TRATADO 115

Comentario a Jn 18,33-40, dictado en Hipona, probablemente el sábado 19 de junio de 420

Traductor: José Anoz Gutiérrez

Jesús y Pilato

1. Este sermón ha de considerar y tratar qué dijo Pilato a Cristo o qué respondió él a Pilato. En efecto, tras haberse dicho a los judíos: «Tomadlo vosotros y juzgadlo según vuestra ley», y tras haber ellos respondido: «No nos es lícito matar a nadie», entró de nuevo al pretorio Pilato y llamó a Jesús y le dijo: «¿Tú eres el rey de los judíos?» Y respondió Jesús: ¿Dices esto por tu cuenta u otros te lo dijeron de mí? Evidentemente, el Señor sabía aquello por lo que él interrogó y lo que aquél iba a responder; pero en todo caso quiso que se dijera no para saberlo él mismo, sino para que se escribiera lo que quiso que supiéramos. Respondió Pilato: «¿Tal vez soy yo judío? Tu gente y los pontífices te entregaron a mí; ¿qué hiciste?» Respondió Jesús: «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuese de este mundo, mis agentes lucharían, evidentemente, para no ser yo entregado a los judíos; pero en realidad mi reino no es de aquí1. Esto es lo que el Maestro bueno quiso que supiéramos. Pero primero había de sernos mostrada como infundada la opinión de los hombres acerca de su reino —ora la de los gentiles, ora la de los judíos a quienes Pilato había oído esto—: por así decirlo, había que castigarlo con la muerte precisamente por haber pretendido un reino ilegítimo, o porque quienes reinan suelen mirar mal a quienes van a reinar y es evidente que había de evitarse que su reino fuese adverso a los romanos o a los judíos.

Pues bien, a la interrogación primera del gobernador, donde le dijo: «¿Tú eres el rey de los judíos?», el Señor podía responder lo que asevera: Mi reino no es de este mundo, etc. Pero, al interrogarle a su vez si decía esto por su cuenta o lo había oído a otros, quiso mostrar, al responder aquél, que de esto le habían acusado ante él los judíos como hecho criminal; así nos descubre las ideas de los hombres, acerca de las que sabía que son vanas2, y tras la respuesta de Pilato les responde ya tan oportuna y apropiadamente a judíos y gentiles: Mi reino no es de este mundo. Si hubiese respondido esto a Pilato inmediatamente tras interrogarle, parecería que lo había respondido no también a los judíos, sino a solos los gentiles, que opinaban de él esto. Pero, porque Pilato respondió: «¿Tal vez soy yo judío? Tu gente y los pontífices te entregaron a mí», en realidad retiró de sí la sospecha con que podría suponerse que por su cuenta había dicho que Jesús es el rey de los judíos, pues demuestra haberlo oído a los judíos. Después, diciendo «¿Qué hiciste?» —como si dijera: «Si niegas ser rey, ¿qué hiciste para que hayas sido entregado a mí»?—, muestra suficientemente que de eso se le ha acusado como hecho criminal. Por así decirlo: no sería asombroso que fuese entregado al juez para ser castigado quien decía ser rey; si, en cambio, no decía esto, habría que preguntarle qué otra cosa había hecho quizá, por la que fuese digno de ser entregado al juez. 

Mi reino no es de este mundo

2. Escuchad, pues, judíos y gentiles; escucha, circuncisión; escucha, prepucio; escuchad, todos los reinos terrenos: «No impido vuestra soberanía en este mundo; mi reino no es de este mundo». No temáis con el temor por entero infundado con que se espantó Herodes el Grande, cuando se notificó que Cristo había nacido, y para que a éste llegase la muerte asesinó a tantos bebés3, muy cruel temiendo más que airándose. Mi reino no es de este mundo, afirma. ¿Qué más queréis? Venid al reino que no es de este mundo; venid creyendo y no os ensañéis temiendo. Por cierto, en profecía dice acerca de Dios Padre: Por mi parte, yo fui constituido rey sobre Sión, su monte santo4. Pero esa Sión y ese monte no es de este mundo. En efecto, ¿cuál es su reino sino los que creen en él, a quienes, aunque quería que estuviesen en el mundo, por lo cual dijo acerca de ellos al Padre: «No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del mal»5, dice: No sois del mundo, como tampoco yo soy del mundo? Por ende, aquí tampoco asevera «Mi reino no está en este mundo», sino: No es de este mundo. Y tras probar esto al decir: «Si mi reino fuese de este mundo, mis agentes lucharían, evidentemente, para no ser yo entregado a los judíos», no asevera: «Ahora en cambio, mi reino no está aquí», sino: No es de aquí.

Aquí, en efecto, está hasta «el final del mundo» su reino, el cual tiene en medio de sí mezclada hasta la siega la cizaña, pues la siega es el final del mundo, cuando vendrán los segadores, esto es, los ángeles y recogerán de su reino todos los escándalos6; lo cual, evidentemente, no sucedería si su reino no estuviese aquí. Pero en todo caso no es de aquí porque está exiliado en el mundo; en efecto, dice a su reino: No sois del mundo, sino que yo os elegí del mundo7. Eran, pues, del mundo cuando no eran su reino, sino que pertenecían al jefe del mundo. Del mundo es, pues, cualquier cosa de los hombres que, creada ciertamente por el verdadero Dios, ha sido engendrada del estropeado y reprobado linaje de Adán; en cambio, reino no ya del mundo ha sido hecha cualquier cosa que, venida de ahí, ha sido regenerada en Cristo. Así, en efecto, nos arrancó de la potestad de las tinieblas Dios y nos trasladó al reino del Hijo de su caridad8; reino del que dice: Mi reino no es de este mundo, o mi reino no es de aquí.

