TRATADO 46

Comentario a Jn 10,11-13, predicado en Hipona un domingo, al día siguiente del tratado anterior

Traductor: José Anoz Gutiérrez

Quiénes son buenos, y quiénes malos

1. Al hablar el Señor Jesús a sus ovejas presentes y futuras —éstas estaban entonces presentes porque las que eran sus futuras ovejas estaban donde las ovejas ya suyas—, muestra por igual a las presentes y a las futuras, a ellos, a nosotros y a cuantos también después de nosotros fueren sus ovejas, quién había sido enviado a ellas. Todas, pues, oyen la voz de su pastor, el cual dice: Yo soy el buen pastor1. No añadiría «bueno» si no hubiera pastores malos. Pero los pastores malos, esos mismos, son ladrones y asesinos o, como muchas veces, ciertamente mercenarios. Por cierto, debemos indagar acerca de todos los personajes que ha presentado aquí, distinguirlos y reconocerlos. De hecho, el Señor ha aclarado ya dos cosas que había propuesto escondidas de alguna manera: ya sabemos que la puerta es él mismo, sabemos que el pastor es él mismo. Quiénes son ladrones y asesinos quedó claro en la lectura de ayer; hoy, en cambio, hemos oído «mercenario», hemos oído también lobo ayer se mencionó también al portero. Entre los buenos, pues, están la puerta, el portero, el pastor y las ovejas; entre los malos, los ladrones y asesinos, los mercenarios, el lobo.

¿Quién es el portero?

2. Por la puerta tomamos al Señor Cristo; por el pastor, a él mismo; por el portero ¿a quién? En efecto, él mismo expuso estas dos cosas; al portero nos lo dejó por investigar. ¿Y qué asevera del portero? A éste, afirma, le abre el portero2 ¿A quién abre? Al pastor. ¿Qué abre al pastor? La puerta. Y ¿quién es la puerta misma? El pastor mismo. Si el Señor Cristo no hubiese expuesto, no hubiese dicho él mismo «Yo soy el pastor» y «Yo soy la puerta»3, ¿acaso osaría alguno de nosotros decir que Cristo mismo es el pastor y la puerta? De hecho, si dijera «Yo soy el pastor» y no dijera «Yo soy la puerta», íbamos a preguntar cuál es la puerta y, al suponer que es otra cosa, íbamos quizá a quedarnos ante la puerta. Por su gracia y misericordia nos ha puesto a la vista al pastor, ha dicho que es él mismo; ha puesto a la vista la puerta, ha dicho que es él mismo; al portero nos lo dejó por investigar. ¿De quién vamos a decir nosotros que es el portero? Cualquiera sea a quien hallemos, hay que cuidar de que, porque en las casas de los hombres el portero es más que la puerta, no se lo estime mayor que la puerta misma. En efecto, el portero está colocado delante de la puerta, la puerta no está colocada delante del portero, porque el portero guarda la puerta, no la puerta al portero. No oso decir que alguien es mayor que la puerta, pues ya he oído cuál es la Puerta; no se me oculta, no estoy abandonado a mi conjetura, no tengo opinión humana libre; Dios ha hablado, la Verdad ha hablado, no puede cambiarse lo que el Inmutable ha dicho.

Las metáforas y la realidad, aplicadas a Cristo

3. En medio, pues, de la profundidad de esta cuestión diré lo que me parece; cada uno elija lo que le plazca; opine empero piadosamente, como está escrito: Acerca del Señor opinad con bondad y buscadle con sencillez de corazón4. Por el portero debemos quizá tomar al Señor en persona. De hecho, en las cosas humanas, un pastor y una puerta son entre sí mucho más diversos que un portero y una puerta; y, sin embargo, el Señor ha dicho que él es el pastor y la puerta. ¿Por qué, pues, no entenderemos que él mismo es también el portero? En efecto, si consideramos las propiedades, el Señor Cristo no es pastor como los pastores que acostumbramos ver y conocer; tampoco es puerta, pues a él no lo hizo un carpintero; si, en cambio, según alguna analogía es la Puerta y el Pastor, oso decir que es también oveja; de seguro, la oveja está sometida al pastor; sin embargo, él es pastor y oveja. ¿Dónde está como pastor? He ahí que lo tienes aquí, lee el evangelio: Yo soy el buen pastor. ¿Dónde está en cuanto oveja? Interroga al profeta: Fue conducido como oveja para ser inmolada5. Interroga al amigo del Novio: He ahí el cordero de Dios; he ahí el que quita el pecado del mundo6. Según esas analogías, aún voy a decir algo más asombroso. Cordero, oveja y pastor son realidades amigas entre sí; ahora bien, los pastores suelen proteger a las ovejas contra los leones y, sin embargo, de Cristo, aunque es oveja y pastor, leemos que está dicho: Venció el león de la tribu de Judá7. Entended, hermanos, todo esto según las analogías, no según las propiedades. Solemos ver a los pastores sentarse sobre una roca y desde ahí custodiar los ganados encomendados a ellos; evidentemente, el pastor es mejor que la roca sobre la que se sienta el pastor; y, sin embargo, Cristo es el Pastor y la Roca. Todo esto según analogía. Ahora bien, si me preguntas por la propiedad, en el principio existía la Palabra y la Palabra existía en Dios y la Palabra era Dios8. Si me preguntas por la propiedad, es el Hijo único, engendrado del Padre para siempre desde siempre, igual al Engendrador, mediante el cual se hizo todo, inconmutable con el Padre y no cambiado al tomar la forma de hombre, hombre en virtud de la encarnación, Hijo de hombre e Hijo de Dios. Todo esto que acabo de decir es no analogía, sino realidad.

