de la montaña221, han de entenderse también y al mismo tiempo referidas al lugar llano que pudo estar ubicado en la ladera de la montaña. A continuación Mateo narra la curación del leproso, igual que Marcos y Lucas222.

Mt 8,5—13 | Lc 7,1—10

20 48. El relato de Mateo continúa así: Al entrar en Cafarnaún se le acercó un centurión suplicándole con estas palabras: Señor, mi siervo yace paralítico en casa y sufre fuertes dolores223, etc., hasta: Y en aquella hora sanó el siervo224. También Lucas menciona este relato referido al siervodel centurión, pero no como Mateo después de la curacióndel leproso, del que él se acordó y mencionó después,sino al final de aquel discurso más largo. Así lo enlaza: Cuando hubo acabado de dirigir todas sus palabras al pueblo, entró en Cafarnaún. Un siervo de cierto centurión y muy estimado por él se hallaba mal y a punto de morir225, etc., hasta el momento de su curación226. Aquí hay queen Cafarnaún. En ese preciso espacio de tiempo fue limpiadoaquel leproso, hecho que Mateo coloca en su momento, yLucas, en cambio, lo recuerda más tarde.

49. Veamos ya si Mateo y Lucas se muestran de acuerdo en lo referente a este siervo del centurión. Mateo dice: Se le acercó un centurión rogándole con estas palabras: Mi siervo yace paralítico en casa227. A esto parece contrario lo que dice Lucas, a saber: Habiendo oído hablar de Jesús, le envió a unos ancianos de los judíos para rogarle que viniera y salvase a su siervo. Estos, llegando a la presencia de Jesús, le suplicaban insistentemente diciéndole: Merece que se lo concedas, pues es amante de nuestro pueblo y el mismo nos ha edificado la sinagoga. Jesús iba con ellos y, no estando ya lejos de la casa, el centurión le envió unos amigos a que le dijeran: Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo, razón por la que tampoco me consideré digno de salir a tu encuentro; pero di una palabra y mi siervo quedará sano228. Si las cosas acontecieron así, ¿cómo puede ser verdad lo que narra Mateo, esto es, que se le acercó cierto centurión, si no se acercó él mismo, sino que envió a unos amigos? Prestando diligente atención hemos de entender que Mateo no abandonó en ningún modo la manera habitual de hablar. En efecto, no sólo acostumbramos a decir que se acercó algo, incluso antes de llegar allí adonde se dice que se acercó —razón por la que decimos también «se acercó un poco» o «se acercó mucho»—, sino que también decimos que alguien ha llegado —y con vistas a eso se acercaba—, aunque el que ha llegado no vea a la persona a la que ha llegado. Se da el caso cuando por medio de un amigo se llega a alguien de cuyos favores tiene necesidad.

Es tal la costumbre al respecto que vulgarmente se llama ya perventores (los que llegan) a los que llegan, con el arte de la adulación y mediante los oportunos intermediarios, a algunos poderosos prácticamente inaccesibles. Si pues habitualmente se dice que el mismo llegar se realiza mediante otras personas, ¡con cuánta más razón puede afirmarse que se efectúa mediante otros el acercarse, que la mayor parte de las veces queda por debajo del llegar, si alguien que no podría llegar, podría ciertamente acercarse! Así, pues, sin absurdo alguno íes, Mateo quiso decir, también en forma compendiada, se acercó a él un centurión, que vulgarmente puede entenderse como un acercamiento del centurión al Señor a través de otras personas.

50. Con todo, no hay que considerar sin atención la profundidad de la expresión llena de misterio del santo evangelista, conforme a la cual está escrito en el salmo: Acercaos a él y seréis iluminados229. Puesto que Jesús alabó la fe del centurión por la que se accede verdaderamente a él, hasta el punto de decir: no he hallado fe tan grande en Israel230, el sabio evangelista quiso indicar que el centurión se había acercado personalmente a Cristo más que aquellos por quienes había enviado su mensaje. Además, Lucas aclaró cómo se había desarrollado todo, para que nos viésemos obligados a entender a partir de ahí por qué dijo que había accedido a él alguien que no pudo mentir.

Así, también aquella mujer que sufría flujo de sangre, aunque había asido la orla de su vestido, tocó al Señor más que la muchedumbre que le oprimía231. Esta mujer tocó al Señor tanto más cuanto más creyó; así también el centurión, cuanto más creyó, tanto más se acercó a él. Es superfluo considerar el resto del capítulo con las cosas que un evangelista anota y otro omite, dado que, aplicando la regla aludida al comienzo, nada se halla que suponga contradicción.

Mt 8,14—15 | Mc 1,29—31 | Lc 4,38—39

21 51. Continúa Mateo: Al llegar Jesús a casa de Pedro, vio a la suegra de éste en cama y con fiebre. Le tocó la mano y la fiebre la dejó; ella se levantó y les servía232. Mateono indicó cuándo tuvo lugar esto, es decir, antes o despuésde qué cosa. No hay que entender necesariamente que tuvolugar después del hecho tras el cual se narra. Sin duda hade entenderse que él trae a la memoria un hecho que anteshabía omitido. Pues Marcos lo narra233 antes de hacer menciónde la limpieza del leproso, que se ve que Mateo introdujodespués del discurso de la montaña, que él pasó por alto.Así también Lucas relata lo referente a la suegra de Pedro234después del mismo hecho tras el cual lo relata Marcos, eigualmente antes del discurso que él introdujo con amplitud,que puede identificarse con el que Mateo mencionacomo tenido en la montaña.

Pero ¿qué interés tiene quién o en qué lugar lo ponga, sea que lo inserte en su lugar, sea que habiéndolo omitido lo traiga de nuevo a la memoria, sea que, realizado después, lo coloque antes, con tal que no caiga en contradicción interna o con otro que relate cosas idénticas u otras distintas? Aunque alguien recuerde óptima y fielmente las cosas conocidas, no está en poder de nadie el orden en el recuerdo, pues el que algo venga a la mente del hombre antes o después no depende de nuestra voluntad, sino de un don. Por eso es bastante probable que cada uno de los evangelistas creyese que debía hacer el relato en el orden en que Dios hubiese querido sugerir a su recuerdo lo que narraba, siempre con referencia a aquellas cosas cuyo orden, sea el que sea, no afecta a la autoridad y verdad del Evangelio.

52. Quien busque con piadosa atención por qué el Espíritu Santo235, que reparte los dones propios a cada uno según quiere y, por tanto, al recordar lo que iban a escribir, gobierna también las mentes de los santos en atención a los libros que habían de ser puestos en tan gran cima de autoridad, y rige a uno de una manera y a otro de otra; por qué, repito, permitió que uno ordenase su relato de una manera y otro de otra, con la ayuda divina podrá hallar respuesta. Pero esto no cae dentro del objetivo de esta obra que hemos emprendido ahora para demostrar que los evangelistas no se contradicen a sí mismos ni entre sí, cualquiera que sea el orden en que cada uno de ellos haya podido o querido relatar las mismas cosas u otras de las que Jesús hizo y dijo. Por lo cual, donde no aparece la sucesión temporal, no nos debe interesar en absoluto qué orden haya mantenido cada cual; donde, en cambio, exista, si algo ofrece dificultad, porque parezca que se contradice a sí mismo o a otro, hay que considerarlo y solucionarlo.

Mt 8,16—17 | Mc 1,32—35 | Lc 4,41

22 53. Continúa Mateo: Al atardecer le trajeron muchos endemoniados; el expulsaba a los espíritus con su palabra, y curó a todos los enfermos, para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías: Él tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades236. Indica que correspondea la misma época al enlazar con las palabras al atardecer. También Marcos, al señalar que la suegra de Pedro, yacurada, les servía, añadió esto mismo: Al atardecer, cuando se puso el sol, le llevaban todos los enfermos y endemoniados; toda la ciudadanía estaba congregada a las puertas. Curó a muchos que padecían varias enfermedades; expulsaba muchos demonios y no les permitía hablar, porque le conocían. Y levantándose muy de mañana, salió de allí y se retiró a un lugar desierto237. Se ve que aquí Marcos mantuvola sucesión temporal. Así, después de al atardecer, dijo: Y levantándose muy de mañana. Aunque ni siquierahay necesidad de entender la tarde del mismo día donde sedice «al atardecer», ni el amanecer de la misma noche dondese dice «amanecer»; con todo se puede ver que aquí se ha mantenido el orden de los acontecimientos en atención alorden cronológico establecido.

Lucas no pone «al atardecer— tras su relato sobre la suegra de Pedro; pero añadió algo de significado idéntico al decir: Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos aquejados de varias dolencias los llevaban a él. El los curaba poniendo las manos sobre cada uno. De muchos salían también demonios, que gritaban y decían: Tú eres el Hijo de Dios. Él les increpaba y no les dejaba hablar, porque sabían que él era el Cristo. Al hacerse de día, salió y se fue a un lugar solitario238. También aquí vemos que se ha mantenido el mismo orden cronológico que hemos advertido en Marcos. Mateo, en cambio, que no parece haber mencionado lo referente te a la suegra de Pedro en el orden real de los acontecimientos, sino en el que recordó lo que había pasado por alto, después de relatar lo que tuvo lugar aquel mismo día de tarde, ya no habla del amanecer; antes bien, lo narra con estas palabras: Viendo Jesús una gran muchedumbre en tomo a sí, mandó pasar a la otra orilla239. Esto ya es algo distinto de lo que hilvanan Marcos y Lucas, quienes mencionan sucesivamente la tarde y el amanecer.

Lo aquí dicho: Viendo Jesús una gran muchedumbre en torno a sí, mandó pasar a la otra orilla, debemos entenderloen el sentido de que introdujo algo de que se acordó:que cierto día, al ver Jesús una gran muchedumbre en tornoa sí, mandó pasar a la otra orilla.

Mt 8,18—22 | Lc 9,57—62

23 54. Lo que añade a continuación: Acercándose un escriba le dice: Maestro, te seguiré adondequiera que vayas, etc., hasta: Deja que los muertos entierren a sus muertos240, lo relata también Lucas de modo semejante. Pero despuésde muchas otras cosas y ciertamente sin indicar la sucesióncronológica, sino a modo de quien recuerda. Es dudososi puso lo que omitió antes o si anticipó lo que tuvolugar después de lo que sigue. Dice así: Aconteció que, yendo ellos de camino, le dijo uno: Te seguiré adondequiera que vayas241. La respuesta es exactamente la misma quemenciona Mateo. El que Mateo diga que esto tuvo lugarcuando mandó ir a la otra orilla242, y Lucas, en cambio, cuandoiban de camino243, no implica oposición alguna, puesto queiban de camino para pasar a la otra orilla.

Mateo y Lucas coinciden244 también en todo respecto a aquel que pidió ir antes a enterrar a su padre. Pero no afecta a la sentencia el que Mateo pusiera primero palabras de quien pedía tal cosa en atención a su padre y luego las del Señor, que le dijo: Sígueme, y Lucas, en cambio, pusiera primero las del Señor, que dijo: Sígueme, y luego las del que pidió aquello. Lucas mencionó también que otro dijo: Te seguiré, Señor, pero antes permíteme ir a comunicarlo a los de mi casa245, cosa que calla Mateo. A partir de aquí, Lucas pasa a otra cosa, no a lo que requería el orden cronológico.

Dice: Después de esto, designó el Señor otros setenta y dos246. Después de esto evidentemente; pero no aparece cuántotiempo después lo hizo el Señor. Con todo, en ese mismoespacio de tiempo tiene lugar lo que a continuación añadeMateo. Pues el mismo Mateo, conservando aún el orden cronológico, sigue así su relato:

Mt 8,23—34 | Mc 4,35—5,17 | Lc 8,22—37

24 55. Subió a la barca y le siguieron sus discípulos. Y he aquí que se produjo en el mar una gran tempestad247, etc., hasta: Y llegó a su ciudad248. Estos dos acontecimientosque Mateo relata seguidos, el referente al apaciguamientodel mar después que Jesús, despertado del sueño, dioórdenes a los vientos, y el referente a aquellos que tenían uncruel demonio y que, rotas las cadenas, eran arrastrados aldesierto, los narran de modo semejante Marcos y Lucas249. Conpalabras distintas, uno y otro refieren ciertas sentencias,no diferentes. Así, lo que, según Mateo, dijo: ¿Por qué tenéis miedo, (hombres) de poca fe?250, lo expresa Marcos de estamanera: ¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?251, esdecir, la fe plena como el grano de mostaza. Mateo dicetambién: (Hombres) de poca fe. Lucas, en cambio: ¿Dónde está vuestra fe?252 Y pudo decir todo: ¿Por qué tenéis miedo? ¿Dónde está vuestra fe? (Hombres) de poca fe. Es la razónpor la que uno dice una cosa y otro menciona otra. Lo que ledijeron al despertarle, según Mateo, es: Señor, sálvanos, que perecemos. Según Marcos: Maestro, ¿no te importa que perezcamos? Según Lucas: Maestro, ¡que perecemos!253 Se tratade una misma sentencia, expresada por quienes despertaronal Señor y querían que les salvase, y no es necesarioinvestigar qué dijeron exactamente a Cristo. Ya le dijeranuna de estas tres cosas, ya otras palabras que ninguno de losevangelistas recordó, pero con idéntico valor en orden a laverdad misma de la sentencia, ¿qué importa para nuestroasunto?

Aunque también pudo suceder que, siendo muchos los que le despertaron al mismo tiempo, le dijesen todas esas cosas, cada uno una. Una vez calmada la tempestad, según Mateo dijeron: ¿Quién es éste, pues hasta los vientos y el mar le obedecen?254 Según Marcos: ¿Quién crees que es éste, pues le obedecen el viento y el mar?255 Según Lucas: ¿Quién crees que es éste, que hasta da órdenes al viento y al mar y le obedecen?256 ¿Quién no ve que se trata de una única sentencia? Tanto vale ¿Quién crees que es? como ¿Quién es éste? Y donde no se indicó da órdenes, es ciertamente lógico entender que se obedece a alguien que las da 200.

56. Mateo afirma que fueron dos los que padecían aquella legión de demonios a la que se le permitió entrar en los puercos; Marcos y Lucas, en cambio, mencionan a uno solo257. Al respecto has de entender que uno de ellos pertenecía a una persona más noble y célebre, por el que aquella comarca se dolía particularmente y por cuya salud estaba muy preocupada. Queriendo significar esto, dos evangelistas juzgaron que debían mencionarle a él solo; la celebridad del hecho que le tenía a él por objeto se había extendido más.

Ni ha de significar tropiezo alguno el que los evangelistas hayan transmitido diversamente las palabras de los demonios, puesto que o bien se pueden reducir a una única sentencia, o se puede entender que se pronunciaron todas. Ni hay contradicción alguna en el hecho de que según Mateo hablen en plural y según aquéllos en singular, puesto que también ellos refieren que, preguntado cómo se llamaba, respondió que era una legión, porque había muchos demonios. Ni tampoco en el hecho de que Marcos ubique la piara de cerdos al lado de la montaña y Lucas en la montaña misma, pues la piara de cerdos sería tan grande que una parte de ella estaba en la montaña y otra al lado de ella. Según Marcos indica expresamente, había unos dos mil cerdos.

Mt 9,1—7 | Mc 2,1—12 | Lc 5,18—26

25 57. A partir de aquí sigue Mateo su relato manteniendo aún el orden cronológico. Subiendo a la barca pasó a la otra orilla y llegó a su ciudad. Y he aquí que le presentaron un paralítico postrado en una camilla258, etc., hasta: Viendo esto la multitud temió y glorificó a Dios que dio tal poder a los hombres259. De este paralítico hablaron también Marcos y Lucas260. Donde Mateo afirma que el Señor dijo: Confía, hijo, tus pecados te son perdonados261, Lucas no puso Hijo, sino Hombre262. Esto tiene su valor para explicitar más la sentencia del Señor, es decir, que se le perdonaban los pecados al hombre, que por el hecho mismo de ser hombre no podría decir «No he pecado»; y al mismo tiempo para que se entendiese que era Dios quien perdonaba al hombre. Marcos a su vez dijo263 lo mismo que Mateo, pero sin el Confía. En verdad pudo haber dicho «Confía, hombre; te son perdonados los pecados, hijo», o «confía, hijo; te son perdonados los pecados, hombre», o en cualquier otro orden de palabras que no comporte contradicción.

58. Puede crear dificultad lo que Mateo relata así acerca de este paralítico: Subiendo a la barca pasó a la otra orilla y llegó a su ciudad. Y he aquí que le presentaron un paralítico postrado en una camilla264. Marcos, por el contrario, no afirma que haya sucedido en su ciudad, de nombre Nazaret, sino en Cafarnaún, pues lo relata así: Entró de nuevo en Cafarnaún, después de algunos días, y se corrió la voz de que estaba en casa. Se reunieron tantos que no cabían ni siquiera en la puerta, y les dirigía la palabra. Y vinieron a traerle un paralítico portado entre cuatro. Al no poder presentárselo a causa de la multitud, abrieron el techo allí donde él estaba y descolgaron la camilla en que yacía el paralítico. Viendo Jesús la fe de ellos265, etc. Lucas, a su vez, no menciona dónde tuvo lugar, sino que dice así: Aconteció un día que él estaba enseñando sentado; había también sentados algunos fariseos y doctores de la ley, que habían llegado de todos los pueblos de Galilea y Judea y de Jerusalén. El poder del Señor se hacía presente para sanarlos. En esto, unos hombres trajeron en una camilla a un hombre que era paralítico, y querían introducirlo y ponerlo delante de él. Al no hallar por dónde introducirlo a causa de la muchedumbre, subieron al tejado y, por el lugar de las tejas, le descolgaron con la camilla al medio, delante de Jesús. Cuando él vio la fe de ellos, dijo: Hombre, tus pecados te son perdonados, etc.266.

Así, pues, el problema se plantea entre Marcos y Mateo, porque éste lo relata como si hubiera acontecido en la ciudad del Señor; aquél, sin embargo, en Cafarnaún. La cuestión tendría más difícil solución si Mateo hubiese mencionado también a Nazaret. Pero se podría llamar también a Galilea ciudad de Cristo, puesto que Nazaret está en Galilea, del mismo modo que se denomina ciudad romana a todo el reino constituido por tantas ciudades; igual que está constituida por tantos pueblos la ciudad de la que está escrito: Innumerables glorias se cuentan de ti, ciudad de Dios267, y al primer pueblo de Dios, que moraba en tantas ciudades, se le dio el nombre de una sola casa, la casa de Israel268.

Siendo esto así, ¿quién dudaría de que Jesús realizó esto en su ciudad, dado que lo hizo en Cafarnaún, ciudad de Galilea, adonde había regresado, atravesando el mar, procedente de la región de los gerasenos? Así se dijo con razón que había llegado a su ciudad al llegar a Galilea, independientemente de la población en que se encontrase. Sobre todo teniendo en cuenta que la misma Cafarnaún destacaba tanto en Galilea que era considerada como la metrópoli. Si de ningún modo se pudiese considerar a Galilea, en la que se hallaba Nazaret, o la misma Cafarnaún, que descollaba como capital entre las ciudades de Galilea, como la ciudad de Jesús, diríamos que Mateo omitió lo acontecido después que Jesús llegó a su ciudad, hasta que vino también a Cafarnaún, y añadió lo referente a la curación del paralítico. Es lo que hacen en muchos otros casos: pasan por alto etapas intermedias, como si siguiese de inmediato lo que añaden, sin indicar que han omitido algo.

Mt 9,9 | Mc 2,13—14

26 59. A partir de aquí sigue diciendo Mateo: Cuando se iba de allí Jesús, vio a un hombre, llamado Mateo, sentado en el despacho de los impuestos, y le dijo: Sigúeme, y levantándose le siguió269. Marcos mantiene idénticoorden, es decir, relata esto mismo después de la curacióndel paralítico. Dice así: Salió junto al mar y toda la muchedumbre venía a él y él los enseñaba. Y al pasar vio a Leví, hijo de Alfeo, sentado en el despacho de impuestos, y le dijo: Sigúeme. Y levantándose, le siguió270. No hay contradicciónalguna aquí, pues Mateo y Leví se identifican. TambiénLucas añade la escena a continuación de la curación delmismo paralítico: Después de esto salió y vio a un publicano, de nombre Leví, sentado en el despacho de impuestos, y le dijo: Sígueme. El, dejando todo, se levantó y lo siguió271. Tomando pie de estas palabras, parece más probable queMateo haya mencionado estas cosas como quien recuerdaalgo omitido, porque ciertamente hay que pensar queMateo fue llamado antes del discurso tenido en la montaña.En efecto, Lucas menciona que en aquella montaña fueronelegidos, de entre los muchos discípulos, la totalidad de losdoce, a los que llamó también apóstoles272.

Mt 9,10—17 | Mc 2,15—22 | Lc 5,27—39

27 60. Sigue, pues, Mateo diciendo: Y sucedió que, estando el sentado a la mesa en la casa, vinieron muchos publícanos y pecadores, y se sentaron a la mesa con Jesús y sus discípulos, etc., hasta: sino que echan el vino nuevo en odres nuevos y ambos se conservan273. Mateo no indicóaquí en qué casa estaba Jesús sentado a la mesa con lospublícanos y pecadores. Razón por la que podría parecerque este dato no lo introdujo en su lugar, sino que intercaló,al recordarlo, lo realizado en otro momento, de no serporque Marcos y Lucas, que relatan esto mismo de formaabsolutamente parecida274, nos informan de que Jesús .se sentóa la mesa en la casa de Leví, esto es, de Mateo, y dijo todo loque sigue. Así relata esto mismo Marcos, manteniendo idénticoorden—. Y sucedió que, estando el a la mesa en la casa de él, muchos publícanos y pecadores estaban a la mesa con Jesús275. Al decir en casa de él, se refiere ciertamente aaquel de quien hablaba antes, es decir, de Leví. IgualmenteLucas, tras afirmar: Le dijo: Sígueme, y, dejando todo, se levantó y lo siguió, añadió inmediatamente: Y Leví le ofreció en su casa un gran banquete y había a la mesa una gran multitud de publícanos y de otros que estaban con ellos276. Queda claro, pues, en qué casa tuvieron lugar estascosas.

