TRATADO 95

Comentario a Jn 16,8-11, dictado en Hipona, probablemente el sábado 3 de abril de 420

Traductor: José Anoz Gutiérrez

El mundo quedará convicto por el Espíritu Santo

1. El Señor, al prometer que él iba a enviar el Espíritu Santo, afirma: Cuando haya venido él, acusará al mundo respecto a pecado y respecto a justicia y respecto a juicio1. ¿Qué significa esto? El Señor Cristo ¿tal vez no acusó al mundo respecto a pecado cuando aseveró: Si no hubiese venido y les hubiese hablado, no tendrían pecado; ahora, en cambio, no tienen excusa de su pecado?2 Pero, para que alguien no diga quizá que esto se refiere propiamente a los judíos, no al mundo, ¿acaso no aseveró en otro lugar: Si fueseis del mundo, el mundo amaría lo que era suyo?3 ¿Tal vez no lo acusó respecto a justicia cuando aseveró: Padre justo, el mundo no te conoció?4 ¿Tal vez no lo acusó respecto a juicio cuando aseveró que él iba a decir a los de la izquierda: Id al fuego eterno, que está preparado para el diablo y sus ángeles?5 En el santo evangelio se descubren también muchos otros pasajes donde Cristo acusa de estas cosas al mundo. ¿Qué significa, pues, que, por así decirlo, atribuya propiamente al Espíritu Santo esto? ¿Parece acaso que, porque Cristo habló sólo entre la gente de los judíos, no ha acusado al mundo, de forma que se entienda que se acusa al que oye al acusador? Al contrario, se entiende que, mediante sus discípulos derramados por el orbe entero, el Espíritu Santo ha acusado no a una única gente sino al mundo, porque cuando iba a ascender al cielo les dijo esto: No os toca saber los tiempos o momentos que el Padre puso en su potestad; pero recibiréis fuerza del Espíritu Santo que caerá de improviso sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén y en Judea entera y en Samaría y hasta los confines de la tierra6. Esto significa acusar al mundo.

Pero, pues el Apóstol grita: «¿O queréis recibir una prueba de este que en mí habla, Cristo?7, ¿quién osará decir que mediante los discípulos de Cristo acusa al mundo el Espíritu Santo y que no lo acusa Cristo en persona? Así pues, a quienes acusa el Espíritu Santo, los acusa, evidentemente, también Cristo. Pero, porque mediante el Espíritu Santo iba a ser derramada en los corazones de ellos la caridad8, la cual echa fuera al temor9 que podría impedirles acusar al mundo que bramaba de persecuciones, ha dicho —hasta donde me parece—: «Él acusará al mundo», precisamente cual si dijera: «Él derramará en vuestros corazones la caridad; así, en efecto, expulsado el temor, tendréis libertad para acusar». Ahora bien, frecuentemente he dicho que las obras de la Trinidad son inseparables10, pero que ha de hacerse valer a las personas, una a una, para que a la unidad y a la Trinidad se las entienda no sólo sin separación, sino también sin confusión.

El mundo, convicto del propio pecado y de la justicia de los justos

2. Después expone por qué ha dicho: Respecto a pecado y respecto a justicia y respecto a juicio. Afirma: Por cierto, respecto a pecado, porque no creyeron en mí11. En efecto, cual si este pecado fuese el único, lo ha puesto antes de los demás porque, si éste permanece, los demás son retenidos y, si éste se aleja, los demás son perdonados. En cambio, respecto a justicia, afirma, porque voy al Padre y ya no me veréis12. Aquí ha de verse primero cómo, si cada uno es acusado con razón respecto a pecado, es también acusado con razón respecto a justicia. En efecto, si ha de acusarse al pecador precisamente porque es pecador, ¿tal vez alguien supondrá que también ha de acusarse al justo precisamente porque es justo? ¡Ni hablar! Porque, aun si a veces se acusa al justo, se le acusa con razón precisamente porque, como está escrito: En la tierra no hay justo que hará el bien y no pecará13. En consecuencia, también cuando se acusa al justo, se le acusa respecto a pecado, no respecto a justicia porque, en eso que leemos dicho por inspiración divina: No te hagas muy justo14, queda censurada no la justicia del sabio, sino la soberbia del presuntuoso. A quien, pues, se hace muy justo, hace injusto esa desmesura misma. Por cierto, quien dice que él no tiene pecado o quien supone que es hecho justo no por la gracia de Dios sino por su voluntad suficiente, se hace muy justo, mas es no justo viviendo rectamente, sino, más bien, hinchado suponiendo que él es lo que no es.

