LA CONCORDANCIA DE LOS EVANGELISTAS

Traducción: Pío de Luis

Tomado de las «Revisiones» (II 42 [16])

1. Por aquellos mismos años en los que paulatinamente iba dictando los libros sobre La Trinidad, intercalé la composición de otros de un solo tirón. Entre ellos están los cuatro sobre la Concordancia de los evangelistas. Los escribí pensando en quienes los acusan como si disintiesen entre sí. El primer libro fue escrito contra aquellos que honran o fingen honrar a Cristo como persona sumamente sabia, y rehúsan dar fe al Evangelio porque su contenido no fue escrito por él, sino por sus discípulos, quienes —así opinan le atribuyeron por error la divinidad, por la que se le cree que era Dios.

2. Respecto a ese libro, es igualmente creíble que el pueblo hebreo haya comenzado con Abrahán, como si «Hebreos » procediese de «Abraeos». Con todo, se entiende como más conforme a la verdad que hayan recibido el nombre de Héber, como si fuesen «Hebereos». Sobre este asunto ya he disertado lo suficiente en el libro decimosexto de La ciudad de Dios.

3. En el libro segundo, al tratar de los dos padres de José, afirmé que uno lo engendró y otro lo adoptó. Pero debí decir que se le hizo hijo adoptivo de otro. En efecto, es más creíble que, en conformidad con la ley, hubiera sido hecho hijo adoptivo de alguien que había muerto, porque quien le engendró se había casado con su madre, la mujer de su hermano difunto.

4. Asimismo donde dije: Lucas, en cambio, toma la línea ascendente, subiendo basta David por Natán, profeta por el cual Dios expié su pecado, debí decir: —profeta de este nombre—, para evitar que se piense que se trata de la misma persona, cuando en realidad era otra, aunque con el mismo nombre.

5. Esta obra comienza con las palabras: ínter omnes divinas auctoritates.

LIBRO I

Autoridad de los distintos evangelios

1 1. Entre las autoridades divinas incluidas en los escritos sagrados, destaca con toda razón el Evangelio. El muestra cumplido y realizado lo que la ley y los profetas anticiparon como futuro. Los primeros en anunciarlo fueron los apóstoles, quienes vieron al mismo Jesucristo, nuestro Señor y Salvador, aún viviendo aquí. No sólo recordaban lo que oyeron de su boca o los dichos y hechos que él realizó ante sus ojos, sino también lo que, antes de constituirse en discípulos suyos, había obrado Dios referente a su natividad o infancia o niñez y merecía ser recordado. Pudieron informarse y conocerlo ya de él mismo, ya de sus padres o a través de otros indicios s que no dejaban duda, o de testigos fidelísimos. Una vez que les fue impuesto el deber de proclamar el Evangelios, se ocuparon de anunciarlo al género humano. Algunos de ellos, es decir, Mateo y Juan, «hasta publicaron en libros aparte lo que les pareció» que debían escribir y escribieron acerca de él.

2. Y para que no se piense que tiene alguna importancia, en lo que se refiere a la acogida y predicación del Evangelio, el que lo anuncien, en condición de humildes discípulos, quienes siguieron al Señor cuando se hallaba en vida aquí, o quienes creyeron lo que descubrieron con fe de boca de ellos, la divina Providencia, por medio del Espíritu Santo, hizo que también a algunos de los primeros en seguir a los apóstoles se les otorgase la autoridad no sólo de anunciar, sino también de escribir el Evangelio. Estos son Marcos y Lucas.

Los cuatro autores de evangelios canónicos

2 3. Esos cuatro evangelistas son conocidísimos en todo el orbe de la tierra. Y, quizá, el motivo de que sean cuatro haya que verlo en que son cuatro las partes del mundo, por todo el cual ellos mismos anunciaron de alguna manera, mediante el simbolismo que encierra su número, que se iba a propagar la Iglesia de Cristo. Este es el orden en que escribieron, según se acepta tradicionalmente: el primero Mateo, luego Marcos, en tercer lugar Lucas, y por último Juan. En consecuencia, fue uno el orden por lo que a conocer y anunciar el Evangelio, y otro por lo que a escribirlo se refiere. En su conocimiento y anuncio fueron los primeros quienes, siguiendo al Señor, presente corporalmente, le oyeron hablar y le vieron obrar, y fueron enviados por él en persona a evangelizar. En cuanto a ponerlo por escrito —que hay que creer que aconteció por mandato divino—, ocupan los lugares extremos dos de los elegidos por el Señor antes de su pasión: Mateo el primero, Juan el último. Los dos restantes no pertenecían al número de aquéllos; no obstante, habían seguido a Cristo que hablaba en ellos, por lo que han de ser abrazados como hijos. Por eso ocupan los puestos centrales y están protegidos por los otros por uno y otro costado».

4. Es tradición que de los cuatro sólo Mateo escribió en lengua hebrea; los demás lo hicieron en griego. Y aunque parezca que cada cual mantuvo un cierto orden propio en el relato, no se advierte que cada uno de ellos haya querido escribir como desentendiéndose de lo escrito por su predecesor, o que haya omitido, por ignorancia, lo referido por otro. Al contrario, según la inspiración personal recibida, hizo de su trabajo una aportación no superflua.

Se entiende que Mateo asumió el mostrar la estirpe regia en la encarnación del Señor y la conformidad de la mayor parte de lo que hizo y dijo con la vida presente de los hombres. Marcos le siguió como detrás y parece que hace un compendio de él. Lo exclusivamente suyo es muy poco. Sólo con Juan no tiene nada en común. En pocas cosas coincide sólo con Lucas, mientras que con Mateo coincide en muchísimas, ya sea con él solo, ya también con los otros; y en muchas de ellas casi en el mismo tenor verbal. Por su parte, Lucas aparece más ocupado con la estirpe y función sacerdotal del Señor. En efecto, no se remontó, siguiendo el árbol genealógico regio, hasta el mismo David; antes bien, siguiendo una línea no regia, llega al hijo de David1, Natán, que ni siquiera fue rey. Proceder distinto al de Mateo, que, tomando una línea descendente por el rey Salomón2, siguió también, por orden, a los demás reyes, respetando el número de ellos, lleno de simbolismo. Pero de esto hablaremos después.

Mateo, Marcos y Lucas presentan a Cristo como Rey y Sacerdote

3 5. El Señor Jesucristo, el único verdadero rey que nos gobierna y el único verdadero sacerdote que nos purifica mediante la expiación, declaró que él ejercía estas dos funciones; encarecidas respectivamente en los patriarcas. La primera, en el rótulo fijado en su cruz: Rey de los judíos3, respecto al cual, movido por una inspiración oculta, respondió Pilato: Lo que he escrito, escrito está4, pues estaba escrito en el salterio: No destruyas la inscripción del rótulo5. El segundo, referido a la función sacerdotal, en lo que nos enseñó a ofrecer y a recibir, aludiendo a lo cual anticipó la profecía que decía de sí mismo: Tú eres sacerdote eterno según el orden de Melquisedec6.

Cristo aparece como rey y sacerdote en muchos otros textos de las divinas Escrituras7. De aquí que el mismo David, de quien no en vano se dice que es hijo, con preferencia incluso a Abrahán, y a quien mantuvieron en la genealogía tanto Mateo como Lucas —aquél como comienzo en la vía que desciende por Salomón, éste como término en la que asciende por Natán8—, aunque manifiestamente fue rey, simbolizó también la función sacerdotal cuando comió los panes de la proposición, que sólo era lícito comer a los sacerdotes9. A esto se añade lo que también menciona únicamente Lucas, a saber, que el ángel manifestó el parentesco entre María e Isabel10, la mujer del sacerdote Zacarías. De éste escribió el mismo Lucas que estaba casado con una de las hijas de Aarón11, es decir, de la estirpe sacerdotal.

6. Aunque Mateo concentra la atención en la figura del rey y Lucas en la del sacerdote, uno y otro encarecieron al máximo la humanidad de Cristo. Cristo fue constituido rey y sacerdote en cuanto hombre, El a quien Dios otorgó la sede de David su padre12, a fin de que su reino no tuviese fin y, como hombre Cristo Jesús, fuese mediador entre Dios y los hombres13, para interceder por nosotros. Lucas no tuvo asociado a nadie, como Mateo a Marcos, que fuese como su compendiador. Quizá no carezca de algún simbolismo el hecho, dado que no es propio del rey el estar sin su séquito. Por esa razón quien había asumido sobre sí el narrar lo referente a la función regía de Cristo tuvo asociado a sí a alguien a modo de séquito, que de alguna manera siguiese sus pasos. En cambio, dado que el sacerdote entraba solo en el Santo de los santos14, Lucas, cuya atención se centraba en el sacerdocio de Cristo, no tuvo ese como compañero que le siguiese y de alguna manera abreviase su relato.

Juan se centra en la divinidad del Señor

4 7. Estos tres evangelistas se detuvieron sobre todo en lo que Cristo hizo en el tiempo en su condición de hombre. Juan, en cambio, centra su mirada especialmente en la misma divinidad del Señor por la que es igual al Padre. De modo particular en su evangelio, se esforzó por encarecerla cuanto creyó suficiente a los hombres. Así se eleva muy por encima de los otros tres, a éstos se les ve vivir de alguna manera con Cristo hombre en la tierra; aquél, en cambio, se ve que ha trascendido la nube que cubre la tierra entera15, y que ha alcanzado el cielo límpido. Desde allí, con mirada sumamente penetrante y sostenida, vio la Palabra que existía en el principio, Dios junto a Dios, que hizo todas las cosas, y la conoció hecha carne para habitar entre nosotros16, por haber asumido la carne, no porque se hubiese transformado en carne. Si la asunción de la carne no hubiera mantenido la inmutabilidad de la divinidad, no hubiese dicho: Yo y el Padre somos una sola cosa17, pues el Padre y la carne no son una sola cosa. El mismo Juan fue el único en mencionar dicho testimonio del Señor sobre sí mismo, junto con estos otros: Quien me ha visto a mí, ha visto también al Padre; yo estoy en el Padre y el Padre está en mí18; para que sean una sola cosa como también nosotros somos una sola cosa19. Todo lo que hace el Padre, eso también lo hace igualmente el Hijo20. Y si hay otros que intimen, a quienes los comprenden rectamente, la divinidad de Cristo en la que es igual al Padre, Juan fue casi el único que los incluyó en su evangelio. Como si él hubiera bebido de forma más abundante y en cierto modo más íntima el secreto de su divinidad en el pecho del mismo Señor, sobre el que acostumbraba recostarse en los banquetes21.

Los Sinópticos representan la vida activa; Juan, la contemplativa

5 8. Dos son las virtualidades que se ofrecen al alma humana: una activa, otra contemplativa. Aquélla, el medio por el que se va; ésta, la meta a la que se llega. La primera requiere la fatiga de purificar el corazón para ver a Dios22; en la segunda se da el reposo y se ve a Dios. Por eso, aquélla radica en los preceptos relativos al modo de vivir esta vida temporal; ésta, en el conocimiento de la vida eterna. El resultado es que aquélla obra, ésta reposa, porque aquélla consiste en la purificación de los pecados, ésta en la luz de quienes ya están purificados23. Por ello, mientras dura esta vida mortal, aquélla consiste en las obras de una vida santa24; ésta, en cambio, más en la fe, y, en unos poquísimos, en una cierta visión de la verdad inmutable25, a través de un espejo, en enigma y de forma parcial.