Quién es el portero

4. No nos contraríe, pues, hermanos, tomar, según ciertas analogías, por la puerta misma al portero mismo. ¿Qué es, en efecto, la puerta? Por donde entramos. ¿Quién es el portero? El que abre. ¿Quién, pues, se abre a sí mismo, sino quien a sí mismo se pone a la vista? He ahí que el Señor había dicho puerta; no habíamos entendido; cuando no entendimos, estaba cerrada; quien ha abierto, ese mismo es el portero. No hay, pues, ninguna necesidad de buscar alguna otra cosa, ninguna necesidad; pero tal vez hay voluntad. Si hay voluntad, no te salgas de órbita, no te separes de la Trinidad. Si buscas otra persona de portero, venga a tu pensamiento el Espíritu Santo, pues el Espíritu Santo no se desdeñará de ser el portero, siendo así que el Hijo se ha dignado ser la Puerta misma. Mira que el Espíritu Santo es quizá el portero: el Señor mismo dice a sus discípulos sobre el Espíritu Santo: este mismo os enseñará toda la verdad9. ¿Cuál es la puerta? Cristo. ¿Qué es Cristo? La Verdad. ¿Quién abre la puerta sino quien enseña toda la verdad?

El asalariado

5. Del asalariado, por otra parte, ¿qué decimos? No se le ha recordado aquí entre los buenos. El buen pastor, asevera, da su vida por las ovejas. El asalariado y quien no es pastor, propias del cual no son las ovejas, ve venir al lobo y abandona las ovejas y huye; y el lobo arrebata y dispersa las ovejas10. No desempeña aquí el asalariado un papel bueno, y empero es útil en algo y no se le llamaría asalariado si del empresario no recibiera un salario. ¿Quién es, pues, ese asalariado, culpable y necesario? Aquí, hermanos, ilumínenos de verdad el Señor mismo, para que conozcamos a los asalariados y no seamos asalariados.

¿Quién es, pues, el asalariado? Hay en la Iglesia algunos jefes, de quienes el apóstol Pablo dice: los que buscan lo suyo, no lo de Jesucristo11. ¿Qué significa «los que buscan lo suyo»? Los que no quieren gratis a Cristo, no buscan a Dios por Dios, persiguen ventajas temporales, codician ganancias, de los hombres apetecen honores. Cuando un jefe ama esto y en atención a esto se sirve a Dios, cualquiera que es así, es asalariado, no se cuente a sí mismo entre los hijos, pues de individuos tales dice el Señor: En verdad os digo, recibieron su salario12. Escucha qué dice de san Timoteo el apóstol Pablo: Ahora bien, espero en el Señor Jesús enviaros pronto a Timoteo, para estar también yo de buen ánimo cuando haya sabido lo que hay acerca de vosotros; de hecho no tengo a nadie unánime que por vosotros esté solícito sinceramente, pues todos buscan lo suyo, no lo de Jesucristo13. Entre asalariados gimió el pastor; buscó a alguien que quisiera sinceramente a la grey de Cristo, mas no lo halló cerca de sí entre quienes en ese tiempo habían estado con él. Por cierto, en la Iglesia de Cristo sí había entonces quien, además del apóstol Pablo y de Timoteo, estuviese solícito fielmente por el rebaño; pero había sucedido que, en el tiempo en que envió a Timoteo, no tenía cerca de sí a otro de entre los hijos, sino que estaban con él solos los asalariados, los que buscan lo suyo, no lo de Jesucristo. Y empero él mismo, solícito fielmente por el rebaño, prefirió enviar un hijo y permanecer entre asalariados. Hemos descubierto también a los asalariados; no los examina sino el Señor; quien inspecciona el corazón, ese mismo lo examina; sin embargo, a veces nosotros nos damos cuenta de ellos, pues el Señor mismo no ha dicho en vano sobre los lobos: Por sus frutos los conoceréis14. A muchos interrogan las tentaciones y entonces aparecen las intenciones; muchos, en cambio, están ocultos. El aprisco del Señor tenga como jefes a hijos y a asalariados. Ahora bien, pastores son los jefes que son hijos. Si son pastores, ¿cómo hay un único pastor, sino porque todos ellos son miembros del único pastor, propias del cual son las ovejas? Efectivamente, esos mismos son miembros de ese mismo único pastor, oveja también porque Fue conducido como oveja para ser inmolada?