3. Así pues, le dijo Pilato: «¿Luego tú eres rey?». Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey9. No es que temió confesarse rey; sino que «tú dices» está tan equilibrado que ni él niega ser rey, pues es rey cuyo reino no es de este mundo, ni confiesa ser rey tal que se suponga que su reino es de este mundo. Sin duda, tal lo consideraba quien había dicho: «¿Luego tú eres rey?», al cual se respondió: Tú dices que yo soy rey. En efecto, está dicho: «Tú dices», como si estuviera dicho: carnal como eres, hablas carnalmente.

He nacido para dar testimonio de la verdad

4. Después añade: Yo he nacido en orden a esto y he venido al mundo para esto, para dar testimonio en favor de la Verdad10. La sílaba de este pronombre que asevera «in hoc (en orden a esto) he nacido» no ha alargarse como si hubiere dicho «en esta cosa he nacido», sino que ha de pronunciarse breve, como si hubiere dicho «para esta cosa he nacido o para esto he nacido», como asevera: He venido al mundo para esto. De hecho, en el evangelio griego nada de esta locución es ambiguo. Por ende, es manifiesto que él ha mencionado aquí su nacimiento temporal mediante el cual, encarnado, vino al mundo, no aquel sin inicio, con el que era Dios ese mediante quien el Padre ha creado el mundo. Ha dicho, pues, que él ha nacido en orden a esto, esto es, que ha nacido por esto y que naciendo, de la Virgen evidentemente, ha venido al mundo para esto: para dar testimonio en favor de la Verdad. Pero, porque la fe no es de todos11, ha agregado y aseverado: Todo el que es de la Verdad escucha mi voz12. Escucha, evidentemente, con los oídos interiores, esto es, obedece a mi voz; lo cual significaría lo mismo que si dijera «me cree». Así pues, cuando Cristo da testimonio en favor la Verdad, en realidad da testimonio en favor de sí, pues frase suya es «Yo soy la Verdad»13 y también en otro lugar ha dicho: Yo doy testimonio de mí14.

Lo que asevera: Todo el que es de la Verdad oye mi voz, realmente hace valer la gracia con que llama según designio. De este designio dice el Apóstol: «Sabemos que para quienes quieren a Dios todo coopera al bien, para estos que han sido llamados según designio» de Dios15, designio, por supuesto, de quien llama, no de los llamados. En otra parte está esto puesto más claramente así: Colabora con el Evangelio, según la fuerza de Dios, el que nos hizo salvos y llamó con su llamada santa, no según nuestras obras, sino según su designio y gracia16. Efectivamente, si pensamos en la naturaleza con que hemos sido creados, ¿quién no es de la Verdad pues la Verdad ha creado a todos? Pero a quienes desde la Verdad en persona se proporciona —sin duda, sin méritos precedentes algunos, no sea que la gracia no sea gracia— oír la Verdad, esto es, obedecer a la Verdad y creer en la Verdad, no son todos. En efecto, si hubiese dicho «todo el que oye mi voz es de la Verdad», se supondría que se dice que es de la Verdad precisamente porque se somete a la Verdad; ahora bien, no asevera esto, sino que asevera: «Todo el que es de la Verdad oye mi voz» y, por eso, es de la Verdad no precisamente porque oye su voz, sino que la oye precisamente porque es de la Verdad, esto es, porque este don a él conferido es de la Verdad. Esto ¿qué otra cosa significa sino que cree en Cristo porque se lo regala Cristo?

La verdad se cumple mediante hombres falsos

5. Le dijo Pilato: «¿Qué significa “verdad”?» No aguardó a oír la respuesta, sino que, tras haber dicho esto, de nuevo salió hacia los judíos y les dijo: «Yo no hallo en él causa alguna. Ahora bien, tenéis por costumbre que en la Pascua os suelte a uno; ¿queréis, pues, que os suelte al rey de los judíos?» Creo que, tras haber dicho Pilato: «¿Qué significa “verdad”?», al instante le vino a la mente la costumbre de los judíos según la cual solía soltarles en la Pascua uno, y que no aguardó a que Jesús le respondiera qué significa «verdad», precisamente para que no se produjera demora tras haber recordado la costumbre según la cual podría serles soltado por Pascua, lo cual es evidente que él quería mucho. Sin embargo, que Jesús era el rey de los judíos no pudo arrancarse de su corazón, cual si allí lo hubiese clavado como en un letrero la Verdad en persona, acerca de la que interrogó qué significaba.

Pero, oído esto, a gritos dijeron a su vez todos: «No a éste, sino a Barrabás». Ahora bien, Barrabás era asesino17. Reprendemos, oh judíos, no que liberáis por Pascua a un nocente, sino que asesináis al Inocente, lo que si empero no aconteciera, no acontecería la verdadera Pascua. Pero, porque se equivocaban, los judíos se aferraban a la sombra de la verdad, mas la admirable gestión de la sabiduría divina ejecutaba mediante hombres falaces la verdad de esa misma sombra, porque, para que aconteciera la verdadera Pascua, Cristo era inmolado cual oveja. De ahí se siguen esas cosas injuriosas que Pilato y su cohorte lanzaron contra Cristo. Pero ha de tratarlas otra exposición.