Estas dos virtualidades se entienden figuradas en las dos mujeres de Jacob26. Acerca de ellas he disertado, según mi capacidad y en cuanto me parecía que era suficiente para allí, en la obra Contra Fausto. Lía se traduce por «que se fatiga en el trabajo»; Raquel, por «Principio visto». De donde se puede comprender, puesta esmerada atención, que los tres evangelistas que siguieron con mayor detalle los hechos y dichos realizados en el tiempo por el Señor, que sirven sobre todo para orientar las costumbres de la vida presente, se ocuparon de aquella virtualidad activa; y que Juan, en cambio, quien narró muchos menos hechos del Señor, pero dejó escritas sus palabras, particularmente las que insinúan la unidad de la Trinidad y la felicidad de la vida eterna, ocupó su atención y predicación en recomendar la virtualidad contemplativa.

Símbolos de los cuatro evangelistas

6 9. En consecuencia, de quienes interpretaron los cuatro animales del Apocalipsis27 como referidos a los cuatro evangelistas, me parece que los que asociaron el león a Mateo, el hombre a Marcos, el becerro a Lucas y el águila a Juan, han visto algo más probable que quienes atribuyeron el hombre a Mateo, el águila a Marcos y el león a Juan. Quisieron apoyarse en el comienzo de los respectivos libros, en vez de hacerlo en la intención global de los evangelistas, que era lo que sobre todo había que investigarlo.

En efecto, es mucho más congruente aceptar como señalado por el león al que encareció de un modo particular la función regia de Cristo. Por esa razón, también en el Apocalipsis se mencionó el león asociado a la tribu regia. Me refiero al texto: Venció el león de la tribu de Judá28. Mateo narra también que vinieron de oriente unos magos a buscar y adorar un rey, cuyo nacimiento advirtieron por una estrella; que el mismo rey Herodes temió al rey aún sin habla, y que, para conseguir darle muerte, mató a numerosos niños29.

Ni unos ni otros dudaron de que el becerro simbolizaba a Lucas, considerando la principal víctima que ofrecía el sacerdote. Su evangelio, en efecto, comienza con el relato sobre el sacerdote Zacarías. En él menciona el parentesco entre María e Isabel30; se narran los misterios del primer sacerdocio cumplidos en la persona de Cristo31, aún infante; y todo lo demás que pueda percibirse, si se presta atención, donde aparezca que Lucas puso su punto de mira en la función sacerdotal.

Marcos no quiso narrar su estirpe, ni la regia ni la sacerdotal, o, lo que es lo mismo, su parentesco o consagración a Dios; en cambio, se muestra ocupado en lo que Cristo obró como hombre. En consecuencia, entre aquellos cuatro animales, sólo parece simbolizado en el de figura humana. Estos tres animales, igual el león que el hombre y el becerro, se mueven por la tierra, razón por la que estos tres evangelistas se ocuparon sobre todo de lo que Cristo obró mediante su cuerpo y de los preceptos que dio sobre cómo vivir esta vida mortal a los que moran aún en el cuerpo. Juan, en cambio, vuela como un águila sobre las nubes de la debilidad humana y contempla la luz de la verdad con el ojo sumamente penetrante y fijo del corazón.

Razón de la presente obra

7 10. Contra este santo cuadriyugo del Señor, llevado por el cual él somete los pueblos a su yugo suave y a su carga ligera32, algunos, por irreligiosa vaciedad o por ignorante temeridad, con sus calumnias buscan que se les niegue la fe que merece un relato verídico a aquellos por quienes crece la religión cristiana, diseminada por el mundo, con tanta feracidad que los mismos infieles apenas se atreven ya a musitar sus calumnias en su mismo entorno, apabullados por la fe de las naciones y el respeto de todos los pueblos. No obstante, como con sus razonamientos malintencionados todavía retienen alejados de la fe a algunos para que no crean, o, en el caso de creyentes, los perturban creándoles cuantas confusiones están en su poder, algunos hermanos, manteniendo íntegra la fe, desean saber qué pueden responder a tales cuestiones, ya para adelantar en la propia ciencia, ya para refutar la palabrería de ellos. Por eso, con la inspiración y la ayuda del Señor nuestro Dios, he emprendido en esta obra —que ojalá sirva también para su salvación— la tarea de demostrar el error o la temeridad de quienes creen presentar objeciones suficientemente agudas contra los cuatro libros del evangelio que escribieron, independientemente, los cuatro evangelistas. Para que ello sea realidad, he de mostrar cómo no se contradicen esos mismos cuatro autores. Esta suele ser la objeción palmaria que presenta su vaciedad: los mismos evangelistas disienten entre sí.

¿Por qué el Señor no escribió personalmente nada?

11. Pero antes hay que discutir sobre algo que origina dificultad a algunos, a saber, por qué el Señor no escribió personalmente nada, con la consecuencia de que es necesario creer a otros escritores lo referente a él. Esta pregunta la hacen sobre todo los paganos, que no se atreven a acusar al mismo Señor Jesucristo o a ultrajarle, y le atribuyen una sabiduría extraordinaria, pero a nivel humano. En cambio, de sus discípulos afirman que atribuyeron al Maestro más de lo que era, hasta presentarle como el Hijo de Dios y la Palabra de Dios que hizo todas las cosas; que Él y el Padre son una sola cosa33, y otras posibles afirmaciones semejantes, presentes en los escritos apostólicos, por los que hemos aprendido que, como a Hijo único de Dios, se le debe adoración juntamente con el Padre34. Consideran que merece todo honor como hombre sapientísimo, pero niegan que haya que adorarle como Dios.

12. Al preguntar por qué él no escribió nada, dan la impresión de que estaban dispuestos a creer lo que él hubiese escrito sobre sí mismo, no lo que otros hubiesen predicado a su antojo de él. A los tales les pregunto por qué creen, respecto a ciertos destacadísimos filósofos suyos, lo que sobre ellos dejaron escrito sus discípulos para la posteridad, si nada escribieron sobre sí mismos. De Pitágoras, el hombre más ilustre que tuvo entonces Grecia en la virtualidad contemplativa, no consta que haya escrito nada no ya sobre sí, sino sobre cualquier otra cosa. A Sócrates le antepusieron a todos en la virtualidad activa, que ordena las costumbres, hasta el punto de no ocultar que fue declarado el más sabio de todos, incluso por testimonio de su dios Apolo. Explicó las fábulas de Esopo en unos pocos versos, poniendo sus palabras y sus números al contenido del otro. Pero llevó hasta tal extremo lo de no querer escribir nada, que afirmó que eso lo había hecho coaccionado por la orden de su demonio. Así lo recuerda Platón, el más noble de sus discípulos, no obstante que en dicha obra prefirió embellecer sentencias ajenas antes que las propias.

¿Cuál es, entonces, el motivo por el que respecto a estos personajes creen lo que sus discípulos confiaron a la escritura, y respecto a Cristo no quieran creer lo que escribieron de él los suyos? Sobre todo teniendo en cuenta su reconocimiento de que supera a todos los hombres en sabiduría, aunque no quieran admitir que es Dios. ¿Acaso aquéllos, de quienes no dudan que fueron muy inferiores a él, pudieron procurarse discípulos que dijeran verdad acerca de ellos, mientras que Jesucristo no fue capaz? Si decir esto es el mayor de los absurdos, crean respecto a aquel a quien consideran sabio, no lo que quieren, sino lo que leen en quienes aprendieron de tal sabio lo que dejaron escrito.

¿A quién creer: a los evangelios o a la opinión volandera?

8 13. Digan luego de quién pudieron conocer u oír al menos que era sapientísimo. Si lo supieron porque lo propagaba la opinión pública, ¿es la opinión volandera respecto de él más segura que sus discípulos, a los que, anunciándole a él, la misma opinión hizo arder por todo el mundo? Finalmente, antepongan una opinión a otra y, en lo referente a él, crean a la más divulgada. La notoriedad de la Iglesia católica, que les llena de estupor al verla extendida por todo el orbe y se esparce con maravilloso resplandor, vence sin paliativos los tenues rumores de esa gente6». Mas aquella tan grande, tan extendida que, por temor a ella, mascullan en su interior objecioncillas titilantes y lánguidas6», con mayor temor a que les oigan que deseo de que les den crédito, aquella notoriedad, repito, pregona que Cristo es el Hijo de Dios unigénito y el mismo Dios, que hizo todas las cosas35.

Por tanto, si eligen la notoriedad por testigo, ¿por qué no eligen a esta que brilla con tanto resplandor? Si eligen unos escritos, ¿por qué no los evangélicos que gozan de tan gran autoridad? Nosotros, es verdad, creemos las realidades acerca de sus dioses contenidas en sus escritos más antiguos y en la opinión más acreditada. Si esas realidades han de ser adoradas, ¿por qué se mofan de ellas en los teatros? Si, por el contrario, han de ser objeto de mofa, mayor mofa merece el que sean adoradas en los templos. No queda sino que quieran ser testigos de Cristo quienes se privan de merecer saber lo que dicen al decir lo que ignoran. O, si dicen que poseen ciertos libros, que afirman los escribió él, que nos los muestren. En verdad son de la máxima utilidad y provecho los libros que, por confesión de ellos, escribió un varón sapientísimo. Pero si temen sacarlos a la luz pública, con toda certeza son libros malos. Y si son libros malos, no los escribió persona alguna sapientísima. Ahora bien, esos tales confiesan que Cristo fue sapientísimo, luego Cristo no escribió tal cosa.

Los libros presuntamente de Cristo versaban sobre las artes mágicas

9 14. Esos desbarran hasta el punto de afirmar que los libros que estiman que escribió él contenían los trucos mediante los cuales, según su opinión, realizó las obras prodigiosas cuya celebridad se ha extendido por doquier. Como consideran que Cristo fue un hombre sapientísimo porque conocía no sé qué cosas inmorales, que condena con razón no sólo la disciplina cristiana, sino también la misma administración estatal, al pensar tales cosas se delatan a sí mismos: qué aman y a qué aspiran. Y quienes afirman haber leído tales libros escritos por Cristo, ¿por qué ellos mismos no realizan acciones semejantes a las que, sirviéndose de esos libros, hizo él y les producen admiración?

Libros presuntamente dirigidos a Pedro y Pablo

10 15. ¿Qué decir del hecho de que, llevados por el juicio de un dios, algunos de ellos que creen o quieren creer que Cristo escribió tales cosas, yerran hasta el punto de afirmar que dichos libros tienen por destinatarios, como si de un escrito epistolar se tratase, a Pedro y a Pablo? Puede darse que o bien enemigos del nombre de Cristo, o bien personas que pensaron poder dar peso de autoridad, apoyándose en tan glorioso nombre, a unas artes execrables de ese estilo hayan escrito tales cosas bajo el nombre de Cristo y de los apóstoles. Ese atrevimiento tan falaz les cegó tanto que hasta los niños que, aún en el grado de lectores, conocen los escritos cristianos de modo infantil se ríen de ellos.

16. Querían que colase la idea de que Cristo había había escrito algo de ese estilo a sus discípulos. A partir de ahí pensaron a quiénes sería fácil creer que él hubiera podido escribir; a aquellos, por ejemplo, que estaban más íntimamente unidos a él, a los que les habría sido digno confiar tal cosa como un secreto. Y les vinieron a la cabeza Pedro y Pablo, porque, creo, los han visto representados juntamente con él en muchos lugares, dado que Roma también honra, anualmente y con mayor celebridad, los méritos de Pedro y de Pablo, por haber sufrido la pasión en el mismo día.