También son necesarios los asalariados

6. Por otra parte, oíd que los asalariados son también necesarios. En efecto, muchos que en la Iglesia persiguen ventajas terrenas, predican empero a Cristo y mediante ellos se oye la voz de Cristo y las ovejas siguen no al asalariado, sino, mediante el asalariado, la voz del pastor. Oíd que el Señor en persona señala a los asalariados: Los escribas y los fariseos, afirma, se sientan en la cátedra de Moisés; haced lo que dicen;en cambio, no hagáis lo que hacen15. ¿Qué otra cosa ha dicho, sino «mediante los asalariados escuchad la voz del pastor»? En efecto, sentándose en la cátedra de Moisés, enseñan la ley de Dios; Dios, pues, enseña mediante ellos; pero, si quieren ellos enseñar lo suyo, no escuchéis, no lo hagáis, pues esos tales buscan lo suyo, no lo de Jesucristo. Ningún asalariado osó decir al pueblo de Cristo: «Busca lo tuyo, no lo de Jesucristo». Por cierto, no predica desde la cátedra de Cristo lo que hace mal; lesiona precisamente por los males que hace, no por las cosas buenas que dice. Tú coge el racimo, guárdate de la espina. Bien, porque habéis entendido; pero en atención a los más torpes diré con toda claridad esto mismo. ¿Cómo he dicho: «Coge el racimo, guárdate de la espina», aunque el Señor dice: ¿Acaso recogen de los espinos uva, o de los abrojos higos?16 Es absolutamente verdad y empero yo he dicho también una verdad: «Coge el racimo, guárdate de la espina». Es que, a veces, un racimo nacido de la raíz de la vid cuelga entre el seto, crece el sarmiento, se entrelaza con las espinas y la espina lleva un fruto no suyo, pues la vid no produjo la espina, sino que el sarmiento se apoyó en las espinas. No interrogues sino a las raíces. Busca la raíz de la espina, la encuentras fuera de la vid; busca el origen de la uva, la vid la produjo en virtud de la raíz.

La cátedra de Moisés era, pues, la vid; las costumbres de los fariseos eran las espinas; la doctrina verdadera transmitida mediante los malos era el sarmiento en el seto, el racimo entre las espinas. Coge cautamente, no sea que, mientras buscas el fruto, te laceres la mano y, cuando oyes a quien dice cosas buenas, no imites a quien hace maldades. Haced lo que dicen: coged las uvas; en cambio, no hagáis lo que hacen: guardaos de las espinas. Escuchad aun mediante los asalariados la voz del Pastor, pero no seáis asalariados, pues sois miembros del Pastor. Por su parte, el santo apóstol Pablo en persona, quien ha dicho: «No tengo a nadie que por vosotros esté solícito fielmente, pues todos buscan lo suyo, no lo de Jesucristo»17, mirad qué ha dicho en otro lugar, mientras distingue entre asalariados e hijos: Algunos predican al Mesías por envidia y rivalidad; otros, en cambio, incluso con buena voluntad; algunos por amor, pues saben que he sido puesto para defensa del Evangelio; otros, en cambio, anuncian al Mesías por contumacia, no limpiamente, pues estiman que se suscita tribulación a mis cadenas18. Ésos eran asalariados, miraban con malos ojos al apóstol Pablo. ¿Por qué le miraban con malos ojos, sino porque buscaban afanosamente lo temporal? Pero observad qué añade: ¿Pues qué? Mientras de todos modos, aprovechando la ocasión o con sinceridad, sea Cristo anunciado, de esto me alegro; pero también me alegraré19. La Verdad es Cristo; la Verdad sea anunciada, aprovechando la ocasión , por los asalariados; la Verdad sea anunciada con sinceridad por los hijos; los hijos aguardan pacientemente la eterna herencia del Padre; los asalariados desean vivamente con premura el salario temporal del empresario; la gloria humana, que veo a los asalariados envidiar, méngüese para mí, y empero mediante las lenguas de los asalariados y de los hijos divúlguese la divina gloria de Cristo, siempre que aprovechando la ocasión o con sinceridad sea Cristo anunciado.