61. Consideremos ya las palabras que los tres evangelistas pusieron o como dichas al Señor o como respuestas suyas. Mateo dice: Al verlo, los fariseos decían a los discípulos de el: ¿Por qué vuestro maestro come con publicanos y pecadores?277 Con casi idénticas palabras dice lo mismo también Marcos: ¿Por qué vuestro maestro come y bebe con publícanos y pecadores?278 Mateo, pues, omitió lo que añadió Marcos: bebe. Pero ¿qué importancia tiene para nuestro asunto, si es exacta la sentencia, referida a los que banqueteaban juntos? Lucas, en cambio, parece haber mencionado el hecho con algunas diferencias. Dice así: Y murmuraban los fariseos y los escribas diciendo a los discípulos de el: ¿Por qué coméis y bebéis con publícanos y pecadores?279 Ciertamente no pretendía que no se incluyese allí a su maestro; antes bien, indicaba que el reproche se dirigía a todos la vez, a él y a sus discípulos, aunque no se dijo a él, sino a ellos, lo que se refería a él y a ellos. Pues el mismo Lucas dice también que el Señor respondió: No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a penitencia280. Respuesta que no hubiera dado si las palabras coméis y bebéis hubieran aludido a él sobre todo. Por eso, también Mateo y Marcos relataron que el mismo reproche a él lo habían dirigido contra sus discípulos, porque, aunque las palabras incluían también a éstos, el reproche iba sobre todo al maestro, al que ellos, como seguidores, imitaban. La sentencia es una sola, y tanto mejor expresada cuanto que, aunque han variado ciertas palabras, ha permanecido la verdad.

Además, lo que Mateo refiere que respondió el Señor: No tienen necesidad de médico los que están fuertes, sino los que están mal. Id, pues, y aprended qué significa: Quiero misericordia y no sacrificio281, pues no vine a llamar a los justos, sino a los pecadores282, lo mantuvieron también Marcos y Lucas con casi las mismas palabras283, dejando de lado el que ninguno introdujo el testimonio profético: Prefiero la misericordia al sacrificio284. Pero Lucas, tras decir no vine a llamar a los justos, sino a los pecadores, añadió a penitencia285. Palabras que tienen valor para explicar la sentencia, a fin de que nadie piense que Cristo ama a los pecadores en cuanto pecadores, pues esa semejanza acerca de los enfermos indica bien qué es lo que quiere Dios al llamar a los pecadores como el médico a los enfermos. Es decir, que sanen de la iniquidad como de una enfermedad, cosa que acontece mediante la penitencia.

62. De igual manera, lo que dice Mateo: Entonces se acercaron a él los discípulos de Juan preguntando: ¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos frecuentemente?286, lointrodujo Marcos de modo semejante diciendo: Estaban los discípulos de Juan y los fariseos ayunando287; llegan y le dicen: ¿Por qué ayunan los discípulos de Juan y los de los fariseos? Prescindiendo de que puede pensarse que asoció alos fariseos porque dijeron esto junto con los discípulosde Juan, aunque Mateo muestre que lo dijeron sólo los deJuan. Pero las palabras mismas que, según Marcos, dijeronellos, indican más bien que lo dijeron unos de terceras personas; es decir, que los comensales presentes fueron aJesús porque los discípulos de Juan y los fariseos estabanayunando, y le dijeron eso de ellos; de ese modo la palabra llegan no la pronunció refiriéndose a aquellos a quieneshabía aludido al decir: Estaban los discípulos de Juan y los fariseos ayunando; antes bien, estando éstos ayunando, lleganotros a quienes les extraña el hecho y le dicen: ¿Por qué ayunan los discípulos de Juan y los de los fariseos, y los tuyos, en cambio, no?

Lucas lo expresó más claramente, indicando lo mismo, al poner lo que les respondió el Señor acerca de los pecadores considerados como enfermos. Escribe: Pero ellos le dijeron a el: ¿Por qué los discípulos de Juan ayunan frecuentemente y hacen súplicas, y lo mismo los de los fariseos, mientras los tuyos comen y beben?288 Así, pues, también en el relato de Lucas, como en el de Marcos, esto lo dijeron unos de terceras personas. ¿Cómo dice Mateo: Entonces se le acercaron los discípulos de Juan y le dijeron: Por qué ayunamos nosotros y los fariseos?289 Porque también ellos estaban presentes y todos a porfía, según podían, hicieron el reproche. Su sentencia la refirieron los tres evangelistas con diverso lenguaje, pero no alejado de la verdad.

63. También Mateo y Marcos introdujeron igualmente lo referente a los hijos del esposo290, esto es, que no ayunaban mientras el esposo estaba con ellos. La única diferencia está en que Marcos llamó hijos de la boda a los que Mateo llamó hijos del esposo, cosa que carece de interés para este asunto. Entendemos que «hijos de la boda» no son sólo los hijos del esposo, sino también los de la esposa. Se trata de la misma sentencia aclarada, no de otra contraria. Lucas no dice: «¿Acaso pueden ayunar los hijos del esposo?», sino: ¿Acaso podéis hacer ayunar a los hijos del esposo mientras está él con ellos?291 Palabras con las que también él explícito con elegancia la misma sentencia para insinuar alguna otra realidad. Pues así se entiende que los mismos que hablaban habrían de hacer que los hijos del esposo ayunasen entre lágrimas, porque iban a dar muerte al esposo. Donde Mateo habló de llorar, Marcos y Lucas de ayunar, porque también aquél dice después entonces ayunarán, no «entonces llorarán». Con tal palabra significó que el Señor había hablado del ayuno que va asociado a la humildad proveniente de la tribulación; de esa manera se entiende que al otro, asociado al gozo de la mente suspensa en las realidades espirituales y por eso mismo alejada en cierto modo de los alimentos corporales, lo significó el Señor con las semejanzas ulteriores del paño viejo y del vino nuevo292. Mostraba así que esta clase de ayuno no va con los hombres animales y carnales, ocupados en su cuerpo, y por ello arrastrando aún el antiguo modo de pensar. Estas semejanzas las expusieron también de modo parecido los otros dos. Ya queda, pues, suficientemente a la vista que, aunque uno diga lo que otro omite, no hay oposición, sea en palabras, sea en contenidos, siempre que no se aparte de la misma sentencia o, si tal vez se pone una nueva, no contradiga a otra.

Mt 9,18—26 | Mc 5,21—43 | Lc 8,40—56

28 64.Sigue Mateo, manteniendo aún el orden cronológico: Cuando les estaba diciendo estas cosas, se le acercó un magistrado y le adoraba diciendo: Mi hija acaba de morir, pero ven, imponte tu mano y vivirá, etc.293, hasta: Y la niña se levantó. Y la noticia se divulgó por toda la comarca294. Esto lo dicen también los otros dos, Marcos y Lucas, pero ya se alejan de dicho orden. Ellos recuerdan e introducen el hecho en otro momento, es decir, cuando volvió de la otra orilla, de la región de los gerasenos, después de haber expulsado los demonios y haberlos endilgado a los cerdos. En efecto, Marcos lo enlaza así con lo realizado en tierra de los gerasenos: Después que Jesús pasó de nuevo en barca a la otra orilla, se aglomeró una gran muchedumbre junto a él, que estaba junto al mar. Y llegó uno de los jefes de la sinagoga, de nombre Jairo, y al verle se postró a sus pies, etc.295. De estas palabras ha de entenderse que lo relatado sobre la hija del jefe de la sinagoga tuvo lugar después que Jesús volvió de nuevo en barca a la otra orilla, pero no resulta cuánto tiempo después. De no haber habido un intervalo, habría faltado tiempo para el episodio del banquete en su casa que acaba de narrar Mateo296.

Según el modo de proceder de los evangelistas, él narró como referido a otra persona lo que se refería a sí y había tenido lugar en su casa, inmediatamente después de lo cual no sigue sino el relato sobre la hija del jefe de la sinagoga. De tal modo lo trabó que la misma transición indica que se narra a continuación lo que a continuación tuvo lugar. Pues cuando mencionó antes lo que dijo Jesús del paño viejo y del vino nuevo, añadió inmediatamente: Cuando les estaba diciendo estas cosas, se le acercó un magistrado. Por lo tanto, si se acercó cuando él les estaba diciendo estas cosas, no se interpuso ningún otro dicho o hecho. En el relato de Marcos, sin embargo, aparece un lugar en el que pudieron intercalarse otras cosas, como ya mostramos. También Lucas, después de narrar el milagro realizado entre los gerasenos, pasó a contar lo referente a la hija del jefe de la sinagoga, pero sin oponerse a Mateo, que al escribir cuando les estaba diciendo estas cosas muestra que el hecho tuvo lugar después de las semejanzas sobre el paño y el vino. Lucas, una vez terminado el relato de lo acaecido entre los gerasenos, pasa a otro tema de esta manera: Cuando regresó Jesús, le recibió una muchedumbre, pues estaban todos esperándole. Y he aquí que un hombre, de nombre Jairo, que era también jefe de la sinagoga, se postró a los pies de Jesús, etc.297 Se entiende así que aquella muchedumbre recibió acto seguido al Señor, cuyo regreso estaba esperando. En cambio, lo que añadió: Y he aquí que un hombre, de nombre Jairo, no hay que tomarlo como acontecido inmediatamente, sino que antes tuvo lugar lo relatado sobre el banquete de los publícanos, según narra Mateo298; hecho con el que enlaza éste de tal modo que no cabe entender que se hiciera otra cosa a continuación.

65. En el relato cuya consideración acabamos de emprender ahora, el referido a aquella mujer que padecía flujo de sangre, concuerdan estos tres evangelistas y no hay problema alguno. Ni afecta a la verdad del hecho el que uno diga lo que otro calla, ni el que Marcos diga: ¿Quién ha tocado mis vestidos?299, y Lucas: ¿Quién me ha tocado?300 Pues uno se expresó según un modo habitual, otro lo hizo con propiedad; pero la sentencia es la misma. Decimos «me rasgas» con mayor frecuencia que «rasgas mis vestidos», puesto que queda claro qué queremos que se entienda.

66. Mateo refiere que el jefe de la sinagoga no anunció al Señor que su hija iba a morir, o que estaba muñéndose, o que se hallaba en el límite de la vida301, sino que ya estaba muerta; los otros dos, en cambio, que estaba próxima a la muerte, pero que aún no había muerto302; hasta el punto que afirman que él se puso en movimiento después que le anunciaron su muerte, y que por eso ya no debían molestar al maestro, como si fuera capaz, con la imposición de sus manos, de impedirle morir, pero no de resucitarla una vez muerta. Ante ello, para que no aparezca contradicción alguna, hay que considerar y comprender que, por motivos de brevedad, Mateo quiso decir más bien que rogó al Señor que hiciera lo que resulta evidente que hizo, es decir, que la resucitara. No prestó atención a las palabras del padre sobre su hija, sino, cosa más importante, a su voluntad, y puso las palabras que declaraban esa voluntad. Hasta tal punto había perdido la esperanza, que quería que la resucitase, no creyendo que pudiese hallar con vida a la que había dejado en trance de muerte.

Así, pues, Marcos y Lucas dejaron constancia de lo que dijo Jairo; Mateo, en cambio, de lo que quería y pensaba. Una y otra cosa se pidió al Señor: o que salvara a la que estaba muriéndose o que resucitara a la que había muerto. Pero Mateo, queriendo decirlo todo de forma breve, indicó que el padre en su súplica dijo lo que es cierto que él quiso y que Cristo hizo. Si aquellos dos, o uno de ellos, hubieran mencionado que el padre mismo dijo lo que habían dicho quienes habían ido de su casa, es decir, que no se molestara ya a Jesús porque la niña había muerto, las palabras que puso Mateo indicarían lo contrario de lo que él pensaba. Pero ahora, siendo los suyos quienes le anunciaron tal cosa y quienes habían ido de su casa, es decir, que no se molestara consintiese a ello. En consecuencia, lo que le dice el Señor: No temas, te basta con creer y tu hija sanará303, no es un reproche a quien desconfía, sino una confirmación a quien creía más intensamente. Pues él tenía una fe como la de aquel otro que decía: Creo, Señor, pero ayuda mi incredulidad304.

67. Estando así las cosas, mediante este tipo de formas de expresión de los evangelistas, distintas, pero no opuestas, aprendemos algo muy útil y necesario, a saber: que en las palabras de cualquier persona no debemos investigar otra cosa que su voluntad, a cuyo servicio han de estar las mismas palabras, y que no miente uno si dice con otras palabras lo que quiere aquel cuyas palabras textuales no cita. Y esto para que los miserables cazadores de palabras no piensen que hay que ligar la verdad como con las tildes de las letras, siendo así que lo que se ha de investigar no sólo en las palabras, sino también en todos los demás signos producidos por el alma, es el alma misma.

68. Mateo, según algunos códices, tiene: La mujer no está muerta, sino que duerme305, mientras que Marcos y Lucastestimonian que era una muchacha de doce años.306 Al respectoha de entenderse que Mateo usa un modismo hebreo. También en otros pasajes de la Escritura se advierteque se llama mujeres no sólo a las que han tenido marido,sino también a hembras humanas aún intactas e íntegras. Asíestá escrito de Eva: La formó mujer307. Dígase lo mismo delpasaje del libro de los Números en que se ordena custodiar alas mujeres que no hubieran cohabitado con varón, o sea alas vírgenes308, para que no las matasen. Con idéntica expresión,Pablo afirma que Cristo nació de mujer309. Es preferibleesta forma de entender el texto a creer que aquella niñade doce años estuviese casada o hubiese conocido varón.

Mt 9,27—34

29 69. Sigue diciendo Mateo: Cuando Jesús marchó de allí, le siguieron dos ciegos que decían a gritos—. Apiádate de nosotros, hijo de David, etc.310, hasta: Los fariseos, por el contrario, decían: el arroja los demonios en virtud del príncipe de los demonios311. Este relato sobre los dos ciegos yel demonio mudo sólo lo trae Mateo. Aquellos dos ciegos delos que hablan también los otros no son éstos312, aunque elmodo de actuar fue idéntico; de manera que si Mateo hubieseolvidado aquel otro episodio313, se podría pensar que lo queahora relata lo dijeron también los otros dos. Razón por laque debemos confiar cuidadosamente a la memoria que hayciertos hechos que son semejantes; la prueba: el mismoevangelista menciona uno y otro. De este modo, si alguna vezhallamos hechos tales aislados en los evangelistas por separado,y una oposición entre ellos que no puede eliminarse, senos ha de ocurrir que no se trata del mismo hecho, sino deotro semejante o hecho de modo semejante.

Mt 9,35—10,42 | Mc 6,6b—11 | Lc 9,1—6;12,2—9.51—53; 14,26—27

30 70. En lo que sigue ciertamente no aparece el orden de los hechos. En efecto, tras estos dos relatos referentes a los ciegos y al demonio mudo, continúa así: Jesús recorría todas las ciudades y aldeas enseñando en sus sinagogas y anunciando el evangelio del reino y curando toda dolencia y toda enfermedad. Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban vejados y abatidos como ovejas sin pastor. Entonces dice a sus discípulos: La mies es en verdad mucha; los obreros, en cambio, pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies que envíe obreros a su mies. Y llamando a sus doce discípulos les dio poder sobre los espíritus inmundos, etc.314, hasta donde dice: En verdad os digo que no perderá su recompensa315. En todo este pasaje que acabamos de citar son muchas las exhortaciones que dirigió a sus discípulos, pero, como he dicho, no aparece si Mateo las añadió en el orden real o si el orden seguido es el de sus recuerdos.

Marcos parece haber condensado este pasaje en pocas palabras. Lo introduce de esta manera: Y recorría los pueblos del entorno enseñando. Y llamó a los doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, y les otorgaba poder sobre los espíritus inmundos, etc.316, hasta donde dice: Sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos317. Pero Marcos, antes de narrar esto, después de la resurrección de la hija del jefe de la sinagoga, introdujo primero el relato de la admiración que el Señor produjo en su patria, cuando se preguntaban de dónde le venía tanta sabiduría y poder, puesto que conocían su familia318; hecho que Mateo recuerda después de la mencionada exhortación a sus discípulos y de muchas otras cosas319. Resulta, pues, incierto si Mateo lo trae a la luz tras haber omitido lo que se desarrolló en la patria de Jesús, o si Marcos lo anticipa por haberse acordado de ello; es decir, quién de ellos mantuvo el orden de los hechos y quién el de sus recuerdos.

Lucas introduce este pasaje sobre el poder otorgado a los discípulos320 y la exhortación oportuna, inmediatamente después de la resurrección de la hija de Jairo, con tanta brevedad como Marcos. Y tampoco aparece que siga el orden de los acontecimientos. En cuanto al nombre de los discípulos, Lucas, que los menciona con nombre distinto cuando son elegidos primeramente en la montaña, no discrepa de Mateo, a no ser en el nombre de Judas el de Santiago, al que Mateo llama Tadeo321, y algunos códices Lebdeo. ¿Quién prohibió alguna vez que a un único hombre se le llamase por dos o tres nombres?

71. Suele preguntarse cómo Mateo y Lucas mencionan que el Señor dijo a sus discípulos que no llevasen bastón322, si dice Marcos: Y les ordenó que no tomasen nada para el camino, fuera de un bastón, y sigue: ni mochila, ni pan, ni dinero en la faja323, para mostrar que su relato se refiere al mismo momento al que se referían los otros que dijeron que no había que llevar ni siquiera un bastón. La solución consiste en entender que el bastón que según Marcos hay que llevar significa una cosa, y otra distinta el que según Mateo y Lucas no hay que llevar. Este doble significado se advierte en el término tentación, que se usa para decir que Dios no tienta a nadie324, y que Os tienta el Señor vuestro Dios, para saber si le amáis325. En el primer caso equivale a seducción, en el segundo a prueba. Igualmente el término juicio tiene significados distintos donde se dice: Los que hicieron el bien, para la resurrección de la vida, y los que hicieron el mal, para la resurrección del juicio326, y donde se dice: Júzgame, oh Dios, y discierne mi causa de la gente no santa327. En el primer caso se trata de un juicio de condena; en el segundo, de discernimiento.

72. Hay muchos otros términos que no tienen un único significado, sino que, colocados de forma coherente, en los distintos pasajes, han de entenderse de distinta manera; a veces aparecen ya con la explicación adjunta, como en este caso: No os hagáis niños en el juicio, sino párvulos en malicia, para ser maduros en juicio328. Lo mismo pudo haberlo dicho brevemente con esta frase enigmática: «No seáis niños, sino sed niños». Otro ejemplo: Si alguien piensa que es sabio entre vosotros en este siglo, hágase necio, para ser sabio329. ¿Qué otra cosa dijo, sino: «No sea sabio, para ser sabio?» A veces la expresión es enigmática para ejercitar al investigador, como lo dicho a los Gálatas: Llevad mutuamente vuestras cargas y así cumpliréis la ley de Cristo. Pues quien piensa ser algo, siendo nada, se engaña a sí mismo. Que cada cual examine su obra y entonces tendrá gloria en sí mismo y no en otro. Pues cada cual llevará su propia carga330. Si no admites que carga tiene varios significados, sin duda pensarás que se contradice al hablar —y esto en una misma sentencia en que las palabras están tan cercanas quien, habiendo dicho poco antes: Llevad los unos las cargas de los otros, añadió luego: Cada cual llevará su propia carga. Pero unas cargas consisten en ser partícipes de la debilidad, y otras en dar cuenta a Dios de nuestros actos. Las primeras se comparten y se llevan con los hermanos, las segundas son propias y lleva cada cual las suyas.

De modo idéntico también el bastón se entiende en sentido figurado y en sentido propio. En el primero decía el Apóstol: ¿Tengo que ir a vosotros con el bastón?331 Nos referimos al segundo cuando lo utilizamos para el caballo o para cualquier otra cosa que fuere necesario. De momento paso por alto otros significados figurados de este vocablo.

73. Por tanto, hay que admitir que el Señor dijo a sus apóstoles lo uno y lo otro: que no llevasen bastón y que no llevasen más que el bastón. Cuando según Mateo les dice: No poseáis oro ni plata ni dinero en vuestras fajas; ni mochila para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón, añade a continuación: pues el obrero merece su salario332. Así muestra con suficiencia por qué no quiso que ellos poseyesen y llevasen esas cosas. No porque no sean necesarias para el sustento de esta vida, sino porque los enviaba mostrándoles que tales cosas se las debían aquellos a los que les anunciasen el Evangelio y creyesen, como el salario a los soldados, el fruto a los plantadores de la viña, como la leche a los pastores del rebaño. Razón por la que dice Pablo: ¿Quién ha militado alguna vez a expensas propias? ¿Quién planta una viña y no come de su fruto? ¿Quién apacienta un rebaño y no recibe la leche de ese rebaño?333 Se estaba refiriendo a las cosas necesarias a los predicadores del Evangelio. Un poco después dice: Si hemos sembrado en vosotros bienes espirituales, ¿es mucho que recojamos vuestros bienes materiales? Si otros participan del derecho que tenéis, ¿no participamos nosotros mucho más? Sin embargo, nunca hemos hecho uso de tal derecho334.