Así merecieron errar de cabo a rabo quienes buscaron a Cristo y a sus apóstoles no en los libros santos, sino en las pintadas de las paredes. Y nada tiene de extraño que los pintores engañasen a los impostores. En todo el período en que Cristo vivió en carne mortal con sus discípulos, Pablo aún no era discípulo. Le llamó desde el cielo y le hizo discípulo y apóstol después de su pasión, resurrección y ascensión; después de enviar del cielo al Espíritu Santo; después de la conversión y hecho maravilloso de que muchos judíos creyesen; después de la lapidación del diácono y mártir Esteban, cuando aún se llamaba Saulo y perseguía cruelmente a los que habían creído en Cristo36. ¿Cómo, pues, pudo escribir los libros, que quieren se piense que los escribió antes de morir, a los discípulos Pedro y Pablo, por ser los más cercanos a él, si Pablo aún no era discípulo suyo?

El recurso a las artes mágicas no explica la profecía sobre Cristo

11 17. Los que desvarían tanto que piensan que pudo hacer tan grandes cosas por medio de las artes mágicas y que, sirviéndose de ese mismo arte, sacralizó su nombre para convertir los pueblos a sí, consideren también si con las artes mágicas, antes de nacer en la tierra, pudo llenar del Espíritu divino a los profetas. Profetas tan grandes que anunciaron de él, como futuras, realidades tales como las que ya leemos cumplidas en el Evangelio y las que vemos que existen ahora en el orbe de la tierra. Si mediante las artes mágicas logró que se le adorase aun muerto, en ningún modo ejercía la magia antes de nacer aquel a quien se le asignó un pueblo que profetizase que él iba a venir; pueblo cuya entera organización social fuese una profecía de aquel rey que vendría y fundaría una ciudad celeste con habitantes de todos los pueblos.

Por qué los romanos no aceptaron al dios de Israel en su Panteón

12 18. Por tanto, el Dios del pueblo hebreo, al que se le había confiado, como dije, profetizar a Cristo, no era otro que el único Dios, el Dios verdadero que hizo el cielo y la tierra y cuanto hay en ellos. Cuando le ofendían, era frecuente que se viesen sometidos a sus enemigos; incluso ahora han sido plenamente erradicados de la misma Jerusalén, la capital de su reino, y sometidos al imperio romano como castigo del gravísimo crimen de haber dado muerte a Cristo. Los romanos tenían la costumbre de hacerse propicios mediante el culto a los dioses de los pueblos que subyugaban y aceptar sus ritos sagrados, cosa que no quisieron hacer con el Dios del pueblo hebreo cuando lo combatieron o lo vencieron. Porque veían, creo, que si hubiesen aceptado los ritos sagrados de su Dios, que mandaba que, destruidos los demás ídolos, se le rindiese culto a él solo, habían de abandonar todo lo que antes habían aceptado como objeto de adoración, cuyo culto creían que había sido la causa del crecimiento de su imperio. Al respecto les engañaba sobremanera la astucia de los demonios. Ciertamente debían comprender que fue la oculta voluntad del verdadero Dios, en quien reside el supremo poder sobre las cosas, la que les dio e hizo que creciese el reino, no el favor de aquellos dioses; si éstos hubiesen tenido algún poder al respecto, hubiesen protegido más bien a los suyos, para que no les venciesen los romanos, o les hubiesen sometido a su férula a los mismos indómitos romanos.

19. Ni pueden decir que los dioses de los pueblos a los que vencieron amaron y eligieron su piedad y sus costumbres. Nunca dirán tal cosa si traen a la memoria sus orígenes: el asilo otorgado a criminales y el fratricidio de Rómulo. Al establecer el lugar de asilo, para que todo el que, reo de algún crimen, se refugiase allí gozase de inmunidad para su acción, Rómulo y Remo no dictaron normas de arrepentimiento, para salvar las vidas de los miserables37; antes bien armaron con la recompensa de la impunidad al escuadrón de cobardes reclutado contra sus ciudades, cuyas leyes temían.

Ni siquiera Rómulo, cuando dio muerte a su hermano que ningún mal le había causado, pensó en vindicar la justicia y no en apropiarse del poder. ¿Amaron estas costumbres los dioses, enemigos de sus ciudades hasta el punto de favorecer a los enemigos de ellas? Al contrario, ni defendiéndolas a ellas contuvieron a los enemigos, ni al pasarse al bando de éstos les ayudaron en algo, pues no tienen en su poder el otorgar o quitar el reino. Esto es obra del único y verdadero Dios en su oculto juicio, sin hacer automáticamente bienaventurados a quienes les da el reino ni automáticamente desdichados a quienes se lo quita. Haciendo bienaventurados o desdichados por otro motivo y con otros medios, distribuye los reinos temporales y eternos a quienes quiere y cuando quiere, según el orden preestablecido para los siglos, ya mediante la permisión, ya mediante su don.

Por qué el dios de los hebreos no les sometió el ejército romano

13 20. En consecuencia, tampoco pueden preguntar: «¿Por qué, entonces, el Dios de los hebreos, al que consideráis el supremo y verdadero Dios, no sólo no les sometió los romanos, sino que ni siquiera ayudó a los mismos hebreos para que no los subyugasen los romanos?» La razón es que precedieron sus pecados manifiestos, a causa de los cuales los profetas predijeron con tanta antelación que les iba a sobrevenir todo eso. Y, sobre todo, que con un despiadado furor dieron muerte a Cristo, pecado en el que actuaron ciegamente como fruto de otros pecados ocultos.

Se predijo asimismo, y lo atestiguan los mismos profetas, que su pasión había de ser de provecho para los gentiles. El reino de aquel pueblo, su templo, su sacerdocio, su sacrificio y aquella unción figurativa, que en griego se llama chrisma, de donde resplandece el nombre de Cristoy por la que el mismo pueblo llamaba cristos a sus reyes, no se consideró más que como prenuncio de Cristo. Ninguna otra cosa lo dejó ver con más claridad que ésta: cuando la resurrección de Cristo muerto comenzó a predicarse a los gentiles que creían, cesaron todas aquellas realidades, ignorándolo los romanos, gracias a cuya victoria, e ignorándolo los judíos, por cuyo sometimiento aconteció aquella desaparición.

El dios de los hebreos destruye ahora los ídolos de los gentiles

14 21. Los pocos paganos que han quedado no se dan cuenta de este hecho maravilloso: al Dios de los hebreos, ofendido por los vencidos y no aceptado por los vencedores, le anuncian y adoran ahora en todos los pueblos. El es el Dios de Israel, del cual con tanta anterioridad habló el profeta al pueblo de Dios con estas palabras: El que te libró, el Dios de Israel, será llamado Dios de toda la tierra38. Esto aconteció mediante el nombre de Cristo, que vino a los hombres de la estirpe misma de Israel, sobrino de Abrahán, en quien tiene su origen el pueblo hebreo. También se dijo al mismo Israel: Y en tu descendencia serán bendecidas todas las, tribus de la tierra39. Aquí se manifiesta que el Dios de Israel, el Dios único, el que hizo el cielo y la tierra y cuida con justicia y misericordia de los asuntos humanos, de manera que ni la justicia cierra el camino a la misericordia40, ni la misericordia es impedimento para la justicia, no fue vencido personalmente en su pueblo hebreo, al permitir que los romanos atacasen e hiciesen desaparecer su reino y sacerdocio. En efecto, ese mismo Dios de Israel, cuyo culto no quisieron aceptar los romanos como aceptaron el de los dioses de otros pueblos a los que vencieron, precisamente para que no hiciese desaparecer a este último, destruye ahora por doquier los ídolos de los gentiles por medio del Evangelio de Cristo, verdadero rey y sacerdote, realidad prefigurada como futura en aquel reino y sacerdocio. Así, privó del reino y del sacerdocio al pueblo profético porque ya había llegado lo anunciado por su medio; mediante Cristo rey subyugó a su nombre al imperio romano, su vencedor, y lo convirtió con la robustez y fervor de la fe cristiana en destructor de los ídolos, por respeto a los cuales no había aceptado su culto.

22. Considero que Cristo no logró antes de nacer en medio de los hombres que tantos profetas y el reino y sacerdocio de cierto pueblo anunciasen de antemano por medio de artes mágicas B8 lo referente a su persona. Pues, por una providencia admirable de Dios, el pueblo, ya disperso por doquier, al que pertenecía aquel reino ya aniquilado, aunque permaneció sin unción alguna de reyes o sacerdotes —crisma en el que se manifiesta el nombre de Cristo—, mantiene los restos de ciertas observancias propias. Y sin embargo no aceptó, ni aun vencido y subyugado, los ritos sagrados romanos referentes al culto de los ídolos, para llevar los libros proféticos que testimonian a Cristo, y así probar con los códices de los enemigos la verdad de las profecías sobre Cristo.

¿Por qué, pues, esos desdichados se ponen aún en evidencia a sí mismos alabando a Cristo de forma incorrecta? Si existe algo referente a la magia escrito bajo su nombre, dado que la doctrina de Cristo es radicalmente opuesta a dichas artes, han de comprender de ahí cuán grande es aquel nombre; incluso los que viven contraviniendo sus mandamientos intentan cohonestar sus artes nefastas con él. Desde diversos errores humanos e igualmente al amparo de su nombre, fueron muchos los que fundaron varias herejías contra la verdad.

Así también los enemigos de Cristo, para convencer de lo que profieren contra su doctrina, piensan que carece de todo peso de autoridad si no lleva el nombre de Cristo.

Los dioses de los gentiles, obligados a alabar a Cristo

15 23. ¿Qué decir del hecho de que estos hueros panegiristas de Cristo y retorcidos detractores de la religión cristiana M no se atreven a ultrajar a Cristo porque, como lo indica en sus libros el siciliano Porfirio, algunos de sus filósofos consultaron a sus dioses qué respuesta debían dar sobre Cristo y se vieron obligados a alabarlo en sus oráculos?Nada tiene de extraño, puesto que también en el Evangelio leemos que los demonios confesaron lo que era41. Por el contrario, en nuestros profetas hallamos escrito: Porque los dioses de los gentiles son demonios42. En vista de lo cual, éstos, para que no se procure una respuesta de sus dioses, que les va a ser contraria, reprimen sus ultrajes a Cristo y los descargan contra sus discípulos. Pero a mí me parece que si se preguntase a los dioses de los gentiles, a los que pudieron consultar los filósofos de los paganos, acerca de los discípulos de Cristo, se verían obligados a alabarlos a ellos también.

La caída del culto pagano no la enseñó Cristo, sino sus discípulos

16 24. Pretenden éstos que la actual demolición de los templos, la prohibición de los sacrificios y la destrucción de los ídolos « no se debe a la doctrina de Cristo, sino a la de sus discípulos, de quienes piensan que han enseñando algo distinto de lo que aprendieron de él. De esta manera quieren erradicar la fe cristiana a la vez que honran y alaban a Cristo, porque en verdad los discípulos de Cristo anunciaron los hechos y los dichos de que consta la religión cristiana, enemiga de ellos, poquísimos ya, que, aunque no la atacan, aún murmuran de ella. Si no quieren creer que Cristo enseñó tales cosas, lean a los profetas, que no sólo mandaron aniquilar las supersticiones de los ídolos, sino que hasta predijeron que dicha aniquilación tendría lugar en los tiempos cristianos43. Si fueron unos embusteros, ¿por qué se cumple todo de forma tan evidente? Si dijeron verdad, ¿por qué se forcejea con hecho tan divino?

