TRATADO 93

Comentario a Jn 16,1-4, dictado en Hipona, probablemente el sábado 27 de marzo de 420

Traductor: José Anoz Gutiérrez

La caridad infusa, fuente de paz y fortaleza

1. En lo que precede a este pasaje del evangelio, el Señor, al fortalecer a sus discípulos a fin de que soporten hasta el final los odios de los enemigos, los ha preparado también con su ejemplo, de modo que imitándole fuesen hechos más fuertes, pues ha agregado y les ha prometido que el Espíritu Santo iba a venir a dar testimonio de él, y ha añadido que también esos mismos serán hechos testigos suyos, evidentemente porque el Espíritu Santo realizará en ellos esto. En efecto, asevera así: Él dará testimonio de mí; también vosotros daréis testimonio1. Evidentemente, porque él lo dará, también vosotros lo daréis: él en vuestros corazones, vosotros con vuestras voces; él inspirando, vosotros emitiendo sonidos para que pueda cumplirse: A toda la tierra salió el sonido de ellos2.

Ciertamente, poco había sido exhortarlos con su ejemplo, si no los llenase de su Espíritu. Por eso, el apóstol Pedro, aunque había ya oído sus palabras cuando había dicho: «Un siervo no es mayor que su amo. Si me persiguieron, también a vosotros os perseguirán»3, y aunque veía que en él se cumplía ya esto en lo que, si bastase el ejemplo, debió imitar la paciencia de su Señor, sucumbió y negó, evidentemente para no soportar lo que veía que él soportaba. Cuando recibió verdaderamente el don del Espíritu Santo, predicó a quien había negado y no temió reconocer públicamente a quien había temido confesar. En efecto, lo había adoctrinado primero el ejemplo, para que supiera lo que convenía que se hiciese; pero aún no lo había apuntalado la fuerza para hacer lo que sabía; había sido instruido para mantenerse, pero no había sido fortalecido para no caer. Después que mediante el Espíritu Santo fue hecho esto, anunció hasta la muerte a quien había negado por temer a la muerte.

Por eso, en este pasaje consecuente acerca del que ahora hay que hablaros, afirma: Os he dicho estas cosas para que no os escandalicéis4. Por cierto, en un salmo se canta: Mucha paz hay para quienes aman tu ley y no hay escándalo para ellos5. Así pues, prometido el Espíritu Santo que, al obrar en ellos, los haría testigos suyos, con razón ha añadido: Os he dicho estas cosas para que no os escandalicéis. En efecto, cuando la caridad de Dios se difunde en nuestros corazones mediante el Espíritu Santo que nos ha sido dado6, para quienes aman la ley de Dios se produce mucha paz, de forma que para ellos no haya escándalo.

Preparación para las persecuciones

2. Después, al expresar ya qué iban a padecer, asevera: Os harán excluidos de las sinagogas7. Ahora bien, para los apóstoles ¿qué mal había en ser expulsados de las sinagogas judaicas, cual si no hubieran de separarse de allí aunque nadie los expulsase? Pero ciertamente quiso comunicar esto: que los judíos no habían de recibir a Cristo, de quien ésos no habían de retirarse, y que, por esto, iba a suceder que con él serían echados fuera por esos que no quisieran estar en él: éstos que no podrían existir sin él. De hecho, porque no había ningún otro pueblo de Dios que ese linaje de Abrahán, si reconocieran y recibieran a Cristo, como ramos naturales permanecerían realmente en el olivo8 y no resultarían unas las iglesias de Cristo, otras las sinagogas de los judíos, pues serían las mismas si hubiesen querido estar en lo mismo. Porque no lo quisieron, ¿qué quedaba sino que quienes habían permanecido fuera de Cristo hicieran excluidos de las sinagogas a esos que no abandonarían a Cristo? En efecto, hechos testigos suyos por haber acogido al Espíritu Santo, no serían, evidentemente, cual esos de quienes se dice: Muchos jefes de los judíos creyeron en él; pero por miedo a los judíos, para no ser arrojados de las sinagogas, no osaban confesarle, pues amaron la gloria de los hombres más que la de Dios9. Creyeron, pues, en él, pero no como quería que creyeran quien decía: ¿Cómo podéis creer, si aguardáis unos de otros gloria y no buscáis la gloria que procede del único Dios?10