La conclusión es que el Señor no mandó esto como si los evangelizadores no debiesen vivir sino de lo que les otorguen aquellos a quienes anuncian el Evangelio "«. De ser así, obró contra dicho precepto el mismo Apóstol, que se ganaba el sustento con el trabajo de sus manos, para no ser gravoso a nadie335. El Señor otorgó el poder más bien para que supiesen que eso se les debía. Si no se hace algo que manda el Señor, se es culpable de desobediencia; por el contrario, cuando otorga el poder, es lícito a cada uno no usar y como abdicar de su derecho. El mismo Señor, que decía esto a sus discípulos, seguía en la práctica lo que el mismo Apóstol explica más claramente un poco después: ¿No sabéis que los ministros del templo viven del templo? ¿Que los que sirven al altar, del altar participan? De igual modo el Señor ordenó que los que predican el Evangelio vivan del Evangelio336. Al decir que el Señor ordenó eso, pero que él no recurrió a ello, mostró que otorgó el poder hacer uso, pero no impuso la obligación.

74.El Apóstol afirma que el Señor estableció que vivan a costa del Evangelio quienes anuncian el Evangelio; por eso, cuando el Señor ordenaba esto, se dirigía a los apóstoles para que, desde esa seguridad, no poseyesen ni llevasen lo necesario para esta vida, ni mucho ni poco. Por eso indicó que ni siquiera el bastón, para mostrar que los fieles deben todo a sus ministros que no solicitan nada superfluo. Por eso, al añadir pues el obrero merece su salario337, descubrió plenamente y esclareció por qué motivo y con qué fin decía todo lo que dijo. Esta potestad la significó en el término bastón, al decir que no tomaran nada para el camino fuera del bastón338. También lo pudo indicar brevemente de esta manera: «No llevéis con vosotros nada necesario, ni siquiera el bastón, a no ser el bastón», siempre que «ni siquiera el bastón» se entienda como «ni la más mínima cosa», y fuera del bastón se entienda en el sentido de que gracias a la potestad recibida del Señor, significada en el término bastón, no faltará lo que no se lleva. Ambas cosas dijo el Señor. Mas como ningún evangelista mencionó una y otra, se piensa que el que dijo que había que excluir el bastón, entendido de una manera, contradice al que a su vez afirmó que no había que excluirlo, entendido de otra manera. Pero, una vez dada la explicación, nadie ha de pensar así.

75. Dígase lo mismo del calzado. Al decir Mateo que no hay que llevarlo para el camino339, está prohibiendo la preocupación de llevarlo por temor a que falte. Lo mismo ha de entenderse también de las dos túnicas; el Señor prohibió llevar dos a fin de que ninguno de ellos pensase que debía llevar otra además de la puesta, temeroso de que le hiciese falta, dado que podía obtenerla en virtud de la potestad mencionada. En consecuencia, Marcos, al afirmar que han de calzar sandalias o chinelas340, indica que esta clase de calzado tiene algún significado envuelto en el misterio; en él el pie ni queda cubierto por arriba ni entra en contacto con la tierra, es decir: el Evangelio ni ha de quedar oculto ni se ha de apoyar en comodidades terrenas. Y con el hecho de prohibir vestir, no sólo llevar o tener, dos túnicas con estas palabras: Y no vistan dos túnicas, ¿a qué les exhorta sino a caminar en la sencillez, no en la doblez?

76. Así, pues, en ningún modo hay que dudar de que el Señor dijo todo aquello, en parte en sentido propio, en parte en sentido figurado; pero los evangelistas insertaron en sus escritos uno una cosa, otro otra; otras las pusieron dos o tres de ellos, o todas los cuatro; ni así cabe dudar de que todo lo que está escrito lo dijo o lo hizo él. Quien piense que el Señor no pudo usar en un mismo discurso ciertos términos en sentido figurado y otros en sentido propio, que examine el resto de sus palabras; verá que tal juicio procede de la osadía y de la ignorancia. Voy a poner un único ejemplo que me viene ahora a la mente. Puesto que el Señor exhorta a que no sepa la izquierda lo que hace la derecha341, dicho sujeto puede pensar que hay que entender en sentido figurado tanto las limosnas como todo lo que allí se manda.

77. Una vez más advierto que, para no necesitar a cada paso de tal advertencia, es conveniente que recuerde el lector que en los distintos pasajes de sus discursos el Señor repitió muchas cosas que había dicho en otro lugar. De esta manera, si se diera el caso de que el orden de los mismos pasajes no concuerda con el de otro evangelista, se evitará pensar que por eso contradice a alguno de ellos, cuando se debería entender que repite lo ya dicho en otro lugar. Esto vale tanto para las palabras como para los hechos. Nada impide creer que esto tuvo lugar otra vez. Pero es resultado de una vanidad sacrílega calumniar al Evangelio, mientras no se cree que se realizó de nuevo lo que nadie prueba que no pudo acontecer por segunda vez.

Mt 11,1—19 | Lc 7,18—35

31 78. Continúa Mateo: Y sucedió que, cuando acabó Jesús de dar instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí para enseñar y predicar en sus ciudades. Juan, al oír en la cárcel las obras de Cristo, envió dos de sus discípulos a decirle: ¿Eres tú el que ha de venir o esperamos a otro?, etc.342, hasta donde dice: Y la sabiduría queda justificada por sus hijos343. Todo este pasaje acerca de la embajada de Juan Bautista a Jesús y de la respuesta que recibieron los enviados y de lo que afirmó el Señor sobre Juan después que ellos habían marchado, lo incluye también Lucas344, aunque no en el mismo orden. Pero no resulta quién de ellos sigue aquí el orden de su memoria y quién el orden de los acontecimientos.

Mt 11,20—24 | Lc 10,13—15

32 79. Sigue Mateo y dice: Entonces comenzó a reprochar a las ciudades en que había hecho muchos de sus milagros el que no hubiesen hecho penitencia, etc.345, hasta: El día del juicio será más llevadero para Sodoma que para ti346. También esto lo menciona Lucas, poniéndolo en boca del Señor y uniéndolo a cierto discurso seguido del mismo Señor347. Razón por la que parece que él menciona las palabras en el orden en que las pronunció el Señor, mientras que Mateo siguió el de sus recuerdos, si alguien piensa que las palabras de Mateo: Entonces comenzó a reprochar a las ciudades, hay que entenderlas en el sentido de que al utilizar el entonces quiso expresar el momento cronológico preciso, y no un espacio temporal más amplio en que dijo y realizó esta multitud de cosas, ese tal piense que también esto lo dijo dos veces. Incluso en un solo evangelista se hallan ciertas cosas que el Señor dijo dos veces. Por ejemplo, en Lucas se halla que el Señor dijo dos veces lo referente a no tomar mochila para el camino, etc.348 ¿Qué tiene de extraño que alguna otra cosa dicha repetidamente por cada uno aparezca en el mismo orden en que fue dicha, y de ahí resulte un orden diverso en cada uno, puesto que fue dicho las dos veces, cuando lo menciona aquél y cuando lo menciona éste?

Mt 11,25—30 | Lc 10,21—22

33 80. Continúa Mateo. En aquel tiempo respondió Jesús y dijo: Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas a los sabios y a los prudentes, etc.349, hasta: Mi yugo es suave y mi carga ligera350. También Lucas se acuerda de este pasaje, pero sólo en parte. Él no dice: Venid a mí los que estáis fatigados351 y lo que sigue, pronunciado por el Señor en el mismo discurso; pero hay que pensar que Lucas no mencionó todo lo que dijo el Señor. Mateo pone las palabras: En aquel tiempo respondió Jesús y dijo, después del reproche a las ciudades; Lucas, en cambio, después de dicho reproche352, intercala algunas cosas, no muchas, e introduce esto así: En aquella misma hora exultó en el Espíritu Santo y dijo353: Razón por la que incluso si Mateo no hubiese dicho en aquel tiempo, sino en aquella misma hora, son tan pocas las cosas que intercala Lucas que no parece absurdo hablar de la misma hora.

Mt 12,1—8 | Mc 2,23—28 | Lc 6,1—5

34 81. Sigue Mateo: En aquel tiempo atravesó Jesús un sábado los sembrados; sus discípulos, hambrientos, comenzaron a arrancar espigas y a comerlas, etc., hasta354: El hijo del hombre es Señor del sábado355. Esto mismo lo mencionan Marcos y Lucas356, sin ningún problema de oposición entre ellos. Pero estos dos no indican en aquel tiempo. Por eso, quizá Mateo mantuvo aquí el orden de los acontecimientos, y los otros el de sus recuerdos 291, a no ser que se entienda en un sentido más amplio la expresión aquel tiempo, es decir, el tiempo en que tuvieron lugar estas cosas variadas y múltiples.

Mt 12,9—13 | Mc 3,1—6 | Lc 6,6—11

35 82. La narración de Mateo continúa así: Y cuando marchó de allí, se fue a la sinagoga. Había allí un hombre que tenía una mano seca, etc.357, hasta: Y le quedó restablecida y sana como la otra358. Ni Marcos ni Lucas callan359 acerca de este enfermo que tenía la mano seca y que fue sanado. Se podría pensar que el mismo día tuvo lugar lo de las espigas y esta curación, puesto que también aquí se menciona el sábado, si Lucas no nos hubiese aclarado que la sanación de la mano seca tuvo lugar otro sábado. Por eso, respecto a lo que dice Mateo: Y cuando pasó de allí, se fue a la sinagoga, ciertamente no se fue sino después de haber marchado de allí; pero no se indica después de cuántos días fue a la sinagoga, una vez que se alejó de la mies, o si fue allí de inmediato. Por eso se da cabida al relato de Lucas que dice que la sanación de la mano tuvo lugar en otro sábado.

Según Mateo, ellos habían preguntado al Señor si era lícito curar en sábado360 con el deseo de hallar un motivo de acusación, pero él, a cambio, les propuso la parábola de la oveja con estas palabras: ¿Quién de vosotros que tenga una sola oveja, si ésta cae en una fosa el sábado, no la agarra y la saca? ¡Cuánto mejor es un hombre que una oveja! Por tanto, es lícito hacer bien en sábado361. Esto puede ocasionar problemas, puesto que Marcos y Lucas muestran que fue el Señor el primero en hacerles a ellos la pregunta: ¿Es lícito en sábado hacer el bien, o el mal? ¿Salvar el alma, o perderla?362 Hay que entender, pues, que primero interrogaron ellos al Señor si era lícito curar en sábado; que luego, viendo los pensamientos de quienes buscaban un medio para acusarle, puso en medio de ellos a la persona a la que iba a sanar y les hizo la pregunta que Marcos y Lucas mencionan, y que entonces, al callar ellos, les propuso la semejanza de la oveja y sacó la conclusión de que está permitido hacer bien en sábado. Por último, mirándoles con ira, como indica Marcos, apenado por la ceguera de su corazón, dijo al hombre: Extiende tu mano363.

Mt 12,14—21 | Mc 3,6—12

36 83. Sigue Mateo, tejiendo así su relato: Los fariseos, al salir, se confabularon buscando cómo hacerle perecer. Pero Jesús, sabiéndolo, se retiró de allí; le siguieron muchos, los curó a todos y les ordenó que no le descubrieran, para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, etc.364, hasta: Y en su nombre pondrán su esperanza las naciones365. Sólo Mateo menciona esto; Marcos y Lucas pasaron a otras cosas. El orden real parece haberlo mantenido un tanto Marcos, quien dice que Jesús, conocida la animadversión de los judíos hacia sí, se apartó al mar con sus discípulos, que la muchedumbre le siguió y que curó a muchos enfermos366. De dónde partió para ir a otro lugar, no que siga un orden, apenas resulta; es decir, si partió del lugar donde dice que se le juntó la muchedumbre —pues esto pudo haber tenido lugar también en otro momento— o de donde dice: Subió a una montaña. Esto es lo que parece mencionar también Lucas al decir: Sucedió en aquellos días que salió a una montaña a orar367. Al indicar en aquellos días muestra que no se realizó de inmediato.

Mt 12,22 | Lc 11,14—15

37 84. Mateo sigue diciendo: Entonces le presentaron un ciego y mudo que tenía un demonio, y le curó de modo que podía hablar y ver368. Esto mismo lo menciona Lucas, aunque no en este orden, sino después de muchas otras cosas369, señalando sólo su mudez, no su ceguera. Pero del hecho de que pase algo por alto no hay que pensar que esté hablando de otra persona, pues también él mantuvo la misma secuencia que Mateo.

Mt 12,23—37 | Mc 3,22—30 | Lc 11,14—26

38 85. Prosigue Mateo: La muchedumbre, estupefacta, decía: ¿No será éste el Hijo de David? Pero los fariseos más que por Belcebú, el príncipe de los demonios. Jesús, conociendo sus pensamientos, les dijo: Todo reino dividido contra sí mismo queda asolado, etc.370, hasta: Por tus palabras serás declarado justo y por tus palabras serás condenado371. Marcos no introduce la afirmación sobre Jesús de que expulsa los demonios por Belcebú con ocasión de aquel mudo, sino que, después de algunas otras cosas que sólo él menciona, añade también esto, ya recordando y añadiendo algo procedente de otro lugar, ya pasando algo por alto y volviendo luego a este orden372. Lucas, en cambio, dice casi con idénticas palabras lo mismo que Mateo; el hecho de llamar «dedo de Dios» al Espíritu de Dios no significa que se aparte de la misma sentencia373; al contrario, enseña algo más. Está ahí para que sepamos cómo hay que entender la expresión dedo de Dios dondequiera que lo hallemos en la Escritura. Respecto a las otras cosas que no mencionan aquí ni Marcos ni Lucas, nada hay que motive la discusión, ni tampoco en lo que dicen de manera ligeramente distinta, porque se trata de la misma sentencia.

Mt 12,38—45 | Lc 11,16—23

39 86. Continúa Mateo: Entonces le respondieron algunos de los escribas y fariseos y le dijeron: Maestro, queremos ver una señal hecha por ti, etc.374, hasta: Así sucederá también a esta generación pésima375. Esto lo relata también Lucas en el mismo pasaje, pero en un orden un tanto distinto376. El hecho de que pidieran al Señor una señal del cielo lo mencionó antes, después del milagro hecho sobre el mudo, pero no refirió allí la respuesta del Señor; antes bien, afirma que más tarde, cuando llegó la muchedumbre, respondió a los que da a entender que se identifican con los antes mencionados, que pedían una señal del cielo. Y añade esto después que insertó lo referente a la mujer que dijo al Señor: Dichoso el vientre que te llevó377. Introduce el relato de esta mujer al mencionar el discurso del Señor en que dijo que un espíritu impuro que sale de un hombre vuelve y halla la casa limpia.

Así, pues, a continuación de aquella mujer, tras afirmar que respondió a la muchedumbre respecto a la señal que pedía del cielo intercalando la semejanza del profeta Jonás, en el mismo discurso seguido del Señor trae lo dicho respecto a la reina del Mediodía y a los ninivitas378. De donde resulta que, más que pasar por alto algo de lo que Mateo relató en este pasaje, mencionó otras cosas calladas por él. ¿Quién no verá que es superfluo preguntar en qué orden dijo el Señor aquellas cosas, si por la excelentísima autoridad de los evangelistas debemos aprender que no hay mentira si no se refiere el discurso de alguien en el orden original, cuando el orden no afecta al contenido, sea de una manera o de otra? Lucas ofrece este discurso del Señor todavía más extensamente y menciona en él ciertas cosas semejantes a las referidas por Mateo en aquel sermón de la montaña379, cosas que entendemos dijo dos veces, en un lugar y en otro.

Terminado este discurso, Lucas pasa a otra cosa donde resulta incierto si mantuvo el orden de los hechos. Así establece la conexión: Mientras hablaba, cierto fariseo le rogó que fuera a comer con él380. No dice —Mientras hablaba estas cosas», sino: Mientras hablaba. Si hubiese dicho «Mientras hablaba estas cosas», obligaba a entender necesariamente que el orden seguido no era sólo el de su narración, sino también el de las acciones del Señor.

Mt 12,46—50 | Mc 3,31—35 | Lc 8,19—21

40 87. Sigue diciendo Mateo: Cuando aún estaba hablando él a la muchedumbre, se presentaron su madre y sus hermanos fuera intentando hablar con él, etc.381, hasta: Todo el que cumpla la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre382. Sin duda alguna hemos de entender que esto tuvo lugar a continuación. En efecto, introduce la narración con estas palabras: Cuando aún estaba hablando a la muchedumbre. ¿Qué implica este aún sino que estaba hablando? Pues no dijo: «Estando hablando él a la muchedumbre, se presentaron su madre y sus hermanos»; antes bien, al decir: Cuando aún estaba él hablando, obliga a que se entienda «cuando estaba hablando lo mencionado antes». También Marcos indicó lo que dijo el Señor después de lo referente a la blasfemia contra el Espíritu Santo, con estas palabras: Y llegan su madre y sus hermanos383, pasando por alto algunas cosas que en el mismo texto del discurso del Señor aporta Mateo con más detalles que Marcos, y Lucas con más que Mateo. Lucas no mantuvo el orden de los acontecimientos, sino que anticipó esto; al recordarlo lo insertó en su narración384.

Finalmente, lo intercaló de tal manera que aparece desligado y sin conexión con lo anterior y posterior. Después de mencionar algunas parábolas del Señor introdujo lo mencionado sobre la madre y los hermanos de esta manera: Llegaron, escribe, hasta él su madre y sus hermanos y no podían oírle a causa de la muchedumbre385. No indicó cuándo llegaron a él. A su vez, cuando abandona también este lugar, se expresa así: Sucedió que cierto día subió a una barca y sus discípulos con él386. También aquí, al decir—. Sucedió que cierto día, indica con suficiencia que no es necesario pensar en el mismo día en que sucedió el hecho ni en el inmediatamente siguiente. No hay, pues, oposición alguna a las otras dos cosas que Mateo relata referente a la madre y hermanos del Señor, ni en las palabras del Señor, ni en el mismo orden de los acontecimientos.

Mt 13,1—52 | Mc 4,1—20.25.30—34 | Lc 8,4—15.18.23—24;13,18—21

41 88. Continúa Mateo: Aquel día salió Jesús de casa y se sentó junto al mar. Se congregó a su lado una muchedumbre tan numerosa que subió y se sentó en una barca, y toda la gente quedaba en la orilla. Les habló muchas cosas en parábolas, diciéndoles, etc.387, hasta: Todo escriba instruido en el reino de los cielos es semejante a un padre de familia que saca de su tesoro lo nuevo y lo viejo388. Que esto tuvo lugar inmediatamente después de lo narrado sobre la madre y hermanos del Señor y que Mateo mantuvo este orden en su narración, lo insinúa el hecho de que, tras partir de allí, insertó el relato con estas palabras: Aquel día salió Jesús de casa y se sentó junto al mar. Se congregó a su lado una muchedumbre numerosa. Al decir aquel día —a no ser que, según el uso de las Escrituras, día esté por —tiempo—, indica claramente que o bien tuvo lugar de inmediato o bien no pudieron interponerse muchas cosas, máxime teniendo en cuenta que también Marcos mantiene ese orden389.

Lucas, en cambio, tras el relato acerca de la madre y hermanos del Señor, pasa a otra cosa sin hacer en ese paso conexión alguna que parezca oponerse a este orden390. De todo lo que Mateo relató que había hablado el Señor, en los puntos en que concuerdan con él Marcos y Lucas, no hay problemas de armonía; menos controversia puede haber en lo que dijo él solo. Ni siquiera en el orden mismo, aunque cada uno tenga el suyo un tanto diverso, ya en los hechos, ya en sus recuerdos, veo que ninguno tenga algo contrario u opuesto a nadie.

Mt 13,53—58 | Mc 6,1—6 | Lc 4,16—24

42 89. Prosigue Mateo: Y sucedió que, cuando acabó Jesús estas parábolas, partió de allí. Viniendo a su patria, les enseñaba en la sinagoga, etc.391, hasta: Y no hizo allí muchos milagros a causa de su falta de fe392. Abandona el discurso anterior sobre las parábolas, sin indicar que se trate necesariamente del orden sucesivo. Sobre todo considerando que Marcos parte de estas parábolas393 y tiende no a lo que éste, sino a otra cosa, que también Lucas insertó en su narración394. De esta manera aparece más creíble que el hecho que tuvo lugar a continuación fue aquel que ambos a dos colocan uno a continuación del otro, es decir, el de la nave, en que dormía Jesús, y el milagro de la expulsión de los demonios en la región de los gerasenos. Dos relatos que Mateo ya introdujo con anterioridad395, al acordarse de ellos. Veamos, pues, ahora si respecto a lo que el Señor dijo o le dijeron en su patria van de acuerdo con los otros dos, Marcos y Lucas. Pues Juan, en pasajes muy diversos y dispares de su relato, recuerda que dijeron al Señor396 y que dijo él cosas tales como las que los tres mencionaron en este lugar.

90. También Marcos menciona aquí casi en su totalidad las mismas cosas que Mateo, si exceptuamos que sus conciudadanos hablan del Señor como carpintero e hijo de María, mientras que, según Mateo, como hijo del carpintero397. Y no debe causar extrañeza, pues ambas cosas pudieron decirse. Le creían carpintero por ser hijo de un carpintero398. Lucas, en cambio, dedica más espacio al hecho, mencionando muchos detalles al respecto399. Lo inserta no mucho después de su bautismo y tentaciones, anticipando lo que tuvo lugar más tarde, después de muchos otros acontecimientos. Razón por la que cada cual puede advertir que a esta cuestión tan profunda sobre la concordia de los evangelistas que, con la ayuda de Dios, nos hemos propuesto dilucidar, le es muy necesario (saber) que otro (evangelista) mantuvo el orden de sus recuerdos, no ignorando que ellos pasaron algo por alto o ignorando cuál fue el orden de los acontecimientos.