Incongruencia de no adorar al dios de Israel

17 25. Con todo, hay que preguntarles más solícitamente quién piensan que es el Dios de Israel. ¿Por qué no aceptaron rendirle culto a él como a los dioses de los otros pueblos a los que subyugó el imperio romano, teniendo en cuenta sobre todo que es sentencia de los suyos que el sabio ha de adorar a todos los dioses? ¿Por qué, pues, se le excluyó a él del número de los demás? Si su poder es grande, ¿por qué sólo a él no le rinden culto? Si su poder es poco o nulo, ¿por qué todos los pueblos le adoran casi sólo a él, tras destruir los propios ídolos? Nunca pudieron deshacer el nudo de esta cuestión quienes, adorando como a dioses mayores y menores a los que creen dioses, no adoran al que venció a todos los que ellos adoran. Si es de gran virtud, ¿por qué se le juzgó censurable? Si su virtud es mínima o nula, ¿por qué pudo tanto el censurado? Si es bueno, ¿por qué es el único al que se separa de los buenos? Si es malo, ¿por qué es el único no superado por tantos buenos? Si es veraz, ¿por qué se rechazan sus mandamientos? Si es falaz, ¿por qué se cumple lo que predijo?

Su exigencia de exclusividad, motivo por el que no le dan culto

18 26. Para acabar, piensen de él lo que quieran. ¿No opinan los romanos que hay que adorar incluso a los dioses malos? Ellos edificaron templos a Pavor y a Fiebre y exhortan a atraer a los buenos demonios y a aplacar a los malos. Piensen de él lo que piensen, ¿por qué estiman que sólo a él no han de invocar ni han de tener propicio? ¿Quién es este Dios a la vez tan desconocido que es el único que aún no se halla entre tan numerosos dioses, y tan conocido que es el único adorado por tantísimos hombres? No resta sino que digan por qué no quisieron aceptar el culto de este Dios, esto es, porque exigía la exclusividad en él, prohibiendo el de aquellos dioses de los gentiles a los que ellos ya adoraban. Pero lo que hay que preguntarles ante todo es esto: quién o cómo piensan que es este Dios que no quiere que se rinda culto a otros dioses, a los que los romanos levantaron templos e ídolos. Dios que tuvo tanto poder que fue más eficaz su voluntad en orden a la destrucción de las imágenes de los otros que la de los otros en orden a no aceptar su culto.

Se trae a la memoria la sentencia de aquel su filósofo del que sostuvieron, hasta por medio de un oráculo, que era el más sabio de todos los hombres. Es sin duda sentencia de Sócrates que conviene rendir culto a cada dios del modo como él ha mandado que se le rinda. La consecuencia es que los romanos se vieron en la necesidad de no adorar al Dios de los hebreos, porque, si hubiesen querido rendirle culto de un modo distinto a como él indicó que se le rindiese, no le hubiesen rendido culto a él, sino a una creación de la propia imaginación. Si, por el contrario, hubiesen querido rendírselo como él quería, se daban cuenta de que no debían adorar a los otros dioses a los que él prohibía que se adorase. Este es el motivo por el que rechazaron el culto del único Dios verdadero: para no ofender a los muchos falsos, pensando que les iba a causar más daño la ira de éstos que provecho la benevolencia de aquél.

Si no se le rinde culto a Él, no se les rinde a todos los dioses

19 27. Pero supongamos que se trata de una necesidad sin consistencia y de una cobardía digna de risa. Ahora preguntamos qué piensan de este Dios los hombres a quienes agrada que se rinda culto a todos los dioses. Si no se ha de rendir culto a éste, ¿cómo se rinde culto a todos, si no se le rinde a éste? Si, por el contrario, se le ha de rendir a él, no se les debe rendir a todos, porque a éste no se le rinde si no es rindiéndoselo a él solo. ¿O han de decir que éste no es Dios, que llaman dioses a aquellos que, como nosotros creemos, no pueden más que lo que les está permitido por decisión de éste? No en el sentido de que sean de provecho a alguien, sino de que ni siquiera pueden dañar a no ser a aquellos a los que considera que hay que vulnerar el que todo lo puede. Como ellos mismos se ven obligados a confesar, tuvieron menos poder que él. Si, pues, son dioses aquellos cuyos vates, consultados por los hombres, para no decir que engañaron, dieron respuestas aproximadas a los asuntos concretos sobre los que se les preguntaba, ¿cómo no es Dios aquel cuyos vates no sólo respondieron coherentemente a lo que en cada momento se les consultaba, sino que incluso predijeron con tanta antelación cosas que ahora leemos y vemos, acerca de todo el género humano y de todos los pueblos, respecto a lo que no se les consultaba?

Llaman dios a aquel del que estaba llena la Sibila cuando cantó los destinos de Roma; ¿cómo entonces no es Dios quien mostró, según predijo, que los romanos y todos los pueblos, gracias al Evangelio de Cristo, habían de creer en él como el único Dios, y que todos los ídolos de sus padres serían derribados? Finalmente, llaman dioses a aquellos que nunca se atrevieron a decir nada por medio de sus propios vates contra este Dios; en este caso, ¿cómo no es Dios quien por sus profetas no sólo mandó derribar los ídolos de aquéllos, sino que incluso predijo su destrucción por obra de quienes, abandonándolos a ellos, recibirían la orden de adorarle a él como único Dios y, recibida, la acatarían?44

Presenten ellos profecías semejantes a las hebreas

20 28. O lean, si pueden, que alguna Sibila o algún otro de sus vates predijo que iba a acontecer que al Dios de los hebreos, el Dios de Israel, le adorarían todos los pueblos; que los adoradores de otros dioses ya le habrían rechazado coherentemente antes; que existirían escritos de los profetas de ese Dios con una autoridad tan sublime que, por obediencia a ellos, hasta el imperio romano mandaría destruir los ídolos, y que exhortaron a no obedecer tales mandatos. Lean esto, si pueden, en algún libro de sus vates. Omito decir que lo que se lee en sus libros aporta un testimonio en favor de nuestra religión, la cristiana; cosa que pudieron oír de los santos ángeles y de nuestros mismos profetas, como también los demonios se vieron obligados a confesar a Cristo presente en la condición humana45.

Omito estas cosas porque, cuando las sacamos a relucir, argumentan que son invenciones nuestras. A ellos, a ellos mismos hay que urgirlos a que demuestren que sus vates han profetizado algo contra el Dios de los hebreos, igual que nosotros cumplimos tantos y tan importantes mandatos contra sus dioses, tomados de los libros de nuestros profetas, leemos lo que predijeron y lo mostramos cumplido46.

Respecto a eso, los poquísimos (paganos) que han quedado prefieren lamentar que se haya cumplido a reconocer a aquel Dios que pudo vaticinar lo que iba a realizarse, cuando en sus dioses falsos, que son verdaderos demonios, nada apetecen ni valoran más que el haber aprendido por sus oráculos que algo les va a acontecer.

Se impone elegir entre el dios de Israel y los demás dioses

21 29. Ante dicho estado de cosas, ¿por qué esos desdichados no entienden que es el Dios verdadero aquel a quien ven tan distante del grupo de sus dioses que, a quienes profesan que hay que rendir culto a todos, no se les permite adorar con los demás a aquel a quien se ven obligados a reconocer que es Dios? Dado que no pueden recibir culto conjuntamente, ¿por qué no eligen a aquel que prohíbe el culto de los otros, abandonando a los que no prohíben que él reciba dicho culto? O si lo prohíben, dígase en qué libro. ¿Qué otra cosa debieron leer más a sus pueblos, en sus templos, en los que nunca se oyó nada que se le pareciese? Y, ciertamente, la prohibición de tantos contra uno debería ser más conocida y eficaz que la de uno contra muchos. Pues si el culto de este Dios es impío, sobran los dioses que no apartan a los hombres de dicha impiedad; si, por el contrario, cae dentro de la piedad, como forma parte de él el no adorar a los otros dioses, resulta impío el culto de aquéllos. Prohíben darle culto a él con valor tal que, más que atreverse a prohibir, temen que se les escuche. Por eso, ¿quién no sabe, quién no percibe que hay que elegir a quien tan públicamente prohíbe el culto a los otros que mandó destruir sus ídolos, lo predijo y los destruyó, antes que a los otros de quienes no sabemos que hayan ordenado que no se le dé culto a él, ni leemos que lo hayan predicho, ni vemos que hayan tenido algún poder? Respóndanme, les suplico: ¿Qué Dios es ese que así persigue a todos los dioses de los gentiles, que así pone en evidencia sus ritos sagrados y así los hace desaparecer?

El dios de Israel, interpretado como Saturno o Júpiter

22 30. ¿Por qué preguntar quién es él a hombres que se ofuscaron en sus razonamientos? Unos dicen: —«Es Saturno». Creo que por considerar el sábado día sagrado, puesto que asignaron dicho día a Saturno. Su Varrón, el hombre más docto que encontraron entre ellos, juzgó, pienso que aterrado por su excelsitud, que el Dios de los judíos era Júpiter. Consideraba que carecía de interés el nombre con que se le designase, con tal de entender la misma realidad. Los romanos no suelen adorar nada más excelso que Júpiter, según lo atestigua con suficiencia y claridad su Capitolio, y consideran que él es el rey de todos los dioses; por eso, al advertir que los judíos rendían culto al Dios supremo, no pudieron pensar sino en Júpiter.

Pero tanto, los que creen que el Dios de los judíos es Saturno como los que lo consideran Júpiter, díganme: ¿Cuándo Saturno se atrevió a prohibir que se rindiese culto a otro Dios, ni siquiera a Júpiter, de quien se cuenta que lo expulsó de su reino, el hijo al Padre? Si éste (Júpiter), en cuanto más poderoso y vencedor, halló el agrado de sus adoradores, que dejen de rendir culto a Saturno, que fue vencido y expulsado. Pero ni siquiera Júpiter prohibió que se le rindiera culto a Saturno, y permitió ser dios a quien consiguió vencer.

Evemerismo

23 31. Ellos dicen: «Estas fábulas o tienen que interpretarlas los sabios o hay que tomarlas a mofa; nosotros, sin embargo, adoramos a Júpiter, de quien dice Marón: Todo está lleno de Júpiter», es decir, «todo contiene el espíritu que da vida»47. Con razón, pues, también Varrón juzgó que los judíos adoraban a Júpiter, porque (su Dios) dice por el profeta: Yo lleno el cielo y la tierra48.

¿Qué decir de aquello a lo que el mismo poeta llama éter? ¿Cómo lo entienden? Dice así: «Entonces el éter, padre omnipotente, desciende mediante una lluvia fecunda en el seno de la alegre esposa». Afirman que el éter no es espíritu, sino un cuerpo celeste, merced al cual el cielo se extiende sobre el aire. ¿O se concede al poeta hablar ya conforme a los platónicos, y entonces Dios no es cuerpo, sino espíritu, ya conforme a los estoicos, y entonces es un cuerpo? ¿Qué adoran, pues, en el Capitolio? Si a un espíritu, si en fin al mismo cielo corpóreo, ¿qué pinta allí aquel escudo de Júpiter al que llaman égida? Para explicar el origen de este nombre recurren a que una cabra nutrió a Júpiter, a quien su madre había ocultado. ¿O es que los poetas mienten a este respecto? ¿Acaso también los capitolios romanos son invenciones de los poetas? ¿Qué significa esta variedad, no ya poética, sino plenamente cómica, de buscar a los dioses en los libros, de acuerdo con los filósofos, y de adorarlos en los templos, de acuerdo con los poetas?