Por tanto, el mundo ¿cómo ha de ser acusado respecto a justicia, a no ser respecto a la justicia de los creyentes? Así pues, ya que esta comparación misma con los fieles es vituperación de los infieles, es acusado respecto a pecado porque no cree en Cristo, y es acusado respecto a la justicia de esos que creen. También indica suficientemente esto la exposición misma. En efecto, al querer explicar por qué había dicho: «En cambio, respecto a justicia», afirma: Porque voy al Padre y ya no me veréis. Acerca de quienes había dicho: «Porque no creyeron en mí», no asevera: «Y ya no me verán»; pero, al exponer a qué llamaba pecado, ha hablado de ellos, pues dice: «Porque no creyeron en mí»; en cambio, al exponer a qué llamaba justicia respecto a la que el mundo es acusado, se vuelve a esos mismos a quienes hablaba y asevera: Porque voy al Padre y ya no me veréis. Por tanto, el mundo es acusado ciertamente respecto a su pecado; en cambio, es acusado respecto a justicia ajena, como las tinieblas son acusadas respecto a la luz, pues todo lo que es acusado, asevera el Apóstol, es manifestado por la luz15.

Evidentemente, cuán gran mal es el de esos que no creen, puede quedar claro no sólo por sí mismo, sino también en virtud del bien de esos que creen. Además, porque suele ser un dicho de los infieles éste: «¿Cómo creeremos lo que no vemos?», por eso fue preciso que la justicia de los creyentes fuese definida así: Porque voy al Padre y ya no me veréis. En efecto, ¡Dichosos quienes no ven y creen!16, porque la fe de esos que vieron a Cristo ha sido loada no precisamente porque creían lo que veían, esto es, a un hijo de hombre, sino porque creían lo que no veían, esto es, al Hijo de Dios. En efecto, tras haber sido sustraída a las miradas de ellos la forma misma de esclavo, entonces se ha cumplido verdaderamente, de todo punto, «El justo vive de fe»17, pues la fe, como se define en la carta que es «A los Hebreos», es soporte de quienes esperan, prueba contundente de las realidades que no se ven18.

Me veréis no mortal, sino eterno

3. Pero ¿qué significa «Ya no me veréis»? Sin duda, «Voy al Padre y ya no me veréis» no lo asevera de forma que se entienda que ha aludido a un intervalo temporal, breve o largo, completamente terminado empero, durante el que no será visto; sino que diciendo «Ya no me veréis», la Verdad ha prenunciado que, por así decirlo, ellos nunca han de ver en adelante a Cristo. Porque la fe de la que el justo vive se loa precisamente porque cree que alguna vez ha de ver ella a Cristo, a quien de momento no ve, ¿la justicia es ésta: nunca ver a Cristo y empero creer en él? Por último, ¿acaso vamos a decir que según esta justicia no fue justo el apóstol Pablo, pues confiesa que él había visto a Cristo tras su ascensión al cielo19, época acerca de la que, evidentemente, había ya dicho: Ya no me veréis? ¿Acaso no era justo según esta justicia el gloriosísimo Esteban que, mientras era lapidado, aseveró: He ahí que veo abierto el cielo y, de pie a la diestra de Dios, al Hijo del hombre?20 ¿Qué significa, pues, «Voy al Padre y ya no me veréis», sino «No me veréis como soy cuando con vosotros estoy?. En efecto, entonces era aún mortal en semejanza de carne de pecado21 quien podía tener hambre, sentir sed, fatigarse y dormir. A este Cristo, pues, esto es, a tal Cristo, no iban ya a verle cuando hubiera pasado de este mundo al Padre, y esa misma es la justicia de la fe, acerca de la que dice el Apóstol: Aunque habíamos conocido según la carne a Cristo, sin embargo, ahora ya no lo conocemos así22. Afirma: «Así pues, vuestra justicia, en razón de la cual se acusará al mundo, será que voy al Padre y ya no me veréis, porque creeréis en mí, en ese a quien no veréis y, cuando me veáis lo que entonces seré, no me veréis lo que de momento soy con vosotros: me veréis no de condición baja, sino excelso; me veréis no mortal, sino sempiterno; me veréis no como a quien va a ser juzgado, sino como a quien va a juzgar; y respecto a esta fe vuestra, esto es, justicia vuestra, acusará el Espíritu Santo al incrédulo mundo.