Esto se puede comprender con toda evidencia a partir de aquí. Pues Lucas, antes de narrar que el Señor hizo algo en Cafarnaún, anticipó este pasaje que ahora consideramos, en el que sus conciudadanos sentían estupor ante la fuerza y poder que residía en él y despreciaban su baja condición. El afirma que Jesús les dijo: En verdad me diréis—. Médico, cúrate a ti mismo; haz también aquí en tu patria lo que hemos oído que hiciste en Cafarnaún400, no obstante que en el relato del mismo Lucas no se lee aún que hubiera hecho nada en Cafarnaún. Como no es un texto largo, y es muy fácil y necesario, lo insertamos en su totalidad, incluyendo el inicio y modo como se llegó a la narración. Después de indicar el bautismo y la tentación del Señor, sigue así: Acabada toda tentación, el diablo se alejó de él hasta un tiempo oportuno. Y Jesús en la fuerza del Espíritu regresó a Galilea, y se extendió su fama por toda la región. El enseñaba en su sinagoga y todos le engrandecían. Vino a Nazaret, donde se había criado, y, según su costumbre, entró en la sinagoga el día de sábado, y se levantó para hacer la lectura. Le entregaron el volumen del profeta Isaías, y al desenrollarlo halló el pasaje donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, por lo que me ha ungido, me ha enviado para anunciar a los pobres la Buena Nueva, a anunciar a los cautivos la libertad y a los ciegos la visión, a sanar a los abatidos, a predicar el año de gracia del Señor y el día de la retribución401. Enrollando el volumen, lo restituyó al ministro y se sentó. Los ojos de todos los presentes en la sinagoga estaban vueltos hacia él. Comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura que habéis oído. Y todos daban testimonio de él y se admiraban de las palabras de gracia que salían de su boca, y decían: ¿No es éste el hijo de José? Él les dijo: Seguramente me diréis este refrán: Médico, cúrate a ti mismo; haz también en tu patria lo que hemos oído que hiciste en Cafarnaún402, etc., hasta concluir todo el pasaje de su relato. De forma consciente, para introducirlo en su narración, anticipos esto que aconteció cuando ya había realizado obras grandiosas en Cafarnaún. ¿Hay cosa más evidente? Él lo sabía, y él mismo menciona cosas que sabe bien que aún no ha narrado. No se ha alejado tanto de su bautismo que se piense que se ha olvidado de que aún no ha mencionado nada de lo realizado allí; ahora, después del bautismo, comenzó a narrar algo acerca del Señor.

Mt 14,1—2 | Mc 6,14—16 | Lc 9,7—9

43 91. Continúa Mateo: En aquel tiempo llegó a oídos del tetrarca Herodes la fama de Jesús y dijo a sus criados: Es Juan Bautista, que ha resucitado de entre los muertos y por eso actúan en él fuerzas poderosas403. Marcos dice esto mismo y de idéntica manera404, pero no en el mismo orden. En efecto, después que el Señor envió a sus discípulos indicándoles que no llevasen nada para el camino, a excepción del bastón, terminado aquel discurso, es decir, lo que de él mencionó, añadió también esto, sin que estemos obligados a entender que tuvo lugar acto seguido. Tampoco Mateo lo da entender al decir: en aquel tiempo, no «en aquel día» u «hora». La diferencia está en que Marcos no indica que lo dijese Herodes, sino: Decían que Juan Bautista ha resucitado de entre los muertos405, mientras que Mateo lo afirma del mismo Herodes: Dijo —refiere— a sus criados.

También Lucas mantiene el mismo orden que Marcos en la narración, pero tampoco él obliga a creer que fuese ése el orden de los acontecimientos. Así menciona él esto mismo: El tetrarca Herodes oyó todas las cosas que hacía y estaba en dudas, pues unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos, y otros que se había aparecido Elías, y otros que había resucitado uno de los antiguos profetas. Herodes dijo: A Juan le decapité yo; ¿quién, pues, es este de quien oigo tales cosas? Y deseaba verle406. Con estas palabras, Lucas da testimonio a Marcos en cuanto al hecho de que fueron otros, no Herodes, quienes dijeron que Juan había resucitado de entre los muertos. Pero él mencionó que Herodes estaba en la duda e introdujo a continuación estas palabras suyas: A Juan lo decapité yo; ¿quién, pues, es este de quien oigo tales cosas?

Esto cabe entenderlo de dos maneras: o bien que después de la duda aceptó en su interior lo que decían los otros, al decir a sus criados, según Mateo relata: Y dijo a sus criados: Este es Juan Bautista, que ha resucitado de entre los muertos y por eso actúan en él fuerzas poderosas407; o bien estas palabras hay que pronunciarlas de forma que denoten aún la duda. Si dijere «¿Por ventura es éste?» o —¿Acaso es éste Juan Bautista?», no hubiera sido preciso advertir nada acerca de la pronunciación que haga entender que se trata de una duda o hesitación. Ahora, puesto que faltan dichas palabras, se pueden pronunciar de doble manera, según que aceptemos que, asegurado por las palabras de los otros, lo dijo creyéndolo, o que, como Lucas menciona, aún dudaba; sobre todo teniendo en cuenta que Marcos, que había afirmado antes que otros habían dicho que había resucitado de entre los muertos, termina no callando que el mismo Herodes lo dijo: Juan, a quien yo decapité, es el que ha resucitado408. Estas palabras se pueden pronunciar a su vez de dos maneras, entendiéndolas como denotadoras de afirmación o de duda.

Puesto que Lucas, después de mencionar esto, pasa a otro tema, los otros dos, Marcos y Mateo, aprovechan la ocasión para relatar cómo Herodes dio muerte a Juan.

Mt 14,3—12 | Mc 6,17—29 | Lc 3,15—20

44 92. Sigue diciendo Mateo—. Herodes apresó a Juan, lo encadenó y lo metió en la cárcel a causa de Herodías, la mujer de su hermano409, etc., hasta: Y acercándose sus discípulos tomaron su cuerpo, le dieron sepultura y fueron a contárselo a Jesús410. Marcos lo narra de modo semejante411. Lucas no lo recuerda en el mismo orden, sino próximo al bautismo del Señor412. Razón por la que se entiende que él mismo lo anticipó aprovechando la ocasión para narrar allí lo que aconteció mucho después. Tras mencionar las palabras de Juan acerca del Señor: Ya tiene el bieldo en la mano, limpiará su era, recogerá el trigo en su almacén, pero la paja la quemará con fuego inextinguible, añadió a continuación algo que el evangelista Juan indica con toda claridad que no tuvo lugar acto seguido. En efecto, él menciona que, después de bautizado Jesús, fue a Galilea, momento en que convirtió el agua en vino, y de allí, tras detenerse unos pocos días en Cafarnaún, regresó a Judea y allí bautizó a muchos en la orilla del Jordán, antes del encarcelamiento de Juan413. ¿Quién que esté mínimamente instruido en estos escritos no pensará que, acto seguido tras aquellas palabras sobre el bieldo y la era limpiada, Herodes se haya sentido ofendido por Juan y le haya enviado a la cárcel?414

Que estas cosas no han sido narradas en el orden en que acontecieron ya lo hemos demostrado en otro lugar y en este mismo pasaje lo prueba no cualquier otro, sino el mismo Lucas. En efecto, si Juan fue encarcelado inmediatamente después de estas palabras, ¿cómo fue bautizado Jesús, según la narración del mismo Lucas, después de mencionar el encarcelamiento de Juan? Por tanto, resulta claro que adelantó lo que la ocasión le trajo a la memoria y antepuso en su narración eso a otros muchos hechos que tenía que situar con anterioridad a lo que le ocurrió a Juan. Pero tampoco aquellos dos, Mateo y Marcos, siguieron en su relato el mismo orden en lo que se refiere al encarcelamiento de Juan415, hecho que aparece igualmente en sus escritos. También ellos dijeron que, entregado Juan, el Señor fue a Galilea, y, después de las muchas cosas que realizó allí, llegan a la advertencia o duda de Herodes de que Juan, al que había decapitado, había resucitado de entre los muertos, y a partir de aquí narran todo lo acontecido en relación a la prisión y muerte de Juan416.

Mt 14,13—14 | Mc 6,30—44 | Lc 9,10—17 | Jn 4,3

45 93. Después de afirmar que se le hizo saber a Jesús la muerte de Juan, sigue Mateo e hilvana así su relato: Cuando Jesús lo oyó se retiró de allí en una barca a un lugar solitario. Y cuando lo supo la muchedumbre, le siguieron a pie de las ciudades. Al salir de la barca vio una gran muchedumbre, se compadeció de ella y curó a sus enfermos417. Refiere que esto aconteció inmediatamente después de la muerte de Juan. Por tanto, después de esto tuvieron lugar las cosas narradas antes que afectaron a Herodes y ello le llevó a decir: Yo decapité a Juan. Estas cosas posteriores se refieren a lo que el rumor hizo llegar a Herodes, hasta sentirse afectado y dudar sobre quién podía ser ese de quien oía tales cosas, siendo así que a Juan le había dado muerte él, Marcos, en cambio, después de narrar la muerte de Juan, menciona que los discípulos antes enviados volvieron junto a Jesús y le informaron de todo lo que habían hecho y enseñado; que el Señor —cosa que sólo él transmite— les indicó que descansasen un poco en un lugar solitario, que subió con ellos a una nave y se fue; que la muchedumbre, viéndolo, se anticipó a ellos al lugar donde el Señor, compadecido de ellos, les enseñó muchas cosas, y que, por ser ya una hora avanzada, con cinco panes y dos peces alimentó a todos los presentes418. Este milagro lo mencionan los cuatro evangelistas.

También Lucas se había ocupado ya mucho antes de la muerte de Juan en la ocasión ya mencionada419; mas ahora, tras mencionar la duda de Herodes sobre quién era el Señor, añade a continuación lo mismo que Marcos, es decir, que regresaron junto a él los apóstoles y que le informaron de cuanto habían hecho; que, tomándolos consigo, se apartó a un lugar desierto; que la muchedumbre le siguió hasta allí; que les habló del reino de Dios y que sanó a los que necesitaban curación420. Y también él menciona, a partir de este momento, declinando ya el día, el milagro hecho con los cinco panes.

94. Juan, sin embargo, que se distancia mucho de los otros tres evangelistas por el hecho de detenerse más en los discursos del Señor que en sus hechos maravillosos, recuerda primero que, abandonada Judea, volvió de nuevo a Galilea421, hecho que se entiende acontecido cuando los otros evangelistas dicen que, una vez entregado Juan, fue a Galilea422. Después de mencionar eso, insertó en su relato muchas de las cosas dichas por Jesús en su paso por Samaría con ocasión del encuentro con la samaritana junto al pozo423, indicando que, pasados dos días, salió de allí para Galilea; que luego vino a Cana de Galilea, donde había convertido el agua en vino, y que sanó al hijo de cierto funcionario real424. Juan calla otras cosas que otros evangelistas refirieron que había hecho y dicho en Galilea. Pero, a su vez, dice —cosa que ellos callaron— que él subió el día de la fiesta de Jerusalén y que allí hizo el milagro a aquel hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo y que no tenía a nadie que le metiese en la piscina en la que hallaban curación los aquejados de varias dolencias. Y con ocasión de esto trae a colación muchas de las cosas que habló425.

Afirma que después de esto marchó al otro lado del mar de Galilea, el Tiberíades, y que le siguió una gran muchedumbre; que luego partió hacia la montaña y se sentó allí con sus discípulos, estando ya cercana la fiesta de la Pascua judía; que entonces, elevados los ojos y contemplada una gran multitud, la alimentó con cinco panes y dos peces, hecho que también relatan los otros evangelistas426. Por eso es cierto que él pasó por alto lo que ellos vinieron narrando hasta la mención de este milagro. Con todo, como procediendo de otro camino narrativo, aunque también ellos callaron lo que Juan dijo, se encontraron en este milagro de los cinco panes aquellos tres que caminaban casi juntos y este que, persiguiendo las alturas de las palabras del Señor, en cierto modo dirigió sus vuelos hacia otras cosas que ellos callaron y les sale al encuentro para mencionar, igual que ellos, el milagro de los cinco panes, dispuesto a separarse de ellos no mucho después, emprendiendo de nuevo el vuelo a las alturas.

Mt 14,15—21 | Mc 6,33—44 | Lc 9,12—17 | Jn 6,5—13

46 95. Prosigue, pues, Mateo y, siguiendo el orden, dirige su relato al hecho de los cinco panes: Al atardecer se le acercaron los discípulos y le dijeron: El lugar está deshabitado y la hora es ya pasada; despide a la multitud, para que vaya a las aldeas y se compre de comer. Pero Jesús les dijo: No tienen necesidad de ir; dadles vosotros de comer427, etc., hasta: El número de los que comieron era de unos cinco mil hombres, excluidos mujeres y niños428. Este milagro429 que mencionan los cuatro evangelistas, pero dejando la impresión de algunas discrepancias entre sí, merece ser examinado y comentado, para, a partir de él, aprender las reglas del lenguaje aplicables a casos semejantes. En efecto, mediante expresiones diversas se mantiene la misma sentencia y se guarda la misma verdad de los hechos.

La reflexión no hay que comenzarla por Mateo, conforme al orden entre los evangelistas, sino más bien por Juan. Este explícita tanto el relato que hasta incluye los nombres de los discípulos, con quienes dialogó el Señor acerca del milagro. Dice así: Cuando Jesús levanta los ojos y ve que una gran muchedumbre iba hacia él, dice a Felipe: ¿Dónde compraremos los panes para que coman éstos? Esto lo decía para probarle, pues él sabía lo que iba a hacer. Felipe le respondió: Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno reciba un trozo. Uno de los discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: Hay aquí un niño que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es esto para tantos? Jesús les dijo: Haced que los hombres se sienten. Había mucha hierba en el lugar. Se sentaron, pues, los varones en número de casi cinco mil. Jesús tomó los panes y, después de dar las gracias, los distribuyó a los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los peces, comiendo todo lo que quisieron. Cuando estuvieron saciados, dijo a sus discípulos: recoged los trozos sobrantes, para que no se pierdan. Los recogieron y llenaron doce canastos con los fragmentos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que comieron430.

96. Lo que aquí se cuestiona no es su afirmación sobre la clase de pan, pues no calló, como hicieron los otros, que eran de cebada. Tampoco se pregunta por lo que Juan no dijo, esto es, que había allí también mujeres y niños, además de los cinco mil varones, dato de Mateo431. Ya debe ser cosa totalmente segura y tenerse como regla que en tales cuestiones nadie tiene que ver dificultad en que uno diga lo que otro omite. Lo que se pregunta es cómo puede ser verdad todo lo que dijeron, de modo que uno, relatando algo distinto, no excluya el relato del otro. Si el Señor, según el relato de Juan, puestos sus ojos en la muchedumbre, preguntó a Felipe, para ponerlo a prueba, cómo podrían darles de comer, puede engendrar la duda de cómo sea verdad lo que contaron los otros, a saber, que primero dijeron los discípulos al Señor que despidiese a la multitud, para que pudiesen comprarse qué comer en los lugares próximos, a quienes él respondió, según Mateo: No tienen necesidad de ir, dadles vosotros de comer432. Hay que entender, por tanto, que después de estas palabras el Señor miró a la muchedumbre y dijo a Felipe lo que Juan menciona y los otros pasaron por alto.

Luego, lo que, según Juan, responde Felipe, Marcos lo presenta como respuesta de los discípulos, queriendo que se entienda que Felipe respondió en nombre de los demás, aunque pudieron poner, uso muy común, el plural por el singular. ¿Qué dice Felipe? Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno reciba un trozo433, que equivale a lo que escribe Marcos—. Vayamos, compremos doscientos denarios de pan y les daremos de comer434. Las palabras que Marcos recuerda que dijo el Señor: ¿Cuántos panes tenéis?, las omitieron los demás. El apunte de Andrés, según Juan, sobre los cinco panes y los dos peces, lo refirieron435 también los demás poniendo el plural por el singular, referido a la persona de los discípulos. También Lucas compendia en una sola sentencia la respuesta de Felipe y la de Andrés. Las palabras: No tenemos más que cinco panes y dos peces, recoge la respuesta de Andrés; lo que añadió: A no ser que vayamos nosotros y compremos alimento para toda esta muchedumbre436, parece corresponder a la respuesta de Felipe, prescindiendo de que calló lo referente a los doscientos denarios. Aunque esto puede entenderse también en la frase del mismo Andrés. En efecto, después de decir: Hay aquí un niño que tiene cinco panes de cebada y dos peces, añadió también él: Pero ¿qué es esto para tantos?437 Que equivale a decir: A no ser que vayamos nosotros y compremos alimento para toda esta muchedumbre.

97. En esta gran variedad de palabras, la concordia en los hechos y sentencias aparece con suficiencia que nos enseña saludablemente que en las palabras no hay que buscar otra cosa que la intención de quienes hablan; a cuya manifestación deben estar atentos todos los narradores amantes de la verdad, cuando refieren algo acerca del hombre, de un ángel o de Dios. La voluntad de todos ellos puede expresarse en palabras, sin que haya discrepancia al respecto entre ellos.

98. No conviene dejar pasar la oportunidad de llamar la atención del lector en este pasaje y con referencia a otros semejantes que tal vez se le puedan presentar, puesto que Lucas dijo que los mandó sentar en grupos de cincuenta y Marcos en grupos de cien y de cincuenta438. Aquí no hay dificultad alguna, puesto que uno indicó una parte y el otro la totalidad. El que informó de los grupos de cien, refirió lo que el otro omitió. No hay, pues, contradicción alguna. Si, por el contrario, uno hubiese hablado sólo de grupos de cincuenta y el otro sólo de grupos de cien, parecerían dos datos muy opuestos, y no sería fácil conocer cómo pudieron decirse ambas cosas, la una mencionada por uno y la otra por otro. Y, sin embargo, ¿quién no confesará que se tendría que hallar la solución tras una consideración más atenta? He dicho esto, porque aparecen con frecuencia cosas de este estilo, que a los que se fijan poco y son osados en el juicio les parecen contrarias sin serlo.

Mt 14,23—33 | Mc 6,47—48 | Jn 6,15—21

47 99. Continúa diciendo Mateo: Y despedida la muchedumbre, subió a la montaña a orar a solas. Llegada la tarde, estaba solo allí. La barca se hallaba en medio del mar zarandeada por las olas, pues el viento era contrario. Y a la cuarta vigilia de la noche vino él hacia ellos caminando sobre el mar. Al verle caminar sobre el mar se llenaron de turbación y decían: ¡Es un fantasma!439, etc., hasta: Llegaron y le adoraron diciendo: En verdad, eres el Hijo de Dios440. También Marcos introduce esto mismo después del milagro de los cinco panes con estas palabras: Al atardecer, estaba la barca en medio del mar, y el, solo, en tierra. Y viendo que se fatigaban remando, pues el viento les era contrario, etc.441. El relato es semejante si exceptuamos que no dijo nada sobre el caminar de Pedro sobre las aguas. Para que esto no cause dificultad hay que tomar precauciones ante lo que Marcos dijo del Señor cuando caminaba sobre las aguas: Y quería pasarles de largo442. ¿Cómo pudieron entender esto sino porque iba en dirección contraria, queriendo pasarles de largo como a extraños, a ellos que no le conocían, hasta el punto de creerle un fantasma? ¿Quién es tan romo que no quiera advertir que tiene una aplicación figurada? Con todo, llenos ellos de turbación y dando gritos, vino en su ayuda y les dijo: Soy yo, no tengáis miedo443. ¿Cómo quería pasar de largo de aquellos a quienes, asustados, así conforta, si no era porque aquella su voluntad de pasar de largo servía a excitar aquellos gritos en cuyo auxilio convenía que acudiese?

100. Juan aún se detiene un poco en estas cosas. En efecto, después de narrar el milagro de los cinco panes, tampoco él calla lo referente a la barca en apuros y al caminar del Señor sobre las aguas, hilvanándolo así: Cuando supo Jesús que iban a venir para secuestrarle y hacerle rey, huyó de nuevo a la montaña, él solo. Cuando se hizo tarde, sus discípulos bajaron al mar. Subieron a la barca y llegaron a la otra orilla, a Cafarnaún. Ya había oscurecido y Jesús no había llegado. Soplaba un fuerte viento y el mar comenzaba a encresparse, etc.444. Nada puede verse aquí que se oponga, a no ser la indicación de Mateo de que Jesús subió a la montaña para orar allí en soledad, después de despedir a la muchedumbre, mientras que Juan afirma que estaba en la montaña cuando alimentó a la misma muchedumbre con los cinco panes. Pero como también Juan dice que Jesús, después de aquel milagro, huyó a la montaña para que la multitud no le apresase, es ciertamente claro que habían descendido de ella a parajes más llanos, cuando sirvieron los panes a la multitud. Por tanto, no hay oposición en el hecho de subir de nuevo a la montaña, como dicen tanto Mateo como Juan, exceptuando que Mateo dice subió y Juan huyó. Habría oposición si la huida rio fuese en ascenso.

Tampoco hay oposición en que Mateo diga: Subió a la montaña para orar a solas445, y Juan: Cuando supo que iban a venir para hacerle rey, huyó de nuevo a la montaña, él solo446. En efecto, el motivo de la oración no se opone al de la fuga, ya que también a partir de aquí el Señor, transfigurando en sí el cuerpo de nuestra humildad, para hacerlo conforme a su cuerpo de gloria447, enseña también que tenemos un gran motivo para orar cuando hay motivo para huir. Tampoco hay oposición en el hecho de que Mateo dijo que él mandó primero que los discípulos subieran a la barca y le precedieran a la otra orilla, hasta que él despidiera a la muchedumbre448, y que luego, tras el despido, subió él solo a la montaña a orar, mientras que Juan alude a que primeramente huyó a solas a la montaña, y luego, cuando se hizo tarde —dice—, bajaron sus discípulos al mar, subieron a la barca449, etc.

¿Quién no ve que Juan, recapitulando, dijo que los discípulos habían hecho después lo que Jesús había mandado discurso a volver en cierto modo a algo omitido? Mas como ese retorno, sobre todo el realizado de forma breve y en un mínimo de tiempo, no se menciona, la mayor parte de los que lo oyen piensan que tuvo lugar después lo que se relata después. Así también dice que el Señor vino caminando sobre las aguas a aquellos de quienes había dicho que habían subido a la barca e ido a la otra orilla, a Cafarnaún, al verlos llenos de fatiga en el mar, cosa que ciertamente aconteció en viaje a Cafarnaún.