32. Pero ¿acaso fue también poeta aquel Evemero que delata que el mismo Júpiter y su padre, Saturno, y Plutón y Neptuno, sus hermanos, fueron tan evidentemente hombres, que sus adoradores deben agradecer más a los poetas que hayan fingido muchas cosas, no con la intención de deshonrarlos, sino más bien de embellecerlos? Y eso aunque Cicerón recuerde que fue el poeta Ennio quien tradujo al latín al mismo Evemero. ¿Acaso fue un poeta el mismo Cicerón, que, como conocedor de secretos, exhorta a aquel con quien disputa en las Tusculanas con estas palabras: «Si intentare escrutar la antigüedad y extraer algo de lo que transmitieron los escritores griegos, descubriría que los dioses mismos de los pueblos más grandes han partido de aquí, de nosotros, al cielo? Investiga de quiénes se muestran los sepulcros en Grecia; recuerda, puesto que eres un iniciado, qué se transmite en los misterios; entonces comprenderás al fin cuan conocido resulta esto».

Cicerón reconoce con suficiencia que los dioses de éstos fueron hombres, y sospecha benévolamente que han llegado al cielo. Aunque también este honor opinable se lo confirieron los hombres, no dudó en decir públicamente, hablando de Rómulo: «Por la benevolencia y la celebridad —dijo—, hemos levantado hasta los dioses inmortales a Rómulo, el fundador de esta ciudad». ¿Qué tiene de extraño el que los hombres más antiguos hicieran respecto a Júpiter, Saturno y los demás dioses, lo que los romanos hicieron respecto a Rómulo, cosa que luego, ya en tiempos más recientes, quisieron hacer respecto a César? También Virgilio les añadió un poema adulatorio en que dice: «He aquí que el astro de Venus precedió al de César». Pongan atención, pues, por si la verdad de los historiadores muestra en la tierra los sepulcros de los falsos dioses, y la vaciedad de los poetas, por el contrario, no fija, sino que inventa, sus estrellas en el cielo. En verdad, ni una estrella es de Júpiter ni otra de Saturno; sino que, después de sus decesos, los humanos pusieron estos nombres a los astros creados al comienzo del mundo, porque quisieron tener como dioses a aquellos hombres. De entre ellos, ¿por qué mereció tanto mal la castidad, o tanto bien el placer, que, entre los astros que giran con el sol y la luna, Venus tiene su estrella y Minerva no?

33. Pero supongamos que sea menos de fiar que los poetas Cicerón, discípulo de la Academia, que se atrevió a mencionar y dejar por escrito que los dioses tienen sepulcros, aunque no fuese una conjetura propia, sino que lo recordase a partir de las mismas tradiciones cúlticas. ¿Acaso también Varrón inventa como poeta o pone en duda como discípulo de la Academia lo que dice, a saber, que los cultos de tales dioses han sido establecidos a partir de la vida o muerte de cada uno de ellos, de cuando vivieron o murieron entre los hombres? ¿Acaso también fue poeta o discípulo de la Academia León, aquel sacerdote egipcio, quien expuso a Alejandro de Macedonia el origen de estos dioses, distinto del que pensaban los griegos, afirmando que fueron hombres?

34. Pero ¿qué nos concierne a nosotros? Digan que adoran a Júpiter, no a un hombre muerto; afirmen que no dedicaron el Capitolio a un hombre muerto, sino al espíritu que vivifica todo «o, del que está lleno el mundo, e interpreten como quieran su escudo de piel de cabra en honor de su nodriza. ¿Qué dicen de Saturno? ¿A quién adoran como Saturno? ¿No es el primero que vino del Olimpo «huyendo de las armas de Júpiter y desterrado tras perder sus reinos; el que fundó un linaje rebelde y disperso por altas montañas, dictó leyes, y prefirió que se llamase Lacio porque se había ocultado seguro en estas costas»? Su misma imagen, que le representa con la cabeza cubierta, ¿no le muestra como oculto? ¿No enseña él mismo la agricultura a los ítalos, lo que demuestra al llevar la hoz? «No, —responden—. Tú verás si fue de aquel hombre y cierto rey de quien se narran estas cosas. Nosotros interpretamos a Saturno como el «tiempo entero», como muestra el mismo vocablo griego». (En esta lengua se le llama Crono, palabra que, si le añades la aspiración, significa también tiempo, razón por la que en latín se le llama Saturno, como si estuviese saturado de años).

Ya no sé qué hay que hacer con estos que, intentando interpretar mejor los nombres y las imágenes de sus dioses, confiesan que su dios mayor y el padre de todos los demás es el tiempo. ¿Qué otra cosa indican sino que todos sus dioses son temporales, pues les asignan como padre al mismo tiempo?

35. De esto se avergonzaron sus filósofos más recientes, los platónicos, que existieron ya en la época cristiana e intentaron interpretar a Saturno de otra manera. Afirmaron que se le llamó Crono, algo así como inteligencia procedente de la saciedad, a partir del hecho de que la saciedad se indica por coros, y la inteligencia o mente se la designa por nus. Esta interpretación parece apoyarla el nombre latino, como si estuviese compuesto de dos partes, la primera latina y la otra griega. Según esto se diría Saturnus como si fuese Satur nus. Advirtieron cuan absurdo sería considerar como hijo del tiempo a Júpiter al que consideraban o querían que se considerase como dios eterno.

Pero de acuerdo con esta nueva interpretación, que, si la hubiesen aceptado sus antepasados, difícilmente se le hubiese ocultado a Cicerón y a Varrón, afirman que Júpiter es hijo de Saturno, como el espíritu que fluye de aquella suma mente, que consideran como el alma de este mundo, que llena todos los cuerpos celestes y terrestres De aquí aquellas palabras de Marón que poco antes recordé: «Todo está lleno de Júpiter». O igual que cambiaron la interpretación misma, ¿no cambiarían también, si pudiesen, la superstición de los hombres y, o bien renunciarían a las imágenes, o bien levantarían capitolios a Saturno antes que a Júpiter? Y discuten que ningún alma racional se hace sabia a no ser por la participación en aquella suma e inmutable sabiduría; no sólo el alma de cualquier hombre, sino incluso la del mundo, que consideran que es Júpiter. Nosotros, en cambio, no sólo concedemos, sino también predicamos con empeño que existe cierta sabiduría suprema de Dios, por cuya participación se hace sabia toda alma que pasa a ser verdaderamente sabia.

Si toda esta mole corporal, a que llamamos mundo, tiene una cierta alma o una como alma propia, es decir, vida racional, por la que se rige como cualquier ser animado, es una cuestión grande y profunda. No debe darse respuesta afirmativa sino después de haber descubierto que es verdadera, ni negativa antes de descubrir que es falsa. Pero ¿qué le afecta esto al hombre, aunque lo ignore siempre, si en verdad ningún alma se hace sabia o bienaventurada por participación de cualquier otra alma, sino sólo por participación de aquella única, suma e inmutable sabiduría de Dios?

36. Los romanos, que no erigieron el Capitolio a Saturno, sino a Júpiter, o los restantes pueblos que juzgaron que había que adorar sobre todo a Júpiter, no pensaron como éstos. Si los que participaron de esta nueva i« opinión hubiesen tenido algún poder en estos asuntos, hubiesen dedicado a Saturno las más altas ciudadelas; igualmente hubiesen eliminado ante todo a los matemáticos y astrólogos, quienes hacían de Saturno, a quien ellos consideran como creador de sabios, un dios maléfico entre los otros astros. Esta opinión, que va contra ellos, se impuso de tal manera en los espíritus humanos que ni siquiera desean nombrarlo; prefieren llamarle «anciano» antes que Saturno, con superstición tan impulsada por el temor que los cartagineses ya casi habían cambiado el nombre a su aldea, llamándola más frecuentemente «la aldea del anciano» que «la aldea de Saturno».

Incoherencia de los gentiles

24 37. Se sabe qué es en lo que los adoradores de los ídolos quedan convictos de adorar e intentan disfrazaras. Con todo, hay que preguntar a estos nuevos intérpretes (del nombre) de Saturno qué piensan del Dios de los hebreos. Pues también a ellos les plugo adorar a todos los dioses con los pueblos, aunque por su soberbia les produjo vergüenza someterse a Cristo para obtener la remisión de los pecados. ¿Qué piensan del Dios de Israel? Si no le rinden culto a él, no lo rinden a todos los dioses. Si, por el contrario, se lo rinden, no se lo rinden como él ordenó que se le rindiese, porque lo rinden a otros a quienes él prohibió que lo rindiesen. Él lo prohibió mediante aquellos profetas por quienes predijo que iba a acontecer lo que ahora padecen sus ídolos de parte de los cristianos. O bien se enviaron a aquellos profetas ángeles que les mostraron figuradamente, mediante una visión adecuada de las realidades sensibles, que el Dios creador de todo era el único verdadero Dios, al que está sometido todo, y les indicaron cómo mandaba que se le rindiese culto. O bien las mentes de algunos de ellos fueron elevadas de tal manera que vieron esas realidades con visión idéntica a la que tienen los mismos ángeles. Consta, sin embargo, que ellos sirvieron a aquel Dios que prohibió que se rindiese culto a otros dioses, y que le sirvieron en el reino y sacerdocio de su pueblo con fe piadosa y con los ritos sagrados que prefiguraban que Cristo había de venir como rey y sacerdote.

Ningún dios de los gentiles prohibió el culto al dios de Israel

25 38. Por querer rendir culto a sus dioses, los gentiles no quieren rendirlo al Dios que no puede recibirlo junto con ellos. Digan, pues, cuál es el motivo por el que no se halla ninguno de ellos que prohíba dar culto a otro, dado que los ponen al frente de distintos oficios y funciones, y quieren que presidan a las realidades que propiamente pertenecen a cada cual. Si Júpiter no prohíbe el culto a Saturno porque no es aquel hombre que expulsó del reino a aquel otro hombre, su padre, sino que es o un cuerpo celeste o el espíritu que llena cielo y tierra y, en consecuencia, no puede prohibir que se rinda culto a la mente suprema de la que se afirma que procedió; si tampoco Saturno prohíbe el culto a Júpiter porque tampoco éste, tras una rebelión, le venció a él, como aquel fue vencido por no sé qué Júpiter, huyendo de cuyas armas vino a Italia n», sino que la mente primera secunda al alma que ella engendró, al menos Vulcano prohibiría el culto a Marte que adulteró con su esposa, o Hércules el de Juno, su perseguidora.

¿Es tan torpe entre ellos este compromiso que ni Diana, la virgen casta, prohíbe no digo ya a Venus, sino a Príapo? Pues si un único hombre quisiera ser cazador y agricultor, sería siervo de ambos, a quienes, sin embargo, se avergonzaría de levantar templos, al menos cercanos. Interpreten que Diana es la virtud que desean; interpreten también que Príapo es el dios de la fecundidad. Sea así, hasta el punto de que Juno se avergüence de tener tal auxiliar en la fecundación de las mujeres; digan lo que les venga en gana, interpreten conforme a su sabiduría, mientras el Dios de Israel subvierta todos sus argumentos. El, que prohibió el culto a todos ellos, sin que ninguno prohibiera el suyo, y ordenó, predijo y llevó a cabo la destrucción de todas sus imágenes y ritos, mostró con suficiencia que aquéllos eran falsos y falaces, y él el Dios verdadero y veraz.

