TRATADO 101

Comentario a Jn 16,16-23, dictado en Hipona, probablemente el sábado 1 de mayo de 420

Traductor: José Anoz Gutiérrez

Ahora entendemos mejor las palabras de Jesús

1. Antes que se hubiera cumplido eso que dice, estas palabras del Señor donde asevera: «Un poco y ya no me veréis y de nuevo un poco y me veréis, porque voy al Padre»1, para los discípulos eran tan oscuras que, al preguntar entre sí qué significaba lo que decía, confesaron que ellos lo desconocían absolutamente. En efecto, el evangelio sigue: Dijeron, pues, mutuamente de entre sus discípulos: «¿Qué significa esto que nos dice: “Un poco y no me veréis y de nuevo un poco y me veréis” y“porque voy al Padre”?». Decían, pues: «¿Qué significa esto que dice, “un poco”? Desconocemos de qué habla»2. En efecto, lo que los turbaba es esto: que dijo: «Un poco y no me veréis y de nuevo un poco y me veréis». Porque en lo precedente no había dicho «un poco», sino que había dicho «Voy al Padre y ya no me veréis»3, ciertamente les pareció que hablaba cual claramente y sobre esto nada preguntaron entre sí. Ahora, pues, lo que para ellos fue entonces oscuro y se manifestó muy pronto, para nosotros es ya manifiesto, evidentemente, ya que tras un poquito padeció y no le vieron, de nuevo tras un poquito resucitó y le vieron. Por otra parte, cómo ha de comprenderse lo que asevera: «Ya no me veréis», lo expuse allí donde dijo: «el Espíritu Santo acusará al mundo respecto a justicia, porque voy al Padre y ya no me veréis»4, o sea, que en adelante no verían mortal a Cristo: que quiso que con ese vocablo, esto es, ya, se entendiera esto, que no le verían más.

Tristeza de los discípulos y alegría del mundo

2. Por su parte, Jesús, como el evangelista dice al seguir, conoció que querían interrogarle y les dijo: «Acerca de eso preguntáis entre vosotros, porque dije: “Un poco y no me veréis, y de nuevo un poco y me veréis”. En verdad, en verdad os digo que os lamentaréis y lloraréis vosotros; el mundo, en cambio, gozará; vosotros, en cambio, os contristaréis, pero vuestra tristeza será para gozo»5. A propósito, esto puede comprenderse así: que los discípulos se contristaron por la muerte del Señor y al instante se alegraron de su resurrección; en cambio, el mundo, nombre con que se ha aludido a los enemigos por los que Cristo fue asesinado, asesinado Cristo se alegraron, evidentemente justo cuando los discípulos se contristaron. Sin duda, con el nombre de mundo puede entenderse la malicia de este mundo, esto es, de los hombres amigos de este mundo. Por ende, dice en su carta el apóstol Santiago «Cualquiera que quisiere ser amigo de este siglo, se constituye en enemigo de Dios»6, enemistades de Dios en virtud de las cuales sucedió que ni siquiera a su Unigénito se le tuviera miramiento.

La alegría que nadie podrá quitaros

3. Después añade y dice: La mujer, cuando pare, tiene tristeza porque vino su hora; en cambio, cuando haya parido al niño ya no se acuerda del aprieto, por el gozo de que al mundo le ha nacido un hombre; por tanto, también vosotros ahora tenéis ciertamente tristeza; ahora bien, de nuevo os veré y gozará vuestro corazón y vuestro gozo nadie os lo quita7. Esta semejanza no parece ser difícil de entender, porque su comparación es evidente, pues él mismo expone por qué la ha dicho. En efecto, estar de parto se compara con la tristeza; el parto, en cambio, con el gozo, que suele ser mayor precisamente cuando nace no una niña, sino un niño. En cuanto a lo que asevera: «Vuestro gozo nadie os lo quitará» porque su gozo es Jesús en persona, está aludido lo que el Apóstol asevera: Cristo, tras resucitar de entre los muertos, ya no muere y la muerte no lo dominará más8.

¿Rogar o interrogar?

4. En esa sección del evangelio que hoy examinamos, todo ha corrido hasta aquí con interpretación fácil, digamos; atención más viva es necesaria respecto a esto que sigue. En efecto, ¿qué significa lo que asevera: Y aquel día no me rogaréis nada?9. Este verbo que es «rogar» significa no sólo pedir, sino también interrogar, y el evangelio griego, del que esto se ha traducido, tiene tal verbo, el cual puede entenderse como una y otra cosa, de forma que ni a partir de aquél se deshace la ambigüedad; sin embargo, aunque se deshiciera, no por eso dejaría de quedar alguna cuestión. Efectivamente, leemos que al Señor Cristo, después que resucitó, se le interrogó y se le rogó. De hecho, al ir a ascender él al cielo, los discípulos le interrogaron cuándo se presentaría y cuándo tendría Israel el reino10; por otra parte, cuando ya estaba en el cielo, san Esteban le rogó que recibiese su espíritu11. Y ¿quién osará pensar o decir que no ha de rogarse a Cristo sentado en el cielo, mas que se le hubo rogado mientras permanecía en la tierra; que no ha de rogarse al Cristo inmortal y que debía rogarse al Cristo mortal. Más bien, carísimos, roguémosle que, luciendo en nuestros corazones para ver lo que dice, él en persona deshaga el nudo de esta cuestión.