101. Lucas, en cambio, después de narrar el milagro de los cinco panes, pasa a otra cosa y se aparta de este orden. No menciona nada de aquella barca y del caminar del Señor sobre las aguas, pero después de decir: Y comieron todos, se saturaron, y se recogieron doce canastos de los trozos que sobraron, añadió a continuación: Y sucedió que estando solo en oración se hallaban también con él los discípulos y les hizo esta pregunta: ¿Quién dice la gente que soy yo?450 Narrando ya luego otra cosa, no lo que los otros tres, que refirieron que el Señor fue caminando sobre las aguas hasta los discípulos que estaban navegando. Mas no por eso debe pensarse que preguntó a sus discípulos ¿Quién dice la gente que soy yo?451 En aquella montaña a la que dice Mateo que subió para orar a solas —Lucas y Mateo parecen ir de acuerdo en esto, puesto que aquél dijo: estando en oración a solas, y éste: subió a la montaña a orar a solas452—, sino que les hizo la pregunta en otro lugar completamente distinto, puesto que oraba él solo pero estaban con él los discípulos. Lucas dijo que estaba solo, no sin los discípulos —como afirman Mateo y Juan—, cuando se apartaron de él para precederle en la otra orilla453. Este, en efecto, añadió con toda claridad: Estaban también con él los discípulos. Por tanto, dijo que estaba solo refiriéndose a la muchedumbre, que no estaba con él.

Mt 14,34—15,20 | Mc 6,53—7,23 | Jn 6,22—72

48 102. Sigue diciendo Mateo: Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret. Los hombres de aquel lugar, apenas lo conocieron, corrieron la noticia por toda aquella región, le presentaron todos los enfermos, y le solicitaban tocar al menos la orla de su vestido; y cuantos la tocaron quedaron sanos454. Entonces se le acercaron unos escribas y fariseos procedentes de Jerusalén y le dijeron: ¿Por qué tus discípulos transgreden la tradición de los mayores? No lavan las manos cuando comen el pan455, etc., hasta: El comer con las manos sin lavar no mancha al hombre456. Esto lo menciona también Marcos sin problema alguno de armonía457, pues lo que otro dice de modo distinto no se aparta de la misma sentencia.

En cambio, Juan, atento, según su costumbre, al discurso del Señor, recuerda que, después de saltar a tierra desde la pequeña barca a la que llegó el Señor caminando sobre las aguas, y tomando pie de la multiplicación del pan, habló de muchas cosas, sobre todo divinas; y, a continuación del discurso, su relato se encamina de nuevo de forma sublime a una variedad de temas458. Y, sin embargo, ni siquiera en lo que se aparta de ellos su transición a otras cosas contradice en algo el orden seguido por ellos. En efecto, ¿qué impide comprender que el Señor sanó a aquellos a que hacen referencia Mateo y Marcos, y que habló a los que le siguieron al otro lado del mar — lo que aporta Juan— si Cafarnaún, adonde —según Juan— se dirigieron, está junto al mar de Genesaret, lugar donde —según Mateo— desembarcaron?

Mt 15,21—28 | Mc 7,24—30

49 103. Después del discurso en que el Señor trató con los fariseos sobre el hecho de no lavarse las manos, continúa Mateo y, manteniendo, como la misma transición indica, el orden de los acontecimientos que siguieron, hilvana así su relato: Saliendo de allí, Jesús se retiró a la región de Tiro y de Sidón. Y he aquí que una mujer cananea, que había salido de aquel territorio, levantó su voz diciéndole: Apiádate de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija es malamente atormentada por un demonio. Él no le respondió palabra459, etc., hasta: ¡Oh mujer!, grande es tu fe; que te suceda según tu deseo. Y desde aquel momento quedó sanada su hija460. Este relato sobre la mujer cananea lo menciona también Marcos, manteniendo el mismo orden en los acontecimientos; sin originar ningún problema de concordancia, si exceptuamos su afirmación de que el Señor estaba en casa cuando llegó a él la mujer intercediendo por su hija461.

Se podría entender fácilmente que Mateo hubiese silenciado lo referente a la casa relatando el mismo hecho, pero como dice que los discípulos hicieron al Señor la sugerencia de que la despidiese, pues iba gritando detrás de ellos462, no parece dar a entender otra cosa sino que aquella mujer profería sus gritos de súplica caminando a la zaga del Señor. ¿Cómo, pues, tuvo lugar dentro de la casa? Sin duda hay que entender que Marcos dijo ciertamente que había entrado donde estaba Jesús, por haber afirmado antes que estaba en casa. Pero como Mateo señala que no le respondió palabra463, dejó ver, cosa que ambos callaron, que durante aquel silencio salió Jesús de aquella casa. De esta manera hilvana todo lo demás, donde no existe ya discrepancia alguna.

Marcos recuerda que el Señor le respondió con la observación de que no hay que echar el pan de los hijos a los perros. Intercalado esto, dijo lo que Mateo no calló, es decir, que los discípulos intercedieron en su favor, y que les respondió que él no había sido enviado más que a las ovejas que habían perecido de la casa de Israel, e igualmente que ella llegó, esto es, le alcanzó, y le adoró diciéndole: Ayúdame464, y a continuación le dijo lo que ambos evangelistas refieren.

Mt 15,29—38 | Mc 7,31—8,9

50 104. Sigue el relato de Mateo: Marchando de allí Jesús, llegó junto al mar de Galilea; subió a la montaña y se sentó allí. Se le acercó una gran muchedumbre, llevando consigo mudos, ciegos, cojos, dediles y otros muchos, y los pusieron a sus pies. El los curó, hasta el punto de que la muchedumbre se maravillaba viendo hablar a los mudos, caminar a los cojos, ver a los ciegos, y glorificaban al Dios de Israel. Pero Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: Siento compasión de la muchedumbre, porque ya llevan conmigo tres días y no tienen qué comer465, hasta: Los que comieron eran unos cuatro mil, sin contar niños y mujeres466. Este otro milagro de los siete panes y pocos peces lo menciona también Marcos casi en el mismo orden, exceptuando que intercala, cosa a la que ninguno otro alude, lo referente al sordo467 al que el Señor abrió los oídos poniendo saliva en sus dedos y diciendo—. «Effeta», que significa: Ábrete468.

105. No caerá fuera de tema advertir lo que, en este milagro de los siete panes, ponen los evangelistas Mateo y Marcos469. En efecto, si lo hubiese referido alguno de ellos que no hubiese mencionado el de los cinco panes, se podría considerar que contradecía a los demás. ¿Quién no pensaría que se trataba de un único y mismo hecho, pero no relatado en su integridad y verdad por uno, por varios o por todos, sino que o bien uno, por error, mencionó siete panes en vez de cinco, o cinco los otros en vez de siete, o que unos y otros mintieron o les falló la memoria?

Igualmente se apreciaría una como contradicción en lo referente a los doce canastos y a las siete espuertas, y en las cifras de los cinco y cuatro mil respectivamente que fueron alimentados. Mas como los que narraron el milagro de los siete panes no omitieron el de los cinco, nadie ve en ello dificultad alguna y todos comprenden que uno y otro fueron realidad. Hemos dicho esto para que, como a veces resulta que el Señor hizo una cosa que parece contradecir en algo a otro evangelista, sin que se vea solución posible, no se entienda sino que se realizaron ambas cosas y que cada evangelista recordó una, como he resaltado respecto a los grupos, de cincuenta y cien, de hombres sentados. En efecto, pensaríamos que se contradecían entre sí si no hallásemos uno y otro hecho en un mismo evangelista.

Mt 39—16,4a | Mc 8,10—12

51 106. Continúa Mateo: Y despidiendo a la muchedumbre, subió a la barca y se fue al término de Magedan470, etc., hasta: La generación mala y adúltera pide una señal, y no se le dará sino la señal de Jonás471. Esto mismo lo dijo ya Mateo472 en otro lugar. Razón por la que una y otra vez hay que mantener que el Señor dijo las mismas cosas repetidamente, de modo que, en el caso de existir una contradicción que no se pueda solucionar, se entienda que lo dijo dos veces.

Manteniendo este mismo orden, Marcos, después de aquel milagro de los siete panes, añade lo mismo que Mateo, con la diferencia de que éste no pone Dalmanuta, como se lee en algunos códices, sino Magedan473. No cabe duda de que se trata del mismo lugar con doble nombre, pues la mayor parte de los códices», incluso en el evangelio según Marcos, sólo traen Magedan. Y que nadie se extrañe de que Marcos no presente la misma respuesta que Mateo — la referencia a Jonás— a los que pedían una señal del cielo, antes bien diga que el Señor respondió: No se le dará ninguna señal. Hay que comprender qué señal pedían, es decir, una señal del cielo; pero omitió decir lo referente a Jonás, cosa que Mateo recordó.

Mt 16,4b—12 | Mc 8,13—21

52 107. Prosigue Mateo: Y dejándolos se fue. Los discípulos, al pasar a la otra orilla, se habían olvidado de tomar panes. Jesús les dijo: Abrid los ojos y guardaos de la levadura de los fariseos y saduceos474, etc., hasta: Entonces comprendieron que no había recomendado guardarse de la levadura de los panes, sino de la doctrina de los fariseos y saduceos475. Esto mismo y en idéntico orden expone Marcos476.

Mt 16,13—19 | Mc 8,22—29 | Lc 9,18—20

53 108. Continúa Mateo: Llegó Jesús a Cesárea de Filipo y preguntó a sus discípulos: ¿Quién dice la gente que soy yo, el Hijo del hombre? Ellos respondieron: unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas477, etc., hasta: Y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo478. Esto lo refiere Marcos casi en el mismo orden, pero introdujo antes el relato del ciego que recobró la vista, mencionado sólo por él479. Se trata de aquel ciego que dijo al Señor: Veo hombres como árboles que caminan480. En cambio, Lucas, después de aquel milagro de los cinco panes, se acuerda de esto y lo inserta481; el orden en que lo recuerda, como ya mostramos antes, no contradice al seguido por éstos. Pero puede ofrecer dificultad el que Lucas dijo que el Señor preguntó a sus discípulos quién decían los hombres que era él en el momento en que estaba orando solo, aunque estaban presentes también ellos, mientras que Marcos dice que la pregunta la hizo en el camino482. Pero sólo ve dificultad quien nunca ha orado en camino.

109. Recuerdo haberlo dicho ya, para que nadie piense que Pedro recibió este nombre ahora, cuando Jesús le dice: Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia483. Este nombre lo recibió cuando Jesús, según refiere Juan, le dijo: Tú te llamarás Cefas, que se traduce por Pedro484. Razón por la que ni cabe pensar que recibió el nombre de Pedro en el momento en que Marcos, recordando por su nombre a los doce discípulos, dijo que había llamado hijos del trueno a Santiago y a Juan485. Aunque Marcos dijo que le impuso entonces el nombre, pasando a llamarse Pedro, lo dijo recordando algo pasado, no porque hubiese sucedido entonces.

Mt 16,20—23 | Mc 8,30—33 | Lc 9,21—22

54 110. Continúa diciendo Mateo: Entonces mandó a sus discípulos que no dijesen a nadie que él era Jesús, el Cristo. Desde entonces comenzó Jesús a mostrar a sus discípulos que convenía que fuese a Jerusalén, sufriese mucho de parte de los ancianos y letrados486, etc., hasta: No piensas como Dios, sino como los hombres487. Todo esto y en el mismo orden lo articulan Marcos y Lucas; pero Lucas calla que Pedro se opusiese a la pasión de Cristo488.

Mt 16,24—27 | Mc 8,34—38

55 111. Entonces dijo Jesús a sus discípulos: Si alguien quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame489, etc., hasta—. Y entonces pagará a cada uno según su obra490. Esto lo añade también Marcos manteniendo el mismo orden491; pero él no dice respecto al Hijo del hombre que ha de venir con sus ángeles, que ha de pagar a cada uno según sus obras. Sin embargo, menciona que el Señor dijo también aquello otro: Quien se avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en su gloria con sus ángeles492. Palabras que puede entenderse que pertenecen a la misma sentencia mediante la cual Mateo dijo que dará a cada uno según sus obras. También Lucas añadió lo mismo y en idéntica sucesión, de manera no muy distinta en las palabras, pero muy semejante en cuanto a la verdad de la sentencia493.

Mt 16,28—17,9 | Mc 8,39—9,9 | Lc 9,27—36

56 112. Sigue Mateo: En verdad os digo: entre los aquí presentes hay algunos que no gustarán la muerte hasta que vean al Hijo del hombre venir en su reino494. Y después de seis días Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a Juan, su hermano, y los llevó aparte a una montaña alta495, etc., hasta: A nadie indiquéis la visión, hasta que el hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos496. Esta visión del Señor en la montaña en presencia de los tres discípulos, Pedro, Santiago y Juan, cuando también la voz del Padre dio testimonio en su favor desde el cielo, la mencionan en el mismo orden los tres evangelistas y con absolutamente las mismas sentencias497; lo demás, según los diversos géneros de expresión, sin ninguna diferencia en las sentencias, a que nos hemos referido muchas veces con anterioridad, pueden verlo los lectores.

113. Si Marcos, como Mateo, dice que tuvo lugar después de seis días, y Lucas que después de ocho, no hay que despreciar a los que encuentran dificultad, sino que hay que instruirlos dándoles la explicación498. Cuando mencionamos el día, al decir «después de tantos días», a veces no contamos aquel en que hablamos ni aquel en que acontecerá la realidad futura que anunciamos y prometemos, sino los intermedios, después de los cuales, íntegros y completos, tendrá lugar. Esto hicieron Mateo y Marcos. Exceptuado el día en que Jesús decía estas cosas y aquel en que les mostró la mencionada visión, ateniéndose a los días intermedios, dijeron después de seis días, allí donde él, contando los extremos, es decir, el día primero y el último, dijo después de ocho días, sirviéndose del modo de expresarse por el que se menciona la parte por el todo.

114. Asimismo lo que dice Lucas de Moisés y de Elías, a saber: Sucedió que, al separarse ellos de él, dijo Pedro a Jesús: Maestro, bueno es estarnos aquí499, etc., no debe parecerle en contradicción porque Mateo y Marcos introdujeran esta sugerencia de Pedro, como si Moisés y Elías estuviesen hablando500 aún con el Señor. No expresaron lo que acontecía entonces; antes bien, callaron lo que ése añadió: que Pedro sugirió al Señor hacer tres tiendas cuando ellos se retiraban. También añade Lucas que se produjo la voz desde la nube, al entrar ellos en la misma, cosa que los otros no dijeron, aunque

Mt 17,10—13 | Mc 9,10—12

57 115. Continúa Mateo: Sus discípulos le preguntaron: ¿Por qué dicen los letrados que Elías debe venir primero? Él les respondió: Elías ha de venir ciertamente y lo restablecerá todo. Mas yo os digo que Elías ya vino y no le conocieron; antes bien, hicieron con él lo que quisieron. Así también el Hijo del hombre tendrá que padecer de parte de ellos. Entonces comprendieron los discípulos que les estaba hablando de Juan Bautista501. Esto lo recordó también Marcos manteniendo el mismo orden; s e apartó de él con alguna divergencia en la expresión, pero nunca de la verdad de la sentencia502. Pero él no añadió que los discípulos habían entendido que el Señor se refería a Juan al decir que Elías ya había venido.

Mt 17,14—20 | Mc 9,16—28 | Lc 9,38—43

58 116. Continúa Mateo: Cuando llegaron donde la muchedumbre, se le acercó un hombre que, arrodillándose ante él, le dijo: Señor, apiádate de mi hijo, porque es lunático y está mal503, etc., hasta: Esta clase sólo se la expulsa con la oración y el ayuno504. Esto lo mencionan también Marcos y Lucas, incluso en el mismo orden, sin que haya problema alguno de concordancia505.

Mt 17,21—22 | Mc 9,29—31 | Lc 9,44—45

59 117. Sigue diciendo Mateo: Estando con ellos en Galilea, les dijo Jesús: Al Hijo del hombre lo entregarán en manos de los hombres, lo matarán y al tercer día resucitará. Y se entristecieron profundamente506. Marcos y Lucas lo mencionan en el mismo orden507.

Mt 17,23—27

60 118. Sigue Mateo: Cuando llegaron a Cafarnaún, se acercaron a Pedro los que cobraban el didracma y le preguntaron: ¿Vuestro maestro no paga el didracma? Dice el: Sí508, etc., hasta: Encontrarás un estater, tómalo y dáselo por ti y por mí509. Esto sólo lo menciona Mateo, quien, aparte esta inclusión, sigue el mismo orden, en el que le acompañan también Marcos y Lucas.

Mt 18,1—35 | Mc 9,33—49 | Lc 9,46—48

61 119. Sigue diciendo el mismo Mateo: En aquella hora se le acercaron a Jesús sus discípulos y le dijeron: ¿Quién piensas que es el mayor en el reino de los cielos? Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y les dijo: En verdad os digo: si no os convertís y hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos510, hasta: Así hará con vosotros mi Padre celestial si no perdonáis de corazón cada uno a vuestro hermano511. De este discurso del Señor, un poco más amplio, Marcos, siguiendo el mismo orden, no puso todo, sino sólo algunas cosas, e introdujo otras que Mateo omite512. El discurso entero, hasta donde hemos emprendido su consideración, es interrumpido únicamente por Pedro, que pregunta cuántas veces hay que perdonar al hermano. El Señor hablaba tales cosas, para que resulte bien claro que también la pregunta de Pedro y la respuesta a ella pertenecen al mismo discurso.

Lucas, por el contrario, no menciona nada, conservado este orden a no ser lo referente al niño que puso como ejemplo a imitar a los discípulos cuando estaban con pensamientos de grandeza513. Si dijo algunas otras cosas semejantes que aparecen también en este sermón, lo recordó como dicho en otro lugar y en otras ocasiones; igual que Juan recuerda como dicho por el Señor después de la resurrección lo referente al perdón de los pecados514, que serán retenidos a quien se le retengan y perdonados a quien se le perdonen, mientras que Mateo recuerda que el Señor dijo en este discurso lo que él mismo atestigua que se dijo antes a Pedro515. Para no tener que repetirlo siempre, debemos recordar, como ya lo he encarecido repetidas veces, que Jesús dijo con frecuencia y en muchos lugares las mismas cosas. No nos turbemos nunca si algunos opinan que el orden de sus palabras se contradice.

Mt 19,1—12 | Mc 10,1—12

62 120. Así sigue el relato de Mateo: Y sucedió que, cuando acabó Jesús estos discursos, partió de Galilea y llegó al territorio de Judea, al otro lado del Jordán. Le siguió una gran muchedumbre, y los curó allí. Y se le acercaron los fariseos para tentarle y le dijeron: ¿Está permitido a un hombre despedir a su mujer por cualquier motivo?516, etc., hasta: Quien pueda entender, que entienda517. Esto también lo menciona Marcos manteniendo el mismo orden518. Ciertamente hay que abrir los ojos, no sea que se obtenga la impresión de que hay contradicción entre lo dicho por Marcos y lo dicho por Mateo. El primero señala que el Señor preguntó a los fariseos qué les había ordenado Moisés y que ellos le respondieron que les estaba permitido dar el acta de repudio519; el segundo, que a las palabras con las que había mostrado que, según constaba en la ley, Dios había unido macho y hembra y que por tanto no debía separarlos el hombre, el Señor obtuvo la respuesta: ¿Por qué entonces mandó Moisés dar el acta de repudio y despedirla?; a lo que replicó él: Moisés os permitió despedir a vuestras mujeres por la dureza de vuestro corazón, pero al principio no fue así520. Tampoco Marcos calla esta respuesta del Señor, pero la introduce después que le respondieron a él que les preguntaba sobre el acta de repudio.

121. En este orden o manera de hablar debemos entender que nada afecta a la verdad del asunto si la pregunta sobre el acta de repudio que les había permitido el mismo Moisés —quien también escribió que Dios unió macho y hembra521— la hicieron ellos al Señor, que prohibía la separación y apoyaba su sentencia en la ley, o si fueron ellos los que respondieron esto mismo a él que les preguntaba sobre el precepto de Moisés. Pues no era su intención darles explicación de por qué Moisés les había permitido tal cosa, si no la daban ellos antes.

Esa su intención está señalada en la pregunta presente en Marcos. Idéntica era la intención de los otros, para ampararse en la autoridad de Moisés, que ordenó dar el acta de repudio, como si de esa manera le cerrasen el camino a él que sin duda iba a prohibir la separación. Se le acercaron dispuestos a citar ese texto para someterlo a prueba. Esta su intención la expresó Mateo al no mencionar que les había hecho la pregunta, e introducir deliberadamente lo referente al precepto mosaico, mediante el cual pensaban dejar convicto al Señor que prohibía la separación. Dado que ambos evangelistas mostraron la intención de los que habían hablado, a cuyo servicio deben estar las palabras; carece de importancia la diversidad en la forma del relato existente entre ambos, no apartándose ninguno de ellos de la misma verdad.

122. Puede entenderse así también, porque, como dice Marcos, al hacerle ellos primero la pregunta sobre el despido de la mujer, el Señor les preguntó a su vez qué les había mandado Moisés; cuando ellos le respondieron que Moisés les había permitido escribir el acta de repudio y despedirla, les respondió, con la misma ley dada por Moisés, que Dios había instituido el matrimonio del macho y de la hembra, pronunciando las palabras que hallamos en Mateo, es decir: ¿No habéis leído que quien los hizo al comienzo los hizo macho y hembra?522, etc. Al oír esto, repitieron lo que le habían respondido a su anterior pregunta: Entonces, ¿por qué mandó Moisés darle el acta de repudio y despedirla?523 Luego Jesús les indicó la causa, es decir, la dureza de su corazón, que Marcos coloca antes por razones de brevedad o, como respuesta a la anterior respuesta de ellos. Respuesta que Mateo omitió, juzgando que en nada dañaba a la verdad, fuera el que fuese el lugar en que se colocase la respuesta con las mismas palabras que habían pronunciado dos veces, porque el Señor había contestado con los mismos términos.