39. ¿A quién no causa extrañeza que esos, ya tan pocos, adoradores de los muchos y falsos dioses no quieran obedecer al Dios de los hebreos? Sobre todo considerando que si se les pregunta acerca de él, cualquiera que sea la opinión que manifiesten en su respuesta, no se atreven a negar que sea Dios. Si lo hiciesen, muy fácilmente quedarían convictos de lo contrario por las obras, que primero predijo y luego hizo realidad. Y no menciono aquellas cosas respecto a las cuales se consideran en la libertad de no creerlas, a saber, que hizo el cielo y la tierra y todo lo que en ellos hay49; ni tampoco aquellas otras demasiado antiguas, esto es, que trasladó a Henoc50, que destruyó a los impíos mediante un diluvio y que libró de él al justo Noé y a su casa por medio del arca de madera51.

Comienzo con sus obras entre los hombres a partir de Abrahán. A éste se le hizo, a través de un oráculo de un ángel, una promesa clara, que ahora vemos cumplirse. Se le dijo: En tu descendencia serán benditos todos los pueblos52. De esa descendencia procede la virgen María, que dio a luz a Cristo. Atrévanse ya a negar, si pueden, que en él se hallan benditos todos los pueblos. La misma promesa se hizo también a Isaac, hijo de Abrahán, y a Jacob, nieto del mismo Abrahán53, llamado también Israel, de quien se propagó y recibió nombre todo el pueblo, de modo que el Dios de este pueblo se denominó el Dios de Israel. Esto no significa que él no sea Dios de todos los pueblos, tanto de los que lo ignoran como de los que ya lo conocen, sino que quiso que en este pueblo se manifestase de forma más transparente el poder de sus promesas.

Dicho pueblo se multiplicó primeramente en Egipto; de aquella esclavitud fue liberado a través de Moisés en medio de signos y portentos, y, vencidos numerosos pueblos, recibió también la tierra prometida, en la que reinó por medio de sus reyes, salidos de la tribu de Judá54. Este Judá fue uno de los doce hijos de Israel, el nieto de Abrahán. De él recibieron el nombre de judíos. Con la ayuda del mismo Dios, hicieron muchas cosas, y otras muchas sufrieron por sus pecados, siendo el mismo Dios quien los castigaba, hasta que llegó la descendencia a la que se había hecho la promesa55 de que en ella serían benditos todos los pueblos y, de propia iniciativa, quebrantarían los ídolos de sus padres56.

Los judíos, garantes de la autenticidad de las profecías

26 40. Lo que se cumple por medio de los cristianos no se predijo ya en la época cristiana, sino mucho antes. Los mismos judíos que permanecieron como enemigos del nombre de Cristo, cuya futura infidelidad tampoco callaron los escritos proféticos, poseen y leen al profeta que dice: Señor, Dios mío y refugio mío en el día de los malos; a ti vendrán pueblos del confín de la tierra y dirán: verdaderamente nuestros padres rindieron culto a mentiras y no hay utilidad en ellas57. Ved que se hace realidad ahora; ved que ahora llegan a Cristo pueblos desde el confín de la tierra, diciendo las mismas cosas y quebrando los ídolos. Y es un don grande de Dios a su Iglesia, difundida por doquier, que el pueblo judío, justamente derrotado y dispersado por los países, lleve por todas las partes, para que no se piense que son invenciones nuestras, los códices de nuestros profetas. El pueblo enemigo de nuestra fe se hace testigo de nuestra verdad.

¿Cómo, pues, enseñaron los discípulos de Cristo lo que no aprendieron de él, como en su necedad y desvarío repiten, para destruir la superstición de los dioses e ídolos de los gentiles? ¿Acaso se puede decir que también inventaron los discípulos de Cristo aquellas profecías que ahora se leen en los códices de los enemigos de Cristo?

41. ¿Quién, sino el Dios de Israel, destruyó lo antes dicho? Al mismo pueblo se dijo, por medio de una voz divina dirigida a Moisés: Escucha, Israel; el Señor tu Dios es el único Señor58. No te fabricarás ningún ídolo ni ninguna imagen ni de cosas de arriba en el cielo ni de abajo en la tierra59. Para que destruya todo eso, una vez que haya recibido potestad para ello, se le da este precepto: No adorarás sus dioses, ni les servirás; no imitarás sus obras, sino que quitarás y destruirás sus ídolos60. ¿Quién dirá que Cristo y los cristianos no pertenecen a Israel, si Israel fue nieto de Abrahán, el primero a quien se dijo lo que ya mencioné: En tu descendencia serán benditos todos los pueblos61, que después se repitió a Isaac su hijo y finalmente a su nieto Israel?

Vemos que esto ya se está realizando en Cristo, puesto que de allí nació aquella virgen a la que cantó el profeta del pueblo de Israel y del Dios de Israel al decir: He aquí que una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel62. Emmanuel significa «Dios con nosotros»63. El Dios de Israel, que prohibió el culto de otros dioses, que prohibió la fabricación de ídolos, que mandó derribarlos, que predijo por medio del profeta que pueblos procedentes del extremo de la tierra dirían: Verdaderamente nuestros padres rindieron culto a mentiras y no hay utilidad en ellas64, él mismo, mediante el nombre de Cristo y la fe de los cristianos, ordenó, prometió y cumplió el desmantelamiento de todas estas supersticiones. Hasta sus dioses, es decir, los demonios, por temor al nombre de Cristo, les prohibieron injuriar a Cristo; por eso en vano pretenden esos desdichados hacer ajena a él esta doctrina por la que los cristianos argumentan contra los ídolos y, donde pueden, erradican todos los falsos cultos.

Lamentable situación del paganismo

27 42. Respondan sobre el Dios de Israel de quien atestiguan que enseña y ordena lo dicho no sólo los libros de los cristianos, sino también los de los judíos; consulten sobre él a sus propios dioses que prohibieron ultrajar a Cristo y respondan si les oyen algo afrentoso sobre el Dios de Israel. Pero ¿a quiénes consultar? ¿O dónde consultarles ya? Lean sus libros. Si consideran que el Dios de Israel es Júpiter, como escribió Varrón —para hablar de momento conforme a su modo de pensar—, ¿por qué no creen a Júpiter que dice que hay que destruir los ídolos? Si piensan que es Saturno, ¿por qué no le rinden culto? ¿O por qué no se lo rinden como él mandó que se le rindiese por medio de los profetas, por los que hizo realidad lo que predijo? ¿Por qué no le dan crédito en que hay que derruir los ídolos y en que no hay que dar culto a otros dioses? Y si no es ni Júpiter ni Saturno —porque si fuese uno de ellos no diría cosas tan graves contra el culto de Júpiter y de Saturno—, ¿quién es él? El, el único que, por consideración a los otros dioses, no recibe culto; él que, abatidos los demás, logró de forma tan clara que sólo a él se le rindiese culto, tras haber humillado todo encumbramiento soberbio que, persiguiendo y dando muerte a los cristianos, se había levantado contra Cristo y a favor de los ídolos. Ahora buscan dónde esconderse cuando desean ofrecerles sacrificios, o dónde esconder sus mismos dioses para que no los hallen los cristianos y los destrocen. ¿De dónde procede esto sino del temor de las leyes y de los reyes, por medio de los cuales, ya sometidos al nombre de Cristo, ejercita su poder? Así lo prometió mucho antes por el profeta al decir: Le adorarán todos los reyes de la tierra, todos los pueblos le servirán65.

Profecías que se están cumpliendo

28 43. Ya se está cumpliendo lo que proclamó asimismo por medio del profeta: que abandonaría a su pueblo impío —no en su totalidad, dado que muchos israelitas creyeron en Cristo, pues los apóstoles procedían de él— y humillaría a toda persona soberbia y denigrante, para que sólo él fuese exaltado, sólo él se manifestase a los hombres como excelso y poderoso. Todo ello hasta que los creyentes arrojasen los ídolos y los no creyentes los escondiesen, momento en que, por temor a él, quiebra la tierra, es decir, quiebran los hombres terrenos por miedo, temiendo las leyes, ya de él, ya de quienes, creyendo en él y reinando sobre los pueblos, prohíben tales sacrilegios.

44. Todo esto que acabo de exponer con brevedad para que se entienda más fácilmente, lo dice el profeta de esta manera: Y ahora, casa de Jacob, venid, caminemos a la luz del Señor. El abandonó a su pueblo, la casa de Israel, porque la región se llenó, como al comienzo, de adivinos igual que la de los extranjeros, y les nacieron muchos hijos extranjeros. Su región se llenó de plata y oro y sus tesoros no tenían número. Su tierra se llenó de caballos y no tienen límite sus carros; su tierra se llenó de las abominables obras de sus manos y adoraron lo que hicieron sus dedos. Se inclinó el hombre y se prosternó el varón, y no se lo perdonaré. Ahora meteos en las peñas y escondeos en la tierra, lejos del rostro temible del Señor y de la majestad de su poder, cuando se alce para quebrantar la tierra. Los ojos del Señor son excelsos; el hombre, en cambio, humilde. Se abajará la altura de los hombres y en aquel día sólo será exaltado el Señor.

Será el día del Señor Sabaot contra el hombre injusto y soberbio; sobre todo el elevado y orgulloso, que será abajado; sobre todo cedro del Líbano que son los encumbrados y orgullosos; sobre toda encina de Basan; sobre todo monte y collado alto; sobre toda nave del mar y sobre todo el espectáculo de las naves de ornamentación. Todo será abajado y caerá la afrenta de los hombres. En aquel día sólo será exaltado el Señor.

Y esconderán lo fabricado con sus manos en las cuevas y en las grietas de las rocas y en las hendiduras de la tierra, lejos del rostro temible del Señor y de la majestad de su poder, cuando él se alce para quebrantar la tierra. En aquel día arrojará el hombre las abominaciones de oro y plata, que fabricaron para adorar cosas inconsistentes y dañinas, y se introducirá en las grietas de las sólidas peñas y en las hendiduras de las piedras, lejos del rostro temible del Señor y de la majestad de su poder, cuando se alce para despedazar la tierra66.

Más incoherencias de los paganos

29 45. ¿Qué dicen de este Dios Sabaot, que significa «Dios de las virtudes» o «Dios de los ejércitos», porque le sirven las virtudes y ejércitos angélicos? ¿Qué dicen de este Dios de Israel, puesto que es el Dios de aquel pueblo de quien vino el descendiente en quien serían benditos todos los pueblos?67 ¿Por qué únicamente no le rinden culto a él los que pretenden que hay que rendirlo a todos los dioses? ¿Por qué no le creen a él, que descubre y abate a los otros dioses falsos? He oído que uno de ellos decía que había leído en no sé qué filósofo que había comprendido a qué Dios rendían culto, a partir de lo que los judíos celebraban en sus ritos: «Al que preside a estos elementos con los que está construido este mundo visible y corpóreo». Pues en los escritos santos de sus profetas se muestra abiertamente que al pueblo de Israel se le ordenó dar culto al Dios que hizo el cielo y la tierra68 y de quien procede toda verdadera sabiduría69.