Cómo prevenir ser condenados por el Espíritu Santo

4. También lo acusará respecto a juicio, porque el jefe de este mundo ha sido juzgado23. ¿Quién es ése, sino aquel de quien asevera en otro lugar «He ahí que vendrá el jefe del mundo y en mí nada hallará»24, esto es, nada de su derecho, nada que le pertenezca, o sea, absolutamente ningún pecado, pues mediante éste es el jefe del mundo el diablo? En efecto, el diablo no es el jefe del cielo, de la tierra y de todo lo que en ellos hay —sentido este en que se entiende el mundo, donde está dicho: «Y el mundo se hizo mediante él»—, sino que el diablo es el jefe del mundo, mundo acerca del cual, al instante, allí añade y asevera: «Mas el mundo no le conoció»25, esto es, los hombres infieles de los que en el entero orbe de las tierras está lleno el mundo, en medio de los cuales gime el mundo fiel, al que del mundo ha elegido ese mediante quien se hizo el mundo, acerca del cual dice él en persona: No vino el Hijo del hombre para juzgar al mundo, sino para que el mundo sea salvado mediante ese mismo26. El mundo es condenado si él lo juzga, el mundo es salvado si él lo socorre porque, como un árbol está lleno de hojas y frutas, como una era lo está de pajas y granos, así lo está de infieles y fieles el mundo.

El jefe, pues, de este mundo, esto es, el jefe de estas tinieblas, esto es, de los infieles, de las que es arrancado el mundo, a las que se dice «Fuisteis otrora tinieblas; ahora, en cambio, en el Señor sois luz»27; el jefe de este mundo, acerca del cual dice en otra parte: «Ahora el jefe de este mundo ha sido echado fuera»28, ha sido juzgado, evidentemente, que ha sido juzgado el jefe del mundo acusa el Espíritu Santo al mundo, porque es juzgado con su jefe, al que imita soberbio e impío. En efecto, como dice el apóstol Pedro, si Dios no tuvo miramientos con los por haber sido irrevocablemente destinado al juicio del fuego eterno. Así pues, también respecto a este juicio con ángeles que pecaron, sino que, tras hacerlos retroceder, los entregó a cárceles caliginosas para conservarlos a fin de castigarlos en el juicio29, ¿cómo el Espíritu Santo no acusará al mundo respecto a este juicio, siendo así que por influjo del Espíritu Santo dice esto el apóstol?

Así pues, crean los hombres en Cristo para no ser acusados respecto al pecado de su incredulidad, el cual retiene todos los pecados; pasen al número de los fieles para no ser acusados respecto a la justicia de esos justificados a los que no imitan; tomen precauciones respecto al juicio futuro para no ser juzgados con el jefe del mundo al que, juzgado, imitan. Efectivamente, para que la dura soberbia de los mortales no estime que se le tienen miramientos, ha de ser aterrorizada a propósito del suplicio de los ángeles soberbios.