Mt 19,13—20,16 | Mc 10,13—31 | Lc 9,46—51

63 123. Prosigue Mateo: Entonces le presentaron unos niños, para que les impusiese las manos y orase por ellos. Pero los discípulos se lo reprochaban524, etc., hasta: Pues muchos son los llamados, mas pocos los elegidos525. Marcos mantuvo el mismo orden de Mateo, pero sólo Mateo introduce lo referente a los obreros conducidos a la viña526. Lucas, por su parte, después de mencionar lo que les dijo a quienes discutían entre sí sobre quién era el mayor, añadió lo concerniente a la persona que vieron expulsando demonios, sin seguirle a él. A partir de aquí se separa de estos dos, cuando refiere que Jesús se afianzó en su decisión de ir a Jerusalén527 y, después de intercalar muchas cosas, se encuentra con ellos de nuevo en la mención de este joven528 al que se dice. Vende todo lo que tienes529. Mateo y Marcos lo mencionan ahora en el orden en el que caminan juntos. Pues tampoco Lucas pasa por alto lo referente a esos niños, antes de hacer mención del rico, igual que aquéllos.

Respecto al rico que pregunta qué ha de hacer de bueno para conseguir la vida eterna, puede caber la impresión de que hay alguna diferencia entre Mateo y los otros dos. En Mateo hallamos: ¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno?; en los otros dos, en cambio—. ¿Por qué me llamas bueno? En efecto, ¿por qué me preguntas acerca de lo bueno? puede referirse mejor a la pregunta: ¿Qué he de hacer de bueno?530 Allí mencionó el bien y hay una pregunta; mientras que Maestro bueno aún no es una pregunta. Lo más cómodo resulta entender que dijo una y otra cosa: ¿Por qué me llamas bueno?531 y ¿por qué me preguntas acerca de lo bueno?

Mt 20,17—28 | Mc 10,32—45 | Lc 18,31—35

64 124. Sigue diciendo Mateo: Cuando subió Jesús a Jerusalén, tomó aparte a los doce discípulos y les dijo: Ved que subimos a Jerusalén; el Hijo del hombre será entregado a los príncipes de los sacerdotes y a los letrados, lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles para que se mofen de él, lo flagelen y lo crucifiquen, pero al tercer día resucitará. Entonces se le acercó a él la madre de los hijos del Zebedeo con ellos, y se postró para pedirle algo532, etc., hasta: Igual que el Hijo del hombre, que no vino a ser servido, sino a servir y a entregar su vida en rescate por muchos533. También Marcos conserva este mismo orden, pero muestra que fueron los hijos del Zebedeo los que dijeron personalmente lo que, según Mateo, dijo su madre, presentando al Señor la voluntad de ellos. Razón por la que Marcos indicó de forma breve que fueron más bien ellos que ella534.

Finalmente, también el Señor, según Mateo igual que según Marcos, les respondió a ellos más que a su madre. Lucas, en cambio, después de recordar en el mismo orden lo que predijo a los doce discípulos acerca de su pasión y resurrección535, pasa por alto lo mencionado por Mateo y Marcos. Después se encuentran de nuevo en Jericó. También Lucas dice algo parecido a lo mencionado por Mateo y Marcos sobre los príncipes de los gentiles que dominan a sus súbditos, cosa que no debe suceder entre los discípulos, donde el mayor ha de ser el servidor de los demás; pero no lo trae en el mismo lugar, y la misma sucesión indica una vez más que el Señor pronunció la misma sentencia una segunda vez536.

Mt 20,29—34 | Mc 10,46—52 | Lc 18,35—43

65 125. Continúa Mateo: Cuando salían de Jericó, le siguió una gran muchedumbre. En esto, dos ciegos que estaban sentados junto al camino, oyeron que Jesús pasaba y se pusieron a gritar diciendo: Señor, ten compasión de nosotros, Hijo de David537, etc., hasta—. Al instante comenzaron a ver y le siguieron538. Este hecho lo menciona también Marcos, pero referido a un solo ciego.539 La dificultad tiene la misma solución que la de las dos personas que padecían una legión de demonios en la región de los gerasenos540. Que de los dos ciegos, que ahora incorporó, uno era muy conocido y famoso en aquella ciudad, resulta igualmente del hecho de que Marcos mencionó también su nombre y el de su padre541, dato único entre tantas curaciones anteriores del Señor, si exceptuamos la mención nominal de Jairo, el jefe de la sinagoga, cuya hija resucitó Jesús542. En él ha de aparecer más esta interpretación, puesto que también el jefe de la sinagoga era persona de categoría en aquel lugar. Sin duda, este Bartimeo, hijo de Timeo, antes en una buena posición, cayó en una muy conocida y célebre miseria, puesto que no sólo era ciego, sino que hasta mendigaba sentado. A ello se debe el que Marcos quisiera mencionar sólo a éste, cuya recuperación de la vista aportó al milagro tanta celebridad cuanto era conocida su desgracia.

126. Hay que entender que Lucas, por su parte, aunque realizado de modo absolutamente idéntico, menciona un milagro semejante y una modalidad parecida del mismo milagro en otro ciego543. En efecto, él dice que tuvo lugar al acercarse a Jericó544, mientras Mateo y Marcos, al salir de Jericó545. El nombre de la ciudad y la semejanza de lo hecho invita a pensar que se trata de una única acción; pero que los evangelistas se contradigan aquí porque uno hable del momento de acercarse a Jericó y otros de la salida de allí, en verdad no lo persuade sino a los que están más proclives a pensar que miente el Evangelio que a admitir que Jesús hizo dos milagros semejantes y de semejante manera. Qué sea más creíble o, mejor, más verdadero, lo ve con toda facilidad todo creyente hijo del Evangelio y, al menos cuando se le advierte, todo polemista se responde a sí mismo, ya con su silencio, ya, si no quiere callar, en su reflexión.

Mt 21,1—9 | Mc 11,1—10 | Jn 12,14—15

66 127. Sigue diciendo Mateo: Cuando se acercó a Jerusalén y llegaron a Betfagé, envió Jesús dos discípulos diciéndoles: Id al pueblo que está frente a vosotros; en seguida encontraréis un asna atada y un pollino con ella546, etc., hasta: Bendito el que viene en nombre del Señor, hosanna en las alturas547. Esto lo narra también Marcos manteniendo el mismo orden548. Lucas, por el contrario, se detiene en Jericó mencionando algunas cosas que los otros pasaron por alto acerca de Zaqueo, jefe de publícanos, y otras dichas en parábolas549. Después de lo cual, también él se encuentra con ellos en la mención del pollino en el que se sentó Jesús. Ni ha de causar dificultad que Mateo hable de una asna y un pollino, mientras los otros callan sobre la asna. Más aún, es preciso traer a la memoria la regla, que recordamos antes 384, aplicada a los grupos de cincuenta y cien personas sentadas, cuando una muchedumbre fue alimentada con cinco panes550. Teniéndola presente, esto ya no debería causar dificultad, ni siquiera en el caso de que Mateo hubiese callado respecto al pollino, como los otros respecto al asna, hasta pensar en una gran contradicción, porque uno habló de un asna y los otros de un pollino de asna. ¡Cuánto menos hay que sentirse afectados por el hecho de que uno mencionó el asna, que silenciaron los otros, pero sin silenciar al pollino, mencionado por ellos! Así, pues, donde cabe pensar que tuvieron lugar una y otra cosa, no hay contradicción alguna, incluso si uno recuerda una cosa y otro otra. ¡Cuánto menos si uno menciona una sola cosa y otro la una y la otra!

128. También Juan, aunque silencie cómo envió el Señor a sus discípulos a hacerse con estos animales, introduce asimismo de forma breve este relato sobre el pollino, acompañándolo con un testimonio del profeta551 que aporta Mateo. Tampoco en este testimonio profético se aparta de aquella sentencia la expresión ligeramente distinta de los evangelistas. Pero puede crear dificultad que Mateo lo refiera afirmando que el profeta mencionó el asna552, cosa que no corresponde ni a lo que Juan introduce ni a los códices eclesiásticos de la traducción usual. EI motivo está, a mi parecer, en que, según se admite, Mateo escribió su evangelio en hebreo. Resulta evidente que en algunos códices la traducción llamada de los Setenta varía con respecto a lo que hallan en el texto hebreo quienes conocen esa lengua y tradujeron personalmente esos libros hebreos.

Si se investiga la causa de esta diferencia, es decir, por qué los Setenta, una traducción de tan grande autoridad, se separan en muchos lugares de la verdad de los códices hebreos, pienso que ninguna explicación se presenta más probable que ésta: los Setenta son traducción de aquel Espíritu que había dictado el texto a traducir. Lo confirma su maravillosa y celebrada armonía. Así pues, tampoco ellos, variando algunas expresiones, pero sin apartarse de la misma voluntad de Dios, de quien procedían aquellos dichos y a la que debían servir las palabras y quisieron mostrar otra cosa que esto mismo que admiramos ahora en cierta diversidad concorde de los cuatro evangelistas, que nos descubre que no hay mentira si alguien narra algo de un modo distinto, pero sin apartarse de la voluntad de aquel con quien hay que estar en armonía y acuerdo.

Conocer esto es útil también a las costumbres, para precaverse de las mentiras y juzgarlas, y a la misma fe, para que no pensemos que la verdad se defiende como con palabras mágicas, como si Dios nos encareciese, a la vez que el contenido, las palabras que están en función de él; en realidad, el contenido que hay que apropiarse se prefiere a las palabras mediante las cuales se le apropia, de modo que no deberíamos buscarlas, si pudiésemos conocerlo sin ellas, como lo conoce Dios y en él sus ángeles.

Mt 21,10—13 | Mc 11,15—17 | Lc 19, 45—46 | Jn 2,1—17

67 129. Continúa diciendo Mateo: Al entrar en Jerusalén, se conmovió toda la ciudad. Se preguntaban: ¿Quién es éste? La gente comentaba: Este es Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea. Jesús entró en el templo de Dios y comenzó a arrojar a todos los vendedores y compradores que había en él553, etc., hasta: Pero vosotros la habéis convertido en una cueva de ladrones554. Este relato sobre la expulsión del templo de la multitud de vendedores lo mencionan todos555, pero Juan en un orden muy diverso. En efecto, después del testimonio de Juan Bautista sobre Jesús, recordando que se fue a Galilea, ocasión en que convirtió el agua en vino, relata que, tras permanecer unos pocos días en Cafarnaún, subió a Jerusalén en la Pascua de los judíos, y haciendo un látigo con cuerdas, expulsó del templo a los vendedores. Resulta claro, pues, que el Señor realizó esta acción no una sola vez, sino dos; la primera la menciona Juan, la segunda los otros tres.

Mt 21,14—22 | Mc 11,11—17

68 130. Sigue Mateo: Se le acercaron en el templo unos ciegos y cojos y los curó. Al ver los príncipes de los sacerdotes y los letrados los hechos maravillosos que realizó, y a los niños que proclamaban a gritos en el templo: Hosanna al Hijo de David, se indignaron y le dijeron:¿Qué es lo que dicen? Pero Jesús les respondió: Ciertamente. ¿Nunca habéis oído: de la boca de los que aún no hablan y maman te has procurado la alabanza? Y dejándolos, salió fuera de la ciudad, a Betania, y allí se quedó. Al amanecer, volvió a la ciudad y sintió hambre. Viendo una higuera al lado del camino se acercó a ella; al no hallar más que hojas, le dijo: ¡Que nunca jamás brote fruto de ti! Y al momento se secó. Al verlo, los discípulos se llenaron de admiración y le dijeron: ¿Cómo es que se secó al instante? Jesús les respondió: En verdad os digo: Si tuvierais fe y no dudarais, no sólo haríais lo de la higuera, sino que incluso, si dijerais a este monte: Retírate y arrójate al mar, se haría. Todo lo que pidáis en la oración con fe, lo recibiréis556.

131. Esto lo relata también Marcos a continuación, pero no mantiene la misma sucesión de los hechos557. En primer lugar, Marcos no menciona lo que dice Mateo: que entró en el templo y arrojó a los vendedores, sino que, tras observar todo a su alrededor, cuando ya era tarde, salió hacia Betania con los doce, y que al día siguiente, cuando salieron de Betania, sintió hambre y dijo a la higuera lo que menciona también Mateo. Y el mismo Marcos añade que vino a Jerusalén, y al entrar en el templo, arrojó a los vendedores y compradores, dando la impresión que tuvo lugar en otro día, no en el primero. Pero como Mateo enlaza de esta manera: Y dejándoles a ellos salió de la ciudad, a Betania558, de donde según su relato volvía a la ciudad cuando maldijo la higuera, es más probable creer que es él quien ha mantenido la sucesión cronológica respecto a la expulsión del templo de los vendedores y compradores. Pues al decir: Y dejándoles a ellos, ¿a quién se puede entender que se refiere? Sólo a aquellos con quienes hablaba antes, que se indignaban porque los niños gritaban: Hosanna al Hijo de David559.

Marcos pasó por alto lo que aconteció el primer día cuando entró al templo, y cuando le vino a la memoria lo introdujo, al decir que no halló en la higuera más que hojas560; hecho que aconteció en el segundo día como atestiguan los dos. Que los discípulos se maravillaron de que el árbol se hubiese secado y que el Señor les respondió lo referente a la fe y al traslado del monte al mar, Marcos lo coloca no en el segundo día en que dijo al árbol: ¡Que nunca jamás coma nadie fruto nacido de ti!561, sino en el tercero. El mismo Marcos mencionó en el mismo segundo día a los vendedores arrojados del templo, hecho que había omitido mencionar en el primer día. El refiere que en el mismo segundo día, caída la tarde, salió de la ciudad; que, al pasar de mañana, los discípulos vieron la higuera seca de raíz; que Pedro, acordándose, le dijo: ¡Maestro, mira! La higuera que maldijiste se ha secado562, y que entonces le habló del poder de la fe.

Mateo, por el contrario, lo narra como si todo esto hubiese acontecido en el segundo día, esto es, que dijo al árbol: ¡Nunca jamás nazca fruto de ti!563, que se secó al instante, y que, al verlo y quedarse llenos de admiración los discípulos, les respondió con lo referente al poder de la fe. De donde se entiende que Marcos situó en el segundo día aquello cuya realización en el primero había omitido, es decir, lo referente a la expulsión del templo de compradores y vendedores; en cambio, Mateo, al relatar lo acontecido con el árbol maldito el otro día cuando volvía de mañana de Betania a la ciudad, pasó por alto lo que Marcos mencionó, a saber, que vino a la ciudad, que salió de tarde y que al pasar de mañana los discípulos se maravillaron de que el árbol estuviese seco.

Y a lo que había tenido lugar en el segundo día en que fue maldecido el árbol, añadió lo acontecido en el tercero, esto es, que los discípulos se maravillaron de que estuviese seco y que oyeron de boca del Señor lo referente al poder de la fe, enlazando estas cosas de modo que si no nos obligase a prestar atención el relato de Marcos, donde aparece también lo que Mateo pasó por alto, no se podría advertir. En efecto, primero dice: Y dejándoles a ellos salió fuera de la ciudad, a Betania, y allí se quedó. Al amanecer, volvió a la ciudad y sintió hambre. Viendo una higuera al lado del camino se acercó a ella; al no hallar más que hojas, le dijo: ¡Que nunca jamás brote fruto de ti! Y al momento se secó. Luego, pasando por alto los demás acontecimientos de aquel día, añade de inmediato: Al verlo, los discípulos se llenaron de admiración y le dijeron: ¿Cómo es que se secó al instante?564 Lo que habían visto otro día les causó admiración en ese día. Se entiende, pues, que no se secó en el momento en que la vieron, sino nada más recibir la maldición. No la vieron en proceso de secarse, sino totalmente seca, y de esta manera comprendieron que se había secado inmediatamente después de las palabras del Señor.

Mt 21,23—27 | Mc 11,27—33 | Lc 19,47—20,8

69 132. Sigue diciendo Mateo: Cuando llegó al templo, mientras enseñaba, se le acercaron los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo preguntándole:¿Con qué poder haces eso y quién te dio ese poder? Jesús les respondió y les dijo: También yo os hago una pregunta; si vosotros me la contestáis, también yo os diré con qué poder hago estas cosas. El bautismo de Juan, ¿de dónde procedía?565, etc., hasta: Tampoco yo os digo con qué poder hago estas cosas566. Todo esto lo expusieron también los otros dos, Marcos y Lucas, casi con las mismas palabras567. Tampoco parecen distanciarse en el orden, si exceptuamos — de ello he hablado antes— que Mateo, omitiendo algunas cosas que correspondían al otro día, tejió su relato de tal manera que, de no prestar atención, se podía pensar que aún se halla en el segundo día y Marcos en el tercero.

Lucas, por su parte, introdujo esto sin seguir, como por orden, los días; pero aunque mencionó la expulsión del templo de compradores y vendedores, omitió su éxodo a Betania y regreso a la ciudad, lo acontecido con la higuera y la respuesta a los discípulos admirados del poder de la fe; y, silenciadas estas cosas, introdujo lo siguiente: Enseñaba todos los días en el templo. Mas los príncipes de los sacerdotes, los letrados y los notables del pueblo buscaban matarle, pero no hallaban qué hacerle. Y sucedió que un día enseñaba y evangelizaba al pueblo en el templo y se le acercaron los príncipes de los sacerdotes y los letrados con los ancianos a decirle: Dinos, ¿con qué poder haces estas cosas?568, y lo restante, que también mencionan los otros dos. De donde resulta que no se contradicen ni siquiera en el orden mismo, cuando el día en que dice que aconteció se entiende de aquel en que también ellos refirieron que había tenido lugar.

Mt 21,28—44 | Mc 12,1—11 | Lc 20,9—18

70 133. Sigue Mateo: ¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos y, acercándose al primero, le dijo: Vete hoy a trabajar en mi viña. Él le respondió y le dijo: No quiero; pero después, arrepentido, fue. Se acercó igualmente al otro y le dijo lo mismo. Pero él le respondió: Voy, Señor; pero no fue569, etc., hasta: Y el que cayere sobre esta piedra se destrozará, y a aquel sobre quien cayere lo aplastará570. Marcos y Lucas no mencionan lo referente a estos dos hijos a los que se les ordenó ir y trabajar en la viña; pero lo que Mateo narra a continuación acerca de la viña, arrendada a labradores que persiguieron a los siervos que les enviaron a sí y luego dieron muerte al hijo amado y lo arrojaron fuera de la viña571, tampoco ellos lo callan, conservado el mismo orden; es decir, después que los judíos preguntados sobre el bautismo de Juan dijeron que no sabían responder y él les replicó: Pues tampoco yo os digo con qué poder hago esto572.

134. Aquí no surge ningún problema de desacuerdo, si exceptuamos que Mateo, tras haber dicho que el Señor preguntó a los judíos: Cuando venga el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?, añade que ellos le respondieron y dijeron: A esos miserables les dará una muerte miserable y arrendará la viña a otros labradores que le paguen los frutos a su tiempo573. Marcos no menciona que respondieran ellos así, sino que el Señor dijo eso a continuación, después que él en cierto modo se respondió a sí mismo la pregunta. Dice: ¿Qué hará el dueño de la viña? Vendrá, dará muerte a los labradores y entregará la viña a otros574. Pero se puede entender fácilmente que o bien se introdujeron palabras de aquéllos sin intercalar el —dijeron ellos» o «ellos respondieron», pero dándolo por entendido, o bien se ha atribuido esta respuesta al Señor porque, al decir una verdad, lo respondió él mismo, que es la Verdad, por boca de ellos575.

135. Lo que más dificultad puede originar es el hecho de que Lucas no sólo no dice que ellos respondiesen eso, atribuyendo él también, como Marcos, dichas palabras al Señor, sino que, al contrario, respondieron algo opuesto al decir: De ningún modo. Este es su relato: ¿Qué hará con ellos el dueño de la viña? Vendrá y dará muerte a esos labradores y entregará su viña a otros. Al oír esto le dijeron: De ningún modo. Pero él, clavando en ellos la mirada, dijo: Pues ¿qué es lo que está escrito: La piedra que rechazaron los constructores se ha convertido en piedra angular?576 ¿Cómo, pues, aquellos a quienes se decía esto contestaron, según Mateo: A esos miserables les dará una muerte miserable y arrendará la viña a otros labradores, que le paguen el fruto a su tiempo577, si, según Lucas, contradijeron tales palabras al decir: De ningún modo? Y en verdad, lo que el Señor dice a continuación sobre la piedra reprobada por los constructores y convertida en piedra angular está inferido de tal modo que con su testimonio deja convictos a los que contradecían aquella parábola.

Pues el mismo Mateo menciona esto como dicho a quienes lo rechazaban, al poner: ¿Nunca habéis leído en la Escritura: La piedra que rechazaron los constructores se ha convertido en piedra angular?578 ¿Qué significa: Nunca habéis leído, sino que ellos habían respondido que era lo contrario? No otra cosa indica Marcos al referir las mismas palabras de esta manera—. ¿Ni habéis leído este texto de la Escritura: La piedra que rechazaron los constructores se ha convertido en piedra angular?579 Esta sentencia parece tener su lugar más apropiado en el evangelio de Lucas, después de la oposición de aquéllos, expresada en las palabras: De ningún modo. Equivale a lo mismo, igual que él pone también esto: Pues ¿qué es lo que está escrito: La piedra que rechazaron los constructores se ha convertido en piedra angular?580 El sentido de esta sentencia lo indica tanto ¿nunca leísteis?, como ¿No habéis leído esto?, o ¿Qué es lo que está escrito?