Pero ¿qué necesidad hay de seguir discutiendo por más tiempo sobre esto, si para lo que traigo entre manos es suficiente lo que en todo caso opinan ellos sobre el Dios a quien no pueden negar que sea Dios? En efecto, si es el que preside los elementos de que consta este mundo, ¿por qué no se le rinde culto a él solo antes que a Neptuno, que sólo preside al mar; antes que a Silvano, que sólo preside los campos y bosques; que al sol, que únicamente preside el día o incluso todo el calor celeste; que a la luna, que resplandece por su poder sólo sobre la noche o también la humedad; que a Juno, de la que se afirma que sólo domina sobre el aire? Ciertamente los que presiden aspectos parciales, sean los que sean, necesariamente han de estar bajo el que ejerce la presidencia sobre todos los elementos y toda esta mole. Pero éste prohíbe el culto de todos aquéllos. ¿Por qué, pues, éstos, contraviniendo el precepto del que es mayor que aquéllos, no sólo quieren rendirles culto, sino que, por consideración a ellos, no quieren rendírselo a él? Aún no hallan qué decir de forma constante y clara acerca de este Dios de Israel. Y nunca lo encontrarán, hasta que no descubran que es el único Dios verdadero que creó todo.

El dios de Israel, un «dios incierto»

30 46. Por eso un cierto Lucano suyo, gran declamador de poemas, creo que buscando personalmente durante mucho tiempo, ya mediante la propia reflexión, ya en los libros de los suyos, quién era el Dios de los judíos, y no descubriéndolo por no buscar con piedad, prefirió considerar como un Dios incierto al que no hallaba, antes que afirmar que no existía aquel de quien percibía tan grandes pruebas. Dice, pues: «Y Judea consagrada al culto de un Dios incierto». Este santo y verdadero Dios de Israel aún no había hecho en todos los pueblos, mediante el nombre de Cristo, obras tan grandes como las que se han sucedido hasta el presente a partir de la época de Lucano. Ahora, sin embargo, ¿quién es tan duro que no se doblegue? ¿Quién tan frío que no se inflame al cumplirse lo escrito: Y no hay quien se esconda de su calor?70 ¿Cuando ya sale a la luz del sol lo que con tanta antelación se predijo en el mismo salmo del que tomé el versículo citado?

Con la palabra «cielos» se simboliza a los apóstoles de Cristo, porque en ellos preside Dios, para que anuncien el Evangelio. Por tanto, los cielos proclamaron ya la gloria de Dios y el firmamento anunció la obra de sus manos. El día comunicó al día su mensaje, y la noche anunció a la noche la ciencia. Ya no hay discursos ni palabras cuyas voces no se oigan. Su sonido ya salió a toda la tierra y sus palabras hasta el confín del orbe de la tierra. Ya puso su tabernáculo, su Iglesia, en el sol, es decir, al descubierto, porque para hacerlo, según indica a continuación el salmo, él mismo salió como esposo de su tálamo. Es decir: la Palabra esposada con la carne humana salió del seno virginal; ya saltó de gozo como un gigante y recorrió su camino; ya tuvo lugar su salida desde la cima del cielo y su regreso a la cima del cielo71. Por eso con toda razón prosigue el versículo que poco antes cité: Y no hay quien se esconda de su calor72. ¡Y todavía éstos, garlando pequeñas objeciones inconsistentes, prefieren convertirse, cual paja, en ceniza mediante este fuego73, antes que purificarse, cual oro, de la ganga74, una vez que las pruebas engañosas de los falsos dioses se han demostrado vanas y las veraces promesas de aquel incierto Dios se han hecho ya evidentes!

Maliciosos panegiristas de Cristo

31 47. Cesen ya los maliciosos panegiristas de Cristo de decir que no quieren ser cristianos, que Cristo no enseñó el abandono de sus dioses y el abatimiento de sus imágenes75. El Dios de Israel, de quien se predijo que sería llamado Dios de toda la tierra76 —y así se le llama ya—, predijo por los profetas que así acontecería, y por medio de Cristo lo hizo realidad en el momento oportuno. Ciertamente, si al Dios de Israel se le llama ya Dios de toda la tierra, es de necesidad hacer lo que mandó, cuando quien lo mandó se hizo conocer. Puesto que se hizo conocer por Cristo y en Cristo, para que su Iglesia se extendiese por el orbe y, mediante ella, al Dios de Israel se le llamase Dios de toda la tierra, léanlo un poco antes los que quieran en el mismo profeta.

Más aún, voy a mencionarlo yo. No es tan largo que convenga pasarlo por alto. Allí se dicen muchas cosas de la presencia, humillación y pasión de Cristo, y del cuerpo, cuya cabeza es él, es decir, de su Iglesia, cuando habla de ella como de una estéril que no da a luz. La Iglesia que, en sus hijos, esto es, en sus santos, iba a existir en todos los pueblos, durante muchos años no se manifestó; esto es, cuando Cristo aún no había sido anunciado por sus evangelistas a aquellos a quienes no lo habían anunciado los profetas. Se dice allí que los hijos de la abandonada serán más que los de la que tiene marido. Bajo el nombre de marido se simboliza la ley o el rey que aceptó el primitivo pueblo de Israel. En la época en que hablaba el profeta, ni los gentiles habían recibido la ley, ni había aparecido aún el rey de los cristianos. De esos gentiles provino luego una multitud de santos más fértil y numerosa77. Así, pues, dice Isaías, comenzando a hablar de la humillación de Cristo y pasando luego a dirigirse a la Iglesia hasta el versículo mencionado en que dice: Y el Dios de Israel que te libró será llamado Dios de toda la tierra78: He aquí, dice, que mi siervo estará en mi mente, será exaltado y glorificado sobremanera. Como muchos se admirarán de ti, así también los hombres verán tu aspecto indecoroso y tu honor. Así muchos pueblos se admirarán y los reyes contendrán su boca porque aquellos a los que no se les anunció lo verán y quienes no lo oyeron comprenderán79.

Señor, ¿quién creyó a lo que oyeron de nosotros? ¿A quién se reveló el brazo del Señor? Lo anunciamos en presencia de él como un siervo, como raíz en tierra sedienta. No tiene apariencia ni honor. Le vimos y no tenía apariencia ni belleza; su rostro era abyecto y su postura deforme, desemejante a todos los hombres. Hombre cubierto de llagas, que sabía soportar los dolores, por lo que su rostro se aparta, fue ultrajado y estimado en poco.

El lleva nuestras debilidades y por nosotros está entre dolores. Nosotros le tuvimos por dolorido, llagado y castigado. Fue herido por nuestros pecados y cayó en debilidad por nuestras maldades. La enseñanza de nuestra paz está en él, y en sus llagas hemos sido curados. Todos nosotros andábamos errantes como ovejas y el Señor lo entregó por nuestros pecados. Tratado con dureza, no abrió la boca; fue llevado como oveja al matadero, y como el cordero ante quien le trasquilaba se mantuvo sin balar, así él no abrió su boca.

En la humillación fue arrebatado su juicio. ¿Quién narrará su generación?, pues su vida será eliminada de la tierra. Fue conducido a la muerte por las maldades de mi pueblo. Le daré los malos en atención a su sepultura, y los ricos a causa de su muerte, puesto que no cometió maldad ni se bailó engaño en su boca. El Señor quiso purificarle con heridas. Si vosotros entregáis vuestra alma por vuestros delitos, veréis la semilla de una vida larguísima. Y el Señor quiere librar su alma de los dolores, mostrarle la luz y darle figura mediante los sentidos, justificar al justo que sirve bien a muchos, y llevará los pecados de ellos. Por eso recibirá a muchos en heredad y repartirá los despojos de los fuertes, por lo que su alma fue entregada a la muerte y fue considerado entre los inicuos. El mismo llevó los pecados de muchos y fue entregado por sus pecados80.

Alégrate, estéril, que no pares; salta de gozo y grita, tú que no has sufrido los dolores departo, porque los hijos de la abandonada son más que los de la que tiene varón. Palabra del Señor. Dilata el espacio de tu tienda y pon tus tiendas; no te cohíbas. Extiende las cuerdas y pon estacas consistentes. Extiéndete más y más a derecha y a izquierda. Tu descendencia heredará los pueblos y habitarás las ciudades que estaban desiertas. No tienes motivo para temer, pues te impondrás. No te avergüences, como si fueras a ser detestable. Olvidarás para siempre la confusión, y no te acordarás de la ignominia de tu viudez, porque yo soy el Señor que te hago, el Señor es su nombre, y el Dios de Israel que te libró será llamado Dios de toda la tierra81.

48. ¿Qué puede decir contra esta evidencia y manifestación de realidades predichas y realizadas? Si consideran que los discípulos mintieron respecto a la divinidad de Cristo, ¿dudarán de su pasión? No suelen creer que haya resucitado, pero, en cambio, creen, incluso de buena gana, que padeció todo aquello de manos de los hombres, porque quieren que se crea que era únicamente hombre. Así, pues, él, llevado como oveja al matadero82, considerado como un malhechor, herido por nuestros pecados; él, por cuyas heridas hemos sanado83, cuyo rostro fue injuriado y estimado en poco, golpeado con cañas y cubierto de esputos, cuya postura en la cruz era deforme; él, conducido a la muerte por las iniquidades del pueblo de Israel; él, que no tenía belleza ni hermosura, cuando le abofeteaban, le coronaban de espinas y se burlaban de él pendiente de la cruz; él que, como el cordero ante el esquilador, no bala84, tampoco abrió su boca cuando le decían insultándole: Haz de profeta, Cristo85.

Pero ya ha sido exaltado, ya ha sido glorificado sobremanera—, ya muchos pueblos se maravillan de él86; ya refrenaron su boca muchos reyes que promulgaban leyes severísimas contra los cristianos. Aquellos a los que no se les anunció ya lo ven y quienes no le oyeron ya comprenden87. Pues hasta los gentiles, a quienes no anunciaron los profetas, ven cuan verdadero era lo que anunciaban los profetas; y los que no oyeron hablar a Isaías en persona, ya comprenden de quién habló en sus escritos. En el mismo pueblo judío, ¿quién creyó a lo escuchado a los profetas? O ¿a quién se reveló el brazo del Señor que es el mismo Cristo, que ellos anunciaban, cuando con sus manos admitían en Cristo aquellos crímenes que sus profetas habían predicho como futuros?88 Ya posee a muchos en herencia y reparte los despojos de los fuertes89, cuando, expulsados y delatados ellos, distribuye lo que poseían el diablo y los demonios para los edificios de sus iglesias y cualesquiera otros usos necesarios.