Pastores, miembros del Pastor

7. Acabamos de ver también quién es el asalariado. ¿Quién es el lobo sino el diablo? ¿Y qué está dicho del asalariado? Aunque haya visto al lobo venir, huye porque las ovejas no son suyas propias ni se preocupa de las ovejas20. ¿Acaso era tal el apóstol Pablo? ¡Ni pensarlo! ¿Acaso Pedro era tal? ¡Ni pensarlo! ¿Acaso eran tales los demás apóstoles, exceptuado Judas, el hijo de la perdición? ¡Ni pensarlo! ¿Ellos, pues, eran pastores? Pastores, lisa y llanamente. ¿Y cómo hay un único pastor? Ya lo he dicho: eran pastores por ser miembros del Pastor. Gozaban de esa cabeza, concordaban bajo esa cabeza, gracias al único Espíritu vivían en la trabazón del único cuerpo y por eso pertenecían todos al único Pastor. Si, pues, eran pastores y no asalariados, exponnos, oh Señor, por qué huían cuando padecían persecución. En una carta he visto a Pablo huir: por el muro fue descolgado en una espuerta, para escapar de las manos del perseguidor21. ¿No se preocupó, pues, de las ovejas que abandonaba al venir el lobo? Se preocupó simple y llanamente; pero con oraciones las encomendaba al Pastor que está sentado en el cielo; en cambio, él, huyendo, se conservaba para utilidad de ellas, como asevera en cierto lugar: Permanecer en la carne es necesario por vosotros22. De hecho, todos habían oído al Pastor en persona: Si os persiguieren en una ciudad, huid a otra23. Dígnese el Señor exponernos esta cuestión: «Señor, tú, a quienes evidentemente querías que fueran pastores fieles, a los que formabas para ser miembros tuyos, has dicho: Si os persiguieren, huid. Les haces, pues, una injuria cuando reprendes a los asalariados que ven al lobo venir y huyen. Te rogamos, pues, que nos indiques qué tiene la profundidad de la cuestión». Aldabeemos; acudirá a abrirse a sí mismo el portero de la puerta, la cual es él en persona.

Pastores y ovejas al mismo tiempo

8. ¿Quién es el asalariado, que ve al lobo venir y huye? Quien busca lo suyo, no lo de Jesucristo: no osa denunciar libremente al pecador24. He ahí que ha pecado no sé quién, ha pecado gravemente; ha de ser increpado, ha de ser excomulgado; pero excomulgado será enemigo, insidiará, dañará cuando pudiere. El que busca lo suyo, no lo de Jesucristo, se calla ya, no corrige, para no perder lo que persigue, la ventaja de la amistad humana, ni exponerse a la molestia de las enemistades humanas. He ahí que el lobo agarra la oveja por la garganta; el diablo ha inducido al adulterio a un fiel; tú callas, no increpas; oh asalariado, has visto al lobo venir y has huido. Quizá responde y dice: «Mira, estoy aquí, no he huido». Has huido porque has callado; has callado porque has temido. El temor es la huida del ánimo. Te has mantenido con el cuerpo, con el espíritu has huido, cosa que no hacía el que decía: Aunque con el cuerpo estoy ausente, con el espíritu estoy con vosotros25. En efecto, ¿cómo huía con el espíritu quien aun ausente con el cuerpo denunciaba por carta a los fornicadores? Nuestros sentimientos son los movimientos de los ánimos. La alegría es la expansión del ánimo; la tristeza, el encogimiento del ánimo; el deseo, el avance del ánimo; el temor, la huida del ánimo. En efecto, te expandes en el ánimo cuando algo te atrae; te encoges en el ánimo cuando algo te apena; avanzas en el ánimo cuando deseas algo; huyes en el ánimo cuando tienes miedo. He ahí por qué se dice que el asalariado, visto el lobo, huye. ¿Por qué? Porque no se preocupa de las ovejas. ¿Por qué no se preocupa de las ovejas? Porque es asalariado. ¿Qué significa «es asalariado»? Uno que busca salario temporal y en la casa no habitará para siempre.

Aún hay aquí cosas que investigar y examinar con vosotros, pero no es de buen juicio abrumaros, pues a consiervos sirvo los alimentos del Señor; en los pastos del Señor apaciento las ovejas y a la vez soy apacentado. Como no ha de rehusarse lo que es necesario, así tampoco la gran cantidad de comida ha sobrecargar al corazón débil. No sea, pues, molesto a Vuestra Caridad el que no examine hoy todo lo que supongo que aún ha de examinarse aquí; pero, en el nombre del Señor, de nuevo se nos leerá públicamente idéntica lectura en los días de pagar el sermón y, con la ayuda de aquél, será tratada más concienzudamente.