136. Nos queda por comprender que, de entre la gente que escuchaba, algunos respondieron lo que Mateo menciona al escribir: Le dijeron: A esos miserables les dará una muerte miserable y arrendará su viña a otros labradores581; otros lo que Lucas no calló, es decir: De ningún modo. A los que habían respondido al Señor lo primero, los otros replicaron con el De ningún modo, pero la respuesta de aquéllos a la que éstos replicaron con el De ningún modo, Marcos y Lucas la atribuyeron al Señor, porque, como indiqué, por ellos habló la Verdad misma, ya sin saberlo ellos, si eran malos, como en el caso de Caifás, que, siendo pontífice, profetizó582 sin saber lo que decía, ya sabiéndolo, comprendiéndolo y creyéndolo. Allí estaba también aquella multitud, en la que se había cumplido ya la profecía, al salir al paso a quien llegaba con gran celebridad y aclamar: Bendito el que viene en nombre del Señor583.

137. Ni cause problemas que el mismo Mateo haya dicho que se acercaron al Señor los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo y le preguntaron con qué poder hacía tales cosas, y quién se lo había otorgado, cuando él a su vez les preguntó de dónde provenía el bautismo de Juan, si del cielo o de los hombres584. Al responder ellos que lo ignoraban, les dijo: Pues tampoco yo os digo con qué poder hago estas cosas585. A partir de ahí siguió hablando y dijo: ¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos586, etc., y, sin intercalar ningún acontecimiento o persona, el discurso se teje, según Mateo, hasta lo mencionado sobre la viña arrendada a los labradores.

Se puede pensar que él dirigió todo este discurso a los príncipes de los sacerdotes y a los ancianos del pueblo que le preguntaron por su poder. Si le hicieron la pregunta para ponerlo a prueba y con ánimo hostil, a ellos no se les puede contar entre los que habían creído y habían exhibido aquel manifiesto testimonio del profeta, que también ahora hubiesen podido alegar no desde la ignorancia, sino desde la fe: A esos miserables los hará perecer miserablemente y arrendará la viña a otros labradores587. Esto de ningún modo debe ofrecer dificultad, hasta el punto de pensar que no había creyentes en la muchedumbre que en aquel momento escuchaba las parábolas del Señor.

Mateo silenció, por razones de brevedad, lo que Lucas no calla, es decir, que esta parábola no iba dirigida sólo a quienes le preguntaron sobre su poder, sino a la gente. Dijo así: Comenzó a exponer a la gente esta parábola: Un hombre plantó una viña588, etc. Hay que entender que entre esa gente pudieron estar tanto quienes le oirían como aquellos otros que le habían dicho: Bendito el que viene en nombre del Señor589, y que ellos o de entre ellos fueron los que respondieron: A esos miserables los hará perecer miserablemente y arrendará la viña a otros labradores590. Respuesta que Marcos y Lucas atribuyeron al Señor porque él mismo lo dijo en cuanto es la Verdad591, que habla con frecuencia incluso a través de los malos y sin que ellos lo sepan por una cierta inspiración oculta, moviendo la mente del hombre, no por los méritos de su santidad, sino por derecho del propio poder.

Mas no sólo por eso, sino también porque pudieron ser tales que no sin fundamento se les considerase ya formando parte, como miembros, del mismo cuerpo del Señor, de modo que justamente se atribuyese su voz a aquel de quien eran miembros. En efecto, ya había bautizado a muchos más que Juan y tenía una multitud de discípulos592, como atestiguan con frecuencia los mismos evangelistas, de la que procedían aquellos quinientos hermanos a quienes el apóstol Pablo recuerda que fue presentado él593. Sobre todo teniendo en cuenta que, según el mismo Mateo, lo correcto no es: Ellos dijeron: A esos miserables los hará perecer miserablemente —el illi habría que entenderlo en plural, como si la respuesta fuese de los que le habían preguntado con intenciones aviesas sobre su poder—, sino Le dijeron, es decir, dijeron ellos al Señor mismo —Mi es un pronombre en singular, no en plural. Cosa que aparece en los códices griegos sin el menor rastro de ambigüedad.

138. En el evangelio según Juan hay un discurso del Señor en el que se puede entender más fácilmente lo que estoy afirmando. Refiere: Decía Jesús a los judíos que creyeron en El: Si permanecéis en mi palabra, seréis verdaderamente discípulos míos y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. Y le respondieron: Somos raza de Abrahán y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres? Jesús les replicó: En verdad, en verdad os digo que todo el que comete pecado es siervo del pecado. El siervo no permanece en la casa para siempre, mientras que el hijo permanece para siempre; por tanto, si el hijo os hiciere libres, seréis libres en verdad. Sé que sois hijos de Abrahán, pero buscáis matarme, porque mi palabra no prende en vosotros594. Ciertamente no diría: buscáis matarme, a los que ya habían creído en él, a quienes había dicho: Si permanecéis en mi palabra, seréis verdaderamente discípulos míos. Había dicho esto a quienes ya habían creído en él, aunque en presencia de una multitud, en que se hallaban muchos enemigos de él. Por eso, aun sin expresar el evangelista quiénes eran los que respondieron, del hecho mismo de que respondieron y de lo que luego merecieron oír de él, aparece con suficiente claridad a qué personas hay que atribuir cada expresión.

Por tanto, como, según Juan, en esta multitud había quienes ya habían creído en Jesús y había también quienes buscaban matarle, así también en aquella de la que ahora nos ocupamos se encontraban quienes habían preguntado al Señor con intenciones aviesas con qué poder hacía aquello595, y había también quienes con corazón no avieso, sino lleno de fe, habían gritado—. Bendito el que viene en nombre del Señor596. Y por eso había quienes decían: Los hará perecer y arrendará la viña a otros labradores597. Afirmación esta que rectamente se entiende que fue del mismo Señor, ya considerando la verdad, ya la unidad de los miembros con su cabeza. No faltaban tampoco quienes decían a los que respondían lo anterior: De ningún modo598, porque comprendían que la parábola iba dirigida contra ellos mismos.

Mt 21,45—22,14 | Lc 14,16—24

71 139. Continúa Mateo: Cuando oyeron los príncipes de los sacerdotes y los fariseos sus parábolas, advirtieron que las decía contra ellos, y, queriendo apresarle, temieron a la muchedumbre porque le consideraba como un profeta. Jesús les respondió, hablándoles de nuevo en parábolas: El reino se ha asemejado a un rey que preparó la boda de su hijo y envió a sus siervos a llamar a los invitados a la boda, que no querían venir599, etc., hasta: Muchos son los llamados, pero pocos los elegidos600. Esta parábola sobre los invitados a la boda sólo la menciona Mateo. Lucas refiere601 también algo parecido, pero no se identifica con lo otro, como el mismo orden sugiere, aunque haya alguna semejanza. Que después de aquella parábola acerca de la viña y del hijo del dueño asesinado introduzca Mateo que los judíos conocieron que todo lo había dicho por ellos y que comenzaron a tenderle trampas, lo atestiguan asimismo Marcos y Lucas conservando el mismo orden602; pero a partir de ahí ellos toman otra dirección, enlazando con lo que también Mateo insertó en su orden, después de esta parábola que sólo él introdujo.

Mt 22,15—33 | Mc 12,13—27 | Lc 20,20—40

72 140. Sigue, pues, Mateo: Entonces los fariseos se fueron y celebraron consejo para ver si le cogían en alguna palabra. Y enviaron a sus discípulos, junto con los herodianos, a preguntarle: Maestro, sabemos que eres veraz y enseñas el camino de Dios con franqueza, y que no te dejas influir por nadie, pues no miras la condición de las personas. Dinos, pues, qué te parece: ¿Es lícito pagar tributo al César o no?603, etc., hasta: Y oyéndole la muchedumbre se admiraba de su doctrina604. Estas dos respuestas del Señor, una sobre el pago del tributo al César, la otra sobre la resurrección en conexión con aquella mujer que había esposado sucesivamente siete hermanos, las narran de modo semejante Marcos y Lucas, sin separarse en el orden605. Después de aquella parábola sobre los arrendatarios de la viña y de lo referente a que los judíos, contra quienes la dijo, preparaban asechanzas, mencionado por los tres, Marcos y Lucas omiten la parábola de los invitados a la viña, que sólo Mateo introdujo. A él se le asocian los otros dos en el relato sobre el tributo a pagar al César y sobre la mujer que tuvo, uno tras otro, los siete maridos, absolutamente en el mismo orden y sin ningún problema de desacuerdo.

Mt 22,33—40 | Mc 12,28—34

73 141. Prosigue Mateo diciendo: Mas los fariseos, al enterarse de que había tapado la boca a los saduceos, se reunieron en grupo, y uno de ellos, doctor de la ley, le interrogó con ánimo deponerle aprueba: Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente606. Este es el mayor y primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo607. De estos dos mandamientos penden toda la ley y los profetas608. Esto lo menciona también Marcos, manteniendo el mismo orden609. Y no ha de causar perplejidad el que Mateo haya dicho que quien preguntó al Señor lo hizo con ánimo de ponerle a prueba, mientras que Marcos calla al respecto, y al final concluye recordando que el Señor le dijo al que había respondido sabiamente: No estás lejos del reino de Dios610. Puede suceder que, aunque se haya acercado con la intención de ponerle a prueba, le haya corregido la respuesta del Señorón. En todo caso, no tomemos la prueba en sentido negativo, como la de quien quiere engañar al enemigo, sino cual medida de prevención, como la de quien quiere experimentar más lo que desconoce. Pues tampoco está escrito en vano: Quien se confía en seguida, verá disminuido su corazón611.

142. Lucas introduce algo parecido, no en el mismo orden, sino en otro lugar distante612. Queda en total incertidumbre si es el mismo acontecimiento el que se recuerda, o se trata de otra persona con quien de igual manera trató el Señor sobre esos dos mandamientos. Pero a partir de aquí parece con razón que se trata de otra, no sólo por el muy distinto orden—tu, sino también porque se dice de él que respondió al Señor, que le había preguntado, mencionando en su respuesta estos dos mandamientos. Y habiéndole dicho el Señor: Haz eso y vivirás613, para que cumpliese lo que él mismo había respondido que era capital en la ley, continuó el evangelista: Pero él, queriendo justificarse, dijo: ¿Y quién es mi prójimo?614

Entonces el Señor le relató lo de aquel que bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de ladrones. Si se considera la indicación de que su intención era ponerlo a prueba; que él mismo respondió lo de los dos mandamientos y que tras la exhortación del Señor que le dijo: Haz eso y vivirás, no se le tiene por bueno, puesto que se dice de él: Pero él, queriendo justificarse, hay que creer como más probable que se trata de otra persona, no de la misma. Y más considerando que el mencionado por Mateo y Marcos en el mismo contexto fue juzgado tan positivamente, hasta el punto de decirle el Señor: No estás lejos del reino de Dios615.

Mt 22,41—46 | Mc 12,35—37 | Lc 20,41—44

74 143. Sigue Mateo: Estando reunidos los fariseos, les preguntó Jesús: ¿Qué pensáis sobre el Cristo? ¿De quién es hijo? Le dicen: De David. Les replica: ¿Cómo entonces David, movido por el Espíritu, le llama Señor al decir: Dijo el Señor a mi Señor, siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies? Si, pues, David le llama Señor, ¿cómo es hijo suyo? Nadie podía responderle palabra, ni nadie se atrevió desde aquel día a hacerle más preguntas616. Esto lo menciona también Marcos a continuación y en el mismo orden617. Lucas tan sólo silencia al que preguntó al Señor cuál era el primer mandamiento de la ley618. Mas, omitido esto, también él conserva idéntico orden, y narra asimismo que el Señor hizo a los judíos la pregunta acerca del Cristo, es decir, cómo era hijo de David.

No afecta a la sentencia el que, según Mateo, al preguntar Jesús qué pensaban del Cristo y de quién era hijo, ellos respondieron: De David, y de ahí infirió la pregunta de cómo David le llamaba Señor; mientras que en los otros dos, Marcos y Lucas, no se halla ni que se les haya preguntado ni que hayan respondido. Debemos, pues, entender la sentencia del Señor, insinuada por los dos evangelistas, posterior a la respuesta de aquéllos: cómo la pronunció oyéndole aquellos a los que quería instruir con su magisterio y alejar de la enseñanza de los letrados, que del Cristo sólo sabían que procedía según la carne del linaje de David, pero no alcanzaban su divinidad, razón por la que era Dios del mismo David. Por eso los dos evangelistas mencionan al Señor como pronunciando un discurso sobre los que erraban a aquellos a quienes quería librar de su error. Para que las palabras: ¿Cómo decís?, según el relato de Mateo, no se tomen como dirigidas a ellos, sino como dichas de ellos a aquellos a los que quería instruir.

Mt 23,1—39 | Lc 37,52

75 144. Sigue Mateo, conservando este orden en el relato: Entonces Jesús habló a la multitud y a sus discípulos y les dijo: En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y fariseos; observad y haced todo lo que os digan, pero no imitéis sus obras, pues dicen, pero no hacen619, etc., hasta: En adelante ya no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en nombre del Señor620. También Lucas recordó que el Señor había pronunciado un discurso semejante contra los fariseos, letrados y doctores de la ley, pero en la casa de cierto fariseo que le había invitado a un banquete621. Para referirlo, se separó de Mateo hacia el pasaje en que ambos mencionaron lo dicho por el Señor sobre la señal de los tres días y tres noches de Jonás, sobre la reina del Mediodía, los ninivitas y el espíritu inmundo que regresa y halla limpia la casa622.

Después de este discurso, dice Mateo: Aún estaba el hablando a la muchedumbre, cuando su madre y sus hermanos se presentaron fuera buscando hablar con él623. Lucas, en cambio, mencionadas en aquel discurso del Señor algunas cosas que Mateo silenció que las hubiese dicho el Señor, se aparta del orden que había seguido con Mateo con la siguiente digresión: Mientras hablaba, un fariseo le rogó que fuera a comer a su casa; entrando, se puso a la mesa. Mas el fariseo, meditabundo en su interior, comenzó a preguntarse por qué no se había lavado antes de comer. Y el Señor le dijo: Ahora, vosotros los fariseos limpiáis por fuera la copa y el plato624. Y a partir de aquí ya sigue con las restantes proclamas contra los mismos fariseos, letrados y doctores de la ley, semejantes a las que pone Mateo en este pasaje que ocupa ahora nuestra consideración625. Al recordar estas cosas, Mateo, si bien no nombra la casa del fariseo, tampoco indica un lugar donde las dijo que esté en contradicción con aquella casa. Pero el Señor ya había llegado de Galilea a Jerusalén y, después de su llegada, los acontecimientos que anteceden a este discurso quedan conexionados de tal modo que se acepta como más probable que tuvo lugar en Jerusalén, mientras Lucas sitúa su relato en el momento en que el Señor aún estaba en camino hacia Jerusalén; por eso me parece que se trata de dos discursos semejantes, de los cuales Mateo narró uno y Lucas el otro.

145. Ciertamente hay que considerar cómo se dijo aquí: En adelante ya no me veréis hasta que digáis: Bendito el que viene en nombre del Señor626, si según el mismo Mateo ya lo habían dicho627. Pues también Lucas dice que esto lo respondió el Señor a quienes le habían amonestado a irse del lugar, porque Herodes quería matarlo. Allí menciona también que profirió contra Jerusalén exactamente las mismas palabras que trae aquí Mateo. Este es el relato de Lucas: En el mismo día se le acercaron algunos fariseos que le dijeron: Sal y vete de aquí, porque Herodes quiere matarte. Y él les dijo: Id y decid a esa zorra: He aquí que yo expulso demonios y llevo a cabo curaciones hoy y mañana, y al tercer día soy consumado; pero conviene que hoy y mañana y pasado camine, porque no cabe que un profeta perezca fuera de Jerusalén. Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y lapidas a los que te son enviados, ¡cuántas veces quise congregar a tus hijos como un ave a su nidada bajo las alas, y no quisiste! He aquí que se os dejará vuestra casa. Os digo que no me veréis hasta que llegue el momento en que digáis: Bendito el que viene en nombre del Señor628.

A este relato de Lucas no parece oponerse lo que la muchedumbre dijo al Señor que venía a Jerusalén: Bendito el que viene en nombre del Señor629; en efecto, según el orden de Lucas, aún no había venido allí y aún no se había dicho. Pero no dice que entonces se alejara de allí para no volver sino en el momento en que ya se dijese aquello; en efecto, persevera en su ruta, hasta que llegue a Jerusalén. Asimismo lo que dice: He aquí que yo expulso demonios y llevo a cabo curaciones hoy y mañana, y al tercer día soy consumado630, se entiende dicho por él en sentido místico y figurado; en efecto, no padeció aquel día, el tercero a partir de éste, puesto que a continuación dice: Conviene que hoy y mañana y pasado camine631. Esto obliga efectivamente a entender como dichas también en sentido místico las palabras: No me veréis hasta que llegue el momento en que digáis: Bendito el que viene en nombre del Señor632, aludiendo a aquella su venida que tendrá lugar en gloria. Así las palabras: Expulso demonios y llevo a cabo curaciones hoy y mañana, y al tercer día soy consumado, han de referirse a su cuerpo, que es la Iglesia.

Se expulsan demonios cuando los pueblos, abandonando las supersticiones paternas, creen en él; se llevan a cabo curaciones cuando se vive de acuerdo a sus preceptos, después de haber renunciado al diablo y a este siglo, hasta el tiempo final de la resurrección, en que será consumado como en el día tercero; es decir, la Iglesia alcanzará la plenitud angélica mediante la inmortalidad incluso corporal. Por lo cual, este orden de Mateo en ningún modo hay que considerarlo como una digresión; antes bien, hay que entender preferiblemente que o Lucas anticipó lo acaecido en Jerusalén, intercalándolo al recordarlo, o que, acercándose ya a la misma ciudad, respondió a los que le exhortaban a guardarse de Herodes lo mismo que Mateo señala que dijo a la muchedumbre una vez que llegó a Jerusalén y tuvo lugar todo lo narrado con anterioridad.

Mt 24,1—2 | Mc 12,41—13,2

76 146. Sigue Mateo: Al salir Jesús del templo, se iba y se le acercaron sus discípulos para mostrarle las construcciones del mismo templo. Pero él les respondió: ¿Veis todo esto? En verdad os digo que no quedará aquí piedra sobre piedra que no sea derruida633. También Marcos menciona esto casi en el mismo orden, después de una breve digresión para dar cabida al relato sobre la viuda que echó dos monedas de escaso valor en el cepillo, hecho en cuya mención sólo le acompaña Lucas634. En efecto, también según Marcos, después que el Señor trató con los judíos lo que pensaban respecto a la filiación davídica del Cristo, se relata la exhortación a guardarse de los fariseos y de su hipocresía635, pasaje en que Mateo se extendió muchísimo y en el que detalló muchos dichos. Por eso, después del mismo pasaje que Marcos compendió brevemente y Mateo trató con abundancia de datos, Marcos no introdujo, como dije, otra cosa que lo referente a aquella viuda muy pobre, pero muy generosa, y luego añadió aquellas cosas en las que se acuerda de nuevo con Mateo hablando de la futura destrucción del templo.

Lucas menciona asimismo pocas cosas sobre la precaución ante la hipocresía de los fariseos636 después de la disputa sobre la filiación davídica del Cristo. A partir de ahí, igual que Marcos, encamina el relato hacia la viuda que echó en el cepillo dos monedas de escaso valor. A continuación introduce lo referente a la futura destrucción del templo, como lo hacen Mateo y Marcos.

Mt 24,3—46 | Mc 13,4—37 | Lc 21,7—36

77 147. Continúa Mateo: Estando sentado en el monte de los Olivos, se le acercaron los discípulos en privado y le dijeron: Dinos cuándo sucederán estas cosas y cuál será la señal de tu llegada y delfín del mundo. Jesús les respondió diciéndoles: Mirad que no os engañe nadie. Porque vendrán muchos en mi nombre diciendo: Yo soy el Cristo, y seducirán a muchos637, etc., hasta: y éstos irán al suplicio eterno; los justos, en cambio, a la vida eterna638. Consideremos ahora ya este prolijo discurso «s del Señor según los tres evangelistas, Mateo, Marcos y Lucas. Manteniendo el mismo orden, los tres tejen esos datos. Cada uno aporta detalles propios en los que sospecho que no hay que temer ningún desacuerdo; pero hay que examinarlo respecto a los datos que aportan conjuntamente para que en ninguna parte se piense que se contradicen. Si apareciese algún desacuerdo, no se podría decir que se trata de algo distinto, dicho por el Señor en otra circunstancia, dado que el relato de los tres se coloca en el mismo lugar y tiempo. El hecho de que no todos mantengan el orden de las sentencias hechas por el Señor no afecta a su comprensión o explicación, siempre que lo que refieren que dijo el Señor no se oponga entre sí.

148. Lo que dijo Mateo: Se anunciará este Evangelio del reino en todo el universo para testimonio de todos los pueblos, y entonces llegará el fin639, lo menciona también Marcos en el mismo orden con estas palabras: Conviene que se anuncie primero el Evangelio a todos los pueblos640. No dijo: Y entonces llegará el fin, pero esto mismo significa su expresión primero, es decir, Conviene que se anuncie primero el Evangelio a todos los pueblos, puesto que ellos le habían preguntado sobre el fin. En la afirmación Conviene que se anuncie primero el Evangelio a todos los pueblos, primero significa ciertamente —antes de que llegue el fin».

149. Lo que dice Mateo: Cuando veáis la abominación de la desolación, anunciada por el profeta Daniel, erigida en el lugar santo —el que lea, que entienda—641, lo dice también Marcos de esta manera: Cuando veáis la abominación de la desolación erigida donde no debe —el que lea, entienda—642. Cambió la expresión, pero mantuvo la misma sentencia; en efecto, donde no debe, porque no debe estar en el lugar santo. Lucas, por el contrario, no dice: Cuando veáis la abominación de la desolación erigida en el lugar santo o donde no debe, sino: cuando veáis a Jerusalén cercada por un ejército, sabed que se ha acercado su desolación643. Entonces, pues, tendrá lugar la abominación de la desolación en el lugar santo.