Panegiristas de Cristo y detractores de los cristianos

32 49. ¿Qué dicen a esto los perversos panegiristas de Cristo y detractores de los cristianos? ¿Acaso logró Cristo, por las artes mágicas, o inventaron sus discípulos que los profetas predijesen estas cosas con tanta antelación? ¿Que, para satisfacción de la Iglesia, en otro tiempo estéril y ahora extendida por los pueblos, tenga en la actualidad más hijos que la sinagoga, que había recibido la ley o al rey como a su marido? ¿Que dilatase el espacio de su tienda, ocupando todos los pueblos y lenguas hasta alargar sus cuerdas más allá de los límites del derecho del imperio romano, hasta los persas e indios y otros pueblos bárbaros? ¿Qué extendiera su nombre en tan numerosos pueblos a la derecha, gracias a los buenos cristianos, y a la izquierda, por obra de los malos? ¿Que su descendencia heredase los pueblos; que habite ya ahora las ciudades que habían estado desiertas del culto del verdadero Dios y de la verdadera religión? ¿Qué no tema las amenazas y furias de los hombres, cuando se vestía como de honor purpúreo en la sangre de los mártires? ¿Que prevaleciese sobre sus perseguidores tan numerosos, tan virulentos y poderosos; que no se avergonzase de ser detestable, cuando era un gran crimen hacerse o ser cristiano; que olvidase por siempre su turbación, porque donde había abundado el pecado sobreabundó la gracia?90 ¿Que no se acordase de la ignominia de su viudez, porque abandonada y cubierta de oprobios por un poco de tiempo volvió a florecer con gloria tan eminente? ¿Acaso, por último, inventaron los discípulos de Cristo que el Dios de Israel, el Señor que la hizo y la liberó del dominio del diablo y de los demonios, sea llamado ya Dios de toda la tierra, como predijeron los profetas, cuyos libros se hallan ahora en las manos de los enemigos de Cristo, tanto tiempo antes de que Cristo se hiciese hijo del hombre?91

50. A partir de aquí, entiendan, cosa que no se deja oscuro o dudoso en atención a los muy cortos y romos; entiendan, repito, los que maliciosamente hacen el panegírico de Cristo y execran a la religión cristiana, que también los discípulos de Cristo aprendieron y enseñaron contra sus dioses lo que contiene la doctrina de Cristo. Porque el Dios de Israel, el que aparece haber ordenado en los libros de los profetas el aborrecimiento y destrucción de cuanto éstos quieren adorar, él mismo se llama ya, mediante Cristo y la Iglesia de Cristo, el Dios de toda la tierra, como había prometido con tanta antelación92. Si, por una extraña demencia, llegasen a sospechar que Cristo rindió culto a sus dioses y que por medio de ellos tuvo tanto poder, ¿acaso rindió culto a sus dioses el Dios de Israel, que cumplió lo que había prometido respecto de sí mismo, a saber, que sería adorado por todos los pueblos, y de ellos que iban a ser detestados y destruidos por Cristo?93 ¿Dónde están los vaticinios de los sacerdotes de Cibeles y las predicciones de los adivinos? ¿Dónde los agüeros, los auspicios y los augurios o los oráculos de los demonios? ¿Por qué no se extrae de los libros antiguos de este estilo algún aviso o predicción contra la fe cristiana y contra la verdad proferida por nuestros profetas ya tan conocida en todos los pueblos? «Ofendimos —responden— a nuestros dioses y nos abandonaron. Esa es la razón por la que los cristianos han prevalecido sobre nosotros, y la felicidad de los asuntos humanos, abatida y disminuida, se esfuma».

Lean en los libros de sus vates que tal cosa les iba a acontecer por obra de los cristianos; pero lean los textos donde se descalifique y se deteste, si no a Cristo, puesto que pretenden que fue adorador de sus dioses, al menos al Dios de Israel, que consta que fue quien los derribó. Pero nunca aportarán eso, a no ser que tal vez lo inventen ahora. Cosa que se descubrirá nada más presentarlo, por el hecho mismo de sacar a la luz cosa de tanta importancia y tan desconocida, que se debió leer en los templos de los dioses de todos los pueblos, antes de que aconteciese lo predicho, para advertir y amonestar a los que ahora no quieren ser cristianos.

La verdadera causa del declinar de la prosperidad

33 51. Luego, respecto a su queja de que la prosperidad en los asuntos humanos disminuyó con los tiempos cristianos, si leen los libros de sus filósofos, que censuran lo que contra su voluntad se les quita y de lo que murmuran, hallarán un gran elogio de los tiempos cristianos. ¿Qué es lo que disminuye su prosperidad, sino el hecho de que abusaban de ella de modo pésimo y derrochador, injuriando gravemente al creador? A no ser que los tiempos actuales sean malos porque en casi todas las ciudades caen los teatros, guaridas de torpezas y profesión pública de deshonestidad, y caen también los foros y murallas en los que se adoraba a los demonios. ¿A qué se debe que caigan, sino a la penuria de los materiales con cuyo uso lascivo y sacrílego se han levantado?

Cuando Cicerón elogió a cierto histrión de nombre Roscio, ¿no dijo que era tan competente que era el único digno y merecedor de subir a las tablas, y tan bueno que era el único digno y merecedor de no acercarse a ellas? ¿Qué manifestaba con la máxima claridad sino que aquel espectáculo era tan deshonesto que tanto menos debía entrar allí un hombre cuanto varón mejor fuese? Y, sin embargo, sus dioses se aplacaban con actos tan deshonrosos que pensaban que el hombre bueno debía mantenerse alejado de ellos. Al respecto hay también una clara confesión del mismo Cicerón, donde se dice a sí mismo que a la madre Flora hay que aplacarla con los célebres juegos. En tales juegos se acostumbraba a exhibir tanta deshonestidad que, en comparación de ellos, eran honestos los demás, en los cuales, sin embargo, se prohibía la participación a los hombres buenos. ¿Quién es esta madre Flora, qué clase de diosa es esa a la que aplaca y hace propicia la torpeza más célebre y desbocada, hasta tener las riendas sueltas? ¡Cuánta mayor era la honestidad con que entraba Roscio en la escena que la de Cicerón que rendía culto a tal diosa!

Si los dioses se ofenden por la creciente escasez de los bienes que se fundían en estas celebraciones, resulta evidente cómo son quienes se deleitan con tales cosas. Si, por el contrario, disminuyen por estar ellos airados, resulta más útil tenerlos airados que aplacados. Por tanto, o han de argüir a sus filósofos, que censuraron tal comportamiento en los hombres lujuriosos, o quiebren sus dioses que reclamaron tal comportamiento de sus adoradores, si es que encuentran ya qué quebrar o qué esconder. Desistan de imputar injuriosamente a los tiempos cristianos la falta de aquel bienestar por el que se deslizaban hacia cosas deshonestas y dañinas, no sea que nos proporcionen un motivo más para elogiar el poder de Cristo.

Vuelta al propósito de la obra y síntesis de lo expuesto

34 52. Mucho diría al respecto si la necesidad no me obligase a concluir ya este libro y regresar al propósito que originó esta obra. Cuando emprendí la tarea de solucionar los puntos oscuros del Evangelio en que algunos creen ver que los cuatro evangelistas no van de acuerdo entre sí, tras exponer la intención de cada uno de ellos según pude, se me ocurrió comenzar a discutir lo que algunos suelen preguntar, a saber, por qué no presentamos ningún escrito del mismo Cristo.

Pretenden que se crea que él escribió no sé qué otra cosa que aman, y que nada pensó contra sus dioses, antes bien que les rindió culto con ritos mágicos. Quieren también que se crea que sus discípulos no sólo mintieron respecto a él, afirmando que era el Dios por quien fueron hechas todas las cosas94, cuando no fue más que un hombre, aunque de extraordinaria sabiduría, y que, respecto a sus dioses, ellos no enseñaron lo que aprendieron de él «». El resultado fue que les argüí partiendo del Dios de Israel al que, por medio de la Iglesia de los cristianos, adoran todos los pueblos y ya abate por doquier las sacrílegas vanidades de ellos, como lo predijo con tanta antelación por medio de sus profetas, y por el nombre de Cristo, en quien había prometido que serían benditos todos los pueblos95, llevó a realidad lo que había predicho.

De ahí deben comprender que ni Cristo pudo conocer o enseñar referente a sus dioses algo distinto a lo que el Dios de Israel mandó y predijo por quienes prometió y envió al mismo Cristo, en cuyo nombre, según la promesa hecha a los padres, una vez bendecidos todos los pueblos, se hizo realidad que el mismo Dios de Israel se llame Dios de toda la tierra96. Y deben entender asimismo que tampoco sus discípulos se desviaron de la enseñanza del maestro al prohibir el culto a los dioses de los gentiles, no fuera que suplicásemos a imágenes sin sensibilidad o tuviéramos trato con los demonios o sirviésemos con obsequio religioso a la criatura más que al creador97.

Cristo, modelo para los hombres y ejemplo para los ángeles

35 53. Cristo es la Sabiduría de Dios, por la que todo fue creado, y ninguna mente racional angélica o humana se hace sabia si no es por la participación en ella, a la que nos adherimos por medio del Espíritu Santo, por quien se derrama la gracia en nuestros corazones98, la cual Trinidad es un solo Dios. Por lo cual, la divina Providencia miró por el bien de los mortales, cuya vida temporal se desarrollaba entre cosas que nacen y mueren. Y ello hasta el punto de que la misma Sabiduría de Dios, asumida en la unidad de su persona la naturaleza humana en la que nació en el tiempo, vivió, murió y resucitó, predicando y haciendo lo conveniente para nuestra salvación; mediante su sufrimiento y paciencia, se hizo también abajo modelo de regreso para los nombres, él que en lo alto es ejemplo para los ángeles de permanencia. Pues a no ser que en la naturaleza del alma racional surgiese algo temporal, es decir, comenzase a existir lo que no existía, nunca daría el paso de la vida pésima y necia a la sabia y óptima.

Por eso, como la verdad de los contemplativos goza de las realidades eternas, y, en cambio, la fe de los creyentes se debe a las cosas que nacen, el hombre se purifica por la fe en las cosas temporales para percibir la verdad de las eternas. En efecto, hasta un cierto filósofo de los suyos, el más noble de todos, Platón, dice así en su libro que denominan Timeo: «Cuanto vale la eternidad respecto a lo que ha nacido, tanto vale la verdad respecto a la fe». Aquellas dos cosas, la eternidad y la verdad, son de arriba; estas dos, lo nacido y la fe, son de abajo. Para llamarnos de lo ínfimo a lo supremo y para que lo que ha nacido reciba la eternidad, se ha de llegar a la verdad por la fe.

Y puesto que las cosas que llevan dirección contraria se las hace volver por cierto punto medio —la iniquidad temporal nos alejaba de la eterna justicia—, se necesitaba la realidad intermedia de la justicia temporal; realidad intermedia que fuese temporal, participando de lo inferior, y justa, participando de lo supremo, y, de este modo, sin desvincularse de lo supremo y adecuándose a lo ínfimo, devolviese lo ínfimo a lo supremo. Por eso, a Cristo se le llama mediador entre Dios y los hombres, entre el Dios inmortal y el hombre mortal, Dios y hombre, reconciliando al hombre con Dios99, permaneciendo en lo que era y hecho lo que no era». El que es para nosotros fe en las cosas que nacen, es verdad en las eternas.

54. Este magno e inenarrable misterio, este reino y sacerdocio, lo revelaba a los antiguos la profecía, y el Evangelio lo anuncia a los que les siguieron. Convenía que alguna vez se cumpliese en todos los pueblos lo que estaba prometido por largo tiempo por medio de un único pueblo.

Por tanto, el que envió por delante a los profetas antes de su descenso, es el mismo que después de su ascensión envió también a los apóstoles. Mediante el hombre que asumió es cabeza de todos sus discípulos, que son como los miembros de su cuerpo. Y así como ellos escribieron lo que él mostró y dijo, nunca pudo decirse que él no haya escrito nada, porque sus miembros hicieron lo que conocieron al dictado de la cabeza. Lo que él quiso que nosotros leyéramos sobre sus hechos y dichos se lo mandó escribir a ellos como a sus manos. Todo el que entienda este consorcio de unidad y el ministerio, en los diversos oficios, de los miembros concordes bajo una única cabeza, no entenderá lo que lea en el Evangelio, siendo los narradores los discípulos de Cristo, distintamente que si viese que lo escribía la misma mano del Señor, que llevaba en el propio cuerpo. Por lo cual, veamos ya cuáles son aquellos puntos que piensan que escribieron los evangelistas en desacuerdo entre sí, como pudiera parecer a los romos de inteligencia, a fin de que, resuelta la cuestión, de aquí mismo aparezca que los miembros de aquella cabeza conservaron la concordia fraterna en la unidad de su cuerpo, no sólo pensando lo mismo, sino también escribiendo en armonía.