TRATADO 116

Comentario a Jn 19,1-16, dictado en Hipona, probablemente el domingo 20 de junio de 420

Traductor: José Anoz Gutiérrez

Cómo la humildad vence a la soberbia

1. Porque los judíos habían gritado que querían que Pilato les soltase por Pascua no a Jesús, sino al asesino Barrabás no al Salvador, sino al asesino, no al Dador, sino al arrebatador de la vida, entonces Pilato cogió y flageló a Jesús1. Es de creer que Pilato hizo esto no por otra razón, sino para que los judíos, satisfechos con sus ultrajes, estimasen que les bastaba y desistieran de enseñarse hasta la muerte de él. A esto tiende el hecho de que idéntico gobernador permitió a su cohorte hacer también lo que sigue, o tal vez incluso lo mandó, aunque el evangelista haya silenciado esto, pues ha dicho qué hicieron después los soldados; sin embargo, que Pilato mandase esto, no lo ha dicho.

Y los soldados, afirma, tras trenzar una corona de espinas la pusieron sobre su cabeza y lo envolvieron en un vestido purpúreo. Y venían hacia él y decían: «¡Salve, rey de los judíos!» Y le daban bofetadas2. Así se cumplía lo que Cristo había predicho de sí; así se disponía a los mártires a tolerar todo lo que gustase a los perseguidores hacer; así, ocultada un momento la potencia que temer, se hacía primero valer la paciencia que imitar; así, no con la atrocidad de luchar, sino con el abajamiento de padecer, vencía al soberbio mundo el reino que no era de este mundo; así, para fructificar abundantemente en admirable gloria, se sembraba con horrible contumelia el grano que iba a multiplicarse.

Ecce homo

2. De nuevo salió fuera Pilato y les dice: «He ahí que lo conduzco fuera para que conozcáis que en él no hallo causa alguna». Salió, pues, Jesús cargado con la corona espinosa y la vestimenta purpúrea. Y les dice: «He ahí el hombre»3. De esto resulta claro que sin ignorar Pilato estas cosas, ora las hubiere mandado, o las hubiere permitido, los soldados las hicieron, evidentemente por la causa que arriba he dicho: para que los enemigos bebiesen gustosísimamente estas mofas de aquél y no tuviesen ya sed de su sangre. Sale hacia ellos Jesús, cargado con la corona espinosa y la vestimenta purpúrea, no resplandeciente de autoridad, sino lleno de oprobio, y se les dice: He ahí el hombre. Si miráis hostilmente al rey, tened ya miramiento porque lo veis derribado; ha sido flagelado, de espinas ha sido coronado, ha sido cubierto con vestido escarnecedor, con amargos insultos ha sido ridiculizado, con bofetadas ha sido golpeado; hierve la ignominia, enfríese la hostilidad; pero no se enfría, se enardece, más bien, y crece.

3. Como, pues, le hubiesen visto los pontífices y los agentes, decían a gritos: «Crucifícalo, crucifícalo». Les dice Pilato: «Tomadlo y crucificadlo vosotros, pues yo no hallo en él causa». Le respondieron los judíos: «Nosotros tenemos ley y según la ley debe morir porque se hizo hijo de Dios»4. He ahí otra hostilidad mayor, pues sin duda parecía pequeña la dirigida contra la potestad regia pretendida, digamos, con osadía ilícita. Y, sin embargo, Jesús no usurpó mendazmente para sí ni una ni otra cosa, sino que una y otra son verdaderas —es el Unigénito Hijo de Dios y el rey por él constituido sobre Sión, su monte santo— y una y otra se mostrarían ahora, si no prefiriese ser tanto más paciente cuanto era más potente.

El cordero manso y silencioso

4. Como, pues, Pilato hubiese oído esta palabra, temió más y entró de nuevo al pretorio y dice a Jesús: «¿De dónde eres tú?». Jesús, por su parte, no le dio respuesta5. Que este silencio de nuestro Señor Jesucristo aconteció no una sola vez, se descubre, comparados los relatos de todos los evangelistas, ante los jefes de los sacerdotes, ante Herodes, a quien, como Lucas indica, lo había enviado Pilato para que lo oyera y ante Pilato mismo6, para que no en vano haya precedido la profecía acerca de él, Como un cordero estuvo sin voz ante quien lo trasquilaba, así no abrió su boca7 precisamente, sobre todo, cuando no respondió a los interrogadores. Por cierto, aunque frecuentemente haya respondido a ciertas preguntas, sin embargo, a causa de las cosas acerca de las que no quiso responder se ha puesto la comparación tomada del cordero, precisamente para que a propósito de su silencio se le tuviera no por reo, sino por inocente. Cuando, pues, se le juzgaba, en cualquier parte donde no abrió su boca, como un cordero no la abrió, esto es, no como uno al que, malamente consciente de sí, se dejaba convicto de sus pecados, sino como un sufrido que se inmolaba por pecados ajenos.