A los discípulos, pues —a quienes creen en él de forma que, llenos del Espíritu Santo, esto es, del don de la gracia de Dios, no son del número de estos que, por ignorar la justicia de Dios y querer constituir la suya, no se sometieron a la justicia de Dios11, ni del de esos de quienes está dicho «Amaron la gloria de los hombres más que la de Dios»—, se ajusta la profecía que se halla cumplida respecto a estos mismos: Señor, caminarán a la luz de tu rostro y en tu nombre exultarán el día entero y en tu justicia serán exaltados, porque la gloria de la fuerza de ellos eres tú12. Con razón se les dice: «Os harán excluidos de las sinagogas» —a saber, los que tienen celo por Dios, pero no según conocimiento—, porque, por ignorar la justicia de Dios y querer constituir la suya13, expulsan a esos que se exaltan no en su justicia, sino en la de Dios y, expulsados por los hombres, no se sonrojan, porque la gloria de la fuerza de ellos es él en persona.

Creerán que rinden culto a Dios

3. Finalmente, tras haberles dicho esto, ha añadido: «Pero viene una hora, la de que todo el que os mate suponga ofrecer él a Dios homenaje; y os harán estas cosas, porque no conocieron al Padre ni a mí»14, esto es, no conocieron a Dios ni a su Hijo, a quien, en matándoos, suponen ofrecer ellos homenaje. Estas palabras ha agregado el Señor cual si en virtud de esto consolase a los suyos, que serían arrojados de las sinagogas judaicas. En efecto, al prenunciar qué males iban a afrontar por el testimonio de él, afirma: Os harán excluidos de las sinagogas».

No asevera: «Y» viene una hora, la de que todo el que os mate suponga ofrecer él a Dios homenaje. ¿Qué asevera, pues? «Pero» viene una hora; como hablaría si tras esos males predijese algo bueno. ¿Qué significa, pues, «Os harán excluidos de las sinagogas. Pero viene una hora»? Cual si hubiese ido a decir esto: «Ellos os separarán ciertamente, pero yo os reuniré», o «Ellos os separarán ciertamente, pero viene una hora de alegría vuestra». ¿Qué, pues, hace ahí esta palabra que asevera: «“Pero” viene una hora», cual si tras la tribulación les prometiera consolación, siendo así que parece que debió decir de manera indicativa: «Y» viene una hora? Pero, aunque predecía que iba a venir tribulación sobre tribulación, no consolación tras tribulación, no asevera: «Y» viene. ¿O la separación de las sinagogas había de turbarlos quizá, de forma que prefiriesen morir a quedarse en esta vida sin las congregaciones de los judíos? ¡Ni pensar que se turbasen así quienes buscaban afanosamente la gloria de Dios, no la de los hombres! ¿Qué significa, pues: «De vosotros harán excluidos de las sinagogas. “Pero” viene una hora», siendo así que parece que debía haber dicho más bien: «Y» viene una hora, la de que todo el que os mata suponga él ofrecer a Dios homenaje? En efecto, ni siquiera está dicho: «Pero viene una hora, la de que os maten», cual si la muerte les sucediera como consolación de la separación; sino que afirma: Viene una hora, la de que todo el que os mata suponga él ofrecer a Dios homenaje.