Ahora, con oración y lágrimas; después, con alegría y alabanzas

5. En realidad supongo que lo que asevera: «Ahora bien, de nuevo os veré y gozará vuestro corazón y vuestro gozo nadie os lo quitará», hay que relacionarlo no con ese tiempo en que resucitó y les mostró su carne12 para que la percibieran y tocasen, sino más bien con ese respecto al que ya había dicho: Quien me quiere, será querido por mi Padre y yo le querré y a mí mismo me mostraré a él13. En efecto, ya había resucitado, ya se les había mostrado en carne, ya estaba sentado a la diestra del Padre, cuando el mismo apóstol Juan en persona, de quien es este evangelio, decía en una carta suya: Queridísimos, ahora somos hijos de Dios, mas aún no se manifestó qué seremos; sabemos que, cuando se haya manifestado, seremos similares a él porque le veremos como es14. Esa visión es no de esta vida, sino de la futura; es no temporal, sino eterna: Ahora bien, según dice la Vida en persona, la vida eterna es ésta, afirma, que te conozcan a ti, el único verdadero Dios, y al que enviaste, Jesucristo15. De esta visión y conocimiento dice el Apóstol: Ahora vemos enigmáticamente mediante espejo; entonces, en cambio, cara a cara; ahora conozco en parte; entonces, en cambio, conoceré como soy también conocido16. Respecto a este fruto de su fatiga entera, deseándolo, la Iglesia está de parto ahora; entonces va a parirlo, percibiéndolo; ahora está de parto, gimiendo; entonces va a parirlo, alegrándose; ahora está de parto, orando; entonces va a parirlo, loando. Y es macho, precisamente porque todas las funciones de la acción tienen como meta ese fruto de la contemplación, pues es el único libre porque se apetece en razón de sí y no tiene como meta otra cosa. A éste sirve la acción; en efecto, cualquier cosa que se hace bien, lo tiene como meta, porque se hace en razón de éste; en cambio, no en razón de otra cosa, sino en razón de él mismo, uno se atiene a él y lo tiene. Ahí, pues, está el fin que nos basta. Por tanto, será eterno, pues no nos basta un fin, sino ese que no tiene fin alguno. Esto había sido inspirado a Felipe cuando dijo: Muéstranos al Padre y nos basta17. En esa mostración se prometió también el Hijo, pues dice: ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí?18 Así pues, respecto a esto que nos basta hemos oído muy justificadamente: Vuestro gozo nadie os lo quitará.

Vivamos este tiempo con alegría

6. Estimo que también respecto a esto se entiende mejor lo que más arriba está dicho: Un poco y ya no me veréis y de nuevo un poco y me veréis. En efecto, un poco es este entero espacio en que pasa volando el siglo presente; por ende, idéntico evangelista en persona dice en una carta suya: Es la última hora19. Y en verdad, por eso ha añadido: «Porque voy al Padre», lo cual hay que referirlo a la sentencia anterior, donde asevera: «Un poco y ya no me veréis», no a la posterior, donde asevera: Y de nuevo un poco y me veréis. En efecto, yendo al Padre, iba a hacer que no le vieran. Y está dicho por esto: no precisamente porque iba a morir y, hasta que resucitase, iba a apartarse de las miradas de ellos, sino porque iba a ir al Padre, cosa que hizo después que resucitó y, tras haber vivido con ellos durante cuarenta días, ha ascendido al cielo20. Porque, pues, iba a ir al Padre, a esos que entonces le veían corporalmente y después no iban a verlo mortal cual le veían cuando decía esas cosas, les asevera: Un poco y ya no me veréis. En cambio, a toda la Iglesia ha prometido lo que ha añadido: Y de nuevo un poco y me veréis, como a toda ha prometido: He ahí que yo estoy con vosotros hasta la consumación del mundo21.

No retrasa el Señor la promesa: un poco y le veremos cuando ya nada roguemos, nada interroguemos, porque nada que desear quedará, nada que buscar se ocultará. Este poco nos parece largo, porque aún está activo; cuando se haya acabado, entonces nos daremos cuenta de cuán poco ha sido. Nuestro gozo, pues, no sea cual lo tiene el mundo acerca del que está dicho: «El mundo, en cambio, gozará», ni empero durante el parto de este deseo estemos tristes, sin gozo, sino, como asevera el Apóstol, alegres con la esperanza, pacientes en la tribulación22, porque la parturienta misma, a la que se nos ha comparado, por la prole que muy pronto vendrá, se alegra más de lo que está triste por el dolor presente.

Pero sea ése el final de este sermón, pues las cosas que siguen contienen una cuestión enojosísima y, para que, si el Señor quisiere, puedan explicarse más precisamente, no han de resumirse con brevedad.