Callaba como cordero, enseñaba como pastor

5. Le dice, pues, Pilato: «¿A mí no me hablas? ¿Desconoces que tengo potestad para crucificarte y tengo potestad para dejarte libre?» Respondió Jesús: «No tendrías contra mí potestad alguna, si no se te hubiese dado de arriba. Por eso, quien me ha entregado a ti tiene pecado mayor»8. He ahí que respondió y, sin embargo, en cualquier parte donde no respondió, no abrió su boca no como reo o doloso, sino como cordero, esto es, como sencillo e inocente. Por ende, cuando no respondía, callaba como oveja; cuando respondía, enseñaba como pastor. Aprendamos, pues, lo que dijo, lo que también mediante el Apóstol ha enseñado, que no hay potestad, sino por Dios9, y que, quien por envidia entrega a la autoridad un inocente para que lo mate, peca más que esa autoridad misma, si ésta lo mata por temor a otra autoridad mayor. Por cierto, Dios había dado a Pilato potestad de forma que estuviese también bajo la potestad del César. Por eso afirma: «No tendrías contra mí potestad alguna, esto es, por pequeña que sea la que tienes, si esto mismo, cualquier cosa que sea, no se te hubiese dado de arriba. Pero, porque sé cuánto es, pues no es tanto que de todos modos lo tengas sin trabas, por eso, quien me ha entregado a ti tiene pecado mayor. De hecho, ése me ha entregado a tu autoridad, envidiando; tú, en cambio, contra mí vas a ejercer idéntica autoridad, temiendo». En verdad, ni aun por temor debe un hombre matar a otro, sobre todo a un inocente; pero en todo caso, es mucho más malo hacer esto por celos que por temor. Y, por eso, el Maestro veraz no asevera «Quien me ha entregado a ti, ese mismo tiene pecado», cual si aquél no lo tuviese; sino que asevera «tiene pecado mayor», para que entendiera que también él lo tenía. En efecto, porque este pecado es mayor, no por eso es nulo aquél.

6. Desde entonces buscaba Pilato soltarlo10. ¿Qué significa esto que está dicho, desde entonces, cual si antes no buscase? Lee lo anterior y hallarás que tiempo antes buscaba soltar a Jesús. Así pues, «desde entonces» ha de entenderse «por eso», esto es, por esta causa: para no tener pecado, asesinando al inocente a él entregado, aunque pecaba menos que los judíos que se lo habían entregado para asesinarlo. Desde entonces, pues, esto es, precisamente para no cometer este pecado, buscaba no ahora por vez primera, sino desde el inicio, soltarlo.

Los temores de Pilato

7. Por su parte, los judíos decían a gritos: «Si sueltas a éste, no eres amigo del César, pues todo el que se hace rey contradice al César»11. Supusieron que a Pilato, aterrorizándolo con el César para que matase a Cristo, le metían temor mayor que el de más arriba, cuando dijeron: Nosotros tenemos ley y según la ley debe morir porque se hizo hijo de Dios. En efecto, para matarlo no temió la ley de ellos, pero temió, más bien, matar a un hijo de Dios; pero en realidad no pudo despreciar al César, autor de su autoridad, como a la ley de una nación extranjera.

8. Aún sigue empero el evangelista y dice: Por su parte, Pilato, como hubiese oído estas palabras, condujo fuera a Jesús y se sentó en el tribunal, en el lugar al que se llama Litóstroto; en cambio, en hebreo, Gabatha. Pues bien, era parasceve de la Pascua, hacia la hora sexta12. Porque a causa del testimonio de otro evangelista, el cual ha dicho «Ahora bien, era la hora tercia y lo crucificaron»13, suele surgir gran debate sobre a qué hora fue crucificado el Señor, de esto disertaré como pueda, si el Señor quisiere, cuando se haya llegado al lugar mismo donde se narra que fue crucificado14. Como, pues, Pilato se hubiese sentado en el tribunal, dice a los Judíos: «He ahí vuestro rey». Ellos, por su parte, gritaban: «¡Quita, quita! ¡Crucifícalo!». Les dijo Pilato: «¿A vuestro rey crucificaré?»15 Al terror que con el César le habían metido, intenta aún superarlo ya que, diciendo ¿A vuestro rey crucificaré?, con la ignominia de ellos quiere ablandar a quienes no pudo amansar con la ignominia de Cristo; pero inmediatamente le vence el temor.

Los judíos, implicados en la crucifixión

9. En efecto, los pontífices respondieron: «No tenemos más rey que César». Entonces, pues, se lo entregó para que fuese crucificado16, ya que parecería venir clarísimamente contra el César si, a quienes profesaban no tener más rey que a César, quisiera imponerles otro rey, soltando impune a quien a causa de estas audacias le habían entregado para asesinarlo. Se lo entregó, pues, para que fuese crucificado. Pero ¿acaso ansiaba antes otra cosa, cuando decía «Tomadlo y crucificadlo vosotros», o también más arriba: Tomadlo vosotros y juzgadlo según vuestra ley17. Pues bien, ¿por qué ellos no quisieron con tan gran empeño, al decir: «No nos es lícito matar a nadie»18 e insistir de todos modos en que fuese asesinado no por ellos, sino por el gobernador y, por eso, recusar tomarlo para asesinarlo, si ahora lo toman para asesinarlo? O, si esto no sucede, ¿por qué está dicho: Entonces, pues, se lo entregó para que fuese crucificado? ¿Hay alguna diferencia? Simple y llanamente, la hay. En efecto, no está dicho «Entonces, pues, se lo entregó para que lo crucificasen», sino «para que fuese crucificado», esto es, para que fuese crucificado según sentencia y autoridad del gobernador. Pero que les fue entregado, lo ha dicho el evangelista precisamente para mostrar que estaban implicados en el crimen del que intentaban estar exentos; en efecto, Pilato no haría esto, sino para cumplir lo que percibía que ellos ansiaban.

Por otra parte, lo que sigue, Pues bien, se encargaron de Jesús y lo sacaron, puede referirse desde ahora a los soldados de la guardia personal del gobernador, porque después se dice muy claramente: Como, pues, los soldados lo hubiesen crucificado19. Sin embargo, aunque el evangelista atribuye todo entero a los judíos, lo hace con razón, pues esos mismos se encargaron de lo que exigían avidísimamente y esos mismos hicieron cualquier cosa que por la fuerza obtuvieron que se hiciera. Pero esto que sigue ha de tratarlo otro sermón.