Me parece absolutamente que no ha querido indicar otra cosa, sino que entendieran —y de lo entendido se gozasen— que ellos, cuando los arrojasen de las congregaciones de los judíos, iban a adquirir para Cristo a muchos, tantos que no bastaría arrojarlos, sino que no les permitirían vivir, no fuese que con su predicación convirtieran a todos al nombre de Cristo y los apartasen de la observancia del judaísmo cual de la verdad divina. De hecho, debemos entender que esto está dicho de los judíos, acerca de los que había dicho «De vosotros harán excluidos de las sinagogas», porque, aunque los gentiles mataron a los testigos, esto es, a los mártires de Cristo, aquéllos, cuando hacían esto, estimaron empero ofrecer ellos homenaje no a Dios, sino a sus dioses falsos; en cambio, todo el que de entre los judíos mata a los predicadores de Cristo, ha supuesto ofrecer él a Dios homenaje, pues creía que abandonarían al Dios de Israel cualesquiera que se convirtieran a Cristo. De hecho, esta razón los indujo a matar incluso a Cristo mismo, porque sobre este asunto están escritas las palabras de ellos: «Veis que el mundo entero se marchó tras él; si lo dejáremos vivir, vendrán los romanos y nos quitarán el lugar y la nación»15, y también lo que Caifás dijo: Conviene que un único hombre muera por el pueblo, y no que perezca entera la nación16.

A sus discípulos, pues, a quienes había dicho: «Si me persiguieron, también a vosotros os perseguirán»17, también mediante esta frase los ha alentado con su ejemplo, en el sentido de que como supusieron que matándole ofrecían ellos homenaje a Dios, así también matándolos.

La noche de los judíos hizo amanecer el día de la fe

4. Así pues, en estas palabras hay este sentido: «Os harán excluidos de las sinagogas; pero no temáis la soledad, ya que, separados de la congregación de ellos, congregaréis en mi nombre a muchos, tantos que ellos, temerosos de que se abandonen el templo que había donde ellos y todos los sacramentos de la Ley vieja, os maten al derramar vuestra sangre de forma que estimen ofrecer ellos homenaje a Dios». He ahí que eso significa lo que de éstos ha dicho el Apóstol: Tienen celo por Dios, pero no según conocimiento18: suponen ofrecer ellos homenaje a Dios, matando a los siervos de Dios. ¡Oh error horrendo! Para agradar a Dios golpeas a quien agrada a Dios y, tú que lo hieres, abates el templo vivo de Dios, para que no sea abandonado el templo lapídeo de Dios, ¿no es así? ¡Oh execrable ceguera! Pero ésta aconteció parcialmente en Israel, para que entrase la totalidad de las gentes; aconteció parcialmente, repito, no íntegramente, pues no todas, sino algunas de los ramas se rompieron para que fuese injertado el acebuche19. Efectivamente, porque el Espíritu Santo llenó a los discípulos de Cristo, como hablasen en las lenguas de todas las gentes, como mediante ellos se multiplicasen los divinos milagros y se esparciesen los dichos divinos, Cristo, aun asesinado, fue querido de forma que sus discípulos, expulsados de las congregaciones de los judíos, congregaron incluso de entre judíos mismos una ingente multitud y no temieron soledad alguna20.

Irritados por esto los demás, réprobos y ciegos que tenían celo por Dios, pero no según conocimiento, y creían ofrecer ellos a Dios homenaje, los asesinaban. Pero los reunía el Asesinado en favor de ellos, el cual, antes de ser asesinado, los había instruido acerca de estos hechos futuros, para que a los ánimos ignorantes y desprevenidos no los turbasen males inopinados e imprevistos, aunque iban a pasar pronto, sino que, preconocidos y aceptados pacientemente, los condujesen a los bienes sempiternos. De hecho, que ésta fue la causa de prenunciárselos, incluso él mismo lo ha demostrado al añadir: Pero os he hablado de estas cosas para que, cuando haya venido la hora de ellos, recordéis que yo os las dije21. Hora tenebrosa, hora nocturna la hora de ellos. Pero de día mandó el Señor su misericordia y de noche la declaró22, cuando la noche de los judíos no ofuscó con confusión alguna el día de los cristianos, separado de aquélla, y cuando pudo matar su carne, mas no pudo entenebrecer su fe.