150. Lo que dice Mateo: Los que estén entonces en Judea huyan a los montes; quienes se hallen en los tejados no bajen a tomar nada de su casa, y los que estén en el campo no vuelvan a coger su túnica644, lo menciona también Marcos casi con las mismas palabras645. Lucas, en cambio, dijo: Entonces los que estén en Judea huyan a los montes646. Hasta aquí, como los otros dos; en lo restante se diferencia de ellos, pues sigue diciendo: Los que estén en medio de ella, que se alejen, y los que se hallen en los campos, no entren en ella, porque éstos son días de venganza, para que se cumpla todo cuanto está escrito647. Bastante diferencia parece haber entre lo que aquéllos dijeron648: Y el que esté sobre el tejado, que no baje a tomar nada de su casa, y lo que dijo éste: Y los que estén en medio de ella que se alejen, a no ser que, dado que quizá haya una enorme confusión al acercarse tan gran peligro, aquellos a quienes el asedio haya cogido dentro — y eso significarían «i las palabras los que estén en medio de ella— estarán atónitos en el tejado y deseando ver qué va a sobrevenir o adonde han de dirigirse.

Pero ¿cómo dijo: Aléjense, si antes indicó: Cuando veáis a Jerusalén cercada por un ejército? En efecto, lo que sigue: Los que estén en los campos no entren en ella, parece una advertencia oportuna, y puede cumplirse que los que estén fuera no entren a ella; en cambio, ¿cómo pueden alejarse del ejército los que están dentro, una vez cercada la ciudad? ¿O acaso el estar en medio de ella se da cuando el peligro urgirá tanto que ya no habrá tiempo para evadirse y proteger la vida presente? Como entonces el alma debe estar preparada y libre, no ocupada ni oprimida por deseos carnales, es éste el significado de lo que dijeron los otros dos evangelistas: en el tejado o sobre el tejado. De este modo lo que dice éste: Bajen, es decir, no se dejen atrapar por el deseo de esta vida, antes bien estén preparados para emigrar a otra, lo expresaron los otros dos así: No baje a tomar nada de su casa, esto es, no se sienta inclinado por ningún afecto a la carne como si fuera a percibir algún beneficio de ella; y lo que éste dice: Los que estén en los campos, no entren en ella; es decir, quienes con un buen propósito en su corazón ya están fuera de ella, no vuelvan a desearla de nuevo con apetencia carnal, lo dijeron los otros: Y quien esté en el campo, no vuelva atrás a recoger su vestido, como un entrar de nuevo en las preocupaciones de que se había despojado.

151. De las palabras de Mateo: Orad para que vuestra huida no caiga en invierno o en sábado649, Marcos retuvo una parte y silenció otra. Retuvo: Orad para que estas cosas no acontezcan en invierno650. Lucas no puso esto, pero sí anotó algo él solo con lo que, a mi parecer, esclareció la sentencia, que los otros habían dejado en la oscuridad. Dijo, pues: Estad atentos a que no se emboten vuestros corazones por el libertinaje, la embriaguez y las preocupaciones de esta vida, y venga de improviso sobre vosotros aquel día. Caerá como un lazo sobre todos los asentados sobre la faz del orbe de la tierra. Vigilad, pues, orando en todo tiempo para ser hallados dignos de escapar a todos estos acontecimientos futuros651. Se entiende que es la huida que menciona Mateo, que no ha de acaecer en invierno o sábado. Al invierno corresponden las preocupaciones de la vida, de que Lucas habla claramente; al sábado, en cambio, el libertinaje y la embriaguez. Las preocupaciones son tristes como el invierno; el libertinaje y la embriaguez sumergen, y cubren, el corazón con la alegría y derroche carnal, mal que aparece significado con el término «sábado», porque ya entonces tenían los judíos, como tienen todavía ahora, la pésima costumbre de abundar en placeres aquel día, a la vez que desconocen el sábado espiritual.

O si hay que entender algo más en aquellas palabras de Mateo y Marcos, también Lucas habrá dicho alguna otra cosa, siempre que no surja problema alguno de desacuerdo. No he emprendido ahora la tarea de exponer los evangelios, sino la de defenderlos de las calumnias de la falsedad o engaño. Otros puntos que Mateo tiene en común con Marcos en este discurso no ofrecen dificultad alguna; en cambio, a los que tiene en común con Lucas, Marcos no les dio cabida en este discurso, que sigue al otro en el orden, sino que o bien recuerda o introduce por adelantado eso mismo en otro lugar, mencionando antes lo que el Señor dijo después, o lleva a que se entienda que el Señor lo dijo dos veces, ahora según Mateo y entonces según Lucas.

Mt 26,1—2 | Mc 14,1 | Lc 22,1 | Jn 11,55; 12,1; 13,1

78 152. Continúa Mateo: Y aconteció que, cuando acabó Jesús todos estos discursos, dijo a sus discípulos: Ya sabéis que dentro de dos días es la Pascua; y al Hijo del hombre le van a entregar para que le crucifiquen652. A él le dan testimonio los otros dos evangelistas, Marcos y Lucas, sin apartarse del mismo orden. No lo presentan como dicho por el Señor, pues pasaron por alto el aludir a esto. Pero de propia iniciativa dice Marcos: La Pascua y la fiesta de los Ácimos caía dos días después653, y Lucas: Se acercaba la fiesta de los Ácimos llamada Pascua654. Tanto se acercaba que era dos días después, como aclaran los otros dos con su acuerdo. Juan, en cambio, mencionó en tres pasajes la cercanía de la misma fiesta; habiendo narrado algunas otras cosas en los dos primeros, en el tercero aparece su relato sobre el hecho de que había llegado el tiempo, momento en que también los otros tres hacen referencia a la inminencia de la pasión del Señor655.

153. Pero los que prestan poca atención pueden ver una oposición, porque Mateo y Marcos, después de decir que la Pascua caía dentro de dos días, mencionaron a continuación que Jesús estaba en Betania, donde se habla de aquel perfume costoso656, mientras que Juan, dispuesto a relatar lo mismo sobre el perfume, dice que Jesús llegó a Betania seis días antes de la Pascua657. ¿Cómo entonces, según aquellos dos, la Pascua caería dentro de dos días, si después de haber dicho esto se hallan con Juan en Betania narrando, igual que él, la escena del perfume, y afirman que la Pascua caía dentro de seis días?

Quienes ven ahí una dificultad no comprenden que Mateo y Marcos pusieron lo referente al perfume en Betania a modo de recapitulación, no como acontecido después de las palabras sobre los dos días, sino antes, cuando aún faltaban seis días para la Pascua «o. En efecto, al mencionar que la Pascua se celebraba dos días después, ninguno de ellos añadió lo acontecido en Betania con palabras como éstas: «Después de esto, cuando estaban en Betania», sino que Mateo dijo: Estando Jesús en Betania, y Marcos: Estando en Betania, lo que se entiende también con anterioridad a lo que se dijo antes de los dos días para la Pascua. Así, pues, como resulta del relato de Juan, seis días antes de la Pascua vino a Betania, donde se celebró el banquete en que se menciona aquel perfume costoso. De allí fue a Jerusalén sentado sobre un borrico. Luego después tiene lugar lo que se narra como acaecido después de esta su llegada.

Por tanto, desde el día en que fue a Betania y acaeció lo referente al perfume, hasta el día en que tuvo lugar y se dijo todo esto, entendemos, aunque los evangelistas no lo mencionen, que pasaron cuatro días hasta que llegó la fecha, dos días antes de la Pascua, referida por dos de ellos. Como Lucas al decir: Se acercaba el día de la fiesta de los Ácimos658, no mencionó los dos días, sino la cercanía, debemos aceptar un intervalo de dos días. En cambio, Juan, al decir: Estaba próxima la Pascua de los judíos659, no quiere que se entiendan esos dos días, sino los seis anteriores a la Pascua. Por lo cual, después de mencionar algunas cosas posteriores a esas palabras, queriendo mostrar ya cuan próxima había afirmado que estaba la Pascua, dijo: Seis días antes de la Pascua, Jesús fue a Betania, donde había muerto Lázaro, a quien resucitó Jesús. Allí le ofrecieron una cena660. Es lo mismo que mencionan en recapitulación «i Mateo y Marcos, cuando ya habían dicho que la Pascua se celebraba dentro de dos días. Recapitulando vuelven a aquella fecha, seis días anterior a la Pascua, y narran lo mismo que Juan sobre la cena y el perfume en Betania, de donde iba a marchar a Jerusalén y adonde, cumplidas las cosas que se narran allí, llegaría dos días antes de la Pascua.

A partir de aquí se separaron éstos, para mencionar en síntesis lo que antes había acontecido en Betania a propósito del perfume. Hecho el relato, regresan de nuevo al punto de partida, es decir, a narrar el discurso tenido por el Señor dos días antes de la Pascua. Si dejamos de lado lo que aconteció en Betania y ellos narraron prescindiendo del orden, guiados de la memoria y recapitulando, y reconstituimos ese mismo orden, así se urde el discurso, según Mateo, diciendo el Señor: Sabéis que dentro de dos días es la Pascua y que el Hijo del hombre será entregado para que le crucifiquen. Entonces se congregaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo en el palacio del sumo sacerdote, llamado Caifás, y decidieron prender a Jesús con engaño y darle muerte. Pero decían: No durante la fiesta, no sea que se alborote el pueblo661. Entonces salió uno de los doce, llamado Judas Iscariote, a los sumos sacerdotes662, etc.

Entre las palabras no sea que se alborote el pueblo y estas otras: entonces salió uno de los doce, llamado Judas, está inserto lo referente a Betania, colocado en plan de recapitulación663, omitiendo lo cual hemos hilvanado el relato para mostrar que no hay contradicción en el orden cronológico. Pero según Marcos, dejando también de lado el banquete en Betania, que también él introdujo en recapitulación, así se presenta el orden del relato: La Pascua y fiesta de los Ácimos caía dos días después, y los sumos sacerdotes y los letrados buscaban cómo prenderle con engaño y darle muerte. Pues decían: No durante la fiesta, no sea que se alborote el pueblo664. Y Judas Iscariote, uno de los doce, salió hacia los sumos sacerdotes, para entregarle665, etc. También aquí está colocado lo referente a Betania que pusieron, recapitulando, entre No sea que se alborote el pueblo y lo que añadimos: Y Judas Iscariote, uno de los doce.

Lucas omitió sin más lo acaecido en Betania666. Todo esto lo hemos dicho con ocasión de los seis días anteriores a la Pascua, mencionados por Juan667 al relatar lo acontecido en Betania, y los dos días anteriores a ella, señalados por Mateo y Marcos, al recordar, después de lo dicho por ellos, lo de Betania referido por Juan.

Mt 26,3—13 | Lc 7,36—50 | Mc 14,3—9 | Jn 12,1—8

79 154. A partir del pasaje donde habíamos establecido dar fin a la consideración del relato, sigue Mateo y dice: Entonces se congregaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo en el palacio del sumo sacerdote, llamado Caifás, y decidieron prender a Jesús con engaño y darle muerte. Pero decían: No durante la fiesta, no sea que se alborote el pueblo. Estando Jesús en Betania en casa de Simón el leproso, se le acercó una mujer que traía un frasco de alabastro, con un perfume muy caro, y lo derramó sobre su cabeza mientras estaba a la mesa668, etc., hasta: Se hablará también de lo que ésta ha hecho para memoria suya669.

Consideremos ahora ya lo acontecido en Betania referente a la mujer y el perfume costoso. Lucas menciona un hecho semejante y concuerda en el nombre de aquel a cuyo banquete asistía el Señor, pues también él lo llama Simón670. Con todo, dado que no es contra la naturaleza ni contra las costumbres humanas que un hombre pueda tener dos nombres, es más fácil que dos hombres puedan tener también un mismo nombre. En consecuencia, es más creíble que se trate de otro Simón, distinto del leproso, en cuya casa acontecía lo referido en Betania. Pues Lucas ni siquiera dice que lo que narra haya tenido lugar en Betania, y aunque no mencione la ciudad o aldea en que sucedió, no parece que el relato se sitúe en el mismo lugar. Así, pues, pienso que hay que entenderlo de esta manera: no fue otra la mujer pecadora que entonces se acercó a los pies de Jesús, los besó, lavó con sus lágrimas, secó con sus cabellos y ungió con el perfume, a la que el Señor, con la semejanza de los dos deudores, dijo que se le habían perdonado muchos pecados, porque había amado mucho; antes bien, la misma María lo hizo dos veces, una de ellas la referida por Lucas cuando, acercándose a él por primera vez, con aquella humildad y lágrimas mereció el perdón de los pecados.

También Juan, aunque no relató, al modo de Lucas, cómo tuvo lugar, mencionó, encareciendo su gesto, a la misma María, cuando ya había comenzado a hablar de resucitar a Lázaro, antes de llegar a Betania. Así lo relata allí: Había cierto enfermo, Lázaro, de Betania, del pueblo de María y Marta, su hermana. María era la que ungió al Señor con perfumes y le secó los pies con sus cabellos; su hermano Lázaro estaba enfermo671. Al decir esto, Juan da testimonio a Lucas, quien narró que esto había tenido lugar en casa de un fariseo, un cierto Simón672 —así, pues, María ya había realizado su acción—; en cambio, lo que hizo de nuevo en Betania es cosa distinta que no corresponde al relato de Lucas, pero lo narran conjuntamente los tres, esto es, Juan, Mateo y Marcos673.

155. Prestemos atención a cómo hay acuerdo entre estos tres, Mateo, Marcos y Juan; respecto a ellos no se duda de que narren el mismo acontecimiento de Betania, donde incluso los discípulos, cosa que mencionan los tres, murmuraron de la mujer, como si hubiese echado a perder el costosísimo perfume. Mateo y Marcos afirman que con aquel perfume se ungió la cabeza del Señor, mientras Juan dice que los pies; que no hay contradicción entre ellos se muestra aplicando la regla que exhibimos cuando dio de comer a la muchedumbre con cinco panes. Como no faltó quien mencionase que se habían sentado en grupos de cincuenta y de cien, no pudo advertirse allí contradicción alguna; pero se hubiese percibido si uno hubiese mencionado sólo los grupos de cien, como otro mencionó sólo los de cincuenta674. En cualquier caso, había que descubrir que ambos datos eran verdad. Ese ejemplo fue oportuno para informarnos de que, como allí advertí, donde los evangelistas mencionan datos sueltos, hemos de entender que tuvieron lugar unos y otros.

Por tanto, aceptemos también aquí que la mujer lavó no sólo la cabeza, sino incluso los pies del Señor. A no ser que, como Marcos menciona que, quebrado el frasco de perfumes, lo derramó sobre la cabeza del Señor675, alguien sea tal vez tan estúpido e insultante que niegue que pudo quedar algo en el vaso roto que derramase luego sobre los pies. Pero si este sujeto, luchando contra la verdad del Evangelio, pretendiese que de tal manera se hizo añicos que no quedó en él resto alguno, ¡cuánto más conforme a la razón y piedad pretenderá otro que no se rompió hasta derramar todo, luchando por la verdad del Evangelio! Si ese sujeto injuriante es tan pertinaz y ciego que intenta quebrar la concordia de los evangelistas sirviéndose del frasco de perfumes roto, acepte que los pies fueron lavados antes de que se rompiese; que al estar íntegro se pudo lavar también con dicho perfume la cabeza, donde se derramaría todo al romperse el frasco. Reconocemos que es conforme al orden mirar por nosotros partiendo de la cabeza, pero también nosotros ascendemos según un orden de los pies a la cabeza.

156. Lo que queda de este hecho me parece que no presenta ninguna dificultad. Si los otros evangelistas afirman que los discípulos murmuraron del derramamiento del costoso perfume, mientras Juan lo achaca a Judas y precisamente porque era ladrón676, pienso que está claro que con el nombre de los discípulos se significó al mismo Judas con aquel modo de expresarse consistente en usar el plural por el singular, a que aludimos a propósito de Felipe y de los cinco panes677. Puede entenderse asimismo que los otros discípulos o pensaron eso mismo, o lo expresaron o, al decirlo Judas, se persuadieron de ello; que Mateo y Marcos expresaron incluso verbalmente lo que todos tenían en la mente, con la diferencia de que Judas lo dijo porque era ladrón y los otros por amor a los pobres. Juan, por su parte, quiso atribuirlo sólo a aquel cuya costumbre de robar creyó que debía descubrir tomando pie de dicha ocasión.

Mt 26,14—19 | Mc 14,10—16 | Lc 22,3—13

80 157. Sigue Mateo: Entonces uno de los doce, llama do Judas Iscariote, fue donde los sumos sacerdotes y les dijo: ¿Cuánto queréis darme, y yo os lo entregaré? Ellos le asignaron treinta monedas de plata678, hasta: Los discípulos obraron como les había ordenado Jesús y prepararon la Pascua679. En este capítulo no puede pensarse que haya nada que ponga en contradicción a Marcos y a Lucas, que narran esto mismo de semejante manera680. Pues lo que dice Mateo: Id a la ciudad a cierta persona y referidle: El Maestro dice: Mi tiempo está cerca, en tu casa voy a celebrar la Pascua con mis discípulos681, alude a aquel a quien Marcos y Lucas llaman amo o dueño de la casa en la que les mostró el cenáculo donde preparar la Pascua.

Así pues, Mateo introduce a cierta persona. En estas palabras de su iniciativa personal quiso hacer, por afán de brevedad, una alusión concisa. Si hubiese afirmado que dijo el Señor: «Id a la ciudad y referidle: el Maestro dice: Mi tiempo está cerca, en tu casa voy a celebrar la Pascua», lo tomarían como que debían decirlo a la ciudad. Y no porque fuesen palabras del Señor cuya orden refería, sino por iniciativa personal, introdujo que el Señor les había mandado ir a cierta persona, para no tener necesidad de decir todo, puesto que le parecía que eso bastaba para indicar la sentencia de quien lo mandaba. ¿Quién ignora que nadie habla así y dice: «Id a cierta persona»? Si hubiese dicho «id a cualquiera», podría ser una expresión con sentido, pero no se sabría con certeza el hombre al que eran enviados, no obstante que Marcos y Lucas682 muestran, aunque callando el nombre, que era una persona determinada. El Señor sabía ciertamente a quién los enviaba.

Y para que pudiesen hallarla aquellos a quienes enviaba, les indicó de antemano la señal por la que se debían guiar: un hombre que portaba un cántaro o ánfora de agua; siguiéndole, llegarían a la casa que querían. Aquí no se podía decir «Id a cualquiera». Aunque la expresión tiene sentido, en este lugar no lo admite la verdad de lo relatado. Así, pues, ¡cuánto menos pudo decirse aquí «Id a cierta persona»! Dicha expresión nunca se puede usar si se quiere decir algo con sentido. Pero es a todas luces manifiesto que el Señor los envió no a cualquiera, sino a una persona determinada. El evangelista pudo narrárnoslo rectamente por su propia cuenta; diciendo: «Los envió a una cierta persona, para que le dijesen: en tu casa voy a celebrar la Pascua». También pudo decir así: «Los envió a cierta persona diciéndoles: Id y decidle: en tu casa voy a celebrar la Pascua». Por tanto, habiendo puesto las palabras del Señor que decía: Id a la ciudad, introdujo él mismo a cierta persona; no porque el Señor lo dijera, sino para insinuarnos, callando el nombre, que había alguien en la ciudad a quien envió los discípulos el Señor para que preparasen la Pascua.

Y así, después de la inclusión por iniciativa personal de esas palabras, sigue el orden de las palabras del Señor que dice: Y referidle: el Maestro dice. Si preguntas ¿a quién?, se te responde correctamente: a aquella cierta persona, a quien el evangelista señaló que los había enviado, cuando por iniciativa personal puso a cierta persona. La expresión es poco frecuente, pero, así entendida, tiene sentido pleno. O si la lengua hebrea en la que, según tradición, escribió Mateo, tiene alguna propiedad, de modo que incluso puesto todo en boca del Señor no carezca de la plenitud significativa, véanlo quienes la conocen. Ciertamente podría decirse también en latín, si la expresión fuese así: «Id a la ciudad a cierta persona que os señale un hombre que os salga al camino llevando un cántaro de agua». De esta manera se podía obedecer sin equívoco al que daba la orden, como también se podría hacer si hubiese dicho: «Id a la ciudad a cierta persona que se halla en aquel o aquel otro lugar, en tal o tal otra casa», pues al expresar el lugar y designar la casa se podría entender la orden.

Por estos y otros indicios por el estilo, tácitos, quien dice «Id a cierta persona y decidle» no puede ser escuchado porque al decir cierta persona» quiere que se entienda un determinado sujeto y no indica cómo conocerlo. Si aceptamos que esa inclusión fue iniciativa personal del evangelista, nos hallaremos ante una expresión oscura por exigencias de brevedad, pero con sentido. Si Marcos llama cántaro a lo que Lucas denomina ánfora, aquel indicó la clase de recipiente, y el otro la forma del mismo, pero uno y otro mantuvieron la verdad de la sentencia.

158. Continúa Mateo: Al atardecer, se sentó a la mesa con los doce discípulos y, mientras comían, les dijo: En verdad os digo que uno de vosotros me va a entregar. Se entristecieron mucho y comenzaron a decirle uno a uno: ¿Soy yo, acaso, Señor?683, etc., hasta: Respondiendo Judas, el que lo entregó, le dijo: ¿Soy yo, Maestro? Él le contestó: Tú lo has dicho684. En esto que acabamos de proponer a consideración tampoco ofrecen dificultad alguna los otros evangelistas que lo mencionan685.